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Alvez, C. - Cooper, G. - Beasley, C.

2023
El suicidio, como fenómeno humano, está presente y
documentado a lo largo de la historia; los contextos
geopolíticos y culturales le han impreso caracteres
particulares. Este acercamiento nos permite:

• Reconocer las diferencias etnográficas con las que se


presenta el suicidio.
• Comprender el recorrido histórico y las mutaciones del
fenómeno a lo largo del tiempo.
• Enriquecer los análisis y las prácticas actuales a la luz de
estos saberes.
No existen registros de eventos suicidas
en la prehistoria humana; sin embargo,
algunos estudios indican que, más allá de
los esfuerzos individuales y colectivos de
los primeros seres humanos por
sobrevivir, el suicidio como acto personal
o en un marco ritual, es más que factible.
Es aquí donde encontramos el primer
escrito al respecto (dos mil a.C.) donde
un hombre expresa su deseo de morir
al tiempo que su alma intenta llevarlo
nuevamente a la vida.
Existe constancia, también, de
colectivos humanos que, agrupados,
“buscaban las medidas más agradables
para morir” (Almánzar, 2021).
Los intentos de autoeliminación eran
considerados delitos; se juzgaban y se
castigaban ya que “privaba a la polis (la
comunidad) de uno de sus miembros y de
su contribución al progreso de esta”
(Guerrero, 2019).
Pitagóricos (siglo V a. C.) consideraban
que intervenía en el equilibrio cósmico.
Cínicos (400 a. C.) lo asociaban a tomar
posesión del destino personal.
Estoicos (IV a. C.) entendían que morir era
preferible a sufrir.
Sócrates (399 a. C.) aceptó la muerte por
cicuta en lugar de renegar de sus ideas.
Platón (387-347 a.C.) se expresó en contra
del suicidio, estableciendo tres
excepciones: “cuando lo ordenara el
Estado, ante una enfermedad incurable,
y/o ante la vivencia de una desgracia
extrema” (Guerrero, 2019).
Aristóteles (384-322 a.C.) lo consideraba
un acto de cobardía en donde se eludían
responsabilidades.
No estaba permitido a soldados, esclavos o
delincuentes, pero sí a ciudadanos legítimos
siempre y cuando hubiese causas de honor,
dignidad o patriotismo.
“El Código de Justiniano, obra del emperador
bizantino Justiniano (527-565 d.C.), supuso la
primera representación legal de una
conducta derivada de un estado mental
alterado («non compos mentis») y recogía
como atenuante en la mente del suicida la
perturbación de sus facultades mentales”
(Guerrero, 2019).
“Los galos consideraban razonable el
suicidio por vejez, por la muerte de uno de
los esposos, por la muerte del jefe o por
una enfermedad grave o dolorosa. Por su
parte los visigodos lo tenían bien visto, era
loable si se evitaba una muerte vergonzosa.
En tanto los celtas hispanos, los nórdicos y
los vikingos, lo aceptaban si había causa
razonable para cometerlo” (Almánzar,
2021).
Está asociado a los postulados
confucionistas, y a virtudes como la
lealtad y la honorabilidad. Algunas
mujeres optaban por él tras enviudar
o ser víctimas de violación.
Los fieles a Amidas, divinidad local, se
arrojaban a las aguas del mar o se
enterraban vivos en una ceremonia de
expiación.
“El hara-kiri y el seppuku, son otras
formas de suicidio utilizados por los
japoneses para lavar la deshonra y por
el respeto a la tradición. En la misma
cultura japonesa es conocido el suicidio
heroico o patriótico de los kamikaze”
(Almánzar, 2021).
El Vedas: contiene pasajes relacionados
al suicidio.
Los Upanishads: lo condenan.
El Ramayana y el Mahabarath: se lo
ensalza.
“El budismo no ve la muerte como un
fin, sino como una transición, por lo
que no hay escape en el acto suicida”
(Almánzar, 2021).
Era rechazado y evitaban el
contacto físico con el cuerpo
del suicida por considerarlo
maligno; se quemaban los sitios
donde se había cometido el
acto y el cuerpo era despedido
sin las ceremonias de estilo.
Mayas: se desmitifica el rol de la
diosa Ix Tab como protectora de los
suicidas (ahorcados).
Aztecas: era visto con un alto grado
de sacralidad, con un origen
ancestral.
Incas: documentos de los
conquistadores reflejan su
“preocupación” por los suicidios
indígenas.
En el judaísmo, el suicidio es
considerado una de las más terribles
transgresiones, no obstante en el
Talmud no aparece una referencia
explícita. La condena al suicidio deriva
de Génesis 9.5: “porque ciertamente
demandaré la sangre de vuestras
vidas…”, pero el suicida no tiene
capacidad de arrepentimiento
(Almánzar, 2021).
“El Islam condena de forma
explícita el suicidio: “Y no os
destruyáis con vuestras propias
manos…”. Por otra parte, la Yihad
invita al musulmán a hacer la
guerra al infiel y al enemigo. No
hay una muerte que más honre a
un soldado musulmán que el
suicidio” (Almánzar, 2021).
En la antigua doctrina no existen
condenas al suicidio, y hay casos
narrados tanto en el antiguo como
en el nuevo testamento.
"Los concilios católicos expresaron
su desaprobación, lo
prohibieron e indicaron que
representaba un atentado no sólo
contra uno mismo sino contra
Dios” (García-Carbajo, 2018).
El pensamiento medievalista está
impregnado por las ideas católicas de
condena al suicidio, no solo como
traición a Dios sino también al monarca.
“Para Dante Allighieri (1265-1321) el
suicidio podía verse de dos formas: el
suicidio de las "almas nobles" irán al
Limbo, pero los otros serán condenados
a lo más profundo del infierno”
(Amador, 2015).
El Renacimiento (siglo XV y XVI) supuso
un cambio en la visión del suicidio; los
dogmas y condenas religiosas fueron
dando paso lentamente a las ideas
seculares permisivas. “Burton (1621)
afirmará que no hay posesión
demoniaca sino un temperamento
melancólico provocado por un exceso de
bilis negra” (Guerrero, 2015)
Los nuevos saberes biológicos,
psicológicos o sociológicos, así como el
avance de la mentalidad ilustrada,
supondrán una consolidación de los
postulados cientificistas.
Freud conceptualizará al suicidio como
“final del conflicto psíquico”, y ahondará
en los dominios concientes e
inconcientes.
Durkheim distinguirá entre el suicidio
egoísta, el altruista y el anómico.
“Desde de la Segunda Guerra Mundial
el estatuto “sagrado”, “libidinal”,
“erótico” del cuerpo sufrió un cambio
de régimen. Se pasó al régimen
extendido del cuerpo de la ciencia y la
tecnología, un cuerpo donde predomina
el despliegue de la biopolítica”
(Sladogna, 2006).
Adquiere aquí importancia la idea de
factores coadyuvantes o
multicausalidad.
Debido a esta larga historia de condena
social y religiosa, el suicidio en nuestra
cultura se presenta como un tabú. No
hemos sido educados en la idea de
muerte, ni siquiera cuando se trata de un
fallecimiento por causas naturales. El
suicidio es considerado un tema del que
no se puede o no se debe hablar,
alimentando el mito del “efecto contagio”
o “efecto dominó”.
El tabú y la estigmatización asociada tanto al suicidio como a los
problemas de salud predominantemente mentales, conducen a
dificultades individuales y colectivas para el pedido de ayuda. Por
otro lado, los sistemas sanitarios evidencian incapacidad de
respuesta, en tiempo y en forma, lo que abona las altas cifras de
suicidio en el Uruguay y el mundo.
•Hablando.
•Sensibilizando.
•Movilizando a los colectivos sociales
y a la sociedad toda.
•Desarrollando una sanidad
multidisciplinar y acertiva.
•Promoviendo políticas de estado.
El término suicidio proviene del latín “sui”(sí mismo) y “cidium” (de
“caedere”; dar muerte). Esto es, matarse a sí mismo.

La OMS (1969) define el suicidio como un acto deliberadamente


iniciado y realizado por una persona en pleno conocimiento o
expectativa de su desenlace fatal.
Abarca las ideas, los planes, los intentos
de suicidio y el suicidio consumado
como un fenómeno complejo y
multicausal. En el suicidio se entraman
de un modo complejo factores
neurobiológicos, socioambientales y
subjetivos, cuyo grado de incidencia
puede variar en cada persona o cada
grupo humano, en circunstancias y
momentos históricos.
Ideación suicida.

Intento de autoeliminación.

Acto suicida con resultado letal.


Almánzar, A. (2021). Breve historia del suicidio. Acento. Recuperado de: https://acento.com.do/opinion/breve-historia-del-
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Amador, G. (2015). Suicidio, consideraciones históricas. Revista Médica La Paz, 21(2).

Da Silva, O. De Souza, M. (2021). Triplo tabu: sobre o suicídio na infância e na adolescência. Ciência & Saúde Coletiva, 26(7).

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García-Carbajo, J. Llugany, N. (2010). Bases romanas y hebreas del cristianismo en torno al suicidio. Revista EUROPA, 11.

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Morin, A. (2008). Sin palabras. Notas sobre la inexistencia del término 'suicida' en el latín clásico y medieval. Universidad de
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