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El hornero común (Furnarius rufus) es la única ave que construye su nido

completamente de barro con nociones de arquitectura y cálculos que lo


vuelven resistente al agua y al paso del tiempo. Fue el hombre quien copió su
método de construcción para hacer el adobe y luego construir sus viviendas.
Son el símbolo de la constancia y el trabajo y endémicos de los países más
australes de América del Sur.

Es el ave nacional de Argentina desde 1928. Su imagen fue estampada en la


moneda argentina de medio centavo de austral, acuñada en 1985, y a partir de
2017 en el billete de mil pesos.

Furnarius rufus significa algo así como “horno rojo”, y es en referencia a la


forma de nido que construye y al color de su plumaje. El hornero se prepara
para edificar su casa luego de que pasan las temporadas de lluvias. Lo hacen
con barro, paja, crines de caballos, amasándolo con su pico hasta formar
bolitas que van colocando cual ladrillos. “El nido lo construye junto con su
pareja y lo concluyen en pocos días. En el interior, colocan una cama de
plumitas en donde luego colocan sus huevos”, cuenta el biólogo Roberto
Salinas a Catamarca/12.

La estructura es tan sólida, después de secarse y endurecer, que puede


soportar climas adversos y permanecer en buen estado durante años. Sin
embargo, y según estudios, esta ave no utiliza el mismo lugar cada vez que
pondrá sus huevos, es por esta razón que a veces pueden observarse
construcciones encimadas una arriba de la otra, cual si fuera un edificio. Cada
uno de estos nidos puede llegar a pesar hasta 5 kilos.

Sus nidos luego son ocupados por otras aves, incluso por comadrejas que
saben apreciar los buenos refugios para poder criar y evitar a los
depredadores.

“Se trata de un ave peridoméstica. Se las pueden ver anidar en aleros o


ventanas de casas, lo que puede llevar a creer que son dóciles. Lo cierto es que
sólo viven cerca del hombre, pero si alguien las atrapa y las enjaula se mueren
o se dañan golpeándose contra las rejas. No es domesticable”, explica el
biólogo

El hornero es monógamo, puede llegar a vivir con su pareja toda su vida. Con
ella construye, cría y empolla sin distinción de roles.
La principal amenaza del hornero es natural. Son los tordos quienes los vigilan
y estudian su comportamiento para luego usurparles la vivienda y el nido. El
tordo, cuando sabe que el hornero ya puso sus huevos, espera que salga de su
“casita” para ingresar y poner sus propios huevos en el nido. A veces, deja
algunos de los que ya estaba incubando el hornero, pero la mayoría de las
veces los tira a todos y deja los propios para que se los empolle.

Cuando los tordos nacen, el hornero caza y caza sin descanso para poder
cubrir la demanda de alimento de estas otras aves que son mucho más
grandes y comen mucho más. Cuando la cría de tordo está lista para volar, los
padres lo buscan, lo llaman con un trino especial que los alerta y se va con
ellos, abandonando a la pareja de horneros que los crió.

El hornero se favoreció con la presencia del ser humano, convirtiéndose en el


centro de muchas leyendas y canciones pertenecientes al folklore de América
del Sur. Además, los agricultores admiten al hornero, ya que este protege el
sembrado de insectos dañinos.

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