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7 - Ten406 - C13 - Apunte Academico.
7 - Ten406 - C13 - Apunte Academico.
Desarrollo:
1. Trastornos del desarrollo neurológico:
Los seres humanos no nacemos con todas nuestras capacidades desarrolladas, solo se desarrollan a medida
que el sistema nervioso va madurando y depende de la interacción entre genes y ambiente del sujeto. Este
proceso se llama neurodesarrollo y acontece a lo largo de la infancia y adolescencia, terminando alrededor de
los veinte años, en donde se produce una trasformación de un recién nacido indefenso en un adulto
independiente. Si el neurodesarrollo sufre interferencias, la autonomía y el futuro del niño quedan
comprometidos, por eso es imprescindible detectarlas tempranamente para tratarlas y procurar que el niño
pueda desarrollar todas sus capacidades al máximo.
Las alteraciones de neurodesarrollo implican dificultades en el desarrollo y funcionamiento del cerebro,
pueden expresarse en desfases motrices, de lenguaje, de aprendizaje o conductuales, así como en la
interacción social (Mas, 2019).
El Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (DSM) en su última versión, define a estas
patologías como “Trastornos del neurodesarrollo” y lo clasifica de la siguiente manera:
Discapacidad intelectual.
Trastornos de la comunicación.
Trastornos del espectro autista.
Trastorno por déficit de la atención con hiperactividad.
Trastornos específicos del aprendizaje.
Trastornos motores.
Este trastorno incluye una clasificación de severidad, tanto para los síntomas de la comunicación social como
de comportamientos restringidos y repetitivos:
Grado 3 “necesita ayuda muy notable”.
Grado 2 “necesita ayuda notable”.
Grado 1 “necesita ayuda”.
4.Trastorno por déficit de atención con hiperactividad: Para realizar este diagnóstico es necesario
cumplir con los siguientes criterios (DSM-V):
Patrón persistente de inatención y/o hiperactividad-impulsividad que interfiere con el
funcionamiento o el desarrollo y que se caracteriza por cualquiera de las siguientes características:
I. “Inatención” con 6 o más de los siguientes síntomas, durante al menos 6 meses, afectando
directamente las actividades sociales y académicas/laborales:
Presentación clínica de falta de atención
No presta atención a los detalles o comete errores por descuido.
Tiene dificultad para mantener la atención.
Parece no escuchar.
Tiene dificultad para seguir las instrucciones hasta el final.
Tiene dificultad con la organización.
Evita o le disgustan las tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido.
Pierde las cosas.
Se distrae con facilidad.
Es olvidadizo para las tareas diarias.
II. Hiperactividad e Impulsividad con 6 o más de los siguientes síntomas, durante al menos 6
meses, afectando directamente las actividades sociales y académicas/laborales:
Mueve o retuerce nerviosamente las manos o los pies, o no se puede quedar quieto en una silla.
Tiene dificultad para permanecer sentado.
Corre o se trepa de manera excesiva; agitación extrema en los adultos.
Dificultad para realizar actividades tranquilamente.
Actúa como si estuviera motorizado; el adulto frecuentemente se siente impulsado por un motor
interno.
Habla en exceso.
Responde antes de que se haya terminado de formular las preguntas.
Dificultad para esperar o tomar turnos.
Interrumpe o importuna a los demás.
Los trastornos psiquiátricos son frecuentes en los pacientes con patología médica, como consecuencia, las
urgencias psiquiátricas se dan con frecuencia en lugares no psiquiátricos, como el hospital general, la consulta
ambulatoria, o el servicio de urgencias, por lo que profesionales generales y de otras especialidades son a
menudo, los primeros en ver un paciente con una urgencia psiquiátrica. De hecho, alrededor de un 5% de las
consultas al Servicio de Urgencias son por causas psiquiátricas. El formato de la atención en el servicio de
urgencias y el escaso tiempo disponible para ésta expone a errores diagnósticos, incluso en personal
capacitado. Esto puede ser un desafío no sólo demandante de tiempo sino también estresante para muchos
profesionales de la salud. Por estos motivos, en algunos centros clínicos de alta complejidad es posible contar
con una interconsulta a psiquiatría para la atención de estos pacientes.
Entre las condiciones estresantes que influyen en la atención de una urgencia psiquiátrica encontramos:
Violencia generada por el paciente.
Riesgo de suicidio por parte del paciente.
Poca o nula cooperación de los pacientes.
Dificultades generadas por los familiares (Se muestran temerosos ariscos, irritados e incluso
amenazantes o incapaces de informar adecuadamente).
Provenientes del lugar de trabajo (Pocos recursos humanos, materiales, infraestructura), etc.
2. Pacientes suicidas: La OMS define suicidio como toda acción por la que un individuo se causa a sí
mismo un daño, con independencia del grado de intención letal y de que conozcamos o no los
verdaderos motivos.
Actualmente se considera que existe un espectro o continuum de conductas suicidas de diferente
naturaleza y gravedad, que oscila desde:
a) Ideación suicida: deseos y pensamientos sobre el suicidio.
b) Comunicación suicida: punto intermedio entre la ideación suicida y la conducta suicida y en ella
podemos encontrar: amenaza suicida que podría predecir una posible conducta suicida en el futuro
cercano, y plan suicida: ya existe un método con el que llevar a cabo una conducta suicida potencial.
c) Conductas suicidas que incluyen:
a. Suicidio consumado: Acto de matarse de un modo consciente, considerando la muerte
como un medio o como un fin.
b. Tentativa de suicidio: Acto voluntario realizado por la persona con el intento de producirse
la muerte, pero sin llegar a conseguirlo.
c. Autolesión o gesto suicida: Conducta autolesiva no mortal realizada por el individuo y en la
que no es esencial su intencionalidad u orientación hacia la muerte. Se suele producir ante
situaciones conflictivas no resueltas y dentro de algún trastorno de la personalidad. Se
incluirían aquí muchas conductas consideradas "manipulativas" (SNS,2012).
El punto inicial del tratamiento es asegurar la supervivencia del paciente y el segundo es la prevención de
nuevos intentos, inmediatos o a largo plazo.
El médico de urgencias hospitalarias debe valorar las alteraciones de la condición física identificando la
gravedad de las lesiones y su estabilización y realizar una evaluación psicopatológica del paciente (SNS,2012).
El manejo de urgencias apropiado incluye averiguar sobre los pensamientos o comportamientos suicidas,
realizar una evaluación del riesgo actual del individuo de inferirse daño de forma inminente, y crear un plan
de tratamiento en colaboración con el paciente y su red de apoyo. Se deben identificar factores de riesgo y
factores protectores.
Estados desesperados (angustia severa, trastorno de pánico, paciente
que expresa: “no puedo más”).
Alto grado de desesperanza, tristeza, soledad o diagnóstico clínico de
depresión mayor.
Comunicación del intento a otras personas.
Modificación de una condición clínica (empeoramiento).
Factores de alto riesgo Disolución de relación amorosa o pérdida significativa reciente.
Intoxicación con alcohol o drogas
Iniciación o interrupción de medicación psicotrópica
Mejoría repentina de un estado de ánimo deprimido
Cuadros psicóticos en especial cuando se acompañan de alucinaciones.
Intentos previos (a mayor severidad mayor riesgo).
Familias caóticas.
Edad: Adolescentes y adultos jóvenes. Aumento de incidencia en niños
y adolescentes.
Factores
Más frecuente en mujeres en una proporción de 3:1.
sociodemográficos de
Estado civil: Más frecuente en viudos, separados y personas solas.
riesgo:
Ocupación: Desempleados y empleados no calificados, tienen mayor
riesgo.
Historia familiar de suicidio.
Homosexualidad asociada a problemática VIH/SIDA.
Familias inestables.
Abuso o precocidad sexual.
Otros indicadores de
Pérdidas escolares.
riesgo:
Reto o desafío.
“Epidemia de suicidios”.
Enfermedades crónicas, dolorosas o pacientes terminales (Climent et al,
S/F).
Se considerará un riesgo suicida agudo severo si el paciente presenta ideación suicida intensa, frecuente o
persistente, con planificación, con múltiples factores de riesgo o alguno muy significativo, con poca capacidad
de autocontrol y/o con pocos factores protectores. En este caso el paciente no debe quedar solo y se deben
retirar todos los elementos de riesgo con los que pueda hacerse daño, y se debe considerar la posibilidad de
hospitalización, la que puede ser cursada involuntariamente en caso de ser necesario para proteger la vida
(Nieto et al, 2017).
En cuanto al tratamiento farmacológico, si el paciente suicida está psicótico, se utilizará la guía de agitación/
violencia en idéntica forma y si el paciente no está psicótico, utilizar sólo benzodiacepinas.
3. Pacientes con crisis de pánico: Se debe establecer si los síntomas del paciente corresponden a una
crisis de angustia, si son manifestaciones de una ansiedad anticipatoria, temores fóbicos u
obsesiones. Se debe descartar causas médicas mediante la historia clínica y se debe realizar examen
físico y exámenes de laboratorio si la condición clínica lo amerita.
El objetivo del tratamiento es: Disminuir rápidamente los niveles de angustia, intentar medidas de
apoyo y conductuales (relajación, meditación, incrementar la confianza del paciente en sí mismo)
antes de dar medicación ansiolítica. Si no son suficientes colocar bolsa de papel sobre nariz y boca
del paciente para que respire lentamente y disminuya la hiperventilación, uso de medicación
ansiolítica en caso de ser necesario (Se recomienda el uso de benzodiacepinas y si el cuadro presenta
agitación severa se debe tratar como un paciente agitado/violento).
4. Pacientes con psicosis aguda: La psicosis es un trastorno que implica desconexión con la realidad, se
caracteriza por presentar delirios, alucinaciones, alteración del afecto y el comportamiento; sus
causas son orgánicas, tóxicas o “funcionales”. Dentro de las patologías que pueden generar psicosis
aguda encontramos: Esquizofrenia, trastornos paranoides, catatonía, etc.
Para el abordaje inicial es útil tener en consideración las siguientes recomendaciones: Descartar una
etiología orgánica, buscar un padecimiento físico que acompañe al cuadro psicótico; realizar examen
mental, establecer la existencia previa de una enfermedad mental, episodios similares anteriores,
medicación recibida, aparición, intensidad y característica de los síntomas.
El objetivo del tratamiento es lograr una compensación del estado mental agudo (extinguir
sintomatología de agitación, desorganización de pensamiento, delirios, alucinaciones y del
comportamiento motor). Para ello se debe proporcionar un ambiente que brinde seguridad al
paciente, estímulos mínimos, observación contínua y generar confianza y comprensión.
Lo farmacológico incluye: Uso de antipsicóticos típicos o atípicos para el manejo de los delirios y las
alucinaciones, y se selecciona aquel que haya sido eficaz con el paciente anteriormente. Se puede
administrar por vía oral o parenteral si así se prefiere.
Si el paciente esta agitado, se debe tratar como un paciente agitado/violento.
5. Delirium: Se define como un síndrome cerebral orgánico agudo caracterizado por una significativa
alteración de la cognición, la atención y el comportamiento psicomotor. El cuadro suele ser de
carácter transitorio y en su inicio existen manifestaciones prodrómicas como inquietud, ansiedad,
irritabilidad y alteraciones del sueño.
Aunque eventualmente todas las personas estamos en riesgo de presentar un cuadro de delirium,
existen condiciones que se constituyen en factores predisponentes para esta patología: Pacientes
ancianos, post-cardiotomía, quemados, con daño cerebral previo, consumidores de drogas y
pacientes con SIDA.
Las causas de delirium pueden ser: Trauma del SNC (Traumatismo encéfalo craneano), toxicas
(Alcohol, alucinógenos, inhalantes, sedantes, fármacos de uso médico, tóxicos industriales y
ambientales), vasculares (HTA, embolismo cerebral, hemorragia subaracnoidea, hematoma
subdural, vasculitis, falla cardíaca), infecciones (Meningitis, encefalitis, abscesos, septicemia,
neumonía, sífilis, malaria), neurológicas (Epilepsia), metabólicas (Encefalopatía hepática, uremia,
alteraciones hidroelectrolíticas, alteración de la glicemia, hipoxia, porfiria, deficiencia de vitaminas
(tiamina, ácido nicotínico, B12, ácido fólico), desnutrición), endocrinológicas (Hipo o hiperfunción de
hipófisis, tiroides, paratiroides, suprarrenales), procesos tumorales.
El tratamiento debe dirigirse a la causa que origina el delirium; entre ellos: administración de glucosa,
de tiamina, de electrolitos cuando las causas son metabólicas, en los cuadros tóxicos se debe recurrir
a las medidas generales y al uso de antídotos específicos (Ej.: la naloxona, para los opiáceos).
En el caso de ignorarse la etiología, se deben tomar medidas generales, se recomienda hospitalizar
al paciente para una observación contínua por parte de personal capacitado y el monitoreo de signos
vitales. Se debe mantener un ambiente ventilado, con buen manejo de luz y sonidos, con pocos
estímulos externos, y donde el paciente pueda orientarse en el tiempo.
Se le debe tranquilizar, al igual que a la familia, e involucrar a ésta en el apoyo psicosocial al usuario.
La medicación psiquiátrica recomendada, incluye: Haloperidol, como antipsicótico de elección. Si el
compromiso es leve se puede usar la vía oral: 2 a 10 mg cada 12 horas, si hay agitación o dificultad
con la vía oral, se recomienda la misma medicación por vía intramuscular o endovenosa.
6. Abuso de sustancias: Una sustancia psicoactiva es definida como aquella que cuando es consumida
puede alterar el estado de conciencia. Todas las sustancias psicoactivas están sujetas a abuso, mal
uso y dependencia física o psicológica.
Existe una serie de medidas básicas dirigidas a llevar al paciente hacia la estabilización:
Mantenimiento de la vía aérea.
Hidratación acorde a su balance hidroelectrolítico.
Control de líquidos administrados y eliminados.
Vigilar la posibilidad de regurgitación por el riesgo de broncoaspiración.
Inmovilización para protección del paciente, si las circunstancias lo requieren.
El tratamiento será en relación con síntomas presentados, por ejemplo: después de un consumo
aumentado, prolongado o a niveles tóxicos de alcohol el tratamiento incluye: administración de
Tiamina, administrar diazepam oral o intramuscular y repetir la dosis cada una o dos horas, hasta que
el paciente esté calmado. Si se presenta una convulsión, se deberá manejar con anticonvulsivantes.
En caso de uso de anfetaminas o cocaína, el tratamiento de la intoxicación está dirigido a una
vigilancia cardiorrespiratoria y en caso de agitación se manejará como paciente agitado/violento.
En caso de intoxicación por marihuana el manejo es con hidratación apropiada, control de líquidos
administrados y eliminados, sedación con Midazolam 5 mg vía intramuscular en caso de inquietud
(Climent, S/F).
Conclusiones:
Luego del análisis de estos temas tan importantes para la Psiquiatría, podemos concluir que en este apunte
se destaca la necesidad, por parte de los profesionales de salud, de identificar oportunamente los trastornos
del neurodesarrollo e identificar la presencia de anomalías en una o varias de sus áreas, ya sea motora, motora
fina, sensorial, del lenguaje o social.
Ante la detección o sospecha de alteración del neurodesarrollo se deberá alertar oportunamente a los padres
y realizar la derivación correspondiente, a fin de disminuir las limitaciones y los riesgos asociados.
Desde la urgencia psiquiátrica es necesario identificar las entidades nosológicas más frecuentes en estos
servicios para entregar una atención de calidad, incluyendo el manejo de las complicaciones físicas y
psicológicas que se deriven de estas situaciones de urgencia.
Es necesario que los profesionales de la salud tengan conocimientos sobre estas situaciones, de manera de
aportar en la prevención, manejo, tratamiento y recuperación de estos usuarios.
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