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ha hecho, no vayas a sus grupos y comentes que leíste sus libros, ni
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SINOPSIS
Han pasado ocho años desde que los Callahans derrotaron a
los Avian Doers y conquistaron Chicago. Melody es ahora
Gobernadora y la cara pública de la familia, mientras que Liam
se alza como el Ceann na Conairte de los irlandeses e italianos.

Su alcance es ilimitado; su poder es interminable... ¿pero es


posible tener demasiado poder? ¿Pueden Liam y Melody cuidar
una familia, una ciudad y un imperio?

Sólo un tonto intentaría detenerlos ahora...


Esto es Chicago, la tierra de los ladrones, mentirosos y
asesinos. El hogar de aquellos que esperan, a pesar de no
tener esperanza. Donde los niños se convierten en gángsteres
y los gángsteres están cubiertos de azul. La capital de los
malditos. Un lugar de belleza. Un lugar de desesperación. La
tierra de los impíos Sí ESTO ES CHICAGO! Un reino de lo más
sangriento.

~ J.J. McAvoy
INDICE
Prólogo Capítulo 15
Capítulo 1 Capítulo 16
Capítulo 2 Capítulo 17
Capítulo 3 Capítulo 18
Capítulo 4 Capítulo 19
Capítulo 5 Capítulo 20
Capítulo 6 Capítulo 21
Capítulo 7 Capítulo 22
Capítulo 8 Capítulo 23
Capítulo 9 Capítulo 24
Capítulo 10 Capítulo 25
Capítulo 11 Capítulo 26
Capítulo 12 Capítulo 27
Capítulo 13 Epilogo
Capítulo 14 Sobre J.J
McAvoy
Prólogo
"Me siento como yo mismo, fuerte y débil a la vez."
~ Verónica Roth~

MELODY

En el momento en que mis pies tocaron el suelo de mármol de la entrada


de nuestra casa, sentí que todo mi cuerpo se relajaba. La frescura del
suelo alivió mis pies doloridos cuando nuestro Mayordomo alcanzó mi
abrigo.

—Bienvenida a casa, Señora. ¿Desea algo? —Asintió y dobló mi abrigo


sobre su brazo.

—¿Están los niños en la cama? —Pregunté mientras me inclinaba para


recoger mis tacones negros de Dolce & Gabbana del suelo.

—Sí, Señora. Y el Señor está en su estudio.

¿El Señor? Estoy seguro de que Liam disfrutó de eso. Sin decirle nada
más, subí las escaleras. Una vez más, debido al maldito sindicato de
maestros, llegaba tarde a casa. Conociendo a Ethan, probablemente
todavía estaba tratando de mantenerse despierto. Nunca se acostaba sin
verme primero y esperaba eso más que nada en el mundo... él, todos mis
hijos, hizo que me doliera el corazón de la mejor manera posible. No lo
entendía. Apenas me reconocía con ellos... estaba en paz. Se sentía
extraño. Nunca había sentido paz en toda mi vida.

Desde que era una niña, mi padre me inculcó que era una Giovanni.
Necesitaba ser fuerte, ser despiadada. Cuando era adolescente, vi como
moría lentamente delante de mí, su legado se desvanecía junto con él. Le
di mi vida a la familia italiana. De adulto, luché contra mi madre y mi
abuelo; el mundo parecía que se iba a desmoronar a mí alrededor. Y sin
embargo llegué al otro lado y cada vez que miraba las caras de mis hijos,
veía esa victoria.

Mi vida había cambiado drásticamente a lo largo de los años y todavía se


sentía como un sueño.

—Toc, toc, —susurré suavemente. Metí la cabeza en la habitación de


Ethan y lo vi moverse inmediatamente. Sonriendo para mí, dejé caer mis
tacones en la esquina de la puerta antes de correr hacia su cama y saltar
a su lado para hacerle cosquillas en los costados.

—¡Mamá! —Se rio de inmediato, con su cuerpo retorciéndose y


alejándose de mí, lo que sólo me hizo hacerle más cosquillas.

—Alguien se ha quedado despierto después de la hora de dormir, —dije


mientras me sentaba y pasaba mis manos por su desordenado cabello
marrón.

—Prometiste volver a casa temprano, —dijo frunciendo el ceño.

—Culpa a los maestros, —le dije, ahuecando su cara.

—Yo... —tosió antes de poder terminar su declaración. Pero no fue sólo


una tos. Se agarró a su pecho, con todo su cuerpo inclinado hacia
adelante.

—¿Ethan? ¿Cariño? —Lo sujeté, su cara se puso lentamente morada—.


¡ETHAN! —Grité.

—Mamá... —jadeó, le salió sangre de la nariz.

—¡ETHAN! ¡ETHAN! ¡LIAM! ¡LIAM! ¡AYÚDAME! —Lo levanté, y corrí hacia


la puerta cuando...

¡BANG!
¡BANG!

¡BANG!

Los disparos nunca terminan, todos vienen de...

—¡WYATT! ¡DONA!

—¡Señora, nos están atacando! —Fedel gritó mientras entraba en la


habitación.

—¿Ataque? ¿A quién? —Joder, nada de eso importaba—. Llévatelo.


¡Cuídalo ahora! —Arrojé a Ethan a sus brazos.

—¡Señora, no es seguro!

—¡SALVA A MI HIJO! —Grité y escupí de mis labios mientras arrancaba


la foto familiar de la pared junto al escritorio de Ethan. Detrás de ella,
había escondido mi rifle de asalto y la Glock junto con tres cargadores.
Sujetándolos, no dudé en patear la puerta de la habitación de Wyatt y
Dona.

Sangre.

En las paredes, el suelo, pero lo peor de todo... sobre ellos.

—Urgh... —Un sonido que ni siquiera parecía humano salió de mis


labios, mis ojos ardiendo mientras miraba a mis hijos. Mis bebés—. No...
no. No. No.

Era la única palabra que conocía mientras corría hacia ellos. El cuerpo
de Wyatt sobre el de Dona, ambos desplomados sobre la cama.

—Wyatt, cariño, —susurré, acariciando su cabeza—. Vamos, esto no es


gracioso... deja a tu hermana. Dona bebé, empuja a tu hermano, ¿De
acuerdo?

No se movieron.

No respiraban.

Sólo se quedaron ahí... como cosas muertas.


—No... No... —Acostado sobre ellos, los abrazaba fuertemente. No lo
entendía. ¿Qué pasó? ¿Qué fue lo que pasó?

¡BANG!

¡BANG!

¡BANG!

Otra vez sonaron los disparos. Ni siquiera me molesté en recoger las


armas que había dejado caer. Pero incluso abrir la puerta se sentía
imposible; mi cuerpo se sentía como si se estuviera entumeciendo. No
estaba segura si me estaba desmayando o llorando, pero mi visión era
borrosa.

—¡Mel, corre!

Fue sólo porque era él. Liam. Su voz lo aclaró todo otra vez y deseé que
no lo hubiera hecho. No quería verlo así. De rodillas, con un arma
apuntando a su cabeza. Sus ojos verdes abiertos de miedo, pero para él
mismo, no para mí.

—¡Mel, vete! ¡Vete! —gritó antes de que el hombre le golpeara en la cara


con la culata de su pistola. Su labio se abrió, la sangre goteaba hasta la
alfombra persa que me obligaron a comprar en una de esas malditas
campañas de caridad con Evelyn.

—Mel... —Nunca apartó la vista de mí, ni siquiera cuando recibió otro


golpe.

Detente, pensé.

—Para, —susurré.

—¡Por favor, detente! —Finalmente grité.

—Por favor. ¿Qué te he dicho sobre decir por favor, Melody? —El hombre
se dio la vuelta y cuando lo hizo, todo el aire de mis pulmones se evaporó.

—¿Papá?

—¿Lo soy? Porque la hija que entrené, la hija que crié, no es tan débil.
Melody Nicci Giovanni, la hija de Manos de Hierro, Melodía Sangrienta,
eso es lo que eres. ¿Qué? ¿Pensaste que sólo porque derrotaste a los
rusos, a tu madre y a tu abuelo, se había acabado? ¡Qué te irías a caballo
hacia el atardecer con tu familia irlandesa! ¡NO HAY SOL PARA TI,
MELODY! No hay lugar donde puedas esconderte. Siempre habrá alguien
detrás de ti. ¿Cuántas malditas veces tengo que enseñarte esta lección?

—Esto no es real. —Sacudí la cabeza y me eché atrás—. Voy a despertar


ahora.

—Si esto no es real, ¿Entonces no te importaría? —preguntó una vez


más, esta vez con el arma apretada en la cabeza de Liam y supe que esto
no era real. Lo sabía, pero no podía evitar que mi corazón se acelerara.

—Mírate. Nunca debí dejarte entrar en esta familia. Te han hecho débil.
Eres una jefa, Melody. Perteneces a la Mafia. No a la tribu de los Brady.
Saca tu cabeza de las malditas nubes y actúa según lo que eres.

¡BANG!

Su cuerpo cayó de lado, la sangre se derramó delante de mí... sus ojos


nunca miraron hacia otro lado.

—¡LIAM!

Mis ojos se abrieron cuando me levanté de la cama, pistola en mano, mi


corazón todavía golpeando contra mi pecho, todo mi cuerpo cubierto de
sudor.

—¿Mel? ¿Qué pasa? —Liam se levantó sobre su codo, con los ojos aún
medio cerrados.

—Nada. Lo siento, vuelve a dormir, —susurré, levantando las sábanas y


deslizando los pies a un lado.

Todavía podía sentir sus ojos sobre mí mientras caminaba hacia el baño.

Cerrando la puerta detrás de mí, dejé caer la pistola junto al lavabo antes
de acercarme y abrir el grifo.

—Respira. Sólo respira, —le susurré a mi reflejo mientras trataba de


sacudir las imágenes de mi mente.

Liam muerto.

Ethan muerto.
Wyatt muerto.

Dona muerta.

Sólo yo. Siempre sólo yo... el pensamiento me asustaba. Yo, que había
pasado casi toda mi vida sola, tenía miedo de estar sola. Justo cuando
me sentía... como un Callahan... por supuesto, mi padre aparecía en mi
mente para recordarme que era Giovanni antes que nada.

—Maldita sea, Orlando. Me has jodido de verdad. —Sonreí a pesar de


que no era para nada gracioso.

Después de lavarme la cara, volví a salir esperando ver a Liam en la


cama. En lugar de eso, estaba apoyado contra la pared del baño, con los
ojos cerrados y los brazos cruzados sobre su pecho desnudo.
Perezosamente, abrió los ojos y me miró, con las comisuras de la boca
hacia arriba.

—¿Estás bien? —preguntó.

Esta era la razón por la que tenía miedo de estar sola... desde que nos
casamos, desde que entré en su casa, nunca miró hacia otro lado, nunca
me dejó estar sola. Siempre me cubrió la espalda y por eso me apoyé en
él.

Era débil por él.

—¿Mel?

—Sí. —Tomé su mano—. Vayamos a la cama, tenemos mucho que hacer


mañana.

Gimió y me siguió hacia nuestra cama antes de saltar sobre mí


obligándonos a caer.

—Te amo. —Se rio cuando traté de sacudirme de sus brazos, pero me
abrazó más fuerte.

Suspirando, me di por vencida. —Te amo también.

Como siempre, se durmió con facilidad. Yo, en cambio, me quedé


acostada deslizando mi mano en su cabello, bien despierta y recordando
la regla número uno que mi padre siempre me había advertido.
Nunca te sientas cómoda porque sólo conoceré la paz el día que muera.
Capítulo 1
"Soy un americano, nacido en Chicago - Chicago, esa ciudad
sombría - el primero en llamar, el primero en admitirlo;
a veces un golpe inocente, a veces no tan inocente."
~ Saul Bellow ~

LIAM

Estaba en algún lugar en la encrucijada de estar cagado de miedo y


desesperadamente ansioso. Había visto muchas cosas a lo largo de mi
vida, y lo digo sabiendo muy bien que sólo tenía treinta y seis años. Pero
treinta y seis años en los años en la mafia tenían que ser el equivalente
a por lo menos sesenta años para la gente normal, más o menos. Sin
embargo, mirar a mi hijo, sentado tranquilamente a mi lado, con las
manos extendidas para arreglar la pajarita alrededor de su cuello cada
pocos minutos, seguía siendo muy extraño.

—Ethan. —No me molesté en enfrentarlo, revisando el correo electrónico


que Declan me había enviado, pero escuché como todo su cuerpo se
movía hacia mí.

—¿Sí, papá?

—¿Le pasa algo a tu pajarita?

Hizo una pausa antes de decir —Uhh... no lo creo.

—¿No lo crees? —Le eché un vistazo y me respondió rápidamente.


—No. No hay nada malo con mi pajarita.

—Entonces deja de moverla.

—Sí, Señor.

No estaba seguro de qué parte me confundió más, el hecho de ser padre


de un niño de nueve años y medio o el hecho de ser padre de un niño de
nueve años y medio que se veía completamente idéntico a mí, el mismo
cabello castaño rebelde, ojos verdes brillantes, incluso mi maldita nariz
y orejas, Ethan los tenía todos. Mi madre a veces lo llamaba por mi
nombre por accidente; incluso Neal y Declan habían empezado a llamarlo
Liam Jr.

Cada vez que lo hacían, él se ponía un poco más orgulloso y a cambio


eso me enorgullecía. Sin embargo, si quisiera que lo llamaran como yo,
le habrían puesto mi maldito nombre. Sólo había un Liam Callahan,
ahora y siempre. No pensaba esto por celos o por orgullo, me gané mi
nombre, mi Melody se ganó su nombre, así que él tendría que hacer lo
mismo... a partir de ahora.

—Señor, —Fedel asintió mientras salía del Rolls Royce. Fedel había
cambiado a lo largo de los años; la muerte de Monte le había afectado
mucho. Su cabello negro se había reducido considerablemente, su tono
de piel aceitunado se había aclarado un poco en todos los años que había
estado aquí, pero eso no era nada en comparación con su
comportamiento actual. No se arriesgaba con nadie, apenas hablaba a
menos que fuera necesario y había oscuridad en sus ojos con la que
estaba familiarizado. A dónde fui, él fue. Ahora era mi mano derecha;
italiano, irlandés, ya no importaba; estábamos más allá de eso.

—Glass Emperor Hotel, —leyó Ethan cuando salió a mi lado. Levantó el


cuello y miró fijamente el rascacielos plateado delante de nosotros.

Sin decir una palabra, me adelanté con Fedel y otros tres guardaespaldas
rodeándonos. Nadie nos habló al entrar, ni la anfitriona ni los valets, sólo
asintieron brevemente antes de continuar con lo que hacían para
ganarse la vida. Los que estaban en el vestíbulo de mármol estaban
confundidos pero se apartaron de nuestro camino como si fueran agua
y yo Moisés.

—Fuera, —dijo Fedel a la encargada del ascensor que le miraba fijamente


con los ojos abiertos.
—Yo... no puedo dejar mi puesto, —dijo tontamente.

Antes de que Fedel pudiera moverse, un hombre mayor con cabello gris-
negro... George, su etiqueta de identificación decía con la palabra
Gerente abajo... paso adelante. —Keri, es hora de tu descanso.

Levantó una ceja, pero no dijo nada y salió. Cuando lo hizo, el resto de
nosotros nos subimos.

—George... encuéntrale otro puesto, —dije. Su boca se abrió cuando las


puertas se cerraron en su cara y nos dirigimos a la suite del ático.

—¿Por qué hice eso? —Le pregunté a Ethan.

Pensó por un segundo. —¿Porque no escuchó?

—Peor... no sabía quién era yo, ahora nunca lo olvidará. —Si


simplemente no me escuchara, diría que fue valiente... estúpida, pero
valiente.

—Suite Presidencial, —la voz automatizada habló mientras las puertas


se abrían de nuevo. Los pisos de mármol color crema justo afuera de la
suite estaban tan pulidos que podía ver mi reflejo en ellos.

—Aún no, —dije cuando vi a Fedel meter la mano en su chaqueta. Una


sonrisa cruzó mis labios mientras caminaba hacia la música.

Uno de mis hombres caminó hacia la puerta, ya sacando la tarjeta


maestra para entrar.

—Llama primero, —dije. Las cejas de Fedel se arrugaron cuando se puso


de pie frente a Ethan y a mí, aunque, al igual como pensé, nadie se
molestó en responder. Claramente no podían ni siquiera escuchar por la
música; los guardias me miraron—. Nadie puede decir que no lo intenté.

En el momento en que la puerta se abrió, sentí como si me hubieran


golpeado con un muro de sonido. La música estaba tan alta que dolía.
Dentro, mujeres de todas las razas bailaban en los sofás, en las mesas
de billar, “vestidas” con tangas y sujetadores o nada en absoluto. A su
alrededor había juguetes, relojes y motocicletas nuevas y elegantes;
incluso tuvieron la audacia de bailar sobre el dinero que estaba por ahí...
mi dinero.
—¡Señoritas! —Dije cuando Fedel cortó la música—. Les doy un minuto
para que encuentren su ropa, agarren todo el dinero que puedan y se
vayan al diablo.

—¿Quién carajo eres? ¿Cómo entraste aquí? —Un asiático medio


borracho gritó mientras salía de atrás de la barra. Tenía el cabello negro
a la altura de los hombros, una cicatriz bajo su ojo izquierdo, y en cada
brazo había dos mujeres más. Uno por uno sus guardaespaldas salieron
adelante, algunos con el tatuaje de Tàiyáng en sus caras, otros en sus
cuellos o brazos.

—En mi defensa, llamé a la puerta, —dije mientras mis guardaespaldas


intentaban despejar la habitación. Sin embargo, estas mujeres eran
demasiado estúpidas o tenían demasiado miedo de moverse, lo que
demostraba que sabían quién era o que sabían en qué fiesta estaban y
cuál sería el resultado más probable de esto.

—Su minuto se ha acabado, salgan, —dijo Fedel.

—Les pregunté quiénes son. ¿Y cómo carajo entraron a mi edificio?

—¿Tu edificio? —Sonreí con eso—. Eres un niño, ¿Cómo puedes ser
dueño de algo?

Tiró su vaso y tomó el arma de su guardaespaldas para apuntarme.


Finalmente, las mujeres en la habitación gritaron, corriendo como ratas
desnudas fuera de la habitación.

—¿Nǐ zěnme kěyǐ? ¿Cómo te atreves a entrar en mi casa y hablar, joder?


¿Tienes alguna idea de quién soy? ¿De lo poderoso que soy? Yo, Tàiyáng
Ruò Jiàn...

Antes de que pudiera terminar, se estiró para agarrar su cuello y el arma


se le cayó de las manos. Cayó de rodillas a no menos de seis pasos de
mí, su cara se puso lentamente azul. Miró hacia atrás a sus guardias
para, lo que sólo podía suponer, ordenar que me mataran, pero uno por
uno cayó de rodillas.

—¿Cómo me atrevo? —Susurré y me agaché delante de él. Extendió la


mano para tocarme, pero Fedel le sujeto la mano. Sus ojos se
humedecieron con cada respiración profunda que intentó hacer.

—Vienes a mi ciudad, pones drogas malas en mis calles, follas en mi


hotel y preguntas ¿Quién soy?
Agarrándole el cuello, tiré de él y lo sujeté con más fuerza. —Debes tener
cuidado con las preguntas que haces Tàiyáng. Ruò. Jiàn. Porque no te
gustarán mis respuestas.

—Mi padre...

—Estás de rodillas, eso significa que estás a mis pies, ¿Te parece una
posición desde la cual puedes amenazarme? —Quería arrancarle la
maldita cabeza de los hombros por hacer que haga esto en el día de hoy
de todos los malditos días—. Le advertí a tu padre. Me aseguré de que
recibiera mi mensaje, mantén tus malditas drogas fuera de mi ciudad,
¿Y aún así qué encuentro? Tus drogas en mi ciudad. Ahora, ¿Qué se
supone que debo hacer sobre esto, Tàiyáng Ruò? Jiàn? Si no te mato,
parece que soy una perra, y como puedes ver mi hijo está aquí, así que
no puedo permitir eso. Si te mato, tendré que matar a mucha más gente
después. Personalmente, no me importa. Pero mi esposa es la
Gobernadora y su plan es escuelas más seguras, calles más seguras, y
todo eso.

—Por... favor...

Lo solté y cayó de espaldas, su cuerpo empezó a temblar. Me levanté y


asentí hacia Fedel, quien se agachó y abrió la boca del idiota para verter
el antídoto.

—Ethan.

—¿Sí, papá?, —preguntó, acercándose lentamente a mi lado.

Le entregué mi arma y la tomó sin dudarlo, apuntándole al hombre que


mis guardias estaban sosteniendo. La bravuconería que el hombre había
mostrado hace sólo unos minutos se estaba desvaneciendo, reemplazada
ahora por lágrimas.

—Por favor. Por favor. ¡No! Lo que quieras... te daré lo que quieras, —dijo
mientras sollozaba, escupiendo de sus labios—, Perdóname. Yuánliàng
wǒ! Yuánliàng wǒ!

—Ethan. —Cuando lo llamé, disparó, pero sus manos temblaban tanto


que falló por completo—. Felicidades, has matado una lámpara.

—Yo...
Le arrebaté el arma y disparé no una sino dos veces, ambas balas hacia
su entrepierna, con el cuerpo encogido, hasta que se desplomó mientras
gritaba por su padre. Sin hacerle caso, me volví hacia mi hijo mirándole
a los ojos.

—Gente como él, —asentí al tonto detrás de mí—, son la razón por la que
nunca debes estar orgulloso de ser llamado Liam Jr. sólo puedes estar
detrás de mí por un tiempo antes de que tengas que defenderte a ti
mismo. Es mejor que aprendas esto ahora antes de que termines como
él sangrando en el piso de un hotel, pidiendo a gritos que alguien más
salve su patética vida. ¿Me entiendes?

Su nariz se acampanó un poco, sus ojos se endurecieron, su puño se


apretó, pero asintió. —Nunca seré como él.

Lo he visto.

Lo mismo que mi padre vio en mí, lo vi ahora en él y no pude evitar


sentirme orgulloso de eso.

—Tàiyáng Ruò Jiàn, cuando tu padre te pregunte quién te hizo esto, dile
que, Liam Callahan, acepta sus disculpas por adelantado. Dile que si
tengo que volver a tratar con la familia Tàiyáng, no tendré piedad y
perderás tu otra cabeza, —dije mientras veía salir la sangre de él. Sollozó
y se acurrucó en una bola en el suelo.

—Señor, ya casi es la hora, —me recordó Fedel.

Suspirando, asentí, dirigiéndome ya hacia las puertas con Ethan a mi


lado. Lo mire por un momento, tenía el ceño fruncido y los labios hacia
abajo, pero no dijo nada hasta que estuvimos de nuevo en el pasillo.

—¿Tío Declan? —Ethan dijo con una sonrisa. Corrió hacia el hombre que
estaba vestido con un traje oscuro ajustado, camisa y corbata negra. Su
cabello castaño oscuro estaba muy corto a los lados y más largo en la
parte superior, con el estilo de quien podría adivinar era de Coraline. De
ninguna manera se esforzaría en venir aquí si nuestra familia no tuviera
que hacerlo. —Tío, ¿Por qué no llevas pajarita?

—Porque al parecer él y la Parca comparten un estrecho vínculo, —


respondí por él.
Se rio y despeinó el cabello a Ethan. —Desafortunadamente, no todos
nosotros podemos tener el aspecto de James Bond tan bien como tu
padre, Ethan.

La comisura de mis labios apareció con una sonrisa. —Bueno, al menos


lo sabes.

Puso los ojos en blanco, la sonrisa de su cara se desvaneció cuando se


concentró en la puerta detrás de mí. —¿Todo bien?

No respondí y me subí al ascensor cuando llegó. Cuando Ethan se movió


para entrar, saqué la mano y sacudí la cabeza. —Tu trabajo ahora es ir
con tu tío y ponerle al corriente antes de que empiece la cena. Puedo
contar contigo, ¿No?

—¡SÍ! —Se paró más derecho y asintió tan seriamente que quise reírme.
Una sonrisa se extendió por los labios de Declan y sus ojos se
encontraron con los míos. Sabía exactamente lo que pasaba por su
mente y estaba seguro de que él también sabía lo que había en la mía.

El viaje a la suite del ático fue corto. Los dos hombres que estaban en la
entrada no dijeron una palabra, sólo me abrieron la habitación de la
suite. Me importaba una mierda lo bien que se veía la habitación o lo
bien que estaba la vista. En el momento en que la vi, luciendo un
pecaminoso vestido largo de color crema que abrazaba cada una de sus
curvas y colgaba de sus hombros, exponiendo la parte superior de su
espalda, nada más importaba. Estaba de pie en la terraza, mirando la
ciudad. Antes de que me diera cuenta, estaba detrás de ella, moviéndole
el cabello a un lado con una mano y agarrándole la cintura con la otra,
besándole el cuello.

—Cuidado, —dijo—, mi marido llegará pronto.

Besándole nuevamente el cuello, le mordí la parte superior de la oreja y


le susurré, —No me empujes, Melody. No estoy por encima de subir este
vestido y follarte delante de todo Chicago.

—Ahh... —Se quejó cuando le agarré los pechos, los dos frustrados por
la cantidad de tela entre la palma de mi mano y su piel. Ya estaba duro
para ella y la forma en que presionó contra mí, estoy seguro de que lo
sabía.

—Liam... no podemos... ahora.


Maldita sea.

Respirando profundamente, la solté y se agarró a la barandilla de delante


e inclinó la cabeza hacia atrás.

—14 días, 3 horas, 20 minutos y corriendo, creo que hemos batido


nuestro récord. —Se volvió hacia mí apoyándose en la barandilla, con
una creciente sonrisa en su rostro.

—No tener tiempo para tener sexo no es un récord que quiera romper. —
Fruncí el ceño y puse mis manos a ambos lados de ella. Dos semanas.
Dos semanas olvidadas de Dios, que era el tiempo que había pasado
desde que tuve sexo y estaba empezando a perder mi maldita mente.
Entre nuestros “trabajos” y nuestros hijos, no teníamos tiempo. Antes,
siempre hacíamos tiempo... no importaba lo que pasara—. Actuar como
un adulto y ser razonable no hace más que proporcionarme bolas azules.
Soy demasiado sexy para sufrir de bolas azules.

Se rio, libre y abiertamente, una risa reservada para nuestros hijos y


para mí. —No diría nada. Por lo que he oído, el Sombrerero Loco es tan
aterrador como siempre. Mientras tanto, Sangrienta Melody está
atascada en la burocracia, y lentamente pierde la maldita cabeza.

—Honestamente nena, me importa un carajo ahora mismo, —dije y su


ceja se movió en señal de molestia—. Porque todo lo que quiero oír es
nuestra cama golpeando contra la pared, tú gimiendo debajo de mí y mi
corazón acelerado mientras te golpeo con mi polla una y otra vez.

Sus ojos marrones se llenaron de lujuria. —Alguien confía mucho en sus


habilidades.

—Bueno, sigues volviendo por más, así que ¿Cómo no voy a estarlo?

—Entonces esta noche será mejor que sea exactamente como lo describe,
Sr. Callahan.

Al acariciar una de su mejilla, no pude apartar la vista de sus labios. —


¿O qué hará, Sra. Callahan? Me quieres tanto como yo a ti, apuesto a
que te estás mojando ahora mismo.

Me miró, pero no lo negó. En cambio, apartó mi mano de su cara y


cambió de tema. —¿Qué le pasó a nuestro invitado en la suite
presidencial?
—Fue tratado de una manera muy poco presidencial, pero vive, —dije, y
no pude dejar de mirar a lo largo de su cuerpo.

Veinte minutos... todo lo que necesitábamos era un buen...

—Y... —Me agarró la barbilla y me levantó la cabeza para que me


encontrara con su mirada—. ¿Qué dijo?

—Lloró por su padre como una perra. Supongo que vino aquí para
demostrarle a su padre y al resto de la tríada que tenía pelotas... se las
quité.

—Todo en mí dice que lo matemos, Liam. Matarlos a todos ahora antes


de que esto se intensifique. —Dijo y cruzó los brazos sobre su pecho,
empujándolos hacia arriba, obviamente para torturarme. Dios. Después
de todos estos años, todavía era adicto a ella—. Hemos pasado mucho
tiempo construyendo lentamente un equilibrio, Liam... nunca
podremos...

—Lo sé, —dije en serio. Besé su frente antes de apoyar la mía en la


suya—. Y si algo se nos opone, haremos lo que siempre hemos hecho.

—¿Pelear?

—Ganar.
Capítulo 2
"Seguimos pensando que un hombre poderoso es un líder
nato y una mujer poderosa es una anomalía".
~ Margaret Atwood ~

MELODY

A los dieciocho años, me convertí en la primera mujer Jefe de la Mafia


Italiana y hasta el día de hoy todavía puedo recordar, el shock, el horror,
el asco en sus caras. ¿Cómo se atreve una mujer a intentar liderarlos?
No era posible. No era plausible y a sus ojos, era un pecado. No sabía
cuál era mi lugar. Así que uno por uno, enviaron hombres tras de mí, o
trajeron hombres para reemplazarme y uno por uno, los derribé. No
perdoné a nadie. Sin piedad. No tuve miedo. Sólo la muerte. No sólo a
ellos o a los que los enviaron, sino a sus familias, a sus vecinos e incluso
a sus carteros. No sólo los maté, sino que los borré de la faz de la tierra
como una lección para el próximo hijo de puta que pensara que podía
enfrentarse a mí. Fue una lección aprendida muy rápidamente.

A los veinticuatro años, me casé con el siguiente Jefe, el Ceann na


Conairte, de la mafia irlandesa, Liam Alec Callahan. Los italianos y los
irlandeses eran como el agua y el aceite. Nuestras familias habían estado
en guerra entre sí desde que sus gruñones asnos se bajaron del barco en
la década de 1850. Decir que nuestro primer encuentro fue cualquier
cosa menos amor a primera vista sería una declaración comprensible. Le
disparé. Le disparé un par de veces en nuestro matrimonio, para ser
honesta. Tengo costillas magulladas, dedos rotos y he escupido sangre
de mis labios en mis batallas con él. Era igual que el resto de ellos. Vio
mis pechos y por alguna razón pensó que no era capaz. Pero también
aprendió.

Ahora, a los 33 años, soy la mujer más poderosa del maldito estado.

—Damas y caballeros, sin más preámbulos, por favor únanse a mí para


dar la bienvenida a mi amiga personal y a nuestra Gobernadora, Melody
Nicci Giovanni Callahan, —dijo el Alcalde al micrófono. Su cuerpo se giró
hacia mí mientras él y el resto de los invitados aplaudían.

Liam se levantó como yo, besándome rápidamente antes de que subiera


al podio en el centro del escenario.

—No tengo amigos, Benjamin. Deberías recordarlo. —Susurré al oído del


viejo mientras me felicitaba, agarrándome con más fuerza a su mano.
Sonrió para las cámaras, pero en sus ojos azules, vi una mezcla de miedo
y odio, algo a lo que no sólo estaba acostumbrada sino también orgullosa.
Benjamin Weston, la serpiente larguirucha de cincuenta y siete años de
edad con cabello blanco, que intentó mover cielo y tierra para asegurarse
de que no fuera reelegida.

De pie detrás del podio, no podía dejar de lado la ironía. Nuestros


enemigos, la policía, estaban siendo alimentados por nuestras propias
manos ahora. Mientras tanto, Liam y yo fuimos quienes los condujimos
hasta este edificio para empezar.

Parece que ellos también han aprendido la lección.

—Hace cinco años, —hablé por el micrófono—, la gente de este gran


estado me eligió como su Gobernadora con la esperanza de que un estado
mejor y más seguro estuviera en su futuro. Hoy, con la ayuda de
Organizadores Comunitarios, Congresistas de ambos partidos, la oficina
del Alcalde y su personal, junto con el Departamento de Policía de
Chicago, por fin estamos viendo ese futuro. Desde el principio, entendí
que la clave para una mejor sociedad siempre ha sido la seguridad de su
gente, esta seguridad sólo podía lograrse con el apoyo de nuestros
hermanos y hermanas de uniforme, que ponen sus vidas en riesgo todos
los días, no sólo en Chicago sino en todo Illinois. Por eso aprobé el
proyecto de Ley Romano, que no sólo aumentaba la paga de los policías
sino también la de todos los demás funcionarios. Además de eso, hemos
proporcionado mejores beneficios de salud para ellos y sus familias. Al
hacerlo, el número de funcionarios se ha duplicado en los últimos cinco
años, pero lo mejor de todo es que la tasa de criminalidad en todo Illinois
ha disminuido en un 60%. Es un gran honor que dé la bienvenida a los
representantes de las fuerzas policiales de todo el estado aquí esta noche
para celebrar. Gracias a todos por su servicio.

Retrocediendo, aplaudí junto con todos los demás antes de pasar a tomar
fotos con el Alcalde Weston, su esposa y varios Comisionados de Policía
de todo el estado. Como siempre, Liam estaba a mi lado, pero me di
cuenta de que no podía esperar para irse.

—Tu mayor admirador está tratando de llamar tu atención, —me susurró


al oído.

No lo entendí. —¿Quién?

Una pequeña sonrisa se extendió por su cara mientras asentía a la mesa


familiar y, por supuesto, estaba mi Ethan, vestido con una pajarita y una
chaqueta de traje de solapa de satén de Ralph Lauren. Me sonrió
brillantemente, levantándome los pulgares. Le guiñé un ojo y miré hacia
las cámaras mientras más gente se acercaba a nuestro lado.

—¿Lo trajiste contigo para ver a Tàiyáng? —Le pregunte a Liam


tranquilamente con una sonrisa.

—Sí, —dijo severamente, dándome un suave apretón de la cintura—. Y


lo hizo bien. Mejor que...

—Deberías habérmelo dicho.

—Acabo de hacerlo.

En eso, me gire para enfrentarlo, sin embargo, no me devolvió la mirada.


Sólo sonrió para las cámaras diciendo —Sonríe, cariño, pensarán que
estamos discutiendo.

Parece que íbamos a pelear esta noche.


Asentí hacia Mina, que estaba usando un largo vestido lavanda con gris.
Se levantó y dijo, —Muchas gracias, Señoras y Señores, la Gobernadora
y nuestra familia esperan que disfruten de la velada.

—¿Tiene la Gobernadora...?

—Esta noche es para celebrar los esfuerzos unidos de nuestros hombres


y mujeres de uniforme, y nada más. Gracias de nuevo. —Sonrió y me
indicó con la cabeza.
Quitando la mano de Liam, para su disgusto, me acerqué a Ethan, que
estaba entre Declan y Neal. Se rieron de algo con Neal. La diferencia de
altura entre ellos era divertidísima, pero aún más divertido era lo mucho
más maduro que Ethan intentaba ser delante de sus tíos.

—Mio bel leoncino,7 —le llamé, con las manos extendidas.

—Mamm. —Se quejó con el ceño fruncido por mi apodo, pero me acerqué
para darle un abrazo.

—No me digas Mamm, —le dije, ahuecando sus mejillas y forzándolo a


mirarme—, porque puedo pensar en algo mucho más vergonzoso.

Sus ojos verdes se abrieron de par en par. —Leoncino es bueno.

—Me lo imaginaba. ¿Ahora de qué se ríen tus tíos y tú?

Ethan y Neal compartieron una mirada antes de decir —Cosas de


hombres.

Sentí que mi ceja se elevaba ante su alianza, y luego me volví para ver a
Declan poniendo su teléfono en su bolsillo de la solapa.

—Se estaban riendo de la imitación que Ethan hizo de nuestro invitado


anterior, —confesó Declan, haciendo que Ethan abriera la boca.

—¡Tío!

Declan luchó por mantener una mirada engreída en su cara.


—¿Qué? Mi Jefa pidió una respuesta y respondí.

Cruzó los brazos frunciendo el ceño. —Papá es el Jefe.

—Ethan. —Liam se levantó, se elevó sobre él y una vez más Ethan se


puso de pie.

Dos emociones corrieron por mis venas en el momento en que dijo esas
cuatro pequeñas palabras... la rabia y el dolor. No era mucho, pero
estaba ahí. Sonriendo, sólo le acaricié el cabello.

Mio bel leoncino1 —Mi lindo leoncito 7


—Bien, papá es el Jefe, —dije y los vi a todos, Liam, Declan y Neal
compartieron una mirada en respuesta—. Vamos, ya se ha pasado la
hora de dormir. ¿Fedel?

Se adelantó. —El auto ya está en la parte delantera.

—Deberíamos irnos. Cora y Evelyn deben estar exhaustas de lidiar con


todos los niños, —les dije antes de alcanzar la mano de Ethan. Me miró
fijamente con los ojos abiertos, tratando de decirme que no lo hiciera.

Bien.

Forzando otra maldita sonrisa que no quería hacer, me aparté de ellos


mientras Mina se dirigía de nuevo hacia nosotros, sus cejas arrugadas
mientras intenta leer mi expresión facial. Sacudiendo mi cabeza hacia
ella, le quité mi cartera de la mano junto con mi teléfono.

—¿Mel?

—Baño. Te veré en el auto, —dije sin molestarme en mirar atrás,


sabiendo que mi equipo de seguridad ya estaba siguiéndome
discretamente.

Fue un paseo mucho más largo de lo necesario desde nuestra mesa hasta
el baño. Cada dos pasos, la gente seguía apareciendo frente a mi cara,
empujando mi restricción al máximo. Pensé que finalmente había
escapado de ellos, cuando empujé la puerta de madera y pisé los azulejos
de mármol del baño, pero allí mismo, en el lavabo, vestida con su
uniforme de hotel, había una rubia llorando.

Por el amor de Dios.

Suspirando, la ignoré y puse mi bolso en el mostrador, quitándome los


anillos para lavarme las manos.

No me hables.

No me hables.

Ni siquiera pienses en hablarme.

—Perdón por todo el llanto...

No me jodas.
—Está bien, no me importa de cualquier manera, —dije y agarré mi lápiz
labial.

—¡Esta ciudad! —Inhaló bruscamente, con los puños apretado a sus


lados hasta que finalmente golpeó los mostradores negros—. ¿Por qué
todos aquí son tan fríos? No lo entiendo. ¡Llevo aquí un mes y todo el
mundo es horrible y miserable! Es como si la gente más negativa del
planeta hubiera decidido mudarse a Chicago y vivir.

—Entonces vete, —dije con calma, finalmente enfrentándola.

—¿Qué?

—Empaca tu mierda. Súbete al próximo autobús a cualquier lugar no


me importa un carajo y quédate allí, en vez de quejarte con gente que no
te conoce, ni quiere hacerlo, en los baños de un hotel de cinco estrellas,
—respondí. Me puse los anillos de nuevo, dejé caer mi lápiz labial en mi
cartera y me di la vuelta para irme antes de que me arruinara aún más
el humor.

Me dirigí hacía la puerta antes de recordar algo. —Si las personas más
negativas del planeta se han mudado a Chicago, ¿Qué dice eso de ti? Si
no puedes estar aquí, no es culpa de nadie más que tuya.

Se quedó allí como una estatua congelada en su propia hipocresía.

—¿Señora? —Huston Murphy, mi Jefe de Seguridad, se puso a mi lado,


mirando por encima de mi hombro a la puerta—. Oímos gritos...

—Estoy bien. ¿Qué te dije, Murphy? No soy como los antiguos


gobernadores, y no es necesario que te quedes ahí, especialmente en
situaciones de uno a uno, —dije. En momentos como éste, deseaba tener
a Fedel y a Monte a mi lado. Desde que me convertí en Gobernadora,
todos los de mi equipo necesitaban estar limpios hasta el punto de ser
molestos.

Como el chico americano Huston Murphy, 31, un marine condecorado y


ganador de la Medalla de Honor, nacido y criado en Chicago, cabello
negro, ojos azules y 1,80 m de altura. También fue elegido como el más
popular en la escuela secundaria. Sin arrestos, sin multas, sólo unos
pocos préstamos estudiantiles sin pagar. Cuando su expediente llegó a
mi escritorio hace dos meses, quise destruirlo. Cualquiera con ese
historial limpio tenía algún secreto. No le confiaba mis zapatos, y mucho
menos mi vida. Sin embargo, Mina insistió.

—Señora, su familia se dirige a los autos, —me dijo.

Señora.

Señora.

Señora.

Cuanto más lo decía, más escuchaba la voz de Ethan en mi cabeza


diciendo Papá es el Jefe. Pasé doce horas empujando su cabeza peluda
y luego va, me apuñala en el puto corazón.

—Señora...

—Gobernadora. ¡Llámame Gobernadora!


LIAM
Cuando se fue, tanto Neal como Declan se estremecieron ante la
perspectiva de lo que sólo sería una gran pelea esta noche. Estaba
parcialmente emocionado, pero luego recordé la mirada en sus ojos
mientras Ethan hablaba.

Agarrándolo por la pajarita, me agaché justo delante de él.

—¿Papá?

—Escucha con atención, —dije en serio y esperé. Frunciendo el ceño hizo


lo que le pedí—. Para todos los que conoces, soy el Jefe, el Ceann na
Conairte, Don. Sólo hay una persona viva que es la excepción a esto y es
tu madre. La razón es que ella es la Jefa, la Ceann na Conairte, Don.
Todo lo que soy, ella lo es. Decir algo menos que eso es un insulto. ¿Está
claro?

Pude ver que parecía herido y confundido, pero asintió. Su cabeza bajó.
Me levanté y puse mi mano en su cabeza, frotando la parte de atrás
cuando dejó caer sus manos.

—Ethan, ¿Quieres caminar conmigo y esperar a tu madre? —Mina


preguntó con una sonrisa. Asintió y se acercó a su izquierda, y como
siempre Neal se puso un poco delante de ella como si fuera a protegerla
con su cuerpo. Lo había estado haciendo por tanto tiempo que no creo
que se haya dado cuenta.

—Si Mel estuviera cerca para escuchar ese pequeño discurso, —dijo
Declan a mi lado.

—Ni siquiera eso me ayudaría. Necesita conseguir unos cuantos golpes


en mí primero. —Una vez que Ethan lo dijo, no había vuelta atrás.
Además, aparte de llevarlo al "trabajo"... esta noche no iba a ir del todo
como estaba planeado. Podía sentirlo. Maldita sea.

—Mira el lado positivo, —dijo cuando subimos al ascensor.

—¿Qué hay de positivo en los disparos?

Se rio y se apoyó en los cristales. —Después de todos estos años, se le


acabaron los lugares para no dispararte letalmente.
Neal se rio a carcajadas haciendo que Mina le diera un codazo en las
costillas, pero eso no lo detuvo.

—Que los jodan a los dos, —murmuré en voz baja. Las puertas se
abrieron de nuevo y estábamos en el lobby de color crema con dorado
del hotel. Frente a nosotros, otro par de ascensores se abrieron y aunque
sabía que estaba enojada conmigo, no pude evitar que se formara una
pequeña sonrisa en mis labios cuando salió, un ejército de trajes negros
detrás de ella.

Era tan impresionante; nadie podía apartar la vista de ella, sus ojos
estaban llenos de lujuria, celos, respeto y miedo. Entraba en una
habitación y ordenaba todo con una sola mirada. Su lugar estaba a mi
lado, pero en vez de venir a mí, se acercó y puso sus brazos sobre los
hombros de nuestro hijo, sin dirigirme una sola mirada.

—Parece que vamos a pelear esta noche, —murmuré para mí mismo, mi


mandíbula se tensó. Los dos payasos a mi lado sonrieron.

—Así que...

—No provoques que te haga daño, —le dije a Declan. Caminando hasta
su lado, le envolví el brazo alrededor de la cintura.

Sus ojos marrones se centraron en mí, con la ceja levantada. Llevábamos


tanto tiempo casados que me di cuenta de lo que pensaba —¿De verdad
vas a tocarme cuando sabes que estoy enfadada contigo?

Le sonreí y le guiñé un ojo. Su nariz se encendió porque sabía lo que


quería decir. —Sí, sé lo que estoy haciendo. Supéralo, cariño.

—¿No estás cansado? —Me ignoró y se concentró en Ethan mientras


caminábamos hacia el auto.

—No. —Bostezó y se inclinó hacia ella.

—Bien, muchachote, —le respondí.

—Realmente no estoy cansado.

—Te creo, —dijo, temblando ante el cambio instantáneo de temperatura.


Era sólo marzo y sin embargo se sentía como noviembre esta noche.
—Jefe, —Fedel asintió y nos abrió la puerta. Ethan entró primero,
seguido por Mel y luego por mí.

En el momento en que las puertas se cerraron, Ethan apoyó su cabeza


de un lado.

—No estoy cansado, —murmuró suavemente.

—Te creo, —dijo suavemente, volviendo a besarle la frente mientras


cerraba los ojos—. Mio bel leoncino significhi tutto per me2.

—¿Y su padre? —Le pregunté—. Si él significa todo para ti, ¿Qué me


pasará a mí?

—¿Estás celoso de tu hijo?, —preguntó, sin molestarse en mirarme, sus


ojos sólo se fijaron en él.

—Sí.

Su cabeza se giró rápidamente hacia mí como si no esperara que lo


admitiera. Extendiendo la mano, le acomode el cabello detrás de la oreja,
acercándome le susurre. —Me encanta verte como madre, eres
impresionante. Pero Sei il grande amore della mia vita. Il mio cuore è solo
tuo Senza di te la vita non ha più senso. (Eres el amor de mi vida. Mi
corazón es tuyo. Sin ti, la vida no tiene sentido.) Así que nunca apartes
la vista de mí por mucho tiempo.

Le besé la mejilla. Me miró fijamente, pero no dijo nada y se inclinó hacia


atrás en el asiento.

Cerré los ojos e intenté relajarme, pero sólo unos segundos después el
auto se detuvo y estábamos a las puertas de la mansión.

A lo largo de los años, la habíamos ampliado para hacer sitio a los nuevos
miembros de nuestra familia. Regla Cinco Una familia. Un techo. Sí,
aunque ahora vivíamos básicamente en un palacio, algunos días se
sentía abarrotado.

—Lo tengo, —le dije. Salí del auto y me acerqué al otro lado para
levantarlo del asiento.

2
Mio bel leoncino significhi tutto per me: Mi lindo leoncito significas todo para mí.
Sus brazos serpentearon alrededor de mi cuello. No puedo creer lo
grande que se está haciendo.

—Buenas noches, Señor, Señora, —nos dijo nuestro mayordomo cuando


entramos—. La señora Coraline ya ha acostado a Wyatt y a Donatella,
pero querían esperarlos.

—Iré con ellos ahora, —dijo Melody y besó la mejilla de Ethan antes de
subir las escaleras.

—O'Phelan, ¿Algo digno de mención sucedió en nuestra ausencia? —


Pregunté.

—No, Señor. Entre su madre y la Sra. Coraline, fue una velada informal.
Hornearon pastelitos, pasaron un tiempo afuera antes de ver una
película con palomitas de maíz en la sala de cine. La mayoría se durmió
después de eso.

—Buen trabajo. Eso es todo por esta noche.

—Por supuesto, Señor. Buenas noches.

La habitación de Ethan estaba a sólo dos puertas de la nuestra, en el ala


oeste, con una puerta que conectaba con la habitación de su hermano.
Era enorme, según las órdenes de Melody, el suelo cubierto de alfombras
de color crema suave, paneles de madera de cerezo en las paredes, y la
mejor vista del patio trasero con el horizonte de Chicago en la distancia.
Su cama era mucho más grande de lo que necesitaba y cuando lo acosté,
rodó hacia el centro. Le quité la pajarita y los zapatos, se agitó cuando lo
senté, le quité la chaqueta y los pantalones.

—Ethan, tienes que cambiarte, —le dije cuando sus ojos se abrieron.

Hizo una cara antes de levantar el edredón y arrastrarse por debajo sólo
con su bóxer. Se volvió a dormir.

—Por tu culpa, mi noche está arruinada y aun así duermes como un


bebé, —murmuré mientras le besaba la cabeza—. Duerme bien.

Pasando a la puerta que conectaba con la habitación de Wyatt y


Donatella, apagué la luz de su habitación, dejando la puerta sólo
parcialmente cerrada.

—¿Papá?
Donatella se sentó frotándose los ojos.

—Shh, —susurré y me acerqué a su cama rosada. Su cabello castaño


era un completo desastre alrededor de su dulce cara—. ¿Qué haces
levantada, princesa?

No respondió, sólo me rodeó con sus pequeñas manos cuando estuve lo


suficientemente cerca. Cerrando los ojos por un segundo, la abracé y le
di suaves palmaditas en el cabello.

—Vamos, a la cama, —le susurré—. Las chicas guapas necesitan dormir


para mantenerse guapas.

—Te quiero mucho, —dijo con un bostezo.

—Te quiero más, —dije y besé el espacio entre sus cejas—. Duerme bien.

Me acerqué a Wyatt, que estaba roncando suavemente y había apartado


su manta cuando se movió. De todos mis hijos, siempre era el más
expresivo cuando dormía, haciendo caras. Incluso hablaba en sueños a
veces. Si Dona lo escuchaba, se burlaba de él al día siguiente. Odiaba
cuando lo hacía, pero nunca pidió su propia habitación y ella tampoco.

—Duerme bien, —le dije y le besé la parte superior de la cabeza.

Cuando abrí la puerta que conectaba con nuestra habitación, me


preparé, cerrándola nuevamente. Nuestra habitación estaba
insonorizada, nunca oirían si no abrían la puerta.

—Cremallera, —dijo Mel y me dio la espalda. Parecía relativamente


tranquila...

¿Esto es bueno o malo? ¿Lo superó? ¿O no quería arruinar su vestido? No


pude evitar preguntarme mientras bajaba la cremallera exponiendo su
hermosa espalda piel de olivo.

Dejó que cayera al suelo y salió de el, dejando al descubierto un sujetador


de encaje negro y... eso es todo.

No me jodas.

Mis ojos viajaron a lo largo de su cuerpo. A lo largo de los años, la había


visto cambiar, estaba tan en forma como siempre y se había quitado la
mayoría de las estrías de su cuerpo excepto algunas en el lado izquierdo
del estómago. Decía que darme a mis hijos era una batalla de la que
quería tener cicatrices.

—¿Qué te pasa? —Se detuvo en el centro de nuestra habitación mientras


se quitaba los pendientes. Mi ceja se levantó a eso.

¿No hay armas? ¿Nada de maldiciones? ¿Ni siquiera una mirada? Todo
estaba mal.

—Nada, —respondí y me quité la corbata. Cuando entró en su armario,


me acerqué a su mesa lateral y rápidamente saqué las balas de su
pistola. Luego pasé a la que está debajo de la almohada, a la que está
atada al cabecero, a la que está detrás de la cómoda y a la que está debajo
de la cama.

—Mañana, ¿Vas a estar con nosotros en la colecta de alimentos después


de la iglesia? —hablo desde el baño.

Tirando la pistola debajo de la cama me puse de pie más recto. —Sí, ¿Por
qué no lo haría?

Sin respuesta. ¿Qué estaba haciendo ahí?

Maldita sea. Esto era más estresante que el hecho de que fuera
heterosexual y se peleara conmigo.

A la mierda. Me quité los zapatos y me fui a mi armario. Me desnudé y


me puse un pantalón de pijama negro, pasándome la mano por el cabello
mientras me unía a ella en el baño.

Sus ojos se encontraron con los míos en el espejo del baño, un cepillo de
dientes en su mano y una bata de seda cubriéndola.

—¿No hay armas esta noche? —Le pregunté mientras tomaba la pasta
de dientes.

Curvando un poco la boca, sacudió su cabeza. —Tenemos un día muy


ocupado mañana y mi marido no puede aparecer con un ojo morado.
Además, creo que sabes lo enojada que estoy. Eso es suficiente.

—Mírate siendo toda madura, —sonreí mientras me lavaba los dientes.

—¡No me empujes! —respondió bruscamente y se fue.


Inclinándome hacia atrás, miré su trasero mientras se iba. —¿Qué hay
de nuestros otros planes para la noche?

—Puse loción junto a tu fregadero... diviértete.

Miré hacia abajo y, por supuesto, allí estaba con una caja de pañuelos.

Después de enjuagarme la boca con su enjuague bucal, la seguí. Cuando


volví a la habitación, ya estaba en la cama.

—Mel, no nos vamos a la cama enfadados el uno con el otro, —le recordé
mientras me movía a mi lado de la cama.

No me respondió.

—Bien. Esperaré, —dije. Acomodé la almohada detrás de mí y me senté


contra el cabecero.

Una vez más, no dijo nada y apagó las luces. La única fuente de luz era
de la luna azul grisácea que entraba por la ventana.

Esto era ridículo. —Lo tomé hoy porque estaba listo. No estaba en
peligro, ni yo...

Me congelé cuando sentí el calor en mi garganta. Alargando la mano, me


toqué la piel mientras una gota de sudor rodaba por mi cara.

No lo hizo.

—Ahh... —Siseé a la quemadura. Cuando la miré, me estaba mirando


fijamente, apoyando la cabeza en su mano con una sonrisa maliciosa en
sus labios.

—Deberías saber que no debes cruzarte conmigo a estas alturas, cariño.

—Tú... joder... una... perra... Ahh.


Capítulo 3
"No hay nada que te haga más loco que la familia.
O más feliz. O más exasperado. O más... seguro".
~ Jim Butcher ~

DECLAN

—¿Hiciste qué?

Se volvió hacia mí mientras decía casualmente —Melody me pidió que


envenenara el enjuague bucal de Liam antes de que volvieran a casa.
¿Qué hizo él?

Mi boca se abrió y por alguna razón, mi mente no pudo procesar esto.


Espera. —¿Ayudas a Melody a envenenar a mi hermano y me preguntas
qué hizo mal?

—Tú y yo sabemos que Melody ama a Liam más que a nada en este
mundo. Lo está torturando un poco... porque otra vez debe haberla
cagado. Entonces, ¿Qué hizo? —Se acercó a mí y me empujó al borde de
la cama mientras me quitaba la corbata. Agarré su cintura.

Tenía razón. Pero aún así. —Nunca ha sido del tipo de envenenamiento.
Esperaba que le diera con un bate en las costillas o algo así.

—Sí, porque eso es más civilizado. —Se rio mientras me desabrochaba


la camisa. Me encantaba cuando se reía; su nariz se levantaba y sus ojos
marrones brillaban. Acercándola a mí, nos hice rodar a los dos sobre la
cama.

—Te he echado de menos esta noche. Todos tenían a sus esposas a su


lado y, mientras tanto, estaba rodeado de policías de mierda y Ethan,
que se parece tanto a Liam, es algo aterrador, —le dije y se acercó para
rozarme el cabello.

—Alguien tiene que mantener el fuerte firme. Y además, tú sobreviviste,


¿No es así?

Puse los ojos en blanco. —Se supone que debes decir que también me
extrañaste, Cora.

—¿Lo hice? Honestamente, estaba tan ocupada con todo el mundo que...

Agarrándole la muñeca, me puse encima de ella y sujeté sus manos por


encima de su cabeza. Su cabello castaño oscuro cayó en ondas sobre sus
hombros. La gravedad empujó sus pechos hacia arriba, y besé la parte
superior de ambos.

—Declan...

—Di que me has echado de menos, —dije por encima de ella.

—Oblígame, cariño.

—Con gusto... —Los dos hicimos una pausa cuando oímos sonar el
monitor del bebé—. Maldición.

Suspirando, me bajé de la cama, la ayudé a levantarse y me besó los


labios suavemente. —Vuelvo enseguida.

Se movió a mi alrededor, hacia la guardería de Darcy. Sólo tenía dos años


y aún así era un experto en bloquearme la polla. Tomando el pantalón
de pijama de algodón que había traído, me cambié y puse mi teléfono y
mi cartera en la mesita de noche antes de seguirla a la guardería. Darcy
estaba muy despierto. La sonrisa en su cara y la forma en que sus ojos
verdes avellana miraban a su madre eran contagiosas. Moviéndome
hacia ellos, le tendí la mano y me miró fijamente antes de intentar
agarrarme la nariz, como siempre hacía.
Besé la punta de sus dedos de color marrón claro diciendo —Tú y yo
vamos a tener que trabajar en su momento. Papá estaba a punto de...
¡Ahh! —Cora me dio un puñetazo en el costado—. No puede entenderme.

—Eso no lo sabes. —Cruzó sus brazos—. Por lo que sabemos, Ethan se


parece tanto a Liam porque todos hablaban de su trabajo delante de él
cuando era un bebé.

—Es como Liam porque se parece a Liam. Podría haber nacido sordo y
seguir siendo igual. Hoy se fue a trabajar con Liam...

—¿Él? ¿Qué? ¿Lo sabe Melody?

—Ahora sí.

—Eso explica el veneno, —murmuró, pasando sus manos por el grueso


cabello rizado de Darcy. Cuando nació, su cabello se veía casi rubio,
incluso su piel era muy clara, pero con cada día que pasaba, le daba un
poco más de color. Era tan guapo como su madre y también tiene su
sonrisa. Helen, nuestra hija, aunque es adoptada, se parece a mí.
Siempre estaba rompiendo cosas y destrozándolas para ver cómo
funcionaban.

—Escuché que Helen desarmó tu portátil. —Pregunté en voz baja,


tratando de no sonreír.

Suspiró como si no pudiera encontrar las palabras para decir.

—Cariño, pareces exhausta, ve a acostarte. Ya lo tengo.

—Pero...

—Tiempo de unión padre-hijo. Darcy, dile buenas noches a mamá. —Lo


sostuve con un brazo y la empujé hacia la puerta con el otro.

—Me voy. Me voy. —Se rio, besándonos a los dos antes de irse. Cuando
me senté en la mecedora con él en el pecho, no pude evitar sacudir la
cabeza... ¿Qué nos había pasado a todos?

Los grandes y malos Callahan, todos a merced de sus hijos. Era una
locura...

—Disculpa, —le dije cuando eructó...


...era la perfección.

Sin embargo, estaba nervioso... cuanto más durara nuestra paz, más
difícil sería si algo pasara y siempre pasaba algo con esta familia.

NEAL
Estaba casado con la adicta al trabajo más hermosa del mundo.

Después de mirar a nuestros hijos, corrió a nuestra habitación y se dejó


caer en el sofá, con su vestido enrollándose a su alrededor. Escribía en
su portátil, con tres smartphones diferentes a su lado. A lo largo de los
años, me di cuenta de que tenía algunos hábitos. La primera eran sus
labios rosados; cuando estaba excitada o nerviosa, pero intentaba
calmarse, mordía la esquina de los mismos. El segundo era su cabello
negro, que siempre se llevaba detrás de las orejas cuando no estaba
segura de qué hacer o decir. La tercera era cuando jugaba con su anillo
de compromiso. Cada vez que giraba el diamante en forma ovalada
alrededor de su dedo anular, intentaba sentirse segura. Como si de
alguna manera ese anillo le diera el poder de pasar por todo.

Contrariamente a la creencia popular, Mina era mucho más gentil de lo


que parecía. Era fácil de olvidar a veces cuando se paraba al lado de
Melody, debido a lo alta que era, especialmente con 1,70 metros. Dirigía
y empujaba a Melody todo el tiempo, no como... como Olivia.
Obviamente, lo hizo por celos. Quería ser Melody. En cambio, Mina
quiere algo tan cercano a la perfección de todos los que la rodeaban.

Hice lo mejor que pude para no comparar a Mina y Olivia; eran como el
sol y la luna. Si alguien me pidiera hacer una lista de sus diferencias,
me llevaría horas explicarlo. La diferencia más obvia era que Olivia era
una chica irlandesa rubia de ojos azules y Mina era de origen coreano.
Incluso los lados de las camas en las que dormían eran diferentes. Pero
la diferencia más importante, la única que importaba... era lo feliz que
era ahora. Cuando estaba con Olivia, pensaba que era feliz. Pensaba que
nuestro matrimonio estaba bien... sólo después de conocer a Mina me di
cuenta de que estar bien era tan bueno como estar en coma. Estás vivo,
pero no hay manera de que pueda ser visto con vida.

Liam y Melody.

Declan y Coraline.

Ninguno de sus matrimonios estuvo nunca bien. Se amaban con una


pasión que a veces era tan intensa que tenía que mirar hacia otro lado.
Nada en el mundo le importaba más que el uno al otro. Declan estaba
listo para renunciar a nuestra familia. Le suplicó a mi padre, sólo para
poder estar con ella. Cuando ella tuvo cáncer, nunca había visto a un
hombre tan listo para ser devastado. Se quedó a su lado y la recogió del
suelo cada vez que caía con una sonrisa en su cara porque estaba feliz
de que estuviera viva al menos para caer.

Liam... estaba tan envuelto alrededor del dedo de Mel, que estaba seguro
de que estaba permanentemente doblado. Era la definición viviente del
término "loco de amor". Tenía que estar loco, ¿Qué otro tipo de hombre
permitiría a su esposa hacer un hábito de dispararle y aún así aferrarse
a ella? Fue y se quedó en la cárcel con la esperanza de que volviera por
él. Fue a la guerra por ella.

Ahora yo era el único que estaba completamente a cargo.

Si ella estuviera enferma, también lucharía por ella.

Si Mina me apuñalara en el corazón ahora mismo, también me aferraría


a ella.

Me acerqué al sofá y no se dio cuenta hasta que cerré la portátil. Su


cabeza giro hacia mí, sus ojos marrones oscuros sobre los míos cuando
formó un mohín en sus labios.
—¿Cinco minutos más?, —suplicó.

—No, —dije ofreciéndole mi mano.

Suspiró, la levanté y la hice girar en mis brazos.

—Hola. —Sonrió.

—Oh, ¿Ahora te fijas en mí? Te he estado mirando fijamente durante al


menos diez minutos.

—¿Qué? ¡Deberías haber dicho algo!

—Estoy diciendo algo ahora, —respondí, mis manos bajando lentamente


la cremallera de su vestido. Cuando cayó al suelo y se puso de pie ante
mí con sólo un sujetador azul de encaje que tenía lazos en los montículos
de sus pechos, se ruborizó. Cuando hicimos el amor por primera vez, era
tan tímida. Con los años, se ha vuelto más audaz, pero aún así me
encantaba cómo se ponía sonrojada para mí.

—Tenemos que levantarnos temprano en la mañana, —me recordó.

—O podríamos no irnos nunca a la cama, —dije. La levanté de sus pies


y la arrojé sobre mi hombro.

—NEAL.

Azotando su culo, me reí y la llevé a la cama.

—¿Sí? —Pregunté cuando la dejé caer en el medio. Se levantó sobre sus


codos.

—Si me duermo en la iglesia delante de todos, la cantidad de rumores...

Inclinándome, la besé rápidamente en los labios. —Déjalos que hablen.


No importa lo que digan, no cambia el hecho de que tú estás a mi lado,
tú, Mina, eres una Callahan.

Cuando la besé de nuevo, no hubo nada de rápido o inocente en eso.


Capítulo 4
"El verdadero hombre quiere dos cosas: peligro y juego.
Por eso quiere una mujer, como el juguete más peligroso".
~ Friedrich Nietzsche ~

MELODY

—Teníamos un plan Liam, —dije lentamente mientras me ponía cómoda


en su regazo, extendiendo la mano para limpiar las gotas de sudor de su
frente. Su mano temblorosa se aferró a mi muñeca con fuerza y su nariz
se ensanchó de rabia, pero eso no me impidió simplemente usar mi otra
mano para acariciar su cálida mejilla—. Según nuestro plan, Liam,
nuestro hijo pasaría los primeros once años de su vida aprendiendo a
ser el próximo Ceann na Conairte en casa. Cuando cumpliera doce años,
visitaría a nuestras familias como futuro Jefe, a los trece iría a trabajar
con nosotros... te has adelantado tres años, ¿Qué pasó, cariño?

Inhaló profundamente por la nariz y su mandíbula se tensó mientras se


las arreglaba para decir —Veneno... no... justo. —¿Tienes miedo de
pelear conmigo ahora?

—¡Liam! —Enloquecí, agarrándole el cabello y tirando de su cabeza hacia


atrás. No tenía ni idea de lo mucho que quería hacerle daño—. ¿No es
justo? ¿Vas a mi espalda? Haces que nuestro hijo te vea como un maldito
Dios y eso me hace ¿Qué? ¿Una carga? ¿Una vergüenza? ¿Y ahora tienes
el descaro de hablarme de ser justo? La única razón por la que no te di
un golpe en la cabeza cuando entraste fue porque...
—Melody. Suficiente.

Enfadada, metí la mano en el bolsillo de mi bata, dejando caer el antídoto


junto a él antes de levantarme.

Mis manos temblaban cuando abrí la puerta del balcón. Temblaba


mientras el viento soplaba a través de mí. Agarrando la barandilla, aspiré
lentamente. Cálmate Mel. Cálmate.

—¡Ahh! ¡Joder! —Grité con rabia.

—Mel respira...

—No me toques, —dije, sintiéndolo detrás de mí.

Suspirando, se movió para pararse a mi derecha, inclinándose sobre la


barandilla. —¿Qué te pasa, Mel?

—¿Qué?

—¿Qué está pasando? —repitió, esta vez volviéndose hacia mí.

—Lo siento, ¿Te perdiste el hecho de que fuiste a mis espaldas y llevaste
a mi hijo a ver a uno de los hijos de la tríada sin mi conocimiento o
consentimiento?

—¿Se supone que debo obtener tu consentimiento antes de sacar a mi


hijo?

—¡No hagas eso! ¡No hagas que suene como si estuviera equivocada!
Tiene casi diez años, Liam, DIEZ. ¡Necesita ser más fuerte primero! Toda
nuestra mierda lo encontrará eventualmente. El mundo va a tratar de
derribarlo. Paso cada puto momento presionándolo para que sea más
fuerte mientras trato de mantenerlo a salvo. Toda mi vida he pasado
probando que soy Melody Giovanni. He pasado por un infierno como
Melody Callahan y ahora mi hijo me mira como si fuera un ama de casa
y mi marido ya no cree que deba darme pistas sobre nuestro negocio
familiar. Mientras tanto, estoy dirigiendo un maldito estado. ¿Qué es lo
que pasa? A ti. ¡No me hablas! ¡Estás ocultando cosas!

—¡Por el amor de Dios, Melody! Haces que parezca que te he traicionado.


¿Cuándo te volviste tan emocional con una mierda como esta? ¿Te has
parado a pensar por qué me lo llevé? ¡Es joven y se dio cuenta! Él vino a
mí. ¡Quería ver y lo miré a los ojos y comprobé que estaba listo! ¡No
estaba planeado y no tenía intención de ir a tus espaldas! Me lo llevé,
aprendió, volvió a casa a salvo. ¿Cómo puedo hablar contigo cuando no
estás escuchando?

Era un idiota. Cuando se trataba de todo lo demás, era un genio; cuando


se trataba de mí, no tenía ni idea de cómo acercarse, joder. ¿Cuánto
tiempo llevamos casados? Todos estos años y aún...

Llevando mis cabellos a un lado, simplemente crucé los brazos.

—Ethan vino a mí y me preguntó si podía salir contigo. Le dije que no.


Le dije que tú y yo teníamos un plan y que debería tener paciencia. Luego
va y te pregunta, y argumentas como si mis palabras no tuvieran sentido.
—Me reí amargamente de eso—. Oh, y no olvidemos toda la charla que
viene de nuestras familias. Melody ya no se centra en la familia, sino en
el resto del mundo. La familia de Melody es la que casi destruyó nuestra
forma de vida. Melody es ahora la segunda. No hay necesidad de hablar
con Melody, ve directamente al Jefe. Y por eso, las últimas semanas te
has reunido en privado con Jefes de familias italianas, sin decirme ni
una palabra.

No dijo nada, pero me di cuenta de que estaba algo sorprendido de que


lo supiera.

—Eso —señalé su ojo—, esa pequeña punzada de choque en tu ojo, eso


es lo que me molesta. Nunca me ha importado una mierda lo que la gente
tenga que decir. Sus palabras no significan nada para mí. Pero el hecho
de que pienses que puedes ocultarme secretos y que no me daría cuenta
como si fuera una muñeca inflable...

—Nunca. —Me agarró y me puso entre la barandilla y su cuerpo. Sus


ojos verdes se enfocaron en mí... herido, frustrado y confundido—. Sí, he
estado guardando secretos. Sí, he estado reuniéndome con italianos.
Pero nunca digas que pienso menos de ti o que te has convertido en algo
menos que mi socia absoluta en todo.

—Entonces, ¿Por qué no me lo dijiste? No soy una persona paciente y he


esperado una y otra vez para que hables.

Frunció el ceño. —Porque sé que sus palabras no significan nada para


ti. Eres madre. Eres la cabeza de un estado. Planeas ser la cabeza de un
país. ¿Por qué demonios deberías preocuparte por...
—Son mi gente, Liam. Mi gente. La elección de lo que me preocupa y lo
que no me preocupa depende de mí. Tú no tomas esas decisiones por mí.
Comparto el control contigo; nunca lo dejé todo en tus manos.

Sacudió su cabeza hacia mí, acariciando un lado de mi cara como lo


había hecho antes. —Quieres cuidar de nuestra familia, de nuestros
hijos, de mí, de todo Chicago y de nuestra gente todos los días... Sé que
lo odias. Sé que vas a enfrentarme con uñas y dientes hasta el final, pero
no puedes hacerlo todo, Mel, y no tienes que hacerlo porque me tienes a
mí. Siempre me tienes y preferiría poner una bala en mi cerebro que
alguna vez... alguna vez... traicionarte. ¿Sabes cómo me llaman los
italianos?

Asentí. —El Sombrerero Loco.

Se rio. —A veces, pero en su mayor parte, soy Il cane del padrone 8.

Me reí. Maldita sea. Quería ser sería pero la mirada en su cara mientras
decía eso era divertidísima. —¿El perro del amo?

—Tenemos tres hijos. Finalmente he dominado el italiano. He


supervisado personalmente las organizaciones benéficas aquí y en Italia
para todos ellos y todavía soy el perro. Sin embargo, no me molesta en lo
más mínimo... porque tú eres mi amo. Mi mente, mi cuerpo, mi corazón.
Mel, tú lo controlas todo, todo el tiempo. Puedo sentarme con ellos mil
veces, pero al final del día, te siguen viendo como su reina, Melodía
Sangrienta. —Me levantó la barbilla para mirarle a los ojos—. En cuanto
a Ethan, tienes razón, debería habértelo dicho antes, me disculpo, pero
no puedo y no me disculparé por cambiar nuestro plan. Es mucho más
fuerte de lo que era a su edad. Queríamos esperar para que pudiera
disfrutar de ser un niño, pero no ve el mundo como un niño normal.
Tiene el corazón de su madre; ¿Qué puedo hacer?

Me quedé mirando; sentí que me desgastaba con sus palabras y todavía


quería estar enojada con él. No sólo había dominado el italiano, sino
también el arte de hablarme dulcemente. Lo peor de todo es que lo sabía,
y eso lo hacía aún más irritante. —Deja de mirarme así.

—¿Mirar cómo? Así es como siempre te miro.

No me jodas.

8
Il cane del padrone3 —El Perro del Amo
—¡Ríndete!

—¡Me rindo! ¿Contento? Ya no estoy enfadada. Deja de echarme


mantequilla por todas partes. —Gemí, apoyando mi cabeza en su pecho
desnudo.

—¿Mi amor por ti te avergüenza? —Se rio, envolviéndome en sus brazos.

—Tú... cállate, —murmuré, besando el centro de su pecho—. Me estás


ablandando.

—Lo dice la mujer que me envenenó hace cinco minutos, —dijo mientras
me despojaba de mi bata de seda y me quitaba el camisón de los
hombros—. La noche casi ha terminado y todavía no he cumplido mi
promesa.

Mis labios se separaron ligeramente al tocar su fría mano que agarraba


mi pecho desnudo, su pulgar rozaba mi pezón suavemente antes de
pellizcarlo con fuerza, un escalofrío subió por mi columna vertebral. Su
mano izquierda me agarró el culo para acercarme tanto a él que le toqué
el pecho. No estaba segura de si era su piel o la mía la que estaba en
llamas o si ambos nos estábamos quemando... todo lo que sabía era que
lo quería.

Maldita sea. En un abrir y cerrar de ojos, toda mi ira y frustración fueron


reemplazadas por la lujuria. Él me controlaba tanto... y quería más.

Se inclinó, con sus labios sobre mi oreja, exigiendo suavemente. —Sube


a la cama, Melody.

Tragando lentamente, me alejé, moviéndome a su alrededor y hacia


nuestro dormitorio. Sin decir una palabra me arrodillé en el centro de
nuestra cama, mi corazón se aceleró con la emoción. No pude evitar la
pequeña sonrisa en mis labios al sentir la lujuria irradiando su cuerpo
en ondas. Sus ojos verdes se veían casi negros en la tenue luz de nuestra
habitación. Su rostro era tan severo cuando trataba de pensar en lo que
quería hacerme o en dónde quería empezar. Examiné su abdomen hasta
que mis ojos llegaron a la parte inferior de su pijama, que colgaba de sus
caderas.

Vino hacia mí en silencio, me empujó sobre mi espalda y me agarró la


muñeca mientras alcanzaba las correas bajo la cama para atarme...
ambas muñecas... separando las piernas.
Tiré de ellas una vez y sólo se hizo más fuerte. —Ahí está mi antiguo niño
explorador.

De nuevo se quedó callado, excitándome más mientras entraba en su


armario... volviendo con una de sus corbatas y un látigo. De mi armario,
sacó mi vibrador. Todavía puedo recordar cuando lo encontró por
primera vez... el hombre casi me mata. No lo había necesitado, pero toda
mujer debería tener al menos uno. En lugar de deshacerse de él, ahora
lo usaba para torturarme.

—Liam... —Maldita sea. Me estaba excitando tanto que ya no podía ni


hablar normalmente.

En un segundo me ató la corbata alrededor de los ojos, susurrándome


una vez más al oído —Había planeado hacerte el amor esta noche. Desde
el momento en que te vi con ese vestido, no pude pensar en otra cosa
que en quitártelo lentamente y meterme en tu coño, tus tetas
presionadas contra mi pecho mientras nos aferrábamos mutuamente,
nuestros gemidos como música, ahogando todo lo demás. Lentamente.
Apasionadamente. Con entusiasmo. —Me besó la mejilla, la oreja y el
hombro, haciéndome humedecer para él—. Iba a hacerte el amor, como
un marido hace con una esposa... pero entonces fuiste y me
envenenaste, cariño. ¿A mí? El hombre que no piensa en nadie más que
en ti... el hombre que sólo sufre por ti...

—Liam...

—Ahorra tu aliento, cariño. Lo vas a necesitar... porque aparentemente


no has aprendido todavía, si te metes con tu marido, él volverá a follarte.

Le sonreí a eso. —Tal vez he aprendido y disfruto de que me follen con...


Ahh.

Siseé cuando la punta de su látigo se conectó con mi pecho.

—Entonces juguemos. —El látigo se deslizó por mi piel desnuda,


bajando... y bajando... hasta que lo frotó contra mi coño.

¡ZAS!

—¡Ah! —Gemí, queriendo cerrar las piernas por el puro placer que me
atravesaba como una electricidad.

¡ZAS!
Mi pecho se elevaba y caía con cada respiración al sentir su látigo en mis
muslos.

¡ZAS!

Cada parte de mí fue estimulada por su tacto. Pude haberme excitado


cuando me tocó los pies.

Estaba dividida entre querer más y quererlo dentro de mí


inmediatamente.

—Estás temblando, nena, —dijo justo antes de que dos de sus dedos se
deslizaran dentro de mí junto a su lengua. Mi cuerpo reaccionó
empujando hacia delante, estirando las piernas para sentir su lengua.

Me lamió el clítoris una y otra vez mientras sus manos se aceleraban, y


justo cuando estaba a punto de llegar... se detuvo, alejándose.

—¡No! —Grité.

Joder. Todo en mí se congelo cuando escuché el suave zumbido de mi


vibrador...

—Liam...

—¿Te diviertes? —Podía sentir la petulancia en sus labios mientras lo


presionaba contra mi clítoris y empezaba a frotar círculos, presionando
fuerte. Todo lo que podía hacer era gemir como una perra en celo—.
Porque yo sí.

Sin ninguna advertencia lo deslizó dentro de mí, mi cuerpo se arqueó


fuera de la cama. —Joder.

Dios mío, no dejes que se detenga.


LIAM
Una fina capa de sudor cubrió todo su cuerpo. Su respiración se
tambaleaba mientras se agarraba a las ataduras alrededor de su
muñeca. Sus labios rosados se separaron y sus dedos de los pies se
enroscaron mientras le azotaba la parte superior de su coño mojado y
goteante. El único sonido era nuestro aliento y el vibrador estaba dentro
de ella. Todo su cuerpo temblaba y con cada gemido de placer, dolor y
frustración, mi polla se ponía cada vez más dura y se movía con el deseo
de tenerla.

Nadie la vería así excepto yo.

Nadie conocería esta Melody excepto yo.

Cuanto más pensaba en ello, más difícil era concentrarse.

—Por favor... ugh... ahh... —Jadeó cuando le mordí el pezón y dejó que
mi lengua se deslizara por encima, disfrutando de la sensación de ella
debajo de mí. Lentamente dejé besos en el espacio entre sus pechos antes
de tomar el otro pezón en mi boca.

—Liam, —me suplicó, y la ignoré—. Por favor.

—¿El juguete no es lo suficientemente bueno para ti? —Pregunté en voz


baja.
—Han pasado años, ¡vamos! —Gritó, tirando de las correas.

—Soy demasiado mezquino para eso. —Sonreí. La sujeté entre los


muslos, lo saqué lentamente y la volví a meter de golpe. Su culo se
levantó de la cama.

—Joder. ¡Maldita sea! —Siseó mientras repetía la acción una y otra vez.
Sin importar lo mojada que estaba mi mano, sin importar lo mucho que
me palpitaba la polla, quería se corriera por mí así. Estaba tan
concentrado en ella, que mis sentidos se nublaron, que no me di cuenta
de que había logrado salir de las ataduras de su muñeca hasta que sus
manos me arrancaron la cara desde su pecho hasta sus labios.

—Urgh... —Gemí mientras su lengua entraba en mi boca, rodando sobre


la mía y permitiéndome saborearla más.

—Fóllame, —me exigió cuando nos separamos. Respiraba tan fuerte


como yo—. Al diablo con el vibrador, te quiero dentro de mí.

Mierda. —Mel...

—Podemos jugar más tarde. Te necesito ahora. —Tomó mi polla en su


mano, agarrándola fuertemente y deslizándola hacia abajo—. Mira lo
duro que estás, cariño. Fóllame.

Vi el deseo y la lujuria en sus ojos que sin duda coincidían con los míos.
Desatando las ataduras de sus tobillos, la empujé contra la cabecera.
Extendiendo sus piernas, le quité el vibrador húmedo y lo tiré a un lado
en algún lugar, y luego me arrodillé justo frente a ella. Me miró fijamente,
excitada, salvaje, apasionada... todo lo que amaba de ella en una sola
mirada.

—Así es como se siente una verdadera follada. —La besé, y fue sucio,
húmedo, sexual, nuestras lenguas juguetonamente golpeándose entre sí.
Empujé hacia adelante, con fuerza, una sonrisa malvada se extendió por
mis labios al ver cómo su cuerpo respondía al acercarse a mí. No había
palabras que pudieran expresar más que nuestros gemidos. Cada vez
que me golpeaba contra su coño, podía sentir que perdía todo el control.
Quería más. Quería llenar cada centímetro de ella y algo más. Quería
que se despertara por la mañana y que no fuera capaz de caminar
derecha. Como lo prometí, la cabecera se golpeó contra la pared como si
nos estuviera animando. Con cada empujón, su coño se apretaba más y
más alrededor de mi polla. Mis oídos se llenaron con el sonido de su
placer y nuestra piel chocando entre sí mientras sus piernas me
envolvían.

—¡Oh... joder, sí! —Gritó mientras se echaba hacia atrás para agarrar el
cabecero con una mano, y con la otra tomaba su propio pecho, apretando
los pezones.

Dándonos la vuelta a los dos, poniéndola a cuatro patas, me retiré, para


su consternación, antes de enterrarme en su culo.

—Jesús... —Ahh... quería correrme en ese mismo momento por lo


apretada que estaba.

—¡Más fuerte! —me exigió, agarrando las sábanas mientras yo le


agarraba una teta, mi cuerpo flotando sobre el suyo, como un león y una
leona. El sudor rodaba por mi barbilla y por su espalda, estábamos tan
cerca.

—¡Ahh... así... Liam! —Gritó mientras se corría.

Agarrando un puñado de su cabello, no pude aguantar más. Besando su


mandíbula, entré más y más rápido, todo mi cuerpo estaba tan caliente.
Mi visión se nubló tanto que parecía que había muerto y de alguna
manera llegué al cielo en ella.

—Jesús... Joder... Maldición... Melody, —silbé, congelándome cuando


me corrí en ella.

Soltando su cabello, ambos nos derrumbamos en el centro de la cama,


yo todavía en su interior, ambos respirando fuerte.

—Eres un gran idiota, Liam Callahan, —se las arregló para decir.

Sonriendo, me retiré y me acosté de espaldas. —Es un regalo, de verdad.

Dios, me siento mucho mejor.

—Tan jodidamente arrogante, —murmuró. Dándose la vuelta hacia mí,


apoyó su cabeza en mi pecho, nuestras piernas entrelazadas.

—Dame siete minutos y puedo ser mucho más arrogante.

Me golpeó en el pecho. —Tenemos que levantarnos en dos horas.


Eché un vistazo al reloj, ya eran las 5 de la mañana. Suspirando, le
acaricie el cabello suavemente. —¿Qué tal si nos saltamos la misa hoy?

—Tu madre nos matará.

—Me protegerías. —Sonreí y ella resopló con eso—. ¿Qué se supone que
significa eso?

—Ahora que tengo tres hijos, nunca cometería el error de interponerme


entre una madre y su hijo.

—¿Así que estoy solo?

—Siempre tienes a Jesús... si vas a la iglesia, así es. —Bostezó.

Me senté lentamente, la acuné en mis brazos y la llevé a su lado de la


cama y le puse la manta.

—Buenas noches, esposa.

—Ya no es de noche, así que buenos días, esposo, —murmuró mientras


se dormía.

—¿Tienes que luchar conmigo en todo? —Le besé la frente, tumbado a


su lado.

Mientras me dormía la oí decir —Sí, porque pelear es el mejor juego


previo.

Nunca podía ganar contra ella... pero perder tenía sus propias ventajas.
Capítulo 5
"Creo que tengo un patrón de ser agradable y encantador
y luego oscuro y retorcido."
~ Ryan Murphy ~

MELODY

Maldición. Era el único pensamiento que se repetía una y otra vez en mi


mente mientras me miraba en el espejo. En toda mi piel estaban las
marcas rojas que habían quedado de su látigo. Mi pecho estaba cubierto
de tantos moretones rojo-púrpura que parecía que había hecho el amor
con un maldito vampiro, y no sólo estaba ahí, había moretones en mis
brazos, en mi cuello... joder.

—Si no eliges algo para ponerte, llegaremos tarde a la misa. —Tuvo la


maldita audacia de decirme eso, apoyándose en el marco de mi armario,
engreído como el diablo, vestido con un traje azul marino ajustado, con
su corbata roja aún desatada alrededor del cuello.

—Dime, Liam, ¿Qué se supone que debo usar cuando me veo como si
fuera...

—¿Follada hasta que salió el sol? —interrumpió, sus ojos vagando sobre
su obra con orgullo.

—¡Liam! ¡Estamos en marzo! ¡No puedo entrar en la iglesia con un cuello


de tortuga para cubrir esta mierda! —Perdí la cabeza.
—No lo cubras entonces.

Maldita sea.

Respirando profundamente, luché contra las ganas de pegarle, en lugar


de eso tomé una blusa manga larga color crema, una bufanda y una
falda azul plisada.

Podía sentir sus ojos sobre mí mientras me vestía y hacía lo posible por
ignorarlo, pero como no podía pasar una hora sin tratar de tentarme, se
acercó por detrás de mí y me arrancó la bufanda del cuello.

—Te dije que no lo cubrieras.

—Alguien se está sintiendo demasiado cómodo mandándome.

No respondió, simplemente me besó en el cuello. Sus ojos se encontraron


con los míos en el espejo mientras me relajaba contra su pecho por un
segundo, respirando profundamente antes de alcanzar mis tacones...

—¡MAMI!

Un escalofrío bajó por mi espina dorsal mientras dejaba caer los tacones
de mis manos y empujaba a Liam fuera de mi camino. Corrí, con el
corazón latiendo fuertemente en mi pecho mientras abría la puerta de su
habitación.

—¿Wyatt? —Lo llamé, sólo para encontrarlo parado frente a Dona. Ella
se escondía detrás de él, con su cabello castaño cubriéndole la cara
mientras Wyatt miraba a la criada que tenía adelante.

—¡Le hizo daño a Dona!, —gritó, sin apartar la vista de la mujer


congelada por el terror. Que ahora me miraba con los ojos muy abiertos.

Sentí que Liam pasaba corriendo por delante de mí, acercándose a Dona
y acariciando suavemente su cabello. Su cara estaba ruborizada y sus
ojos verdes luchaban contra las lágrimas, pero lo peor era la dolorosa
quemadura roja en la parte superior de su oreja. Me quedé mirando
sorprendida mientras ella hacía un gesto de dolor. Mi conmoción se
convirtió en rabia.

—¿Le hiciste daño a mi hija? —Eché un vistazo a la mujer, que no parecía


mayor que yo, con su cabello marrón recogido en un moño en la parte
superior de su cabeza.
—Señora, fue un accidente, estaba tratando de rizarle el cabello y la
señorita no se detenía...

—¡Mentirosa! —Wyatt se enfadó mucho—. No deja de enfadarse con


nosotros y no hicimos nada. ¡Hizo daño a Dona a propósito!

Sacudió la cabeza repetidamente mientras me acercaba. —Señora, le


juro...

Agarrándola por su delgado cuello, la arrojé contra la pared, con sus


manos arañándome la muñeca. Golpeé su cuerpo contra la pared
repetidamente con tanta fuerza que los cuadros cayeron al suelo. Su
cabeza se conectó cada vez, dejando una mancha de sangre en la pared
mientras sus ojos giraban hacia atrás. —Mi hija está llorando. Su oreja
está quemada y mi hijo está molesto, ¿Y tiene el descaro de decirme que
es un accidente? ¿Qué es su culpa?

—Señora... por favor...

—Nadie le hace daño a mis hijos. ¡NO!. ¡JODIDAMENTE!. ¡NADIE! Debes


haber perdido la maldita cabeza, pero no te preocupes, estoy a punto de
ayudarte a encontrarla...

Liam, que ahora tenía a Dona en sus brazos, con su cara vacía de
cualquier emoción, abrió la puerta mientras yo la echaba.

—¡FEDEL! —Grité, sabiendo que sólo estaría en algún lugar cercano.


Instantáneamente, apareció, vestido de negro, con otros dos guardias
detrás de él. Sus ojos miraron a la mujer que sollozaba a mis pies, y
luego a mí.

—¿Debo eliminarla Jefa? —preguntó, ya en movimiento para agarrarla.

—¡Señora, por favor! Fue un accidente. ¡Se lo juro! ¡Señora!

—No la eliminen, pero que sea el ejemplo para cualquiera que haga daño
a mis hijos. —Mis manos temblaban de rabia; quería estrangularla—.
¡Ahora! ¡Aléjala de mí!

Asintió hacia uno de los hombres detrás de él, y ellos le agarraron los
brazos antes de arrastrarla pataleando y gritando por el pasillo.

Respira.
Respira.

—Fedel tráeme el botiquín de primeros auxilios, —dijo Liam, con su voz


todavía severa e inquebrantable. Movió a Dona en sus brazos, volviendo
al dormitorio.

Wyatt se agarró a mi falda. Inclinándome, lo levanté también y me rodeó


con sus brazos.

—Ella mintió. Fue mala. —Frunció el ceño y me rompió el corazón.

—Lo sé. Te creo, cariño. Estoy orgullosa de ti. Siempre protege a tus
hermanos, ¿De acuerdo? —Susurré, rozándole el cabello. Era más
oscuro que el de Ethan, más negro, pero al sol, todavía se podían ver
tonos de marrón en él.

—Sí, mami, —murmuró, tratando de salir de mis brazos cuando vio a


Ethan entrar en la habitación. Evelyn estaba a su lado utilizando un
vestido de cóctel verde oscuro. Me miró y luego a Dona, con los ojos muy
abiertos y confundida.

—Il mio preziosa agnello4, —le dije, moviéndome para sentarme a


su lado en la cama, cogiendo sus manos y besándolas.

—Mami. —Hizo pucheros y la levanté sobre mi regazo, apoyando su


cabeza en mi pecho—. Echo de menos a la señora Hildy.

—Yo también, —susurré mientras Liam recibía el botiquín de primeros


auxilios de Fedel. La señora Hildy había sido la criada encargada de
cuidar a Ethan, Wyatt y Dona desde que nacieron. Evelyn siempre estaba
ahí para ayudar, pero ni Liam ni yo queríamos que se estresara por eso.
Rara vez, bueno, nunca me preocupé por nadie fuera de la familia, pero
realmente la eché de menos después de que falleciera unos meses antes,
Dona y Wyatt se lo habían tomado muy mal.

—¡Ay! —Dona lloró, agarrándose a mí.

—Lo siento princesa, pero tengo que hacerlo. —Liam frunció el ceño,
frotando la crema en su oreja mientras le sostenía el cabello. Después,
tomó un pequeño trozo de gasa y lo envolvió alrededor de su oreja lo
mejor que pudo—. Ya está, hecho.

4
Il mio preziosa agnello4 —Mi precioso corderito.
—Sin tocar. —Sostuve su mano hacia abajo—. Ahora, vamos a arreglar
este cabello tuyo.

—¡Sin rizos!, —exigió, al borde de las lágrimas otra vez. El puño de Liam
cerrado, su mandíbula apretada al verla.

—Sin rizos, lo prometo. Vamos, Nana te hará la más bella trenza celta.
—Evelyn extendió su mano. Saltando, tomó su mano y se acercó a la
cómoda. Con Ethan y Wyatt a su lado, todos estaban riéndose en
segundos.

—Respira. Está bien, —le susurré a Liam, poniendo mi mano en su


pecho.

—No quiero ver nunca a esa mujer en mi casa, Mel. No me importa cómo
suceda. Quiero que se vaya.

—Entonces se ha ido.

Asintiendo, caminó hacia Dona, parado justo detrás de nuestros hijos,


toda su atención se centró en su princesa. Los observé por un segundo
mientras todos trataban de hacerla reír antes de salir de la habitación,
cerrando la gran puerta de madera detrás de mí. Fedel se quedó
esperando.

—Está encerrada por ahora Jefa, a menos que desee que sea castigada
de inmediato.

—Puede esperar hasta después de la misa. ¿Los autos?

—Están todos en el frente. El resto de los niños están desayunando.

Antes de poder hablar, oí risas que venían de detrás de la puerta. Al


cruzar los brazos, me sentí aliviada al saber que estaban bien, pero no
pude quitarme la ansiedad.

—¿Recuerdas haber oído eso cuando era joven? —Asentí a la puerta


detrás de mí.

—¿Jefa?

—La risa, —respondí—. ¿Recuerdas alguna vez risas inocentes en mi


casa cuando era joven?
Sacudió la cabeza. —No, creo que nunca lo he oído.

—La risa es algo bueno, ¿No? Mi hija es más querida de lo que fui yo y
eso es algo bueno... pero es suave, Fedel. Me molesta porque en el fondo
de mi mente sé que no puede permanecer inocente por el resto de su
vida. No puede estar detrás de su padre y sus hermanos para siempre.
No quiero que sea una damisela en apuros. Se corta la mano o se quema
y el mundo se detiene en esta casa. No siempre puede ser así, pero no sé
cómo hacerla una luchadora sin romperla primero.

—Todavía esta joven, Jefa.

—Exactamente... todo lo que sucede ahora la moldea. —Apretando el


puente de mi nariz, un hábito que había tomado de Liam, traté de sacar
de mi mente la imagen que tenía de mi yo niña, rogando a mi padre que
me diera un respiro o pidiendo ayuda a gritos pero que nunca la recibí.
Mi padre me había hecho pasar por un infierno y lo había odiado durante
mucho tiempo por eso, pero ahora como adulta y madre, entendí el por
qué más claramente que nunca. Si no me cuidaba, nadie más lo haría.
¿Cuánto me dolió convertirme en un luchador?

—¿Jefa?

—Ella me va a odiar. —Inhalé, parándome un poco más derecha.—Pero


no puedo... no dejaré que sea débil.

—Crecerá para agradecerte por eso, como lo hiciste con Orlando

No era la única persona que me preocupaba. Liam iba a ser...

La puerta detrás de mí se abrió y Dona corrió hacia mí, girando para que
pudiera ver el intrincado nudo en su cabello. —¡Mami! ¡Mami, mira lo
que hizo Nana!

—Bueno, Nana tiene mucho talento ¿Verdad?. Tu cabello está hermoso,


cariño, pero vamos, tenemos que irnos. ¿Está todo el mundo listo?

—Sí, mamá, pero no tienes zapatos. —Ethan me señaló los pies.

Miré hacia abajo, mirando mis dedos pintados.


—Mami vino corriendo a ver lo que pasó y se olvidó de terminar de
vestirse. —Liam recogió a Dona, inclinándose para besar un lado de mi
cabeza—. Vayamos a buscar comida y dejémosla terminar.

—¡Quiero gofres! —Wyatt sonrió, ya corriendo por el pasillo.

—¡El tío Neal se los comerá todos otra vez! —Ethan entró en pánico,
corriendo tras él.

—¡Espérame! —Dona gritó, moviéndose de los brazos de Liam y corriendo


también.

—¿Qué es esta obsesión que tienen con los gofres? Incluso cuando
estabas embarazada los inhalabas a montones. —Liam trató de no
sonreír, pero pude ver la comisura de sus labios levantarse.

—Mira quién habla. —Comí tanta gelatina mientras estaba embarazada


de ti, que tu padre casi compró acciones de la compañía. —Evelyn sonrió;
no importaba la conversación, siempre podía lograr meter a Sedric en la
plática. Todavía llevaba su anillo, y no pensé que se desharía de él; nos
hacía sentir a todos como si nunca se hubiera ido. Estaba agradecida
porque mantenía a Liam en tierra, pero lo más importante, seguro de sí
mismo. Sabía que cenaba con ella todos los domingos por la noche para
poder escuchar sus pensamientos. Evelyn significaba más para él ahora
que nunca antes y pensé que eso era lo que le daba fuerza para sonreír
aunque sabía que estaba rota por dentro. Ninguna cantidad de nietos o
atención de su familia podría arreglar eso.

—¿Mel? ¿Estás bien, querida? —Puso su mano en mi hombro—. Yo


personalmente buscaré una nueva niñera para los niños.

—Gracias, Evelyn, disculpa, —le respondí. Liam me echó una mirada,


pero asentí para que siguiera a nuestros hijos y luego regresé a nuestro
dormitorio.

En mi armario, vi mi olvidado par de tacones Gucci en el suelo.


Agarrándolos, me senté en el sofá y me apoyé en los cojines.

Amaba a mi familia. Liam. Mis hijos. Evelyn. Todos. Pero los domingos
seguían siendo los más difíciles para mí, la burbuja de alegría que hacía
que una parte de mí, quisiera poner los ojos en blanco. ¿Qué me pasaba
que no podía adaptarme? Incluso después de todos estos años, era como
si mirara fijamente a la Tribu Brady 5; era demasiado azúcar y dulzura.
Me estaba enfermando.

—Melody, soy yo. —Mina llamó a la puerta del armario.

—Entra, —dije, abrochando las correas de mis zapatos.

—Tenemos un pequeño problema. —Entró con un vestido blanco sin


mangas en línea A estampado de mariposas.

—Define pequeño. —Me quedé de pie, buscando mis joyas.

Me tendió el teléfono, había una foto de Liam y yo en el ático del Hotel


Glass Emperor, besándonos, la foto mostraba claramente que me
agarraba el pecho y el culo... con fuerza. El pie de foto decía —La
Gobernadora, jugando antes del trabajo.

—Podrían haber hecho un trabajo mucho mejor con el título, —dije,


sujetando mis pendientes—. ¿Por qué es esto un problema? ¿Van a
llamarme puta por besar a mi marido?

—Ya te lo dije, la imagen es importante, Melody. Estamos a pocos meses


de anunciar tu candidatura a la presidencia; no podemos dejar que las
imágenes se conviertan en temas de debate. Sabes que los reporteros
estarán en la iglesia y te lanzarán preguntas.

—Ingratos irrespetuosos, —murmuré—. Pero esto no es un problema. Si


alguien me ataca por eso, sólo diré que no veo a ningún hombre teniendo
que comentar su vida sexual.

—Normalmente eso funcionaría, pero anoche hubo un tiroteo en Bella


Vista. Un chico negro fue disparado por miembros de una pandilla
cuando usó su cuerpo como escudo para proteger a sus dos hermanas
pequeñas. Esta mañana la policía aún no tiene pistas. Van a ir por ti no
sólo por tener una cena para la policía, sino por tener tiempo para "jugar"
con tu marido mientras la violencia vuelve a aumentar.

—Limpié el Southbend y ahora el maldito Bella Vista quiere entrar en


erupción, —murmuré para mí misma—. ¿Hablaste con Fedel?

5
Tribu Brady — Es una serie de televisión Gira en torno a la convivencia de un matrimonio recién casado
formado por Mike y Carol. Cada uno de ellos aporta tres hijos.
—Le envié la información, pero no cruzo esa línea Melody. Mi trabajo es
mantenerte fuera del barro, no entrar en él.

Me reí de eso. —Mina, nací en el barro, me crie en el barro y me casé en


el barro. Todo. Lo. Qué. Sé. Es. El. Barro. Puedes disfrazarme de santo,
pero al final, sólo soy un pecador. Creí que lo sabías.

—Pensé que al menos estabas fingiendo no estarlo, —desafió.

—Escuché que Bella Vista tiene una nueva pandilla. No estaba segura,
pero aparentemente es verdad. Como Gobernadora creo que debería
darles la bienvenida, ¿No?

—Melody...

Ignorándola, le di una palmadita en el hombro al salir. Estaba


emocionada... no había nada como una buena bienvenida a la antigua
Chicago para sacarme el sabor del azúcar de la boca.
LIAM
Alguien iba a morir o ya estaba muriendo; me di cuenta en el momento
en que llegamos a la iglesia. Estaba inquietantemente callada y sonreía
demasiado a las cámaras, pero lo más aterrador era el hecho de que
cantaba. Mi esposa estaba cantando en la iglesia. La última vez que
cantó en la iglesia fue justo después que nos casamos y acabó dándole
una paliza a mi ex, Natasha, en el baño de mujeres.

La guinda del pastel fue cuando fuimos al comedor social, como siempre
lo hicimos después de la iglesia. Habíamos construido el Orlando-Sedric,
conocido simplemente como el OS Center, a sólo una cuadra de la iglesia
para proveer a la comunidad. También era una forma de que los
irlandeses e italianos se reunieran pacíficamente, aunque el centro
estaba abierto a todos. Melody personalmente llevaba bandejas con agua
mientras Dona la seguía y le daba servilletas a todo el mundo. La sonrisa
que se le dibujó en la cara no era tan falsa como de costumbre, pero
tampoco era real. Estaba en piloto automático, así que otra vez. O alguien
estaba muerto, o alguien estaba muriendo.

—Chocolate. —Una pequeña niña de cabello rubio miró fijamente,


hipnotizada por los pasteles que tenía delante, y antes de que pudiera
alcanzarla, sus ojos se dirigieron al otro—. ¿O tal vez limón? No, bundt
de crema... ¡hay tantos!

—Eres muy exigente. —Ethan le hizo una mueca.

Ella levantó la vista, y finalmente se dio cuenta de que estábamos detrás


del mostrador. Cuando sus ojos azules cayeron sobre Ethan, sacó la
lengua. —Tal vez no seas lo suficientemente exigente, enano.

Intenté no reírme, mordiéndome la mejilla cuando vi la cara de Ethan.


Aparentemente se había acostumbrado a que todos le respetaran.

—¡No soy enano!, —le gritó.

—Para mí sí lo eres. —Tenía la cabeza en alto—. Así que prefiero ser


quisquillosa que un enano.

¿Y bien, hijo? ¿Cuál es tu repuesta? Esperé, mirando entre ellos. Ethan


se quedó ahí parado, sin saber qué decir, y entonces otra vez le sacó la
lengua y se concentró en mí sonriendo de oreja a oreja.
—¿Me das un bundt de crema?

—Toda esa crema te hará engordar, —gritó Ethan tan fuerte que hasta
Coraline, que estaba en el extremo de la mesa, giró la cabeza hacia él.

—¿Y qué? —le dijo, con la mano extendida para el pastel.

—¿Eh? —preguntó él, confundido.

—¿Y qué si engordo? Tengo pastel. —Se encogió de hombros y se fue


felizmente.

Eso fue todo, me reí de inmediato; no pude evitarlo. No sólo parecía tan
orgullosa de sí misma, sino que Ethan estaba tan confundido y molesto
que sus orejas se estaban poniendo rojas.

—¡Es un bicho raro! —me gritó.

—Pero es un bicho raro con pastel... —Wyatt finalmente habló y me


estaba muriendo en ese momento. Oh, Dios. Ethan frunció el ceño a su
hermano, pero a Wyatt no pareció importarle, se puso de puntillas para
darle la pieza a la siguiente persona.

Durante el resto de la tarde, Ethan estuvo furioso, de vez en cuando


lanzando miradas a la chica sentada con su familia junto a las ventanas.

—¿Qué pasó con todas esas risas? —Mel se acercó mientras me quitaba
los guantes.

—Ethan perdió una pelea con una chica por un pastel. —Wyatt lo delató
en un instante, haciendo que Ethan tomara una de las toallas y se la
tirara a la cabeza—. ¿Qué? ¡Es verdad!

—¿Qué chica? —Dona frunció el ceño, asomándose por la esquina de la


mesa.

Ethan la ignoró. —¡Eres un bocazas, no le cuento a mamá todo sobre ti!

—¡No tengo ningún secreto! —dijo con orgullo.

La ceja de Ethan se levantó como la de Mel cuando quiere matar. —


¿En serio? ¿Es por eso que no puedes decir una palabra alrededor de
Giu...
Wyatt se apresuró a ponerle la mano sobre la boca y luego nos miró por
encima del hombro con una sonrisa brillante.

—Wyatt. Ethan. ¿Así es como nos comportamos en público? —Mel


preguntó. Wyatt soltó la boca de su hermano, los dos se pararon más
derecho.

—Lo siento, —ambos murmuraron.

—Vayan a jugar con sus primos o, Ethan, pueden ir a ofrecerle a esa


chica otro pedazo de torta, —bromeé.

—¿Por qué iba a hacer eso? —Agarró los brazos de sus hermanos, tirando
de ellos hacia la mesa de mi madre. Se sentó con un grupo de mujeres
mayores, todas ellas jugando a las cartas y bebiendo té helado que estaba
seguro que tenía algo más fuerte.

—¿Quién es la chica? —Los ojos de Melody se entrecerraron, mirando a


todas las chicas del centro.

—¿Por qué, estás celosa? —Me dio pena la chica que cualquiera de
nuestros hijos se atreviera a traer a casa—. Lo siento, pero tendrás que
hacer que Wyatt lo diga todo.

—Bien, lo haré, pero más tarde. Tengo que ir a trabajar un rato.

Trabajo, ¿eh? Nunca me ha mentido, pero ahora no estaba siendo


comunicativa.

—¿Trabajo de Gobernadora o trabajo de Jefa? —Pregunté, limpiándome


la mano.

—Dos pájaros de un tiro.

—Melody.

—Liam. —Me besó la mejilla y me susurró al oído—, No te lo estoy


pidiendo. Le digo a mi marido que me voy a trabajar.

Esto estaba comenzando a hacer efecto en mi nervio.

—¿Te llevas a Fedel?

—Él es tu hombre ahora, recuerda...


—¿Ahora hay "tus" y "mis" chicos? Pensé que compartíamos todo, cariño.

Sonrió. —Buena respuesta. Fedel lo sabe todo; le dije que te informara.

—Cuídate, —dije antes de besarla de nuevo y ver como Mina la


acompañaba. Los ojos de Neal se encontraron con los míos. Asintiendo
hacia una de las mesas libres, llamé a Fedel. Tomé una manzana y un
cuchillo. Declan besó las cabezas de Coraline y de su hija antes de
acercarse.

—¿Qué pasa, Liam? —Neal cuestionó cuando nos paramos en el rincón


más alejado de la habitación.

—Buena pregunta. Fedel. —Esperé, pelando la manzana en mis manos.

—Hay una nueva pandilla creciendo en Bella Vista.

—Todos los líderes de las pandillas de la ciudad saben que deben


mantener su presencia al mínimo. Les hicimos saber la consecuencia de
no hacerlo hace años. Bella Vista es administrada por la Realeza y yo
personalmente se los hice saber, —declaró Declan.

—El hombre con el que trataste está muerto, y el resto de la pandilla


aparentemente tiene poca memoria porque está empeorando. Este nuevo
líder está tratando de construirse un nombre. Quiere ser temido, y sus
seguidores son leales, sin mencionar que está empezando a ser mucho
más audaz. Por lo que puedo decir, simplemente ignora la forma en que
funcionan las cosas por aquí.

—¿Por qué nos enteramos de esto ahora? —Neal pregunto molesto.

—Cálmate, —murmuré, deslizando una rebanada en mi boca—. Ya me


informaron sobre lo que está pasando en Bella Vista.

—¿Y lo dejaste pasar?

Mis ojos se entrecerraron sobre Neal. —¿Te parezco el tipo de persona


que lo deja pasar, hermano?

—Lo siento, —gruñó—. Tenemos paz, Liam. Paz verdadera. Por favor, yo
no...
—Entiendo eso, por lo que he estado esperando para ver hasta dónde
llegaría este nuevo idiota. Si se hubiera establecido y seguido las reglas,
no tendría que intervenir, pero ¿Aparentemente algo pasó en las últimas
veinticuatro horas que no conozco?

—Sí Señor, —respondió Fedel—. Anoche hubo varios tiroteos, pero el


más notable que está ganando la atención de los medios fue el de un
jugador de fútbol de diecisiete años y estudiante de honor que murió
protegiendo a sus hermanas menores, una de nueve años y la otra de
doce. El tirador no ha sido atrapado.

—¿Así que Mel fue a poner orden ella misma? ¿Sin hombres? —Declan
presionó como si fuera a contarle más; aunque lo supiera, no se lo diría,
pero me molestaba no saberlo—. ¿Tiene un hombre dentro?

—No que yo sepa, —respondió Fedel.

Neal agitó la cabeza. —Creí que tu plan era mantenerla limpia para
cuando se presentara a la presidencia. Si alguien la ve...

—¿Mi esposa ha sido alguna vez descuidada? —Pregunté, deslizando


otro pedazo de manzana en mi boca.

—No, pero...

—Pero, ¿Qué pasa con tu esposa? —Terminé por él—. Estoy feliz de que
Mina te traiga tanta alegría Neal, y entiendo tu necesidad de protegerla,
pero recuerda que ella vino a esta familia con los ojos bien abiertos. Eligió
trabajar para mi esposa. Ella es leal. Mel protege a los que le son leales.
No deberías preocuparte. Digo sabiendo muy bien que no escucharás,
pero es necesario decirlo. Las mujeres Callahan no son sólo iconos de la
moda y líderes de la caridad. Se ensucian las manos tanto como
nosotros. Si eso es todo, ambos pueden irse.

Ninguno de ellos dijo nada más antes de volver a sus mesas. Pude ver
que Neal estaba molesto, pero iba a tener que superarlo.

—Fedel, ¿Cuándo te dijo que se iba?

—Esta mañana antes de la misa.

—¿Y no me informaste entonces porque...?

—Me indicó que esperara.


Melody... maldita sea, mujer... ¿Debes llevarme a las canas antes de que
cumpla los cuarenta?

—¿Jefe?

—¡Que!

Se movió para pararse frente a mí. —Nunca me atrevería a fingir que


conozco a la Jefa más que usted.

—¿Pero? —Podía sentirlo venir.

—Pero... recuerdas, ella no creció como tú. Tenías una familia. No


importa lo que todos ustedes atravesaron en la familia, siempre fueron
una familia. La Jefa estuvo sola la mayor parte de su vida y cuando
estaba con su padre, hacía todo lo posible para convertirla en un maldito
soldado. La Jefa, Melody Nicci Giovanni Callahan, es un soldado, y como
todos los soldados, está en su mejor momento cuando está luchando. No
entiende la paz. Lo intenta por el bien de ustedes y de sus hijos, pero al
final del día, siempre sentirá la necesidad de luchar. No tiene nada que
ver contigo ni con nadie más; es su propia maldición personal.

No respondí. En cambio, seguí comiendo, mirando a mis hijos mientras


intentaban aprender póquer con mi madre. No me había dicho nada
sobre mi esposa que yo mismo no supiera ya. Había estado haciendo el
papel de Gobernadora Callahan por tanto tiempo, que Melody estaba
perdiendo la cabeza. Si necesitaba aplastar algunos cráneos para volver
a concentrarse, se los serviría con gusto; esa era la retorcida forma en
que nos amábamos.
MELODY
Debe haber sido la idea de un chiste enfermizo de alguna persona llamar
a este lugar Bella Vista.

A lo largo de los años, he dedicado mucho tiempo a tratar de reparar los


guetos6. Sin embargo, Southbend y Bella Vista aún resistían todos mis
esfuerzos. Los índices de criminalidad habían bajado, pero era difícil
reconstruir una comunidad en la que el resto del estado no quería
invertir. Fue aún más difícil cuando los de esa misma comunidad
trataron de hacer todo lo posible por interponerse en mi camino.

—Gobernadora, ¿Está segura de esto? —Murphy me dijo cuando salí


frente al viejo restaurante. Iba a aprender a no hacerme nunca esa
pregunta.

—Por favor, hazlo rápido, —dijo Mina detrás de mí mientras otro guardia
caminaba delante. El lugar olía a café rancio, panqueques y carne de res.
Cada puesto estaba lleno de miembros de la Realeza. Sus cabezas se
dirigieron hacia mí, sus ojos me miraban desde mi cara hasta mis
tacones.

—Señora, ¿Se ha perdido o algo así?

6
Guetos —Es un área separada para vivienda de un determinado grupo étnico, cultural
o religioso, voluntaria o involuntariamente, en mayor o menor reclusión.
Siempre era fácil detectar al líder de un grupo. Siempre era el que se
sentaba en la mesa más alejada de la puerta, de espaldas a la pared. Su
mesa siempre tenía, al menos, una mujer y un cigarrillo o bebida en la
mano. En este caso, eran dos mujeres de piel clara y un cigarro.

Caminando hacia su mesa, lo vi tensarse.


—Estás en mi asiento, —le dije al hombre sentado frente a él. Miró a su
Jefe, que estaba sonriendo como un tonto mientras soplaba humo de sus
labios.

—Deja que la vieja dama blanca se siente.

Se rieron y cuando se movió, dejé mi bolso a mi lado, cruzando las


piernas cuando me senté.

—En primer lugar, no soy blanca.

—Tienes la piel como una mujer blanca, los ojos como una mujer blanca,
y tu nariz tan arriba que tienes que ser una mujer blanca. —La chica de
su derecha se rio.

La chica de la izquierda respondió. —No, tal vez piensa que es negra


como esa señora... ¿Cómo se llama?

—Rachel Dolezal, —respondí.

—Sí, esa misma. —Se rieron—. ¿De dónde vienes, chica? Porque me
pareces muy blanca en este momento.

—Soy italiana, lo que significa que tengo una acreditación totalmente


diferente para patearte el culo. Ahora vuelve al poste o a la esquina de la
calle; él y yo tenemos asuntos que discutir.

Alcanzó su vaso de jugo de naranja.

—Hazlo. Acabo de venir de la iglesia y juro por Dios que acabaré contigo.

Dudó, sus ojos se dirigieron a Murphy, que estaba a mi lado. Al instante


siguiente, se decidió y me tiró el vaso de jugo de naranja. Ni siquiera me
moví; el cuerpo de Murphy se cernió sobre el mío, el vaso conectándose
con su hombro y el jugo salpicando de nuevo sobre la mesa.
No dijo nada, sólo se paró más derecho a mi lado. Alcanzando unas
cuantas servilletas, limpié la mesa.

—¿Vas a dejarlas a tu lado o vas a hablar? —Le pregunté.

—Vayan, esto sólo tomará un segundo.

—Sigo aquí, perra. ¿Cuándo será mi final? —Se burló de mí, balanceando
su cintura mientras se iba. Ignorándola, me concentré en la limpieza.

—¿Así que usted es la Gobernadora?

—Así que sabes quién soy, —dije, sin molestarme en mirarlo.

Esta mesa está jodidamente asquerosa.

—Sí, sí. Todo el mundo conoce a la famosa Melody Callahan, además vi


su foto en el periódico. Tu marido parece que se lo pasa muy bien contigo.
Me pregunto qué se siente al tocar a tientas a uno de ellas. —Asintió
hacia mis pechos.

—Se siente como dos balas especiales de una 38 en la columna vertebral.


—Sonreí—. O al menos, eso es lo que mi marido diría, pero sé que ni
siquiera te acercarías lo suficiente en tus sueños, así que no deberías
molestarte en preguntar.

—Es muy ardiente, Gobernadora, debe ser lo italiano...

—Estoy cansada de desperdiciar mis palabras contigo, así que voy a ir al


grano. Los tiroteos y los ataques, terminan hoy. También me dará la
persona responsable del tiroteo de la 42. Luego te arrastrarás de vuelta
al agujero del que saliste y te quedarás allí hasta que mi marido o yo
digamos lo contrario.

—¿Puedes creer a esta perra? —Se rio de inmediato junto con el resto de
su pandilla—. ¿Vienes a mi restaurante y me vas a dar órdenes, cariño?
Vuelve a tu agujero de marfil y jódete. No hay manera de que yo, Big
John Matty, escuche a una puta italiana, sea Gobernadora o no.

Agarrando el tenedor de la mesa, se lo clavé en la mano. El grito que salió


de sus labios fue tan patético que casi me reí... casi.
—Debes ser nuevo por aquí, —dije, tomando el cuchillo y una vez más
apuñalando su piel—. Por eso me tomo este tiempo para educarte...
amablemente.

—¡MÁTALA!

Todos se levantaron con sus armas, pero antes de que pudieran apretar
el gatillo, sus teléfonos empezaron a sonar uno por uno.

—Si yo fuera todos ustedes, contestaría eso. Sólo Dios sabe cuándo
volverán a saber de su madre, su hermano, su hija o su hijo... demonios,
incluso tienes a algunos tipos esperando en algún lugar. Quiero decir
que en un minuto están ahí y al siguiente BOOM, el gobierno debería
haber hecho algo con esos cables defectuosos antes ¿eh? —Dije con
calma, alcanzando una cuchara.

—¡Ma! ¡Ma! ¿Qué está pasando? ¿Cómo ha sido?

—¿Willow?

—¡Zoe!

—¿Qué?

Uno por uno, respondieron a sus teléfonos. Sonreí, girando la cuchara


alrededor de mis dedos mientras Big John miraba confundido. —Como
dije, debes ser nuevo por aquí. Ahora, podrías matarme, pero eso se va
a poner feo. Mi marido quemará Bella Vista hasta los cimientos, los
matará a todos uno por uno y se volverán unos contra otros porque...
bueno, eso es lo que hacen las zorras débiles como tú y luego es un
maldito desastre. Mientras tanto, te lo pediré amablemente. ¿Quieres
que repita mis demandas?

—Su nombre es Tyrone Williams. Dio el golpe en la 42.

—¿Y tú lo ordenaste?

Tragó y asintió.

—Gran error. —Me levanté de la mesa—. Mejor que no escuche nada de


Bella Vista. Ni siquiera una ventana rota sin la aprobación de mi familia
y hoy parecerá un buen día para ti.
Cuando agarré mi bolso, todos se separaron de mí como si tuviera la
peste. Hice una pausa. —Ahh, sobre tu chica...

Girando mi cara hacia la ventana, la vi riéndose fuera del restaurante


hasta que un Ford Escape negro aceleró hacia ella. Su cuerpo voló como
una muñeca lanzada por un niño antes de caer al suelo y rodar por el
suelo.

—Vas a necesitar otra.

Todo el restaurante se quedó en silencio. Uno por uno, se presionaron


contra la ventana.

Murphy mantuvo la puerta abierta para mí y Mina, guardó silencio como


siempre en momentos como éste. En el auto, esperé a que Murphy se
pusiera el cinturón de seguridad.

—¿Y bien, soldado? ¿Estás conmigo o estás en mi contra, en cómo


manejo las cosas?

Sus ojos azules se encontraron con los míos a través del espejo. —Me
apunto, Gobernadora.

—Brillante.

—¿Qué pasó con tu regla de los domingo? —Mina me interrogó.

No se mata los domingos... mierda, lo olvidé.

Saqué mi teléfono, marqué, y sólo sonó una vez antes de que


respondiera, —¿Jefa?

—No te olvides de llamar a una ambulancia, —le dije antes de colgar y


enfrentarla de nuevo—. ¿Contenta?

—Sólo estoy cuidando de ti. —Sonrió.

Las mujeres de esta familia están locas y soy quien las hizo así, ¿En qué
me convierte eso?
Capítulo 6
"Todo depende de la educación".
~ Leo Tolstoi ~

LIAM

Ahora volvemos a la historia en desarrollo en Bella Vista, donde anoche


los pandilleros llevaron a cabo múltiples tiroteos desde un auto, uno de los
cuales mató a Kendrick White de diecisiete años, quien usó su cuerpo como
escudo para proteger a sus dos hermanas menores. Kendrick era un atleta
estrella y estudiante de la lista de honor que buscaba ir a Notre Dame
después de la graduación. La policía de Chicago ha dicho que no sólo
tienen un sospechoso en custodia, sino que también aumentarán la
presencia policial en Bella Vista. En otras noticias, la escandalosa foto
publicada por el Chicago Daily Chronicle de la Gobernadora en ejercicio
Melody Callahan y su marido Liam Callahan no es tan escandalosa,
según la Gobernadora. En una declaración publicada hace unos
momentos, dijo —No estoy segura de por qué la gente encuentra esta foto
fascinante o escandalosa. Mi marido y yo tenemos una relación amorosa.
El agua está mojada. La ciudad es ventosa. Los Cachorros son el mejor
equipo del país. Lo que me sorprende es la falta de reportajes del Chicago
Daily Chronicle. En una noche en la que podrían haberse centrado en que
los hombres y mujeres de valor que fueron honrados por su valentía,
pensaron que era mejor destacar el hecho de que un marido y una mujer
se besaran en público como si eso fuera noticia. Realmente espero que
nosotros, como comunidad, aprendamos a esperar más de nuestros
periodistas.
Silenciando la televisión, puse los pies en mi escritorio y me recosté en
mi silla. —Nuestras esposas han estado ocupadas.

—Empiezo a preguntarme quién gobierna esta familia, ¿Nosotros o


nuestras esposas? —Declan se rio, me dio una copa de brandy antes de
sentarse frente a mí.

—¿Qué solía decir papá? Un hombre que cree que gobierna a su esposa
o no la conoce o es un tonto, —respondió Neal.

—Por el viejo, por saber que advertirnos no serviría de nada. —Levanté


mi copa con ellos.

—Salud, —dijeron los dos antes de beber el brandy conmigo.

Miré mi copa y luego a Declan. —¿Qué es esta porquería?

—Aparentemente fue un regalo del Alcalde. —Hizo una cara—. O algún


chiste enfermizo.

Molesto, me senté de nuevo antes de ir al bar a tomar un puto trago de


verdad. —Ahora que Mel se ha ocupado de nuestro problema de Bella
Vista, ¿Has tomado una decisión con las nuevas drogas?

—¿Por qué la gente de hoy en día siempre está obsesionada con lo nuevo?
¿Eh? ¿Qué pasó con los clásicos, metanfetamina, heroína, cristal?
Tenemos aspirantes a científicos medio locos que mezclan mierda de la
que no saben nada y se la entregan a la gente con una pegatina brillante
que dice “nuevo” para que los idiotas se traguen esa mierda. —Odiaba a
los estúpidos que se creían inteligentes; no había razonamiento con ellos.

—Estúpidos o no, todavía están comprando Blphine por montones.


Todos los traficantes lo están pidiendo, y si no lo consiguen de nosotros,
lo van a conseguir de otro, —añadió Declan cuando me senté.

—Tampoco hay lealtad, —murmuré antes de tomar un trago.

Neal sacudió la cabeza. —¿Quieres lealtad de los yonquis, pandilleros y


traficantes?

—Un hombre puede soñar, ¿Verdad? Ves a McDonald's teniendo que


inventar nuevas mierdas para mantener a la gente a raya. Todo el mundo
quiere un clásico Big Mac. No importa si una nueva empresa tiene alguna
mierda súper de lujo, al final del día, el Big Mac está en casa.
—¿Ya estás borracho? —Declan se rio junto conmigo.

—¿Qué dijo Mel?

Gemí, apretando el puente de mi nariz. —No me hagas empezar


nuevamente con esa mujer. No le digo una mierda y ella trata de
matarme. La pongo al corriente y me dice que haga lo que crea que es
mejor. O quiere volverme loco o ha perdido la cabeza, tal vez las dos
cosas.

—¿Así que lo que dices es que estás aún más loco por ella que cuando la
conociste? —Declan se burló, con una sonrisa engreída en su cara.

—¿Oyes eso Neal? —Me incliné hacia adelante con un dedo en la oreja—
. Coraline se rompió una uña, ¿No deberías ir corriendo a comprarle un
maldito spa para agregarlo a su colección? Ya hay un restaurante
Coraline en Main.

—Y la floristería Coraline en la 37 y Stonewall, —Neal agrego.

—La pequeña boutique Coraline en Madison y Richard...

—Ambos cierren la boca, —refunfuñó, un poco avergonzado.

—Aww hermano, te estás sonrojando...

—Neal ni siquiera vengas por mí después de comprarle una estrella a


Mina, —le dijo bruscamente y casi me muero... no, en realidad, no podía
dejar de reírme. Me había olvidado completamente de eso.

—Ella está en una mierda romántica como esa.

—Una maldita estrella. Al menos mi esposa puede visitar los lugares que
le compré, —añadió Declan. Mientras tanto, traté de calmarme.

—Oh, ríete de nosotros, pero al menos nuestras mujeres nos permiten


comprarles regalo, —declaró Neal.

Me encogí de hombros. —Tiene el mejor regalo de todos, yo. Sólo mira


esta cara.

Los dos gruñeron.


—¿Qué? Soy como la Navidad, el regalo que continúa dando. Además, mi
Mel no quiere estrellas o boutiques... quiere poder, y yo se lo di. Es la
Gobernadora del estado y luego será la Presidenta. ¿Qué es lo mejor de
eso?

—¿Fuiste tú quien le dio todo eso? —La puerta se abrió cuando mi madre
entró, ahora vestida con pantalones negros informales y una camisa de
botones. Siempre iba vestida de negro a menos que saliéramos; nunca
dejaba de llorar a nuestro padre. Su cabello castaño cobrizo ahora estaba
resaltado con canas—. Estoy bastante seguro de que Mel argumentaría
que fue un esfuerzo de equipo.

—¿Ma? ¿Ahora nos escuchas a escondidas? —Dije, dejando la bebida


para ir a ella.

—No es difícil escuchar a escondidas cuando todos ustedes son tan


ruidosos. Nunca pensé que vería el día en que todos mis chicos se
sentaran a beber y a hablar de mujeres. —Me besó las dos mejillas.

—Corrección, estábamos bebiendo antes de empezar nuestra


conversación... más o menos. —Neal sonrió, abrazándola también, junto
con Declan.

—No se detengas por mí. Sólo quería que supieras que mañana
seleccionaré nuevas niñeras para los niños junto con Coraline.

Recordar esta mañana me puso tenso otra vez. Me dio una palmadita en
el brazo. —No te preocupes, nadie le hará daño a mis nietos.

—Gracias, mamá.

Asintiendo, volvió a la puerta. —Oh, y por muy buenos que sean sus
regalos... nunca superarán a los de tu padre, incluso si Mel se convierte
en Presidenta.

Todos nos quedamos quietos por un momento, dejando que sus palabras
se asimilaran antes de que me volviera para enfrentarlos. —¿Qué le dio
papá que no sepamos?

—¿Quizás esté fanfarroneando? —Neal dijo, y puse los ojos en blanco.

—¿Quizás está siendo tan arrogante como Liam y significa que somos los
mejores regalos que ha recibido? —Declan dijo; era plausible, pero no
estaba seguro.
Maldita sea, ahora sí que quiero saberlo.

—De todas formas. —Suspiré, sentándome en el borde de mi escritorio—


. No venderemos Blphine. Nuestro padre, su padre, nuestro bisabuelo,
toda nuestra familia se ha adherido a los clásicos; no seré yo quien se
desvíe de ese camino.

Declan se pasó los dedos por el cabello. —Sabes que esto significa que la
Tríada tendrá un control aquí. Y una vez que eso ocurra...

—Tratarán de luchar contra nosotros... si son tontos. Me importa un


bledo lo popular que sea su mierda, nos llevó décadas llegar a este punto
y no hay manera de que puedan derribarnos tan fácilmente. —Los
imperios no se construyeron en un día. No ignoraba lo que esto
significaba, sólo que no iba a rebajarme a sentarme con los perros—.
Cuando la familia Tàiyáng empiece a caminar en dos piernas en lugar de
cuatro, los mataremos.

—Está bien... —Neal empezó a decir cuando llamaron a la puerta.

—Adelante.

O'Phelan entró. —Señor, su esposa solicita que se reúna con ella en el


sótano. Está con la señora Coraline.

Miré a Declan, que agitó la cabeza cansadamente.

—¿Mina? —Neal preguntó.

—Con los niños, Señor.

—Entonces me uniré a ella. —Neal terminó su brandy antes de poner el


vaso en la mesa—. Ustedes dos diviértanse con eso.

Se refería a ver a nuestras esposas, probablemente entrenando en el


cuadrilátero. No era difícil para mí ver a Melody siempre ganando, pero
Declan, odiaba ver a Coraline recibiendo un golpe. Incluso después de
todos estos años, se negó a subir al ring con ella, lo que sólo hizo enojar
a Coraline, pero no cambió de opinión.

—Bueno, vamos, —dije, ya caminando hacia la puerta—. No será tan


malo.
Resopló. —La última vez tuvo que recibir puntos de sutura, Liam.

—Mel se sintió mal. —Estuvo mal sonreír, pero no pude evitarlo. Fue
emocionante verla pelear.

—No lo entiendes, —murmuró cuando subió al ascensor. En realidad,


no lo hacía. Coraline no se quejaba y se había convertido en una gran
luchadora. No era como si nunca hubiera conseguido regresar un golpe
a Mel, era sólo que Mel era mejor.

Mi esposa era mejor.

MELODY
Sus puños eran rápidos.

Sus ojos estaban enfocados, claros, como un tigre.

Sus movimientos eran sólidos, sin perder ni un solo movimiento.

Coraline había recorrido un largo camino. No sólo era una buena


luchadora, era una gran luchadora. Era alguien con quien realmente
disfrutaba estar en el cuadrilátero porque no importaba cuán mal la
derribaran, se levantaba y empujaba más fuerte. Cuanto más fuerte
empujaba, mejor me convertía yo también. Casi me hizo sentir lástima...
casi.
Movió su brazo y yo me torcí a un lado, mi puño chocó con el lado de su
mandíbula, todo su cuerpo cayó al suelo.

—¡Cora!

Me detuve un segundo para ver a Declan mirándonos fijamente... y en


ese segundo Cora me golpeó las piernas, enviándome al suelo. Traté de
rodar, pero ya estaba encima de mí. Llevando mis puños a la cara, todo
lo que pude hacer fue defenderme hasta que disminuyó la velocidad.
Abriendo mis brazos, recibí un puñetazo en la cara para agarrar sus dos
brazos, retorciéndonos sobre la estera y sujetándola.

—¡Maldita sea! —Siseó cuando dio un golpecito y la dejé ir, limpiándome


la sangre de la nariz—. ¿Recibiste el golpe para encerrarme en su lugar?

—¿Qué es un golpe cuando ganas la batalla? —Sonreí, apretando el


puente de mi nariz.

—Uno de estos días te juro que te voy a ganar al menos en un asalto.


Ese puñetazo ni siquiera cuenta porque alguien me interrumpió. —Hizo
una cara mientras se daba la vuelta para mirar a Declan, que sólo le tiró
una toalla antes de ofrecer su mano.

—Eso cuenta. —Liam sonrió, agarrándose a las cuerdas—. Mel se


distrajo y pagó el precio por eso, como lo habría hecho en la vida real.

—¿Me estás dando un sermón sobre mis habilidades de lucha en este


momento? —Respondí, poniéndome de pie aunque me dolieran las
piernas. Sólo llevábamos un poco menos de una hora, pero Cora estaba
agresiva desde que entramos en el ring.

—¿Ya has terminado de golpear a mi esposa? —Declan me preguntó, lo


que hizo que Coraline pusiera los ojos en blanco.

Me señalé la nariz. —Es una calle de doble sentido.

—¿Oyes eso? —Coraline sonrió, dándole un codazo—. Tu esposa es una


malvada.

Le pinchó el costado y ella hizo un gesto de dolor. —Me asombra tu


maldad, cariño. Ahora vamos a ponerte hielo.
—No soy una niña, Declan, estoy bien. —La ignoró, la rodeó con su brazo
y la llevó al sauna.

Cora me miró, sacudiendo la cabeza, pero le dejó ser el marido


sobreprotector que era. Aún así, sabía que disfrutaba en secreto de lo
mucho que le dedicaba.

—Podríamos ser así si no fueras... —Su voz se apagó cuando lo miré con
desprecio. Moviéndome hacia la esquina del ring, agarré mi botella de
agua y mi toalla.

—Bueno, Mel, estoy aquí abajo... ¿También estamos peleando?,


preguntó, ya sacándose la corbata.

Sacudí la cabeza. —Te pedí que vinieras para hablar contigo.

—¿Hablar conmigo? ¿En un ring? —Su ceja se levantó—. Está bien.

—A partir de mañana, Dona y yo empezaremos a entrenar... en serio.

Cinco.

Cuatro.

Tres.

Dos.

—Define en serio. —Frunció el ceño, con los brazos cruzados mientras


me miraba sin un ápice de humor en su tono o en sus ojos.

—Tan serio como mi padre lo estaba conmigo.

—No.

—¿Perdón?

—No, —dijo otra vez, moviéndose para salir del ring como si eso fuera
todo y debía inclinarme ante sus órdenes.

—¡LIAM CALLAHAN! ¡No te atrevas a moverte!

—MELODY CALLAHAN, no tengo nada más que decir sobre esto. Mi hija
no va a pasar por un infierno. No. Fin de la discusión.
Este hijo de puta ha perdido la cabeza.

—¿Tu hija? —Repetí; ni siquiera me miró, sólo sacudió la cabeza—


¡Nuestra hija! Ella estaba en mí. La di a luz. Todavía puedo recordar
cómo se sintió en mi pecho el día que nació. Recuerdo cuántos cabellos
tenía en la cabeza. No te atrevas a ladrarme como si estuviera loca o
como si quisiera dañar a nuestra hija sólo por diversión.

—Entonces, ¿Por qué estás haciendo esto? Ella está protegida...

—¿Por quién? ¿Por ti? ¿Yo? ¿Sus hermanos? Ya has tomado a Ethan bajo
tu ala, y Wyatt ya está practicando el tiro al blanco. Sé que amas a Dona
hasta la luna y vuelta a la tierra diez veces, pero ponerla en una burbuja
¡No es suficiente! Mi padre me quiso lo suficiente como para entrenarme.

—¡Tu padre sabía que estarías sola! Sola. Melody, pensabas que tu
madre estaba muerta. Tu padre se estaba muriendo. El resto de tu
familia se había ido. ¡Todo lo que tenías era a ti misma! Tu padre te
convirtió en un arma porque era lo único que podía hacer por ti. ¡Lo
entiendo, pero también entiendo cómo te destruyó! ¡Has estado luchando
tanto tiempo que no sabes cuándo parar! Cuando nos conocimos, ni
siquiera sabías cómo amar. Incluso ahora no puedes moverte ni un
metro sin ejercer tu dominio. Nunca te sientes segura. Luchas por ser
esposa, madre y todo lo demás. ¡Estás luchando constantemente! Y te
amo por todo el esfuerzo que haces. Te amo con todas tus cicatrices, pero
amo a Dona demasiado para dejarla luchar así.

Sentí como si me hubiera golpeado bajo la cintura. No podía entender


qué me dolía más, el hecho de que pensara que estaba más rota que él o
el hecho de que realmente no veía el mundo como yo. Siempre habíamos
estado en la misma página... ahora no estaba segura.

Pero también podía golpear por debajo de la cintura. —Hablas de mi


familia como si no conocieras la tuya.

—¿Qué?

—Tal vez lo hayas olvidado, pero eres el príncipe que heredó las llaves
del reino de tu padre. ¿Sabes lo que fue para tu familia antes de que tu
padre se convirtiera en Ceann na Conairte? Probablemente no, porque
Sedric hizo lo mejor que pudo para mantenerlos a todos en una burbuja.
Tu padre tenía dos hermanas. Una fue violada y decapitada, y la otra
quedó atrapada en su casa cuando se incendió. Declan no es tu
hermano, es tu primo. Su padre y su madre fueron asesinados a tiros,
87 balas entre ellos. Después de perder a su precioso hijo, Shamus, tu
abuelo abandonó América y regresó a Irlanda. Tu padre casi fue
asesinado para salvar el nombre de Callahan; la guerra entre los
irlandeses y los italianos fue más sangrienta que nunca. ¿El ejército de
la familia Callahan? ¿Dónde estaba cuando tu madre fue atacada,
cuando casi te pierde y perdió a tu hermana gemela? Miro por encima
del hombro porque nunca estoy a salvo, no porque mi padre me haya
convertido en un soldado, sino porque nací en la mafia. El momento en
que te sientes cómodo, el momento en que crees que estás a salvo es el
momento en que te vuelves arrogante y alguien te mete una bala en el
cerebro.

—¡Estabas enfadada conmigo por haber sacado a Ethan! ¡Decídete,


mujer! ¿Quieres que sean sólo niños o quieres que sean niños soldados?

—¡Mostrarle a nuestro hijo cómo asesinar a alguien es diferente a


enseñarle cómo protegerse a sí mismo! Dona puede aprender a ser una
luchadora y aún así ser una niña.

—¿Y cómo lo sabrías? ¿Cuándo has sido una niña, Melody?

—Dona y yo somos diferentes; ella se adaptará de manera diferente.

Se presionó el puente de su nariz, inhalando profundamente. —No te


entiendo. Sabes que Dona es tierna. Le gusta hacer coronas con dientes
de león. Le encantan los pájaros pero no los tiene como mascotas porque
siente que los está secuestrando. Ni siquiera come carne porque ama
demasiado a los animales. ¿Esta es la chica que quieres moldear? Una
de dos cosas sucederá, o ya no será la misma Dona, o tomará la decisión
de no pelear. No hay término medio con ella.

—Entonces tendrás que aprender a amar a la nueva Dona porque


nuestra hija siempre luchará. Si me odia, que así sea. Tú puedes ser el
padre divertido. Seré feliz sabiendo que puede protegerse a sí misma si
es necesario, —dije, levantando la cuerda y saliendo.

No dijo una palabra ni me siguió, y una vez que le di la espalda, no me


molesté en comprobarlo. En lugar de eso, subí al ascensor y me quité la
cinta de las manos.

—Maldito idiota, —murmuré para mí misma, pero no estaba segura de


sí me refería a él o a mí...
Cuando llegué a mi habitación, estaba tan agotada que me duché
rápidamente antes de ponerme un camisón de seda y asomarme a la
habitación de Dona y Wyatt. Por supuesto, Ethan se durmió junto a
Dona, los dos se acurrucaron juntos... y como Wyatt odiaba que lo
dejaran fuera, se forzó a sí mismo al borde de la cama. Pateó a Ethan,
quien abrió los ojos, preparado para patearlo cuando me vio.

—Ahh. —Gimió cuando Wyatt le dio una patada de nuevo—. Es tan


molesto.

—Estás en su habitación, —le dije cuando se apartó de ellos, con su


cabello castaño sobresaliendo en todas las direcciones.

Caminando hacia él, le acaricié el cabello. —¿Quieres que te arrope?

—Mamá. —Me hizo una cara, frotándose los ojos—. Tengo casi diez años,
no necesito que me arropen.

—Bien, ¿Entonces me arroparás?

Lo pensó un momento antes de asentir. Tomando mi mano, volvimos al


dormitorio. Sentado a mi lado, me recosté sobre las almohadas.

—¿Te lavaste los dientes? —me preguntó seriamente; hice lo posible por
no reírme.

—Sip. —Asentí.

—¿Qué hay de tu ropa para la escuela, digo, para el trabajo?

Me estás matando chico. —Seleccionado y planchado.

—¿Abrazaste a Nana y le diste las buenas noches?

—No hubo abrazo pero dije buenas noches.

Cruzó los brazos.

—La abrazaré mañana.

Asintió y se detuvo, frunciendo el ceño mientras trataba de recordar qué


más preguntar.

—¿He...?
—¿Le diste las buenas noches a papá? —me preguntó.

Este chico, hombre. Incluso cuando no lo intentaba, seguía estando del


lado de su padre. —Todavía no, pero lo haré.

—No lo olvides, —dijo en serio, tirando de mi edredón hasta el cuello.


Incluso me acarició el cabello—. Te quiero, mamá.

—También te quiero, mio bel leoncino. —Me incliné y le besé la mejilla.

—¡Buenas noches! —Me saludó, corriendo hacia la puerta.

Fingí dormir y le oí abrir la puerta suavemente.

—Buenas noches, mami, —susurró antes de cerrar la puerta tras él.

Cuando se fue, me senté de nuevo, incapaz de dejar de sonreír. Me


incliné hacia atrás y esperé... y esperé... y esperé, joder.

No importaba cuántas veces peleáramos o cuán enojados estuviéramos


el uno con el otro, siempre compartíamos la cama. Siempre. Era una
regla íntima entre nosotros. Y aún así, habían pasado casi tres horas
desde que lo dejé en el sótano y aún no se había acostado. El reloj que
estaba a mi lado marcaba las 3:47 AM y juré que si pasaba otro minuto
lo arrojaría a la puerta. No podía dormir. Más vale que no esté durmiendo
en otro lugar, tampoco.

—Oh Dios mío, —me susurré a mí misma. ¿Cuándo me convertí en esta


persona? ¿La esposa que espera a su marido? —¿Qué me pasa? —Me
quejé, agarré una almohada y la puse sobre mi cara. ¡Era Melody
Callahan! Sangrienta Melodía. Jefa de la mafia italiana. La Gobernadora
de Illinois. Los hombres adultos se habían cagado delante de mí. ¡Las
mujeres ni siquiera podía hacer contacto visual! ¡Yo era una jodida Jefa!
Entonces, ¿Por qué diablos estoy perdiendo completamente la calma por
un hombre? ¡Y qué si lo amo! ¿Y qué si es el padre de mis hijos? Yo soy
la fría y coleccionista. ¡Soy la que tiene razón! ¡Él es el que intenta hacer
de nuestra hija una damisela en apuros! ¡Si alguien no debería venir a
la cama soy yo!

—¡Mel!
Mis ojos se abrieron cuando me arrancaron la almohada de la cara. Miró
fijamente hacia abajo con los ojos abiertos, el sudor goteando por los
lados de su cara y nariz.

—¡¿Qué mierda estás haciendo?! —me gritó mientras me sentaba.

—¿Qué? —Le grité, pero no me respondió. Respiró profundamente,


sacudiendo la cabeza mientras se sentaba en el borde de la cama a mi
lado. Se había puesto unos pantalones cortos negros para correr y una
camisa negra sin mangas, cuya parte trasera estaba empapada de sudor.

—No vuelvas a hacer eso, —murmuró, quitándose los zapatos y tirándolo


al suelo.

—¿Qué...?

—Vine aquí listo para terminar nuestra discusión sólo para encontrar
que no respondías con una almohada sobre tu cara.

Sonreí. —¿De verdad crees que así es como voy a llegar a mi fin? ¿Una
almohada?

—No pienso en cómo vas a morir, Mel. Pensamientos como ese...

No dijo nada, sólo se levantó de la cama y se dirigió a nuestro baño.


Pensé en unirme a él por un momento pero me quedé quieta. No tardó
mucho; la ducha estaba abierta un segundo y al siguiente, salía
secándose el cabello con una toalla, vestido sólo con la parte inferior de
un pijama de satén verde oscuro. Su pecho duro, cada uno de sus
abdominales definidos, estaba completamente expuesto a mí. La cama
se movió cuando levantó el edredón y se sentó a mi lado. Olía a especias
frescas.

Silencio.

El único sonido era nuestra respiración.

—¿Qué estás haciendo? —Cedí primero cuando se movió a un lado para


dormir.

—Estoy cansado, Melody...

—No nos vamos a dormir enfadados, así que o lo solucionamos o no


dormimos.
Se quejó antes de girarse hacia mí. —¿Estás tratando de volverme loco?
¿Es eso? Quieres que me vuelva loco...

Lo besé suavemente antes de poner mi frente en la suya.

—Me puse agresiva pero deberías saber que así es como soy. Sin
embargo, no lo hago porque quiera molestarte, Liam...

Esta vez, me besó, sus manos se dirigieron a mi cuello antes de ponerme


de espaldas y acostarse sobre mí.

—Es molesto cuando alguien te interrumpe cuando estás hablando,


¿Verdad? —Sonrió y puse los ojos en blanco, tratando de apartarlo, pero
me sujetó debajo de él—. Te conozco, Mel. Mejor que nadie en este
mundo. Sé que estás abrumada por la cantidad de amor que tienes por
nuestros hijos, por lo que sé que tampoco quieres ser el que empuje a
Dona. Pero tienes que hacerlo. Lo entiendo. Lo odio, pero lo entiendo. No
estoy enfadado contigo, estoy enfadado porque estoy tan dividido entre
ser un padre y ser un Jefe. Me gusta ser el padre divertido.

Respiré profundamente. Estábamos en la misma página otra vez. —Así


que dejamos de mimarlos.

—Sí, —murmuró, apoyando su cabeza en mi pecho. Pasando mi mano


por su cabello, supe que no me soltaría, así que me puse cómoda en sus
brazos.

Él tenía razón.

Nadie me conocía como él. Nadie me entendía mejor que él.


Capítulo 7
"Soy un bastardo de corazón frío. Soy insular, estoy harto,
soy adicto al trabajo, soy despiadado y soy egoísta".
~ Ally Blake ~

MINA

Crecí pobre.

Más pobre que los pobres típicos.

Mis padres no estaban luchando entre trabajos.

No vivíamos en los parques de caravanas o en la parte trasera de los


autos.

No. Los pobres del barrio chino eran un tipo de pobres completamente
diferente.

Mi padre se suicidó cuando tenía nueve años, dejando a mi madre, que


habría cambiado sus manos por una botella de Soju, para cuidar de tres
niños ella sola. Es seguro decir que falló. Mi hermana murió congelada
una noche de invierno mientras dormíamos bajo un puente. Mi madre
me dijo que tomara su chaqueta y cuando no lo hice, la tomó para ella.
Mi hermano... se escapó, pero no antes de robar 1,89 dólares de cambio
que tenía recaudado. Éramos sólo mi madre y yo hasta que mi madre me
vendió a una red de prostitución. Ni siquiera luché. Me dijeron que me
alimentarían y me calentarían. Comida. No ratas. No basura sobrante,
sino comida de verdad. La primera vez que recuerdo haber comido arroz
viscoso, me paré a no más de tres metros de un hombre que se follaba a
alguien por el culo. Tenía diez años y me senté a comer arroz y a
escuchar. Sí, por un breve momento me pregunté si ese sería yo, pero
fue un momento muy breve porque tenía arroz y estaba caliente.

Estuve allí durante dos días antes de que alguien me comprara. Era un
hombre relativamente joven, de unos veintitantos años. Nunca me tocó,
sólo quería que me desnudara, bailara y luego me vistiera de nuevo. Pagó
tanto que nadie más me tocó. Cuando tenía doce años, me trajo a casa
para ser la compañera de juegos de su propia hija. Me di cuenta de que
nos parecíamos, su hija y yo. Incluso me hizo llamarlo Padre. Se aseguró
de que fuera a la escuela con su hija, se aseguró de que me vistiera bien;
a todos los de fuera les debió parecer que era afortunada como si hubiera
sido adoptada por una familia amable y generosa. Nunca dije una
palabra de las cosas que sucedían en su casa. Esperó hasta los quince
años para tocarme. Cuando tenía diecisiete años, trajeron a casa a otra
joven. Su esposa me despidió tranquilamente con dinero para callar...
fue entonces cuando me di cuenta de que no era que no lo supiera, sino
que fingía no saberlo.

Sabía cómo sería la vida de esa chica.

Se lo dije antes de irme y todo lo que me preguntó fue si había arroz. Era
divertido de una manera enfermiza, retorcida y horrible. La entendí, y
mirando hacia atrás no estaba segura de que más me hubiera pasado.
¿Me habría muerto de frío? ¿Me habrían violado en la calle? ¿Habría
muerto de hambre antes de ser violada? ¿Congelada antes de morir de
hambre?

No importaba porque era libre. Tenía dinero y era libre.

Daba miedo lo normal que era mi vida después de eso. Conseguí un


trabajo en una tienda de pollo y viví en el sótano. Fui a una de las mejores
universidades del país consiguiendo préstamos. Me enamoré una vez,
tuve una hija, y me di cuenta de que a él, como a todos los demás, le
importaba una mierda. Desapareció, pero no antes de etiquetarme como
una puta.

Fue gracioso... y cuando digo gracioso, quiero decir cruel... la forma en


que las mujeres son tratadas en todo el mundo.

Si se callan, las pasean por todas partes.


Si hablan, las atacan desde todas las direcciones.

Sólo cuando tuve una hija me di cuenta de que quería hablar, no sólo
por mí, sino por ella, porque al menos podía defenderme. Nunca había
luchado antes; nunca había tenido el poder de hacerlo. Una vez que lo
hice, me di cuenta de que tenía cicatrices encima de las cicatrices de la
vida que había vivido.

No era una buena persona.

Era tranquila pero nunca buena.

Al diablo con ser buena.

—¿Mina?

Me enfrenté a Mel mientras se giraba en su silla para mirarme.

—Lo siento, ¿Qué?

—Nuestro recién nombrado Comisionado Adjunto estará aquí en un


momento. Voy a necesitar que te concentres un poco más.

—Por supuesto. —Asentí y llamaron a la puerta antes de que lo dejaran


entrar.

—Gobernadora Callahan. —Sonrió al entrar, vestido con su uniforme


azul marino y con el sombrero bajo el brazo. Sus ojos se dirigieron a mí
por un rápido segundo antes de enfocarse de nuevo en ella. Juntó sus
manos.

—Comisario Cheung, gracias por tomarse el tiempo para conocerme. —


Mel le hizo señas para que se sentara. Levantó un tobillo sobre la otra
pierna y se apoyó en el respaldo de la silla. Tenía el cabello negro
azabache y un pequeño corte sobre su labio.

—No podría pensar en un honor tan grande, —dijo, sus ojos volvieron a
mirarme durante unos breves segundos.

No presté atención a su conversación. Lo intenté, de verdad que lo hice,


pero me quedé ahí parada. No fue por miedo, creo que nunca haya
sentido miedo de verdad. Me quedé en silencio por el momento, pero
hablaría pronto, y cuando lo hiciera, nunca olvidaría lo que tenía que
decir.
La reunión fue demasiado larga.

Me costó toda mi compostura quedarme allí.

—Mina le mostrará la salida. —Mel me sacó otra vez de mi tren de


pensamiento, y no discutí. Sólo puse el archivo a su lado antes de
caminar alrededor del escritorio.

Se rio a mi lado mientras entrábamos en el vestíbulo.

—Qué lejos has llegado, Mina.

—Gracias, Padre. —Le sonreí mientras se congelaba por un segundo y


luego se movió, poniendo su mano en mi hombro.

—Basta ya de eso. El pasado está en el pasado. Estoy tan contento de


que hayas hecho algo de ti misma.

—No podría haberlo hecho sin ti, —dije automáticamente, para su placer.

Se inclinó más cerca. —Nunca olvides eso. Si la Gobernadora necesita a


alguien, asegúrate de recordar quién te crió.

—Por supuesto.

Asintiendo, se colocó el sombrero en la cabeza. Se puso de pie más recto


mientras salía. Lo seguí, disfrutando de la brisa. Cuando se subió a su
auto, un Mercedes negro se detuvo. Neal se desabrochó el botón superior
de su traje al salir, una gran sonrisa se extendió por su cara. Era el tipo
de sonrisa que siempre me hacía sonreír... pero no este día.

—¿Lista para el almuerzo? —preguntó, besando la parte superior de mi


cabeza.

Le di una palmadita en la parte superior de su traje. —Neal, necesito algo


de ti.

—Cualquier cosa.

—El Comisionado Adjunto acaba de pasar a ver a Melody.

—¿Todo bien? —Frunció el ceño, mirando hacia el auto, que ya se había


ido.
—Sí. —Sonreí—. Sólo necesito que mates a su hija.

—¿Qué? —Se rio a medias.

Parado más derecho, me repetí. —El Comisario Adjunto Cheung tiene


una hija, la quiero muerta. También tiene una esposa; la quiero muerta.
Quiero que las vea muertas antes de que lo mates.

—Mina.

—¿Puedes hacer eso por mí?

—Sí. —Asintió, pasando una mano por su cara—. Pero Mel...

—Tengo la sensación de que ella lo sabe. No voy a hablarle de eso. Tú sí


puedes. Ella dirá que sí. Estoy segura de que se molestará porque no se
lo dije, pero no soy como ella. No puedo cambiar como Cora, pero eso no
significa que no quiera sangre también.

—Entonces habrá sangre.

Así fue como hablé, con acción.

Ese era el poder que tenía ahora, para señalar a alguien y ordenar su
muerte y que se hiciera. Eso fue lo que Mel me ofreció. Valía más que el
oro.

Uno por uno, todos los que me habían hecho sufrir, iría por ellos, y uno
por uno se ahogarían en su propia sangre.

Mina Sung se había ido.

Mina Callahan iba a tener un derramamiento de sangre.

—Pero antes de que te reúnas con el Comisionado, ¿Qué quieres


almorzar? ¡Me siento muy tailandesa! —Le sonreí, tomándole la mano.

—Pero en realidad esperaba conseguir indio. —Me hizo girar en sus


brazos.

—¿Tomamos algo de ambos?

Asintió, llevándome al auto.


MELODY
—¿Ya extrañas mi voz? —Liam dijo al otro lado de la línea mientras
estaba de pie junto a la ventana.

—Te quieres a ti mismo, ¿Verdad?

Se rio. —Ahora que lo mencionas...

—Pronto perderemos otro Comisionado Adjunto, —dije,


interrumpiéndolo antes de que se alejara más del tema.

—¿Mina?

—¿Cómo lo supiste?

—Neal acaba de enviarme un mensaje. Ya le ha llevado bastante tiempo.


¿Ha sido parte de esta familia durante cuántos años?

Sonreí, viendo mi propio reflejo en el cristal. —Algunas personas son


animales sangrientos, Liam, y otras son plantas venenosas. Te dije que
era diferente a Olivia. Pude verlo. Ella le dejó subir para poder patearlo
hacia abajo. Es una asesina silenciosa, la que nunca viste venir hasta
que fue demasiado tarde.
—Se podría decir algo acerca de las mujeres de esta familia. —Suspiró
para sí mismo—. ¿Cómo te afectará esto? Lo último que queremos es
mala prensa.

—¿No sabes que soy la que más brilla en el caos?

—Disfruta, esposa. Seguiré trayendo a casa el tocino.

—Pasaré; aparentemente da cáncer.

Se quejó. —Todo da maldito cáncer...

—Adiós, esposo, —dije rápidamente, colgando antes de que pudiera decir


otra palabra. Volviendo a mi escritorio, me acomodé en el asiento de
cuero negro, con las banderas de EE.UU. y del estado detrás de mí.
Estaba buscando el archivo que Mina había dejado cuando llamaron a
la puerta.

—Adelante.

—Señora Gobernadora. —Bruce, mi secretario, metió su rubia cabeza


mientras se empujaba el marco negro de sus gafas por su nariz torcida.

—¿Qué es?

—El Alcalde Weston está aquí exigiendo verle.

—¿Exigiendo? —Interesante elección de palabras.

—Sí, Gobernadora.

—Bueno, entonces no le dejes esperar. —Me incliné hacia atrás en mi


silla, cruzando las piernas. Bruce apenas se dio vuelta antes de que mi
Alcalde menos favorito entrara a la fuerza—. Benjamin, ¿Qué puedo
hacer por ti?

—¿Qué puedes hacer? ¿Qué puedes hacer? —Trató de contenerse,


respirando profundamente—. ¿Sabes por qué la oficina del Gobernador
siempre ha estado en Springfield y no en Chicago?

—¿Planificación insignificante? —Le contesté, casi aburrida.

—¡Para que no haya conflictos internos entre el Jefe Ejecutivo de la


tercera ciudad más grande del país y la oficina del Gobernador! Este
estado aún se tambalea por los graves problemas financieros derivados
en gran parte de las pensiones no financiadas para los trabajadores, algo
que no puedes entender porque, uno, este es el primer trabajo que has
tenido, y dos, porque tienes más dinero del que puedes soñar.

—¿Vas a seguir ladrándome o vas a dar un ejemplo...

—Propuse un nuevo plan de presupuesto. El Ayuntamiento de Chicago


lo apoyó y debería haber tenido luz verde hoy, pero en cambio, he oído
que hiciste algunas llamadas. No hay presupuesto. No hay luz verde.
¡Esto no es un juego, Sra. Callahan!

—Puedo ver que estás molesto. —Sonreí; siempre era divertido ver a una
rata correr hacia una trampa—. Y también podría dedicar tiempo a
explicarte mi razonamiento, pero no me gusta tu tono. Cuando mis hijos
hacen berrinches, normalmente los mando a sus habitaciones. ¿Qué tal
si vas a tu oficina y cuando...

—¡Soy el maldito Alcalde de Chicago! ¡Me hablarás con respeto!

—No, —dije, tirando casualmente al suelo el archivo que Mina me había


dado delante de él—. ¿Sabes por qué la gente me eligió sabiendo que este
era mi primer “trabajo” y que tenía más dinero del que sabía qué hacer?

Lentamente se agachó para recoger los papeles.

—Es una razón simple en realidad. Cuatro de los siete gobernadores


anteriores de Illinois fueron a prisión. Junto con dos representantes de
EE.UU., el ex Secretario de Estado y el Fiscal General, en total 79
funcionarios electos han ido a la cárcel por depravación desde 1972.
Illinois tiene un largo legado de corrupción pública, todos ellos de
hombres que se parecen a ti, fingiendo que les importa una mierda
cuando honestamente no es así. Hombres como tú, que crecieron
tomando por el culo a todos los demás y ahora quieren joder a cualquiera
que esté a la vista. Esta ciudad, este estado está cansado de hombres
como tú, por lo que mi bonito culo está sentado tan cómodamente en
esta silla. ¿Qué es el dinero para alguien que es rico? ¿Qué es el poder
para alguien que ya es poderoso? Si querías eliminarme, al menos
deberías haber mantenido tu nariz limpia, Benjamin. ¿Prostitutas y
soborno? Ni siquiera eres original.

Se puso la mano en la boca, mirando los periódicos. Tuve que darle


crédito; si Mina no hubiera sabido dónde buscar, habría sido capaz de
mantenerlo en secreto.
—Oh no. —Le sacudí un dedo cuando intentó sentarse frente a mí—. No
vamos a tener una conversación civilizada ahora. No dejaste de sacar la
polla para demostrarme lo hombre que eres. Adelante. Demuéstrame por
qué eres el Jefe Ejecutivo de la tercera ciudad más grande del país. Estoy
esperando.

Se quedó allí mirándome un momento antes de ponerse lentamente de


rodillas. Fue una visión lamentable.

Sus puños apretados. Su mandíbula se trabó. —¿Qué... qué quieres?

—Muchas cosas... ninguna de las cuales puedes darme, Ben.

—Mi esposa... mis hijos... si haces esto...

—Me preocupo tanto por tu mujer y tus hijos como tú mientras te follas
a esa guapa de diecinueve años con los pechos alegres.

—Gobernadora...

—Sal de mi oficina, Benjamin.

Se puso de pie y escupió frente a mi escritorio. —Un día, toda la mierda


que le metes a la gente en la garganta, todos los malditos tratos que
haces volverán a ti diez veces más. Entonces serás tú la que esté de
rodillas. No estaré allí para verlo, pero voy a respirar tranquilo sabiendo
que se ha hecho justicia.

—Benjamín, aunque el mundo estuviera en llamas y mi piel se derritiera


en mi cuerpo, nunca estaría de rodillas. No me confundas con una perra
como tú.

Cuando la puerta se cerró de golpe al salir, Bruce volvió a meter la


cabeza. Cuando vio mi cara, no dijo nada, sólo cerró la puerta.

¿Justicia, dijo? Lo que no se dio cuenta es que la familia Callahan era la


justicia personificada.
Capítulo 8
"En los negocios, la crueldad es la justicia".
~ Justin K. McFarlane Beau~

LIAM

Se sentó frente a mí, con la cara inexpresiva mientras vertía un chupito


de Whisky Irlandés Green Spot en mi café.

—Señor...

En el momento en que levanté la mano, dejó de hablar, permitiéndome


disfrutar de mi café de la tarde en silencio. Como siempre, sumergí mi
dedo meñique en él, revolviéndolo antes de chupar el café de mi dedo.
Inhalando el aroma mientras llevaba la taza a mis labios, sabía a fuego
líquido bajando por mi garganta, pero no podía parar hasta que
terminara cada gota.

Lamiéndome los labios, coloqué la taza a un lado, junto a los saleros y


pimenteros de la mesa del comedor, me relajé en mi puesto y me
concentré en el hombre que estaba delante de mí. —Vas a tener que
repetir lo que acabas de decir una vez más.

Tragó, lamiéndose los labios. —Nos robaron, Señor... unas seis kilos de
producto y diez grandes.

—Pero sabes quién lo hizo, ¿Verdad, Flannery?


—No son más que un montón de niños con cabeza hueca. Los chicos de
Viona. Justo después de dejarlo iba a ver...

Una vez más levanté la mano y una vez más, se calló. Rascándome un
lado del cuello, miré por la ventana; las nubes de arriba estaban
cambiando lentamente de blanco a gris, y de gris a negro.

—Entonces, lo que me estás diciendo es que no sólo me robaron, sino


que me robaron un montón de niños, ¿Es correcto?

—Señor...

—¿Es. Eso. Verdad?

Asintió, ajustando la gorra marrón de taxista en su cabeza.

—Bien. —Me reí, poniéndome de pie.

—¿Está bien?

—Dijiste que ibas a ver a estos niños, así que vamos. Está a sólo dos
cuadras de la carretera, ¿Verdad? —Metí la mano en mi chaqueta y
saqué un billete de cien dólares, caminando hacia mi camarera favorita
detrás de la barra y deslizándolo por el mostrador hacia ella.

—¿Cuántas veces tengo que decirte que del café sólo es veinte? —Ella
sonrió.

—¿Cuántas veces tengo que decirte que eso no cubre ni siquiera ver tu
hermoso rostro? —Respondí.

Trató de hacerme una mueca, pero no pudo evitar que se le formara una
sonrisa en las mejillas, las arrugas de su cara son más prominentes
ahora que nunca.

—Siempre tan encantador. ¿Cómo es que tu esposa soporta esa boca


tuya?

—Podría decírtelo pero ahora me meterías en problemas, Beatrice. —Le


guiñé un ojo, agarrando un palillo de dientes antes de caminar hacia la
puerta.

Beatrice había trabajado en Eastside Diner durante casi treinta años.


Venía todos los lunes con Declan al principio, y ahora con Neal, y siempre
pedía lo mismo. Ella lo sabía, pero claro, preguntaba de todas formas.
Hace cinco años, le compré el restaurante para que la pobre mujer
pudiera finalmente retirarse, pero estaba tan entusiasmada con ser la
dueña que ahora venía cada maldito día, trabajando más duro que antes.

Saliendo al frío, vi que Fedel se dirigía al auto, pero moví la cabeza,


caminando hacia Flannery. No dijo nada, sólo metió sus grandes manos
con cicatrices en los bolsillos de sus pantalones y bajó la cabeza,
obviamente pensando demasiado.

—Hola, Sr. Callahan. —Dos jovencitas, tal vez tres o cuatro años mayores
que Dona, me saludaron una vez que nos acercamos al vecindario.

—Señoritas. —Asentí, moviéndome para darles espacio en la acera. Se


rieron, susurrándose mutuamente mientras caminaban de la mano.

—¡Sr. Callahan! —Un grupo de adolescentes, esta vez, cuatro chicos,


corrieron al otro lado de la calle. Fedel se puso tenso, pero no había nada
de qué preocuparse.

—Mi papá me dijo que si quería un trabajo se lo pidiera, —dijo el primero,


su diente frontal astillado.

—Como si, Bertie. Si alguien trabajara para los Callahan sería yo. —El
segundo, y más bajo, de los cuatro infló el pecho. Todos se rieron de él.

—¡En tus sueños, Eirnin!

—Caballeros, —dije, y todos se callaron, mirándome como si hubieran


olvidado que estaba allí por un segundo—. Si quieres trabajar con mi
familia, tienes que ser inteligente... pregúntame de nuevo dentro de diez
años.

Caminando alrededor de ellos, continuamos. Las dos cuadras parecían


dos millas por toda la gente que me paró sólo para saludarme. El East
Side siempre había sido el hogar de los irlandeses, y si eran irlandeses,
sabían quién era, y si sabían quién era, tenían que mostrar respeto. Era
básicamente un mandamiento no dicho.

—Aquí es, —dijo Flannery cuando nos detuvimos en una casa en ruinas
con lo que una vez fue una puerta verde; la mayor parte de la pintura
estaba ahora desportillada y en su lugar se veía marrón. Flannery me
miró, inmóvil.
—¿Esperas que llame a la puerta?

Saltando las escaleras de dos en dos, se acercó a la puerta y la golpeó.

—¡Ya voy! ¡Ya voy!

Un segundo después la puerta se abrió y una mujer baja y pálida con su


cabello negro en una cola de caballo floja y suciedad por todas partes se
adelantó.

—¿Flannery? ¿Qué estás... —Sus ojos verdes se dirigieron lentamente


hacia mí.

Sonriéndole, me saqué el palillo de la boca y me acerqué. —Sra.


Feidhelm, ¿Están sus chicos dentro?

Rápidamente miró a Flannery, y cualquier expresión que tuviera en su


cara hizo que sus ojos se abrieran. Ni siquiera pensé que fuera posible,
pero parecía que se había vuelto más pálida.

—Sra. Feidhelm, —la llamé, atrayendo su atención hacia mí—. ¿Sus


chicos?

—Sí. Sí. —Su voz temblaba cuando retrocedió, abriendo la puerta de su


casa—. Están justo arriba.

—¿Te importa llamarlos? Me gustaría hablar con ellos. —Me limpié la


planta de los zapatos en el felpudo antes de entrar en su casa. Flannery
me siguió junto con Fedel, quien en silencio se paró cerca de la puerta.

—Bryan… ¡Bryan! ¡Robert! ¡Bajen aquí ahora mismo!

Eché un vistazo a las tablas del suelo, y el polvo caía de ellas mientras
se movían.

—¿Quiere algo de beber, Sr. Callahan? —ofreció, ya caminando hacia la


cocina.

—Gracias, señora, pero estoy bien. No tiene por qué preocuparse, —le
dije.

Asintió, volviendo al final de las escaleras, con las manos temblorosas.


Me miró una vez más antes de gritar —¡Bryan! ¡Robert! Tienes dos
segundos...
—¡Ya voy! —gritaron, bajando las escaleras vestidos con jeans desteñidos
y suéteres azul oscuro con pequeñas bolas de pelusa. En cuanto me
vieron, se detuvieron a mitad de las escaleras. Eran gemelos, trece años,
con el pelo rojo brillante.

—El Sr. Callahan quería hablar con los dos, —les dijo su madre.

—Supongo que por las expresiones de sus rostros saben quién soy, —les
dije cuando finalmente bajaron y se pararon al lado de su madre.

—Sí, Señor, —dijeron juntos; fue espeluznante como la mierda.

—Así que, ¿Puede explicarme por qué pensaron que era una buena idea
robarme? —Pregunté, y en el momento en que lo hice, su madre miró
entre ellos, el miedo ahora cubriendo todo su cuerpo mientras temblaba.

—¡Cualquier cosa que hayan tomado, Sr. Callahan, se lo devolveré! Juro


por Dios que lo pagaré. —Sollozó.

—Estoy seguro de que lo devolverá... pero eso no importa si no entienden


la gravedad de su elección. Además, a menos que ya se hayan gastado
mis diez mil dólares, no estoy seguro de por qué tendrían que devolverme
el dinero. No te has gastado mi dinero, ¿Verdad?

Uno de ellos di un paso al frente. —Lo hicimos.

Estaba mintiendo. Pude ver que estaba mintiendo por lo sorprendido que
estaba su hermano al verlo hablar.

—¡Bryan!, —gritó su madre, sollozando más fuerte mientras lo golpeaba


en los hombros—. ¡¿Qué habéis hecho los dos?! ¡¿Cómo pueden ser tan
tontos?!

—Fedel, ayuda a la Sra. Feidhelm a entrar en la cocina. —


Inmediatamente se arrodilló delante de mí, agarrando mis pantalones.

—¡Por favor. Por favor, no los lastimen! Son niños. ¡Estúpidos niños de
mierda! Los castigaré, lo juro. ¡Y se lo devolveremos con intereses! Sr.
Callahan...

Asentí hacia Fedel, y se la llevó mientras ella luchaba en sus brazos,


todavía rogando y suplicando mientras desaparecía en la esquina del
pasillo.
—¿Sabes que es un pecado hacer llorar a tu madre, verdad? —Ninguno
de los dos habló. Di un paso adelante, y ambos dieron un paso atrás—.
Mentirme es un pecado aún peor. No gastaste mi dinero porque sabría
si un montón de pelirrojos gastaran diez mil dólares en el East Side.

—No lo hicimos en el East Side, —Bryan, aparentemente el sabelotodo


de los dos discutió. Estaba cagado de miedo, pero no pudo detenerse.

Agarrándolo por el cuello, lo levanté de sus pies. —Pequeño, estás


trabajando en mi último maldito nervio.

—¡No lo gastamos! —el otro, Robert, gritó mientras soltaba a su


hermano.

—¡Cállate, Rob!

—¡Esta fue una idea tonta desde el principio! —gritó, y luego me miró—.
No lo gastamos. Está todo arriba.

—¿Cómo supiste dónde y cómo robarme?

—Tío Flannery. Lo seguimos.

Miré hacia atrás a Flannery y la pequeña zorra no pudo mirarme a los


ojos.

—No es su culpa. Podríamos haber tomado más, pero no queríamos que


se metiera en problemas. Sólo tenemos que salir del East Side antes de
que sea demasiado tarde.

—¿Demasiado tarde?

Bryan finalmente habló de nuevo, frotándose el cuello. —Nuestro padre...


nuestro padre... ¡es una mierda! Golpea a mamá y se bebe todo el dinero
o peor, hace malas apuestas. Algunos tiburones vinieron aquí diciendo
que tenemos que pagar. ¡Ma ya tiene tres trabajos! ¿Cómo íbamos a
conseguir diez mil dólares? ¡No lo entiendes! ¡Tienes más dinero que
Dios! ¿Qué son unos pocos miles para ti?

—Ya sean diez centavos, diez dólares, diez mil dólares, o diez malditos
millones, me importa porque es MIO. Es mi negocio. Mi sudor. Mi sangre.
¿Creen que son los únicos chicos del East Side con un padre jodido? ¿Por
qué no me están robando?
—¡Porque no tienen las pelotas! —Bryan gritó.

Al llegar a las escaleras, jale una de los soportes de la barandilla,


rompiendo la madera.

—¿Qué carajo, hombre...?

—Esto es lo que tus pelotas te han conseguido, —espete, usándolo como


bate cuando me volví para golpear a Flannery justo en la mandíbula.
Cayó al suelo pero no me detuve mientras gritaban. Aplastando el poste
de madera sobre su cara y brazos, la sangre salpicaba mi cara cada vez
que se conectaba hasta que la maldita cosa se rompió, las astillas
salieron volando y cayeron sobre él. El extremo del poste estaba cubierto
de su sangre cuando les apunté, ambos de pie, horrorizados.

—Busquen mi dinero o terminarán como el tío Flannery. —No se


movieron—. ¡AHORA!

Corrieron, tropezando con ellos mismos mientras subían las escaleras.


Los vi irse antes de agacharse junto a Flannery, con la cara tan golpeada
que si no hubiera sido por sus fuertes jadeos por aire, habría pensado
que estaba muerto.

—Te siguieron dos niños. Esos dos chicos me robaron. Intentaste


mantenerlo en secreto para protegerlos. Si no lo hubiera descubierto, lo
habrías encubierto. Esos fueron tus errores, Flannery. Las únicas
personas a las que proteges son a mí y a mi familia. A cambio te
protegemos a ti y a los tuyos, ese es el trato. Así es como todos vivimos
en maldita paz. ¡Así es como no te golpeo tu maldito trasero con un
maldito poste de escalera!

Los oí bajar corriendo y me dieron una bolsa de lona.

—Fedel.

En un instante estaba de vuelta, su madre corriendo hacia ellos sólo


para detenerse cuando vio a Flannery en su piso.

—Gracias por invitarnos a entrar, señora. Debería advertir a sus hijos.


En los viejos tiempos, solían cortar las manos de los ladrones. —Fedel
mantuvo la puerta abierta y mi auto ya me estaba esperando.
Sin decir una palabra más, me metí atrás, quitándome la corbata
ensangrentada y la chaqueta del traje.

—Encuentra a los tiburones, paga su deuda. —Suspiré, apoyándome en


el cuero del asiento—. Entonces encuentra a su padre y hazle saber que
me debe diez mil dólares. Si vuelve a hacer daño a su mujer o a sus hijos,
serán diez más para cada uno de ellos... y asegúrate de que recibe el
mensaje con claridad.

—Por supuesto, Señor.

Antes de que pudiera ponerme cómodo, mi teléfono sonó.

—Callahan, —respondí, sin reconocer el número del identificador de


llamadas.

—Sr. Callahan. Soy el Director Lounsbrough, en...

—¿Qué está pasando? ¿Mis hijos están bien? —Interrumpí, sentándome


y tocando el hombro de mi conductor.

—Hubo un tiroteo.
Capítulo 9
"Aquí, una vez que los agricultores en conflicto se
pusieron de pie, Y se efectuó el disparo que se
escuchó en todo el mundo".
~ Ralph Waldo Emerson ~

LIAM

Cuando llegamos a la escuela, era un caos absoluto. Ambulancias,


policías, reporteros, padres sollozantes se aglomeraron en las puertas de
la Academia Pennington. El auto ni siquiera tuvo oportunidad de
detenerse antes de que saliera corriendo por la puerta. Pasando por
delante de los otros padres que me rodeaban, me acerqué a la cinta
amarilla de la policía donde tres oficiales estaban haciendo guardia.

—¡Oh, Dios mío! —Una mujer de mediana edad gritó a no más de un


centímetro de mis oídos. Siguiendo sus ojos, vi como un cuerpo diminuto
tras otro era empujado apresuradamente a las ambulancias, la sangre
cubriendo sus pequeñas chaquetas, sus manos... pero esa vista era
mejor que la de los que estaban tapados.

Nueve.

Nueve muertos.

Mirando hacia otro lado, me acerqué a las puertas hacia un oficial de


rostro joven que permanecía parado allí, con la cabeza erguida, con la
barbilla afuera, solemne y serio. En el momento en que sus ojos
marrones se encontraron con los míos, extendió sus manos como si
realmente pudiera detenerme con sólo ese gesto. —Señor, tiene que
retroceder hasta...

—Muévete. —Mi voz era baja pero dura, listo para agregar otro al conteo
de muertes si fuera necesario. Cada segundo que pasaba allí, era un
segundo que estaba lejos de mis hijos. Mi corazón golpeaba
dolorosamente contra mi pecho de sólo pensarlo.

—Señor, hasta…

—Déjenlo pasar. —Era nada menos que el Jefe Defecto Beau Brooks,
alias el perro policía favorito de Melody.

—¿Pero Señor? —El oficial novato lo enfrentó, obligando al perro a


mirarlo fijamente. No se necesitaron otras palabras para que se hiciera
a un lado.

Sin esperar a nadie, atravesé la puerta lateral con Brooks dos pasos
detrás de mí. Lo primero que noté cuando entré en el pasillo con armarios
bajos de color azul intenso, fueron las loncheras, docenas de ellas en el
suelo de baldosas. Todos los sándwiches se rompieron por pequeñas
huellas, una manzana a medio comer metida en una esquina... Todas
las puertas de las aulas estaban cerradas, y los paneles de vidrio que te
permitían mirar dentro estaban cubiertos con una especie de sábana
gris.

—¿Sr. Callahan?

—¿Dónde están mis hijos? —Le pregunté, incapaz de apartar mis ojos.

—El director los separó del resto de los niños cuando los trajeron de
vuelta. Están esperando en la oficina con los guardias y dos de mis
oficiales. Estaban en el patio cuando empezaron los disparos. Estoy
seguro de que vieron caer a algunos de sus amigos. Aún no hemos
atrapado al francotirador. —Habló mientras subíamos las escaleras;
habría corrido pero necesitaba un segundo para componerme antes de
verlos. La rabia que inundó mis venas hizo que mis manos se tensaran.
Dondequiera que estuvieran mis hijos estaba fuera de los límites.
Quienquiera que haya hecho esto no sólo lo mataría, sino que lo
despellejaría vivo—. Esto es todo.

Miré fijamente la puerta, respirando profundamente antes de que la


abriera.
—¡Papá! —Una bola de pelo negro me impacto, envolviendo sus manos
alrededor de mi cintura.

—¡Dona! —Dije con la misma excitación, alcanzando a levantarla y


lanzándola al aire antes de abrazarla a mi pecho. Como un mono, me
rodeó con sus brazos y piernas, enterrando su cara en mi cuello mientras
le acariciaba la parte de atrás de su cabello. Ella resopló y yo tragué,
tratando de ignorar las cálidas lágrimas que goteaban sobre mí—. Está
bien, princesa.

Wyatt y Ethan estaban de pie en lados opuestos de la oficina, Wyatt junto


a la ventana y Ethan junto a la estantería, ninguno de ellos ni siquiera
se miraba. Lo único que tenía Wyatt era que claramente llevaba su ira
en su cara. Estaba tan enfadado que sus pequeñas manos se
convirtieron en puños y su cara estaba roja. Ethan, por otro lado, lo
ignoró y se acercó a mí.

—Hola, papá. —Me dio una pequeña sonrisa. De cerca, noté el corte
sobre su ceja y los rasguños en sus manos.

Acariciando la parte superior de su cabeza, puse a Dona de nuevo en el


suelo y me acerqué para enfrentar a Wyatt. Se limpió la cara rápidamente
cuando me arrodillé delante de él. Se cortó el labio superior, y la sangre
seca le manchaba la cara.

—H... hola p... papá. —Dijo con hipo, respirando profundamente.

—Hola Wyatt, —le dije a cambio, mirándolo para ver si estaba herido en
alguna parte. No pude ver nada—. ¿Estás herido?

Sacudió la cabeza, tratando de forzar una sonrisa.

—Entonces, ¿Por qué tu cara se ve así?

—Porque es un bebé, —Ethan se puso detrás de mí.

—¡No lo soy! ¡Cállate! —le gritó por encima de mi hombro.

—¡Oye! —les grité a los dos—. Ethan, estaba hablando con tu hermano,
no contigo. Ve a sentarte.

Cruzó los brazos, moviéndose para sentarse en el sofá del director


mientras enfocaba mi atención de nuevo en Wyatt. Colocando mis manos
a los lados de su cabeza, lo volví hacia mí y miré sus grandes ojos
marrones que tenían manchas verdes en su interior. —Wyatt. Cuéntame
lo que pasó.

Tragó, respirando profundamente. —Estábamos en el patio.

—¿Estábamos?

—Abby y yo, —gritó, moviendo las manos mientras hablaba... como su


madre—. Bang, bang. Las balas le dieron a todo. Vi a Ethan agarrar a
Dona e intenté agarrar a Abby, pero entonces Ethan vino y me empujó
hacia las puertas. Abby, se rompió el pie el mes pasado y no puede correr
y traté de llevarla conmigo pero Ethan vino demasiado rápido. No me
dejó ir. Le dije que teníamos que ayudarla. ¡Pero no me escuchó! Ella
estaba llorando y gritando. Intenté volver pero Ethan no me soltó, me
golpeó y me empujó detrás de las mesas. No me soltó... intenté luchar.
Entonces... entonces... yo... la bala golpeó... ella me estaba mirando.
Ella... murió, ¿Verdad? —Empezó a temblar cuando las lágrimas
volvieron a caer de sus ojos—. Murió. Podría haberla salvado. Pero Ethan
me detuvo.

Lo miré fijamente. No podía apartar la mirada, y por primera vez en toda


mi vida, me sentí verdaderamente desgarrado, como si viera a Liam, el
Sombrerero Loco, y a Liam, el padre, enfrentados en mi interior. El Jefe
que hay en mí, el monstruo que hay en mí, quería golpear a mi propio
hijo, decirle que creciera, que Ethan había hecho lo correcto. Primero
protege a tu familia. Que se joda Abby. Que se joda cualquiera que no
sea un Callahan. El padre que hay en mí, la persona que sería si no fuera
un Jefe, si fuéramos normales, esa parte estaría orgullosa de él.
Orgulloso de que estuviera dispuesto a sacrificarlo todo para salvar a su
amiga, de que tuviera esa clase de valentía... pero como siempre, el
monstruo que hay en mí ganó.

—Wyatt, —dije, mi cara sin emociones—. Tú eres mi hijo. Mi sangre. Así


que te dejaré limpiarte la cara. Te perdonaré esta vez porque sé que es
difícil y que aún eres joven. Pero si alguna vez te pones a ti o a tus
hermanos en peligro tratando de salvar a alguien que no es de la
familia... ya no serás mi hijo, ¿Me entiendes? La familia es todo lo que
importa. Ahora, mañana y para siempre.

Me miró fijamente, aturdido. Mientras me ponía de pie, busqué mi


teléfono en el bolsillo de mi chaqueta y vi 27 llamadas perdidas de Mel.
Mierda. Va a... tan pronto como pensé en ella, mi teléfono sonó una vez
más.

—Ethan, tu madre, —respondí, dejando el teléfono abierto, pero antes de


que pudiera hablar, Dona agarró el teléfono, sonriendo ampliamente.

—Mamá, ¿Dónde estás? ¡Ethan está llorando! —Se rio.

—¡Dona! ¡Deja de mentir! —Ethan trató de agarrar el teléfono pero Dona


se movió de su alcance. Wyatt no dijo nada, moviéndose para sentarse
en el sofá en silencio.

Tenemos que dejar de mimarlos. La voz de Mel sonó en mi mente. La


cosa era que Wyatt no estaba siendo un bebé... estaba desarrollando una
brújula moral.

—Jefe. —Fedel caminó dentro con un simple archivo en su mano, la


mirada en sus ojos me inquieto.

—¿Y ahora qué? —espete, arrebatándole el archivo. Dentro había dos


fotos y una nota con una frase.

Antes de dañar al hijo de otro hombre, recuerda que tienes tres propios.
Por el bien de la paz, que esta sea la última vez que nuestras armas se
crucen.

Tàiyáng Ju-long

Revisé las fotos, Dona gritando desde atrás de una mesa azul, sus manos
agarrando tan fuerte que parecían blancas. Wyatt buscando a una chica
con un abrigo púrpura en el borde lejano de la puerta mientras Ethan lo
arrastraba hasta donde estaba Dona. Quienquiera que las haya tomado
lo había hecho de cerca.

—Por el bien de la paz, dice. —Siseé a través de mis dientes—. Su hijo


rompió mis reglas, le dispara a mis hijos, ¿Y ahora quiere la maldita paz?

—También lo enviaron a la oficina de la Gobernadora, Señor. Tengo gente


mirando a través de todas las cámaras de la calle...

—¡Papá! —Dona se me acercó de nuevo, entregándome el teléfono—


Mamá dice que quiere hablar contigo.
—Gracias, princesa. —Sonreí, tomando el teléfono mientras ella corría
hacia Wyatt y le rodeaba el cuello con sus brazos. Él estaba molesto pero
no pudo evitar reírse cuando le dijo algo.

—Mel...

—La familia Tàiyáng nos ha declarado la guerra, Liam.

—Y ellos, como cualquier otro hijo de puta, aprenderán que el maldito


precio de la guerra es la sangre.

ETHAN
—¿Por qué no está mamá aquí todavía? —Dona hizo una mueca, tirando
de las orejas de su elefante de peluche, Sr. Missmore. Papá le puso el
nombre por ella porque no podía decidirse. La criada le peinaba
suavemente, sin hablarnos; nunca nos hablaban a menos que les
preguntáramos primero.

—No es así, Dona. ¿Por qué no ha llegado aún mamá? —Dije,


apoyándome en su tocador.

—¿En serio? —Sacó su labio inferior—. Pero algunos de los chicos de la


escuela siempre dicen así.
—Es porque son estúpidos, —le respondí, tocándole la nariz al Sr.
Missmore.

—Y tú eres tan inteligente.

En el espejo vi a Wyatt acomodarse sobre su cama, sin mirarme.

—¡Si vas a decir algo, dímelo a la cara! —No quise gritar, pero me puso
de los nervios.

—Bien. —Saltó de la cama y marchó delante de mí antes de gritar.

—Y tú eres tan inteligente, ¿Verdad?

—¿Por qué estás tan enojado? ¡Te salvé!

—¡Cállate! —Pateo el piso—. ¡Sólo me salvaste para demostrarle a papá


que eres genial!

—¡No!

—¡SÍ!

—¡No, no lo hice por eso, Wyatt!

—Lo que sea. Deberías dejarme en paz. —Frunció el ceño y empezó a


darse la vuelta cuando le agarré el brazo.

—Suéltame.

—Wyatt...

—¡No me importa! ¡Déjame! ¡Te odio!

Cuando lo dijo, le solté el brazo. No sabía por qué, pero me dolía el pecho
como si me doliera de verdad. Se sentía como si estuviera en llamas. No
sabía qué hacer o qué decir, así que mentí. —¡Yo también te odio!

—Te odio más... mucho.

—¡Ay!

Los dos miramos a Dona, que nos había golpeado con el Sr. Missmore
tan fuerte como pudo.
—Te odio, Ethan, y te odio, Wyatt.

—¿Qué? ¿Por qué? —Wyatt y yo dijimos al mismo tiempo.

—¡Deja de copiarme! —Wyatt gritó.

—Soy mayor que tú, me estás copiando... —Salté cuando nos golpeó de
nuevo, esta vez con las manos, dejando al Sr. Missmore en el suelo.

—¡Deja eso! —Le dije con fuerza.

—Te odio, Ethan, y te odio, Wyatt. —Sacó el labio inferior y cruzó los
brazos.

—¿Dona? —Wyatt frunció el ceño, tratando de tocarla cuando ella le


aparto la mano.

—Si se odian el uno al otro, entonces tengo que odiarlos a los dos. Están
siendo estúpidos. ¡ESTÚPIDOS! E-S-T-U-P-E-D-O-S, —gritó tan fuerte
que tuvimos que separarnos.

—Dona. —Traté de no reírme—. Estúpidos se deletrea e-s-t-u-p-i-d-o-s.

Levantó la mano para golpearme de nuevo, pero me alejé.

—Oh, porque eres taaaaan inteligente, —dijo, dejando caer su mano y


volviendo a la criada—. Si se odian, yo los odio, y si los odio, ¡no les
hablaré más! Porque son e-s-t-u-p-e-d-o-s.

—¡No es justo, Dona! —Wyatt le dijo, pero no le respondió, sólo se volvió


hacia el espejo.

—¿Por qué eres amable con todos menos con tus hermanos? —Le
pregunté y se metió los dedos en los oídos, tarareando para sí misma.

—Esto es culpa tuya, —murmuró Wyatt, frunciendo el ceño. Odiaba más


que nadie que Dona estuviera enfadada con él.

—Todo es culpa mía, ¿Verdad?

No me respondió, sólo volvió a su cama.

Bien. —¡Buenas noches, Doña!


—Hummmmm. —Tarareó aún más fuerte mientras iba hacia mi
habitación. En el momento en que cerré la puerta detrás de mí, recordé
la mirada en la cara de Wyatt cuando dijo “Te odio”. No se sentía como
el “Te odio” de Dona.

—¡Ugh! —Me revolví el cabello, pisoteando mis pies. Me dolía la cabeza.


Había pasado horas desde que regresamos a casa, Nana y tía Cora se
habían quedado con nosotros por un tiempo. Me encantaba la tía Cora;
siempre contaba las mejores historias, levantándose y haciendo sonidos
y corriendo por ahí. Era divertida. Nana pintaba cuadros; Dona y Wyatt
pensaban que era aburrido pero a mí me gustaba. Sabía que sólo querían
evitar que recordáramos, pero no me importaba porque estaba cansado.

Toc toc.

—Adelante. —Me acerqué a la puerta cuando Sedric, Helen y Nari


asomaron sus cabezas.

—Queríamos comprobar si estás bien, —Nari habló, tenía trece años y


era la mayor. Era la hija del tío Neal y la tía Mina, pero no se parecía en
nada al tío. Era pequeña como la tía Mina, pero su cabello era super
largo. Solía tocar el suelo antes de cortárselo, y ahora le llegaba al
trasero. Su piel era tan pálida que nunca podía estar al sol mucho tiempo
y sus ojos eran tan negros. Era como mirar al cielo sin luna ni estrellas.
Era peligroso decir que era diferente; una vez un domingo mientras
repartíamos alimentos en el comedor social alguien la llamó
Chinkerbell7. El tío Neal la perdió a pesar de que Nari y yo no sabíamos
lo que era una Chinkerbell. Nadie nos lo dijo tampoco. Casi mata al tipo,
pero la tía Mina lo detuvo.

Sedric, por otro lado, se parecía al tío Neal, excepto que sus ojos eran
marrones. Sólo tenía seis años pero ya tenía la misma altura que Wyatt.
Amaba el fútbol más que nada, así que el tío Neal lo llevaba al juego todos
los fines de semana. Creía que por eso siempre nos ganaba en los
concursos de pulseada.

—¿Tierra a Ethan? —Helen sonrió, agitando su mano delante de mí. Su


cabello estaba recogido en dos grandes rizos marrones en su cabeza,
como las orejas de Mickey Mouse. Era exactamente del mismo color que

7
Chinkerbell— es un insulto étnico en idioma inglés que generalmente se refiere a una
persona de ascendencia china, o de cualquier tipo de
la tía Cora... bueno, era la hija de la tía Cora. También era una fanática
de la informática; ella y el tío Declan pasaban todo el tiempo trabajando
con ordenadores.

—Nari, creo que deberías decirle al tío. —Helen me agarró por cada lado
de mi cara—. Ethan no se ve tan bien.

—Estoy bien, Helen. —Le devolví la sonrisa.

Me aplastó las mejillas. —¿Estás seguro?

—Estoy seguro. ¿Puedes soltarme la cara ahora?

—Ha vuelto. —Se animó, aparto sus manos de mis mejillas y las levanto
en el aire mientras daba vueltas—. Te dije que estaba bien.

—Teníamos que comprobarlo. ¿Estás seguro, Ethan? Todos los padres


están enloqueciendo, —respondió Nari mientras Sedric se acercaba a mí.

—¿Enloqueciendo? —Mis padres nunca enloquecían.

—¡Sí! —Helen saltó, caminando en círculos y acomodándose las gafas


sobre la nariz—. Todos están muy tristes por lo que pasó. Yo estaba en
clase cuando sucedió. Entonces la subdirectora nos llevó a todos a su
oficina.

—¡Era aburrido! —Sedric corrió a mi cama y saltó de arriba abajo— Pero


odio la clase, así que estaba feliz.

—Sedric, no puedes decir eso, la gente salió herida. ¡Y deja de saltar en


la cama! —Nari se precipitó hacia él pero sólo saltó al otro lado.

—¡Na! —Le sacó la lengua, corriendo en círculos.

—Bien, hazte daño. A ver si me importa. —Levantó las manos. Fue algo
gracioso porque el tío Neal también lo hacía.

—Ethan. —Helen se acercó a mí. Verla seria era raro, ella y Dona tenían
la misma edad, pero Helen siempre se sentía mayor incluso cuando
bromeaba.

—¿Qué?
—Nada, sólo quería decir tu nombre en serio, como mi madre lo hizo con
mi padre, —bromeaba.

—¡Helen! ¡Me asustaste!

—Ethan, ¿Te asustaste? —Sedric se detuvo en seco y Nari lo atrapó.

Mierda.

—No, quise decir... es una expresión, Sedric.

—¿Una... ex... pre... sión? —Frunció el ceño, no entendió.

—Te lo explicaré más tarde. Vamos, tenemos que volver antes de que
venga mamá. —Nari tomó su mano y sujetó a Helen, arrastrándolos
hasta la puerta—. Buenas noches, Ethan.

—Quiero quedarme, —se quejó Sedric.

Helen arrastró sus pies. —Yo también.

—No. —Se apuró más y se pasó por la puerta.

—Buenas noches, Ethan.

—¡Buenas noches! —Le respondí y cuando se fueron, me sentí aún más


cansado. Me quité toda la ropa, me arrastré hasta la cama y me envolví
dos veces con las sábanas. Al cerrar los ojos, no pude evitar recordar
los... los gritos, todos los gritos y los estruendos. No pude evitar ver a
Dona y Wyatt.

No me importó a quienes le dispararon o lo que paso, sólo ellos.

Mami lloraría si hubieran sido disparados. Sólo había visto llorar a mamá
una vez y fue cuando era un bebé y Wyatt estaba enfermo. No quería
volver a verlo.

Regla 56. Nunca dejes que mamá llore.


MELODY
—Ciudadanos de Chicago, me presento ante ustedes no sólo como su
Gobernadora, sino como madre de tres hijos de la Academia Pennington.
Entiendo el miedo. Entiendo su ira, y lo más importante, entiendo su deseo
de justicia, que nunca puede cubrir el dolor. Perdimos nueve niños
inocentes en el único lugar donde deberían estar más seguros. Quiero
asegurarles a todos que ninguno de nosotros descansará hasta que el
tirador sea encontrado. El FBI ya está en contacto con la Policía de
Chicago. En cuanto a las familias de las víctimas, ya nos hemos reunido,
sólo brevemente, ya que sé que necesitan tiempo como familia para llorar.
No puedo dar más información ya que esta es una investigación en curso...

—¡Gobernadora! ¡Gobernadora!

—Gobernadora, ¿Qué está pasando en esta ciudad? Esta mañana el


Alcalde Weston fue obligado a renunciar a la luz de las acusaciones de
prostitución y soborno. Más tarde el Comisionado Adjunto Cheung fue
encontrado como parte de una red de esclavitud y prostitución infantil,
ahora este tiroteo. Parece que, a pesar de todos sus esfuerzos, Chicago
está volviendo a su antigua infamia. ¿Tiene algún comentario?

—Sí. Primero, ¿Cómo te llamas?

—Phoebe Salinger, con NKB News.


—Bien. Segundo, eres una maldita idiota, Phoebe Salinger de NKB News.

—Señora Gobernadora, ¿Le gustaría explicar...

—¿Me gustaría explicarte por qué eres una idiota? No hay problema. No
estoy segura de que te queden suficientes neuronas para averiguarlo por
ti misma. Nueve niños murieron hoy. Nueve. En la escuela a la que asisten
mis hijos. Pasé las últimas horas hablando con el FBI, la policía local y las
familias de las víctimas, lo que significa que no he podido ir a casa y ver
a mis propios hijos. Es el deber del Alcalde hablar en momentos como
estos, pero esta ciudad no tiene uno en la actualidad, así que me ofrecí.
En lugar de centrarme en la tragedia que se avecina, ¿Quieres que me
tome el tiempo de comentar sobre dos hombres y sus hazañas sexuales?
Si quiere ser una reportera de noticias, Srta. Salinger, informe las noticias.
Si quiere hacer titulares impactantes, empiece un blog y lárguese de aquí.

—Ahí lo tienen, damas y caballeros. La paliza verbal de la Gobernadora


Callahan a un periodista de...

—Es suficiente con la radio, gracias. —Mina asintió con la cabeza al


conductor mientras me inclinaba hacia atrás en el asiento de cuero, sin
poder apartar la mirada de la tablet en mis manos. Ethan, Wyatt y
Dona... todos dormían perfectamente. Incluso había oído a Dona roncar
suavemente. Mi mente se tambaleaba con tanta rabia, que no sabía qué
hacer conmigo mismo. No estaba segura de qué decir. Quería matarlos.
Iba a quemar a la familia Tàiyáng hasta los cimientos.

—Si sigues agarrándolo así se va a romper, Mel. —Mina se acercó,


arrancándome la tablet de las manos mientras nos acercábamos a la
mansión.

Ni siquiera esperé a que el auto se detuviera para abrir la puerta y subir


las escaleras.

—Bienvenida... —Nuestro mayordomo empezó a saludarme, pero pase


de largo mientras corría, saltando todas las escaleras cuando llegué a la
habitación de Ethan.

—¿Ethan? —Llamé, sin importar si lo despertaba o no. Se dio la vuelta


cuando me acerqué a él. Me di cuenta una vez más que había elegido
dormir desnudo; me hizo sonreír porque recordé cómo era cuando
descubrió cómo quitarse el pañal. En el momento en que tenía la
oportunidad se quitaba la ropa y el pañal, sostenía el pañal sobre su
cabeza y corría por todos los pasillos. Era jodidamente divertido. Toda la
familia intentaba atraparlo, incluso Evelyn, y ninguno de nosotros lo
corregía, ninguno de nosotros quería hacerlo. Él seguía riendo y
disfrutando como si nada le hiciera más feliz que ser perseguido.

—¿Mamá? —Se dio la vuelta mientras le quitaba el cabello desordenado


de los ojos, trazando la marca en su ceja. ¿Estaba herido?

—Mio bel leoncino.

—Estás en casa. —Se dio la vuelta, dándome un abrazo—. Te he echado


de menos.

Tragando lentamente, besé su cabeza y su frente. —También te he


echado de menos... siento llegar tarde.

—Está bien. Papá siempre dice que tu trabajo es importante. Todo el


mundo te conoce. Las chicas de mi clase también piensan que eres muy
guapa. —Sonrió, frotándose los ojos. Se sentó y en el momento en que
notó que estaba desnudo, levantó las sábanas y volvió a caer.

—¿De quién te escondes? Recuerdo las veces que solías correr por toda
la casa desnudo...

—¡Mamá! —Su voz apagada salió de debajo de las mantas. Abrazándolo


fuertemente, lo besé por encima de las sábanas antes de dejarlo ir.

—Duerme un poco, ¿Bien? No iré a trabajar mañana.

—¡Está bien! Te quiero. —Aún me hablaba desde abajo de las sabanas.

—Te quiero más, —dije en voz baja, dirigiéndome a la habitación de Dona


y Wyatt. Cuando la vi frotarse la nariz con una mano y agarrarse
fuertemente a ese tonto elefante, respiré profundamente una vez más,
arreglando su manta.

—¿Mamá?

—¿Wyatt? —Me gire y me estaba mirando fijamente, sonriendo aunque


parecía que quería llorar—. ¿Por qué sigues despierto?

—Te estaba esperando. —Le dio una palmadita al lado de su cama.

Acostada a su lado, toqué la marca de su labio superior. —¿Qué ha


pasado?
No respondió, sólo se cubrió la boca con la mano.

—¿Wyatt?

—¿Papá me odia?

—¿Qué? —De todas las cosas que imaginé que me preguntaría, nunca
se me había ocurrido eso—. Wyatt, cariño, ¿Cómo puedes pensar eso?

Se encogió de hombros. —No soy como Ethan. Todo el mundo habla de


Ethan. En la escuela, en casa, incluso cuando ayudamos los domingos.
Es inteligente y los profesores quieren subirle un grado. Él y papá salen
todo el tiempo. Cada vez que pasa algo, siempre hace las cosas que papá
querría que hiciera. Simplemente lo sabe. Todos los irlandeses dicen que
es igual que papá cuando era niño. Incluso el tío Neal y el tío Declan lo
dicen. No puedo hacer nada bien. Lo intento y lo intento pero... no soy
bueno, mami.

Escuché el chirrido de la puerta e instintivamente me di vuelta. Vi a


Liam; no entró, sólo abrió la puerta no más que un chirrido. Se quedó
allí parado, con la cabeza gacha, y supe que lo había oído.

—Hazme mejor, mami, —susurró Wyatt, tocando mi mejilla, sin notar en


absoluto a su padre.

—¿Qué?

—La tía Cora y el tío Declan siempre dicen que eres súper fuerte. Te vi
pelear con Fedel, y ganaste...

—¿Y qué harás cuando aprendas a pelear, Wyatt? —Frunció el ceño, no


estaba seguro de lo que quería decir, así que le pregunté de nuevo—.
¿Contra quién quieres luchar, Wyatt? ¿Contra tu hermano?

—No... no lo sé, —respondió honestamente; siempre era honesto


conmigo.

Acariciando un lado de su cara, me incliné y le besé la cabeza. —Por


supuesto, entrenaremos juntos, pero recuerda que eres perfecto para mí.
No eres sólo el hijo de papá, eres mío, y te amo perdidamente.

—Lo sé. Yo también te amo, mami. —Sonrió, tocando mi labio superior.


—Bien. Tú, Dona y yo entrenaremos, y entonces descubrirás contra
quién estamos luchando, ¿Bien?

Asintió.

—Bien, ahora vamos a dormir.

Al levantarme de la cama, lo arropé y le besé la frente antes de ir a mi


habitación.

Liam estaba sentado en el borde de la cama tratando de quitarse los


gemelos, pero estaba tan molesto que no podía hacerlo sin tirar de las
mangas.

—Te compré esa camisa, —dije, parada frente a él y agarrándole el


cabello—. Preferiría que no la destruyeras.

—¡¿Cómo puede pensar eso?! —gritó, mirándome. Sus cejas estaban


tensas y lo peor de todo, estaba herido—. Lo amo tanto como amo a
Ethan. Ni una sola vez los he comparado. Jamás. Salgo con Ethan
porque es mayor, no porque lo quiera más. Espero con ansias el
momento en que sean lo suficientemente mayores para salir juntos...

—Liam. —Le tiré del cabello una vez más, forzándolo a quedarse quieto—
. Respira por mí.

Movió su mandíbula hacia la derecha, hizo lo que le pedí, luego apoyo su


frente en mi estómago cuando aflojé mi agarre.

—La historia nunca se ve bien entre los hermanos. En el Imperio


Otomano, en el momento en que un hijo tomaba el trono, se veía obligado
a matar a todos sus hermanos. Shakespeare, las obras griegas, la puta
Biblia están llenas de historias de hermanos que se vuelven unos contra
otros. Diablos, ni siquiera tengo que retroceder tanto en la historia. Mi
padre y su hermano lucharon. Neal y yo luchamos. No quiero que ese
sea el futuro de mis hijos, Mel. Quiero que se apoyen mutuamente, no
que se disparen entre ellos. Sí, Ethan terminará algún día liderando la
familia, pero quiero que Wyatt esté a su lado, —dijo enfadado, y su voz
se elevó de nuevo con cada frase—. No sé qué hacer. ¡Ni siquiera pensé
que se sintiera así!

—Sigue respirando...

—¿Estoy dando a luz? ¿Por qué tengo que seguir respirando así?
Golpeando su brazo tan fuerte como pude, traté de alejarme de él,
murmurando, —Eres un culo.

Sonrió, agarrándose a mi culo para acercarme y apretó fuertemente. —


Tienes uno bueno.

—¿Cómo pasas de preocuparte por nuestros hijos a mi culo en cero


segundos? —Intenté apartarlo, pero se aferró a mí.

—Estoy disgustado, tu culo me hace sentir mejor, no es un salto tan


grande, —explicó, y pude sentir que se puso serio otra vez.

—No lo sé.

—¿Qué?

—Ethan y Wyatt. No sé qué decir o hacer para eso. Nunca tuve


hermanos. No entiendo lo que significa estar celoso de esa manera. Sin
embargo, sí tienes hermanos. ¿Por qué no le preguntas a Neal? Estoy
seguro de que él entiende más que nadie lo que Wyatt está sintiendo.

Hizo pucheros. —No quiero.

—Bien, bebé grande, pero antes de que te preocupes por eso, tenemos
que preocuparnos por los hijos de puta que les dispararon hoy.

Justo a tiempo, hubo un solo golpe en la puerta.

—Adelante. —Me di la vuelta.

—Jefe. —Fedel entró—. Todo el mundo está esperando en el estudio.

Me quité el abrigo y lo tiré sobre la cama. Liam se levantó y lo seguimos.


No habíamos tenido mucho tiempo para hablar de esto, pero se
necesitaba una reunión familiar. Los pasillos estaban silenciosos con
expectación mientras mis tacones chasqueaban en el suelo de mármol.
Ni Liam ni yo nos detuvimos hasta que me paré frente a una pintura
postmoderna contemporánea de un desnudo femenino hecha nada
menos que por el famoso pintor Léo Lémieux. Estaba cubierto de rojos y
rosas, con un toque de azul oscuro alrededor de su corazón.

—¿Jefa? —Fedel llamó, abriéndome la puerta del estudio.


Liam ya estaba dentro. Dejando el cuadro, entré en el estudio, una vez
más molesta por la vista del lugar. Como Liam era tan nerd de corazón,
lo había modelado como un híbrido sofisticado de una cueva/guarida de
cómic y la antigua oficina de su padre. Incluso había una vitrina de
cristal junto a la ventana llena de todos sus cómics favoritos. Cada vez
que entraba ahí, quería girar los ojos tan fuerte que se me podían salir
por la cabeza. Parecía que un hombre-niño con demasiado dinero decidió
hacer un día de campo. A lo largo de los años, Liam se había vuelto
mucho más serio en cuanto a ser la cabeza de familia, pero había algunas
cosas que no podía dejar pasar, como su amor eterno por los cómics y
los superhéroes.

—Siento que cada vez tengo menos dignidad cuanto más vengo aquí. —
Gemí, poniendo mis manos sobre mi boca. La puerta se cerró detrás de
mí.

—Mujer, añadí el escritorio y los armarios de caoba, ¿Qué más quieres?


—También se quejó, levantando su pie sobre el escritorio de caoba de los
años 30 que le había comprado.

—Hombre... quiero entrar aquí y no ver eso. —Señalé al soldado de asalto


en la esquina—. Eres el jefe de la puta mafia, no el puto Stan Lee.

—¿Qué tiene que ver Stan Lee con La Guerra de las Galaxias? ¿Te refieres
a George Lucas? —me preguntó tan seriamente que quise pegarle.

—¿Me estás tomando el pelo ahora mismo?

—No solo es que quiero saber. ¿Stan Lee o George Lucas? ¿Cómo no
sabes la diferencia...?

Se detuvo al oír la risa de Coraline. Era tan extraño y único que no pudo
evitar detenerse. Se sentó cómodamente en el regazo de Declan en el lado
opuesto de la habitación, vestida con jeans informales y una blusa
blanca.

—Lo siento. —Se limpió los ojos—. Pero, ¿En serio? Vine aquí esperando
el discurso de Liam y Melody “vamos a quemarlos a todos” y en su lugar
¿Estás peleando por Stormtroopers y Stan Lee? Gracias por alegrar el
ánimo, de verdad.

—¿Ha terminado? —Liam le dijo a Declan, que se inclinó hacia atrás,


mordiéndose la comisura de los labios, para dejar de sonreír.
Miró a Cora, que sonrió brillantemente y asintió, diciendo con un acento
perfecto —Hecho, lo estoy. Puedes continuar.

Declan lo perdió, al igual que Neal, e incluso Mina parecía que estaba
haciendo todo lo posible para mantener la compostura. Miré a Liam, pero
él sonrió, moviendo la cabeza.

Niños. Son todos unos malditos niños... aunque me sentía relajada al


verlos, todos ellos nuestra familia, sanos y sonriendo entre sí como si
nada en el mundo pudiera evitarlo.

—Estoy muy contenta de que todos ustedes todavía encuentren posible


reírse. —Evelyn entró vestida con un par de pantalones negros y una
blusa negra con un lazo atado al cuello—. Eso es lo que siempre nos ha
hecho diferentes de aquellos que quieren hacernos daño. Nos reímos
juntos. Lloramos juntos. Luchamos juntos. Estoy segura de que Sedric
se está riendo con todos nosotros.

—Evelyn, ¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que te habías ido a


descansar. —Coraline se puso de pie, alcanzando su mano.

—Alguien le disparó a mis nietos hoy. ¿Cómo puedo descansar? —Se


sentó frente al escritorio de Liam—. ¿Quiénes son estos ingratos?

Me senté en el brazo de la silla de Liam mientras Fedel caminaba delante


de nosotros.

—Es la mafia china... o tríada, como la llaman.


Capítulo 10
"Es una verdad universalmente reconocida, que un
hombre soltero en posesión de una buena fortuna
debe carecer de una esposa."
~ Jane Austen ~

CORALINE

—La cabeza del Tàiyáng finalmente es un Ju-long de sesenta y siete años.


—Fedel señaló al hombre de la pantalla, que estaba colgado en la pared
de madera junto a la estantería. Ju-long sólo tenía sesenta y siete años
pero parecía mucho más viejo que eso. Su cara estaba más que arrugada
y debía estar ciego de un ojo porque era gris, una cicatriz que iba desde
la punta de su cabello blanco hasta su pómulo—. Tiene dos hijos. El
mayor, Ruò Jiàn, tiene treinta años, y al que el Jefe echó de la ciudad el
sábado pasado; es un imbécil. El segundo es su hija, Liling, de veintiocho
años. No hay mucho en ella aparte de su amor por la ropa y las estrellas
de Hollywood americanas.

Era casi imposible decir que Ruò Jiàn y Liling eran hermanos por la
forma en que se comportaban. Eran completamente opuestos. Ruò Jiàn
tenía un aspecto grasiento, su cabello negro largo y tenía perforaciones
en ambas orejas. Parecía como si hubiera recogido la ropa a ciegas,
llevaba una chaqueta de jeans de los 90 con un dragón dorado en la
parte de atrás, y sus jeans parecían dos tallas más grandes, lo que me
hace pensar que todo su atuendo era un horrible retroceso a la edad
oscura. Mientras tanto, su hermana menor estaba de pie con orgullo,
con su cabello largo y oscuro en una cola de caballo. Llevaba un largo
cheongsam tradicional rojo bordado con un dragón dorado en el puño
del cuello. Ambos tenían la piel blanca y pálida, pero ese era el final de
las similitudes.

—En unos días, Liling se casará con Emilio Esteban Cortés, de 36 años,
aquí en Chicago...

—Algo está mal. —Declan movió su mandíbula a un lado mientras


miraba a Liam y Melody, ambos sentados en la cabecera de la mesa—.
La tríada nunca se ha casado fuera de su propia gente.

—Tampoco los irlandeses y sin embargo aquí cada uno de nosotros se


sienta. Afroamericanos, coreanos, italianos.

Respondí. —Adáptate o muere.

—No finjamos que no había una razón, —dijo Liam, sin apartar la vista
de la pantalla, con el dedo sobre los labios—. Me casé con Melody por
una alianza. Neal te casaste con Mina... bueno, porque ella ya estaba
dentro...

—Me casé con mi esposa, hermano, porque la amo, —Neal intervino,


hablando por primera vez.

—Eso está bien. No me interrumpas de nuevo. —Liam puso los ojos en


blanco y Neal apretó el puño; siempre chocaban las cabezas en
momentos como éste—. La única persona que se casó fuera de la familia
sin razón fue Declan, y la única razón por la que pudo hacerlo fue porque
no iba a ser el próximo líder de esta familia. Liling... ¿Por qué se casa con
un hispano, un don nadie hispano? ¿Quién es él?

—Es todo lo que sabemos, Señor, —respondió Fedel. Emilio estaba ahora
en la pantalla. Era atractivo, con un largo cabello negro rizado que se
detenía en sus hombros, grandes ojos color avellana, y una piel besada
por el sol. Medía más de 1,80 m y tenía hombros anchos. ¿Un nadador
tal vez?—. Nació aquí en Chicago, pasó toda su vida aquí sin hacer nada
digno de mención, salvo alguna organización comunitaria, y se graduó
en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chicago hace unos años.
Antes de eso enseñó inglés en Shanghai durante ocho meses; ahí es
donde creemos que entró en contacto por primera vez con Liling. Aparte
de eso, es un fantasma.

—Es una persona. Las balas no dañan a los fantasmas. Algo no está
bien, Fedel, y quiero saber qué es, —declaró Melody, hablando por
primera vez desde que comenzamos esta conversación, lo que no habría
sido tan extraño, si no fuera por el hecho de que no podía apartar la
mirada del hombre de la pantalla.

—Sí, Jefe, uno de los nuestros estará en Hong Kong por la mañana.

—¿Qué hay del francotirador? —Liam habló, su voz peligrosamente más


baja de lo que había sido sólo un segundo antes. Sus ojos verdes
parecían más claros, más aterradores.

—La policía...

—¡Me importa una mierda la policía! Quiero al francotirador, Fedel. Lo


quería hace horas. ¡Alguien! ¡En algún lugar! ¡Vio algo! ¡Es tu trabajo
hacer que hablen! —gritó, golpeando su puño en la mesa. Ninguno de
nosotros habló y si no hubiera sido por mi maldito móvil, habría estado
en silencio.

Buzzz.

Buzzz.

Metiendo la mano en mi bolsillo, mis hombros se cayeron ante otra


llamada del hospital. En el momento en que lo ignoré, volvieron a llamar
una vez más.

Urgh.

—¿Cariño?

—¿Eh? —Me levanté para encontrarme no sólo con Declan mirándome,


sino a todos los demás.

—¿Está todo bien? —Declan me tocó la mano, pero me puse de pie.

Odiaba mentirle y aún así podía hacerlo. Sonriendo, asentí. —Sí, Darcy
está teniendo un ataque de nuevo. El deber de mamá llama.

Le besé la mejilla y puse mi mano en el hombro de Evelyn antes de irme.


Liam empezó a hablar de nuevo pero pude sentir los ojos de Declan sobre
mí. Cerrando la puerta detrás de mí, me apoyé en ella, inhalando por la
nariz.
—Señora, ¿Va todo bien? —Nuestro mayordomo, O'Phelan, se detuvo a
mi lado, me hizo una pequeña reverencia y me miró.

—Estoy bien. ¿Qué hay de las dos criadas que despedí esta mañana? —
Empujando la puerta y parado frente a mí, me dio una pequeña tarjeta.

—La policía fue contactada como usted lo solicitó, y me dijeron que sus
cuentas bancarias estaban congeladas...

—¿Qué está pasando, O'Phelan? —Perdí la cabeza—. Hace unos días una
niñera le quemó la oreja a mi sobrina, ahora dos fueron atrapados
robando. Así no es como dirijo esta casa. Mañana, antes del amanecer,
los quiero a todos en la cocina. Háganles saber que quien llegue tarde no
sólo será despedido sino que será castigado. ¿Está claro?

—Sí, Señora. He preparado los menús de la cena y el almuerzo de la


semana.

—Bien, puede retirarte. —No esperé a que se fuera, pasé a su lado de


camino a mi dormitorio.

La Mansión Callahan tenía un total de dieciséis criadas, cinco niñeras,


tres mayordomos (O'Phelan era el mayordomo principal), seis cocineros
y nueve hombres para los jardines, el césped y la gestión de la piscina.
Eso era un total de treinta y nueve empleados internos, cada uno de ellos
mi responsabilidad. La casa, nuestra casa, era mi responsabilidad.
Evelyn lo había hecho durante años, pero después de la muerte de
Sedric, no tenía la energía. Lo había hecho parecer fácil. No sólo estaba
protegiendo nuestra casa, estaba protegiendo nuestra familia. Esta casa
era el único lugar donde alguien podía sentirse realmente seguro. Me
había sentado personalmente con cada miembro del personal, tenía
todas sus cuentas, conocía cada uno de sus nombres junto con los de
sus familias. Tenía que asegurarme de que su lealtad era como un culto.
No me arriesgaría. No había excusas. Todo estaba a mi altura o estaba
fuera, y cuando decía fuera, me refería a que saldrían de esta casa
arrestados, mutilados o muertos. Esto no era un juego.

Al pasar el ascensor hice una pausa, luego volví, presionando el botón


de llamada. Las puertas se abrieron. Apoyada contra el vidrio, no
presioné el sótano, sino el falso botón de emergencia.

—¿Señora? —Dos guardias se volvieron hacia mí, dejando caer las cartas
que estaban jugando. Justo debajo del sótano de la casa estaba el sótano
de seguridad, como a Declan le gustaba llamarlo. Mostraba todas las
cámaras de la casa y funcionaba como una especie de cárcel.

Alargando la mano, tome las cartas. —¿Noche tranquila, chicos?

Se frotaron la parte de atrás de sus cuellos. —Estábamos tomando un


pequeño descanso...

—Durante este corto descanso, alguien podría haber entrado en la


propiedad y no lo habrían notado, ¿Tengo razón? No estoy segura de
cuánto les pagan, pero sí estoy segura de que cubre los descansos, ¿No
es así?

—Sí, Señora.

Caminando hacia el más alto de los dos, le puse la tarjeta en el pecho.


—A mi marido, mis cuñados, no les gustan los chistes, sobre todo
cuando el chiste es con su familia.

No dijeron nada y yo tampoco, los deje allí y me moví a las celdas. Allí
estaba la criada, su ropa rasgada, los labios agrietados y la piel seca, se
sentó en la esquina temblando. Abriendo la puerta, casi me atraganto
con el olor.

—Tres días difíciles, ¿eh? —Pregunté con una mano sobre mi nariz.

No respondió, sólo sollozó.

—¿Qué pasó, Theresa? No me gustan las escenas y todavía así toda la


casa se puso patas arriba porque no sabes cómo sostener un maldito
rizador.

—No quería...

—Dime la verdad.

—Yo...

—Soy la única que puede salvarte, Theresa, lo sabes. Entiendo que Wyatt
es sobreprotector con su hermana. Dime, ¿Es esto un error?

Se limpió los ojos. —No sé qué pasó. Era el aniversario de la muerte de


mi hermana. Me sentí un poco nerviosa, pero nada importante. Entonces
Dona no quiso cooperar esa mañana. Odiaba todo lo que le llevaba para
ponerse. No quería salir de la cama. Le dije que todo el mundo no podía
esperarla. Dijo que las princesas necesitan un sueño reparador. Le dije
que no era una princesa y ella dijo que su papá lo dijo, así que era verdad.
¡Sólo estaba siendo una mocosa malcriada! Y cuanto más intentaba
hablar con ella, más me enfadaba, y lo siguiente que sé es que le quemé
la oreja. No era mi intención.

—Pero lo hiciste. —Sacudí la cabeza, alejándome—. Mocosa o no, tu


trabajo era cuidarla. Si no podías hacerlo, debías contactarme o a su
madre.

—Por favor, Cora...

—Para ti es la Sra. Callahan. —Me alejé antes de que pudiera tocarme—


. No hay nada que pueda hacer para ayudarte. Adiós, Theresa.

Me detuve cuando la escuché reírse, murmurando algo en voz baja.


—¿Qué fue eso?

—Ustedes se creen dioses sólo porque se llaman Callahan. Eres incluso


la peor, Coraline. Sabes que eres la que más detesta el personal,
¿Verdad? Los irlandeses te odian aún más. La negra que se casó y no
pudo tener un hijo propio, eso es lo que dicen. Al menos Mina hace algo.
¿Y tú? Haces los arreglos del lugar y contratas niñeras. Tú misma no
eres más que una criada glorificada.

Realmente la he jodido con esta.

—¿Realmente estás tratando de fastidiarme mientras estás sentada en


una pila de tu propia mierda? —Me reí, aplaudiendo por ella—.
Felicidades, estoy herida. Voy a llorar esta noche, en mi cama, al lado de
mi marido, en mi puta casa, porque tú, una pobre, fea, desagradecida,
pequeña zorra racista, me has llamado negra. Y mientras lloro, mi
marido me preguntará qué me pasa. Cuando se lo diga, te colgará de
muchas formas que avergonzarían a los hombres de Khan. Y luego irá
tras tu hermano Thomas, tu pobre tío Kevin, y la dulce, dulce abuela
Rose podría caerse por las escaleras. Oh, qué desastre será, todo porque
lloré. Esa es la familia en la que estoy, la gente que anda como dioses...
los que pueden acabar con sus vidas como dioses. Pero como ni tú ni tus
palabras me importan en absoluto, no lloraré. Voy a tomar un poco de
vino y un filete y tu seguirás sentada en un montón de mierda hasta que
alguien te saque de tu miseria. Así que como dije, adiós, Theresa.

La puerta se cerró de golpe detrás de mí.


DECLAN
Me había mentido.

Me había estado mintiendo.

Lo sabía. Lo sentí. Esperaba que terminara, pero ya habían pasado tres


semanas y todavía nada. Su teléfono sonaba a todas horas de la noche.
Cuando me miró con esos hermosos ojos marrones suyos, vi la culpa.
Por una fracción de segundo, pensé que me engañaba; era lógico, pero
conocía a Cora. La conocía mejor de lo que jamás podría conocerme a mí
mismo, y era leal hasta la médula. La forma en que hacíamos el amor, la
forma en que siempre me miraba por la mañana cuando pensaba que
todavía estaba dormido y yo no podía abrir los ojos todavía... ella me
amaba. Me amaba, y la única razón por la que me guardaría un secreto
es si no quería hacerme daño.

Era la única cosa que tenía sentido.

—Declan, espera, —me llamó Evelyn mientras dejábamos a Liam y


Melody en paz. Me rodeó con su brazo, caminando conmigo por el pasillo.

—Mamá, ¿Va todo bien? —Pregunté, notando que no quería que Mina y
Neal nos escucharan. No respondió, sólo siguió caminando.
—Buenas noches, madre, —dijo Neal, abriendo la puerta de su
habitación.

—Evelyn. —Mina asintió.

—¡Buenas Noches! —Les hizo señas con la mano. Neal me miró de forma
extraña y sólo pude encogerme de hombros—. Acompáñame, Declan.

—Por supuesto. —Asentí, sin soltarla.

En el momento en que estaban fuera de la distancia de audición, se giró


hacia mí, cruzando los brazos. —Dime la verdad ahora, hijo.

—¿Sobre qué?

—Sobre Cora, —siseó, inclinándose—. Su cáncer ha vuelto, ¿Verdad?


¿Es malo? ¿Qué han dicho los médicos?

Me congelé. Era como si me hubiera apuñalado y no estaba seguro de


cómo responder. Cuanto más tiempo permanecía en silencio y cuanto
más me miraba, más se daba cuenta.

—No dijo nada.

—¿Qué... eh? Yo... yo... ¿Cómo lo sabes? El cáncer, ¿Cómo lo sabes?

—Yo…

—¡Ma! Dímelo.

Se puso tensa pero asintió. —Estábamos con Darcy afuera en el patio y


él estaba un poco quisquilloso, así que entró a buscarle un biberón y
dejó su teléfono. Sonó y, sin pensarlo, lo atendí. Era un recordatorio
automático para el comienzo de la quimio.

Me aleje de ella hasta que mi cuerpo se estrelló contra la pared. La


respiración era difícil. Estar de pie era más difícil.

—¡Declan! —Me agarró los hombros cuando me encorvé.

—Casi se muere, —susurré—. La primera vez, casi se muere tres veces.


En el proceso sufrió mucho dolor. No pude hacer nada. Me quedé ahí
parado viéndola casi morir durante meses. No puedo... no puedo... No,
no puedo volver a verla así. No puedo verla sufrir de nuevo.
—Declan, ¿Prefieres que muera?

La miré fijamente en shock; ¿Cómo era eso siquiera una pregunta? —


Prefiero matarme a dejarla morir.

—Entonces puedes hacer esto. —Sonrió, frotando mis brazos—. Puedes


hacer esto... porque ella lo necesita.

Respirando profundamente, me levanté.

—¿Qué decía el mensaje?


Capítulo 11
"Mantén tus oídos atentos. Sigue mirando detrás de ti.
Porque un día te encontraré, y entonces
serás comida de cuervo".
~ Erin Hunter ~

LIAM

Ella estaba en silencio. Sus hombros se tensaron y sus brazos se


cruzaron. Sus ojos marrones se centraban únicamente en la serie de
fotos que tenía delante. Cuanto más se inclinaba, más parecía una gata
amenazada, insegura pero lista para golpear y arañar a todo lo que se
moviera. De pie, puse mis manos sobre sus hombros.

—¿Qué está pasando? Dijiste que tal vez dos cosas esta noche.

—No me gustan, —respondió seriamente, pasando a la siguiente imagen


de Liling y su pronto marido una vez más, aunque ya los habíamos visto
a todos por lo menos dos veces.

—Mel, dame una lista de la gente que te gusta, estoy seguro de que es
mucho más corta...

—No es mi habitual desdén que siento por la gente, Liam. La miro y veo
algo similar a mí y no me gusta.

Volví a mirar a la mujer de nuevo, y luego a Mel. —Bueno, es bonita.


Ella me miró, encogiéndose de hombros mientras volvía a sentarse en mi
silla.

—Es bonita, pero tú eres increíblemente hermosa.

—¿Liam? —Cruzó las piernas cuando me apoyé en el escritorio frente a


ella—. ¿Alguna vez he sido el tipo de persona que necesita aprobación de
ti o de alguien más? Sé que soy hermosa; ¿Disfruto el hecho de que tu
vista sea lo suficientemente buena para notarlo? Sí. Pero si es bonita o
no, no es de mi incumbencia. Lo que me importa es quién es ella
realmente.

Había días en que olvidaba que estaba casado con una perra total y en
esos días, ella se aseguraba de recordármelo claramente.

—No te preocupes por ella ni por un segundo. Este Emilio, creo que
puede ser el hijo de un enemigo de mi padre. Puedo decir que es un
monstruo.

—Dijo el monstruo más peligroso de todos, —le recordé; por supuesto,


eso fue por lo que sonrió.

—No los estás tomando en serio, ¿Verdad? —Su mirada se volvió hacia
mí y todo lo que pude hacer fue encogerme de hombros.

—A Liling no parece importarle en absoluto el negocio de su familia. Este


Emilio no tiene el dinero o los medios para conseguir un francotirador
para disparar a nuestros hijos, Mel. No hay pruebas de que ninguno de
los dos sea alguien por el que valga la pena preocuparse. Para todos,
sabemos que Liling podría estar enamorada de él y vivir su propio
romance de cuento de hadas de Hollywood. Aparte del hecho de que es
la hija de Ju-long Tàiyáng, no tiene sentido. Él es el Jefe de la familia y
lo que realmente importa es él y su maldito francotirador. Elegimos la
Academia Pennington porque estaba en un vecindario irlandés donde
teníamos todos los edificios de alrededor y no había líneas de visión
claras. El que hizo ese disparo lo hizo casi sin visibilidad y con malas
condiciones climáticas. Si no fuera a desollarlo vivo, lo contrataría.

—No vas a desollarlo. —Se acomodó en la silla.

Sabía lo que estaba pensando y no lo estaba teniendo. —Melody.

—Liam, nueve niños recibieron un disparo. Soy la maldita Gobernadora.


La ciudad necesita a este tipo.
—Entonces lo traerán muerto.

—Liam, antes de que declararan la guerra, sabían que reaccionaríamos.


El francotirador no es mejor que un perro... un perro suicida, pero un
perro, no obstante. No nos preocupamos por los perros. Si lo matas
personalmente, te menosprecias. Deja que la ciudad lo tenga. No se lo
esperarán. Además, todavía tienes gente en la cárcel, ¿Verdad? Que sea
el enemigo público.

Me incliné, ahuecando los lados de su cara. —Cuando se trata de alguien


que apunta un arma a mis hijos, no me importa lo pequeño que parezca,
Melody.

—Entonces, ¿Cuál es tu plan, esposo?

—Le hago daño. Él grita. Sangra. Se muere. Fin. —Agarrando mi


chaqueta de detrás de la silla, me dirigí a la puerta.

—¿Así que no vamos a tener una conversación civilizada sobre esto?, —


gritó cuando llegué a la puerta. Haciendo una pausa, me volví hacia ella.
No se molestó en levantarse, sólo apoyó su mejilla en la palma de su
mano.

—Puede que lleve un traje. Puedo ir a la iglesia. Pero lo último que soy,
esposa, es civilizado. No voy a jugar con esta gente. Si tengo que lanzar
bombas sobre toda China, lo haré. Habrá venganza por lo de hoy.

Una sonrisa malvada se extendió por sus labios rojos. —Ahora sólo
intentas excitarme.

—¿Por qué te fuiste para empezar? —Guiñé un ojo antes de salir—.


Estaré en nuestra habitación en una hora, estarás desnuda para
entonces.

Antes de que pudiera discutir y me tentara demasiado, cerré la puerta


tras de mí, tratando de ignorar la creciente erección que estaba teniendo.
Joder.

Inclinando mi cabeza hacia arriba, traté de pensar, para calmarme. Tenía


cosas que necesitaba hacer esta noche. Concéntrate, Liam. Concéntrate.
Me grité a mí mismo, pero no podía quitarme esa sonrisa suya de la
cabeza. ¡Mierda!
Apretando el puente de mi nariz, me di la vuelta, abriendo la puerta. Su
cabeza se levantó bruscamente mientras mis ojos se desviaban por la
curva de su espalda. Se quedó quieta junto a mi escritorio, con su vestido
color crema ajustado que se había puesto para trabajar esa mañana, con
los tacones descartados de sus pies.

—Creí que tenía una hora... —Su ceja se levantó.

—Mentí. —Cerré la puerta detrás de mí y tiré mi chaqueta en el sofá


antes de acecharla.

Se movió hacia el frente del escritorio, cruzando los brazos. —¿Pensé que
ibas a hablar con tu hermano?

—¿Soy realmente tan predecible? —Pregunté cuando me paré frente a


ella, con mi polla moviéndose; me costó toda mi fuerza no doblarla sobre
el escritorio y follarla hasta la mañana.

—Cuando se trata de nuestros hijos, sí. —Puso su mano en mi pecho y


puse la mía en su cadera—. ¿Crees que soy predecible?

—Sí, pero sólo a mí, —susurré cuando se inclinó más cerca, quitándose
un mechón de su cabello oscuro de la cara. Nadie más la entendía como
lo hacía y nunca quería que eso cambiara. Sus labios se posaron sobre
los míos, sus ojos siguiéndome.

—Entonces tengo que mantenerte alerta, ¿No? —dijo, cayendo


lentamente de rodillas delante de mí. Con facilidad me desabrochó el
cinturón y los pantalones, agarrando con orgullo mi polla mientras la
saludaba. Sin apartar la vista de mí, su lengua rosa me lamió la punta y
me hizo temblar.

—¡Joder! —Fue la única palabra que me vino a la mente mientras lamía


desde la punta hasta la base, y luego me chupaba las bolas. Su lengua
rodó por las venas, ahora palpitando dolorosamente. Sus manos me
acariciaron—. ¡Maldita sea!

Mi mandíbula se cayó cuando me llevó a su boca, sus dientes se


deslizaron por mi polla suavemente. Lo disfrutó, viéndome indefenso...
gemido tras gemido saliendo de mis labios mientras me torturaba
lentamente.

No había mucho que pudiera soportar. Agarrando un puñado de su


cabello, la sostuve antes de meterla en su garganta. Lo aceptó de buena
gana, agarrándose a la parte posterior de mis piernas para sujetarse.
Cuanto más chupaba, más rápido me follaba su boca. Estaba tan
jodidamente excitado que mi polla se escapó de su boca, abofeteándole
la cara. No debería haber disfrutado tanto de la vista, pero no pude
evitarlo, tomando mi mano libre y frotándola contra sus labios. Ella me
besó un lado de mi mano, presionando sus labios rojos sobre mí durante
tanto tiempo que dejaron una huella, antes de que me deslizara de nuevo
en su cálida, húmeda y pecaminosa boca.

—Ahh... así es, nena. —Me quejé, enterrándome en su garganta. Intenté


ir más despacio, saborear cada impulso, pero no pude. Como un maldito
animal, me follé su boca, empujando más y más rápido, tirando de su
cabello con más firmeza que antes. Su cuerpo era el cielo, pero su boca,
era una iglesia, sólo para mi polla y para mí...

—Me-lo-dy. —Jadeé, me corrí en su boca, mi corazón se aceleró en mis


oídos, y ella se bebió todo de mí, incluso me lamió hasta la punta cuando
terminó. Se puso de pie, se inclinó hacia atrás, limpiándose la comisura
de la boca.

—¿Alguna otra excusa que tengas para no hablar con tu hermano?

Ignorándola, me ajusté la ropa mientras me miraba, sus pezones


claramente sobresaliendo a través de su brasier.

—Esto no ha terminado, esposa.

—Ya estoy mojada, esposo.

No me jodas.

Al romper mi mandíbula a un lado, asentí, caminando de vuelta a la


puerta sin decir una sola palabra. Neal. Necesitaba centrarme en Neal.
MELODY
En el momento en que se fue, Fedel volvió al estudio mientras me servía
el brandy de Liam. La puerta crujió al cerrarse.

—¿Jefa?

Me tome el primer vaso en mi mano, el brandy ardiendo como fuego


líquido en mi garganta.

—Ugh, se va a matar con esta mierda, —declaré mientras me servía el


segundo vaso.

—La forma en que lo bebe, no estoy seguro de que le haga ningún efecto,
—respondió, de pie como si estuviera en el ejército, brazos a la espalda,
pecho hinchado con orgullo, ojos sin emoción. Cuando llegué por
primera vez a esta casa, tenía un ejército de mi gente, Monte, Ben, Jinx...
y ahora era sólo él. Jinx había muerto en el único lugar que había
considerado su hogar, en el cielo. El FBI dijo que fue un accidente, que
un pájaro se estrelló contra una de las alas del avión, pero si olía a
mierda es porque era una mierda. Se suponía que debía estar en ese
avión. Era la que se suponía que iba a morir, al igual que Monte, al igual
que Ben. Ahora sólo era Fedel.

—¿Jefa?
—Emilio Esteban Cortés, —dije, levantando su foto—. ¿Sabes a quién se
me parece?

—No jefa. —Se acercó, sacudiendo la cabeza.

—Marcos Felipe Carrasco.

—¿El Rojo? ¿El señor de la droga mexicana? —Parecía demasiado


sorprendido para la persona que se suponía que debía mantener su
mente y ojos abiertos a cualquier cosa que pudiera dañarnos—. Jefa,
con todo respeto, El Rojo ha estado muerto por más de una década; usted
se ocupó de eso antes de casarse con la familia Callahan.

—Y luego era tu trabajo asegurarte de que su esposa e hijos también se


fueran.

—Así lo hice. Hasta el último miembro de la familia Carrasco fue


atendido.

Apretando el puente de mi nariz, un hábito que no podía dejar ahora


gracias a Liam, sacudí mi cabeza.

—Había un rumor, en ese entonces, de que El Rojo tenía un hijo bastardo


con una bailarina de América, al que escondió con su hermana...

—Señora, ¿Un niño de amor? ¿Crees que es el hijo bastardo de uno de


los más notorios señores de la droga en América Latina y que ha venido
a Chicago para vengarse? Antes de que pudiera llegar aquí tendría que
pasar por todos los enemigos de su padre, sin mencionar a nuestros
espías del sur...

—¡ESCUCHA! —Golpeando mi mano en la mesa, me levanté—. ¡He


estado haciendo esto durante casi dos malditas décadas! ¡Mis instintos
nunca me han fallado ni una sola vez! Miro a esta chica, Liling; es la hija
del hombre más notorio de China y va y se casa con un mexicano sin
nombre... Veo a un mexicano y automáticamente pienso en Marcos
Felipe Carrasco; mi mente no me está jugando trucos, ¡no me estoy
volviendo loca! Soy más perspicaz que nunca en mi vida. Miras estas
fotos, como hace mi marido, ¿Y qué ves? ¿Un abogado? ¿Una chica china
enamorada con un apellido poderoso? Adivina qué. Yo era esa chica,
puedo verla en cualquier otro lugar, y ella se casa por arriba, no por
abajo. ¡Encuentra a Emilio, Fedel, y ponle una bala entre los ojos antes
de que me moleste!
La familia Carrasco casi había destruido a mi padre. Justo cuando se
puso enfermo, Marcos El Rojo, robó más de la mitad de su heroína y
mató a docenas de los nuestros, decapitándolos y dejándolos pudrirse,
sólo para probar un punto, que los Giovanni no podían hacer nada. Y
tenía razón; mi padre luchaba por mantener a raya a los irlandeses, y
los rusos eran igual de malos. No podía tomarse el tiempo para centrarse
en México; su orgullo no le permitía perder ante Sedric. Casi lo perdimos
todo, nuestro juego, nuestra fortuna, nuestro valor, todo porque un
maldito mexicano llamado El Rojo se atrevió a subir a un ring que nunca
fue para él.

—Jefa, con gusto lo mataré en cuanto lo vea. ¿Has hablado con Liam
sobre esto?

—Lo que he hablado y lo que no he hablado con mi marido no es de su


incumbencia. Lo que me preocupa es que respira en algún lugar de esta
ciudad. Esto es un asunto pendiente de Giovanni, Fedel. No me importa
cómo lo hagas, sólo ponlo bajo tierra. Sólo decir su nombre me deja un
mal sabor de boca, —dije, bebiendo de la botella.

—Por supuesto. —Asintió antes de irse. Sólo cuando se fue me volví a


sentar. Tenía un mal presentimiento sobre esto... todo esto.

Y cuando se trataba de mi trabajo, cuando se trataba de la familia,


confiaba en los malos sentimientos.
LIAM
—¿Quién carajo? —gritó, abriendo la puerta y sólo se congeló cuando me
vio. Estaba sin camisa y sus jeans colgaban en sus caderas. Mirando
detrás de él, vi a Mina subir las sábanas a su alrededor.

—¿Ocupado Hermano? —Pregunté.

Su ceja se levantó mientras me miraba con atención. —Estaba.

—“Estaba” en pasado. Cenemos.

—Es la una de la mañana, Liam.

—Bien, el desayuno entonces.

—¡Le encantaría! —Mina gritó, arrojándole la camisa que le golpeo en la


parte de atrás de la cabeza. Se quedó mirando, sin molestarse en
quitársela de la cabeza antes de girarse hacia ella.

—Aparentemente, me encantaría, —le espetó antes de cerrar la puerta.


Quitándose la camisa de su cabeza, deslizó sus brazos en ella.

No dijo una palabra hasta que se dio cuenta de que realmente íbamos a
la cocina.

—¿De verdad vamos a desayunar?

—Hago tortillas asesinas, —sonreí, abriendo la puerta, y como pensaba,


todos menos una criada se había ido. Estaba fregando los pisos.

—Puedes dejarnos, —dije, sin molestarme en mirarla mientras caminaba


hacia la nevera.

—Cuando dices tortillas asesinas, en realidad no implica morir,


¿Verdad? —preguntó, el taburete arrastrándose por el suelo mientras se
instalaba en la isla de la cocina.

Colocando los huevos, cebollas y pimientos junto a la cocina, busqué un


sartén. —¿De verdad crees que te mataría, hermano?

—Eso depende.
—¿En qué exactamente? —Colocando el sartén en la estufa, agarré el
cuchillo y sus ojos cayeron sobre él, luego de vuelta a mi cara.

—Dímelo tú.

Al cortar la cebolla, no respondí porque no estaba seguro de cómo


responder o empezar esta conversación. Lo bueno de Neal era que a veces
no tenía paciencia.

—Liam, ¿Qué demonios está pasando? ¿Por qué me estás cocinando


tortillas a la una de la mañana?

—Mi intento de unión fraternal. —Agarré el pimiento rojo.

—¿Unión fraternal?

No me gustó la forma en que resopló en eso. —¿Qué? Somos hermanos;


¿No podemos ser unidos?

—No. —Se defendió con una risa—. O al menos no en el sentido de


“vamos a comer tortillas”.

—Ya he cortado las malditas cebollas, estamos comiendo tortillas.

—Seguro.

—Maldita sea, Neal... ¿Puedes fingir por un segundo que esto es normal?
¿Que comemos malditas tortillas juntos? Jesucristo.

No dijo nada más mientras cortaba, rebanando con facilidad los


pimientos a continuación, y luego agarrando una barra de mantequilla.

—¿Dónde está la sal? —preguntó, y pude sentirlo mirando por encima


de mi hombro.

—No le agrego sal, le agrego pimienta.

—¿Sin sal? ¿Qué?

—Sí. Sin sal. Ya tengo suficientes cosas que me provocan hipertensión,


gracias, —refunfuñé.
—No es una tortilla decente sin sal, —murmuró en voz baja. Cuando me
volví hacia él, fingió silbar como si se tratara de una maldita melodía.

Afortunadamente ese fue su último comentario mientras preparaba todo.


Volteé la tortilla una vez en el sartén y luego en su plato antes de tomar
la sal de mesa y ponerla a su lado.

—Gracias. —Volcó demasiada sal en su plato antes de tomar un


bocado—. No está mal, joder.

—¿Puedes siquiera saborearlo? Parece como si lo aspiraran en tu boca.


—Verlo comer siempre era un espectáculo; uno pensaría que se estaba
muriendo de hambre.

Acercando una silla a su lado, recogí mis huevos, mirando nuestro reflejo
en el acero inoxidable a través de la isla por un segundo. Como siempre,
cuando se trataba de músculo, me superaba. Era como un tanque.
Siempre odié cómo se alzaba por encima de mí cuando crecía.

—¿Alguna vez sentiste que papá te odiaba? —Finalmente lo tiré ahí, al


que tosió, con la cara enrojecida. Girando los ojos, le di un vaso de
agua—. ¿Es la pregunta realmente tan sorprendente?

—De ti... sí. —Se frotó el cuello—. ¿Te sentiste así?

—No hablo de mí, hablo de ti. Pero no, nunca. Siempre sentí que mi
padre me amaba.

—Debe ser agradable. —Se encorvó sobre su plato.

—Así que lo hiciste. Sentías que papá te odiaba...

—Liam, me comí tu tortilla; ¿Me darás una pista de lo que está pasando
ahora?

—Wyatt siente que lo odio, —admití, suspirando y sin molestarme en


comer—. Está celoso de Ethan, y lo peor de todo, piensa menos de sí
mismo.

—Huh.

—¿Huh? ¿Eso es todo lo que tienes que decir? ¿Huh?

Asintió. —No estoy seguro de qué decir. Me parece normal.


—¿Cómo es normal pensar que lo odio o estar celoso?

—Tal vez no para ti, —respondió—. Tú eres Ethan. Siempre fuiste


naturalmente bueno en todo lo que tenías delante. Incluso cuando
estabas enfermo trabajaste el doble y aún así probaste que eras mejor
que yo. Es normal que alguien que lucha esté celoso de alguien que no
lo hace. No importa lo genial que sea Wyatt, Ethan va a eclipsarlo, y eso
apesta para Wyatt porque Ethan no lo hace a propósito. Sólo está siendo
él mismo. Tú, por otro lado, lo hacías a propósito.

—¿Yo? Estaba básicamente lisiado...

—¿Cuánto tiempo va a ser esa tu excusa, Liam? Te esforzaste mucho


para demostrarle a papá que eras mejor que yo y... no hice más que mirar
porque no quería meter la pata otra vez como tu hermano. Cometí un
error y no podías dejarlo pasar. Está bien. Como sea, éramos niños,
aprendí a vivir con eso. Pero, ¿Y ahora? ¿Somos mucho mejores que
antes? Sí. ¿Seguiré a tu lado aunque sigas regañándome? Sí. Eres mi
sangre. Eres mi hermano menor. Recuerdo el día en que naciste. Estoy
orgulloso de eso. Sin embargo, ¿Alguna vez te has sentido orgulloso de
tenerme como tu hermano mayor? No, porque es el único título que no
puedes tener. No importa lo que hagas o lo grande que seas, seguirás
siendo el segundo hijo de Sedric Callahan. Es irónico para mí en
realidad, pero si hubieras nacido primero, serías un increíble hermano
mayor porque estaría feliz de seguirte, y no te preocuparías si te
apuñalara por la espalda por el título que debería ir al primer hijo.

Abrí la boca para hablar, para decir que no quería ser el primero, que
estaba equivocado, pero una vez más, todas mis palabras me fallaron.
Lo había dicho todo perfectamente, como si hubiera esperado años para
hablar... tal vez sí.

—Vamos a necesitar algo mucho más fuerte que el agua si vamos a tener
esta conversación. —Se levantó y buscó en los armarios hasta que
encontró el vino de cocina—. ¿Suficientemente bueno?

—Bastante bueno. —Asentí, terminando el agua y extendiendo mi vaso.

—Un vaso para ti, la botella para mí. —Sonrió antes de tomar un trago.
El hecho de que todavía pudiera sonreír de verdad...
—No estoy seguro de si alguna vez he estado orgulloso, —susurré,
mirando fijamente al vino tinto, como la sangre en una copa—. Sin
embargo, he estado agradecido.

—¿Agradecido?

—Sí. —Era la verdad—. Lo pensé un millón de veces. Podrías haberle


pedido apoyo al abuelo. Con Shamus de tu lado, habrías conseguido el
apoyo de los irlandeses. Tenías una esposa irlandesa, el derecho de
nacimiento, la habilidad... podrían haberte seguido. Si lo hubieran
hecho, Olivia nunca se habría vuelto codiciosa; habría estado feliz de ser
la próxima cabeza de la casa y eso habría sido todo. En el momento en
que papá se fue, podrías haberme matado con facilidad.

—Huh. —Bebió.

—Di huh, una vez más…

—Esta es la razón por la que nunca podría ser el líder. Mi mente no


funciona así. Has pensado en cómo podría ser Ceann na Conairte un
millón de veces. Una simple alianza aquí, asesinar a tu hermano allá. No
es gran cosa. Pensaste en eso, probablemente con facilidad también.
Mientras tanto, sólo intento mantenerme vivo y no avergonzar a nuestra
familia. Soy el tipo que apunta y dispara. No eres el tipo de apuntar y
disparar al Ceann na Conairte.

Lo dijo como si fuera un corte limpio. —Se suponía que tenías que tener
todo esto, Neal. El título, el poder, todo; ¿Cómo no iba a pensar que
querías esto?

—Somos diferentes. Todo lo que siempre he querido es que mi familia


esté a salvo. Un poco de respeto y vivir con más lujos de los que podría
querer... tengo todo eso. ¿Por qué más? Ves, no piensas de esa manera,
crees que puedo tener el mundo si sólo despejo unos pocos cuerpos. No
puedo explicarte por qué soy así. Así soy. Eso es todo. Somos un pavo
real y un cuervo.

—¿Y qué hago si tengo dos hijos iguales? ¿Qué hago si Wyatt y Ethan no
se arreglan naturalmente como nosotros?

Se encogió de hombros. —Tienes dos opciones, rezar para que estés


muerto antes de que elijan matarse el uno al otro, o hacerles difícil vivir
sin el otro mientras tú sigues vivo.
Es más fácil decirlo que hacerlo.
Capítulo 12
"Me mantengo con el amor de la familia."
~ Maya Angelou ~

CORA

Cuando mi chofer abrió la puerta, la última persona que esperaba ver


parada frente al Hospital Merry West con un tulipán en la mano era
Declan, vestido con jeans informales y una camisa azul oscuro
abotonada, junto con su chaqueta de cuero.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Me dio el tulipán amarillo y rojo con una mano y me alcanzó con la otra,
colocando mi cabello detrás de las orejas.

—Lo sé, —dijo.

—¿Lo sabes? —¿Qué?

—Cora, te amo. —La sonrisa que estaba forzando cayó lentamente de


sus labios—. Te amo más de lo que creía que era humanamente posible
amar a alguien, por eso, cuando me di cuenta de que me ocultabas algo,
me sentí herido y confundido... pero me di cuenta de que tú también me
amas. Por eso no me dijiste que tu cáncer había vuelto... y está bien. Lo
entiendo. Desearía que lo hubieras hecho, pero entiendo por qué no lo
hiciste. Sin embargo, eso no cambia el hecho de que lo sé, y no cambia
nada, excepto el hecho de que voy a estar a tu lado. Tú y yo vamos a
luchar contra esto y a ganar, como lo hicimos en el pasado.
Lo miré con asombro... y estaba segura de que me había enamorado de
él otra vez. No tenía ni idea de lo que había hecho para merecerlo, sin
embargo, lo haría de nuevo. Haría cualquier cosa por él.

Levantando la mano, la coloque en su mejilla. —Lo siento...

—Cora, está bien...

—Lo siento porque, —repetí de nuevo, interrumpiendo—. Hice que te


preocuparas cuando no tengo cáncer.

Estaba a punto de interrumpir cuando se detuvo, sus cejas se arrugaron


en confusión mientras me miraba embobado.

—¿Qué?

—Estoy tan libre de cáncer como el año pasado y el anterior. Estoy sana
y libre de cáncer, —repetí.

—Espera, pero Evelyn dijo que el hospital llamó para avisar que mañana
empezarás con la quimio y que hoy estarás haciendo los análisis de
sangre...

—Yo no, mi prima. —No quería decírselo porque no quería volver a hablar
de Imani con él, no después del infierno por el que nos hizo pasar—. Ella
tiene cáncer. Estoy pagando por eso y actuando como su contacto de
emergencia. Me ha estado llamando durante semanas y honestamente
me está volviendo loca. Esperaba que la ayudara a mejorar y que lo
aceptara sin desenterrar el pasado. Por eso he venido aquí.

Me rodeó con sus brazos y respiró hondo. —Gracias al maldito


Jesucristo.

Se rio tanto que temblé con él, envolviendo mis brazos alrededor de su
pecho.

—¿Todavía puedo conservar el tulipán, verdad? —Pregunté.

—Puedes tener lo que quieras... —Se separó un poco—. Siempre y


cuando prometas no volver a tener secretos conmigo.

Sostuve mi dedo meñique. —Prometo no volver a ocultar grandes


secretos a mi endiabladamente guapo marido nunca más, pero me
reservo el derecho de tener pequeños secretos aquí y allá por su propio
bien.

Levantó una ceja y sonrió, cerrando su meñique con el mío. —Puedo vivir
con eso.

—¿Vas a entrar conmigo? ¿Para ver a Imani, quiero decir? —Le pregunté,
y se puso tieso.

—Lo siento, —dijo, aunque no lo decía en serio—. Sé que es tu familia y


que a pesar de todo lo que ha hecho harás lo que creas correcto, pero no
soy tan indulgente como tú, amor. Aquellos que se enojan contigo o
conmigo nunca son bienvenidos de nuevo. Es sólo mi forma de ser. Pero
ve, podemos cenar después de que hayas terminado.

No tenía sentido discutir; así era como actuaba Declan. No creía en


perdonar a los forasteros.

—Vuelvo enseguida. —Le besé la mejilla antes de rodearlo. Se quedó allí


y me saludó hasta que ya no pude verlo, luego me concentré en el
hospital a mí alrededor.

Llegué al ascensor cuando se estaba abriendo, y por supuesto, estaba


Imani. Su cabello castaño estaba afeitado, exponiendo su cabeza calva,
e incluso sus cejas habían desaparecido.

—¿Cora? —Me sonrió como si fuéramos viejas amigas, y por alguna


razón mirarla fijamente me molestaba... ¿Es así como me veía entonces?

—¿Imani?

—Impactante, ¿Verdad? —Se frotó la cabeza calva mientras la enfermera


la empujaba del ascensor y retrocedí—. Pensé en terminar con esto. Me
veo horrible, ¿No?

—No. Pareces una luchadora. —Sonreí, moviéndome para sustituir a la


enfermera detrás de la silla de ruedas—. ¿Adónde vamos?

—Sólo quería ver las luces de la ciudad. Me imagino que estaré


demasiada enferma para salir de la cama por un tiempo, así que debería
disfrutarlo mientras aún me sienta lo suficientemente fuerte.
Comprendí esa sensación. Caminamos en silencio hasta que llegamos a
la salida. Me quité el abrigo y lo puse en su regazo antes de empujarla
hacia afuera. La ciudad había sido sorprendentemente ventosa ese mes.

—¿No es Chicago simplemente hermoso? —preguntó cuando nos


trasladé a un banco.

—No hay lugar como este, —respondí, sentándome.

Silencio.

Pero, después de todos estos años, ¿Qué otra cosa podríamos ser sino
silencio?

—¿Cómo está tu familia?, —preguntó.

No podía dejar de sonreír. —Increíble. Tengo dos hijos, un niño y una


niña de siete años. Es una charlatana y siempre está emocionada.
Declan dice que es igual que yo... aunque la adoptamos, realmente se
siente como si fuera nuestra. Significan más que el mundo para mí.

—Puedo decir que eres feliz... —No terminó su declaración—. Mientras


estaba en una institución mental, tú estabas viviendo el sueño.

—Difícilmente llamaría a mi vida un sueño, Imani. Dejemos el pasado en


el pasado. —No quería hablar de esto.

—Lo que tú digas... después de todo, se supone que debo ser la


agradecida. No tengo dinero, mi padre está muerto, y mi madre está Dios
sabe dónde con todo nuestro dinero.

Mi dinero. El dinero con el que habían vivido toda su vida era el dinero
de la familia Wilson que me dio mi padre. Era de ellos, lo había dicho
cientos de veces, y aún así no lo entendieron.

—Deberíamos volver a entrar. Hace frío, —dije, levantándome.

—Lo que hace frío es dejar a tu familia por un montón de gente blanca,
—murmuró en voz baja; volví a ignorarla. Uno pensaría que después de
todos estos años, después de todo lo que hemos pasado, ya se habría
callado—. Te vendiste, Cora...

—No. Elegí mi felicidad por encima de la tuya. ¿Crees que eres la primera
persona que intentó hacerme sentir culpable? ¿Por qué? ¿Porque no
estoy viviendo al nivel que ellos quieren? ¿Porque eres infeliz? Lo siento.
Me elegí a mí, y puede que no sea perfecto, puede que no sea un sueño
o un cuento de hadas, pero mis buenos días superan a los malos. Eso es
todo lo que podemos esperar en la vida, ¿no?

No respondió, así que la empujé. Eso fue suficiente unión familiar de los
Wilson para que nos durara otra década. Me aseguraría de que ella
recibiera sus tratamientos y luego terminaría.

DECLAN
—¿Dónde estás?, —dijo al teléfono, y observé cómo giraba buscándome.
El tulipán que le había dado estaba ahora trenzado en su cabello.

—Soy difícil de perder, amor, —le dije mientras tocaba la bocina. Su


cabeza se echó hacia atrás cuando salí.

—Oh, Dios mío. —Su boca estaba abierta, sus ojos marrones
absorbiendo cada centímetro del Chevrolet Bel Air Convertible de 1957
de color rojo brillante que tenía delante.

—¡Hola, mami! —Helen asomó la cabeza por la ventana como una


marmota, sonriendo de oreja a oreja.

—Hola, cariño, ¿Qué está pasando aquí?


—¡Vamos a ir al cine! —Helen vitoreó, levantando la bolsa de palomitas
de maíz en sus manos, que ya había empezado a comer. Estaba tratando
de no pensar en las migajas que definitivamente estaban en el suelo de
un honrado clásico americano.

—Ya escucharon a la dama. —Sonreí, manteniendo la puerta del lado del


pasajero abierta para ella—. ¡Vamos, nos perderemos el cine!

—Ya voy. ¡Ya voy! —Se rio, deslizándose en el asiento rojo y blanco—.
¿Trajiste a Darcy?

Deslizándose sobre el capó del auto, podía oírlos reír cuando entraba. —
Por supuesto, traje a Darcy, no puede ser una noche de cine familiar si
toda la familia no está aquí.

—¡Papá dijo que estamos celebrando! —Helen metió la cabeza entre


nosotros. Su cabello, que estaba dividido en dos grandes ráfagas, me
rozó la mejilla—. Yo también tengo que elegir la película. Estamos viendo
“Quién engañó a Roger Rabbit”.

Estaba tan excitada que saltaba.

—Helen, el cinturón de seguridad. —Hizo un puchero y le devolví el


puchero, dándome la vuelta y presionando mi cara contra la suya hasta
que se puso a reír.

—¿Los autos clásicos tienen cinturones de seguridad? —Cora preguntó,


volviendo a ver a Darcy, que estaba sentado cómodamente en su asiento
del auto, felizmente con su chupete y agarrándose de sus propios dedos.

—Se añadieron. Este auto es cien por ciento seguro para la carretera. —
Le guiñé un ojo, mirando a Helen. Tosí antes de fingir que agarraba un
altavoz de la radio, sosteniendo el micrófono imaginario en mis labios—.
Última llamada, última llamada para la familia Callahan. Por favor,
comprueben que todos los miembros de su grupo estén bien sujetos...
¿Helen?

—¡Comprobado!, —gritó, tirando de la parte superior del cinturón de


seguridad.

—¿Darcy?

—¡Comprobado! —Tanto ella como Cora gritaron, y Darcy se rio de la


cara que Helen puso a su lado.
—¿Mamá? —Me estiré hacia adelante y ella puso los ojos en blanco,
aunque la sonrisa de su cara nunca vaciló cuando se puso el cinturón.

—Comprobado.

—Bien...

—¡Espera, te olvidaste de revisarte! —Helen se inclinó hacia adelante.

Cora se inclinó hacia mí, tirando de la correa a través de mi pecho e


incluso desabrochando mi cinturón de seguridad antes de volver a
colocarlo en su lugar.

—Papi, ya está. —Me guiñó un ojo.

—Este es un recordatorio a todos los pasajeros para que mantengan sus


manos, pies y cabeza dentro del automóvil en todo momento. Gracias por
conducir con Declan Callahan esta noche, donde su comodidad y
seguridad son mi prioridad número uno. La película de esta noche,
elegida por la hermosa Helen Callahan, es “Quién engañó a Roger
Rabbit”. Nuestro tiempo estimado de llegada es de cinco minutos y veinte
segundos...

Cora no pudo soportarlo más; se rio tanto que resopló, lo que sólo me
hizo reírme de ella.

—¡Mamá! —Helen suspiró.

—Lo siento, lo siento, seré un buen pasajero. —Levantó las manos


cuando encendí el motor y salimos a la calle.

Helen tarareó en el asiento trasero, asintiendo con la cabeza de un lado


a otro, mirando la ciudad mientras intentaba no notar que Cora me
miraba sólo a mí, su mano quemando un agujero a través de mis jeans
y volviéndome completamente loco.

Finalmente, cuando llegamos al parque, bajé la velocidad para


detenerme frente a la gran pantalla blanca sostenida por dos árboles.
—¿Dónde está el cine? —Helen frunció el ceño, mirando a su alrededor.

—Las películas están llegando a nosotros, cariño. Se llama autocine. —


Alcanzando el regazo de Cora, saqué sus Twizzlers junto con una lata de
Sprite de la guantera.
—¡Genial! —Se acercó, quitándomelas.

—¿Qué se dice? —Cora le preguntó mientras le deslizaba una mini


botella de vino, sus ojos se abrieron de par en par como si estuviera a
punto de llorar. Es curioso, cuando nos casamos, ella no bebía.

—¡Gracias! —Helen respondió, inclinándose hacia atrás en el asiento


cuando las luces se encendieron.

Cora no dijo nada, simplemente me miró fijamente y bebió su vino


blanco.

—¿Qué? —Finalmente le pregunté.

Sólo se encogió de hombros, sin responder.

—¿Cora?

—Me he enamorado de ti dos veces hoy, ¿Lo sabes?

Quería besarla. Maldita sea.

—Finalmente me estás alcanzando. —Me enamoro de ella al menos dos


veces más a diario.
NEAL
Sosteniendo el arma en su pecho, se apoyó contra la pared, respirando
profundamente antes de que sus ojos se centraran en mí. Extendiendo
mi mano, le dije que esperara. Mirando alrededor del montículo, todo
estaba en silencio, pero sabía que estaban ahí fuera, esperando para
disparar... si le daban, entonces todo había terminado.

—¡AHORA! —Grité, y ella salió corriendo tan rápido como pudo hacia mí.

—¡FUEGO! —Mina gritó desde arriba mientras ella y Sedric apuntaron,


bolas de pintura volando por todas partes, golpeándola en la pierna, el
brazo y la espalda.

—Me han dado, —gritó mientras corría hacia ella. Me golpearon con
bolas de pintura una y otra vez. Levantando mis manos en la derrota,
ella y Sedric salieron de sus escondites. Mina sacó humo falso de su
arma mientras Sedric mantenía la suya apuntándonos.

—¿Te rindes? —nos preguntó.

Antes de que pudiera decir algo, Nari le disparó justo en el pecho; incluso
fue lo suficientemente rápida para alcanzar a Mina. Las dos luces de sus
chalecos se encendieron, lo que significa que ella recibió los disparos
mortales.

—¡Eh! ¡Tramposa!, —gritó.

—¡La guerra no ha terminado hasta que digamos que nos rendimos!


¿Verdad, papá? —Nari levantó su mano para darme un golpe de puño.

—Absolutamente. —La golpeé con el puño antes de abrazarla—. No es


nuestra culpa que pensaras que habías ganado y salieras temprano.

—¿Qué? ¡Mamá! —Sedric se volvió hacia ella como si se suponía que


debía corregir esta injusticia. Tanto Nari como yo la miramos fijamente,
esperando mientras nos evaluaba.

—Bien jugado... no te perdonaremos la próxima vez. —Finalmente habló


y Sedric puso sus manos en la cabeza, cayendo de rodillas mientras
gemía.
—Noooooo. —Era el niño de seis años más dramático de la faz del
planeta.

—¡Vamos! —Mina se rio, poniendo su mano en su casco—. ¡Limpiémonos


antes de comer, tenemos costillas!

—¿Costillas? —Sedric y yo dijimos al mismo tiempo, sonrisas amplias en


nuestras caras.

Sedric se quitó el casco y corrió hacia las duchas. —¡Costillas! ¡Papá,


vamos!

—Pensarías que no lo alimentamos. —Sacudí la cabeza.

—Papá, estás poniendo la misma cara. —Nari se rio. Inclinándome, le


hice una mueca y sólo me pellizcó las mejillas.

—¿De qué lado estás tú?

—Si es entre la familia y los demás, estoy del lado de la familia. Si es


entre familia y familia, estoy en el lado ganador, —respondió con orgullo.
Ella y Mina eran la misma persona; era divertido.

—Esa chica. —Mina se acercó a nosotros.

Levantando mi meñique hacia ella dije, —¿Y quién está siempre en el


lado ganador entre familia y familia?

—Tú. —Sonrió, uniendo su meñique con el mío.

—Bueno, entonces... —Mina dijo dramáticamente—. Pierdo una vez y...

La besé y se rio, pero antes de que pudiera decir nada más, Sedric volvió
corriendo, con el culo desnudo y sin vergüenza alguna.

—¡Papá, vamos! —me gritó.

—¡Sedric, tu ropa! —Mina le gritó.

—Dijiste que me limpiara. —Estiró su abdomen.

Resoplando, me golpeó en el hombro. —¡Deja de reírte, por eso cree que


está bien!
—Vamos, Sedric, antes de que mamá te dispare. —Me reí, moviéndome
hacia él.

Saltó hacia atrás, extendiendo los brazos como lo hizo en la clase de


karate. —Soy demasiado rápido.

—No demasiado rápido para mí. —Nari sacó el arma y se fue corriendo.

—No me digas que le tienes miedo a tu hermana mayor, Sedric, —me


burlé de él cuando entré al vestuario, donde toda su ropa estaba
esparcida por el suelo.

—No estoy asustado... son muy tramposo. —Cruzó sus brazos.

—¿Tramposo o inteligente? —Le pregunté, quitándome el chaleco y la


camisa.

—Ambos, —refunfuñó—. Pero está bien, Nari va a estar en mi equipo la


próxima vez.

—¿Qué? ¿Estás abandonando a mamá?

Se encogió de hombros. —Los chicos tienen que hacer lo que los chicos
tienen que hacer.

—Sedric. —Ni siquiera sabía qué decir; sólo puse mi mano en su cabeza,
caminando hacia el sauna. Ajusté la temperatura antes de que ambos
entráramos. Agarramos las toallas y nos subimos a los asientos,
recostándonos. Había comprado el centro de paintball cuando empezó a
caminar como un lugar para entrenar pero también para divertirse.
Estaba abierto al público de miércoles a domingo, así que la mayoría de
los lunes y martes, estábamos todos allí.

Estaba tan acostumbrado a esto, que incluso sabía cuándo añadir agua
a las rocas sin que yo dijera nada. Se recostaba y se relajaba. ¿Estaba
malcriado? Un poco. Pero me alegraba; la vida se ponía más difícil, al
menos ahora era inocente.

—¿Tengo algo en la cara? —Frunció el ceño, se limpió la nariz.

—Sí.

—¿En serio? —Esta vez, se frotó toda la cara—. ¿Ahora?


—Aún peor.

—¡Papá! —gritó mientras me reía, cruzando sus brazos de nuevo


mientras se recostaba—. ¿Por qué no te burlas de Nari?

—Porque Nari es buena en las réplicas. —Ella realmente era una


pensadora rápida como su madre, pero era tímida. Mina no era tímida,
sólo prefería hablar sólo cuando tenía algo importante que decir. Aparte
de eso, llevaba sus emociones en la cara.

—No soy bueno para las réplicas, —respondió—. Todas las chicas lo son.
Helen es la mejor, incluso le gana a Nari.

—¿Nari y Helen estaban peleando? —Nari no se peleaba con nadie.

—Sí. Nari cree que Kevin del Plane Owl es el más guapo y Helen cree que
es Ian... todos me parecen raros. —Bostezó.

Espera. —¿A Nari le gusta un chico?

—Duh, papá. —Frunció el ceño. Era algo joven para los chicos, ¿Verdad?

—¿Te gusta alguien?

—Sí, yo, —dijo en serio.

Agarrando una pequeña toalla de mano, se la tiré. —A veces eres igual


que tu tío.

—¿Tío Declan o tío Liam?

—Ambos.

Sonrió, —Quiero ser genial como el tío Declan, ser el mejor en


videojuegos como el tío Liam, y tan fuerte como tú. ¿No será genial? Seria
Superman.

Es bueno saber que la combinación de los tres es su versión de


Superman.

—Podemos comer costillas... —Cantó felizmente, y luego se detuvo,


sentándose de nuevo—. Mami come mucho. Va a tomar las mejores.

No podía dejar de reírme; era demasiado gracioso.


—¡Papá!

—Relájate, las chicas tardan más, —le recordé, y se relajó, inclinándose


hacia atrás. Pero era cierto, por muy pequeña que fuera Mina, podía
comer.

Volvió a cantar. —Podemos comer costillas, podemos comer costillas. —


Seis años, es el tiempo que llevaba en mi vida, y no podía imaginarme no
tener un hijo.

—Podemos comer costillas, —canté con él.


Capítulo 13
"El arte supremo de la guerra es someter
al enemigo sin luchar."
~ Sun Tzu ~

MELODY

4:56 AM

Me quedé esperando, viendo pasar cada segundo en mi reloj. Pensé en


ello, cómo haría esto, cómo empezaría de nuevo docenas de veces y no
se me ocurrió nada... nada más que mi propio pasado. Empezaría de la
misma manera que mi padre había empezado conmigo.

57.

58.

59.

—Dona. —Sacudí su hombro. Trató de alejarse, pero le arranqué la


manta—. Dona levántate.

—Mami...

—Ahora.

Se frotó los ojos, se sentó lentamente, claramente confundida. Su cabello


oscuro era un completo desastre a su alrededor y lo empeoró rascándose
un lado de la cabeza. Quise peinarlo por ella, pero en vez de eso, me
aparté.

—Llévala, —le dije a Fedel, quien la levantó sin emoción.

—¡Mamá! —Dona entró en pánico cuando la agarró y la arrojó sobre su


hombro. Ignorándola, les abrí la puerta, caminando hacia delante
mientras me recogía el cabello en una cola de caballo.

—¿Fedel? ¡Me estás agarrando demasiado fuerte! —Se retorció pero él no


dijo una palabra, sólo siguió caminando, y sabía que su agarre no se
aflojaría—. Mami, ¿Qué pasa? ¿Mamá?

Podía sentir que empezaba a entrar en pánico; probablemente era porque


estaba confundida, pero también porque estaba cansada. Al abrir la
puerta, Fedel caminó más rápido, la tomó en sus brazos antes de
arrojarla a la parte más profunda de la piscina.

—¡MAMÁ! —Gritó y un temblor bajó por mi columna, pero lo ignoré. Ella


seguía estando mejor que yo. Orlando no me despertó. Sus hombres me
agarraron mientras dormía y me arrojaron a lo más profundo, sin
explicar nada.

—Nada, Donatella, —dije mientras agitaba los brazos inútilmente. Sabía


nadar; me había asegurado de eso. Por el momento, sólo estaba
asustada. Se abrazó a sí misma y me miró fijamente con el cabello
mojado pegado a la cara. No se movía, sólo me miraba mientras me
sentaba en la silla de la piscina.

—¿Por qué no estás nadando? —Le pregunté.

Frunció el ceño. —Hace frío.

—Vivirás.

Nadó hasta la orilla de la piscina y salió. —No quiero nadar.

Fedel la recogió con facilidad y la volvió a meter, esta vez con más dureza.
El sonido de su cara golpeando el agua me secó la garganta. Le llevó un
segundo pero volvió a nadar, se quitó el cabello de la cara y jadeó
buscando aire.

—No me importa si quieres nadar. De arriba a abajo.


—¡Mamá!

—¡Ahora!

Respiró hondo y se dirigió al borde de la piscina antes de despegar.


Quería sonreír por lo naturalmente buena que era, pero mi cara se sentía
congelada. Nadó suavemente de un lado a otro.

—¿Feliz? —me dijo enojada, tratando de salir de nuevo, pero se detuvo


en el momento en que vio a Fedel rondando sobre ella.

—Hazlo de nuevo.

—¿Qué?

—Hazlo de nuevo.

—¿Por qué?

—Porque yo lo digo.

—¡Mamá!

—¡Ahora, Donatella!

Golpeó su mano en el agua pero hizo lo que dije, esta vez, más rápido,
más rápido que yo a su edad... pero no se trataba de velocidad. Ella
aprendería eso de la manera difícil.

—Otra vez, —dije cuando terminó.

—¡Cuántos!

—100.

—¡Mamá! —Su boca se abrió.

—Has hecho dos, sólo faltan 98 más, —declaré—. Quédate ahí el tiempo
que sea necesario, Donatella.

Se mordió el labio, sus ojos verdes me miraban como si el agua se


reflejara en ellos, pero nadó de todas formas. No era posible para ella
llegar a cien todavía, pero ese no era el punto. Era para quebrarla, para
hacerla tan débil que no pudiera estar de pie, tan débil que se sintiera
enferma. Nadar con el estómago vacío sin entrenamiento previo, con su
pijama afelpado pesándole, le iba a doler... mucho, y era sólo el comienzo.

Tuvo que dar diez vueltas antes de tener que parar, jadeando para
respirar. De nuevo me miró y debió haber visto algo en mi cara porque
parecía herida pero no dijo nada, sólo volvió a nadar.

—Probablemente le quedan otras diez vueltas antes de hundirse.


Prepárate para saltar, —le dije a Fedel, y se quitó los zapatos.

Me equivoqué.

Estaba más débil de lo que pensaba. No fueron diez; sino seis. Dio seis
vueltas más antes de que sus piernas se acalambraran y gritara.
—Mamá... —Intentó llamarme antes de que su cabeza cayera bajo el
agua. Se me cayó el corazón. Me agarré al borde de mi asiento, pero no
me moví. Fedel se zambulló y aunque sabía que no estaría bajo el agua
por mucho tiempo y que la atraparía fácilmente, aún así contuve la
respiración.

Dona tosió cuando él la subió y se hizo a un lado. Se apartó de él,


intentando ponerse de pie incluso cuando apenas podía respirar. Llegó
a una pulgada antes de que sus piernas cedieran y cayera al suelo. Ella
gritó, rodando en una bola.

—¿Por qué estás llorando? —Le pregunté, pero no me respondió.


Arrodillada a su lado, la empujé sobre su espalda. Mirándome, se agarró
el pecho sobre el corazón—. ¿Duele? ¿Sientes como si tu corazón
estuviera a punto de explotar y tus piernas no existieran? ¿Sientes que
vas a morir?

Asintió, con el labio temblando, pero no pudo evitar que las lágrimas
rodaran por los lados de su cara.

—Bueno, déjame contarte un secreto que me contó mi padre: cuando


sientes que te estás muriendo, es cuando sabes que no lo estás
realmente. Estás creciendo. Acostúmbrate a este sentimiento, Donatella,
porque vas a crecer mucho de ahora en adelante. Levántate, acabamos
de empezar. —Me quedé de pie mientras dos criadas entraban con una
muda de ropa y su desayuno, pan y leche enriquecida.

8:27 AM
—¡Basta! —Me gritó, levantando las manos—. ¡Estoy cansada! ¡Me
duelen las piernas! ¡Me duelen las manos! ¡Me duele todo!

—Es triste, ¿Quieres que te bese y te haga sentir mejor? —Me burlé,
dando vueltas alrededor de ella en el ring—. Nuestra pobre princesita. Le
duelen las piernas, le duelen los brazos... ¡oh no!

Su cara se hinchó, y como un toro furioso gritando, corrió hacia mí a


ciegas. Todo lo que hice fue dar un paso al costado, extendiendo mi puño
y la golpeé justo en su boca. Su cabeza se inclino a un lado, todo su
cuerpo cayó con fuerza, y no volvió a levantarse.

—¡Qué mierda, Melody!

Conocía esa voz. Ni siquiera me molesté en mirarlo y en un instante


estaba en el ring, arrodillado junto a ella mientras me desataba las
manos.

—¿Dona? ¡Cariño! ¡Dona! —gritó, sacudiéndola, pero estaba fuera de


combate. Levantándose del suelo, la rodeó con sus brazos mientras me
miraba fijamente—. ¡¿Has perdido la maldita cabeza?!

—Buenos días, Declan. —Sonreí.

—¡Es tu hija! Tu hija y le diste una paliza.

—Eso es una exageración, —respondí, agarrando mi botella de agua del


lado del ring—. Esa fue la primera vez que le pegué en todo el combate.
No es una paliza. Además, fui más lenta justo antes de golpear su
mandíbula. Va a dolerle mucho cuando se despierte, pero no será tan
malo. Probablemente se habría levantado si no fuera por el hecho de que
hemos estado entrenando toda la mañana. —Cuando escupí el agua de
mi boca, me miró fijamente, con la boca abierta, sin palabras.

—Es una niña.

—Todo el mundo me lo dice como si no fuera la que la dio a luz.

—¡Eso puede ser porque es difícil para nosotros decir si lo sabes o no! —
gritó—. No dije nada cuando entrenaste a Cora porque ella quería esto.
Pero Dona no...
—Si le diera a Dona todo lo que quiere, viviría de pasteles de fresa y se
teñiría el cabello de rosa. No le das a los niños lo que quieren, les das lo
que necesitan.

—¿Así que le diste un gancho de derecha?

Asentí con orgullo. —Sí. La primera de su vida y ahora sabe lo que es ser
golpeado. Sabe que es doloroso pero que se puede sobrevivir. Hoy
aprendió que su cuerpo es más fuerte de lo que cree. Con todo, es un
buen día. ¿Así que la dejarás dormir en su habitación o seguirás
quejándote de que es una delicada flor que necesita ser protegida de su
malvada mami?

Tenía la mandíbula apretada; podía ver que presionaba los dientes.


—Liam va a...

—¿Qué voy a hacer? —En el momento justo Liam entró, vestido con
pantalones cortos negros y una camiseta negra sin mangas, Ethan a su
derecha y Wyatt a su izquierda. Ambos estaban confundidos hasta que
vieron a Donatella.

—¡Dona! —Ambos trataron de correr hacia adelante, pero como era de


esperar, Liam los agarró del cuello de sus camisetas, tirando de ellos
hacia atrás con tanta fuerza que cuando se soltó se cayeron de culo.

Ethan saltó, mirándolo fijamente. —Papá...

—Te he dicho que te quedes a mi lado; ¿A dónde crees que vas?

—Dona esta...

—Terminó su entrenamiento del día; ustedes dos no, así que quédense
quietos. —Miró a Wyatt.

—¡No! —Wyatt gritó, alejándose, y una vez más Liam lo tiró hacia atrás,
más fuerte esta vez. Cuando lo soltó, se golpeó tan fuerte que volvió a su
trasero. Los ojos de Ethan se abrieron de par en par mientras miraba
entre ellos.

Arrodillándose a su lado, lo agarró de la camiseta. —Cuando te doy una


orden, hijo, no es opcional. Escúchame o te golpearé el culo. ¿Está claro?

Wyatt no habló.
—Dije, ¿Está claro?

—Sí...

—Sí, ¿Qué?

—Sí, Señor.

—¿Qué fue eso?

—¡Dije SÍ, SEÑOR! —Wyatt gritó a todo pulmón.

—Brillante. Ahora suban al ring, los dos, —declaró mientras Declan


salía, todavía sosteniendo a Dona como si fuera un pedazo de cristal
precioso.

—Papi, —murmuró, despertando más rápido de lo que esperaba. ¿Quizás


la golpeé demasiado suave?— ¡Ay! Escupió sangre de su boca, lo que me
hizo mirar con frialdad a Declan.

No importa.

—Papi... —Le tendió la mano y esta vez, miré a Liam. Sin emoción, él la
miró fijamente, y ella dejó caer sus manos lentamente—. ¿Papá?

—Declan, tráele hielo, —dijo, y para todos los demás, debió parecer un
hijo de puta de corazón frío, pero para mí, parecía que era el que más
dolor tenía.

Al salir del ring, también ignoré a Ethan y Wyatt. El hecho de que


buscaran tanto afecto y se sorprendieran al no conseguirlo me demostró
dos cosas: primero, éramos buenos padres, y segundo, los habíamos
cuidado a todos durante demasiado tiempo. Cuando me llevé a Dona esta
mañana, Liam estaba despierto. No había dicho una palabra mientras
me cambiaba y me preparaba. No había nada más que decir. El tiroteo
lo había cambiado todo. No podíamos protegerlos cada segundo del día;
no era posible, por mucho que lo deseáramos. Sin embargo, podíamos
hacer que se protegieran a sí mismos... lo mejor que pudieran hacer los
niños, de todos modos. Llevé a Dona primero y temprano para que Ethan
y Wyatt pudieran verla en este estado. Peleaban entre ellos, pero ahora
Liam y yo éramos los enemigos, los que les hacían daño, y a su hermana.
Tenían que trabajar juntos para vencer a Liam y casi me daba lástima.
Liam odiaba perder y no se iba a retirar fácilmente.
Vamos a necesitar mucho hielo.

LIAM
11:45 AM

La paternidad me había enseñado tres cosas sobre mí mismo.

Primero, es posible amar incondicionalmente a cuatro personas al mismo


tiempo.

Segundo, a pesar de amar la fuerza de mi esposa, todavía era un poco


sexista.

Y tercero, era mucho más sádico de lo que pensaba; no debería haber


disfrutado tanto como lo hice dándoles una paliza a mis hijos.

—¡Maldita sea! —Ethan gritó cuando le golpeé sus piernas, enviándolo a


la colchoneta una vez más. Había perdido la cuenta de cuántas veces iba
hasta ahora.

—¡Ugh! —Wyatt gritó como un mono mientras corría hacia mí. Pateó y
golpeó como un loco mientras yo me reía, poniendo mi mano en su
cabeza para sujetarlo. Ethan se puso detrás de mí e intentó golpearme,
pero extendí mi pierna y le di una patada en la nariz antes de golpear a
Wyatt en el estómago, con suavidad, por supuesto, no para él, pero para
mí, fue suave.

—Urgh... —Gimieron, ahuecando sus heridas mientras jadeaban por aire


en el suelo.

—Lo siento, ¿Qué fue eso? —Sonreí, me estiré—. Parece que tengo dos
pequeños maricas como hijos. ¿Quizás deberíamos traer a Dona para
que los ayude?

Me encantaba cómo sus ojos se llenaban de ira y frustración. A pesar de


que estaban sufriendo, a pesar de que no era posible que ganaran, se
pusieron de pie de todos modos. No se podían mover por el dolor en las
piernas, pero estaban levantados y dispuestos a luchar de todos modos.

—¿Y ahora qué? —Les pregunté, esperando.

Me gritaron... otra vez... sonriendo... otra vez... sólo para que les pateara
el trasero.

—¡Basta! —Yo no les grité, pero Dona lo hizo. Sujetando una bolsa de
hielo en su cara, se subió al ring. Lo primero que noté fue cómo sus
piernas se movían; también vi que su boca estaba hinchada, y lo peor de
todo, sus ojos estaban rojos. Se puso delante de mí, mirándome con
tanta rabia que no sabía qué decirle. Se parecía a su madre.

En lugar de gritarme, se dio la vuelta y se enfrentó a Ethan y Wyatt.


—¡Dejen de ser estúpidos!

—¡Deja de llamarnos estúpidos! ¡Ni siquiera puedes deletrearlo! —Wyatt


le gritó, limpiándose la sangre de la nariz. Los puños de Dona se
apretaron y ella tiró de su pierna hacia atrás para patearlo, pero Ethan
la detuvo.

—¿Por qué somos estúpidos ahora, Dona? —Ethan preguntó. Dona se


detuvo, pero antes de hablar, se volvió hacia mí.

—Tiempo fuera, —dijo.

—¿Tiempo fuera? ¿Quién dijo que tienen tiempo fuera?

—Papá. Tiempo fuera, —dijo con más fuerza, moviéndose a la esquina


con Ethan siguiéndola. Wyatt no se levantó del suelo, solo se quedó allí.
—¡Wyatt!, —gritó de nuevo.

—¡Ya voy! ¡Ya voy! ¡Jesús! —se quejó.

¿Qué carajo? Fue lo único que se me ocurrió cuando volví a mi esquina,


dividido entre querer reírme y mirar asombrado.

—Es una pequeña jefa, ¿No? —Me volví para ver a Cora, con el cabello
recogido en una cola de caballo, sonriéndoles—. Me recuerda tanto a
Melody, es impresionante. Hoy, su madre la golpeó hasta el suelo; Declan
vino a mí enfadado por lo mucho que Mel la había empujado, gritando
que no dejara que Helen se hiciera ninguna idea. Sin embargo, aquí Dona
está sosteniendo una bolsa de hielo en su mandíbula tratando de ayudar
a sus hermanos. Es mucho más fuerte de lo que nadie le da crédito. Me
sorprende, sin embargo, que le permitas entrenar. Pensé que serías tan
cabeza dura como Declan.

—Gracias, —respondí, apoyándome en las cuerdas—. ¿Alguna vez


Declan te habló de nuestras tías, Fianna y Abigail?

—No, ya sabes que Declan tiene problemas para hablar de todo eso. Pero
Evelyn me dijo que fueron asesinadas.

—No sólo fueron asesinados. Fueron torturadas. Fianna murió antes que
el padre de Declan, así que apenas la recuerdo. Sólo sabía que era la
primera vez que mi padre y mi tío trabajaban juntos, matando a docenas;
arrasaron la ciudad con ira. —Al igual que Ethan y Wyatt, mi tío y mi
padre siempre estaban peleando. Cuando mi padre se fue de casa, en
realidad empeoró, pero la muerte de la tía Fianna los unió de nuevo.

—Evelyn dijo que el padre de Declan murió poco después de eso, —dijo
suavemente—. La vida de una familia de la mafia.

Es verdad.

—Mi tía Abby era una niña salvaje. Amaba la vida. Pasaba sus días
viajando por todas partes; cada vez que venía a vernos nos traía algo
nuevo. Para su décimo tercer cumpleaños, le regaló a Declan el diente de
un tigre bebé y yo estaba muy celoso. Nos ponía obras de teatro en el
patio trasero y nos obligaba a ser sus coprotagonistas. Era increíble y mi
padre la amaba hasta morir. Mi madre bromeaba con que él amaba a
Abby más que a ella, así que el día que la asesinaron y le enviaron su
cabeza... se derrumbó. Esa fue la primera y última vez que vi a mi padre
llorar... no, sufrir. Me dijo que había fracasado como hermano, como
hombre y como líder de la familia; dijo que no podía esperar al día en que
tomara el mando. Me asustaba ver a mi padre así, derrotado. Ahora,
todos estos años después, lo entiendo. El mundo es cruel, pero es
especialmente cruel con las mujeres. Cuando esa mujer no está
emparentada contigo, es sólo una parodia. Cuando lo está... no hay nada
peor. Así que... —respiré profundamente, mirando a mi propia hija
mientras sonreía a sus hermanos—. Como siempre, mi esposa tiene
razón. Quiero que Dona dé una buena pelea si alguna vez lo necesita.
Quiero que ponga el temor de Dios en cualquiera que se cruce en su
camino. No quiero verla tropezar para llegar a ese punto. —Aún así, no
había nada más que pudiera hacer.

—¡Tiempo dentro! —Dona llamó antes de deslizarse hacia atrás fuera del
ring. Cora se acercó a ella.

No estaba segura de lo que les había dicho, pero por primera vez en casi
dos horas, finalmente trabajaron juntos. Wyatt trató de llamar mi
atención hacia la izquierda mientras Ethan venía de la derecha. Poco a
poco una sonrisa se extendió por mis mejillas... mis hijos, pude verlo en
sus ojos, este era el comienzo, la oscuridad en sus ojos, y su potencial
se estaba mostrando. Superarían incluso mi propia grandeza.

Sólo que no hoy.

—¡Maldita sea! —Ethan siseó entre dientes cuando mi puño chocó con
su estómago.

—Todos ustedes realmente necesitan dejar de maldecir.


MELODY
11:49 AM

Acababa de salir de mi baño cuando encontré a Mina sosteniendo unos


jeans y una simple camisa blanca con botones para que la usara.

—Tenemos un problema, —dijo Mina.

—¿Quieres decir aparte del hecho de que entraste en mi armario?

—Mucho más grande que eso.

—¿Están Liam, Ethan, Wyatt o Dona en peligro?

Sus cejas se arrugaron, frunció sus labios. —No, por qué...

—Entonces no hay mayor problema del que estés en mi armario.

Suspiró, poniendo los ojos en blanco. —El francotirador disparó de


nuevo, esta vez en otra escuela, cuatro niños más... ¿Es un problema
suficientemente grande para ti?

—¿Es un imitador? —¿Por qué un francotirador enviado a entregar un


mensaje a Liam y a mí, iría a disparar a otra escuela?
—La policía no está seguro.

—¿Cuándo están seguro? —Gasta millones en educarlos y aún así no


pueden hacer su maldito trabajo a veces. Por Dios.

—Bueno, todo esto es muy triste. —Me encogí de hombros, dejé caer la
toalla y me puse la ropa interior antes de agarrar la loción de mi
tocador—. De cualquier manera, deberíamos esperar antes de ver a los
padres.

—Melody, necesitas llamar a un estado de emergencia...

—¿Cerrar escuelas y establecer un toque de queda? ¿De qué sirve eso


realmente, Mina? El francotirador está disparando a plena luz del día.
No voy a dejar que un hombre tenga a mi ciudad como rehén.

Caminando hacia mí, me empujó la ropa. —El público necesita verte, al


menos, fingiendo estar preocupada entonces.

—Déjame adivinar, ¿Elegiste esta ropa para parece que no tuve tiempo
de vestirme, sólo corrí a la llamada de la gente?

—Tampoco hay tacones.

—Puedo correr con tacones.

—Melody.

—Puedo correr con tacones, —dije otra vez, metiéndome en mis jeans. A
decir verdad, no me importaba. Los niños murieron, pero no me importó
porque no eran mis hijos. No eran familia. Eran sólo cuatro caritas al
azar. Lo que quería hacer, lo que sí me importaba era quedarme en casa
con mi familia como prometí. Sin embargo, también prometí no hacer
esta ciudad tan sangrienta, pero Chicago era aparentemente adicta a la
violencia.

Vestida y tirando de mi cabello en un moño desordenado, agarré los


tacones negros que había dejado para mi vestido y la seguí hasta la
puerta. Ya estaba al teléfono, probablemente con la oficina, que sin duda
estaría llena de prensa.

—O'Phelan, hazle saber a Liam que estaré fuera hasta la cena, —dije
cuando abrió la puerta. Se inclinó ligeramente.
—Por supuesto, Señora.

—Buenos días, Jefa. —Murphy me sostuvo la puerta.

—No es nada bueno, —murmuré para mí misma cuando Mina se deslizó


a mi lado. Sacando su tablet, me la entregó. En todas las noticias, al
igual que el día anterior, estaban la policía, los medios de comunicación
y los padres llorando.

—Estoy recibiendo actualizaciones sobre la marcha, sin embargo, al


igual que ayer, usaron algunas balas de una Norma?

Asentí. —Es una Norma 6.5 pero se dispara con un rifle de francotirador
Truvelo; quien dispara es un profesional de largo alcance. Es ligero,
dependiendo de la longitud del cañón, por supuesto. Es lo
suficientemente compacto como para arrastrarlo y la precisión es de 1
MOA en...

Me detuve cuando me di cuenta de que no tenía ni idea de lo que estaba


hablando, aunque todavía no había entrado en los detalles del asunto.

—Es curioso, no divagas sobre nada más que sobre las armas.

—No estaba divagando, no sabías de qué estaba hablando, —respondí,


inclinándome hacia atrás en mi asiento. Cuando miré hacia fuera, me di
cuenta de que no nos dirigíamos a la oficina.

—Murphy...

—Sí, Señora... Jefa.

—¿Adónde vamos?

—El hospital, —respondió Mina por él.

Odiaba los hospitales.

—Pensé que no íbamos a ver a las víctimas...

—No lo estamos, —dijo, sin mirar hacia arriba mientras enviaba un


mensaje de texto rápidamente—. Vamos a ver a las familias que
sobrevivieron. Sólo haz lo que siempre haces: sonríe, finge que lloras y te
preocupas.
La miré fijamente. —Sabes que cada día que pasa te vuelves más
mandona. No me gusta.

Hizo una pausa, mirando desde su teléfono. No vi miedo; en cambio,


sonrió. —Sólo estoy cuidando de ti. Somos una familia después de todo.

Ella y Cora hacían esto, fingiendo que éramos lo suficientemente


cercanas para ser... para ser... ¿Amigas? Pero no tenía amigos. Eran
necesarias porque mantenían a Declan y Neal felices, lo que a su vez
hacía feliz a Liam. Su familia era feliz; todo el mundo cagaba unicornios
y arco iris de felicidad mientras yo me sentaba en un rincón intentando
no perder la cabeza.

—Sonríe, no, no sonrías, —habló rápidamente cuando el auto se detuvo


en el hospital y, por supuesto, la prensa estaba allí—. Sé solemne y no
te salgas del tema. Sólo di que sentimos la pérdida de más vidas
inocentes. La policía está en eso... bla, bla, bla... ahora mismo quiere
presentar tus respetos a las familias. ¿Entendido?

Otra vez me quedé boquiabierto.

—¿Entendido, Jefa? —preguntó de nuevo, bajando su voz una octava.

Asintiendo, dio un golpecito en la ventana y Murphy abrió la puerta. Al


salir, escuché las mismas preguntas que había escuchado el día anterior.

—Gobernadora Callahan, ¿Tiene algún comentario?

—¡Gobernadora, tiene un momento!

—¿No trabajaste en un programa de calles más seguras?

—¿Qué tienes que decirle a los padres?

—¿Hay alguna pista sobre el francotirador de la caja de arena?

Tienes que estar bromeando. ¿Ya le habían dado un nombre a este


cabrón?

Pausando, me incliné, sus asquerosos micrófonos tan cerca de mi cara


que pensarías que están tratando de metérmelos por la maldita garganta.

—¿El francotirador de la caja de arena? —Pregunté.


Una mujer se acercó, con su cabello rojo corto hasta sus hombros. Sus
ojos eran verdes, asustados y excitados, como un pájaro en ciernes que
empieza a volar.

—Sí. —Se puso más recta—. Debido a la naturaleza de estos crímenes,


la gente tiene...

12:17 PM

BANG.

El disparo fue tan fuerte que hizo eco en mis oídos. Como las hormigas,
todas empezaron a correr, tropezando unas con otras mientras yo caía
de espaldas. Murphy y los otros guardias me agarraron, todos ellos me
llevaron a la seguridad del hospital. Sabía que estaban gritando, podía
ver que sus bocas se movían, pero no podía oír nada. Mirando mi camisa
blanca de Valentino, vi la sangre empapada en la tela y sólo un
pensamiento vino a mi mente.

Liam... yo voy primero.


Capítulo 14
"Una razón para vivir es también una
excelente razón para morir."
~ Albert Camus ~

NEAL

12:24 PM

—Se te acabó la mayonesa. —Fruncí el ceño, mirando mi sencillo


sándwich de pavo y queso—. ¿Cómo se supone que voy a comer esto sin
mayonesa?

No respondió. Bueno, no pudo responder.

Nuestro comisario de policía... ex comisario de policía... estaba


demasiado ocupado llorando, desnudo y ensangrentado en el suelo de
su sala, con las piernas y los brazos atados. Parecía un cerdo listo para
ser sacrificado, un cerdo pálido, pero un cerdo de todos modos.

Al abrir la nevera, busqué por todas partes, pero parecía ser un maldito
loco por la salud. Mierda sin gluten, fruta, col rizada... ¿Cómo es que la
gente vive así?

—Fenómenos, —refunfuñé, agarrando mi humilde sándwich y


caminando por la cocina, mirando las encimeras de granito negro. Entré
en la sala, me senté en el medio del sofá, y pateé mis pies en la mesa de
café de vidrio.
—Bonita casa. Creo que los techos altos son siempre la mejor opción.
Hace que la casa se sienta abierta y ventilada. Además, toda la luz
natural extra del sol realmente ayuda, —le dije antes de dar un mordisco.
No estoy seguro de si esto sabe bien o simplemente tengo mucha hambre.

—Gmmsh. —Gruñó contra la cinta sobre su boca.

—Lo siento, tendrás que hablar inglés... o irlandés, si lo sabes, lo cual


me impresionaría bastante porque ya no lo habla mucha gente aquí. Es
más como el pidgin8, que solía volver loco a mi padre, respondí, dando
otro mordisco.

No estaba seguro de lo que había dicho pero se puso furioso, gritando y


retorciendo el cuerpo como si eso le ayudara a librarse de las ataduras o
algo así. Gruñó y frunció el ceño, su rostro pálido se volvió más rosado y
luego más rojo cada segundo que pasaba. Alcanzando la mesa de café
frente a mí, tomé el posavasos de cristal y se lo arrojé a la cabeza.

—Cálmate de una puta vez, Jesús. Te vas a provocar un ataque al


corazón, ¿Sabes? ¿Y dónde está la diversión en eso?

Se giró hacia su lado. La sangre... primero una gota, luego dos, luego
mucho más de lo que podía contar... lentamente comenzó a derramarse
de su cabeza.

—¿Sigue conmigo, Comisario? —Hice una pausa a mitad de la mordida.


No respondió, ni se movió, ni siquiera pareció respirar—. Bueno, esto es
decepcionante. Entonces me sentiré como en casa hasta que llegues a…
me pregunto si tienes leche. —Alargando la mano, tomé el control
remoto, encendí la televisión y me levanté, volviendo a la cocina. Por
supuesto, era leche de soja. Jodida mierda.

—Volvemos con Andre Curry, con nuestras noticias de última hora...

—¡Gracias, John! Damas y caballeros, estamos al otro lado de la calle del


Hospital Merry West, el lugar en el que hace unos momentos, la actual
Gobernadora de Illinois, Melody Callahan, fue asesinada...

8
Pidgin— Lengua formada a partir de dos o más lenguas, especialmente el inglés y
alguna lengua de Asia o de África, y que permite la comunicación entre hablantes de
distintas lenguas.
Todo lo que estaba en mis manos se cayó y se deslizó al suelo. Todo se
ralentizó, todo... los latidos de mi corazón, mi respiración, mi
movimiento, el reportero en la pantalla. Todo fue lento con la excepción
de Mel. El video de ella hablando un momento, luego cayendo de
espaldas, todo duró dos, tal vez tres segundos, y lo tenían en bucle.
Melody hablando. Melody cayendo. Mina gritando. Melody siendo llevada
al interior. Una y otra y otra vez. Melody hablando. Melody cayendo. Mina
gritando. Melodía siendo llevada adentro.

—No tenemos ninguna actualización del hospital, sin embargo, John, hay
mucha sangre frente a las puertas del hospital.

Liam... va a... matar a todo el mundo.

DECLAN
12:30 PM

Se estaba riendo.

Miraba a su lado con felicidad.

Cada vez que estaba con sus hijos, no podía evitar sonreír, incluso ahora
que estaba enseñando a Ethan y Wyatt cómo vendar sus propias heridas.
Dona se sentaba a su lado, observando, y de vez en cuando se acercaba
y le acariciaba el cabello. Los tres, Ethan, Wyatt y Dona, sentían dolor,
pero seguían escuchando atentamente, viendo cómo les mostraba cómo
se vendaba el brazo con una mano.

—Wyatt, tienes talento natural. —Liam se rio.

—Por supuesto. —Wyatt se hinchó el pecho, haciendo un gesto de dolor


pero manteniendo su mano vendada con orgullo—. Ethan, ¿Tienes
problemas?

Ethan lo ignoró y trató de concentrarse en envolver bien. Rindiéndose,


suspiró y le extendió la mano a Wyatt—. Hazlo por mí.

—¿Qué? ¡No!

—Trabajo en equipo, ¡Recuerda! ¿Verdad, Dona? —Ethan sonrió y pude


ver la misma mirada en sus ojos que Liam tenía siempre que estaba
tramando algo.

—¡Claro! —Dona levantó el puño—. Vamos, Wyatt.

—¡Papá!

Liam se encogió de hombros. —¿De verdad vas a dejar que tu hermano


sufra solo? Es inútil sin ti.

—¡Oye! ¡No le des una cabeza grande! —Ethan gritó. Wyatt le agarró del
brazo—. ¡Ay!

—Tú, bebé grande, —le murmuró a su hermano, riéndose.

Finalmente, Liam me miró. Besando la frente de Dona, se levantó, y


deseé que no lo hubiera hecho. Deseé que se hubiera quedado en ese
momento con ellos por otro segundo, otro minuto; cuanto más se
acercaba a mí, más lejos estaba en el infierno.

—Ethan sabe cómo atarlo, —murmuró más para sí mismo que para mí,
mirando por encima del hombro—. Lo sabe, pero sólo quiere que Wyatt
se sienta bien consigo mismo. Creo que exageré con Wyatt. Ethan ama a
su hermano, y no creo que nada pueda cambiar eso.

No dije nada, sólo lo miré fijamente, con el corazón en los oídos. Iba a
matarme por dudar, pero... sabía lo que pasaría cuando dijera las
palabras.
Finalmente, se volvió hacia mí. Sus ojos me miraron una vez, su cuerpo
se tensó al ver mi cara. —Declan. ¿Qué pasa?

Joder.

—Declan...

—Mel. —En el momento en que dije su nombre, sus ojos verdes se


abrieron de par en par—. Le dispararon... no sé qué tan malo es pero...
Mina estaba gritando y está en cirugía.

Dio un paso atrás de mí, una pequeña sonrisa en sus labios mientras
sacudía la cabeza. —¿De qué estás hablando? Mel fue a tomar una
ducha. Todos almorzaríamos...

—Liam.

—¡No juegues conmigo, Declan! —Me agarró la garganta, golpeando mi


espalda contra las puertas del ascensor—. No bromees así, Declan. ¡Te
mataré!

—¡Liam! —Cora gritó, corriendo hacia nosotros. No estaba seguro de


cómo no la había visto allí de pie... en realidad, eso era una mentira. Por
primera vez desde que la conocí, ella no era importante en este momento;
Liam sí lo era.

—Está en el Merry West, —susurré.

Me miró fijamente durante mucho tiempo, su agarre nunca se aflojó, ni


siquiera un poco. De nuevo sacudió la cabeza.

—Cora... niños... casa... segura... —Fue lo último que dijo antes de


dejarme ir. Al entrar en el ascensor con la cabeza gacha, ni siquiera
estaba seguro de si respiraba.

—Liam, yo conduciré...

La mirada en sus ojos cuando hablé... fue espeluznante. Ni una sola vez
pensé que me mataría, pero no dudé que si me subía al ascensor con él,
me cortaría la garganta.

Era un homicida.
LIAM
12:32 PM

Mi esposa.

Mi Melody.

Ella no se muere.

Había perdido la cuenta de cuántas veces un idiota había intentado


quitármela, pero cada vez regresaba. No fue un milagro y ni siquiera fue
por la gracia de Dios. No murió porque Mel... era un fénix.

Fue ese solo pensamiento el que me hizo ir a nuestra habitación. Me


desnudé y me puse un traje azul oscuro ajustado y la corbata verde que
ella me había dado. Nunca lo olvidaría... era demasiado perfecto para
olvidarlo. Habíamos tenido una gran pelea horas antes, pero no podía
recordar de qué se trataba, sólo ella en la puerta de mi armario, vestida
con nada más que bragas y una bata.
OCHO AÑOS ANTES
—No me gustan tus corbatas. —Frunció el ceño, apoyándose en el marco
de mi puerta, su bata roja completamente abierta, frustrando así el
propósito de tener una... no es que me importara en absoluto.

—Siento que te ofendan tanto, —murmuré, mirándola antes de lustrar


mis zapatos.

—Sí... bueno... deja de molestarme, —me dijo.

—Por supuesto, su alteza, haré lo que me pida sin pensar por mi cuenta.

—¿En serio? ¿Te estás burlando de mí ahora?

—¿Burlarme de ti? No, me estoy burlando de mí, porque aparentemente


¡soy un maldito idiota! —Me quebré, tirando el zapato a un lado.

—Y también infantil.

Levantándome de mi silla, agarré su pequeño cuello. —Si sigues usando


mi amor por ti como excusa para criticar, Melody, te mataré. —Me volvió
loco.

Sonrió mientras envolvía una corbata que no me había dado cuenta que
tenía alrededor de mi cuello, acercándome. —Si quieres matarme,
adelante, pero recuerda la regla tácita entre nosotros. Eres mío, Liam.
Me perteneces. Tu cara, tu cuerpo, tu corazón, tu alma, tú me la vendiste
y yo te vendí la mía. Así que si yo muero, tú mueres. Si tú mueres, yo
muero. Mientras haya aire en tus pulmones, hay aire en los míos. Así
que no finjas, Liam. No engañas a nadie... ni siquiera a ti mismo. Así que
o me dejas ir y me besas, o nos matas a todos y terminas con esto.

Me congelé. —¿Todos?

La sonrisa de su cara se convirtió en una gran sonrisa y sus manos


cayeron lentamente al pequeño espacio entre nosotros, descansando
sobre su estómago.

—Todos, —repitió.

La ira que había tenido, todo, se había ido, y besarla me recordó, otra
vez, que tenía razón. Estábamos conectados el uno con el otro. Era el
aire en mis pulmones, la sangre en mis venas; ella era toda mi vida.

12:40 PM

Colocando mis armas en las fundas de los hombros a mis lados y otra
en el tobillo, abrí la puerta de mi habitación sólo para encontrar a Fedel
vestido, con guantes negros y todo, esperando. No necesitaba ninguna
orden, sólo me siguió.

A estas alturas la casa ya estaba cerrada. El silencio impregnaba cada


rincón hasta que salimos a la calle donde esperaba un Mercedes negro.

Respirando profundamente me recordé a mí mismo, está viva. Está viva


porque yo estoy vivo.

—Llaves. —Saqué mi mano, ya en la puerta del conductor.

Los únicos que iban a morir eran los que se atrevían a desafiarme de
esta manera, a insultarme de esta manera. Mi esposa está viva, y ellos
son los muertos.
FEDEL
1:03 PM

A lo largo de los años, he observado a los dos, mis Jefes. Con cada año
que pasaba, veía como se parecían más y más. Cuando conocí a Liam,
pensé que no era más que un perro rabioso, y en gran parte, estaba en
lo cierto. Actúa por puro instinto, no espera y calcula, mata no sólo para
probar un punto, sino porque se excita con el poder del mismo. Era como
si estuviera orinando en su territorio y quisiera que el mundo lo supiera.

Entonces conoció a Melody, que era la definición misma de la palabra


frío. Ella era astuta, sin emociones, calculadora. De la nada, empezó: a
terminar las oraciones del otro, tenían conversaciones privadas sólo con
sus ojos, pero lo más importante, Melody se reía, abiertamente, de
verdad. Estaba feliz y aunque trató de ocultarlo, todos podían verlo.
Todavía se burlaba de la gente y era horrible consolando a cualquiera
que no hubiera dado a luz también, pero era diferente. Incluso ahora
bromeaba. El cambio de Liam fue sutil; todavía tenía algunas de las
mismas tendencias infantiles... hasta que se enfadó. Ahora, al igual que
Melody, se mantenía calmado, de una manera extraña. Sus ojos eran
asesinos, pero nunca hablaba a menos que tuviera que hacerlo, y cuando
tenía que hacerlo, la sangre venía después.

—¡Sr. Callahan!
—Sr. Callahan, ¿Tiene algún comentario?

—¿Está viva la Gobernadora?

—¿La policía se ha puesto en contacto con usted?

—¿Están conectados estos tiroteos?

Chicago y su gente eran despiadados. Aquí estaba él, un marido que


acababa de descubrir que su mujer había sido disparada en la televisión
en directo, y sin embargo, en lugar de darle espacio, en lugar de dejarle
respirar, se amontonaban alrededor como buitres. No les importaba. Él
y Mel eran objetos para ser observados, ya no eran personas.

—Sr. Callahan. —Murphy, el guardaespaldas de Melody, corrió hacia


adelante cuando finalmente entramos en el vestíbulo del hospital. Lo
primero que noté fue la sangre... había manchado sus manos, su corbata
azul y su camisa... si lo noté, Liam lo notó desafiantemente, pero aún así
permaneció tranquilo.

—¿Dónde está ella?

—Todavía en cirugía, Señor. —Nos llevó por el pasillo—. Tenemos gente


buscando por toda la zona. El FBI está hablando con la otra Sra.
Callahan ahora. Hay...

—¿Por qué estás vivo? —Liam hizo una pausa, mirando las puertas
dobles de la sala de operaciones. Se leía “SÓLO DOCTORES MÁS ALLÁ
DE ESTE PUNTO” en letras azules... como si eso lo detuviera.

—Señor...

—Tu trabajo es arriesgar tu vida por mi esposa, ¿No es así? —preguntó,


acercándose a las puertas.

—Sí...

—Entonces, ¿Por qué estás vivo, y mi esposa está ahí? ¿No debería ser
al revés?

—Sí Señor, debería serlo.

Asintió lentamente, todavía mirando fijamente. —Pero no es así, lo que


significa que fracasaste en tu trabajo.
—No me detendré hasta que atrape a este hijo de puta.

Por alguna razón, eso fue lo que le llamó la atención. Arrancando sus
ojos de las puertas, miró fijamente al hombre.

—¿Lo atraparás?

—Lo juro.

—Hablemos. —Caminó hacia la puerta de la escalera de emergencia.


Murphy me miró y no estaba seguro de lo que pasaba por su cabeza.
Sosteniendo la puerta para ellos, Murphy entró primero, luego Liam.

—Señor...

BANG.

Antes de que la puerta se cerrara completamente, Liam disparó en la


parte de atrás de su cabeza. El cuerpo de Murphy cayó hacia adelante,
cayendo por las escaleras.

—¿Jefe? —Me giré para encontrar su arma, el cañón tan caliente que el
humo salía de ella directamente a mi ojo.

—Cuando se trata de mi familia, no doy segundas oportunidades. Si lo


estropeas, mueres. ¿Está claro, Fedel?

Asentí.

—Bien, limpien esto y encuentren al tirador. —Colocó el arma en su


funda antes de irse.

—¡Oh Dios mío! —Una enfermera gritó, subiendo las escaleras, con los
ojos pegados al cuerpo ensangrentado ahora en el rellano de las
escaleras. Tomó el pulso antes de que sus ojos se encontraran con los
míos...

—Llegaste en un momento horrible, —le dije, sacando mi pistola. Antes


de que se diera cuenta del peligro, era demasiado tarde y disparé, su
cuerpo cayó junto al otro—. Tan jodidamente desordenado.

Ya el recuento de cadáveres era de dos.


Esta ciudad iba a estar chorreando sangre y lágrimas para cuando
terminara.

Busqué mi celular en el bolsillo y me respondieron al primer timbre.


—Voy a necesitar una limpieza... y rápido.

MINA
1:05 PM

—Si sabes algo más, por favor llámanos. —El oficial me dio su tarjeta y
me pregunté cómo diablos podían ayudar, pero la tomé de todos modos.

—Señor. —Otro de ellos, como ratas que se amontonaban a nuestro


alrededor, se asomó en la pequeña sala de conferencias que el hospital
les había permitido usar—. El Sr. Callahan ha llegado.

—No hables con él. —Me levanté de la silla, colocando la tarjeta en mi


bolsillo.

—Sra. Callahan, entiendo su vacilación...

—No entiendes nada. Si fuera su esposa, si usted fuera la última persona


en enterarse que le dispararon a su esposa, ¿Estaría realmente en el
estado mental adecuado para hablar con alguien? Si quiere interrogar a
mi cuñado sobre cualquier cosa, tendremos a nuestros abogados
presentes. No queremos que la policía de Chicago lo acuse
accidentalmente de asesinato y lo meta en la cárcel... otra vez.

Se miraron como si se hubieran olvidado, pero los Callahan no olvidaron


nada y perdonaron aún menos.

El oficial de la puerta se quedó atrás, permitiéndome salir. Di tres pasos


más antes de tener que detenerme y mirarme a los pies... había perdido
un tacón. No me había dado cuenta hasta ahora. Todo había sucedido
tan rápido y seguía reproduciéndose en mi mente como una película de
terror.

12:17 PM

BANG.

Estaba húmedo y caliente. Su sangre ardía cuando me salpicó en la cara.


Todo en el mundo parecía lento, pero mi garganta ardía mientras gritaba.

—¡MELODY! —Grité mientras caía hacia el auto. Murphy la agarró


rápidamente cuando la alcancé—. ¡MELODY!

—¡Métela, ahora! ¡Johnston, el águila ha caído! ¡Ronny, cúbrenos! —


Murphy gritó mientras le sostenía la mano. Su sangre bajó por su brazo
de piel de oliva, hasta mis manos.

Mis ojos siguieron la sangre por su brazo hasta la mancha en el centro


de su pecho... tanta sangre. Sentí que me apretaba la mano. Por primera
vez desde que la conocí, desde que llegué a esta familia, la vi llorar. Su
cara estaba presionada contra el pecho de Murphy, los otros hombres la
cubrían mientras corríamos hacia el hospital. Sus ojos marrones estaban
enfocados en mí y llenos de lágrimas, bajando por su cara. Lo más
inquietante fue la sonrisa en su rostro.

—¡Golpe de bala en el pecho! —alguien, un médico, pensé, grité cuando


la pusieron en una camilla.

—¡Tenemos mucha sangre aquí! —Otro saltó sobre ella, poniendo su


mano sobre su pecho—. ¡Llama al quirófano!

—¡Señora! ¡Señora!

Saltando, me volví hacia la enfermera que estaba a mi lado. —¿Conoces


su tipo de sangre?
—¿Eh?

—¡Su tipo de sangre!

—AB negativo. Ella es AB negativo.

Asintiendo, se fue y yo miré el rastro de sangre que dejó a su paso.

¡Se iba a desangrar! En el momento en que lo pensé, mi visión se nubló


y se quemó por las lágrimas de mis ojos. Esta no puede ser la forma en
que Melody moría. Ella era Melody. Había resurgido de peores
situaciones. El mundo giraba a su alrededor. Ella se iría de alguna
manera épica, no así... no... no como Sedric.

1:06 PM

—¿Sra. Callahan?

—¿Sra. Callahan?

Una vez más me di vuelta y otra vez era una enfermera mirándome. Me
miró de arriba a abajo, con un pequeño ceño fruncido en los labios.

—¿Te gustaría cambiarte? Tenemos algunos uniformes de repuesto...

—Estoy bien, gracias, —respondí, quitándome el otro tacón, alejándome


de la enfermera y dirigiéndome de nuevo a las puertas del quirófano.
Entonces lo vi, Liam, perfectamente vestido, parado frente a las puertas
como si fuera una especie de guardián...

—Liam, —Dije, pero no se movió ni habló.

Caminando a su lado, le puse la mano encima pero aún así no se movió,


ni siquiera parpadeó, sólo se quedó mirando la puerta.

—Liam, ella va a estar bien. Ella es Melody, la maldita Melody, nadie


puede detenerla. No entremos en pánico...

—No estoy entrando en pánico, Mina, —susurró. Finalmente, sus ojos se


movieron hacia mí—. Me estoy muriendo. No puedo sentirla... así que
poco a poco, me estoy muriendo.

Lo dijo en serio, y le creí.


Dios mío, ninguno de nosotros lo merece, todos somos lo peor, de lo peor,
de lo peor, pero sálvala de todos modos. Sálvala por el bien de toda la
gente que Liam matará si ella muere. Si se la quitas, él te quitará todo lo
que pueda antes de irse.
Capítulo 15
"No hay estado, no hay gobierno. Lo que sí existe
es un hombre, o unos pocos hombres, en el
poder sobre muchos hombres".
~ Rose Wilder Lane ~

LIAM

2:52 PM

Esto se sentía diferente.

Melody y yo teníamos un chiste sobre que el hospital era su segundo


hogar. Entre nosotros dos, ella era la que siempre terminaba allí, primero
cuando fue apuñalada y perdió a nuestro hijo, luego después de su
accidente de auto donde su madre le disparó. Después de eso, estaba su
embarazo con Ethan, lo que la llevó a ser secuestrada. También tuvo
problemas con los nacimientos de Dona y Wyatt... y ahora esto. De
camino al hospital, terminó en el hospital.

Me habría reído... si ella estuviera a mi lado. Me habría reído y dicho que


tuvo la peor suerte de la historia. Pero no estaba conmigo, y por alguna
razón, esta vez se sintió diferente a todas esas veces. Cuanto más lo
pensaba, más me adentraba en un agujero negro. Mi oído parecía ser lo
primero en desaparecer. Todo estaba en silencio... entonces mi visión
parecía hacer un túnel, sin importar lo mucho que tratara de enfocar.

Me estaba muriendo... y eso me asustó porque significaba que se estaba


muriendo.
Nuestros hijos están jodidos.

Ethan nunca volvería a sonreír.

Wyatt se derrumbaría. No lo lograría.

Dona... mi princesa... sin nosotros dos, no podía ni imaginar la persona


en la que se convertiría.

¿Por qué es tan difícil para mí protegerlos? ¿Por qué siempre le estoy
fallando? Debería morir. Un hombre que no puede proteger a su familia
no los merece. Debería morir.

—¡LIAM!

Mirando hacia arriba, mi visión borrosa se aclaró lo suficiente para ver


las puertas que se abren.

—¿Mel? —Susurré, pero no era ella la que salía. Un médico se quitó la


gorra, exponiendo su cabello rojo mientras respiraba profundamente
antes de que sus ojos se cerraran con los míos—. ¿Mi esposa?

—Está estable.

Respiré profundamente sin darme cuenta de que había estado


aguantando. Luchando contra las lágrimas, asentí. —¿Cuándo puedo
verla...?

—Señor Callahan, soy el doctor Fortmen. Su esposa está estable, pero


necesita un corazón. La tenemos en un coma inducido ahora mismo y
está siendo trasladada a la unidad de cuidados intensivos. Su estado es
crítico, pero hemos logrado detener la hemorragia. Sin embargo, si no
recibe un nuevo corazón dentro de un día o algo así...

—¡Consíguele un maldito corazón, entonces! ¡Es la maldita Gobernadora!


—Le ladré a la cara. ¿Qué era esto? Si necesitaba un corazón, entonces
dale uno. ¡Qué mierda! Me arrancaría el mío en este momento.

—Sr. Callahan, no puede ser cualquier corazón. El rechazo es alto en


casos críticos como éste, y además, su tipo de sangre es el más raro del
mundo. Llevará tiempo. Está en lo más alto de la lista, pero...
—Pero nada. —Bien, necesitaban un corazón, iba a conseguirle un
corazón—. La persona necesita ser AB negativo, ¿Qué más?

—Sr. Callahan, no estoy seguro de lo que está pensando...

—¡QUÉ MÁS! —Estaba tentado de matarlo allí mismo.

Caminando frente a él, asegurándome de que me viera claramente, le


pregunté simplemente —¿Sabe quién soy?

—Sé que es la Gobernadora, pero...

—No te pregunté si sabías quién era mi esposa. Pregunté si sabías quién


soy. Liam Alec Callahan.

Abrió la boca para hablar, y luego la cerró de nuevo, sin decir nada.

—Puedo ser tu salvador, puedo cubrirte de oro, o puedo ser tu peor


pesadilla. Puedo destruir tu vida, tu carrera, todo puede derrumbarse a
tu alrededor. Chicago se convertirá en un lugar peor que el infierno
porque tengo lo que quiero cuando lo quiero. Aquellos que se interponen
en mi camino nunca se levantan después de que los derribo. Nada ni
nadie está fuera de mi alcance. Así que doctor, cuando le pregunte qué
más, hable, y cuando hable, no me haga perder el tiempo predicándome
ética y moralidad... no tengo ni quiero de eso.

—AB negativo, una mujer sana de veintitantos o treinta y pocos años,


preferiblemente con muerte cerebral. Esas son las mejores condiciones
para que no rechace el corazón, —dijo rápido y suavemente en voz baja.

Alejándome de él, miré a Mina que ya estaba marcando.

—Después de la cirugía... ¿Estará bien? Pensé que los receptores de


trasplantes de corazón apenas viven 20 años después de un nuevo
corazón. —¿Acaba de empezar la cuenta atrás de nuestras vidas?

—No, —dijo, afortunadamente—. Los trasplantes de corazón han


recorrido un largo camino en la última década. Puede vivir hasta bien
entrados los noventa años. Le daremos todo lo que necesite para
asegurarnos de que no rechace el corazón, pero necesitamos uno que
cumpla con los estándares.

—Llévame con mi esposa.


—Por aquí, —murmuró, alejándome de las puertas del quirófano.

Estaba dividido entre la necesidad de verla y el miedo a lo que podría ver.


Con cada paso que daba, mi corazón latía fuerte y dolorosamente contra
mi caja torácica hasta que finalmente abrió la puerta. Me costó toda mi
fuerza no desplomarme allí.

—Salga, —murmuré tan suavemente que no estaba seguro de que me


escucharan, ni me importaba. La enfermera que estaba ajustando la
intravenosa la dejó caer y se alejó cuando me acerqué.

—¿Mel?

No puede ser ella.

La mujer pálida y enfermiza con tubos en la garganta y cables que


sobresalen por todas partes... no podría ser mi Mel.

—¿Qué te hicieron? —Mi mano tembló mientras le apartaba el cabello de


un lado de la cara—. Esposa...

Me dolió. Me dolía al respirar, y pronto ya no estaba de pie. Mis piernas


se desplomaron debajo de mí y me agarré a ella mientras lloraba. Lloré
como si alguien la hubiera matado, como si mi mundo estuviera en
llamas... porque necesitaba ese momento. Como todos los momentos,
vino y se fue, al igual que mis lágrimas. Respirando profundamente, me
puse de pie, arrastré la silla hasta su cama y me senté.

—Esta será la última vez que vengas al hospital, Mel. —Le apreté la
mano—. No puedes seguir haciéndome pasar por esta mierda.
DECLAN
3:37 PM

Parecía simple... encontrar una mujer sana con el tipo de sangre AB


negativo entre las edades de veintiséis y treinta y cinco años... hasta que
te das cuenta de que esto era Chicago y que el término “sano” sólo se
podía aplicar de manera ligera. En los primeros cinco minutos pude
encontrar tres personas, la primera una fumadora empedernida, la
segunda ya en el hospital en pleno trabajo de parto, lo que la hacía
imposible de conseguir en este momento, y la tercera, bueno,
irónicamente era nuestra propia cliente.

—Este es otro fracaso. ¿Ha habido suerte, Mina? —Dije, mirando a la


mujer debajo de mí, que estaba medio despierta y tenía una aguja
clavada en su brazo izquierdo.

—Le mostré la lista al doctor.

—¿Hiciste qué?

—No importa, Liam puso el temor de Dios en él. No cree que ninguna de
estas mujeres lo haga...

—¿Alguna vez has pensado que está mintiendo? —Cerré las puertas de
los apartamentos al salir del edificio, que olía a pis y a hierba—. Sigue
dándome nombres, y mantente cerca del ordenador; el programa que he
creado debería seguir produciendo nombres que se ajusten a los
criterios.

No esperé a que me respondiera para colgar. Mi Aston Martin estaba


rodeado de aspirantes a gángsters y niños por igual. Cuando salí al
viento, esperaba que el aire oliera mejor, pero sólo olía peor. Odiaba
Southbend.

—Muévete, —les dije, y uno por uno sus cabezas se volvieron hacia mí.

—¿Esto es tuyo?

Pregunta estúpida de gente estúpida. Ignorándolos, caminé alrededor de


ellos hacia el asiento del conductor cuando algunos me agarraron del
brazo.

—¡Eh!

Miré fijamente su vieja chaqueta de cuero antes de mirar su mugrienta


cara llena de cicatrices. Le faltaba un diente frontal, y su cabello estaba
grasiento y desordenado; lo más probable es que todavía fuera un
adolescente, ni siquiera un adulto.

—Estamos hablando con...

Mi puño chocó con su nariz tan rápido que su cabeza se dobló hacia
atrás y su cuerpo cayó al suelo. Se quedaron atónitos antes de que
algunos sacaran cuchillos y todos levantaran los puños.

—Estoy de mal humor y con poco tiempo; ¿Realmente quieres joderme


hoy? —Pregunté.

Su respuesta fue atacarme con su cuchillo y mi respuesta fue mi arma.


Siempre sería una maldita arma. Sin piedad, me las arreglé para disparar
tres veces antes de que el resto abandonara a sus “amigos”, corriendo
por sus vidas.

Un chico miró fijamente el agujero de bala en su estómago, cayendo de


espaldas, casi sobre mi auto, pero falló por una pulgada y aterrizó a la
derecha. Gracias al maldito Cristo.
—El arma le gana al cuchillo. Si vives nunca olvides, si no vives, no lo
hagas. —Me metí en el auto, cerré la puerta, di marcha atrás para
alejarme de sus cuerpos, y luego conduje alrededor de ellos.

Me llevó unas cinco calles antes de darme cuenta de que me seguían. No


era la policía, y no era ninguno de los nuestros; las ventanas estaban
tintadas, y por mi mejor suposición, a prueba de balas. Al girar en la
autopista, se acercaron a mí.

¿Quién carajo? Al pulsar el Bluetooth, esperé el pitido de la señal antes


de hablar. —Estoy bajando por la Cuarenta y siete con dos colas.

—¿Despejamos el camino, Señor?, —preguntó.

—No. —Miré por el espejo retrovisor—. Si quisieran atacar ya lo habrían


hecho.

—¿Púas entonces?

—Pasaré en dos.

Saliendo de la autopista y bajando hacia la Cuadragésima Séptima


Avenida, también conocida como Pequeña Italia, aceleré, pasando los
100 km/h, sabiendo muy bien que ellos también lo harían.

Tres.

Dos.

Uno.

Pisando los frenos y girando el volante a la derecha, giré el auto, los


neumáticos chirriando y el humo subiendo mientras me enfrentaba a los
dos autos Lincoln negros, cuyos neumáticos estaban reventados gracias
a la línea de púas que acababan de cruzar.

—¡Tienes dos opciones! —Hablé, pistola en mano cuando salí de mi auto.


La puerta era lo único que me protegía de ellos, eso y, por supuesto, la
gente que me esperaba como respaldo—. Primera opción: salir del auto
y rogar. Segunda opción: quedarme en el auto y morir.

Uno por uno, pequeños puntos rojos aparecieron en cada uno de los
autos. Ningún auto o vidrio era cien por ciento a prueba de balas y yo
estaría feliz de probárselo.
En cambio, la puerta trasera del segundo auto se abrió. Todo lo que vi
fue un par de zapatos de cuero de serpiente negra y un bastón marrón
al salir. —Ustedes los Callahan sí que saben cómo recibir a un hombre.

—Ju-long del Tàiyáng, —susurré, agarrando más fuerte el arma en mi


mano. Tenía el cabello recogido y llevaba un parche que cubría el ojo
ciego. La cicatriz que va desde la punta de su cabello hasta su pómulo
se veía peor en persona—. Estás muy, muy lejos de casa, viejo.

—Los acontecimientos actuales de esta ciudad hicieron imposible


mantenerse alejado.

Cerrando mi puerta, me adelanté. Su único ojo bueno cayó sobre el arma


que tenía en mi mano, sus guardaespaldas me apuntaron con sus
armas. Levantó su mano enguantada y dejaron caer sus armas.

—¿No va a decirle a sus hombres que se retiren también?

—No veo ninguna razón por la que deba hacerlo. Después de todo,
nuestras familias no están en los mejores términos en este momento.

Asintió, agarrando su bastón. —Exactamente por eso he intentado


ponerme en contacto con usted, pero parece que mis llamadas no son
contestadas.

—Su carta fue entregada fuerte y clara, sin embargo.

—¿Qué carta?

Hijo de perra. —La carta fue entregada segundos después de que usted
disparara en una escuela local a la que asisten mi hijo y mis sobrinos.
Esa carta.

Frunció el ceño, inclinándose hacia mí. —Obviamente, hay algún tipo de


malentendido en juego aquí.

—No existe tal cosa como una bala mal entendida, Ju-long.

El viento aullaba, soplando sobre nosotros con tal fuerza que parecía que
los cuchillos estaban rebanando mi cara, y sin embargo ninguno de los
dos se movió, ninguno de los dos miró hacia otro lado.
—Reconozco que usted y su familia están en un gran dilema. Sin
embargo, esperaba que no nublara su juicio hasta tal punto. —Metió la
mano en el bolsillo de su chaqueta y le apunté con la pistola en la cabeza.
Lo miró fijamente antes de sacar el cigarro y ponérselo en los labios. Uno
de sus hombres se acercó con una luz, quemando el extremo de la misma
antes de retroceder. Inhalo durante un largo rato y luego sopló el humo
de su nariz—. Mi familia y nuestra gente no tienen nada que ver con los
acontecimientos actuales de esta ciudad.

—Así que me estás diciendo que te han incriminado.

—Muy excelentemente, debo añadir. —Inhaló nuevamente, el extremo


del cigarro brillando de rojo y la ceniza cayendo ligeramente con cada
calada—. Así que vine personalmente a esta ciudad olvidada por Dios
para hablar con Liam, pero como dije, mis llamadas no fueron
respondidas.

—¿Y cómo sabías dónde estaba?

Resopló. —No nos obsesionemos con la logística.

—Soy el único hermano que se preocupa mucho por la logística. ¿Cómo


supiste dónde estaba?

Sus ojos se entrecerraron y se detuvo, fumando, su agarre del bastón


tan fuerte que parecía incómodo. —Escúchame bien, muchacho, no soy
igual que las alimañas que se arrastran a sus espaldas por ustedes.
Quienquiera que esté detrás de ustedes no tiene nada que ver con mi
familia, y por eso, deberían estar agradecidos de que haya aclarado el
aire, o de lo contrario su familia perseguiría su propia cola hasta una
trampa.

—Disculpe si no le creo...

—Si lo haces o no, no depende de ti. Depende de tu Jefe. ¿O tomarás la


decisión ejecutiva por ti mismo? Tal vez seas tú quien decidió traicionar
a tu familia y tomar el control; parece mucho más plausible. Si es así,
llámame cuando termines y podremos hacer un nuevo trato entre
nosotros. —Volvió a poner el cigarro en su boca, dándose la vuelta y
alejándose. Sin embargo, no se subió a ninguno de los dos autos ahora
inútiles. En su lugar, un Escalade se detuvo justo detrás de ellos y lo
escoltó de regreso.
Me quedé mirando un momento mientras el resto de su gente echaba
gasolina en los autos, y luego regrese al mío.

—¿Señor? —El Bluetooth conectado.

—Quiero ojos en Ju-long en todo momento. Sin embargo, nadie, quiero


decir nadie, le hará daño hasta que Liam dé la orden. ¿Está claro?

—Sí, Señor.

Al pisar el pedal, pasé a toda velocidad por delante de los dos autos
mientras las llamas los envolvían. Nada de esto tenía sentido... si no fue
el Tàiyáng, ¿Entonces quién?

Ni siquiera necesité buscar una estación para escuchar las noticias sobre
Mel; todos en todas partes hablaban de ella.

—En una conferencia de prensa, los cirujanos de Merry West han


confirmado que la Gobernadora Callahan está viva aunque su condición
es crítica. El jefe de cirugía dice que sin embargo siguen teniendo
esperanzas...
LIAM
4:07 PM

—¿Mel? —Susurré, mirando sus manos en las mías—. Ella me apretó la


mano.

Eché un vistazo al Doctor Fortmen, que ni siquiera se molestó en mirar


el gráfico. —Lo más probable es que fueran sus reflejos. Con las drogas
que está tomando, no hay forma de que pueda despertar...

Tan pronto como dijo las palabras, todas las máquinas a nuestro
alrededor emitieron varios pitidos.

—¡Está en código! ¡Necesito un carro de reanimación aquí! —gritó


mientras uno por uno, un ejército de batas blancas y uniformes azules
entraron corriendo, empujándome hacia atrás mientras se apiñaban a
su alrededor.

—Señor, necesita...

—¡Suéltame! —Grité, arrancándome mi brazo de su mano. Ni siquiera el


mismo Dios me sacaba de esa habitación.

—¡Cargando!

¿Esto es el infierno?

Tenía que serlo. Una vez más todo se quedó en silencio, aunque estaba
seguro de que estaban gritando. Podía verlos gritar, y aún así lo único
que podía oír era el sonido de mi propio corazón tocando en mis oídos.

Su pecho se elevaba de la cama cada vez que intentaban reanimar su


corazón. Levantando la mano, me agarré el costado del pecho como si lo
sintiera... ¿Quizás lo hice?

Tal vez estaba perdiendo la cabeza.


SIETE AÑOS ANTES
—¿Liam?

—¿Liam?

—¡Estoy despierto! —Grité, abriendo los ojos para ver un par de ojos
marrones que miraban fijamente a los míos.

—Estás agotado. Ve a dormir, yo la tengo. —Mel sonrió, alcanzando mis


brazos y quitándome a Dona. Al levantarme de la mecedora, la dejé
sentarse, estirando mi espalda.

—¿Qué hora es?

—03:00 AM. Dijiste que sólo la revisarías, pero eso fue hace dos horas.
—Me hizo una mueca, meciéndose de un lado a otro, presionando
lentamente su mano contra la mejilla de Dona.

—Estaba preocupado, ha tenido una nariz congestionada toda la


mañana. —Hice pucheros, inclinándome hacia ambos.

—Oh, el horror. —Se rio burlonamente de mí—. Ella es la que le arrancó


las mantas a Wyatt anoche; si alguien está resfriado, es él.
—No la escuches, princesa, mamá está celosa de que te quiera tanto. —
Le di mi mano e incluso mientras dormía, lo agarró.

—¿Me dirías lo mismo si tuviera una nariz congestionada? —Se burló de


mí. Me levanté un poco más para que mi cara estuviera al nivel de la
suya.

—Si tuvieras gripe, Mel, nos encerraría en una habitación juntos y sería
el mejor médico que hayas tenido. Soy un marido de servicio completo,
¿No lo sabes?

Girando los ojos, se inclinó hacia adelante y puso su frente sobre la mía.
—Tendré que estar desnuda en la nieve para poder probar a mi marido
de servicio completo.

—No me gusta la idea de que estés enferma, así que por qué no jugamos
al doctor y a la enfermera sin que ningún paciente se interponga en el
camino. —Besé sus labios rápidamente.

—Sólo si soy el doctor. —Me devolvió el beso.

—Maniática del control, —susurré.

—En todas partes menos en la cama.

Antes de que pudiera responder, Dona se puso inquieta, dando vueltas


entre nosotros.

—Tú y yo vamos a terminar esto más tarde. Mientras tanto, ven con
papá, —dije, levantando a Dona de sus brazos y volviendo a los míos,
haciéndola rebotar suavemente.

—Estoy tan celosa ahora mismo, —bromeó, besando mi hombro antes


de besar la parte superior del cabello oscuro de Dona—. Obviamente, ella
te ama más que a mí. Tanto Ethan como Dona son un equipo, Liam.

—Y Liam sólo juega en el equipo de mamá para que funcione. —Le guiñé
un ojo.

Sacudió su cabeza hacia mí y se dirigió a nuestro dormitorio. —Intenta


no abrazarla toda la noche. Nunca se acostumbrará a dormir sola.

—¡Buenas noches, mami! —Tomé la mano de Dona y se la agité a Mel.


La mirada en su rostro mientras se alejaba de nosotros me hizo sonreír
cuando la puerta se cerró.

4:11PM

—¿Sr. Callahan? ¿Sr. Callahan?

—¿Qué? ¿Eh? —Pestañeé mis ojos, automáticamente reenfocándome en


Mel. Los doctores se habían ido, dejando sólo dos enfermeras, el Dr.
Fortmen y yo en la habitación—. ¿Mel?

—Su corazón está fallando... esto ocurrirá más y más frecuentemente sin
un trasplante, y cada vez puede haber daño cerebral...

—Necesita un corazón, estoy trabajando en eso. ¿Hay algo más? —Me


apreté el puente de la nariz, luchando contra el dolor que resuena en mi
cuerpo.

—No...

—Déjanos, entonces, —murmuré, tragándome la bilis en el fondo de mi


garganta.

Sólo cuando se fueron, pasé corriendo de su cama al baño, donde todo


lo que había comido en los últimos veinte años volvió a salir. Encorvado
sobre el inodoro, no pude evitar que me doliera todo el cuerpo.

—¿Liam? Joder, ¿Liam?

Apoyándome en el borde del inodoro, vi a Cora, vestida con jeans y una


blusa negra, con los ojos marrones bien abiertos mientras veía la versión
más lamentable de mí desmoronarse en el suelo.

—Se supone que debes estar con los niños. —Gemí, me di la vuelta y
busqué un pañuelo para limpiarme la boca.

—Tu madre, Neal, y un ejército de guardias están con ellos en la casa


segura. —Frunció el ceño, buscando en su bolsa un enjuague bucal y
una toalla. Tiró del inodoro por mí y abrió el lavabo. Sabía que debía
levantarme, pero no tenía la energía para hacerlo.

—Cuando Mel se despierte, te va a patear el culo por caerte así, y ni


siquiera está muerta, —dijo, empapando la toalla antes de sacar el agua
extra.
—¿Entonces por qué se siente como si lo estuviera?

—Tal vez porque te sientes culpable. Se siente igual que con Sedric y no
querías sentirte así nunca más, —respondió, agachándose a mi lado—.
Prefieres ser el que esté en la cama, ¿Verdad?

Aparentemente todas esas sesiones de terapia que tuvo con Declan se le


habían contagiado. —¿Por qué estás aquí ahora mismo?

—Porque somos familia, y porque sé dónde conseguirle un corazón a Mel.

—¿Qué?

Me puso la pequeña botella de enjuague bucal en la cara. Agarrándola,


me levanté del suelo y utilicé un poco antes de escupir en el fregadero.

—¿Sabes dónde conseguirle un corazón?

Me dio la toalla.

—Cora...

—Sí, lo sé. Así que deja de sentir lástima por ti mismo y vámonos antes
de que intente dejarnos otra vez.

Al quitarle el paño, me limpié la cara mientras ella agarraba su bolso.

—¿Adónde vamos?

No respondió, sólo salió de la habitación. Cuando lo hizo, noté que Mina


estaba encorvada sobre una tablet y hablando por teléfono. Su cabeza se
levantó bruscamente hacia nosotros y empujó las gafas sobre su nariz.
Fedel se puso a su lado, también al teléfono. Ambos nos miraron
mientras Cora se acercaba.

—Tenemos un corazón. Sólo trabaja en encontrar al tirador.

No estaba segura de si seguía soñando pero no dije nada, más bien asentí
para que Fedel hiciera lo que dijo mientras caminábamos hacia los
ascensores.

—Cora, no voy a preguntar de nuevo, ¿A dónde vamos?


—La sala de cáncer, —declaró, pulsando el botón de los ascensores.

CORA
4:15 PM

Había un chiste entre los irlandeses de que los Callahan se hicieron


poderosos vendiendo sus almas al diablo. Ya sea que nacieran como
Callahan o se casaran en la familia, el precio era el mismo. Aunque se
decía con pintas de cerveza y risas, no creía que fuera una broma, o al
menos, no era para mí. Cuando las puertas del ascensor se abrieron y
estaba de nuevo en la miserable sala de cáncer, viendo pasar a hombres,
mujeres y niños, con sus cabezas calvas y sus pestañas como único
cabello en sus cabezas, supe que iba a pagar por toda la mierda que
había hecho o haría por el bien de esta familia... un día, pero no hoy.

—Habitación 591, —le dije, siguiéndolo mientras caminaba, casi


corriendo, pasando cada una de las puertas del pasillo. No hice contacto
visual con nadie, sólo seguí caminando hasta que nos detuvimos justo
frente a la ventana, permitiéndonos mirar dentro.

Se detuvo, sus cejas se arrugaron. —¿Quién es esta?

—¿Importa?

No respondió porque no le importaba, pero aún así quería una respuesta.


—Imani Wilson, —le respondí, mirándola mientras dormía.

—Tu prima, —recordó, finalmente encontró mi mirada—. Pensé que


Declan la había enviado al hospital psiquiátrico de North Mount después
de que intentara...

—¿Incriminarme?

—Sí. —Se sentía como hace toda una vida, Imani, su novio Otis, a quien
Declan había matado en mi honor, el caos que era mi vida justo antes de
casarme con Declan y me di cuenta de que el mundo estaba aún más
jodido de lo que pensaba—. Ella también tiene cáncer de ovario... por
eso, hice que la trasladaran a este hospital. Empieza la quimio por la
mañana. Si lo hace, todas las células de su cuerpo serán afectadas. Los
doctores dicen que está en perfectas condiciones con la excepción de sus
ovarios. Ella es AB negativo, treinta, y yo tengo voz en las decisiones
médicas; era parte del trato para que pagara su tratamiento.

Por primera vez desde que entré en el hospital, Liam se puso de pie, con
una pequeña pero malvada sonrisa en sus labios, su expresión era fría.

—Lo que significa que si muere, tú tienes voz y voto sobre quién obtiene
sus órganos o no, —lo dijo más a sí mismo que a mí, ya alcanzando el
pomo de la puerta cuando lo detuve—. Cora...

—Ya lo he manejado, —respondí, señalando con la cabeza al doctor


detrás de la estación de enfermeras. No me dijo ni una palabra, sólo se
acerco a la habitación de Imani y entró.

—¿Cómo? —Liam me interrogó, viendo como el doctor le cambiaba el


goteo.

¿Cómo conseguí que rompiera cada juramento que hizo? —Dos millones
en deudas de juego. Así es como la gente de sangre fría y despiadada
puede ser... —No tenía espacio para juzgarlo, sin embargo.

—Amo esta ciudad. —La sonrisa de su cara se convirtió en una sonrisa


diabólica.

Deseaba sentirme peor. Deseaba que me importara más Imani, pero no


fue así. Si ella moría, el mundo seguiría adelante. A nadie le importaría.
Si Melody moría... estallaría la guerra, y eso no solo pondría a Declan en
peligro, sino a nuestros hijos. Nadie más significaba más para mí que
ellos, así que si tuviera que hacer esto por ellos, lo haría.

Es un mundo de perros que se comen a los perros, y me afilé los dientes


hace mucho tiempo.

LIAM
4:23 PM

Le tomó dos minutos a Imani morir, diez minutos a Cora fingir el duelo
antes de consentir, y otro minuto para que vinieran por Melody.

Una vez más me encontré frente a un quirófano mirando las puertas,


apenas respirando.

—Jefe.

—Ahora no, Fedel, —respondí. No podía pensar.

—Tienes que ver esto. —Me entregó la tablet, pero todo lo que vi fue una
imagen pixelada de un callejón, tal vez una esquina de la calle.

—¿Qué estoy mirando?


—El tirador. —Hizo un zoom y los píxeles se unieron lentamente hasta
que estaba mirando nada menos que...

—¿Esa es...

—Liling Tàiyáng. —Asintió, y pude ver que estaba temblando, pero no


estaba seguro de si era por la ira o por la excitación—. Ayer la Jefa quería
que la investigara y a Emilio. Pensó que no había manera de que fuera
una heredera tonta, ni que se casara por amor. Apenas había puesto las
antenas, tratando de obtener información sobre ella y Emilio, cuando va
y le dispara a la Jefa. No creo que Emilio pensara que ella se daría cuenta
de quién era tan rápido y entró en pánico tratando de deshacerse de ella.

Mel tenía razón, era un monstruo, desfilando como todos los demás.

—Liam.

Ambos buscamos para encontrar a Mina aún con su ropa ensangrentada


de esa mañana.

—¿Qué pasa ahora?

No contestó, en cambio levantó el teléfono para mostrar una conferencia


de prensa actual en las noticias. Una pancarta se desplazó por la
pantalla: NUEVO ALCALDE ESPECIALMENTE ELEGIDO.

Damas y caballeros de Chicago, debido a los trágicos acontecimientos que


han tenido lugar en nuestra ciudad en las últimas cuarenta y ocho horas,
el fiscal del distrito y varios asociados de toda la ciudad han elegido un
alcalde interino, ya que no podemos ser una ciudad sin un gobierno que
funcione. Puede que sea joven, pero es la persona mejor cualificada para
este puesto. Por favor, den la bienvenida al nuevo alcalde de Chicago,
Emilio Esteban Cortés...

—El pequeño bastardo. —Siseé a través de mis dientes. Ellos habían


planeado todo esto. Liling no sólo había disparado a Mel por miedo, lo
había hecho para limpiar la mesa. Normalmente en estas situaciones, el
Gobernador nombraría al Alcalde.

—¿Qué quieres que haga? —Fedel preguntó—. Declan fue detenido por
Ju-long y le dijo que todo esto era un malentendido.

Si esto era un malentendido... me preguntaba qué pasaría cuando


finalmente empezáramos a entendernos.
Capítulo 16
"Ciertos hijos de puta creen que pueden joder con mi mierda,
pero no puedes matar al Gallo. Puedes joderlo a veces,
pero perra, nadie mata al maldito Gallo.
¿Entiendes lo que digo?"
~ David Sedaris ~

ETHAN

10:08 PM

Era bueno en italiano... cuando todos hablaban despacio, podía


entender. Quería saber, porque odiaba cuando la gente hablaba a mi
alrededor y no podía entender lo que decían. Cuando los adultos hacían
eso, hablaban en otros idiomas, era porque no querían que supiéramos
lo que decían, y si no podíamos saberlo, era porque se trataba de
nosotros.

Abriendo la ventana lentamente, comprobando que Dona y Wyatt no se


despertaran, me arrastré hasta el tejado, deslizándome sobre mi
estómago hasta llegar al borde del mismo, manteniéndome agachado
para que los hombres del patio no me vieran. Había tantos, todos ellos
vestidos de negro, con grandes armas, caminando de un lado a otro del
césped frente a la puerta. Los hombres de la puerta estaban allí con
perros. Me recordó a esas películas de guerra que vi en el canal de
historia.

—¡Achoo! —Alguien estornudó debajo de mí.


—Salute, —respondió otro hombre con una voz mucho más profunda.

—Grazie, —contestó, y no estaba seguro, pero pensé que dijo— Dicen


que es malo.

—Sí. Es difícil de creer que la Jefa muriera así. Es una perra dura.

Fruncí el ceño, no estaba seguro de quién estaban hablando. ¿La Jefa?


¿Una perra? ¿Qué?

—Pensar que Melody Nicci Giovanni muere en la calle como un perro.

¿Mamá? ¿Qué? Intenté deslizarme más lejos cuando de repente me


tiraron de nuevo a la casa, el agarre de mis tobillos y la parte de atrás de
mi camisa no aflojó hasta que me tiraron a la cama.

—¿Has perdido la maldita cabeza? —El tío Neal me gritó en la cara.


Estaba tan enfadado que parecía Hulk; incluso le sobresalía una vena en
el cuello. La única vez que lo había visto así fue cuando alguien llamó a
Nari un mal nombre. Respiró profundamente cuando me alejé de él—.
Podrías haber hecho que te mataran, Ethan.

—No, lo hago todo el tiempo. —Fruncí el ceño; era bueno escalando


cosas.

—Eso es... —Empezó a gritar de nuevo, pero en vez de eso sacudió su


cabeza hacia mí, agachándose frente a mi cama—. Eso no es lo que quise
decir. Tienes que quedarte dentro hasta que sepamos que es seguro,
¿Bien?

—¿Seguro de qué? —Le pregunté, pero no me respondió—. Tío Neal.


¿Seguro de qué? ¿Pasó algo? ¿Dónde está mi mamá? Dijeron que algo le
pasó a mi mamá.

El tío Neal era un buen mentiroso, pero el tío Declan y papá eran mejores
mentirosos, así que podía saber cuándo estaba mintiendo.

—Tu madre está bien. Sólo está trabajando hasta tarde. —Esa era su
mentira, y yo no quería ser un bebé. No quería enfadarme o alterarme,
pero ese dolor volvió a mi pecho. Me dolió, me dolió más que cuando
Wyatt dijo que me odiaba.

—Ethan...
—Estás mintiendo. —No. No. No. No quiero llorar. Los niños grandes no
lloran. Papá nunca llora. Limpiándome la cara tan rápido como pude, no
se detenía. ¡Maldita sea!—, ¡Mi mamá! ¡Qué le pasó a mi mamá! ¿Está
muerta?

—No...

—Entonces déjame llamarla, —dije, alcanzando en mi mesita de noche


el teléfono que mi padre me había dado sólo para emergencias, pero me
lo quitó.

—¿Ethan? —Wyatt se despertó, frotándose los ojos—. ¿Qué está


pasando?

—No pasa nada, vuelve a la cama, Wyatt. —El tío Neal mintió de nuevo,
esta vez tomándome de la mano y arrastrándome fuera de la habitación.

—¡Suéltame! ¡Devuélveme eso! —Traté de alejarme.

—Es la primera vez que actúas como un mocoso en mucho tiempo,


Ethan. Estoy decepcionada. —No fue el tío Neal quien dijo eso. Al girar,
me quedé helado, mirando a mi Nana, con la nariz goteando por mucho
que intentara aspirarla. Cruzó sus brazos, frunciendo el ceño.

—Eres el mayor, así que cuando tu padre no está cerca, es con quien
cuenta para cuidar de tus hermanos. Si te viera ahora mismo, se
decepcionaría, —añadió cuando el tío Neal me soltó los brazos. Me caí
justo delante de ella.

—Ellos... ellos dijeron que mi madre estaba muerta. No es cierto,


¿Verdad? —Susurré.

—No, no está muerta. Pero...

—Mamá, no lo hagas. —El tío Neal la cortó, pero ella lo ignoró,


rozándome la mano en la cara.

—Tu madre está herida, Ethan. —Sonrió con tristeza, y por alguna razón
no pude moverme—. Te digo esto porque tu hermano y tu hermana se
enterarán y cuando lo hagan, necesitarán que su hermano mayor sea
fuerte.
—Pero... ¿Pero está bien? —Nadie podría lastimar a mi mami. Papá
siempre dijo que era la más fuerte. Nadie era más fuerte que ella.

—Lo estará. Tu madre es Melody Nicci Giovanni Callahan, ¿Sabes lo que


significa su nombre?

Sacudí la cabeza. —Es sólo un nombre.

—Melody, para cantar, Nicci, de la victoria, Giovanni, el que se mostró


favorable, Callahan, sabio. No es sólo un nombre. Es quién es ella. Y tú
eres Ethan, fuerte y duradero. Nadie en nuestra familia se equivoca al
nombrar a sus hijos. Sé fuerte cuando todos no pueden serlo. Aguanta
incluso cuando parezca demasiado doloroso, y nunca decepcionarás a
tus padres o a ti mismo.

Me limpié la cara y me levanté, tosiendo hasta que mi garganta ya no se


sentía temblorosa. —Lo siento, Nana.

—Mi tesoro, nunca tienes que pedirme perdón por nada. —Me abrazó.
Nana siempre olía a vainilla y eso me hacía sentir mejor—. Ahora a la
cama.

Asintiendo, volví a la habitación y encontré a Wyatt asomando la cabeza


por la misma ventana que yo.

—Wyatt, no. —Corrí hacia él, tirándolo hacia atrás.

Frunció el ceño. —¿Qué está pasando? ¿Por qué estamos aquí? ¿Dónde
están mamá y papá? ¿Por qué estabas llorando?

—No estaba llorando.

Se cruzó de brazos. —Eres malísimo mintiendo.

—Cállate. —Lo empujé a un lado, cerrando la ventana y subiendo a mi


cama para asegurarla en la parte superior.

—Ethan dime, no es justo, ya sabes...

—No lo sé. —Salté de nuevo a la cama—. No sé lo que está pasando.


Dijeron que mamá se lastimó...

—¡¿Qué?! —gritó, y le puse una mano en la boca.


—Despertarás a Dona...

—Ya estoy despierta. —Se dio la vuelta, agarrando su elefante mascota


a su pecho—. Son ruidosos.

—Lo siento, Dona... ¡eww! —Retiré mi mano cuando Wyatt la lamió.

—¡Eso es lo que obtienes! —Espeto—. ¿Qué le pasa a mamá?

—¡No lo sé! Pero va a estar bien...

—¿Cómo lo sabes?

—¡Porque es mamá! —Le grité. Me detuvo un momento y respiré


profundamente como el tío Neal—. Es mamá. Va a estar bien, así que
deja de gritarme. No sé nada más.

—¿No están adolorido? —Dona preguntó, aún no se levanta de la


cama—. Me duele todo.

Sólo cuando lo dijo sentí que mis piernas empezaron a tambalearse y que
mi espalda me dolía. Wyatt se levantó la camisa y toda su piel tenía
moretones púrpura.

—La tía Cora dijo que no se moviera mucho o le dolería más. Chicos, no
me escuchan. —Sacudió la cabeza hacia nosotros, dándose la vuelta.

—Gracias, Dona, —refunfuñó Wyatt, tropezando de nuevo hacia su


cama—. Eres una hermana increíble.

—Lo sé. —Se rio.

—Sarcasmo, ¿Alguna vez has oído hablar de él? —Le tiró una almohada.

La tomo y se la devolvió. —No.

—Chicos, tenemos que ir a la cama... —Dos almohadas me golpearon en


la cara y se rieron. Al agarrarlas ambas, me quedé boquiabierto—. Oh,
esto es la guerra.
MELODY
9:07 PM

—¿Sra. Callahan?

—¿Sra. Callahan?

—Sra. Callahan, ¿Puede oírme?

Sí, y tu aliento huele a perritos calientes rancios y café malo.

—¿Sra. Callahan?

¿Quién es este?

Intenté levantar los párpados, pero parecía que estaban pegados con
cinta adhesiva. ¿Por qué no puedo moverme? ¿Qué carajo? ¿Qué es lo
que pasa? ¿Dónde estoy?

—Mel, cariño.

¿Liam?

Me relajé cuando lo sentí a mi lado, acariciando un lado de mi cabeza,


su mano en la mía.
—Mel, necesito que abras los ojos para mí, ¿De acuerdo? ¿Sólo un
segundo?

Cuando lo intenté de nuevo, mis ojos se abrieron de golpe y tuve que


cerrarlos rápidamente, tratando de alejarme de la luz que me cegaba.
—Ugh... —Intenté decirles que apagaran las luces, pero mi garganta se
sentía como papel de lija en el culo de un gato.

—Gracias al maldito Cristo. —Liam me besó la parte superior de la


cabeza.

¿Qué es esto?

De nuevo, abrí los ojos. Todo era borroso como si estuviera borracha
hasta que sentí el aliento de perro caliente sobre mí. Su cabello rojo, sus
ojos marrones, y estaba demasiado cerca para mi comodidad.

—Sra. Callahan, soy el Dr. Fortmen. ¿Se acuerda de lo que pasó? —


preguntó, iluminándome los ojos.

¡Deténgase! Quise gritar, pero lo único que salió de mi boca sonó como
un gruñido.

—Yo... yo soy... —Finalmente me las arreglé para decir, ignorando el


dolor de mi garganta.

—Sí...

—Qui... ta... te... de... mi... camino.

Liam se rio de nuevo, besándome la frente.

—Ten paciencia con él, ¿De acuerdo? Ha luchado por traerte de vuelta
del infierno más de una vez en las últimas veinticuatro horas.

¿Es por eso que me siento como una mierda?

Cerrando los ojos, traté de recordar lo que pasó...

¡BANG!

—¡Melody! ¡Melody!
—Disparo... —Me dispararon. ¡Me dispararon, carajo!

—¿Puedes sentir esto?

Me preguntó mientras frotaba algo frío bajo los pies; me sacudí. —Sí.

—Eso es bueno. No parece haber un daño cerebral inicial a largo o corto


plazo. —El Dr. Hotdog-Fortmen, me salvó la vida, debería, al menos,
llamarlo por su nombre—. Sin embargo, va a estar aquí por otras dos
semanas y necesitará por lo menos tres meses más de monitoreo una vez
que regrese a casa, sólo para asegurarse de que no haya complicaciones
con el trasplante.

Mis ojos se abrieron de par en par, y a mi lado, la máquina conectada a


mi ritmo cardíaco también se disparó. Liam me apretó la mano. —Mel,
relájate, respira, estás bien... esposa, estás bien.

—¿Trans... transplante? —Me estremecí y no sabía de qué: el dolor de


pecho, el dolor de garganta o el fuerte dolor de cabeza que se está
formando.

—Les daré un poco de tiempo, —dijo el doctor, y por primera vez, noté
que el equipo de doctores detrás de él que se iban uno por uno hasta que
sólo éramos Liam y yo. Se sentó en el borde de la cama, su mano sobre
la mía, las comisuras de sus labios se levantaron con una pequeña
sonrisa, pero no llegó a sus ojos. Su corbata, la corbata verde que le
regalé porque le hacía resaltar los ojos, colgaba libremente de su cuello.
El cuello de su camisa estaba arrugado, las mangas dobladas hasta las
muñecas. Parecía como si alguien lo hubiera atropellado y apenas había
salido con vida.

—¿Liam? —Le apreté la mano.

—Casi te pierdo, —susurró, mordiéndose la comisura del labio. Bajando


la cabeza, llevó mi mano a sus labios y la besó no una o dos veces, sino
tres veces—. Pensé que te había perdido, Mel. No podía sentirte. Estabas
muy herida y teníamos que encontrarte un nuevo corazón.
Afortunadamente Cora lo logró, pero hasta entonces tú sólo te quedaste
ahí. Dejaste de respirar dos veces y ambas veces estaba listo para unirme
a ti. Yo también morí... Maldita sea, Mel. Cada vez que te pierdo de vista,
te juro que es como si intentaras dejarme.

Cuando finalmente me miró a los ojos, todo lo que vi fue dolor y lágrimas
que no dejó caer. En vez de eso, las lágrimas cayeron de mis ojos.
—Volví. —Sonreí, y estaba demasiada cansada para hacer otra cosa que
no fuera apretarle la mano—. Siempre vuelvo a ti, ¿No?

También sonrió, moviendo la cabeza. —Sí... siempre vuelves. Para


empezar, prefiero que no te vayas.

—Debidamente anotado. —Asentí, relajándome en las almohadas—.


¿Quién hizo esto?

—Nuestro recién incorporado Alcalde, Emilio Esteban Cortés, y su


esposa Liling Tàiyáng. —Se burló.

—Malditos bastardos. —Siseé a través de mis dientes, la máquina del


ritmo cardíaco a mi lado sonando de nuevo. Dos médicos más entraron
corriendo.

—Tiene que tomarse las cosas con calma, Sra. Callahan. No puede
estresarse innecesariamente, —dijo una mujer mientras revisaba las
máquinas y me miraba una vez más.

¿Estrés innecesario? Estar estresado por un maldito y la perra de su


esposa que casi me mata y arruina todo lo que nuestra familia ha
construido en esta ciudad me parece muy necesario.

—Esposa, —susurró Liam severamente a mi lado, atrayendo mi atención


hacia él. Colocó su frente sobre la mía para que no pudiera mirar a
ningún lado excepto a sus ojos—. No hay fecha de caducidad en la
venganza. No sólo dura toda la vida, sino que abarca generaciones. Así
que descansemos esta noche; no somos nosotros los que moriremos
mañana.

Lentamente una sonrisa se extendió por mis labios. —Shakespeare no


tiene nada contra ti.

Dijo algo pero no lo escuché. Estaba demasiada cansada para mantener


los ojos abiertos y volverme a dormir era el único pensamiento que
pasaba por mi mente.

Cuando salga de esta cama, iré por cada uno de los malditos que
pensaron que podían conmigo. Soy Melody Nicci Giovanni Callahan. No
moriré tan fácilmente, estúpidos hijos de puta.
LIAM
Esperé una hora después de que se durmiera para finalmente irme de
su lado. Por primera vez en veinticuatro horas, fui capaz de pensar
claramente, de pensar más allá de ella y en lo que podría o no pasar.
Mirándola, su pecho subiendo y bajando mientras dormía cómodamente,
cerré la puerta detrás de mí y salí al pasillo donde Fedel y Declan me
esperaban.

—¿Está aquí? —Pregunté, mientras me ajustaba la chaqueta y la


corbata. Giré los hombros para estirar mi espalda y gemí, doliéndome
mucho más de lo que esperaba. Iba a necesitar poner mejores sillas en
su habitación; Jesús, era como descansar sobre ladrillos.

—Liam, no sé qué está pasando aquí, pero esto podría ser una trampa,
—dijo Declan, todo su cuerpo tenso—. Cuando me acorraló, juró que a
él y a su familia les habían tendido una trampa. Lo siguiente que
sabemos es que su yerno es el maldito Alcalde.

—¿Está aquí? —Pregunté de nuevo, centrándome en Fedel.

—Acaba de llegar y ahora te está esperando en la cafetería, —respondió,


haciéndose a un lado.
—Perfecto. Estoy de humor para gelatina. —Sólo di unos pocos pasos
antes de darme cuenta de que Declan me estaba siguiendo—. Te
quedas...

—Liam, no puedes ir solo.

—¿Por qué?

Me miró como si no estuviera seguro de qué diablos me pasaba, y me


pregunté qué diablos podía hacerlo tan temeroso para empezar.

—Liam...

Parado a su lado, hablé bajo, sólo para que él me escuchara. —Declan,


no soy idiota. Tampoco sé lo que está pasando ahora mismo. Todo lo que
sé es que mi esposa, la persona más importante para mí, está
descansando detrás de esa puerta, y la única persona en la que confío
completamente para protegerla cuando no puedo, eres tú. Así que como
dije, te quedarás aquí en su puerta como Cerbero, el perro guardián del
infierno, ¿Está claro?

Se rompió la mandíbula a un lado pero asintió.

—Brillante. A la cafetería, entonces. —Me di la vuelta, Fedel me seguía.

Al subir al ascensor, pensé en una docena de formas en que este


“encuentro” podría terminar, y en cada una de ellas lo único que vi fue
la muerte. No me importaba si lo estaban incriminando, no me importaba
si era un malentendido. Sabía dos cosas, su hija le disparó a mi esposa,
y su yerno era ahora el Alcalde de mi ciudad. Habían ido en contra de
mis reglas. Habían roto nuestro tratado tácito y morirían.

Ding. —Piso de la cafetería, —la voz automática declaró al abrirse las


puertas. Fedel se puso tenso y supe que ya tenía la mano en el gatillo.

¿Un tiroteo en un hospital? Lo dudo.

—¡No está respirando! ¡Necesito un DEA!

—Tienes que estar bromeando, —murmuré para mí mismo, viendo como


los médicos se apresuraban a atender a nada menos que Ju-long. Estaba
tendido en el suelo, con su bastón y su sombrero a un lado, y el té que
había estado bebiendo se derramó en el suelo, junto a su cabeza, desde
lo alto de la mesa cuadrada. Un médico estaba encima de él, bombeando
su pecho, y otro sostenía una bomba en su boca.

Se ha ido. Era una simple declaración y sin embargo las ramificaciones


de su muerte eran interminables. Estaba más que seguro de que un
hombre como Ju-long Tàiyáng no se desplomaría y moriría en el
momento en que se suponía que tenía una reunión conmigo, lo que
significaba dos cosas.

Primero, le había dicho la verdad a Declan y no tenía nada que ver con
los ataques a mi familia.

Segundo, este fue probablemente uno de los golpes de estado más suaves
que he presenciado. Su hija y su marido no sólo habían conseguido
establecerse en Chicago de la noche a la mañana, sino también
deshacerse de la cabeza de la tríada china, haciendo parecer que era algo
que yo había hecho como represalia.

—Hora de la muerte, 10:14 AM. —Finalmente dijeron lo que estaba claro


desde el principio.

Bien jugado, malditos. Bien jugado.


Capítulo 17
"Para los antiguos griegos la palabra dikaiosini, justicia,
era a menudo sinónimo de ekdikisis, venganza."
~ Sidney Sheldon ~

MELODY

—Hoy, el Alcalde Cortés, el primer Alcalde de la ciudad de ascendencia


hispana, anunció que la cacería de Luke Charlton, el tirador detrás del
asesinato de nueve niños en la Academia Pennington y de cuatro jóvenes
más en la Escuela Primaria Lincoln hace apenas dos semanas ha llegado
a su fin. Charlton, que murió por suicidio, confesó los asesinatos a un
amigo de la familia, que avisó a la policía. La policía de Chicago ha
confiscado sus rifles junto con las balas que dicen que coinciden con las
escenas de los crímenes. Sin embargo, el detective jefe del caso dice que
la investigación sobre lo que llevó a estos trágicos días puede llevar
semanas. Por el momento, Charlton no ha sido vinculado o descartado del
intento de asesinato de la Gobernadora Callahan, quien los médicos dicen
que se está recuperando bien y que debe regresar a casa hoy. Esto...

—¡Oye!

Le dije a Liam cuando apagó el televisor y se puso cómodo en el lugar


más estrecho de la cama a mi lado. Apoyando su mano sobre sus ojos,
bostezó—. Todo es mentira, olvídalo y descansa.

—He estado descansando durante casi dos semanas, Liam...


—Descansa más.

Quería empujarlo de la cama, pero en vez de eso me acosté a su lado.


—Liam, si me quedo en este maldito hospital un día más, voy a perder la
cabeza. ¡Cada segundo que estoy aquí es un segundo que están jodiendo
nuestra ciudad!

No abrió los ojos, sólo respiró profundamente y dijo —Inspira por la nariz
y exhala por la boca y... ¡ay! Joder, Mel.

Gritó cuando se cayó de la cama. No se cayó, pero se sentó y me miró


fijamente. Siguiendo su consejo, respiré profundamente por la nariz y
exhale por la boca.

—¿Feliz? Ahora sácame de este sitio.

Resopló antes de reírse, una sonrisa se le dibujó en la cara cuando se


levantó y me besó la frente. —¿Vamos a conducir hacia el atardecer como
Bonnie y Clyde?

—Bonnie y Clyde perdieron. Nos vamos a ir como Melody y Liam...

—Liam y Melody.

—¡ADELANTE!

De nuevo se rio de mí y se acercó a la puerta, mientras buscaba mi


teléfono. Sonó una vez antes de que Cora respondiera. Su cabello estaba
recogido en una cola de caballo, y por primera vez desde que me uní a la
familia, llevaba pantalones de chándal delante de mí.

—Te ves como la mierda, —me dijo irónicamente.

—Me dispararon; ¿Cuál es tu excusa?

—Estoy cuidando de siete niños. —Touché—. Tres de los cuales me


preguntan cada rato a qué hora es que su madre vuelve a casa.

No pude evitar sonreír ante eso. —¿Dónde están?

—¡Mosqueteros!, —gritó mientras caminaba.

—¿Cómo llamas a mis hijos?


Miró de nuevo al teléfono. —No me mires así; fue tu hija la que lo inventó.
A Ethan y Wyatt no les gusta pero no quieren ponerse en su lado malo.

Esa es mi chica. Dona, no importaba qué, siempre tenía a todo el mundo


envuelto alrededor de sus dedos; era un talento natural, de verdad.

—Tía Cora, deja de llamarnos así, —oí decir a Wyatt con mal humor.

—¿Wyatt? —Llamé.

—¡Mamá!

El teléfono se giró al revés y luego volvió a girar mientras lo sostenía


hasta su cara. —¡Mamá! ¿Cuándo vas a volver?

—Hoy, cariño, nadie me detendrá, lo prometo. —Ni Liam ni yo queríamos


que salieran de la casa segura hasta que pudiéramos estar con ellos, así
que en la última semana, lo mejor que pude hacer fue una videollamada.
Al principio estaba bien, estaba demasiado cansada para moverme a
casa, pero ahora los extraño y cuanto más tiempo estaba fuera, menos
cómoda me sentía.

—Wyatt, ¿Esa es mamá? —La voz de Ethan venía del fondo.

—Sí...

—Hola, mami. —Dona se las había arreglado para tomar el teléfono y lo


estaba agitando—. ¿Estás mejor ahora?

—Sí, estoy mejor. ¿Cómo estás?

Frunció el ceño. —¡La tía Cora sigue haciéndome nadar y correr! A pesar
de que el tío Declan dijo que no tenía que hacerlo. Estoy tan cansada,
Ethan y Wyatt siguen peleando. ¡El tío Neal se come todos mis bocadillos
favoritos! Se puso seis Oreos en su boca ¡Mamá, SEIS! ¿Qué más? ¡Oh...
Nana y la tía Mina nos hacen hacer todo este trabajo escolar todos los
días! Yo...

—¡Dona! Ya basta, ¡comparte! —Wyatt tomó el teléfono, luego Ethan


tomó el teléfono, y parecía que entró en otra habitación y cerró la puerta
detrás de él.

—¡Eh!, —tanto Dona como Wyatt gritaron en el otro lado.


—Hola, mami. —Sonrió, fingiendo no haberlos escuchado. Sus ojos se
veían tan verdes.

—Mio bel leoncino, ¿Cómo estás?

Se encogió de hombros. —Estoy bien, ¿Tú estás bien? Yo... vi el video.

—¿El video?

Asintió. —Donde te dispararon. Estaba por todo el internet. Aunque todo


el mundo ha estado intentando ocultárnoslo. Dona y Wyatt no lo vieron,
me aseguré.

—Gracias. Me alegro de que no lo hayan visto. No quiero que ninguno de


ustedes se preocupe, estoy perfectamente bien. Hoy volveré a casa.

No habló por lo que se sintió para siempre.

—Ethan, ¿Qué pasa?

—¿Quién lo hizo?, —preguntó enfadado, y por un segundo, se veía


exactamente como Liam. No el divertido, despreocupado y nerd Liam,
sino el Liam dispuesto a matar a cualquiera en cualquier momento.

—Algunas personas muy estúpidas, —respondí.

—¿Tú y papá van a hacer algo? No van a volver a hacerte daño, ¿Verdad?
—Me di cuenta de que estaba herido. No eran conversaciones para
tenerlas por teléfono. Necesitaba estar ahí, abrazarlo y decirle a la cara
que esto no volvería a pasar.

—¿Mel?

Levanté la vista cuando Liam volvió a la habitación, frunció el ceño


mientras me miraba y luego volvió al teléfono. Se acercó y me lo quitó
pero se relajó cuando vio a Ethan.

—Mini-yo, ¿De qué están hablando tu madre y tú? —preguntó,


sentándose a mi lado.

—No es asunto tuyo. Ahora devuélvelo...

—Oooh, ahora realmente quiero saber. Hijo, —dijo con una cara severa.
—Nada. Sólo preguntaba cuándo regresará mamá. —Mintió, e incluso yo
me sorprendí por eso. Nunca jamás le mintió a Liam. Los ojos de Liam
me miraron por un rápido segundo; él también lo había captado, pero no
presionó.

—Bueno, volveremos para la cena, así que asegúrate de que tu tío Neal
no esté cerca de la cocina, ¿De acuerdo?

—Sí. Adiós, nos vemos. —Saludó y colgó.

Liam me prestó toda su atención y puse los ojos en blanco. —Quería


asegurarse de que esto no volviera a suceder. Quería saber qué íbamos
a hacer, pero es demasiado joven para preocuparse de qué hacer.
Debería confiar en nosotros.

—No. —Sacudió la cabeza, poniendo el teléfono en su bolsillo—. A su


madre le dispararon. Debería estar preocupado. Debería querer saber.
Significa que quiere venganza y que no se conformará con confiar en que
la tendrá.

—¿Significa esto que estás de acuerdo con que vuelva al trabajo? —Me
senté.

—No me presiones, tuve que prometer que una enfermera...

—¡No lo hiciste! —No quería que una enfermera me vigilara en mi propia


casa. Me recordaba demasiado a Orlando, y no lo estaba en ese punto.

—Vendrá a comprobar que te estás recuperando bien y luego se irá,


dentro y fuera en menos de una hora. Es eso o unos pocos días más
aquí.

No dije nada, lo que fue tan bueno como estar de acuerdo. Necesitaba
volver al trabajo. Necesitaba que el mundo supiera que no estaba en
soporte vital o incluso asustada.

—Deberíamos filtrar a la prensa a qué hora me voy para que nos


alcancen, —dije, y la mirada en su cara...

—No...

—¿Por qué? ¿Porque esta perra va a hacer otro intento? Si me escondo


ahora significa que tengo miedo, que me arrastré de vuelta a casa
derrotada. Si la gente de esta ciudad piensa que no soy apta para liderar,
me presionarán para que renuncie. Trabajé demasiado duro y durante
demasiado tiempo para que me echen. Sé que quieres que descanse. Pero
no puedo... no completamente. Tenemos trabajos que hacer.

—Lo estamos haciendo a mi manera, —dijo finalmente, y supe que no


había que pelear con él en eso.

—Bien. —Mientras mi cara estuviera ahí fuera, y lo último que la gente


recordara no fuera que me habían disparado.

LIAM
Nos volvimos descuidados. Fue el efecto de nuestra propia arrogancia.
¿Quién nos dispararía? ¿Cómo pudimos permitirnos pensar así?
Habíamos estado en la cima durante tanto tiempo, nuestros enemigos
estaban tan golpeados y destrozados que ni una sola vez nos detuvimos
a pensar que tal vez, sólo tal vez, alguien nos miraba a través de un
visor... Ni una sola vez pensé en eso; estaba demasiado envuelto en
disfrutar de mi vida. Ni siquiera tomé en serio la advertencia de Mel sobre
Liling y Emilio, y como siempre, cuando se trataba de estas cosas, sus
instintos eran correctos. La había cagado y eso no podía volver a pasar.

—No quiere la silla de ruedas, —dijo Mina, saliendo de la habitación.


—Por supuesto que no. —Me burlé de mí mismo. Eso sería demasiado
fácil y mi esposa no lo hacía fácil. Todo era tan difícil como la mierda o
casi una locura; no tenía un entorno “simple”. Estaría luchando con ella
hasta el final de los putos tiempos.

Pero prefiero esa vida que una vida sin ella.

—Tengo que asegurarme de que todo y todos estén listos, —dije mientras
abría la puerta. Cuando se dio la vuelta para mirarme, sus labios rojos
en una línea dura, la nariz acampanada, y los brazos cruzados bajo sus
pechos, pensé que mi corazón se había detenido.

Se veía hermosa. Siempre era hermosa, pero este día se veía


especialmente hermosa. Llevaba un vestido blanco informal con un
blazer blanco y un sombrero. Parecía un conjunto impresionante, pero
en realidad, cada prenda que llevaba era a prueba de balas, como las
mías.

—No a la silla de ruedas, no tiene sentido, —me dijo.

—Lástima que te hayas arreglado y no vayamos a ninguna parte; después


de todo, acordamos hacer esto a mi manera. —Cuando se lo recordé,
levantó las manos como si fuera a estrangularme antes de respirar
profundamente.

Caminando más despacio que de costumbre, pero con la misma gracia


de siempre, aparentemente con tacones que era como andar en bicicleta,
se sentó en la silla de ruedas.

—Usted me frustra, Sr. Callahan.

—Es una calle de doble sentido, Sra. Callahan, —dije, moviéndome para
empujarla por detrás—. Sé que disfruta de sus discursos, pero sáltese
los de hoy. Hágales saber que está viva y bien.

—¿Quién es mi consejero, tú o Mina? —Me miró.

—Esposo, asesor, juguete sexual... soy un paquete. —Guiñé el ojo,


forzando otra sonrisa aunque quería llevarla a casa lo más rápido
posible. Las cosas habían estado tranquilas después de la muerte de Ju-
long... demasiado tranquilas, lo que significaba que estaban tramando
algo.
Todo había sucedido sin problemas, así que ¿Quién era el cerebro, Emilio
o Liling? ¿O trabajaban juntos como Mel y yo? Había pasado las últimas
dos semanas leyendo e investigando todo lo que Fedel había podido
reunir sobre Emilio, pero el hombre estaba limpio. No había nada, sólo
servicio comunitario, enseñanza, leyes, más servicio comunitario,
¿Ahora de repente estaba casado con la tríada china y nombrado como
Alcalde Interino? No sólo era paciente, era un maníaco.

—Puedo sentir que estás pensando, —susurró mientras nos empujaba


hacia el frente del hospital. Fedel se adelantó con Mina a la derecha de
Melody, enviando un mensaje de texto sólo Dios sabe quién.

—No es nada...

—Nada. Sé que estás mintiendo, te he dejado hacerlo durante las últimas


dos semanas, pero en el momento en que salgo todo empieza de nuevo,
—me recordó, recostándose en la silla.

No dije nada. Nos estamos volviendo demasiado viejos para esta mierda.

—Aquí vamos, —dijo Mina, colocando su teléfono de nuevo en su bolso


mientras las puertas de cristal se abrían para nosotros. Fedel y dos de
nuestros hombres se adelantaron.

—¡Gobernadora! ¡Gobernadora!

—Sra. Callahan, ¿Se encuentra bien?

—¿Tienes alguna palabra para la gente de Chicago?

—¿Ha estado el tirador...

Se detuvieron cuando un auto negro de Lincoln se detuvo justo detrás


del Mercedes que nos esperaba. Fedel incluso tenía la puerta abierta;
estábamos tan cerca.

—Es el Alcalde Cortés.

Ambos salieron del auto, Emilio, con su cabello oscuro en un corte más
apropiado para el Alcalde pero aún rebelde, vestido con un traje gris y
corbata negra con un ping de la bandera americana en el frente. Liling
llevaba un vestido de cóctel de encaje transparente, su cabello recogido
a un lado, un ramo de lirios en sus pequeñas manos.
¿Nos estaban jodiendo? ¿En serio? ¿Eran realmente tan intrépidos, o
simplemente tan estúpidos? Lilith se inclinó, una suave sonrisa en su
rostro mientras le entregaba a Mel las flores... como si la estuviera
mirando.

—Estamos tan contentos de su recuperación...

Melody se levantó de la silla, ignorándola completamente y a las flores,


extendiendo su mano a Emilio. —Alcalde Cortés, gracias por dar un paso
adelante por esta ciudad cuando yo no pude hacerlo. Pase lo que pase,
siempre necesitamos un gobierno que funcione.

—Por supuesto. —Le dio la mano y ambos se volvieron hacia las


cámaras, manteniendo la pose—. Espero de verdad que te recuperes lo
suficiente para volver a tu trabajo. Después de todo, ¿Qué sería de
Chicago, este estado del infierno, sin ti?

Astuto hablador de serpientes, hijo de puta.

—Mi esposa te trajo flores. —Asintió hacia Liling, que apretaba con
fuerza el ramo pero se las arregló para componerse de nuevo.

—Muchas gracias. —Melody sonrió brillantemente... falsamente... pero


aún así no las tomó—. Sin embargo, lo siento, soy alérgica a los lirios.

En la cultura china, era un gran insulto no aceptar regalos, y lo había


hecho no una vez, sino dos veces.

—¿En serio? Lo siento mucho, —dijo Liling entre dientes—. Estaba


segura de que tu...

Melody se alejó de ellos y se dirigió hacia las cámaras. —Damas y


caballeros, gracias por su amor y apoyo en este momento. Ha significado
mucho para mi familia y para mí. Quiero asegurar a la gente de Chicago
y de este estado que no sólo estoy sana sino que estoy inspirada para
hacer más.

—Gobernadora Callahan, Alcalde Cortés, ¿La policía les ha dado alguna


pista de quién pudo haber sido el tirador o si el francotirador de la caja
de arena estaba conectado a este caso?, —preguntó un reportero.

—En este momento...


—En este momento, todavía es una investigación pendiente. —Ella cortó
a Emilio antes de que pudiera adelantarse—. Confío en que la policía de
Chicago haga una investigación exhaustiva del asunto. Si el tirador sigue
ahí fuera, créeme cuando te digo que no me detendré ante nada hasta
que sientan todo el peso y la fuerza de esta ciudad alrededor de sus
cuellos. Los actos de terrorismo no pueden ser aceptados ni tolerados y
deben ser pisoteados de cualquier manera posible. Chicago ha recorrido
un largo camino en la última década. Todos hemos trabajado duro para
que esta ciudad no sólo sea segura para nuestros hijos, sino también
para los que vendrán. Este asqueroso, inmoral y horrible cobarde piensa
que un solo disparo destruirá de alguna manera todo lo que hemos
construido. Ese único disparo los convierte en peces gordos. Lo que
demuestra lo poco que esta persona sabe sobre este estado y sobre mí.
Si disparas y no caemos, volvemos con fuerza, más fuertes que nunca.
Así que sólo espera, la justicia está llegando.

—Después de esta declaración, damas y caballeros, voy a robar a mi


esposa de nuevo. —Le tomé la mano y la llevé al auto. Ella se deslizó
primero, hice una pausa, girando hacia el Alcalde. El bastardo tuvo el
descaro de sonreírme, su mano envuelta en su asquerosa, inmoral y fea
cobarde esposa.

Después de que me senté dentro, Fedel cerró la puerta. En el momento


en que salimos, Melody golpeó el asiento delante de ella, su pecho
subiendo y bajando con fuerza.

—¡Los quiero muertos!, —dijo—. La maldita perra tendrá lirios saliendo


de su trasero cuando termine con ella. ¿Cómo se atreve? ¿Cómo...?

Agarré su mano mientras temblaba de rabia. Comprendí sus


sentimientos. Los sentí correr a través de mí. Quería que se fueran tanto
como ella. Pero en ese momento, lo que importaba era que estuviera
tranquila... si eso era posible.

—Paciencia, —le dije, aunque no tenía ninguna propia.

—Que le den a la paciencia, Liam, quiero venganza. —Se volvió hacia mí.

Lo pensé por un momento.

—Entonces tendrás tu venganza. —Los ojos de Fedel se encontraron con


los míos en el espejo retrovisor—. Empezando por el hermano de Liling,
Ruò Jiàn.
Se detuvo, mirándome. —¿Lo tienes?

—En una caja hecha en China, irónicamente.

MELODY
¿Intentó darme flores? ¿Casi me mata e intentó darme flores? No
cualquier flor, ¿Pero la flor más comúnmente asociada con los servicios
funerarios? Era como si me escupiera en la cara. Me costó todo para no
estrangularla. En ese momento, pensé en al menos dos docenas de
formas de matarla mientras miraba sus ojos negros y brillantes.

Ahh. Hice un gesto de dolor en mi pecho. Me habían quitado los puntos


el día anterior y todavía sentía el dolor. Tratando de ocultarlo de mi cara,
me incliné hacia atrás en la silla y cerré los ojos.

—Mel... ¿Mel?

Cuando abrí los ojos, el auto se había detenido justo afuera de la casa.
Me dio una palmada en la cara cuando parpadeé dos veces, luego tres
veces antes de sentarme.

—Eso fue rápido.

—Estuvimos en el tráfico durante cuarenta minutos, —respondió—.


Vamos, estás cansada.
—Estoy bien...

—Tenías dolor antes, no discutas.

—Ruò Jiàn...

—¿Estás discutiendo? —Su ceja se levantó—. Confía en mí, no te


perderás nada. Ahora ven.

Sin esfuerzo me sacó del auto. No sabía si eran los analgésicos o mi


propio agotamiento lo que me hacía ceder, pero le permití que me llevara
de vuelta a la casa. Cada vez que cerraba los ojos sentía que saltaba en
el tiempo; en un momento estábamos en la puerta, al siguiente me estaba
poniendo en la cama. Sentada sola, me quité el estúpido sombrero que
me había hecho poner y lo tiré a un lado mientras me quitaba los
tacones.

—¡Mamá! —Escuché sus pequeños pies antes de que los viera.

—¡Dona! —Me reí cuando rebotó en la cama.

—¡Chicos, tengan cuidado! —Liam entró en pánico, sus ojos se dirigieron


no sólo a Dona, sino a todos ellos Wyatt, Ethan, Helen, Sedric y Nari me
rodearon, subiendo a la cama, poniéndose completamente cómodos.

—Hola, tía. ¿No estás enferma ahora? —Preguntó Sedric, inclinando la


cabeza hacia un lado con una piruleta en la boca.

—No, no estoy enferma ahora. —Puse mi mano en su cabeza.

—Dona y yo te hicimos esto. —Helen me puso un brazalete de cuentas


en la mano antes de que pudiera moverme—. Es de buena suerte.

—Gracias. Siempre lo llevaré puesto. —Era una mezcla de cuentas rosas,


azules y verdes con mi nombre escrito en el medio... bueno, en realidad
decía Melodi, pero estaba bastante cerca.

—Bienvenida de nuevo, —dijo Nari en voz baja. No se subió a la cama,


sino que se puso de pie a un lado junto a Ethan, siendo ambos los más
grandes.

—Vamos pequeños, la tía Melody necesita descansar. —Evelyn entró, se


acercó a mí, y me dio un abrazo, besando un lado de mi cabeza. Estaba
tan sorprendida que la miré fijamente antes de mirar a Liam, pero él me
sacó una foto con su móvil antes de guiñarme el ojo.

—Nana, quiero quedarme, —dijo Wyatt, deslizándose bajo las mantas a


mi izquierda y acurrucándose en una bola.

—¡Yo también! —Dona levantó la mano.

—¡Yo tres! —Sedric replicó.

—¡Oh, yo cuatro! —Helen se rio y uno a uno se metieron bajo las


sábanas.

—Chicos... —Liam empezó a decir pero se detuvo cuando Ethan se sentó


en el pequeño borde de la cama justo a mi lado. No dijo nada pero sus
mejillas se pusieron un poco rojas. Riendo, lo rodeé con mis brazos y le
besé la mejilla.

—Mamá, —murmuró en voz baja, pero me devolvió el abrazo.

—Aparentemente tenemos una pequeña revuelta en marcha. —Evelyn


cruzó los brazos.

—Sólo una película y luego nos iremos... dijiste que verías una película
con nosotros antes, mamá, pero no lo hiciste, —respondió Ethan.

Me había olvidado de eso.

—Bien, una película, —Liam aceptó y tomó el control remoto de la mesita


de noche. La pantalla plana salió de la pared—. Entonces es tu trabajo,
Ethan, asegurarte de que todo el mundo se vaya.

—¡Lo tengo! —Hinchó el pecho.

Por alguna razón, no creí que pudiera luchar contra esta... esta familia.
Mi familia. No era la primera vez que me disparaban, ni pensaba que
sería la última. Sin embargo, era la primera vez que estaba rodeada de
tanta gente. Sabía que eran mi familia. Estuve allí para todos sus
cumpleaños y navidades, pero esta era la primera vez que realmente los
vi estar allí para mí. Me sentí abrumada por eso.

—¿Mamá? —Wyatt llamó cuando le eché un vistazo; de alguna manera


había conseguido el mando en sus pequeñas manos.
—¿Sí?

—La película, ¿Cuál?

—Cualquier cosa está bien. —En el momento en que lo dije, todos


empezaron a gritar títulos de películas mientras yo me sentaba allí
apoyado en mi cabecera.

Cora, la susurradora de niños, de alguna manera llegó a tiempo,


sosteniendo al bebé Darcy en una mano y calmando al resto con la otra.
Se decidieron por algo llamado Spy Kids. En el momento en que empezó,
dejaron de hablar, sus ojos se enfocaron en la pantalla como pequeños
zombis.

Espeluznante como la mierda.

Aún así, estaba tan hipnotizada por ellos que no me di cuenta cuando
Liam se escabulló de la habitación. Declan fue el que se acercó de
puntillas a mí y me dio un teléfono móvil. No dijo nada. La pantalla se
encendió... allí en nuestro sótano estaba Ruò Jiàn. Me dio un auricular,
y acariciando la cabeza de Helen, se fue tan silenciosamente como había
entrado.

Aparentemente iba a ver otra película.


LIAM
—Mel... le dispararon... no sé qué tan mal pero...

—Hay mucha sangre frente a las puertas del hospital...

—Su condición es crítica, pero logramos detener la hemorragia. Sin


embargo, si no recibe un nuevo corazón en el día siguiente o algo así...

—¡Está en código! ¡Necesito un carro de paradas aquí!

—Su corazón está fallando...

Como un espectáculo de terror, los eventos de las últimas dos semanas


se repiten en mi mente una y otra vez. Me persiguió, hasta el punto de
que sentí que estaba perdiendo la cabeza. Por el bien de Mel, por el bien
de nuestros hijos, tuve que superarlo. Tuve que actuar como si estuviera
por encima de eso. Todas las sonrisas, todas las risas me estaban
afectando. No quería reír o sonreír. Quería sangre.

—¿Quién está ahí? No sabes con quién te estás metiendo. —Ruò Jiàn
gritó tontamente, con la cabeza golpeando en todas direcciones cuando
entré en la habitación.

—Desátalo y quítale la venda de los ojos, —le dije a Neal, que lo hizo
mientras me quitaba la chaqueta y se la entregaba a Fedel.

—Eres tú... —Jadeó mientras me quitaba la corbata del cuello.

Lentamente, me desabroché los botones de las mangas y los enrollé.


—Déjanos.

Fedel, Neal y los otros dos guardias de la habitación salieron, dejándome


solo con la única persona con la que podía descargar mi agresión en este
momento. Deslizando mi anillo de bodas y poniéndolo en el bolsillo de
mi chaqueta, me puse los nudillos de latón. Sus ojos se abrieron de par
en par.

—¡Dejé tu ciudad! ¡ME FUI! YO...

Su cabeza se disparó hacia atrás en el momento en que conecté con su


nariz. La sangre se derramó en su boca, su nariz se abrió y volvió a
tropezar. Se agarró la cara con una mano y sostuvo la otra hacia mí.
—¡Lo que quieras! Lo que quieras te lo daré. —No esperé, no pude
detenerme. Una y otra vez lo golpeé, la sangre salpicando mi cara,
cubriéndome mis manos. Cuando cayó al suelo, lo levanté por el cuello
y le golpeé más fuerte. Los huesos se quebraron, los dientes cayeron de
su boca, y aún así no pude detenerme. Mi visión estaba completamente
roja.

¿Cómo se atreven? —¡Cómo carajo se atreven! —Grité. Su cuerpo se


desplomó—. No, no puedes morir, no hasta que te cuelgue por las pelotas
y me ruegues, hasta que tú y tu hermanita me rueguen para morir,
entonces les cortaré la cabeza, ¿Me oyes? ¡NO PUEDES MORIR! ¡No has
sufrido lo suficiente!

—Liam.

Cuando levanté la vista, Melody está de pie en la puerta. No dijo nada,


sólo me miró fijamente, y cuanto más lo hacía, más se aclaraba mi
mente. Cuando volví a mirarlo, ya no pude ver su cara. Sólo sangre,
carne y baba. Lo dejé ir y cayó de nuevo al suelo como una muñeca rota.
Me puse en pie y me limpié un lado de la cara mientras respiraba
profundamente.

—Tus manos. —Finalmente habló de nuevo, levantando mis manos entre


nosotros; los nudillos de latón se habían clavado tan mal en los míos que
cuando los deslice, un poco de mi piel se fue con ellos.

—Estoy bien, deberías...

—Si me dices que descanse una vez más te verás peor que nuestro
invitado aquí. —Se quejó, quitándome el segundo par de mis manos—.
Sabía que te estabas conteniendo, pero si no te controlas, él morirá y no
obtendremos respuestas.

Una parte de mí no quería las respuestas; sólo quería que murieran.

—Declan, —gritó y él, junto con un médico, no estaba seguro de cómo


estaba ya aquí, entró. Declan le entregó un botiquín de primeros auxilios
mientras el médico se acercaba al montón de mierda que sangraba en mi
piso.

—Siéntate. —Melody se me acercó, levantando la mano e inclinando la


cabeza a un lado para que solamente pudiera y estuviera enfocada en
ella—. Ahora, Liam.
Suspirando, seguí su dirección, moviéndome para sentarme en la silla
en la que había dejado mi chaqueta. Arrodillada frente a mí, sacó los
algodones, los empapó en alcohol antes de ponerlos en mis nudillos.

—¡Ay! —Le silbé.

—Oh boo boo, tu gran bebé, —murmuró en voz baja pero frotó
ligeramente el segundo nudillo. No había nada más que pudiéramos
decir, así que me senté allí, dejando que me tratara mientras
esperábamos que el cabrón volviera...

Y esperé.

Y esperé.

Y jodidamente esperé hasta que estuve listo para devolverle la vida. Dos
horas esperamos hasta que se drogó con tanta morfina que pudo
sentarse y hablar... un poco.

—Deja la habitación, —me dijo, y la mirada en sus ojos fue la única razón
por la que no discutí, saliendo para unirme a Declan y Neal mirando a
través del espejo.

—Cuéntame todo sobre tu hermana y Emilio, —le dijo Melody, con


calma. Solo pudo abrir uno de sus ojos. Se balanceó de lado a lado casi
imperceptiblemente, tratando de mantenerse alerta. Puso su mano sobre
su hombro—. Siento que te haya pasado esto, —añadió, y casi me da un
maldito ataque al corazón.

—¿Qué? —Neal jadeó en estado de shock, el resto de nosotros demasiado


aturdidos para hablar.

¿Mel? ¿Mi esposa? La mujer que no tiene ni un solo hueso de disculpa


en su cuerpo, ¿Ha dicho que lo siente? O yo estaba muerto o ella estaba
en un infierno de drogas...

—Liam Callahan es peligroso. Te mantendrá con vida para torturarte el


mayor tiempo posible. —¿Qué está haciendo?

—¿Por qué... por qué te importa? —se las arregló para decir.
—Me importa porque sé que no es tu culpa, —susurró—. Y tú no tienes
nada que ver con nada de esto. Eres tan víctima como yo. No sé lo que
has oído sobre mí, pero no es verdad, y no quiero ver a más gente herida.

—Liling dice... —Respiró profundamente—. Mi... hermana... dice que


eres un... monstruo... mentiroso.

—Tu hermana mató a niños. Niños inocentes. Puede que no sea una
santa, pero no soy un monstruo o una mentirosa. —Estaba mintiendo;
era ambas cosas—. Liam me escucha porque soy inteligente y me ama.

—No podía dejar pasar la oportunidad de adularse a sí misma. —Puse


los ojos en blanco y tanto Declan como Neal se rieron.

—Si te lo digo, va a matar a mi hermana...

—¿Ruò Jiàn? —Tomó una toalla para limpiar la baba que salía de su
boca—. Tu hermana no sólo mató a los niños, sino que también mató a
tu padre. Ella y Emilio no se preocupan por nadie más que por ellos
mismos. ¿Cómo crees que llegaste aquí? No te protegieron porque no les
importaba. Es hora de que te cuides. Une tus manos con Liam. Me
aseguraré de que te escuche. Deberías ser la cabeza de tu familia.
Deberías ser el líder de la tríada Tàiyáng, no tu hermana, ni un extraño.
Tú. Liam puede hacer que suceda, sólo tienes que decirle lo que sabes.

Era jodidamente brillante. No quiso decir ninguna de las palabras que


salieron de su boca y sin embargo las dijo tan apasionadamente que
tenías que creer... y lo hizo.

—Liling siempre quiso ser la cabeza de la familia. —Cantaba como un


canario en una mina de carbón—. Padre siguió negándola. La mitad de
la tríada la apoya, la otra no. Ella está tratando de probarse a sí misma.
No sé dónde conoció a Emilio, no sé nada más que es cualquier hijo de
algún hombre poderoso. Es inteligente e inventó esta nueva droga,
Blphine, y se extendió por toda China, así que papá le dio la bienvenida.
Sin embargo, no nos dijo que los que toman Blphine estarán muertos en
un año. Padre le pidió que redujera la dosis, pero no sería tan efectiva,
así que la tomó y la trajo aquí, y Liling lo siguió. No sé nada más sobre
él, aparte de...

—¿Aparte de?

Él tosió y lo sujeto. —¿Estás bien? Lo siento, pregunta tonta.


Oh Dios, Melody. ¿No crees que estas llevando el nivel de la amabilidad
un poco lejos?

—No... no... es sólo que... está obsesionado contigo.

¿Qué?

—¿Qué? —Había leído mi mente.

—Emilio, —repitió—, está obsesionado. Liling se quejó una vez de que


tenía toda una habitación llena de fotos tuyas. Está celosa. Se suponía
que no debía disparar para matarte. Casi la mata cuando se enteró. Eso
es todo lo que sé, lo juro. Sea lo que sea, te quiere a ti.

Melody miró al espejo, y antes de que él o yo pudiéramos siquiera


parpadear, sacó un arma, se la puso en la cabeza y apretó el gatillo.
Capítulo 18
"Nunca persigas a la gente y ruegues por su lealtad y respeto.
O están contigo o no lo están".
~ Desconocido ~

CORA

—Gracias, Padre, su sermón fue hermoso. —Extendí la mano y la


estreché.

Puso su mano sobre la mía. —Por supuesto, querida. Siento mucho tu


pérdida. Que tu prima descanse en paz.

Asintiendo, soltó mi mano cuando otros miembros de la congregación se


acercaron, dejándome de pie a las puertas de la iglesia. Girando hacia
atrás, caminé hacia el altar, una foto de Imani rodeada de sus flores
anémonas favoritas.

—¿Descansar en paz?

Ni siquiera tuve que volverme para saber quién era. Apestaba a Chanel
Número 5 y a un inflado sentido de la importancia personal. Cuando me
di la vuelta, vi que estaba vestida con un enorme y horrible sombrero
negro de iglesia, traje, guantes e incluso un pañuelo negro.

—¿Cómo puede descansar mi hija sabiendo que su asesino anda suelto?,


—preguntó mi tía con frialdad—. Cuando el asesino se atreve incluso a
aparecer en su funeral.
—Lo siento, tía, no sé de quién estás hablando. Imani murió de una
embolia de aire. Estoy segura de que debe ser muy trágico para ti;
después de todo, la visitaste una docena de veces en la última década.
—Volviéndome hacia ella, vi sus ojos marrones que me miraban
fijamente—. Por favor, acepta mis condolencias...

SLAP.

Para una mujer de sesenta y tantos años, debo reconocer que tenía una
mano... podía golpear a una persona. Mi mejilla ardía tan mal que utilice
una mano para flexionar mi mandíbula y frotar un lado de mi cara.

—¿Crees que soy una tonta?, —dijo, enfrentando mi cara—. En un


momento mi hija está bien, y al siguiente tu cuñada necesita un corazón
y mi hija está muerta. Confió en ti y la serviste en una bandeja. ¿No
tienes vergüenza, Coraline? ¿Ya no tienes corazón o alma o algo en ti que
te haga un ser humano? ¡Ella era de la familia! ¡Nuestra familia! ¡Mi
familia! No siempre fuiste así; ¿Qué corrompida, qué tan baja, te has
vuelto?

Sonreí a eso. —¿Nuestra familia? Nunca fuimos una familia. Era tu


cajero automático, tu saco de boxeo emocional, y cuando por fin devuelvo
el golpe, ¿Ahora soy una corrompida? ¿La desalmada? ¿Dónde estaba tu
discurso después de que tu hija asesinara a un hombre y tratara de
culparme? ¿Dónde estaba tu corazón cuando se enteró que estaba
enferma o cuando estaba en el hospital? ¿Dónde estaba? ¿Qué estaba
haciendo? Oh, claro, estabas saltando atrás de un hombre rico... la vi
levantar su mano para abofetearme de nuevo y me preparé para eso, pero
antes de que pudiera, Declan le agarró la muñeca.

—Señora, entiendo que esté de luto, pero nadie golpea a mi esposa por
ninguna razón, al menos no sin una pelea de mi parte. Sea lo que sea,
estoy seguro de que podemos hablarlo, —dijo con calma. Con toda
honestidad, no lo quería aquí en este momento.

—Un día, Coraline, un día todo esto volverá a ti y sufrirás por ello. Pero
no te preocupes, iré a tu funeral y le daré mis condolencias. —Se dio la
vuelta para irse.

Declan se movió para tomar mi mano, pero lo rodeé, sin decir nada
mientras salíamos, el sol era tan brillante que tuve que ponerme las gafas
de sol. No tenía energía para hablar con nadie y por suerte no tuve que
hacerlo cuando el auto se detuvo frente a la iglesia en ese momento.
Declan mantuvo la puerta abierta para que entrara primero y cuando lo
hice, el ruido del mundo exterior se amortiguó. Cerré los ojos, respirando
con calma.

—Ibas a dejar que te golpeara, —dijo, y no le respondí ni me molesté en


mirarlo—. Ibas a dejar que te diera una bofetada porque crees que te lo
mereces. Quieres ser castigada por ello.

Fuimos a unas cuantas sesiones de terapia de pareja y ahora cree que


puede leer mi mente.

—No voy a decir que no hiciste nada malo, —continuo, y en eso abrí los
ojos para mirarlo a través de mis gafas de sol—. No voy a decir que hiciste
algo bueno o incluso lo correcto. No es tan simple como eso. Hiciste lo
mejor que pudiste para nosotros y nuestra familia. Todos los demás en
el mundo pueden juzgarte, pero para nosotros y nuestra familia, significa
todo. Gracias, Cora, por todo. —Me besó el dorso de la mano.

¿Era posible sentirse culpable sin arrepentirse de lo que había hecho? Si


es así, así es como me sentí. Inclinándome hacia él, no hablé porque no
sabía qué decir. En cambio, puse mi cabeza en su hombro.

La vida sería mucho más fácil sin la culpa.


FEDEL
—Deberías haber visto a estos idiotas medio aturdidos, andaban por ahí
como malditos zombis, tenían la intención de salir y hacerles entrar en
razón. Sus pobres madres debieron perder la cabeza. Todos ellos
corriendo por ahí gritando ¿Potresti Aiutarmi?9 ¡Ho bisogno di un
dottore!9 —El Gran Tony habló con toda la barbería mientras se inclinaba
cerca de la parte posterior de la cabeza del hombre sentado en la silla
frente a mí, usando un peine y unas tijeras para cortar un poco más. A
pesar de su nombre, el Gran Tony no medía más de 1,70 m y pesaba
menos de 60, pero lo que le faltaba en apariencia, lo compensaba en
personalidad. Se había mudado a Chicago desde Jersey a los ocho años
y ahora a los cincuenta y cuatro, su tienda era donde todos los italianos
venían para su corte o una buena historia de mierda.

—Aeh Fedel, ¿Qué dicen los Jefes sobre esta nueva droga y esa mierda?
¿Realmente está convirtiendo a la gente en zombies como dice el Gran
Tony o está dando la lata otra vez? —Giulio, el hombre de la silla, se rio.

—Sí. —Levanté la barbilla para que Dino, mi barbero, extendiera la


crema de afeitar—. Es el apocalipsis, Giulio, tenemos gente comiendo
caras y mierda. —Me reí un poco de todo el mundo en la tienda, incluso
el Gran Tony—. No, pero este Blphine, no es seguro, y te matará más
rápido que tomar heroína y cristal de forma consecutiva.

—¿Qué les digo, muchachos? ¡Cosas hechas en China! —El Gran Tony
respondió y hasta yo me reí de eso—. Probablemente oliendo smog,
plástico y huesos de perro.

—Eres un racista de mierda, Gran Tony, —alguien gritó y simplemente


les hizo un gesto.

—Vai e for titi, grassone bastardo10, —se echó atrás, lo que hizo que el
hombre se pusiera de pie. Tres segundos... ese es el tiempo que nos tomó
discutir. Jesús, nuestra gente, juré que vivían para esta mierda.

—¿De qué va todo esto, bebés? —El tío Vinnie gritó, saliendo del baño y
todavía ajustándose el cinturón. Siempre afeitado con sombrero de copa,

9
¿Potresti Aiutarmi? ¡Ho bisogno di un dottore! —¿Podría ayudarme?
¡Necesito un médico!
10
Vai e for titi, grassone bastardo10, —Ve por ello, gordo bastardo.
jersey y corbata, Vincent Buccieri o el tío Vinnie como todos le llamaban
porque realmente era como ese extraño tío viejo que no se conocía en la
boda pero con el que todos hablaban de todos modos, era el mayor de
todos nosotros, con ochenta y siete años el mes que viene—. Cuando yo
tenía tu edad, echábamos a los perros irlandeses de la ciudad, no nos
peleábamos con nosotros mismos.

—¿Cuántas veces tenemos que decírtelo? Ya no estamos en guerra con


los irlandeses, tío Vinnie, —le recordó el Gran Tony.

—¡Siempre estamos en guerra! —Le apuntó con su bastón—. Ustedes,


maricas, lo han olvidado desde que siguen a los maricas.

Uno por uno sus ojos se dirigieron a mí. No era un secreto que era la
mano derecha de Melody Nicci Giovanni Callahan; era parte de la razón
por la que muchos de ellos también venían aquí, para conseguir una
palabra o un favor o un trabajo a través de mí. Nunca cometieron el error
de insultarla delante de mí.

—Oh sí, tío Vinnie, —dije, sentado en la silla—. El jefe quería que les
agradeciera a usted y a su esposa por la botella de Masseto de 1990.

—¡Non c'è problema!11 —dijo, moviéndose para tomar asiento en una silla
de barbero vacía.

—Me preguntó si a tu esposa le gustaba el Barolo Riserva de 1961 que


le había enviado, —añadí.

—¡E' perfetto!12 —Se besó las yemas de los dedos—. Siempre he dicho
que nadie puede escoger una botella de vino como un Giovanni. Cuando
Orlando era joven, solían decir que si el vino no fluía en la calle de Bosa,
estaba durmiendo o follando.

Me reí de eso. La última vez que volví a Bosa fue justo después del cuarto
cumpleaños de Wyatt y Donatella.

—Fedel, ¿Cuántos cortes de cabello gratis más hasta que me cambien a


servicio de botella? —El Gran Tony me preguntó.

—¿Cuándo he conseguido algo gratis?

11
Non c'è problema —No hay problema.
12
E' perfetto12 —Es perfecto.
Frunció el ceño a la maquinilla de afeitar, y luego a mí. —¿Ven esto,
amigos míos? Tacaño, quejándose de los cortes de cabello gratis cuando
puede pagarlos.

—No nos desviemos. Tío Vinnie, ¿Cuándo empezaste a dar y recibir


botellas de mil dólares? —Giulio se quedó sin aliento como el resto de los
hombres de allí.

El tío Vinnie sacó su periódico, diciendo con orgullo —Los Buccieri y los
Giovanni son una familia.

—Si ustedes dos son familia, ¿Qué somos el resto de nosotros? —Giulio
interrogó.

Todos se volvieron hacia el tío Vinnie, que miró la esquina de su


periódico. —No sé de ellos, pero ¡Sei uno stronzo!13

Todos nos reímos mucho de lo natural que lo dijo.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó un niño pequeño que parecía de la


misma edad que Ethan y que tenía el cabello corto castaño—. No lo
entiendo.

—Oh no. —El Gran Tony suspiró, girando a Giulio para que se mirara al
espejo.

—Pobre chico, —murmuró Dino mientras me afeitaba por encima de mi


labio.

Casi me sentí mal por él cuando el tío Vinnie empezó a despotricar, —No
lo entiendes. ¿Qué es lo que no entiendes?

Por el rabillo del ojo, vi al chico encogerse de hombros. —No entiendo el


italiano.

—Entonces eres un fenómeno. —El tío Vinnie enrolló el periódico,


señalándolo. Dino tuvo que parar un momento, se esforzaba tanto por
no reírse—. ¿Cómo que no entiendes el italiano? ¿Un pez no entiende
cómo nadar? ¿Un pájaro no entiende cómo volar? Si no puedes entender

13
Sei uno stronzo— Eres un imbécil.
a tu propia gente, entonces eres un fenómeno de la naturaleza. Morirás
en el frío. No entiendes el italiano. ¡Bien, no entiendo el inglés! ¡Aprende!

No se detuvo ahí, sino que se pasó al italiano, preguntándole si sabía de


dónde era y comenzando a quejarse de esta generación.

—¡Fedel! —me llamó.

—¿Sì? —Incliné la cabeza hacia un lado, permitiendo a Dino palmear los


lados de mi cuello.

—Los hijos de Melody, entienden nuestro idioma, ¿Correcto? ¿O es que


esos bastardos irlandeses ya los tienen usando faldas?

Todos nos reímos, incluso yo, que estaba seguro de que los kilts eran
algo escocés.

—Aún no hay faldas, señor, y el más grande, Ethan, lo entiende, pero


aún lucha para hablarlo. Llegará, la Jefa se está asegurando de eso.

Asintió antes de mirar al chico con asco. —No entiendes el italiano. Huh.
¡Marmocchio!14

Pobre chico, pero estaba seguro de que intentaría aprenderlo ahora.

—Gracias, Dino, —le dije, entregándole el pago mientras me levantaba


de la silla.

—¿Ya nos dejas? —Big Tony preguntó—. Ni siquiera he conseguido mi


botella de vino todavía.

—La próxima vez. Los veré a todos la semana que viene, y chico. —Puse
mi mano en la cabeza del pobre chico que Vinnie había destruido—. Trata
de aprender algunas palabras para entonces. Tómate tu tiempo; no serás
un fenómeno para siempre.

—Gracias, —refunfuñó mientras salía, ajustando el cuello de mi


chaqueta.

—Fedel Morris, —dijo mi nombre como el diablo reclamando un alma.


Cuando lo enfrenté, se puso hombro con hombro conmigo en un traje

14
¡Marmocchio!— Mocoso
negro y una corbata verde oscura. En sus manos había un paraguas,
cuyo mango era un lobo plateado.

—Alcalde Cortés, —le respondí, mirando alrededor de los edificios frente


a mí.

—Ahora, Fedel. —Se puso delante de mí con una sonrisa maliciosa—. Si


fuera a matarte, no haría el viaje hasta aquí personalmente.

—¿Qué tiene que ver el Alcalde de Chicago con un guardaespaldas don


nadie?

—¿Un don nadie? —Frunció el ceño y parecía realmente confundido—.


¿Cómo puede, la mano derecha de la familia Callahan, ser un don nadie?
Todos en esta calle saben quién eres. Eso, para mí, significa que eres
alguien muy importante.

—Alcalde, estoy muy ocupado en este...

—Claro, claro, por supuesto, el perro debe volver con su amo. —Asintió,
colocando el paraguas hasta su hombro. Si esperaba una reacción, no la
obtendría de mí—. Ven a trabajar para mí, Fedel.

—¿Repítelo? —Mis ojos se abrieron de par en par. De todas las cosas que
me imaginé que diría, esto no estaba en la lista.

—Te estoy ofreciendo un trabajo. El cambio está llegando a esta ciudad,


y cuando lo haga me gustaría que estuvieras trabajando a mi lado. Lo
que sea que te paguen...

—¿Crees que decidí dedicar mi vida a una familia por la paga?

—Por supuesto que no. Si lo hubieras hecho, no estaría aquí


personalmente para darte esta oportunidad. —La pequeña perra
engreído y arrogante estaba empezando a molestarme.

—Déjenme aprovechar esta oportunidad para hacerles saber que


perderán esta pelea. He visto hombres mucho más fuertes y despiadados
tratar de pararse frente a Melody Nicci Giovanni Callahan; ninguno de
ellos está vivo para contarlo. Ella gana. Siempre gana. El mundo, el sol,
la luna giran a su alrededor. Y si has estado acechándola, entonces
deberías saber esto. Así que mi respuesta es no, no trabajo para hombres
muertos. —Caminando alrededor de él, hice un movimiento para
acercarme a mi auto más adelante, pero en vez de eso saqué mi teléfono
y marqué. Tomó menos de diez segundos para que otro auto diera la
vuelta a la esquina.

—Dime, Fedel, —dijo. Cuando me moví para entrar, se dio vuelta, su cara
sin emoción e imposible de leer—. ¿Por qué todo el mundo llama a Melody
por su nombre completo? Es un trabalenguas, ¿No crees? Melody Nicci
Giovanni Callahan.

—Cuando te ganas un nombre, la gente lo respeta, no importa lo largo


que sea. —Cerré la puerta. Sólo cuando estaba lo suficientemente lejos,
encendí el motor a distancia. No pasó nada.

—¿Pensaste que estaba amañado? —preguntó Frankie, el conductor que


sólo tenía veintidós años y acababa de empezar a trabajar a mis órdenes
después de ser un traficante de drogas en las calles—. Sigo diciendo que
eres demasiado paranoico. ¿Qué pasó con esos instintos de piedra...?

¡BOOM!.

Mi cabeza retrocedió para ver mi auto ahora en llamas negras.

—¡Maldita sea! ¿Eso realmente acaba de suceder? ¡Mierda! ¡Mierda! —


Frankie gritó, a punto de saltar de su piel.

Emilio, hijo de puta.

—Cállate y conduce. No es el primer auto-bomba en Chicago y no será el


último. —Sacando mi teléfono, detuve la grabación, enviando el archivo
a Melody, como siempre.

No me afeitaba o me cortaba el cabello en la peluquería de Big Tony sólo


por placer. Me sentaba en lugar del Jefe, como sus oídos. Todo lo que se
decía, lo escuchaba directamente de ellos a través de mí, porque sabía
que nunca podría sentarse con ellos de la misma manera.

No era el perro... era la mosca de la pared, y no me importaba.


Capítulo 19
“El león no puede protegerse de las trampas, y el zorro no
puede defenderse de los lobos. Por lo tanto, hay que ser
un zorro para reconocer las trampas, y un león
para asustar a los lobos”.
~ Nicolás Maquiavelo ~

LIAM

No me gustan los centros comerciales, o las boutiques, o las tiendas de


comestibles; con toda honestidad, los restaurantes, la iglesia, y nuestra
organización benéfica eran los únicos lugares donde realmente podías
encontrarme pasando tiempo con otros “ciudadanos”. Si alguna vez
necesitaba ir de compras por cualquier razón, llamaba antes y me
aseguraba de que estuvieran cerrados para todos los demás clientes. Mis
trajes estaban hechos a medida y el sastre venía a mi casa. El resto de
mi ropa la había comprado Melody, y sabía que tampoco frecuentaba los
centros comerciales. Supuse que era el fruto de haber sido criado rico o
tal vez sólo nuestro propio ego. De cualquier manera, era como éramos…
¿Por qué importaba? Porque estaba cazando, y como todos los cazadores,
necesitaba entender a mi presa para atraparla.

—¿Y este es el collar que ordenó correcto? —Pregunta—, levantando el


colgante de diamante de doble halo en forma de corazón amarillo-verde
hasta su rostro.

—Sí, este es el collar personalizado que el Sr. Callahan ordenó. Él mismo


eligió el diamante, —responde el vendedor, moviéndose para quitárselo.
Sin embargo, ella se echa atrás, con una sonrisa malvada que se extendía
por su rostro. Lleva un vestido blanco informal y su cabello negro, que
siempre estaba recogido en todas las fotos que había visto de ella, ahora
estaba hacia abajo y en ondas sueltas.

—Cualquiera que sea el precio, lo doblaré. —Ya se había movido para


colocarlo alrededor de su cuello.

—Y encima doblara mi oferta. —Finalmente entro al frente de la joyería


Ocean Mile, metiéndome en la boca las gominolas que tenía en las
manos. Sus ojos negros se abrieron de par en par mientras me miraba
antes de devolverla a los guardias—. Caballeros, la dama ya no necesita
su ayuda. Son libres de irse.

No sólo se fueron sus guardias, sino que también lo hizo el joyero, que
se encerró detrás del mostrador antes de correr detrás de mí y entrar en
el cuarto de atrás.

—Para que lo sepas, mi esposa prefiere los diamantes cortados en forma


de pera; nunca la atraparían muerta con corazones alrededor del cuello.
—Me apoyo en la vitrina, metiéndome otro caramelo en la boca—. Pero
no te importa, sólo quieres eclipsarla de cualquier manera, y como Emilio
no te dejará dispararle de nuevo, ¿crees que un collar de diamantes
funcionará para molestarla, Liling? Lástima, mi esposa asumió que eras
más inteligente. Yo, por otro lado, estaba seguro de que sólo eras una
aspirante a princesa de la mafia.

Su nariz se ensancha y en un segundo levanta un arma, apuntándome


a la cara. —¿Honestamente crees que no tendría un arma? Lástima,
pensé que eras más inteligente que eso. Emilio, en cambio, piensa que
eres inútil.

Echó un vistazo a la pistola que aún está en mi cara. —¿Vas a apuntarme


a la cara todo el día o vas a disparar?

—¿No crees que lo haría? —Aprieta el gatillo y, por supuesto, no pasa


nada.

—Realmente eres una idiota épica, ¿verdad? —La miro con puro asombro
antes de reírme—. Jesús, no es de extrañar que Ju-long no quisiera
dimitir, sus dos hijos son unos imbéciles.

—¡Hijo de puta! —Me ataca—, pero antes de que pueda hacer algo más
que ruidos de animales con su boca, le golpeó el brazo y le agarro un
puñado de cabello antes de golpear su cabeza contra la vitrina. No
escucho sus gritos mientras arrastro su rostro por los bordes del vidrio,
cortando su piel de porcelana antes de arrojarla al suelo, con mis zapatos
sobre su pecho.

—Eres una decepción, —le digo—. Pero también me has explicado


mucho. Todo esto, toda la planificación, no tienes ni idea de lo que está
pasando, no eres más que una marioneta sin sentido que está celosa de
mi esposa. Todo lo que tenía que hacer era dejarle saber a algunas
personas que le iba a dar un collar a mi esposa y aquí vienes
arrastrándote como una rata a una jaula. Intentas vestirte como ella,
cambiar tu cabello, tu caminar, tu maquillaje, todo para ser una mujer
que nunca podrás ser. ¿Qué tan triste es tu maldita vida? ¿Tu padre no
te quiso lo suficiente, es eso?

—Él…

Saco mi pistola y le disparo en la muñeca. —¡AHH!

—Pensándolo bien, me importan una mierda tus problemas con tu


padre. Demonios, no me importa una mierda ninguno de tus problemas.
—Mientras presiono mi pie más fuerte en su pecho, ella jadea—. Lo
siento, ¿te ha dolido? —Le pregunto, disparando de nuevo en su otro
brazo—. Vas a tener que perdonarme, han sido unas semanas muy
duras.

—Melody no pudo luchar contra mí, así que te envió a ti… ¡Argh! —Grita
cuando muevo mi mano hacia atrás y disparo a sus piernas. Cuando le
quito el pie del pecho, rueda sobre su lado, haciéndose una bola cuando
me acuclilló a su lado.

—Le disparaste a mi esposa. —Me burló, la ira que había estado tratando
de contener sale burbujeando a la superficie—. Esa es la diferencia entre
ustedes dos. Mi esposa te habría matado con sus propias manos. Sin
embargo, ¿creo que es una pérdida de tiempo para la Gobernadora, ¿no?

—Emilio…

BANG.

—Tu…

—Era una pregunta de sí o no, Liling. ¿Quién coño te crees que eres para
disparar a mi mujer? La madre de mis hijos, la Jefa de la Mafia Italiana…
—¡Por ahora! —Me escupe.

—Como sabes, esta pistola está cargada, —digo, apretando la pistola


contra su cráneo—. Si no respondes a mis preguntas, la descargaré en
tu cráneo.

—¡Jódete! ¡JÓDETE! Me vas a matar de todas formas.

—Liling, descubrirás que hay cosas peores que morir, como lo hizo tu
hermano… te lo prometo.

MELODY
En el momento en que atravieso las puertas, todo lo que escucho son
aplausos; vienen del equipo de seguridad, el personal en el terreno e
incluso algunos invitados en un recorrido por el edificio estatal.

—¡Bienvenida de nuevo, Gobernadora!

—¡Le hemos echado de menos, Gobernadora!

Mina se pone a mi lado mientras caminábamos y saludó cortésmente


mientras regresábamos a mi oficina, a la que no había regresado en casi
un mes. Mi doctor y Liam seguían diciéndome que me lo tomara con
calma, pero no podía esperar más. Tenía mucho que hacer, sobre todo
averiguar quién carajo había votado a favor del Alcalde Cortés y por qué.

—Bienvenida de nuevo, Señora. —Bruce, mi secretario, se levanta de su


escritorio, con una taza de café ya en sus manos.

—Gracias, Bruce, pero no hay café…

—Es un té de hierbas, es lo mejor para el corazón. —Me hace una seña


con la cabeza y lo tomo pero no bebo—. Tiene unas treinta llamadas de
otros Alcaldes y Funcionarios. Hice que enviaran las cestas de fruta y los
regalos al auto ya que sé que odia que su oficina esté abarrotada. Nadie
más que el equipo de limpieza ha entrado ahí desde que… se fue. Si algo
está fuera de lugar, hágamelo saber y… —Suspiró—. Me alegro de que
haya vuelto; este lugar era como un cementerio. —Se inclinó más
cerca.— Incluso tuvimos algunas personas que trataron de abandonar el
barco y se unieron a algunas personas. Tengo sus nombres resaltadas.
—Me entrega un papel para que todos supieran que estaba delatando
con orgullo.

—Como siempre, buen trabajo, Bruce. —Asiento, tomo la lista y vuelvo


a mi oficina.

Como había dicho, nada estaba fuera de lugar mientras caminaba por la
alfombra azul, moviéndome detrás de mi escritorio Bubinga y
sentándome de nuevo en la silla.

—¿Te lo perdiste? —Mina pregunta, tomando un asiento frente a mí.

—Es sólo una silla.

Inclina su cabeza, una sonrisa en sus labios. —Esto es sólo una silla. —
Señala su asiento antes de señalar el mío. —Eso es un trono. Te sientas
ahí, controlas este estado.

—¿Cuándo van a venir? —Cambio de tema aunque tenga razón y me


encantaba la maldita silla.

Bip.

—Señora. —Bruce dice por teléfono—. Tenemos a los miembros del


consejo de la ciudad aquí. Dicen que tienen una reunión, pero no tengo
nada en los libros.
—Déjalos pasar, —respondo—. Mina se levanta de la silla y camina
alrededor del escritorio para estar a mi lado.

Uno por uno, doce miembros del ayuntamiento entran en mi oficina,


ninguno de ellos parece feliz de estar aquí. Era como si los niños tuvieron
que venir a la oficina del director después de ser atrapados haciendo
trampa.

—Por favor, siéntese…

—Pueden estar de pie. —Cortó a Mina—. Al menos hasta que alguien me


explique cómo un don nadie de la nada se convirtió de repente en el
Alcalde de la ciudad más grande de Illinois de la noche a la mañana.
Parece imposible. De hecho, no veo la forma en que esto podría haber
sucedido a menos que todos ustedes estén ocultando algo. Sé que tú,
Steven, has estado buscando el trabajo para ti. Y tú, Diane, incluso
planeaste apoyarlo. El resto de ustedes me juraron que nunca votarían
a menos que yo lo aprobara. ¿Así que esta es su forma de decirme que
ya no me apoyas? Si es así, estoy dolida, pero a ustedes le va a doler
mucho, mucho más.

—El hijo de puta nos está chantajeando. —Steven suspira.

—No me digas, ¿pero con qué? —Estalló.

—El caso Duncan. —Uno de ellos habla y tengo que cerrar los ojos e
inhalar profundamente, con las uñas clavadas en el brazo de la silla.

—Y cómo un don nadie sabe de un caso que ya no debería existir porque


sus vidas dependían de hacerlo desaparecer ¡Idiotas! ¡Malditos idiotas!

—Nosotros no…

—¡Está en una reunión! —Bruce grita cuando la puerta se abre y como


el mismo diablo, Emilio Cortés entra con una gran sonrisa en su cara.

—¿Llego tarde? Pensé que ya que probablemente iba a ser el tema de


discusión en su primer día de regreso, Gobernadora, ¿por qué no venir
en persona? —Se acerca a mi escritorio, se sienta en una de las sillas
frente a mí, y apoya sus pies en el escritorio. Metiendo la mano en su
bolsillo, saca un chicle—. Ahora, ¿dónde estábamos?

—Bruce, está bien. —Asiento con la cabeza a la puerta, con los ojos en
los zapatos de piel de serpiente que tengo en mi escritorio.
—Estábamos en el caso de Duncan.

Dio un largo silbido antes de hablar.

—Oh hombre, la has cagado en esa. Enterrar residuos tóxicos cerca de


las casas definitivamente hará que la gente se enfurezca. Y usted,
Gobernadora, ¿sabiendo de ello y encubriéndolo? Puede que no haya
pasado bajo su mando, pero aún así, vamos, ¿no se supone que es mejor
que eso? ¿No es por eso que la gente de esta ciudad la eligió en esa linda
silla, lo siento, trono? —Le guiña un ojo a Mina… así que aparentemente
mi oficina también tenía un maldito micrófono—. Si te presentas para
Presidenta, estoy seguro de que saldrá a la luz y será todo tipo de mala
prensa.

—Pueden irse todos, —le digo a los miembros del ayuntamiento, y no fue
necesario decírselo dos veces. Todos se apresuraron a salir lo más rápido
posible—. Mina, tú también.

—Mel…

—Vete.

—Estaré afuera, —dice—, tomando un archivo de mi escritorio antes de


irse.

Sólo cuando la puerta se cierra suavemente me levanto y empujo sus


pies fuera de mi escritorio—. Es madera de Bubinga.

—¿Qué carajo es eso? —Hace una cara y no entiendo nada.

—¿Quién eres, Emilio, y qué mierda quieres de mí? No dirás nada sobre
el caso Duncan porque lo usaste como palanca para tener el privilegio de
valer algo.

—Ahí es donde te equivocas. Realmente me importa una mierda ser


Alcalde de todos modos. —Se encoge de hombros, haciendo una burbuja
con su chicle antes de levantarse de su asiento y moverse a mi ventana—
¿Quién quiere ser el Alcalde de esta maldita ciudad de todos modos? Ha
estado tratando de arruinarse por décadas, entonces algún idealista de
ojos de corderito llega pensando que puede limpiar las calles que ha
tenido que ensuciar para empezar…
—¿Tienes una versión de SparkNotes de tu discurso? Puede que te
sorprenda, pero en realidad tengo trabajo que hacer, —respondo.

Volviéndose, sonríe como si fuera realmente feliz; tal vez estaba loco.

—Es por esto que todos te aman, ¿verdad? Tu ingeniosa frase, tu acto de
chica dura. ¿Cómo fue escuchar que alguien le disparó a tus hijos?
quiero decir, todos ustedes fueron criados con cucharas de plata en sus
bocas; debe haber sido impactante darse cuenta de que no eran
invencibles.

—Primero, soy una mujer, no una chica. Segundo, no es un acto, y


tercero, no alimento a mis hijos con cucharas de plata. La plata es la
segunda opción; ellos usan el oro. —Mis ojos se entrecierran mirándolo
fijamente.

Asiente y por primera vez desde que había entrado, su posición y su


postura son rectas y serias, sus ojos agudos y su voz más profunda
mientras dice, —Espero que se hayan quedado con las cucharas
entonces porque cuando termine contigo, van a necesitar algo para vivir.

—¿Me estás amenazando en mi oficina ahora mismo? —Le pregunto


cuando se acerca a mí. No se detiene hasta que está demasiado cerca de
mi rostro para confrontarme y controlarme… si se acercaba más, lo
mataría.

—Digo que espero que tengamos una buena, indecente y sangrienta


pelea, Melody. No te contengas, porque yo no lo haré, y juego sucio como
el infierno. Tienes mucho que perder ahora, un marido, tres hijos,
sobrinos y sobrinas, tu reputación… la lista sigue y sigue. Me voy a
divertir. Dios y yo somos los únicos que sabemos lo que tengo reservado
para ti.

—¿Así que esto es un juego para ti? ¿O es una venganza por el hecho de
que tu padre Marcos fue sacado como una perra, y tuviste que
arrastrarte y rogar para que alguien se fijara en ti? ¿Viviste una vida de
golpes duros? Puedo hacer que alguien venga y toque el violín mientras
me cuentas tu triste historia, —le respondo mientras mira sin decir nada,
retrocediendo hacia la puerta.

—Dale las gracias a tu marido; Liling se estaba volviendo demasiado


pegajosa para mi gusto y ahora la tríada no tiene a nadie más a quien
mirar que a mí. —Cierra la puerta detrás de él, y sólo le toma un segundo
a Mina para volver a entrar.
—El hijo de puta… —Siseé, alcanzando mi pecho mientras ardía.

—¡Melody, necesitas relajarte! —Mina corre hacia mí pero la alejo.

¡Maldita sea! —¡Ahhh!

—Tenemos que ir al hospital.

—Estoy bien.

—Mel.

¡MALDITA SEA!

Iba a matarlo. No me importaba lo que pudiera tener en mi contra. Esta


noche, dondequiera que estuviera, iba a matarlo y a lidiar con lo que
pasara después.
LIAM
—Otra vez.

Veo como se ilumina como un árbol de Navidad, la electricidad fluyendo


a través de su cuerpo, su cabello alejándose de su cuerpo.

—Detente, —ordeno—, y cuando la dejan, se desploma en su silla. —


¿Sabías que había un estudio donde pedían a gente normal que
electrificaran a otra gente normal, con diferentes potencias de voltaje?
Comenzaron con el voltaje más débil y la persona que se electrificaba
daba un rápido gemido o gruñido pero parecía estar bien. Luego le
dijeron que subiera el voltaje y parecía que esas personas tenían un
verdadero dolor. Sin embargo, de las docenas de personas involucradas
en el experimento, sólo un puñado se negó a aumentar el voltaje. La
mayoría de ellos siguieron haciendo lo que se les dijo.

Espero un segundo antes de asentir hacia Fedel. —Otra vez.

Ella tiembla por un segundo antes de que diga, —Detente… otra vez…
detente. Verás, creo que hay algo en la gente que los hace innatamente
susceptibles a las órdenes. Algunas personas son sólo seguidores,
mientras que otras, unas pocas, nacen para liderar. Tú no naciste para
liderar, Liling. Pensaste que lo eras, pero simplemente no lo eres. ¿Es por
eso que Emilio fue capaz de tenerte tan envuelta alrededor de sus dedos?

Me maldice en chino, sin molestarse en levantar la cabeza. Dos horas de


esto y aún así no hablaba; o no sabía nada o prefería morir antes de decir
algo.

—Liam. —Neal entra en la habitación, alejádo del cuerpo de Liling y


sosteniendo la tablet al frente—. Esto acaba de ser publicado en Internet.

—¿Qué mierda estoy mirando? —Puedo ver claramente a Emilio y


Melody, en su oficina, sus rostros tan juntos que parecía que estaban a
punto de besarse.

—Está empezando, —dice Liling, riéndose detrás de nosotros.

—La prensa la va a acosar…

—Si esto es todo lo que puede hacer, entonces estamos demasiado


preocupados por él, —murmuro mientras miro la imagen.
MELODY
—La entrevista será en una de las salas de conferencias del hospital, y
después de eso tienes la reunión de la asociación de profesores a la una,
luego la junta de la ciudad a las tres.

—Pensé que me lo estaba tomando con calma, entrando, estrechando


algunas manos, fingiendo que realmente estoy trabajando. —Me moví en
el asiento trasero, Mina desplazándose a través de la agenda delante de
ella.

—Podemos reprogramar la reunión de la asociación de profesores si


quieres, pero necesitas la entrevista; no has hecho una en casi un año.

Frotando un lado de mi cabeza, asiento y me recuesto. Por alguna razón,


tengo la sensación de que alguien me esta observando. Sabía que todo
estaba en mi cabeza. Entendí que era sólo un producto de saber que
Emilio estaba molestando en mi oficina, pero eso no me hizo sentir mejor.
¿Qué mierda le pasaba? Si hubiera querido matarme, lo habría hecho.
Si quería venganza, podría haberla tomado en ese momento. Había una
pieza gigante del rompecabezas que me faltaba. Era como mirar a la
Mona Lisa sin su sonrisa. Sabes lo que se supone que debe estar ahí y
cómo debe verse, y sin embargo, sólo se ve fuera.
—Estamos aquí, —dice Mina cuando el auto se detiene frente al edificio,
y por suerte la prensa no esta allí este día—. No digo nada mientras se
abren las puertas, y me paro en el mismo lugar donde me habían
derribado un mes antes. Siento muchas cosas, pero no puedo
expresarlas. El aire está demasiado caliente para abril y las olas de calor
ondulaban en el cielo, un cambio dramático con respecto al débil clima
y la lluvia que normalmente tenemos en esta época del año.

—¿Mel?

—Estoy bien, —digo, caminando hacia adelante—. Cuando entro en el


hospital, noto que nada ha cambiado desde que me fui, nada más que
una pancarta que ahora dice “Chicago Strong” en la entrada.

—Gobernadora Callahan, nos alegramos de verle por fin en pie. ¿Cómo


se siente? —El Dr. Fortmen se me acerca con un equipo de médicos,
extendiendo su brazo.

—Me siento como mi vieja yo otra vez, gracias a ti. —Le estrecho la mano,
mirando al resto de ellos—. Gracias a todos ustedes. ¿Cómo están los
niños?

—Síganme. —Guía el camino mientras caminábamos por los pasillos—.


Cuatro de los niños siguen aquí y los hemos mantenido en la misma
habitación para que no se sientan aislados. Por suerte se están
recuperando bien, físicamente, pero mentalmente, todavía saltan ante
cualquier ruido fuerte. Uno de los cuatro se abrió los puntos una noche
después de una pesadilla.

—¿Y sus padres? —Preguntó, parados en la puerta—. A través de la


ventana los veo, todos sentados a los lados de sus hijos. Parecen
exhaustos, pero eso no les impide reírse y jugar con ellos.

—Creí que habías dicho que había cuatro familias. —Sólo he contado
tres.

—La Familia Valentino. —Se movió al otro lado del pasillo a otra
habitación, mirando a través del cristal a una pareja de cabello
castaño—. Fueron los que perdieron a su hijo mayor y su hija. Su
segundo hijo, Toby, sobrevivió. Los niños estaban juntos cuando ocurrió
el tiroteo. No han dejado el hospital desde entonces. Hemos preparado
camas e incluso les hemos permitido usar las duchas de aquí. Al
principio, intentamos mantener a Toby con el resto de los niños, pero su
condición… es el que se rasgó los puntos. De todos los niños, es el que
mejor se ha recuperado, físicamente, pero entre sus pesadillas y el
rechazo a comer, dormir o incluso hablar, lo está poniendo enfermo.
Tampoco quiere hablar con el psicoterapeuta infantil.

Era el único que no jugaba ni se reía. Se sentó en su cama, mirando por


la ventana. Sus padres hablaban, pero parecía que lo hacían por hablar
y no decían nada.

—¿Qué edad tiene?

—Cumplirá diez años en julio.

—Quiero hablar con su familia primero. —Miro al doctor y hacia Mina,


que llama a la puerta—. Sus padres se acercan y sólo tardaron unos
momentos en salir de la habitación, mirándome.

—Gobernadora, muchas gracias por venir, —dice el padre—. Sus ojos


estaban tan rojos que parecía como si hubiera tratado de sacarlos. Su
apretón de manos es débil y su sonrisa falsa.

—Siento mucho, mucho su pérdida.

—Sí… —Su esposa trató de decir algo, pero no pudo—. Y gracias por
venir. Estoy seguro de que tienes a…

—No tengo nada más importante. —Sonrío, abriendo mis brazos y


dándole un abrazo. Dios, odio abrazar a la gente.

No… por favor… no, no me llores… ¡maldita sea! Tengo que forzarme para
no encogerme, despegándome lentamente de ella mientras soplaba en
una servilleta.

—Si a ninguno de los dos les importa, ¿creen que puedo hablar con su
hijo? —Preguntó, mirándolo de nuevo.

—¿Eh? ¿Nuestro hijo? ¿Por qué? —Su padre se pone tenso—. No se


siente…

—Mis hijos también estuvieron involucrados en el otro tiroteo de la


escuela. A mi hijo también le ha costado mucho adaptarse, pero
finalmente logramos abrirnos paso. No sé si podría pasar a saludarlo sin
al menos tenderle la mano.
Se miran el uno al otro y su madre cruza los brazos sobre sí misma como
si tratara de mantenerse erguida. —Si… si puedes hacer algo… está bien.

Su marido asiente y con eso, Mina me abre la puerta. Cuando se mueven


para seguirme, me detengo, —Puede que no quiera hablar si siente que
estás a su lado. ¿Es posible sólo mirarnos desde la distancia?

Afortunadamente no pelean conmigo por eso, tal vez porque están


demasiado cansados para hacerlo. Tomando la silla de ruedas blanca, la
llevo a su cama. No se molesta en mirar, así que me siento entre su cama
y la ventana.

Tiene los ojos color avellana, el cabello castaño desordenado; unas


cuantas hebras le caen en la cara y no se las aparta. Por un rápido
segundo, se concentra en mí, algo confundido sobre quién era, pero no
dice nada.

—Soy Melody, a mí también me dispararon. —Extiendo mi mano para


estrechar la suya pero no se mueve, así que tomó su mano y le hago
estrechar la mía de todos modos—. En ese momento, se echa hacia atrás
y se mueve para mirar en otra dirección. Recostada en mi silla, le digo —
Tengo un hijo de tu edad. Cuando está molesto, o explota o se queda
callado; a veces me da miedo.

La cabeza del chico se disparó hacia mí, con los ojos bien abiertos.

—¿Qué?

No responde.

—Mierda, —digo otra vez y pone una cara—. Mierda. Maldición. Maldita
sea. Joder. Joder. Joder. ¡MIERDA!

La comisura de su boca se levanta un poco.

—¿Qué? ¿Nunca has oído una palabra de maldición antes? Dila. No se


lo diré a tus padres.

Abre la boca pero luego se detiene, haciéndome ver que había dejado de
hablar porque estaba triste pero había seguido sin hablar porque sentía
que todos trataban de hacerlo hablar. Estaba siendo terco… y a los niños
se les permitía ser tercos a veces, especialmente cuando estaban
molestos.
—Vamos, sé que quieres… —Me inclino más cerca—. Esta podría ser la
única oportunidad que tienes de decírselo a un adulto y no meterte en
problemas.

Otra vez abre la boca. —Mierda.

—Choca esos cinco. —Me deja colgada, poniendo una cara como si dijera
“no es genial”.

—¿Vas a pedirme que hable de ello? Porque no quiero hablar. Kevin y


Lizzy están muertos y no van a volver —me grita—, al borde de las
lágrimas.

—Lo sé. Los muertos no pueden volver. No estoy aquí para hacerte sentir
mejor porque la verdad es que no lo harás. Siempre te vas a sentir mal.
Así que llora, enfádate, pero no te quedes aquí sentado mirando por la
ventana sin hacer nada. No es justo para tu hermano y tu hermana. No
los conozco, pero que te rindas no parece algo que un hermano quieran
para uno de su hermano. No puedo prometerte otra cosa que la persona
que hizo esto… le hará más daño que a tí.

—¿Puedes? —Frunce el ceño, y finalmente se dio la vuelta—. ¿Puedes


hacerle daño?

Sonrío. —Absolutamente, es mi especialidad. Sólo necesito que hagas un


trabajo para mí.

—¿Qué es?

—Mi hijo, Ethan, va a necesitar un amigo como tú.

—¿Quieres que sea su amigo? Pero, ¿y si no me gusta? —Frunce el ceño.


Sonriendo, me encojo de hombros.

—Puedes usarlo para todos sus juguetes e irte.

—Eres rara, —responde. Estaba bien, tan bien como un niño en su


situación podría estarlo, sólo quería que alguien hablara con él, no por
él, me di cuenta.

—Sí, lo sé, pero son las personas raras las que gobiernan el mundo, —le
dije—, levantándome de la silla.
—¿Te vas? —Frunce el ceño, mirándose las manos—. Mi mamá y mi papá
siguen llorando y peleando. Los médicos siguen preguntándome cómo
me siento… no lo sé. No quiero estar aquí, pero tampoco quiero estar
allí.

Asiente a la ciudad desde su ventana.

—Tengo que hacerlo, soy una de las personas raras que gobiernan el
mundo. Necesitas recordar Toby, que tus padres siempre estarán tristes
también, los doctores no te dejarán en paz hasta que salgas de su
hospital, y nadie quiere salir ahí fuera, como que tienes que hacerlo. Es
una mierda, pero eso es lo que hacemos los adultos todo el tiempo.

—Lo haré, —dice cuando me acerco a la puerta—. Seré el amigo de tu


hijo.

Sonrío. —Genial, hablaré con tus padres. Pero deberías tratar de salir de
la cama y limpiarte, te ves un poco enfermo.

—Me dispararon. —Me hace una cara.

—¡A mi también! ¡No me ves con un moco en la nariz! —Exclamo, y sus


ojos se abrieron de par en par cuando se puso las manos sobre la nariz.

Riendo, salgo de la habitación. En el momento en que lo hago, su madre


agarra mi brazo.

—¿Qué le dijiste?, —me suplica—. No nos ha dicho ni una palabra.

Por el rabillo del ojo, veo a Mina echarme una mirada. —Sólo necesitaba
a alguien que no estuviera de duelo. Le pedí que viniera a jugar con mis
hijos. Espero que podamos llegar a un acuerdo.

—Gracias. —Su padre me da la mano con más energía esta vez—.


Gracias.

Asintiendo, Mina se acerca a mí. Cuando volvieron a la habitación,


levanta su teléfono para que viera la foto que ahora estaba de moda en
Internet.

—Entré en esta. —¿A esto se refería al arruinar mi reputación? ¿Al decir


que teníamos una aventura? Qué infantil.
—¿Ya está haciendo una declaración? —Mina pregunta, moviendo el
teléfono hacia ella, haciendo clic en el video.

¿Qué demonios le pasa a este hombre?

—Melody… —Sus ojos se abren de par en par al volver la pantalla hacia


mí.

—¡Que! —Estallo—. Por Dios. No tengo tiempo para esto.

—¡Escucha lo que está diciendo! —Me mete el auricular en la oreja,


reproduciendo el video.

Se pone delante de la cámara, todo su cuerpo serio. —Hace unos minutos


vi, junto con muchos de ustedes, una foto tomada fuera de contexto por
los medios de comunicación. Mis asesores y el personal me dicen que es
mejor no comentar esto. Sin embargo, debido al doble estándar en
nuestra cobertura mediática de las mujeres en el poder, sentí que no
sería correcto quedarme al margen de como uno de los más fuertes y
mejores gobernantes que este estado ha tenido se vea obligada a
comentar una foto tan tórrida. No sólo no es verdad, sino que no es
posible, porque Melody Nicci Giovanni Callahan es mi media hermana.

No era del tipo de persona que se desmaya.

Nada me sorprende.

Pero de repente, ya no podía respirar.


Capítulo 20
“Toda su joven vida ha tratado de complacer a su padre,
sin darse cuenta de que, de niña, nunca pudo hacerlo.”
~ Alice Walker ~

LIAM

—No está bien, —me susurra Mina cuando llego a la puerta de su


oficina—. Traté de decirle que se quedara en el hospital pero no quiso.

—Lo tengo vete a casa, —digo, abriendo la puerta—. Estaba sentada en


el suelo de su oficina, con los tacones a un lado, las persianas cerradas,
una botella de vino tinto en sus manos.

—Está mintiendo, —dice, mientras bebe de la botella. El vino se derrama


por la comisura de su boca pero no le importa. Bebe hasta que necesita
respirar y luego se limpia la boca antes de agregar—. Eso es lo que me
dije primero. Está mintiendo o tiene que estar loco. Pero luego pensé para
mí misma, Melody, ¿por qué estabas tan agitada cuando lo miraste?
¿Qué es lo que estaba mal? Me di cuenta de que es porque se parece a
Orlando. Sus ojos, tiene los ojos de mi padre. Y cuando me di cuenta de
eso, pensé para mí misma, ¿qué tan estúpida soy? por supuesto, mi
padre podría tener otro hijo. No era que fuera célibe. Recuerdo
claramente a las mujeres entrando y saliendo de su habitación. Olvidé
que a los hombres les gusta follar a varias mujeres, porque todos en el
clan Callahan están tan apasionadamente enamorados de sus esposas.
¿Cómo lo olvidé? Es la cosa número uno que aprendes como mujer. Y
justo cuando me estoy pateando a mí misma, empiezo a reírme, Liam.
Me parto de risa porque, ¿adivina qué?
No digo nada y ella levanta la botella para volver a beber.

—Tengo un hermano y está tratando de matarme. —Resopla, riéndose


de nuevo—. Piensa en ello. Primero mi madre, que debería haber muerto,
salió de la nada e intentó matarme. Luego mi abuelo, que era el Jefe del
FBI, trató de matarme. Ahora tengo un medio hermano, que es el Alcalde,
que también trata de matarme. ¡Liam, soy una telenovela que respira
vida! —Se ríe más fuerte—. Incluso se me ha ocurrido un nombre para
mi vida “Las Pasiones de Melody”. Actualmente estoy haciendo un
casting para la próxima temporada donde te presentaremos a mi
malvada hermana gemela que me va a asesinar e intentar vivir mi vida.
¡Pero! —Levanta las manos. —No estaré muerta. Volveré de alguna
manera dramática para matarla pero, oh no, está embarazada. Y aunque
te sientas traicionado por la gemela malvada Melody, ¡no puedes dejar
que mate a tu hijo! ¡Es oro de telenovela!

—¿Has terminado? —Pregunto, esperando que podamos avanzar


rápidamente a través de su loca charla. Tiene imaginación, sin duda, y
sólo se le ocurre cuando esta demasiada borracha o embarazada.

Respira profundamente y se relaja contra su escritorio, levantando un


pedazo de papel. —Me envió esta carta que Orlando aparentemente le
dio hace años. La letra es de mi padre, eso es seguro.

Caminando hacia ella, lo tomo, una vez más orgulloso de haberme


tomado el tiempo para aprender a leer y escribir en italiano.

Emilio,

Si estás leyendo esta carta, significa que tu madre te ha dicho quién eres:
un Giovanni, el hijo de Orlando Giovanni, un hombre que llegó a este país
desde el pequeño pueblo de Bosa sin nada, excepto el reloj de bolsillo de
mi abuelo y un nuevo par de zapatos que le robé al hijo de mi vecino. De
todas las preguntas que tienes para mí, la más importante para ti sería
por qué no estoy en tu vida. Es muy simple: nuestro nombre es "Giovanni",
el que se muestra favorable, pero en realidad es una mentira. Nada nos
resulta fácil, nada se da, debemos tomar todo lo que queremos y
defenderlo hasta que no haya aire en nuestros pulmones. Toda mi vida he
luchado por mi nombre. No te lo daré sin más. Lucharás y sólo si
sobrevives podrás ser mi hijo. ¿Puedes gobernar como yo he gobernado,
como la cabeza de los italianos? Con nuestro pueblo, el respeto se gana,
así que gánate tu nombre. Lucha por tu nombre. Hasta que no puedas
hacerlo, nunca podrás ser mi hijo.
Esta es la lección, el entrenamiento que te estoy dando. Un día, tal vez, si
tengo suerte, podré verte, ver mi legado y que el nombre de la familia
continúe.

Orlando Giovanni

—Es una mentira, —susurró cuando terminó de leer.

—Todas las veces que me empujó y me torturó, dijo que era para que
nadie dudara de mí cuando me hiciera cargo. Era una mentira. No
contaba conmigo. Estaba aburrido o tal vez me puso como el último
obstáculo para su hijo. De cualquier manera, la única persona que pensé
que siempre estaba orgulloso de mí, siempre vio lo mejor de mí, es la
misma persona que planeó apuñalarme por la espalda. Mi propio padre.
Puedo sentir el cuchillo en mi columna, Liam. Me engañaron.

—Melody, levántate.

—Liam, no estoy de humor…

—¡Levanta tú culo del suelo! —Le digo con fuerza.

Suspirando, se levanta del suelo, tambaleándose ligeramente cuando se


para frente a mí. Agarrándola, la hago girar. —No estoy seguro de quién
es esta mujer que está delante de mí ahora mismo, pero sé que no es mi
esposa.

Empujando su cabello hacia un lado, bajo la cremallera de la parte


trasera de su vestido.

—Liam…

—Shh. —Le beso la nuca, mi mano se desliza dentro de su vestido—.


Estoy sacando el cuchillo.

Podía sentir que se me hacía más difícil mientras se relajaba contra mi


pecho, respirando lentamente. La deseaba… mucho… pero no podía,
todavía no. Ya se estaba presionando a sí misma, lo último que
necesitaba era añadir más estrés a su corazón, fuera positivo o no. En
vez de eso, la mantuve cerca de mí, dejando besos en su cuello y hombro.

—No eres sólo una Giovanni. Eres una Callahan. Estoy orgulloso de ti.
Veo lo mejor de ti. Eso es todo lo que me importa. Cuando tu padre
murió, te confió a mí. Me importa una mierda lo que diga el papel y a ti
tampoco debería importarte. Entonces, ¿has vuelto de la tierra de los
locos o voy a tener que seguir escuchando la trama de “Las pasiones de
Melody”? —Sonrío.

—Te lo digo, haríamos una fortuna conn ese programa. —Una sonrisa se
extiende por su rostro—. Pero sí, he vuelto. Un poco achispada, pero he
vuelto.

—Vamos a tener que matar a Emilio, lo sabes, ¿verdad? Estaba


consciente que ella lo sabía, pero había que decirlo.

—Ya he matado a todos los demás en mi familia, ¿por qué no a él?, —


murmura—. Cuando trata de alejarse, la abrazo más fuerte contra mí.

—No es lo mismo. Él empezó esto. La única razón por la que se convirtió


en Alcalde fue para poder anunciar públicamente que era tu hermano, y
así llamar la atención de los italianos. Vas a tener que ir personalmente
a recordarles quién eres.

No responde. Nos quedamos ahí tranquilos hasta que suena su teléfono


y la dejo ir. Caminando alrededor de su escritorio, pone el teléfono en el
altavoz.

—¿Qué pasa?

—Están organizando una reunión. Está aquí ahora con la mayoría de las
familias, —responde Fedel mientras se acomodaba en su silla—. ¿Qué
quieres que haga?

—Nada, —dice, dando vueltas—. No hagas nada más que mirar y


escuchar. Eso es todo.

—Sí, Señora. —Con eso, cuelga, y se gira lentamente.

—Mel…

—Liam, ¿qué crees que debería hacer? —Se detiene, preguntándome


honestamente. Parecía una persona diferente en ese momento, y yo
esperaba que el vino siguiera hablando—. ¿Deberíamos matarlo ahora y
terminar con esto? ¿O debemos esperar y ver quién va a seguirlo y
cortarlos a todos juntos?

Gracias a Dios. Sigue siendo ella misma.


Llegando al suelo, agarro su botella de vino. —Esta podría ser otra guerra
italo-irlandesa, que podría llevar a enemistades sangrientas y más
muerte en el futuro.

—¿Y qué?

—Así que vamos a ver qué pasa esta noche. No sabes con seguridad si
alguien realmente lo seguirá.

—¿Y si muerden la mano que les da de comer?, —pregunta.

—Vamos a enviar a los niños lejos por la mañana, —digo antes de


beber—. Y no sólo a una casa segura en la ciudad, porque será un baño
de sangre.

Quería discutir, pero me alegro de que no lo hiciera. Sólo pone su mano


sobre su boca. —Está bien.

—Bien.
FEDEL
Los traidores.

No podían esperar ni veinticuatro horas antes de chuparle la lengua a


este payaso. En la verdadera moda italiana, el vino fluía de la botella a
la copa una y otra vez mientras todos estábamos en el patio trasero de
la casa del Tío Vinnie. Había estado allí durante una hora, una maldita
hora completa, y aún así todo lo que este hijo de puta hizo fue beber y
escuchar mientras el Tío Vinnie y todo el mundo le hablaba de Orlando
en sus días de gloria.

—Tu padre fue uno de los hombres más fuertes que he conocido. —El tío
Vinnie pone su mano sobre su hombro, hablando en italiano—. Puso el
miedo en los hombres aunque no tenía ni idea de lo que era el miedo.
¡No hay mejor hombre que un italiano! No hay gente como los italianos.
Nos apoderamos del mundo. En todos los países nos puedes encontrar;
siempre hay un poco de Italia en alguna parte, dijo.

—Es verdad, —responde Emilio, bebiendo.

—Así que no lo entiendo. —El Gran Tony entra en el patio, con un cigarro
en una mano y un vaso de vino tinto en la otra—. Sabías que todo este
tiempo, eras un Giovanni y te mantuviste alejado… ¿Orlando sabía de ti
y te dejó con una mujer mexicana?

—Mi madre era la hermana de Marcos Felipe Carrasco, el señor de la


droga conocido como El Rojo. Probablemente pensó que si algo podía
endurecerme más rápido sería una latina sin nada y con una
recompensa por su cabeza.

Sonreí por eso, pero había trabajado para Melody el tiempo suficiente
para saber que era una sonrisa falsa. Estaba amargado y enfadado, pero
enmascarándolo con sonrisas, asentimientos y alcohol.

—¿Qué vas a hacer ahora? —El Gran Tony empuja.

El tío Vinnie lo mira con desprecio como si estuviera a punto de pegarle.


—Tony

—No, está bien. Honestamente, sólo estoy aquí para conocer mis raíces.

Déjenme llamar una mierda ahora.


—Ves. No hay nada malo aquí. —Vinnie asiente—. Pero esta china con
la que te has casado…

—No estamos casados. Sólo era… una amiga muy especial. Les guiña un
ojo y se ríen; la broma debe haber pasado por mi cabeza.

Estaba a punto de decir algo cuando el Gran Tony vuelve a hablar. —No
finjamos que no sabemos lo que está pasando aquí. Después de todo, su
amiga le disparó a la hija de Orlando… y a sus nietos. Sinceramente, me
importa un carajo quién sea, pero no quiero verlo. No es uno de nosotros.

—¡Miserabili pezzi di merda!15 —El tío Vinnie grita, enfrentándose a


él—. ¿Debe haber algo malo? Estás hablando con el único hijo de
Orlando Giovanni. Es uno de nosotros. Más que esa perra que engendra
bebés irlandeses con nombres irlandeses.

—Es un camino peligroso el que estás recorriendo mi viejo amigo. El


diablo que conocemos es Melody. Ella ha trabajado para todos nosotros,
ha provisto para todos nosotros; ni una sola vez he oído de un asunto
que no haya abordado en nuestro nombre. Ningún irlandés está mejor
que nosotros. Tenemos paz. ¡No voy a ver a los niños volarse la mitad de
la cara porque tú y todos los demás aquí quieran más!

—El diablo que conoces no se preocupa por ti. —Emilio le da su vaso a


otra persona y todo queda en silencio—. El diablo que conoces sólo quiere
poder para sí mismo.

—Todo el mundo quiere el poder para sí mismo. —Finalmente hablo y


por primera vez desde que llegué, parecía que se fijaron en mí—. Esa no
es la cuestión. El problema es lo que sucede cuando dicha gente obtiene
ese poder. Como hemos dicho, la Jefa nunca ha usado ese poder para
derribar el suyo propio.

—La Jefa. —Se ríe de eso—. ¿La jefa de qué? Es la Gobernadora, una
mamá. Le entregó todo a Liam Callahan hace años. Ya lo sabes. ¿No es
con él con quien te reúnes ahora? Te tiene arrastrándote hacia el hombre
cuya familia casi destruyó toda la tuya, un hombre cuya única lealtad es
hacia los suyos. Si quieres la verdad, bien, tenla. Melody Callahan se
alejará de nosotros pacíficamente o le quitaré el poder pieza por pieza.

—¿Cuánta gente buena va a morir en ese proceso? —El Gran Tony le


pregunta.
—Ahora mismo, sólo uno. —Se vuelve hacia mí y antes de que pudiera
moverme, ya había sacado su arma.

BANG.

MELODY
—¡Oh, los he echado de menos a todos! —Envuelvo mis brazos alrededor
de mis hijos, todos ellos ahora en mi cama conmigo. Liam se apoya en el
poste de la cama, con los brazos cruzados pero con una pequeña sonrisa
en su cara mientras nos miraba.

—Mami, dijeron que nos vamos, ¿por qué? —Dona juega con mi cabello,
retorciéndolo—. No quiero ir otra vez.

—Yo tampoco, —refunfuña Wyatt, cruzando las manos—. Me voy a


quedar aquí contigo.

—Pero mami y papi tienen trabajo que hacer. —Le toco la nariz.

—Ustedes siempre tienen trabajo, ¿por qué es esto diferente? —Ethan


pregunta, por supuesto, buscando entre Liam y yo. Liam se pone la mano
en su cabeza antes de sentarse a mi lado.

—Es… muy complicado, Ethan. Pero ahora mismo no es seguro…


—Dijiste que siempre estamos a salvo en la ciudad. —Se echa para atrás,
molesto—. ¿Es la persona que hirió a mamá? Quiero quedarme, papá.
Envía a Dona y a Wyatt lejos.

—¡HEY! —Dona y Wyatt le gritan.

—¡Si te quedas, yo también me quedo! —Wyatt empuja su brazo.

—¡Eres un niño! —Ethan lo empuja hacia atrás.

—Y que eres tú. —Dona frunce el ceño.

Agita la cabeza. —Soy un preadolescente.

A eso, pongo los ojos en blanco, riéndome mientras le besaba la frente.


—Tú también eres un niño, Ethan, un niño que tiene que ir a cuidar a
sus hermanos.

—Quiero quedarme, —dice Ethan otra vez.

—Ethan, —Liam habla con voz de padre.

Se levanta. —Lo que sea…

—Discúlpate, —le digo bruscamente y se queda paralizado—. Sé que


estás molesto, pero no nos faltes el respeto, ¿está claro? Dijimos que te
vas por un tiempo, eso significa que te vas. Esto no es una democracia.
No tienes voto. Siéntate.

Todos estaban en silencio cuando llaman a la puerta. Liam se levanta


para abrirla y les beso las mejillas, una por una.

—Vayan a la cama, yo iré más tarde, —digo cuando Liam me mira.

Silenciosamente saltaron de nuestra cama y se fueron por la segunda


puerta. Me levanté de la cama y vi que ni Declan ni Liam habían querido
informarme sobre lo que fuera. En vez de eso, caminé hacia el frente de
la casa y parecía que todas las criadas y mayordomos estaban dentro.
Cora estaba de pie en la puerta, acunando al bebé Darcy en sus manos.

—¿Qué está pasando? —Le pregunto a Liam. No dijo nada, y no tenía


que hacerlo. Una vez que salimos, lo veo.
Fedel. Su cuerpo estaba justo fuera de las puertas de la familia, una bala
justo entre sus ojos. Ni siquiera estaba pálido todavía.

—Melody. —Liam se pone a mi lado y aún así no me muevo ni hablo.


Estoy congelada. Estaba allí, muerto. Se fue. Así. Asesinado por la
misma gente que protegió, mi gente, nuestra gente; lo habían asesinado.

Tampoco se habían parado detrás de mí. Muy bien, entonces.

—Este es el chico que lo trajo, —declara Neal—. Miro al veinteañero de


cabello corto y gafas. Estaba tan delgado que parecía que el viento podría
llevárselo en cualquier momento.

—¿Quién eres? —Quise preguntar, pero no podía hablar, así que Liam
pregunta por mí.

—Frankie señor… uh, Frankie Severino, Fedel… él umm… él me estaba


entrenando. Quiero decir que era su piloto de reserva, pero también me
estaba entrenando en otras cosas. Dijo que podría ser útil algún día…

¿Él? ¿Volverse útil? ¿Para qué? ¿Comic-Con?

—Soy el mejor bioquímico de esta costa. Cualquier cosa que quiera,


puedo hacer… Uh, supongo que este no es el momento. Sólo, sí. Eso es
lo que hago. Y debería saber que no todos los italianos están con este
nuevo tipo, Señora. Mucha gente está conmocionada y confundida, pero
casi todos están divididos. Conozco a toda la gente que todavía es leal.
También le disparó al Gran Tony, pero aún está vivo. Otros tipos lo
llevaron al hospital. Pero…

—¿Pero? —Finalmente hablo.

Levantó un maldito teléfono. —La última grabación de Fedel. Emilio dejó


un mensaje para usted, Señora. Al quitarle el teléfono de las manos,
presioné play.

—¡Hermanita!, —dice—. Dios, no tienes ni idea de cuánto tiempo he


esperado para llamarte así. De todas formas, siento lo de tu perro. Dejé
vivir a su cachorro, aunque parece un verdadero chihuahua. Recuerda
la conversación que tuvimos antes… espero que ahora te lo tomes mucho
más en serio. ¿Quién iba a saber que tantos de los nuestros te odiaban
a muerte?
No quería escuchar más, así que lo dejé escapar de mi mano y me di la
vuelta.

—Liam, parece que tenemos nuestra respuesta, —le digo.

Los irlandeses y los italianos estaban buscando sangre otra vez. No había
nada más que decir, no había palabras para describir esto. Por el
momento, me centraría en mis hijos. Conocía a Emilio lo suficiente como
para saber que iría tras ellos, que intentaría quitármelos y no le daría
una oportunidad.

—Mel… —Cora empieza a hablarme, pero paso le paso por un lado. No


tengo nada que decirle. Cuando llego a la habitación de Ethan, me
detengo, dándome cuenta de que mis manos tiemblan. ¿Por la ira? ¿O
por la pena? No estoy segura.

Fedel…

No. No podría. No ahora.

—Toc toc. —Asomo mi cabeza, sabiendo que estaba molesto conmigo, y


por supuesto, se pone de lado, jugando con sus videojuegos. Suspirando
profunda y ruidosamente mientras caminaba hacia él, me siento con
fuerza en el borde de su cama. Rebota pero aún así no me mira.

—Mio bel leoncino. —Cayendo sobre sus almohadas, miro el dosel de su


cama—. ¿Estás enfadado conmigo?

No hay respuesta. En cambio, escucho que el motor del auto de carreras


del juego se acelera.

—Está bien si lo estás, no voy a cambiar de opinión. No puedes


quedarte…

—¡Mamá! —Se queja, se sienta y me mira fijamente.

—¿Sí? —Pregunto en voz baja, tratando de no sonreír.

—¿Por qué? Soy mayor…

—Porque te amo, —digo—. Se congela, frunce el ceño.

—No puedes decir eso, no es justo. —Hace pucheros, se acuesta a mi


lado, y le paso mis manos por su suave cabello.
—Puedo decirlo porque es verdad, —susurro, y mi corazón vuelve a
doler—. Te quiero tanto Ethan, que ni siquiera puedo expresarlo con
palabras. Eres mi hijo, mi primogénito, y el pensamiento de que algo te
pase… me asusta tanto Ethan que a veces no puedo dormir por la noche.
Sabes que mamá y papá hacen cosas que otras personas piensan que
son malas, ¿verdad?

Asiente a mi lado mientras me rodea con sus brazos. —Pero papá dice
que a veces tenemos que hacer cosas malas para obtener buenos
resultados. Si no lo hace, alguien más lo haría, y podríamos salir
lastimados.

Suena como una respuesta completamente de Liam.

—Tiene razón. —Le habría dicho lo mismo—. Y en su mayor parte, papá


y yo tenemos las cosas bajo control. Pero a veces la gente nos odia por
eso y quieren hacernos daño de la única manera que pueden, y eso es
herir a la gente que más queremos. Gente como tú.

—Así que nos estás enviando lejos.

Asiento. —Te envío lejos para que papá y yo podamos hacer lo que
tenemos que hacer y no preocuparnos de que no estés a salvo. Crece y
sé más fuerte, y nadie hará que te escondas de nuevo.

—Bien. Pero cuando sea mayor, voy a luchar contra ellos por hacerte
esto. —Salta, mirándome fijamente.

—Trato hecho. —Extiendo mi mano, levantándome de la cama. La agitó


con fuerza antes de arrastrarse bajo las sábanas—. ¿Quieres que te
arrope?

—No, mamá, —dice—, y se siente como si fuera a añadir un “duh” al


final. Inclinándome, le beso la frente.

—Te quiero, mio bel leoncino.

—Te quiero también. —Bosteza, rodando de lado y olvidándose de su


videojuego. Alargando la mano, lo agarro, lo apago y lo pongo en su
mesita de noche.
Saliendo de su habitación, entro en la de Donatella y Wyatt. Dona
luchaba por dormir mientras su niñera le cepillaba el cabello. Su cabeza
se movía de un lado a otro.

—La tengo, —le digo a la criada, que no dice nada, sólo deja el cepillo y
sale de la habitación.

—Mami. —Dona sonríe, alcanzándome. Era tan linda a veces. Cuando la


levanto, sus piernas y brazos me rodean mientras la llevo a su cama. Me
doy cuenta de lo pesada que era ahora en mis brazos. Recuerdo cuando
era tan pequeña, mucho más pequeña que Ethan y Wyatt, me
preocupaba que fuera a hacerle daño.

—Mami. Ahora puedo nadar más—, susurra.

—Esa es mi niña, —susurro mientras Wyatt levanta las sábanas para


ella antes de acostarla—. Así que serás más rápida que yo.

Se ríe, —No es posible, mami, eres como un pez. Papá dice que bebes el
agua a medida que avanzas.

—No es cierto y no lo intentes, te enfermarás. —Le rozo un lado del


rostro—. ¿Quieres algo?

Bosteza, frotándose la nariz. —Para que Ethan y Wyatt dejen de pelear.

—¡Eh! —Wyatt se queja detrás de mí.

Giré mis manos frente a su rostro una y otra vez antes de soplar en sus
ojos. —Ahí, te estoy dando el poder de intervenir y detenerlos de
cualquier manera que puedas.

—Voy a patearlos. —Sonríe y también me rio, besando su cabeza.

—Haz lo que tengas que hacer.

—¡Mamá, no, ella realmente nos pateará! —Wyatt se queja cuando me


muevo a su cama.

—Tú y tu hermano no pelearán y ella no tendrá que hacerlo. —No dice


nada, sólo cruza los brazos y se acuesta de espaldas—. No es mi culpa.

—Oh, ¿en serio?


Tuerce el labio hacia su lado.

—Wyatt.

—Es un poco nuestra culpa, —concede.

Inclinándome hacia él, le susurró: —Te voy a contar un secreto y nunca


podrás decírselo a tu hermana o a tu hermano.

Sus ojos se abren mucho y se voltea para mirarme a los ojos. —¿Qué?

—De todos mis hijos, tú Wyatt, eres mi favorito.

Su boca se abre y luego se cierra de nuevo antes de que una lenta sonrisa
se extienda por sus labios. —¿En serio?

—¿Quieres saber por qué? —Le pregunto, y asiente, acercándose—. De


todos mis hijos, te entiendo mejor. Ethan es muy parecido a tu padre y
tiene a todo el mundo apoyándole. Dona está rodeada de gente que
siempre la defiende. Pero tú, Wyatt, eres como yo; ves todo y preguntas
¿Dónde encajo? Cuando lo descubras, no habrá nada que te detenga.

No parecía entenderlo, pero estaba orgulloso de ser mi favorito. Era


verdad; lo amo porque es muy parecido a mí. Pronto su respiración se
relaja, y también la mía; antes de darme cuenta, también me estaba
durmiendo.
LIAM
Cuando vuelvo a nuestro dormitorio, el cuerpo de Fedel había sido
retirado; Declan y Neal querían encargarse personalmente de todo lo
demás. Ninguno de nosotros lo había dicho porque nunca habíamos
sentido la necesidad de… hasta ahora… pero Fedel estaba tan cerca
como la familia. Ni una sola vez se había tomado un día de baja por
enfermedad. Ni una sola vez no había estado allí cuando lo
necesitábamos. Su lealtad era incuestionable y había pagado el precio
con una bala. Si estábamos disgustados, no tenía ni idea de cómo se
debía sentir Melody. Hasta la última persona con la que vino a esta casa
se había ido en un ataúd.

—¿Mel? —Llamo cuando llego a nuestra habitación, pero las luces


estaban apagadas y ella no había vuelto. Reviso el baño antes de ir a la
habitación de Dona y Wyatt.

—Mel… —Mi voz se apaga cuando la veo dormida junto a Wyatt, que
estaba acurrucado a su lado. Los habría dejado, pero era egoísta.

Al acercarme a ella, meto mis brazos bajo la espalda antes de inclinarla


hacia mí y levantarla.

—¿Liam? —dice suavemente, abriendo ligeramente los ojos.

—Shh. Te tengo, —digo cuando su cabeza se apoya en mi pecho.

—Si… si tengo un plan que garantice que nadie se meta con nosotros
nunca más, ¿me perdonarías el dolor que causaría?

Melody… ¿pidiendo perdón? Sabía que todo esto la estaba lastimando.


Nunca lo admitiría, pero su Padre, Emilio, Fedel… le dolía.

—Hablaremos por la mañana, —le respondo, acostándola.

Sacude la cabeza. —Contéstame.

—Melody, siempre has dicho que no te haga preguntas de las que sé la


respuesta. Ahora voy a decir lo mismo.

—Sólo esta vez entonces. —Sonríe aunque no se refleja en sus ojos.


Acostado a su lado, beso sus manos. —Estoy obsesionado contigo
Melody. No importa lo que hagas, siempre te perdonaré. Incluso si me
mataras, te perdonaría.

No responde, sólo cierra los ojos. —Fedel… era más que un soldado…
era como mi único hermano.

—Lo sé.
Capítulo 21
“Los funerales no son para los muertos.
Son para los vivos”.
~ Gavin Extence ~

LIAM

Llovía a cántaros como si Dios planeara inundar la tierra otra vez, cada
gota de lluvia golpeando fuertemente nuestros paraguas mientras nos
parábamos y nos alejábamos de la funeraria hacia nuestros autos. Cinco
Chevy Tahoe negros estaban estacionados en el frente, cada una de las
ventanas estaba tan oscura que podía ver mi reflejo. No dije nada. Los
dos nuevos hombres que habían sido ascendidos desde la muerte de
Fedel. Rowan, que era irlandés y de constitución fuerte con cabello rubio
y ojos marrones, y Lucian, un hombre delgado con cabello marrón rizado
y una marca de nacimiento en su mejilla, ahora estaban en su lugar.
Habían trabajado bajo el mando de Fedel desde el principio; era como
mirar a los perros sin su correa.

Esperemos que duren mucho tiempo.

—Señor, Señora. —Lucian asiente, abriendo la puerta del auto, pero


Melody camina hacia los niños con Rowan sosteniendo el paraguas sobre
ella. El velo negro que llevaba cubría la parte superior de su cara. Los
abraza a los tres antes de que entren en el auto delante de nosotros, que
los llevará al aeropuerto. Declan se sube a la parte de atrás con ellos.
—Estarán bien, —le digo cuando regresa después de que el auto se
detiene—. No dice nada; no había dicho nada desde la noche anterior.
¿Cuál era su gran plan? No tenía ni idea. Si no me lo decía, significaba
que no saber era crucial para que funcionara. Pero aún así me molestaba
muchísimo.

—Síguelos, —le digo, aflojando la corbata.

Este silencio me está matando.

Tomamos los caminos secundarios hacia el aeródromo, la ruta


completamente cubierta por el bosque. —¿Cuánto tiempo crees que le
llevará...?

—¡MIERDA! —Rowan grita cuando el auto de los niños es golpeado de


frente por otro Tahoe. Desvía el auto hacia la izquierda, los neumáticos
se bloquean y la goma se quema contra la carretera.

—¡ABAJO! —Grito mientras los hombres salen del auto, con los rifles
listos mientras nos disparaban no sólo a nosotros sino también a los
niños. Las balas golpearon el metal, haciendo chispas en los vidrios a
prueba de balas.

Melody mete la mano debajo del asiento, sacando un arma como yo lo


hice. Me mira y sólo puedo guiñar el ojo. Por primera vez en veinticuatro
horas, me sonríe de verdad, sacudiendo la cabeza.

—Después de ti, esposa.

—Con mucho gusto. —Se pone detrás y abre la puerta del auto, al igual
que yo, la lluvia nos empapa a los dos cuando salimos. Puedo sentir
cada gota golpeando mi cara, empapando mi traje e incluso mis
calcetines. Lo único que había entre ellos y nosotros eran nuestras
puertas. No éramos sólo Mel y yo; todos nuestros hombres en los autos
detrás de nosotros salen, marchando por la línea y disparando.

—¡Retrocedan!, —grita uno de ellos, tratando de llegar a su auto, pero


Melody dispara a los neumáticos.

—¡JODER CON ESTO! ¡DALE A ESA PERRA! —otro gritó—, pero en lugar
de apuntarle a ella, le dispararon al auto de los niños, ahora de costado
en una zanja junto a un árbol.

—¡Mátalos a todos! —Grito, viendo como uno por uno caen como moscas.
—¡DETENTE! —Melody grita una vez que el último cae de rodillas y se
arrastra detrás de su Tahoe, la sangre brota de su pierna en la calle sólo
para ser lavada por la lluvia.

—¡Te superamos en número! —Melody le grita.

—¡MUERE! ¡MALDITA! —El saca su arma para disparar, pero ella le


dispara a su mano—. Sus gritos no significaron nada para ella mientras
caminaba hacia él; quitándose el sombrero, la lluvia le goteaba por su
cara.

—Retrocede, —le dice a Lucian antes de correr hacia los niños, el humo
ahora sale del motor del auto—. ¿Declan?

—Ugh... —gime, abriendo la puerta de una patada. Sus piernas colgaban


mientras se subía la camisa como si fuera Superman, exponiendo su
chaleco antibalas donde se incrustaron tres balas—. La próxima vez que
jueguen al maldito auto señuelo, voto por no estar en él.

—Deja de quejarte y muévete. —Lo aparto y veo a los niños detrás de él.
No eran nuestros, sino huérfanos, todos ellos se agarraban fuertemente
unos a otros e intentaban no gritar, aunque la niña estaba llorando.

—¿Lo hicimos bien? —pregunta el mayor, que se suponía que era Ethan,
tragándose el nudo en la garganta.

—Sí, lo hiciste… así que voy a mantener mi promesa. Ahora salgan, esto
va a explotar, —les digo—, mientras Declan me ayudaba a sacarlos uno
por uno.

Les digo que se dirijan al otro auto antes de mirar a Mel, que estaba
encima de un hombre roto apoyado en el neumático del auto. —¿Está
bien?

—Lo estará, —respondo, moviéndome hacia su dirección. Sabíamos que


Emilio no esperaría. En el momento en que envió el cuerpo de Fedel,
estaba llamando a la batalla. La mejor oportunidad para eso era llegar a
los niños. Los había enviado mientras aún estaban durmiendo. Nadie
sabía dónde estaban excepto mi madre y Neal. Cora y Mina habían
tomado al resto de los niños y se habían ido a otra parte. Los únicos que
quedaban en Chicago eran Melody, Declan y yo. Esto iba a terminar de
una forma u otra. Si Emilio pensaba que ser el Alcalde y tener algunas
familias de su lado significaba que había ganado, estaba jodidamente
equivocado.

—No voy a pedírtelo otra vez. ¿Dónde está? — Presiona en la herida de


su pierna, aplastando su talón contra su piel.

Sonríe. —Tenía razón… siempre tiene razón… un paso adelante. Él…


sabía que esto era demasiado fácil.

—¡TE HIZO UNA PREGUNTA! —Estalló.

—Y le preguntaré a ustedes también. —Se ríe antes de morderse el


labio—. ¿Qué tiempo hace en Boston?

—Liam. —Los ojos de Melody se abren de par en par, nuestros corazones


cayendo en nuestros estómagos… Ya estaba marcando.

RING.

RING.

RING.

¡VAMOS!

—¿Liam?...

—¡NEAL SACA A MIS HIJOS DE AHÍ AHORA!

—Qu…

¡BOOM!

Así como así, la línea se corta y me congelo mientras Melody me quita el


teléfono de las manos. —¿Neal? ¿Neal?

Agarro a Lucian por la garganta, tirando de él hacia mí.

—¡Consígueme un jet ahora!


NEAL
Muevo los comestibles en mis brazos mientras busco la llave de la casa
del pueblo.

—Tío Neal, ¿podemos comer hamburguesas? —Wyatt pregunta a mi


lado, ajustando la gorra y la peluca en su cabeza.

—No, vamos a comer en un rato, —murmuró—. ¿Dónde está esta maldita


llave?

—Tío Neal…

—Wyatt. —Suspiro, haciendo una pausa—. Ve a ayudar a Nana a sacar


las cosas del auto, ¿de acuerdo? Y deja de jugar con tu sombrero.

—Pero me pica.

—Ve, —ordeno. Refunfuña, cruzando los brazos y pisoteando sus


zapatos ligeros mientras se va. Sacudiendo la cabeza, me concentro en
las teclas mientras suena mi teléfono. La única persona que tenía el
número no llamaría hasta que terminaba…

Respondí. —¿Liam?

—¡NEAL SACA A MIS HIJOS DE AHÍ AHORA!


—Oigo el chasquido de la puerta y antes de que pudiera hacer algo más
que dar un paso…

¡BOOM!

Siento que vuelo de vuelta a uno de los autos aparcados en el lado de la


calle. Todo mi cuerpo se siente como si está en llamas… podría haberlo
estado.

—¡TÍO NEAL! —Ethan grita.

—¡NEAL! —Mi madre grita y me doy la vuelta a tiempo para ver los
zapatos negros de los hombres mientras agarran a Ethan, Wyatt y Dona,
todos ellos luchando en sus brazos.

—¡DÉJENLOS IR! —Mi madre los alcanza, pero uno de los hombres la
abofetea tan fuerte que se cae a la acera.

¡Muévete! ¡Vamos, muévete! ¡MIERDA! ¡MUÉVETE! ¡LEVÁNTATE,


CARAJO! Mentalmente me grito a mí mismo cuando veo que los meten
en el maletero del auto. Lo mejor que puedo hacer es llevarme la muñeca
a la boca. Con mi lengua, empujo la corona de mi reloj, forzando el tubo
de la caja y señalizar la luz para copia de seguridad.

—¡Neal! —Mi madre corre hacia mí.

—Estoy... bien... —Me sentía bien, pero sabía que eso era malo—. Esto...
esto... no es Chicago... la carrera de los irlandeses... Boston. Ellos... no...
conseguirán...

—¡Deja de hablar! ¡Lo sé, idiota! ¡Tenemos que llevarte al hospital! —


responde, con las manos manchadas de sangre.

¿Está herida? Quería preguntar pero mantener los ojos abiertos requiere
mucha más fuerza de la que debería tener. Lo último que veo son
hombres que se acercan por detrás de ella; quiero decirle que corra pero
sólo mantiene los ojos sobre mí, sollozando.

Liam se va a enfadar.
WYATT
—¡DÉJAME IR! —Dona muerde a uno de ellos y le da una bofetada en el
rostro, haciendo que caiga a nuestro lado.

—¡DÉJALA EN PAZ! —Trato de patearlos, sólo para ser golpeado. Nos


empujan las cabezas hacia abajo antes de cerrar la capucha sobre
nosotros; todo se oscurece.

—¡Déjanos salir! ¡Déjanos salir! —Pateó y pateó.

—¡Alto! —Ethan me grita. No puedo verlo pero puedo sentir su cabello.

—¡No! Tenemos que irnos…

—Si sigues gritando no podremos respirar, —dice—, rodando sobre su


espalda.

—Ay, mi cabello. —Dona hace un gesto de dolor.

—Lo siento. —Se levanta para que ella se aleje—. ¿Estás bien?

—¿No tienes miedo? —susurra, su aliento justo en mi oído.

—No.
—Mentiroso, —murmuró—. Siempre estaba haciendo eso, tratando de
fingir que eres siempre tan fuerte.

—¿Por qué siempre peleas conmigo?

—¡Ay! —Ambos gritamos cuando sus manos nos golpean.

—Mami dijo que puedo pegarles si pelean.

—No, no lo hizo, —responde Ethan.

—Sí, mami lo dijo. —Ojalá no lo hubiera hecho.

No hablamos.

—Tenemos que salir de aquí. —Ethan pone sus manos sobre nosotros.

—¿Cómo? —Dona hace lo mismo.

Pienso y finalmente digo —Yo sé cómo.

—Creo que sé cómo. Mami me hizo hacer esto. —Sólo necesito recordar.

—¿Qué quieres decir? —Ethan cuestiona.

—Shh. —Cierro los ojos, tratando de pensar.


DOS SEMANAS ANTES
—¿Mamá? —Bostecé al despertar; todo estaba oscuro. ¿Dónde estoy?
Sentí que me llevaba.

Sentado, mi cabeza golpeó el techo. ¿Qué? ¿Qué es esto?

—¡Mamá! —Lo golpeo—. ¡Mamá!

¿Dónde estoy? ¿Estoy en una caja? —¡MAMÁ! —Mis manos empezaron a


temblar y mis ojos se sintieron como si zumbaran—. ¡MAMÁ! ¡AYUDA!
¡ALGUIEN QUE ME AYUDE!

—Wyatt. —Escuché su voz.

—Mami, ayúdame, no puedo ver. —Alcancé por encima de mí, sintiendo la


parte superior de nuevo. Estaba justo encima de mí.

—Wyatt, estás en el maletero de un auto.

—¡POR QUÉ! —Grité y sonó como si se estuviera riendo de mí.

—Porque me pediste que te ayudara a ser más fuerte, ¿recuerdas?

Fruncí el ceño. No de esta manera.

—Sé que odias la oscuridad, Wyatt, y sé que odias estar solo.

—Estoy bien. —Crucé mis brazos.

—¿Así que debería dejarte entonces?

—¡NO!

Otra vez se rio.

—Mami, quiero salir ahora.

—Entonces sal.

Presioné y presioné pero no funcionó. —Mami, no puedo.

—Te enseñaré cómo.


—¡Mamá, tengo miedo! —No podía ver.

—Lo sé, pero tenemos que hacer las cosas que nos asustan para ser
fuertes, ¿bien? —No podía dejar de temblar.

—¿Wyatt?

—Bien, —dije en voz baja.

—Bien, ahora muévete. ¿Sientes algo?

Lo hice y sentí algo duro y pesado. —Sí.

—Ahora gira a tu lado.

—Bien. —Lo hice.

—Ahora tantea ese lado; ¿sientes algo como los paneles?

—¿Qué son los paneles?

—Como cortinas o… algo que cubra otra cosa.

Siento a lo largo de la pared pero no encontré nada más que alfombras.


—No.

—Date la vuelta por el otro lado e inténtelo de nuevo.

Lo hice. Limpiando el sudor de mi cara, sentí de nuevo. —Creo que lo tengo.

—Bien, tira de eso tan fuerte como puedas.

Cuando lo hice, la luz entró muy brillante, y pude ver afuera, pero era roja
y borrosa.

—Lo hice.

—Ahora usa la cosa pesada para romper la cosa roja.

Cuando lo hice, la primera persona que vi fue el tío Fedel.

—Hola, chico. —Sonrió.


—Buen trabajo. Ahora tienes luz. Menos aterrador, ¿verdad?

—Estoy sudando. Mami, ¿puedo salir ahora? —Pregunté.

—Pronto, cariño. Ahora mira a tu alrededor; ¿ves otro panel… quiero decir
algo que cubra el suelo?

Miré y lo vi. —Sí.

—Levántalo y verás un cable como el que usa papá para sus videojuegos.

—¿Los juegos viejos?

—Sí, Wyatt, los juegos viejos. —Se rio otra vez. Me gustaba cuando se reía.

—Lo veo, mami. Es amarillo.

—Bien, tira del cable.

Lo hice y escuché un clic.

—Ahora empuja, lentamente. —Cuando el techo se levantó, me senté.


Mami estaba ahí mismo sonriéndome.

—¡Estuviste increíble, Wyatt! —Me abrazó—. Mañana lo intentaremos con


otros autos.

—¡No me gusta esto, mami! —Empecé a llorar y me sentí aún más mal
porque mis pantalones estaban mojados.

—Lo sé. —Me abrazó—. A mí tampoco me gusta, pero estás a salvo cuando
eres fuerte. Trabajaremos en todo, uno por uno. Estaré allí todo el tiempo.

—¡Wyatt! —Ethan me grita y salto.

—Dijiste que no gritara, —le recuerdo.

—Lo siento, —dice otra vez—. Me preocupé. No decías nada; pensé que
estabas herido.

Frunzo el ceño. —Estoy bien.

—Bien, ¿cuál es tu idea? —me pregunta.


Siento las paredes del auto para encontrar los paneles, pero no pude.
—Necesito estar donde tú estás Ethan.

—¿Qué?

—Necesito cambiar, ¡vamos!

—Bien. Está bien, está bien. Wyatt, siéntate lo más lejos posible. Dona,
deslízate por debajo de él, y Wyatt, gira sobre nosotros.

—Ugh. —Gire a Dona, que gemía, y luego a Ethan hasta que estoy en su
lugar. Vuelvo a sentir las paredes. Esperaba que fuera como el primer
auto; los otros autos en los que me había metido mamá eran difíciles.

—¿Sabes lo que estás haciendo? —Ethan me pregunta cuándo me


muevo.

Al igual que el primer auto, vi el brillo rojo.

—Necesito algo pesado, como un destornillador o algo así, —le digo.

—Tengo un cuchillo. —Lo pone en mi mano.

—¿Por qué tienes un cuchillo?

—¿Por qué no lo tenerlo? Regla 103: siempre ten un cuchillo. ¿No


conoces todas las reglas?

No dije nada.

—Nadie conoce todas las reglas, Ethan, ni siquiera tú, —dice Dona—, y
me siento mejor usando el cuchillo para golpear la cosa roja.

—¿Qué puedes ver…?

—¡AH! —Dona grita. Todos gritamos cuando el auto frena fuerte antes de
chocar con algo. Mi espalda golpea a Ethan y el cuchillo me corta la
mano.

—Nos detuvimos, —dice Ethan, y me estremezco al oír los disparos—.


¿Puedes abrirlo?
—Sí. —Me muerdo el labio, tratando de no llorar, levanto la alfombra y
luego tiro del cable amarillo—. Empuja hacia arriba, —digo, presionando
con una mano.

—¡Wyatt, eres un maldito genio! —Ethan me abraza, abro la puerta del


maletero sólo un poco para poder ver—. Tenemos que correr.

—¿Adónde? —Dona pregunta.

—No importa, sólo salta y corre.

—Bien. —Se está haciendo difícil respirar aquí dentro.

—Uno… —Cuenta, levantando más la parte superior; los disparos se


hacen más fuertes—. ¡Dos!… ¡Tres!

Levantamos el maletero y el sol estaba justo encima de nosotros.

Vimos hombres saliendo de los autos con armas.

—¡CORRE! —Ethan salta, ayudando a Dona. Abrazó mi mano al pecho y


corro.

—¿Qué mierda estás haciendo? ¡Ve tras ellos joder! —Alguien grita—,
pero Ethan sigue diciendo que no mire atrás y que corra y eso es lo que
hacemos, alejándonos de esa gente y pasando por delante de tiendas y
almacenes. Todo esta sucediendo tan rápido. Estoy tan cansado, pero no
dejo de correr… hasta que Dona tropieza una vez que doblamos la
esquina en un callejón. Olía a caca y a pis por todas partes.

—¡DONA! —Casi me caigo cuando intento girar. Uno de los hombres todo
vestido de negro se acerca por detrás de ella y la agarra.

—¡Suéltala! —Corro hacia él y le muerdo el brazo.

—¡Estúpido idiota! —Pongo mi mano sobre mi cabeza para evitar que me


golpeara, pero nunca lo hizo.

¡BANG!

Fue un disparo fuerte. Hizo eco en el callejón. El hombre cae de rodillas


al suelo. Cuando Dona y yo miramos hacia arriba, era Ethan. Tiene el
arma que el hombre había dejado caer y ha disparado. Se acercó a él.
—Deja a mi hermano y a mi hermana en paz, —dice, y vuelve a disparar.
La sangre le llega a la cara y fue como si todo volviera a estar en silencio.

—¡LOS TENEMOS! —Todos nos giramos para ver a tres tipos al final del
callejón. Ethan les apunta con el arma y ellos levantan las manos en el
aire.

—¡DÉJENNOS SOLOS! —grita, parado frente a nosotros.

—Ethan, —dice el primer grandote. Era calvo pero tenía escritos a los
lados de la cabeza y una gran barba—. Tu padre nos envió. Somos
irlandeses. Estamos aquí…

—No te creo. ¡Quédese atrás o dispararé! —Ethan dice, sosteniendo el


arma de nuevo.

Uno de los otros tipos mueve su mano a su cintura.

—¡DIJE QUE NO TE MUEVAS! —Ethan grita.

—Sólo queremos demostrar que está bien, dice otro, levantándose la


camisa. Veo una C gigante a un lado de su estómago.

—¿Sabes lo que es esto, verdad? Trabajo para los Callahans, y eso


significa que también trabajamos para ti.

Ethan no baja el arma. —Si trabajan para mí, bajen sus armas.

—¿Eh?

—Sus armas, bájenlas, —dice otra vez.

—Bien, chico. —Las bajan lentamente.

—Wyatt, ve a buscarlo. —Antes de que pueda, Dona va a buscar las


armas y las recoge, devolviéndolas a los hombres.

—¡DONA! —Ethan grita.

—Vi cómo disparaban a los tipos que nos llevaron. No están mintiendo,
—responde— antes de volverse hacia ellos, —¿Verdad?

Sonrieron. —No, señorita, no lo estamos. Ahora ven. Necesitamos


llevarlos a todos a un lugar seguro.
Ethan aún no quería moverse así que tiro de su camisa —Ethan vamos…
no sabemos dónde estamos o a dónde podemos ir. Dona está segura.

Asiente, bajando el arma. Mira por encima del hombro al hombre que
estaba detrás de nosotros pero no dice nada mientras los seguimos fuera
del callejón y hacia los autos.

Cuando las puertas se cerraron, nos sentamos todos juntos. Uno de ellos
me agarra del brazo, pero Ethan agarra el suyo primero.

—¿Qué estás haciendo?

El hombre levanta unas cuantas vendas. —Tú, Wyatt, tienes un hermano


muy protector. Conozco la sensación. Soy Max.

No estaba seguro de qué decir, así que sólo le doy la mano.

—¿Cómo está el tío Neal? —Dona pregunta.

Nadie responde.

Es aterrador cuando la gente no responde. Significa que ni siquiera


pueden mentir, y eso es malo.
LIAM
Quince minutos.

Ese es el tiempo que nos lleva llegar al aeródromo y que ellos preparen
el jet para nosotros. Estábamos a punto de embarcar cuando mi teléfono
suena.

—Son ellos. —Mel se vuelve hacia mí, su rostro tan cerca del mío que
puedo ver su respiración.

Asiento, respondo, sosteniendo el teléfono entre nosotros y poniéndolo el


altavoz.

—Jefe. —Los tenemos.

Exhaló, extendiendo su mano para agarrar mi brazo, sus uñas clavadas


en mi piel.

—Están bien. Wyatt tiene un corte en el brazo pero está bien. Ethan...

—¿Ethan qué? —Mel grita.

—Derribó a uno de los hombres que los perseguían. Creo que está un
poco conmocionado. No quiere soltar el arma ni relajarse. Probablemente
no lo hará hasta que venga alguien que conozca.

—Ponlo en la línea, —digo, sabiendo lo que estaba pasando en su cabeza.

—¿Papá?

—Hijo, —sonrío—. Lo hiciste bien. Estoy orgulloso de ti.

—¿Dónde estás?

—Todavía estoy en Chicago, pero estaré allí pronto. La familia con la que
estás, puedes confiar en ellos...

—Papá... —Se interrumpe, pero luego su voz se apaga. Mel se muerde el


labio y deja caer la cabeza.

—Ethan, quiero que te sientes con tu hermano y tu hermana. Vean la


televisión o jueguen algunos juegos. Ni siquiera me importa si todos
discuten. Recuerda mientras estés con tus hermanos, si no hubieras
hecho lo que hiciste, no estarían allí. No sólo hiciste lo correcto, sino lo
mejor, protegiste a tu familia.

—No fui sólo yo, Wyatt nos sacó del maletero, —dice, un poco más
optimista—. Veo a Melody sonreír tan ampliamente y tan orgullosa, que
es difícil no sonreír.

—Tu madre y yo los amamos, ahora devuelve el teléfono a Max, —le digo.

—Está bien.

Hay estática en el teléfono antes de que vuelva.

—¿Señor?

—¿Mi madre y Neal?

Su voz es triste cuando responde. —Neal fue llevado a cirugía en el


Boston General. No sé mucho más del estado en el que estaba;
definitivamente ha perdido su pierna izquierda. Su madre está con él
ahora. Tenemos gente con ella.

—Estaré allí...

—Señor, con el debido respeto...

—¿Qué?

—Realmente no lo necesitamos aquí ahora mismo.

—¿Perdón?

—Lo que estoy diciendo es que maten a ese maldito que tienen en
Chicago. Boston está bien, y es leal a ti. No hay forma de que nadie pase
por el ejército que tenemos aquí. Ha sido pacífico por tanto tiempo aquí
que tenemos a nuestros abuelos robustos, felices de que finalmente
Chicago no es la única ciudad que tiene acción. Muéstrales lo que pasa
cuando se meten con nosotros, Jefe. Los malditos italianos no sirven
para nada.

Melody acaba de poner los ojos en blanco.


—Quiero actualizaciones de mis hijos cada maldita hora, —le respondo,
colgando antes de que pueda decir otra palabra.

Cuando lo hace, me inclino hacia atrás contra el auto y Melody se pone


delante de mí. Ha dejado de llover, pero el cielo seguía siendo turbulento.

—¿Crees que todavía esté en la ciudad? —Le pregunto.

—Quiere echarnos, para decir que hizo que los Callahan dejaran su
reino. Es sólo otro viaje del ego para el hijo de puta. —Se trona la
mandíbula a un lado—. Nos ha pillado en esta, Liam. Si algo les pasara...
si los perdiera...

—Shh. —Beso un lado de su cabeza—. Ahora están a salvo. Los hijos de


todos los demás, no tanto.

Levanto un cargador lleno de balas para ella. —Saquemos las ratas.


Capítulo 22
“Esa misma noche pasaré por Egipto y derribaré a
todos los primogénitos de hombres y bestias; traeré el
juicio a todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor”.
~ Éxodo 12:12 ~

MELODY

—Cariño, he vuelto. La tormenta se está intensificando, —dice mientras


cierra la puerta tras él y cuelga su chaqueta.

—¿Cariño?

Sus zapatos mojados chirriaban sobre las tablas del suelo al entrar en la
casa. Le oigo meter la mano en el cajón y sacar el que probablemente era
el revólver que mi padre le regaló hace años.

Cuando finalmente llega a la esquina la ve, desplomada sobre el sofá.


—¡Violeta! —Se precipita hacia ella.

—No sufrió, —le digo, y su cabeza se eleva hacia mí mientras bebo el


vino—. De hecho, tuvimos una charla perfectamente agradable. Traje el
vino, por supuesto, tío Vinnie. Un Barolo Riserva de 1961. Le dijiste a
Fedel que te encantaba, ¿no?

Alcanzando la botella en la mesa de café, le vierto un poco en la copa


vacía que le he dejado antes de rellenar la mía.
—Es verdaderamente magnífico. Se nota que se esfuerzan en cada una
de las uvas. Mi padre me llevó a su casa de viñedos en la Toscana; fue
hermoso. Las colinas, el olor... me encantaba, mucho más de lo que me
gustaba Bosa. La ciudad era muy aburrida, pero mi padre me dijo que
no podía escapar del lugar de donde venía. La gente de allí era la más
leal y verdadera que había conocido. También le creí; después de todo,
tenía amigos como tú, tío Vinnie. Juraste que nunca traicionarías a mi
familia y aún así aquí estoy sentada, frente a tu difunta esposa, bebiendo
vino, hablando de la Toscana y de mi padre, cuando lo único que quiero
es meterte una bala en el cráneo. —Saboreo el vino en mis labios.

—Nunca traicioné a los Giovanni... Emilio es...

—¡No te atrevas! —Siseo, mi agarre en el cristal se aprieta. ¿Apuntas a


un perro en la calle y crees que se compara conmigo? ¿Que es mejor que
yo porque qué, tiene un pene? No sabes nada de él o de lo que cree o si
le importa un bledo. Mi padre me eligió, y le faltaste el respeto a esa
elección.

Se para más alto, alejándose de su esposa y mirándome directamente.


—Si vas a matarme, hazlo ahora. Estoy seguro de que has sacado las
balas de esto de todas formas.

Me tira el revólver a los pies. Alargando la mano, lo agarro y lo volví a


subir, entregándoselo.

—No voy a matarte, tío Vinnie...

—Bueno, eres una maldita tonta si crees que voy a decirte algo.

Odiaba que la gente me interrumpiera, me volvía loca. Respirando


profundamente una vez más, le apunto con el arma.

Tomó el arma y le digo —Te vas a matar.

—¿Por qué haría eso?

Me encojo de hombros. —Porque sabes que no saldrás vivo de todas


formas, así que, ¿por qué molestarse? Al menos, puedes decir que te
fuiste por tu propia voluntad.

Se detiene un momento, sosteniendo el arma para sí mismo. —Eres


malvada.
—Lo dice el hombre que mató a docenas de hombres junto a mi padre,
—respondo, y antes de que pudiera parpadear, me apunta con el arma,
pero primero se dispara otra, y las balas le dan en el pecho.

BANG.

BANG.

BANG.

Tres disparos en total, y cae mientras bebo más vino y Liam se acerca
justo detrás de mí. Sosteniendo la copa hacia él, me da el arma para
poder tomarla.

—No veo por qué tanto alboroto, —dice, a pesar de que había terminado
la copa—. De hecho, creo que podría ser más fuerte.

—Tienes un gusto horrible por el vino. —Devolviendo la copa—. Lo último


de eso fue completamente desperdiciado en ti.

—¿Cómo vivirás con eso? —responde, poniendo los ojos en blanco


cuando me muevo sobre el tío Vinnie. Su cuerpo se convulsiona en el
suelo, la sangre se le acumula en la boca mientras me mira.

—No tenía por qué ser así... todos me obligaron hacer esto, —susurro,
Liam ya está esperando en la puerta.

La calle principal de lo que me gustaba llamar Nueva Italia era


misteriosamente silenciosa. En filas al otro lado de la calle, todas las
casas se veían exactamente iguales. Dentro podía ver familias en las
salas de estar, viendo la televisión, otras en sus cocinas o arriba en sus
dormitorios. Había construido esta comunidad para ellos, mi dinero, mi
sacrificio... había tomado un callejón sin salida y construido un nuevo
barrio urbano.

Lo que doy, puedo quitarlo.

—Melody, —dice Liam cuando el auto se detiene.

Asiento y él marca mientras Lucian me abre la puerta. Cuando la puerta


se cierra, Liam cuelga y nos movemos. Al pasar, no puedo evitar mirar
las casas cuyas banderas rojas no estaban en sus buzones... la gente en
mi contra.
—Tienen una hora, —me dice Liam, ajustándose el chaleco de su traje e
inclinándose hacia atrás.

Monóxido de carbono, insípido, incoloro, inodoro y altamente tóxico...


cada respiración que tomaban los mataba lentamente.

—¿Estás bien?

Lo miro, con las cejas levantadas. —¿Y por qué no iba a estarlo? Era mi
plan, ¿no?

—No, tu plan era hacerlos explotar... eres un pirómana. Sonrió con


suficiencia.

Siento que mis ojos se estrechaban ante eso. Sonaba como si yo fuera la
que más probabilidades tenía de volar mierda cuando en realidad había
aprendido eso de él. —Viniendo del hombre cuya primera opción es
siempre “encender a estos hijos de puta”... eso es divertido. Digamos que
fue un esfuerzo de equipo.

—No peleemos por el crédito, está por debajo de nosotros...

—Debajo de ti tal vez, pero soy una esposa codiciosa; es uno de mis
muchos pecados. —No puedo evitar que la sonrisa se extienda por mis
labios. Se inclina, me levanta la barbilla y la sostiene delante de él.

Sus labios se mueven sobre los míos. —Conozco muy bien tus pecados,
esposa, son los que te hacen única y exclusivamente apta para ser mía.

No me besa, pero no se echa atrás. Cuanto más me miraba fijamente,


más lo quería. Finalmente, sus labios rozan los míos.

—Dilo, —exige, su mano libre agarrando mi pecho. Me quejo cuando


empieza a arrastrar besos por mi cuello, bajando la parte superior de mi
blusa.

—¡Detén el auto y sal de aquí! —Me las arreglo para decir mientras le
agarro un puñado de su cabello, a Liam parecía no importarle una
mierda. Mordí mi dedo, girando mi cabeza lejos de él mientras me besa
por el cuello, masajeando mi pecho antes de meter mi pezón en su boca,
los botones de mi blusa saliéndose.
—Liam... —Me quejo cuando oigo las puertas del auto abrirse y cerrarse.
Lentamente caigo de espaldas.

—Todavía no lo has dicho. —Sonríe por encima de mí, quitándose la


corbata. Me acuesto allí, con las tetas expuestas, los pezones
endureciéndose por la tensión que crece en el aire. Sus ojos verdes me
perforan, exigiendo que me entregue a él... para rogarle que me folle.

Levanto mi mano y pongo mi dedo en sus labios.

—Tienes que ganártelo, cariño. —Acaricio sus labios y mete mi dedo en


su boca, mordiéndolo suavemente.

—¿Y cómo hago eso, Sra. Callahan? —preguntó.

Sonriendo para mí, abro las piernas. —Estoy segura de que lo resolverá.

Como un león, se cierne sobre mí, su cuerpo directamente sobre el mío.


Otra vez me besa, su lengua rozando la mía una y otra vez... estaba tan
distraída que cuando su mano se desliza entre mis piernas salto
ligeramente, gimiendo dentro de su boca.

—Como quieras, —responde, bajando sobre mí.

—¡JODER! —Siseo, agarrando el asiento a mi lado cuando me abre los


labios del coño con su lengua. ¡Mierda!

Desvergonzadamente me balanceó contra sus labios, agarrando mi


propio pecho, mi corazón acelerado, mi boca entreabierta mientras mis
ojos se vuelven hacia atrás. No deja de deslizar sus dedos dentro de mí...
no podía respirar, el sudor se formaba en mi rostro y rodaba por mi
cuello, pasando por el valle de mis pechos.

—¡Liam! —Gimo cuando me lame el clítoris, mi cuerpo temblaba— Ahh...

Se bebe todo de mí, volviendo a levantarse, limpiándose la comisura de


la boca con una sonrisa malvada en los labios. —Eso fue rápido, nena.

—Es el vino, —miento, agarrándole la corbata del cuello para atraerlo


hacia mí.

—O podría ser tan bueno, —susurra antes de besarme y me estremezco


al sabor de mi misma en su lengua—. Quiero más de él. Mis manos se
mueven alrededor de su cuello y las sujeta con una mano.
Alejándose de mí, me tira hacia adelante hasta que me siento. Respiró
hondo, su nariz se ensancha, y puedo sentir que me excito, mi boca se
seca.

—Hazlo. —Lo provocó, y me apreta las manos con más fuerza—. Sé que
me quieres, cariño… no te contengas conmigo ahora…

Me interrumpe, tirando de mí en su regazo. Puedo sentir su enorme polla


palpitando contra mi estómago mientras me sube la falda, exponiendo
mi culo desnudo.

—Me empujas demasiado, Melody. —Su voz es baja cuando manosea mi


trasero.

—No es suficiente, aparentemente… ¡AH! —Mis manos se cierran en


puños cuando me golpea tan fuerte que mi boca se abre—. Otra vez.

¡ZAS!

No me jodas…

¡ZAS!

Puedo sentir que me mojo más mientras miro mi propio reflejo en la


ventana oscura del cristal. Me encanta cuando saca esto de mi…

¡ZAS!

—Jesús…

¡ZAS!

Mi trasero esta en llamas y aún así no puedo detenerlo.

¡ZAS!

¡ZAS!

¡ZAS!

¡ZAS!

—Liam, no puedo…
¡ZAS!

—Lo quiero.

¡ZAS!

—Lo necesito, joder.

¡ZAS!

—¡MIERDA! Por favor… ¡Fóllame! ¡Maldita sea! —Me he rendido. Esas


palabras son mi perdición. Se gira y lo miro fijamente, el orgullo en su
cara más que claro.

—Entonces vamos a follar, nena —responde. Cuando me siento, su polla


ya estaba alta y orgullosa para mí.

No espero, colocando mis piernas sobre su regazo, sintiendo su punta


frotarse contra mí, haciéndome gemir. Sus manos se dirigen a mi
cintura, pecaminosamente, bajándome lentamente. Alcanzándolo, le
desabrocho la camisa hasta que puedo ver sus abdominales. Sentirle
palpitar dentro de mí me vuelve loca.

—Ahí está mi chica, —susurra, levantando mi barbilla, que era


exactamente como me había puesto en esta maldita posición para
empezar.

Me mira, con lujuria cubriéndole los ojos mientras me levanta y luego


vuelve a bajar. Mi respiración es pesada, todo mi cuerpo esta caliente.

—Estás disfrutando esto, bastardo… —No esta haciendo ningún


esfuerzo, sólo se excitaba conmigo montándolo.

—Sólo un loco no lo haría, —responde, besando la cicatriz de mi pecho.

—¿Lo dice el Sombrerero Loco?

No responde, en cambio, me agarra un puñado de cabello y me levanta


el cuello. Antes de que pueda hablar, lo beso, y cuando lo hago, se desliza
hasta el borde del asiento, apretándome con fuerza.

Se empuja tan fuerte que tengo que rodearlo con mi brazo, y mi otra
mano se apoya en el techo. Me folla sin piedad, todo el auto tiembla con
nosotros, y aún así no es suficiente para él. Me da la vuelta y se entierra
más profundamente en mí, con la piel pegada, y el sudor de él cayendo
sobre mí mientras gruñe. Me encanta… cada follada, cada gemido, su
fuerte agarre en mi muslo; todo es mi paraíso personal.

—LIAM —Grito, con la espalda arqueada hacia él.

Me toma las manos y las sostiene sobre mi cabeza mientras acelera. No


estaba segura de lo que estaba pensando, pero la mirada en su cara
cuando se corre… es sólo para mis ojos.

No dice nada, sólo se relaja encima de mí mientras lo abrazo.

—Es un maldito diablo, Sr. Callahan.

—Es un regalo.

Este bastardo engreído. —Esa es tu señal para decirme lo increíble que


soy, esposo.

Levanta la cabeza, mirándome perezosamente y luego murmurando.


—Estuviste bien.

—Tú… —Antes de que mi mano pueda golpearle, la agarra y la besa.


Cambiando de lugar, se aparta de mí antes de sentarse.

—Ahora que he comido y ejercitado —me guiña un ojo— podemos


deshacernos de las molestias que asolan esta ciudad. —Estoy cansado
de esto, Melody, él necesita estar… Se detiene cuando mi teléfono celular
suena. Inclinándome, lo alcanzo en el suelo.

—¿Qué es? —Respondo, tratando de ver si hay alguna manera de salvar


mi blusa.

—Señora, es Frankie…

—¿Quién carajo…?

—Fedel me trajo.

Suspirando, cambio el teléfono a mi otro oído. —¿Cómo tienes este


número?
—Fedel lo tenía y pensó que si algo le sucedía a él, debería tenerlo
también, pero me dijo que nunca lo usara a menos que fuera
importante… bueno, importante para usted, no para mí… dijo que ni
siquiera le importaba si me estaba muriendo…

—¡QUÉ ES! —Grito. Por Dios. Tenía la capacidad de atención de un


ratón.

—Uh…alguna información que Fedel buscaba acaba de llegar…nosotros,


él estaba investigando a Emilio y a su madre, está actualmente aquí en
Chicago en algún centro de atención hospitalaria, tiene la enfermedad de
Huntington. Las fotos se ven bastante mal, la señora va a necesitar un
milagro.

—Como mi padre solía decir, aiutati che Dio ti aiuta, —digo en el teléfono
mientras Liam mira confundido, cuidadosamente volviendo a atar su
corbata—. Dios ayuda a los que se ayudan a sí mismos. Todos los demás
son débiles.

LIAM
El hecho de que tenga que arrastrarme personalmente al hospital sólo
para conocer a la madre de este hijo de puta, a las 8 de la mañana,
cuando tengo mi propia familia con la que lidiar, es la pesadilla de mi
existencia en este momento. La ha escondido a plena vista, a no más de
cinco millas de la oficina del Alcalde.
La clínica esta en un pequeño edificio. Cuando las puertas de cristal se
abren y paso, lo único que puedo oler es desinfectante y gente mayor.

—¿Puedo ayudarle? —Un hombre bajito, regordete y calvo pregunta,


metiendo un bolígrafo detrás de su oreja.

—Estoy buscando a Gabrielle Becerra. —Doy el nombre falso que Emilio


estaba usado.

—¿Quién es usted?

No hablaba en serio.

—Liam Callahan. Gabrielle Becerra es, la madre del Alcalde, Emilio, y mi


esposa, la Gobernadora, y quería saludarla. Levanto las flores en mi
mano para que las vea.

El hombre frunce el ceño, sacudiendo la cabeza. —Lo siento, hombre,


falleció esta mañana… no creí que Emilio le dijera a nadie sobre ella. Es
trágico, justo cuando está ascendiendo en el mundo va y la pierde…
espera, ¿tu mujer no es su hermana?

Define hermana. Si te refieres a la mujer que está puliendo una pistola


que eligió exclusivamente para su hermano, entonces seguro, hermana
era la palabra correcta.

—¿Hola?

—Lo siento, ¿qué estabas diciendo?

Se inclina más cerca sobre el mostrador. —Ya que todos ustedes son
familia, deberían saber esto. Emilio… está un poco fuera de sí. Lo ha
hecho todo por su madre; sin ella, debe estar realmente destrozado.
Dígale a la Gobernadora que, no sé, que se ponga en contacto con él o
algo así. Puede que le ayude a tranquilizarse sabiendo que no está solo.
El pobre hombre está a un paso de una ruptura, si me preguntas.

Por alguna razón mi boca se secó y el cabello de la nuca se levanta. Poco


a poco mi mente fue juntando todo lo que Emilio había hecho desde que
llegó a la ciudad. No quería que Melody muriera inmediatamente porque
quería torturarla, haciendo la ciudad inestable de nuevo, yendo detrás
de nuestros hijos, prometiendo protección a los italianos, pero no lo hizo.
La noche anterior pensamos que no creía que atacaríamos a los italianos
tan pronto o al menos sin estar seguros de quiénes eran los traidores…
Melody incluso sugirió que no podía tener suficientes hombres
siguiéndole para protegerlos a todos… pero, ¿y si nunca tuvo la intención
de protegerlos? Tal vez los empujó a alejarse de Melody porque sabía que
se vengaría.

¿Pero por qué matar a la gente que te apoya? En el momento en que


pensé que era el mismo momento en que me llegó la respuesta. No quería
su maldito apoyo; quería destruirlos.

—Orlando, —me susurré a mí mismo.

—¿Qué? —me pregunta el cerdo.

Estaba a punto de darme la vuelta pero pregunto —¿Emilio habló alguna


vez de su padre?

El hombre se estremece; ni siquiera creo que se diera cuenta de que lo


había hecho.

—¿Qué es?

—Nada, sólo que no te pongas a hablar del padre cuando estés cerca de
él. Es un buen tipo, pero lo que sea que haya hecho su padre, le ha
afectado mucho.

Asiento, dejando las flores mientras me alejo, y busco mi teléfono en mi


chaqueta. Eso fue todo. No estaba tratando de destruir a Melody. El
cabrón estaba tratando de vengarse de Orlando por cualquier razón… y
había estado planeando esto durante mucho tiempo.

Había creado la droga Blphine para entrar con los chinos. Había usado
a los chinos para elevar su perfil y convertirse en Alcalde. Para ser
considerado apto para ser Alcalde, ya era abogado. Una vez que se
convirtió en Alcalde, usó esa plataforma para anunciar que era un
Giovanni, sabiendo muy bien que llamaría la atención de todos. Poco a
poco se fue acercando más y más, todo con el fin de destruir las dos
cosas de las que Orlando se había enorgullecido, su gente y su hija.
Capítulo 23
“Ojo por ojo, diente por diente. Una quemadura por
una quemadura. Una vida por una vida. Así es como todo
esto comenzó. Y así es como va a terminar”.
~ Jenny Han ~

MELODY

Tenso mis hombros hacia atrás, respirando profundamente antes de


subir al podio del piso estatal, la prensa una vez más como sabuesos con
correa, esperando para darme un mordisco. Todos se inclinan cuando
abro la boca, como si el micrófono delante de mí fuera sólo una especie
de soporte.

—Es con gran dolor que estoy aquí ante todos ustedes una vez más, tras
la tragedia de Terni. Anoche, inesperadamente, debido a unos hornos
defectuosos e inadecuados, el monóxido de carbono se filtró en más de
una docena de casas, matando a los residentes que estaban dentro
mientras dormían. La oficina del Gobernador, junto con la policía local,
está investigando este asunto. Hasta ahora, se sabe que estos hornos
fueron instalados por el ahora cerrado B&B Heat & Cooling. Como
Gobernadora, solicito que todos los ciudadanos del estado revisen sus
hornos. Si encuentran que el suyo vino de esta compañía, por favor
salgan de sus casas y llamen a control de envenenamiento. —¿Hornos
defectuosos? No era la mejor historia, pero era posible y parcialmente
cierta—. Ahora le sederé cualquier otra pregunta a…

—¡Asesina! —grita una mujer, agarrando una foto de alguien que sólo
podía asumir que era un miembro de alguna familia de los fallecidos. Los
guardias se acercaron a ella mientras me señala—. ¡Tú hiciste esto!
¡Monstruo! ¡Puta! ¡Tú los mataste! ¡Sé que fuiste tú! ¡PERRA MALVADA!
—Comienzan a arrastrarla mientras luchaba con ellos, todavía
gritándome, diciendo en italiano— ¡Que Dios se apiade de tu alma,
porque yo no tendré ninguna!

¿Quién eres tú para que pida misericordia? Quería decírselo, y si no fuera


por las malditas cámaras, lo habría hecho. En cambio, sonreí y saludé.
Aquellos que traen el infierno sobre sí mismos y luego se quejan del dolor
no tienen excusa.

—No habrá más preguntas. Gracias. —Bruce, mi secretario, estaba


sustituyendo a Mina desde que se fue con los niños.

—¿Estaba la oficina del Gobernador al tanto de los hornos defectuosos?

—¿Por qué fallaron ahora?

—Gobernadora Callahan, después de todo el esfuerzo que ha puesto en


la remodelación de esta ciudad, estos recientes acontecimientos
demuestran ser los peores de su carrera.

—¿Seguirás postulándote para Presidente?

—¿Los eventos de las últimas semanas vuelven a poner una nube sobre
Chicago?

—Damas y caballeros, estamos en la estela de una tragedia, por favor


muestren algo de moderación. Como dije, no hay más preguntas. —
Bruce los reprende con calma; no es un secreto que quiere el trabajo de
Mina, y aunque sabía que no podía tenerlo, aún así hizo lo posible por
mantenerse firme.

Alejándome del podio, salgo por la puerta lateral, entrando en el pasillo.

—Maldita molestia, —silbé cuando entramos al pasillo.

—Esto pasará. Han pasado cosas peores, Señora. Todo el mundo sabe
que esta ciudad estaba al borde del caos antes de que usted entrara. —
Bruce se para frente a mí, metiendo la mano en su feo chaleco para tomar
el teléfono. Ignorándolo, paso junto a él y hacia mi oficina, mis tacones
golpeando el suelo de mármol. Ni siquiera podía pensar en eso ahora; lo
más importante era encontrar a Emilio.
—Su marido, Señora. —Bruce me da el teléfono cuando me dirijo a mi
oficina.

—¿La atrapaste?

—Está muerta y creo que Emilio va a…

—Aaagh… —Me quedo sin aliento, dejando caer el teléfono mientras mi


cuerpo se sacude hacia atrás y caigo al suelo. Alcanzo el cable alrededor
de mi cuello, que estaba cortando el aire a mis pulmones.

—Es usted una buena Gobernadora, Señora, y ha sido un placer trabajar


para usted, pero acabo de recibir órdenes y Emilio no es el tipo de
hombre al que usted decepciona. —Bruce se mofa, con escupitajos que
salían de su boca. Mis uñas se rompieron contra mi propia piel y cuello
mientras intentaba quitar el cable.

—¡Ugh! —Alcanzo la lámpara pero sólo puedo agarrar el borde de la mesa


de madera. Todo mi cuerpo se relaja mientras mi visión se desdibujaba.

Cinco.

Cuatro.

Tres.

Dos.

Uno.

¿Morir a manos de este imbécil? No.

Cuando me quita el cable del cuello, no respiro ni me muevo.

—Está hecho, —dice en el teléfono—. ¿Cómo que si estoy seguro? La


estoy mirando…

Agarrándolo por la pajarita, lo bajo mientras levanto la cabeza y le pego


en la nariz. Girando sobre mis rodillas, tomó la lámpara y la estrello
contra su cabeza.

—Dios…
Gritando, me abalancé sobre él mientras se alejaba a trompicones de mí.
Choqué su cuerpo contra el reloj del abuelo y agarré un trozo de cristal,
y se lo clavé en los ojos.

—¡Joder!

Al retroceder, agarro el cable que había dejado caer y se lo coloqué en el


cuello. —¡Así es como se asfixia a alguien, pequeña mierda!

Me da un par de codazos, tratando de voltearse, pero tiro con más fuerza,


el cable se me clava en las palmas. —Es una lástima, eres un maldito
buen besador, pero soy alfa aquí, he estado desde el primer día follando,
y a los alfas no los follan las perras.

Tiro con fuerza y el cable se clavó en su nuez de Adán, la sangre brotaba


de su cuello y en mis manos. Cuando cae a mis pies, respiro
profundamente, cierro los ojos y vuelvo a mi escritorio para frotarme el
cuello. Me quedo allí por un segundo antes de moverme para sacar mi
arma favorita, una Beretta M9 inoxidable, revisando la cámara…

—¡Melody!

Sostengo el arma directamente cuando entra. Los ojos de Liam se


abrieron de par en par mientras miraba el arma en mis manos, los
moretones alrededor de mi cuello, y el secretario muerto en el sello del
gobierno entre nosotros.

—Hijo de puta. —Le escupe.

Bajando el arma, me inclino hacia adelante.

—No hay nadie ahí fuera, ¿verdad? —Asiento hacia la puerta detrás de
él.

—Su oficina está vacía pero todavía hay algo de seguridad, responde.
Busco en el cajón de abajo una botella de mi vino tinto favorito.

—Parece que mi querido hermano mayor está trayendo la lucha hacia


mí. —Me llevo la botella a la boca para tomar un largo trago.

Se acerca a mí y le entregó la botella. No bebe, sólo me levanta la barbilla


para ver mi cuello.

—Estoy bien.
—Eso lo decido yo, —dice seriamente.

—¿Desde cuándo?

—Desde que me casé contigo. Ahora quédate quieta. —Saca un pañuelo


del bolsillo de su chaqueta, limpiando la sangre de mi cuello.

—No tenemos tiempo para esto…

¡BANG! El primer disparo pareció resonar por todo el edificio, seguido de


gritos y aún más disparos.

—Lo llamé. —Suspiro, levantando una de mis armas para él.

Saca la suya en su lugar, una edición negra estándar. Una sonrisa en


sus labios mientras dice, —¿Bebidas y cigarros en la azotea cuando
terminemos?

—Debido a mi reciente cirugía de corazón, creo que deberíamos


encontrar una nueva tradición. —Sonrío.

Se esfuerza. —¿Smoothies, entonces? Incluso seremos como esas chicas


molestas del centro comercial y pediremos col rizada extra.

Antes de que pueda responder, nuestras cabezas saltan hacia la puerta


cuando oímos el martillar de una pistola. Nos sumergimos bajo el
escritorio mientras las balas entran volando.

—Si no vas al centro comercial, ¿cómo sabes de estas chicas? —Grito


sobre las balas.

Me mira, aturdido. —¿En serio, vas a discutir por mi chiste ahora


mismo?

Cuando las balas se detienen, ambos nos damos la vuelta y disparamos.


Le doy a uno de ellos en el pecho y Liam le da a la cabeza del otro antes
de que nos volvamos hacia adentro.

—Es una pregunta simple; ¿por qué estás tan a la defensiva?

Trono la mandíbula a un lado, a punto de decir algo, cuando oímos a


uno de ellos pisar los cristales rotos.
Liam mira a través de uno de los agujeros de bala en el escritorio antes
de asentir. Distrayéndolo con un disparo a sus pies, me levanto, con el
arma en ambas manos, devolviendo los disparos. Cuando todos caen,
Liam corre hacia sus cuerpos y recoge los rifles.

—¡Me estoy haciendo demasiado viejo para esta mierda! —refunfuña,


lanzándome uno mientras corro hacia la puerta.

—Quédate entonces, Cariño, toma un té mientras estás en eso.

—Melody, nena, hazme un favor y lánzala, —me dice y me lamo los labios
por él, saliendo lentamente por la puerta.

—Cuando quieras…

—¡Melody! —grita, corriendo hacia mí justo cuando oí el suave pitido.


Fue extraño, no siento nada durante un buen segundo antes de que
nuestros cuerpos se estrellen contra la pared, la pintura de Abraham
Lincoln rompiéndose y cayendo sobre la espalda de Liam. Liam lo
empujó, se cierne sobre mí.

—¿Estás bien? —Le pregunto.

—Joder, creo que me he roto las piernas, pero viviré. Declan y su dulce
trasero se están tomando su tiempo.

—Eso es bueno.

—¿Mel? —Se sienta, mirándome, abriendo los ojos ante el fragmento de


vidrio alojado en mi estómago como un accesorio de moda—. ¡Melody!

—Estoy bien, —miento, poniendo mis manos alrededor.

—Melody, respira. Nena, está bien. No es nada, sólo una herida


superficial. —También está mintiendo.

—Lo sé. —Fuerzo una sonrisa—. Por eso es bueno que no estés
demasiado herido… oh… porque… porque…

—¡Melody! —Me sacude—. Melody, mantén los ojos abiertos, ¿bien?

—Liam, estoy bien, sólo dolorida. —Mentirosa. Mentirosa. Mentirosa—.


Yo… necesito… que le des una patada en el culo a mi hermano, ¿bien?
Voy a esperarte aquí.
—Melody

—Nos matará, y realmente quiero mi batido en la azotea.

Se congeló. No deja de mirarme, ni siquiera parpadea, y estoy segura de


que por eso le sale una lágrima del ojo izquierdo. Debieron arder con el
tiempo que los mantuvo abiertos.

—Liam, me estás mirando así, me estás asustando. —Todavía nada.

—VAYAN…

Me besa fuerte y no me gusta, para nada, pero le devuelvo el beso.

—Si mueres, nunca te perdonaré, esposa. ¡Nunca! —dice cuando se


separa, quitándose la chaqueta del traje y poniéndola sobre mí.

No le respondo, sólo asiento… pero esperaba que Dios me perdonara.


Esperé hasta que le veo marcharse antes de romper a llorar, sollozando
por primera vez en mucho tiempo.

—Ugh… lo siento. Lo siento mucho, —susurró una y otra vez, Ethan,


Dona y Wyatt en mi mente.
LIAM
9:17AM
Estaba en llamas... o al menos, eso es lo que se sentía. Me dolía todo el
cuerpo, pero no tanto como mi pierna. Ahora estaba cien por ciento
seguro de que me la había roto, pero eso no era nada en comparación
con el insoportable dolor en mi pecho con cada paso. Cojeando hacia
adelante, vi a Melody, vi el pedazo de vidrio, y vi la expresión relajada en
su cara como si supiera... No. No. Ella no iba a...

BANG

—¡UGH! —Siseo, cayendo de espaldas mientras la bala atraviesa mi


hombro. ¡Mierda! Me había quitado el chaleco, que también se había
convertido en mi chaleco antibalas.

—Sabes, Callahan, todo esto fue demasiado fácil para mi gusto, —dice,
inclinándose sobre mí—. Pero por otra parte, a todos los que te has
enfrentado hasta ahora querían el poder, querían lo que tú tenías; a mí,
en cambio, me importa un bledo. Estoy aquí para ver cómo arde todo.

Cada momento que desperdicié con este mimado fue un momento lejos
de ella.

—Mi padre pasó su vida construyendo esto. Melody pasó su vida


construyéndolo, ¿y para qué? Esta ciudad seguirá adelante cuando tú
mueras. La gente que has protegido encontrará nuevos jefes. ¿Qué
sentido tiene?

—¡Ugh! —Siseo, mis dientes se aprietan juntos mientras él presionaba


mi pierna.

—Esas son sólo algunas de las preguntas que quería hacerle a mi padre,
pero el viejo tenía que morir. Toda esa charla de que soy fuerte y él
muere, maldito hipócrita...

—¡Me importa una mierda! —Saco el cuchillo de mi costado y lo alcanzo,


apuñalándolo en el hombro antes de rodar, levantando el arma y
disparando en su pecho.

Vuela de vuelta, y sé que le he dado a su chaleco. Girando sobre mis


codos, me levanto del suelo. —¿Tienes problemas con tu padre? ¡Ponte
en la fila!
Se ríe, empujándose del suelo, sacándose el cuchillo del hombro y
dejándolo caer. Volviéndose hacia mí, también deja caer el arma en sus
manos antes de levantarla. —Vamos a luchar, de hombre a hombre. Lo
veo en tus ojos, quieres darme una paliza, ¿verdad? Veamos si realmente
puedes, con esa cuchara dorada colgando de tu boca... ¿El favorito de
papá ha estado alguna vez en una pelea de verdad? ¿SABES LO QUE
ES? No, la maldita familia feliz de Callahan...

—¿Recuerdas la parte de la película en la que el villano hace su gran


discurso sobre por qué demonios está tan jodido y hace cosas malas? —
Me detengo antes de levantar el arma—. Lo que más odio de esa parte
es.

BANG.

La bala le da en el cuello y cae de rodillas.

Dando la espalda a él, intentó volver hacia ella, pero no puedo. Todo se
desdibuja y antes de que pueda detenerme o prepararme para el impacto,
estaba boca abajo.

—¡POLICÍA DE CHICAGO!

Por supuesto... ahora vienen. Había muy pocas cosas con las que se
podía contar en este Chicago; los Cubs siempre ganaban el partido
inaugural, la ciudad siempre estaba ventosa, y la policía nunca podía
llevar sus culos a ningún sitio a tiempo.

9:24 AM

Podía oírlos sobre mí, pero no podía abrir los ojos, se sentían muy
pesados.

—¡Está perdiendo mucha sangre aquí, Jerry!

—¡Tiempo estimado de llegada cuatro minutos!

—¿Cómo se ve su pierna?

Mi esposa... ¿qué pasa con Melody?


MINA
11:57 AM

—Háblame, por favor, —susurro, extendiendo la mano, pero se aparta


de mí, girando la cabeza. Desde que se había despertado, no había dicho
una palabra o incluso no había abierto los ojos. Se quedó sentado en
silencio, con una rabia agónica, y no estaba segura de qué decirle. No
sabía cómo arreglar esto.

—Neal... —Otra vez alcanzo a tocar su muslo, pero me agarra el brazo,


sujetándolo con fuerza.

—Sólo vete. —Su voz es severa y dura, nada parecido al hombre con el
que me había casado—. Toma a los niños y vete.

—No. —Aparto el brazo.

—¡Maldita sea, Mina! ¡VETE! ¡VETE! —Grita, con el pecho hinchado como
un toro—. Apenas puedo mirarme a mí mismo y no soporto que tú
también me mires.

—¿Por qué no te miraría, Neal? Eres mi marido, ¿verdad?

No responde, sólo me da la espalda. —Mina... por favor.


Quiero discutir. Quiero rogarle... pero en vez de eso me levanto, le beso
un lado de la cabeza y me voy. Cerrando la puerta detrás de mí, tomo un
respiro y me apoyo en la puerta. Justo cuando estaba a punto de
deslizarme, siento la pequeña mano de Sedric tirando de mi blusa.

—¿Mamá?

—Hola, amigo. —Me inclino frente a él, acariciando sus mejillas.

—¿Podemos ver a papá ahora? —pregunta. Miro a Nari, que no dejaba


de mirar a la puerta. Alargando la mano, los abrazo a ambos.

—Todavía no, amigo. Está muy... cansado.

—Pero dijo que podía hablar con él cuando quisiera. —Trata de alejarse.

—¡Sedric!

Todos saltamos cuando vemos a Helen sonriendo ampliamente y


corriendo hacia nosotros. Detrás de ella esta Cora con el bebé Darcy.

—¡Sedric, te extrañé! —Helen lo rodea con sus brazos, pero Sedric trata
de alejarse.

—¿Por qué? ¿Vas a maquillarme otra vez? —Frunce el ceño.

—No, vamos a pintarte las uñas. ¡Vamos, Nari! —Une los brazos con
ambos y los aparta.

Nari arrastra sus pies —Pero mi papá...

—Nana dice que una chica siempre debe hacerse la manicura, dice que
debes cuidarte. No quieres que el tío Neal piense que no te cuidas,
¿verdad? —responde, derrotando totalmente a Nari.

—Tu hija es inteligente, —le digo cansadamente a Cora, quien sonríe con
orgullo.

—Lo sé, y me llevo todo el mérito.

Las dos nos reímos, pero dura poco. Mira por encima de mi hombro. —
¿Cómo está?

—En shock. —Como cualquiera que pierda una extremidad.


—Dale tiempo... puede que arremeta contra ti y te aleje, pero
honestamente es lo último que quiere. Tómalo de mí. Cuanto más
decimos “déjame en paz”, más queremos decir “no me dejes ir”. —La
imagen de ella sometiéndose a tratamientos de cáncer inunda mi mente.
No había sido parte de la familia entonces, pero había visto lo mucho que
ella y Declan habían sufrido.

—Cora. Mina. —Evelyn viene hacia nosotros, con los ojos rojos. Sólo Dios
sabe lo doloroso que debió ser la situación para ella.

—Evelyn va a... —Empiezo a decir, pero se detiene, dando un paso atrás


y tratando de mantener la compostura.

—He preparado un avión. Necesitamos que todos regresen a Chicago lo


antes posible. Ya he hablado con el hospital sobre Neal.

—¿Se ha acabado? —Cora pregunta.

Evelyn abre y cierra la boca antes de decir —Prepárense, Señoras... no


yo... sólo…

—Evelyn, estás empezando a asustarme. ¿Qué es lo que pasa?

—Por favor, prepárense para salir y asegúrense de que los niños no vean
o escuchen ninguna noticia. Voy a buscar a Ethan, Wyatt y Donatella.

Nuestros instintos eran los mismos... sacamos nuestros móviles. En el


momento en que lo hicimos, deseábamos no haberlo hecho, porque era
como si el suelo se hubiera abierto bajo nuestros pies.

No podía ser verdad.

No lo creería.

Nunca.
Capítulo 24
“Quedarse con tu familia es lo que la convierte en
una familia"
~ Mitch Albom ~

LIAM

—¿Sr. Callahan? Sr. Callahan, ¿puede oírme?

Murmuró algo, mis ojos se abren de golpe y se vuelven a cerrar.

—¿Sr. Callahan?

—Sí. —A la mierda con las quemaduras.

—¿Sí?

—Sí… puedo… oírte…, —me las arreglo para decir.

—Eso es bueno. —Las luces sobre mí se duplican antes de que


finalmente se mezclen cuando la habitación deja de girar. Mirando a mi
derecha y luego a la izquierda, todo lo que veo son doctores y enfermeras.

—¿Recuerda lo que pasó, Sr. Callahan?

¡Emilio… balas… explosión… vidrio!

—Woah, Sr. Callahan, acuéstese…


—¿Mi esposa? ¿Dónde está mi esposa? —Pregunto, tratando de
empujarlo, ignorando el dolor en mi hombro.

—Sr. Callahan, ahora mismo queremos centrarnos en…

Agarrándolo por el cuello, lo acerco a mí. —¿DÓNDE. ESTA. MI.


ESPOSA?

Ninguno de ellos me responde y me esfuerzo por volver a levantarme,


pero todo vuelve a girar. Mirando a mi izquierda lo veo… me estaban
drogando.

—¡Alto!

—Sr. Callahan, necesitamos que se relaje ahora mismo. Sólo respire.

—Yo… mmmi… eesposa —Arrastro las palabras y me caigo de espaldas.

5:55 PM

—Ugh. —Me quejo. Cambiando de lugar, abro los ojos, pero los vuelvo a
cerrar cuando me encuentro con una luz brillante en la cara.

¿Dónde diablos estoy?

Bip.

Bip.

Bip.

Mirando a la izquierda, observo el monitor cardíaco que me está


controlando fijamente. Mi ritmo cardíaco se eleva lentamente al recordar
lo que me había pasado… a nosotros… Trato de sentarme, pero no puedo
con el peso del lado derecho.

—No te muevas.

—¡Mel!

Esta sentada en una silla de ruedas, su rostro tan pálido que ni siquiera
estaba seguro de si era ella o un fantasma. Apoya su cabeza en mi regazo
y me mira fijamente, sus ojos marrones como dagas al corazón… buenas
dagas. Una sonrisa se extiende por mi cara.
—Hola

—Nos han dado una paliza, Liam. —Sólo tenía que ir y arruinar el
ambiente.

—Deberías ver al otro tipo, —murmuro, extendiendo la mano. Ella


aprieta la mía con fuerza… pero tiene razón, había estado muy cerca y
¿para qué? Casi habíamos perdido nuestras vidas por absolutamente
nada más que un rencor.

—No me presento a Presidente, —susurra.

—¿Qué?

No lo repite, sólo me toma la mano y cierra los ojos. —¿Mel?

—Estoy bien, sólo cansada…

—¡Liam! —Los dos nos giramos hacia la puerta. Allí, Declan, un equipo
de doctores, Cora, Evelyn y Mina nos miran fijamente.

—¡Jesucristo, Melody! —Cora grita y yo estoy completamente


confundido—. ¡Las noticias informan de que has muerto! Llegamos a tu
habitación y nadie sabe dónde estás o te ha visto, ¡lo que es extraño
porque se supone que estás en reposo! ¡Tuviste un ataque al corazón!
¡Sin mencionar las numerosas heridas que tienes por todas partes! ¡Has
perdido la maldita cabeza! Nosotros…

—Respira, cariño… respira. —Declan le agarra sus hombros, tirando de


ella hacia atrás, pero parecía lista para darle una paliza.

Espera…

—¿Tuviste qué? —La vuelvo a mirar, ahora realmente viendo lo pálida


que esta y notando el sudor que cubre su frente.

—Estoy bien…

—¡Llévala a donde tiene que ir! —Me quejé a los médicos, ignorando el
dolor en mi hombro. Me apretó la mano de nuevo y también la apreté.

El doctor viene detrás de ella, agarrando su silla de ruedas, y ni siquiera


lucha, lo que demuestra lo mucho que debe estar sufriendo. Jesucristo.
—¡Mamá! —Los escucho antes de verlos. Entran como un tornado y se
precipitan a su silla. Es verdaderamente masoquista porque sólo abre
sus brazos y los abraza a todos. Besa la mejilla de Wyatt y luego se acerca
para hacer lo mismo con Ethan y Dona.

—¡Mamá, hice lo que me enseñaste! ¡Nos saqué del auto! Ethan no pudo
hacerlo. No creyó que pudiera hacerlo, pero lo hice. —Wyatt sonríe con
orgullo.

—Estoy tan orgullosa, cariño. —Le acaricia el cabello.

—Hola, mami, —susurra Dona, besando su mejilla. La mira al borde del


llanto y me rompe el corazón.

—Hola, Dona, ¿cómo estás? Te he echado de menos. —Melody besa su


frente.

—Lo siento, mami. —Abraza a su elefante de peluche, Sr. Missmore.

—¿Lo sientes? ¿Por qué?

—No hice nada, —dice suavemente—. Ethan y Wyatt hicieron todo…

—¡Eso no es cierto, Dona! Estuviste muy tranquila y nos hiciste


calmarnos, —dice Ethan rápidamente, abrazando a su hermana, que no
parecía creerle o no le gustaba su contribución.

—Bueno, vamos a trabajar en algunas cosas también, —dice Melody,


notoriamente sin elogiarla, pero de nuevo, no parecía que Dona quisiera
ser elogiada—. Pero aún así me alegro de que estés a salvo.

—¿Estás bien, mami? Pareces enferma. —Ethan pone la palma de su


mano en su rostro. Girando a un lado, la besa.

—Sí, estoy perfectamente bien. Estoy muy orgullosa de ti y de tu


hermano.

—Chicos, su madre necesita ir a descansar. —Cora se acerca a ellos—.


Además, ¿te olvidaste de tu padre allá?

Todos me miran como si se hubieran dado cuenta de que estaba allí.

—Gracias chicos, ya veo como es. Supongo que no me quieren, —Frunzo


el ceño, despidiéndome de Melody cuando se la llevan.
—¡Papá, no seas tonto! —Dona se me acerca y se sube a mi cama. Pongo
mi mano en su cintura para asegurarme de que no se caiga—. Traje al
Sr. Missmore, siempre me hace sentir mejor.

—Gracias, pero es mi princesa la que me hace sentir mejor. La abrazo.

—¿Y qué pasa con nosotros? —Pregunta Wyatt, viniendo a mi lado.

Los miro a ambos parados hombro con hombro. —A veces.

—Papá, no puedes tener favoritos. —Ethan me frunce el ceño.

—Acércate, Ethan, —digo en serio y se inclina. Le despeino el cabello y


gruñe, retrocediendo.

—¡Papá!

Riendo, me concentro en Wyatt, que mira detrás de él como si buscara a


su madre otra vez.

—¿Te aburrido, Wyatt? —Le pregunto.

—¿Eh?

—Parece que extrañas más a tu madre que a mí, —digo.

Su cara se pone roja. —No. Extraño a todos, pero mamá es una niña y
hay que tener cuidado con las niñas.

—¡No para siempre! Mami dijo que voy a ser capaz de cuidarme a mí
misma.

—Sí, pero eso va a llevar mucho tiempo, Dona, —explica Ethan, y me


inclino hacia atrás, disfrutando al verlos pelear así. Eran todos
perfectamente tercos, divertidos y hermosos.

Continuaron hablando y hablando, y sólo podía escuchar.


MELODY
—Sra. Callahan, si necesita ir a algún sitio otra vez, por favor hágaselo
saber a alguien, —me dice el primer doctor mientras me ayudan a volver
a la cama.

—¿Cómo pudo pasar a las enfermeras? —me pregunta otro, pero no me


molesto en responder, sólo me recuesto.

Mi cuerpo se siente como si estuviera en llamas.

No le presto mucha atención a ninguno de ellos. Siento que han pasado


horas antes de que me dejaran y Mina entrara. Se veía tan mal como
yo… recordándome lo mucho que había pasado la familia.

—Cómo…

—¿Cómo está Neal? —Pregunto en voz baja, sin querer responder de


nuevo a esa pregunta.

Sus hombros se ponen rígidos y baja la cabeza, mirando sus pies, —Está
en muy mal estado, emocionalmente.

Asiento. —No puede entenderlo solo.

—¿Qué?
—Le pasó algo malo. No lo mimes. No dejes que sienta que merece ser
compadecido. Dale tiempo, pero si no empieza a reponerse, entonces es
tu trabajo traerlo de vuelta a la realidad. Ha perdido un miembro; sigue
siendo tu marido, un padre, un hijo y un hermano. No puede entenderlo
solo. —Dicho esto, iba a necesitar tiempo para aceptarlo.

—Sí… gracias, creo. —Hace una mueca y sonrío.

—Bien, ahora tenemos que ponernos a trabajar.

—Melody, necesitas descansar…

—Descansaré cuando esté muerta. Necesito que organices una


conferencia con Liam y conmigo aquí; lo último que necesitamos es que
la gente piense que estamos muertos. Además, ¿tienes un encubrimiento
para lo que pasó?

—En la confusión, no se me ocurrió ninguna. Además, la policía


irrumpió; es difícil encubrir el asesinato de personas en…

—Primero, ponme al teléfono con el Detective Jefe Beau Brooks. —No


tengo tiempo de escuchar excusas—. Entonces saldrás y repetirás lo que
diga, palabra por palabra. Cuanto más tiempo se cocine esto, peor se
pegará después.

—Sí, Señora.
MINA
La mujer casi se muere.

Había pasado por un infierno y regresado, y aún así se las arregló para
pensar en todo. ¿Cómo? No estaba segura. No había nadie más como
ella, por lo que me decepcionó su decisión, pero de cualquier manera,
me hizo sentir orgullosa de tener su mismo apellido.

—Están todos aquí, Señora. —Los guardias de seguridad se paran a mi


alrededor como si estuviera cubierta de joyas de millones de dólares…
pero cuando eres un Callahan, eras una joya para esta ciudad.

Las luces parpadeaban una y otra vez, casi me cegaron cuando salí al
frente del podio.

Colocando mis notas frente a mí, miro directamente a la cámara.

—Damas y Caballeros de Chicago, y todos los espectadores del estado,


me gustaría corregir el rumor que ahora circula por Internet sobre la
Gobernadora. La Sra. Callahan no está muerta, ni aprecia que los medios
insinúen que lo está cada vez que ocurre un incidente durante su
mandato. Como saben, nuestra Gobernadora es mucho más dura que
eso, pero no significa que ella misma no tenga que lidiar con muchos de
los mismos problemas personales que ustedes. Esta mañana, el
hermano de la Gobernadora, Emilio, entró en su oficina con la intención
de matarla. Sin saberlo los ciudadanos de Chicago, e incluso los hombres
y mujeres que lo eligieron especialmente para el cargo sin su
conocimiento o consentimiento, el Alcalde Cortés sufría de una
enfermedad mental, que luchaba por controlar. El recién nombrado
Comisionado de Policía Beau Brooks nos ha informado que lo que
impulsó este ataque fue la muerte de su madre, dejándolo en un estado
de desequilibrio. Sí, esto es impactante. La gente de esta ciudad ha
pasado por mucho en las últimas semanas. Nuestra seguridad y forma
de vida han sido puestas a prueba. Es por esta razón que la Gobernadora
Melody Nicci Giovanni Callahan quiere que lo deje claro, no se presentará
a la Presidencia. Sus palabras exactas fueron, “Chicago es nuestro hogar.
Este estado es nuestro hogar. No me siento cómoda dejándolo por
cualquier otra ciudad o ayuda estatal. Soy demasiado parcial para ser el
Presidente. Quiero que Chicago sea la ciudad a la que todos acudan.
Quiero que Illinois sea el estado que lidere a otros estados. Me dedicaré a
este estado hasta que la gente decida que quiere que me retire. Además,
siempre puedo pintar mi casa de blanco”. —Sonreí en ese último
momento, haciendo una pausa cuando empezaron a hacer preguntas y
extendiendo mi mano para indicar que no había terminado.

—Así que ahí lo tienen, Damas y Caballeros. El Comisario responderá a


otras preguntas.

Doblando el papel, me doy la vuelta, entrando en el hospital y respirando


profundamente. Mis tacones hicieron un chasquido en el suelo…

—¡Mamá! —Sedric se separa de Nari y corre hacia mí. Se pone justo


delante de mí, con los brazos cruzados—. Quiero ver a papá.

—Sedric…

—Ethan me dijo que su pierna se ha ido, así que está triste. Gracias,
Ethan. Brillante. —Pero todavía quiero verlo.

—Sedric…

—¿Por favor, mami? —Nari pregunta en voz baja.

La voz de Melody vino a mi mente. No lo mimes.

Inclinándome, lo levanto y alcanzo su mano. —Está bien, vamos, pero


puede que esté cansado por el viaje, ¿bien?

Asienten. Sedric me rodea con su brazo alrededor del cuello,


sosteniéndose como un pequeño mono mientras caminamos. No digo
mucho. No hay nada que decir y me pongo más nerviosa con cada paso
que damos hasta que siento que estoy a punto de vomitar mi propio
corazón cuando finalmente llegamos a la puerta. El guardia la abre y
Neal se queda allí, mirando al techo, con los ojos rojos.

—Papi. —Sedric se agita de mis brazos, deslizándose por mí al suelo. La


cabeza de Neal se eleva mientras me mira con enfado.

—Hola.

Los dos se apresuran. Nari estalla y llora. —Te he echado de menos,


papá. Estaba asustada.
—¡No estaba asustado! ¡Sabía que estarías bien! —Sedric se sienta al
lado de la cama—. ¡Ethan y Wyatt dijeron que eras realmente genial! ¡Lo
sabía! ¿Podemos jugar cuando te mejores?

—¡Yo también! —Nari levantó la mano—. Papá está en mi equipo.

—¡No es justo! ¡Estuviste en su equipo la última vez! —Sedric frunce el


ceño.

Neal los mira fijamente a ambos, con los ojos llenos de lágrimas.

—Podemos jugar dos rondas. Jugaré con los dos, —finalmente se las
arregla para decir, aunque sonaba como si su garganta se estuviera
cerrando.

—Papá, ¿qué pasa? —Nari le toca la mejilla.

—Nada. —Sacude la cabeza, luego me mira y sonríe—. Los tengo a todos,


¿cómo puede estar algo mal?

—Eso es lo que estoy diciendo. —Sedric levanta las manos, el pequeño


sabelotodo, y todos nos reímos. Caminando hacia él, me inclino para
besarle la mejilla, pero se gira, besando mis labios.

—Te amo. —Se traga el bulto en su garganta—. Te amo—, repitió.

—Yo también te amo.


EVELYN
—Mi corazón no puede soportar esta mierda, —dice Cora, dando vueltas
y vueltas. Todo su cuerpo temblaba mientras estábamos fuera de la
habitación de Melody—. Y lo empeoraste con tu discurso de “será mejor
que te prepares”.

—Cariño, ¿por qué no vamos a la cafetería con los niños a comer algo
horrible? —Declan se acerca, colocando la silla del bebé Darcy junto a la
silla de Helen, que también se estaba quedando dormida.

Cora respiró hondo, con el pecho cayendo lentamente mientras me


miraba. —Siento como si estuvieras escondiendo algo, Evelyn.

Sonreí. —Sí, un fuerte dolor de cabeza, querida. Ve a pasar tiempo con


tu familia y sé feliz… hemos ganado. —Aunque no sin heridas.

Me hizo una cara antes de venir a abrazarme. Cora no era una


abrazadora, pero lo apreciaba. La disfruté, y mirando a Declan, pude ver
que seguía tan enamorado.

—Ya está bien, vete. —Me alejé.

Asintió, buscando a Darcy mientras Declan recogía a Helen. Abrió los


ojos soñolientos y al verme, me saludó. Devolviendo el saludo, vi como
entraban en el ascensor.

—Señora. —Los guardias asintieron, abriendo la puerta de la habitación


de Melody. Se sentó, con mejor aspecto que una hora antes, pero no por
mucho.

—Estás enfadada conmigo, ¿verdad? —susurró suavemente. Tenía


muchos sentimientos pasando por mí, pero me senté a su lado, dejándola
expresar lo que ya sabía que estaba sintiendo—. No podía hacerlo,
Evelyn, todavía no… no puedo. Lo intenté. Habría sido la oportunidad
perfecta, pero no estoy lista… me duele.

Alcanzando su mano, la apreté, parpadeando las lágrimas de mis ojos.


—Lo sé. Si alguien en este mundo lo entiende, Melody, soy yo… pero esto
estuvo cerca. Demasiado cerca. No tienes mucho tiempo. Hay un precio
que pagar por tener esta vida, tienes que tomar decisiones difíciles.
Afortunadamente eres buena en eso.
Asintió, parpadeando sus lágrimas antes de cansarse y usando su otra
mano para secarlas. —Tu maldita familia me ha hecho tan blanda.

Me reí. —¿Familia mía? ¿O familia nuestra? Y después de ser tan


condenadamente fuerte Mel, creo que ser suave por un rato es algo
bueno, ¿no?

—Pregúntame mañana.

—Puede que mañana no estés blanda.

En eso, se rio. —Mujeres, podemos tenerlo todo…

—Sólo que no todos al mismo tiempo. —Asentí. —Cuando estés lista…


sabrás que es el momento.

—Bien. —Asintió—. ¿Puedes hacerme un favor?

—Creí que lo hacía. —Mi ceja se levanta, aunque sólo estaba


bromeando—. ¿Qué pasa?

Una verdadera sonrisa se extendió por su rostro. Nuestra Sangrienta


Melody había recorrido un largo camino.
LIAM
—¿Mamá? ¿Adónde vamos? —Pregunto, mirando el ascensor. Había
hecho que los niños se fueran con Cora y luego me secuestró de mi
habitación. Había algo en estar vestido con una bata de hospital
mientras mi madre me empujaba que no me gustaba.

—¿Por qué estás tan preocupado? ¿Crees que soy un doble agente o algo
así?

Resoplé en eso. Había dos personas en las que confiaba completamente,


mi madre y mi esposa. —Sólo estás actuando de forma un poco extraña.

—Mis hijos están vivos. Es un día hermoso. ¿No se me permite celebrar?

Pensándolo bien, tal vez estaba tratando de matarme.

—Ouch. ¿Por qué fue eso? —Me frotó el brazo.

—No me gusta lo que estabas pensando, —dice con naturalidad mientras


me saca del ascensor y me lleva a las puertas.

—Así que no se me permite pensar…

—Melody, ¿puedo dejarlo aquí? Me está volviendo loca, —grita mi madre


cuando llegamos a la azotea.

Melody está en su propia silla de ruedas al lado de una mesa. Me volví


hacia mi madre, que sólo me guiña un ojo cuando las puertas se cierran.

—Eh, —me dice casualmente mientras me dirijo al otro lado de la mesa.

—Mel, deberías estar en la cama…

—He traído un médico. —Señala al hombre que esta tomando un


descanso para fumar detrás de mí. No estaba seguro de cómo me sentía
acerca de que un médico que se estaba dando lentamente un cáncer de
pulmón fuera su seguro—. Y traje nuestros batidos.

Pone la bebida delante de mí.

—¿Morí? —Pregunto lentamente, tratando de pensar.


—Cállate y déjame ser amable, Jesús, jodido molesto, —me dice
bruscamente y me rio, agarrando el batido y tomando un sorbo.

—¿Mango?

—Es bueno para ti, Cariño, —murmura, mirando a la ciudad. No podía


apartar la vista de ella.

—¿Estás siendo romántica ahora mismo? ¿Estamos en una cita?

—No le des importancia, Liam. Además, sabes que odio los hospitales. —
No me mira, sólo toma un sorbo de su bebida.

—No sé si no puedo hacer una gran cosa de esto, Mel… es una especie
de…

—Mira, los fuegos artificiales están a punto de comenzar, —me


interrumpe mientras el petardo se disparaba al cielo.

—¿Fuegos artificiales? Melody, ¡Ahora me estoy derritiendo por dentro!


—Jadeo, mi mano sobre mi corazón—. ¿Me darán un anillo?

—¡Oh Dios mío, eres tan malditamente molesto! —me grita. Me rio,
levantándome de mi silla e inclinándome para besarla.

Sentado de nuevo en mi silla, tomo mi bebida y echo un vistazo a la


ciudad. —Me hubiera gustado el kiwi, pero el mango también es bueno.

Era demasiado linda.

—Una vez más, Liam… ganamos.


Capítulo 25
“Algunos nacen locos, otros logran la locura, y algunos
tienen la locura encima"
~ Emilie Autumn ~

Cuatro años después

LIAM

DÍA 1

11:57 PM

—Si tenemos que hacer otra de estas malditas cenas de la policía el año
que viene voy a perder la cabeza, —refunfuñé, quitándome la corbata
mientras el conductor se alejaba del hotel. Melody apoya su cabeza
contra mi brazo pero no respondió.

—Mel. ¿Melody?

—¿Eh? —Se sienta, mirándome. Había estado fuera de sí durante días.

—¿Estás bien? —Me acerqué, apartando su cabello a un lado.

—Sí, sólo estoy cansada. —Asintió, moviéndose para acomodarse en su


asiento.

—No te dije que dejaras de apoyarte en mí. —Fruncí el ceño y pone los
ojos en blanco.
—Voy a... —Vi los faros que venían justo detrás de su cabeza.

—¡MELODY! —Grité, pero antes de que ella o yo o incluso nuestro


conductor pudiéramos hacer algo, el cristal que nos rodeaba explotó y
voló hacia mí mientras nos dábamos la vuelta.

El metal crujió a nuestro alrededor... luego la oscuridad.

5:04 AM

—¿Liam? —Escuché su voz.

—¿Declan? —Miro hacia donde se sienta a mi lado, con un aspecto


absolutamente desordenado—. Te ves como una mierda.

No respondió, sólo asintió.

—¿Qué es y qué demonios me dio ese doctor? Siento como si tuviera una
boca de algodón. —Estiro la boca, sacando la lengua.

—Un sedante suave

—¿Por qué? —Pregunto enfadado... no puedo recordar nada.

—Estabas listo para estrangular al doctor.

Me encogí de hombros ante eso.

—No sería la primera vez. —Gimo mientras me levanto y se mueve para


ayudar—. Ya lo tengo. ¿Qué tan graves son mis heridas?

—Una pierna y un hombro rotos, junto con un tímpano roto y unas


costillas magulladas, —responde como si lo estuviera leyendo de mi
maldito gráfico o algo así.

—¿Y Melody? —Estiro mi cuello— Estaba del lado del auto cuando fue
golpeado. ¿Cómo está? Deberían habernos puesto en la misma
habitación, se va a quejar de mí.

No dice nada.

¿Por qué no dice nada?


—Te he hecho una pregunta, hermano, ¿cómo está mi esposa?

Se queda mirando sus malditos pies. Mi corazón empieza a acelerarse y


el aturdimiento en el que estaba desapareció por completo.

—Te lo voy a preguntar una vez más

—Por favor, no hermano —Respiró profundamente, su pecho tiembla


cuando exhala—. Por favor, no me hagas decirlo.

—¿Decir qué? ¿Qué es lo que no quieres decir? Te pregunté, ¿cómo está


mi esposa? Tu respuesta debería ser “un poco golpeada pero curándose,
está con los niños” o “dormida, puedes verla más tarde”. Esas no son
cosas difíciles de decir, Declan, ¡así que dilo, joder!

Abre la boca y luego sacude la cabeza. —Melody... esta... Liam... estoy


tan... su corazón no pudo soportarlo.

¿Qué?

¿Qué?

No lo he entendido.

—Declan, ¿qué me estás diciendo ahora mismo?

Estaba tan silencioso que podía oír que ninguno de los dos respiraba, el
único ruido provenía de la máquina que estaba sujeta a mi brazo.

—Liam... la perdimos. Melody murió a la 1:09 AM esta mañana.

Me siento allí, con la mente en blanco durante mucho tiempo.

¿Melody estaba muerta?

¿Mi esposa estaba muerta?

La mujer que gobernó Chicago.

La madre de mis hijos.

La única persona que mantenía mi corazón latiendo estaba muerta.

Me rio.
Me rio tan fuerte que me duelen las costillas.

—Estás loco, —le digo, sin poder dejar de reír—. ¿Sabes quién es mi
esposa? Ella no muere. Mi esposa no muere, Declan, así que inténtalo
de nuevo, con una historia que crea.

—Ella se precipitó con una hemorragia masiva como tú, pero su corazón
no pudo soportar el estrés y se rindió...

—¡INCREÍBLE! —Grito, sacándome la intravenosa del brazo y saliendo


de la cama—. UNA MIERDA. ¿Dónde está, Declan?

—Liam...

—¡No me toques! —Le quito la mano de un golpe—. Dije, ¿dónde está?


Melody. Esta broma no es divertida. Ya he terminado de escucharte, así
que sal de mi camino.

El yeso en mi pierna me impide caminar recto, pero no me importa.


Agarro el poste de goteo intravenoso para mantener el equilibrio mientras
cojeo hacia la puerta. Estaban todos allí, todos menos Neal y los niños;
Mina, Cora y mi madre sentados afuera.

—Liam, deberías estar descansando.

La miro fijamente a los ojos. —Mamá, por alguna razón Declan quiere
joderme hoy, así que si lo mato, ahora ya sabes por qué.

—Liam, estoy tan...

—¡CÁLLATE! —Le grito a Mina cuando me tiende la mano. ¿Quién carajo


se cree que es?

—¿Dónde está Melody? —Miro cada una de sus caras y todas se parecían
a Declan—. ¡Bien, encontraré a alguien con un título médico para
responder a la maldita pregunta ya que es muy difícil para todos ustedes!

Cojeando por el pasillo hacia la estación de enfermeras, me encuentro


con un médico, bueno en realidad, la mujer casi me atropella.

—Lo siento mucho, yo…


—Busco a mi esposa, Melody Callahan. 1,70 m, cabello negro, ojos
marrones, italiana. ¿A dónde voy?

Me mira como un ciervo bebé. Presionando el puente de mi nariz, respiré


profundamente. —También resulta que es la Gobernadora…

—Sabemos quién era. —Otro doctor se acerca a su lado.

—¿Era? Eso es tiempo pasado. ¿Cuánto tiempo he estado dormido? ¿Me


perdí una elección?

Silencio.

—¡QUE ALGUIEN HABLE!

—Liam, te llevaré con ella. —Declan se acerca a mi lado. Necesitas


descansar…

—Declan, te juro por Dios que te voy a matar si no paras esta mierda. O
me llevas con ella o dejas de entrometerte.

Todos se miran entre sí antes de asentir.

—Por aquí, Sr. Callahan. —La doctora ciervo bebé me lleva a los
ascensores y aún no puedo pensar cuando subo. Mi mente esta en
blanco, simplemente vacía.

Cuanto más silenciosos estaban, más podía oír mi propio corazón


latiendo… gritando.

Las puertas se abren y lo primero que noto es que el piso esta poco
iluminado, como cuando fui a ver a mi…

—Liam, —Declan me llama cuando no salgo.

Sacudo la cabeza. —Conozco este piso. He estado en este piso antes. No


está aquí. Vámonos.

—Liam…

—ELLA NO ESTÁ EN ESTE PISO.

—Bien, —dice. Vuelve al ascensor solo, y el otro médico desaparece. Las


puertas se cierran y subimos, sólo nosotros dos.
—Tomen el siguiente, —le digo a un grupo de personas cuando las
puertas se abren. Esperamos a que se cierren de nuevo.

—Dime que estás mintiendo, —susurro, agarrando el poste a mi lado—.


Dime que estoy teniendo una pesadilla… dime cualquier cosa menos lo
que me dijiste antes.

No responde y poco a poco, siento que me desmorono.

—Viajaremos en este ascensor todo el tiempo que sea necesario. Nos


bajaremos sólo cuando tú… sólo cuando estés listo para verla.

Nunca. Si fue el mismo lugar donde vi a mi padre por última vez,


entonces nunca.

8:11 AM

Tres horas. Nos había llevado tres horas volver a ese piso. Mis piernas se
habían rendido en algún momento y me había conseguido una silla de
ruedas. Odiaba esas cosas; me recordaban a cuando era un niño.
Prefería caminar con un pie roto… pero no podía encontrar la fuerza, así
que me llevó por el pasillo. Cuando llegamos a la habitación, me sentí
mal, tan mal que mi pecho empezó a subir y bajar de nuevo.

—Liam…

—¡Muéstrame! —No me lo creo. No podría creerlo. Iban a abrirla y ella


no estaría allí, lo sabía.

El forense saca el cajón, y me levanto cuando ella sale en la cama de


plata.

—¡AH! —Me quedo sin aliento.

—Lo siento mucho. —Declan se aferra a mí mientras sollozo.

—¿Mel? ¡Melody!

Era ella. Solo que estaba tirada ahí. ¿Era eso? No murió de esta manera.
No. Teníamos planes y no había podido despedirme… o incluso… no le
había dicho nada. —¡Ahh! MELODY!

Esto no puede ser real.


Era una pesadilla.

—¡NO! —Quítate de encima. Quítate. —Lo empujo y me acerqué a ella,


agarrándole los hombros fríos—. Melody, saca tu culo de esta mesa.
¡LEVÁNTATE! ¡Despierta! ¡DESPIERTA! No te mueres, ¿recuerdas? ¡Tú lo
dijiste, lo dijiste! ¡ASÍ QUE LEVÁNTATE DE UNA PUTA VEZ!

Nada.

Yo. Ella. Todo… equivale a nada.


Capítulo 26
"Así que es verdad, cuando todo está dicho y hecho,
la pena es el precio que pagamos por el amor.”
~ E.A. Bucchianeri ~

DÍA 3

Toc.

Toc.

—¿Liam? Te traje algo de comida.

Agarrando la lámpara al lado de mi cama, la arrojé a la puerta antes de


volver al suelo, levantando la botella hasta mis labios y presionando play
para que el video de mi tablet comience de nuevo.

—Liam, quita eso de mi rostro, te juro que voy a hacerte daño. Empujó la
cámara a un lado.

—¿Cómo puedes herir a un hombre con una cara como la mía? Dije, en
sincronía con mi yo grabado.

Se detuvo a pensar. —Con un martillo, un soplete o unas tijeras de punta


redonda, si me siento creativa...

—Vamos a utilizar esa mente para un mejor uso.


—¡Liam no! ¡Liam! ¡JA, JA! —La derribé al suelo, sosteniendo la cámara
en su rostro.

—Dilo.

—¿Decir qué?

—Di que me amas.

—Liam, necesitamos terminar...

—No te dejaré levantarte hasta que lo digas.

Hizo una cara a la cámara. —¿Cuenta si me estás forzando?

—Sí, porque sé que lo dices en serio de todas formas.

—Eres tan...

—Dilo...

—¡Oh Dios mío, bien! Te amo, Liam. Yo, Melody Nicci Giovanni Callahan,
¡TE AMO! ¿Eres feliz ahora?

Sonreí tan fuerte como lo había hecho en ese entonces. —Sí. Estoy
encantado porque yo también te amo.

El video se termino... y yo bebí.

DÍA 5

—Liam.

—¿Mel? —Susurro, dándome la vuelta, pero en vez de eso era mi madre


arrodillada a mi lado. Puso su mano en mi cabeza y me volví,
enfrentándome cara a cara con demasiadas botellas para contarlas.

—Liam, no podemos extender más el funeral, es dentro de dos días.

—Vete entonces, me quedaré aquí, —susurro, alcanzando una botella


con cualquier cosa que quede en ella.

—Liam, tus hijos...


—¿Puedes cerrar la puerta detrás de ti, mamá? Estoy cansado.

Me aparta el cabello hacia atrás, besándome la frente. —Nadie más en


este planeta entiende este dolor como yo. Sé que sientes que te están
quemando vivo, pero tienes demasiado que hacer. Tus hijos te necesitan,
yo también te necesito. No permitiste que te dejara cuando tu padre se
fue y tampoco te dejaré hacerlo ahora.

Mis lágrimas ruedan sobre mi nariz y en el suelo a mi lado. —Eso es


porque soy egoísta, Ma.

No tengo nada más que decir.

Otra vez me besa la frente. —Juro que después del funeral será diferente.

¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cuál era el punto?

DÍA 6

—Han pasado seis días desde la muerte de la amada Gobernadora de


Illinois Melody Callahan y el mundo está de luto. Algunos de nuestros
televidentes tal vez no recuerden esto, pero estuve en el Reino Unido
después de la muerte de la princesa Diana, y la nube que se cernía sobre
ese país está muy presente aquí hoy. Fuera de la mansión de los Callahan,
gente de todas las clases sociales, y no sólo de Illinois, han venido a rendir
homenaje, dejando flores, velas y osos de peluche, algunos incluso
dejando camisetas de los Cubs, el equipo favorito de Melody Callahan,
fuera de las puertas de la familia. Su funeral de mañana ha atraído no
sólo a políticos, sino también a gente como Amelia London y Noah Sloan,
viejos amigos de la familia Callahan que han comentado esta trágica
pérdida. Muchos vienen de todas partes para presentar sus respetos a
esta gran mujer..."

Las noticias han estado diciendo lo mismo todo el día. No quise


encenderlo, pero no pude encontrar el maldito control remoto... nada de
eso importaba. Nada lo hacía. Colocando las balas en el revólver, lo
sostuve a un lado de mi cabeza. Podía sentirme temblando... ya casi
había terminado... el dolor... todo habría terminado.

Todo lo que tenía que hacer era apretar el gatillo.

Al cerrar los ojos, el último pensamiento en mi cabeza fue...


—Es Donatella, la hija de Melody Callahan... se está escapando de la
casa.

Un escalofrío sube por mi columna vertebral cuando me giro hacia la


televisión. Me levanto para mirar a mi hija mientras corría hacia las
puertas, y vi como uno por uno arrancaba todo, rompiendo los carteles
y arrancando los osos de peluche.

Su cara estaba tan roja que parecía que estaba enferma.

—¡Mi madre no está muerta! ¡VÁYANSE! ¡Fuera! —gritó—. Cora corrió


detrás, tirando de ella en sus brazos, pero Dona sólo luchó más... lloró
más. Declan salió un segundo después tratando de calmarla, pero lo
empujó y corrió.

Maldita sea.

El arma cayó de mi mano. Me quedé mirando a mi hija sollozar en la


pantalla durante tanto tiempo que mis ojos empezaron a arder. No tenía
mucha energía para hacer nada más que entrar en el baño, abrir la
ducha, sin importar si estaba fría o caliente, y conseguir una funda para
mi escayola. Me senté, con la ropa puesta, el agua me empapó en
segundos.

—Ahh... —Con la mano sobre la boca, sollozaba, me balanceaba una y


otra vez. Pensé que querer morir pero no poder hacerlo debía ser la peor
forma de castigo que un hombre podía sufrir.

Una hora me senté allí antes de salir.

Cuando salí vi los vellos que habían crecido alrededor de mi barbilla, las
oscuras sombras alrededor de mis ojos... lo vi claramente, no podía ser
el encargado de lidiar con ello. Una ducha y una muda de ropa era
suficiente, sólo unos jeans y un jersey blanco. Agarrando una de las
muletas que me habían dado pero que ni siquiera había pensado en usar,
respiré profundamente y abrí la puerta de la habitación de Dona y Wyatt.

—Dona, no deberías haber salido...

Pero ninguno de ellos estaba allí.

—No eres mi madre, ¡Vete! —Escuché sus voces desde la habitación de


Ethan.
—Dona...

—¡TE ODIO! ¡LOS ODIO A TODOS! ¡Váyanse! —gritó antes de que algo
se rompiera.

Frotándome el pecho, quise alejarme. No podía lidiar con su dolor


también. Simplemente no podía, y aún así abrí la puerta. Cada uno de
sus cabezas se giraron hacia mí, Declan, Cora, Mina, Ethan, Wyatt, mi
Madre y Dona.

Ethan se sentó junto a la ventana. Wyatt se acostó en la cama al lado de


Dona, y todos los demás se quedaron en la puerta.

—Lo tengo, —le digo al resto de mi familia. No dijeron nada, sólo nos
dejaron solos, la puerta chasqueó suavemente cuando se cerró. Ninguno
de ellos vino a mí. En cambio, miraron fijamente un momento antes de
que Ethan se diera la vuelta y mirara por la ventana. Dona enterró su
rostro en la almohada y Wyatt se quedó quieto, mirando al techo.

Me senté al final de la cama, sin saber qué decirles, ni siquiera cómo


hablar.

—¿Han comido? —Pregunté.

—¿Te importa siquiera? —Ethan responde, sin mirarme. Era la primera


vez en su vida que me hablaba tan irrespetuosamente. —Está bien, papá,
vuelve a la cama. Me ocuparé de Dona y Wyatt.

—¿Y quién va a cuidar de ti? —Mi ceja se levantó—. Después de todo,


todavía eres un niño Ethan.

—¡Ya no soy un niño, papá! —me grita. Cuando le miro a los ojos, todo
lo que vi fue dolor y rabia—. No somos niños. ¡Todos aquí somos lo
suficientemente mayores! He estado con Wyatt y Dona todo este tiempo.
¡No soy un niño!

Me levanto, y me acerco, pero se aleja. Tirando de él hacia mí, le doy un


abrazo.

—¡Suéltame! ¡Suéltame! ¡Vuelve a la bebida! ¡Dijeron que te ibas a


suicidar! ¡También te vas a ir! ¡Así que vete ya, vete! —Me golpea y me
empuja, pero lo sujeto con más fuerza, envolviéndolo con mis brazos y
besándole la parte superior de la cabeza.
—Siento haberlos dejado solos, —susurro—, y gracias por ocuparte de
las cosas, hombrecito. —Un sollozo lo atravesó y me aferré con
fuerza—. Gracias por ser mucho más fuerte que yo...

—Por favor, papá, no te vayas, —gritó y mientras lo hacía, me rodeó la


cintura con sus brazos—. Tú también no, por favor, por favor...

Sentado a su lado, parpadeó unas cuantas veces antes de obligarlo a


mirarme. —No voy a ir a ninguna parte, no por mucho tiempo. Tus tíos
y tías estropearán todo el entrenamiento que hemos hecho. Wyatt, Dona,
vengan aquí.

Dona se precipitó hacia mí, llorando cuando le besé el rostro mientras


me abrazaba. —Gracias, princesa... te vi en la televisión, me ayudó. —
Me había salvado y matado al mismo tiempo.

—¿Wyatt? —Miré hacia arriba, pero no vino a mí, sólo se quedó ahí
acostado.

—No quiere hablar más, —me susurra Ethan.

No quise forzarlo porque entendí que no era que no quisiera hablar, sino
que no podía. No tenía nada que decir.

—Vamos, todavía estoy adolorido. Vamos a acostarnos, —digo,


moviéndome hacía la cama. Acerqué a Wyatt y le besé un lado de la
cabeza. Dona y Ethan se acostaron en el lado opuesto... y por primera
vez, la cama gigante de Ethan ya no se sentía tan grande. Habían crecido;
en los próximos años, Ethan sería tan alto como yo.

—Papi, ¿puedo tomar un helado? Me duele la garganta. —Dona me


abrazó.

—Claro, —digo, alcanzando el teléfono. Wyatt se acerca y me lo entrega


pero no dijo nada—. Gracias.

Comimos.

Hablamos.

Lloramos.
Y luego se durmieron a mí alrededor. No pude hacer nada más que
quedarme ahí escuchando su respiración. Me dio paz; cada uno era una
pequeña parte de ella.

Por primera vez en seis días, no necesité un trago para dormirme.

DÍA 7

—Papá, ¿necesitas ayuda?

La miro cuando se pone a mi lado. No había vuelto a … la habitación de


Melody y mía. En cambio, acababa de pasar la mañana con Ethan,
ayudándole a vestirse con el nuevo traje que mi madre le había
comprado.

—¿Podrías, por favor? Me falta una mano —Sonrío y me volví hacia ella,
sin esperar que supiera cómo atarme la corbata. Sin embargo, la levantó
y la volteó perfectamente, incluso ajustándola hasta mi cuello. —¿Quién
te enseñó a hacer esto?

La sonrisa en su rostro se cayó y deseé no haber preguntado. Había


crecido tanto, una joven tan hermosa ahora.

—Gracias, princesa. —Le besé la parte superior de la cabeza. Agarré mi


muleta y salimos del baño. Ethan estaba ayudando a Wyatt a ponerse el
abrigo… aún no le habíamos oído hablar. Fue el primero en levantarse
esta mañana, duchándose solo e incluso despertándonos a los demás.

—¿Están listos, chicos? —Pregunté.

—Sí, —murmuró Ethan en voz baja y Wyatt me miró. Sonaba como si


realmente estuvieran diciendo que no y no los culpé. Dona se acercó a él
y lo abrazó.

Toc toc.

—Adelante. —Miro hacia la puerta.

Cora entró llevaba un vestido negro similar al de Dona. No dijo nada,


sólo se acercó a mí y me abrazó. Me quedé allí un segundo antes de
abrazarla.

—Gracias por ocuparte de todo, —susurré, sabiendo que ella y mi madre


no dejarían que una cosa se saliera de lugar.
—Por supuesto. —Tragó y se volvió hacia los niños. Coloco un jazmín
blanco en los abrigos de los niños y un brazalete en sus muñecas.
Metiendo la mano en su bolso, también le dio a cada uno de ellos gafas
de sol.

—Una vez que salgamos, déjatelas puestas hasta que lleguemos a…


hasta que quieras quitártelas.

—Gracias, tía Cora, —respondió Ethan. Esperaba que se moviera, pero


no lo hizo; colgó la cabeza y luego los abrazó.

—Su madre los quería mucho a todos, ¿de acuerdo? ¡Mucho! —dijo, y
sentí que mi garganta se cerraba. No quería ir. No podía hacer esto. Pero
salí al pasillo con ellos.

—Hermano. —Neal se acercó a mí, agarrándome la mano y poniéndose


de pie. Le había llevado un tiempo acostumbrarse a la pierna protésica,
pero ahora ni siquiera se notaba.

—Todos sigan adelante, estaremos justo detrás de ustedes. —Mi madre


se puso a mi lado, con su mano en mi hombro.

Dona parecía como si estuviera en pánico.

—Te prometo que estaré justo detrás de ti, —le digo.

—Vamos, Dona. —Helen se acercó, tomándole la mano, y fue entonces


cuando me di cuenta de que todas las mujeres estaban vestidas con las
diferentes variaciones del vestido negro favorito de Melody.

Una por una se fueron antes de dejarme con mi madre. Coloco sus
manos sobre mi cara.

—Sólo supera el día de hoy, —me susurró—. Hay sangre ahí dentro y los
tiburones están dando vueltas. No puedes olvidar que eres el Ceann na
Conairte. Necesitan vernos fuertes.

—La ironía. —Echo un vistazo a mi brazo y pierna destrozados, pero ella


me levanta la cabeza.

—Si Melody te oyera hablar así, ¿estaría orgullosa de tenerte como


marido? Melody siempre te quiso por tu fuerza. Ahora es el momento
más importante para demostrar que la familia Callahan es igual de
despiadada… no, incluso más ahora. Si no, intentarán atacar mientras
estás en el suelo.

Sabía que debía comportarme de forma diferente a los demás, pero me


sentía como si estuviera en piloto automático.

—O’Phelan, —llamó a nuestro mayordomo y se acercó a mí, me dio un


bastón y me quitó las muletas. Me dolía como una perra, pero una parte
de mí acogió el dolor; me mantuvo en pie. Sacando también mi brazo del
cabestrillo, me reajusté.

—Mejor. —Intentó arreglarme el cabello—. Sujétate a mí y estaremos


bien.

¿Cómo lo hizo? ¿Después de papá? ¿Cómo siguió durante días, meses,


años, riendo y sonriendo… ¿cómo siguió viviendo?

—Papá. —Dona corrió hacia mí y me mordí el labio para combatir el


gemido.

—Dona, ten cuidado. —Ethan la tira hacia atrás, con los ojos bien
abiertos.

—Lo siento…

—Estoy bien. Vamos, entremos en el auto. —Wyatt ya está sentado y


esperando. Apoya su cabeza en la ventana mientras las puertas se abren.
Todos los regalos y notas habían sido retirados; ¿Cuándo?, no estaba
seguro, pero estaba agradecido.

Había autos de policía esperando para escoltarnos a la iglesia… la ironía.


Con toda honestidad, no tenía ni idea de lo que el mundo creía que había
pasado una semana antes, ni de lo que decían los irlandeses o los
italianos. Realmente no me importaba…

El largo viaje pasó mucho más rápido que de costumbre; como la policía
había despejado el camino, sólo tomó diez minutos.

—No quiero ir, —susurró Ethan.

Yo tampoco, el hombre roto que hay en mí quería decir.

—Tenemos que hacer cosas que no nos gustan Ethan; es parte de ser un
líder. —Escupo esa mierda con facilidad, arreglando mis gemelos cuando
los autos se detuvieron… en la misma iglesia en la que nos habíamos
casado.

¿Quién hubiera pensado que así es como terminaría?

Como siempre, nuestra familia fue a los primeros bancos, a pocos metros
de su ataúd.

—No, —dice Dona cuando ve a Melody, cerrando los ojos.

—Cora, —le susurro. No necesitaban verla así… pálida… fría… Ella lo


entendió y le hizo señas a dos hombres para que se acercaran y la
cerraran. Dona metió su cabeza en mi abrigo y la dejé. No me estremecí,
no oculté mi cara de todos los ojos que estaban sobre mí.

Soy el Ceann na Conairte.

Soy el maldito Liam Alec Callahan.

Y si necesitara recordárselo, lo haría.

El sacerdote se movió al podio. —Estamos aquí para celebrar la vida y


llorar la muerte de Melody Nicci Giovanni Callahan, una madre, una
esposa y una heroína.
DECLAN
Había insistido en llevar su ataúd al auto fúnebre. Puso el bastón a un
lado y la sacó de la iglesia con nosotros. Parecía un hombre hecho de
piedra. Cada parte de él se endureció... pero sabía que su dolor físico no
era nada comparado con el emocional. Lo único que le ataba los pies al
suelo eran sus hijos.

Pero por una fracción de segundo, cuando empezaron a bajarla, lo vi en


sus ojos, él también quería saltar.

—¡Alto! ¡Por favor, deténgase! —Wyatt grita, tratando de correr hacia el


ataúd, pero Liam lo mantiene firme como si ya supiera que Wyatt
planeaba hacerlo.

—Oh Dios. —Cora jadea a mi lado, con lágrimas en el rostro mientras


me aprieta el brazo—. ¿Cómo? ¿Cómo puede estar pasando esto?

Mis ojos se dirigen a la lápida negra de Sedric, a tres espacios de


distancia, y luego a la de mi padre, junto a la de mi padre, estaba la de
mi madre y mis tías... ¿Cómo? ¿Cómo sucedió esto? De la misma manera
que siempre había sucedido, de la misma manera que continuaría
sucediendo. No perdimos las dianas de nuestras espaldas cuando nos
enamoramos o tuvimos una familia. El amor significa una mierda para
los mafiosos. Esto no fue un cuento de hadas, las cosas malas pasan, es
la vida, es horrible, es trágico... pero las cosas pasan.

Yo era más joven que ellos cuando perdí a mis dos padres.

Hay un precio por el amor. Hay un precio para el poder... y en algún


momento todos tenemos que pagarlo. Así es como sucede.

Quería decirle esto, explicarle la oscuridad, pero en vez de eso hice lo que
todos los maridos de la mafia habían hecho antes de mí, mentí e hice
una promesa.

—No sé cómo pudo haber pasado, pero te protegeré hasta mi último


aliento. —Era todo lo que podía hacer.
Capítulo 27
“La canción ha terminado, pero la melodía permanece…”
~ Irving Berlin ~

LIAM

DÍA 7

Estaba oscuro cuando llegamos a casa y mi madre entró con Wyatt por
mi hombro. Estaba despierto, pero todos los gritos y llantos que había
hecho en el entierro lo habían cansado. Apenas podía caminar derecho
por sí mismo. Todos entramos en la habitación de Ethan y se quedó en
la cama.

—Tengo algo que decirles a todos, —dice mi madre—, sentada junto a


Wyatt mientras Dona se arrastra hacia el centro. Era divertido; eran casi
adolescentes, pero cuando alguno de ellos se molestaba, se quedaban
todos juntos.

—Antes de que tu madre... falleciera... me pidió que les leyera una carta.
—Metió la mano en su bolso y sacó un trozo de papel—. Mi corazón
empezó a acelerarse.

Todos se sentaron.

—¿Puedo leerlo ahora? —Miró a cada uno de ellos, pero no respondieron.

—Por favor, —susurré—, deseando desesperadamente oírlo.

El papel crujió al desplegarlo, y respiró profundamente antes de leer.


—Le mie piccoli leoni... —Hace una pausa—. ¿Lo he dicho bien?

—Significa mis pequeños leones. —Ethan sonrió—. Y no, no lo hiciste,


Nana, pero está bien, sigue leyendo.

—Sí, señor. —Le da un golpecito en la nariz—. Le mie piccoli leoni, siento


mucho no estar con ustedes. Sólo puedo imaginar el dolor en sus
corazones ahora mismo, lo enojados y confundidos, pero sobre todo lo
tristes que están. Yo también estoy triste... porque si fuera una mejor
madre podría estar con ustedes para siempre. Vería a Dona crecer y salir
con ella y reírme mientras ustedes y su padre se vuelven protectores. Vería
a nuestro padre intentar calmarme si una mujer intentara reemplazarme
en sus corazones, Ethan y Wyatt. En mi mente, hay tantos sueños felices
que desearía que fueran recuerdos. Deseo tanto estar con todos. Nunca
supe que podía amar a alguien tanto como los amo a los tres. Todos son
mi corazón. Los únicos momentos de mi vida que lamento son los días que
no pasé con ustedes. Le di a Nana muchas cartas, cartas que aprendí de
tu abuelo Sedric a escribir. Tengo un par para cada uno y cuando llegue
el momento, ella las entregará. No, Ethan, no puedes leerlas ahora, y
Wyatt y Dona, no podrás encontrarlas por su cuenta.

Mi madre se detuvo a mirar sus rostros aturdidos. Esas serían sus


reacciones; si alguien los conocía bien, sería Melody.

—Ethan, mi primer tesoro, recuerda incluso en tus peores días que eres mi
hijo y que eso significa que nada es imposible para ti. Sí, cuidar de tus
hermanos es importante, incluso si Wyatt te molesta...

—¡Oye! Es el que me molesta. —Enfurruñó—, sonando como él mismo


por primera vez en días.

—Déjala terminar, —le respondió Ethan.

—Sí, cuidar de tus hermanos es importante, aunque Wyatt te moleste, pero


también tienes que cuidarte a ti mismo. Tu felicidad también es
importante, y sí, deberías ser feliz. No quiero que te deprimas, eso sólo me
entristecerá. Wyatt, mi precioso, recuerda que eres tan bueno como tu
hermano y tu hermana. Tu padre no tiene favoritos y tú eres importante.
Ethan necesita a su hermano pequeño, ¿quién más le cuidará las
espaldas? Siempre dices que Ethan es un sabelotodo.

—¡No lo soy! —Ethan interrumpió esta vez y Wyatt sonrió, sacando la


lengua.
—Los sabelotodo a veces no pueden ver la imagen más pequeña, así que
ayúdale a ver, Wyatt. Por último, mi Don Don, la nueva reina del castillo,
tiene el trabajo más importante allí porque los chicos son idiotas.

—¡HEY! —Tanto Wyatt como Ethan gritaron mientras me reía—. Por


supuesto, Mel.

—Se pelean porque es más fácil que tomarse el tiempo para hablar y a
menudo dicen lo que no quieren decir. Será difícil, pero si alguien puede
mantener a Ethan y Wyatt bajo control, eres tú. Tú, Donatella, tienes
sangre italiana e irlandesa en tus venas; demuéstraselos la próxima vez
que te hagan enfadar... puede que incluso te pongas verde. —Dona se rio,
envolviendo con sus brazos a sus hermanos, que seguían
enfurruñados—. También Don Don, dale a tu padre un abrazo tan a
menudo como puedas. Él vive para esos preciosos segundos... no lo
olvides, cuando seas adolescente y se pelee contigo por el maquillaje,
¿bien?

—Bien, —respondió como si Melody estuviera sentada frente a ellos—.


En cierto modo, lo estaba.

—Los quiero mucho a todos. Crezcan altos, poderosos y hermosos no


debería ser un problema para todos ustedes; está en sus genes... así que
manténganse sanos, y recuerden que siempre los cuidaré.

Eso fue todo. La visión que todos vimos de Mel en el momento se


desvaneció y cuando lo hizo, también lo hicieron las sonrisas en sus
caras... no completamente, pero fue como si se dieran cuenta una y otra
vez de que no estaba realmente allí. Estaban mejor que antes, pero esto
nunca se curaría...

—Vamos a la cama, —les digo—, levantando las sábanas para que se


arrastraran debajo.

—Papá, no necesitamos que nos arropen —Ethan hizo una mueca,


agarrando un libro de su lado de la mesa para leer.

—Habla por ti mismo. —Dona sonrió con orgullo, levantando los brazos
como si tuviera cinco años de nuevo.

—Buenas noches, papá, —murmuró Wyatt—, levantando también los


brazos, con las mejillas rojas.
—Volveré más tarde, ahora duerme. —Besé la frente de Dona, poniendo
mis manos en sus frentes.

Cojeando alrededor de la cama, el dolor en mi pierna empeoró mucho,


me fui al frente del cuarto con mi madre.

—Mel tenía una nota para ti también… la puse en tu habitación, junto


con medicinas más fuertes. —Me besó la mejilla—. Te amo, cariño.

—Yo también te quiero, mamá.

Cerrando la puerta, apoyo mi cabeza contra ella, debatiendo si ir o no.


Mi corazón no podía soportar mucho más hoy… apenas me aguantaba.

Pero de todas formas caminé hacia las puertas y pasé por la habitación
de Dona y Wyatt. Wyatt quería que se fuera ahora, pero a Dona todavía
le gustaba compartir la habitación; le di otro año antes de que se
volvieran locos el uno al otro. Al entrar en nuestra habitación, el dolor
me golpeó como una ola cuando abrí la puerta. Se sentía diferente allí.

Vi el sobre blanco en mi escritorio y mi garganta se secó. ¿Qué podía


tener que decir… cuando había escrito esta maldita carta?

Al alcanzarla, mis manos temblaron mientras la abría.

Lo siento.

¿Eso fue todo?

—Maldita seas Melody… maldita seas. —Me doy la vuelta y tiro el papel
al otro lado de la habitación—. ¿ESO ES TODO? REALMENTE MEL! —
Grité al cielo.

—Por más difícil que me resulte pedir perdón, eso es decir mucho, ¿no?

—Me he congelado. Dejo de respirar. No estaba seguro de si estaba a


punto de enfermar o sólo de volverme loco.

—No voy a desaparecer si te das la vuelta, no soy un fantasma, dijo.

No podía darme la vuelta. Sólo me quedé allí.

Me estoy volviendo loco. He perdido la maldita cabeza. Simplemente


brillante, mis hijos me van a encerrar en un asilo.
—Liam, soy yo. Estoy aquí de verdad.

—No puedes estar aquí, —susurro, sacudiendo la cabeza—. Te vi…


muerta… fría y muy muerta. Miré en tu ataúd antes de que te
enterraran… así que estoy perdiendo la cabeza…

—Era yo… sólo… hicimos que pareciera que estaba realmente muerta.

Me doy la vuelta, el dolor en el pecho por lo que estaba seguro que era
un ataque al corazón, un derrame cerebral, o simplemente la rabia era
lo único que impedía hablar. Allí estaba ella con pantalones jeans y una
camisa informal. Sus ojos marrones estaban hinchados por lo que sólo
pude adivinar que estaba llorando… ¿por qué? No tenía ni idea, porque
era el que supuestamente había perdido a su esposa.

—¿Nosotros? —fue la única palabra que salió de mi boca.

—Evelyn, Frankie y yo. El bioquímico que Fedel encontró… resultó ser


muy útil…

No podía pensar con claridad. La agarré por el cuello y golpeé su cuerpo


contra la pared. —¿HAS PERDIDO LA MALDITA CABEZA?

—Liam… ¡escúchame!

—¡No! —Me alejé de ella, todo mi cuerpo temblaba. No podía creer esta
mierda—. No, no tienes derecho a hablar, los muertos no hablan. ¿Siete
días Melody, siete malditos días y vienes aquí y dices que te escuche?
¿Me estás jodiendo? ¡O me despierto o uno de nosotros va a morir de
verdad esta noche!

—Estoy obsesionado contigo Melody. No importa lo que hagas, siempre te


perdonaré. Incluso si me mataras, siempre te perdonaré. —Me repitió mis
palabras y casi me vuelvo loco.

—Oh, Dios mío. —Esas fueron las únicas palabras que pude decir—. Mis
manos estaban en el aire, listas para golpearla, pero no me atreví a
hacerlo.

—Hice esto por nosotros… por todos nosotros. —Se apoyó contra la
pared.
—¿Lanzaste una bomba nuclear sobre nuestra familia por nosotros?
¿Cómo es eso? Por favor, explícalo, ¡porque tal vez soy demasiado
estúpido para entender cómo fingir tu puta muerte podría ser algo
bueno!

Inclino la cabeza.

—Vamos, tú eres la maestra del universo, Melody. Explica tu gran plan


para nosotros, los pequeños de la Tierra.

—Casi me muero… —susurró, finalmente mirándome—. Hace cuatro


años cuando Liling me disparó, honestamente pensé en ese momento
que estaba muerta. Me despedí de ti en mi cabeza y en el momento en
que lo hice, me di cuenta de que no quería hacerlo. Hay un millón de
cosas que quiero hacer contigo, cosas que ni siquiera había pensado en
hacer se me ocurrieron, Liam. Quiero comer ñoquis en Italia contigo.
Quiero conducir nuestras motos por la autopista Transfagarasan en
Rumania. Quiero quedarme en un motel de mierda en algún lugar del
barrio rojo de Ámsterdam. Todo pasó por mi cabeza en un segundo y
recuerdo que pensé, ¿cuándo? Nunca tendríamos la oportunidad.
Pasaríamos el resto de nuestras vidas peleando y peleando y peleando.
Dios sabe si Orlando tiene algún otro hijo bastardo que quiera matarme
a mí, a nosotros o a nuestros hijos. ¿Y qué si me convierto en Presidente?
Si dejáramos esta ciudad durante ocho años y volviéramos, habríamos
empezado a luchar de nuevo… mi propia gente me lo demostró cuando
no eran todos leales. ¿Por qué carajo estoy luchando por esa gente? ¡No
quiero ser Presidente! Tenía poder y sólo quería ñoquis… —Se quebró y
empezó a reír, con lágrimas en los ojos.

—M... yo... —Ni siquiera sabía qué decir.

—¿No puedes creerlo? ¿Te he decepcionado? Sé que se supone que soy


la Sangrienta Melody, el poder antes que nada, y hace una década nunca
hubiera creído que esta sería yo. Pero era feliz Liam, con nosotros y
nuestra familia. Era feliz, pero nunca pude disfrutarlo porque seguía
viendo las trampas, los peligros. Mi padre me dijo que nunca descansaría
hasta que estuviera muerta. Bueno, estoy muerta... al menos para el
resto del mundo.

Sentado en el sofá frente a nuestra cama, respiro profundamente. —¿Y


qué pasa con nuestros hijos? ¿Eh? Melody, los abandonaste... Tal vez no
viste las noticias en el agujero en el que te escondías, pero el mundo vio
a nuestra hija derrumbarse...
—Vi... y antes de eso, te vi con el arma. —Me interrumpió, cayendo
lentamente al suelo—. Casi llamé en ese momento, pero Dona salió y
consiguió que te detuvieras. Fue el momento más aterrador de mi vida y
ver a Dona... casi me destroza.

—¿Y porque querías ñoquis dejaste que nuestros hijos lloraran a una
madre que está viva?

—Soy fría Liam, no desalmada. —Se burló de mí.

—¿Estás segura? Porque es difícil para mí decirlo. ¡Melody, los has roto!
Has hecho exactamente lo que tu madre te hizo. Durante años, he
tratado de salvarte de ti misma, ¿para qué? Para probar que no has
aprendido nada...

—Dime, Liam, ¿cuántos jefes de la mafia conoces que hayan venido de


hogares estables y felices? —No pude responder.

—Exactamente. —Tu familia fue lo más cercano que vi y aún así tuviste
una infancia jodida. ¿Nuestros hijos? Cada segundo de cada día les
mostrábamos cuánto los queríamos. Incluso cuando los entrenábamos,
no podíamos ser tan fríos como lo fueron nuestros padres. Son Giovanni-
Callahan; no pueden ser blandos. En cinco años Ethan será un adulto
legal. Si nos fuéramos, la gente los mataría sólo para hacer una
declaración. Amo a mis hijos. Los quiero hasta el punto de esto... sentada
aquí y sabiendo que están dos habitaciones más allá y que no puedo
tocarlos... es un infierno, pero lo haré si significa que crecen para ser las
personas más despiadadas y poderosas que esta ciudad haya visto
jamás. No te vuelves despiadado con abrazos y besos. Es el dolor lo que
nos hace. Ellos van a ser grandes... se elevarán por encima de esto... y
sonreiré cada vez que alguien dude de ellos y les demuestren que están
equivocados.

Sonrió y sin embargo todo lo que vi fueron lágrimas en sus ojos.

—Melody, esto es demasiado... es... yo... —No dejaba de ver la cara de


Dona en mi mente mientras intentaba pensar en alguna forma de
deshacer esto—. ¿Cómo pudiste siquiera pensar en esto? ¿Cómo pudiste
abandonarlos?

—Deja de decir eso...


—Noticia de última hora, Melody, ¡lo hiciste! ¡Los arrojaste de un avión
sin paracaídas! ¿Qué ibas a hacer, verlos crecer desde lejos el resto de
sus vidas? ¿Cómo puedes...?

—Llamaremos a esto un castigo. —Se ríe amargamente—. Karma por


todo lo que he hecho... hemos hecho. Por el resto de mi vida sentiré dolor
por la sangre que derramé al no poder estar cerca de mis propios hijos.
Dime cómo habría funcionado esto. Pensé en fingir todas nuestras
muertes... todos juntos, pero nadie lo creería, y aunque lo hicieran,
nuestros hijos tendrían que esconderse por el resto de sus vidas. Nunca
podrían volver a Chicago. Pensé que esperaría hasta que fueran
adolescentes... pero para entonces ya estarían atascados en sus
caminos, acostumbrados a no tener que pelear nunca...

—Luchar contra Emilio lo cambió todo. Comprendieron los peligros,


fueron secuestrados...

—No se fueron ni siquiera por media hora. Sí, fue aterrador, y sí Ethan
demostró que haría lo necesario cuando llegara el momento... pero con
nosotros a su lado, en unos pocos años, se desvanecería en el fondo.
También pensé en decirles que todavía estaba viva, pero eso anula el
propósito. Y vuelvo a estar en el punto de partida. Dime, Liam, ¿cómo
nos aseguramos de que nuestros hijos sean tan despiadados como para
soportar las tormentas de mierda que vendrán cuando nos hayamos ido?
¿Cómo haces a alguien fuerte sin romperlo? ¿Quién en esta familia no
está roto? Cora mató a su prima y me dio su corazón, Mina esperó años
para vengarse, Declan perdió a sus dos padres a una edad temprana, y
él era mucho más joven que nuestros hijos. Tú estabas enfermo, Neal fue
ignorado y pasado por alto. Esto es la mafia. La persona que está más
rota es la que gana al final del día.

Entendía las palabras que salían de su boca, pero no me gustaban.

—¿Por qué… siempre hemos hablado de nuestros planes juntos… por


qué no me lo dijiste?

—Porque me amas demasiado, y amas a nuestros hijos tanto como yo.


Si te hubiera dicho… compartido esto… me habrías dicho que esperara
hasta que fueran mayores. O peor, habrías aceptado y no habrías podido
fingir el dolor. Te vi cuando Sedric murió; apenas podías funcionar. No
pasé por todo esto sólo para que hubiera dudas. No sólo con la ciudad,
sino con nuestra familia. Declan se habría dado cuenta en un día, habría
hablado con Cora. Cora estaría relajada y Neal y Mina lo entenderían.
Necesitaba que lo vendieras. Sí, te usé, y lo siento. Esto no fue una
bomba nuclear, fue un ataque de drones… incluso tuve que matar a
Frankie. Solo somos tú, Evelyn y yo los que lo sabemos.

Me froté la cara, mi cerebro sintiendo que iba a explotar.

—Entonces, ¿qué se supone que debo hacer, fingir mi muerte también y


nos escapamos juntos?

—Dije que soy fría, no desalmada. No puedes dejar a nuestros hijos


ahora. Todavía son demasiado jóvenes, además la gente sospecharía que
algo anda mal.

Sí, mi esposa muerta-viva estaba loca; ahora yo era positivo. —¿Así que
quieres que me quede con nuestros hijos hasta que estén listos? ¿Y
dónde estarás tú, comiendo ñoquis mientras yo juego al padre soltero?

Me hizo una mueca. —Realmente le estás quitando la diversión a mis


ñoquis.

—¡Melody!

—¡Sí! —respondió—. Voy a estar en las sombras, viendo crecer a


nuestros hijos, pero nunca allí. Y cuando creas que Ethan está listo, nos
iremos. No te dejaré a menos que me lo pidas… espero que no lo hagas.
Tú estás mirando las pequeñas cosas; yo estoy mirando el gran cuadro.
La única manera de salir felizmente es si salimos temprano.

—¡Melody, estás hablando de años!

—Puedo esperarte Liam porque planeo vivir una vida muy larga. Sin
nadie que me busque, puedo cuidar de todos ustedes…

—Necesito aire, —susurro—, levantándome y moviéndome hacia la


puerta. Como un vampiro que se esconde del sol, se movió hacia la
esquina.

—Nadie puede verme, —dijo otra vez.

Girando los ojos, abrí la puerta y la cerré detrás de mí.

—En el momento perfecto, hice tu postre favorito, —me dijo mi madre,


sosteniendo la gelatina roja en un frasco de vidrio.

—Madre, el mundo se ha movido bajo mis pies…


—Hablemos en privado. —Unimos nuestros brazos, llevándome hacia su
habitación. Me susurró—, Finge que aún te ves triste.

Querido Dios… ayúdame, estoy rodeado de locas.

Cuando entro en su habitación, lo primero que noté fueron todas las


fotos que había colgado en su pared. Todos los eventos familiares y los
retratos de la escuela estaban ahí, muchos de ellos con mi padre. No
había entrado en su habitación en… ni siquiera podía recordar.

—Miro esto todas las mañanas para pasar el día, —dijo, tomando una
cucharada de gelatina—. Funciona la mayoría de los días, pero otros días
es tan malo como el día en que tu padre me dejó. Ahora entiendes ese
dolor, ¿correcto?

Le quito el tazón. —Mintió. Ambas mintieron. Sin embargo, para que se


le ocurra algo así… es la cosa más egoísta que ha hecho nunca. Niega
todo el bien que ha hecho como madre. Ninguna buena madre podría
hacer esto… es cruel.

—No hables en nombre de las madres hasta que lleves un niño durante
nueve meses y pases horas de trabajo de parto sólo para sacar su gorda
cabeza, —dijo antes de respirar profundamente—. Es difícil ver ahora
cuando miras a Ethan, Wyatt y Dona. Su dolor triunfa sobre todo.
Todavía son jóvenes. Me duele por ellos y justo cuando siento que no
puedo soportar mirar sus caras, recuerdo a tu padre. No se convirtió en
el Ceann na Conairte sin casi perderlo todo. Sufriste de niño, fuiste
cazado tantas veces.

—¿De qué estás hablando? —¿Fui cazado?

—Tu padre quería que todos ustedes fueran a la escuela. ¿Sabes cuántas
veces intervino para detener a francotiradores, secuestradores, gente que
nos odiaba tanto y que sólo quería derramar la sangre de los Callahan?
El mundo es frío, sucio, doloroso y sangriento. Sus hijos necesitan
saberlo o de lo contrario morirán, y me niego a poner a nadie más de esta
familia en una tumba antes de irme. Mi culpa por tu padre me mantiene
despierta a veces.

—¿Culpa?

Asintió, extendiendo la mano para tocar su foto.


—¿Recuerdas cuando dije que tu padre me dio el mejor regalo?

—Sí, aunque nunca dijiste qué era.

—Control, —respondió—. Lo que Melody hizo, tu padre lo planeó hace


años. “Sólo dime cuando estés lista para despedirte y desapareceremos.”
Lo dijo desde el principio, y lo habría dejado todo. Saldríamos de esta
vida cuando nadie más en esta familia pudiera. Cada vez que estaba listo
para irse, en tu 16º cumpleaños después de que te mejoraras, en tu 18º
cumpleaños cuando eras adulto, en tu 21º cumpleaños, incluso la
semana después de tu matrimonio con Melody, dijo que deberíamos
irnos, pero no podía dejarlos a todos todavía, no después de extrañarlos
tanto como a los niños. Me dije a mí misma que sólo un poco más de
tiempo. Esperemos otro día, que se convirtió en otro año. Entonces lo
siguiente que sé es que la sangre de tu padre está sobre mí y se ha ido.
No más. No más días de nada. Hasta el último hijo de Shamus y Margaret
Callahan asesinado. Si tu padre volviera hoy después de todos estos
años, y me dijera que lo hizo por mí, le daría una bofetada, sí, y luego lo
besaría y nunca lo dejaría ir. Por primera vez en mi vida estoy celosa de
mi propio hijo, porque si pudiera elegir, no sería Melody quien volviera...
—Se mordió el labio inferior y parpadeó sus lágrimas, poniendo su
cabeza en la pared sobre su cuadro. No dije nada; no había nada que
pudiera decir. Colocando la gelatina en su cómoda, la abracé. No estaba
seguro de si era ella o yo quien había perdido peso, pero no me gustaba
lo pequeña que se sentía.

—Ve, Liam, por favor, ha sido un largo día.

—Ma... está bien —No sabía qué más decirle, así que le besé la cabeza y
agarré mi bastón mientras cojeaba hacia la puerta.

Cuando salí, Declan me estaba esperando, apoyado contra la pared con


una botella de brandy en la mano y pasteles irlandeses.

—Cuando mis padres murieron, recuerdo que me trajiste estos... —Forzó


una sonrisa.

—Recuerdo haber traído ponche de frutas, no brandy, susurró.

Se encogió de hombros. —Me imaginé que querrías algo más fuerte.

Por primera vez, no quería beber. Mi mente estaba demasiado nublada…


sabía que quería consolarme, pero no podía aceptarlo en ese momento.
—Más tarde, Declan. —Eso fue todo lo que pude decir antes de alejarme.

—Apagaste las cámaras de tu habitación, —dijo—. No lo había hecho,


pero tenía la sensación de que sabía quién lo había hecho—. No hagas
nada... no nos hagas enterrarte a ti también.

Intenté pensar en las palabras adecuadas.

—Liam.

—Le prometí a mis hijos. Estaré aquí por la mañana. Sólo... vete, —dije—
pero fui quien me aleje camino a mi habitación.

Cerrando la puerta detrás de mí, miré a mí alrededor pero ella no estaba.


Parte de mí creyó que había perdido la cabeza, que me había empujado
demasiado lejos. Esto me dolió demasiado... y aún así la busqué. Era
una obsesión. Los dos estábamos locos. La forma en que vivíamos
nuestras vidas, la forma en que tomábamos la vida de otros, la forma en
que amábamos... nada de eso era normal.

—¿Cómo sabías que estaría aquí? —Susurró—, sentada en un rincón de


su armario, con una botella de vino delante, aunque no la estaba
bebiendo.

—Dios sabe que te encantan tus zapatos, —le respondí—. ¿No vas a
beber? Cuéntame la nueva trama de Las Pasiones de Melody.

Sonrió, apartándose el cabello detrás de las orejas. —Quiero hacerlo,


pero si me emborracho, voy a ir con los niños; apenas me aguanto. No
es como cuando desaparecí la última vez, Liam. No hay esperanza. Me
borré a mí misma.

—Por lo menos saliste en la cima de tu juego, —murmuro, mirándola


fijamente. La ciudad entera la amaba aún más ahora que cuando estaba
viva... la gente era así de cruel.

—El primer día, casi cedí y volví, —confesó.

—¿Por qué no lo hiciste?

—Tu madre me detuvo.

Gracias por eso, Ma... resoplé, agarrando más fuerte el bastón que tenía
a mi lado.
—Si estás en contra de esto, Liam, no voy a lograrlo...

—¿Así que pensaste que me obligarías? ¿Cómo siempre? ¿Actúa primero


y me perdonará? ¿Es eso lo que pensaste? Todo lo que teníamos, lo
destruiste... me destruiste a mí. Cada vez que miro atrás, me veo
persiguiéndote. Estoy agotado. Estoy cansado de perseguirte, Melody.

—Bien, —susurró, levantándose y pasando junto a mí—. Estaré fuera de


la ciudad...

Agarrándole el brazo, quise darle una bofetada. —¿Cómo es posible que


sigas alejándote de mí tan fácilmente, maldita sea?

—¿Fácil? —Aparto el brazo—. Nada es fácil para mí, Liam. ¡NADA! Tú...

Besarla fue como subir a tomar aire. Sentir su cuerpo presionado contra
el mío me arrancó el corazón y en ese momento, nada era importante
porque ella estaba allí... estaba viva.
MELODY
DÍA 8

A lo largo de mi vida, me han llamado muchas cosas.

Perra.

Puta.

Zorra.

Monstruo.

Diablo.

Bruja.

Despiadada.

La lista continuó. Desde la infancia, me presioné a mí misma. Por mi


padre, por el negocio familiar, por todos, me endurecí hasta el punto de
que ni siquiera yo estaba segura de tener ya un corazón. Entonces lo
conocí, y poco a poco, la piedra que me rodeaba se quebró. Luché contra
eso. Luché contra él porque necesito ser fuerte. El mundo no estaba
hecho para las mujeres. Lo último que quería ser era una de esas
mujeres en las novelas románticas que necesitaban ser rescatadas o que
se arruinaban para los hombres.

No se puede cabalgar hacia el atardecer.

No hay nunca más "felices" después de la muerte.

La vida era dolorosa y tenías que lidiar con eso.

Esas eran las lecciones que mi padre me había enseñado, y nunca las
había cuestionado hasta el día en que lo conocí. Era repugnante y
horrible... después de todas las peleas, la sangre y el entrenamiento, era
una mujer como todos los demás y quería ser feliz para siempre. Lo
quería a él.

—¿Cómo se supone que voy a esconderte? —susurró mientras su cabeza


descansaba sobre mi pecho desnudo—. Le pasé las manos por el cabello.
—Lo resolveremos... eventualmente, todos pensarán que conseguiste
una amante, —respondí.

Se rio. —Has estado diciendo que eres mi esposa y mi amante desde que
nos casamos.

—Eso es porque sabía que te estresaría más que tener las dos cosas.
Melody Callahan, soy como una caja de bombones: nunca sabes qué tipo
de mujer seré la próxima.

—Sí, lo sé.

—¿Cómo puedes saber cuando yo ni siquiera lo sé?

Se sentó, mirándome. —Pase lo que pase, sigues siendo mi mujer. Esta


es una caja de chocolates de una sola edición muy especial.

Colocando mi mano sobre su pecho, me mordí el labio.

No pasa nada. Vamos a lograrlo.

—Te amo, Liam. Siento haberte hecho sufrir... te amo. Te amo de verdad.
—No podía dejar de decirlo.

Me besó la cabeza y luego mi nariz, ojos y mejillas antes de que sus labios
se cernieran sobre los míos. —Yo también te amo... mi hermosa amante.
Epílogo
“Había una vez una mujer del estado de oro cuyo corazón
era demasiado frío. Conoció a un hombre, se unió a su clan,
así que la historia está contada. Lucharon y sangraron,
Gobernaron y engañaron, sin embargo, todas las cosas deben
llegar a su fin. Su corazón se entregó, y se fue a la tumba,
terminando con su despiadada ola de crímenes”.
~ J.J. McAvoy ~

Unos pocos años, tres meses catorce días después

El helicóptero aterrizó en la plataforma de aterrizaje cuando me apoyé en


el lado de mi motocicleta, con los brazos cruzados mientras salía vestido
con jeans y una camisa negra de cuello en V, llevando sólo una bolsa de
lona sobre su hombro. Su cabello tenía un poco de gris en las sienes, y
tenía unas cuantas arrugas aquí y allá, pero era como… no, incluso más
sexy que cuando lo conocí.

—Llegas tarde. —Me quedé boquiabierta—. Un par de días tarde.

—No has estado parada aquí todo este tiempo, ¿verdad, nena? Sonrió,
dejando caer la bolsa a mis pies antes de agarrar mi cintura.

—De hecho. Creo que incluso he echado raíces, —dije—, envolviendo mi


brazo alrededor de su cuello. —Te he echado de menos, Sr. Callahan.

—Sólo Liam; el Sr. Callahan es nuestro hijo ahora, —sonrió—, besando


mis labios suavemente. Hacía un mes que no lo veía, pero se sentía como
si fueran años. Debió sentirlo también porque me masajea el pecho a
través de la camisa y lo aprieta fuerte.

—Abajo chico, —dije suavemente cuando me separé.

—No, —sonrió, me agarró el culo y me empujó contra él—. He esperado


demasiado tiempo para contenerme ahora.

—¿Puedes al menos volver a mi casa? —Me eché atrás y le di un casco.

Gimió, pero tomó el casco. —¿Debo hacerlo?

—Debes. Ahora vamos, tenemos una larga vida para empezar a vivir, —
respondí felizmente.

—¿Lo prometes?

—Lo juro.

—Entonces supongo que ya no hay forma de evitarlo. Lidera el camino,


amor. —Se acercó a donde estaba estacionada su motocicleta y le esperó,
le da un empujón en la pata y se sienta.

—Trata de mantener el ritmo, Cariño —Empujé la pata de soporte.

—Siempre, —gritó, y nos fuimos.

¿Volveríamos? No.

¿Adónde íbamos? No tenía ni idea.

Pero estaríamos allí juntos.

Mi padre tenía razón, mientras yo estuviera viva, nunca tendría paz. Así
que ahora que el mundo pensaba que estábamos muertos…

—¡Oye! —grité cuando me pasó.

—¡Montas como una abuela! ¡Sígueme! —me gritó.

Puede que no fuera un “felices para siempre” para todos, pero era todo
lo que siempre había querido…
FIN
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A BLOODY KINGDOM

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BLACK RAINBOW

SUGAR BABY BEAUTIFUL

THAT THING BETWEEN ELI AND GWEN

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CHILD STAR: Part 1

CHILD STAR: Part 2

CHILD STAR: Part 3

CHILD STAR – full novel


Sobre la autor

J.J. McAvoy nació en Montreal, Canadá, y actualmente estudia


Humanidades en la Universidad de Carleton. Es la mayor de tres
y ha amado la escritura durante años. Se inspira en todo, desde
las tragedias de Shakespeare hasta la cultura pop. Su primera
novela, Ruthless People, fue un éxito de ventas incontrolado.

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