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"El arte es la expresión intelectual de la emoción, distinta de la vida, que es la

expresión volitiva de la emoción. Lo que no tenemos, o no osamos, o no conseguimos,


podemos poseerlo en sueños, y es con esos sueños con los que hacemos arte".
Fernando Pessoa

Quizá el concepto de drama como forma y el de elegía como color poético sean
escenario y tenor inherentes a la obra gráfica concebida durante el pasado anterior de
Walter Aiello. De expresión espontánea y lenguaje ambiguo viabilizando un
desasosiego interior como respuesta trágica al mundo exterior, una vorágine lineal
dinamizó personajes llave, concreción sígnica del afuera y de su mundo cotidiano. Cada
modulación lírica devino escena teatral, transfigurada en imagen icónica de abigarradas
líneas abstractizantes y trágico desdoblamiento. Cambiante en su permanencia, Aiello
mantiene hoy la técnica de dilución aguada afín a su idiosincracia movible, pero
propone una nueva vía expresiva a su poética, que desde su anterior presentación
escénica deriva al planteo de pequeños relatos, suerte de predelas de enfático desarrollo
horizontal, continuo y abstracto, reunidos en un libro de artista, alusiva o elusiva
autobiografía críptica. De la metáfora puntual y figurativa a la pulsión abstracta, estética
signada por una total libertad de recreación siempre dependiente del mundo afectivo de
cada contemplador.
Sobre masas ondulantes de fluctuación aleatoria, puesto que conducidas por la
acción del agua, irrumpen elementos semejantes a accidentes provocados, convirtiendo
cada página en una pequeña narración de sosegado discurrir y violentas intrusiones,
tales obstáculos en el flujo de las mareas, remociones del limo en las profundidades
abisales. Una abstracción apasionada, limitante sin embargo del gesto, pues liberado el
medio líquido, la mano del artista deviene domeñadora sensible de la materia rebelde. Si
la expresión lineal ha sido la prioridad en anteriores obras, ávidas de mayores
ortogonalidades para la definición de sus solitarias o confrontadas, siempre protagónicas
figuras humanas, los actuales elementos gráficos, opuestos al flujo orgánico de las
manchas apaisadas sobre fondo blanco, responden en primera instancia a pautas
compositivas, golpes rítmicos sobre el plano. Sin embargo, el ojo subjetivo podría
deslizar hasta la percepción de esbozos de figuras humanas, símbolos, agonistas o
simples contempladores ocasionales, siempre enfrentados al espectador, integrados a la
acción o ajenos a ella: la mirada se sumerge en el medio acuoso, profunda transición
hacia la percepción sensible, y fantasea.
Atemperados, blancos, grises, azules, negros, son telones serpentinos sobre los
que corren líneas análogas a cordones de tono apastelado marcando itinerarios, único
toque de calidez cromática. Los contornos se diluyen voluptuosos y reconstituyen en
función de un movimiento lento que se acelera, entrecorta, desliza o interrumpe en
ocasiones por líneas dentadas, punzantes como costillares - rajaduras, escisiones, grietas
en el cuerpo de lo imponderable: una imagen es el foco en torno al cual los bordes se
difuminan gaseosos, generando una tercera dimensión de clima onírico. Las
fluctuaciones en el curso - discurso - de las formas borrascosas, a menudo caóticas, se
acompañan de frases, textos sensu strictu y elementos plásticos filiformes acompasados
a la mansa corriente diluida hacia los extremos en evanescencias o interceptada por
hiatos verticales, desprendidos en hipertextos. Ciertos paneles semejan dramáticas
cosmografías, derrumbes de estrellas en un cielo tachonado de brillos distantes como
recuerdos o evocan la idea de una fuga en que la melodía se eslabona sobre sí misma en
variaciones horizontales perseguidas en secuencia.
La actual propuesta de este artista presenta no sólo diferencias formales con su
obra anterior, sino diríase que también ha variado en sus prioridades. Superada su
instancia de metáforas descriptivas autorreferentes, en que su confrontación con el
mundo requirió de un lenguaje más icónico, se podría concluir que, producto de nuevas
búsquedas, con un mayor ocultamiento de sí y una mayor apertura a lo fortuito
sugerente, su libro reviste una especial belleza. La insinuación de estados interiores en
que el flujo horizontal de la pincelada, émulo de un discurrir vital, trasciende la
ingerencia de verticalidades hondas como pesares, se transmite a la manera de breves
narraciones de raíz inconsciente, evanescencias de subjetiva y afectiva recepción. El
amaestramiento de una técnica difícil, de azaroso comportamiento, el uso armonioso de
los claros y los oscuros, el envolvente anudarse y desplegarse de la pincelada, los
ritmos y los contrastes entre lo difuminado y lo denso, la elegante sutileza en la
inserción de las líneas incidentales no son por sumatoria la razón de este logro de lo
bello.
"¿Una flor acaso tiene belleza?
¿Tiene belleza acaso un fruto?
No: tiene color y forma
Y existencia apenas.
La belleza es el nombre de cualquier cosa que no existe
Que doy a las cosas en pago al agrado que me dan.
No significa nada.
¿Entonces por qué digo de las cosas: son bellas?"
Alberto Caeiro (Fernando Pessoa)

Quizá en forma independiente a la ponderación estética regida por parámetros


hoy caídos en desuso - cuyo resultado en este caso tendría el carácter de destacable - el
libro de artista presentado por Walter Aiello, integrado por una pequeña serie de
acuarelas es pródigo en agrado, bello derramando imágenes de ensueño, sutiles e
ingrávidas expresiones emotivas, afectiva comunión con la sustancia del alma. Tal vez
la palabra belleza no significa nada, pero sin duda muchas cosas se dicen bellas y esta
obra lo es naturalmente.

MARÍA E. YUGUERO

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