Está en la página 1de 5

Percepción

Otro descubrimiento monumental que los brujos antiguos hicieron, que


don Juan me explicó cuidadosamente, fue el darse cuenta de que el punto de
encaje se desplaza muy fácilmente durante el sueño. Esta realización dio lugar a
otra: que los sueños están totalmente asociados con ese desplazamiento. Los
brujos antiguos vieron que cuanto mayor era el desplazamiento, más inusitado
era el sueño, o viceversa: cuanto más inusitado era el sueño, mayor era el
desplazamiento. Don Juan dijo que esta observación los llevó a idear técnicas
extravagantes para forzar el desplazamiento del punto de encaje, tales como la
ingestión de plantas alucinogénicas; o el someterse a estados de hambre, fatiga,
tensión; o el control de los sueños. De esta manera, y quizá sin siquiera saberlo,
crearon el arte del ensueño.

Don Juan cambió de tema, y pasó a explicar en mayor detalle la fijación


del punto de encaje. Dijo que al ver el punto de encaje de los niños, oscilando
constantemente y cambiando fácilmente de lugar como movido por un temblor,
los brujos antiguos llegaron a la conclusión de que su posición habitual no es
innata sino creada por los hábitos. Viendo también, que es solamente en los
adultos que éste se fija en un lugar definido, supusieron que la ubicación
específica del punto de encaje promueve una manera específica de percibir. A
consecuencia del uso, esta manera específica de percibir se convierte en un
sistema para la interpretación de datos sensoriales.
Don Juan señaló que para existir, dicho sistema, precisa de una leva
general; todos nosotros los seres humanos, al nacer, somos reclutados en él. Y
nos pasamos una vida entera ajustando imperiosamente nuestra percepción para
que concuerde con las demandas de este sistema. Por ello, tenían razón los brujos
antiguos al sostener que el acto de revocarlo y percibir energía directamente es lo
que transforma a una persona en brujo.
Don Juan expresó su admiración, una y otra vez, por lo que llamó el mayor
logro de nuestra socialización básica como seres humanos: inmovilizar nuestro
punto de encaje en su posición habitual. Explicó que una vez que su posición es
fija, nuestra percepción puede ser entrenada y dirigida a interpretar lo que
percibimos. Nuestro proceso de socialización empieza entonces a guiarnos a
percibir más en términos de nuestro sistema que en términos de nuestros
sentidos. Don Juan aseguraba que la percepción humana es universalmente ho-
mogénea debido a que el punto de encaje de toda la raza humana está fijo en el
mismo sitio.
Don Juan dijo que los brujos prueban todo esto al comprobar que lo que se
percibe no tiene sentido alguno cuando el punto de encaje se ha desplazado fuera
de cierto nivel y nuevos filamentos energéticos universales empiezan a ser
percibidos. La razón de ello es que los nuevos filamentos traen nuevos datos
sensoriales, que no son parte de dicho sistema.
-Percibir sin nuestro sistema es, por supuesto, algo caótico -don Juan
continuó-. Pero por más extraño que parezca, cuando nos creemos realmente
perdidos, nuestro sistema se recupera y viene a nuestro rescate, transformando
nuestra nueva e incomprensible percepción, en un mundo totalmente
comprensible. Exactamente como te sucedió cuando fijaste tu mirada en las hojas
del árbol de mezquite. Tu percepción fue caótica. Por un momento todo se te
vino encima y tu sistema de interpretación no funcionó. Después, el caos se
aclaró, y ahí estabas: frente a un mundo nuevo.
-Nos encontramos otra vez en el mismo atascadero de antes. ¿Existe realmente
ese mundo? ¿O es una mera elaboración de mi mente?
-Ciertamente regresamos a lo mismo y la respuesta es aún la misma. Ese
mundo realmente existe en la precisa posición en que se encontraba tu punto de
encaje en ese momento. Para percibirlo claramente, necesitaste cohesión;
necesitaste mantener tu punto de encaje fijo en esa nueva posición; lo cual
hiciste. El resultado fue que por un rato fuiste capaz de percibir un mundo
totalmente nuevo.
-¿Pero, podrían otros percibir ese mismo mundo?
-Sí, si tuvieran la uniformidad y cohesión que tenías tú en ese momento.
Uniformidad es mantener al unísono la misma posición del punto de encaje.
Acechar la percepción era como los brujos antiguos llamaban al acto de adquirir
uniformidad y cohesión fuera del mundo normal.
"El arte del acecho -continuó-, como ya lo dije antes, tiene que ver con la
fijación del punto de encaje. A través de la práctica, los brujos antiguos
descubrieron que como es importante desplazar el punto de encaje, es aún de
mayor importancia hacer que se quede fijo en su nueva posición, cualquiera que
ésta fuere.
Explicó que si el punto de encaje no se logra estabilizar, no hay forma
posible de que podamos percibir coherentemente. Lo que entonces percibiríamos
sería un caleidoscopio de imágenes disociadas. Dijo que esta fue la razón por la
cual los brujos antiguos pusieron tanto énfasis en el ensueño como en el acecho,
y que un arte no puede existir sin el otro, especialmente en la clase de actividades
en las cuales los brujos antiguos estaban envueltos.
-¿Cuáles eran esas actividades, don Juan? -pregunté.
Don Juan dijo que eran actividades complejísimas derivadas de los
desplazamientos del punto de encaje. Los brujos antiguos al aprender a desplazar
sus puntos de encaje a miles de posiciones en la superficie, o adentro de sus
masas energéticas, también aprendieron a fijar su punto de encaje en esas
posiciones, para así retener su cohesión indefinidamente.
-Los brujos antiguos llamaban a eso las marañas de la segunda atención, o la
gran aventura de lo desconocido -añadió.
-¿Cuál era el beneficio de todo esto, don Juan?
-No podemos hablar aquí de beneficios. Aquí podemos únicamente hablar de
resultados finales.
Dijo que la cohesión de los brujos antiguos era tal que les permitió llegar a
ser, perceptual y físicamente, todo lo que sus puntos de encaje dictaban. Podían
transformarse en cualquier cosa dentro del inventario especifico que cada uno de
ellos poseía. Don Juan llamaba un inventario a todos los detalles perceptibles
necesarios para convertirse, por ejemplo, en jaguares, pájaros, insectos, etcétera,
etcétera.
-Para mi es muy difícil creer que esa transformación pueda ser posible -le dije.
-Es posible -aseguró-. No tanto para ti o para mi, pero si para ellos. Para ellos
eso no era nada.
Dijo que los brujos antiguos tenían tan espléndida fluidez que todo lo que
necesitaban era un ligero desplazamiento de su punto de encaje, una mínima
señal en su ensueño para instantáneamente acechar su percepción; es decir, para
arreglar su cohesión y hacerla encajar en su nuevo estado de conciencia, sea ésta
la de un animal, otra persona, un pájaro, o lo que fuera.
-¿Pero, no es eso lo que los enfermos mentales hacen? ¿Crear su propia
realidad? -pregunté.
-No, no es lo mismo -dijo-. Los dementes imaginan su propia realidad, porque
no tienen, en lo absoluto, un propósito preconcebido. Los dementes añaden caos
al caos. Los brujos, por el contrario, traen orden al caos. Su propósito
preconcebido y trascendental es liberar su percepción. Los brujos no inventan los
mundos que perciben; ellos perciben energía directamente y luego descubren que
lo que están percibiendo es un mundo nuevo y desconocido; un mundo que se los
puede tragar enteros, porque es tan real como cualquier cosa en nuestro mundo
diario.
Don Juan me dio entonces una nueva versión de lo que me sucedió en el
árbol de mezquite. Dijo que empecé por percibir directamente la energía del
árbol. En mi nivel subjetivo, sin embargo, yo creí que estaba ensoñando ya que
utilicé el ensueño para percibir energía. Aseveró que usar el ensueño en el mundo
de la vida diaria es una de las estratagemas más efectivas de los brujos. Hace que
el percibir energía directamente sea como un ensueño, en lugar de ser una
experiencia totalmente caótica. Luego, cuando la percepción se arregla, los
brujos se encuentran frente a un mundo nuevo. Exactamente lo que a mí me
sucedió.
Le conté acerca del pensamiento que casi no me atrevía a pensar: que el
panorama que vi no era un ensueño, ni tampoco nuestro mundo cotidiano.
-No lo era -dijo-. Te lo he dicho una y otra vez, pero tú crees que estoy senil y
me repito sin ton ni son. Sé cuán difícil es para la mente aceptar que todo esto no
es una idiotez de locos. ¡Créeme, existen mundos nuevos! Están envueltos los
unos en los otros, como las capas de una cebolla. El mundo en el cual existimos
no es más que una de esas capas.
-¿Quiere usted decir, don Juan, que el propósito de sus enseñanzas es
prepararme para ir a esos mundos?
-No. No quise decir eso. Vamos a esos mundos solamente como un ejercicio.
Esos viajes son los antecedentes de los brujos de ahora. Hacemos el mismo tipo
de ensueño que los brujos antiguos solían hacer, pero en cierto momento, nos
desviamos a un nuevo terreno. Los brujos antiguos preferían los cambios del
punto de encaje, por lo tanto siempre se encontraban en territorios más o menos
conocidos o predecibles. Nosotros preferimos los movimientos del punto de
encaje. Los brujos antiguos iban en pos de lo humanamente desconocido.
Nosotros buscamos lo desconocido que está fuera de lo humano.
-No he llegado a eso todavía, ¿verdad?
-No, tú estás solamente empezando. Y al empezar todo ensoñador tiene que
seguir los pasos de los brujos antiguos. Después de todo, ellos fueron quienes
inventaron el arte del ensueño.
“A ti todavía te queda mucho pan por rebanar. Además, tengo que ser
extremadamente cuidadoso contigo, porque tu carácter está totalmente ligado al
de los brujos antiguos. Ya te he dicho esto muchas veces, pero siempre te las
ingenias para descartarlo. A veces hasta pienso que una energía de otro mundo te
guía y te aconseja, pero luego dejo a un lado esa idea, porque eso sí que es algo
descabellado”.
-¿De qué está usted hablando, don Juan?
-Inconscientemente has hecho dos cosas que me preocuparon sin medida. La
primera vez que te presté mi energía para que ensoñaras viajaste con tu cuerpo
energético a un lugar fuera de este mundo. ¡Y ahí caminaste! Y luego, volviste a
viajar con tu cuerpo energético, a través del mezquite, a otro sitio fuera de este
mundo; las dos veces, partiendo desde la conciencia del mundo diario.
-¿Por qué lo preocupa esto?
-Ensoñar es demasiado fácil para ti. Y si no tenemos cuidado, esa puede ser tu
perdición. Ensoñar así conduce a lo desconocido que aún es cuestión humana.
Como te dije, los brujos de hoy se esfuerzan por alcanzar lo desconocido que ya
no es cuestión humana.
-¿Qué puede ser lo desconocido que no es cuestión humana?
-Mundos inconcebibles que están fuera de la banda del hombre, pero que aún
podemos percibir. La predilección de los brujos de hoy en día es entrar en
mundos fuera del dominio humano; mundos completamente inclusivos, no
meramente entrar en el reino de los pájaros, o en el reino de los animales, o en el
reino de los seres humanos, aunque éste fuese el reino del hombre desconocido.
Te estoy hablando de mundos como en el que vivimos; mundos completos, con
un sinfín de reinos.
-¿Dónde están esos mundos, don Juan? ¿En las diferentes posiciones del punto
de encaje?
-Efectivamente, en las diferentes posiciones del punto de encaje. Digamos que
los brujos llegan a esos mundos usando los movimientos del punto de encaje, no
simplemente los cambios. Entrar en esos mundos requiere del tipo de ensueño
que solamente los brujos de ahora practican. Los brujos antiguos se mantuvieron
alejados de él, porque requiere un gran desapego y absoluta ausencia de
importancia personal. Un precio que no estuvieron dispuestos a pagar.
“Para los brujos que ensueñan hoy en día, ensoñar es la libertad de percibir
mundos más allá de todo lo imaginable”.
-¿Pero cuál es el sentido de percibir todo eso?
-Ya me hiciste hoy la misma pregunta. Hablas como un verdadero mercachifle.
¿Me va a dar buen resultado? ¿Cuál es el riesgo o la ganancia de mi inversión?
“No hay manera de responder a esas preguntas. La mente del mercachifle
está hecha para el comercio. Pero la libertad no puede ser una inversión. La
libertad es una aventura sin fin, en la cual arriesgamos nuestras vidas y mucho
más, por unos momentos que no se pueden medir con palabras o pensamientos”.
-No fue mi intención hablar como mercachifle al hacerle esa pregunta, don
Juan. Lo que quiero saber es, ¿cuál podría ser la fuerza que impulse a un perfecto
haragán como yo para que hiciera todo esto?
-La búsqueda de la libertad es la única fuerza que yo conozco. Libertad de
volar en ese infinito. Libertad de disolverse, de elevarse, de ser como la llama de
una vela, que aun al enfrentarse a la luz de un billón de estrellas permanece
intacta, porque nunca pretendió ser más de lo que es: la llama de una vela.

También podría gustarte