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• RELATO DE UNA MADRE

LLORANDO •
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Colina, Chile.

Escribo estas letras con el dolor más grande que puede existir: el dolor de
perder un hijo.
En silencio, muchas veces me pregunté, ¿qué hice mal? ¿por qué mi hijo era
así? Toda su vida, me sentí culpable; pensando y desviviéndome, que él, mi
niño, era así porque yo lo crie mal, porque fui yo quien no hizo bien el trabajo.
Los recuerdos de cuando él dio sus primeros pasos. Sus primeras palabras e
incluso sus primeras maldades, calan hasta lo más profundo de mi ser. Cuantas
citas en el colegio, por su conducta. Verlo crecer, abrir sus alas; divertirse,
escucharlo reír, llorar; apreciar sus enojos, frustraciones y triunfos; verlo
luchar, amar y tratar de vencer cualquier adversidad.
Pero que difícil fue ver a mi niño tras las rejas y verlo por última vez a través
de un cristal, con su cuerpo helado dentro de un cajón que nos separaría de por
vida.
Aún recuerdo la última vez que lo vi respirar: él en una camilla y yo a su lado,
observándolo… pero lo más duro de todo, verlo morir.
Esos recuerdos son los que tengo en mi memoria, semana tras semana, día tras
día y segundo tras segundo. Mi mente no reproduce nada más.
Son tantas las veces que espero oír el ringtone de mi celular con una llamada
de mi hijo, de mi Bastián, de mi niño de ojos bondadosos; lo hago, esperando
oír su voz y su tan anhelado: hola, mamita.
Lo extraño tanto... me duele tanto. Mi corazón quedó roto. Es un dolor
inmensurable que viene desde más adentro de mis entrañas. Un dolor en mi
vientre, en mi corazón y alma. La palabra tristeza, es absolutamente pequeña
al lado de lo que siento y sueño con no sentir. Cuantas veces he deseado ser yo
quien haya tenido que pasar por aquello y no él…
Fueron años tras sus pies, guiándolo y enseñándole, castigándole y
corrigiéndolo.
Años sintiéndome culpable por no haber sido la madre que merecía; por
haberlo reprochado tanto, por haber tenido que trabajar tanto, por todo lo que
no pude hacer por él y por todo lo que le pude dar y no le di.
Aún recuerdo cuando estaba privado de su libertad y lo fui a visitar, esa vez
que me tragué el orgullo y me tocó asimilar que mi hijo estaba en un lugar
inhumano. Ese día me abrazó tan fuerte y me dijo unas palabras que jamás
esperé oír:
«—Mamita, tú no tienes la culpa de nada. Yo forjé mi camino, yo soy así, por
que yo elegí ser así. Tú fuiste siempre una madre ejemplar, que me entregó
valores, que me educó y enseñó sola y todo eso lo tengo guardado aquí, en mi
corazón y en mi mente»
«Mamita, yo decidí ser así, porque te vi toda mi vida trabajarle a unos
ladrones de mierda, ¿y para qué? ¿Para llenarle los bolsillos? Soy así porque
estoy en contra de este maldito sistema. Porque no logro asimilar que personas
estén rogando por migajas, mientras los corruptos de este país se dan buena
vida robándole al pobre, cuando ustedes se desgastan trabajando para solo
poder costear lo que necesitan: pagar cuentas, deudas, seguros y servicios»
«Soy así, porque hasta el día de hoy te veo trabajando día tras día,
esforzándote para ganar una vergüenza miserable de sueldo. Mamá, yo no
quiero eso. Yo quiero una vida, no quiero pasar toda mi existencia
trabajándole a alguien que va a reemplazarme en un dos por tres si ya no le
sirvo»
«Yo no le hago daño a nadie, absolutamente a nadie... lo que robo a esas
empresas, en menos de una semana lo recuperan. Los millones que he robado
se remuneran por medio de seguros, entonces ellos no pierden. Así que
mamita, tranquila, que el día que yo salga aquí, me iré luchar, para por último
darnos el gusto de vivir bien».
Hoy esas palabras las encuentro tan ciertas. Estamos viviendo en un sistema
en el cual das un par de billetes y las personas son capaces de hacer de todo,
porque el mono baila por la plata.
Mi hijo, era tan inteligente pero tan desordenado a su vez que terminó
perdiéndose.
Él, lo era y lo valía todo...
Mi Trunks, mi syayin, mi gladiador, mi Toreto... fueron tantos nombres,
tantos personajes ficticios, que siempre estuvieron en su mente y que los hizo
partidarios de su vida. Creció y se estableció como cada uno de ellos. Tan
triste llega a ser el día de hoy ver alguna de esas películas, escuchar una que
otra canción, leer una que otra publicación, observar una que otra foto. Los
recuerdos destruyen mi corazón.
Lo voy a amar toda mi vida y aún después que esta termine. Ya no voy a ver
sus errores porque ahora solo lo puedo amar, como siempre debí hacer. Mi
amor hacia él, es eterno, puro y leal.
Aún con lágrimas. Aún con el nudo de mi garganta. Aún con fibromialgia,
anemia y toda enfermedad que estoy padeciendo, hago el esfuerzo de seguir...
por él. Porqué si por mí fuese yo ya no estaría aquí... Pero hoy lucharé, con
uñas y dientes, con puños y espadas si es necesario.
Con el corazón hecho trizas y con el alma en desconsuelo, admito que a pesar
de mis errores y a pesar de sus errores, Dios me dio el mejor hijo del mundo,
porque delincuente y todo, nunca dejó de ser buena persona.
Valiente. Eficaz. Bondadoso. Humilde. Luchador. Justo. Fuerte. Atrevido.
Extrovertido. Defensor de lo indefendible. Amador de su gente, pero sobre
todo: excelente persona.
Mi niño querido, aún no desisto a la idea, ni quiero creer que lo arrebataron de
mis brazos. No logro aceptar que su sol se ha apagado antes que el mío, no
puedo, me mata el saber que ya no esta, pero me alegra saber que su nombre
vive...
ATTE: Marcia Rivera.
Madre victima del sistema.

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