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CUANDO APARECE LA CRISIS

La “noche oscura” en el amor conyugal

Antes de iniciar el tema quisiéramos decir una premisa; si bien, todo lo escrito es fruto de un análisis
profesional de nuestra experiencia personal, de cuando hemos tenido que atravesar esta noche
oscura en nuestra relación, donde se pierde todo sentido de trascendencia y solo queda una
sensación de incertidumbre y perdida de nuestra razón de “ser conyugues”. Por lo que fue
importante profundizar en ello y replantear un análisis en las relaciones de pareja, sus fundamentos
y probables causas en momentos de dificultad.

1. LA MULTIFACTORIALIDAD DE LA CONDUCTA
Permítanme iniciar con un ejemplo que puedo ser representativo de la multifactorialidad del
comportamiento humano y por tanto de las relaciones de pareja.

Uno de los estudios que puede manifestar la


probabilidad de una infidelidad en una relación a largo
plazo es el “índice 2D:4D” de la mano derecha (Zheng,
2011), donde en términos prácticos, mientras mayor
sea el dedo anular de la mano derecha en relación con
el dedo índice de la misma mano, existe una mayor
probabilidad de una infidelidad en una relación a largo
plazo… ¡Já! ¿Por qué? Esto es debido a que este índice
es un marcador indirecto de la exposición a la
testosterona en el cuerpo de una persona y, a mayor
exposición, mas impulsiva es el individuo; por tanto, en
un momento donde existe un estímulo erótico significativo, como existe en las situaciones donde
puede existir una infidelidad, a la persona le será neurobiológicamente más difícil controlar el
impulso sexual primitivo de la reproducción.

Ahora, si bien una persona puede tener factores biológicos que pueden predisponer su conducta;
no necesariamente está determinado a responder desde una perspectiva meramente biologicista a
los estímulos del ambiente, ya que existe una influencia significativa de aspectos psicológicos -como
el reconocer una relación de pareja fiel a través de observar la relación de los padres- que puede
influir en nuestra conducta ante situaciones de dificultad (es importante tomar en cuenta las etapas
del psicodesarrollo del individuo y de la conformación de la identidad sexual de la persona). Por
último, es importante tomar en cuenta el ambiente sociocultural en el cual se desenvuelve el
individuo y la pareja que a su vez va moldeando o mimetizando la relación para tener un sentido de
pertenencia social… para bien, o para mal.

Cómo formadores nos es de gran utilidad reconocer que cada individuo y por tanto cada pareja tiene
una diversidad de factores que puede influir en su conducta y por tanto en sus estilos de afrontar
las situaciones, complicadas o no complicadas que se van presentando a lo largo de una relación
que se pretende establecer a largo plazo. Es por ello que conviene observar de una forma práctica
o sistemática cuales son esas etapas que viven las relaciones de pareja hasta su consolidación (llegar
a “Ser para el otro”); de tal forma que nos ayude a observar las distintas conductas y dificultades

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que pueden presentar cada una de ellas; en esta ocasión, permítanos observar las relaciones de
pareja desde la óptica de las neurociencias del comportamiento.

1. LA RELACIÓN ENTRE EROS Y ÁGAPE: LAS ETAPAS DE LAS RELACIONES DE PAREJA

La mayoría de las parejas no somos del todo conscientes del inicio del enamoramiento, cada vez
que preguntamos a una pareja de novios ¿Quién fue el que dio el primer paso? Puede haber una
variabilidad de respuestas, algunos dirán que es el hombre (sobretodo en culturas de lengua
romance), otros que la mujer, otros dirán que en la actualidad ambos y en algunos otros casos (que
espero sean los menos) por una imposición de los padres.

Lo cierto es que desde la neurobiología hemos descubierto que quien da el primer paso es… ¡la
mujer! Já… (lo siento amigos) pero este primer paso lo da de manera subconsciente y está mediada
por uno de nuestros sentidos más primitivos, el olfato. La mujer en un momento particular de su
ciclo menstrual (principalmente de el momento de la ovulación) se vuelve más receptiva a una
molécula que secretada por el hombre (el complejo mayor de histocompatibilidad MHC), la cual es
una molécula de su sistema inmune (sistema de defensas), el olfato de la mujer percibe esa molécula
y envía una señal al cerebro donde traduce lo percibido por el olfato y valora las probabilidades de
que, procreando con ese individuo, sus hijos tengan mayores probabilidades de sobrevivir al
ambiente Milinski, 2005).

Es importante tomar en cuenta este principio porque somos fruto de millones de años de evolución
donde las relaciones de pareja han partido del “Eros” -entendido como el sentido de atracción de
dos sexos (instinto de supervivencia)- con finalidad la preservación de la especie (reproducción).
Estos impulsos eróticos son los que inician el cortejo en una relación, a lo que ahora conocemos
como enamoramiento. Pero permítanme ponerles una pequeña historia que hará más ameno y
entendible esta primera etapa:

T y M son novios, se gustaron desde el primer momento en que se vieron, aunque nunca
entendieron por qué; T no sabe lo que le llamo la atención de M (ahora sabemos nosotros
que fue el olfato), pero con forme pasaba el tiempo sintió que eran compatibles, M por su
lado encuentra en T una sonrisa que le atrae mucho y, aunque no está dispuesto a aceptarlo,
le gusto mucho su forma de “caminar”.

Aunque pareciera que T y M actúan a voluntad todo el tiempo, entender lo que viven en esta
etapa es un poco más complicado. Al iniciar la etapa del enamoramiento los cuerpos de T y
M expresan muchas sustancias que generan sensaciones y sentimientos típicos de este
periodo, por un lado la dopamina aumenta de una manera exponencial en ambos (Garza,
2010) lo que asemeja sensaciones que se producen al consumir una dosis alta de sustancias
adictivas, lo que conductualmente provoca motivación, euforia (distorsión de la realidad) y
disminuye la tristeza -todos recuerdan este momento donde nuestra pareja parecía nuestra
princesa o príncipe azul idealizando la relación hasta el punto de creer que nacieron el uno
para el otro- bien, la relación de color de rosa está mediada por esta sustancia
principalmente. Otra sustancia que entra en juego en esta etapa es la serotonina, la cual
disminuye para manifestar un comportamiento obsesivo por la persona amada -queremos
que nos visite todo el tiempo y estar hablando hasta altas horas de la noche-; los síntomas
clásicos de que se nos sale el corazón, el insomnio y las mariposas en el estómago están

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mediados por la norepinefrina la cual aumenta de manera significativa y provoca estas
sensaciones.

El enamoramiento tiene un componente evolutivo, ya que la finalidad de este es lograr que


la pareja genere una relación en búsqueda de la reproducción; por tanto es un periodo
importante de saber manejar este “eros” ya que uno de los riesgos importantes es iniciar
con una intimidad sexual temprana que estimula otras áreas y sustancias del cerebro que
generan los vínculos de apego (oxitocina y vasopresina) que pueden llevar a la pareja a
generar “celos significativos” que no ayudan a vivir de manera adecuada la segunda etapa.

La etapa del enamoramiento se puede considerar “un amor ascendente, posesivo” (Deus Caritas
Est, 7) el cual, si bien es importante vivir como primer paso, este tiene que terminar y es así, el
promedio en el cual se ha visto que las sustancias en el cerebro alteradas por la neurofisiología del
enamoramiento regresan a su estado basal (normal), es entre 6 meses y 3 años, es muy poco
probable que exista un enamoramiento que dure más de 3 años en términos neurobiológicos
porque de ser así, el cerebro empezaría a sufrir.

Es momento de hablar de la segunda etapa. Una vez que las sustancias en el cerebro ya se han
regulado, termina esta idealización de la pareja y lo empezamos a ver como es, por tanto inician las
primeras discusiones o peleas significativas, etapa crucial a la que Raimundo Scotto (2006) la llama
“etapa psicológica o de acuerdos”.

Esta segunda etapa se puede entender siguiendo con la historia antes presentada.

T y M viven bien esta etapa (tratando de no caer en la trampa de iniciar la intimidad sexual)
y a los dos años viene la primera pelea fuerte; la dopamina en el cerebro (que genera las
sensaciones de bienestar) ya se estabilizó y por primera vez observas a tu pareja sin esta
sustancia, ya no es tan bonita ni tan lindo, a veces huele mal y otras tantas te das cuenta de
que no todo lo que dice es romántico, no es el más o la más inteligente y te percatas que sí
influye la familia en su relación. Aquí inicia una nueva etapa, que es el momento del diálogo,
de conocer más de los ideales y la forma de pensar del otro, de conocer qué les interesa,
cómo se ven a futuro, en familia, profesionalmente, espiritualmente, etc.

En esta etapa T y M se dan cuenta de que son compatibles no sólo fisiológicamente, si no


psicológicamente hablando al poder compartir metas e ideales de vida. Ratifican que ambos
quieren hacer el compromiso juntos, así es que planean casarse; pudiesen tener relaciones
sexuales en esta etapa, pero deciden esperar un poco más por que no hay razón para
adelantarse, además, la dopamina (una de las sustancias que provoca el deseo sexual) se
encuentra en niveles normales, es decir, no existe un estímulo fuerte que mantenga el deseo
latente de tener intimidad.

En la etapa de diálogo o acuerdos es muy importante aprender como relación, las herramientas del
diálogo, por lo que me valgo de Vera Araujo (2014), la cual nos da una luz de como sistematizar
estas herramientas para aprender a llevar una pareja a la reciprocidad en la relación, tomando este
concepto como una comunicación profunda entre dos o más personas.

El primer paso es ser “tolerantes” con el otro, pero no se malinterprete, tolerar no significa soportar
al otro en términos relacionarles, Vera Araujo refiere que tolerar significa “permitir que el otro se

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exprese”, el primer paso para establecer un verdadero diálogo es estar abiertos a lo que el otro
tiene algo que decirme y eso requiere hacer una reflexión previa de quien es el que tengo enfrente,
y que ese alguien es “valioso” y que lo puedo “descubrir” de una manera más profunda.

El estar abiertos a lo que el otro me quiere comunicar tiene dos caras de la moneda ya que nuestro
cerebro también está diseñado para dar una “jerarquía de valor” a lo que el otro me está diciendo
según nuestro sistema de creencias -llamo sistema de creencia al área de nuestra mente que
sostiene nuestro “Yo” en el cual tenemos un concepto de lo bueno y lo malo que podemos traducir
como la “moral” (Horn, 2013) .

Al momento que empezamos a escuchar al otro, nuestra mente cataloga la información como algo
que “estamos de acuerdo o no” y es ahí donde surge el problema, si nuestra mente dice que “está
en desacuerdo” inicia sus mecanismos de defensa siendo el primero de ellos el de interrumpir la
comunicación con la otra persona, lo que traducimos como “yo tengo otros datos…” así es que mejor
tú escúchame a mí.

Por tanto la siguiente fase en el diálogo es el “respeto”, que en términos sencillos lo podriamos
traducir con esta frase: Aunque no esté de acuerdo en lo que el otro me expresa, permito que se
siga expresando… Y creanme, este paso es muy complejo en términos cerebrales, porque requiere
frenar un impulso primario que nos ayudo a sobrevivir por miles de años (que es el de imponer tu
idea al otro pensando que si sobrevive, beneficiará a la tribu). Una de las formas de mantener el
respeto al otro en la comunicación en ser conscientes que si bien puede que no esté de acuerdo,
me interesa que el otro se sienta atendido.

Y ¿Cómo sabemos si escalamos bien este segundo peldaño? Lo que sucede cuando somos atentos
a la escucha del otro sin interrupción, llega el momento en que el otro “solicita” un intercambio en
el diálogo y es cuando escuchamos… ¿Pero dime, tú qué opinas?, es en este momento donde
entrenamos la tercera fase, la “generosidad”.

La generosidad es crucial para una buena comunicación en la pareja, porque implica comunicarte
con el otro siempre en positivo, procurando primero no hacer daño o hacer el menor daño posible
aun, aun cuando siempre se deba ser sincero y decir la verdad en el diálogo.

Decir las cosas en positivo implica ser muy empáticos (y por tanto activar más áreas cerebrales de
las que implica solo respetar al otro, por tanto mayor desgaste) es decir, ponerse en los zapatos del
otro para que desde la perspectiva del otro, pueda “Yo” entender la mejor forma de comunicar lo
que quiero decir con el menor riesgo posible de herir y romper la comunicación, pero aclaro, eso
no significa que callemos lo que pensamos para no pelear, significa decir lo que uno piensa pero
buscando la forma de no romper la comunicación y a veces solo se necesita un “quiero entender
mejor lo que me comentas, pero ahora permíteme comunicarte lo que pienso de este tema”…

La generosidad entendida como un acto de buscar el bien común para la comunicación en pareja es
crucial y un gran paso en el proceso de reciprocidad, pero no solo queda ahí, existe una cuarta fase
que nos acerca más a establecer una comunicación asertiva, esta nueva fase es la “Solidaridad”; el
cual nos permite seguir comunicándonos con el otro aun cuando no lo tenga enfrente, es decir, el
cuarto paso es continuar con la comunicación a distancia… ¿Y cómo hacemos esto? Con actos de
bondad cotidianos, actos de amor constantes, -es una alegría ver como mi esposa cuando sabe que
trabajaré desde temprano, ya me ha preparado un emparedado y la cafetera lista desde un día

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antes, eso mi cerebro lo traduce como “ah, aún cuando no estamos juntos (como fue el día anterior)
sigue pensando en mí”-

La solidaridad hace que se fortalezca la confianza en las relaciones, porque muestra de forma
concreta que el otro realmente me importa, que nuestra relación no es de 15 minutos por la noche
y 20 por la mañana, si no que es una relación que aún a la distancia, la seguimos construyendo.

Fortaleciendo juntos las cuatro fases previas, llega el momento donde podemos observar una
comunicación profunda en una relación de pareja, donde podemos comunicar lo más íntimo de
nuestro ser y podamos experimentar la quinta fase, la “reciprocidad”, la cual nace cuando dos o
más están dispuestos a construir este tipo de relación, que es profunda y sincera hasta el fondo de
la psique.

Pero terminemos con la historia de T y M:

T y M deciden consolidar su compromiso por lo que se casan y en su luna de miel, al ser una
etapa nueva y en un lugar diferente, el "sistema de recompensa cerebral" que genera las
sensaciones de bienestar y obsesión (dopamina y serotonina) se vuelve a activar, aumentan
la concentración y euforia, necesarias para iniciar su vida juntos con mucho optimismo y
motivación. La intimidad sexual que se vive en esta etapa involucra 2 sustancias más que
consolidan la relación, dando el sentido de protección a la pareja en el hombre (vasopresina)
y el vínculo apego en ambos (sentido de pertenencia mediado por la oxitocina). Estas 2
últimas sustancias son importantes ya que ayuda a la “fidelidad” que se busca vivir en el
amor conyugal (Maureira, 2011).

2. EL MOMENTO DE LA PURIFICACIÓN: NACE LA CRISIS


En este momento nos parece oportuno manifestar que si bien, en un principio el amor es
“ascendente, posesivo”, es importante tener un arquetipo de pareja que puede encaminar la
relación al “ágape” el cual podemos entender como el amor “descendente, oblativo”, diseñado para
manifestarnos como un “don” para el otro (Desus Caritas Est, 7) y esto se logra con un
acompañamiento por personas que viven esa experiencia de una relación de donación profunda
recíproca.

Es aquí donde cabe la pregunta ¿Si todo se observa tan bonito entonces, por qué llega la crisis?; la
respuesta más simple podría ser que, la crisis llega porque por alguna razón (que veremos a
continuación) se “pierde” la base ideal con la cual hemos construido nuestra relación. Es por eso
que utilizamos el simbolismo de la “noche oscura” que se vive en el cristianismo -y permítanos
aterrizarlo a algo que podría parecer muy humano-; en éste hacemos alusión a María (la madre de
Jesús) que, estando en un camino que cree es el correcto (como el de ella que regresaba de la
peregrinación a Jerusalén, después de los días de Pascua), se viven días de oscuridad donde parece
que se ha perdido su “deber ser” (al peder a Jesús el cual le había sido confiado por el Padre).

Es así como María (y José que estaba a su lado), la pareja llega un momento donde parece que se
ha perdido la relación y es momento de iniciar un peregrinar ( a veces sin el deseo de hacerlo) hacia
el reencuentro con lo que le da sentido a su relación y que, no en pocas ocasiones, dura a veces más
de lo que sentimos que podemos soportar.

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3. LAS AMENAZAS
La relaciones de pareja están constantemente amenazadas, siendo esto inherente a nuestro ser
personas, ya que cada uno tiene una historia personal que nos hace imperfectos en el amor,
influenciados por aspectos biológicos, psicológicos y sociales (como observábamos al principio del
texto) que hacen que poco a poco existan faltas de amor que van mermando las relaciones.

Estos aspectos son algunos apegos, como podría ser al trabajo, a la familia, a los amigos, a mis ideas
de relación no consensuadas con la pareja, a pocos momentos de una intimidad satisfactoria y en
otros casos más graves, a adicciones que no necesariamente se refieren al abuso de sustancias, si
no a la pornografía, a las redes sociales, al juego. También puede entrar en juego los pocos
momentos que se tienen para fortalecer el diálogo en la pareja, al poner los hijos en primer lugar o
simplemente, a la suposición de que “todo está bien” y dar el tiempo de manifestamos lo que
realmente estamos sintiendo o viviendo.

El permitir estos aspectos amenazantes, poco a poco logran incomodidad en la relación, que genera
“miedo”; y es el miedo el que genera reacciones primitivas como son las de atacar, huir o quedarse
inmovil que, en terminos comportamentales, al vivir un miedo constante, se traducen en estilos de
afrontamiento en la relación lo que de no ser tratados a tiempo, se transforman en estilos de
convivencia convirtiéndose a un mediano plazo en una relación desadaptada y con alto riesgo de
“desencanto” lo que puede traducirse en una infidelidad o la separación.

4. LOS ESTILOS DE AFRONTAMIENTO DESADAPTATIVOS (López, 2011)


Toda persona que se encuentra en una amenza constante y por tanto con un miedo constante, inicia
con conductas de afrontamiento que en muchas ocasiones llevan a “desunir” en lugar de “resolver”
la situación problema.

Una pareja que inicia este periodo de desencanto hacia su relación, puede tomar una postura de
“sobrecompensación” la cual genera conductas de agresividad u hostilidad las cuales se manifiestan
con sobrereacciones a cosas cotidianas como responder de mala manera a la pareja y en otras tantas
(violencia verbal) y, dependiendo de la capacidad de control de la persona, puede llevar a violencia
física. Otras actitudes pueden ser la de iniciar con una actitud dominante en la cual alguno de los
conyuges quiere tener el “control” de la relación, quitando la libertad del otro que se puede
manifestar desde un aspecto financiero hasta obligándolo a comportarse o vestirse de determinada
forma. Otra estrategia puede ser la necesidad de una búsqueda compulsiva de reconocimiento
donde la pareja se centra en ella o el mismo pensando que uno está bien y el otro no. La
manipulación es otro estilo de afrontamiento, donde obligamos de manera indirecta al conyuge a
hacer lo que “yo quiero” utilizando aspectos relacionales o psicoafectivos en su contra. Por último
pueden utilizar una estrategia de excesivo orden donde se vive la relación como un contrato de
funciones donde viven a base de indicadores de satisfacción. Estos suelen ser los primero estilos de
afrontamiento que ocupan las parejas.

De no funcionar (que casi nunca funcionan) inicia un segundo estilo de afrontamiento en el cual la
pareja quiere “Huir” del problema, aislandose socialmente o refiriendo una excesiva autonomía, en
este momento la pareja deja de frecuentar a la familia o a las amistades, poniendo pretextos de
actividades o bien, simplemente con una idea falsa de “es momento de trabajar en nosotros”, el
problema es que este llega a ser un punto en que se vuelve indispensable un acompañamiento
adecuado. El aislarse lleva a que la pareja inicia con una búsqueda compulsiva de estimulación que

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puede manifestarse con una obcesión por ver una serie, armar rompecabezas o estar al pendiente
de las noticias que salen en la tele de manera cotidiana, si bien no está mal estas prácticas, el
problema radica en que lo utilizan como un mecanismo de escape para no afrontar el problema en
la relación. No menos importante es que esta insatisfacción que genera la situación de crisis, el
cerebro de la pareja busca algo que compense ese malestar y eso puede manifestarse desde una
tranquilización adictiva aumentando el consumo de alimentados de alto contenido en azúcares,
alcohol, cigarro o bien, redes sociales o pornografia (que se sabe estimulan las mismas vías
cerebrales que las demás sustancias adictivas); esto daña más la relación hasta puntos donde puede
existir un distnaciamiento cada vez más significativo donde pueden manifestar una retirada
psicológica en la cual la persona quiere regresar a una vida donde no existía esa amenaza y es en
este momento donde la pareja está más propensa a generar una infidelidad, ya que el mismo
cerebro quiere encontrar nuevamente la “chispa” solo que en esta ocasión, no siente las
herramientas para encontrarlas en su cónyugue.

Como último recurso, la pareja decide “resignarse”, quedándose inmóvil ante la situación cayendo
en el abismo de la codependencia o sumisión en la cual la pareja decide quedarse en la noche y no
trabajar más por salir de ésta.

5. Y AHORA ¿QUIÉN PODRÁ DEFENDERNOS? (El chapulín colorado, serie infantil


mexicana)
El primer paso en el acompañamiento es mostrar que el amor conyugal es un continuo camino hacia
el equilibrio entre el “eros” y el “ágape” y este solo se logra avanzando en el conocimiento personal
y relacional.

Es importante mostrar los estilos de afrontamiento que no siempre son evidentes en la relación e
irlos introduciendo al concepto de que éstos existen porque hay una amenaza que nació antes de
estas conductas desadaptativas.

El dolor existe, el perdonar en ocasiones parece no ser posible (suelen existir heridas muy
profundas), pero el camino de la crisis es eso, un camino de purificación, que solo se supera si
caminamos por él y que es más fácil si tenemos a un Virgilio que nos guíe por los círculos del infierno.
Así es que es un momento de brindar nuevamente las herramientas del diálogo, ahora de una forma
guiada (acompañada), donde se puedan reencontrar con la certeza de que la relación “ya nunca
volverá a ser la misma” (así como María y José nunca lo fueron después de haber perdido a Jesús),
pero el hecho de que nunca vuelva a ser igual no quiere decir que no pueda “ser mejor” y esa es la
recompenza que nace después de la crisis, una nueva relación que nace con un nuevo “Sí”, creando
nuevas metas, ya con mayor madurez y certeza, que puede encaminar a la relación a un nuevo
sentido de “reciprocidad” mas profundo y oblativo, encaminado a brindarles un paso más para ser
un “don para el otro”.

6. CONCLUSIÓN
Lamentablemente no existe una única vía para transitar por la crisis, es necesario que transitemos
y ayudar a transitar a las parejas este momento de manera conjunta, a veces se necesitara una sola
pareja que esté con ellos, otras tantas necesitarán ayuda profesional o espiritual y en el peor de los
casos, ayudarlos a que su separación sea lo menos dolorosa y más transitable posible dejando la
puerta abierta a un reencuentro futuro, dejando la esperanza en ellos.

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Bibliografía:

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López Pell, A.F., Cid Colom, J., Obst Camerini, J., Rondon, J. M., Alfano, S. M. & Cellerino, C. (2011).
Guías esquematizadas de tratamiento de los trastornos de personalidad para profesionales, desde el
modelo de Young, Klosko y Wheishar (2003). Ciencias Psicológicas V (1): 83-115.
Maureira F (2011). Neurobiología del amor romántico y la fidelidad. Gaceta de Psiquiatría Universitaria,7;
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Scotto, R (2006). El lenguaje del amor: Sexualidad y vida de pareja. Ed. Ciudad Nueva: Madrid
Zheng, Z., & Cohn, M. J. (2011). Developmental basis of sexually dimorphic digit ratios. Proceedings of
the National Academy of Sciences of the United States of America, 108(39), 16289–16294.
https://doi.org/10.1073/pnas.1108312108

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