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La lacerante lucidez de Michel Houellebecq

Desesperanzado, cruel, obsceno, este poeta, novelista y ensayista francés


nacido en 1958 propone una mirada desoladora de nuestra época. Su
lectura deja un gusto demasiado amargo pero propicia una brutal toma de
conciencia.

La publicación en Francia de “Ampliación del campo de batalla”, la


primera novela de Michel Houellebecq, en 1994, encendió los reflectores
sobre un escritor que ya no dejaría de dar que hablar. Quedó
inmediatamente y a partir de entonces en la mira de quienes lo aman y
quienes lo detestan. Así, en el medio del campo de batalla, se plantó con su
mirada desoladora sobre el tiempo que nos toca vivir y, desde ahí, disparó
su escritura contra todo lo políticamente correcto.
Aquella primera novela ganó el Prix Flore. En 1998 recibió el premio
nacional de las letras francesas. La segunda, “Las partículas elementales”,
le valió el premio Novembre, el de los lectores de Les Inrockuptibles y
mejor libro del año según la redacción de Lire. Consagrado y detestado,
sus novelas están construidas alrededor de un pensamiento, de una mirada,
ferozmente desesperanzada, sobre el mundo. Plagadas de teoría, logran sin
embargo crear personajes que, aunque apenas esbozados, son de una
contundencia inapelable. Así como el Meursault de El extranjero se recortó
como la imagen del hombre de su época y dio cuenta de ella, los personajes
de Houellebecq dan el tipo de nuestro tiempo, el que aparece en sombras,
desarraigado y desesperado, detrás de los paneles móviles y brillantes que
anuncian las bondades de la economía de mercado y de la liberación sexual
potenciadas hasta el delirio en la glamorosa publicidad que nos asegura que
somos felices y que si no lo somos es sólo porque no nos esforzamos lo
suficiente.
“Necesitamos la aventura y el erotismo, porque necesitamos oírnos repetir
que la vida es maravillosa y excitante; y está claro que sobre esto tenemos
ciertas dudas”, dice en “Ampliación...”. Y también: “...no hay duda de
que en nuestra sociedad el sexo representa un segundo sistema de
diferenciación, con completa independencia del dinero; y se comporta
como un sistema de diferenciación tan implacable, al menos, como
éste....En un sistema económico perfectamente liberal, algunos acumulan
considerables fortunas; otros se hunden en el paro y la miseria. En un
sistema sexual perfectamente liberal, algunos tienen una vida erótica
variada y excitante; otros se ven reducidos a la masturbación y a la
soledad”.
Eran los primeros disparos contra la liberación de los ’60 que se
convertirá en una crítica despiadada del hippismo y del mayo francés en
“Las partículas elementales”. En ella dice: “Es chocante comprobar que a
veces se ha presentado la liberación sexual como si fuera un sueño
comunitario, cuando en realidad se trataba de un nuevo escalón en la
progresiva escalada histórica del individualismo”. En esta novela, la vida
dolorosa de dos medio hermanos nacidos en 1956 y 1958 atraviesa la
última mitad del siglo y le sirve a Houellebecq para buscar el hilo
conductor de la desgracia de un mundo, de una humanidad, sin esperanzas.
Egoísmo, estupidez, crueldad es lo único que parece emanar de este tiempo
decadente. Así como en su última novela, aparecida un par de meses atrás,
“La posibilidad de una isla”, la clonación se erige como un camino, si no
deseable, inexorable. Porque en este desfase entre el conocimiento y la
moral, la ciencia aplicará su artillería caiga quien caiga, incluso si el
principal damnificado es el hombre.
Poeta, novelista, ensayista, Houellebecq nació en la isla francesa de La
Reunión en 1958, como Michel Thomas. Fue abandonado por sus padres a
los seis años en casa de una abuela que lo crió y de la que tomaría su
apellido literario. En sus personajes hay mucho de esa historia y sus
consecuencias, como si fiel a una clara decisión de escribir pegado a su
tiempo, forzara las cercanías de la ficción a lo biográfico. Varios de sus
personajes incluso se llaman Michel.
¿De qué se lo ha acusado? De misógino, nazi, homofóbico, comunista,
anarquista de derecha, provocador. El dice: “Personalmente, creo que el
único camino es seguir expresando, sin compromisos, las contradicciones
que me desgarran; y a la vez sabiendo que lo más probable es que esas
contradicciones resulten ser representativas de mi época”. Esto dicho en
“El mundo como supermercado”, un conjunto de textos publicados en
distintos medios, incluidas algunas entrevistas, donde aparece con bastante
claridad el punto desde donde mira. Porque este nuevo “maldito”, con todo
su cinismo y su obscenidad, que puede llegar hasta la repugnancia, es un
empecinado y desesperanzado buscador de algo más sólido, que, tal vez
inhallable, todavía habite en la humanidad. Aunque quizás
irremediablemente ya perdido, el camino que propone es el del amor y el
altruismo. Un moralista que hasta puede pecar de ingenuo, pero que en
cualquier caso vale, y mucho, la pena leer. Aun con la desolación que
impregna su mirada desgarradora.

Ampliación del campo de batalla, Anagrama, novela, 1997.


Las partículas elementales, Anagrama, novela,1999.
El mundo como supermercado, Anagrama, escritos recopilados, 2000.
Lanzarote, Anagrama, novela, 2000.
Plataforma, Anagrama, novela, 2002.
La imposibilidad de una isla, Alfaguara, novela, 2005.

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