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Apreciación crítica de la obra de Guy de Maupassant

De enorme influencia Émile Zola, en la obra de Guy de Maupassant muestra la


capacidad magistral de su autor para describir física y psicológicamente personajes,
símbolos y ambientes, en este caso en un contexto invernal Maupassant exhibe un
espíritu patriota en una situación límite, y satiriza la hipocresía social, aunque con un
enfoque simple de contrastes de clase como modelos para criticar el prejuicio,
degradando por interés personal una presunta moral que convierte puntualmente en
heroína a una marginada.
doctrinas del naturalismo, se le suele vincular con esta tendencia. Sus narraciones, que
evidencian un lenguaje pulcro y bien elaborado, tienen como temas principales la vida
de los campesinos, la guerra franco-prusiana, la mediocridad de los funcionarios y la
sordidez de la vida citadina. También son relevantes sus cuentos fantásticos de misterio,
donde se observa la influencia de Edgar Allan Poe. Padeció de sífilis, y en 1892, intento
suicidarse.
Maupassant no pertenece a ninguna escuela ni fundó ninguna. El terror que expresa en
sus cuentos es un terror personal e intransferible que nace en su alma enferma -y
exclusivamente en ella- como presagio de su próxima desintegración. Antes de los
treinta años, Maupassant era un escritor ya muy estimado. Por entonces aún no había
escrito ningún cuento de miedo. A esa edad, ciertos trastornos visuales le hicieron
consultar con un médico, el cual le observó una rigidez pupilar, primer síntoma de la
neurolués que iba a acabar con su vida. "Desde 1881 dice José María Sacristán, en su
obra Genialidad y psicopatología, su temple vital se quiebra. Su concepción de la vida,
alegre y optimista, cambia. En sus escritos comienza a traslucir el taedium vitae que
invade su espíritu. El hombre jovial se torna melancólico. Los amigos le llaman “el toro
triste”. " El propio Maupassant confiesa: "Tengo miedo de mí mismo, tengo miedo del
miedo; pero, ante todo, tengo miedo de la espantosa confusión de mi espíritu, de mi
razón, sobre la cual pierdo el dominio y a la cual enturbia un miedo opaco y
misterioso”. De esta época datan sus relatos terroríficos, que no eran sino un intento de
sublimar su terror, de conjurarlo expresándolo, de librarse de él haciéndolo arte. Sus
cuentos de miedo -El albergue, El miedo, Magnetismo, ¿Un loco?, La cabellera, La
mano y, sobre todo, El Horla- son la protesta desesperada de un hombre que siente
como su razón se desintegra.
Louis Vax establece acertadamente una neta diferencia entre Merimée y Maupassant.
Este es un enfermo que expresa su angustia; aquél es un artista que imagina en frío
cuentos para asustar. la técnica de ambos escritores es diametralmente opuesta.
Mérimée, como los ingleses victorianos a cuya categoría -contra toda lógica- pertenece,
describe un protagonista normal, dotado de un sano y sólido sentido común. A su
alrededor empiezan a manifestarse fenómenos incomprensibles, pero él no se da cuenta
o los atribuye a motivos banales. Por fin, ante la desesperación del lector (que sí se daba
cuenta, con creciente inquietud, de que la cosa se iba poniendo fea), el terror salta,
evidente e insoslayable, y coge desprevenido al alegre protagonista. Este terror
centrípeto es centrífugo en Maupassant. "En el Horla -dice Vax- hay al principio una
inquietud interior, luego manifestaciones sobrenaturales reveladas sólo a la víctima; por
último, también el mundo que la rodea es alcanzado por sus visiones. La enfermedad del
alma se convierte en putrefacción del cosmos."

Aunque es una visión muy negra y a ningún lector ni lectora le gusta imaginarse como
víctima de un escritor, Shestov valora certeramente a Maupassant frente a Chéjov, muy
a la manera en que se podría valorar a Marlowe frente a Shakespeare. No obstante,
Maupassant es el mejor de los cuentistas realmente "populares", vastamente superior a
O. Henry (que podía ser muy bueno) y muy preferible al abominable Poe. Ser un artista
de lo popular es en sí un logro extraordinario; en los Estados Unidos hoy no tenemos
nada parecido.
Puede que Chéjov parezca simple, pero es siempre profundamente sutil. Muchas de
las simplicidades de Maupassant no son sino lo que parecen ser, pero no por eso son
superficiales. Maupassant había aprendido de su maestro Flaubert que "el talento es una
prolongada paciencia" para ver lo que otros tienden a pasar por alto. Que Maupassant
pueda hacernos ver algo que sin él nos habríamos perdido es para mí muy dudoso. Para
eso se requiere el genio de Shakespeare o de Chéjov. Hay, además, el problema de que
Maupassant, como tantos escritores de ficción del siglo XIX y comienzos del XX, lo
veía todo a través de la lente de Arthur Schopenhauer, filósofo de la voluntad de vivir.
Yo tan pronto usaría gafas Schopenhauer como gafas Freud; ambas agrandan y ambas
distorsionan casi en la misma medida. Pero yo soy un crítico literario, no un escritor de
cuentos, y cuando Maupassant contemplaba los caprichos del deseo humano más le
habría valido descartar las gafas filosóficas.
Ante todo, interior, lo fantástico en Maupassant se desarrolla sobre el terreno de las
angustias, de las obsesiones y de las perversiones. Como trastorno, constituye pues un
escándalo lógico lo mismo que moral, en el sentido en que él desafía la razón y las
convenciones sociales convidando a una experiencia de límites particularmente
destructiva puesto que vuelve a poner insidiosamente en cuestión las fronteras entre lo
normal y lo patológico (...).
Provocado por un acontecimiento exterior o inscrito en el corazón mismo de la
personalidad a título de característica permanente, la división del yo hace de la vida del
personaje un infierno. Condenado a odiarse y a escapar de sí mismo, no encuentra
ningún alivio a su sufrimiento. La palabra, que le permite confiarse y hacerse cargo de
su historia, no constituyen más que un remedio provisional.
Así, atravesado por esta otra presencia que hace perder al ser hasta la conciencia
de su existencia, la obra de Maupassant inscribe la marca de una desposesión de sí
mismo portadora de la locura y de la muerte. Interior ( escisión del yo) o exterior ( yo
alienado), la alteración es siempre peligrosa, y no solamente en los relatos fantásticos:
Pedro y Juan, hermanos enemigos, están ahí para atestiguarlo.
Bibliografía:
Literatura-Lumbreras editores, segunda edición noviembre 2014
César Toro Montalvo-Introducción a ala Literatura Universal A.F.A Editores
importadores S.A 2009

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