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El receptor es el protagonista.

Hay emisores que se confunden y creen que en


Comunicación ellos son los importantes porque son ellos los que tienen algo que
decir.
Hay empresas que se equivocan porque piensan que lo importante es emitir mensajes
continuamente puesto que ya los recibirá alguien.
Pero de nada sirve que yo hable mucho si mi receptor no entiende lo que yo le digo, si
le hablo en un idioma que no comprende, si lo que le cuento no despierta su interés, si
mi mensaje es confuso o demasiado técnico. Nunca debemos hablar en nuestro
propio lenguaje sino en el de quien nos escucha, porque el mensaje eficaz es el que
se entiende.
Cuando nos comunicamos siempre debemos ponernos en el lado del receptor y hablar
cuándo, cómo y de la manera en la que ese receptor, llámese empleado, accionista, cliente o
periodista, esté dispuesto a escuchar. Si no conocemos a nuestro receptor, no sabemos sus
costumbres, no utilizamos su lenguaje o no buscamos su interés –por decir algunas claves
esenciales– nuestra Comunicación será un diálogo de sordos, un ejercicio infructuoso.

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