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Benedicto XVI, un profeta

de la esperanza

Un recopilatorio sobre la persona, la espiritualidad y el pontificado


de Benedicto XVI

[1]
INDICE
INTRODUCCIÓN, por Álex Rosal............................................... 7

LA MUERTE DE BENEDICTO XVI

Las últimas horas con vida de Benedicto XVI: «Jesús, te


quiero» y la presencia del Papa Francisco......................... 9

Estas fueron, minuto a minuto, las últimas horas con vida


de Benedicto XVI: «Pero ¿está agonizando?» ................... 10

Cerca de 200.000 fieles dieron su último adiós al «Papa


humilde», el doble de lo que todos esperaban ................... 12

El primer funeral por un Papa emérito: Francisco predicó


sobre cómo Dios usa instrumentos frágiles, por Pablo J.
Ginés ................................................................................. 14

Benedicto XVI ya descansa en las Grutas Vaticanas; en el


lugar donde estuvo su «amigo» Juan Pablo II.................... 19

LA VIDA DE JOSEPH RATZINGER

Los tres regalos que pidió por Navidad el niño Ratzinger y


«la risa de felicidad» por un peluche, por J. Cadarso ......... 21

La madre de Benedicto XVI, hija ilegítima y la novia


desconocida del joven Ratzinger estudiante ...................... 23

Ratzinger, ¿de progresista a conservador? Es «un falso


mito», sostiene Pablo Blanco, su biógrafo, por Carmelo
López-Arias........................................................................ 25

¿Por qué seguir en la Iglesia a pesar de la tormenta?


Ratzinger ya lo planteó y respondió en 1970, Por C.L. ...... 29

[2]
«Informe sobre la fe»: la novedad profética que sigue
siendo relevante, por Jorge Soley ...................................... 36

Benedicto XVI desvela enfrentamientos dramáticos y


«lágrimas» en la Comisión Teológica Internacional, por
Carmelo López-Arias ......................................................... 41

Los santos preferidos de Benedicto, su ritmo de oración


y sus puntos fuertes, revelados por Gänswein ................... 44

Ateos, agnósticos, políticos... 8 conversos que se hicieron


católicos a través de Ratzinger, por Pablo J. Ginés ........... 50

Se hace público el testamento espiritual de Benedicto XVI:


«¡Manteneos firmes en la fe» ............................................. 55

Se publica el libro que Benedicto XVI quiso póstumo: su


teología, a modo de testamento espiritual.......................... 57

EL PONTIFICADO DE BENEDICTO XVI

Aquel feliz día en el que Benedicto XVI se convirtió en


Papa, por Joseph Pearce................................................... 61

Doce cosas en las que el Papa Benedicto XVI fue un


absoluto pionero, por Pablo J. Ginés ................................. 63

Benedicto XVI, «el primer Papa tuitero»: esta es la historia


de cómo la Santa Sede aceptó la idea ............................... 70

La valentía de Benedicto XVI contra abusos sexuales: tomó


las riendas por la inacción de los obispos, por Pablo J.
Ginés ................................................................................. 73

Los ordinariatos anglocatólicos: la atrevida «revolución»


ecuménica de Benedicto XVI que cuajó bien, por Pablo J.
Ginés ................................................................................. 78

[3]
El discurso de Ratisbona: cuando Al-Qaeda amenazó de
muerte a Benedicto XVI, «el devoto de la cruz», por J. M.
Carrera .............................................................................. 83

El gran discurso de Benedicto XVI sobre la fe y la cultura,


por Antonio R. Rubio Plo.................................................... 87

Cardenal Sarah: «Benedicto XVI será recordado como el


Papa
del “Summorum Pontificum”, de la paz litúrgica» ............... 90

La JMJ de Madrid, el gran evento de Benedicto XVI con los


jóvenes: unos días que hicieron historia, por Javier
Lozano ............................................................................... 96

Benedicto XVI y la ciencia, por Alfonso V. Carrascosa ...... 99

Benedicto XVI, siempre cercano a las personas con


discapacidad, por Ignacio Segura Madico.......................... 103

Los 10 santos del mundo hispano –de tres continentes–


que Benedicto XVI canonizó para la Iglesia, por Pablo J.
Ginés ................................................................................. 106

La teología mariana de Benedicto XVI: el Rosario, las


devociones locales, el amor a Lourdes y Fátima, por
Pablo J. Ginés/Cari Filii ...................................................... 111

Benedicto en Tierra Santa: su viaje en 2009 y su relación


con el mundo judío y los cristianos árabes por Pablo J.
Ginés/ Fundación Tierra Santa .......................................... 115

Benedicto XVI y la dictadura del relativismo, por Ángel


Manuel García Carmona .................................................... 119

[4]
Benedicto XVI, al encuentro de los mártires españoles,
por Jorge López Teulón ..................................................... 123

Gänswein ve en la traición de Paolo Gabriele a Benedicto


XVI algo «diabólico» que le obligó a presentar su dimisión,
por Carmelo López-Arias ................................................... 125

La inesperada renuncia de Benedicto XVI, un hecho


histórico que cambiaría el rumbo de la Iglesia, por Javier
Lozano ............................................................................... 130

CÓMO PASARÁ A LA HISTORIA JOSEPH RATZINGER

Messori evoca a Ratzinger: «Nunca he conocido a un


hombre tan bueno, tan disponible, tan humilde» ................ 134

Benedicto XVI, un «auténtico» fracasado, por Juan


Cadarso ............................................................................. 137

Rémi Brague: «Si ser conservador significa no ceder a las


manías progresistas, Benedicto XVI lo fue» ....................... 139

¡Gracias, padre! (Benedicto XVI «in memoriam»),


por Monseñor José Ignacio Munilla .................................... 143

George Weigel: «Ratzinger nunca pensó ser más sabio


que la Tradición, se veía como su servidor», por C.L......... 146

La Iglesia de Ratzinger, por Eduardo Gómez .................... 149

Benedicto devolvió a los hombres y a la Iglesia a la


centralidad de Dios, por Luisella Scrosati .......................... 152

Un profeta sin igual, por Enrique Álvarez ........................... 155

Joseph Ratzinger/Benedicto XVI: teólogo, pastor,


predicador, por Pablo Cervera Barranco ............................ 157

[5]
Benedicto XVI el Grande, por Jesús María Silva
Castignani .......................................................................... 160

Benedicto el Sabio, por Rafael Sánchez Saus ................... 164

El humilde profeta y los lobos, por Álex Rosal ................... 165

Un Papa trágico, por Juan Manuel de Prada ..................... 168

El hombre de los ojos buenos, por Giovanni Maria Vian ... 170

«Ningún Papa en la historia ha escrito una teología tan


elevada»: un póstumo de Pell sobre Ratzinger .................. 174

Sarah describe a Benedicto: «Un profeta de la verdad que


es Cristo frente al imperio de la mentira» ........................... 177

[6]
INTRODUCCIÓN

Con la muerte del Papa emérito Benedicto XVI nos ha atrapado una
cierta orfandad. La claridad de sus respuestas, sus
argumentaciones sólidas, su don de profecía, unidas a su humildad
y sencillez hacían de Benedicto un padre que representaba un
ancla firme ante las tempestades, así como la dulzura para
proponer las verdades de la fe sin imponer, y un optimismo
cristocéntrico que nos encaminaba a la esperanza.

No me extrañaría que más pronto que tarde podamos tenerlo


oficialmente como un intercesor, así como Doctor de la Iglesia,
gracias a su rico y luminoso magisterio.

En este libro “Benedicto XVI, un profeta de la esperanza” que la


redacción de Religión en Libertad ha trabajado con esmero, en
especial Carmelo López-Arias, nuestro director adjunto, queremos
ofrecerle a los largo de estas 190 páginas unos textos sobre Joseph
Ratzinger-Benedicto XVI que nos ayuden a profundizar más en su
vida y en su obra. Estoy convencido que la figura de Benedicto, tan
injustamente atacada y distorsionada desde ambiente intelectuales
y periodísticos, irá agrandándose a lo largo del tiempo.

Me decía un amigo sacerdote que cuando tenía dudas sobre


algunos asuntos, su reacción inmediata era acudir a su magisterio y
esas vacilaciones se esfumaban completamente.

Benedicto ha sido un regalo del cielo, y como señalaba el Papa


Francisco: “Benedicto XVI: fue un gran Papa. Benedicto XVI hizo
teología de rodillas. Su argumentación de la fe fue realizada con la
devoción de un hombre que ha entregado todo de sí mismo a Dios y
que, bajo la guía del Espíritu Santo, buscó una penetración cada
vez mayor en el misterio del Jesús que le había fascinado desde su
juventud".

Confío que estas páginas puedan darle luz y certezas ante los
contratiempos y dificultades que todos tenemos, y sirvan de
aperitivo para ahondar más en la obra de este profeta de la
esperanza.

Álex Rosal

[7]
LA MUERTE DE BENEDICTO XVI

[8]
1. Las últimas horas con vida de Benedicto
XVI: «Jesús, te quiero»... y la presencia del Papa
Francisco
En las últimas horas han transcendido las que serían
las últimas palabras con vida de Benedicto XVI. La periodista
argentina Elisabetta Piqué, del diario La Nación, ha asegurado que
ante de morir dijo en alemán: "Jesus, ich liebe dich" ("Jesús, te
quiero").
Según este mismo diario, la muerte del Papa ocurrió en su
habitación del primer piso del Monasterio Mater Ecclesiae,
ubicado en los Jardines del Vaticano. "Tras confirmarse, el
arzobispo Georg Ganswein, secretario de Benedicto,
enseguida llamó por teléfono a Francisco para avisarle del
fallecimiento. Diez minutos después, el Santo Padre llegó hasta el
lecho de muerte para darle una bendición final y rezar en silencio
junto a su cuerpo ya sin vida", dice la periodista.
El diario argentino asegura que "junto a Benedicto XVI se
encontraba su secretario Ganswein, sus dos médicos, las cuatro
mujeres consagradas del grupo Memores Domini (Carmela,
Loredana, Cristina y Rossella), sor Birgit Wansing, su secretaria
alemana y dos enfermeros. Francisco enseguida quiso que la
noticia se supiera a la mayor brevedad, por lo que el arzobispo
Gaswein llamó por teléfono al director de la Sala de Prensa, Matteo
Bruni".
Como también informa el diario ABC, en los últimos días,
Benedicto XVI, a sus ayudantes "les pedía disculpas continuamente
'por la lata que os estoy dando y os he dado en estos años'".
La salud de Benedicto XVI había ido empeorando desde hace
varios días. El propio Papa Francisco compartió públicamente la
noticia sobre el empeoramiento del estado de salud de su
predecesor al final de la última Audiencia General del año, el
pasado 28 de diciembre, cuando invitó a rezar por el Papa
emérito, "muy enfermo", para que el Señor le consuele y le
sostenga "en este testimonio de amor a la Iglesia hasta el final".

[9]
2. Estas fueron, minuto a minuto, las
últimas horas con vida de Benedicto XVI: «Pero
¿está agonizando?»
Benedicto XVI sufrió "una agonía breve, rodeado de la
oración de sus más cercanos colaboradores". Es lo que ha revelado
el arzobispo Georg Gänswein, secretario del difunto Papa, este
pasado miércoles, en una entrevista concedida en alemán
a Vatican News.
Durante su conversación con el medio vaticano, el
colaborador de Ratzinger comentó que tuvo que regresar de
prisa de Alemania el 27 de diciembre, donde visitaba a su familia.
Una de las consagradas del monasterio Mater Ecclesiae le llamó
para decirle que Benedicto XVI había pasado mala
noche. Gänswein llegó a la 1 de la madrugada del 28 de diciembre:
"Fui inmediatamente a su cama y tuve miedo porque respiraba con
mucha dificultad".

La bendición del Papa

A la mañana siguiente, Gänswein llamó al Papa para


informarle del deterioro de la salud del alemán. Ese mismo día, en
la Audiencia General, Francisco informaba al mundo de que el Papa
emérito estaba "muy enfermo". Al terminar el encuentro, Francisco
acudió al monasterio y "bendijo" a Benedicto XVI. Aunque la tarde
de ese miércoles las cosas no iban bien, a la mañana siguiente,
sorprendentemente, la salud del Papa mejoró.
Pero esa mejoría era un simple espejismo, la situación se
volvió a complicar y el arzobispo Gänswein le impartió la Unción
de los Enfermos. Celebró una misa en la habitación de Benedicto
XVI, que siguió desde la cama. El alemán comulgó solo con el
vino, con una cuchara litúrgica, no había podido comer "desde
hacía dos días".
La última noche con vida de Benedicto XVI, del 30 al 31 de
diciembre, "la pasó bastante bien" y fue cuando pronunció sus
últimas palabras: "Señor, te quiero". Fueron escuchadas por el
enfermero de turno, entre las 2:50 y las 3:10 de la madrugada.
Al día siguiente, "en el transcurso de tres horas, experimentó
una caída libre", cuenta Gänswein, quien llamó a las consagradas
para que rezarán junto a él. "En ese momento estaba lúcido. Yo
había preparado de antemano las oraciones de
acompañamiento para el moribundo, y rezamos durante unos 15
minutos, todos juntos, mientras Benedicto XVI respiraba cada vez
con más dificultad. Entonces miré a uno de los médicos y le
[10]
pregunté: 'Pero, ¿está agonizando?'. Me respondió: 'Sí, ha
empezado, pero no sabemos cuánto durará'", relató el secretario.
"Estábamos allí, cada uno rezando en silencio, y a las 9.34
horas exhaló su último suspiro. Luego continuamos las oraciones
ya no por los moribundos sino por el fallecido. Y concluimos
cantando Alma Redemptoris Mater. Murió en la octava de Navidad,
su tiempo litúrgico favorito", afirmó Gänswein.

Benedicto XVI exhalando sus últimos suspiros

Entonces, el secretario dijo a todos los que le acompañaban:


"'Llamaré inmediatamente al Papa Francisco, él es el primero en
saberlo'. Le llamé y me dijo: '¡Voy inmediatamente!'. Vino, le
acompañé al dormitorio donde había fallecido, y les dije a todos:
'Quédense'. El Papa saludó, le ofrecí una silla, se sentó junto a la
cama y rezó. Dio la bendición y se despidió".

[11]
3. Cerca de 200.000 fieles dieron su último
adiós al «Papa humilde», el doble de lo que todos
esperaban
La capilla ardiente de Benedicto XVI en la basílica de San
Pedro cerró este miércoles a las 19:00h con un auténtico récord de
peregrinos. Según la Gendarmería Vaticana, la cifra de fieles que
ha desfilado ante los restos del Papa emérito ha rondado los
200.000. Más del doble de lo que se esperaba.
Durante los tres días que han estado expuestos los restos de
Benedicto XVIl se ha podido ver a personalidades de la talla del
primer ministro húngaro Viktor Orbán, y a compañeros en el
episcopado del difunto Papa como los cardenales Antonio
Cañizares, el ex secretario de Juan Pablo II, Stanisław Jan
Dziwisz, o el australiano George Pell.

Recuerdo inolvidable

A pesar de que Benedicto XVI había dejado de ser Papa hace


ya nueve años, el recuerdo del alemán todavía se mantenía muy
vivo entre los vecinos cercanos al Vaticano, los católicos de Roma
y del mundo entero. Las miles de personas que acudieron a
despedirse de él pudieron ver su cuerpo con sotana blanca y la
casulla roja del luto papal yaciendo sobre un catafalco cubierto por
una tela amarilla. Sobre la cabeza, una mitra blanca de bordes
dorados; en las manos, un rosario y en uno de los dedos, el anillo
que llevó mientras fue emérito.
Una vestimenta repleta de símbolos y que es especialmente
histórica, ya que no se ha visto a un Papa emérito muerto en
muchísimos siglos. Los peregrinos pudieron comprobar también
cómo el Pontífice no llevaba la cruz pastoral, el báculo característico
de los papas, ya que el Papa reinante no ha muerto. Además de
los zapatos negros y no rojos, en alusión a la sangre derramada
por los mártires, y que Francisco ha dejado de llevar como Papa.
Un recuerdo que será difícil de olvidar para los 200.000
peregrinos que han pasado por San Pedro. Antes de que la capilla
ardiente del Papa "sabio y humilde" se abriera al público, el
Cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de la basílica y vicario papal
del Estado de la Ciudad del Vaticano, acompañó al presidente
italiano Sergio Mattarella, al primer ministro italiano Giorgia
Meloni y a otros ministros del gobierno para rendir homenaje al
fallecido Papa.

[12]
Las primeras de la cola

Las primeras personas en la cola que tuvieron el honor de


rezar ante los restos de Benedicto XVI fue un grupo de religiosas
de Filipinas, quienes dijeron que llegaron a las 5:30 a.m. "Soy un
gran admirador del Papa Benedicto y no estoy triste por su
fallecimiento, ya que el Papa de 95 años había vivido una larga vida
y esto es para lo que vivía: poder estar con Dios'', comentó
a Catholic News Service el padre Kunts, otro de los más
madrugadores.

Los fieles más madrugadores para entrar en el Vaticano

El padre Felipe de Jesús Sánchez, de México y que estudia


en Roma, dijo a ese mismo medio que vio al Papa Benedicto como
"un hombre sencillo, humilde, un modelo, que no tuvo tanta fama
como Juan Pablo II, pero fue la mente detrás de él. Para mí, en mi
opinión, fue un auténtico testimonio de lo que significa ser
cristiano y discípulo de Jesús".
Como estos dos sacerdotes, miles de personas han elogiado
estos días desde Roma la figura del Papa emérito Benedicto XVI.
Ahora, los peregrinos que lo han podido ver en la basílica de San
Pedro dejarán paso a los que participen en el funeral de este
jueves. Al que han confirmado su asistencia la reina emérita de
España, Sofía, el presidente polaco, Andrzej Duda; el presidente de
Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa; la presidenta húngara, Katalin
Novák; y el rey Felipe de Bélgica.

[13]
4. El primer funeral por un Papa emérito:
Francisco predicó sobre cómo Dios usa
instrumentos frágiles
P. J. Ginés

Decenas de miles de personas (unas 60.000 al empezar la


ceremonia en una mañana fría) han acudido pronto a la misa
funeral del papa emérito, Benedicto XVI, este jueves en la plaza de
San Pedro, entre fuertes medidas de seguridad. Unos 1.000
policías se han desplegado en las calles de Roma y se ha
impuesto una zona de exclusión aérea sobre la Ciudad del
Vaticano.
A las 6 de la mañana se empezó a permitir el acceso a la
plaza de San Pedro para los fieles. El rocío y la niebla los
recibieron, aunque al avanzar la mañana se fue aclarando algo el
día. Con orden y tranquilidad fueron tomando asiento. No se
repartieron entradas ni se reservaron plazas: sólo hacía falta
ponerse en la fila para entrar en el recinto.

La ceremonia de exequias

Se empezó con el rezo del Rosario, con numerosos obispos y


cardenales. Se calcula que acudieron al funeral unos 400 obispos
y casi 4.000 sacerdotes. El rosario se terminó con el Salve Regina,
sin letanías.
Al empezar la procesión de entrada, se pidió a los asistentes
que reaccionaran a la ceremonia con "fe y recogimiento" y que
no ondearan banderas ni levanten carteles. La procesión se
acompañó con el canto de la antífona de entrada: "Dale Señor el
descanso eterno".
La ceremonia la presidió el Papa Francisco, pero por sus
problemas de rodilla el cardenal Giovanni Battista Re, decano del
Colegio Cardenalicio (de 88 años) se encargó de las partes más
exigentes, incluyendo el canon de la misa en latín.
Partes de la oración eucarística las recitaron el
argentino cardenal Leonardo Sandri (de 79 años, responsable
vaticano de Iglesias Orientales de 2007 hasta el pasado verano) y
el cardenal nigeriano Francis Arinze, de 90 años, colaborador de
Benedicto al frente de la Congregación para el Culto Divino de 2002
a 2008.
La primera lectura, en español, era del Libro de Isaías: "¿Es
acaso la vasija su artífice?" El salmo, el más breve, el 22, muy
común en funerales: "El Señor es mi pastor, nada me falta". La
[14]
segunda lectura, en inglés, de la primera carta de San Pedro, sobre
la resurrección en Cristo, "aunque sea preciso sufrir ahora un
poco, como el oro se aquilata al fuego". El Evangelio de San
Lucas, proclamado en italiano, sobre los dos ladrones: "Hoy estarás
conmigo en el Paraíso" y "Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu".
La homilía del Papa Francisco fue bastante
breve. Francisco, a partir de la imagen de las manos, habló de la
sincatábasis (el abajamiento y condescendencia,
especialmente para comunicarse y hacerse entender) de Dios,
que se hace cercano y utiliza métodos humanos, frágiles,
manos a veces débiles. Pero que Dios usa esa a esas personas si
se apoyan en Dios y sus tiempos. Se refería a los servidores de
Dios en general, pero era aplicable al frágil y anciano Benedicto
XVI.
Citó al Papa San Gregorio Magno, que confiaba en las
oraciones "y el auxilio de méritos" de sus amigos. El pastor puede
pastorear acompañado por su pueblo. "Como las mujeres en el
sepulcro estamos aquí con el perfume de la gratitud y
esperanza",
"Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu alegría sea
perfecta al oír definitivamente para siempre, su Voz", finalizó el
Papa, instalándose después un silencio orante.
Fue la única vez en la homilía que Francisco mencionó el
nombre de Benedicto, quizá en homenaje a la humildad que todos
le reconocían al difunto Papa emérito.

Ritos finales

Tras la comunión, el Papa en latín pronunció la oración


final por el difunto, "el Papa emérito Benedicto". Mientras el
coro cantaba en latín "Yo creo que el Señor ha resucitado y vive", el
cardenal Re salpicó con agua bendita el ataúd del difunto, y
después lo incensó.
Después de rezar el Papa la 'Valedictio', el coro cantó "In
Paradisum", invocando la intercesión de los ángeles para
acompañar al difunto a la presencia de Dios. Y después, cantó el
Magnificat, mientras empezaban a retirarse los cardenales.
En el cortejo funerario final, tras el ataúd, caminaban su
secretario de muchos años, Georg Gänswein, y las religiosas
Memores Domini, vestidas de negro de luto, que vivieron con él
en su retiro en la casa Mater Ecclesiae. El Papa Francisco, ya
sentado en silla de ruedas, apoyó su mano en el ataúd como gesto
de despedida.

[15]
Políticos y autoridades que acudieron

Como Benedicto XVI ya no era jefe de Estado, el funeral no se


ha considerado funeral de Estado. Hay dos delegaciones
especiales con palco o espacio oficial por decisión del propio
Papa emérito: Italia y Alemania. El resto de países está
representado por sus embajadores ante la Santa Sede o por
algunos enviados especiales, a veces de rango bastante bajo.
No han acudido representantes institucionales de la
Unión Europea, pese a todo el esfuerzo que Benedicto XVI hizo
por potenciar la identidad del continente (incluyendo la selección del
nombre "Benedicto").
Por parte de España, estuvo la reina emérita, Sofía, de 84
años, en representación de la Corona, y el ministro español de la
Presidencia, Félix Bolaños. Bélgica, que es una monarquía católica,
estuvo representada al máximo nivel por el rey Felipe de Bélgica
y la Reina Matilde. No acudieron más monarcas.
Por parte de Italia, acudieron el presidente Sergio Mattarella y
la primera ministra Giorgia Meloni.
Polonia, Portugal y Hungría también enviaron a
representantes del máximo nivel, sus presidentes, que son,
respectivamente, Andrzej Duda, Marcelo Rebelo de Sousa (quien
acaba de aplazar por tercera vez la aprobación de la eutanasia
remitiéndola otra vez al Constitucional) y Katalin Novák.
Marcelo de Sousa, que es católico, declaró según Rádio
Renascença, que iba a Roma "representando al Estado portugués",
que "como ciudadano no iría allí; lo que importa es representar al
Estado portugués porque Portugal organiza las Jornadas
Mundiales de la Juventud, y eso es un factor muy relevante en
las relaciones entre el Vaticano y Portugal".
También acudió Gitanas Nausėda, presidente de
Lituania. La presidenta de Eslovaquia, Zuzana Čaputová, había
anunciado su asistencia, pero enfermó y al final acudió el primer
ministro interino, Eduard Heger. Sí acudió la presidenta
de Eslovenia, Natasha Pirc Musar y el primer ministro de
la República Checa, Petr Fiala.
Al parecer, los altos mandatarios que llegaron de más
lejos vinieron de África: el presidente de Togo, Faure Essozinma
Gnassingbe, y la primera ministra de Gabón, Rose Christiane
Ossouka Raponda;
La delegación alemana fue completa: el presidente del país,
Frank-Walter Steinmeier, el canciller Olaf Scholz, el Presidente del
Parlamento Bärbel Bas (socialista) y el presidente del Consejo
Federal Peter Tschentscher (socialista). Fuera de la delegación
oficial, el líder de la oposición, Friedrich Merz (de la CDU).
[16]
Francia, el país más laicista de Europa, envió sólo a Gérald
Darmanin, ministro de Interior "y de cultos". Pero es más que
las Islas Británicas. El Gobierno de Irlanda, pese a ser un país de
tradición católica, no envía a nadie y se lo deja a su embajador.
E Inglaterra sólo envió como su representante a la
Secretaria de Estado de Educación, Gillian Keegan, de 54 años,
católica y diputada del Partido Conservador (pese a que Benedicto
XVI visitó el país, donde beatificó al intelectual inglés J.H. Newman).
Entre los países que enviaron sólo ministros está
Croatia (envió su ministro de Exterior y a la Ministra de
Cultura), Colombia (el ministro de Exterior, Álvaro Leyva Duràn)
y Chipre (el ministro de Exterior).
Un caso peculiar es el de Andorra, representada por el
arzobispo de Urgel y copríncipe, Joan-Enric Vives (único obispo
jefe de Estado en el mundo, excepto el Papa reinante). Le
acompañan dos vicarios de la diócesis y el embajador de Andorra
ante la Santa Sede.

Unos 120 cardenales

La Santa Sede envió invitaciones a todo el colegio


cardenalicio, que en la actualidad son 224 cardenal, de los que 125
son electores. Precisamente los que más conocieron a Benedicto
son los más ancianos y menos dispuestos a viajar, pero unos 120
han llegado a la ceremonia.
Entre los cardenales que consiguieron llegar está el anciano
cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, a quien el
Gobierno chino le quitó el pasaporte pero se lo devolvió con un
permiso de 5 días para salir del país.
Entre los cardenales presentes están los de la Curia, el
cardenal Müller que fue prefecto de Doctrina de la Fe, el
cardenal Adalberto Martínez (primer cardenal en la historia de
Paraguay), el cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, el cardenal
australiano George Pell, el cardenal de Sri Lanka, Malcolm Ranjith
(que de 2005 a 2009 fue Secretario de Doctrina de la Fe, hasta
que Benedicto XVI le envió a la isla), el cardenal de Barcelona Juan
José Omella; el cardenal de Madrid Carlos Osoro, el cardenal
arzobispo emérito de Valladolid, Ricardo Blázquez, los cardenales
coreanos Andrés Yeom Soo-jung y Lázaro You Heung-sik... y varios
obispos y Patriarcas de iglesias católicas orientales.
En cambio, desde Siberia, el obispo de Saratov, Clemens
Pickel, de etnia alemana, confirmó con tristeza, que ningún obispo
católico de Rusia iba a poder acudir. No explica las causas, pero es
evidente que la situación de guerra no lo favorece.

[17]
Representantes ecuménicos

El Patriarcado ecuménico de Constantinopla, greco-


ortodoxo, estuvo representado por el número dos de su
organigrama, Emmanuel, metropolita de Calcedonia.
Su rival, la Iglesia Ortodoxa Rusa, envió también a su
recientemente ascendido número dos, el joven Antonio de
Volokolamsk -de 37 años, no conoció a Benedicto- y su
ayudante Ivan Nikolaev.
La representación de la Comunión Anglicana la encabezó
Ian Ernst, antiguo obispo anglicano de Isla Mauricio, en Roma
como enlace ecuménico desde 2019.
En representación del Consejo Mundial de Iglesias estuvo
su máxima autoridad desde hace unos meses, el obispo luterano
alemán Heinrich Bedford-Strohm.

El ataúd y la tumba

El mismo ataúd de madera de ciprés en el que 200.000 fieles


han visto sus restos en la basílica fue el que le acogió durante el
funeral.
Al acabar la ceremonia, fue trasladado de nuevo a la basílica
de San Pedro y se introdujo en otros dos féretros, que se contienen
el uno a otro. Después fue enterrado en la cripta bajo la basílica de
San Pedro, en la misma tumba que ocupó Juan Pablo II de 2005 a
2011, cuando fue declarado beato y trasladado a una zona más
accesible a la veneración de los fieles. En la tumba quedará solo
escrito su nombre y las fechas de su pontificado: siete años, 10
meses y nueve días.
Esta parte final, de entierro en la cripta, se realizó sin
presencia de cámaras de televisión y en presencia de muy
pocas personas, como se ha hecho también con los anteriores
pontífices.

[18]
5. Benedicto XVI ya descansa en las Grutas
Vaticanas; en el lugar donde estuvo su «amigo»
Juan Pablo II
Los restos mortales del que fuera Papa emérito Benedicto
XVI ya descansan en las Grutas Vaticanas. Exactamente en el
mismo lugar donde fue enterrado por primera vez su "amigo" San
Juan Pablo II. Su secretario, las consagradas que lo cuidaron hasta
el último día y un grupo muy reducido de personas más, estuvieron
presentes durante el entierro. El decano del Colegio
Cardenalicio, Giovanni Battista Re, fue el encargado de oficiar un
responso.
Antes del funeral, en la Basílica de San Pedro, se preparó su
cuerpo para ser enterrado. Sus secretarios taparon su rostro con
un velo blanco y firmaron las actas.
Tras el funeral, presidido por el Papa Francisco, el cuerpo de
Benedicto fue llevado de nuevo a hombros hasta el interior de la
Basílica de San Pedro.
Posteriormente fue portado hasta el lugar exacto de la
inhumación. En la necrópolis situada bajo el subsuelo de la
basílica, vecina al lugar donde está la tumba de San Pedro. Allí se
colocaron los restos de Benedicto XVI en tres cajones diferentes.
Finalmente, antes de ser enterrado, se lacró la caja mortuoria.
Las llamadas Grutas Vaticanas ocupan una parte de la nave
central, entre la Basílica de Constantino y la actual. Además de
tumbas papales, hay ataúdes de reyes y reinas desde el siglo X. Y,
también, capillas dedicadas a diferentes santos del cristianismo.
Un lugar muy visitado por millones de peregrinos a lo largo
del año, donde se encuentra, por ejemplo, una estatua hecha de
mármol de San Pedro entronizado o el monumento funerario de
Calixto III. Papas como Pío X, Benedicto XV, Pío XI, Pío XII, Juan
XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I descansan en ese mismo lugar.
Aunque no ocurre lo mismo con muchos otros. Pío IX fue
enterrado en la Basílica de San Lorenzo Extramuros, y León XIII,
en San Juan de Letrán. Los dos últimos pontífices enterrados
extramuros. A partir de los próximos días, cuando se abra al
público, se podrá contemplar la tumba de Benedicto XVI, rezar por
su alma y encomendarse a él.

[19]
LA VIDA DE JOSEPH RATZINGER

[20]
1. Los tres regalos que pidió por Navidad el
niño Ratzinger... y «la risa de felicidad» por un
peluche
J. Cadarso

Cuando el pasado uno de enero el mundo vio las primeras


imágenes del cuerpo sin vida de Benedicto XVI en su residencia de
Mater Eclessiae... hubo un par de detalles, no muy habituales en un
contexto como aquel, que llamaron la atención. Flanqueando el altar
de la capilla del monasterio se encontraba el árbol de Navidad y
un nacimiento. Algo, probablemente, pensado por el propio
emérito: un enamorado de las fiestas navideñas, como buen
alemán.
Fue precisamente en una Navidad, la de 1934, con solo siete
años, cuando el futuro Papa escribió una carta muy
especial pidiendo tres regalos al Niño Jesús.
Encontrada en 2012, en la casa de la familia Ratzinger en
Baviera, la carta fue conservada por María, la hermana del Papa, ya
fallecida. Este valioso documento se conserva en la casa-
museo del municipio del sudeste alemán de Marktl am Inn.
Así rezaba la carta del niño Joseph:
"Querido Niño Jesús, pronto descenderás a la tierra. Quieres
traer alegría a los niños. También a mí me traerás alegría. Quisiera
el Volks-Schott, una casulla verde y un Corazón de Jesús. Siempre
quiero ser bueno. Saludos de Joseph Ratzinger".
En la carta, escrita en Sütterlin, antigua caligrafía alemana
que ya no se utiliza, el futuro Papa pide a Jesús un Volks-
Schott ("Misal del pueblo"), misal alemán que se usaba en 1934.
Un misal con dos columnas, una en alemán y otra en latín. Una
petición que reflejaba una curiosa y piadosa diversión del pequeño
Joseph.
Georg Ratzinger, hermano de Benedicto XVI, ya fallecido,
siempre recordaba cómo jugaba con Joseph: "Los dos hacíamos el
pesebre juntos, y luego entre los juegos más frecuentes estaban
los juegos espirituales, lo llamábamos el 'juego del párroco' y lo
hacíamos los dos, nuestra hermana no participaba".

Amor a la liturgia

Los hermanos, ya desde niños, "celebraban" misa o, visto


desde ahora, "practicaban" para ser párrocos. "Recreábamos
misas con casullas confeccionadas por la costurera de nuestra
madre solo para nosotros. A veces yo era el sacerdote o el
[21]
monaguillo. Desde muy pequeños vivimos con amor la liturgia y
esto continuó paulatinamente en el seminario".
Georg Ratzinger, que se ordenó junto a su hermano en
1951, falleció en Alemania en julio de 2020, poco después de recibir
la visita de su hermano Joseph.
"El Papa se ha alegrado mucho de descubrir la carta y su
contenido le ha hecho sonreír", comentó Georg Gaenswein,
secretario personal del Papa emérito, después de comunicar el
hallazgo de la carta a Benedicto XVI.
Sin embargo, las anécdotas del difunto Papa con la Navidad
no se detienen ahí. Como contaba el hermano de Benedicto XVI en
un libro titulado Mi hermano, el Papa, un día Joseph, junto a sus
hermanos María y Georg, acudieron a una tienda de su Marktl am
Inn natal para ver qué regalos querían pedir por Navidad.
Joseph vio un osito de peluche y le cogió mucho cariño.
Cuando unos días después regresaron al establecimiento para ver
de nuevo a Teddy, este ya no estaba. "Mi hermano lloró
amargamente; intentamos consolarlo pero estaba muy triste",
recuerda Georg.
Todo se solucionó cuando llegó la hora de abrir los regalos
unos días después. "Joseph entró en la sala festivamente adornada
con el árbol de Navidad, se echó a reír de felicidad: en medio de
los regalos para los niños estaba el osito de peluche, ocupando el
espacio que correspondía a mi hermano. El Niño Jesús se lo había
traído. Este hecho le deparó la alegría más grande de su niñez".
Georg comenta en el libro que Joseph no siempre pedía
regalos de corte religioso. Como le gustaban mucho los
animales, solía recibir también peluches: un caballo, un pato, un
perro… y también un tren. "No recibíamos grandes regalos, sino
sobre todo cosas que necesitábamos, por ejemplo ropa,
calcetines que mamá tejía para nosotros, gorros, o lo que en ese
momento nos faltara", recuerda.

[22]
2. La madre de Benedicto XVI, hija ilegítima... y
la novia desconocida del joven Ratzinger
estudiante
En septiembre de 2016 salió a la venta en Italia el libro-
entrevista Últimas Conversaciones, en el que el periodista
alemán Peter Seewald recogía algunos diálogos, a veces
reveladores, mantenidos con su compatriota el Papa
emérito Benedicto XVI.
Entre las sorpresas del libro figuraron algunas circunstancias
familiares desconocidas hasta ahora, como el hecho de que su
madre, María Rieger, fuese hija ilegítima, es decir, que ella nació
fuera del matrimonio.
La familia Ratzinger lo descubrió en plena época de
nazismo, cuando la burocracia alemana empezó a exigir
certificados raciales de antecedentes arios en numerosas
ocasiones. Joseph Ratzinger, padre del Papa emérito, que era
gendarme en Baviera, tuvo que presentar un certificado racial suyo
y de su esposa. Al reunir la documentación se dieron cuenta de que
María Rieger había nacido antes de que sus padres se casasen. Su
padre, el panadero Rieger, pensaba que esa situación civil se
arreglaba automáticamente al celebrar el matrimonio, pero
descubrió después que no era así.

La familia de Benedicto

Hay que recordar que los padres de Benedicto XVI se


conocieron en 1920 por un anuncio en el diario católico Correo de
Nuestra Señora de Altotting: "Funcionario del Estado, soltero,
católico, de 43 años, con derecho a pensión, quiere contraer
matrimonio con una muchacha católica, que sepa cocinar y a ser
posible coser, con patrimonio". María era cocinera y más joven: él
tenía 43 años y ella 36. Se casaron ese mismo año.
[23]
La novia del Ratzinger estudiante

Últimas conversaciones no recoge, sin embargo, un dato que


su autor, Peter Seewald sí difundió posteriormente en una
entrevista en el semanario alemán Die Zeit, luego difundida por las
agencias. "Sí, tuvo un amor durante sus estudios que fue muy
serio", afirma del joven Ratzinger estudiante tras la Segunda
Guerra Mundial.
Este amor, asegura el periodista, "le causó mucho tormento.
Tras la Segunda Guerra Mundial, por primera vez hubo chicas
estudiantes. Él era realmente alguien muy elegante, un joven
apuesto, un esteta que escribía poemas y leía a Hermann Hesse".
"Uno de sus compañeros de estudios me contó que (Joseph
Ratzinger) impresionaba a las mujeres -y viceversa. Decidirse por
el celibato no fue algo fácil para él", afirma el periodista, aunque
no aportó más datos sobre ese amor de juventud.

[24]
3. Ratzinger, ¿de progresista a conservador?
Es «un falso mito», sostiene Pablo Blanco, su
biógrafo
Carmelo López-Arias

Joseph Ratzinger está considerado uno de los teólogos más


relevantes de la segunda mitad del siglo XX, no solo por su
producción escrita y su magisterio, sino por el lugar especial que
ocupa en los debates teológicos -algunos, auténticas sacudidas-
que han recorrido el pensamiento católico en las últimas décadas.
Sus años como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la
Fe y como Papa no hicieron sino ratificar esa excepcionalidad.
Se ha hablado mucho sobre su posición en los debates
teológicos de su tiempo, en particular en los años 60 y 70. Un buen
conocedor de todo ese periodo es su biógrafo español, el
sacerdote Pablo Blanco Sarto, autor de Benedicto XVI. La
biografía, una obra monumental por la amplitud de sus fuentes y la
perspectiva global sobre el personaje y su lugar intelectual.

-¿Cuándo nació su interés por la figura de Joseph


Ratzinger?

-Empecé a hacer una tesis doctoral sobre su pensamiento en


2001, en concreto, sobre las relaciones entre fe y razón. Un mes
después de defender la tesis, fue elegido como sucesor de Pedro.
Entonces pasé a estudiar tanto su vida como su teología y, a partir
de ese momento, me quedé 'enganchado' a Joseph Ratzinger
como teólogo. Después he trabajado otros temas, como teólogos
luteranos, pero mi formación inicial se la debo a Ratzinger. A él lo
considero mi verdadero maestro en teología.

-La primera gran presencia pública de Ratzinger fue en el


Concilio Vaticano II, como perito del cardenal Josef Frings.
¿Hay algún texto conciliar sobre el que él influyese de manera
especial?

-Sí, hay dos temas en los que Karl Rahner y Ratzinger


colaboraron estrechamente en el Concilio: sobre las relaciones
entre Escritura y tradición, y sobre la colegialidad de los obispos.
Fueron ideas-clave en el Vaticano II. Pero luego el joven Ratzinger
preparaba las intervenciones al cardenal Frings, de Colonia, por lo
que se puede decir que siguió todo el Vaticano II con detalle desde
un primer momento. Además contribuyó puntualmente en los
[25]
documentos sobre las religiones y la relación entre Iglesia y
mundo. El Vaticano II constituye una experiencia que marcó
profundamente al teólogo Ratzinger y, de hecho, el primer discurso
como Papa dirigido a la curia en 2005 versó sobre la correcta
interpretación del concilio como "reforma en la continuidad del único
sujeto Iglesia que Jesús nos dio".

-¿Hubo en Ratzinger una evolución "de progresista


moderado" a "conservador" (valgan las etiquetas para
entendernos), marcada por su alejamiento de los teólogos de la
revista Concilium, con quienes tan buena sintonía había
tenido?

-Citando a San John Henry Newman, Ratzinger afirma que


hay siempre una cierta evolución a lo largo de la vida. Sin embargo,
respecto a los teólogos de Concilium, él sostiene que "han
cambiado ellos, no yo", pues una de las premisas de la revista era
permanecer fieles a la letra y el espíritu del Vaticano II. Esto es algo
que se puede constatar viendo cuáles son las afirmaciones de cada
teólogo antes y después del Concilio. En el caso de Ratzinger, creo
que hay una coherencia, un cierto hilo de oro a lo largo de todo su
pensamiento, por lo que el mito del "gran giro" (grosse Wende)
pienso que sea sobre todo eso: un falso mito.

-¿Fue la revista Communio una iniciativa reactiva frente


a Concilium o responde a una inquietud intelectual que se
hubiese plasmado en cualquier caso a través de una
publicación teológica intelectual?

-Indudablemente Communio es una alternativa a la revista


que se había adjudicado la interpretación legítima del Vaticano II
más en clave ideológica que teológica. A Ratzinger no le van las
etiquetas de conservador o progresista, y por eso a veces no se
entiende bien su pensamiento. Rompe los puros moldes políticos o
ideológicos. Él es un teólogo y por eso quiso que Communio fuera
sobre todo una revista teológica, eclesial, en el sentido más alto y
profundo de la expresión.

-¿Cómo fue su pontificado como arzobispo de Múnich, en


una época turbulenta en la Iglesia?

-Con el pueblo se entendió bien, pues apreciaba su sencillez


bávara y sus inspiradas homilías, hasta el punto de que hubo
manifestaciones cuando fue llamado a Roma... Con
la burocracia de la gran diócesis bávara tuvo más dificultades,
[26]
pues hasta cierto punto constituyen instituciones autónomas difíciles
de gobernar. Además, tan solo estuvo cuatro años, en los que
apenas se puede hacer algo de relieve, pero desarrolló una intensa
labor pastoral, a pesar de que su inicial vocación era la docencia.
Esto fue algo que convenció a la gente.

-¿Cuándo y cómo se conocieron Juan Pablo II y él y cómo


nació la idea de nombrarle para Doctrina de la Fe?

-Fue a través del filósofo Josef Pieper, quien le hizo llegar al


cardenal Wojtyla el libro de un joven teólogo llamado Ratzinger.
Después, tras su nombramiento como arzobispo, se encontraron en
el sínodo de los obispos sobre la catequesis en 1978 y
sintonizaron inmediatamente. Entonces fue cuando Juan Pablo II lo
llamó a trabajar con él en Roma y, tras dos intentos, lo consiguió.
Colaboraron estrechamente durante 23 años y se puede decir que
trabaron una verdadera amistad, tal como demuestran numerosos
episodios.

-¿Qué documentos salidos de la Congregación durante el


casi cuarto de siglo que estuvo a su frente considera usted
más importantes?

-Han sido tantos... Destacaría los que tienen que ver con la
vida y la familia, aunque no fueran inicialmente sus temas más
cercanos, pero también los eclesiológicos, los que tienen que ver
con la tarea del teólogo y la declaración Dominus Iesus, en la que
recordó la divinidad de Jesucristo y que Él es el único Salvador. En
este sentido, debería haber encontrado total sintonía con otros
cristianos, pero recordar la doctrina sobre la Iglesia y el
ecumenismo expuesta por el Vaticano II molestó a los
protestantes, sobre todo en su país natal. Además, casi todos
los documentos del pontificado de Juan Pablo II pasaban por su
mesa y en no pocos de ellos pudo dejar también su huella y su
talento teológico.

-¿Hubo siempre una identidad de puntos de vista entre él


y el Papa, o tuvieron puntos de desacuerdo?

-Supongo que habría sus diferencias, indudablemente, pero el


hecho de que no hayan transcendido me parece significativo.
Cuando tuvo lugar la mencionada polémica con la parte
eclesiológica de la declaración Dominus Iesus, fue el mismo Juan
Pablo II quien salió en su defensa. No sé, a pesar de ser muy
distintos, como resulta evidente, supieron trabajar estrechamente.
[27]
Tal vez sea un buen ejemplo para todos nosotros, también en las
circunstancias actuales.

[28]
4. ¿Por qué seguir en la Iglesia a pesar de la
tormenta? Ratzinger ya lo planteó y respondió
en 1970
C.L.

George Weigel, biógrafo de San Juan Pablo II, se refería a


2018 como un annus horribilis católico. El contexto es conocido: la
renuncia en pleno del episcopado chileno, el caso del cardenal
Theodore McCarrick, el informe del gran jurado de Pensilvania o el
que empieza a conocerse en Alemania, el terremoto originado por el
testimonio del arzobispo Carlo Maria Viganò y las enfrentadas
reacciones subsiguientes, o el inicio inminente de un sínodo sobre
los jóvenes cuyo punto de partida inquieta no menos al mismo
Weigel que al arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput.
“Un acontecimiento de gran importancia ha comenzado: la
Iglesia se apaga en las almas y se disgrega en las
comunidades”. Estas palabras parecen pensadas para describir el
momento, pero son de 1970 y las pronunció en una conferencia,
parafraseando a Romano Guardini (“Un acontecimiento de gran
importancia ha comenzado: la Iglesia despierta en las almas”, había
dicho en 1921), un reputado teólogo, perito en el reciente Concilio
Vaticano II, llamado Joseph Ratzinger. Medio siglo después, ya
como Papa, les haría eco su célebre afirmación de que “en amplias
zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una
llama que no encuentra ya su alimento”.
Las inquietudes del teólogo y pastor Ratzinger en 1970 se
referían al “vacío desconcertante”, la “extraña situación de
confusión” y la “disgregación” del postconcilio, acumulación de
“muchos y opuestos motivos para no permanecer en la Iglesia”.
La misma desazón que se apodera hoy de numerosos católicos
ante el predominio mediático de todo cuanto pueda perjudicar a la
Iglesia y la evidencia de que, por interesado y manipulador que
pueda resultar ese predominio, responde a lo que el mismo
Francisco ha reconocido como “atrocidades cometidas por personas
consagradas”.
En ese sentido, la conferencia del obispo Ratzinger es un
auténtico bálsamo para este annus horribilis, porque
aporta criterios de fe y de razón para la esperanza y la
fidelidad en medio de la tormenta. La pronunció el 11 de junio de
1970 en Múnich por invitación de la Katholischen Akademie de
Baviera, y se recoge en un volumen compartido con Hans Urs von
Balthasar precisamente para responder a la cuestión de por qué

[29]
seguir siendo cristiano y miembro de la Iglesia en los momentos en
los que la bate la tormenta.
El texto ha sido traducido y preparado por el sacerdote y
teólogo Pablo Cervera para su inclusión en el tomo VIII/2 (La
Iglesia, signo entre los pueblos, de aparición en enero de 2019) de
las Obras Completas de Joseph Ratzinger.

Las causas de que alguien pueda pensar en abandonar la


Iglesia

De la exposición que hace el futuro pontífice pueden


deducirse algunas causas por las que la Iglesia ha llegado a una
situación como la que él mismo describe.

La eficacia como criterio supremo

“La perspectiva contemporánea", afirma, "ha determinado


nuestra mirada sobre la Iglesia, de tal modo que hoy
prácticamente sólo vemos la Iglesia desde el punto de vista de
la eficacia, preocupados por descubrir qué es lo que podemos
hacer con ella... Para nosotros hoy no es nada más que una
organización que se puede transformar, y nuestro gran problema es
el de determinar cuáles son los cambios que la harían «más eficaz»
para los objetivos particulares que cada uno se propone".
Con este concepto, la conversión personal pasa a un segundo
plano. El "núcleo central" de cualquier "reforma" en la Iglesia "es un
proceso espiritual, totalmente cercano al cambio de vida y a la
conversión, que entra de lleno en el corazón del fenómeno
cristiano: solamente a través de la conversión se llega a ser
cristianos; esto vale tanto para la vida particular de cada uno como
para la historia de toda la Iglesia".

Obsesión por las estructuras

Como consecuencia de lo anterior, abandonado el "esfuerzo y


el deseo de conversión", se espera la salvación "únicamente del
cambio de los demás, de la transformación de las estructuras,
de formas siempre nuevas de adaptación a los tiempos". Lo
reformable son entonces solo "las realidades secundarias y menos
importantes de la Iglesia. No es de extrañar, por tanto, que la misma
Iglesia aparezca en definitiva como algo secundario".
La obsesión contra "las estructuras" se convierte así en "una
sobrevaloración del elemento institucional de la Iglesia sin
precedentes en su historia", de modo que "para muchos la Iglesia

[30]
queda reducida a esa realidad institucional" y "la pregunta sobre la
Iglesia se plantea en términos de organización".

Las interpretaciones sustituyen a la fe

Ratzinger alerta de que los aplausos a la Iglesia ante ciertos


cambios provienen de "aquellos que no [tienen] ninguna intención
de llegar a ser creyentes en el sentido de la tradición cristiana,
pero [saludan] este «progreso» de la Iglesia como una
confirmación de sus propias opciones y de los caminos
recorridos por ellos".
Eso fuera de la Iglesia. Pero dentro sucede algo parecido, con
la incertidumbre introducida por interpretaciones de la fe en las que
"las verdades pierden sus propios contornos", con lo cual "los
límites entre la interpretación y la negación de las verdades
principales se hacen cada vez más difíciles de reconocer".
Ratzinger lo dice sin tapujos: "El derecho de ciudadanía que
la incredulidad ha adquirido en la Iglesia vuelve la situación cada
vez más insoportable tanto para unos como para otros".

Denigración de la Iglesia histórica

Cuando los católicos aceptan e incluso propagan la mayor


parte del discurso anticatólico sobre el pasado de la Iglesia,
siembran la semilla del abandono de la fe.
La Iglesia siempre se vio a sí misma como "el gran estandarte
escatológico visible desde lejos que convocaba y reunía a los
hombres. Según el concilio de 1870, ella era el signo esperado por
el profeta Isaías (11,12), la señal que incluso desde lejos todos
podían reconocer y que a todos indicaba claramente el camino a
recorrer. Con su maravillosa propagación, su eminente santidad, su
fecundidad para todo lo bueno y su profunda estabilidad,
ella representaba el verdadero milagro del cristianismo, la mejor
prueba de su credibilidad ante la historia".
Hoy, incluso desde dentro de la Iglesia se traslada la idea de
que es "no una comunidad maravillosamente difundida, sino una
asociación estancada...; no ya una profunda santidad, sino un
conjunto de debilidades humanas, una historia vergonzosa y
humillante, en la que no ha faltado ningún escándalo... de modo que
quien pertenece a esa historia no puede hacer otra cosa que
cubrirse vergonzosamente la cara... Así, la Iglesia no aparece ya
como el signo que invita a la fe, sino precisamente como el
obstáculo principal para su aceptación".

[31]
Razones para seguir en la Iglesia

“Ante la situación presente, ¿cómo se puede justificar la


permanencia en la Iglesia?”, se pregunta Ratzinger, como pueden
estar preguntándose hoy miles de católicos: “Dicho en otros
términos: la opción por la Iglesia, para que tenga sentido, ha de ser
espiritual. Pero ¿en qué puede apoyarse una opción
espiritual?” Igual que vale la pregunta, valen también las respuestas
que proponía entonces el futuro Benedicto XVI.

Porque la Iglesia no es nuestra, sino “Suya”

"Permanezco en la Iglesia", explica, "porque creo que hoy


como ayer, e independientemente de nosotros, detrás de «nuestra
Iglesia» vive «Su Iglesia», y que no puedo estar cerca de Él si
no es permaneciendo en su Iglesia. Permanezco en la Iglesia
porque, a pesar de todo, creo que no es en el fondo nuestra sino
«Suya». Dicho en términos muy concretos: es la Iglesia la que, no
obstante todas las debilidades humanas existentes en ella, nos da a
Jesucristo; solamente por medio de ella puedo yo recibirlo como
una realidad viva y poderosa, que me interpela aquí y ahora".
Por eso, "quien desea la presencia de Cristo en la
humanidad, no la puede encontrar contra la Iglesia, sino
solamente en ella".

Porque no se puede ser cristiano en solitario

"No se puede creer en solitario", dice el futuro Papa: "La fe


sólo es posible en comunión con otros creyentes. La fe, por su
misma naturaleza, es fuerza que une. Su verdadero modelo es la
realidad de Pentecostés, el milagro de compresión que se
establece entre las personas de procedencia y de historia
diversas. Esta fe o es eclesial o no es tal fe".

Porque la fe no puede ser una elección personal

Esa eclesialidad es garantía contra el capricho y la volubilidad


de la creencia puramente privada: "Además, así como no se puede
creer en solitario, sino sólo en comunión con otros, tampoco se
puede tener fe por iniciativa propia o invención, sino sólo si existe
alguien que me comunica esta capacidad, que no está en mi poder,
sino que me precede y me trasciende. Una fe que fuese fruto de
mi invención sería un contrasentido".
Si fuese algo puramente personal, la fe "me podría decir y
garantizar solamente lo que yo ya soy y sé, pero nunca podría
[32]
superar los límites de mi yo. Por eso una Iglesia, una comunidad
que se hiciese a sí misma, que estuviese fundada sólo sobre la
propia gracia, sería un contrasentido. La fe exige una comunidad
que tenga poder y sea superior a mí, y no una creación mía ni
el instrumento de mis propios deseos".
"Todo esto se puede formular también desde un punto de
vista más histórico", precisa Ratzinger, atendiendo a la condición
divina de Jesús. Porque si Jesús no fue un ser superior al
hombre, "yo me encontraría al arbitrio de mis reconstrucciones
mentales y Él no sería nada más que un gran fundador, que se
hace presente a través de un pensamiento renovado. Si en cambio
Jesús es algo más, Él no depende de mis reconstrucciones
mentales, sino que su poder es válido todavía hoy".

Porque el mundo sin Cristo sería peor

"¿Qué sería el mundo sin Cristo, sin un Dios que habla y se


manifiesta, que conoce al hombre y a quien el hombre puede
conocer?", se pregunta el que sería pocos años después arzobispo
de Múnich: "La respuesta nos la dan clara y nítida quienes con
tenacidad enconada tratan de construir efectivamente un
mundo sin Dios", dice en clara referencia a los totalitarismos del
siglo XX, erigidos con la finalidad expresa de prescindir de Él.
"Permanezco en la Iglesia", resuelve entonces, "porque creo
que la fe, realizable solamente en ella y nunca contra ella, es
una verdadera necesidad para el hombre y para el mundo. Este
vive de la fe aun allí donde no la comparte. De hecho, donde ya no
hay Dios —y un Dios que calla no es Dios— no existe tampoco la
verdad que es anterior al mundo y al hombre".

Porque solo la Iglesia salva al hombre, por la Cruz

"El mismo pensamiento puede ser expresado de otra manera:


permanezco en la Iglesia porque solamente la fe de la Iglesia
salva al hombre", afirma a continuación el teólogo de prestigio que
era el interviniente. Hace un repaso de las erradas corrientes de
pensamiento moderno (cita a Freud, Jung, Marcuse, Adorno,
Habermas, Marx) que buscan la salvación del hombre: "El gran
ideal de nuestra generación es una sociedad libre de la tiranía, del
dolor y de la injusticia". Es "un impulso fundamentalmente cristiano,
pero el pensar que a través de las reformas sociales y la eliminación
del dominio y del ordenamiento jurídico se puede conseguir aquí y
ahora un mundo libre de dolor, es una doctrina errónea, que
desconoce profundamente la naturaleza humana".

[33]
En efecto, "se nos quiere hacer creer que se puede llegar a
ser hombres sin el dominio de sí, sin la paciencia de la renuncia y la
fatiga de la superación, que no es necesario el sacrificio de
mantener los compromisos aceptados, ni el esfuerzo para sufrir con
paciencia la tensión entre lo que se debería ser y lo que
efectivamente se es". Pero "en realidad, el hombre no es salvado
sino a través de la cruz y la aceptación de los propios
sufrimientos y de los sufrimientos del mundo, que encuentran
su sentido liberador en la pasión de Dios. Solamente así el
hombre llegará a ser libre. Todas las demás ofertas a mejor precio
están destinadas al fracaso".

Porque la verdad de la Iglesia no son solo sus debilidades

Estas verdades necesitan ser dichas, no escondidas, porque


"la esperanza del cristianismo y la suerte de la fe dependen de algo
muy simple: de su capacidad para decir la verdad. La suerte de la
fe es la suerte de la verdad; esta puede ser oscurecida y pisoteada,
pero jamás destruida".
Y la verdad es que la Iglesia no se reduce a sus
debilidades, sino que, "junto a la historia de los escándalos, existe
también la de la fe fuerte e intrépida, que ha dado sus frutos a
través de todos los siglos en grandes figuras".

Porque necesitamos la belleza de la Iglesia

La belleza que ha aportado la Iglesia al mundo es uno de los


grandes argumentos a su favor: "También la belleza surgida bajo el
impulso de su mensaje, y que vemos plasmada aún hoy en
incomparables obras de arte, se convierte para él en un testimonio
de verdad: lo que se traduce en expresiones tan nobles no puede
ser solamente tinieblas... La belleza es el resplandor de la
verdad, ha afirmado Tomás de Aquino, y podríamos añadir que la
ofensa a la belleza es la autoironía de la verdad perdida. Las
expresiones en que la fe ha sabido darse a lo largo de la historia
son testimonio y confirmación de su verdad".
Porque la Iglesia está llena de personas que lo merecen

Un argumento que valía hace medio siglo como hoy y siempre


a lo largo de dos mil años: "Si se tienen los ojos abiertos, también
hoy se pueden encontrar personas que son un testimonio viviente
de la fuerza liberadora de la fe cristiana. Y no es una vergüenza
ser y permanecer cristianos en virtud de estos hombres que,
viviendo un cristianismo auténtico, nos lo hacen digno de fe y
de amor".
[34]
Porque esos hombres son una prueba viviente de la presencia
de Dios: "¿No figura acaso como una prueba relevante en favor del
cristianismo el hecho de que haga más humanos a los hombres
en el mismo momento en que los une a Dios? Este elemento
subjetivo ¿no es también al mismo tiempo un dato objetivo del cual
no hemos de avergonzarnos ante nadie?"

Porque amamos a la Iglesia

Es la razón fundamental porque la que seguimos en ella, y


con la que concluye la conferencia de Joseph Ratzinger: la
amamos, y por eso queremos limpiarla de nuestras propias
miserias: "El amor no es estático ni acrítico. La única posibilidad
de que disponemos para cambiar en sentido positivo a una
persona es la de amarla, transformándola lentamente de lo que es
en lo que puede ser. ¿Sucederá de distinto modo en la Iglesia?".
En resumen: "No valdría la pena permanecer en una Iglesia
que, para ser acogedora y digna de ser habitada, tuviera necesidad
de ser hecha por nosotros; sería un contrasentido. Permanecer en
la Iglesia porque ella es en sí misma digna de permanecer en el
mundo, digna de ser amada y transformada por el amor en lo
que debe ser, es el camino que también hoy nos enseña la
responsabilidad de la fe".

[35]
5. «Informe sobre la fe»: la novedad profética
que sigue siendo relevante
Jorge Soley

No es fácil tomar conciencia de lo que supuso la publicación


del libro-entrevista Informe sobre la fe, en el que se plasmaban las
conversaciones entre el entonces prefecto para la Congregación de
la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger, y un joven periodista de
nombre Vittorio Messori.
Ahora vivimos en tiempos de sobreexposición, con obispos
dando entrevistas a diario o incluso tuiteando y cientos de libros que
van de la exposición de lo que enseña la Iglesia hasta las opiniones
personales más pintorescas o las banalidades más “a la última”. No
era así en 1985. Que el titular de lo que antiguamente se conocía
como el Santo Oficio charlara con un periodista sobre lo divino y lo
humano y luego aquello se plasmara en un libro suponía una
atrevida novedad que llamó la atención.
Pero hubo otros motivos para que el libro se agotase
rápidamente y alcanzase nueve reimpresiones en lengua española
a lo largo del mismo año 85. Empezando por el acierto de Messori
al preguntar y al dejar el protagonismo a su entrevistado. Y
siguiendo por las muy evidentes categoría y profundidad de los
comentarios que el teólogo Ratzinger, fino observador de la vida de
la Iglesia, iba dejando caer al hilo de lo que Messori le proponía. Lo
que encontrará quien se acerque al libro no es aquel “perro de
presa” alemán, inquisidor listo para lanzar anatemas aquí y allá,
sino un cuidadoso analista reflexivo y deslumbrante. Además, y
no es nada obvio, a Ratzinger se le entiende. Aunque desde
entonces la enfermedad se ha agravado, ya entonces era frecuente
que los eclesiásticos hablasen en esa lengua corrompida y
autorreferencial con la que se puede parlotear horas y horas sin
decir nada y sin asumir ningún riesgo. Es el equivalente al
“politiqués” en el que suelen hablar los políticos, lo que en Francia
llaman langue de bois, un mejunje de tópicos y lugares comunes
sin contenido real pero que se supone que te dan prestigio aunque
te alejen del común de los mortales. Ratzinger es fino, sí, y no elude
matizar, también, pero nunca emplea un lenguaje abstruso ni
rehúye la afirmación contundente.
Hay que entender también el contexto en el que apareció el
libro. Había concluido el Concilio Vaticano II, se había adueñado
de la Iglesia “el espíritu del Concilio” y la primavera prometida se
había tornado un gélido invierno del que aún no hemos salido del
todo. Es probable que nunca en la historia de la Iglesia las

[36]
expectativas e ilusiones fueran tan altas, es seguro que nunca la
Iglesia, en su milenario deambular por la tierra, ha sufrido
una hecatombe como la vivida en el último tercio del siglo XX.
Seminarios vacíos, miles de sacerdotes secularizados y religiosos
exclaustrados, fieles menguantes en los bancos de las iglesias… y
un discurso oficial que insistía en que todo iba de maravilla.
Una disonancia cognitiva de libro que, no es de extrañar, dejaba
aturdidos, desorientados, a muchos cristianos. No es pues de
extrañar que las palabras claras, sosegadas y valientes, y el análisis
riguroso de Ratzinger sorprendiera y sedujera a un tiempo. La
titubeante nave de Pedro era ahora dirigida por un Papa que no se
resignaba a verla naufragar, y su brazo derecho era un teólogo que
había gozado de prestigio entre los más “progres” pero que había
decidido ser fiel a la Iglesia antes que a sus colegas y que,
precisamente por su procedencia, había calado perfectamente los
motivos de la desorientación en que la Iglesia se hallaba sumida.
El libro, leído hoy en día, sigue siendo de enorme interés, pero
con el añadido de que el tiempo ha confirmado mucho de lo que en
aquel 1985 eran advertencias y que luego se han revelado
profecías. Sin ir más lejos, cuando señala el peligro de lo que
entonces ya empezaba a estar presente y ahora conocemos como
“ideología de género”. Comenta Ratzinger al respecto que “el
conformismo corriente es previsible: poco importa ser hombre o
mujer, todos somos simplemente personas humanas. Esto, en
realidad, no deja de ser grave, por muy bello y generoso que
parezca. Significa que la sexualidad no se considera ya como
enraizada en la antropología, significa que el sexo se mira como
una simple función que puede intercambiarse a voluntad”. ¡Qué bien
lo vio venir!
Informe sobre la fe constituye también la puesta de largo en
público de lo que luego se conoció como «hermenéutica de la
continuidad», actitud y perspectiva tan querida por el futuro
Benedicto XVI. Al hilo de las preguntas de Messori va apareciendo
este enfoque que el entonces cardenal Ratzinger expone con su
acostumbrada claridad. Como cuando explica que “es imposible
para un católico tomar posiciones en favor del Vaticano II y en
contra de Trento o del Vaticano I. Quien acepta el Vaticano II, en la
expresión clara de su letra y en la clara intencionalidad de su
espíritu, afirma al mismo tiempo la ininterrumpida Tradición de la
Iglesia, en particular los dos concilios precedentes”. Y más
adelante, proclama: “no me gustan los términos pre o post conciliar,
aceptarlos significaría aceptar la idea de una ruptura en la historia
de la Iglesia”.
Ratzinger, lo decíamos antes, tiene en este libro el enorme
mérito de afrontar la realidad sin disimulos y prueba de ello es su
[37]
juicio sobre las causas de la crisis en que se encuentra sumida la
Iglesia, lo que le lleva a firmar que “la crisis de la Iglesia actual es
ante todo una crisis de los sacerdotes y de las órdenes
religiosas”.
También señala el entonces cardenal que aquella
desorientación de la que hablábamos estaba provocada por
una comprensión sesgada o directamente errónea de lo que es
la Iglesia. Así responde a la pregunta sobre la crisis del concepto
de Iglesia: “Aquí está el origen de buena parte de los equívocos o
de los auténticos errores que amenazan tanto a la teología como la
opinión común católica… Mi impresión es que se está perdiendo
imperceptiblemente el sentido auténticamente católico de la realidad
«Iglesia» sin rechazarlo de una manera explícita… Para algunos
teólogos, la Iglesia no es más que una construcción humana, un
instrumento creado por nosotros y que, en consecuencia, nosotros
mismos podemos reorganizar libremente a tenor de las exigencias
del momento”.
Esta errónea visión se concreta, por ejemplo, en la cuestión
de la intercomunión entre católicos y protestantes, algo de lo que se
habla hoy a menudo pero que ya algunos planteaban entonces.
Ratzinger explica muy bien el porqué de su imposibilidad: “Muchos
católicos piensan que está prohibición es el último fruto de una
mentalidad intolerante que ha pasado de moda… Pero no es
cuestión de intolerancia ni de retraso ecuménico. Para el Credo
católico, si no hay sucesión apostólica, no hay sacerdocio
auténtico y por tanto no puede haber eucaristía sacramental en
sentido propio. Nosotros creemos que esto ha sido querido así por
el mismo Fundador del cristianismo”.
Precisamente en el ámbito eclesiológico, al que Ratzinger da
un enorme valor, encontramos otra reflexión, de tono bastante
crítico, que llama poderosamente la atención. Ratzinger comenta la
preeminencia, tras el Concilio Vaticano II, de la visión de la Iglesia
como “pueblo de Dios”, un término con el que ahora nos topamos
por doquier. Pero el cardenal advertía de que con este lenguaje
“corremos el peligro de abandonar el Nuevo Testamento para volver
al Antiguo. En realidad, “pueblo de Dios” es, para la Escritura, Israel
en sus relaciones de oración y de fidelidad con el Señor. Pero
limitarse únicamente a esta expresión para definir a la Iglesia
significa dejar un tanto en la sombra la concepción que de ella nos
ofrece el Nuevo Testamento. En éste, la expresión “pueblo de Dios”
remite siempre al elemento veterotestamentario de la Iglesia, a su
continuidad con Israel. Pero la Iglesia recibe su connotación
neotestamentaria más evidente en el concepto de “cuerpo de
Cristo”. Se es Iglesia y se entra en ella no a través de pertenencias
sociológicas, sino a través de la inserción en el cuerpo mismo del
[38]
Señor, por medio del bautismo y de la eucaristía. Detrás del
concepto hoy tan en boga de Iglesia como “pueblo de Dios”
perviven sugestiones de eclesiología que vuelven, de hecho, al
Antiguo Testamento, y perviven también, posiblemente, sugestiones
políticas partidistas y colectivistas”.
Algo de esto vislumbraba hace cuatro décadas el cardenal
Ratzinger en lo que ya entonces algunos empezaban a llamar
“teología del pueblo” y de cuyas peligrosas desviaciones advertía
ya entonces cuando explicaba que “el pueblo se convierte en un
concepto opuesto al de jerarquía y está en antítesis con todas las
instituciones designadas como fuerzas de la opresión. Finalmente,
es el pueblo quién participa en la lucha de clases, la 'Iglesia popular'
se contrapone a la Iglesia jerárquica... en el concepto de pueblo se
transformó en un mito marxista la realidad del pueblo de
Dios tan acentuada en el Concilio” (por cierto, el análisis de
Ratzinger, escrito en 1984, sobre la teología de la liberación,
breve y certero, reproducido en la parte final del libro, merece ser
leído con atención también a día de hoy).
No pretendemos agotar el rico y variado elenco de cuestiones
que aborda Ratzinger de la mano de Messori, pero bastará, para
evidenciar el valor de este Informe sobre la fe, algunas citas
sobre cuestiones hoy especialmente candentes.
Como el papel de la Conferencias Episcopales. Aquí el
comentario del cardenal Ratzinger es devastador: “En Alemania ya
existía una conferencia episcopal en la década de los 30. Pues
bien, los documentos verdaderamente enérgicos contra el
nazismo fueron los escritos individuales de algunos obispos
intrépidos. En cambio, los de la Conferencia resultaron un tanto
descoloridos, demasiado débiles para lo que exigía la tragedia”.
Y sobre la liturgia, afirma: “La liturgia no es un show, no es un
espectáculo que necesite directores geniales y actores de talento.
La liturgia no vive de sorpresas simpáticas, de ocurrencias
cautivadoras, sino de repeticiones solemnes. No debe expresar la
actualidad, el momento efímero, sino el misterio de lo sagrado”.
Comentando el hecho de la desaparición del latín en la misa,
Ratzinger reconoce que “también este es uno de los casos de
desajuste -frecuente en estos años- entre las disposiciones del
Concilio, la estructura auténtica de la Iglesia y de su culto, las
verdaderas exigencias pastorales del momento y las respuestas
concretas de ciertos sectores clericales. Y sin embargo, la lengua
litúrgica no era en modo alguno un aspecto secundario. En los
orígenes de la ruptura entre el Occidente latino y el Oriente griego
hay también un problema de comprensión lingüística. Es probable
que la desaparición de una lengua litúrgica común venga a

[39]
reforzar las tendencias centrífugas entre las diferentes áreas
católicas”.
Y para acabar, y de paso disipar cualquier duda que aún
pudieran albergar sobre la importancia y valor de este Informe sobre
la fe, una cita de Joseph Ratzinger que es de aplicación a todo
tiempo y lugar: “Debemos tener el coraje de ser inconformista ante
las tendencias del mundo opulento. En lugar de acomodarnos al
espíritu de la época, deberíamos ser nosotros quienes
imprimiéramos de nuevo en este espíritu el sello de la austeridad
evangélica”.

[40]
6. Benedicto XVI desvela enfrentamientos
dramáticos y «lágrimas» en la Comisión
Teológica Internacional
Carmelo López-Arias

Benedicto XVI ha dirigido un mensaje de saludo a la


Comisión Teológica Internacional con motivo del cincuentenario de
su creación por Pablo VI en 1969. Este organismo, dependiente de
la Congregación para la Doctrina de la Fe y que preside su prefecto,
"debía superar", dice, "el distanciamiento, que se había evidenciado
en el Concilio, entre la Teología que se difundía por el mundo y el
Magisterio del Papa". Y si alguien conoce ese distanciamiento y esa
Comisión es Joseph Ratzinger, pues se incorporó a ella como
teólogo desde el primer minuto (había sido uno de los peritos
destacados del Vaticano II como asesor personal del cardenal
arzobispo de Colonia, Joseph Frings) y la presidió desde que Juan
Pablo II le nombró prefecto del antiguo Santo Oficio en 1981 hasta
que fue elegido Papa en 2005.
"Me impresionó particularmente el primer quinquenio",
recuerda: "Debía definirse la orientación de fondo y la modalidad
esencial de trabajo de la Comisión, estableciendo así en qué
dirección, en última instancia, debería ser interpretado el Vaticano
II". En aquellos primeros años formaban parte de la Comisión "las
grandes figuras del Concilio": Henri de Lubac, Yves Congar, Karl
Rahner, Jorge Medina Estévez, Philippe Delhaye, Gerard
Philips, Carlo Colombo ("considerado el teólogo personal de Pablo
VI") y el padre Cipriano Vagaggini, más otros que no habían
tomado parte en él, entre los que destaca a Urs von
Balthasar y Louis Bouyer.

Discusiones abiertas

Benedicto XVI cita algunos momentos de gran tensión en la


Comisión, como cuando se debatió si la Iglesia debía incorporarse
al Consejo Mundial de las Iglesias como miembro ordinario: "Se
convirtió en un punto decisivo sobre la dirección que debía tomar la
Iglesia nada más concluir el Concilio. Tras un enfrentamiento
dramático, al final se decidió negativamente", lo que provocó la
salida de Rahner. La Iglesia ha mantenido desde entonces esa
postura y acude solamente como observadora a las reuniones del
Consejo.
El anterior Papa evoca la incorporación en el segundo
quinquenio de Carlo Caffarra (el gran consejero de Juan Pablo II
[41]
en las cuestiones morales), Raniero Cantalamessa (aún hoy
predicador pontificio) y Karl Lehmann (quien presidiría durante
veinte años la conferencia episcopal alemana). En aquella época se
debatió mucho sobre la Teología de la Liberación, "que en aquel
momento no representaba un problema solo teórico, sino que
determinaba muy concretamente, y amenazaba, la vida de la
Iglesia en Suramérica. La pasión que animaba a los teólogos era
acorde al peso concreto, incluso político, de la cuestión".

La teología del matrimonio

Benedicto XVI destaca que en los trabajos de la comisión


"siempre ha existido el problema de la Teología Moral", en particular
sobre la cuestión del matrimonio, que se debatió en 1977: "La
contraposición entre los bandos la falta de una orientación común
de fondo, que sufrimos hoy tanto como entonces, se me reveló en
aquel momento de modo inaudito", dice.
Y cita momentos tremendos: "De una parte estaba el profesor
y teólogo moral estadounidense William May, padre de muchos
hijos, que siempre venía con su esposa y mantenía la concepción
antigua más rigurosa. Por dos veces experimentó el rechazo por
unanimidad de su propuesta, algo que nunca más sucedió. Rompió
en lágrimas, y yo mismo no pude consolarlo eficazmente. Junto a él
estaba, si no recuerdo mal, el profesor John Finnis, que enseñaba
en Estados Unidos y que expresó la misma postura y el mismo
concepto de forma nueva. Se le tomó en serio desde el punto de
vista teológico, y sin embargo tampoco él logró alcanzar consenso
alguno".
Benedicto XVI cuenta que en el siguiente quinquenio el
profesor Andrzej Szoztek, "un inteligente y prometedor
representante de la posición clásica", tampoco logró crear un
consenso, ni tampoco luego el padre Servais Pinckaers, a pesar
de que desarrolló "a partir de Santo Tomás una ética de las
virtudes que me pareció muy razonable y convincente": "Tampoco
él consiguió alcanzar ningún consenso".
"Hasta qué punto era difícil la situación", comenta, que Juan
Pablo II decidió resolver esa falta de consenso promulgando la
encíclica Veritatis splendor y el Catecismo de la Iglesia católica para
fijar las posiciones.
Benedicto XVI, que expresa su gratitud por la labor de todos
los miembros de la Comisión y por lo que personalmente ha
aprendido "de otras lenguas y otras formas de pensamiento", que
han sido para él "continua ocasión de humildad", concluye
reiterando que "la Comisión Teológica Internacional, a pesar de
todos sus esfuerzos, no ha podido alcanzar una unidad moral de
[42]
la Teología y de los teólogos en el mundo. Quien esperaba algo
así, alimentaba expectativas equivocadas sobre las posibilidades de
un trabajo similar".

[43]
7. Los santos preferidos de Benedicto, su
ritmo de oración y sus puntos fuertes, revelados
por Gänswein
El pasado 22 de noviembre de 2022, Andreas Thonhauser, de
la oficina de EWTN en el Vaticano, entrevistó en profundidad al
arzobispo Georg Gänswein, prefecto de la Casa Pontificia y
secretario personal de Benedicto XVI, sobre su día a día, el legado
del Papa emérito y aspectos de su Pontificado y su
espiritualidad. Trabajó con él desde 1995, y vivió con él en el
monasterio Mater Ecclesiae tras su renuncia. A sus 66 años, la
perspectiva de Ganswein sobre Benedicto XVI es única, cercana y
profunda.

La vida de oración de Benedicto

"Lo que experimenté con él como cardenal, pero también


como Papa -después de todo, vivía con él- es que siempre
teníamos tiempos fijados para la oración. Había excepciones, claro,
como estando de viaje. Pero los tiempos de oración eran
sacrosantos", explica Gänswein.
En concreto, detalla, "eso significaba Santa Misa, breviario,
Rosario, meditación". Eran tiempos fijados. "Él decía: 'lo más
importante es que Dios siempre va primero. Primero, debemos
buscar el Reino de Dios, todo lo demás vendrá por añadidura".
Gänswein comenta: "Es una simple frase, y suena bien. Pero
no es tan fácil seguirla". Precisamente, el Papa le pedía a su
secretario que le ayudara a conseguir que se cumpliera
así, coordinando su agenda y actividades.

Sus santos favoritos: de San José a Santa Teresita

Preguntado por los santos favoritos de Benedicto XVI,


Gänswein no duda: "Su santo preferido era San José, pero
pronto le añadió a San Agustín y San Buenaventura. Y eso es
simplemente porque había estudiado a estas dos grandes figuras
de la Iglesia muy intensamente y podía ver cómo fecundaban su
vida espiritual e intelectual".
En cuanto a mujeres santas, Gänswein detalla que "la Virgen
María es la número 1, por supuesto, y yo diría que Santa Teresa de
Ávila, que en su potencia espiritual e intelectual dio un
testimonio que él encontraba muy impresionante. Y, no te lo
creerás, también la pequeña Santa Teresa del Niño Jesús".

[44]
De las figuras más modernas, el secretario del Papa emérito
añade a "Madre Teresa, por su simplicidad y convicción. De
hecho, lo que ella vivió fue más que una conferencia de teología.
Ella vivió el Evangelio y eso, para él, era decisivo".
Detalla que el teólogo Ratzinger conoció a Madre Teresa en el
“Katholikentag” [Día Católico] de Freiburg en 1978. "Él llevaba un
año de arzobispo y yo llevaba un año en el seminario. La Madre
Teresa estaba allí, en la catedral de Freiburg, y también él, el
cardenal de Múnich, Joseph Ratzinger".

La debilidad de la edad avanzada

Gänswein detalló que Benedicto pensaba que sólo viviría


un año más tras su renuncia. "Al contrario de lo que pensaba, ha
vivido hasta una edad avanzada. Estaba convencido de que, tras su
dimisión, el Buen Dios le concedería sólo un año más.
Probablemente, nadie se sorprendió más que él al ver que este
“un año más” resultó ser bastantes años más", explica. Fueron
casi diez años más.

Estado físico del Papa

"Hacia el final estaba físicamente muy débil, muy frágil, por


supuesto, pero —gracias a Dios— su mente estaba tan clara como
siempre. Lo que le dolía era ver que su voz se volvía más baja y
más débil. Toda su vida había dependido del uso de su voz, y esta
herramienta se había perdido gradualmente para él. Pero su mente
siempre estaba clara, estaba sereno, y nosotros, los que siempre
estábamos a su alrededor, los que vivíamos con él, podíamos sentir
que estaba en la recta final".
Gänswein detalla que nunca habló de miedo a morir.
"Hablaba siempre del Señor, de su esperanza de que, cuando

[45]
por fin se presentara ante él, le mostraría mansedumbre y
misericordia, sabiendo, por supuesto, de sus debilidades y de sus
pecados, de su vida.... Pero, como decía San Juan: Dios es más
grande que nuestro corazón".

Dulzura y siempre compostura

"Lo que siempre me impresionó, e incluso me sorprendió,


fue su dulzura; lo sereno y jovial que era, incluso en
situaciones muy agotadoras, muy exigentes y, a veces, incluso
muy tristes desde el punto de vista humano", detalla el arzobispo.
"Nunca perdió la compostura; nunca perdía los
estribos. Al contrario: cuanto más lo desafiaban, más callado y
pobre en palabras se volvía. Pero esto tuvo efectos muy buenos y
benévolos en quienes lo rodeaban.
"Sin embargo, no estaba acostumbrado a las grandes
multitudes. Por supuesto, como profesor, estaba acostumbrado a
hablar frente a una audiencia grande, incluso muy grande, de
estudiantes. Pero ese era él como profesor hablando a los
estudiantes. Después, como Papa, todos estos encuentros con
personas de diferentes países, su alegría y entusiasmo, fueron,
por supuesto, una experiencia muy diferente. Tuvo que
acostumbrarse".
Gänswein recuerda una reunión siendo Ratzinger prefecto de
Doctrina de la Fe, con muchos clérigos italianos que hablaban
muy rápido, fuerte y gesticulando, incluso airados, con la
ventaja de usar su idioma nativo. Ratzinger buscó pasar del tono
al contenido. "Simplemente dijo: “Los argumentos son convincentes
o no son convincentes; el tono puede ser molesto o útil. Sugiero que
nos ayudemos a bajar el tono y fortalecer los argumentos”".

El reto de ser Pontífice

"Lo último que deseaba era convertirse en Papa a la edad de


78 años. Pero cuando se convirtió en Papa, lo abrazó, lo vio como
la voluntad de Dios y asumió esta tarea. Hubo una inseguridad
inicial, momentánea: las cámaras de televisión y los fotógrafos
estaban por todas partes, y ya no era posible una vida privada,
una vida normal. Pero pude sentir como él, simplemente, se ponía
en esta situación, confiando firmemente en la ayuda de Dios,
que le daría los dones que le faltaban y ahora necesitaba;
confiando en que con sus dones naturales, pero también con la
ayuda de Dios".

[46]
El legado que deja: encíclicas y libros populares

Benedicto publicó tres encíclicas, y la mayor parte de una


cuarta, Lumen Fidei, que terminó el Papa Francisco. Gänswein cree
que de todas sus encíclicas la que "ganará la carrera" y tendrá
más recorrido es "Spe Salvi", sobre la esperanza, que también,
confiesa, es la que a él, Gänswein, le ha alimentado más
espiritualmente.
También cree que quedará con gran influencia su "Trilogía de
Jesús", publicada ya como Papa. "Originalmente, se suponía que
era solo un volumen. Lo comenzó cuando era cardenal y terminó el
primer volumen como Papa. Y pensó que el Buen Dios sólo le
daría fuerzas suficientes para el primer libro".
"Le duraron las fuerzas, empezó el segundo volumen, y así
sucesivamente. Estos tres volúmenes contienen todo su ser
personal como sacerdote, obispo, cardenal y papa, pero
también toda su investigación teológica, toda su vida de oración, en
una forma que, gracias a Dios, se puede comprender fácilmente;
una forma que está escrita al más alto nivel académico, pero que
será también, para los fieles, su testimonio personal duradero".
Gänswein cree que la clave del libro sobre Jesús es
entender que Jesús sigue vivo. "Joseph Ratzinger, el Papa
Benedicto, no minimiza, quita ni salta nada de lo que la Iglesia
profesa en cuanto a la fe. Y eso, para mí, es algo que queda. El
primer volumen lo he leído varias veces, lo he leído una y otra vez
para acompañar ciertas temporadas de mi vida. Solo puedo
recomendarlo; es muy útil, un verdadero alimento espiritual".

"Era rápido en detectar problemas"

Llegó al papado sin un programa porque veía que "los eventos


se movían a una velocidad sin precedentes, incluso en situaciones
difíciles. Y poder adaptarse a eso fue sin duda una de sus mayores
fortalezas. Era rápido en detectar problemas y sabía que había
que responderlos con una respuesta de fe", detalla Gänswein.
Se apoyó mucho en su don de la palabra, con la que "podía inspirar
a la gente y llenar sus corazones".
Veía, además, que el mayor reto era el relativismo. "El
relativismo al final dice: “La verdad que proclamas está en contra de
la tolerancia. No toleras otras convicciones, es decir, dentro del
cristianismo, en lo que se refiere a la cuestión del ecumenismo, no
toleras otras religiones, las piensas poco”. Y eso no es cierto, por
supuesto. Tolerancia significa que tomo en serio a cada uno en
su fe, en sus convicciones, y las acepto. Pero eso no significa
que simplemente devalúe mi propia fe: la fe de la que estoy
[47]
convencido, la fe que he recibido para transmitirla. ¡Todo lo
contrario!"

La lucha contra los abusos

Antes de ser Papa, ya tuvo que enfrentar temas de abusos


sexuales por consultas que llegaba de Estados Unidos a Doctrina
de la Fe. "Yo ya había servido en la Congregación para la Doctrina
de la Fe durante dos años, por lo que recuerdo muy bien cómo
abordó esto y también cómo tuvo que vencer una cierta
resistencia desde adentro. No fue fácil, pero manejó muy bien
este desafío, y de una manera decidida y valiente, que luego le
sería útil en su pontificado".
Recientemente, ya muy anciano, salieron denuncias sobre su
época de arzobispo de Múnich. Gänswein responde: "Cuando fue
acusado personalmente de manejar mal los casos de abuso
sexual durante su tiempo como arzobispo de Munich y Freising, de
1977 a 1982, realmente fue una sorpresa para él. Se le preguntó
si aceptaría responder preguntas sobre la investigación, que revisó
la gestión de una sucesión de arzobispos, desde el cardenal
[Michael von] Faulhaber hasta el arzobispo actual. Y él dijo: "Me
apunto, no tengo nada que ocultar"".
"Nos enviaron muchas preguntas y él las respondió.
Sabía que no había hecho nada malo. Dijo todo lo que pudo
recordar; todo está en el informe. Durante la redacción de nuestra
declaración, cometimos un pequeño error: no fue un error por parte
del Papa Benedicto, sino un descuido de uno de nuestros
colaboradores, quien inmediatamente se disculpó con él
(Benedicto). Dijo que fue su error, que se equivocó de fecha en
cuanto a la presencia o ausencia en una reunión. Fue
inmediatamente publicado e inmediatamente corregido. Pero la
narrativa de que el Papa había mentido, lamentablemente
permaneció. Y eso fue lo único que realmente lo impactó: que lo
llamaran mentiroso".
"Luego escribió una carta personal. Dijo que esta sería la
última palabra sobre el asunto, y que, después de esa carta, ya no
comentaría más. Quien no le cree o no quiere creerle, no tiene
porque hacerlo. Pero quien mire los hechos con honestidad y
sin prejuicios, tiene que decir: La acusación de ser un
mentiroso es simplemente falsa. ¡Y es infame! Fue una acusación
que realmente lo conmocionó. Sobre todo porque venía de un lado
que no destaca precisamente por hacer grandes cosas en el ámbito
moral, sino todo lo contrario".

[48]
Satisfecho por lo que logró hacer

Gänswein constata que Benedicto se sentía satisfecho de las


cosas que había decidido hacer y había conseguido. "Decidió
dedicar su vida al sacerdocio. Su primera vocación, su primer
amor, fue la enseñanza, por supuesto. Y por eso se convirtió en
profesor. Era simplemente su destino. Y luego se convirtió en
obispo, y finalmente vino a Roma. Todo estaba en consonancia con
su naturaleza, su estructura intelectual. Que se convirtiera en Papa
era, como ya dije, lo último que esperaba o deseaba. Pero él lo
aceptó, y en todas sus tareas, por lo que pude ver, estaba
realmente realizado y dispuesto a darlo todo".
"Noté que dio algo de sí mismo, dio lo que era más importante
para él. Lo que estaba transmitiendo no era algo que hubiera
recogido en alguna parte alguna vez: estaba transmitiendo algo
de sí mismo, algo que provenía de su propia vida, su honestidad
intelectual, su fe. Volviendo a la imagen de la chispa: para hacerla
salpicar y encender un fuego".

El día que Gänswein desesperó

Un día, ya con Benedicto XVI como emérito, Gänswein estalló


por un asunto que le desesperaba sobre la Iglesia. “¡Santo Padre,
esto no puede ser! ¡No puedo con eso! ¡La Iglesia corre contra
una pared de ladrillos! No sé: ¿el Señor está dormido, no está
allí? ¿Que está pasando?" Y él dijo: “Tú conoces un poco el
Evangelio, ¿no? El Señor estaba dormido en la barca en el Mar de
Galilea, según cuenta la historia. Los discípulos tenían miedo, venía
una tormenta, venían olas. Y lo despertaron porque no sabían qué
hacer. Y él simplemente dijo: '¿Qué está pasando?' Jesús solo tuvo
que dirigirle unas pocas palabras a la tempestad, para dejar claro
que él es el Señor, incluso sobre el tiempo y las tempestades”. Y
entonces Benedicto me dijo: “¡Mira, el Señor no
duerme! Entonces, si, incluso en su presencia, los discípulos tenían
miedo, es bastante normal que los discípulos de hoy puedan tener
miedo, aquí y allá. Pero nunca olvides una cosa: Él está aquí y
permanece aquí".
Gänswein recuerda también que en circunstancias muy
difíciles, el Papa intentaba aportar "una pizca de humor" para
“desintoxicar” las cosas.

[49]
8. Ateos, agnósticos, políticos... 8
conversos que se hicieron católicos a través de
Ratzinger
Pablo J. Ginés

¿Cuánta gente se ha hecho católica, desde la increencia, la


tibieza, u otras religiones, a partir de las enseñanzas de Joseph
Ratzinger, Benedicto XVI? Es difícil de contar, pero entre aquellos
que han llegado al catolicismo leyendo libros y buscando
respuestas intelectuales, un porcentaje alto dirá que leer a
Ratzinger o la obra escrita de Benedicto XVI les ayudó, o incluso
fue la clave de su conversión.
A los 40 años, Ratzinger, profesor de teología en Tubinga,
escribió unas charlas explicando lo básico y esencial del
cristianismo, a partir del Credo. Al año siguiente, en 1968, lo
publicó con el título "Introducción al cristianismo". Es un libro
que se ha usado en seminarios católicos y protestantes, y el que
han leído muchos que querían explorar la fe católica. Ha sido fuente
de muchas conversiones. Pero no la única forma en la que Dios usó
a Ratzinger para lograr tocar mentes y corazones. Vamos a repasar
varios ejemplos.

1. El ateo que quería convencer a su novia católica... y


cambió en 2 días

Uan Dung es un joven formado en Navarra, de familia taoísta,


inmigrantes de China, con padres que pese a vivir años en España
no sabían nada del cristianismo. A los 25, Uan Dung se consideraba
ateo convencido. Pero conoció a una chica católica que le gustaba,
Natalia.
"Yo iba de ateo y quería convencer a Natalia para que
dejara el cristianismo. Yo pensaba que la religión te quita libertad,
te encierra, te controla la cabeza", explicó a ReL. "Para convencer a
Natalia de que el cristianismo era una tontería, decidí buscar sus
bases para desmantelarlas y mostrar que eran mentiras".
Tecleó en Google: 'Introducción al cristianismo'. "Pensaba
que saldría libros para niños, pero lo primero que apareció fue el
libro de Joseph Ratzinger. El nombre Ratzinger me sonaba algo.
Claro, era el Papa Benedicto XVI. Y pensé: ¡genial!, desmonto lo
que diga el Papa, demuestro que es una tontada, y ya
está", cuenta riéndose.
Su puso a leer y al cabo de 48 horas su vida había cambiado.
"El libro me sorprendió muchísimo", explica. "Estaba lleno de
[50]
verdades abrumadoras. Pensaba que su argumento sería: 'creemos
en Cristo porque sí”. Pero lo que encontraba es que se basaba en
una razón imparcial, superobjetiva, que se aguantaba muy bien'".

2. El biólogo que creía que la fe es incompatible con la


ciencia hasta que leyó al Papa en una entrevista

Brent Crowe nació en una familia protestante presbiteriana,


pero se alejó del cristianismo. Sacó un título en veterinaria,
trabajó durante 13 años como biólogo para el Departamento de
Pesca y Vida Salvaje de Oregón y pensaba que el cristianismo y
la ciencia eran incompatibles, y que la fe era algo no
razonable. Hasta que un día leyó en Internet una entrevista al Papa
Benedicto XVI, en la que hablaba sobre ciencia y fe.
"Quise leer más sobre el Papa Benedicto y recordé además
mi antiguo interés por la Virgen y los santos. El caso es que una
semana después salí de una librería católica con un montón de
libros para leer y un rosario". Tres años después, en 2009, se hizo
católico y ahora es ¡sacerdote y párroco en Oregón! También su
madre y hermana se hicieron católicas en 2021.

3. El periodista iraní, que había sido ateo y marxista,


impactado por la visita de Benedicto XVI a EEUU

Sohrab Ahmari es un popular periodista de origen iraní, que


escribe en medios ingleses y norteamericanos, que a los 12 años
decidió que Dios no existía. Leyó mucha filosofía y se apuntó a
"un grupo trostkista alternativo". Luego se desencantó de casi
todo, pero intuía que, por alguna razón, el hombre tiene una
dignidad sagrada.
En 2008 Benedicto XVI visitó Estados Unidos. La prensa le
criticaba mucho, pero Sohrab quedó impresionado con el
anciano Pontífice. "Recuerdo haber pensado que era un hombre
muy santo. Tomé su libro Jesús de Nazaret. No entendía gran
cosa, porque no conocía casi nada de la Escritura cristiana. No
puedes entender mucho Jesús de Nazaret sin conocer la Biblia".
Pero había una idea que leyó allí y le asombró: que Dios
Todopoderoso se había encarnado y había entrado en nuestra
historia. El misterio central del Cristianismo: Dios se ha hecho
hombre, una idea escandalosa para el judaísmo y el Islam. Ahí, con
el 'Jesús de Nazaret' de Benedicto XVI empezó la conversión de
Ahmari. En 2016 anunciaba que era católico y hoy escribe libros
sobre cómo educar en la fe a la siguiente generación.

[51]
4. El judío 'new age' que soñó con Jesús: la mirada de
Benedicto XVI lo atrapó

Roger Dubin, criado en una familia judía neoyorquina


agnóstica, vivió con decepción el vacío de la Nueva Era y las
meditaciones orientales. Se consideraba anticristiano, pero le
intrigaba algo Cristo. De hecho, hacia el final del pontificado de
Juan Pablo II tuvo un extraño sueño en el que hablaba con Jesús.
“Soy el primer converso de Benedicto XVI”, declaró luego.
¿Cómo? Sucedió de golpe el mismo día que Benedicto XVI se
asomó al balcón por primera vez como Papa. Roger lo veía
desde el televisor de un bar en un aeropuerto, mientras se tomaba
un capuchino.
"La cámara hizo zoom in, los ojos de Benedicto XVI
parecieron mirar directamente hacia mí y a través de mí y en
ese momento exacto tuvo lugar mi conversión”, escribió Roger en
2013. “Un poder imparable y una presencia llegaron a través de
sus ojos y me rebanaron, me dejaron abierto. Estallé en lágrimas, y
todo lo que yo jamás pensé que había sido, o no había sido, salió
fuera. Era la espada de Cristo y no habría paz hasta que yo le
ofreciera la mía”. Se bautizó en 2007.

5. La atea inglesa que quiso leer a Ratzinger para refutarlo


y se bautizó poco después

Megan Hodder, inglesa, se bautizó en 2013 con 21 años. Dos


años antes era atea convencida y militante, de familia sin
ninguna relación con la fe, y leía con entusiasmo a autores del
"nuevo ateísmo" grosero: Dawkins, Harris, Hitchens...
Para refutar a 'los peores enemigos de la razón, los
católicos', decidió leer al Papa. Empezó por el famoso discurso de
Ratisbona de Benedicto XVI, que defendía la razón frente a la fe
ciega. Luego leyó el librito más corto que encontró de Benedicto
XVI, titulado "Sobre la conciencia".
"Esperaba y deseaba mostrar su irracionalidad y sus
prejuicios, para vindicar mi ateísmo. Por el contrario, me presentó
un Dios que era el Logos; no un dictador sobrenatural que aplasta
la razón humana; sino el estándar de bondad y verdad objetiva...",
escribió. "Era una percepción de la fe más humana, sutil y, sí,
creíble, de lo que esperaba".
Tras Ratzinger pasó a leer a Tomás de Aquino, se hizo
muchas preguntas sobre el origen de la moral y la verdad y un
par de años después se bautizaba.

[52]
6. La senadora socialista española que entró en la fe
leyendo libros de Ratzinger

Mercedes Aroz, senadora socialista del PSC-PSOE, la más


votada hasta su mandato (1,6 millones de votos en Barcelona en
2004), educó a sus hijos sin religión y "en los valores de la
izquierda y del marxismo". Pero su hijo conoció a los Hermanitos
del Cordero y se hizo católico, en parte inspirado por Juan Pablo II.
En el año 2000, en la JMJ de Roma, la política socialista
catalana, antigua militante de la Liga Comunista Revolucionaria, se
planteaba por qué el Papa conseguía reunir 2 millones de
jóvenes en Tor Vergata. "A finales de ese año recibí la llamada de
Dios. ¡Bueno, Mercedes, ya está bien! ¡Yo no recordaba ni el
Padrenuestro! Empezó ahí mi proceso. Me formé, básicamente,
leyendo libros de Ratzinger", explicaba en 2008.
Durante un tiempo intentó defender políticas provida y
profamilia desde el PSOE, pero pronto vio que era imposible.
En 2009 anunció que dejaba definitivamente el PSOE al ver "una
incompatibilidad entre el cristianismo, el seguimiento del Evangelio,
y la ideología radical socialista, que es la que está aplicando en
estos momentos el Gobierno y el Partido Socialista en España”.

7. El marxista periodista que dejó la Iglesia... hasta que


entrevistó a Ratzinger

Mucha gente ha conocido a Joseph Ratzinger, y luego a


Benedicto XVI, a través de las entrevistas en profundidad que le
hizo el periodista Peter Seewald. Resulta que el propio Seewald es
un ex-marxista retornado al catolicismo a partir de hablar con
Ratzinger.
Seewald, de niño, era católico y monaguillo en la Baja
Baviera. Se lanzó a la revolución estudiantil en 1968 y se hizo
marxista. Dejó del todo la Iglesia en 1973 y se volcó en un
semanario de izquierda radical (que cerró en un par de años).
Después fue periodista en varias publicaciones, e independiente
desde 1993.
En 1996 entrevistó al cardenal Ratzinger, vio que los
estereotipos contra él eran absurdos y así Seewald volvió al
catolicismo.
Su libro, La sal de la Tierra, llegó a cientos de miles de
lectores y acercó a muchos a Dios. Tras su elección como Papa,
escribió dos semblanzas más de él, y su libro-entrevista La luz del
mundo de 2010.

[53]
8. La periodista inglesa de clase alta ajena del todo al
catolicismo

Mary Wakefield es una veterana periodista del semanario


inglés The Spectator, además de noble por ambas ramas de su
familia. En su casa casi nadie era religioso, excepto la abuela,
aunque socialmente se consideraban anglicanos como corresponde
a la clase alta. Recordaban con bromas que una tatarabuela
presumía de no dejar entrar católicos en la mansión. Lo
católico era "extranjero" y "vudú".
Ella no sabía nada del cardenal Ratzinger hasta que un amigo
le dio La sal de la tierra, la entrevista con Peter Seewald. Allí leyó lo
que decía Ratzinger: "La fe da gozo. Cuando Dios no está, el
mundo queda desolado y todo se vuelve aburrido, todo es
completamente insatisfactorio. Es fácil ver hoy como un mundo
vacío de Dios se consume a sí mismo cada vez más, se hace un
mundo sin alegría. La gran alegría viene del hecho de que hay
un gran amor, y ese es el mensaje esencial de la fe. Que era
radicalmente amado".
Ese libro puso orden y palabras a algunas sensaciones
confusas que Wakefield ya había empezado a intuir. Se hizo
católica en 2013. Lo ha recordado aquí en The Spectator.
Son sólo 8 ejemplos, pero podrían encontrarse muchos más,
de muchas personas que exploraron la propuesta católica a
partir de los textos de Joseph Ratzinger.
Además, muchos anglicanos y luteranos que se han hecho
católicos en las últimas décadas, por ejemplo a través de
los ordinariatos anglocatólicos que creó Benedicto XVI (y eso
incluye unos 15 ex-obispos anglicanos, más de 200 antiguos
clérigos anglicanos y unos 10.000 laicos, todos conversos) lo han
hecho con un ojo puesto en la visión eclesial de Benedicto XVI, que
fue quien beatificó al cardenal John Henry Newman (antiguo y
respetado clérigo anglicano del siglo XIX) y tendió muchos puentes
con el mundo luterano. Los casos se podrían multiplicar.

[54]
9. Se hace público el testamento espiritual
de Benedicto XVI: «¡Manteneos firmes en la fe!»
En las últimas horas ha transcendido el testamento
espiritual que dejó escrito Benedicto XVI el 29 de agosto de 2006.
Un legado para todos los cristianos que no tiene desperdicio.

******

A continuación reproducimos íntegramente este valioso y bello


texto:

"Si en esta hora tardía de mi vida miro hacia atrás, hacia las
décadas que he recorrido, veo en primer lugar cuántas razones
tengo para dar gracias. En primer lugar, doy gracias a Dios
mismo, dador de todo bien, que me dio la vida y me guió en
diversos momentos de confusión; siempre me levantó cuando
empecé a resbalar y siempre me devolvió la luz de su semblante.
En retrospectiva veo y comprendo que incluso los tramos oscuros y
fatigosos de este camino fueron para mi salvación y que fue en ellos
donde Él me guió bien.
Doy gracias a mis padres, que me dieron la vida en una
época difícil y que, a costa de grandes sacrificios, con su amor
prepararon para mí una morada magnífica que, como una luz clara,
ilumina todos mis días hasta el día de hoy. La lúcida fe de mi
padre nos enseñó a los niños a creer, y como señal siempre se
ha mantenido firme en medio de todos mis logros científicos; la
profunda devoción y la gran bondad de mi madre son un legado que
nunca podré agradecerle lo suficiente. Mi hermana me ha asistido
durante décadas desinteresadamente y con afectuoso cuidado;
mi hermano, con la lucidez de sus juicios, su vigorosa resolución y
la serenidad de su corazón, me ha allanado siempre el camino; sin
este constante precederme y acompañarme, no habría podido
encontrar la senda correcta.
De corazón doy gracias a Dios por los muchos amigos,
hombres y mujeres, que siempre ha puesto a mi lado; por los
colaboradores en todas las etapas de mi camino; por los profesores
y alumnos que me ha dado. Con gratitud los encomiendo todos a
Su bondad. Y quiero dar gracias al Señor por mi hermosa patria en
los Prealpes bávaros, en la que siempre he visto brillar el esplendor
del Creador mismo. Doy las gracias al pueblo de mi patria porque
en él he experimentado una y otra vez la belleza de la fe. Rezo para
que nuestra tierra siga siendo una tierra de fe y os lo ruego,
queridos compatriotas: no os dejéis apartar de la fe. Y, por último,

[55]
doy gracias a Dios por toda la belleza que he podido
experimentar en todas las etapas de mi viaje, pero especialmente
en Roma y en Italia, que se ha convertido en mi segunda patria.
A todos aquellos a los que he hecho daño de alguna
manera, les pido perdón de todo corazón.
Lo que antes dije a mis compatriotas, lo digo ahora a todos los
que en la Iglesia están confiados a mi servicio: ¡manteneos firmes
en la fe! No se confundan. A menudo da la impresión de que la
ciencia -las ciencias naturales, por un lado, y la investigación
histórica (especialmente la exégesis de la Sagrada Escritura), por
otro- es capaz de ofrecer resultados irrefutables en contradicción
con la fe católica.
He vivido las transformaciones de las ciencias naturales
desde hace mucho tiempo, y he podido comprobar cómo, por el
contrario, las aparentes certezas contra la fe se han
desvanecido, demostrando no ser ciencia, sino interpretaciones
filosóficas sólo aparentemente pertenecientes a la ciencia; del
mismo modo que, por otra parte, es en el diálogo con las ciencias
naturales como también la fe ha aprendido a comprender mejor el
límite del alcance de sus pretensiones, y por tanto su
especificidad.
Hace ya sesenta años que acompaño el camino de la
Teología, en particular de las ciencias bíblicas, y con la sucesión de
las diferentes generaciones he visto derrumbarse tesis que parecían
inamovibles, demostrando ser meras hipótesis: la generación
liberal (Harnack, Jülicher, etc.), la generación existencialista
(Bultmann, etc.), la generación marxista. He visto y veo cómo de la
maraña de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la
fe. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y
la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su
cuerpo.
Por último, pido humildemente: rezad por mí, para que el
Señor, a pesar de todos mis pecados e insuficiencias, me reciba
en las moradas eternas. A todos los que me han sido confiados, mis
oraciones salen de mi corazón, día a día.

Benedictus PP XVI.

[56]
10. Se publica el libro que Benedicto XVI
quiso póstumo: su teología, a modo de
testamento espiritual
El viernes se pone a la venta en Italia el libro que recoge los
escritos de Benedicto XVI posteriores a su renuncia al pontificado.
Se titula Qué es el cristianismo (Mondadori) y el subtítulo lo
presenta como Casi un testamento espiritual.

Póstuma por decisión propia

Es una obra póstuma por decisión del propio Joseph


Ratzinger. Quizá no habría sido así de no mediar la polémica por
su obra con el cardenal Robert Sarah Desde lo más hondo de
nuestros corazones, sobre el sacerdocio católico, pero tras
esa grave crisis en las relaciones con su sucesor, el Papa emérito
decidió que no publicaría nada más hasta su muerte.
Llamó entonces a Elio Guerriero, su biógrafo italiano, a quien
había confiado la preparación del volumen, y se lo dijo con total
claridad: "Por mi parte, en lo que me quede de vida, ya no quiero
publicar nada. La furia de los círculos contrarios a mí en Alemania
es tan fuerte, que la aparición de cualquier palabra mía provoca
enseguida por su parte un vocerío asesino. Quiero ahorrarme eso
a mí mismo y a la cristiandad".
Son las palabras que Guerriero cita entrecomilladas en la
presentación del libro, y evocan la reacción que suscitó aquel libro
con Sarah, no solo por la cuestión de su autoría (que implicaba
Benedicto en una advertencia contra la posible autorización de
la ordenación de hombres casados pretextando el sínodo para la
Amazonia), sino por la propia teología del sacerdocio expuesta en
sus páginas, y rechazada por el
ultraprogresista establishment eclesiástico germano.
El origen de Qué es el cristianismo (cuyo título evoca, como
colofón a una vida, la Introducción al cristianismo de Joseph
Razinger, una de sus primeras obras y la más célebre hasta
el Informe sobre la fe con Vittorio Messori) es una idea del propio
Guerriero, animado por el éxito en 2019 de Judíos y cristianos,
los diálogos del Papa emérito con el rabino Arie Folger.
Elio, quien había publicado en 2016 la biografía Servidor de
Dios y de la humanidad, le propuso entonces recoger todos sus
escritos desde la renuncia al pontificado. Benedicto le dijo que lo
pensaría, pero empezó a recopilar y trabajar sobre el material.

[57]
Tras el affaire del libro con Sarah, llegó la respuesta: aceptaba
la idea, pero "ponía una condición tajante: la obra debía publicarse
después de su muerte".

"Contento del resultado"

El 28 de junio de 2021, Guerriero visitó a Ratzinger y le


encontró "contento del resultado" del escrito más valioso para él
incluido en esta recopilación, el que se refiere al sacerdocio,
respecto al cual el propio Benedicto dice ha sido "reelaborado"
respecto al que "se publicó inicialmente en el volumen del cardenal
Sarah", dándole "un nuevo centro de gravedad".
Cree que tras el decreto Presbyterorum ordinis del Concilio
Vaticano II sobre el sacerdocio había quedado flotando
"una omisión esencial causada por la exégesis bíblica
moderna" en torno al ministerio pastoral: "He podido demostrar que
el presbítero neotestamentario es un sacerdos, aunque en un
sentido nuevo definido en la Cruz por el sumo
sacerdote Jesucristo".

Joseph Ratzinger en estado puro

En los más de ocho años que ha vivido en el monasterio


Mater Ecclesiae, Benedicto XVI escribió estos trabajos en alemán,
pero quiso que la edición de referencia fuese la italiana, en
traducción del propio Guerriero.
Qué es el cristianismo incluye textos ya publicados, otros
reelaborados y algún inédito.
El propio Ratzinger los presenta:
-su intervención del 21 de octubre de 2014 en la inauguración
del aula magna de la pontificia universidad Urbaniana;
-un texto "para aclarar el concepto de las religiones con las
que la fe cristiana quiere dialogar";
-un capítulo sobre "la naturaleza y el devenir
del monoteísmo", un texto "sobre el método del diálogo cristiano-
islámico" y el agradecimiento por el doctorado honoris causa de la
pontificia universidad de Cracovia; también el prólogo que escribió
para la edición en lengua rusa del volumen de sus obras completas
sobre la teología de la liturgia.
-en el tercer capítulo recoge el texto escrito sobre las
relaciones judeo-cristianas y su intercambio epistolar con Arie
Folger en septiembre y octubre de 2018, tan bien recibido en
medios hebraicos (hubo tres rabinos en su presentación) como
molesto para los adversarios alemanes de Ratzinger: "Las

[58]
acusaciones sobre presuntas posiciones antijudías en mi
pensamiento las rechacé terminantemente en su día", añade.
-el cuarto capítulo recoge una entrevista con el padre Daniele
Libanori en la que aborda la cuestión de si Jesucristo debía morir
para restaurar el orden del ser, trastocado por el pecado: "La
respuesta clásica", explica Ratzinger, "fue elaborada por San
Anselmo de Canterbury y hoy es para nosotros casi
incomprensible": "En la entrevista he intentado mostrar cómo
podemos hoy comprender racionalmente el motivo del
sufrimiento y de la muerte de Jesucristo".
-Luego vienen dos textos, uno sobre el sacerdocio, antes
citado, y otro sobre la Eucaristía, donde afronta el debate sobre
la intercomunión (comunión de protestantes en misas católicas),
"que periódicamente se replantea con fuerza en Alemania". Estudiar
esto le ha permitido "una mirada más profunda" sobre la Presencia
Real y una "nueva definición" de lo que significa comer y beber el
Cuerpo y la Sangre de Cristo.
-el siguiente capítulo trata "cuestiones morales" y "una
contribución fundamenta sobre la cuestión de la Iglesia y del
escándalo de los abusos sexuales".
-y un último capítulo sobre cuestiones históricas, como su
texto por los cincuenta años de la Comisión Teológica
Internacional (en el que hizo importantes revelaciones sobre su
funcionamiento), un recuerdo a Juan Pablo II en el centenario de
su nacimiento, unas palabras con motivo del 75º aniversario de la
muerte del padre Alfred Delp (condenado a muerte por los nazis) y
una entrevista sobre San José.

La sabiduría de San José, más que la propia

Sobre él dice Benedicto: "Cuanto más envejezco, con mayor


claridad veo la figura de mi patrono. De él no nos ha llegado
ninguna palabra, pero sí su capacidad para escuchar y actuar. Cada
vez comprendo mejor que precisamente es su silencio el que nos
habla y, más allá del conocimiento científico, quiere conducirme a
la sabiduría".
Conocedor de la "competencia teológica" de Guerriero,
Ratzinger le confía "esta mi última obra", que, según su editor y
traductor es "casi un testamento espiritual dictado por la sabiduría
de su espíritu y por su corazón de padre, siempre atento a las
expectativas y a las esperanzas de los fieles y de todos los
hombres".

[59]
EL PONTIFICADO DE BENEDICTO XVI

[60]
1. Aquel feliz día en el que Benedicto XVI se
convirtió en Papa
Joseph Pearce

Como la mayoría de las personas, o al menos la mayoría de


los católicos, recuerdo exactamente dónde estaba el 2 de abril de
2005, el día en que murió Juan Pablo II. Minutos después de
escuchar la aciaga noticia, me junté al aire libre con el
padre Joseph Fessio y un pequeño grupo de estudiantes en el
campus de la Ave Maria University, en Florida, para rezar por el
Papa. No recuerdo qué oraciones fueron, pero sí que cantamos
la Salve Regina implorando la intercesión de la Santísima
Virgen por el Papa y por la Iglesia.
Aunque estábamos apenados por la muerte de un Papa,
nuestras mentes y oraciones ya se orientaban hacia el siguiente. La
Iglesia estaba siendo asediada por sus enemigos laicistas desde
fuera y traicionada por los modernistas desde dentro. Necesitaba
un pastor fuerte y fiel que protegiese al rebaño de los lobos de
extramuros, que aullaban oliendo su sangre, y de los lobos con piel
de cordero de sus propias filas, que la traicionaban con un beso.
Aunque sabíamos que Cristo protegería a su Esposa, era difícil
evitar un sentimiento de ansiedad mientras esperábamos la
elección del sucesor de Juan Pablo y de Pedro.
Como la mayoría de los católicos, también recuerdo dónde
estaba el 19 de abril de 2005, el día en el que fue elegido
Papa Benedicto XVI. También fue en el campus de la Ave Maria
University donde, unido a todos los católicos del mundo, aguardaba
conteniendo la respiración las noticias del cónclave.
Cuando empezó a repicar la campana de la universidad, supe
que la espera había concluido. Acababa de salir humo blanco por
la chimenea del techo del Vaticano. ¡Teníamos nuevo Papa! Corrí a
la cafetería, donde un gran grupo de estudiantes y profesores ya se
había congregado alrededor de la pantalla de televisión. La
esperanza y la ansiedad llenaban la habituación. La espera se
hacía interminable, la tensión insoportable, el silencio ensordecedor.
El no saber nada mantenía a raya la elevada carga emocional: era
la vorágine del vacío.
Se abrió el portón. Otra espera insoportable antes de que
apareciese alguien. Finalmente, el cardenal Jorge Medina
Estévez hizo en latín el anuncio largamente esperado: Annuntio
vobis gaudium magnum: habemus Papam! Cuando proclamó el
nombre de Joseph Ratzinger como nuevo Vicario de Cristo, ¡se
abrieron los cielos! Todos en la habitación estallaron de júbilo y

[61]
alegría, gritando y saltando. ¡Me encontré a mí mismo dando
brincos con el decano, agarrándonos mutuamente por los brazos
de la manera más indecorosa!
El padre Fessio rompió a llorar de alegría incontroladamente.
Antiguo alumno de Ratzinger y estudioso desde mucho tiempo
atrás de la obra del cardenal, Fessio, como fundador de Ignatius
Press, había publicado la primera traducción inglesa de muchas de
los libros de Ratzinger. Para este grande y fiel jesuita, la elección de
su mentor a la Cátedra de Pedro no era solamente la respuesta a
sus oraciones, sino un sueño hecho realidad. Su alegría personal
era una razón adicional para la mía propia, acentuando la euforia
absoluta del momento.
Imagino que escenas de alegría similares estallaron en todo el
mundo allá donde se hubiesen juntado dos o tres católicos fieles.
En contraste, la elección de Ratzinger fue recibida con dolor y
horror por aquellos cuyos errores heterodoxos y
apóstatas habían sido condenados por el nuevo Papa durante sus
muchos años como prefecto de la Congregación para la Doctrina de
la Fe. Como siempre, estos lobos envueltos en piel de cordero
aullaron al unísono con los lobos de los medios
laicistas, uniéndose a los enemigos confesos de la Iglesia en su
odio al héroe de la ortodoxia que les había hecho retroceder en
sus años como fiel y valiente servidor de Juan Pablo II.
En la guerra terminológica que siguió a la elección del Papa,
los enemigos de la ortodoxia descalificaron al nuevo pastor alemán
como “el rottweiler de Dios”. Aunque la delicadeza y la santidad de
Ratzinger no merecían semejante epíteto, resultaba irónicamente
acertado que los lobos que querían devorar al rebaño odiasen al
rottweiler que les había impedido valientemente hacerlo!
Tal es mi admiración por Benedicto, que siento hacia él lo
que G.K. Chesterton sentía hacia el santo dominico Vincent
McNabb. Chesterton escribió que “el padre McNabb camina sobre
un techo de cristal sobre mi cabeza”. Al menos con la misma
intensidad, yo también siento que Benedicto camina sobre un techo
de cristal sobre mi cabeza, no solo en razón de su santidad y de su
sabiduría y magisterio, sino en razón del gran regalo que su
pontificado fue para la Iglesia.

Publicado en National Catholic Register.

[62]
2. Doce cosas en las que el Papa Benedicto XVI
fue un absoluto pionero
Pablo J. Ginés

El pontificado de Benedicto XVI no fue muy largo, menos


de 8 años (de abril de 2005 a febrero de 2013) y llegó después del
impresionante legado de Juan Pablo II. Pero Benedicto realizó
algunos hitos que ninguno de sus predecesores consiguieron antes,
incluyendo algunos que marcaron estilo y crearon tradición y
precedente. Vamos a repasar cosas en las que él fue pionero.
No incluimos su renuncia al cargo, porque hay precedentes
medievales (Gregorio XII en 1415, presionado; y Celestino V, en
1294, por voluntad propia y libre). Pero sí algunas de sus decisiones
posteriores.

1. El primer prisionero de guerra de los americanos que


llega a Papa

En 1945, un joven Joseph Ratzinger de 18 años, que


acababa de desertar del ejército alemán y llevaba el brazo en
cabestrillo, fue detenido por soldados norteamericanos y sumado a
una gran fila, interminable, de prisioneros de guerra. En sus
memorias escribiría: "Los soldados norteamericanos nos
fotografiaron, los jóvenes sobre todo, para llevar a casa
recuerdos del ejército derrotado y su personal desolado".
A los 16 lo habían reclutado para la defensa antiaérea (la
famosa flak), después le hicieron cavar trincheras y a los 18 lo
mandaron con gente mayor (levas de última hora, de 40 años) no
muy lejos de su casa. No llegó a ver combate. Se fugó y se
escondió en la granja familiar, pero los norteamericanos lo
encontraron allí, le hicieron ponerse su uniforme y se lo
llevaron a su campo de prisioneros cerca de Ulm. Vivió varios
meses al aire libre en primavera y verano rodeado de alambradas
de espino.
¡Quién le iba a decir que en otro siglo sería el Papa de Roma!
Que los jóvenes en la JMJ de Colonia o Madrid pasaran una noche
al raso no le debía impresionar mucho, recordando sus meses de
campo de prisionero.

[63]
2. ¡El primer Papa en superar los 93 años y cinco meses
de vida!

No se sabe exactamente cuánto vivió San Pedro, aunque la


tradición dice que vivió mucho. Pero se considera que el Papa de
vida más longeva fue León XIII, que vivió 93 años y 5 meses:
nació el mes en que las tropas napoleónicas saqueaban
Málaga, y murió en 1903, un siglo distinto, el año en que se
fundaba el Athlético de Madrid y nacían las compañías de
motores Ford y Harley-Davidson.
Benedicto XVI superó a León XIII en septiembre de 2020,
convirtiéndose en el Pontífice de vida más larga de la historia. El
año que nació, en 1927, Stalin tomaba el poder en la Unión
Soviética y en España se creaba la compañía de aviación Iberia.
Joseph Ratzinger vivió la II Guerra Mundial, la Guerra Fría, la
llegada del hombre a la Luna, la amenaza atómica, la revolución
verde en la agricultura, el caos de la Revolución sexual en
Occidente, el nacimiento de la Unión Europea, el Concilio Vaticano
II, las descolonizaciones, la caída del bloque soviético, el
surgimiento de Internet y las redes sociales, la yihad de Estado
Islámico, la pandemia del coronavirus, la guerra de Ucrania...

3. El primer Papa en Twitter y redes sociales

El Papa Benedicto creó la cuenta @Pontifex en Twitter, que


heredó Francisco y probablemente heredarán otros Pontífices
mientras exista esta red.
Benedicto XVI la lanzó el 12 de diciembre de 2012. Los
asesores que le acompañaron le tuvieron que explicar que debía
arrastrar el dedo sobre la pantalla de la tablet, que no
funcionaba como un botón de apretar. Pero lo hizo, e inauguró
así la cuenta pontificia.
La utilizó para todo tipo de conmemoraciones, incluyendo
mensajes animando en manifestaciones provida o profamilia en
distintos países e idiomas. Muchos recordaron cómo el Vaticano
ayudó a Marconi como pionero de la radio. Su primer tuit
comentaba la catequesis de ese miércoles. Luego lanzó las
ediciones en italiano, inglés, español, francés, portugués,
alemán, polaco y árabe.
Diez días después de activar la cuenta, ¡se dejó entrevistar
por los fieles a través de mensajes! Era la iniciativa #askpontifex
(Pregunta al Pontífice). Le preguntaban cómo vivir el Año de la Fe,
por ejemplo, y respondía breve y directo en 140 caracteres:
"Dialoga con Jesús en la oración, escucha a Jesús que te habla en
el Evangelio, encuentra a Jesús, presente en el necesitado”.
[64]
Cuando Benedicto dejó el trono pontificio, la cuenta
pontificia de Twitter tenía 3 millones de seguidores. En 2022
eran ya 19.

4. Fue el primer Papa entrevistado para televisión

Benedicto XVI fue el primer papa en conceder entrevistas


televisivas. Lo hizo en 2005, desde el Vaticano, con la cadena
televisiva polaca TVP, hablando de Juan Pablo II.
Y pronto, en verano de 2006, desde Castelgandolfo, concedió
otra entrevista a cadenas televisivas alemanas, en adelanto a su
viaje a Baviera de septiembre. Su predecesor, Juan Pablo II, hacía
declaraciones por escrito, y respondía preguntas por escrito,
pero no se dejó filmar nunca en una entrevista televisiva.

5. El primer Papa en establecer leyes mundiales contra


los abusos en el clero, en reunirse con víctimas y escribir de
ello

La pederastia y los abusos sexuales siempre fueron pecado, y


el código de Derecho Canónico daba orientaciones para
combatirlos, pero cada país y cada diócesis, de hecho cada obispo,
actuaban a su aire. Joseph Ratzinger, como Prefecto de
Doctrina de la Fe, ya había afrontado y estudiado los abusos en
los últimos años de Juan Pablo II. Por alguna razón, el Papa
polaco no creía muchas acusaciones, quizá por su experiencia en
Polonia, un país comunista en la que las acusaciones podían
fácilmente ser propaganda contra la Iglesia de un régimen
sistemáticamente mentiroso.
Pero Benedicto XVI, en cuanto llegó al trono pontificio, se
volcó contra los abusos. Promulgó normas muy duras contra
los clérigos abusadores y leyes especiales para combatir la
pederastia. Para evitar que los obispos ocultaran casos o fueran
blandos con sus casos locales, tendió a concentrar las
investigaciones en Roma.
En sus viajes a Irlanda, Malta, Alemania, EEUU, el Papa
Benedicto quiso reunirse con las víctimas de abusos y
escucharlas. Así les daba voz y más visibilidad, a veces frente a
obispos locales que trataban de ocultar los casos. A menudo, las
fotos del Papa con las víctimas eran la portada de las crónicas
de sus viajes. Su Carta a los católicos de Irlanda de 2010 se
dedicaba, sobre todo, a reconocer y condenar estos abusos y
marcar algunas líneas para purificar y reconstruir la Iglesia. Era un
documento insólito sobre un tema desagradable pero
necesario.
[65]
6. El primer Pontífice en hacer una videoconferencia con
astronautas en el espacio

"El Papa llama a los cielos... y le responden astronautas",


titulaban los periódicos en mayo de 2011. Efectivamente, el 21 de
mayo el Papa contactó por videoconferencia con los
astronautas de la Estación Espacial Internacional, que eran dos
italianos, y varios americanos y rusos, en el marco de la llegada del
transbordador espacial Endavour. Al lado del Papa estaba el
astronauta alemán Thomas Reiter y el presidente de la agencia
espacial italiana Entrico Saggese.
El Papa preguntó a los astronautas si desde allí arriba,
con su "intenso trabajo", reflexionaban sobre el Creador y si
rezaban, o si era algo que preferían dejar para su vuelta a la Tierra.
El astronauta Vittori le respondió que rezaba por él, sus familias, el
futuro... El Papa comentó al otro italiano, Nespoli, que rezaría por
su madre fallecida recientemente. Nespoli respondió que sentiría
su oración y todas las otras porque "desde este punto tenemos una
visión aventajada de la Tierra y de todo lo que sucede a nuestro
alrededor".

7. El primero en invitar delegados judíos al funeral de su


predecesor, y otros gestos

Juan Pablo II multiplicó los signos de respeto y cercanía con


las comunidades judías de todo el mundo, visitando sinagogas,
recibiendo delegaciones, etc... Pero Benedicto XVI logró ser el
primero en algunos gestos nunca antes vistos, que recordó en 2013
el rabino David Rosen, muy volcado en el trato fraterno con la
Iglesia Católica.
Por un lado, Benedicto XVI fue el primer pontífice de la
historia que sepamos que haya invitado a delegaciones de
líderes judíos al funeral de su predecesor.
Más aún, también los invitó oficialmente a su toma de
posesión. Y cuando apenas llevaba un mes de pontificado, recibió
a la delegación de consultas interreligiosas del Comité Judío
Internacional, antes de haber recibido a los líderes de muchas
denominaciones cristianas protestantes u ortodoxas, y desde luego
antes de recibir a budistas o musulmanes o hindúes, religiones con
muchos más millones de fieles.
Por otro lado, Juan Pablo II visitó sinagogas en varios países,
pero no en Alemania, donde los judíos fueron casi del todo
exterminados por la persecución nazi y la emigración de postguerra.

[66]
Así, Benedicto se convirtió en el primer Papa en visitar una
sinagoga en Alemania, gesto de gran simbolismo.

8. El récord de Benedicto XVI en Chipre e Inglaterra

En viajes Benedicto XVI no podía ensombrecer a su


incansable predecesor polaco, "el Papa viajero". Benedicto visitó
24 países, pero Juan Pablo II ya había estado antes en casi
todos ellos. Con una excepción: Chipre.
Benedicto, en 2010, fue el primer Papa en visitar como tal
esta isla, de tradición ortodoxa griega, con un tercio de su territorio
ocupado militarmente por los turcos, que han destruido muchas de
sus iglesias. Allí los católicos son muy pocos, bajo la custodia del
Patriarca Latino de Jerusalén y el pastoreo de los franciscanos de
Tierra Santa.
Además, Benedicto fue el primer Papa en visita oficial al
Reino Unido (al menos, el primero desde el cisma del s.XVI con
Enrique VIII). Es verdad que Juan Pablo II lo había visitado en 1982,
pero se consideró sólo visita pastoral, sólo para católicos, sin otros
actos "oficiales"... aunque visitó 9 ciudades, a la Reina y 6.000
policías lo protegían por ser el año siguiente al de su atentado en
Roma. Pero en el viaje de Benedicto había una invitación oficial
del Primer Ministro y un gran acto público en Birmingham, la
beatificación del cardenal J.H.Newman.

9. No fue el primero en renunciar... pero sí el primer Papa


emérito, y en quedarse como tal en Roma

Benedicto no fue el primer Papa en renunciar a su cargo, pero


tuvo que marcar las líneas de qué significaba eso y cómo debía
vivirlo. Explicó que sería Pontífice o Papa "emérito" (igual que
hay obispos eméritos, es decir, jubilados), estableció que su
sucesor lo elegía el Cónclave de cardenales como de
costumbre y que el sucesor tendría toda la autoridad papal, y
marcó señales como que el Papa emérito sigue vistiendo de blanco,
aunque sin anillo papal.
Pasó unos meses retirado en Castelgandolfo, pero cuando
hubo nuevo Papa, acudió a unas estancias dentro del Vaticano con
sus colaboradores a indicación del nuevo Pontífice. Así, el Papa y
el Papa emérito vivían a unos cientos de metros de distancia y
podían visitarse. Eso fue insólito y novedoso en la historia del
Papado.

[67]
10. ¡Lanzó un decreto contra el blanqueo de dinero en
entidades vaticanas!

Benedicto XVI trató de poner orden en el maremágnum de


entidades vaticanas implicadas en todo tipo de caos
financieros. En 2010, se convirtió en el primer papa que
promulgaba un decreto para luchar contra el blanqueo de
dinero en las instituciones financieras vaticanas. Destituyó al
presidente del Banco del Vaticano, investigado por la Justicia y
empezó a buscar distintas formas de supervisión y de poner las
finanzas vaticanas en orden según los estándares internacionales.

11. El primer papa en automóvil eléctrico

Varias fuentes aseguran que Benedicto XVI fue el primer


pontífice en subirse a un automóvil eléctrico, en concreto a una
furgoneta Kangoo de Renault, con motor eléctrico de litio
capaz de viajar 170 km sin recargar. Lo hizo en septiembre de
2012 (como pasajero, no como conductor). La Renault regaló el
vehículo al Vaticano. El Vaticano anunciaba al año siguiente que
esperaban que el 20% de la electricidad vaticana llegara de fuentes
renovables en 2020. En 2019 el Vaticano anunciaba que toda la
electricidad que importaba venía ya de tales fuentes.

12. El primer Papa en ponerse el tricornio de la Guardia


Civil

El Papa Benedicto se hizo popular por su disposición


a ponerse los distintos sombreros regionales, típicos o
laborales que le ofrecían todo tipo de peregrinos. Juan Pablo II lo
hizo en algunas ocasiones, pero Benedicto lo hizo mucho y siempre
de buen humor. Esto lograba arrancar de él su famosa sonrisa de
niño travieso.
En 2005 se puso el tricornio de la Guardia Civil
española. Y quien se lo dio fue el padre Ignacio María Doñoro de
los Ríos, quien luego impulsaría los hogares Nazaret para niños en
el Amazonas peruano y recibiría el Premio ReL Impulso
Misionero en 2018.
En 2005 Doñoro era capellán de la Academia de Oficiales
de la Guardia Civil de Aranjuez (Madrid). Con dos alumnos de la
academia fue a Roma y le tendió el sombrero al Papa en una
audiencia pública en la Plaza de San Pedro. Pensaban que
simplemente se lo quedaría como tantos otros regalos. Pero el
Papa sonrió y se lo caló varios segundos sobre el solideo
blanco, y además bien puesto, ligeramente bajado, como
[68]
inmortalizaron muchos fotógrafos, incluyendo los alumnos de
Aranjuez.
Poco antes se había colocado otro sombrero: un birrete con
pluma de militares italianos, pero se lo puso al revés, y le indicaron
con risas cómo colocarlo bien. Pero el tricornio de la Guardia Civil lo
encajó a la primera. El Papa guardó luego el tricornio. "Ni
buscándola hubiéramos conseguido una foto como ésa, en la
que la seña de la Guardia Civil da la vuelta al mundo con una
imagen positiva", comentaron fuentes del instituto armado en la
prensa española.

[69]
3. Benedicto XVI, «el primer Papa tuitero»: esta
es la historia de cómo la Santa Sede aceptó la
idea
Sabido es que el fallecido Benedicto XVI fue siempre una
persona muy abierta a dialogar con ideas presumiblemente
enfrentadas, y sabido es, también, que esa apertura le hizo ser
un absoluto pionero en muchas cosas de la Iglesia. (Puedes leer
aquí las 12 facetas donde Benedicto fue el primero de todos). De
una de ellas se cumplieron diez años, precisamente, el pasado 12
de diciembre de 2022: el estreno de la primera red social de un
Papa.
El usuario @Pontifex de Twitter fue un paso muy importante
para seguir cumpliendo con la misión de hacer llegar el mensaje
de Cristo a todos los rincones de la tierra. Con 53 millones de
seguidores actualmente, la cuenta se publica desde 9 perfiles en
diferentes idiomas (incluyendo el latín).

Algo impensable

El asesor y consultor Gustavo Entrala, fundador de la agencia


101, publicó recientemente un artículo en la revista Forbes en el
que relata cómo se gestó la idea del primer Papa tuitero. "Sí, yo
estaba allí con Benedicto XVI cuando le dio al botón tweet por vez
primera", confiesa el experto español.
Puede parecer algo normal, que un Papa publique una
entrada en su red social, pero como confiesa Entrala, hasta 2012,
"el Papa se comunicaba en encíclicas". "No hacía entrevistas,
sólo hablaba brevemente con periodistas en el avión durante sus
viajes. Cuando sucedía alguna catástrofe en el mundo, el
Vaticano enviaba un telegrama de parte del Papa a la autoridad
eclesiástica local", expresa.
Por ello, Entrala y su equipo se encontraron con todo tipo de
trabas. "Se oponían frontalmente algunos cardenales de la Curia,
reticentes a cualquier innovación en las formas; se oponía la
Secretaría de Estado, el brazo diplomático del Vaticano, que
encontraba riesgos geoestratégicos en cada frase que el Pontífice
decía en público", afirma.

[70]
Daba vértigo

El asesor confiesa que para muchos la propuesta "era tan


estúpida que nadie se atrevía a hacerla". "En parte es
comprensible. Que la figura del Papa estuviera expuesta a los
insultos en las respuestas a sus mensajes, o que su imagen de
perfil compartiera espacio con las hermanas Kardashian, eran
anatema en el Vaticano. En un momento en el que las instituciones
empezaban a perder prestigio en el mundo, daba vértigo la
posible banalización de la figura del sucesor de San Pedro, líder
moral de 1.300 millones de católicos", reconoce.
Sin embargo, para alcanzar el sí definitivo del Papa a las
redes sociales tuvieron que darse antes una serie de elementos
muy complejos. Que Gustavo Entrala enumera en una serie de
puntos muy interesantes y que, como ya anuncia, formarán parte de
un libro próximamente.
"La decisión de crear la cuenta @pontifex es el resultado de
una relación de consultoría con el Vaticano que comienza en 2010
y se prolongó hasta 2016", comenta. La primera tarea para su
equipo fue: "Identificar a quienes tienen el poder de decisión, y
ganarse su confianza. La decisión de abrir la cuenta papal en
Twitter se tomó al final de un almuerzo en una taberna junto a la
Plaza de San Pedro. Yo llevaba un Powerpoint impreso con los pros
y los contras de la idea. Y les convencí", reconoce.

Benedicto XVI utilizando sus redes sociales

La clave que le hizo despertar esa idea a Entrala fue algo que
dijo el fallecido Papa. "Cuando hay problemas, los grandes
cambios urgen. La oportunidad que vi para para llamar a la puerta
del Vaticano ofreciendo mi ayuda fue un mensaje del
Papa Benedicto XVI en el que decía que parte de la crisis de
imagen que sufría entonces la Iglesia se debía a
[71]
su desconocimiento del uso de las redes en la comunicación del
Vaticano", expresa.
El problema era que el experto no conocía a nadie en el
Vaticano. "Cuando escribí al Vaticano, no tenía ningún contacto
previo, no conocía a nadie en la Curia. Las posibilidades de que
esa oportunidad de negocio para mi agencia tuviera éxito eran
ínfimas. Pero estaba tan convencido de que podíamos ayudarles,
que escribí una carta y la envié por correo. Así comenzó todo. Y la
carta llegó. Y me llamó por teléfono un alto responsable del
Vaticano", relata.
Una vez sentados en la misma mesa, Entrala expuso a los
representantes de la Santa Sede lo que tenía pensado hacer. "La
relación con el Vaticano comienza con un taller de formación en
Roma para sus cuadros directivos sobre la influencia en Internet.
Ese workshop abrió mentes y facilitó la creación de una red de
aliados de la innovación digital en la Santa Sede", afirma.

Por la gente joven

Para el experto, fue clave la confianza. "En el Vaticano, como


en cualquier lugar, las ideas progresan a través de relaciones de
confianza. Ganarse la confianza de la Curia requirió tiempo y
muchas horas de conversación. Se sintieron comprendidos, y paso
a paso, logramos desactivar sus resistencias", comenta.
Por último, Entrala revela cuál fue el motivo definitivo por el
que Benedicto XVI aceptó. "El sí a las redes sociales en una
institución con más de 2.000 años de historia no es fácil de
conseguir. Porque una vez que la Iglesia se compromete a algo, lo
hará de forma indefinida (en este caso, hasta que Twitter deje de
existir, como me dijo un día un asesor del Papa). El argumento
definitivo que convenció a Benedicto XVI fue el futuro de la
Iglesia, la gente joven. Para formularlo, había que conocer bien los
grandes desafíos de la institución", asegura.
Gustavo Entrala termina recordando la enorme figura de un
Papa al que ayudó personalmente a ser escuchado en ambientes
inéditos de la sociedad. "Se recordará a Benedicto XVI como un
gran teólogo, o como un profundo intelectual que sostenía que la
ciencia y la fe son compatibles. Se le recordará por su gesto de
honradez de dejar el papado al verse humanamente incapaz de
continuar. Para mí, siempre será el primer papa tuitero. Y fue un
gran honor haber contribuido a que eso sucediera", concluye.

[72]
4. La valentía de Benedicto XVI contra abusos
sexuales: tomó las riendas por la inacción de
los obispos
P.J. Ginés

¿Qué aportó Joseph Ratzinger, primero desde Doctrina de la


Fe, después desde el trono de San Pedro, a la lucha contra los
abusos sexuales?
Aportó mucho más que cualquier otro papa antes y mucho
más que casi cualquier obispo, pero el reto era colosal, por no
decir inabarcable. Al menos, en sus 8 años de pontificado. Pero él
empezó a trabajarlo antes.

Antes de Ratzinger: cada obispo por su cuenta

Antes de 2001, la lucha contra los abusos sexuales en


entornos eclesiales carecía de consistencia.
Por supuesto, los abusos contra menores de edad, o la
seducción sexual de adultos (penitentes, feligreses,
subordinados) siempre fueron pecados graves y siempre fueron
condenados por la Iglesia.
Pero los castigos e investigaciones dependían
exclusivamente de cada obispo o cada superior de congregación,
y nadie les supervisaba a ellos. ¡A veces ellos eran los
abusadores! Otras veces, no querían complicarse la vida, o
simplemente no creían las acusaciones. A menudo, sólo buscaban
esconder los casos para mantener su buen nombre, el de su
diócesis o el de la Iglesia. Otras veces eran las familias de víctimas
las que no querían que se difundiera. En distintos países, y
distintas diócesis, había distintas respuestas.
En los años 70, 80 y 90, en EEUU, era muy común enviar a
los clérigos abusadores a terapias psicológicas, y los terapeutas
decían que tal o cual clérigo había mejorado y no reincidiría...
cuando la realidad es que poco tiempo después volvía a
abusar, multiplicando las víctimas. Los obispos de EEUU tardaron
décadas es aceptar (hacia el año 2000) que las terapias no
funcionaban con abusadores.
Además, en EEUU hay mucha tradición de evitar llegar a
una sentencia civil a cambio de una compensación de
daños (no solo en abusos sexuales, sino en todo tipo de litigios:
seguros, medicamentos dañinos, accidentes...). A menudo, obispos
y congregaciones convencían a víctimas y familias para aceptar una
[73]
compensación sin llegar a tribunales. Es parte de la cultura del país,
pero impedía que los nombres de abusadores salieran a la luz...
y luego los abusadores se recolocaban en otro lugar y reincidían.
Hacia el año 2000, los casos revelados se acumulaban en
Estados Unidos e iban dándose a conocer. Había compensaciones
millonarias por ellos. Además, en 1999 el Gobierno irlandés
empezó una investigación sobre abusos (no solo sexuales, la
mayoría eran palizas y maltratos) en correccionales y escuelas-
internados en Irlanda de los años 30 a los 70.
Eran instituciones del Gobierno, pero llevadas en el día a día
por religiosos, casi sin supervisión. Ambos temas de
retroalimentaban en la prensa en inglés. Y en 2002 el
periódico Boston Globe lanzó su gran investigación detallada
sobre abusos impunes en su diócesis en EEUU.

Cuando Ratzinger tomó las riendas: 2001

En 2001, el cardenal Ratzinger, Prefecto de Doctrina de la Fe,


constatando la ineficacia o inacción de los obispos locales, empezó
a tomar medidas que Juan Pablo II fue aprobando.
Ratzinger preparó el borrador de "Sacramentorum
Sanctitatis Tutela", el motu proprio del Papa en 2001 que exigía a
los obispos enviar los datos de "denuncias creíbles" a Doctrina de la
Fe: por fin Roma pasaba a supervisar lo que sucedía en todo el
mundo.
En noviembre de 2001, Ratzinger convenció a Juan Pablo II
para quitar las limitaciones de tiempo y de castigos a abusadores
en el Código Canónico: se podría expulsar del sacerdocio
a abusadores con crímenes de décadas atrás.

El hombre que lo vio de cerca: Scicluna

El hoy arzobispo de Malta, Charles Scicluna, vio la reforma


de cerca (e infinidad de casos sucios y lamentables llegando a su
mesa). Scicluna fue Promotor de Justicia en Doctrina de la Fe -algo
así como fiscal general, junto a Ratzinger- desde 2002 a
2012, en los últimos años de Juan Pablo II y todo el pontificado de
Benedicto XVI, y luego asesor sobre el tema de Francisco,
especialmente en el caso de los abusos en Chile.
Scicluna estuvo allí, siguió el proceso y explica a Crux que
el principal mérito y el esfuerzo por cambiar las cosas partieron
siempre de Ratzinger.
Es verdad que los obispos de EEUU en parte marcaron el
camino, cuando en 2002 establecieron nuevas normas de
"tolerancia cero" y "un abuso y fuera", expulsando del sacerdocio a
[74]
quien se comprobara un caso. Pero en Europa y otros lugares se
consideraba eso una exageración "de norteamericanos".
Ratzinger apoyó las medidas de los obispos de EEUU y muchos
eclesiásticos le criticaron por ello y le acusaron de doblegarse ante
la prensa anticlerical.
Scicluna detalla en Crux más medidas que Ratzinger tomó:
- en 2002 logró que Juan Pablo II aprobara un método para
expulsar rápidamente del sacerdocio a clérigos abusadores, sin
largos mecanismos de apelación...
- a finales de 2004, poco antes de ser elegido Pontífice,
ordenó revisar todos los casos aún pendientes, incluyendo
clérigos importantes como Gino Burresi o Marcial
Maciel. Ambos serían declarados culpables y separados del
ministerio público en los primeros meses de su pontificado.
En Doctrina de la Fe, dedicaba un día cada semana a
repasar denuncias de abusos, detalla Scicluna, que estaba con él.
Benedicto XVI también quiso llevar los abusos al ojo
público, al recibir a víctimas en el Vaticano y también en los
países que visitaba. Los encuentros se hacían sin fotógrafos, pero
las víctimas podían luego hablar ante la prensa, y muchas lo
hacían. Fue el primero en tomar esa decisión, y repetirla.
En 2009, dedicó todo un documento al tema a raíz de los
casos irlandeses, la Carta a los católicos de Irlanda, que Scicluna
considera que se ha convertido en un texto de referencia sobre el
tema.
Y en 2010 amplió y fortaleció aún más las medidas rápidas
de Sacramentorum Sanctitatis Tutela.
Un cálculo en The Pillar habla de 848 sacerdotes reducidos
al estado laical y 2.572 a los que se les dictaminó otras
penas, en el periodo de 2004 a 2014. Todos son casos que
pasaron por Roma.
Muchos señalan que quedan cosas por hacer: las normas
eclesiales hoy son muy duras -y no muy garantistas- con los
sacerdotes sospechosos, pero no tanto con los obispos y
superiores religiosos, a los que es más difícil denunciar, investigar
y encausar por vía canónica.
Pero no hay duda de que en el proceso para lograr una iglesia
más segura contra los abusos sexuales, Benedicto XVI fue la gran
figura que puso en marcha medidas eficaces y toma de conciencia.
En 2019 lo ligó con la Revolución Sexual de los años 60

En abril de 2019, siendo ya Papa emérito, Benedicto XVI aún


quiso seguir trabajando el tema de los abusos publicando un
texto -con permiso del Papa Francisco, detalló- en una publicación
católica alemana, Klerusblatt, que antes se filtró por doquier. Allí
[75]
relaciona la crisis de la pederastia -no solo en la Iglesia, sino en la
sociedad en general- con la Revolución Sexual que empezó en los
años 60.
“Intento mostrar que en la década de 1960 ocurrió un gran
evento, en una escala sin precedentes en la historia. Se puede
decir que en los 20 años entre 1960 y 1980, los estándares
vinculantes hasta entonces respecto a la sexualidad
colapsaron completamente", escribió.
“Entre las libertades por las que la Revolución de 1968 peleó
estaba la libertad sexual total, una que ya no tuviera normas”
añadiendo que “parte de la fisionomía de la Revolución del 68 fue
que la pedofilia también se diagnosticó como permitida y
apropiada”.
Jennifer Roback Morse, presidenta del Ruth Institute, que
analiza los efectos dañinos de la Revolución sexual, recuerda esta
denuncia que hizo Benedicto XVI y que, señala, coincide con los
datos del sociólogo (y sacerdote católico y converso) Paul Sullins
(ver aquí su estudio en PDF en inglés). Los clérigos formados en
esos años 60 cometieron muchos más abusos, sobre todo contra
muchachos.

Lo que cambió en EEUU: muchas menos víctimas


masculinas

Sullins, en su estudio sobre abusos clericales en Estados


Unidos, constata que la mayoría absoluta de abusos se dio entre
los años 70 y 90, a manos de sacerdotes ordenados o formados en
los años 60, y casi siempre contra víctimas masculinas: son
casos de clérigos homosexuales buscando víctimas varones
manejables.
Tras las medidas estrictas de 2002, tanto de los obispos de
EEUU como las llegadas desde el Vaticano, se reducen los abusos,
hasta el punto de que hacia 2017 pasan a ser más las víctimas
femeninas que las masculinas.
Sullins cree que también fue de ayuda la insistencia de
Benedicto XVI en reservar el sacerdocio a hombres heterosexuales.
En 2005 Benedicto XVI hizo publicar por la Congregación para la
Educación Católica, encargada de los seminarios, la instrucción
papal sobre "el discernimiento de las vocaciones respecto a
personas con tendencias homosexuales". El texto dice que la Iglesia
"no puede admitir al seminario o al orden sagrado a aquellos que
practican la homosexualidad, presentan tendencias
homosexuales fuertemente arraigadas o apoyan la llamada
'cultura gay'".

[76]
Y en la entrevista de 2010 con Peter Seewald publicada
en "La luz del mundo", Benedicto comentó: "La homosexualidad
es incompatible con la vocación sacerdotal. De otra manera, el
celibato mismo perdería su significado de renuncia".
Sullins asegura que, junto con otras medidas, los controles
más estrictos en los seminarios de EEUU lograron mejoras: hay
muchísimos menos abusos contra niños y adolescentes varones,
que además cometen sacerdotes ordenados entre los 60 y los 80.
Los 20 clérigos abusadores sexuales condenados que fueron
ordenados después de 2006 abusaron todos de muchachas o de
mujeres, no de varones. Hoy se puede constatar que con Benedicto
cambiaron las cosas y empezó la mejoría.

[77]
5. Los ordinariatos anglocatólicos: la atrevida
«revolución» ecuménica de Benedicto XVI que
cuajó bien
Pablo J. Ginés

"El Papa Benedicto es un revolucionario y lo que está


haciendo es revolucionario. Esto es la conclusión lógica del
Movimiento de Oxford del siglo XIX", afirmaba en 2011 el ex-obispo
anglicano Robert Mercer, unos meses antes de hacerse católico.
"Lo que estaba haciendo" Benedicto XVI era lanzar una vía de
acogida para anglicanos que querían hacerse católicos en grupo,
manteniendo elementos de su liturgia y tradición: los ordinariatos
anglocatólicos.
Con los años se han consolidado en Inglaterra, EEUU y
Australia, y a ellos se fueron acogiendo una docena de
antiguos obispos anglicanos, más de 200 clérigos y unos 10.000
fieles, casi todos antiguos anglicanos.
Muchos de ellos rezan hoy una novena especial por el
pontífice difunto. En el de Estados Unidos han celebrado ya su misa
de requien solemne por Benedicto, según el uso anglicano del rito
latino.

Ordinariatos: unidad de los cristianos, ortodoxia en


doctrina

Mercer había sido obispo anglicano de Matabeleland,


Zimbabue, entre 1977 y 1987. Se fue del cargo sintiéndose más y
más disgustado con el anglicanismo liberal y su falta de autoridad
doctrinal. En 1988 pasó a un grupo de anglicanos conservadores en
Canadá, la Traditional Anglican Church. En 2012, ya con 77 años,
se hizo católico y entró en el ordinariato anglocatólico de Nuestra
Señora de Walsingham. "Durante 400 años las Iglesias católica y
anglicana han hablado de forma bastante estéril de reconciliarse.
Ahora está sucediendo", declaró.
No es extraño que mencionara al "Movimiento de Oxford",
que impulsó en el siglo XIX John Henry Newman, clérigo
anglicano que se hizo católico y llegó a ser cardenal poco antes de
su muerte. En 2010, en Birmingham, Benedicto XVI beatificó a
Newman y alabó a los santos de Inglaterra. Un año después,
creaba los ordinariatos.

[78]
Una carretera para recibir anglicanos al catolicismo

La constitución Anglicanorum Coetibus en 2009 y la creación


de los ordinariatos anglocatólicos desde 2011 fue la más
influyente aportación de Benedicto XVI a la causa de la unidad
de los cristianos. Ofrecía una forma de recibir comunidades
enteras de anglicanos que se hicieran católicos manteniendo su
patrimonio cultural, aspectos litúrgicos propios y algunas
peculiaridades.
Los clérigos anglicanos casados que se hicieran católicos
serían examinados caso a caso y recibirían dispensas especiales
para ingresar en estos ordinariatos y ser ordenados al
sacerdocio católico.
En el texto de Anglicanorum Coetibus Benedicto XVI
explicaba su motivación: "En estos últimos tiempos el Espíritu
Santo ha impulsado a grupos de anglicanos a pedir en varias
ocasiones e insistentemente ser recibidos, también
corporativamente, en la plena comunión católica y esta Sede
apostólica ha acogido benévolamente su solicitud. El Sucesor de
Pedro, que tiene el mandato del Señor Jesús de garantizar la
unidad del episcopado y de presidir y tutelar la comunión universal
de todas las Iglesias, no puede dejar de predisponer los medios
para que este santo deseo pueda realizarse". Y añadía: "Toda
división entre los bautizados en Jesucristo es una herida a lo
que la Iglesia es y a aquello para lo que la Iglesia existe".
Este deseo de facilitar la unidad llevó al Papa Benedicto a la
creación de algo insólito y novedoso: los ordinariatos
anglocatólicos.

Primero 3 obispos, luego otros tres... y un goteo posterior

El 15 de enero de 2011, Benedicto XVI erigía el Ordinariato


Personal de Nuestra Señora de Walsingham para recibir en la
Iglesia a los anglicanos del territorio de Inglaterra y Gales, y también
de Escocia. En una serie de ceremonias llena de simbolismo, tres
antiguos obispos anglicanos se hicieron católicos, luego
fueron ordenados diáconos y luego sacerdotes.
Keith Newton, que unos meses antes era obispo
anglicano de Richborough, pasó a ser el ordinario de los
nuevos católicos de Nª Sª de Walsingham, con mitra, pectoral y
anillo, pero al ser un hombre casado no fue ordenado obispo. Le
acompañaron esos días al catolicismo los que habían sido obispos
Burnham, de Ebbsfleet, y Broadhurst, de Fulham. Unos meses
después, se les sumaban dos obispos anglicanos jubilados, Edwin

[79]
Barnes y David Silk, antiguo obispo de Mallarat, en Australia. Y un
poco después, Mercer.
Se fueron consolidando 3 ordinariatos creados por
Benedicto XVI: en Gran Bretaña, en Norteamérica y en
Australia, salpicando luego con grupos en Japón, Papúa y las
Marianas.
Los primeros años fueron complicados, sobre todo
económicamente. Patronos que habían prometido dinero y apoyo
no cumplieron. Benedicto XVI ordenó entonces apoyar al
ordinariato inglés con dinero vaticano en sus primeros inicios.
Al pasar los años, la apuesta de Benedicto XVI por los
ordinariatos parece más capaz de ofrecer frutos selectos que de
mover masas, pero no hay duda de que se ha consolidado. Hay
entre los tres ordinariatos unos 200 clérigos que antes eran
anglicanos, al menos 13 antiguos obispos anglicanos y casi
10.000 fieles que también lo eran.

Obispos y personalidades anglicanas hacia la unidad

Los ordinariatos -en un contexto de caos doctrinal en el


mundo anglicano y protestante liberal- no han dejado de atraer a
figuras inquietas del anglicanismo.
En mayo de 2021 fue recibido como católico en la catedral de
Liverpool, John Goddard, de 73 años, casado, con dos hijos,
que había sido obispo "volador" de Burnley del 2000 a 2014. Y
en septiembre de ese año dimitía tras 8 años como "obispo
volador" de Ebbsfleet, Jonathan Goodall, de 60 años, casado
con 2 hijos, también anunciando su voluntad de hacerse católico.
(Los obispos "voladores" anglicanos son los que no cubren un
territorio, sino una serie de parroquias anglicanas dispersas, más
conservadoras, que piden una atención especial -por ejemplo, no
quieren ser regidas por obispesas o sacerdotisas).
Raphael Kajiwara, que había sido obispo anglicano en
Yokohama, Japón, durante 17 años, se hizo católico y sacerdote
del ordinariato con sede en Australia en 2015. Él y otro sacerdote
ex-anglicano impulsan las dos comunidades japonesas del
ordinariato.
En Navidad de 2019 se hizo católico Gavin Ashenden,
antiguo capellán de la Reina de Inglaterra y predicador
bastante mediático, después de pasar unos años como obispo de
una pequeña comunidad de anglicanos tradicionalistas. "Como unas
cuantas personas bajo el ojo público nos movemos, empezamos a
dar un signo cultural que muestra que puedes ser un católico
inglés sin ser irlandés o italiano", dijo Ashenden, resumiendo
algo que hacía pensar a algunos ingleses.
[80]
Y fue grande la sorpresa cuando anunció en octubre de 2021
que se hacía católico en el ordinariato Michael Nazir-Ali, de 72
años, quien había sido obispo anglicano en Raiwind, Pakistán, y
luego obispo anglicano de Rochester durante 15 años, hasta 2009.
Firme portavoz de los valores provida y profamilia en entornos
anglicanos, defensor de los cristianos perseguidos, impulsor del
clero en zonas de persecución y de misión, fue una aportación
valiosa a los ordinariatos.
Han pasado años, el anglicanismo se ha ido desdibujando
cada vez más y los ordinariatos se han estabilizado, atrayendo
un goteo de personas espiritualmente exigentes. Una nueva
normativa desde 2019 facilita que se incorporen a ellos conversos
de otros orígenes, católicos que no se hayan confirmado aún,
familiares de anglicanos, sacerdotes de origen anglicano pero que
se incorporaron al catolicismo en décadas anteriores, etc... Así, el
Papa Francisco ha ampliado el radio de acción de los
ordinariatos.
Sin embargo, la Iglesia no ha hecho ningún esfuerzo por
implantar los ordinariatos en África (donde viven la mayor parte
de los anglicanos del mundo) ni adaptar el modelo a entornos
luteranos europeos. Pero esto es aún algo que podría suceder en
décadas futuras. La pelota que Benedicto XVI puso a rodar,
puede dar muchas vueltas antes de marcar goles inesperados.

Los 3 ordinariatos anglocatólicos

Hacia 2020, el Ordinariato australiano de Nª Sª de la Cruz


del Sur era el más pequeño y también el más internacional, con 18
comunidades: dos en Japón (Tokio e Hiroshima), una en la isla
Dauan (en Papúa Nueva Guinea), una en la isla de Guam (territorio
de EEUU), otra en Cubao (Manila, Filipinas) y el resto dispersas por
la enorme Australia. Su primer ordinario hasta 2019 fue el
inglés Harry Entwistle, que antes había sido obispo en la
Traditional Anglican Communion (y un veterano capellán de
prisiones). Desde 2019 el ordinario fue el canadiense Carl Reid,
quien también había sido obispo de la Traditional Anglican
Communion. Este ordinariato cuenta con unos 1.200 fieles y una
veintena de sacerdotes.
En Norteamérica, el ordinariato de la Cátedra de San
Pedro cubría en 2020 unas 40 comunidades separadas por
amplias distancias en EEUU y Canadá, con unos 6.000 fieles y
más de 70 sacerdotes. Está especialmente implantado en Texas,
donde cuenta con un colegio, su sede y varias comunidades.
Su primer ordinario fue Jeffrey N. Steenson, que había sido
obispo episcopaliano de Río Grande (todo Nuevo México y buena
[81]
parte de Texas). El ordinario actual desde 2015 es Steven Joseph
Lopes, norteamericano de padre portugués y madre polaca, que
es único entre los ordinarios anglocatólico por no venir de
origen anglicano, no estar casado y, de hecho, ser obispo, lo
que le permite ordenar sacerdotes sin recurrir a prelados locales.
Como experto liturgista, trabajó en Roma para preparar el misal
especial de los ordinariatos anglocatólicos (Divine Worship:
the Missal) y en 2021 los obispos de EEUU le eligieron para
presidir el comité de obispos dedicado al Culto Divino.
El ordinariato de Nª Sª de Walsingham, que cubre Inglaterra,
Gales y Escocia, fue el primero y el que tiene más
sacerdotes. Cuenta con unos 1.800 fieles organizados en unas
60 comunidades, de las que 25 son parroquias completas.
Pertenecen a él unos 100 sacerdotes, si bien un tercio tiene más
de 75 años. Muchos son hombres casados que tienen algunos
trabajos civiles. Son unos 30 los que sirven al Ordinariato a tiempo
completo.
Inglaterra también cuenta con la primera comunidad de
religiosas ex-anglicanas: las Hermanas de la bendita Virgen María
(Sisters of the Blessed Virgin Mary, SBVM), de regla y espiritualidad
benedictina, 11 religiosas llegadas de dos comunidades religiosas
anglicanas previas. Son las pioneras en una nueva realidad
ecuménica.
Todas estas realidades miran con agradecimiento a Benedicto
XVI, el Papa que les abrió las puertas y puso en marcha una nueva
experiencia de unidad desde la diversidad de tradiciones y
herencia litúrgica.

[82]
6. El discurso de Ratisbona: cuando Al-Qaeda
amenazó de muerte a Benedicto XVI, «el
devoto de la cruz»
J.M. Carrera

Unos lo consideraron “el discurso del siglo”. Para otros fue el


pretexto para anunciar “la caída de Occidente” y la causa que
justificó una oleada de ataques contra la Iglesia católica. Sin
embargo, una crisis diplomática, el asesinato de una monja en
Somalia y decenas de iglesias asaltadas fueron la constatación
del discurso que Benedicto XVI emitió en Ratisbona: “La difusión
de la fe mediante la violencia es algo insensato”.
El 12 de septiembre de 2006, Benedicto XVI pronunció un
discurso ante 1500 académicos y científicos de la Universidad
de Ratisbona, donde ejerció anteriormente como profesor de
teología.
Bajo el título de Fe, razón y universidad. Recuerdos y
reflexiones, las palabras de Ratzinger pretendían ofrecer algunas
consideraciones sobre la necesidad de que tanto desde la Iglesia
como desde la Universidad continuase el debate de Dios a
través de la razón.

El origen de la polémica, 600 años atrás

Uno de los documentos a los que se refirió el Papa alemán en


su discurso fue Diálogo con un musulmán, escrito por uno de los
últimos emperadores de Bizancio, Manuel II (1350-1425).
El emperador, que gobernó entre 1391 y 1425, era conocido
por su interés por la religión, sus profundos conocimientos y
su afición a la lectura y escritura. Durante su regencia, Manuel II
tuvo que hacer frente a no pocos asedios contra sus territorios,
destacando el del sultán del imperio otomano, Bayaceto I.
Poco antes de ser coronado, el futuro emperador se
encontraba como rehén en las tierras del imperio
enemigo cuando participó en un diálogo con un cadí (en los
países musulmanes, juez especialista en derecho musulmán) de
Bayaceto sobre el cristianismo y el islam, valiéndose de un miembro
de la corte hijo de padres cristianos como intérprete.

[83]
La difusión violenta de la fe, "algo insensato"

La polémica se produjo a raíz del texto citado por


Benedicto en su discurso, el séptimo de los diálogos mantenidos
entre el emperador y el cadí.
En ese fragmento, el mismo Papa observó como Manuel II se
dirigió a su interlocutor “con una brusquedad que nos resultaría
inaceptable” para preguntarle por la relación entre la
transmisión violenta de la religión y el islam.
“Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y
encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su
disposición de difundir por medio de la espada la fe que predicaba”,
inquirió el emperador al cadí otomano.
“El emperador”, continúa Ratzinger de inmediato, “después de
pronunciarse de un modo tan duro, explica luego minuciosamente
las razones por las cuales la difusión de la fe mediante la
violencia es algo insensato. La violencia está en contraste con la
naturaleza de Dios y la naturaleza del alma”.

En su discurso para transmitir la fe

Crisis diplomática, asesinatos y persecución

El discurso de Ratisbona fue víctima de una campaña de


acoso y desprestigio internacional contra la figura del
Papa desde el mundo islámico, que osciló desde respuestas
diplomáticas hasta otras marcadas por la crueldad y la violencia.
Desde el gobierno iraní, su portavoz Gholamhossein Elham
advirtió de que “el Papa hizo bien al dar explicaciones”, que
consideró “necesarias pero no suficientes”. Más adversa fue la
reacción de los gobiernos de Sudán y Marruecos, que llamaron al

[84]
embajador del Vaticano para pedir explicaciones. Semejantes
pronunciamientos tuvieron lugar en Kuwait y Arabia Saudí.
La respuesta diplomática no fue la única. 10 años
después, sor Leonella Sgorbati, religiosa de 65 años que
trabajaba en un hospital infantil de Mogadiscio (Somalia)
fue asesinada en respuesta al discurso de Ratisbona. También
falleció su guardaespaldas, conductor y padre de cuatro hijos,
Mohamed Osman Mahamud. La religiosa llevaba cerca de treinta
años trabajando en África, y ya ha sido declarada beata y mártir.
En Nablus (Cisjordania), un grupo de hombres
armados incendiaron la puerta de una iglesia católica antes de
abrir fuego contra el edificio y darse a la fuga. Fue una de las
decenas de iglesias que fueron atacadas e incendiadas tras la
polémica, destacando estas cinco de Palestina.
No fueron pocas las amenazas proferidas contra el Papa
por grupos yihadistas. En Basora (Irak), la quema de la efigie del
Pontífice por 500 manifestantes se unió a las amenazas proferidas
por Al Qaeda, que “continuará la yihad hasta la caída de
Occidente”.
También el grupo Ansar al-Suna dedicó esta amenaza a
Italia: “Para ustedes tenemos la espada, en respuesta a su
arrogancia”. Semejantes consignas se trasladaron a otros países y
grupos, como este del consejo de los Muyahidin: “Al devoto de la
cruz le decimos que él y Occidente serán derrotados como en
Iraq, en Afganistán y en Chechenia”.
No todas las repercusiones fueron negativas. De hecho, hubo
instituciones que felicitaron al Papa por sus palabras dedicadas al
encuentro entre la fe y la razón. Así lo hizo la Universidad de
Tubinga, al conceder el premio “Discurso del Año” al
pronunciado por Benedicto en 2006.

Así finalizó "la peor crisis diplomática" vaticana

Al emplear este texto, y como el mismo Benedicto afirmaría


más tarde, nunca pretendió ofender a los seguidores del islam.
De hecho, realizó varias intervenciones expresando unas
disculpas que no siempre fueron aceptadas.
Su primera aparición pública tras la polémica fue en su
residencia de Castelgandolfo: “Estoy profundamente apenado por
las reacciones provocadas por un breve pasaje de mi discurso en la
Universidad de Ratisbona, considerado ofensivo para la sensibilidad
de los creyentes musulmanes, aunque se trataba de una cita de un
texto medieval, que no expresa de ningún modo mi
pensamiento personal”, lamentó.

[85]
De hecho, Benedicto llegó a emitir dos rectificaciones
solemnes, hasta cuatro gestos de distensión diplomática y
modificó su propio discurso, añadiendo hasta 13 notas
aclaratorias de lo expresado, que se pueden consultar en
el documento oficial.
En la tercera nota, referida al párrafo que suscitó la
polémica, lamentó definitivamente que la cita se considerase
como su propia opinión personal.
“Espero que el lector pueda captar que esta frase no expresa
mi valoración personal frente al Corán”, escribió. “Citando el
texto del Emperador Manuel II intentaba únicamente evidenciar la
relación esencial entre Fe y Razón. En este punto estoy de
acuerdo con Manuel II, sin hacer mía sin embargo, su polémica”,
añadió Benedicto.
La que llegó a ser definida como la peor crisis política y
diplomática de la historia reciente del Vaticano llegó a su fin el
25 de septiembre del mismo 2006.
Aquel día tuvo lugar el cuarto gesto de disculpa por parte
de Benedicto al recibir a 22 diplomáticos de países musulmanes
y una veintena de líderes islámicos italianos en Castelgandolfo,
destacando la presencia de representantes de Irán, Irak,
Pakistán, Turquía y Siria.
Sin embargo, la consigna transmitida por la cadena árabe que
emitió el discurso del Papa Al Yazira no fue esperanzadora respecto
al cierre definitivo del conflicto: “El Papa sigue sin disculparse”.

[86]
7. El gran discurso de Benedicto XVI sobre la
fe y la cultura
Antonio R. Rubio Plo

El Papa sabio, un Padre de la Iglesia, uno de los grandes


teólogos de la historia… Todos estos calificativos se han aplicado
a Benedicto XVI al tiempo que se resaltaban sus libros, sus
discursos o sus homilías. Algunos de estos textos son una brújula
indispensable para la comprensión de la historia, así como de la
cultura de la modernidad y la posmodernidad.
Eligió con acierto el nombre de Benedicto, pues son evidentes
sus afinidades con Benito de Nursia, el santo que podría ser
calificado de último romano y primer europeo. Las referencias
medievales siempre fueron vistas con desdén por la Ilustración del
siglo XVIII y sus continuadores, pero Benedicto XVI supo siempre
mostrar la verdadera esencia de una edad histórica y una cultura
que algunos quisieron reducir al tópico de una “edad oscura”. De
ahí mi recomendación de la lectura del discurso pronunciado por el
pontífice en el Colegio de los Bernardinos de París el 12 de
septiembre de 2008.
En un lugar habitado por monjes cistercienses durante la edad
media y convertido en un espacio religioso-cultural por el recordado
cardenal Jean Marie Lustiger, el papa Ratzinger reflexionó
sobre el origen de la teología occidental y las raíces de la
cultura europea. Por lo demás, no lejos del colegio de los
Bernardinos se alza Notre Dame de París, evocada en una
difundida novela de Víctor Hugo. Uno de sus protagonistas, el
clérigo Claudio Frollo, que no parece vivir de acuerdo con su fe,
asegura que la imprenta, inventada en el siglo en que transcurre su
existencia, terminará matando a la catedral. Hugo parece apuntar al
triunfo de la razón sobre el poder de la Iglesia y, en definitiva, sobre
la religión cristiana, que no dejaría de ser una antigualla arrumbada
por la marcha inexorable del progreso técnico.
Entre el auditorio que escuchaba a Benedicto XVI había
destacados representantes de la Quinta República, incluyendo ex
presidentes como Giscard y Chirac, y en general representantes
de una cultura profundamente enraizada en la Ilustración. No
parecía tener mucho sentido hablarles de la edad media y de los
monjes de aquella época. Con todo, el Papa recordó a sus oyentes
la gran fractura cultural que supuso la caída del Imperio romano de
Occidente, las migraciones ligadas a las invasiones y la formación
de nuevos estados. En esos momentos críticos los monasterios
fueron los lugares en que sobrevivió la vieja cultura y se fue

[87]
gestando una nueva, aunque en la intención de los monjes no
había expresamente ningún propósito cultural. El propósito de
aquellos religiosos era Quarere Deum [Buscar a Dios]. Sin
embargo, no se trataba de una finalidad genérica o abstracta.
Benedicto XVI subrayó que el camino de la búsqueda era a través
de la Palabra de Dios, de los libros de las Sagradas Escrituras.
El benedictino Jean Leclerc, citado por el Papa en el
discurso, supo expresarlo en esta brillante síntesis: “Amor por las
letras y deseo de Dios”. Cuando leí este pasaje, tuve muy claro
que Claudio Frollo, es decir, Víctor Hugo, se había equivocado en
su pronóstico: la imprenta, y menos aún los manuscritos
medievales, no mató a la catedral, ni amenazó la existencia del
cristianismo. La edad media cristiana no separó drásticamente
la razón de la fe, tal y como hizo la modernidad.
Como bien recordaba el Papa, “el deseo de Dios, el amor a
Dios incluye el amor a las letras, el amor por la palabra”. El
auténtico cristianismo no separa las ciencias profanas de las
religiosas. Las ciencias profanas, en opinión del pontífice, resultan
importantes precisamente por esa búsqueda de Dios emprendida
por el hombre. Muchos cristianos no pueden admitir esta drástica
separación, que nos ha acompañado en los últimos siglos y que no
solo ha perjudicado a la fe sino también a la razón.
Me viene el recuerdo de una escritora francesa del siglo
XX, Marie Noel, autora de inspirados poemas, y que en una carta a
su director espiritual expresaba que no quería elegir entre
Montmartre y Montparnasse. El primero, el monte de los mártires,
simboliza la fe cristiana, mientras que el segundo es el parnaso
o monte de los poetas. La escritora quería estar presente en los
dos a la vez, en la basílica parisina del Sacré Coeur y en los
círculos intelectuales del barrio de Montparnasse de las primeras
décadas del siglo XX.
Volviendo al discurso del Colegio de los Bernardinos, cabe
añadir que Benedicto XVI habla de la importancia de
la biblioteca en el monasterio, pues “indica el camino hacia la
palabra”. Por tanto, la formación y la erudición del hombre son
importantes porque son instrumentos con los que puede servir
mejor al Dios que está buscando. Y toda esa gran aportación
cultural empieza en aquellos monasterios medievales en los que se
lee e interpreta la Escritura y se desarrolla una comunidad en la que
se vive la Palabra, ajena a toda interpretación fundamentalista. Por
lo demás, en los monasterios se asiste a la complementariedad
del ora et labora, que permite apreciar las raíces cristianas del
trabajo, ausentes en el mundo grecolatino donde el trabajo era
considerado una actividad servil.

[88]
Benedicto XVI apunta también en su discurso a las
consecuencias de la ruptura entre fe y razón. Quienes fomentaron
esa separación en nombre de la libertad no se dieron cuenta de lo
que traería consigo. El Papa tiene al respecto palabras muy
certeras: “Sería fatal si la cultura europea de hoy llegase a entender
la libertad como falta total de vínculos y con esto favoreciese
inevitablemente el fanatismo y la arbitrariedad. La falta de vínculos
y la arbitrariedad no son la libertad, sino su destrucción”.
En efecto, los tiempos que estamos viviendo son los del
triunfo de un emotivismo moral, arbitrario, caprichoso y de débiles
fundamentos. Ese emotivismo cuestiona ciertamente la fe,
aunque acaso es mucho más preocupante que prescinda de la
razón. Cabría añadir que son tiempos de irracionalidad, tiempos
de ídolos que se hacen a sí mismos, tiempos de ídolos sin
perspectiva que solo aspiran a vivir el presente.
En este discurso de París, Benedicto XVI llega a la conclusión
de que el fundamento de toda verdadera cultura es la búsqueda
de Dios y la disponibilidad para escucharle. El amor a las letras
va de la mano de la búsqueda de Dios. Una fe encerrada en sí
misma, una fe ajena a la cultura será incapaz de encontrar a Dios.
El gran legado del Papa Ratzinger es la insistencia en no
desvincular la fe y la razón, la necesidad de la alianza entre ambas,
la necesidad de una recíproca apertura.

Publicado en Páginas Digital.

[89]
8. Cardenal Sarah: «Benedicto XVI será
recordado como el Papa del "Summorum
Pontificum", de la paz litúrgica»
Apartado ya de sus obligaciones como prefecto de la
Congregación para el Culto Divino, el cardenal Robert Sarah, de 75
años, mantiene una activa presencia pública. Sus palabras son
siempre escuchadas con esperanza por una amplia porción de la
opinión pública católica, y nunca defrauda. Lorenzo Bertocchi le
ha entrevistado para Il Timone:

-Eminencia, ¿cuál cree usted que es la razón principal de


la actual crisis del sacerdocio?

-En nuestra sociedad está en crisis todo lo que lleva en sí los


signos claros de la estabilidad, la inmutabilidad y la eternidad,
como el matrimonio y el sacerdocio. El hombre contemporáneo
vive de cosas inmediatas y materiales, de sensaciones e impulsos
emotivos. Tiene dificultad para interiorizar, aunque sea solo con el
pensamiento, los valores e ideales abstractos. Pensar que sea
posible comprometerse con valores espirituales y sobrenaturales sin
tener una correspondencia inmediata a nivel material o psicológico
le parece imposible o absurdo. También la vida sacerdotal es
víctima de esta crisis de la modernidad, de esta, podríamos decir,
"crisis metafísica" y sobrenatural de la existencia humana.

-¿Se trata también de una crisis de fe?

-La vocación sacerdotal siempre nace en un contexto de fe de


la vida de la persona y la comunidad, ya sea la familia o la
parroquia. Sin fe en Dios no se comprende el porqué de entregar la
propia vida por Cristo, por la Iglesia y por las almas, para siempre.
Para muchos hombres de hoy, el sacerdocio es una "inutilidad", una
cosa que no sirve, una vida inútil, salvo -y solo en ese caso- cuando
el sacerdote se ocupa de las necesidades materiales del prójimo.
Pero para esto no hace falta ser sacerdote; lo pueden hacer
personas en otras condiciones de vida.
»En el momento en que elegimos seguir la vocación
sacerdotal, elegimos representar a Cristo en el mundo, en esta
tierra, reflejar el Sol, que es Cristo. Elegimos acoger y llevar
adelante la misión que Jesús dejó y confió a sus apóstoles antes de
volver al Padre.
Esta aparente "inutilidad" de nuestra vocación es el primer e
inconfundible signo que da sentido a nuestra vida y a nuestra
[90]
misión, y que le expresa al mundo la gratuidad evangélica como
estilo y programa de vida posible para el hombre, tal como Jesús
nos enseñó. Por desgracia, hay también un factor que no debemos
obviar y que atañe a la Iglesia la cual, sobre todo a partir del
Concilio Vaticano II y con la complicidad de una cierta teología
progresista y antropocéntrica, ha empobrecido la naturaleza e
identidad del sacerdocio católico, atribuyéndole una dimensión de
funcionalidad y horizontalidad. Esta teología se ha impuesto en la
Iglesia con el apoyo de muchos Padres conciliares antes, durante y
después de los trabajos en el aula conciliar, pero no representa el
pensamiento de la Iglesia, ni de la mayoría de los Padres que
participaron en el último concilio.
»Desgraciadamente, este pensamiento "no católico", como lo
definía el Papa Pablo VI, ha penetrado en la Iglesia, desde las
facultades teológicas a los seminarios pasando por las
parroquias, contaminando la doctrina sobre el sacerdocio y la
praxis de vida de muchos sacerdotes, lo que ha traído una crisis
enorme. Pienso en todos los sacerdotes que están en crisis, en
todos los que han dejado el sacerdocio en estos últimos años.

-Hay quien piensa que la solución al problema del


descenso en el número de vocaciones sería la abolición del
celibato sacerdotal. ¿Es la solución, o solo es un modo de
arreglar las cosas?

-Recientemente, con el Papa Benedicto XVI, he escrito un


libro dedicado al celibato sacerdotal. Periódicamente, cuando se
habla del descenso en el número de vocaciones al sacerdocio se
utiliza el argumento del celibato como causa de este descenso o de
la renuncia a la vocación por parte de algunos sacerdotes; sin
embargo, se trata de un pretexto o una excusa, es un tema
antiguo.
»El celibato sacerdotal en la Iglesia es uno de los signos
más elocuentes de la dimensión sobrenatural y trascendente
del sacerdocio querido por Jesús. Es un don que la Iglesia
católica ha custodiado desde el principio, desde la época apostólica,
manteniéndolo como signo de la conformación a Cristo.
»El sacerdote debe parecerse a Cristo, esposo de la Iglesia.
No tiene más amores que la Iglesia y las almas por las cuales
entrega su vida, como Jesús. Este "signo/escándalo" es más útil
que nunca para el mundo actual, incluso el de los jóvenes que,
llenos de la cultura pansexualista y erotizada de nuestra sociedad,
sobre todo en los medios de comunicación, que impregna todo y a
todos, necesitan modelos de amor gratuito y generoso, aprender
a amar de manera auténtica y desinteresada y descubrir la belleza
[91]
de un amor entregado a todos sin ser exclusivo para nadie, como el
amor que Jesús, nuestro Señor, siente por nosotros.
»Para conseguirlo, en los seminarios y lugares de formación
religiosa hay que formar y educar a una disciplina y ascética
espiritual, porque no faltan las ocasiones de tentación, y el
sacerdote, para vivir adecuadamente su vocación, debe vivir una
ascética que lo sostenga y le dé fuerza en el combate que tiene que
librar a diario para permanecer fiel.
»Mi último libro [Al servicio de la Verdad] es un humilde
intento para ayudar y sostener a los sacerdotes, para darles
esperanza y alegría en la belleza de nuestra vocación.

-Antaño, para indicar al sacerdote se hablaba de "curato",


con referencia a la "cura de almas". Hoy ya no se utiliza esta
expresión y a menudo se oye hablar solo del don. ¿Es un signo
de los tiempos?

-Hoy en día, hay muchos peligros que acechan la vida del


sacerdote. Hay situaciones que, más que en el pasado, ponen en
riesgo la integridad moral del sacerdote, sobre todo de los más
jóvenes. La falta de educación recibida en la familia, tanto humana
como religiosa, es un hecho. Son jóvenes que han crecido en
familias en las que se les ha abandonado a sí mismos, a veces con
malas compañías, siempre delante de la televisión e internet, solos
y aislados, sin modelos de vida. Su educación humana, afectiva y
religiosa a menudo es deficiente y esto afecta al ministerio.
Además, al no haber sido educados a organizar bien su jornada, es
decir, el orden de vida, pasan mucho tiempo delante de internet
y con el móvil lo cual, con el paso del tiempo, destruye su
capacidad crítica, de razonar, de valorar y juzgar las cosas que
leemos y vemos, de estar en silencio, de meditar.
»La consecuencia es que se procede por sensaciones y no
siguiendo la recta razón. Así, acaban convertidos en marionetas en
manos de otro: es la razón por la que el cuidado de uno mismo es
fundamental en los años de preparación al ministerio sacerdotal.
Tampoco podemos olvidarnos de la escasa preparación teológica
y doctrinal que reciben, lo que les expone fácilmente al pecado.
»Es verdad que no basta una sólida formación doctrinal para
evitar el pecado, pero una buena formación, buenas lecturas, un
buen padre espiritual son la base sólida para la propia vida
espiritual. Antes de ocuparse y cuidar la vida espiritual de los
demás, el sacerdote debe ocuparse y cuidar la suya propia y no
dejar al azar o la superficialidad los años de formación y el resto de
su vida.

[92]
»A la luz de cuanto he dicho, se puede comprender la
importancia del cuidado de las almas, el celo por las
almas, animarum zelus, que consiste en el interés que el pastor
debe nutrir por la salvación eterna de las ovejas que le han sido
confiadas. Benedicto XVI, en una homilía del 5 de abril de 2012,
Jueves Santo, dijo: "Y, como sacerdotes, nos preocupamos
naturalmente por el hombre entero [...] no sólo nos preocupamos de
su cuerpo, sino también precisamente de las necesidades del alma
del hombre: de las personas que sufren por la violación de un
derecho o por un amor destruido; de las personas que se
encuentran en la oscuridad respecto a la verdad; que sufren por la
ausencia de verdad y de amor. Nos preocupamos por la
salvación de los hombres en cuerpo y alma. Y, en cuanto
sacerdotes de Jesucristo, lo hacemos con celo. Nadie debe tener
nunca la sensación de que cumplimos concienzudamente nuestro
horario de trabajo, pero que antes y después sólo nos
pertenecemos a nosotros mismos. Un sacerdote no se pertenece
jamás a sí mismo. Las personas han de percibir nuestro celo,
mediante el cual damos un testimonio creíble del evangelio de
Jesucristo".
»Pero hoy se habla poco del Evangelio y ya no se habla de
las almas. La pastoral actual se ocupa principalmente del
cuerpo, la vida, las cosas materiales. Así, cuando Jesús dice,
"¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si
pierde su alma?", todas las traducciones modernas dicen "¿si
pierde su vida?" (Mt 16,26) [No es el caso de la Biblia de la
Conferencia Episcopal Española, ndt].
»Lo mismo se puede aplicar a la Santa Comunión. El texto
latino dice: "Domine, non sum dignus, ut intres sub tectum meam,
sed tantum dic verbo, et sanabitur anima mea". La última parte se
ha traducido: "Bastará para sanarme". El sacerdote cuida de las
almas. Si no se preocupa por las almas es inútil. Esto, para un
sacerdote, significa cuidar del prójimo, ser un "curato", como San
Juan María Vianney [Santo Cura de Ars].

-Eminencia, hasta hace poco usted era prefecto de la


Congregación para el Culto Divino y a menudo ha hablado de la
necesidad de dirigirse cada vez más a Dios, también en la
celebración del culto permaneciendo conversi ad Dominum.
¿Qué significa?

-Conversi ad Dominum significa, en la Sagrada Liturgia,


reconocer quién es el centro, el motivo por el que todo está hecho:
"Por Cristo, con Cristo y en Cristo", como recita la doxología del
[93]
Canon Eucarístico. Lo he dicho muchas veces y también lo he
escrito: en la Iglesia necesitamos recuperar esta centralidad de
Cristo en la acción litúrgica. En los años posteriores al Vaticano
II se dio un énfasis excesivo a la centralidad de la comunidad,
de la asamblea, del hombre.
»Benedicto XVI, en su libro El espíritu de la liturgia. Una
introducción, dedicó palabras muy importantes y significativas a
este aspecto, teológica y litúrgicamente relevante. Si la comunidad
que celebra los dignos Misterios no tiene clara la centralidad de
Cristo en la liturgia, corre el riesgo de desorientarse, descentrarse,
desequilibrarse. Se corre el riesgo de construir la liturgia según las
propias ideas y necesidades, mientras que la liturgia es un don
que nos llega de la Iglesia, pero que desciende de lo Alto como
don de la Santísima Trinidad, la cual hace a la Iglesia una en la
profesión de la lex credendi, y una también en el ejercicio viviente
de la lex orandi. Una unidad que no es uniformidad y en la que, en
el respeto de todas las Tradiciones litúrgicas cristianas de Oriente y
Occidente, la Iglesia celebra el Misterio de Cristo, obediente a ese
"haced esto en memoria mía", que en la fe significa Presencia
sacrificial de amor y prepara Su segunda y definitiva venida.
»Además, la Sacrosanctum Concilium nos recuerda que
debemos conservar y fomentar este maravilloso testimonio de las
tradiciones litúrgicas (cf. SC n. 4). Volver a celebrar ad
Orientem sería realmente un paso decisivo para una primera
"recuperación" de la liturgia y de lo que nos pertenece desde hace
siglos y que no podemos borrar porque Cristo es el Señor, el
Centro, y no la Iglesia, ni nosotros.

-Para el Papa Benedicto XVI, la crisis de fe está


estrechamente relacionada con la crisis de la liturgia; por eso
promovió la que muchos han definido "reforma de la reforma
litúrgica", expresada también con el motu proprio Summorum
Pontificum. Da la impresión de que hoy estas indicaciones se
olvidan fácilmente, incluso que son objeto de hostilidad. ¿Cree
usted que hay que escucharlas?

-En la historia, Benedicto XVI será recordado, además de


como un gran teólogo, como el Papa del Summorum
Pontificum, de la paz litúrgica, el puente ecuménico hacia el
Oriente cristiano a través de la liturgia latino-gregoriana, la voluntad
de recuperación de las raíces cristianas y la unidad de Europa
contra todo laicismo vacuo y desestructurador de la cultura europea.
»A partir de Summorum Pontificum, aunque con muchas
dificultades y resistencias, en la Iglesia se ha iniciado un camino de
reforma litúrgica y espiritual que, si bien es lento, es irreversible. En
[94]
la Iglesia ha surgido una nueva generación de jóvenes, de familias
jóvenes, que a pesar de actitudes clericales intransigentes de
oposición a la venerable liturgia latino-gregoriana -un
clericalismo que el Papa Francisco ha denunciado en varias
ocasiones-, muestran que esta liturgia tiene un futuro porque tiene
un pasado, una historia de santidad y belleza que no se puede
borrar ni abolir de un día para otro.
»La Iglesia no es un campo de batalla en el que se juega a
ganar intentando dañar a los demás y a las sensibilidades
espirituales de los demás hermanos en la fe. Como dijo Benedicto
XVI a los obispos franceses: "En la Iglesia hay lugar para todos",
porque sabemos tratarnos con respeto y vivir juntos alabando al
Señor en Su Iglesia y permaneciendo en la única y verdadera fe.
Del mismo modo que la crisis litúrgica ha llevado a la crisis de fe,
como decía Benedicto XVI, con el respeto de las dos formas
(ordinaria y extraordinaria) de la liturgia latina, unidas a un impulso
misionero de evangelización, conseguiremos salir de este túnel
de la crisis, porque al final siempre está la luz de Cristo que nos
ilumina en el camino de la historia.

Traducido por Elena Faccia Serrano.

[95]
9. La JMJ de Madrid, el gran evento de
Benedicto XVI con los jóvenes: unos días que
hicieron historia
Javier Lozano

El fallecido Benedicto XVI fue elegido Papa pocos meses


antes de la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia, en su país
natal, y renunció poco antes también de la de Río de Janeiro. Entre
medias, además de la celebrada en Alemania en 2005, presidió la
de Sidney en 2008 y la de Madrid en 2011.
Sin lugar a dudas la de Madrid fue una de las más
multitudinarias que se han producido, donde a los miles de
peregrinos provenientes de todo el mundo se unió una ingente
cantidad de católicos españoles. En total, un millón y medio de
jóvenes acompañaron al ahora difunto pontífice en agosto de
2011 dejando imágenes impresionantes para la historia.
La de Madrid no fue una Jornada Mundial de la Juventud nada
fácil. Y eso el entonces Papa lo sabía. España se encontraba bajo
el gobierno laicista del socialista José Luis Rodríguez
Zapatero y con los llamados “indignados del 15-M”, germen del
que luego nació Podemos, tomando y ocupando las calles.
Con la Puerta del Sol convertida en una acampada de
“indignados” y otros puntos de la capital de España tomados por
estos grupos hubo momentos de tensión por el acoso y los
incidentes que se produjeron contra algunos peregrinos. Pero
finalmente, la actuación policial y la ejemplar actitud de los jóvenes
católicos dejó completamente en evidencia a estos grupos que
querían boicotear la Jornada Mundial de la Juventud con la
complacencia, o al menos actitud pasiva, del Gobierno socialista.
Durante varios días jóvenes llegados de todos los continentes
recorrieron las ciudades españolas, alegraron los pueblos por los
que pasaron e insuflaron ánimo en los católicos españoles. Todos
juntos confluyeron en los grandes actos centrales con el Papa:
el esperado e inédito Vía Crucis con los impresionantes pasos de
Semana Santa llegados de toda España, así como la Vigilia con los
jóvenes del sábado y la misa matutina del domingo en el abarrotado
aeródromo de Cuatro Vientos.
Sin duda, uno de los momentos más impresionantes de la
JMJ de Madrid y que ha quedado siempre en la retina de los cientos
de miles de peregrinos fue la Vigilia y la Adoración al Santísimo que
se celebró el sábado 20 de agosto. El mismo Papa Benedicto XVI
quedó impresionado con la actitud de los jóvenes.

[96]
En plena vigilia se desató una enorme tormenta. Un diluvio
cayó sobre todos, incluido el Papa, mientras la fuerza del
viento ponía en jaque el escenario principal. Los relámpagos y
truenos se cernían encima de la multitud, que se procedía a realizar
una de las adoraciones más impresionantes que se han visto.
La tormenta se disipó de repente y entonces el silencio de un
millón y medio de personas arrodilladas dio la vuelta al
mundo mientras se adoraba a Cristo-Eucaristía expuesto en la
impresionante custodia de Arfe traída expresamente desde
Toledo. Los que allí estuvieron y los que pudieron verlo a través de
la televisión nunca olvidarán aquellos instantes.
“Hemos vivido una aventura juntos. Firmes en la fe en Cristo
habéis resistido la lluvia. Antes de marcharme, deseo daros las
buenas noches a todos. Que descanséis bien. Gracias por el
sacrificio que estáis haciendo y que no dudo ofreceréis
generosamente al Señor. Nos vemos mañana, si Dios quiere, en la
celebración eucarística. Os espero a todos. Os doy las gracias por
el maravilloso ejemplo que habéis dado. Igual que esta noche,
con Cristo podréis siempre afrontar las pruebas de la vida. No
lo olvidéis”, dijo Benedicto XVI a los jóvenes aquella noche.
Pocos minutos antes animaba así a los jóvenes: “si
permanecéis en el amor de Cristo, arraigados en la fe, encontraréis,
aun en medio de contrariedades y sufrimientos, la raíz del gozo y la
alegría. La fe no se opone a vuestros ideales más altos, al
contrario, los exalta y perfecciona. Queridos jóvenes, no os
conforméis con menos que la Verdad y el Amor, no os conforméis
con menos que Cristo”.
El domingo por la mañana se celebró la multitudinaria misa
presidida por Benedicto XVI y en la que concelebraron cientos de
cardenales y obispos así como miles de sacerdotes.
En su bella homilía, Benedicto XVI recordó a los peregrinos:
“tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva
igualmente de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos,
que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os
ha ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir
la belleza de su amor. Para el crecimiento de vuestra amistad con
Cristo es fundamental reconocer la importancia de vuestra gozosa
inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como
la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción
frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y
meditación de la Palabra de Dios”.
Y a raíz de esto añadió: “de esta amistad con Jesús nacerá
también el impulso que lleva a dar testimonio de la fe en los más
diversos ambientes, incluso allí donde hay rechazo o
indiferencia. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a
[97]
conocer a los demás. Por tanto, no os guardéis a Cristo para
vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe.
El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente
a Dios. Pienso que vuestra presencia aquí, jóvenes venidos de los
cinco continentes, es una maravillosa prueba de la fecundidad del
mandato de Cristo a la Iglesia: «Id al mundo entero y proclamad el
Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15). También a vosotros os
incumbe la extraordinaria tarea de ser discípulos y misioneros de
Cristo en otras tierras y países donde hay multitud de jóvenes que
aspiran a cosas más grandes y, vislumbrando en sus corazones la
posibilidad de valores más auténticos, no se dejan seducir por las
falsas promesas de un estilo de vida sin Dios.
Esa misma tarde Benedicto XVI abandonaría Madrid con
rumbo a Roma, en el que sería su última visita a España. Pero en
su regreso se llevó una pequeña parte del corazón de los
católicos españoles.

[98]
10. Benedicto XVI y la ciencia
Alfonso V. Carrascosa

El reconocimiento prácticamente unánime en torno a la figura


de Benedicto XVI en cuanto a conciliación ciencia y fe católica se
refiere está siendo un común denominador informativo en estos
días.
Ya hablamos de la extraordinaria formación académica de
Benedicto XVI, señalando que la mayor parte de sus detractores
tienen un curriculum que cabe en media cuartilla de papel. No en
vano, y aunque poco conocido, es el hecho cierto de que un cuerpo
celeste lleva su nombre. Parece como un homenaje a los
magníficos escritos que ha realizado sobre la estrella y los Reyes
Magos que pronto celebraremos: magos, astrólogos, científicos. Se
trata de un planeta menor o planetoide, registrado en el año 2000
como (8661) Ratzinger: tras la caída del Muro de Berlín, el
astrónomo Lutz D. Schmadel, de Heidelberg, y el físico de
Alemania Oriental Freimut Börgngen comenzaron a trabajar juntos
en varios programas de búsqueda de estos planetas menores, en el
observatorio astronómico de Tautenburg, descubriendo más de
quinientos, a los que fueron poniendo nombres de teólogos,
filósofos, artistas y opositores del nazismo.
En el caso del planetoide Ratzinger fue Schmadel, que es
evangélico, quien informó de ello al cardenal Ratzinger, en una
carta fechada el 2 de junio de 2000, en la que le indicaba que había
leído su autobiografía y escritos y que le había impresionado mucho
"la divulgación de los archivos del Vaticano y, relacionada con esto,
la rehabilitación de importantes científicos de la Edad Media",
habiéndole conmovido su compromiso "a favor de las ciencias y del
fortalecimiento de los principales principios de la fe cristiana",
indicando finalmente que tenía la esperanza de que, bautizando así
al planetoide, su nombre sería, "al menos en la astronomía,
inmortal".
De Benedicto XVI, persona tan altamente cualificada desde el
punto de vista académico como he indicado más atrás, son las
siguientes palabras, recogidas en su testamento espiritual:
"¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir! A menudo
parece como si la ciencia -las ciencias naturales, por un lado, y la
investigación histórica (especialmente la exégesis de la Sagrada
Escritura), por otro- fuera capaz de ofrecer resultados irrefutables
en desacuerdo con la fe católica. He vivido las transformaciones de
las ciencias naturales desde hace mucho tiempo, y he visto cómo,
por el contrario, las aparentes certezas contra la fe se han

[99]
desvanecido, demostrando no ser ciencia, sino interpretaciones
filosóficas que sólo parecen ser competencia de la ciencia.
Desde hace sesenta años acompaño el camino de la teología,
especialmente de las ciencias bíblicas, y con la sucesión de las
diferentes generaciones, he visto derrumbarse tesis que parecían
inamovibles y resultar meras hipótesis: la generación liberal
(Harnack, Jülicher, etc.), la generación existencialista (Bultmann,
etc.), la generación marxista. He visto y veo cómo de la confusión
de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la
fe. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y
la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su
cuerpo·.
No se puede decir más claro y mejor. En el caso de las
ciencias naturales, la evolución ya no es incompatible con la fe
católica, puesto que en todo caso sería el modo en el que Dios
Creador ha llevado a cabo su obra. De otra parte, quienes
ideológicamente la siguen contraponiendo con la misma no hacen
otra cosa que poner en evidencia su inmaterial convencimiento
de que la materia orgánica tiene capacidad autoorganizativa,
algo que nadie ha demostrado. El corazón de esas afirmaciones es
aplicable 100% a la antinatural y anticientífica ideología de género,
a la que veremos caer como vimos caer el Muro de Berlín, no sin
antes dejar un reguero de sufrimiento cuyas principales víctimas
serán quienes la secunden.
En Madrid tuvo lugar un encuentro singular –sólo se ha hecho
esa vez en una JMJ- al que yo asistí. Me refiero a la reunión con
los profesores universitarios en la JMJ 2011, organizada por el
cardenal Rouco en el Monasterio de El Escorial. Creo recordar
haber oído a Rouco decir que uno de los motivos de hacerlo fue que
muchos de los jóvenes que iban a las JMJ acababan siendo
profesores de universidad o científicos, y que era bueno que el
Papa les diera una palabra.
Allí, en la Basílica de San Lorenzo de El Escorial, el viernes
19 de agosto de 2011, un jovencísimo historiador católico, el
doctor Alejandro Rodríguez de la Peña, dio la bienvenida a
Benedicto XVI, que nos dijo cosas absolutamente coincidentes con
su testamento espiritual: "En este emblemático lugar, razón y fe se
han fundido armónicamente en la austera piedra para modelar uno
de los monumentos más renombrados de España… en el lema de
la presente Jornada Mundial de la Juventud: Arraigados y edificados
en Cristo, firmes en la fe (cf. Col 2, 7), podéis también encontrar luz
para comprender mejor vuestro ser y quehacer. En este sentido, y
como ya escribí en el Mensaje a los jóvenes como preparación para
estos días, los términos 'arraigados, edificados y firmes' apuntan a
fundamentos sólidos para la vida (cf. n. 2)… los jóvenes necesitan
[100]
auténticos maestros; personas abiertas a la verdad total en las
diferentes ramas del saber, sabiendo escuchar y viviendo en su
propio interior ese diálogo interdisciplinar; personas convencidas,
sobre todo, de la capacidad humana de avanzar en el camino hacia
la verdad. La juventud es tiempo privilegiado para la búsqueda y el
encuentro con la verdad. Como ya dijo Platón: 'Busca la verdad
mientras eres joven, pues si no lo haces, después se te escapará
de entre las manos' (Parménides, 135d). Esta alta aspiración es la
más valiosa que podéis transmitir personal y vitalmente a vuestros
estudiantes, y no simplemente unas técnicas instrumentales y
anónimas, o unos datos fríos, usados sólo funcionalmente… No
podemos avanzar en el conocimiento de algo si no nos mueve el
amor; ni tampoco amar algo en lo que no vemos racionalidad:
pues 'no existe la inteligencia y después el amor: existe el amor rico
en inteligencia y la inteligencia llena de amor' (Caritas in veritate, n.
30). Si verdad y bien están unidos, también lo están conocimiento
y amor. De esta unidad deriva la coherencia de vida y pensamiento,
la ejemplaridad que se exige a todo buen educador".
El propio Rodríguez de la Peña señalaba no hace
mucho refiriéndose a este encuentro -en el que él tuvo tan
destacado papel- que entre los pontífices romanos que podemos
considerar intelectuales destacados en su época cabe nombrar
sobre todo tres figuras: Silvestre II (999-1003: el gran
matemático Gerberto de Aurillac), Inocencio III (1198-
1216: Lotario Segni, autor de influyentes tratados de mística y
teología), y Pío II (1458-1464: el célebre humanista y poeta Eneas
Silvio Piccolomini).
A estos tres nombres indicaba que era de justicia añadir el de
Joseph Ratzinger, Benedicto XVI (2005-2013), al que en la JMJ de
Madrid se dirigió en estos términos: "Vivimos hoy un momento
histórico por la significación especial que tiene el hecho singular de
que un Papa que ha dejado ya su huella en la historia como un
apóstol de la unidad entre Fe y Razón, un apóstol de la divina
Sabiduría, se reúna con profesores universitarios precisamente
aquí, en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. (…) Vuestras
sabias enseñanzas y reflexiones sobre el lugar vital de la religión
revelada en la sociedad actual, y quisiera resaltar por encima de
todos sus históricos discursos en la Universidad de Ratisbona y
en los Bernardinos de París sobre el vínculo entre la teología
cristiana y las raíces de la cultura de Europa, nos han sido a todos
nosotros de gran ayuda de cara a situar en sus justos términos el
debate intelectual con los que no creen en el llamado atrio de los
gentiles. Y ello, bajo la premisa expuesta por Vuestra Santidad en
los Bernardinos: ‘Lo que es la base de la cultura de Europa, la

[101]
búsqueda de Dios y la disponibilidad para escucharle, sigue siendo
aún hoy el fundamento de toda verdadera cultura'".

[102]
11. Benedicto XVI, siempre cercano a las
personas con discapacidad
Ignacio Segura Madico

Muchos fueron los gestos y palabras con los que Benedicto


XVI acogió a las personas con discapacidad durante su
pontificado. Podemos destacar cientos de ellos, pero creo con los
que vamos a exponer nos haremos una idea de su sensibilidad y
preocupación ante este tema.
No cabe duda de que el hecho más relevante fue la
proclamación, por primera vez en la historia de la Iglesia, de un
beato laico, paralítico y ciego. Un hecho sin precedentes que el
Papa hizo posible en el año 2010 en la localidad jiennense de
Linares y en la persona de Manuel Lozano Garrido, “Lolo”.
Destaco seguidamente unas palabras de la carta de
beatificación: “Manuel Lozano Garrido, fiel cristiano laico, ejerció
infatigablemente el apostolado, y asumió con ánimo sereno y
alegre su parálisis y ceguera”. Por fin las personas con
discapacidad contamos con un ejemplo de superación
cristiana alegre y real en el que podemos acercarnos a una vida
plena en Dios.

Benedicto XVI visitó la Fundación Instituto San José

La exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (2010)


hace mención explicita a la discapacidad visual y auditiva: “En este
contexto, quisiera también recordar que el Sínodo ha recomendado
prestar una atención especial a los que, por su condición particular,
tienen problemas para participar activamente en la liturgia, como,
por ejemplo, los discapacitados en la vista y el oído. Animo a las
comunidades cristianas a que, en la medida de lo posible, ayuden
[103]
con instrumentos adecuados a los hermanos y hermanas que
tienen esta dificultad, para que también ellos puedan tener un
contacto vivo con la Palabra de Dios” (n. 71).
En el mensaje dirigido al pueblo de Dios tras el sínodo de la
nueva evangelización de 2012 podemos encontrar estas líneas muy
sugestivas: “Los cristianos están llamados a mostrar la cercanía de
la Iglesia hacia los enfermos y discapacitados, y gratitud a quienes,
con profesionalidad y humanidad, trabajan por su salud”.
Uno de los momentos cumbres del pontificado se produjo en
la JMJ de Madrid de 2011. Antes de la vigilia, el Papa mantuvo por
primera vez un encuentro con jóvenes con discapacidad, que
habían acudido a celebrar como uno más esas jornadas de la
juventud. En el discurso que les dirigió podemos sacar las
siguientes palabras: “Queridos amigos, nuestra sociedad, en la que
demasiado a menudo se pone en duda la dignidad inestimable de la
vida, de cada vida, os necesita: vosotros contribuís
decididamente a edificar la civilización del amor. Más aún, sois
protagonistas de esta civilización. Y como hijos de la Iglesia ofrecéis
al Señor vuestras vidas, con sus penas y sus alegrías, colaborando
con Él y entrando ‘a formar parte de algún modo del tesoro de
compasión que necesita el género humano’ (Spe salvi, 40).”
Todos los años, el 3 de diciembre, día internacional de las
personas con discapacidad, el Papa dirigía unas palabras de aliento
a los millones de personas con discapacidad que pueblan la
humanidad: “Toda persona, aun con sus límites físicos y mentales,
incluso los graves, siempre es un valor inestimable, y como tal
debe ser considerado. Aliento a las comunidades de la Iglesia
a estar atentos y ser acogedores hacia estos hermanos y
hermanas. Insto a los legisladores y a los gobernantes para que se
proteja a las personas con discapacidad, y se promueva su
participación plena en la vida de la sociedad” (Angelus del 2 de
diciembre de 2012).
El Papa siempre elogió a las asociaciones, movimientos,
órdenes religiosas que se dedican al cuidado de las personas con
discapacidad. El 9 de febrero de 2013, en una audiencia otorgada a
miembros de la orden de Malta, podíamos escuchar estas palabras
del Santo Padre: “Saliendo al encuentro de enfermos, ancianos,
discapacitados, servís a Cristo”.
Pero Benedicto XVI llega a más en su carta de renuncia y
reconoce su incapacidad, uniéndose a nosotros como una persona
mas discapacitada: “Vigor que, en los últimos meses, ha disminuido
en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para
ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”.
El pontificado de este Papa llenó de grandes reflexiones al
mundo de la discapacidad, acercándose hasta el extremo de
[104]
ser uno más entre nosotros. La incapacidad de Benedicto XVI le
capacitó en el amor y en la entrega a Cristo por medio de su Iglesia
y a través de aquellos que más lo necesitan.

Ignacio Segura Madico es vicepresidente de Fidaca


(Federación Internacional de Asociaciones Católicas de Ciegos).

[105]
12. Los 10 santos del mundo hispano -de
tres continentes- que Benedicto XVI canonizó
para la Iglesia
Pablo J. Ginés

Durante su pontificado, de 2005 a 2013, Benedicto XVI


canonizó a 45 santos. De ellos, 10 se inscriben en el mundo
hispánico... aunque para varios de ellos el español no era su
primera lengua.
Varios fueron fundadores de órdenes de enseñanza o
educadores de niños pobres, lo que quizá llamó especialmente la
atención de un Papa que siempre pensó en sí mismo como un
profesor. También se refleja en varios de ellos un fuerte
elemento de interés por la cuestión social y obrera.
Estos son los 10 santos hispánicos que el Papa alemán quiso
ofrecer como ejemplo e intercesores a la Iglesia universal, al
constatarse un segundo milagro atribuido a cada uno de ellos.

1. San Alberto Hurtado, abogado y sacerdote jesuita


chileno (1901-1952)

Alberto Hurtado Cruchaga, nacido en una familia chilena de


origen vasco, fue popularmente conocido por fundar en Chile el
Hogar de Cristo, de atención social. Es considerado el patrono de
los trabajadores en Chile. Con él a cargo, la Acción Católica
Juvenil chilena pasó de 1500 a 12.000 miembros, y sus centros,
de 60 a 600.
En junio de 1945, fundó la Acción Sindical y Económica
Chilena (ASICH). En 1951 fundó la Revista Mensaje como una
forma de difundir la doctrina social católica. Cuando Benedicto XVI
lo canonizó en 2005 se convirtió en la segunda persona nacida en
Chile —tras santa Teresa de Los Andes— en ser elevada a los
altares. Su fiesta se celebra el 18 de agosto.

2. San Rafael Guízar y Valencia, obispo de Veracruz (1878-


1938)

Se le celebra como santo patrono de los obispos mexicanos.


Fue obispo de Veracruz de 1919 hasta morir en 1938. Es el primer
obispo mexicano, y de hecho el primer obispo nacido en
Hispanoamerica canonizado por la Iglesia católica. En este
sentido, Benedicto XVI abre una nueva página en la historia de las
canonizaciones.
[106]
3. Santa María Bernarda Bütler, misionera en Ecuador y
Colombia (1848-1924)

Nació en Suiza, en una familia de campesinos pobres y


devotos, con el nombre de Verena Bütler. Entró en vida religiosa
allí, pero recibió una carta de Pedro Schumacher, obispo de
Portoviejo, Ecuador, explicando las pobrezas de la iglesia en la
misión ecuatoriana. Con un permiso pontificio, dejó su monasterio
y con 6 compañeras llegó a Ecuador, a Chone, entonces lugar
sin práctica religiosa y de mala moral. Se volcaron en educar
niños y visitar enfermos.
Con la persecución anticatólica de 1895, pasaron a
Colombia, a Cartagena de Indias, donde se encargaron del
hospital femenino de la Obra Pía. Su enseñanza: «Abran sus
casas para ayudar a los pobres y a los marginados. Prefieran el
cuidado de los indigentes a cualquier otra actividad».
En 2002 sucedió su segundo milagro: la joven Mirna Jazime
Correa, de Cartagena, recobró la entera salud, al estar desahuciada
tras complicaciones al sufrir una neumonía atípica. Benedicto XVI la
canonizó en 2008 con otros santos del continente americano.

4. Narcisa de Jesús Martillo y Morán, laica y mística de


Ecuador (1832- 1869)

Es otra de las santas americanas, en este caso ecuatoriana,


canonizadas por Benedicto XVI el 12 de octubre de 2008. Era
la sexta de nueve hijos de una familia de agricultores. Su madre
murió pronto y ella cuidó de los niños más pequeños. Leyó
sobre la vida de la santa quiteña Mariana de Jesús, que le marcó
siempre.
A los 18 años murió su padre y ella emigró a Guayaquil. Fue
catequista de niños, acompañó a jóvenes abandonadas y fue
laica de la Asociación Piadosa de Hijas de María. En 1868 pasó a
Lima, Perú, como laica en el Convento del Patrocinio, con horarios
exigentes de oración y mortificación. Se considera que
ayunaba solo a pan y agua y comía solo la Eucaristía y a veces
se la veía en un estado de éxtasis.

5. San Francisco Coll y Guitart, predicador dominico


catalán (1812-1875)

Benedicto XVI lo canonizó en 2009. Francisco Coll nació en


un pueblo del Pirineo gerundense durante las guerras
napoleónicas, el menor de 11 hermanos que pasaban hambre y
[107]
escasez. Su padre murió cuando él tenía 4 años. Como predicador
dominico se centró en la catequesis y recristianización de las
masas populares por toda Cataluña. Buscaba hacer comprensible
y sencilla la Palabra de Dios, y colaboró con San Antonio María
Claret.
Fundó en 1856 las Hermanas Dominicas de la Anunciata,
que en apenas 14 años pasaron a tener 46 casas en Cataluña.
Era mujeres de origen humilde pero que estudiaron, obtuvieron
títulos de maestras y organizaron escuelitas en pueblos remotos y a
veces en ciudades. Hoy están presentes en más de 20 países.

6. El Hermano Rafael, trapense castellano, místico que


murió joven (1911-1938)

San Rafael Arnaiz Barón murió con 27 años, como monje


trapense en San Isidro de Dueñas (Palencia), joven, enfermo de
diabetes, sin que se le conozcan grandes obras... Pero la Iglesia
lo propone como un gran místico del siglo XX y un ejemplo para
los jóvenes y la vida espiritual. De sus 4 años en el convento, pasó
meses fuera, por enfermedad o llamado a filas durante la Guerra
Civil (declarado inútil tras 4 meses). Intentó colaborar con las
Conferencias de San Vicente de Paúl.
Sus escritos ayudan a muchos en su vida de oración. Fue
canonizado con el milagro de la recuperación sin secuelas
de Begoña León Alonso y de su bebé, en un parto en un hospital de
Madrid que, médicamente, debía haber acabado terriblemente mal.

7. Santa Cándida Mª de Jesús, fundadora de las jesuitinas


en España (1845-1912)

Juana Josefa Cipitria y Barriola nació en el caserío de


Berrospe, Andoáin, Guipúzcoa, en una familia pobre con seis
hermanos, y nunca pudo ir a la escuela. Por impulso del jesuita
Miguel Herranz, fundó en 1871 en Salamanca las Hijas de
Jesús, conocidas como las "jesuitinas", para educar niñas.
Cuando murió en 1912, ya con el nombre de Madre Cándida,
contaban con 12 colegios en España y dos en Brasil. Hoy las
jesuitinas están presentes en 16 países y tienen 22 escuelas en
España. Benedicto XVI la canonizó en 2010.

[108]
8. Santa Bonifacia Rodríguez, fundadora de las Siervas de
San José (1837-1905)

Bonifacia Rodríguez Castro nació en Salamanca y era una


obrera o costurera. Allí conoció al jesuita catalán Francisco Javier
Butiñá, catedrático en la Universidad, antiguo misionero y
astrónomo en Cuba, y apasionado por la evangelización de las
clases obreras.
Con su impulso, Bonifacia fundó la Asociación Josefina,
con otras seis mujeres (incluyendo su madre) en 1874, que
luego se convertiría en la Congregación de Siervas de San
José.
Hubo escisiones y peleas internas, pero la Iglesia la reconoció
al final, como beata desde 2003 y santa desde 2011. Los obispos
españoles propusieron a la Santa Sede que fuera declarada
patrona de la mujer trabajadora.

9. Santa Carmen Sallés, fundadora de las Concepcionistas


de la Enseñanza (1848-1911)

Carmen Sallés y Barangueras nació en Vic. Fundó las


Religiosas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza,
esforzándose en lograr una educación de buen nivel para las niñas
y de gran piedad mariana. En Cataluña no cuajaron sus esfuerzos,
pero sí en otras regiones: fundó su congregación en Burgos. Su
cuerpo incorrupto descansa en Madrid, en el colegio de la calle
Princesa, donde murió, y los niños a veces acuden a rezar ante
ella.
Hoy esta Congregación está presente en al menos 14 países
cuenta con unas 70 comunidades. Pudo ser canonizada por
la curación milagrosa en el año 2000 de una niña brasileña,
María Isabel Gomes de Melo: tras diez días sin riego cerebral en
parte del cerebro y neuronas muertas, enviada a casa sin
tratamiento posible, tras 5 días rezando una novena con un
trocito de tela de la religiosa la enfermedad se fue sin dejar secuela.

10. San Pedro Calungsod, catequista laico filipino


asesinado en Guam (1654-1672)

Pedro Calungsod murió con 17 años, asesinado en la isla de


Guam, en las Marianas, la antigua Polinesia española,
acompañando al misionero jesuita español Diego Luis de San
Vitores. Su canonización en 2012 fue recogida con gran alegría en
Filipinas, su país natal, y en las Islas Marianas, que intentó
evangelizar. Ambos eran territorios hispánicos en el siglo XVII.
[109]
Muchos chamorros (habitantes de las Marianas) aceptaron el
bautismo, pero había epidemias y algunos jefes y un comerciante
chino pagano esparcieron el rumor de que el agua bendita incluía
un veneno que enfermaba a la gente. Ni el Padre Diego ni sus
acompañantes llevaban nunca armas.
Un jefe con algunos guerreros les atacaron, les mataron con
lanzas y hundieron sus cuerpos con piedras en el mar. Se recuerda
a Pedro Calungsod no solo como valiente, sino como catequista
virtuoso, y se ofrece como ejemplo a muchos jóvenes de todo el
mundo. Juan Pablo II beatificó a ambos como mártires (en dos
ocasiones distintas), y Calungsod pudo ser canonizado al
certificarse un milagro atribuido a él.

[110]
13. La teología mariana de Benedicto XVI: el
Rosario, las devociones locales, el amor a
Lourdes y Fátima
Pablo J. Ginés / Cari Filii

Benedicto XVI, fallecido este 31 de diciembre, no añadió


misterios al rosario como hizo Juan Pablo II ni advocaciones a las
letanías como Francisco. Tampoco escribió encíclicas sobre
la Virgen, ni multiplicó las devociones o advocaciones marianas.
Pero desde Lourdes habló de María como foco
de esperanza, desde Fátima recordó que el mensaje de oración y
reparación ante la maldad es para siempre, fomentó
el rosario como una devoción moderna y actual, y se apoyó en las
advocaciones de distintas naciones (la Caridad del Cobre en Cuba,
la Virgen del Carmen en Chile, la Virgen de Sheshan en China)
para reforzar la fe de sus pueblos.

Benedicto XVI y Fátima

La relación de Benedicto XVI con Fátima es especial porque


ya como Prefecto de la Doctrina de la Fe en el año 2000, por
encargo de Juan Pablo II, reveló la tercera parte del secreto de
Fátima. Según explicó, en un sentido directo esa parte se refería al
atentado que sufrió Juan Pablo II en 1981 y a la lucha del
comunismo ateo contra la Iglesia. Pero en un sentido más
amplio, conectaba con todo el mensaje de oración, penitencia y
reparación de Fátima.
Así, en 2010, siendo Pontífice, acudió a Portugal, al santuario
de Fátima, diez años después de revelarse el secreto, para recordar
ante medio millón de peregrinos que Fátima no se agota, que su
mensaje "llama a la conversión permanente, a la penitencia y a las
virtudes teologales fe, esperanza y caridad", indicó el Papa. La fe y
estas virtudes, con ayuda de la Virgen, dijo, pueden cambiar a las
personas dispuestas a ofrecer sacrificios idolátricos "en el altar de
los egoísmos de las naciones, razas e ideologías".
También explicó que pedía especialmente a la Virgen "poner
bajo su protección a los sacerdotes". Consagró a los sacerdotes a
la Madre de Dios y les pidió "fidelidad y lealtad" para "que no
cedamos a nuestros egoísmos, a las lisonjas del mundo y a la
sugestión del diablo". Como Juan Pablo II, también él dejó una rosa
de oro a los pies de la Virgen. Después visitó las tumbas de los
beatos Jacinta y Francisco, beatificados diez años antes, los niños
videntes de 1917 que murieron poco después.
[111]
Lourdes: el amor vence al mal, y la Virgen es estrella de
esperanza

Antes de Fátima, en 2008, Benedicto XVI fue a Lourdes.


Estaba inmerso en su encíclica sobre la esperanza del año anterior
(Spe Salvi, de 2007) y proponía a la Virgen como signo de esa
esperanza, también por los milagros que que hace en el santuario y
la esperanza que despierta en los enfermos.
Se cumplían 150 años de las apariciones, y el Papa insistía en
que la enseñanza de Lourdes es que «el poder del amor es más
fuerte que el mal que nos amenaza». Así lo explicó a 230 obispos,
1.000 sacerdotes y unos 5.000 peregrinos que habían dormido la
noche anterior en la basílica subterránea.
«Este misterio de la universalidad del amor de Dios por los
hombres, es el que María reveló aquí, en Lourdes. Ella invita a
todos los hombres de buena voluntad, a todos los que sufren en su
corazón o en su cuerpo, a levantar los ojos hacia la Cruz de
Jesús para encontrar en ella la fuente de la vida, la fuente de la
salvación», aseguró.
La Virgen se presentó a la vidente, la joven Santa
Bernadette, diciendo: «Yo soy la Inmaculada Concepción».
Benedicto entró a su análisis teológico: «María le desvela de este
modo la gracia extraordinaria que Ella recibió de Dios, la de ser
concebida sin pecado, porque 'ha mirado la humillación de su
esclava'». De esta forma, aclaró, «al presentarse en
una dependencia total de Dios, María expresa en realidad una
actitud de plena libertad, cimentada en el completo reconocimiento
de su genuina dignidad».
«Es el camino que María abre también al hombre. Ponerse
completamente en manos de Dios es encontrar el camino de la
verdadera libertad. Porque, volviéndose hacia Dios, el hombre
llega a ser él mismo. Encuentra su vocación original de persona
creada a su imagen y semejanza», detalló.
En Lourdes, recordó, «María sale a nuestro encuentro como la
Madre, siempre disponible a las necesidades de sus hijos.
Mediante la luz que brota de su rostro, se transparenta la
misericordia de Dios. Dejemos que su mirada nos acaricie y nos
diga que Dios nos ama y nunca nos abandona», exhortó. Por este
motivo, concluyó, «el mensaje de María es un mensaje de
esperanza para todos los hombres y para todas las mujeres de
nuestro tiempo, sean del país que sean».
El Papa confesó entonces que le gusta invocar a María como
«Estrella de la esperanza», como lo hace en el número 50 de su
segunda encíclica, Spe salvi.
[112]
El Rosario, siempre vivo

En 2009 Benedicto XVI dedicó varias catequesis y


conferencias a la devoción del Rosario, que, dijo, "no es una
práctica piadosa del pasado, como oración de otros tiempos en los
que se podría pensar con nostalgia. Al contrario, el rosario está
experimentando una nueva primavera".
Por un lado, constataba que "el rosario es uno de los signos
más elocuentes del amor que las generaciones jóvenes sienten
por Jesús y por su Madre, María".
Por otro, detallaba que "en el mundo actual tan dispersivo,
esta oración -el rosario- ayuda a poner a Cristo en el centro como
hacía la Virgen, que meditaba en su corazón todo lo que se decía
de su Hijo, y también lo que Él hacía y decía".
Enseñaba además que "cuando se reza el rosario de modo
auténtico, no mecánico o superficial sino profundo, trae paz y
reconciliación. Encierra en sí la fuerza sanadora del Nombre
Santísimo de Jesús".
Solía señalar el elemento cristocéntrico del Rosario: "Cuando
se reza el rosario, se reviven los momentos más importantes y
significativos de la historia de la salvación; se recorren las
diversas etapas de la misión de Cristo", predicó.
Y añadía: "Con María, el corazón se orienta hacia el misterio
de Jesús. Se pone a Cristo en el centro de nuestra vida, de nuestro
tiempo, de nuestras ciudades, mediante la contemplación y la
meditación de sus santos misterios de gozo, de luz, de dolor y de
gloria".

Con las devociones locales

Cuando el Papa viajaba a diversos países, a menudo llevaba


alguna imagen de la Virgen como regalo, especialmente si
visitaba santuarios marianos -que era cosa frecuente- y otras veces
traía imágenes de esos países, o los obispos se las enviaban a
Roma, en cuyos jardines iban llegando más y más estatuas de la
Virgen.
Así, en 2014 se realizó la bendición de una imagen de la
Virgen de la Caridad de El Cobre, de Cuba, y el Papa benedicto
fue a rezar con ella en los jardines, acompañado de los obispos
cubanos que habían acudido a visitarle con esta excusa. Fue un
gesto de devoción hacia esta imagen mariana, a cuyos pies
Benedicto XVI ya había rezado en su viaje a Cuba en el 2012.
Otro caso se dio cuando Benedicto XVI regaló una Virgen del
Carmen en 2010 al pueblo de Chile por los 200 años de su
independencia. La habían realizado artesanos de Ecuador. Se
[113]
convirtió en una Virgen del Carmen Peregrina, primero acudiendo
donde las víctimas del terremoto chileno del 27 de febrero de 2010,
luego con las familias de los mineros atrapados en la mina San
José, y más adelante, cuando Michelle Bachelet implantó el aborto
en el país, los fieles la llevaron por muchas ciudades en actos de
oración a favor de la vida y de los niños por nacer.
Otro gesto mariano importante fue su apoyo en la devoción a
la Virgen de Sheshan en China, a cuyo pueblo católico dirigió una
carta especial. Benedicto XVI no compuso muchas oraciones
marianas, pero sí hizo una dirigida a la Virgen de Sheshan en 2008.
Las autoridades a menudo han cerrado, desde entonces, su
santuario a los peregrinos, aunque permiten que los turistas se
acerquen por la zona.
Se trata de una oración social, comunitaria, para tiempos
oscuros... y por lo tanto muy adecuada, no sólo para China.

"Llegaste a ser, de manera nueva, Madre


de todos los que acogen a tu Hijo Jesús en la fe
y lo siguen tomando su Cruz.
Madre de la esperanza,
que en la oscuridad del Sábado Santo saliste
al encuentro de la mañana de Pascua
con confianza inquebrantable,
concede a tus hijos
la capacidad de discernir en cualquier situación,
incluso en las más tenebrosas,
los signos de la presencia amorosa de Dios.
Señora nuestra de Sheshan,
alienta el compromiso de quienes en China,
en medio de las fatigas cotidianas,
siguen creyendo, esperando y amando,
para que nunca teman hablar de Jesús al mundo
y del mundo a Jesús.
En la estatua que corona el Santuario
tú muestras a tu Hijo al mundo
con los brazos abiertos en un gesto de amor.
Ayuda a los católicos
a ser siempre testigos creíbles de este amor,
manteniéndose unidos a la roca de Pedro
sobre la que está edificada la Iglesia".

[114]
14. Benedicto en Tierra Santa: su viaje en
2009 y su relación con el mundo judío y los
cristianos árabes
P.J. Ginés / Fundación Tierra Santa

Con la muerte de Benedicto XVI, el Patriarca latino de


Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, ordenó tocar las campanas de las
iglesias de Tierra Santa, cuya diócesis incluye Jordania, Israel,
Chipre y los territorios palestinos.
"Hoy, el Papa emérito Benedicto XVI ha dejado nuestro
mundo para entrar en la casa del Padre celestial. Oramos por el
descanso de su alma y pedimos a todas las iglesias y
monasterios que toquen las campanas, como es nuestra
tradición. También pedimos a todos los sacerdotes que celebren
una Santa Misa por el descanso de su alma. Que el Señor le
conceda el descanso eterno", publicó el Patriarca en los medios
católicos.
El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas,
anunció sus condolencias al Papa Francisco, alabando de
Benedicto XVI "su solidaridad u apoyo por la libertad e
independencia del pueblo palestino". Abbas aseguró sus oraciones
por el difunto pontífice, por la larga vida y buena salud del Papa
Francisco y por la justicia, la paz y entendimiento entre pueblos y
religiones.

El recuerdo del mundo judío e israelí

El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, también


difundió un mensaje de condolencia: "Envío mis condolencias de
corazón de parte de todos los ciudadanos de Israel al mundo
cristiano con el fallecimiento de Benedicto XVI. Fue un gran líder
espiritual y se comprometió con todo su corazón a la
reconciliación histórica entre la Iglesia Católica y el mundo
judío, una tradición que continuó con su visita histórica a Israel en
2009. Lo recordaremos como un verdadero amigo del Estado de
Israel y el pueblo judío".
El mensaje de Netanyahu es un gran apoyo para el buen
nombre de Benedicto, que al ser alemán y teológicamente ortodoxo,
sufrió muchas difamaciones que intentaron presentarlo como
antisemita.
El Papa visitó Auschwitz declarándose "un hijo de
Alemania" y orando allí en silencio, lo que llamó la atención de
muchos en Israel y el mundo judío. Él era un superviviente de la
[115]
Segunda Guerra Mundial y conoció el nazismo, por lo que era
un testigo de una época clave para la historia del judaísmo
moderno. Muchos ancianos judíos podían confiar en que él
entendía esa época.

De la Alemania de los años 40 a la teología de "Nostra


Aetate"

Cuando levantó la excomunión a 4 obispos lefebrvrianos,


enemigos de Benedicto enseguida buscaron declaraciones de uno
de ellos poniendo en duda cifras del exterminio de judíos durante la
persecución nazi. Otros le atacaron por reimpulsar la causa de
beatificación de Pío XII, al que acusaban de ser poco crítico
con el régimen nazi, cuando en realidad hay historiadores y
fundaciones judías de EEUU (como el rabino David Dalin o la
fundación Pave the Way) que señalan que Pío XII sabía y
activamente impulsaba el uso de dependencias vaticanas y
eclesiales para esconder judíos perseguidos.
En 2011, con la segunda parte de su libro "Jesús de
Nazaret", Benedicto XVI aclaró algo que a muchos judíos
incomodaba desde siempre: la culpa colectiva que algunos
cristianos habían atribuido a la muerte de Jesús por las palabras de
las docenas de alborotadores que gritaban ante Pilatos "caiga sobre
nosotros su sangre". Este tema ya quedaba refutado con la
"Nostra Aetate" del Vaticano II, pero Benedicto lo retomó a partir
del texto bíblico.
"El verdadero grupo de los acusadores son los círculos
contemporáneos del templo y la masa que apoyaba a
Barrabás", precisa, limitando la responsabilidad solo a los que
estaban en aquel día en aquel patio. Sobre la frase de Mateo "Que
su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos", Benedicto
XVI detalló que la sangre de Jesús "habla otro idioma diferente
a la de Abel", porque "no pide venganza, ni castigo, sino
reconciliación. No es derramada contra algunos, sino que se vierte
para todos. No es maldición, sino redención y salvación". Todo esto
causó buena impresión en los entornos judíos interesados en el
diálogo con el cristianismo.

Alabanza del Congreso Judío Mundial

Esto lo reconoce también el presidente del Congreso Judío


Mundial, Ronald S. Lauder, que recordó haberse reunido 3 veces
con Benedicto XVI y en cada una se conmovió "por su afecto y
amistad al pueblo judío, su compromiso y recuerdo de la

[116]
Shoah y su condena sin ambigüedades de la negación del
Holocausto de ninguna manera".
Lauder considera al difunto Pontífice emérito "una figura
impresionante de la Iglesia Católica, tanto como Papa y antes como
cardenal, que dio a las relaciones judeo-católicas bases sólidas
teológicas y un mayor entendimiento. Ningún Papa antes que él
visitó tantas sinagogas y se esforzó así en encontrar a
representantes de las comunidades judías locales cuando visitaba
naciones extranjeras".

El viaje de Benedicto de 2009 a Tierra Santa, visto desde


Jordania

En 2009 Benedicto XVI realizó un completo y agotador


viaje de seis días a Tierra Santa. Empezó por Jordania, después
pasó a Israel (Tel Aviv, jerusalén, el Memorial Yad Vashem, la
Cúpula de la Roca en la Explanada de las Mezquitas, el Cenáculo),
después por territorio de la Autoridad Palestina (Belén, el campo
de refugiados Aida), y de nuevo a Nazaret y Jerusalén, con
encuentros en iglesias greco-ortodoxas y armenias.
El sacerdote católico jordano, Rifat Bader, que es también
periodista y comunicador, ha escrito sobre aquel viaje de Benedicto.
"Recordamos actos como colocar la primera piedra de la Iglesia
del Bautismo en el Sitio del Bautismo, colocar la primera piedra
de la Universidad Americana de Madaba, afiliada al Patriarcado
Latino, visitar y bendecir el Centro de Nuestra Señora de la Paz
para Personas con Discapacidad y el encuentro con ulemas
musulmanes en la Mezquita Al Hussein Ibn Talal".

Un gran Sínodo para Oriente, antes de los peores tiempos

El padre Bader recuerda que Benedicto XVI impulsó tras ese


viaje un gran encuentro, el Sínodo de la Iglesia Católica en el
Medio Oriente, al que acudieron obispos de todo el mundo en
2010, cuando había guerra en Siria pero aún no actuaba ISIS en
Irak.
"Ese Sínodo fue una advertencia de lo que sucedería,
especialmente en Mosul en 2014, con respecto a la emigración de
cristianos de Siria, así como los bombardeos que tuvieron lugar en
muchas iglesias hermanas en Egipto".
El Papa Benedicto dijo en la Exhortación Apostólica que firmó
en el Líbano en 2012: "Un Medio Oriente sin cristianos, o con
solo unos pocos cristianos, ya no sería el Medio Oriente".
También calificó la libertad religiosa como "la corona de todas las
libertades".
[117]
La colaboración entre el Vaticano y entidades de Jordania
"durante la era del Papa Benedicto para preservar la identidad
árabe cristiana en el Medio Oriente fue exorbitante", asegura el
sacerdote.

[118]
15. Benedicto XVI y la dictadura del
relativismo
Ángel Manuel García Carmona

De acuerdo con la nota oficial de la Santa Sede, el Papa


Emérito Benedicto XVI, que obedece al nombre secular Joseph
Ratzinger y nació en tierras bávaras (donde asumió, en el siglo
pasado, responsabilidades arzobispales), ha fallecido hoy, 31 de
diciembre de 2022, a las 9:34.
El lugar de fallecimiento ha sido, concretamente, el
monasterio Mater Ecclesiae de la Ciudad del Vaticano, donde
estaba siendo asistido, en un estado de considerable convalecencia
(razón por la que, a mediados de semana, el Papa Francisco llamó
a orar por él). De hecho, ayer, Día de la Sagrada Familia, atendió su
última Misa.
Lo acontecido hoy ha sido una noticia de gran impacto
emocional para muchos, incluso para gente no creyente pero
tampoco alineada con el Mal. No solo nos deja un enésimo y
legítimo Sucesor de Pedro, sino una gran eminencia intelectual y
teológica, con una gran capacidad de llamar a la
contrarrevolución práctica.
Es por ello por lo que quiero que los lectores recuerden, no
solo hoy, desde la más absoluta y estricta humildad, una parte de
sus valiosísimas. Concretamente, me refiero a la homilía de la
misa Pro Eligendo Pontífice, el 18 de abril de 2005 (un día antes
de su nominación como Pontífice). Lo veremos a continuación.

El mal del relativismo

Cuando prescribía el camino hacia la plenitud de Cristo, a


fin de tener una fe adulta de verdad, al máximo posible, advertía
sobre algunas de las peligrosas tempestades de los últimos
tiempos, que no son, realmente, algo que se remonte a periodos de
corto plazo como pudieran ser un bienio o un lustro (más bien,
muchas décadas, dentro de las fases de un maldito proceso
evolutivo).
Hablaba sobre los vientos de doctrina, tal y como se puede
leer en este párrafo:
¡Cuántos vientos de doctrina hemos conocido durante estos
últimos decenios!, ¡cuántas corrientes ideológicas!, ¡cuántas modas
de pensamiento!... La pequeña barca del pensamiento de
muchos cristianos ha sido zarandeada a menudo por estas
olas, llevada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo,

[119]
hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del
ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al
sincretismo, etc. Cada día nacen nuevas sectas y se realiza lo que
dice san Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia
que tiende a inducir a error (cf. Ef 4, 14). A quien tiene una fe
clara, según el Credo de la Iglesia, a menudo se le aplica la
etiqueta de fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es
decir, dejarse «llevar a la deriva por cualquier viento de
doctrina», parece ser la única actitud adecuada en los tiempos
actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que
no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida
sólo el propio yo y sus antojos.
A todo esto, proponía hacer frente mediante la
consideración del Hijo de Dios como la medida del hombre
verdadero. Para él, el camino no era lo que, a modo de símil,
describía como «continuas peripecias de quienes son como
niños zarandeados por las olas». Su consejo era entablar
amistad con Cristo, lo cual nos faculta y empodera para
discernir entre el engaño y la verdad.

Un mal bastante cotidiano

El problema del relativismo no solo se da en centros de


adoctrinamiento (estos pueden ser colegios, institutos,
universidades y escuelas de negocios que estén totalmente
comprometidas con la formación revolucionaria y con la cultura de
la cancelación), sino en escenarios tan cotidianos como la barra del
bar o la mesa de comida familiar.
Como sociedad, no solo nos estamos viendo tentados por el
Demonio para ir apartándonos de Dios, sumergirnos más en los
vicios o dejar de creer en general (actitud nihilista). Estamos
empezando a ser demasiado literales sobre la cuestión de la
"verdad absoluta" y confundiéndonos al hablar de "respeto", de
modo que, inocentemente, aceptamos el "todo vale".
Creemos que la libertad natural y negativa de la persona
para poder elegir y discernir libremente ha de tolerar cualquier
procesamiento de la razón, sin perjuicio de que se faculte a su
favor, en su contra o en una indiferencia con consecuencias
absolutamente negativas a largo plazo (el efecto del monóxido de
carbono).
De esta misma forma, comenzamos a intentar llevar a la
práctica, en estas cuestiones, el hecho de que hay que respetar a
todas las personas (incluso, consciente o inconscientemente,
podemos reconocer que no existe, por inmoralidad e

[120]
imposibilidad natural, un patrón homogéneo de pensamiento
único impuesto artificialmente).
Esto acaba arrastrando a la regla de la mayoría, en
ausencia de consenso- Básicamente, porque se piensa, una vez
más, que cuanto más, mejor (esto ocurre cuando se habla de
limpiar la casa, de ganar dinero, beber agua con fines de
hidratación, ahorrar o lavarse los dientes con fines de higiene
bucodental). En este caso, se hablaría de enfrentarse a un
número nulo o ínfimo de personas.

La regla de la mayoría y la responsabilidad humana

La regla de la mayoría siempre puede acarrear consecuencias


negativas, ya sea a corto, a medio y a largo plazo. De una u otra
forma, todo puede acabar teniendo una repercusión en la sociedad.
Es más, en base a nuestra mentalidad, nuestros dones y nuestros
defectos, podemos determinar el funcionamiento de otras unidades
de funcionamiento y organización artificial, que puedan requerir
de la acción humana no necesariamente individual.
Los seres humanos podemos asumir responsabilidades en
órganos de representación asamblearia o de dirección de
cualquier entidad como pudiera ser una empresa, una escuela o un
hospital. De hecho, todo liderazgo, con independencia de lo
transaccional que sea, siempre va a promover una filosofía,
unos principios, una base deontológica.
De nuestras responsabilidades pueden emanar categorías
concretas de bienes y servicios así como normas
administrativas y jurídicas que quedarán circunscritas a un
ámbito concreto, donde habrá un segmento de la sociedad que
puede tener unas dimensiones muy diversas (hablemos, en
otros términos, de ordenamiento).

La letalidad del "todo vale"

Al considerar que "todo vale", no solo estamos


reduciendo posiciones ocupadas en el tablero de cara a un
mayor avance de un enemigo cultural, político y religioso (la
cuestión del islamismo es una de las más claras, como se puede
ver en determinadas partes de Europa Occidental: Francia,
Bélgica, España, Países Bajos y Suecia).
De igual modo, como consecuencia de una sociedad que al
no creer en nada tiende también a desplazar y despojarse de
Dios, abrimos la puerta a expresiones muy diversas del Mal, lo
cual, en otras palabras, supone una ausencia o reducción de
barreras para el avance y desarrollo de ese proceso del
[121]
demonio que se llama Revolución y es enemigo de la
espontaneidad.
Así pues, podemos ser testigos de los atentados contra la
dignidad humana, de las vulneraciones a la libertad natural y la
propiedad privada, la destrucción de riqueza, la corrupción
moral, las pretensiones de demolición de la familia y otros
cuerpos intermedios, las propuestas de "falsos dioses y
religiones", la atomización que dará lugar a una nueva
esclavitud estatal, etc.

[122]
16. Benedicto XVI, al encuentro de los
mártires españoles
Jorge López Teulón

Es otro legado más. No el menor. Cuando los Papas llegan al


Cielo me los imagino rodeado por la corona de los santos y beatos
que han subido a los altares durante su pontificado. Solo el grupo
de los mártires españoles no es pequeño ni mucho menos... 530
compatriotas estarán esperándole a la puerta de los Cielos... puro
cortejo junto a la Santísima Virgen, San José, San Juan Pablo II,
San Benito... y tantos amigos que todos tenemos en el Cielo... Es
un argumento piadoso pero es la Comunión de los Santos...

Benedicto XVI recogiéndose en medio de la multitud

Siguiendo la estela de san Juan Pablo II los primeros mártires


beatificados de la persecución religiosa en España, del periodo
1934-1939, durante el pontificado de Benedicto XVI fueron el Beato
Josep Tàpies Sirvant y seis sacerdotes diocesanos de la
diócesis de Urgell junto a la religiosa mallorquina Beata María de
los Ángeles Ginard Martí. La ceremonia tuvo lugar el 29 de
octubre de 2005.
Dos años después, el 28 de octubre de 2007, llegó la magna
beatificación de 498 mártires (2 Obispos -Cuenca y Ciudad Real-,

[123]
24 sacerdotes diocesanos, 462 religiosos, 1 diácono, 1 subdiácono,
1 seminarista y 7 laicos) que pertenecían a 23 Causas. Si no me
equivoco fue la última beatificación en Roma (a excepción de
aquellos cuyas causas instruya la diócesis de Roma). Nunca
olvidaremos aquellas jornadas. Toledo se presentó en Roma con
800 peregrinos... sus palabras desde el balcón fueron inolvidables.
El 23 de enero de 2010 fue beatificado en la Basílica de Santa
María de Mataró (Barcelona), el sacerdote diocesano Beato Josep
Samsó i Elias, martirizado el 1 de septiembre de 1936.
El 17 de diciembre de 2011 en la Catedral de La Almudena de
Madrid subieron a los altares el Beato Francisco Esteban Lacal,
sacerdote profeso, y 21 compañeros de la Congregación de los
Misioneros Oblatos de María Virgen Inmaculada. Los religiosos
trabajaban en Pozuelo y casi todos fueron ejecutados en
Paracuellos del Jarama (Madrid). Junto al grupo de Oblatos fue
beatificado el seglar y padre de familia Cándido Castán San José,
vecino del pueblo de Pozuelo, que fue detenido en su casa y
llevado al convento para ser ejecutado “por su vivencia no
disimulada de la fe católica”.
Así que el cómputo total de los mártires de la persecución
religiosa española durante el pontificado de Benedicto XVI es
de 530 mártires.
GRACIAS, Santo Padre. Gracias por todo... ¡también por
nuestros mártires!

[124]
17. Gänswein ve en la traición de Paolo
Gabriele a Benedicto XVI algo «diabólico» que le
obligó a presentar su dimisión
Carmelo López-Arias

En los días posteriores a la muerte de Benedicto XVI, y antes


de su entierro, la sorprendente presencia mediática de su
secretario, Georg Gänswein (n. 1956) pudo hacer pensar que el
libro que se anunciaba y que se puso a la venta este jueves en
Italia, Nada más que la verdad. Mi vida a lado de Benedicto
XVI (Piemme), era una desestabilizadora bomba informativa. Una
bomba que habría estado agazapada en la imprenta a la espera de
que la desaparición del Papa emérito actuase como espoleta de un
terrible ajuste de cuentas.
Las memorias de quien sigue siendo formalmente prefecto de
la Casa Pontificia, recibido por Francisco este mismo lunes, no son
esa esperada bomba, aunque sí contienen informaciones de gran
interés.
Gänswein, canonista que llevaba en la Curia desde 1995, y
desde 1996 en la Congregación para la Doctrina de la Fe, se
convirtió en secretario particular del cardenal Joseph Ratzinger en
2003, cuando quien lo había sido veinte años, Josef Clemens, fue
nombrado subsecretario de la Congregación para los Institutos de
Vida Consagrada. Han sido, pues, casi veinte años de convivencia
continua en tres escalones distintos, durante los cuales, por su
sentido innato del respeto, Benedicto XVI nunca le tuteó, aunque le
llamaba afectuosamente Don Giorgio.
En esas dos décadas, confiesa Gänswein, ha podido conocer
"el verdadero rostro de uno de los mayores protagonistas de la
historia del siglo pasado, denigrado con demasiada frecuencia" por
"convicciones que en realidad no hacían más que expresar su
profunda fidelidad a la Tradición y al Magisterio de la Iglesia y
la defensa de la fe católica".
El primer tercio del libro relata hechos de la vida de Benedicto
XVI y del pontificado de Karol Wojtyla a los que aporta ser una
versión que cabe considerar contrastada por las propias
conversaciones con Ratzinger.

El acto de Asís de 1986

Como las objeciones que éste puso al célebre encuentro


interreligioso de 1986 en Asís, "en el cual el cardenal no
consideró oportuno participar". Había expresado al Papa sus
[125]
objeciones al formato y previsto la "confusión" que habría de
producirse entre las diversas expresiones de culto de los 62 jefes
religiosos presentes, y la sensación de "sincretismo" o "relativismo"
que podía transmitirse, por lo cual no quiso que su presencia
"pudiese ser interpretada equivocadamente como una valoración
favorable".
El Papa se dio cuenta a posteriori de que "los temores
expresados por el cardenal no eran del todo peregrinos", y para la
segunda edición del encuentro en 2002 se cuidaron más "los
detalles". Con todo, hasta el día antes de su celebración Ratzinger
no estaba en la lista de participantes, aunque finalmente
"consideró que podía intervenir tras una petición personal del
Pontífice".

¿A quién votó? ¿Quién le votó?

En cuanto al cónclave de 2005, Gänswein comenta una


curiosidad. ¿Por quién votó Benedicto XVI? A raíz de las
indiscreciones de un cardenal sobre las votaciones, corrió la idea de
que lo habría hecho insistentemente (siendo el único voto que
recibió dicho candidato) por el cardenal Giacomo Biffi, a la sazón
arzobispo emérito de Bolonia. Gänswein le da crédito, y en una
ocasión lo dejó caer a ver si Ratzinger confirmaba el rumor, sin
éxito.
¿Y quién promovió la candidatura del prefecto de la Fe y
decano del colegio? Él piensa ("según mis sensaciones", dice) que
"entre los más activos" por la candidatura ratzingeriana estuvieron
el colombiano Alfonso López Trujillo, el chileno Jorge Medina
Estévez, los españoles Julián Herranz y Antonio María Rouco
Varela, el alemán Joachim Meisner (uno de los firmantes en 2016
de los Dubia sobre Amoris Laetitia), el austriaco Christoph
Schönborn, el nigeriano Francis Arinze y el indio Ivan Dias.
Pero ni siquiera en los domingos de descanso de Benedicto
como Papa en ejercicio, cuando veían alguna película antigua o un
episodio de Don Matteo (la serie que emite la RAI desde el año
2000, en la que Terence Hill interpreta a un típico párroco italiano
metido a resolver los pequeños o grandes crímenes locales), o bien
escuchaban música clásica o la interpretaba el Pontífice al piano
(sobre todo Schubert y Mozart), pudo Gänswein sonsacarle nada
de lo protegido por el deber de secreto de los conclavistas.

Las polémicas

En los dos tercios restantes del libro, el secretario de


Ratzinger aborda casi todas las cuestiones polémicas que han sido
[126]
avanzadas en la promoción del libro realizada mientras se velaba el
cuerpo del Papa.
-El nombramiento del cardenal Tarcisio Bertone como
secretario de Estado fue "discutido y problemático". Gänswein
sostiene que el nombramiento "parecía adecuado" pero que el Papa
"durmió mal" con las tensiones que suscitó la designación.
Posteriormente, los numerosos viajes de Bertoni le apartaron
"de la tarea fundamental de dirigir el trabajo de la Secretaría de
Estado", y empezaron a recibirse quejas (el libro recoge varias)
desde distintas instancias eclesiásticas, que, unidas a la gestión del
Instituto para las Obras de Religión (el llamado 'banco vaticano') y la
gestión de los hospitales vaticanos, acabaron estallando con las
filtraciones de Vatileaks.
-A Benedicto, el nombramiento del cardenal Jorge Mario
Bergoglio le resultó "inesperado": "Me pareció que sus pronósticos
se dirigían hacia tres figuras", el italiano Angelo Scola, el
canadiense Marc Ouellet y el brasileño Odilo Pedro Scherer,
especifica Gänswein, quien señala el estricto alejamiento del Papa
emérito respecto a cualquier preparación del cónclave o promoción
de candidato alguno.
-Nada hay en el libro que alimente cualquier conflicto entre
Francisco y Benedicto XVI, que quizá es lo que el morbo previo a la
publicación aguardaba. Todo lo contrario. Más allá de que al Papa
emérito pudiesen sorprenderle algunas decisiones de su
predecesor -y se citan-, jamás exteriorizó desafección alguna, que
habría desentonado respecto a la cordial relación que han
mantenido. Las noticias de una supuesta contraposición entre
Bergoglio y Ratzinger "siempre han entristecido" a este último.
-El relato sobre la publicación del libro Desde lo más hondo de
nuestros corazones, que incluye colaboraciones del Papa emérito y
del cardenal Robert Sarah en torno al sacerdocio, ratifica la versión
aportada entonces por el propio Gänswein, que
dejó descolocado al entones prefecto de la Congregación para el
Culto Divino y a la que aporta algún documento más. La polémica
se refería a la autoría, conjunta o separada, de las partes
consideradas críticas hacia una hipotética cesión de Francisco en la
cuestión del celibato.
-Gänswein sí cuenta sus propios desacuerdos con el nuevo
Papa porque se le mantenía como prefecto de la Casa Pontificia al
mismo tiempo que se le apartaba del ejercicio de sus funciones en
beneficio de los nuevos colaboradores del Pontífice argentino. Él
llegó a explicarle que "aquello hacía problemática la gestión de la
tarea" y "disminuía [su] autoridad": "Además, a nivel personal me
había sentido humillado, tanto porque no me había aclarado el
motivo de su decisión, como porque había hablando en presencia
[127]
de otras personas, con lo que el chisme se había difundido
inmediatamente por el Vaticano, con interpretaciones de diverso
tipo". El arzobispo alemán nunca consiguió su objetivo.
-En cuanto a Traditionis custodes, que derogó en 2021 el
motu proprio Summorum Pontificum de 2007 que liberalizaba
la misa tradicional, Benedicto "a nivel personal, lo consideró un
error, porque ponía en peligro el intento de pacificación que se
había realizado catorce años antes".

La traición de Paolo Gabriele

De las numerosas historias internas de la Curia vaticana que


recoge Gänswein, reviste especial interés la narración de la traición
de Paolo Gabriele, el mayordomo de Benedicto XVI, a quien
"consideraba como un hijo". Gänswein describe cómo enseguida
apuntaron a él todas sus sospechas (independientemente de lo que
ya estaba investigando la Gendarmería Vaticana), que se
clarificaron al filtrarse dos cartas a las que solamente Gänswein
había tenido acceso, además de Gabriele, a quien le había pedido
fotocopiarlas.
Al secretario del Papa le sorprendió cómo, al acusarle a la
cara, Paolo "se hizo el ofendido" ante unas pruebas tan evidentes.
Lo llamativo es que, poco después, cuando acudió a la capilla a
rezar después de comer, se encontró al traidor allí también. Se
acercó y hablaron del tema. Quizá por la presencia del Santísimo,
Gabriele no siguió negando y reconoció haber pasado documentos
a Gianluigi Nuzzi, uno de los periodistas que los publicaron. Sin
embargo, cuando le comunicó al poco tiempo la suspensión
cautelar de su funciones, el mayordomo reaccionó afirmando con
"frialdad" que, tras haber hablado con su director espiritual, se
sentía "con la conciencia tranquila".
Tal vez por estos vaivenes inexplicables y por la personalidad
de los involucrados, Gänswein considera que "la cantidad de
acciones negativas que se llevaron a acabo [con los Vatileaks] fue
indudablemente algo que se aproxima a lo diabólico".
El propio Benedicto XVI se adelantó a conmutar parte de la
pena impuesta a Gabriele y se reunió con él. Gänswein no estuvo
en la reunión: "No sé qué se dijeron, pero vi a Paolo muy afectado y
tuve la sensación de que se había dado cuenta de cuánto daño
había causado su iniciativa". En cuanto a las motivaciones, la
investigación interna descartó un sabotaje de miembros de la Curia
y Gänswein comparte esa idea, apuntando a una extraña
combinación de intereses que, en el caso de Gabriele, habrían
aprovechado su tendencia a los pensamientos persecutorios.

[128]
Para Gänswein fue, además, motivo de dimisión, que
presentó a Benedicto XVI asumiendo su responsabilidad porque era
el superior directo de Gabriele. El Papa no se la aceptó, y le reiteró
su confianza elevándole al episcopado a finales de 2012, algo que
normalmente no se hace con los secretarios papales mientras están
en el cargo.
Gänswein vio a Gabriele pocos días antes de su fallecimiento,
el 24 de noviembre de 2020, a los 54 años de edad. El ex
mayordomo, gravemente enfermo, le mandó llamar porque quería
morir reconciliado con él: "Hablamos confidencialmente
mirándonos a los ojos, me pidió el Viático y luego rezamos junto a
su esposa y sus tres hijos... Luego no dejamos de mandar alguna
ayuda a la familia, con la discreción propia del caso".

[129]
18. La inesperada renuncia de Benedicto
XVI, un hecho histórico que cambiaría el rumbo
de la Iglesia
Javier Lozano

“Si el Papa llega a reconocer con claridad que física, psíquica


y mentalmente no puede ya con el encargo de su oficio, tiene el
derecho y, en ciertas circunstancias, también el deber de
renunciar”. Esta respuesta que Benedicto XVI ofreció a Peter
Seewald en el libro Luz del Mundo y que pasó algo desapercibida
en su momento ante un hecho que no tenía apenas precedentes
cobró todo el sentido dos años después, el 11 de febrero de 2013,
cuando anunciaba por sorpresa y dejando atónitos a los
presentes que renunciaba al ministerio petrino.
En el discurso que pronunció en latín aquel día en la Santa
Sede afirmaba: “He llegado a la certeza de que, por la edad
avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el
ministerio petrino”. Benedicto recalcaba también que “para
gobernar la barca de Pedro es necesario también el vigor tanto del
cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha
disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad
para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”.
“Siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con
plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de
Roma, Sucesor de San Pedro”, declaró solemnemente. En ese
momento, Benedicto XVI tenía 85 años y estaba a punto de
cumplirse el octavo aniversario de su pontificado.

El día que dejó la cátedra de San Pedro

El 28 de febrero de 2013 a las 20.00 horas fue la fecha que


eligió para que su renuncia fuera efectiva y la Iglesia se quedara
con la sede vacante a la espera de la convocatoria de un cónclave
que acabaría eligiendo al cardenal Bergoglio, el Papa Francisco.
La concreción de la hora tuvo que ser explicada por el
portavoz vaticano en aquel momento, Federico Lombardi. En una
muestra de su personalidad germánica y organizada Benedicto XVI
únicamente decidió que fuera a las 20.00 porque “esa es la hora
en la que todos los días deja de trabajar”.

[130]
Una situación con muy escasos y lejanos precedentes

El mundo, especialmente el orbe católico, quedó


conmocionado ante una situación que apenas tenía algún
precedente y para el que además había que remontarse a más de
seis siglos atrás. El caso más parecido, salvando las distancias,
en el que la renuncia se produjo con libertad y por razones de
salud o ancianidad fue el de Celestino V, Pedro di Morone, un
monje de origen campesino y fama de santidad. Tenía 84 años, en
realidad casi fue obligado a ser Papa, y una vez ya como Pontífice
vio que no tenía fuerzas ni capacidades para controlar la
envenenada corte papal. Declaró que él sólo era un anciano
ignorante y volvió a monasterio renunciando al ministerio petrino.
Las otras escasas renuncias tienen que ver con el conflicto
llamado "el Cisma de Occidente", cuando hubo hasta 3 Papas al
mismo tiempo: uno en Aviñón, otro en Pisa y otro en Roma; en
cierto momento, el Papa de Aviñón se encerró en Peñíscola: era el
español Benedicto XIII, el Papa Luna, que nunca renunció incluso
cuando le abandonaron los reyes de Castilla y Aragón y murió
considerándose el único Papa verdadero. Pero sí renunciaron sus
contendientes: el último de ellos (la última renuncia papal de la
historia) fue la de Gregorio XII en 1415. Renunciando todos, se
abría paso a una elección única, acabando con el Cisma.

Los motivos de Benedicto XVI

En el momento de anunciar su renuncia, pero también


durante los años siguientes se ha especulado sobre qué
motivos habrían llevado a Benedicto XVI a tomar una decisión tan
drástica, más allá de su explicación de que se encontraba “sin
fuerzas”.
Pocas personas conocían mejor el interior de la Iglesia
Católica como Ratzinger. Tanto lo bueno como lo malo. Lo pudo
comprobar en sus casi ocho años (abril 2005-febrero 2013) como
Papa, pero también como prefecto para la Congregación para la
Doctrina de la Fe, donde fue un firme colaborador de San Juan
Pablo desde 1981 hasta la muerte del Papa polaco en 2005 y la
elección del propio cardenal alemán como Pontífice.
Estos años le permitieron conocer como nadie los entresijos
del Vaticano, y todos los problemas que había que solucionar
allí. Esto quedó de manifiesto cuando saltó el escándalo del
Vatileaks, el robo de documentos reservados por parte de uno de
los mayordomos del Papa. Pero esto puso de manifiesto la
corrupción que había en el interior de la propia Santa Sede, un

[131]
problema mayúsculo, y al que se ha enfrentado también Francisco,
que ha podido comprobar la dificultad de poder cambiar la situación.
En aquel momento se cernía también sobre la Iglesia una
nueva oleada de casos de abusos sexuales cometidos por
clérigos en el pasado. En este caso tanto los problemas internos
como la presión externa hicieron que para el Papa fuera una
situación de gran urgencia.
¿Fueron estos motivos suficientes unidos a su vejez y falta de
fuerzas lo que llevaron a Benedicto XVI a renunciar?
Ocho años después, ya en 2021, habló a un periodista
del Corriere della Sera sobre los motivos de su renuncia. Esto dijo:
"Fue una difícil decisión. La tomé con plena conciencia y creo que
hice bien. Algunos amigos míos, un poco 'fanáticos', todavía están
enfadados, no quisieron aceptar mi elección. Pienso en las teorías
de la conspiración que lo siguieron: se dijo que fue culpa del
escándalo de Vatileaks, parte de una conspiración del lobby gay, o
del teólogo conservador lefebvriano Richard Williamson. No
quieren creer en una elección consciente. Pero yo tengo buena
conciencia".
En una entrevista en 2016 con La Reppublica, el Papa emérito
ahondaba también en esta fuerza física necesaria para desempeñar
su función. Citaba su viaje a México y Cuba en 2012 recordando:
“en esos mismos días, sin embargo, experimenté con gran fuerza
los límites de mi resistencia física. Sobre todo, me di cuenta de
que ya no estaba en disposición de afrontar un futuro vuelo
transoceánico por los problemas del huso horario”.
Y al fondo aparecía la JMJ de Río de Janeiro de 2013, que a
la postre fue la primera a la que acudió Francisco: “después de la
experiencia del viaje a México y a Cuba, ya no me sentía capaz de
realizar un viaje tan comprometido. Además, con la impronta
marcada por Juan Pablo II en estas jornadas, la presencia física del
Papa era indispensable. No se podía pensar en una participación
televisiva o en otras formas facilitadas por la tecnología. Ésta
asimismo era una circunstancia por la cual la renuncia era para
mí un deber”.
Pocas horas antes de hacerse efectiva su renuncia el 28 de
febrero de 2013 a las 20 horas, el todavía Papa abandonaba el
Vaticano para instalarse en Castelgandolfo, donde poco después ya
sería Papa emérito. Su vuelta a la Santa Sede se produjo ya al
monasterio Mater Ecclesiae, en el interior de los muros vaticanos,
donde había decidido pasar el resto de su vida dedicado a la
oración por la Iglesia. Y así lo ha hecho hasta su fallecimiento.

[132]
CÓMO PASARÁ A LA HISTORIA JOSEPH
RATZINGER

[133]
1. Messori evoca a Ratzinger: «Nunca he
conocido a un hombre tan bueno, tan
disponible, tan humilde»
Se reían de Vittorio Messori cuando dijo que quería
entrevistar al cardenal Joseph Ratzinger, a la sazón prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, por su carácter retraído y
su entrega total a su trabajo.
Aquella entrevista, sin embargo, tuvo lugar, y no solo daría
lugar a la publicación del Informe sobre la fe, uno de los libros
religiosos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, sino a
la buena amistad entre ambos. Riccardo Cascioli, director de La
Nuova Bussola Quotidiana, ha entrevistado al periodista italiano
para recordar aquellos tiempos y también su encuentro con el que
ya era Papa emérito:
“Nunca he conocido una persona tan buena y humilde”.
Vittorio Messori recuerda así a Joseph Ratzinger, el Papa emérito
Benedicto XVI, pocas horas después de su muerte. Al teléfono
desde su casa de Desenzano sul Garda, convertida ahora en
eremitorio tras la muerte el pasado 16 de abril de su
esposa Rosanna, Messori recorre sintéticamente las etapas de
su amistad con Ratzinger, iniciada en 1984 cuando insistió en
hacerle una entrevista que se convertiría luego en el Informe sobre
la fe, un libro que “hizo mucho ruido en todo el mundo”.

La "bomba"

La primera edición (en Paulinas) salió en 1985 y fue una


auténtica bomba: era la primera vez que un prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe hablaba con un periodista y
aquél era asimismo el año del Sínodo de los obispos, llamado a
reflexionar sobre el Concilio Vaticano II a los veinte años de su
clausura. Ratzinger formuló juicios muy claros sobre todas las
temáticas más calientes del postconcilio, desde la concepción de
la Iglesia, la liturgia, el drama de la moral o la crisis del sacerdocio,
hasta la Teología de la Liberación y el ecumenismo.
Las reacciones, como se puede imaginar, fueron violentas por
parte del ala progresista y de los teólogos de moda, que ya habían
digerido mal el pontificado de Juan Pablo II, que arrancó en 1978.
Precisamente Wojtyla fue quien en 1981 quiso junto a él a un
reticente Ratzinger, en una relación que siempre fue muy estrecha,
y aquel libro puede también ser considerado como un manifiesto
de aquel pontificado.

[134]
“Me tomaban el pelo”, cuenta Messori, “cuando decía que iba
a hacer una entrevista al cardenal Ratzinger. En la Congregación
para la Doctrina de la Fe decían que no lo conseguiría, que él no
salía nunca de la Congregación. Por otra parte, también tenía fama
de ser muy cerrado y poco hablador. Yo sin embargo insistí y
finalmente nos recluimos en la montaña durante tres días junto a
dos religiosas alemanas que nos preparaban la comida”.
Fue en Bressanone, en el seminario local, en agosto de 1984.
Allí nació el libro que supondría un evento de gran importancia para
la Iglesia.

Un hombre "bueno, disponible y humilde"

Probablemente, la confianza que el cardenal Ratzinger tuvo


con él se debe a Hipótesis sobre Jesús, escrito por Messori en
1976, que tuvo un éxito mundial y sigue siendo muy leído. El hecho
es que Ratzinger se abre completamente en Informe sobre la fe.
“Tuve la convicción de estar ante un hombre que
buscaba cualquier cosa menos esconderse o escabullirse”,
continúa Messori: “Lo que me sorprendía era que le hacía las
preguntas más embarazosas, pensando que evitaría responder, y
sin embargo respondía”.
“De aquello nació una auténtica amistad. Cada vez que iba a
Roma nos veíamos e íbamos a comer a un restaurante. Y pude
confirmar que nunca he conocido a un hombre tan bueno, tan
disponible, tan humilde. Me confiaba su sufrimiento por haber sido
llamado a Roma como cabeza de la Congregación para la Doctrina
de la Fe: ‘Lo que más me amarga’, me decía, ‘es tener que controlar
el trabajo de mis colegas, que se dedican a la teología. A mí me
gustaba ser profesor, estar con los alumnos. Cuando me llamaron a
Roma para hacer este trabajo, lo acepté por obediencia, pero para
mí fue un sufrimiento’”.
En realidad ya había sufrido cuando Pablo VI decidió en 1977
nombrarle arzobispo de Múnich y Frisinga, “una de las realidades
más difíciles para los católicos”. “Le sorprendió mucho aquel
nombramiento”, recuerda Messori, citando las confidencias de
Ratzinger: “Fue su primer sufrimiento, su primera obediencia.
Después de aquello, pensaba poder dejar esa tarea y volver a la
universidad, y sin embargo llegó Juan Pablo II y se lo llevó a Roma,
para una carga aún más pesada. Pero obedeció hasta el fondo, fue
siempre un hombre dispuesto a obedecer a lo que se le pedía”.
Una obediencia ciertamente dolorosa: “Por tres veces pidió a
Juan Pablo II que le permitiese renunciar. Pero él le dijo que no.
Ratzinger quería volver a sus libros, a la universidad, a los

[135]
estudiantes”. Y fue llamado nada menos que al papado en abril de
2005.

La llamada del Papa emérito

¿Y esa imagen de hombre rígido, censor y controlador


implacable de todo pensamiento libre en la Iglesia? “Él se sonreía
cuando le acusaban de controlarlo todo. En realidad jamás intervino
con dureza contra nadie”, replica Vittorio Messori, y añade:
“Conociéndole, estoy tan convencido de que ha ido directamente al
Paraíso que no rezo por él, sino que le rezo por mí. Estoy
segurísimo de que ha ido al Cielo, no rezaré por él, sino que desde
hoy lo añado como un santo al que rezar para que me ayude. Él no
me necesita".
¿Cambió algo tras la renuncia de 2013? “Hay una anécdota
por la cual le quise aún más”, responde Messori esbozando una
sonrisa al evocarla: “Cuando se retiró, yo no quise molestarle más.
Pero un buen día, un año y medio después, me llamó su secretario
diciendo que a Su Santidad le gustaría volver a verme. Por
supuesto, al día siguiente partí para Roma, y en seguida me recibió
e hizo algo muy raro en él: me dio un beso cuando me abrazó, no
creo que lo haya hecho muchas veces. Luego me pidió que me
acomodara y me dijo: ‘Mire, tenía gana de verle y de charlar un
poco con usted, pero, por favor, olvídese de que es periodista’. Y,
en efecto, yo no le pregunté nada, fue él quien me hizo muchas
preguntas: sobre lo que estaba pasando en la Iglesia, mis
impresiones sobre el nuevo Papa, etc. Escuchó con atención. Al
final, no me dijo nada, solamente ‘Yo seguiré rezando’”.
El primado de la oración es, sin duda, el legado más
importante que nos deja, pero además está esa enorme cantidad de
escritos y discursos que habría que releer uno a uno porque siguen
siendo actuales. Empezando por aquel Informe sobre la fe, la
entrevista concedida a Vittorio Messori, quien, en efecto, dice: “Es
sorprendente releer hoy aquellas respuestas de hace casi cuarenta
años. Siguen siendo dramáticamente actuales”.

[136]
2. Benedicto XVI, un «auténtico» fracasado
Juan Cadarso

Dice Sábato en el genial libro Diálogos: Borges-Sabato que


"sería mucho mejor publicar un periódico cada año o cada siglo o
cuando sucediera algo verdaderamente importante: 'El señor
Cristóbal Colón acaba de descubrir América'. Título a ocho
columnas". Hoy, sin duda, creo que es uno de esos días… en los
que una noticia tan trascendente, esta vez, en el sentido más
metafísico de la palabra, justifica a otras cientos de ellas bastante
irrelevantes. "Acaba de morir Tomás de Aquino o Agustín de
Hipona"… se le podría comparar.
Hoy nos ha dejado Benedicto XVI y son muchos los recuerdos
que me invaden en este día tan especial. Desde la emoción que
sentía mi padre mientras veíamos juntos despegar el helicóptero
que le trasladaba del Vaticano a Castel Gandolfo, aquel marzo de
2013; hasta la vez que pude verlo de cerca en el Monasterio de El
Escorial, durante la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid.
Pero, también estuvo Colonia, Valencia, la beatificación en Roma
de su amigo Juan Pablo II… y algunas otras más.
Pero, si algo tengo que decir, es, como tituló un diario español
en su día, que Benedicto XVI fue el Papa de mi generación. Mis
amigos y yo crecimos con él. Y aquel "hemos vivido una aventura
juntos" en el vendaval de Cuatro Vientos siempre nos pareció el
reconocimiento tácito de que el erudito alemán era, en realidad, un
colega más, porque "ya no os llamaré siervos, sino amigos", dice el
Señor. El Papa que se marcha ha sido para muchos de nosotros un
faro de sabiduría. Una mente brillante que conocía como pocos, es
verdad, la idea de Dios, pero que, mucho más importante que todo
eso, se había encontrado de frente con una persona llamada
Jesús.
Porque, si algo convierte esta noticia mundial en algo
realmente trascendental es el valioso legado que nos
deja Benedicto XVI a todos los demás. Hoy se cierra una vida que
empieza a estar plenamente en función de cada uno de nosotros.
Para nuestro propio beneficio. ¡Muchas gracias, Benedicto! ¿Y
cuál es ese ejemplo tan importante? Algunos podrían decir que su
sabiduría, su claridad, su entrega a la Iglesia, su humildad, sus
libros valiosísimos… Yo, en cambio, me quedo con uno menos
llamativo: que fue un "auténtico" fracasado. Es decir, un
verdadero cristiano.
Conocidas fueron las cartas de renuncia cuando era Prefecto
de la Doctrina de la Fe. Y él eligió Su voluntad. Conocidas eran las

[137]
aspiraciones vitales a dedicarse al estudio y a tocar el piano cuando
le llamó el papado. Y prefirió Su voluntad. Conocida fue la
humillación que sufrió, del robo de correspondencia por su propio
secretario personal. Conocida, por supuesto, fue su renuncia a la
cátedra de Pedro, ¡la primera en 600 años!, con los consiguientes
titulares de: "El Papa que se bajó de la cruz". Y él, eligió Su
voluntad. Conocido era, también, que Benedicto XVI fue etiquetado
con el condescendiente: "Un Papa de transición". Sabido era,
además, que le precedió el Papa más grande del siglo XX. Y,
conocido ha sido el intento de convertirlo en líder de una Iglesia
partidista… pero él siguió siempre a su sucesor.
Hoy podemos decir que Benedicto XVI fracasó como
hombre en casi todos sus proyectos personales. Nada en esta vida,
a pesar de su inmensa valía humana, llegó a salirle exactamente
como tenía pensado. Al final siempre ocurría algo que cambiaba
todos sus planes. Pero, como buen cristiano, la gloria para este
sabio no estaba en la corona de laurel sino en la de espinas: su
verdadero triunfo fue seguir fielmente los planes que Dios tenía
reservados para él. No olvidemos que tuvo que marcharse de este
mundo en el silencio, la oración y la contemplación de un frío
monasterio vaticano.
Mientras escribo estas líneas miro el crucifijo de mi habitación
y solo me sale decir: ¡Qué cerca de Dios estuvo Benedicto
XVI! Porque ¿no seguimos acaso a un "fracasado" que siendo Dios
prefirió morir en la cruz por amor a todos nosotros? ¿No es
precisamente en la cruz, en "el leño verde", donde estamos
llamados a ser luz? Al Papa que se nos ha ido nunca se le podrá
acusar de esconder sus talentos, de irresponsable, de poco
ambicioso o de indolente… simplemente, buscando cumplir con su
deber, antepuso siempre la voluntad de Dios. ¿No es acaso un
modelo para todos nosotros? Desde luego que sí.
Hoy, aquel que se presentaba como un "humilde trabajador de
la viña del Señor" ha ascendido en el escalafón. Ahora, a
nosotros, solo nos queda vivir algún día… ¡otra aventura juntos allá
arriba!

[138]
3. Rémi Brague: «Si ser conservador
significa no ceder a las manías progresistas,
Benedicto XVI lo fue»
El filósofo francés Rémi Brague es uno de los pensadores
católicos de referencia en nuestro tiempo. Ganador del Premio
Ratzinger en 2012, conocer su valoración sobre la figura de
Benedicto XVI es obligado. Alexandre Devecchio le ha entrevistado
en Le Figaro:

-¿Cuál será el legado de Benedicto XVI?

-En mi opinión, el legado de Benedicto XVI será tanto


espiritual como intelectual. Él habría cuestionado esta división del
trabajo entre estas dos dimensiones. Para él, ambos deben trabajar
juntos, iluminarse mutuamente. La fe proponía a la razón
fenómenos inesperados, que tantos desafíos representaban para
ella; la razón, por su parte, permitía a la fe purificarse de un
sentimentalismo atribulado, incluso de simples supersticiones.
»Dicho esto, el Papa emérito era originalmente un sacerdote
católico, al igual que el profesor Joseph Ratzinger, formado en la
exigente tradición de la universidad alemana.
»El rigor de la composición, la claridad de la exposición, la
preocupación por citar las fuentes con referencia e indicar
el contexto son modelos dignos de imitación. Al igual que la
práctica de la disputatio, heredada de la escolástica medieval, del
intercambio cortés de argumentos sólidos, como la memorable que
llevó a cabo Benedicto XVI en 2004, cuando aún era solo prefecto
de la Congregación para la Doctrina de la Fe, con Jürgen
Habermas. Este ejemplo nos vendría bien, sobre todo en Francia,
donde con demasiada frecuencia oímos decir: "Yo no hablo con esa
gente".
»El discurso de Ratisbona (2006), que ha sido tan
malinterpretado -y a veces, me temo que deliberadamente-, era un
programa, una defensa de la razón, dirigida contra el ambiente
antiintelectualista que prevalece hoy en día, cuando la razón se
encierra en la ciudadela de las ciencias duras y abandona el
dominio práctico a la afectividad o la ideología.
»El discurso en el Colegio de los Bernardinos (París, 2008),
que permanece en la memoria de los franceses -incluido yo mismo,
que tuve la suerte de asistir-, nos recordó que el principio de
"buscar a Dios", y por tanto la regla misma de la espiritualidad
cristiana, debería poder seguir animando la vida intelectual de los

[139]
hombres del siglo XXI, como había animado la de los monjes un
milenio antes.

-¿Cuáles son las fechas clave de su pontificado?

-Entre muchas fechas, elegiré deliberadamente, con toda


subjetividad, tres de las que han causado dolor.
»En 2005, apenas elegido Papa, dio el empujón que un Juan
Pablo II envejecido no se arriesgó a dar: suspendió a personas
cuya doble vida constituía un contra-testimonio, y denunció
los escándalos de pederastia. Me asombra la insensatez de
quienes se atrevieron a acusarle de ser responsable de hechos que
él había denunciado y cuya competencia había dejado en manos de
los tribunales civiles.
»En 2009 expresó sus reservas sobre el uso
de preservativos contra la propagación del SIDA en África. Sobre
este ejemplo concreto, Benedicto XVI recordó que la técnica, con
todos sus triunfos, no es una solución eficaz si pretende sustituir la
libertad del hombre y las decisiones que toma una vez que ha
tomado plena conciencia de su propia dignidad.
»También en 2009, puso a los obispos lefebvristas ante sus
responsabilidades levantándoles la excomunión. Arriesgaba
mucho, pero ponía la pelota en su tejado. Les tocaba a ellos decir si
realmente querían volver a la plena comunión con Roma, o si
insistían en creerse los únicos que mantenían la posición ortodoxa,
actitud que es el síntoma mismo que indica que uno se está
deslizando hacia la heterodoxia.

-¿Podríamos calificarle de Papa conservador?

-Algunos medios de comunicación no han tenido empacho en


hacerlo, tomando nociones que son válidas (y solo dentro de ciertos
límites) para las instituciones políticas y aplicándolas a la Iglesia,
que no es una de ellas.
»La misión de la Iglesia es recibir lo que ha venido de fuera -
es decir, la Revelación- y transmitirlo sin pérdida. Los obispos,
incluido el obispo de Roma, deben velar por lo que se llama el
"depósito de la fe", sin añadirle nada y, sobre todo, sin quitarle
nada. En este sentido, son necesariamente conservadores, en el
sentido noble de la palabra cuando se llama "conservador" a la
persona encargada de salvaguardar y hacer accesibles al público
los tesoros de un museo.
»Pero hay una diferencia. Las colecciones de un museo,
incluso de los más grandes del mundo, son finitas. Por otra parte, si
la revelación procede de Dios, que es infinito, su contenido también
[140]
lo es. Por tanto, nunca terminaremos de inventariar las riquezas
de lo que se nos ha dado. La conservación de dicho contenido
exigirá entonces una adaptación constante ya que si este contenido
no cambia, los hombres que lo reciben son más o menos capaces
de ver en él tal o cual elemento. Así, en sus encíclicas, Benedicto
XVI ha sabido destacar aspectos nuevos en textos bíblicos que
tienen dos mil años o más.
»Si, por otra parte, ser conservador significa no ceder a
las manías progresistas que se suceden y esperar pacientemente
a que pierdan su credibilidad -lo que inevitablemente hacen al cabo
de unas décadas-, entonces, sí, también en este sentido Benedicto
XVI fue conservador.

-¿Cómo explica su opción por la renuncia? ¿Es un


misterio? ¿No es paradójico para un Papa apegado a la
tradición?

-Cuando en otoño de 2011 vi a Benedicto XVI, demacrado y


apoyado en un bastón, entrar en la sala donde iba a entregar el
Premio Ratzinger, tuve la impresión de que estaba al límite de sus
fuerzas.
»Si hay algún misterio, no es que haya abandonado su
ministerio, sino que haya podido durar otros diez años. Creo que
quería evitar lo que había presenciado impotente en los últimos
años de Juan Pablo II: un Papa enfermo e incapaz de afrontar los
problemas, un ambiente "fin de reinado" en el que todo iba mal, en
el que cada uno hacía lo que quería. Si he entendido bien lo que
significa la palabra tradición, es decir, transmisión, no inmovilidad,
esto es precisamente lo que Benedicto XVI quiso respetar cuando
eligió ser emérito.

-¿Es el Papa Francisco una continuación de Benedicto


XVI, o representa una ruptura con él?

-Al principio, me pareció que Francisco había tomado como


programa el discurso que Benedicto XVI había pronunciado ante los
obispos alemanes: una Iglesia más pobre y menos arrogante. En
cuanto a lo que siguió, a menudo debo confesarme perplejo.
Algunas de sus decisiones coinciden con las de su predecesor
inmediato y, de hecho, con las de todos los que le precedieron.
»Otras, en cambio, parecen ser las opuestas a las del Papa
anterior, y en vida de este. Así, por ejemplo, ha restringido la
tolerancia hacia el rito latino, mientras que Benedicto XVI había
sabido hacer las paces autorizándolo. ¿Era ilusoria esta paz?
¿Permitía de hecho a ciertos círculos autodenominados
[141]
"tradicionalistas" constituirse en sectas, objetivamente aisladas del
resto de la Iglesia? La historia, retrospectivamente, nos lo dirá.

Traducido por Verbum Caro.

[142]
4. ¡Gracias, padre! (Benedicto XVI «in
memoriam»)
Monseñor José Ignacio Munilla

Al despedir a nuestro querido Papa emérito, la diócesis de


Orihuela Alicante quiere expresar su inmensa gratitud a Dios por
el don de la vida de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI.
Su nombre de pila, José, nos recuerda que, así como San
José fue en la vida de Jesús la “sombra del Padre”, también
nosotros hemos experimentado esa misma experiencia de
paternidad gracias a Benedicto XVI. Su pastoreo martirial en
medio de las aguas turbulentas del relativismo y de la dictadura del
relativismo ha sido un regalo del Padre del Cielo para poder
permanecer fieles, sin sucumbir ante la enorme presión del
momento.
Os comparto que lo primero que me vino a la mente al
conocer la noticia de su fallecimiento fueron aquellas palabras de
Jesús: “¿Qué salisteis a ver en el desierto, una caña sacudida por el
viento?”... ¿A qué salisteis? ¿A ver un profeta? Sí, os digo, y más
que profeta” (cfr. Mt 11, 7- 9).

In memoriam

Un “profeta” y “más que profeta”, ciertamente, ya que en su


vida se han conjugado la palabra clarividente del discernimiento
profético, con la paternidad llena de bondad y misericordia en el
ejercicio de su ministerio de sucesor de Pedro. En distintos foros y
ocasiones he tenido la oportunidad de subrayar que el gran don del
magisterio de Benedicto XVI ha sido la integración de la verdad y

[143]
la caridad en una misma esperanza, sin ceder a la tentación de
las contraposiciones dialécticas. Dios es la Verdad, al mismo
tiempo que el Amor, lo cual funda nuestra esperanza. Su gran
esfuerzo por expresar la sinfonía de las tres virtudes teologales -fe,
esperanza y caridad- ha sido colosal. Este ha sido el motivo, en
última instancia, por el que Joseph Ratzinger–Benedicto XVI ha sido
tan incomprendido y atacado, principalmente por cuantos no toleran
que la Iglesia Católica se resista a asumir el espíritu de la
mundanidad.
Me parece ilustrativo compartiros la circunstancia en la que
tuve mi primer encuentro con Benedicto XVI. En el verano de 2006
se celebraba en Valencia la Jornada Mundial de las Familias, y yo
acababa de ser nombrado obispo de Palencia, aunque todavía no
había sido consagrado. En la capilla del Santo Cáliz de la Catedral
de Valencia, Benedicto XVI se encontró con todos los obispos de
España, donde me permitieron acceder, a pesar de ser un simple
advenedizo. No olvidaré nunca las palabras que Benedicto XVI
dirigió a los obispos allí presentes, a propósito de la reciente
aprobación, por el episcopado español, de la Instrucción
Pastoral Teología y secularización en España, en la que se salía al
paso de tantos errores modernistas que se estaban infiltrando
dentro de la propia Iglesia: “¡Habéis salido a defender la fe de los
sencillos, y Dios os lo pagará!”. Me quedé conmovido al escuchar
esa expresión, porque comprendí que a Joseph Ratzinger–
Benedicto XVI, siendo uno de los mayores intelectuales en la
historia de la Iglesia, lo que le importaba por encima de todo era la
fe de los sencillos, la fe del pueblo de Dios que se le ha
encomendado.
Y no quiero concluir sin hacer referencia a estos últimos diez
años de retiro y de ocultamiento. Cuando el pasado miércoles el
Papa Francisco hizo pública la gravedad del estado de Benedicto
XVI, pidiendo oraciones al mundo entero ante la inminencia de su
fallecimiento, pronunció unas palabras misteriosas que merecen ser
meditadas: “El Papa emérito sostiene a la Iglesia en su silencio”.
¿Sostiene a la Iglesia? ¿Qué significa esa expresión? Algún día
comprenderemos, cuando estemos en la presencia de Dios, cómo
los últimos años de los ancianos y de los enfermos han podido
llegar a ser especialmente fecundos en los designios de Dios.
En el caso de Benedicto XVI esto ha podido alcanzar un grado
muy especial. Baste solo hacer un esfuerzo de intuición e
imaginación, para comprender cuánto ha rezado y
ofrecido Benedicto XVI en su retiro, en medio de la grave crisis que
vive el mundo y la propia Iglesia. Su vida ha sido ofrecida, junto con
el sacrificio de Cristo en la Eucaristía, por todos y cada uno de
nosotros. Por cierto, es impresionante la noticia que hemos
[144]
conocido de que la misma víspera de su fallecimiento concelebró
la Santa Misa en su propia habitación. ¡Con qué emoción
pronunciaría las palabras de la doxología: “Por Cristo, con Él y en
Él”!
En nombre de la diócesis de Orihuela-Alicante, te
despedimos diciendo: ¡gracias, padre! ¡Descanse en Paz!

[145]
5. George Weigel: «Ratzinger nunca pensó
ser más sabio que la Tradición, se veía como su
servidor»
C.L.

Para preparar su biografía de Juan Pablo II en dos


volúmenes sucesivos (Testigo de esperanza en 1999 y El final y el
principio en 2010), George Weigel, que conocía a Joseph
Ratzinger desde 1988, se reunió seis o siete veces con él. Una
relación que se prolongaría en el tiempo, y de hecho su último
encuentro ya fue con el Papa emérito, en el monasterio Mater
Ecclesiase, en octubre de 2019, durante 45 minutos.
"Era un conversador amistoso y llamativamente lúcido",
recuerda el escritor y periodista estadounidense: "Él fue una de las
dos únicas personas que he conocido que, cuando les hacías una
pregunta, se detenían, la pensaban, y luego te respondían con
párrafos enteros". Él se dio cuenta de esa perfección en la
expresión del pensamiento al transcribir sus conversaciones, "y eso
que lo hacía en la que era su tercera o cuarta lengua", el inglés.

Una interpretación autorizada del Concilio

Weigel hizo estas declaraciones a la revista America, de los


jesuitas norteamericanos, a raíz de la muerte del Papa emérito.
Explicó que Juan Pablo II le llamó a la Congregación para la
Doctrina de la Fe porque vio en él "un hombre de un conocimiento
teológico más profundo y amplio que el suyo propio y más inmerso
que él en el pensamiento teológico contemporáneo, pero sobre todo
alguien con quien compartía la pasión por Cristo, su convicción
de que Jesucristo es el único salvador del mundo”.
Ratzinger fue su colaborador para "proyectos sostenidos en el
tiempo en los que trabajar a largo plazo": su Teología del Cuerpo,
sus catequesis sobre el Credo, sus encíclicas... Pero el cardenal "no
temía decirle al Papa: 'Esto deberíamos hacerlo de forma diferente',
o incluso 'Su Santidad no debería hacer esto'. Eran personalidades
muy distintas, pero unidas en la profundidad de la fe cristiana y en
el compromiso de dar al Concilio Vaticano II una interpretación
autorizada".
Ambos estuvieron en el Concilio, el alemán como consultor, el
polaco como obispo, pero "ninguno de los dos recordaba
haberse conocido entonces". Su primera conversación seria fue
en el primer cónclave de 1978, el que eligió al cardenal Albino
Luciani como Juan Pablo I. Dieron un paseo por el patio de San
[146]
Dámaso, porque el verano romano era de un calor infernal y en el
palacio apostólico no había aire acondicionado. Ratzinger le
transmitió así a Weigel el resultado de esa conversación:
“Encontramos una posición común, en el sentido de que el Concilio
había sido realmente una obra del Espíritu Santo, pero que su
aplicación no había sido satisfactoria porque no había sido
comprendido correctamente, en continuidad con la Tradición”.
“Lo que estos hombres hicieron conjuntamente", afirma
Weigel, "fue darle al Concilio una interpretación autorizada” que, en
su opinión, la Iglesia en su conjunto "aún no ha digerido
plenamente", pero sí lo han hecho "las partes vivas de la Iglesia",
por lo que considera que "eso es el futuro".

Como San Gregorio Magno

Como todas las personas que le trataron, siquiera fuese


mínimamente, Weigel desacredita la idea propagandística de sus
adversarios de que era una especie de "perro guardián": "Es una de
las personas más amables que he conocido nunca, no había en
él mezquindad alguna". Pero su labor al frente de Doctrina de la Fe
era "alertar a la Iglesia de ideas que no son compatibles con la fe
católica y proteger el depósito de la fe... El catolicismo no es un
grupo de debate".
"Joseph Ratzinger nunca pensó ser más sabio que la
Tradición", continúa: "Entendía, y Juan Pablo II también, que
ambos eran servidores de esa Tradición. Ahora bien, ser un buen
servidor significa ayudar a la Tradición a desarrollarse, para que la
Iglesia llegue a una comprensión más profunda de esas verdades
establecidas".
En cuanto a los casos de abusos, Weigel es muy expresivo:
"Era un asunto horrible, en el que Joseph Ratzinger fue uno de
los escasos héroes”, desde el hecho de asumirlos en la
congregación a su actitud "extremadamente enérgica con los
sacerdotes responsables de abusos sexuales, mucho antes de que
estallasen los escándalos en Estados Unidos en 2002... Es un
héroe. Cuando habló de 'limpiar la basura' en la Iglesia, no estaba
bromeando y pienso que hizo todos los esfuerzos que pudo para
ello".
Por último, y en línea con lo que han señalado teólogos que
conocen en profundidad su obra, como Pablo Cervera, Weigel
destaca la importancia de la homilética de Joseph Ratzinger: "Será
recordado como el mayor Papa predicador desde San Gregorio
Magno [siglo VI]. Era un predicador extraordinariamente talentoso,
y del mismo modo que su obra escrita se seguirá leyendo durante
mucho tiempo, no me extrañaría que dentro de cien o doscientos
[147]
años, fragmentos de las homilías de Joseph Ratzinger se
incorporen al Oficio Divino o a otras formas de lectura espiritual".
"Era un hombre enamorado de la Palabra de Dios",
concluye, "y consagrado a abrir al mundo a la Palabra de Dios para
que también los demás se enamoraran de ella".

[148]
6. La Iglesia de Ratzinger
Eduardo Gómez

“Una estructura puramente humana acaba siempre en


proyecto humano”. Una síntesis pluscuamperfecta de la crisis de Fe
que diagnosticó el difunto Benedicto XVI. Cuando a un hombre le
es revelado su destino, tiene dos opciones: ora buscar los medios
de acogerse al designio divino, ora rehusar yendo por cualquier
vereda hacia ninguna parte, puesto que no hay camino allende al
designado.
A edades tempranas, Joseph Ratzinger tuvo muy clara
semejante disyuntiva; la obediencia a Dios y su primer
mandamiento estarían por encima de todo. Sus últimas palabras en
vida fueron calcadas a las de su primera comunión: “Jesús, te
quiero “. Cuanto se dice y sobredice de la potencia filosófica del
difunto Papa emérito quedaría en entredicho de no haber elegido tal
cual lo hizo su destino, de no haberse sometido al Señor de esa
manera tan agustiniana. No es casualidad que San Agustín fuera
uno de los referentes de Benedicto XVI. Tampoco lo es que llegara
a ser cardenal prefecto de la Sagrada Congregación para la
Doctrina de la Fe (lo que otrora fue el Santo Oficio), el organismo
custodio promotor de la ortodoxia de la fe católica. Un designio
que quedaba en las mejores manos posibles.
Para defender la fe ante una crisis tan catedralicia como la
que vive la Iglesia católica, el difunto Papa entendió que había
que acogerse al dogma, o lo que es lo mismo, a la correcta
interpretación de la Sagradas Escrituras. Siendo cardenal advirtió
sobre cuales eran las raíces de la crisis actual. Mencionaba la
pérdida del significado de la Iglesia como creación de Dios y no
de los hombres: “Para algunos teólogos, la Iglesia no es más que
una mera construcción humana, un instrumento creado por nosotros
y que, en consecuencia, nosotros mismos podemos reorganizar
libremente a tenor de las exigencias del momento “. Así de tajante
se manifestaba Benedicto XVI al periodista Vittorio Messori en una
entrevista allá por 1985 cuando era cardenal. Toda una condena a
la intromisión del secularismo en la Iglesia.
El lúcido Papa emérito distinguía entre la realidad humana y la
realidad suprahumana que conforman la Iglesia. La fachada
humana se corresponde con la dimensión exterior de la Iglesia
formada por un conjunto de hombres, mientras la realidad
suprahumana, “sobre la que no pueden en absoluto intervenir ni el
reformador, ni el sociólogo, ni el organizador”, está formada por “las
estructuras fundamentales queridas por Dios”. En caso de

[149]
intromisión de la realidad meramente humana en la realidad
suprahumana, “los contenidos de la fe terminan por
hacerse arbitrarios: la fe no tiene ya un instrumento auténtico,
plenamente garantizado, por medio del cual expresarse”.
Ratzinger desveló el problema capital: si el secularismo
social enfermó a las naciones, el secularismo seudo teologal, o
mejor dicho, la connivencia con el secularismo (el acercamiento
horizontal al mundo) enfermaría a la Iglesia fundada por Dios.
Hubiera bastado según el (por aquel entonces) cardenal prefecto
con recordar la estructura fundacional de la Iglesia: el cuerpo
místico de Cristo y sus mandatos instituidos en
los sacramentos “que brotan de Cristo muerto y resucitado“.
Por tanto, parafraseando al difunto Papa emérito, la Iglesia no
es de los feligreses, ni de los prelados, Cristo es el único
propietario. La Iglesia de Roma no es de esos curillas con ganas
de casamentar a todo quisque, o de democratizar la Iglesia, menos
aún de los fatuos detractores de Benedicto XVI que claman por la
asunción eclesial de toda su tonticie ideológica. El propio
término ecclesia significa reunión de fieles, no una mundanal
asamblea para delirios revolucionarios. Y los fieles se caracterizan
por guardar los mandatos.
La profundidad teologal de Benedicto XVI en sus años de
cardenal le llevó a inferir que el rechazo del concepto originario de
la Iglesia católica iba a desmoronar el concepto auténtico de
obediencia y la autoridad misma querida por Dios al respecto.
Benedicto señala que muchos teólogos y curillas de poca monta
han olvidado que la Iglesia de Cristo no es un partido, ni una
asociación, ni un club, ni se define por el voto de las mayorías
autocomplacientes. Su fundador es la única autoridad por los siglos
de los siglos, aun habiendo sido compartida con algunos hombres,
hasta su retorno. La estructura de la Iglesia de Cristo nada tiene
que ver con el papanatismo democrático; es, según Benedicto,
“sacramental y por lo tanto jerárquica; porque la jerarquía
fundada sobre la sucesión apostólica es condición indispensable
para alcanzar la fuerza y la realidad del sacramento“.
Por si les quedara alguna duda a los curillas de afán
secularizante, en su primera encíclica Benedicto XVI pontifica
que Dios es el fundamento de toda nuestra vida y de todos los
ámbitos de la vida. Dicho lo cual ni el más eximio de los prelados
con tentación luterana puede ser fundamento de la Iglesia,
designada por Benedicto como “Iglesia del Señor” y “espacio de la
presencia real de Dios en el mundo”.
Todas las afirmaciones de Benedicto sobre el
asunto conducen a la Iglesia originaria y a la denuncia del
secularismo antecámara de la masiva apostasía propagadora de la
[150]
idea de un Dios que no fundamenta nuestra vida, sino que nuestra
vida fundamenta a Dios. El mundo al revés que se encontró
Benedicto XVI en la Iglesia. La Verdad solo se revela a los hombres
una vez entregados a su destino. Los cielos aguardan al siervo
Joseph Ratzinger por su exquisita defensa de la Fe.

[151]
7. Benedicto devolvió a los hombres y a la
Iglesia a la centralidad de Dios
Luisella Scrosati

Quizá por primera vez en la historia de la Iglesia, todo un


pontificado se ha dedicado a reconducir a los hombres, y a la propia
Iglesia, a la centralidad de Dios. El pontificado de Benedicto
XVI ha sido un pontificado esencial que ha ido directo al corazón
de la enfermedad mortal de nuestro tiempo, sin perderse en
análisis sociológicos, políticos o económicos. No es que los haya
despreciado, sino que les ha dado el lugar que merecen,
juzgándolos a la luz de su capacidad de responder al misterio del
hombre, que es ser adorador de Dios.
“Si se traslada el centro de gravedad de la vida no a la vida,
sino al más allá -a la nada-, se le quita el centro de gravedad a la
vida en general”. Los tormentos de la modernidad han dado a luz un
mundo cuyo centro de gravedad está en el propio mundo, como
defendía Friedrich Nietzsche en El Anticristo. Pero, contrariamente
a lo que predijo el vate de la muerte de Dios, la retirada del centro
de gravedad del “más allá”, que no es la nada sino la plenitud de
Dios, ha provocado la implosión de la humanidad. Por todas
partes se multiplican los signos de esta implosión: miedo,
desesperación, miseria, violencia, cosificación del hombre, delirio.
El Papa Benedicto quiso estar al lado de esta humanidad
perdida y moribunda para reorientarla de nuevo hacia su centro de
gravedad. Y, sin embargo, precisamente por ello, su pontificado fue
uno de los más contestados e incomprendidos, incluso dentro de la
Iglesia. El mundo católico se ha intoxicado con el vino del
anticristo, con el sabor de un cristianismo “de valores” del que
nuestro Señor Jesucristo no es más que un testimonial y en el que
Dios es Aquel con quien, o sin quien, la fe permanece tal cual.
Benedicto XVI lo entendió como pocos y cumplió el gesto extremo
de volver a poner a Dios en el centro.
En el centro del centro ante todo. El corazón de la vida de la
Iglesia es la liturgia. Pero la liturgia ha perdido su centro, acabando
por replegarse sobre sí misma y bailando alrededor del becerro de
oro, como explicó Ratzinger de forma memorable. La Iglesia se ha
encontrado así trágicamente desorientada, porque el sentido de
su existencia terrena y eterna, es decir, el culto a Dios, ha fracasado
precisamente en la liturgia.
“La Iglesia existe para el culto”, aseveró el cardenal Robert
Sarah al final de la última Jornada de la Brújula Cotidiana; todo lo
que hace la Iglesia es para alabar, dar gracias y adorar a la

[152]
Santísima Trinidad, en el hoy temporal y en el hoy eterno. Benedicto
XVI era lúcidamente consciente de que la Iglesia se estaba
dispersando en las muchas cosas por hacer, es decir, había
perdido su finalidad latréutica, porque ya no tenía una liturgia
orientada ad Deum: “Estoy convencido de que la crisis eclesial en la
que nos encontramos hoy depende en gran medida del colapso de
la liturgia”, explicaba en su libro autobiográfico Mi vida.
Las primeras víctimas de esta pérdida del centro han sido los
sacerdotes y las personas consagradas. A los primeros les
recordaba, con la palabra y el ejemplo, la esencia de su vida: astare
coram te et tibi ministrare. Desde este “estar ante Dios y servirle”, el
sacerdote se convierte en “uno que vigila. Debe estar en guardia
contra los acuciantes poderes del mal. Debe mantener al mundo
despierto para Dios. Debe ser alguien que se mantenga en pie:
recto ante las corrientes del tiempo. Recto en verdad. Recto en el
compromiso por el bien” (Homilía, Misa Crismal, 20 de
marzo). Recto ante Dios, no inclinado ante el mundo. A los
monjes y a las personas consagradas les recordó la vida angélica,
que no es otra cosa que “una vida de adoración. Esto también
debería aplicarse a los monjes. En primer lugar, no rezan por tal o
cual cosa, sino simplemente porque Dios merece ser adorado.
[...] Tal oración sin un propósito específico, que pretende ser puro
servicio divino se llama, por tanto y con razón 'officium'. Es el
'servicio' por excelencia, el 'servicio sagrado' de los monjes. Se
ofrece al Dios trino que, por encima de todo, es digno 'de recibir la
gloria, el honor y el poder' (Ap 4,11), porque ha creado el mundo de
un modo maravilloso y de un modo aún más maravilloso lo ha
renovado” (Discurso en la abadía de Heiligenkreuz, 9 de septiembre
de 2007).
Habiendo quitado a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo del
centro y del centro del centro, son por tanto la familia y el hombre
los que pierden la conciencia de su propria identidad. En
el Ángelus del 27 de diciembre de 2009, el Papa captó el corazón
de la realidad de la familia: “Dios ha querido revelarse naciendo en
una familia humana, ¡y así la familia humana se ha convertido en un
icono de Dios! Dios es Trinidad, es comunión de amor, y la familia
es, en toda la diferencia entre el Misterio de Dios y su criatura
humana, una expresión que refleja el Misterio insondable del Dios
amoroso. El hombre y la mujer, creados a imagen de Dios, se
hacen en el matrimonio 'una sola carne' (Gn 2,24), es decir, una
comunión de amor que genera nueva vida. La familia humana, en
cierto sentido, es un icono de la Trinidad por el amor
interpersonal y la fecundidad del amor”.
Sin este horizonte, la moral familiar se convierte en
un mezquino juego de mortificar unas veces el amor
[153]
interpersonal y otras la fecundidad. A su vez, el hombre creado a
imagen y semejanza de Dios, si pierde el sentido de Dios, si se
separa de Él, queda “reducido a una sola dimensión, la horizontal, y
es precisamente este reduccionismo una de las causas
fundamentales de los totalitarismos que han tenido trágicas
consecuencias en el último siglo, así como de la crisis de valores
que vemos en la realidad actual. [...] Si Dios pierde su
centralidad, el hombre pierde el lugar que le corresponde, ya no
encuentra su lugar en la creación, en las relaciones con los demás”
(Audiencia general, 14 de noviembre de 2012) y cae en el engaño
de considerarse dios, dueño de la vida y de la muerte, de la verdad
y del bien.
La Iglesia es a su vez el centro del mundo, el monte del
templo del Señor, “erigida en la cima de los montes” y “más alta que
las colinas”, a la que acuden todos los pueblos, para conocer los
caminos del Señor y “caminar por sus sendas” (Is, 2, 2-3). Pero un
centro “descentrado” ha privado al mundo de su centro de
gravedad, piense lo que piense Nietzsche; ha sumido al mundo
entero en la desorientación y la desintegración. En sus
recientes Apuntes, el Papa emérito volvía a lanzar un lamento y una
advertencia: “Una sociedad en la que Dios está ausente -una
sociedad que ya no lo conoce y lo trata como si no existiera- es una
sociedad que pierde su criterio. En nuestra época se ha acuñado
el lema 'la muerte de Dios'. Cuando Dios muere en una sociedad,
ésta se vuelve libre, nos aseguran. En verdad, la muerte de Dios
en una sociedad significa también el fin de su libertad, porque
muere el sentido que ofrece orientación. Y porque desaparece el
criterio que nos muestra la dirección enseñándonos a distinguir el
bien del mal. La sociedad occidental es una sociedad en la que Dios
está ausente en la esfera pública y para la que no tiene nada más
que decir. Y por eso es una sociedad en la que cada vez se pierde
más el criterio y la medida de lo humano”.
El Papa Benedicto nos cogió de la mano y nos indicó la única
solución para la felicidad humana y el nuevo florecimiento de la
Iglesia: Dios en el centro de la liturgia, la liturgia en el centro de
la Iglesia, la Iglesia en el centro del mundo. Su pontificado fue un
rayo de luz que el Cielo concedió a nuestro mundo de tinieblas, y
las tinieblas no lo acogieron. Pero seguirá siendo la enseñanza
esencial para el hombre esencial; por tanto, nunca desaparecerá.

Publicado en Brújula Cotidiana.

[154]
8. Un profeta sin igual
Enrique Álvarez

Empezaré confesando que, cuando la tarde del 19 abril de


2005 Joseph Ratzinger fue elegido Papa, yo me sentí muy triste.
Pero, naturalmente, no porque no me gustase aquel cardenal sino
por todo lo contrario, porque me gustaba demasiado, porque quería
mucho al hombre y sabía el martirio que le esperaba.
No tardé ni una hora en tener la primera confirmación de mi
presentimiento. Apenas acababa de ver en televisión la fumata
blanca y la primera aparición del nuevo Papa en el balcón de la
plaza de San Pedro, tuve que salir deprisa al Paraninfo de la
Universidad de Cantabria a la presentación de no recuerdo qué
libro, y allí mismo, en mitad del acto, un sujeto que solía asistir a los
saraos culturales reclamó la atención del público para manifestar su
repulsa, que creía la de todos los presentes, por la elección
como pontífice de aquel cardenal, prefecto del ex Santo Oficio, que
representaba la negación de la libertad de pensamiento y el retorno
al oscurantismo preconciliar.
El sujeto en cuestión no era un bicho raro. Era un buen
representante del estado de opinión del mundo de la
cultura sobre la obra y la persona de Joseph Ratzinger. Lo que vino
después, día tras día, año tras año, fue un desarrollo del
mismo repugnante prejuicio, un largo calvario de infamias para
un hombre de la Iglesia, un sabio y, probablemente, un santo
canonizable, que, siendo ante todo una persona buena, tolerante,
liberal (en el sentido clásico del término), amante de la verdad y de
la belleza, defensor consumado del humanismo y de la alta cultura,
hubo de ver su imagen continuamente calumniada y vilipendiada,
incluso en los días inmediatos a su muerte, en que todavía algunos
medios hozaron en los muladares de la pederastia y de la santa
inquisición con el ansia de manchar hasta el final al que era el
armiño de la honestidad.
Claro que no todo ha sido un triunfo de la malicia y de la
desinformación. Su ejercicio no estridente como Papa, y sobre todo
su abdicación, contribuyeron a mejorar en parte su imagen. Muchos
católicos y no católicos se dieron cuenta de que Ratzinger no era
ningún hombre de poder sino un intelectual prudente y
dialogante, un profesor fino y humilde. En las primeras
secuencias de la historia en marcha que se va haciendo sobre su
figura, Benedicto XVI parece que va quedando como un Papa
teólogo, que prolongó y sostuvo la obra restauradora
de Wojtyla frente a la amenaza de disolución que trajeron los

[155]
vendavales posconciliares (el antiespíritu del Concilio, como él
mismo lo llamó). Un Papa, pues, bueno y sabio, aunque no tan
grande como San Juan Pablo II.
Pero Benedicto ha sido mucho más que un buen Papa, y
también mucho más que una figura clave para la Iglesia de nuestro
tiempo. Ratzinger es la figura clave de toda la cultura occidental
en esta hora tan avanzada de su crepúsculo. Ha sido la voz que
más ha clamado, y no tan suavemente como algunos piensan, por
la defensa y recuperación de esta cultura basada en un concepto
integral de la razón. No ha sido un puro y duro defensor de la
ortodoxia católica, no ha sido un mero gran escolástico sino una luz
en las tinieblas de la segunda mitad del siglo XX, un profeta vibrante
de esa civilización que nació en Grecia y que, a través de la
aportación romana, bíblica, patrística, benedictina, renacentista e
ilustrada, constituyó el gran árbol del humanismo europeo -luego
también americano- que ha dado los mayores frutos de humanismo,
de racionalidad y de libertad.
El legado de Ratzinger es el legado que va de San
Agustín hasta los padres fundadores de la Unión Europea,
pasando
por Dante, Erasmo, Descartes, Bach, Mozart, Leonardo, Cervant
es, Shakespeare... Si lo que él advirtió, amonestó y señaló tantas
veces cayera en olvido, el nihilismo habrá triunfado definitivamente
y toda nuestra cultura será pronto un cadáver.
A lo largo de sus veinte siglos, es claro que la Iglesia ha
tenido Papas mayores y teólogos más importantes que Benedicto
XVI, pero sin duda no ha tenido nunca una mente tan penetrante,
un profeta tan lúcido y a la vez tan terrible como él en sus avisos,
desde 1968, sobre el riesgo de muerte de la civilización cristiana.

Publicado en El Diario Montañés.

[156]
9. Joseph Ratzinger/Benedicto XVI:
teólogo, pastor, predicador
Pablo Cervera Barranco

Ríos de tinta (aunque cada vez sea más virtual por la crisis del
papel) corren estos días en medios de comunicación sobre
la grandeza teológica de este gran hombre que nos acaba de
dejar. Creo que seguirá siendo poco todo lo que se diga y estudie al
respecto dada la envergadura cuantitativa y cualitativa de su obra
teológica. Las 15.000 páginas de sus obras completas en la
edición alemán dicen mucho de ello.
Sin embargo, hay un aspecto del que no se habla
suficientemente y que sería aplicable tanto a su etapa de sacerdote-
obispo-cardenal como a su pontificado. Me refiero al aspecto de
la predicación.
Es conocida la tesis del teólogo suizo Hans Urs von
Balthasar de que la teología y la santidad corrieron parejas hasta la
Edad Media.
Hasta entonces pastores, teólogos y predicadores
coincidían en la misma figura. Los Santos Padres fueron grandes
pastores y la mayor parte de su teología está recogida en su
actividad de predicación. El pueblo de Dios recibía un banquete de
evangelización a través de la riqueza, presentada muy
diversamente según tradiciones o lugares, de la predicación
litúrgica, o de las explicaciones mistagógicas de los
sacramentos.
Por más que se haya insistido desde las instancias vaticanas
en los temas de la predicación y la homilía (exhortación
apostólica Verbum Domini sobre la palabra de Dios en la vida de la
Iglesia; Directorio Catequético, 29 de mayo de 2014; el
Papa Francisco, en preciosos párrafos en la Evangelii gaudium,
135-143), la predicación en la Iglesia suele tener un notable déficit
de preparación, contenido y expresión comunicativa.
Si desde la Edad Media se separó la santidad y la teología, en
nuestro tiempo la predicación anda muy descolgada de la teología.
Es verdad que son funciones distintas. La teología
pretender ahondar en el misterio de Dios y de la revelación,
hacerlo comprensible en cada momento de la historia. La
predicación, por su parte, debería buscar introducir a los fieles en
el misterio de Dios, para lo cual muchas veces se hace necesaria
una tarea explicativa de la Palabra de Dios aunque no sea de
naturaleza estrictamente teológica.

[157]
El volumen de escritos de predicación de Joseph
Ratzinger es asombroso: se trata del volumen 14, que consta de 3
tomos con un total de 2.200 páginas. Todavía están a la espera de
ser publicados en nuestra lengua. A ellos hay que sumar otras 400
páginas del tomo 12 que incluyen predicaciones en retiros
sacerdotales, ordenaciones sacerdotales y diaconales, primeras
misas y misas jubilares. Este sí existe ya en
castellano: Predicadores de la Palabra y servidores de vuestra
alegría (BAC, Madrid 2018).
Esperemos que los editores se lancen pronto con los otros
tres mencionados… y con todo el resto de la obra que falta por
publicar. La predicación de los años como Papa se recogió en tres
volúmenes en la BAC siguiendo los tres años litúrgicos. Son 1.500
páginas.

Benedicto XVI, teólogo, pastor y predicador

La lectura de esta inmensidad de predicación descubre la


altura del que es pastor y teólogo. El cariz de estos escritos no es
asemejable a los escritos teológicos. Ya hemos dicho que se trata
de funciones distintas. Ahora bien, la tarea del Pastor, en su función
de predicación, siempre está acompañada en Ratzinger/Benedicto
XVI por la roturación para desentrañar hondamente la Palabra de
Dios que se proclama en la liturgia. En ese sentido la liturgia dirige
la tarea del predicador. El mismo Benedicto XVI dijo, al presentar
su Obra completa, que deseaba que el primer volumen a publicar,
haciéndose eco del orden de los documentos en el Concilio
Vaticano II, fuera el dedicado a la liturgia. Desde él habría de
leerse el resto de su obra.
La densidad, que no dificultad o nebulosidad, de los
escritos de predicación está cimentada hondamente en el discurso
teológico, bíblico y litúrgico. No pretende crear discusión en torno a
[158]
los temas a tratar. La predicación y la liturgia no están para ello.
Desde las verdades firmes de fe, Ratzinger/Benedicto XVI pretende
introducir los fieles en el misterio de Dios para que lo vivan y
saboreen. La carencia de ese soporte sólido teológico lleva, en la
predicación de nuestros días (episcopal o sacerdotal),
al sentimentalismo, al moralismo (si es que hay contenidos de
este tipo) o al aburrimiento y desconexión si la homilía asimila al
lenguaje del mundo o cae en tópicos que nada tienen que decir al
fiel que la escucha.
Cuando preparé los tres volúmenes mencionados de la
predicación de todo su pontificado no tuve temor de expresar que
se podía poner en paralelo la predicación de San León Magno y la
de Benedicto XVI. Mi afirmación hubiera sido muy atrevida si no
fuera porque alguien autorizado dijo algo parecido. Me refiero al
cardenal Angelo Bagnasco, entonces presidente de la Conferencia
Episcopal Italiana, que reconoció la grandeza de este ministerio
papal y lo eligió como modelo para todos los pastores de la Iglesia,
cuando a los obispos del Consejo permanente de la Conferencia
Episcopal Italiana, el 21 de enero del 2010, dijo: "No tememos decir
que nos admiramos de esta arte suya, y no nos cansamos de
señalarla a nosotros mismos y a nuestros sacerdotes como una alta
y extraordinaria escuela de predicación. Como el papa León Magno,
también el Papa Benedicto pasará a la historia por sus
homilías".
La predicación de Benedicto XVI ha quedado atrás en el
tiempo pero impresa para ser asimilada, estudiada aprovechada.
Hoy, su desaparición aumenta la importancia e interés de su
ministerio como pastor-teólogo. El 20 de marzo de 2018 me
llamó para visitarle y darme las gracias (sic!) por lo que había hecho
en la preparación de sus obras completas y de predicación como
Papa. Hoy nuevamente doy gracias a Dios por el regalo que han
sido su persona y su obra para mí y para toda la Iglesia.

Pablo Cervera ha preparado los volúmenes 11; 7,1; 7,2; 8,1;


8,2 de las 'Obras completas' de Joseph Ratzinger/Benedicto XVI y
tres volúmenes con toda la predicación de su Pontificado. Todo ello
publicado en la BAC.

[159]
10. Benedicto XVI el Grande
Jesús María Silva Castignani

El 31 de diciembre de 2022, día de san Silvestre, papa, y


víspera de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, será un
día que quedará marcado en la historia para siempre: el día en que
murió el Papa Benedicto XVI. Joseph Ratzinger ha sido una de las
personas más importantes de nuestro mundo, cuya importancia
muchas veces no somos capaces de ver. Cuando hablamos de san
Juan Pablo II y de su historia, de todo lo que hizo, de la importancia
que tuvo para la caída del muro de Berlín; de la importancia que
tuvo como cabeza de la Iglesia para ayudar en todos los conflictos
que se dieron después de la Guerra Fría en el mundo entero; para
la apertura relativa de países como Cuba o para la doctrina de la
Iglesia en temas de la moral; para la promulgación del Catecismo
de la Iglesia Católica y de tantos otros documentos de la Iglesia,
tenía siempre a su derecha a alguien: Joseph Ratzinger, el cardenal
y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Fue amigo
personal de san Juan Pablo II, y también su mayor consejero;
redactor junto con él de grandes documentos como la Veritatis
Splendor, y un verdadero orientador le que ayudó a ser tan grande
como fue.
No podríamos haber tenido a San Juan Pablo II sin haber
tenido a Joseph Ratzinger junto a él como pastor y teólogo.
Ratzinger fue fundamental en la época de los problemas que
vinieron tras del Concilio Vaticano II. Hubo espantada en la Iglesia,
hubo miles de sacerdotes que dejaron el sacerdocio; hubo también
mucha gente que intentó cambiar la doctrina de la Iglesia. Se
empezó a descuidar la celebración de la Eucaristía, en la que se
introdujeron abusos inadmisibles. Hubo teólogos y sacerdotes que
empezaron a enseñar que la doctrina de la Iglesia había cambiado,
sobre todo en el ámbito de la moral.
Todo este ambiente relativista ha sido fundamental para
ayudarnos a comprender que es necesario que la Iglesia, de la
mano de Joseph Ratzinger y de Benedicto XVI, siga fiel a su
pasado, a su historia, a la Tradición; pero también que mire al
presente, al mundo en el que vivimos, con una perspectiva de futuro
para la fe. Y eso ha dado lugar a generaciones de sacerdotes que
han perseverado en el sacerdocio, que no se han apartado de la
doctrina de la Iglesia y que intentan hacer que la verdad del
Evangelio sea proclamada en nuestro mundo con un nuevo
lenguaje, pero con el contenido de siempre.

[160]
Y para esto ha sido fundamental Ratzinger, capaz de dialogar
con ateos, con agnósticos, con filósofos, con representantes de la
teología de la liberación, con los Padres de la Iglesia, con la
antigüedad cristiana, con el pasado, el presente y el futuro. Todo lo
que él ha hecho y predicado ha permitido que la Iglesia, en un
momento en el que corría el riesgo de hundirse y de perder su
identidad, haya mantenido su esencia.
Cuando nuestro gran papa san Juan Pablo II fallece en el
domingo de la Divina Misericordia, poco después es elegido Joseph
Ratzinger como Papa Benedicto XVI. Es un momento en el que se
le concede a la segunda persona más influyente del siglo XX ser el
sumo pontífice, para que sirva no ya solamente como teólogo, sino
también como pastor de la Iglesia Universal. Y así, todo lo que ha
salido de la mano de Benedicto XVI durante el tiempo de su
pontificado ha sido una auténtica maravilla, una delicia, porque en
todos sus discursos y sus escritos vemos una espiritualidad
encarnada, una fe vivida.
Los medios de comunicación nos lo presentaron como si
hubiese sido poco menos que Satanás hecho papa. Como siempre,
los medios de comunicación haciendo un flaco favor a quien había
sido en el fondo quien había mantenido la fe incólume durante el
pontificado de san Juan Pablo II… Benedicto XVI ha sido el primer
papa que ha hablado de un modo profundo de la ecología, que ha
trabajó incansablemente por la unidad de la Iglesia, fue el papa que
ha tenido más encuentros con grandes líderes de otras religiones y
de otras confesiones cristianas; hizo una inmensa labor por la
unidad de la Iglesia, dio seriedad y firmeza a la Santa Sede, y fue el
papa que tuvo que hacer frente a todo el problema de los abusos,
que constituyeron un claro ataque coordinado a la imagen de la
Iglesia en la persona del Papa Benedicto XVI. Esta iba a ser la gran
mancha que se cerniría sobre la Iglesia del siglo XXI, y podemos
decir que el pontificado del papa Benedicto XVI ha estado marcado
por esta gran herida, este gran dolor en la Iglesia, que nos ha
afectado a todos.
Porque, siendo cierto que ha sido una minoría muy pequeña
la que ha caído en este terrible pecado y delito, es algo que a todos
nos has dolido, y que además ha sido difundida por los medios de
desinformación masiva para manchar el rostro de la Iglesia, para
manchar el rostro de los sacerdotes, para manchar la reputación de
la Iglesia, y para verter una nube de ceniza polvo y sombras sobre
nosotros.
Todo esto lo tuvo que afrontar Benedicto XVI, que fue
conociendo poco a poco y con gran dolor todos los escándalos que
se habían cometido, todos los encubrimientos que se habían dado,
todas las tácticas de los enemigos de la Iglesia. Todo esto le fue
[161]
consumiendo poco a poco, si bien fue él precisamente quien había
reformado la doctrina penal de la Iglesia para que este tipo de
pecados pudieran ser juzgados de un modo directo e inmediato con
una pena mayor. En ese sentido, el Papa Benedicto XVI ha sido un
baluarte de la Iglesia en un momento en el que se han ido
manifestando enemigos en el interior de la misma. En este siglo
hemos visto la abominación de que dentro de la Iglesia ha habido
obispos y cardenales que han negado la doctrina de la Iglesia, que
han negado la verdad de la fe, que han atacado la unidad de la
Iglesia.
Esto fue mermando poco a poco el corazón y la mente de
nuestro gran Papa Benedicto XVI, que tras un periodo largo casi de
un año de reflexión, se da cuenta de que lo más grande que puede
hacer por la Iglesia es rezar. Y por eso decide, no renunciar al
papado – porque Benedicto XVI nunca renunció al papado, siempre
fue el papa Benedicto XVI –, sino renunciar a ejercer el Ministerio
petrino, para retirarse a una vida de oración, de contemplación y de
penitencia para pedir por la Iglesia. Así se convierte en el papa
emérito Benedicto XVI; sigue siendo papa, pero ya no como quien
rige la comunidad eclesial, sino como alguien que ora y que nos
enseña que la oración tiene un poder inigualable a los ojos de Dios.
Por eso se retira a rezar por la Iglesia: porque él toma consciencia
de que eso es lo más grande que puede hacer por ella.
Así, durante estos años en que ha sido papa emérito ha
sostenido a la Iglesia con su oración de un modo misterioso cuya
eficacia no podemos conocer. En un tiempo de convulsión y de
divisiones, en un tiempo en que la iglesia en Alemania de la que él
procedía ha producido como una rasgadura en la túnica de Cristo,
en un momento de gran crisis, de muchos problemas, de muchas
divisiones internas, Benedicto estaba ahí como una voz de fondo,
rezando por la unidad de la Iglesia, recordándonos lo que ha sido el
siglo XX y el siglo XXI teológica, espiritual y eclesialmente.
Por eso pienso que la muerte de Benedicto XVI marca
verdaderamente un cambio de época, ya que de algún modo
dejamos atrás esa época de papas santos que hemos tenido en una
Iglesia poco dividida, y pasamos a una nueva época en la cual la
Iglesia vive una gran incertidumbre, pero con grandes lumbreras en
el cielo: San Juan XXIII, San Pablo VI, San Juan Pablo II, el beato
Juan Pablo I y ahora Benedicto XVI que, si está en el cielo, sin duda
va a rogar de un modo especial por nosotros. Podemos imaginar
cómo habrá sido el reencuentro de Juan Pablo II y de Benedicto
XVI…
Recuerdo una frase que dijo el padre Pío poco antes de morir:
el Padre Pío hará más ruido muerto que vivo, como diciendo: yo
desde el cielo voy a hacer todavía más que lo que he hecho en la
[162]
tierra. Tengo la intuición de que esto es exactamente lo que va a
pasar con Benedicto XVI. Él, estando vivo, hizo mucho ruido, mucho
bien al mundo y a la Iglesia; al final de su vida estuvo callado,
orando en silencio y recogimiento; pero ahora desde el cielo seguro
que va a hacer mucho más ruido para el bien de la Iglesia.
Demos gracias a Dios por este gran hombre, por este gran
papa, por este hombre de Dios. Pidamos que esté ya en el cielo, y
que si está allí interceda por nosotros. Pidamos a todos los grandes
pontífices de estos siglos que rueguen por nosotros, y que en este
cambio de época la Iglesia sea regida por quien es su verdadero
pastor: Cristo. Benedicto XVI el día que renunció dijo que confiaba
la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo.
Que así los santos papas desde el cielo rueguen por nosotros, para
que sea Cristo quien rija y quien dirija a la Iglesia.

[163]
11. Benedicto el Sabio

Rafael Sánchez Saus

La muerte de Benedicto XVI, no por esperada -cuántas veces


no nos fue adelantada por lo que hoy llamamos fake news- ha
dejado de hacernos sentir huérfanos a los que por una vez,
perdóneseme, me atrevo a llamar católicos de verdad. Entre los
momentos más hondos y sublimes de mi ser católico -porque la
catolicidad admite y hace posible esa sublimidad sin la que la vida
pierde uno de sus colores esenciales- está aquella mañana de
agosto de 2011 en la que Benedicto XVI se rodeó en El Escorial de
una multitud de jóvenes universitarios a los que, una vez más,
profesor entre profesores como nos dijo en su discurso, nos
aleccionó sobre cuestiones principales de nuestra fe y de nuestra
vocación. Uno, ya no tan joven ni siquiera entonces, tuvo la suerte
de poder asistir y, milagro sobre milagro -vale, azar sobre azar-,
nada menos que de poder apretar su mano y besar el anillo del
pescador. Pero lo que mejor recuerdo no fue eso, sino la intensidad
de la mirada que me dirigió y que no olvidaré jamás.
En su modestia, y por circunstancias fundamentalmente
profesionales que no me cansaré de agradecer a la vida, quien esto
escribe ha tenido ocasión de conocer y hasta de tratar a un
pequeño número de enormes sabios. Aquella mañana, en El
Escorial, yo tuve la íntima y pletórica sensación de estar ante el
quizá más grande sabio con el que nunca haya cruzado la mirada.
Porque sabio no es sólo el que sabe mucho, es aquel que es capaz
de interpretar el mundo en el que vive y darnos a los demás
mortales claves para sobrevivir a la reciedumbre de los tiempos. La
cristiandad fue construida en tiempos infames, tan infames como los
nuestros, no sólo por santos, sino por santos sabios. Quien desee
saber de qué hablo solo tiene que asomarse
al Cronicón de Hidacio, obispo de Aquae Flaviae, hoy la
portuguesa Chaves, en el siglo V. Hidacio tuvo que bregar con los
bárbaros de entonces, crueles, soberbios, codiciosos, ignorantes,
inicuos… Hidacio se hundió en el pesimismo, pero otros muchos
prelados de aquellos tiempos oscuros se alzaron
como luminarias para confortar y guiar a sus pueblos. Sírvannos
un Agustín o un Papa León como ejemplos máximos. Cuando más
tarde la imaginación nórdica creó a Merlín, sabio y mago, guía y
consejero, trabajaba sobre modelos cristianos de los
que Benedicto el Sabio ha sido el último exponente. Tardaremos
mucho en conocer algo igual.

[164]
12. El humilde profeta y los lobos
Álex Rosal

Tras la fumata blanca apareció en el balcón de San Pedro "un


humilde trabajador de la viña del Señor". Era el cardenal Ratzinger,
y la gran pantalla de televisión que teníamos en el trabajo atrajo a
una buena cantidad de gente ansiosa por saber más del nuevo
Papa. Como suele ocurrir casi siempre, aquellos colegas que se
proclamaban públicamente como agnósticos o ateos eran los que
mas tenían que decir. No habían leído una sola línea de los
escritos del nuevo Pontífice, no ya un libro suyo, no; digo: ni-una-
sola-línea-de-sus-textos, y verbalizaban a voces una caricatura del
personaje por cuatro cosas que habían leído por ahí de otros
colegas, que a su vez, habían picoteado de otros que escribieron no
sé qué de forma superficial y con grandes dosis de
ignorancia. Estoy hablando de la redacción de un periódico de
Madrid, en 2005. Perdón, de una pequeña parte de ella, pero
verdaderamente ilustrativa del sentir de lo que pensaban una gran
mayoría de comunicadores e intelectuales en nuestro país.
Ratzinger era el enemigo a batir por la intelligentsia. A pesar
de su aspecto frágil, sus modales amables y su brillantez teológica,
la gente del poder, da igual la ideología, tuvieron la certeza de que
estaban ante otro Papa libre, como San Juan Pablo II, capaz de
defender la fe de los débiles con determinación y de enfrentarse a
las poderosas corrientes ideológicas sin miedo a ser cancelado o
ridiculizado.
Ahora las reacciones a su muerte son contenidas y amables,
pero en el 2005 acogieron al nuevo Papa con grandes dosis
de hostilidad, cuando no de odio. La mayoría de los medios de
medio mundo casi utilizaron los mismos argumentarios, y a los
mismos entrevistados, para descalificar a Benedicto XVI. Todo
aquel que tuviera un mínimo de sensibilidad por la verdad tenía que
estar abochornado por ese despliegue dirigido y estratégico de
críticas a su persona.
Ratzinger no se iba a arrodillar ante el mundo, y su
martirio diario se iba a intensificar en la silla de Pedro. No hay que
olvidar que a los profetas siempre se les ha maltratado. O se les tira
piedras o se les despeña por un pozo. El Antiguo Testamento está
repleto de historias de profetas que no terminaron bien sus días. Lo
que dicen molesta, y desde su responsabilidad como prefecto de
Doctrina de la Fe, el cardenal Ratzinger había ejercido como un
humilde profeta que, sin levantar la voz, había señalado todo
aquello que podía trastocar la fe de los sencillos.
[165]
"La palabra de la Escritura es actual para la Iglesia de todos
los tiempos -señalaba Joseph Ratzinger a Vittorio
Messori en Informe sobre la Fe- como sigue siendo siempre actual
la posibilidad para el hombre de caer en el error. Por lo tanto, tiene
hoy también actualidad la admonición de la segunda carta de Pedro
a que nos guardemos 'de los falsos profetas y de los falsos
maestros que inculcarán perniciosas herejías'. El error no es
complementario de la verdad. No olvidemos que, para la Iglesia,
la fe es un bien común, una riqueza que pertenece a todos,
empezando por los pobres y los más indefensos frente a
tergiversaciones; así que defender la ortodoxia es para la Iglesia
una obra social en favor de todos los creyentes".
No es de extrañar que en la Misa de entronización como
nuevo Papa hiciera una petición expresa: "Rogad por mí, para que,
por miedo, no huya ante los lobos". Ya había experimentado en
carne propia la presión de los lobos a su persona, pero mantenía
una extraña serenidad. Le acechaban los lobos desde hacía
décadas, pero seguía manteniendo un espíritu optimista. "Hoy más
que nunca el Señor nos ha hecho ser conscientemente
responsables de que sólo Él puede salvar la Iglesia. Esta es de
Cristo, y a Él le corresponde proveer. A nosotros se nos pide que
trabajemos con todas nuestras fuerzas, sin dar lugar a la angustia,
con serenidad del que sabe que no es más que un siervo inútil, por
mucho que haya cumplido hasta el final con su deber. Incluso en
esta llamada a nuestra poquedad veo una de las gracias de este
periodo difícil. Un período en el que se nos pide paciencia, esa
forma cotidiana de un amor en el que están simultáneamente
presentes la fe y la esperanza".
En otra ocasión, viendo a su alrededor que ganaba un cierto
clima de desesperanza ante el avance del mal en el mundo,
escribió: "Domina la impresión de que crecen los poderes oscuros,
de que el bien es impotente. ¿Podrá el bien conservar su sentido y
su fuerza en el mundo? En el establo de Belén ha sido puesta la
señal que nos manda que respondamos 'sí' llenos de alegría, pues
el Niño que hay en él -el Hijo unigénito de Dios- es presentado
como signo y garantía de que, a la postre, Dios tiene la última
palabra en la historia universal: Él, que existe y que es la verdad y
la vida".
Y ya en sus últimos años, ante un sostenido pesimismo que
se había instalado en algunos ambientes católicos, recordó: "No
tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor
os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que
gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra".
Ha muerto Benedicto XVI, el Papa de la esperanza. Y a esos
colegas míos, descreídos e ilustrados, a veces un tanto bravucones,
[166]
que han sido contaminados por las fake news de la época sobre un
hombre sabio, bueno y humilde, cuyo legado se irá acrecentando a
medida que pase el tiempo, solo les diría que Joseph Ratzinger tuvo
un don que brilló a lo largo de toda su existencia: vivió
poniendo toda su confianza en Dios.

Álex Rosal es director de Religión en Libertad.

[167]
13. Un Papa trágico
Juan Manuel de Prada

El papado de Benedicto XVI fue percibido por muchos


católicos –entre quienes me cuento– como un regalo precioso. Era
–salvando las distancias– como si John Henry Newman hubiese
accedido al ministerio petrino. No sólo por tratarse Ratzinger de un
hombre de alta categoría intelectual –aunque no rayase a la altura
inalcanzable de Newman–, sino también porque desde un 'pasado'
proclive a la sombra había abrazado la luz. Ratzinger, en efecto,
había sido un teólogo encorbatado, todo lo moderado que se
desee (del mismo modo que Newman había sido anglicano, todo lo
'high church' que se quiera); y desde un tímido entusiasmo
vaticanosegundón había evolucionado admirablemente,
consciente del «proceso de decadencia y autodestrucción»
(empleamos palabras suyas) que «fuerzas latentes agresivas,
polémicas, centrífugas» estaban desatando en el seno de la Iglesia
posconciliar. Además, su paso por la curia romana le permitió
conocer de cerca la 'suciedad' que anidaba en las estructuras
eclesiásticas, que denunció en un viacrucis memorable, mientras
agonizaba su predecesor.
Episodios posteriores como el escándalo suscitado por su
célebre 'discurso de Ratisbona' o la rabiosa campaña de
desprestigio que sufrió por extremar el celo en el escrutinio de las
vocaciones religiosas (para acabar de raíz con la pedofilia en el
clero), así como las campañas de boicot interno a todos sus
intentos de restauración doctrinal y litúrgica, lo fueron
desfondando poco a poco. Aquí se probó que Ratzinger era un
hombre débil y con un trasfondo algo pesimista; también que
su vocación intelectual era demasiado fuerte, tan fuerte como
para convertirse en tentador refugio en medio de la tormenta. Así se
fraguó la tragedia del hombre clarividente, capaz de diagnosticar las
causas del mal que estaba gangrenando la Iglesia, pero sin
resolución para atacar ese mal con los remedios precisos, sin el
coraje suficiente para abordar las reformas quirúrgicas que la
Iglesia precisaba. Así volvió a quedar demostrado que, para
gobernar la barca de Pedro, no basta con ser un intelectual
preclaro, ni siquiera un sabio; se requiere también un
sobresaliente intelecto práctico, una inteligencia que no se aplique
sólo a los fines, sino también a los medios, dotada además de
capacidad de mando y una voluntad que no tiemble cuando las
cañas se tornan lanzas y haya que golpear la mesa con puño de
hierro (aunque sea enguantado en terciopelo). Benedicto XVI tenía,

[168]
desde luego, el más hermoso y suave guante de terciopelo, pero su
mano era endeble y no tardaron en quebrarle el pulso. No le ayudó,
por supuesto, haberse rodeado de colaboradores que, lejos de
suplir sus carencias, las aprovecharon en su beneficio.
Su debilidad desembocó en una renuncia cuyas
consecuencias los espíritus que no chapotean en el 'meapilismo
pompier' conocen bien. Y entre esos espíritus perspicaces se
contaba, lúcido y doliente, el suyo. Descansa en paz, amado
Benedicto.

Publicado en ABC.

[169]
14. El hombre de los ojos buenos
Giovanni Maria Vian

Reflexionar sobre la larga vida de Joseph Ratzinger,


Papa Benedicto XVI de 2005 a 2013, nos hace recordar las últimas
palabras que dijo antes del cónclave: "Todos los hombres quieren
dejar una huella que quede. Pero, ¿qué queda? El dinero no. Los
edificios tampoco, ni siquiera los libros. Después de cierto tiempo,
más o menos, todas estas cosas desaparecen. Lo único que
permanece para siempre es el alma humana, el hombre creado por
Dios para la eternidad. El fruto que queda es, por tanto, lo que
hemos sembrado en las almas humanas: amor, conocimiento; el
gesto capaz de tocar el corazón; la palabra que abre el alma al gozo
del Señor".
Y esto quedará de Ratzinger, aun con sus límites humanos.
Incluso más allá de sus propios libros: una observación
sorprendente en un hombre que ha dedicado toda su vida a
estudiar, escribir e investigar lo que realmente permanece. Unos
días después de su elección –que se llevó a cabo rápidamente,
en menos de veinticuatro horas– yo estaba en una sala de espera
médica. Dos ancianas, muy sencillas, hablaban del nuevo Papa y
decían que no lo conocían; una de ellas comentó: no sé quién es,
pero tiene "ojos buenos". Y la bondad, que se desprende de su
mirada, es otra característica que muchos recordarán de este
hombre.
En 1997 el cardenal Ratzinger contaba sus primeros
cincuenta años en una autobiografía esencial, y con la sencillez
de un niño escribió que en el momento más solemne de su
ordenación sacerdotal, el 29 de junio de 1951 en la catedral de
Frisinga, un pajarito "levantó una pequeña canción alegre; para mí
fue como si una voz de arriba me dijera: está bien, estás en el
camino correcto".
El detalle pertenece al carácter sencillo y amable de
Ratzinger. Un carácter demasiado atento a no herir a los demás y
deseoso de tranquilidad, como fue evidente en su vida
universitaria, en la que evitó los enfrentamientos más duros. Luego,
el episcopado en Múnich y los años del pontificado se
caracterizaron por un gobierno confiado en exceso a
colaboradores que no ayudaron al pontífice como hubieran tenido
que hacer, y llegaron a traicionarlo.
Sin embargo, estas limitaciones de Ratzinger nunca han
llegado al miedo o a la falta de compromiso. Benedicto XVI
nunca ha tenido miedo. Recordando al Papa Montini el 10 de

[170]
agosto de 1978, cuatro días después de su muerte, el cardenal
Ratzinger lo describió en palabras que anticipaban su propio
pontificado difícil: "Un Papa que hoy no sufre críticas fracasaría en
su tarea de cara a este tiempo. Él se resistió a la telecracia y a la
demoscopia, los dos poderes dictatoriales de hoy", no tomando
"como parámetros el éxito y la aprobación, sino la conciencia, que
se mide en la verdad, en la fe".
Al final, al despojarse del poder papal, Benedicto XVI dio un
ejemplo radicalmente evangélico coherente con toda una vida
de búsqueda de lo absoluto. Ha sido, según la distinción clásica
utilizada para los distintos pontífices, un Papa religioso más que
político, o simplemente un verdadero "siervo de los siervos de
Dios", el título – que se remonta a Gregorio Magno– más auténtico
y más exigente para cada obispo de Roma.

Hombre de gran dulzura

La vida de Ratzinger estuvo marcada en gran medida por una


imagen pública inventada por el progresismo católico. Según
esta imagen, el joven y brillante teólogo –que en el Concilio había
sido influyente consejero del reformista cardenal Frings, arzobispo
de Colonia– habría traicionado al Vaticano II ya en la segunda mitad
de los sesenta, recayendo en el pesimismo y el conservadurismo
político. Y durante el pontificado de Juan Pablo II se habría
convertido incluso en un inquisidor despiadado como responsable
durante casi un cuarto de siglo del antiguo Santo Oficio.
Este estereotipo se remonta a la oposición mediática, de
matriz secular, con su colega Hans Küng –pero el recién elegido
pontífice quiso reunirse con el teólogo suizo, casi de su misma
edad– y luego se vio reforzado por la ideología, que divide. Este
mal, siempre presente en las comunidades cristianas, pesó mucho

[171]
sobre la imagen de Benedicto XVI, quien enseguida fue presentado
a la opinión pública como el "pastor alemán", o incluso como el
Papa que en su juventud habría tenido simpatías con Hitler,
mientras que la realidad histórica es totalmente diferente.
Conocedor como pocos de la tradición cristiana, el teólogo
Ratzinger fue consciente de la dificultad de comunicarla y hacerla
comprensible hoy. Al comienzo de su Introducción al cristianismo,
un libro que alcanzó las cincuenta mil copias en 1968 y lo hizo
famoso, narra un apólogo de Søren Kierkegaard. En el campo, se
incendió un circo y un payaso, "ya vestido para el espectáculo", fue
enviado a pedir auxilio en el pueblo cercano, para evitar que el
fuego se extendiera. Pero los aldeanos "tomaron los gritos del
payaso únicamente por un ingenioso truco" y lo aplaudieron. La
desesperación del payaso "solo intensificó la risa: se notaba que
estaba actuando maravillosamente". Hasta que las llamas
destruyeron el circo y el pueblo.
Esta es hoy la situación del teólogo, que ya no puede
hacerse entender. En este contexto culturalmente secularizado y
ahora descristianizado, Ratzinger ha demostrado un conocimiento
extraordinario de la tradición cristiana que estudió rigurosamente,
acompañándola con una rara habilidad para comunicarla en el
lenguaje contemporáneo. Según el teólogo elegido Papa, la
tradición es una realidad viva y dinámica –como indica la propia
palabra, que significa "transmisión"– y es muy diferente del
significado de depósito intangible, que debe conservarse sin
variaciones. Esclarecedora al respecto es la valoración del Concilio
Vaticano II, que según Benedicto XVI, como en 2005 dijo en el largo
discurso navideño a la curia, debe interpretarse en una lógica de
"reforma", y no de "ruptura", con respecto a la tradición. Y en
2012, al presentar la edición definitiva de sus escritos conciliares, el
Papa recordó cómo en vísperas del concilio "el cristianismo, que
había construido y moldeado el mundo occidental, parecía perder
cada vez más su fuerza efectiva".
Por eso era necesario el aggiornamento del Vaticano II,
porque "el cristianismo debe permanecer en el presente para poder
moldear el futuro", sin pesimismo y sin nostalgia por el pasado,
estéril y en definitiva ahistórica. Ratzinger siempre ha estado atento
a la historia, y es por ello que no identifica al cristianismo, que
"había construido y moldeado el mundo occidental", con una
cultura, sabiendo bien que al hacerse histórica la fe cristiana se
encarnó en diferentes culturas. Por la misma razón, desde los
años sesenta el joven teólogo se ha opuesto a cualquier forma de
absolutización política del cristianismo, aunque nunca ha dejado de
prestar atención a los acontecimientos políticos.

[172]
Y la historia da contenido también a su último trabajo, la
trilogía sobre Jesús de Nazaret. Iniciada en 2003 y publicada entre
2007 y 2012, lleva la firma "Joseph Ratzinger Benedicto XVI"
porque, como se afirma en la premisa del primer volumen, no es un
acto del magisterio papal sino solo una expresión de una búsqueda
personal del "rostro del Señor". Pero, después de la historia,
quedan otras preguntas que resumen la lección de Ratzinger, como
escribió presentando el tercer volumen: ¿es verdad lo que se ha
dicho de Cristo, "me concierne a mí, y de qué manera?".

Giovanni Maria Vian fue director de 'L’Osservatore Romano'


entre 2007 y 2018.

Publicado en La Razón.

[173]
15. «Ningún Papa en la historia ha escrito
una teología tan elevada»: un póstumo de Pell
sobre Ratzinger
El cardenal George Pell murió inopinadamente el 10 de
enero, diez días después de Joseph Ratzinger. Pero tuvo tiempo
de escribir una valoración teológica sobre su obra, que ha publicado
póstumamente Il Timone en su número de febrero, como parte de
un especial sobre el Papa alemán en el que participan, junto a otros
colaboradores, siete cardenales además del fallecido: Angelo
Bagnasco, Willem Eijk, Gerhard Müller, Mauro
Piacenza, Camillo Ruini, Robert Sarah y Matteo Zuppi.

***

Un testigo auténtico: teología, liturgia y martirio

Ningún Papa en la historia ha publicado una teología tan


elevada sobre tanta variedad de argumentos como el Papa
Benedicto XVI.
Otros Papas han hecho contribuciones importantes al
desarrollo de la doctrina, como León Magno en el concilio de
Calcedonia, o el Papa Juan Pablo II, sobre todo con las dos
encíclicas morales Veritatis Splendor y Evangelium Vitae, en las
que Joseph Ratzinger, en calidad de prefecto de la Congregación
para la Doctrina de la Fe, tuvo un papel significativo.
Cuando yo era seminarista en Roma durante el Concilio,
Joseph Ratzinger, como peritus, no era muy conocido en mi círculo,
ni era considerado especialmente radical. En el mundo anglosajón
se dio a conocer sobre todo después de las convulsiones del mayo
del 68.
A mediados de los años 60, antes de la crisis del 68,
Ratzinger escribió: "Si la Iglesia se adaptara al mundo de
cualquier modo que comporte un alejamiento de la cruz, esto no
llevaría a una renovación de la Iglesia, sino solo a su muerte".
Mientras algunos de los opositores de Ratzinger han cambiado, su
marco teológico básico ha permanecido inalterado, sin ningún
cambio de ruta, también después del 68. Sus cambios de postura
más importantes atañen a la liturgia y la eclesiología.

[174]
El tomismo

La actitud de Ratzinger respecto al tomismo se puede


considerar opuesta al descrito como tomismo leonino o barroco,
que floreció en muchos seminarios antes del Concilio, y también en
su oposición a Suárez.
Ciertamente, la mayor parte de los manuales escolásticos
escritos en latín que se estudiaban en filosofía en los años 60 en
Australia eran áridos, obsoletos, impersonales y mecanicistas.
Fue precisamente ese impersonalismo el que empujó al
joven Karol Wojtyla a escribir una tesis sobre el personalismo
de Max Scheler y sobre la sensibilidad hacia la experiencia humana
en su fenomenología. Casi todos los seminaristas de los años 60
compartían al unísono el escepticismo de Ratzinger respecto al
tomismo de los manuales.
Sin embargo, no hay que interpretar su escepticismo de
manera tan exasperada, porque Ratzinger, como la mayoría de los
católicos, es deudor de Santo Tomás por miles de motivos, sobre
todo en el campo de la moral, y no es hostil al tomismo clásico en
general o al propio Aquinate.

Relación con el santo de Hipona

Se puede considerar que Joseph Ratzinger-Benedicto XVI


tomó de San Agustín su concepción de la centralidad
del amor (como demuestra su primera encíclica Deus caritas est) y
el vínculo fundamental con la verdad; la convicción de que la fe no
puede estar radicalmente separada de la razón; y su devoción de
la belleza trascendental en el arte, la música, la literatura y, sobre
todo, la liturgia.
Hay quien ha querido contraponer el tomista Juan Pablo II al
agustino Benedicto. Se trata de personalidades distintas, con
dotes y formaciones diferentes.
Juan Pablo II procedía de una Iglesia que luchó contra
el nazismo y el comunismo y que vio a ambos bajarse del
escenario de la historia. Estudiaba derecho en la universidad,
estuvo obligado a los trabajos forzados, era un líder nato y un
poeta, un actor y un optimista. La filosofía y la espiritualidad fueron
sus estudios de doctorado.
También el papa Benedicto creció en la fuerza comunitaria de
la Baviera católica, pero los católicos alemanes no pudieron impedir
el ascenso al poder de Hitler y compartieron los desastres que este
causó a su pueblo.
Benedicto es un hombre de honda espiritualidad, de una
genuina amabilidad y de una enorme cultura que se desarrolló a
[175]
través de una vida dedicada al estudio y la escritura. Y sin embargo,
la colaboración entre el papa Juan Pablo II y el cardenal Ratzinger
ha sido una de las más brillantes y eficaces de la historia de los
Papas y de la Iglesia, pues ambos supieron dialogar con el mundo
del saber y se enfrentaron a la cultura de la muerte.

La liturgia y el testimonio

Mucho antes del Concilio, el joven Ratzinger mostró interés en


la reforma litúrgica. Muchos se sorprendieron de lo francos y
provocadores que fueron sus comentarios sobre algunos aspectos
de los desarrollos litúrgicos posconciliares.
Considera que algunas liturgias contemporáneas son
formas de apostasía, similares a la adoración del becerro de oro
por parte de los judíos. En su opinión, el santo sacrificio de
la misa es un acto de culto, no una comida en compañía, por lo que
reducir la eucaristía a una exaltación de la comunidad local es una
alteración radical de las prioridades obligadas. La verdadera
renovación litúrgica ha sido obstaculizada por fuerzas burocráticas
filisteas o secularistas.
De cualquier manera, sé que Joseph Ratzinger-Benedicto XVI
nunca habría enfatizado mucho la importancia de una determinada
teología en la producción de la vitalidad católica, porque en el fondo
estaba en línea con el poema Stanislaw, de Juan Pablo II, en el que
podemos leer: "Si la palabra no convierte, la sangre lo hará".
Ratzinger siempre indicó que nuestro ideal debe ser el mártir,
el testimonio: una vida que coincida con la verdad.

Traducido por Helena Faccia Serrano.

[176]
16. Sarah describe a Benedicto: «Un profeta
de la verdad que es Cristo frente al imperio de la
mentira»
La revista francesa La Nef ha consagrado en su número de
febrero un dossier especial a la figura de Benedicto XVI.
Recogemos la contribución del cardenal Robert Sarah, quien
publicó con el Papa emérito uno de sus últimos libros, Desde lo más
hondo de nuestros corazones.

El descendiente de San Agustín

Muchos homenajes subrayan la grandeza de Benedicto XVI


como teólogo. De eso no cabe duda. Su obra perdurará. Sus
luminosos libros son ya clásicos. Pero no debemos equivocarnos.
Su grandeza no reside principalmente en la penetración académica
de los conceptos de la ciencia teológica, sino en la profundidad
teológica de su contemplación de las realidades divinas. Benedicto
XVI tenía el don de hacernos ver a Dios, de hacernos gustar su
presencia, a través de sus palabras. Creo que puedo decir que
cada una de las homilías que escuché de él fue una verdadera
experiencia espiritual que marcó mi alma. En esto, es un
verdadero descendiente de San Agustín, el Doctor al que se
sentía tan cercano en espíritu.

"Hacer presente a Dios en este mundo"

Su voz, frágil y cálida a la vez, consiguió hacernos sentir la


experiencia teológica que él mismo había vivido. Te aferraba en lo
más hondo del corazón y te conducía a la presencia de Dios.
Escuchémosle: "En nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de
la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no
encuentra ya su alimento, la prioridad que está por encima de
todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres
el acceso a Dios. No a un dios cualquiera, sino al Dios que habló en
el Sinaí; al Dios cuyo rostro reconocemos en el amor llevado hasta
el extremo, en Jesucristo crucificado y resucitado" (Carta a los
obispos de la Iglesia católica sobre la remisión de la excomunión de
los cuatro obispos consagrados por el arzobispo Marcel Lefebvre,
10 de marzo de 2009).
Benedicto XVI no era un ideólogo rígido. Estaba enamorado
de la verdad, que para él no era un concepto, sino una persona
encontrada y amada: Jesús, el Dios hecho hombre. Recordemos su
afirmación magistral: "No se comienza a ser cristiano por una
[177]
decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la
vida y, con ello, una orientación decisiva" (Deus caritas est, 1).
Benedicto XVI nos llevó a vivir este encuentro de fe con Cristo
Jesús. Allá donde iba, encendía esta llama en los corazones. Con
jóvenes, seminaristas, sacerdotes, jefes de Estado, pobres y
enfermos, reavivó la alegría de la fe con fuerza y discreción. Se
hizo olvidar para dejar brillar mejor el fuego del que era portador.
Nos recordó: "Solo si hay una cierta experiencia, se puede también
comprender" (Encuentro con los párrocos y sacerdotes de la
diócesis de Roma, 22 de febrero de 2007).
Nunca dejó de recordarnos que esta experiencia
de encuentro con Cristo no contradice ni la razón ni la libertad.
"[Cristo] no quita nada, y lo da todo" (Santa Misa de inicio del
ministerio petrino, domingo 24 de abril de 2005).

Junto con el Cardenal Sarah

Frente al imperio de la mentira

A veces estaba solo, como un niño que se enfrenta al


mundo. Un profeta de la verdad que es Cristo frente al imperio
de la mentira, un frágil mensajero frente a poderes calculadores e
interesados. Frente al gigante Goliat del dogmatismo relativista y
el consumismo todopoderoso, no tenía otra arma que su palabra.
Este David de los tiempos modernos se atrevió a gritar: "El
deseo de verdad pertenece a la naturaleza misma del hombre, y
toda la creación es una inmensa invitación a buscar las respuestas
que abren la razón humana a la gran respuesta que desde siempre
busca y espera: 'La verdad de la revelación cristiana, que se
manifiesta en Jesús de Nazaret, permite a todos acoger el
[178]
«misterio» de la propia vida. Como verdad suprema, a la vez que
respeta la autonomía de la criatura y su libertad, la obliga a
abrirse a la trascendencia. Aquí la relación entre libertad y verdad
llega al máximo y se comprende en su totalidad la palabra del
Señor: «Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres»' (Fides et
ratio, 15)" (Discurso a los participantes en la Asamblea plenaria de
la Congregación para la Doctrina de la Fe, 10 de febrero de 2006).

Un mensaje "insoportable" para el mundo

Pero la mentira y el compromiso no lo toleraron. Fuera de


la Iglesia, pero también dentro de ella, hubo quien perdió el control.
Sus propuestas fueron caricaturizadas, distorsionadas y
ridiculizadas. El mundo quería silenciarlo porque su mensaje era
insoportable. Querían silenciarle.
Benedicto XVI ha resucitado en nuestro tiempo la figura de los
Papas de la Antigüedad, mártires aplastados por el moribundo
Imperio romano. El mundo, como Roma en el pasado, tembló ante
este anciano con corazón de niño. El mundo estaba demasiado
comprometido con la mentira para atreverse a escuchar la voz
de su conciencia. Benedicto XVI fue un mártir de la verdad, de
Cristo. Traición, deshonestidad, sarcasmo, no se le ahorró nada.
Vivió el misterio de la iniquidad hasta el final.

Como un padre

Entonces vimos al hombre discreto revelar plenamente su


alma de pastor y padre. Como un nuevo San Agustín, la paternidad
del pastor desplegó en él la madurez de su santidad. ¿Quién no
recuerda la tarde en que, habiendo reunido en la plaza de San
Pedro a sacerdotes de todo el mundo, lloró con ellos, rió con ellos y
les abrió la intimidad de su corazón sacerdotal? Muchos jóvenes le
deben su vocación sacerdotal o religiosa. Benedicto XVI brillaba
como un padre entre sus hijos cuando estaba rodeado de
sacerdotes y seminaristas.
Hasta el final, quiso apoyarlos y hablarles desde lo más
profundo de su corazón, llamado a seguir a Cristo en el don de sí
mismo e incluso en el sufrimiento por los demás. "Para que el don
no humille al otro, no solamente debo darle algo mío, sino a mí
mismo" (Deus caritas est, 34). "Cristo, padeciendo por todos
nosotros, ha dado al sufrimiento un nuevo sentido, lo ha
introducido en una nueva dimensión, en otro orden: en el orden del
amor" (Discurso a los cardenales, arzobispos, obispos y prelados
superiores de la curia romana, 22 de diciembre de 2005).

[179]
Benedicto XVI amaba a las familias y a los enfermos. Para
entenderlo, hay que haberle visto con los niños hospitalizados. Hay
que haberle visto dándole un regalo a cada uno. Hay que haber
visto la pequeña lágrima de emoción que brilló en su amable rostro.
A él, recordémoslo, se debe la lucidez de la Iglesia sobre
la pedofilia. Sabía cómo llamar al pecado por su nombre, cómo
conocer y escuchar a las víctimas, y cómo castigar a los culpables
sin la complicidad que a veces se disfraza de misericordia.

En la oración y el silencio

A pesar de ello, o tal vez a causa de este amor a la verdad,


cada vez fue más despreciado. Entonces el profeta, el mártir, el
padre tan bueno se convirtió en un maestro de la oración. No
puedo olvidar aquella tarde en Madrid cuando, ante más de un
millón de jóvenes entusiastas, renunció al discurso que había
preparado para invitarles a rezar en silencio con él. Había que ver a
esos jóvenes de todo el mundo, silenciosos, arrodillados detrás
de quien les mostraba el camino.
Aquella noche, con su oración silenciosa, dio a luz a una
nueva generación de jóvenes cristianos: "Solo ella [la adoración]
nos hace verdaderamente libres, solo ella nos da los criterios para
nuestra acción. Precisamente en un mundo en el que
progresivamente se van perdiendo los criterios de orientación y
existe el peligro de que cada uno se convierta en su propio criterio,
es fundamental subrayar la adoración" (Discurso a los cardenales,
arzobispos, obispos y prelados superiores de la curia romana, 22 de
diciembre de 2005).
De ahí su insistencia en la importancia de la liturgia. Sabía
que en la liturgia la Iglesia se encuentra cara a cara con Dios. Si no
está en el lugar que le corresponde, entonces se dirige a la ruina. A
menudo repetía que la crisis de la Iglesia era fundamentalmente
una crisis litúrgica, es decir, una pérdida del sentido del culto.
"El misterio es el corazón del que sacamos nuestra fuerza", le
gustaba repetir. Trabajó mucho para devolver a los cristianos una
liturgia que fuera, según sus palabras, "un verdadero diálogo del
Hijo con el Padre".
Frente a un mundo sordo a la verdad; frente, a veces, a una
institución eclesiástica que se negaba a escuchar su llamada,
Benedicto XVI optó finalmente por el silencio como última
predicación. Al renunciar a su cargo y retirarse a la oración, recordó
a todos que "necesitamos hombres que miren de frente a Dios y
aprendan de Él lo que es la verdadera humanidad. Necesitamos
personas cuyas mentes estén iluminadas por la luz de Dios y cuyos
corazones Dios abra para que sus mentes puedan hablar a las
[180]
mentes de los demás y sus corazones puedan abrir los corazones
de los demás" (Cardenal Ratzinger, Conferencia en el monasterio
de Santa Escolástica, Subiaco, 1 de abril de 2005). Sin saberlo, el
Papa estaba dibujando su propio retrato, añadiendo: "Solo de los
santos, solo de Dios, viene la verdadera revolución, el cambio
decisivo del mundo".
¿Habrá sido Benedicto XVI la última luz de la civilización
cristiana? ¿El ocaso de una era pasada? A algunos les gustaría
pensar que sí. Es cierto que, sin él, nos sentimos huérfanos,
privados de la estrella que nos guiaba. Pero ahora su luz está en
nosotros. Benedicto XVI, con su enseñanza y su ejemplo, es el
Padre de la Iglesia del tercer milenio. La luz alegre y pacífica de su
fe nos iluminará durante mucho tiempo.

Traducido por Helena Faccia Serrano.

[181]

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