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Guerra civil griega - Tensión en Irán

La guerra civil griega (1946-1949), en la que los partisanos comunistas combatían contra el
gobierno monárquico apoyado por el ejército británico, fue decisiva para el comienzo de la
Guerra Fría. Los británicos, incapaces de contener el avance de la guerrilla comunista,
tuvieron que pedir la intervención de los EEUU, y su presidente, Truman, estableció en marzo
de 1947 la nueva doctrina de «contención del comunismo» que marcaría el inicio de la Guerra
Fría.

La línea de aparente colaboración que había reinado entre las potencias vencedoras hasta la
Conferencia de Potsdam (julio-agosto de 1945) y que había dado lugar a la celebración unos
meses antes de la asamblea de constitución de la ONU en San Francisco (abril-junio de 1945),
comenzó a quebrarse en 1946 a propósito de la crisis iraní. Irán había sido ocupado por
soviéticos y británicos en agosto de 1941 para garantizar los suministros a la URSS tras la
invasión alemana («Operación Barbarroja» de junio de 1941), pues, aunque formalmente era
un país neutral, el sah (transcripción de rey en persa) simpatizaba con la causa nazi. Según el
acuerdo que establecieron los aliados anglo-soviéticos, seis meses después de que finalizara la
guerra se retirarían ambos ocupantes. Una vez cumplido el plazo, multinacionales británicas y
americanas habían establecido diferentes acuerdos para controlar la producción y
comercialización del petróleo iraní.

La Unión Soviética también quería asegurarse el suministro de una parte del petróleo, pero al
no encontrar ninguna disposición por parte de la administración iraní, decidió apoyar a los
independentistas kurdos y azerbaiyanos que declararon sendas repúblicas en el norte de Irán.
A través de Naciones Unidas se llegó un acuerdo para la retirada soviética a cambio de ciertas
concesiones para asegurar el suministro de crudo a la URSS, el reconocimiento de las
regiones autónomas kurda y azerbaiyana, y la inclusión de tres ministros comunistas en el
gobierno (Agustín R. Rodríguez, 1989).

Pero tras la retirada soviética, en mayo de 1946, dicho acuerdo no sería respetado: los
ministros comunistas serían expulsados del gobierno y las zonas autónomas ocupadas
militarmente por el gobierno iraní del sah, Mohammad Reza Pahlavi. Irán representaba un
primer aviso de la tensión que se avecinaba entre los bloques.

Para poder entender la importancia que tuvo Grecia para el inicio de la Guerra Fría habría que
remontarse al papel que jugó este país durante la Segunda Guerra Mundial y en los momentos
previos a la contienda (seguimos en buena medida a Roberto Rodríguez Milán, 2008).

En 1936, el general Metaxás dio un golpe de estado con la complicidad del rey Jorge II,
conformando un régimen de rasgos fascistas. Sin embargo, el afán expansionista de
Mussolini, que había ocupado Albania en abril de 1939 y que pretendía el control del
Mediterráneo oriental en su pugna con Reino Unido, le llevó a declarar, en octubre de 1940, la
guerra a la Grecia de Metaxás (con el que, en teoría, compartía una gran afinidad ideológica).
Contra todo pronóstico, el ejército heleno obligó al italiano a retroceder hacia el interior de
Albania.

Ante las dificultades que los italianos estaban encontrando en los Balcanes, el ejército alemán,
que ya pensaba en la próxima invasión de la Unión Soviética (que se iniciaría en junio de
1941), decidió pasar a controlar directamente la conflictiva zona balcánica. Y tras ocupar
Yugoslavia, decidió invadir Grecia en abril de 1941. Metaxás ya había fallecido meses antes
de la invasión y el rey Jorge II con su gobierno y altos mandos del ejército se retiraron a El
Cairo (Egipto), bajo la protección británica.
Dentro de Grecia, un sector del ejército y de la derecha más conservadora accedió a colaborar
con los ocupantes nazis. Por el contrario, diversas fuerzas democráticas y de izquierda de
orientación republicana (que rechazaban por tanto al gobierno monárquico instalado en El
Cairo bajo protección británica), decidieron constituir un frente de resistencia contra la
ocupación alemana, formando, en septiembre de 1941, el Frente Griego de Liberación (EAM,
según sus siglas en griego), y unos meses después, en febrero de 1942, el Ejército Popular
Griego de Liberación (ELAS). Aunque en un principio el Partido Comunista Griego (KKE)
no participó en su constitución, posiblemente descolocado por la vigencia del Pacto Germano-
Soviético hasta sólo unos meses antes —de hecho, en aplicación de dicho pacto, tras la
ocupación de Grecia, los alemanes liberaron a los dirigentes comunistas encarcelados por
Metaxás—, sin embargo, rápidamente se integraron en el frente de resistencia y acabarían
dirigiéndolo en la práctica.

Las características orográficas de Grecia, con más de un 60% de su superficie montañosa, iba
a permitir que la guerrilla se pudiera instalar en las montañas y desde allí golpear al ejército
alemán, ganando la simpatía y apoyo popular, y controlando espacios territoriales cada vez
más extensos de Grecia. Entre marzo y octubre de 1944, todavía bajo la ocupación alemana,
aunque ya claramente debilitada, el EAM-ELAS formó un gobierno provisional en las
montañas que organizó unas elecciones en las que llegó a participar alrededor de un tercio de
la población en edad de votar (entre 1,5 y 1,8 millones de griegos). Por lo tanto, su fuerza era
indiscutible.

Coincidiendo con la retirada alemana de Grecia, el primer ministro británico, Churchill, viajó
a Moscú en octubre de 1944 y llegó a un acuerdo con Stalin de porcentajes de reparto en los
Balcanes por el que Grecia quedaría bajo influencia occidental y Rumania bajo influencia
soviética. En Yugoslavia la influencia se repartiría al 50%. Roosevelt, que había manifestado
ciertas reticencias al respecto, no estuvo presente porque estaba en plena campaña electoral,
pero sí el embajador norteamericano en Moscú. El líder partisano y comunista yugoslavo,
Tito, se sintió molesto porque dicho acuerdo, sobre el que no se le había consultado,
significaba la reinstauración de la monarquía para Yugoslavia. Pero donde el acuerdo iba a
tener unas consecuencias más dramáticas de forma inmediata, iba a ser en Grecia.

Tras la retirada alemana de octubre de 1944, y al calor del «pacto de los porcentajes»,
acordado entre Churchill y Stalin, el Gobierno monárquico instalado en El Cairo, presidido
por Georges Papandreu, iba a pasar a ser un Gobierno de Unidad Nacional al integrarse
también algunos miembros del EAM-ELAS. Pero la negativa de la guerrilla del EAM-ELAS
a ser desarmada iba a provocar el primer choque civil en diciembre de 1944 en la llamada
«Batalla de Atenas» (Dekemvriana). Los partisanos se enfrentaron al ejército británico,
teniendo éstos que movilizar a casi 80.000 efectivos para poder hacer frente a la guerrilla, que
se retiró de la ciudad tras un acuerdo in extremis que contó con la presencia de Churchill,
junto con representantes soviéticos, franceses y miembros de las diferentes facciones políticas
griegas. La base del acuerdo era que se celebraría un referéndum sobre la monarquía y,
mientras tanto, se establecería una regencia a cargo del arzobispo ortodoxo Damaskinos
(Antony Beevor, 2012).

Tan sólo un mes después, en febrero de 1945, se firmaría el Acuerdo de Varkiza, en el que el
Partido Comunista Griego (KKE), siguiendo las indicaciones de Stalin, aceptaría el desarme
de la guerrilla del EAM-ELAS. Pero este acuerdo resultaría mortal para los antiguos
guerrilleros, pues iban a ser sometidos a una dura persecución con métodos de «guerra sucia»,
muchas veces a cargo de antiguos sectores colaboracionistas de los nazis que ahora iban a
trabajar al servicio del nuevo gobierno. Se iba a desencadenar un verdadero «terror blanco»
que les obligaría a tener que refugiarse en las montañas para escapar de la muerte.
En octubre de 1946, los antiguos guerrilleros huidos a las montañas fundarían el Ejército
Democrático de Grecia (DSE), inicialmente agruparía a unos 11.000 combatientes, que iban a
poder obtener aprovisionamiento desde la fronteriza Yugoslavia de Tito, que había rechazado
aplicar en su país el «pacto de los porcentajes», y, aunque en menor medida, también
recibirían ayuda desde Albania y Bulgaria. En septiembre de 1947 la guerrilla comunista
constituyó un gobierno provisional en la montaña, y su influencia y apoyo en Grecia no dejó
de crecer.

Ya en marzo de 1946, Churchill, ante las dificultades británicas en Grecia, y pese a que hasta
ese momento se estaba aplicando el «pacto de los porcentajes», que él mismo había suscrito
con Stalin, pronunció un discurso en una Universidad norteamericana (Fulton) en presencia
de Truman, el nuevo presidente de los EEUU tras la muerte de Roosevelt, también demócrata,
pero de orientación abiertamente más conservadora. En este discurso ya se anticipaba una
doctrina claramente anticomunista, con su célebre «telón de acero», concepto acuñado aquí
para referirse a una imaginaria línea de separación entre el Este y el Oeste de Europa. Pero
bajo un discurso conservador claramente anticomunista, tal vez, y es una posible
interpretación, lo que estuviera manifestando Churchill fuera una profunda desesperación ante
la incapacidad de Reino Unido para seguir siendo la potencia imperialista que había sido hasta
antes de la Segunda Guerra Mundial . De hecho, en los años siguientes, Gran Bretaña iba a
perder buena parte de su imperio colonial: India-Pakistán (1948), Birmania, Malasia, Ceilán.
Y se iba a encontrar con graves problemas para llevar a cabo su mandato en Palestina con la
creación del Estado judío de Israel (1948).

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