El Esencial Papel Econnomico de Los Servicios en General y de Los Servicios Financieros en Particular

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EL ESENCIAL PAPEL ECONÓMICO DE LOS SERVICIOS EN

GENERAL Y DE LOS SERVICIOS FINANCIEROS EN PARTICULAR

Dr. Alfredo Velarde 1

<<El terciario es el tercer sector productivo después de la agricultura y


la industria, en la habitual tripartición de toda economía nacional. Es
el sector de los servicios, es decir, de las producciones que no se tra-
ducen en mercancías materiales, sino en prestaciones inmateriales
referentes a mercancías ya producidas con anticipación o también
directamente a favor de las empresas, de las familias y de las perso-
nas: servicios de transporte y de seguros, de comercio y de crédito,
de instrucción y de diversión, de cuidado y de colaboración domésti-
ca, y después todos los servicios de la administración pública>>
(Sergio Ricossa )
2

I) Proemio a la presente exposición general sobre el curso

Dos objetivos precisos y esenciales gobiernan el horizonte de nuestras primarias y


formativas finalidades teórico-prácticas al inicio del curso de Investigación y Análisis
Económico (INAE), correspondiente al tercer semestre de la licenciatura en economía,
que se imparte en nuestra institución educativa: la primera, consistente en el desarrollo de
una profunda inmersión en el conocimiento del << sector terciario de la economía>> en
general, también denominado como <<sector servicios>> de la misma; y en especial, el de
acaso aquel tipo específico de peculiares servicios económicos que, en los tiempos
recientes, registran una dinámica expansiva de diversificación sin precedentes de los
<<servicios financieros>> en particular, explicable este fenómeno por la innovadora y
compleja dinámica combinatoria y de íntima interacción entre revolución informática3 con
una contradictoria globalización económica que ha concluido en su irrefrenable
internacionalización por determinar las ampliadas relaciones de interdependencia e
interconexión vinculante entre el conjunto de las múltiples actividades económicas locales
(producción, circulación, distribución y consumo), con aquellas mismas que se verifican a
escala del conjunto del globo terráqueo mundial ampliado.

Este es, sintéticamente enunciado, nuestro primer propósito de conocimiento en el


presente curso de INAE III. Al efecto, cae de suyo que la importancia estratégica de este
primer momento, informativo y formativo a la vez, es el del amplio y plural conocimiento

1
La presente exposición escrita y solicitada, es una muestra ejemplar de una clase introductoria a la Primera
Unidad para el curso de INAE III, cuyo propósito no es sino introductorio y pensado para que los estudiantes
tengan conocimiento, desde el inicio del mismo del curso, sobre lo que encontrarán a lo largo de dicha
Unidad en la imbricación de lo teórico con lo práctico a lo largo del semestre lectivo en que cursan la materia
y diseñan el protocolo de su investigación práctica que elaborarán a lo largo de él.
2
Sergio Ricossa. Diccionario de Economía, Editorial Siglo XXI, México 1990. “Terciario”, pág. 580.
3
Ver al respecto de A. Dabat y S. Ordoñez. Revolución informática y cambio económico mundial. Editorial
Juan Pablos-UNAM, México 2009, págs. 17-27.

1
de la literatura seleccionada en el programa del curso y otros textos de refuerzo adicional.
Nuestro segundo propósito, entonces, dimana de la necesidad por adicionar, en términos
virtuosos, a la información y formación teórica que supone el estudio consistente del
amplio repertorio de textos y autores a lo largo y ancho de todas y cada una de las tres
Unidades Temáticas que componen al curso, con su parte práctica; esto es, la
obligatoriedad porque, con fundamento en la parte teórica, los estudiantes aborden el
conocimiento de las alternativas metodológicas de que disponen para encarar y procesar
un <<protocolo de investigación empírico propio>>, asociado con un tema selecto a
elección del propio estudiante, sea de algún o algunos de los servicios en general; o bien,
alusivo a alguna o algunas de las expresiones propias de los servicios financieros, en tanto
tópicos de central relevancia para la profundización y el conocimiento fundado de la
economía mexicana –y sus evidentes nudos de inevitable vinculación con el exógeno
contexto internacional-, desde un punto de vista sectorial de ella. En éste caso, del sector
terciario o de los servicios económicos en general, o bien, de los servicios financieros en
específico. Veamos en el siguiente apartado, una primera aproximación expositora en lo
que se refiere a la Primera Unidad temática del curso.

II) Introducción definitoria al sector servicios en la economía

Como es prácticamente del dominio común entre los informados y no sólo de los
profesionales de la economía, los productos de la amplia gama de actividades económicas
en la sociedad se suelen clasificar, con frecuencia, en dos grandes rubros para aquellas
labores claramente diferenciables: las mercancías y los servicios.

Si de un lado las mercancías constituyen, en términos generales, una producción


material de bienes que (de ordinario) se sustancia en la elaboración de productos tangible
(un mesa, un vehículo automotor, una bicicleta, una casa habitación, un par de pantalones,
una licuadora o una sombrilla; o aún pan dulce e incluso el trigo devenido harina, el huevo
y el azúcar que como insumos básicos de él lo hicieron posible, y un sinfín de bienes
materiales o tangibles más); de otro lado, los servicios, en cambio, son productos o labores
inmateriales o intangibles de la actividad económica (como los transportes, el comercio, la
administración pública, la docencia, la peluquería o la servidumbre doméstica, así como
las telecomunicaciones, la banca, los trabajadores de la salud, entre muchas labores
adicionales más).4 Esta es en una primera perspectiva introductoria, la diferencia entre la

4
Esta toral distinción entre <<productos o bienes materiales tangibles>> (mercancías físicas) y <<productos o
bienes intangibles e inmateriales>> (servicios en general y financieros en particular), ya fue abordada con
pertinencia analítica por Geza Feketekuty en su relevante trabajo intitulado en español Comercio
Internacional de Servicios –o en inglés: International Trade in Services (An Overview and Blueprint for
Negotiations)-. Editorial Gernika, México 1990. Se trata, con él, de un inteligente trabajo en el que con
atingente énfasis caracterizador y no obstante sus límites concretos, dedica el segundo capítulo de su largo
volumen a denotar, precisamente, el atributo de general intangibilidad que detenta el comercio de servicios.
Aunque Feketekuty lo haga en el terreno de la creciente actividad consistente en las relaciones de intercambio
comercial en el plano internacional, justamente de esos “bienes intangibles e inmateriales”, ello no obsta para
que se niegue el reconocimiento de que en los mismos términos ello también ocurra en el caso del intangible
comercio nacional de servicios (Vid., págs. 45-56).

2
producción de bienes y los servicios del “sector terciario” que, en caso de incluir los
transportes y las comunicaciones, suele ser la parte más importante del ingreso nacional.

Y esto es así, al menos, hasta que el resultado de algunas de estas labores


económicas -u otras-, terminen por incorporarse en una mercancía, cosa que en algunos
casos concretos puede ocurrir con claridad, y, en otras, en definitiva no acontece.

¿Algunos ejemplos clarificadores de estos últimos servicios que no se incorporan


en una mercancía determinada a diferencia de aquellos otros que sí lo hacen? Por señalar
apenas algunos, en un caso, bien podría tratarse del servicio representado por la visita de
un médico a un enfermo; en otro caso, el trabajo de un docente hacia sus discípulos en un
determinado curso universitario; o en un caso más, la visita semanal que un jardinero hace
al traspatio de un particular para ocuparse en forma asalariada del mantenimiento de sus
plantas y el césped. En todos estos casos ejemplares, los servicios no se incorporan en
ninguna mercancía, a diferencia de otros servicios en que ello sí sucede. Pero consideremos
el servicio de transporte de una mercancía en camión, en tren o por algún otro medio: en
tal caso, el valor de ese servicio sí se incorpora (o se agrega) justamente a esa mercancía. La
producción de un servicio, en todo caso y como ya puede empezar a percibirse, es
producción para todos los efectos prácticos del caso: crea utilidad, ya que se benefician el
enfermo, los discípulos, el particular propietario del jardín, o los destinatarios de la
mercancía transportada.

Por lo tanto, la contabilidad económica nacional, en los usos convencionales


generalmente validados por la costumbre, incluye los servicios en el producto o el ingreso
de la nación, junto con las mercancías, sin preocuparse de la materialidad o inmaterialidad
e intangibilidad de la producción de que se trate. Y ésta afirmación anterior nos confronta
con la posibilidad y el hecho probado por la experiencia, de que pueden existir -y de hecho
han existido- otros criterios de cuantificación en el sistema de cuentas nacionales, para
ponderar el sitio y el lugar que, a los servicios, les corresponde jugar en uno y otros métodos
de cuantificación. Por ejemplo, sólo en los países de economía estatal centralmente
planificados y fallidamente autodefinidos como “socialistas”, se acostumbró seguir el
criterio de exclusión del ingreso nacional a los servicios cuyo valor quedaba incorporado
en mercancías materiales. ¿Por qué se hacía eso? Básicamente, por mantener una suerte
de presunta “fidelidad” a concepciones teóricas que, algunos planificadores, consideraban
que Marx había tomado de los economistas clásicos.5

5
Afirmación en varios planos no sólo inexacta sino también bastante resbaladiza, pues se soportaba en un
parcial e incompleto conocimiento de las torales contribuciones que el padre de la crítica de la economía
política había desarrollado, con total independencia de los economistas clásicos, incluso en el sustantivo
tópico referido a la evaluación de cuántas y cuales actividades terciarias son susceptibles de ser consideradas
como labores productivas, además del conocido y multicitado caso del transporte. Un adecuado cotejo de lo
contenido en El capital, las Teorías sobre la plusvalía y los Elementos fundamentales para la crítica de la
economía política (Grundrisse) de 1857-1858), permitiría disolver las confusas homologías sobre este
particular, y, además, romper con la creencia generalizada de que al seno de la “economía política marxista”,
las actividades terciarias -o de servicios- son, sin más “improductivas”. Debe recordarse que no será sino hasta
bien entrada la segunda mitad del siglo XX, que los estudiosos de Karl Marx y sus investigadores más
acuciosos, pudieron contar con las anteriores obras en forma completa, para poder cotejar y resolver,

3
En consecuencia, en los así llamados países “socialistas” del pasado, las estadísticas
solían mostrar un ingreso total inferior al que hubiera resultado de haberse aplicado los
métodos propios del capitalismo de corte occidental. En aquel entonces, resultaba
imperativo hacer correcciones o integraciones para poder confrontar los ingresos de las dos
partes del mundo. Naturalmente, también en los países del “socialismo real” (o del
socialismo realmente inexistente y hasta hoy todavía inédito) todos los productores de
servicios eran regularmente remunerados, por cuanto recibían salarios. No obstante ello,
si sus servicios permanecían inmateriales, la paga recibida no era entendida como “ingreso
adicional”, sino como un ingreso transferido de los productores de mercancías a los
productores de servicios.

En el origen de esa extraña divergencia discriminatoria, se encontraba una


terminología propia de Adam Smith, quien por cierto llamó “trabajo productivo” sólo a
aquellas labores dedicadas a la producción de mercancías materiales. 6 La intención de
Smith, si bien se mira el hecho, era probablemente la de detener la atención en los
productos que permanecen, y que, por lo tanto, pueden ser ulteriormente empleados para
otros actos productivos. En suma y con seguridad, Smith debía estar pensando en el capital,
en tanto que “factor productivo” por excelencia, después del trabajo. El “trabajo
productivo” sería entonces, para él, aquel que produce nuevo capital: un conjunto de
mercancías que acrecientan la capacidad productiva de la nación, a diferencia de los
consumos que son bienes no susceptibles de ulteriores empleos productivos. Sin embargo,
en la economía moderna son importantes los bienes de consumo duradero, que se
aproximan a la naturaleza del capital. Además, cualquier mercancía almacenada, no
importa si es un bien de consumo o un bien de inversión, es capital para los estadísticos
modernos encargados de registrar estos hechos.

Por lo demás, es fácil objetar a quienes siguen la vieja tradición, según la cual,
algunos servicios son ellos mismos “capital”, en cuanto contribuyen poderosamente a la
ampliación de la capacidad productiva de la nación. Piénsese en la instrucción profesional,
que es una inversión en “capital humano”. Evidentemente, ese servicio no se incorpora a
ninguna mercancía, sino a una persona: pero es indudable -Smith no lo negaría- su evidente
contribución al desarrollo de la producción futura. Añádase que, con la tradición de Smith
y Marx, uno se tropieza con paradojas extemporáneas excesivas, si se sabe reconocer el
desarrollo reciente del sector terciario: el mismo acto de transporte forma parte de la
producción nacional, como sumando, si se refiere a una mercancía, pero se excluye si se
refiere a una persona. Un tren de carga en funcionamiento incrementa el ingreso nacional,
pero un tren de pasajeros no. El sentido convencional hasta hoy prevaleciente, resulta ser
favorable a los usos y costumbres adoptadas en el capitalismo de corte liberal, aunque se

inequívocamente, las verdaderas opiniones de Marx en lo que a los servicios se refiere y al debate sobre si
estas labores son o no productivas, o mejor dicho, cuándo sí y en qué casos no.
6
Cfr. Adam Smith. Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. Vid. Libro
Primero o “De las causas del progreso en las facultades productivas del trabajo y del modo como un producto
se distribuye naturalmente entre las diferentes clases del pueblo” (especialmente capítulos del VI al X, págs.
47-97). Editorial Fondo de Cultura Económica, México 1958.

4
trate, con él, precisamente hablando, de convenciones –así sean fallidas- de una aceptación
hoy prácticamente universal.

Como a medida que una economía se desarrolla aumenta la importancia del sector
de los servicios, también resulta lógico pensar que esa divergencia ponderadora, con el
paso del tiempo, tendería a agrandar la discrepancia antes indicada, entre el método
contable del otrora Bloque Geopolítico del Este estatalizado (que con su derrumbe ha
caído en desuso) y el método contable del Bloque Geopolítico del Oeste capitalista (que
virtualmente se generalizó por doquier). El mayor peso del sector de los servicios, si lo
enunciamos al estilo conceptual del capitalismo occidental, es particularmente manifiesto
en términos de ocupación. ¿Por qué? Porque el producto promedio por trabajador es, sí,
más elevado en los servicios que en la industria, aunque crezca más lentamente. Mientras
aumenta la demanda de servicios por parte de la población, no aumenta al mismo ritmo la
productividad de los empleados en los servicios. De manera que, en ese sentido, se
contratan más trabajadores hasta convertirse en el sector económico más poblado de las
economías modernas. Por el contrario, en el sector de la industria (producción de
mercancías industriales) la productividad del trabajo tiende a crecer rápidamente, por lo
que la mayor demanda de manufacturas se suele enfrentar, principalmente, con el progreso
técnico y no tanto con los límites impuestos por la dificultad de acceder a nuevos contratos
en términos de su demanda.

De aquí surgió –por cierto- la <<Ley de los tres sectores en la economía>>,


formulada por Colin Clark.7 Este autor, fue el primero en considerar con toda claridad que,
si al principio del desarrollo económico moderno fue el sector agrícola aquel que tenía la
parte mayor en la contribución al Producto Interno Bruto (PIB), después sería el sector
industrial y, por último, el sector de los servicios, el más importante hoy de la actividad
económica, al menos desde el punto de vista –aunque no solo-, de la ocupación y el
empleo. Los diversos estadios del desarrollo económico ven a la sociedad campesina
transformarse en una sociedad de obreros industriales, y, finalmente, en una sociedad de
servicios. Por esta razón, acaso valga la pena preguntarnos los siguiente: ¿qué gana el
economista o el académico investigador en ciencias sociales al colocar la etiqueta de
“actividades terciarias” o de “servicios” a actividades tan diversas como las ya mencionadas
antes aquí y sin mencionar a las seguramente cientos y cientos de profesiones y actividades
adicionales que tendrían que incorporarse en un listado, si éste pretendiera ser
“completo”? ¿Quiénes son, y por qué, los trabajadores terciarios?8

7
El trabajo seminal de Colin Clark y que, en ese sentido, fuera pionero en el ejercicio taxonómico de acudir
a la clasificación trisectorial de la economía social, fue, como se sabe, The Condition of Economic Progress.
Un libro publicado en 1940 y que se encuentra directamente emparentado con un trabajo previo al suyo,
The Clash of Progress and Security, de Allan G. B. Fisher (1935); y también, de otro postrero a él de Jean
Fourastié (1949) e intitulado The Great Hope of the XX Century. En su síntesis, los tres textos, en conjunto,
coadyuvaron de una forma muy importante al traslado de la reflexión sobre el sector terciario de la economía,
como un tema decisivamente esencial para comprender a las economías modernas del siglo XX y, en parte
también, del XXI.
8
En un sentido muy general, es evidente que los así denominados como “trabajadores terciarios”, así se los
denomina porque arribaron al mundo del trabajo “en tercer lugar”, para encargarse, ocuparse o hacerse cargo
de actividades que al principio, o no existían, o su existencia era apenas marginal o carente de importancia a

5
En lo que hace a estas pertinentes interrogaciones que nos formulamos, dice el
esclarecido demógrafo francés Michel Praderie, lo siguiente que importa al tema que aquí
nos ocupa:

Nuestra sociedad tiene una larga historia en cuyo transcurso la forma de


trabajar de los hombres ha sufrido muchas variaciones. En un principio,
casi todo el mundo arrancaba alguna cosa a la naturaleza; recolección de
frutos, cría de animales, pesca e incluso minería. Esta forma de trabajar es
la primera, histórica y lógicamente, y aquellos que la ejecutaron son los
trabajadores “primarios”. Otros hombres trabajan de manera diferente:
transforman los productos en bruto extraídos de la naturaleza; los cogen
por segunda vez para modificarlos, mezclarlos y convertirlos en infinidad
de nuevos objetos materiales. En una segunda época van siendo cada vez
más numerosos. La industrialización los multiplica. Son los “trabajadores
secundarios”. Los “terciarios”, en cambio, no “cogen por tercera vez” los
productos elaborados por la industria ni los transforman en otra cosa.
Simplemente son los terceros en el orden histórico de aparición (…) En
resumen, serán terciarios aquellos que no sean ni campesinos ni obreros,
aquellos que no arranquen nada a la naturaleza ni transformen los
productos extraídos por otros.9

Cualquier tabla de ejemplificación evaluadora sobre este particular, con


fundamento en los reales datos empíricos, corroboraría la histórica dinámica evolutiva y
sus correlaciones en el vínculo entre los tres sectores de la economía. Ahí se podría percibir
que los tres sectores mostrarían inicialmente amplios desniveles de productividad
(promedio) por trabajador, o más bien de producto por trabajador: el trabajador agrícola
es el menos productivo y su empleo debe ser numeroso para que la agricultura consiga
satisfacer las necesidades primarias de la población, que son sobre todo necesidades
alimenticias. En una fase avanzada de desarrollo, en cambio, las diversas productividades
medias son aproximadamente iguales o muy cercanas entre sí. Las actividades económicas
que antes eran las más bajas, fueron aumentado más rápidamente; las que eran las más
altas (es el caso de los servicios) han aumentado con más lentitud en sus sectores
tradicionales, aunque no por ello menos firmemente.10

la hora de proceder a una evaluación estadística, en términos macroeconómicos, de las más representativas
y relevantes actividades económicas.
9
Michel Praderie. Les tertaires. Editions du Seuil, París 1968. (Existe una versión castellana hoy
prácticamente imposible de encontrar, publicada bajo el título de Los Terciarios, en el sello editorial
Colección Beta, Barcelona 1970. Págs. 9-10.
10
Aunque excluyendo aquí de ellos a los servicios informáticos, los cuales, durante la últimas décadas en las
que han sido el tipo de servicios de mayor crecimiento dinámico, como nunca antes se había verificado en el
sector, aunque acaso sólo rivalizando en ello con los servicios financieros, propiamente dichos, los que por
su parte han usado a la innovación técnico-informática como una poderosa palanca y plataforma de
lanzamiento de sus propias innovaciones.

6
Hay servicios personales, por ejemplo, en que el producto medio por trabajador ha
quedado aproximadamente en el nivel de hace un siglo o ha aumentado en forma
imperceptible: por poner un caso, el servicio de peluquero para hombres. Dado que los
salarios de los trabajadores no son siempre exactamente proporcionales a la productividad,
porque intervienen criterios igualitaristas, es frecuente que algunos servicios personales no
automatizables y por lo tanto desprovistos de progreso en términos de productividad, se
encarezcan en relación con el resto de los productos. O dicho de otro modo, se observa
una cierta tendencia al aumento de los precios relativos en el sector de los servicios.

Pero tampoco se debe generalizar indebidamente el hecho, como si estuviésemos


con ellas ante leyes de validez universal, operables para todos y cada uno de los casos.
Otros servicios, entonces y en sentido contrario, registran progresos de productividad
enormes; otros más no los registran, quizá sólo porque la medición de la productividad en
ese sector presenta problemas particulares difíciles de solucionar. Si hay servicios
personales, producidos casi sin auxilio del capital (a la manera del servicio del peluquero,
del pintor, de la “dama de compañía”, etc.), también hay, por otra parte, servicios
producidos por capitales ingentes en continuo mejoramiento técnico. Piénsese, al efecto,
en los servicios de transporte y comunicación, en que hemos pasado de la carreta al avión,
de la carta y el telegrama, al teléfono y en forma ulterior al correo electrónico y las actuales
redes sociales. Entonces vemos al sector de los servicios arrastrar consigo al sector de la
industria, y precisamente de la industria productiva de los medios de transporte y de
comunicación, en este caso específico. El consumidor final -o usuario-, recibe servicios,
pero detrás de los servicios hay instalaciones colosales producidas por la industria de las
construcciones que revelan la frecuente e intima y hasta inevitable imbricación entre la
producción material e inmaterial de bienes y servicios.

La evolución de las demandas, a medida que crece el ingreso gastable por los
consumidores, favorece a los servicios: se viaja cada vez más, la gente se cuida cada vez
más, se instruye más, se divierte más aunque en una sociedad compleja y de clases, como
lo es la sociedad capitalista, ello ocurra no sin groseras e indignantes asimetrías. También
los servicios de seguros, financieros y comerciales, en general, encuentran mercados cada
vez más amplios. Hasta los servicios públicos (aquellos producidos por la administración
pública de los gobiernos) parecen dilatarse en una suerte de espiral sin fin, aun cuando su
demanda sea –más bien- política y no de mercado. Esa tendencia favorable a la expansión
de los servicios implica, si se quiere, una <<revolución terciaria>>, después de la revolución
agraria y la industrial, pero no necesariamente una rotunda separación neta de los modos
precedentes de desarrollo científico y técnico. Antes bien, la técnica es cada vez más
solicitada para satisfacer todas las exigencias y también para eliminar ciertos peligros
inherentes al proceso de desarrollo, como la creciente burocratización de la vida social
explicable por la intervención del estado en la economía.

Así pues, el sector de los servicios resulta ser abiertamente el sector de la economía
más abiertamente proclive y expuesto al riesgo de burocratización por la creciente
dependencia de éste a la “tecno-estructura” que desarrolla en los anunciados términos que,

7
en su oportunidad, hiciera el economista John Kenneth Galbraith,11 no obstante que otros,
consideren que la técnica, adecuadamente empleada, parecería estar en condiciones de
remediar ésta tendencia cuasi congénita a la creciente complejización de lo social que
supone la irrefrenable modernización de las sociedades contemporáneas. Al respecto,
piénsese en la conquista de la electrónica, de la informática y de las técnicas organizativas
en general. Lo importante para el paradigma dominante propio del maistream instituido
es que no cesen la voluntad de innovar, el impulso empresarial y el aguijón de la
competencia nacional e internacional, aunque no todos los servicios se hayan prestado
siempre a ser importados y exportados.

Para concluir el presente apartado segundo, entonces, debemos afirmar que el


papel económico de los servicios, en general, resulta esencial para el cabal funcionamiento
de las economías contemporáneas, tanto más importantes cuanto más complejas y
modernas han terminado deviniendo en el mundo del presente. ¿Pero que hay de los
servicios financieros en particular? A introducir en ese tópico fundamental del tiempo
histórico contemporáneo, dedicaremos nuestro tercer apartado en esta sede.

III) Aproximación a la temática de los servicios financieros

Ya señalamos con anterioridad que en el actual contexto histórico de creciente e


irrefrenable globalización económica, uno de sus rasgos más perceptibles es el papel cada
vez más relevante que, en ella, ha venido cobrando la así llamada << revolución
informática>>. En ese sentido, se puede afirmar que la economía capitalista madura del
presente, detenta como uno de sus más acusados rasgos definitorios el que, con ella,
estamos indudablemente en un contexto auto-centrado en una economía que se
fundamenta en la información y en el conocimiento, que es precisamente hablando global
porque ha sido capaz de cobrar (tal y como ello no había acontecido a lo largo de toda la
historia precedente del capitalismo), una media auténticamente mundial en el
emplazamiento del conjunto de sus relaciones sociales y que hoy son, desde todo punto de
vista, hegemónicas. Esto supone, por cierto y además, la maduración de una economía
organizada a través de lo que el reputado científico social Manuel Castells, ha dado en
llamar con pertinencia caracterizadora, las <<empresas-red>> propias de <<la nueva
economía>>.12

11
Vid. John Keneth Galbraith. La economía del fraude inocente. La verdad de nuestro tiempo . Editorial
Crítica, Barcelona 2004.
12
Para Castells, hay que decirlo <<la nueva economía>> resulta definible por el registro de un inocultable
conjunto de cambios y transformación que se verifican al seno del capitalismo contemporáneo que hoy
parece habitarlo todo. En su lógica, estamos en una nueva economía y usa el término en forma nada casual,
por cuanto en los medios de comunicación de todo el mundo se ha logrado aceptar la idea de una nueva
economía que, sin embargo, no se sabe bien a bien lo que ello significa a plenitud. Con el propósito de
clarificar algunas de sus reales connotaciones, nos dice que esta nueva economía está organizada con
fundamento en la interacción de tres grandes características: la primera, el que estamos ante una “economía
basada en la información y el conocimiento”; la segunda, que sostiene que, con ella, estamos ante una
“economía global”; y la tercera, que estamos ante una economía organizada a través de “empresas-red”. Vid.
http://jeaquevedo.blogspot.mx/2008/05/la-nueva-economia-manuel-castells.html.

8
Aunque sin chistar coincidamos aquí con Castells, en el énfasis con que acentúa la
trascendencia de las tres características antedichas y que singularizan al capitalismo de
nuestro actual tiempo histórico (una economía que es global, basada en la información y el
conocimiento, además de organizada mediante empresas-red), esa enumeración si bien
importante, estaría incompleta si no incorporara dentro de sus rasgos más relevantes, a la
creciente financierización de la economía capitalista . Y además, los bancos así como las
demás entidades financieras que actúan y operan en el plano de las economías nacionales
y también en el del mercado mundial ampliado de hoy, lo hacen funcionando,
precisamente, como “empresas-red”.

De manera que si aquí se señala esto, ello es así porque la creciente expansión de
los servicios financieros que se ha verificado ha podido acontecer con fundamento en las
actuales plataformas informáticas que han hecho posible la ya referida escalada expansiva.
Es el caso, en particular, de los ulteriores desarrollos que trajo consigo la banca múltiple,
por ejemplo, y que, primero poco a poco y después con extrema celeridad, fue
diversificando el repertorio de sus tareas, funciones y labores que han devenido inherentes
de los servicios financieros, en cuanto que tales, tanto en el plano de la economía real,
como en aquel crecientemente bursatilizado en que operan los mercados accionarios de
nuestros días, e, inclusive, en el de intervención del mismo capital ficticio13 -que adelante se
verá-, como en el caso de La Bolsa de Valores.14

No sobra afirmar, por ende, que los servicios financieros son determinantes en el
desarrollo económico de las naciones capitalistas, tanto por su capacidad para movilizar y
transformar el ahorro y otros recursos dinerarios en capital, como por el hecho de que
formalmente impulsan las políticas y los proyectos (macroeconómicos o sectoriales) que
hacen posible alcanzar metas productivas individuales y/o sociales de corto, mediano y

13
Se llama “capital ficticio” a aquel capital que, adoptando la forma de títulos de valor, proporciona un ingreso
a quien los posee. Los títulos de valor –acciones, obligaciones de las empresas capitalistas y de los empréstitos
del Estado, cédulas de imposición de los bancos hipotecarios, etc.- carecen de todo valor intrínseco. Esos
títulos son un testimonio de que se ha concedido dinero en préstamo o para crear una empresa capitalista.
Por este motivo, confieren a su poseedor el derecho de percibir regularmente plusvalía creada en el proceso
de la producción capitalista, y redistribuida después a todas las otras esferas de la economía. El poseedor de
acciones recibe por ellas, anualmente, un ingreso en la forma de dividendo, el poseedor de obligaciones lo
recibe bajo la forma de intereses. El movimiento de tales títulos de valor se efectúa en la Bolsa de Valores. A
diferencia del capital real invertido en las diferentes ramas de la economía, el capital ficticio no constituye
una riqueza real, y por este motivo, no desempeña función alguna en el proceso real de la reproducción
capitalista aunque sí suela impactarla. Su carácter ilusorio se descubre con singular nitidez durante las
quiebras bursátiles, cuando las acciones y las obligaciones se desvalorizan con celeridad en muchos millones
de unidades monetarias, pese a que, con ello, la riqueza social efectiva no disminuya en lo más mínimo.
14
¿Cómo avanzar hacia un primer entendimiento sobre el funcionamiento de La Bolsa de Valores? En lo
esencial, como aquel mercado determinado y específico de la economía en el cual se conciertan transacciones
especiales de distinto género. Bástenos referir aquí que, en los países capitalistas, existen tres tipos de bolsas:
la de comercio, la de valores y de trabajo. La mercancía objeto de transacción bursátil, sin embargo, puede
no pasar directamente de unas manos a otras; el vendedor puede operar sin mercancía real, y el comprador,
sin dinero en efectivo. A ello se debe que las operaciones se efectúen, por ejemplo, sólo con grandes
cantidades de mercancías homogéneas, tales como los cereales, el algodón, los metales, el azúcar, etc., de las
que se forman –conforme a las muestras y los estándares- determinadas partidas de cualidades equivalentes.
En el comercio especulativo lucran, por cierto, quienes poseen un gran capital. En cambio, los pequeños
propietarios y los del tipo medio por lo común se arruinan en estas operaciones. De los de más bajos recursos,
ni qué decir tiene aquí, que ni siquiera figuren para tales giros.

9
largo plazo para los interesados que se valen de ese tipo peculiar de servicios
específicamente diferentes de los servicios en general, según lo tratado en el anterior
apartado. Adicionalmente, cabe afirmar que si el financiamiento consiste en proveer los
medios de pago, los servicios financieros y las instituciones económicas encargadas de
ofrecerlos, son aquellas actividades propias de los organismos encargados de proporcionar
estos servicios merced al desarrollo del sistema crediticio que es un aspecto toral, si bien
se ve, del desarrollo económico resultante de la evolución secular misma del modo de
producción específicamente capitalista, hasta arribar al presente. Al respecto y bajo el
propósito de no confundir en que consiste la función de intermediación que cumplen los
diversos servicios financieros, nos dice en términos llanos la economista del Departamento
de Estrategias, Políticas y Evaluación del Fondo Monetario Internacional (FMI), Irena
Asmundson que, en su definición comprensiva, se debe siempre tener en cuenta que:

Un servicio financiero, no es el bien en sí –por ejemplo un préstamo


hipotecario para comprar una casa o una póliza de seguros de automóvil-
sino lo que podría ser definido como el proceso de adquisición de bien
financiero. En otras palabras, es la transacción necesaria para obtener el
bien financiero. El sector financiero abarca muchos tipos de transacciones
en ámbitos tales como el sector inmobiliario, de financiamiento al
consumo, bancario y seguros. También abarca varios modelos de
financiamiento para la inversión.15

En los tiempos recientes, el meteórico desarrollo de la informática, por ello, se ha


convertido en una plataforma para relanzar un robusto caudal de servicios financieros
nuevos, incluso desde el propio espacio virtual que la computación ha contribuido a
diversificar socializándolos. En otras palabras, podemos decir que el sistema financiero está
constituido por organizaciones que intermedian, o que, desempeñando una suerte de
función de gozne articulador para tales efectos, centran las múltiples funciones –públicas,
mixtas o privadas- del capital, en tanto que cardinal relación social al interior del sistema
capitalista. Si se considera, pues, lo antes dicho, entonces, conviene que nos preguntemos
lo siguiente: ¿cuáles son, así ello sea abordado en una primera visión resumida y
panorámica, los principales servicios financieros que en una importante proporción hoy
ofrecen las instituciones, abocadas al cumplimiento de dichas funciones y que posibilitan
un primer apunte clasificatorio general de ellas? Las enumeramos a vuelapluma:

i) Las aseguradoras directas: reúnen los pagos (de particulares) procedentes


de quienes buscan el cubrimiento de riesgos y, a su vez, la garantía de que
éstas realicen con la debida oportunidad un pago responsable a todos
aquellos a quienes les ocurra la contingencia de un accidente o siniestro;
ii) Las empresas reaseguradoras: en general pueden ser empresas o individuos
acaudalados que aceptan un adicional papel intermediador, a cambio de un

Irena Asmundsen. ¿Qué son los servicios financieros? Cfr. En la Revista Finanzas & Desarrollo, de Marzo
15

del 2001, págs. 46 y 47. También se puede consultar en el sitio electrónico


http://www.inf.org/external/pobs/ft/fundd/spa/2011/03/basics.pdf

10
determinado precio prefijado, para cubrir algunos de los riesgos que, con
frecuencia, son asumidos por las aseguradoras directas;
iii) Los intermediarios de seguros: se trata, con ellas, de agencias y corredurías
ocupada del enlace y de la puesta en contacto entre particulares, de
ordinario, dispuestos a pagar bajo condiciones determinadas, el
cubrimiento de riesgos de aquellos quienes están dispuestos a asumirlos por
un precios determinado.

Además, en el caso específico de los Bancos, otros servicios financieros claramente


denotables, también pueden ser : 16

iv) Aceptar depósitos y fondos reembolsados y efectuar préstamos: pagan a los


que les entregan dinero, que ellos, a su vez, prestan o invierten con el objeto
de realizar un beneficio sobre la diferencia entre lo que pagan a los
depositantes y el monto que reciben de los prestatarios;
v) Administración de sistemas de pagos: Hacen posible la transferencia de
fondos de los pagadores a los beneficiarios y coadyuvan en su condición de
facilitadores, las transacciones y la liquidación de cuentas a través de tarjetas
de crédito y débito, giros bancarios, así como cheques y transferencias
electrónicas de fondos;
vi) Servicios de negociación: Contribuyen en forma auxiliar a las empresas para
comprar y vender valores, divisas así como de sus productos derivados;
vii) Emisión de valores: Coadyuvan con los prestatarios a la captura de fondos
por la vía de la venta de acciones de empresas, o bien, por el camino de la
emisión de bonos;
viii) Gestión de activos: la intermediación financiera aquí, estriba en el
ofrecimiento de asesoría o realizando la inversión, a nombre de los clientes,
quienes pagan por sus conocimientos especializados.

De todo lo antes dicho hasta aquí, entonces, no podemos concluir el presente


apartado tercero de la presente reflexión en que desarrollamos el indudablemente esencial
papel económico de los servicios financieros, sin decir que éste subsector especial de las
actividades terciarias, se componen sea cual fuere el país en que se han venido
desarrollándose con celeridad en los tiempos recientes, de tres elementos claramente
entreverados: de un lado, las empresas financieras (como los bancos) y las autoridades
reguladoras de estas actividades; de otro lado, los mercados financieros (por ejemplo, los
mercados de obligaciones, valores y derivados) y quienes participan en ellas (emisores e
inversores); y en un tercer lado adicional, el sistema de pagos (en efectivo, por cheque o
por medios electrónicos) y las entidades que en estas transacciones intervienen (por
ejemplo, los bancos mismos).
16
Si aquí desagregamos los servicios financieros entre otras instituciones encargadas de proporcionarlos y los
propios bancos, es porque éstos últimos son, hasta hoy, los mayores depositarios y proveedores de tales
servicios, no obstante que cada vez los primeros, en mayor medida, detentan una cuota de participación más
grande en el mercado así como más poder, frente a los segundos que dominan ese mercado específico, como
es el caso de las aseguradoras o las cajas postales de ahorro, por enunciar otros ejemplos adicionales.

11
IV) Las actividades bancarias mexicanas en el otorgamiento de servicios
financieros

En una mirada inicial, como la que con anterioridad aquí estamos empezando a
perfilar, es importante considerar que los bancos son intermediarios en el manejo del
dinero y del propio crédito, entre ahorradores e inversionistas. Y si resulta cierto que los
bancos son los mayores depositarios y proveedores de servicios financieros, como
efectivamente lo son, entonces conviene preguntarnos, en el presente apartado cuarto,
cuántas y cuáles son las entidades financieras que, con un grado de mayor relevancia,
operan en nuestro país.

Al respecto, la Ley de Instituciones de Crédito, considera como servicios de banca


y de crédito la captación de recursos del público, mediante actos causantes de pasivos
directos o contingentes, con los cuales el intermediario queda obligado a cumplir el
principal de la deuda y, en su caso, los accesorios financieros captados a fin de ser
movilizados. En una primera operación, el banco recibe de sus clientes una determinada
cantidad de dinero –como ya se esbozó-, o bien un título de crédito, con el expreso
compromiso de dar a cambio un servicio y redituarlo mediante un interés periódico. Esta
operación se entiende como pasiva, en virtud a que el banco se constituye solamente en
una entidad receptora de dinero o de títulos de crédito. Entre las operaciones pasivas
destacan los depósitos a la vista, los depósitos a plazo, los depósitos de ahorro y las
obligaciones subordinadas.

Pero además, con el dinero que captan como sujetos pasivos, los bancos realizan
operaciones llamadas activas, que les permite cubrir costos fijos y obtener utilidades al
mismo tiempo que pagan interés al ahorrador prestándole otros servicios. Entre las
operaciones activas de los bancos se halla el crédito directo, personal o quirográfico, el
préstamo prendario –que se otorga con garantías de por medio o de tipo pignoraticio-, los
créditos simples, los préstamos de habilitación, refaccionarios, hipotecarios y para
adquisición de viviendas, las operaciones de descuento y créditos de tipo comercial. Los
bancos, además, efectúan operaciones neutrales como administrar fideicomisos, mediar en
pagos y cobros, transferir dinero, brindar servicios de caja, de tesorería y cambiarios, emitir
acciones u obligaciones de una sociedad, etc. Como vemos y desde nuestra perspectiva,
una intermediación financiera como aquella que los bancos cumplen, da lugar a un
múltiple conglomerado de desdoblados servicios financieros que explican la creciente
complejidad, cada vez mayor, alcanzada por las entidades financieras, incluso si nuestro
incompleto recuento anterior resulta ser -como aquí efectivamente lo es-, apenas
introductorio.

En cualquier caso, la importante función de intermediación financiera que realizan


los bancos –y la plétora de los servicios financieros a ellos vinculados y que ofrecen en el
terreno de los mercados de dinero y de capital-, resulta una tarea que es determinante para
una administración efectivamente eficiente de la economía. Si aquí nos establecemos en

12
términos ubicuamente colocados en el plano de la economía mexicana, valdría la pena,
inscritos en una lógica de pura enunciación congruente con nuestras finalidades de síntesis
introductoria aquí, observar y definir a algunas de las instituciones que hicieron propender
y en alguna medida determinaron (aunque no sin tropiezos y señalados quebrantos
importantes en su historia) el desarrollo de la “banca mexicana” 17 hacia su plena
configuración como un banca moderna y que concluiría por adoptar sus plenas funciones,
en tanto que régimen financiero de operación hoy vigente:

a) El Banco de México (BM). Fue creado por expreso mandato constitucional en


1917, con el propósito de terminar con la pluralidad de instituciones privadas
emisoras de billetes, facultad que se reservó así y bajo un pleno dominio de ésta
a un banco central para beneficio y protección de los intereses nacionales tan
malversados como han seguido encontrándose hasta nuestra más inmediata
contemporaneidad. En 1982 se hizo patente la necesidad de cambiar su
naturaleza jurídica de sociedad anónima y se transformó en un organismo
descentralizado del gobierno federal. Después, mediante decreto publicado el
20 de agosto d 1993, se estableció la autonomía del BM como banca central,
tras 77 años de operación y adquiriendo, así, su personalidad de derecho
público con carácter autónomo. Pero, ¿qué hace el BM en el contexto general
del sistema bancario nacional? En lo fundamental, opera con valores, otorga
empréstitos al gobierno federal y las instituciones de crédito, genera fondos de
protección al ahorro bancario y de apoyo al mercado de valores, concede
préstamos a otros bancos centrales ya personas morales extranjeras con
funciones de autoridad en materia financiera, constituye depósitos, adquiere
valores emitidos por organismos internacionales, pone en circulación bonos de
regulación monetaria, efectúa operaciones con divisas, oro y plata, y actúa como
fiduciario cuando la ley le asigna tal encomienda. Y además, es el depositario y
custodio responsable d la reserva federal mexicana.
b) Las Instituciones de Banca Múltiple (IBM). El propio desarrollo de los grupos
bancarios llevó a una forma superior de organización bancaria: la banca
múltiple. Instituida por la reforma del artículo segundo de la Ley General de
Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares, según la cual una sola
institución podía efectuar, al mismo tiempo, operaciones de banca de
depósitos, funciones financiera o hipotecarias, además de actividades accesorias
de ahorro y fiduciarias. Las IBM son sociedades anónimas de capital fijo, que
pueden recibir depósitos de dinero; aceptar préstamos y créditos; emitir bonos
y obligaciones subordinadas; constituir depósitos en instituciones de crédito y
entidades financieras del exterior; efectuar descuentos y otorgar préstamos o
créditos; expedir tarjeas de crédito; operar con valores legales; suscribir acciones
de empresas; operar documentos mercantiles por cuenta propia; prestar
17
Si aquí se entrecomillan las palabras de “banca mexicana”, es porque así tiene que ser en un contexto tan
contradictorio como el actual, dado que no puede sino resultar impreciso apelar a un presunta “banca
nacional” justo cuando más del 90% de la banca que opera en el país ha sido, no obstante su composición
mixta, por la vía de los hechos, claramente desnacionalizada. ¿Puede así haber desarrollo económico
genuinamente independiente y soberano para México? Creemos que no, bajo ninguna circunstancia.

13
servicios de cajas de seguridad; llevar operaciones con oro, plata y divisas por
cuenta propia o de terceros; practicar operaciones de fideicomiso, prestar
servicio de custodia, adquisición de bienes muebles e inmuebles, celebrar
contratos de arrendamiento financiero, entre otras diversas funciones más.
c) Las Instituciones Financieras del Exterior (IFE). Se entiende por filial de una
IFE a la sociedad mexicana autorizada para organizarse con el fin de operar
conforme a la Ley de Instituciones de Crédito, como establecimientos de banca
múltiple o sociedades financieras de objeto limitado, en cuyo capital participa
una IFE o bien, en su defecto, una sociedad controladora filial.
d) Las instituciones de la Banca de Desarrollo (IBD). Las IBD cumplen un papel
complementario al de la banca privada. De manera que la interacción de ambos
tipos de instituciones es indispensable para modernizar la infraestructura
económica y social del país. Los bancos de desarrollo deben medir los
beneficios económicos como criterio para la aprobación de los créditos. Estas
instituciones tienen la doble meta de estimular la economía y funcionar como
bancos. En el plano declarativo y formal, podemos afirmar que la banca de
desarrollo tiene como finalidad el orecer financiamiento a proyectos de
beneficio social y económico y son también prestamistas de último recurso.
Históricamente hablando, estos bancos sustentaron la emisión de bonos para
financiar proyectos de desarrollo. Concretamente puede decirse que las IBD
son entidades de la administración pública federal, con personalidad jurídica y
patrimonio propios, constituidas con el carácter de Sociedades Nacionales de
Crédito. Reciben depósitos de dinero y otorgan préstamos y créditos para
facilitar a sus beneficiarios el acceso al crédito que de otro modo sería
imposible, y propiciar en ellos el hábito del ahorro y el uso de los servicios que
presta el Sistema Bancario Mexicano (SBM), con el fin de impedir desajustes
en los mecanismos de captación de recursos del público. Destacan, entre éstos,
la Nacional Financiera, el Banco de Obras y Servicios Públicos, el Banco de
Crédito Rural y el Banco de Comercio Exterior.
e) El Patronato del Ahorro Nacional (PAN) . En el caso concreto de éste
organismo financiero, estamos, sí, ante un organismo descentralizado del
gobierno federal, con personalidad jurídica y patrimonio propios, creado ex
profeso en 1949. Su objetivo consiste en fomentar el ahorro nacional, mediante
diversos instrumentos de captación, aunque en los años recientes prácticamente
ha pasado desapercibido hasta casi su virtual extinción.

f) Los Fideicomisos Públicos (FP). En lo que a los FP se refiere, hay que señalar
que son unidades técnicas especializadas en algún sector de la economía
mediante las cuales se canalizan recursos hacia operaciones de descuento
provenientes de préstamos a sectores prioritarios y otorgados por las
instituciones de crédito: Fondo Nacional de Habitaciones Populares; de
Garantía y Fomento para la Agricultura, Ganadería y Avicultura; Especial para
Financiamientos Agropecuarios; Especiales de Asistencia Técnica y Garantía

14
para Créditos Agropecuarios; de Garantía y Fomento para las Actividades
Pesqueras; para el Desarrollo Comercial, de Fomento y Garantía para el
Consumo de los Trabajadores; Nacional de Fomento al Turismo, a la Vivienda,
a los Militares, así como otros adicionales más.

Estas son, en una primera visión panorámica, como vemos, algunas de las
principales entidades o instituciones bancarias que intervienen en el otorgamiento de los
cada vez más importantes y crecientes servicios financieros que operan en el país,
excepción hecha de las aseguradoras y otras empresas particulares encargadas de algún o
algunos de los múltiples servicios financieros adicionales existentes. Pasamos a
continuación, entonces, a un breve conjunto de señalamientos sobre los riesgos que la
financierización económica capitalista ha traído consigo, en el tiempo de una globalización
–en mucho excluyente-, de la mano de la en mucho contraproducente dinámica
especulativa y/o bursatilizadora de los mercados accionarios de la Bolsa y entendidos como
un potente combustible alimentador de las recurrentes y recientísimas crisis económico-
financieras que han venido azotando la economía mundial en los casi tres lustros del nuevo
siglo XXI; así como señalar algo respecto a una breve exposición referida a un tipo especial
de servicios adicionales que no son iguales o idénticos ni respecto a los mismos servicios
en general que ya hemos visto apartados atrás; ni tampoco homologables, sin más, en los
servicios financieros en particular, que acabamos de esbozar. Nos referimos, pues, a los
servicios a empresas intensivos en conocimiento, un tipo de servicios que, apenas la víspera
hubieran sido impensables y que han irrumpido con fuerza en la actual economía del
conocimiento, como una resultante específicamente suya.

V) Sobre las crisis económico-financieras y bursátiles recientes y los Servicios


a Empresas Intensivos en Conocimiento (SEIC)

No queremos concluir la presente reflexión general, aunque con ella se trate de una
de un talante puramente introductorio al estudio del sector terciario de la economía
capitalista del actual tiempo tecnológico, sin ofrecer una perspectiva del preocupante
entorno recesivo que padece la economía mundial. Ni tampoco desearíamos aquí, hacer
abstracción de las tendencias expansivas de los servicios, incluso en otros rubros y
dimensiones que, siendo capaces a ir más allá de los servicios convencionales y claramente
reconocibles como tales de que ya nos ocupamos; y a la vez, que son específicamente
diferentes también a los servicios financieros –como también lo hemos visto-, hoy están
manifestando una conjunto de tendencias que parecieran anticipar eso que, algunos
autores, mucho antes que nosotros, han entrevisto y anticipado como una suerte de
<<revolución terciaria>> en curso de verificarse al interior de la transición desde la
<<sociedad industrial>> que, gradualmente, va cediendo espacio a esa nueva configuración
de lo social que, otros autores, igualmente, han empezado a definir como la <<sociedad
post-industrial>>. Algo quisiéramos decir aquí, sobre ambas cuestiones.

15
Veremos, en forma desagregada, este complejo para de asuntos sustantivos para
que, acto seguido, procedamos a formular un pequeño conjunto de productivas
conclusiones para un balance:

a) Los especulativos excesos de los mercados hipotecarios y los créditos suprime,


al cierre de la primera década del siglo XXI

Resulta a todas luces evidente, que el capitalismo contemporáneo se singulariza,


entre otros rasgos definitorios suyos, por el registro documentable que hoy revela una
creciente expansión de un amplio repertorio de “actividades intermedias” y que fueron las
que determinaron en términos históricos, a no dudarlo, la ampliación sin precedentes, por
ejemplo, de sectores como los del comercio, los transportes y los servicios en general. De
entre ellos, una adicional actividad supremamente importante para la cabal comprensión
científico-crítica de la contradictoria dialéctica productiva y reproductiva del capitalismo
contemporáneo, se debe aislar, por sus mismas peculiaridades a los servicios financieros,
en nuestros tiempo cada vez más importantes para cualquier dinámica comprensiva de la
ilógica-lógica capitalista de funcionamiento.

Una razón esencial de ello, estriba en los corruptibles y perniciosos nexos que los
servicios financieros detentan con esa esfera particular y paralela de la economía que son
los mercados financieros y los inevitables vaivenes especulativos en el juego y el rejuego de
las Bolsas de Valores en todo el mundo. Al punto tal, de que han llegado a pervertir (con
sus quebrantos financieros y los frecuentes fraudes bursátiles) las normales condiciones de
operación sistémica además de defraudando a los incautos adictos al “dinero fácil” y a la
propia lógica de valorización capitalista inmanente al natural modo de ser del modo de
producción específicamente capitalista de nuestro actual tiempo tecnológico. Ya en el
Tomo III de El capital, el mismo Marx había alertado con meridiana claridad sobre los
peligros directamente vinculados a los usos y abusos que esas perniciosas prácticas
especulativo-financieras suponían para el cabal funcionamiento de una sociedad que, como
la capitalista en general –y también la de nuestro actual tiempo histórico en particular-, no
obstante y en cualquier caso, había sido construida con fundamento en el arrebato
explotador de tiempo de trabajo excedente y social a los productores directos de la plusvalía
social, en el sistema de trabajo asalariado. Al respecto, bien decía el padre de la crítica de
la economía política, en su célebre y más importante obra económica, que:

La transformación del capital total de la sociedad en capital dinero, sin


que existan personas que compren y valoricen medios de producción (…)
constituye evidentemente una necedad. Y ello lleva implícita la necesidad
aún mayor de creer que a base del régimen capitalista de producción el
capital podría arrojar intereses sin funcionar como capital productivo, es
decir, sin crear plusvalía, de la que el interés no es más que una parte. 18

Karl Marx. El capital, Tomo III. Editorial Fondo de Cultura Económica, México 1965, pág. 362. En el
18

mismo tenor, aunque contenido en el Tomo I, también el propio Marx había recuperado un señalamiento
de un autor que no se precisa, en el siguiente sentido: << El capital, con el interés compuesto sobre cada parte

16
Tanto más importante resulta advertir la pertinente advertencia de esta palabras,
que en nuestra época de globalización económica interdependiente y de activa
financierización de las economías crecientemente internacionalizadas , la más inmoral
especulación bursátil ha utilizado a favor suyo a los servicios financieros para malversar con
expectativas irreales a mucha gente y desbordando sus propios límites, a fin de
especulativamente obtener, apenas en beneficio para unos cuantos oligarcas globales -y en
menoscabo de los más desvalidos sectores inversionistas-, cada vez mayores y astronómicas
ganancias ilícitas por fuera de los acotados contornos de la economía real, a favor de
acciones propias del capital ficticio más especulativo (véanse, a propósito de ello, nuestras
notas al pie 13 y 14 del presente texto).

En los tiempos recientes, ni duda cabe en ello, este fenómeno ha concurrido para
detonar algunas de las principales crisis económico-financieras de las postrimerías del siglo
XX que concluyó y del nuevo siglo XXI que apenas inicia: a saber, las crisis económico-
financieras asiáticas; primero en 1990, la crisis financiera del Japón; después, la de los
otrora “tigres asiáticos” de 1997-1998; así como la crisis bursátil que inauguraría el siglo,
también conocida como la “crisis dot.com” en los EUA y que sólo habría de preludiar el
verdadero “tsunami financiero de 2008-2009”, el cual, iniciado en el sector inmobiliario
norteamericano con sus lesivos “créditos o hipotecas subprime”, terminó por colapsar los
mercados financieros de Nueva York y Londres, respectivamente, en septiembre y octubre
de2008. Además de que la crisis fuera seguida por una clara recesión de alcances
auténticamente mundiales en 2008-2009 y de la cual, bien a bien, no terminamos de salir
todavía hoy, dando lugar entre los especialistas a la fuerte controversia en torno a si ésta, es
ya, una depresión económica global y la primea del nuevo siglo, acaso sólo comparable a
la Gran Depresión del primer tercio del siglo XX a la que diera lugar la crisis de 1929,
prolongando todos sus perniciosos efectos hasta 1933.

En ésta última crisis global de 2008, en parte explicable por las más artificialmente
fabricadas tendencias expansivas de los mercados financieros estadounidenses, a las que se
les dio una irresponsable manga ancha, no podía sino sucederle un muy grave
conglomerado de efectos inmediatos que concluyeron en el derrumbe de los mercados
inmobiliarios e hipotecarios. Como bien lo señala, en forma por demás inmejorable Carlos
Marichal:

Desde 2001, el crédito barato estimuló el mayor auge en los mercados de


vivienda en toda la historia de los EUA. Esto era algo inusual ya que, por
costumbre, cuando subía la bolsa se calmaba el mercado inmobiliario, y
viceversa. Esta alternancia, daba oxígeno y estabilidad a las inversiones,
que solían transferirse de un sector a otro dependiendo de la rentabilidad.

del capital ahorrado, se apodera de todo a tal punto que toda la riqueza del mundo de la que se obtiene un
ingreso hace mucho tiempo que se ha convertido en interés del capital>>. En The Economist del 19 de julio
de 1851 y retomado en el libro primero, vol. 2 y ubicado en la nota al pie núm. 25 del capítulo XXII y la
página 725, en la edición mexicana realizada por la Editorial Siglo XXI, México 1979.

17
Pero eso no fue lo que ocurrió en 2001-2006 cuando los precios de las
casas e inmuebles y las acciones subieron como la espuma de manera
simultánea. 19

El resultado de esta cadena de acontecimientos dramáticos que refiere Marichal,


no podía sino concluir en su más cruda expresión: la potente irrupción de un destructivo
par combinado de burbujas especulativas: una, de naturaleza claramente hipotecaria; otra
de tipo indubitablemente financiera. Pero, ¿por qué ocuparnos de éste asunto en un texto
como el presente que nos ha ocupado de introducir a los servicios en economía?
Esencialmente por una potente razón. Cuando se hace referencia a los servicios
financieros, en términos convencionales, pareciera que con ellos, estamos en un plano de
la realidad económica que se manifiesta en términos “neutros”, cuando esto no es así. El
caso de la crisis financiera de 2008-2009, termino mostrando y demostrando que la artificial
expansión del crédito en el mercado inmobiliario escondía un ardid defraudador en que,
por cierto, estaban coludidas hasta algunas hasta entonces “muy reputadas” agencias
evaluadoras de riesgos, como en los casos concretos de la Standard Poor’s y Mooody’s que
insistieron en desestimar los riesgos y peligros que la ya para entonces inocultable burbuja
especulativa que aparecía y que conformó un irresponsable desplante que, por su parte,
contribuyó a alimentar el crecimiento de la misma oleada especulativa, sólo para
complicarla todavía más. Además, incluso algunos de los más conspicuos personeros del
gobierno norteamericano, como Alan Greenspan, a la sazón director adjunto de la Reserva
Federal, tendió a rociar con gasolina el fuego puesto que ya para abril de 2005 –justo
cuando todos los síntomas del colapso financiero bursátil estaban a la vista- se despachaba
con irresponsables declaraciones, en un contexto de grandes riesgos, como en el caso de
la siguiente perla que aquí compartimos. Decía Greenspan, a propósito del nada neutro
papel de los servicios financieros en las manos incorrectas, que:

La innovación ha traído una multitud de nuevos productos (financieros)


como los préstamos subprime y los créditos especiales para inmigrantes.
Estos desarrollos son representativos de las respuestas de mercado que
han impulsado a la industria de servicios financieros en este país a lo largo
de su historia. 20

Tales dichos que desnudaron de cuerpo entero al pernicioso neoliberal que


Greenspan llevaba debajo de sus costosos trajes, se hizo ostensible al momento de agregar
a las anteriores palabras, que estaba sumamente impresionado por la circunstancia de que
eso que en buena medida fue el “origen del mal”, los créditos subprime, por el pésimo

19
Carlos Marichal. Nueva Historia de las grandes crisis financieras. Una perspectiva global, 1873-2008.
Editorial Sudamericana, Colección Debate, México 2010, pág. 287. En la misma página de su esclarecedor
trabajo, más adelante agregó: <<A mediados de la década de los 90, el monto total de las hipotecas en EUA
equivalía a cerca de los 2.5 billones de dólares; en 2001 ya se aproximaba a los 5 billones, y para el año 2007
llegó a un saldo increíble de casi 10.4 billones de dólares (en números, esta cifra es increíble: USS dls.,
10.400.000.000.000>>. Estos cuasi delirantes datos que son correctos, los captura nuestro investigador de la
siguiente fuente: UBS Investment Bank, Financial Market Data. Cfr. en www.ubs.com.
20
En <<Remarks by Chairman Alan Greenspan: Consumer Finance>>, Federal Reserve System, Fourth
Annual Community Affairs Research Conference, Washington D. C., April 8, of 2005.

18
manejo que de estos volátiles instrumentos financieros se había dado, en medio de una
contraproducente política financiera, monetaria y económica en general, hubieran sido
capaces de llegar a representar –dato entonces inaudito y sin precedentes- algo así como
más del 10% del total de los créditos hipotecarios de la economía estadunidense. Como
vemos, tal componente era explosivo como a la postre se demostraría. Al final del presente
inciso y como en su oportunidad fuera señalado en forma atingente por el laureado
economista con el premio Nobel, Joseph Stiglitz, quien con atenta voz de alerta en su
momento señaló que a partir de la política desarrollada por la Reserva Federal, no era en
modo alguno descartable la irrupción de “burbujas especulativas” en la economía
norteamericana, tal y como terminó aconteciendo, un hecho que los estudiosos de los
servicios financieros deben conocer en forma críticamente fundada.21

Detrás de los poderosos instrumentos representados por los servicios financieros


que se han desarrollado al interior del capitalismo contemporáneo, y de las propias
plataformas informáticas de éste nuestro actual tiempo tecnológico, inmerso en plena era
de la información y el conocimiento -como lo decía Castells-, están los hombres, sus
definiciones ideológicas y, también, sus desmedidas ambiciones con frecuencia portadoras
de las peores implicaciones para un contradictorio mundo como el que habitamos. No
obstante ello, ¿qué decir, al final de este apartado quinto, sobre los Servicios Intensivos en
Conocimiento (SEIC) y la <<sociedad post-industrial>> que ya parece despuntar en nuestro
horizonte presente? A eso, dedicamos el siguiente apartado final.

b) Los Servicios a Empresas Intensivos en Conocimiento (SEIC) y la “sociedad


post-industrial”

No todos comulgan con la aceptación in-cuestionada que algunos otros han


postulado, en el sentido de afirmar que, uno de los rasgos más relevantes que deben ser
advertirse en el complejo entramado del capitalismo del presente, es el de la irrefrenable
transición que, desde la <<sociedad industrial>> que poco a poco va periclitando, hoy se
viene verificando en el sentido y la dirección conformadora de una presunta o realmente
nueva <<sociedad post-industrial>> que gradualmente se va abriendo camino.22

“Históricamente –decía Stiglitz-, toda crisis financiera ha estado asociada con la expansión demasiado rápida
21

de determinado tipo de activos, desde tulipanes hasta hipotecas”. Estas palabras las dijo el premio Nobel a
Nathan Gardels, en<<Entrevista a Joseph Stiglitz>>. Revista Letras Libres –“Voces de la Crisis Financiera”-,
de Noviembre de 2008. Aquí Stiglitz demostró, entre otras cosas, el conocimiento del famoso libro de Charles
P. Kindleberger y Robert Z. Aliber, Manías pánicos y cracs. Historia de las crisis financieras , donde el
primero desarrolló en 1978 el análisis histórico de las crisis especulativas desde la euforia especulativa de los
tulipanes en el siglo XVII, hasta la recesión mundial que tuvo lugar en la década de los setenta del siglo
pasado y sin dejar de lado la burbuja de los Mares del sur o el crack de 1929. Vid. Editorial Ariel Economía,
España 2012.
22
Daniel Cohen, por ejemplo, en sus Tres lecciones sobre la sociedad post-industrial (Ed. Katz, Barcelona
2007), nos dirá que, a diferencia de Daniel Bell en El advenimiento de la sociedad post-industrial (Alianza
Editorial, Madrid 1991), donde éste presenta a la << sociedad post-industrial>> como una “sociedad de
conocimiento”, en la actualidad, diríase más bien que se trata –con ella- de una “sociedad de la información”.
Vid, pág. 16.

19
No tenemos aquí el tiempo, ni el espacio, para emplazar una reflexión en
profundidad sobre tan sustantiva cuestión, como lo merecería. Pero sí queremos señalar
dos cosas: Una primera, que consiste en sostener que si por sociedad post-industrial se
entiende aquella mudanza epocal y científico-tecnológica que registra el capitalismo
maduro de nuestra más inmediata contemporaneidad, marcado por el hecho –entre otros
más- de que, por ejemplo, el empleo transitó del otrora central sector industrial al de los
servicios, en una sociedad que se ha ido crecientemente <<terciarizando>>, en forma
análoga a como hace más o menos un siglo atrás, eso mismo ocurrió desde la agricultura,
hacia la industria, y que hoy estaría aconteciendo desde ésta última mayoría demográfica y
en términos de su contribución al PIB hacia los servicios, merced a un proceso
simétricamente análogo, habría qué decir que dicho tránsito no carece de lógica, pese a
que habría que abordar un conjunto de mediaciones para desideologizar el discurso de la
<<sociedad post-industrial>> y avanzar hacia una real y genuina concepción crítica de todo
lo que ello entraña.23

En segundo lugar, valdría la pena profundizar el estudio de los servicios, incluso


más allá de los servicios tradicionales y de las actividades que, con el paso del tiempo, se
han ido adicionando a ellos, a la vez que surgían y se expandían los específicos servicios
financieros, en un proceso de acompañamiento al propio desarrollo de la banca y otras
instituciones financieras. Pero además, de la mano del desarrollo de la revolución
informática, se han venido manifestando un nuevo y tercer tipo de servicios que hasta hace
relativamente poco tiempo, no había sido aislado como novedoso y singular tipo nuevo d
servicios imposibles de confundir tanto con los servicios en general, cuanto con los servicios
financieros en particular, y cuyo fundamento, en la era de la creciente producción
inmaterial, consiste precisamente en el dominio y el control de las plataformas informáticas
y cibernético-computacionales, para asistir con tales servicios específico a múltiples
empresas y que, en nuestros días, han sido definidos como SEIC, según lo ha postulado
en términos avanzadamente esclarecidos Jorge Romero Amado.24

Volveremos con éste y otros tópicos a ese mismo asunto vinculados, en una
próxima intervención de complemento a la que, en la presente sede, hemos pretendido
ofrecer bajo intenciones puramente introductorias al estudio de los servicios en economía.

Una conclusión parcial que exige el ulterior retorno a los mismos asuntos, bajo un
renovado encuadre de mayor profundidad

Como ya se puede caer en cuenta, ningún profesional de la economía, en el


complejo mundo de la globalización del presente, puede jactarse de conocer a plenitud la
complejidad de la economía actual, si no ha sido capaz de someterse a una seria inmersión,

23
En ese sentido y por supuesto, no estaríamos ante el erráticamente definido por algunos como la era de
“fin del trabajo”, sino ante su “reestructuración” como bien lo ve el economista marxista belga Ernest Mandel
en su vital El capitalismo tardío. Texto en donde además sostiene que: <<Lejos de representar una “sociedad
postindustrial”, el capitalismo tardío constituye la industrialización universal generalizada, por primera vez en
la historia>>.En El capitalismo tardío. Editorial Era, México 1979, cap. XII, pág. 378.
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Vid. Jorge Romero Amado, Tesis de Doctorado, Op., cit.

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cuidadosa y detallada, de todas las implicaciones que hoy están presentes en el estudio
riguroso de los servicios en general, así como de los servicios financieros en particular. El
presente texto ha sido pensado para introducirse en la problemática e invitar a sus
interesados a hacerlo por la vía de los hechos, ampliando el rango de sus conocimientos
por el camino de la revisión de la más representativa y diversa literatura vinculada con estos
importantes temas.

En el mismo sentido, si es verdad que los servicios, desde el inicio mismo de la


modernidad capitalista, han estado sometidos a una suerte de ininterrumpida lógica de
metamorfosis continuas y de expansivos desarrollos, parece, más que necesario, urgente,
acometer una reflexión de más hondo calado sobre ellos y en los términos más actuales, a
fin de posibilitar el libramiento de las deliberaciones y los debates correspondientes que
hoy perece exige la discusión sobre si, por la misma complejidad de la realidad tecnológica
del presente, nuevos servicios, cualitativamente distintos a los que hasta hace muy poco
conocimos –como los SEIC-, estarían surgiendo para cumplir nuevas tareas en sintonía con
la eventual cristalización contemporánea de la llamada << sociedad postindustrial>>.
Hacemos votos, entonces, porque nuestra presente intervención hasta aquí desarrollada,
hubiera podido servir para alentar la curiosidad intelectual en lo que a estos axiales asuntos
se refiere para los estudiosos y los profesionales de la ciencia económica.
Julio de 2013

BIBLIOGRAFÍA Y HEMEROGRAFÍA CITADA O CONSULTADA

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Desarrollo, Marzo de 2001, págs. 47 y 47. Y también en versión electrónica, vid.
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