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En Rivista di diritto processuale.

Nº 6/2007, pp.1393-1408
Publicado en: www.judicium.it
el 13.06.2007

EL BIEN EMBARGADO Y ENAJENADO ENTRE DERECHO PROCESAL Y


DERECHO SUSTANCIAL1
Mauro BOVE
SUMARIO: 1. Función del embargo entre normas procesales y normas sustanciales.— 2.
Conservación material de los bienes embargados.— 3. Conservación jurídica de los bienes
embargados.— 4. La venta forzada entre contrato y medida judicial.— 5. La estabilidad de la venta
forzada en el conflicto entre deudor y adquirente.— 6. La estabilidad de la venta forzada desde el punto
de vista del verdadero propietario del bien embargado.— 7. Ulteriores perfiles de estabilidad de la venta
forzada.

1. Función del embargo entre normas procesales y normas sustanciales


En la ejecución forzada en forma específica el bien objeto del proceso ejecutivo
coincide con el bien debido conforme al derecho sustancial. Aquél está ya
individualizado en el acto que constituye el título ejecutivo.
En la ejecución forzada dineraria [espropriazione forzata], en cambio, el bien
debido en base al derecho sustancial (objeto del crédito) no coicide con el bien objeto
de la agresión ejecutiva. Aquél no está (pre)individualizado en el acto que constituye 1
título ejecutivo, sino que tiene que ser individualizado en el ámbito de la propia
actividad ejecutiva. A esta individualización sirve el embargo [pignoramento], el cual es,
por tanto, el acto o el conjunto de actos que tiene como finalidad la individualización
del bien a sujetar a la agresión ejecutiva, del bien que “conservado” esencialmente
(aunque no sólo) a través de la previsión de peculiares efectos sustanciales, será luego
objeto de la enajenación [espropriazione] forzada2.
Vistos los arts. 2740, 1° párrafo, y 2910, 1° párrafo, CC la agresión ejecutiva es
sustancialmente justa en la medida en la que son agredidos bienes que pertenecen al
deudor ejecutado3. En otras palabras, la ley exige que la realización del crédito ocurra

1
Ponencia en el encuentro de estudio sobre “La riforma del processo esecutivo” organizado por
el Consejo Superior de la Magistratura, realizado en Roma los días 6-8 junio 2007. El escrito está
destinado a los Studi in onore di V. Colesanti.
2
V. Clásicamente T. CARNACINI, Contributo alla teoria del pignoramento, Padova 1936, p. 8.
3
El segundo párrafo del art. 2910 CC, agrega que en algunos casos puede ser responsable por la
deuda también un bien perteneciente a un tercero: cuando se trate de un bien sometido a prenda o
hipoteca o bien cuando a referencia a tal bien haya sido revocado, conforme al art. 2901 CC, el acto de
disposición que a favor del tercero había realizado el propio deudor. Recordemos, con todo, que el
tercer propietario del que se habla asume el papel de ejecutado en base a los arts. 602 y ss. CPC, por lo
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agrediendo los bienes que legítimamente responden por ese determinado crédito y
dichos bienes son justamente los bienes que pertenecen al deudor. Sin embargo, las
normas sobre el embargo no establecen que a los fines de la individualización de los
bienes se deba determinar su pertenencia al deudor ejecutado4.
En este caso se puede producir un desequilibrio entre el plano sustancial y el
plano procesal, es decir puede ocurrir que se realice una actividad del todo legítima
desde el punto de vista de las normas procesales y, sin embargo, ilícita desde el punto de
vista del derecho sustancial. Ello ocurre cuando los bienes individualizados con pleno
respeto de todas las reglas sobre el embargo pertenecen, pese a ello, a un tercero.
Las reglas del embargo, varían según el tipo de bien, porque en ellas
evidentemente se deben tener en cuenta las distintas reglas de circulación que el derecho
civil dicta, justamente, respecto a los distintos tipos de bienes.
En el embargo mobiliario la elección de los bienes es hecha por el oficial
judicial5, el cual, en base al art. 513 CPC, no se preocupa por determinar la pertenencia
de los bienes al deudor (y, por lo demás, ¿cómo podría?), sino que se preocupa de
individualizar bienes que están en la disponibilidad del deudor. La actividad ejecutiva se
realiza, por tanto, legítimamente sin ninguna determinación de derecho sustancial, sino 2
a lo más con un indicio de pertenencia. Si, por aventura, la agresión ejecutiva, se repite
conducida en el pleno respeto de las normas procesales, termina por involucrar el bien
de un tercero, es este tercero que se debe activar. En vía preventiva él puede plantear
oposición de tercero conforme al art. 619 CPC. En vía sucesiva él puede actuar en el
espacio que le conceden los arts. 2919 y 2920 CC, sobre los cuales regresaremos.
En los otros tipos de embargo la elección es realizada siempre por el acreedor
ejecutante, el cual luego se activará en base:
- al art. 555 CPC, si se trata de embargo de un bien inmueble,

cual él goza de los remedios que son puestos a disposición del ejecutado, entre los cuales resalta la
oposición a la ejecución conforme al art. 615 CPC.
4
Cfr., por todos, G. TARZIA, L’oggetto del processo di espropriazione, Milano 1961, pp. 236 y
ss., 246 y ss., 256 y ss., 269 y ss., 317 y ss., 358 y ss.
5
Por otro lado, el renovado art. 517 CPC ha eliminado el precedente principio según el cual el
embargo ocurría con preferencia sobre las cosas indicadas por el deudor.
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- los arts. 543 y ss., si se trata de embargar un crédito o un bien mueble en la


disponibilidad de un tercero6,
- al art. 2471 CC, si se trata de embargar la cuota de una sociedad de
responsabilidad limitada7.
También en todas estas formas de embargo la actividad ejecutiva no procede
haciéndose cargo de determinar la pertenencia al deudor del bien que se va a
individualizar. Ni siquiera en el embargo del crédito, puesto que la declaración del
tercero o el eventual juicio que se haga necesario en caso de falta de cooperación del
(presunto) debitor debitoris no eliminan ciertamente la posibilidad de que un tercero
afirme ser el verdadero titular del crédito a expropiar [espropriando]8.
Y entonces también en estos contextos se puede crear ese desequilibrio entre el
plano procesal y plano sustancial del cual dijimos, desequilibrio frente al cual el
ordenamiento responde sobre todo concediendo al tercero el remedio de la oposición
del art. 619 CPC, salvo, luego, lo que diremos tratando de los efectos sustanciales de la
venta forzada.
Pero, como ya sido mencionado, el embargo no solo tiene la función de
3
individualizar los bienes que serán objeto del proceso ejecutivo, sino que también tiene

6
Sobre la complejidad de estas hipótesis v. clásicamente V. COLESANTI, Il terzo debitore nel
pignoramento di crediti, Milano 1967, passim.
7
A propósito de este caso es bueno hacer dos precisiones. La primera: el acto de embargo debe
notificarse, además del deudor, a la sociedad no con la finalidad de provocar la declaración de ésta en el
sentido del art. 547 CPC, sino más bien con la finalidad de hacer surgir en cabeza de los
administradores de la sociedad el deber de anotación en el libro de socios. La segunda: el embargo entre
acreedor y deudor se perfecciona no con dicha notificación, por lo cual, la inscripción en el Registro de
las Empresas tiene por finalidad de hacer el supuesto oponible a terceros, a los fines de la aplicación del
art. 2740, 3° párrafo, CC.
8
Ni, en el ámbito de la ejecución inmobiliaria [espropriazione immobiliare] se podría decir que
la pertenencia del bien, si no tiene importancia en la fase del embargo, sea, sin embargo, presupuesto de
la venta forzada, puesto que, conforme al art. 567 CPC, el acreedor debe, antes de proceder a la venta,
presentar el extracto del catastro y los certificados de las inscripciones relativas al inmueble embargado
efectuadas en los veinte años antecedentes a la inscripción del embargo. Empero aquí, como tuvo bien
decir un nuestro desaparecido maestro (TARZIA, op. cit., 358-360), la ley procesal se contenta de un un
indicio de pertenencia, derivado de la publicidad, sin requerir la determinación del derecho en cabeza
del deudor ejecutado. Se piense, muy banalmente, en la hipótesis en la que la propiedad del inmueble le
corresponda a un sujeto que lo ha usucapido y no al sujeto que resulta propietario en base a los registros
inmobiliarios.
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por objeto conservar los bienes así individualizados a los fines de la sucesiva
enajenación. En este caso se trata de garantizar la conservación material y jurídica del
bien sujetado al procedimiento.
2. Conservación material de los bienes embargados
A los fines de la conservación material están dictadas las normas sobre la
custodia, que han sido modificadas por las recientes reformas.
Para la custodia de los bienes, las intervenciones de la reforma son dos.
En primer lugar, ha sido modificado el segundo párrafo del art. 520 CPC9 en
referencia a la custodia de las cosas distintas del dinero, títulos de crédito y objetos
preciosos. Precedentemente, el oficial judicial podía elegir entre el transporte de las
cosas embargadas a un lugar de depósito público y encomendarle su cuidado a un
custodio, que, según una interpretación común del art. 521, 1° párrafo, CPC, digamos
bastante liberal, se consideraba que pudiera ser también el deudor, a falta de oposición
del acreedor. Hoy se atribuye importancia sobre todo a la voluntad del acreedor. Si
aquel lo requiere, el oficial judicial debe escoger entre transportar las cosas a un lugar de
depósito público y el encomendar las cosas mismas a la custodia de un sujeto distinto
4
del deudor. Si, en cambio, el acreedor nada dice, la situación queda dudosa. En verdad,
en este caso debería valer el primer párrafo del art. 521 CPC, que, mantenido sin
cambios, establece textualmente que la custodia pueda ser encomendada al deudor solo
si el acreedor lo consiente explícitamente. La relación entre esta disposición y el nuevo
segundo párrafo del art. 520 CPC, no está clara. Se podría decir que si el acreedor no
formula la instancia prevista en aquella disposición, no habrá ningún impedimento en
la elección del oficial judicial de encomendar la custodia al deudor. Pero se podría
también decir que, aunque faltando la explícita petición del acreedor para sustraer la
custodia de los bienes al deudor, pese a ello, el oficial judicial no esté autorizado a dejar
la custodia del bien en las manos del deudor. Más allá de la equivocidad de las normas,
parecería oportuno, en todos los casos, evitar la custodia del deudor. Pero me temo que,
en la praxis, en caso de ausencia de instancia del acreedor según el segundo párrafo del
art. 520 CPC, se terminará por dejar las cosas en tenencia del deudor.
En fin, se agrega, siempre en el art. 520, 2° párrafo, CPC, que en caso de
urgencia, el oficial judicial encomienda la custodia a los institutos autorizados conforme
al art. 159 de las disposiciones de actuación CPC, es decir, a los Institutos de Ventas

9
La norma, entrada en vigor el 1° marzo 2006, se aplica a los embargos realizados
sucesivamente a tal fecha.
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Judiciales. En este caso no está claro si dicha opción sea practicable solo a instancia del
acreedor o bien también de oficio. Parece más razonable la interpretación extensiva
tanto porque literalmente la otra no es necesaria como porque ella puede presentarse
más oportuna en situaciones en la que no hay tiempo para preguntar al acreedor10.
En segundo lugar, ha sido agregado un párrafo al art. 521 CPC11, en el cual se
dispone que luego de la presentación de la instancia de venta, el juez dispone la
sustitución del custodio nombrando a ese mismo instituto autorizado, siempre que éste
no fuera ya antes custodio12. En este ámbito queda abierta la cuestión de qué ocurra
cuando no sea administrada por estos institutos. A mi parecer la elección interpretativa
más razonable es la de considerar que la sustitución en la custodia en comentario ocurra
siempre en los términos dictados por el art. 521, 5° párrafo, CPC, prescindiendo de las
modalidades que se seguirán para la venta13.
Por lo que atañe a la custodia de los bienes inmuebles, han sido ampliamente
modificados los arts. 559 y 560 CPC. La disciplina precedente no era satisfactoria
porque, por un lado, se dejaba la custodia del bien al deudor, sujeto que no es
ciertamente el más idóneo para la correcta administración del bien que está destinado a
perder y además sujeto seguramente no interesado a colaborar a los fines de vender lo 5
mejor posible el bien mismo, y, por otro lado, no se disciplinaban las modalidades de
gestión del bien embargado. La nueva disciplina tiene tres objetivos:
10
Así A. RONCO, en Le recenti riforme del processo civile, Commentario diretto da S.
Chiarloni, I, Bologna 2007, sub art. 520, p. 806, en donde se menciona el caso en el que las cosas se
encuentren en un lugar que el deudor esté por dejar, quizá por desalojo [sfratto].
11
Lo dispuesto ha entrado en vigor el 1° marzo 2006 y se aplica a las instancias de venta
depositadas sucesivamente a tal fecha.
12
La norma agrega que tal instituto “dentro de los treinta días, previo envío de comunicación
conteniendo la fecha y el horario aproximado del acceso, se encarga del transporte de los bienes
embargados en su sede o en otros locales de su propia disponibilidad. Las personas encargadas por el
instituto, cuando resulta necesario para aprehender los bienes, pueden abrir puertas, armarios y
recipientes y pedir la asistencia de la fuerza pública. Para los bienes que resultan difícilmente
transportables con el empleo de los medios usualmente utilizados, el instituto puede ser autorizado a
encargar su custodia en el lugar en que se encuentran”.
13
No me parece razonable considerar que, cuando la venta no sea gestionada por los Institutos
Ventas Judiciales, la custodia quede a cargo de quien, quizá el deudor, que la tenía en la fase precedente.
Pero tampoco me parece razonable afirmar que la custodia pase, en base a un razonamiento analógico, a
cargo del sujeto que deberá gestionar la fase de venta, sobre todo, si se piensa que entre ellos se
encuentre el secretario [cancelliere] o el oficial judicial. V. Sin embargo, en este último sentido A.
RONCO, op. cit., sub art. 521, p. 810.
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- definir dentro de cuáles límites el deudor puede ser nombrado custodio y


cuándo es, en cambio, necesario nombrar custodio a un tercero;
- disciplinar el régimen de las medidas relativas a la custodia;
- aclarar las tareas del custodio.
El art. 559 CPC, desmintiendo a las praxis, como la del Tribunal de Monza, que
apuntaban a una sustitución generalizada del deudor, reitera, como principio de base,
que con el embargo es constituido custodio el deudor14, al cual no le corresponde una
retribución conforme al art. 65, 2° párrafo CPC, pero sí le son compensados los gastos.
Pero, luego, resulta modificado el cuadro de las hipótesis de sustitución. Junto a la
hipótesis general, ya antes existente, en la cual la sustitución ocurre, a instancia del
acreedor embargante o de otro acreedor interviniente, en base a una decisión dejada a la
discrecionalidad del juez, se ponen otros tres casos de sustitución del custodio,
vinculados a precisos presupuestos legales15, en los que no se requiere ninguna instancia
de parte ni juega un papel la discrecionalidad del juez.
Dos de ellas se refieren propiamente a la hipótesis en la que el custodio es el
deudor. Éste no puede ser custodio, en primer lugar, cuando el inmueble está ocupado
6
por un tercero (art. 559, 2° párrafo, CPC), a fin de evitar que eventuales rentas de
arrendamiento terminen desapareciendo en los bolsillos del deudor. En segundo lugar,
el deudor debe ser sustituido siempre al momento de la emisión del auto que autoriza la
venta (art. 559, 4° párrafo, CPC), debiéndose en esta fase atribuir la custodia a la
persona encargada de la venta o al Instituto de Ventas Judiciales16. En suma, a este
punto de la ejecución dineraria debe subentrar en la custodia un sujeto que, lejos de

14
En tal caso la custodia no se funda en una resolución de nombramiento, sino que se
constituye ex lege con el acto de embargo, precisamente aquí con la notificación del acto establecido en
el art. 555 CPC, por tanto antes y al margen de la inscripción del embargo.
15
Desmintiendo así las praxis que sustituían al custodio sin dar ninguna razón.
16
Se precisa en el quinto párrafo del art. 559 CPC que el Instituto Ventas Judiciales podría
también rechazar de asumir la custodia, hipótesis en la cual el Juez ejecutor escogerá a otro custodio. Tal
posibilidad no está explicitada para el profesional encargado de la venta, por lo que me parece que para
éste se deba considerar que o acepta la custodia o renuncia a la delegación en su conjunto. Por lo demás,
para una propuesta interpretativa más dúctil v. P. D’ADAMO, La custodia dell’immobile pignorato tra
l’esperienza delle “best practices” e l’impianto delle leggi n. 80/2005 2 263/2005, en Rivista dell’esecuzione
forzata, 2006, 749 y ss., espec. 761-762, que propone dejar la elección caso por caso al juez ejecutor.
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constituir un obstáculo para el mejor logro de la venta17, se ponga más bien en actitud
colaborativa, es decir pueda ser un punto de referencia para potenciales adquirentes,
pueda, en otras palabras, realmente responder a lo que establece el sétimo párrafo del
art. 560 CPC, según el cual el juez establece las modalidades con las que el custodio
debe comportarse para que los interesados en presentar ofertas de adquisición examinen
los bienes en venta. Si ésta es la finalidad de la sustitución, entonces se puede tener una
clave de lectura para la excepción que el mismo cuarto párrafo del art. 559 CPC
explicita, estableciendo que el juez no deba proceder a la sustitución cuando “por la
particular naturaleza” de los bienes embargados la sustitución misma no tendría
utilidad. Aquí evidentemente se ha pensado en los casos en los que el bien puede ser
visto también sin cooperación del custodio, como por ejemplo ocurre respecto de un
terreno no cercado18.
Está prevista, luego, como hipótesis general de sustitución relativa tanto cuando
el custodio sea el deudor como cuando otro sujeto lo sea, que el juez disponga la
sustitución del custodio en caso de inobservancia de sus deberes (art. 559, 3° párrafo,
CPC)19.
El último párrafo del 559 CPC especifica, además, que las medidas allí previstas 7
se adoptan con auto no impugnable. Esta disposición, que reitera un principio que era
ya pacífico antes, deja, sin embargo, irresuelta la duda, ya antes levantada, sobre la
posibilidad de plantear contra ese auto oposición a los actos conforme al art. 617
CPC20, porque la calificación de “no impugnabilidad” hace cierto solo la inaplicabilidad
del art. 487 CPC, es decir la no modificabilidad y revocabilidad de la resolución por
parte del juez, salvo en el caso obviamente que intervengan circunstancias sobrevenidas.

17
Se repite que la norma encuentra aplicación solo cuando al llegar a la fase de la venta sea
custodio el deudor. Como consecuencia, si en ese momento la custodia no está a cargo del deudor, la
norma no opera.
18
El ejemplo es de F.P. LUISO, B. SASSANI, La riforma del processo civile, Milano 2006, p.
149.
19
Sobre el régimen transitorio, puesto que la normativa en comentario ha entrado en vigore el
1° marzo 2006 y que la Ley Nº 263/2005 dispone que las normas de modificación del proceso ejecutivo
se aplican también a los procedimientos pendientes en tal fecha, parece poderse decir que las
disposiciones del art. 559 CPC se apliquen también si el embargo está realizado o el auto de venta ha
sido pronunciada antes de esa fecha. La norma, contenida siempre en la Ley Nº 263/2005, según la cual
las ventas se realizan en base a las modalidades antecedentes cuando hayan sido ordenadas antes del 1°
marzo 2006, no parecen, en efecto, referirse al régimen de la custodia.
20
Sobre el argumento, v. R. ORIANI, L’opposizione agli atti esecutivi, Napoli 1987, p. 234 y ss.
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Además, siempre en referencia a la relación entre deudor y el bien embargado,


viene reiterado lo que en el fondo valía ya antes, aunque en una situación normativa
más ambigua, respecto a la aspiración del deudor de continuar a habitar el inmueble, o
sea el hecho de que él no tenga un derecho en tal sentido, ni siquiera cuando está
constituido en custodio, sino a lo más un interés, que el juez debe valorar con la
finalidad de autorizarlo en tal sentido. En suma, que el deudor haya sido o no
constituido custodio no puede hacer ninguna diferencia, en el sentido de que no se
puede afirmar la necesidad de la autorización del deudor para habitar solo si la custodia
es encomendada a un tercero, considerándose, por el contrario, que ella no sea necesaria
cuando la custodia le haya sido, en cambio, encomendada al deudor, porque la custodia
no implica la posibilidad de gozar del bien. Y entonces el régimen a este propósito es
siempre el mismo. Es decir, el deudor no puede nunca continuar a habitar de hecho el
inmueble, pero de dos una: o pide la correspondiente autorización y la obtiene, o, si no
la pide, debe dejar el inmueble.
A este último propósito son relevantes también los párrafos 3 y 4 del art. 560
CPC, que se ocupan de la resolución con la que el juez dispone la liberación del
inmueble cuando niega al deudor la autorización para habitar o revoca la autorización
precedentemente concedida o bien cuando dispone la adjudicación del bien. Dicha 8
resolución es calificada como “no impugnable”, lo cual probablemente, retomando lo ya
dicho respecto al último párrafo del art. 559 CPC, no excluye el planteamiento de la
oposición a los actos ejecutivos conforme a lo dispuesto en el art. 617 CPC. Además,
aquella, constituyendo título ejecutivo para la entrega, es actuable en vía breve por el
curador, el cual puede pedir la asistencia de la fuerza pública y ejecutar directamente la
resolución sin intervención del oficial judicial21. Con ello el adquirente en venta forzada
debería obtener la disponibilidad del bien directamente del custodio, sin deber aquél
proceder a otra actividad.
En fin, por lo que respecta a las tareas del custodio, la ley, además de reiterar su
deber de rendir cuentas conforme al art. 593 CPC (art. 660, 2° párrafo, CPC), establece
que el custodio deba, previa autorización del juez, ocuparse de la administración y

21
Así, ya precedentemente, en referencia a la praxis del Tribunal de Bolonia, v. G. BERTI
ARNOALDI VELI, Prassi e giurisprudenza del Tribunale di Bologna nelle espropriazioni immobiliari; in
particolare, il custode giudiziario e le azioni del legale della custodia finalizzate alla liberazione del
compendio, en Rivista dell’esecuzione forzata, 2003, p. 59 y ss., espec. 76. Pero no escondo el hecho de
que la solución propuesta puede ser dudosa y que cuando el art. 560, 4° párrafo, CPC dispone que la
ejecución ocurra “al cuidado del custodio” no ello no quiera excluir la intervención del oficial judicial.
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gestión del bien y que está legitimado para ejercitar las acciones previstas por la ley y
necesarias para obtener la disponibilidad.
Si anteriormente había duda sobre el límite de la autonomía del custodio, es
decir, cuál fuera la línea de confín entre las actividades que el custodio podía realizar
autónomamente y aquellas que, en cambio, requerían de la intervención del juez, hoy
parece que sea necesaria la autorización del juez, antes prevista explícitamente solo para
dar en arrendamiento el inmueble, para todo acto de administración y gestión. Pero
parece razonable que, a la luz de la normativa actual, se deba distinguir entre actos que
el custodio puede realizar en base a una resolución autoritativa general, cuales, por
ejemplo, todos los actos dirigidos a la conservación y al mantenimiento de la
productividad del bien22 y actos que, en cambio, requieren de una autorización especial
y específica23. Queda, luego, entendido que los actos realizados sin la necesaria
autorización sean, no nulos, sino ineficaces en relación del acreedor procedente y de los
acreedores intervinientes, y, como consecuencia, en relación al adquirente en venta
forzada24.
Por lo que respecta a las acciones ejercitables, tampoco anteriormente se dudaba
del hecho que al custodio le estuviera atribuida la legitimación procesal, activa y pasiva, 9
en referencia a los actos sustanciales que él podía realizar. Hoy el último párrafo del art.
560 CPC reitera este principio, especificando, entre otras, que el custodio puede
ejercitar las acciones necesarias para obtener la disponibilidad del bien. Como
consecuencia parece superada cualquier duda en orden a la legitimación del custodio
para ejercitar en general, tanto las acciones que le corresponderían al deudor ejecutado,
como, por ejemplo, las de cesación del arrendamiento o de resolución por
incumplimiento, como las acciones que le corresponderían al acreedor embargante,
como por ejemplo aquella que se funda en la pretensión a la entrega del inmueble
arrendado con un contrato antecedente al embargo y, por tanto, no oponible al
procedimiento25.

22
Se piense al cobro y actualización periódico de las rentas de arrendamiento y a los gastos de
conservación del inmueble.
23
Probablemente sea necesaria la autorización específica para dar en arrendamiento el inmueble
y para cumplir todo acto que excede la normal gestión, es decir, acto de extraordinaria administración.
24
Análogamente F. CORSINI, Le recenti riforme del processo civile, en Commentario diretto da
S. Chiarloni cit., sub art. 660, p. 886.
25
Por lo que respecta al régimen transitorio, puesto que la norma ha entrado en vigore el 1°
marzo 2006, parece poderse decir lo que sigue. El primer, tercero y cuarto párrafo se aplican a las
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3. Conservación jurídica de los bienes embargados


Para la conservación jurídica del bien están dictadas normas en el Código Civil
que establecen los llamados efectos sustanciales del embargo.
Los artículos 2912 y 2913 CC afirman dos principios importantes:
- el deudor es desposeído del bien embargado,
- los actos de disposición del bien embargado no tienen efecto en relación al
acreedor embargante y de los acreedores intervinientes.
La lectura de estas disposiciones exige una precisión preliminar de gran
importancia: el embargo no atribuye al acreedor ejecutante una suerte de derecho real
sobre los bienes agredidos, una especie de derecho de hacer vender los bienes del deudor
sujetados a la ejecución forzada. En el plano sustancial el acreedor continúa siendo solo
y exclusivamente titular del crédito y la sucesiva venta forzada se funda exclusivamente
en el poder iuspublicístico del Estado de vender los bienes embargados, aunque éste,
como veremos, esté conmensurado al poder de vender que le habría correspondido al
deudor ejecutado si es que no hubiera habido agresión ejecutiva. Los efectos sustanciales
del embargo, pues, lejos de crear verdaderas y auténticas modificaciones sustanciales en 10
referencia al bien, tienen solo una función procesal26: aquellos, aislando a los fines del
proceso el bien, garantizan la efectividad de la tutela jurisdiccional sub specie de tutela
ejecutiva, en el sentido que representan el modo por medio del cual el bien embargado
es jurídicamente conservado con la finalidad de su venta forzada.
El art. 2913 CC, al establecer la ineficacia de los actos de disposición de la res
pignorata, no dispone un efecto propiamente sustancial. Tal ineficacia no implica la
invalidez del acto de disposición relativo al bien embargado, sino más bien sólo su
irrelevancia en el proceso ejecutivo27. En otros términos, el acto con el cual, en

resoluciones sucesivas a aquella fecha. Por lo demás, el auto que niega o revoca la autorización para
habitar constituye título ejecutivo aunque pronunciada anteriormente a aquella fecha. Las otras
disposiciones se aplican a las custodias en curso. Así el juez puede establecer las modalidades para hacer
ver el bien y que son ejercitables las acciones del último párrafo de la norma aunque el custodio ha sido
nombrado antes del 1° marzo 2006.
26
V., por todos, V. COLESANTI, Fallimento e trascrizione delle domande giudiziali, Milano
1972, pp. 33 y ss., 40, 47, 75 y ss., 77.
27
Se agrega que cuando lo embargado es un crédito se puede decir que intervenga una suerte de
doble irrelevancia de los actos relativos al bien embargado. En efecto, aquí, además de ser irrelevantes
eventuales actos de cesión del crédito, son irrelevantes también eventuales actos o hechos extintivos del
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hipótesis, el deudor enajena el bien embargado a un tercero no es inválido, sino


simplemente no oponible al acreedor ejecutante y a los acreedores intervinientes. Con la
consecuencia de que, si el proceso ejecutivo se extinguiera o, más en general, por
cualquier motivo no se procediera a la venta, la eficacia de aquel acto se expandiría sin
ningún problema.
Queda obviamente fuera de la protección ofrecida por la norma cualquier
eventual adquisición a título originario. El art. 2913 CC, cuando deja a salvo los efectos
de la posesión de buena fe (o sea, en la ignorancia de haber adquirido una res pignorata)
para los bienes muebles no inscritos en registros públicos, explicita, cual excepción a la
regla de la ineficacia, solo el caso del art. 1153 CC. Pero no puede haber duda que la
excepción se refiera a cualquier adquisición a título originario. Como, por lo demás, no
habría habido ninguna duda en la individualización de tal excepción aunque el art.
2913 CC nada hubiera dispuesto al respecto.
Además, la citada norma debe ser leída conjuntamente con el art. 2914 CC, que
disciplina concretamente el conflicto entre acreedor embargante y adquirente de la res
pignorata, invocando las diversas reglas de circulación de los distintos tipos de bienes.
En otras palabras, el mencionado conflicto es resuelto equiparando al acreedor 11
ejecutante a un causa-habiente del deudor ejecutado y, por tanto, invocando las diversas
reglas sustanciales, según el tipo de bien en juego, que justamente resuelven el conflicto
entre dos adquirentes del mismo causante.
Así, por ejemplo, si se trata de un bien inmueble, el conflicto es resuelto en base
a la prioridad de la inscripción. Por lo cual prevalece el acreedor ejecutante, si él ha
inscrito el acto de embargo antes de la inscripción del acto de adquisición del tercero,
incluso si este acto ha sido celebrado antes de la notificación del acto de embargo del
art. 555 CPC28.
El mismo criterio vale también en los casos en el que se trata de un crédito o de
una universalidad de muebles, aplicándose en el primer caso la misma regla del art.

crédito mismo. En particular no es oponible al acreedor embargante el pago efectuado al deudor por
parte del debitor debitoris (cfr. l’art. 1917 CC y el art. 546 CPC).
28
A mi parecer el embargo inmobiliario se perfecciona entre las partes en el momento de tal
notificación, teniendo la sucesiva inscripción función de publicidad, haciendo oponible el embargo a los
terceros justamente con la finalidad de la solución del conflicto al que se refiere el texto.
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1265 CC29 y en el segundo caso la regla pura y simple del acto de fecha cierta anterior
(prior in tempore potior in iure), puesto que la ley no dicta una norma explícita y distinta
sobre la doble enajenación de una universalidad de muebles. Y la misma equiparación
del acreedor embargante a un causa-habiente del deudor ejecutado no puede no valer
también en el caso, no explicitado en el art. 2914 CC, pero que se puede obtener del
art. 2470, 3° párrafo, CC, en que sea embargada una cuota de una sociedad de
responsabilidad limitada, por lo que tal conflicto debe resolverse a favor de quien por
primero ha efectuado de buena fe la inscripción en el Registro de las Empresas.
Una previsión particular está, en cambio, contenida en el n. 4) del art. 2914 CC
en referencia a los bienes muebles no inscritos en registros públicos, no siendo invocada
en este caso la regla general de conflicto zanjada en el art. 1155 CC, por la que entre
dos adquirentes del mismo causante prevalece quien primero adquiere la posesión de
buena fe, sino más bien la regla diría de derecho natural prior in tempore potior in iure,
afirmándose que el tercero adquirente que no ha obtenido la posesión del bien prevalece
sobre el acreedor ejecutante si puede ostentar un acto de fecha cierta anterior al
embargo.
Esta última disposición es muy significativa y confirma la interpretación común 12
del art. 2912 CC, es decir que la desposesión del deudor no implica la adquisición de la
posesión del bien por parte del acreedor. En efecto, el n. 4) del art. 2914 CC tiene un
sentido propio si se presupone que con el embargo el acreedor justamente no ha
adquirido la posesión del bien, porque solo en el caso en el que ninguno de los causa-
habientes del mismo causante adquiere la posesión puede ser puesta fuera de juego la
disposición contenida en el art. 1155 CC y, por tanto, puede valer el principio de
preferencia de aquel que ha adquirido temporalmente primero.
Por lo demás, tal indicación en referencia a la posesión es muy importante en el
estudio de la oposición de terceros conforme al art. 619 CPC, porque sobre ella se
funda la afirmación de que en el ámbito de tal remedio el tercero puede limitarse a
hacer valer un derecho al bien (crédito de restitución) y no solo un derecho real30.

29
A tal propósito la jurisprudencia precisa que la notificación al deudor cedido a los fines de la
oponibilidad de la cesión del crédito no debe ser necesariamente afectada a través del oficial judicial,
siendo solo esencial que haya una actividad dirigida a producir el conocimiento, inclusive no sujetas a
particulares disciplinas o formalidades: cfr. Cas., 21 diciembre 2005, n. 28300.
30
Sobre la cuestión, que no puede ser aquí profundizada, v., si se quiere, M. BOVE,
L’esecuzione forzata ingiusta, Torino 1996, p. 240 ss.
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En la misma lógica de equiparación del acreedor ejecutante a un causa-habiente


del deudor ejecutado se coloca el art. 2915, 2° párrafo, CC cuando dispone que no son
oponibles al acreedor ejecutante las demandas para cuya eficacia respecto a terceros
adquirentes la ley requiere la inscripción, si son inscritas sucesivamente al embargo. En
este caso hay que invocar también los arts. 2652 y 2653 CC, que disciplinan los efectos
de la inscripción de las demandas.
Muy sintéticamente se recuerda que la inscripción de la demanda sirve para
hacer oponible la litispendencia a terceros, por tanto, en sustancia, para permitir la
aplicación del art. 111 CPC. Ello significa que, aparte del momento en el cual se
realizan los diversos actos, lo que cuenta es más bien el momento de su inscripción. Así
el adquirente de la res litigiosa que haya inscrito su acto de adquisición antes de la
inscripción de la demanda no puede sufrir los efectos de la sentencia a emitirse. El
mismo principio vale cuando la res litigiosa, en lugar de ser objeto de enajenación, es
objeto de un embargo. El acreedor ejecutante, equiparado a un causa-habiente, no
puede sufrir los efectos de la sentencia que será pronunciada en un proceso cuya
demanda inicial haya sido inscrita tras la inscripción del embargo.
Otra cosa es, luego, el problema de la preferencia sustancial. Manteniéndose el 13
principio visto de la inoponibilidad de lo resuelto, es posible que, no obstante, el
adquirente o el acreedor ejecutante pueda ser fundadamente sometido a otra acción o
que aquél, al contrario, obtenga de la previa inscripción de su adquisición o del
embargo una razón de preferencia sustancial.
Así, el actor en reivindicación, que encuentra inscrito un acto de adquisición o
un embargo antes de la inscripción de su demanda, podrá siempre hacer valer su
derecho de propiedad en relación al causa-habiente. Si se trata de un adquirente deberá
dirigir contra él la acción de reivindicación. Si se trata de un acreedor embargante,
deberá utilizar el instrumento específico de la oposición de tercero del art. 619 CPC.
No así el actor que pida la resolución de un contrato cuando el bien, que ha sido
objeto del contrato, haya sido enajenado o embargado con un acto inscrito
anteriormente a la inscripción de la demanda. En este caso el adquirente o el acreedor
embargante prevalecen en el plano sustancial, en el sentido de que, limitándonos al caso
del acreedor embargante, ha cesado ya el espacio para una fundada oposición de tercero
en base a la misma impugnación negocial. En suma, la ley, para asegurar la certeza de
los tráficos jurídicos, prefiere la tutela del causa-habiente a la operatividad del principio
resoluto iure dantis resolvitur et ius accipientis.
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Quedan hipótesis intermedias, en las cuales la previa inscripción del acto de


adquisición o del embargo de por sí no es suficiente para dar al adquirente o al acreedor
ejecutante una posición de preferencia sustancial. En estos casos hay espacios para una
fundada oposición de tercero conforme al art. 619 CPC, casos que, sin embargo, no es
posible aquí profundizar porque terminaríamos por salirnos del sendero que nos
impone la presente investigación31.
4. La venta forzada entre contrato y medida judicial
Con la finalidad de obtener la liquidez necesaria para satisfacer al acreedor
ejecutante y a los acreedores intervinientes, el bien embargado debe ser vendido. Ello
ocurre en el ámbito de un complejo procedimiento, cuyas reglas varían también en base
al tipo de bien, reglas que, sin embargo, no es del caso analizar aquí. Lo que más bien
cuenta en esta sede es hacer emerger algunos aspectos estructurales de la venta forzada
para poder mejor comprender los complicados entramados que se viene a crear entre los
sujetos interesados en el evento.
El bien embargado es vendido por el órgano ejecutivo en el ejercicio de un poder
iuspublicístico, es decir, del poder ejecutivo mismo, que, expresión del mismo poder
jurisdiccional, se concretiza en el caso concreto con el embargo. El órgano ejecutivo, por 14
tanto, no ejercita la facultad de vender del deudor ejecutado, facultad que no sufre una
suerte de expropiación, sino que más bien queda, en un plano civilistico, en cabeza del
ejecutado hasta cuando el bien no es vendido ejecutivamente, aunque los actos de
disposición por él realizados en referencia a la res pignorata no son (procesalmente)
oponibles al acreedor ejecutante y a los acreedores intervinientes en la ejecución. Ni
aquel ejercita en calidad de representante un poder de vender el bien en hipótesis
adquirido por el acreedor ejecutante con el embargo, puesto que, como ya dicho, el
embargo no hace adquirir ninguna situación jurídica sustancial al acreedor ejecutante.
Esta posición del órgano ejecutivo no puede, sin embargo, implicar que la venta
forzada sea reconducible únicamente a una medida autoritativa, en particular,
reflexionando, sobre todo, sobre la venta inmobiliaria, que sus efectos se produzcan con
el decreto de transferencia del art. 586 CPC. En realidad, antes de esta resolución, hay
un evento, que se cumple con la adjudicación, también provisional, que es explicable
esencialmente como un supuesto contractual y que tiene ya efectos relevantes y
protegidos. En otras palabras, a mí me parece que la transferencia de propiedad del bien

31
Se trata de cuestiones que atinentes esencialmente a la delineación de las hipótesis en las que
se puede plantear la oposición de terceros conforme al art. 619 CPC, remedio sobre el cual aquí no se
pretende proceder a ulteriores profundizaciones.
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embargado al adquirente se produzca ya con la adjudicación provisional, teniendo el


decreto del art. 586 CPC, a pronunciarse luego de que el procedimiento haya adquirido
el dinero, esencialmente la finalidad de hacer relevante la ya ocurrida transferencia en el
proceso ejecutivo.
Es verdad que la adquisición del derecho por el adjudicatario provisional podría
quedar en nada. Así se tiene una suerte de resolución por incumplimiento de la
adjudicación provisional en el caso en el que el adjudicatario no deposite el precio y se
deba, por tanto, proceder a la llamada reventa forzada (art. 587 CPC). Y, además, es
posible que la adjudicación provisional sea superada por una sucesiva adjudicación
cuando se la abra la fase de las ofertas tras la subasta del art. 584 CPC32. Pero es
también verdad que, prescindiendo de estas vicisitudes, la adjudicación provisional
despliega ya efectos traslativos, que como tales deben ser protegidos.
La tesis está hoy fuertemente confirmada por dos disposiciones introducidas por
las recientes reformas que han agregando un art. 87-bis a las disposiciones de actuación
del Código de procedimiento civil.
La adjudicación provisional está garantizada, en primer lugar, frente a la
posibilidad de conversión del embargo. A tal propósito las recientes reformas, por un 15
lado, han especificado y anticipado el término último para poder pedir la conversión del
embargo, que, si antes estaba genéricamente individualizado en el acto de venta, hoy en
el modificado art. 495 CPC, está colocado antes de que se disponga la venta y la
adjudicación al ejecutante [assegnazione] conforme a los arts. 530, 552 e 569 CPC, y,
por el otro, han aclarado que la instancia de conversión, que de por sí no suspende los
actos ejecutivos, deviene improcedente tras la adjudicación incluso provisional (art.

32
Para que la adjudicación provisional decaiga no basta la convocación a puja [gara], sino que
es necesario que la puja se realice efectivamente. En efecto, en el caso de deserción de la puja de los
oferentes en aumento, el modificado art. 584 CPC no remite ya simplemente al art. 573 CPC y, por
tanto, a la posibilidad de que el juez disponga la venta al mayor oferente, sino que dispone que la
adjudicación provisional deviene definitiva. Además hay que evidenciar como la posibilidad de
suspender la venta por ser el precio notablemente injusto, conforme al primer inciso del art. 586 CPC,
represente una eventualidad del todo excepcional, que, lejos de poderse fundar en el puro poder
discrecional del juez, se ancla en situaciones en las cuales el precio injusto ha sido fijado a causa de la
interferencia de factores desviadores, vinculados a la criminalidad organizada. V. Sobre el argumento A.
SALETTI, Tecniche ed effetti delle vendite forzate immobiliari, en Rivista di diritto processuale, 2003, p.
1038t ss., espec. 1046-1048 y L. BIFFI, L’esercizio del potere di sospensione della vendita forzata ex art.
586 c.p.c.: ratio della norma e limiti per il giudice dell’esecuzione, en Rivista dell’esecuzione forzata, 2004,
p. 187 y ss.
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187-bis disposiciones de actuación CPC). Con ello, en el conflicto entre adjudicatario


provisional y deudor ejecutado, la reforma ha evidentemente tomado partido a favor del
primero, desmintiendo a aquella jurisprudencia que, en cambio, consideraba posible la
conversión del embargo también tras la adjudicación provisional, es decir, en la fase de
posibles ofertas en aumento, antes de un sexto y hoy a un quinto, conforme al art. 584
CPC33.
Y, aún más, siempre a favor del adjudicatario provisional se coloca hoy la
disciplina de los efectos de la extinción del proceso ejecutivo. A tal propósito el art. 632
CPC dispone que la venta no puede ser arrastrada por la extinción del proceso
ejecutivo, debiendo el deudor ejecutado contentarse con la entrega del precio obtenido.
El nuevo art. 187-bis disposiciones de actuación CPC especifica el sentido de la palabra
“venta” utilizada en aquella norma, aclarando que el supuesto cumplido a asumir como
intangible es ya aquél que se obtiene con el perfeccionamiento de la adjudicación
provisional.
Aclarados estos aspectos estructurales, es necesario ahora profundizar el análisis
de la posición del adquirente en venta forzada o mejor de la estabilidad de su
adquisición, mirando el problema desde dos puntos de vista. El primero, ya en parte 16
analizado en este apartado, continúa refiriéndose a la relación del adquirente con el
deudor ejecutado. El segundo concierne, en cambio, a la relación del adquirente con el
tercero que se afirma verdadero propietario del bien embargado.
5. La estabilidad de la venta forzada en el conflicto entre deudor y
adquirente
El problema que ahora emerge es aquél de entender en cuál medida la injusticia
de la ejecución forzada o los defectos de la actividad ejecutiva puedan perjudicar la
adquisición efectuada en venta forzada. En otras palabras nos preguntamos: ¿es posible
que el adquirente en venta forzada pierda el bien porque la ejecución ha sido realizada
sin crédito o porque ha habido un vicio en la actividad ejecutiva?
Una opinión muy difundida considera que el adquirente en venta forzada no
pueda sufrir perjuicios de una ejecución ilegítima en sentido lato y ello en virtud de un
principio de tutela de la confianza que en el caso estaría explicitado en el art. 2929 CC,
disposición que hace decaer la protección del adquirente en venta forzada solo en la
eventualidad de que haya habido un concierto fraudulento entre éste y el acreedor
ejecutante.

33
V. en particular Cas. 23 julio 1993 n. 8236.
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A mi modesto parecer hay que distinguir según si la ilegitimidad consista en un


perfil de injusticia, hipótesis que se verifica cuando se proceda sin que exista el crédito
del acreedor embargante, o en un perfil de irregularidad, es decir se tenga a qué hacer
con una nulidad verificada en el curso del procedimiento.
En el primer caso francamente no creo que pueda jugar un papel el art. 2929
CC. Ello no sólo porque literalmente tal norma se refiere propiamente a las nulidades
verificadas en la actividad realizada antes de la venta, sino también, y sobre todo, porque
en este caso el adquirente no tiene necesidad de recibir una específica protección, por el
simple motivo de que, no siendo el crédito un presupuesto interno del proceso
ejecutivo, la determinación de su insubsistencia no puede calificar negativamente los
actos ejecutivos y, por tanto, no puede representar un peligro para el adquirente en
venta forzada.
Se piense que, cuestionada la existencia del crédito por el cual se procede con el
planteamiento de la oposición del art. 615 CPC, no se suspenda el proceso ejecutivo y
que la sentencia de estimación de tal oposición sobrevenga en un momento sucesivo a la
ya ocurrida venta (rectius: a la ya ocurrida adjudicación). En una tal hipótesis no hay
duda de que la venta no es arrastrada por esa sentencia. Pero para llegar a esta 17
conclusión no sirve invocar el art. 2929 CC, en cuanto la estabilidad de la venta se
funda en la consideración de que, desde el momento que la determinada carencia de ese
crédito no invalida los actos realizados, siendo la actividad ejecutiva calificable como
legítima o ilegítima solo en base a las normas procesales que la articulan34,
evidentemente la sentencia que estima la oposición a la ejecución por carencia del
crédito opera sobre el proceso ejecutivo solo con efectos ex nunc.
En definitiva la existencia o no del crédito por el cual se procede no puede
preocupar al adquirente en venta forzada, porque el crédito no es un presupuesto de la
actividad ejecutiva. Lo que, en cambio, debe preocupar al adjudicatario es propiamente
un posible vicio de los actos ejecutivos, un vicio que, afectando su supuesto adquisitivo,
pueda repercutirse negativamente sobre su eficacia. Es justamente para hacer frente a un
tal peligro que se ha dictado lo dispuesto en el art. 2929 CC, en el cual se establece,
justamente, que no pueden tener efecto en relación al adquirente en venta forzada
eventuales nulidades relativas a los actos ejecutivos anteriores a la venta misma, a menos
que haya habido una colusión entre acreedor ejecutante y adquirente, previsión que va

34
Ciertamente lo que estamos diciendo no vale cuando la oposición planteada conforme al art.
615 CPC se funde en el cuestionamiento de la embargabilidad de los bienes, porque aquí se trata
propiamente de un vicio procesal. Sobre el caso v. infra.
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mucho más allá de la tutela de la confianza, porque el adquirente está protegido


también cuando conocía o habría podido conocer el vicio, cayendo su protección solo
en caso de verdadero y propio concierto fraudulento con el acreedor ejecutante35. En
definitiva, salvo el caso de colusión entre acreedor ejecutante y adquirente, el art. 2929
CC representa una excepción al principio general sancionado por el art. 159, 1° párrafo,
CPC en virtud del cual la nulidad de un acto procesal se repercute sobre los actos
sucesivos dependientes.
Si ésta es la médula de la norma en comentario, es necesario, sin embargo,
agregar algunas importantes precisiones.
En primer lugar, como resulta evidente de lo que se acaba de decir, el art. 2929
CC no se aplica a los vicios propios de la venta forzada: ni a aquellos que no derivan del
proceso ejecutivo (se piense en el caso de la venta de un bien fuera de comercio), ni a los
propios de la fase ejecutiva de la venta, vicios estos que, si son oponibles también al
adjudicatario, deben con todo ser hechos valer con la oposición a los actos ejecutivos en
el plazo de veinte días previsto en el art. 617 CPC36.
En segundo lugar, se debe decir que el art. 2929 CPC, si, como es obvio, debe
hacer cuentas con la disciplina de la oposición a los actos ejecutivos del art. 617 CPC, 18
encuentra su natural aplicación en las hipótesis en en las que antes de la venta se haya
verificado una nulidad absoluta. Para hacer valer los vicios de los actos ejecutivos es
posible plantear oposición en base al citado art. 617 de veinte días de la realización del
acto o bien de su conocimiento por parte del interesado37. Por lo demás, tal disciplina
debe coordinarse con lo que disponen los arts. 530 e 569 CPC, en los que se establece
que en la audiencia fijada para establecer las modalidades de la venta los interesados
deban plantear todas las oposiciones que no hayan sido planteada antes y se agrega que
el juez no puede pasar a la liquidación de los bienes si antes no se han decidido las
oposiciones planteadas. En suma, en este caso se asume un principio de prejudicialidad

35
Dice la Cas., 10 enero 2003, n. 193 que hay colusión cuando hay un acuerdo secreto con la
finalidad de fraude entre acreedor ejecutante y adquirente en venta forzada.
36
Cas., 26 abril 2004, n. 7922; Cas., 11 noviembre 2004, n. 21439; Cas., 27 febrero 2004, n.
3970 (en la cual se especifica que la fase de venta inicia después del auto con la que se establece las
modalidades de la liquidación y termina con la resolución de transferencia del bien).
37
Cfr. Cas., 23 enero 2004, n. 1167 e Cas., 19 julio 2005, n. 15222. Se agregue que si se trata
de un resolución del juez, el plazo corre desde la emisión de la resolución si dictado en audiencia o bien
desde su comunicación si dictado fuera de audiencia.
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según el cual el proceso ejecutivo puede proceder a la enajenación de los bienes


embargados solo después de que haya sido “limpiado” de todos sus vicios.
De esta disciplina resulta evidente como sea improbable que sobrevivan
nulidades anteriores a la fase de venta y que, por tanto, se verifique en concreto el
presupuesto del art. 2929 CC. Y entonces la aplicación de esta norma, en función de
protección del adjudicatario, es imaginable solo en dos casos:
- cuando haya sido estimada después de la venta una oposición a los actos
ejecutivos planteada antes de la venta, en la eventualidad, bastante improbable38, que el
juez no se haya abstenido de proceder a la fase liquidativa antes de decidir sobre la
oposición;
- cuando se haya verificado una nulidad absoluta, nulidad que, no siendo
susceptible de subsanación [sanatoria], puede siempre ser hecha valer con la oposición a
los actos ejecutivos también más allá de los plazos previstos para ella39.
Y bien es justamente frente a las nulidades absolutas que afectan la actividad
ejecutiva que tiene realmente valor la protección del art. 2929 CC. Se piense en el caso
en que haya un vicio talmente grave del embargo para hacerlo susceptible de una
19
nulidad-inexistencia; si no existiera la previsión del art. 2929 CC, el adquirente en venta
forzada correría serios riesgos, frente a los que podría protegerse solo en base a una,
siempre incierta, aplicación del principio general de la confianza no culpable. Y se
piense también al caso en el que haya sido embargado un bien inembargable, hipótesis
que, aunque pueda emerger, no en sede de oposición a los actos, sino más bien en sede
de oposición a la ejecución del art. 615 CPC, no atañe al derecho a proceder a ejecución
forzada, sino solo a un vicio procesal de la actividad ejecutiva.
En fin, hay que gastar algunas palabras sobre los límites en los que y sobre las
modalidades con las que el deudor ejecutado puede esperar de recuperar el bien vendido
después el cierre del proceso ejecutivo.
Si lo que hemos dicho precedentemente es convincente, evidentemente el art.
2929 CC no puede operar cuando la ejecución se haya producido sin crédito. En este
caso el ejecutado, que no haya utilizado el remedio preventivo del art. 615 CPC, puede
siempre ejercitar la acción de repetición de lo indebido frente al acreedor, porque el
proceso ejecutivo en sí no puede impedir la cuestión relativa a la existencia o no del
38
La eventualidad es improbable porque se debería pensar en un error grosero del juez ejecutor,
que haya evidentemente violado los claros dictados de los arts. 530 e 569 CPC.
39
Cas. 10 octubre 2003 n. 15184.
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crédito por el cual ha sido celebrado40. Pero el ejecutado, que quizá ha sufrido una venta
a precio vil, no puede esperar re-apoderarse del bien vendido, ni siquiera probando la
colusión a su daño entre adquirente en venta forzada y acreedor ejecutante, porque, se
repite, el art. 2929 CC se refiere a una actividad ejecutiva irregular y no también a una
actividad ejecutiva injusta. A él le queda a lo más la posibilidad de ejercitar una doble
acción resarcitoria: en relación al acreedor en base al art. 96, 2° párrafo, CPC y frente al
adquirente en base al art. 2043 CC.
Cuando, en cambio, el deudor ejecutado pueda hacer valer una nulidad absoluta
producida antes de la venta, entonces él tiene a disposición esa particular acción de
nulidad de la que habla el art. 2929 CC, a condición, sin embargo, de que él, además de
la nulidad, pruebe también el concierto fraudulento entre adquirente y acreedor
ejecutante41. En este caso no tiene ninguna importancia que haya terminado el proceso
ejecutivo y que, por tanto, no sea ya imaginable el planteamiento de una oposición a los
actos ejecutivos conforme al art. 617 CPC. En efecto, la protección que el art. 2929 CC
da al adquirente cae en caso de su mala fe prescindiendo del momento en la que se
pueda probar. Si ello es posible cuando el proceso ejecutivo está aún pendiente, se
utilizará la oposición disciplinada en el 617 CPC, pero si ello es posible cuando el
proceso ejecutivo ya ha concluido, entonces se tratará de una acción de nulidad con las 20
pecularidades derivadas del art. 2929 CC.

40
Lo que expreso en el texto es mi más firme convicción. Pero no escondo que la cuestión es
bastante controvertida tanto en la doctrina como en la jurisprudencia. No siendo este el lugar para
regresar sobre ella, v., si se quiere, una síntesis del debate en G. BALENA, M. BOVE, Le riforme più
recenti del processo civile, Bari 2006, p. 268 y ss.
41
La nulidad del proceso ejecutivo no vale, en cambio, para obtener de los acreedores lo que
hayan obtenido. En efecto, lo que aquí cuenta es el desplazamiento patrimonial esté justificado o no en
el plano sustancial, es decir, si los pagos se hayan producido frente a créditos realmente existentes o no,
no teniendo ninguna importancia la eventual irregularidad de la actividad ejecuctiva. Desde este punto
de vista cualquier nulidad del proceso ejecutivo, incluso la más grave, deviene irrelevante tras su fin.
Son, por tanto, actuales las palabras de F. STEIN, Grundfragen der Zwangsvollstreckung, Tubinga 1913,
p. 92, el que evidenciaba: “terminada la ejecución forzada la cuestión del enriquecimiento debe ser
valorada en función de las relaciones civilistas. Cuanto más enérgicamente se subraya la independencia
de la ejecución en cuanto actividad del Estado de la relación civilista entre acreedor y deudor, tanto más
firmemente se deben fijar los límites de esta independencia. (…) la defectuosidad de la vía no puede
hacer defectuoso el resultado correspondiente al derecho civil. La ilegitimidad del proceso no puede
quitar la causa a una adquisición debida según el derecho civil”.
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6. La estabilidad de la venta forzada desde el punto de vista del verdadero


propietario del bien embargado
Disciplinando los efectos sustanciales de la venta forzada el art. 2919 CC zanja el
principio de la derivabilidad de la adquisición del adjudicatario del bien embargado42.
Es verdad que el Estado ejercita un poder suyo de vender, expresión del poder ejecutivo,
pero aquel no puede vender más de aquello habría podido vender el deudor, en el
sentido que el adquirente en venta forzada no puede adquirir más derechos de los que
tenía el deudor ejecutado. Con esta clara elección de nuestro ordenamiento se evita toda
duda que habría podido surgir a causa de la perspectiva publicística de la venta forzada,
perspectiva que habría podido inducir a pensar que el adquirente en venta forzada deba
en todo caso adquirir la propiedad del bien también en el caso de carencia de la
titularidad de dicha propiedad por parte del deudor ejecutado.
En suma, la venta forzada se presenta, en el plano de sus efectos, símil a una
venta de derecho común. Y el paralelo queda también cuando el art. 2919 CC deja a
“salvo los efectos de la posesión de buena fe”, porque en este caso no se hace sino
invocar, para la venta de bienes muebles, el supuesto adquisitivo a título originario del
art. 1153 CC, hipótesis en la que el adquirente adquiere la propiedad del bien muebles 21
también si el vendedor no era su propietario, cuando aquel obtenga, justamente, de
buena fe, la posesión del bien mismo.
El mencionado principio exige, sin embargo, algunas precisiones.
En primer lugar, se debe recordar que la venta forzada se distingue de una venta
de derecho común por el llamado efecto purgativo de las hipotecas (art. 586 CPC).
En segundo lugar, se debe precisar que, conforme al art. 2919 CC, el adquirente
en venta forzada adquiere los derechos que sobre el bien tenía el deudor ejecutado43, no
al momento de la venta misma, sino más bien al momento del embargo. En suma, al
adquirente en venta forzada no le son oponibles los derechos que no eran oponibles al
acreedor embargante. En este caso la norma no hace más que conectar los efectos
sustanciales del embargo, precisión inevitable, cuya ausencia habría en la práctica

42
Cas., 5 enero 2000, n. 27, en Giurispruenza italiana 2000, p. 1141.
43
Estamos imaginando el caso más simple, es decir, aquel en el cual quien sufre propiamente la
ejecución sea el deudor. Pero también es posible que quien sufra la ejecución sea, no el deudor, sino más
bien un tercero propietario de un bien sobre el que grava un derecho real de garantía por ese
determinado crédito. En tal caso, el verdadero ejecutado es este tercero, que, en efecto asume la posición
de ejecutado.
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eliminado las disposiciones de los arts. 2913 y ss. CC. En otras palabras, es obvio que la
conservación jurídica del bien embargado tiene un sentido justamente en la medida en
la cual de ella puede gozar el adjudicatario del bien en venta forzada44.
En tercer lugar, se evidencia como la barrera protectora de la que goza el
adquirente en venta forzada pueda incluso ser anterior a la del embargo. Ello se verifica
cuando en el proceso ejecutivo interviene un acreedor que haya inscrito hipoteca en un
momento anterior a la inscripción del embargo (a esto se refiere el último párrafo del
art. 2919 CC “y de los acreedores intervinientes en la ejecución”)45. Tal acreedor tiene
derecho de hacer vender el bien libre de los derechos cuyos títulos hayan sido inscritos
sucesivamente a la inscripción de su hipoteca (art. 2812 CC), por lo que el adquirente
en venta forzada no le serán oponibles, no solo los derechos adquiridos por terceros tras
el embargo (rectius: cuyos títulos hayan sido inscritos tras la inscripción del embargo),
sino también los derechos inoponibles al acreedor hipotecario interviniente, cuyos
títulos hayan justamente sido inscritos antes de la inscripción del embargo pero después
de la inscripción de la hipoteca de ese acreedor46.

44
Este principio hace clara también la interpretación del art. 2923 CC sobre la oponibilidad al 22
adjudicatario los arrendamientos antecedentes al embargo, El principio emptio non tollit locatum es
aplicado teniendo como referencia no el momento de la venta, sino más bien el momento del embargo.
Por lo cual, aunque falta una explícita disposición que establezca la irrelevancia de los arrendamientos
estipuladas tras el embargo y la relevancia de aquellas estipuladas antes, evidentemente esta norma está
implícita en el art. 2923 CC que se ocupa de los efectos sustanciales de la venta, los cuales, se repite,
inevitablemente se conectan con los efectos sustanciales del embargo. Respecto a los arrendamientos
para uso de habitación, v. en particular, también para una síntesis de los problemas, A. TEDOLDI,
L’opponibilità delle locazioni ad uso abitativo all’acquirente di immobile sottoposto a vendita forzata, ai sensi
dell’art. 2923 c.c. e alla luce della legge n. 431 del 9 dicembre 1998, en Rivista dell’esecuzione forzata,
2000, p. 479 y ss., al que le sigue la Postilla (a proposito dei rapporti tra art. 2923 c.c. e la legge n. 431 del
1998) de R. VACCARELLA. Sobre la posibilidad para el adjudicatario de liberarse del arrendamiento,
que, aunque estipulado anteriormente al embargo, establezca, sin embargo, una renta inferior en un
tercio al precio justo o al resultante de precedentes arrendamientos, cfr. Cas., 3 agosto 2005, n. 16243.
Sobre la oponibilidad dentro de los límites de los nueve años de los arrendamientos que los superen que
tienen fecha cierta anterior al embargo, pero no inscritas antes de éste, cfr. Cass., 3 agosto 2005, n.
16242; Cas., 9 enero 2003, n. 111, en Foro italiano, 2003, I, c. 1799.
45
Cfr. F. P. LUISO, Diritto processuale civile, III, Il processo esecutivo, Milano 2000, pp. 142-
143.
46
Sumariamente se recuerda, además, que la posición de los adquirentes de los que trata el art.
2812 CC no es siempre la misma. Aquellos que han adquirido un derecho de propiedad, superficie o
enfiteusis sobre el bien hipotecado asumirán la posición de ejecutados (por lo que contra ellos se forma
el título de adquisición del adquirente en venta forzada), mientras que aquellos que han adquirido un
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Fijado el principio fundamental que preside la disciplina de los efectos


sustanciales de la venta forzada, se precisa ahora proceder a algunas aplicaciones,
analizando el fenómeno, mirando la eventualidad que haya sido embargado un bien no
perteneciente al deudor. Es necesario distinguir según que venga en juego un bien
mueble o un bien inmueble.
En el primer caso, el adquirente en venta forzada adquiere la propiedad del bien
también si ésta no le correspondía al deudor ejecutado, si él adquiere la posesión de
buena fe, es decir, sin saber que el bien no pertenece al ejecutado. Como consecuencia,
puesto que conforme al art. 1147 CC la buena fe se presume, el tercero verdadero
propietario del bien embargado puede actuar victoriosamente en reivindicación frente al
adjudicatario solo probando la mala fe.
Prescindiendo del ejercicio de esta acción, cuyo resultado positivo es bastante
difícil en concreto, nos preguntamos: ¿qué otra cosa puede hacer el tercero ya no
propietario del bien enajenado? A tal pregunta se debe responder, por lado leyendo el
art. 2920 CC y, por el otro, en base a los principios generales.
El art. 2920 CC excluye que tal tercero pueda ejercitar acciones de
enriquecimiento injustificado frente a los acreedores satisfechos y admite una acción 23
resarcitoria frente al acreedor de mala fe. En este caso la ley ha hecho una elección clara,
en particular asumiendo la idea de que el acreedor que se satisface a través de la
liquidación de bienes que no entran en la garantía patrimonial no se satisface
injustamente, habiendo él, en fondo, obtenido solo aquello que debía obtener. Además
es evidente como en este caso se haga aplicación del principio según el cual si es verdad
que el Estado no vende en representación del acreedor, en hipótesis dotado de un ius

derecho de usufructo, uso, habitación o servidumbre verán con la expropiación forzada transformado su
derecho en un derecho de crédito, a satisfacerse en plan de reparto antes de los acreedores quirografarios
y antes de los acreedores dotados de hipoteca inscrita tras la inscripción de su acto de adquisición. Estos
últimos son también llamados intervinientes necesarios, es decir, deben ser advertidos de la ejecución
conforme al 498 CPC, en cuanto acreedores privilegiados inscritos: “privilegiados, porque tienen
preferencia sobre los acreedores hipotecarios posteriores y sus acreedores quirografarios; inscritos,
porque su crédito deriva de la transformación de un derecho que encuentra su origen de un acto
inscrito” (así textualmente F.P. LUISO, op. cit., p. 144). Si luego estos quieren hacer valer la nulidad o
ineficacia de la hipoteca, que es la razón de la inscripción de sus derechos, entonces deben utilizar la
oposición conforme al art. 619 CPC. Se agregue, más en general, que según la jurisprudencia la omisión
del aviso del art. 498 CPC no parece implicar la nulidad del auto de venta, no obstante pronunciado,
teniéndose en tal caso sólo el nacimiento de un deber resarcitorio del acreedor ejecutante conforme al
art. 2043 CC, frente a los acreedores no advertidos (Cas., 11 junio 2003, n. 9394).
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vendendi adquirido con el embargo, porque el acreedor no adquiere un tal derecho con
el embargo, es también verdad que el Estado vende en interés del acreedor ejecutante,
por lo cual es éste el sujeto responsable en el plano sustancial de la venta forzada, con la
consecuencia de que es imaginable una acción resarcitoria en su contra, aunque con la
pesada carga de la prueba de la mala fe, es decir, de la prueba de que el acreedor
ejecutante supiera que se estaba ejecutando un bien perteneciente al tercero47.
Al concluir el análisis de las indicadas previsiones se debe sólo agregar que,
obviamente, el tercero podrá actuar en vía resarcitoria contra el acreedor embargante
sólo en el caso en el que no haya ya planteado y perdido, en pendencia del proceso
ejecutivo, la acción en separación del art. 619 CPC, porque en tal caso ha sido
“juzgado” que la agresión ejecutiva de aquel bien era del todo justificada.
Pero, prescindiendo de lo que está explícitamente previsto en el art. 2920 CC,
no hay duda de que el tercero, ya no propietario del bien enajenado, pueda, en base a
los principios generales, ejercitar una acción de enriquecimiento sin causa frente al
deudor ejecutado, puesto que éste ha evidentemente visto extinguir una deuda suya por
medio de la liquidación de un bien no suyo.
También en este caso, sin embargo, hay que hacer cuentas con la eventualidad 24
que haya sido celebrado un proceso de oposición de terceros conforme al art. 619 CPC.
Si el tercero ha recorrido este camino y ha sido vencido, el deudor ejecutado puede
aventajarse de esa decisión de desestimación, en la cual en la práctica ha sido
determinado que el bien agredido estaba comprendido en la responsabilidad
patrimonial, con la consecuencia de que la extinción de la deuda a causa de su
liquidación está también justificada. A menos que el vencimiento del tercero en sede de
oposición planteada ex art. 619 CPC haya sido causada por las limitaciones probatorias
del art. 621 CPC, que, si valen justamente en sede de oposición ejecutiva, no pueden
valer en el ámbito de la acción de enriquecimiento sin causa que el tercero ejercite en
contra del deudor ejecutado tras la conclusión del proceso ejecutivo48.
En el caso en el que, en cambio, haya sido embargado y vendido un bien
inmueble, se abre un escenario del todo distinto, porque en este caso el adquirente en
venta forzada devendrá propietario del bien sólo si propietario era el deudor, su causante

47
Cas., 28 marzo 1983, n. 2223.
48
Cuando, luego, el tercero haya adquirido el bien ya embargado, de manera por tanto no
oponible en el procedimiento ejecutivo, la acción que parece más probable frente al deudor-causante es
propiamente la de incumplimiento contractual.
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sustancial, al momento del embargo. En este caso el tercero propietario del bien no
pierde su derecho a causa de la ejecución forzada. Él, así como habría podido actuar en
oposición conforme al art. 619 CPC, podrá, a ejecución forzada terminada, siempre
actuar frente al adquirente en venta forzada haciendo valer siempre su derecho.
En este caso hay que especificar cuál sea la suerte de la oposición planteada
conforme al art. 619 CPC, cuando el procedimiento, a causa de la desestimación de la
instancia de suspensión, haya llegado a la venta forzada.
Obviamente, luego de ocurrida la enajenación, la acción de separación conforme
al art. 619 CPC de por sí no tiene ningún sentido, porque ya no se tiene un bien que
liberar de la agresión ejecutiva. El tercero actor en separación podrá hacer caer tal acción
y emprender otro proceso contra el adquirente en venta forzada, en el cual él hará valer
el mismo derecho real que había ya hecho valer en sede de oposición, puesto que, como
ya hemos dicho, el adjudicatario no puede adquirir más de lo que el deudor tuviera en
el momento del embargo.
Pero, no se puede impedir a dicho tercero de continuar la acción de separación
también después de la enajenación, obviamente previa necesidad de modificar la
demanda, porque esta elección podría ser para él ventajosa. En primer lugar, puede 25
aventajarse de los resultados de la actividad procesal ya realizada y hacerla valer también
frente al adquirente en venta forzada que sufrirá la cosa juzgada como sucesor en el
sentido de lo dispuesto en los arts. 111 CPC y 2919 CC. En segundo lugar, él puede de
tal manera continuar fundándose en el mismo derecho hecho valer desde el inicio. La
importancia de este último aspecto emerge cuando el tercero haya hecho valer, no un
derecho real sobre el bien, sino un derecho personal al bien, derecho que evidentemente
no podría hacer valer frente al adquirente en venta forzada. Y, entonces, en tal caso,
persistiendo en el ejercicio de la originaria acción de separación, aunque previa
modificación de la demanda, el tercero puede permitirse el continuar utilizando el
mismo fundamento sustancial, se repite, aquel crédito en restitución que de por sí no
podría ostentar contra el adjudicatario.
Cuando el adquirente en venta forzada sufra la evicción, el art. 2921 CC
establece que él pueda repetir el precio aún no distribuido y, si la distribución ya ha
ocurrido, pueda repetir contra cada acreedor lo cobrado y del deudor el eventual
residuo, quedando a salvo toda responsabilidad del acreedor ejecutante por los daños y
costas49. En estos casos estamos en presencia de acciones de enriquecimiento sin causa50

49
La jurisprudencia agrega que, si la garantía por evicción se refiere propiamente al derecho de
propiedad sobre el bien, cuando el inmueble vendido esté gravado por derechos reales o derechos
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más una acción resarcitoria reconducible esencialmente a la responsabilidad aquiliana


del art. 2043 CC
En particular, por lo que respecta a este último aspecto, no parece que se esté
frente a una garantía contractual por evicción en sentido propio, porque no se ve
francamente a quién se podría imputar una tal responsabilidad. No al Estado, que, si
bien vende el bien embargado ejercitando su poder ejecutivo, sin embargo, no puede ser
responsable en el plano sustancial en el ámbito de un procedimiento en la cual sus
órganos no pueden interrogarse sobre la efectiva situación sustancial de los bienes que se
agreden. Pero tampoco al acreedor ejecutante, el cual no ejercita un poder de vender
que no tiene, ni directamente ni a través de la representación del órgano ejecutivo.
Queda entonces solo la figura de la responsabilidad aquiliana, imputable al
acreedor ejecutante, porque, como ya se ha dicho, si es el Estado el que vende, es
también verdad que lo hace en el interés del acreedor ejecutante, el cual responde en el
plano sustancial por el fenómeno que él ha provocado y en cuyo interés se ha
desenvuelto.
De este cuadro de las acciones ejercitables tras la finalización de la ejecución
forzada emerge una elección del legislador, el cual ha distinguido según que el 26
empobrecimiento derivado de la venta forzada sea sufrido por el tercero, ya no
propietario del bien mismo, o por el adquirente en la misma venta forzada. En el primer
caso, se verifica en la ejecución mobiliaria en virtud del principio “posesión (de buena
fe) vale título”, la ley concede al tercero ya no propietario solo una acción de
enriquecimiento sin causa frente al deudor, que probablemente tiene escasos medios
económicos, impidiendo la misma acción frente a los acreedores satisfechos y
residuando solo la difícil acción resarcitoria frente al acreedor de mala fe. En el segundo
caso, en cambio, el adjudicatario que ha perdido el bien puede actuar por

personales no aparentes ni indicados en los actos del procedimiento, sin que el adjudicatario tenga
conocimiento de la situación real, debe reconocerse a estos el derecho de hacer valer la garantía del art.
1489 CC, según las reglas comunes, teniendo en cuenta que tales reglas encuentran una derogación, en
virtud del art. 1922 CC, solo con referencia a la garantía por los vicios. En tal sentido, v., Cas., 4
noviembre 2005, n. 21384; Cas., 13 mayo 2003, n. 7294.
50
La jurisprudencia precisa que estas acciones de enriquecimiento son ejercitables también en el
caso en el que el bien transferido sea cualitativamente distinto del descrito en el auto de venta. En tal
caso, excluida la posibilidad de pedir la anulación de la venta, el adquirente hace valer solo una suerte de
parcial inejecución del contrato y, pidiendo a los acreedores una repetición proporcional del precio de
adjudicación, sanciona justamente un enriquecimiento indebido de aquellos que han recibido el precio.
V., en tal sentido, Cas., 9 octubre 1998, n. 10015.
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enriquecimiento sin causa frente a los acreedores satisfechos y además puede ejercitar la
acción resarcitoria frente al acreedor ejecutante fundándose solo en la culpa51.
Esta elección es clara y de ella el intérprete debe simplemente tomar nota,
prescindiendo del que se esté de acuerdo o no.
7. Ulteriores perfiles de estabilidad de la venta forzada
Para terminar hay que gastar algunas palabras sobre los ulteriores perfiles de
estabilidad de la venta forzada que emergen del art. 2922 CC.
Si bien estructuralmente en la venta forzada conviven un supuesto contractural y
uno resolutorio [provvedimentale] y aunque, sobre todo, sus efectos sustanciales sean en
buena sustancia reconducibles a los efectos sustanciales de una venta de derecho común,
sin embargo, el art. 2922 CC disciplina dos aspectos que alejan a las dos figuras. En tal
norma existen dos disposiciones: en la primera se niega que opere la garantía por los
vicios de la cosa, en la segunda se afirma que en contra de la venta forzada no puede ser
ejercitada la acción general por lesión del art. 1448 CC. Es evidente como la norma
persiga la finalidad de la mayor estabilidad posible de la venta forzada52.
Esta segunda previsión es bastante obvia, porque, si la acción general de rescisión 27
por lesión presupone el estado de necesidad de una parte de la cual se aprovecha la otra,
evidentemente es difícil ver en una venta realizada por el órgano ejecutivo en el proceso
de ejecución el aprovechamiento de una parte en daño de la otra53.
Suscita dudas, en cambio, la otra disposición. ¿Cómo así, aunque la venta
forzada no sea evidentemente una venta voluntaria, el adjudicatario debería siempre y
en todo caso tomarse el bien simplemente en el estado de hecho en el que se encuentra?

51
A tal propósito hace reflexionar la Cas., 4 diciembre 1985, n. 6072, en la que se niega el
derecho al resarcimiento de los daños al adjudicatario que conocía, o debía conocer usando la ordinaria
diligencia, que el bien que se le transfirió pertenecía a otro o estaba sujeto a reivindicación por parte de
terceros. Así la culpa del acreedor ejecutante termina por ser compensada por la culpa del adjudicatario.
52
En tal sentido v. clásicamente G. A. MICHELI, Dell’esecuzione forzata, in Comm. del cod. civ.
al cuidado de Scialoja y Branca, (reimp. actualizada), Bologna-Roma 1977, sub art. 2922, 135. V.
también S. SATTA, Commentario al codice di procedura civile, III, Processo di esecuzione, Milano 1965,
194, quien, reconociendo la exigencia de estabilidad, agrega que, no obstante, la exclusión de la garantía
por vicios de la cosa no se justifica por el hecho de que en el caso no hay una venta contractual.
53
Cfr., por todos, A. BONSIGNORI, Effetti della vendita forzata e dell’assegnazione, in Comm.
al c.c. diretto da P. Schlesinger, Milano 1988, p. 135.
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La jurisprudencia, con la finalidad de evitar consecuencias excesivamente


irrazonables para el adjudicatario, busca delimitar mejor tal exclusión, precisando que
ella, si bien se refiere a los supuestos previstos por los arts. 1490-1497 CC, es decir, por
los vicios de la cosa y por la falta de calidad, no se refiere, en cambio, a la hipótesis de
“aliud pro alio” entre el bien objeto del auto de venta y el objeto de la adjudicación54.
Pero, obviamente, colocándose en ese camino, en el cual es siempre difícil
distinguir el caso de la ausencia de calidad del caso del llamado “aliud pro alio”, la
jurisprudencia, justamente buscando la finalidad arriba mencionada, ha terminado por
ir bastante más allá de tal delimitación, afirmando que la garantía a favor del
adjudicatario, concretándose en la posibilidad de ejercitar una acción de anulación,
operaría también frente a la venta forzada, no solo cuando el bien adjudicado pertenezca
a un género distinto de aquél indicado en el auto venta, sino también cuando le falten
las calidades necesarias para absolver su natural función económico-social o resulte
comprometida la destinación del bien al uso que, visto el contenido del auto de venta,
hubiera constituido el elemento determinante para la oferta de adquisición por parte de
aquél que luego devino adjudicatario55.
Estas posiciones buscan evidentemente, pese al dictado del art. 2922 CC, aplicar 28
a la venta forzada aquellos principios de equidad, que en el fondo no son más que la
expresión de la exigencia de tutelar la confianza del adjudicatario, que en cierta medida
evocan los principios subyacentes a la disciplina de la venta voluntaria. En este caso,
justamente porque no estamos en presencia de una venta voluntaria, no son utilizables
los remedios de la resolución del contrato o de la reducción del precio, pero en cierto
sentido hay que inventar una suerte de acción de nulidad o fundarse en la idea de una
acción de anulación por vicios del consentimiento de la venta forzada, con la finalidad,
en buena sustancia, de poder repetir de los acreedores lo que hubieran recibido,
agregándose eventualmente una acción resarcitoria por culpa frente al acreedor
ejecutante.

54
V. Cas., 9 octubre 1998, n. 10015.
55
Cas., 25 febrero 2005, n. 4085, que se refería a un caso en el que se había encontrado la
existencia de un vínculo hidrogeológico sobre el inmueble vendido, no mencionado en los actos del
procedimiento, que comprometía la natural función económico-social del bien; Cas., 21 diciembre
1994, n. 11018, que trataba de una hipótesis en la que había resultado no edificable el terreno vendió,
al contrario de lo que establecía el auto de venta; Cas., 3 octubre 1991, n. 10320, en Giurisprudencia
italiana, 1992, I, 1, p. 715, que se refería a un caso en el cual el adjudicatario había descubierto, al
momento de la toma de posesión del bien, que éste tenía una superficie inferior a la indicada en los
actos y no tenía la piscina que en los actos, por el contrario, resultaba existente.
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Estas posiciones, aunque asumidas recorriendo un hilo argumentativo que puede


parecer sutil, sin embargo, se justifican indudablemente por el hecho de que, incluso
queriendo prestar obsequio a las exigencias de estabilidad de la venta forzada de las que
la ley se hace portadora, parece irrazonable alterar más allá de un cierto límite el
equilibrio económico entre aquello que ha sido pagado como precio y lo que se ha
recibido como valor del bien.
A ello se agrega la observación, ya repetidamente expresada, en el sentido de que
si bien es verdad que el bien embargado no es vendido por el acreedor ejecutante, en
hipótesis representado por el órgano ejecutivo, en cuanto el Estado procede a la venta
forzada en virtud de un poder suyo, es también verdad que la venta forzada se hace en el
interés del acreedor ejecutante, que se presenta, por tanto, como el sujeto responsable en
el plano sustancial de lo ocurrido. Y, entonces, es inevitable que el adjudicatario pueda
actuar en su contra el haber recibido un bien del todo distinto de aquél que de buena fe
esperaba adquirir en venta forzada o, en todo caso, que no está en aptitud de responder
a la función en la que había basado su confianza.

29

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