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El Tahuantinsuyo fue el imperio más extenso de la América precolombina y se desarrolló en lo que actualmente es el

territorio de Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, parte de Chile y Argentina. Su origen se remonta al siglo XIII, cuando
el líder inca Manco Cápac fundó la ciudad de Cusco como capital del imperio. Se dice que Manco Cápac fue el primer
gobernante del Tahuantinsuyo y que fue enviado por Inti, el dios del sol, para establecer un nuevo imperio en la región.
Según la mitología inca, Manco Cápac emergió de las aguas del lago Titicaca y, junto con su hermana y esposa Mama
Ocllo, fundó la ciudad sagrada de Cusco. A partir de la fundación de Cusco, el imperio comenzó a expandirse
rápidamente, bajo el liderazgo de una serie de gobernantes inca. Los incas utilizaban una combinación de diplomacia,
estrategia militar y asimilación cultural para someter y unificar a los diferentes pueblos en su territorio. El
Tahuantinsuyo alcanzó su apogeo durante el reinado del noveno emperador inca, Pachacútec. Durante su gobierno, el
imperio se expandió de manera significativa y se implementaron importantes reformas en la organización política,
social y administrativa. El imperio se basaba en un sistema jerárquico en el que el líder supremo, el Sapa Inca, tenía
poder absoluto. A su vez, el territorio se dividía en cuatro regiones principales, conocidas como Suyus: Chinchaysuyu
(norte), Antisuyu (este), Contisuyu (sur) y Collasuyu (oeste). Cada Suyu estaba gobernado por un Apu, quien respondía
directamente al Sapa Inca. La economía del Tahuantinsuyo se basaba principalmente en la agricultura, con la
producción de maíz, papa, quinoa, frijoles y otros cultivos. También se desarrollaron sistemas de irrigación
sofisticados, como los terraplenes y canales, que permitieron el cultivo exitoso en diferentes altitudes y climas. La
sociedad inca estaba organizada en castas, con la nobleza y el clero en la cima, seguidos por los curacas (jefes locales),
los soldados y los campesinos. La religión ocupaba un lugar central en la cultura inca y se veneraba a una amplia
variedad de dioses y espíritus. El Tahuantinsuyo llegó a su fin en 1532, cuando el conquistador español Francisco
Pizarro capturó al último emperador inca, Atahualpa. La conquista española marcó el comienzo de la colonización
europea en la región y el fin de una de las civilizaciones más importantes de América.

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