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Reflexión y Síntesis

Al leer a estos autores en estas semanas puedo reconocer lo relevante de la Misión de la


Iglesia de Cristo en la tierra, los temas que circundan el Mandato supremo de la Gran
Comisión y cómo la misión de Dios en este tiempo es dar a conocer su nombre , su gracia y
poder Salvador por toda la creación para hombres de toda etnia, lengua y nación.

En los apartados correspondientes a esta semana puedo identificar, en primer lugar que el
Mandato Supremo de Cristo tiene sus raíces en la autoridad de Cristo sobre todas las cosas, y
sobre toda carne. “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”(Mt.28:18) “..como le
has dado potestad sobre toda carne…” ( Jn.17:2); el Padre se la dio a Jesús y Jesús recibió esta
autoridad después de la resurrección. Como dice Steve Hawthorne “

Los “todo” que expone Steve Hawthorne (2013) de una manera explicita, me dejan ver la
profundidad pero ante todo la completud de cada uno de los elementos de este magno
mandato. La potestad que Dios le otorgó a Jesús es una autoridad completa, total y suprema y
entiendo que es en ese poder glorioso que se fundamenta este mandato supremo que fue
delegado por Cristo a sus Apóstoles y discípulos que creerían en El, es decir, su Iglesia. Cuando
pienso en esto, me maravillo pero a la vez quedo insatisfecha delante de Dios porque no
estamos haciendo su obra con toda autoridad para llevar a todas las naciones a la obediencia
de todos sus mandamientos.

En segundo lugar, como resultado de la Autoridad Total debe haber una acción a realizar y un
alcance por obtener. Me llama mucho la atención cómo Hawthorne relaciona lo que sigue
diciendo Jesús; “Por tanto id y haced discípulos a todas las naciones” recalcando que “el
mandato no puede ser abreviado”(pp.93) no se puede limitar a “haced discípulos” y se debe,
por consiguiente, entender que la visión de Dios es su Reino establecido en cada nación de la
tierra. Esto nos compromete más como iglesia del Señor para unirnos con su visión para
alcanzar la meta suprema que El ha fijado.

Por otro lado, en Marcos 16:19-20, el evangelista declara: “Y el Señor, después que les habló,
fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. Y ellos saliendo predicaron en
todas partes, ayudándoles el Señor…”; esta palabra asegura su respaldo, su presencia, su
poder y autoridad para nosotros su Iglesia, todos los días que estemos en la tierra realizando
Su Misión tal cual el Señor lo ordenó. El libro de los Hechos registra la participación activa de
la Iglesia primitiva en el cumplimiento de la Gran Comisión, la misión de los Apóstoles consistía
en cumplirla a todo costó siendo capacitados y empoderados por el Espíritu Santo, llenos de
pasión ofrendando sus vidas por ella, si fuese necesario. Pablo es un modelo de misionero
comprometido hasta la muerte por la predicación del Evangelio y podemos aprender de su
pasión, su convicción y entrega. Cuando miramos a la Iglesia en general, tenemos que
reconocer que ha perdido su norte con respecto a la visión divina y al respecto Lewis (2013)
afirma “Es lamentable que la iglesia tan fácilmente pierda este enfoque para entretenerse con
temas que provocan críticas y divisiones que estorban el trabajo que Cristo
encomendó”(pp.95). Desafortunadamente esto lo estamos viviendo hoy por falta de pasión,
pues no se puede alcanzar una visión y permanecer en ella sin una verdadera pasión. A esta
altura cabe anotar las palabras de McClung, cuando explica:

“ la pasión Apostólica es la intención deliberada e intencional de vivir con el fin de lograr que
Jesús sea adorado en todas las naciones tiene que ver con un compromiso hasta la muerte de
hacer conocer su Gloria”(p.105).
Entiendo aquí que la pasión es el vehículo que mueve la misión para alcanzar la vision.

Si consideramos seriamente la Gran Comisión, no podemos sentirnos satisfechos sino estamos


trabajando porque Cristo sea plenamente adorado en los corazones.

El enfoque de la Iglesia debe ser la obra misionera, la debemos tomar como la tarea
preminente, considero que la Gran Comisión debe ser el ministerio de la Iglesia, con la meta de
multiplicarse estableciendo iglesias donde aún nos las hay. Sobre este particular Mulholland,
aporta afirmando que “la meta es establecer movimientos de iglesias autóctonas que sean
capaces de multiplicarse”(p.111) de esta manera considero que se cumple el ciclo que enuncia
Lewis (2013), desarrollándose y ejercitandose en los dones y los ministerios.

Hay un llamado a que la Iglesia sea un agente de multiplicación misionera, teniendo en cuenta
que se establezca el Reino de Dios en comunidades donde aún no ha llegado el Evangelio. Al
respecto, Pablo nos recalca que él se proponía no edificar sobre fundamento de otros
(Rm.15:20). Tenemos un privilegio especial pero también una gran responsabilidad de hacer la
Obra Misionera que como Iglesia nos fue delegada para glorificar al Señor. Tenemos el poder
del Espíritu Santo, pero también el instrumento de la oración intercesora y con ella podemos
traspasar fronteras para clamar por obreros para la mies, pero también para que la obra
misionera avance en los lugares de difícil penetración del Evangelio y permanezca y se
fortalezca donde ya ha sido sembrado.

Mi

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