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Si bien lo anteriormente dicho no tiene nada que ver con los aspectos descritos por Daniélou, es
e interesante estudiar el desarrollo que se hace de la asimilación de estos signos, se describe cómo en el
judaísmo antiguo hay una sumisión de estos elementos zodiacales presentes en el velo del templo, se
constata que “Josefo, al describir el velo del Templo, explica que en él estaba representado todo el
cielo, salvo los signos del zodíaco, lo que demuestra que esto hubiera podido ser normal”. Las 12 tribus
y 12 patriarcas del judaísmo son representados en el arte judeohelenistico a través de los signos del
zodiaco como motivo decorativo y comentados simbólicamente por los rabinos, es evidente que los
judíos estaban conscientes de la praxis de la astrología y la adivinación y naturalmente era penalizada
(Cf. Dt 18,10-14.)
Los padres de la Iglesia menos sutiles atacaron la astrología considerándolo como pecado y
vergüenza no adorar a Dios sino su obra (el universo) y se hizo inevitable que la iglesia asumiera algunos
aspectos de la “cultura astrológica”, como por ejemplo el 25 de diciembre, celebración del nacimiento
del sol como fecha del nacimiento de Cristo. En ese sentido, el cardenal Daniélou, pone de manifiesto el
proceso por el que la tradición judeocristiana, fue encaminando lo fascinante de los astros al misterio
de Cristo, en respuesta a las costumbres de los fieles recién evangelizados, que en momentos de
incertidumbre y angustia acudían a los astrólogos. No en vano, se apropia del “simbolismo 12”, 12
horas, 12 meses, 12 signos que giran en torno al sol y lo aplica a los apóstoles para hacer una lectura
cristiana, plantear las cosas en Cristo “Por Él y para Él” (Rom 11,36), no como casualidad ni para
disfrazar elementos de otras concepciones mitológicas sino para dar respuestas a lo que los sabios
buscaban en las constelaciones. Cristo mismo responde como sol en torno a quien se agrupan las
galaxias y constelaciones, es el Señor y rey del Universo. En consecuencia, se puede decir que el
universo no conspira, ni la entrada de los signos en “procesos cósmicos” tienen incidencia en la
naturaleza humana, sino Cristo con y su abajamiento, como el sol que nace de lo alto para iluminar a los
que viven en tinieblas y en sombra de muerte (Lc. 1,67-79) ante quienes los magos que venía de oriente
se postraron. Como dice San Agustín “el pleno día cuyas horas resplandecientes son los Apóstoles” o
Hipólito “Salvador (Sol) que se levanta sobre la Tierra, y que se mostró a los 12 Apóstoles”.
¿Qué libertad nos habría dado Cristo si los seres humanos estuvieran bajo el dominio de los
astros? (Ga 5,1) Sin duda esta “Lectura Cristiana” del Horóscopo es una oportunidad de diálogo, que
Reflexión sobre Cap. VIII “12 Apóstoles y los Signos del Zodiaco”
Gabriel de Jesús Flores López
purificado de todo ápice esotérico, permite a los cristianos comprenderse y ponerse bajo el amparo del
Altísimo (Sal 91) que supera cualquier incidencia de tipo astral y le deja como regente de todo lo que
existe en el cielo y la tierra, que es bendecido por el sol y la luna y los astros del cielo (Dn 3, 62-63)
confiando que en Cristo hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados (Mt 10,26-33), el futuro
tiene su consistencia en Él y por tanto no hay cabida al miedo, mirar las Estrellas del cielo es
contemplarlo a Él y mirar a los apóstoles es mirar a Jesús.