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Ricardo Palma Biografia
Ricardo Palma Biografia
Infancia y bohemia
Viajes y revoluciones
De vuelta en Lima (octubre 1862) y dueño ya de cierto
prestigio intelectual logrado con esfuerzo, su cercanía al régimen del general Juan Antonio
Pezet le ganó el nombramiento de Cónsul del Perú en el Pará (Belén), importante puerto
brasileño en la desembocadura del Amazonas. En tránsito a su destino, viajó a Europa y
visitó Londres, París y otras ciudades que impresionaron fuertemente su sensibilidad tanto
como agotaron sus recursos, de suerte que cuando llegó al Brasil no pudo asumir el citado
cargo y tuvo que retornar al Perú previa escala en Nueva York en días del asesinato del
presidente Lincoln. Una vez en la patria, se plegó a la revolución nacionalista suscitada por
el tratado que el Gobierno había firmado con España, y el 2 de mayo de 1866 fue uno de
los cercanos colaboradores del secretario de guerra José Gálvez, la más ilustre víctima del
glorioso combate naval de ese día. Poco después su labor opositora lo llevó al exilio en
el Ecuador, haciendo la campaña revolucionaria que colocó en el poder al coronel José
Balta, cuya secretaría desempeñó, convirtiéndose a poco, además, en senador por el
departamento de Loreto. Nunca llegó a mayor altura en las esferas del poder. Su caso es
uno de los más notables de ascenso social decimonónico, fundado no sólo en el talento,
sino en la actividad política y en las leyes igualitarias de la joven República.
En 1872 publicó su primer libro de Tradiciones, al que siguieron otros, todos ellos
recopilaciones de sus apreciados relatos histórico-literarios salidos previamente en
periódicos y revistas (La Revista de Lima, El Correo del Perú, La Broma, etc.), sustento de
su creciente fama en el mundo hispanoamericano. Igualmente, a partir de ese año fue
dejando poco a poco la política activa para dedicarse con más fuerza a la literatura. En
1876 cambió su apreciada soltería por el estado matrimonial al casarse con Cristina
Román, limeña como él, en quien tuvo larga descendencia. A poco, provocó una sonada y
continental polémica por sus audaces e iconoclastas revelaciones sobre las violentas
muertes de Bernardo Monteagudo y José Sánchez Carrión (que comprometía, esta última,
nada menos que a Simón Bolívar). En 1878 fue nombrado miembro correspondiente de
la Real Academia Española. La Guerra con Chile lo sorprendió en plena producción
intelectual y le ocasionó la irreparable pérdida de su vivienda y valiosa biblioteca, archivo
epistolar y obras inéditas en el incendio del pueblo de Miraflores, donde se había
establecido con su familia; no le fue fácil superar tan dolorosa contingencia. Sus
despachos de corresponsal, publicados en periódicos extranjeros, le atrajeron las
sospechas y represalias del enemigo en los trágicos días de la ocupación de Lima. Fue
invitado a viajar a Buenos Aires para trabajar en el gran diario La Prensa, pero obtuvo del
presidente de la República general Miguel Iglesias el ansiado nombramiento
de Director de la Biblioteca Nacional del Perú, destruida por los chilenos, a poco de
hacerse la paz (noviembre 1883).
La Biblioteca Nacional
Sereno ocaso
La obra
Introducción
Palma escribió desde antes de los quince años y hasta prácticamente los últimos de
su larga existencia de ochenta y seis calendarios. Hombre que tuvo que ganarse el pan
con su trabajo administrativo, periodístico y, sobre todo, literario, debió desempeñarse en
muchos medios laborales, pero sobre todo en las redacciones de los periódicos y las
revistas, y, cuando su fama de tradicionista se afianzó, en la soledad de su gabinete,
ambiente propicio a las sutiles creaciones del espíritu.
La obra literaria de Palma es vasta y diversa; se compone de poesía, teatro y
prosa, y en cuanto a ésta de artículos críticos, ensayos y, sobre todo,
«tradiciones». También incursionó en la historia y, como tantos intelectuales del
siglo XIX, en el periodismo. Por otro lado, su preocupación nacionalista le impuso la
tarea de recopilar voces provinciales -americanismos, peruanismos, limeñismos, etc.- que
publicó en sendos volúmenes probatorios de su interés lingüístico -Neologismos y
americanismos (1896) y Dos mil setecientas voces que hacen falta en el Diccionario.
Papeletas lexicográficas (1903); además, fue un caudaloso y entretenido epistológrafo.
La «tradición»
Perfil y esencia
La poesía
La historia
Palma pretendió ser historiador en varias ocasiones. Así,
en el temprano folleto en el que recogió esbozos de algunos héroes de la
Independencia, Corona patriótica (1853), en sus trabajos sobre la Inquisición limeña,
reunidos en el libro Anales de la Inquisición de Lima (1863), en el ensayo sobre el misterio
que a su modo de ver envolvía las muertes de dos prohombres de la
Independencia, Monteagudo y Sánchez Carrión (1877), y en los apuntes memorialísticos
con los que trazó su trayectoria y la de otros románticos de su generación, La bohemia de
mi tiempo (1886). Salvo en el primer y último casos, en los otros su imaginación le hizo ir
más allá de los documentos y de la verdad probada. No pudo contener su inclinación a la
ficción, y el resultado fue la inexactitud e incluso la superchería. Sin embargo, debe
recordarse en su descargo que fue pionero en tales investigaciones, realizadas muchas
veces con pobre sustento documental, y que en ocasiones acertó en la pintura de la
época. Además, buen comunicador social, tuvo el cuidado de recoger un sinfín de
versiones de los sobrevivientes que habían sido testigos de tal o cual suceso,
incorporándolas a sus estudios, recurso que le sirvió también en la construcción de las
«tradiciones».
Por otro lado, en Arguedas la labor del literato y la del etnólogo no están
nunca totalmente disociadas, e incluso en sus estudios más académicos
encontramos el mismo lenguaje lírico que en sus narraciones. Y aunque
no era diestro en el manejo de las técnicas narrativas modernas, su
literatura (basada especialmente en las descripciones) supo comunicar
con gran intensidad la esencia de la cultura y el paisaje andinos.
Su primer libro reúne tres cuentos con el título de Agua (1935), que
describen aspectos de la vida en una aldea de los Andes peruanos. En
estos relatos se advierte el primer problema al que se tuvo que
enfrentar en su narrativa, que es el de encontrar un lenguaje que
permitiera que sus personajes indígenas (monolingües quechuas) se
pudieran expresar en idioma español sin que sonara falso. Ello se
resolvería de manera adecuada con el empleo de un "lenguaje
inventado": sobre una base léxica fundamentalmente española, injerta
el ritmo sintáctico del quechua. En Agua los conflictos sociales y
culturales del mundo andino se observan a través de los ojos de un niño.
El mundo indígena aparece como depositario de valores de solidaridad y
ternura, en oposición a la violencia del mundo de los blancos.
Yawar fiesta (1941) plantea un problema de desposesión de tierras que
sufren los habitantes de una comunidad. Con esta obra el autor cambia
algunas de las reglas de juego de la novela indigenista, al subrayar la
dignidad del nativo que ha sabido preservar sus tradiciones a pesar del
desprecio de los sectores de poder. Este aspecto triunfal es, de por sí,
inusual dentro del canon indigenista, y da la posibilidad de entender el
mundo andino como un cuerpo unitario, regido por sus propias leyes,
enfrentado al modelo occidentalizado imperante en la costa del Perú.
En Los ríos profundos (1958), José María Arguedas propone la dimensión
autobiográfica como clave interpretativa. En esta obra se nos muestra la
formación de su protagonista, Ernesto (que recobra el nombre del niño
protagonista de algunos de los relatos de Agua), a través de una serie de
pruebas decisivas. Su encuentro con la ciudad de Cuzco, la vida en un
colegio, su participación en la revuelta de las mujeres indígenas por la
sal y el descubrimiento angustioso del sexo son algunas de las etapas a
través de las cuales Ernesto define su visión del mundo. El mundo de los
indios asume cada vez más connotaciones míticas, erigiéndose como un
antídoto contra la brutalidad que tienen las relaciones humanas entre los
blancos.