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Negri, Toni y Hardt, Michael

Imperio
Paidos, Barcelona, 2002. ISBN: 8449312272

Alberto R. Bonnet (abonnet@unq.edu.ar)


Universidad de Buenos Aires y Universidad Nacional de Quilmes

A más de tres décadas de desencadenada la crisis que puso fin al


capitalismo de posguerra, cuyo origen remite al arco iris de luchas
sociales surcó el mundo hacia fines de los 60 y comienzos de los 70, se
impone el reconocimiento de que vivimos en un período nuevo y
distinto del desarrollo capitalista. ¿Cómo interpretar las tendencias
hoy vigentes en el mercado mundial y el sistema internacional de
estados? ¿Debemos partir, para esta interpretación, de alguna de las
teorías preexistentes del imperialismo, o más bien de una nueva
teoría? Toni Negri y Michael Hardt propusieron recientemente una
respuesta a esta pregunta en las páginas de Empire.(1)

Empire se convirtió inmediatamente en un fenómeno editorial, un


verdadero best seller, y muchos de los intelectuales de izquierda más
importantes de nuestros días se hicieron eco enseguida de las
provocativas propuestas de los autores. A la publicación original
inglesa (2000) le sucedieron las traducciones francesa, portuguesa,
china, turca, árabe, española, etc. en los dos años escasos siguientes.(2)
Periódicos como The Nation, The New York Times, Le Nouvel
Observateur, Le Monde Diplomatique, Time, The Observer y Sunday Times,
así como Clarín y La Nación en nuestro medio, se hicieron eco de su
aparición y revistas como New Left Review o Rethinking
Marxism dedicaron muchas páginas a su recensión. "Negri y Hardt
ofrecen nada menos que una reescritura del Manifiesto Comunista para
nuestro tiempo" (S. Zizek), "la nueva nueva gran síntesis teórica del
nuevo milenio" (F. Jameson), "un sorprendente tour de force" (E.
Balibar), "un libro extraordinario" (S. Sassen).

¿Una simple moda intelectual? Ciertamente no. Empire merece, como


veremos, muchos de los calificativos arriba mencionados. Toni Negri
es uno de los intelectuales marxistas más importantes de las últimas
décadas, tampoco Michael Hardt es un recién llegado. Y, en todo caso,
nuestra pregunta debería apuntar más bien hacia qué nuevas
condiciones políticas -y que falencias de las viejas políticas de
izquierda- estarían sustentando esta posibilidad de que un manifiesto
político explícitamente comprometido con el comunismo se convierta
en una moda. Pero también es cierto que Empire fue convertido en una
moda.(3) Los periodistas de siempre, aggiornados, incluyen la palabra
"imperio" en su jerga, los populistas de siempre, también aggiornados,
parlotean de las "multitudes", y así sucesivamente.

Nuestra intención aquí no es inscribirnos en las últimas tendencias de


la moda. Nuestra intención consiste más bien en analizar críticamente
algunos de los argumentos centrales de Empire -precisamente porque
estamos convencidos de que no merecen el triste destino de las modas
intelectuales- y volver también sobre algunas ideas que Negri presenta
en textos previos y que pueden ser discutidas a la luz de éste, su
ultimo trabajo.

Algunas cuestiones preliminares

La tesis central de Negri y Hardt consiste en la afirmación de que al


capitalismo globalizado contemporáneo corresponde una "nueva
forma de soberanía": el imperio. "El imperio es el sujeto político que
regula efectivamente estos intercambios globales, el poder soberano
que gobierna el mundo" (Prefacio, XI). Se trata de una nueva forma de
soberanía que estaría reemplazando la declinante soberanía de los
estados-nación y que, por consiguiente, no debería confundirse con la
extensión imperialista de la soberanía de ninguno de esos estados-
nación preexistentes. "Hay que salir de lo que ha sido la vieja
concepción marxista-leninista, conforme a la cual el imperialismo es la
expansión del capitalismo nacional hacia espacios mundiales, que crea
una jerarquía a través de la centralidad de las grandes potencias. Todo
eso es un marco periclitado. El estado nación no es ya el sujeto del
desarrollo mundial capitalista. El mercado global es una realidad, en la
cual las naciones van a diluirse. No estamos diciendo que el estado
nación ya no exista, pero sí que seda una transferencia esencial de su
soberanía", explicaba Negri en una entrevista reciente.(4)

Creemos que aquí puede encontrarse ya un primer acierto de Empire.


Negri y Hardt prefieren dirigir su mirada hacia las realidades nuevas
que se esconden –aunque ciertamente de manera a menudo
mistificadora- detrás de nociones tales como las de "globalización" y
"nuevo orden mundial", en lugar de soslayarlas sin más como meras
realidades viejas con un nuevo nombre.(5) Este siempre fue,
naturalmente, el punto de partida de la crítica marxista. Negri y Hardt
optan asimismo por centrar su atención en las transformaciones que
consideran como indicativas de tendencias en curso, en lugar de
"atenerse a los hechos" de una manera indiscriminada. Este fue
también, desde siempre, un punto de partida de la crítica marxista.
Marx ofrece extraordinarios ejemplos en este sentido como, entre otros,
su análisis de la tendencia hacia la socialización del trabajo en
los Grundrisse -que constituye, justamente, uno de recursos predilectos
de Negri.(6) En la medida en que se identifiquen correctamente dichas
tendencias y se las asuma justamente como tales tendencias –esto es:
como tendencias aún no realizadas en el presente, atravesadas de
contradicciones, y cuya realización futura sigue siendo siempre
indeterminada-, aquella opción de Negri y Hardt nos parece
incuestionable.

Negri y Hardt se diferencian, entonces, de quienes "son renuentes a


reconocer un cambio mayor en las relaciones de poder globales porque
ven que los estados-nación capitalistas dominantes continuaron
ejerciendo dominación imperialista sobre las otras naciones y regiones
del globo. Desde esta perspectiva, las tendencias contemporáneas
hacia el Imperio no representarían un fenómeno fundamentalmente
nuevo sino simplemente un perfeccionamiento del imperialismo. Sin
subestimar estas líneas de continuidad reales e importantes, sin
embargo, pensamos que es importante advertir que lo que usualmente
era el conflicto o la competencia entre varios poderes imperialistas fue
reemplazado en aspectos importantes por la idea de un poder único
que los sobredetermina a todos, los estructura de una manera unitaria
y los trata bajo una noción común de derecho que es decididamente
post-colonial y post-imperialista" (1.1, 9). Pero este punto de partida
los sitúa también, inevitablemente, ante un desafío intelectual inmenso
y cargado de riesgos. Quedan así situados ante las tareas de
determinar las características de esta nueva forma de soberanía
imperial, de explicar el pasaje entre la vieja forma de soberanía de los
estados-nación, con su extensión imperialista, y esta nueva forma de
soberanía del imperio, y de delinear una nueva política revolucionaria
dentro de, y contra, el imperio.

Del imperialismo al imperio

Comencemos atendiendo a la génesis o, como preferiría Negri, a la


genealogía del imperio. Negri y Hardt analizan los orígenes del
imperio fundamentalmente en dos niveles, que podríamos asociar a
grandes rasgos el nivel de las formas de soberanía ("passages of
sovereignty") y el de sus bases materiales ("passages of production").

Un extraordinario recorrido a través de los avatares históricos del


concepto de soberanía a lo largo de la modernidad europea sustenta la
genealogía del imperio al nivel de las formas de soberanía. El recorrido
se inicia con el descubrimiento de su carácter inmanente en los albores
de la modernidad –momento que culmina hacia el siglo XVII en el
pensamiento spinoziano-(7), pasa por su crisis y la reacción contra esa
inmanencia en manos de la ilustración –Hegel incluido- y concluye en
la resolución de esa crisis, siempre provisoria, mediante la instauración
del estado-nación como locus trascendente de la soberanía. Las
nociones de estado, nación, pueblo y representación son sometidas a
una rigurosa crítica a lo largo de este recorrido.(8) A propósito del
momento más controvertible del mismo, la propia revolución francesa,
por ejemplo, Negri y Hardt sentencian: "Nunca el concepto de nación
fue más reaccionario que cuando se presentó a sí mismo como
revolucionario" (2.2, 104). Pero también someten a crítica la naturaleza,
más ambigua, de dichas nociones en la periferia. Y no podía ser de otro
modo, puesto que de discutir el imperialismo se trata, pero conviene
detenerse en este punto particularmente relevante desde nuestra
perspectiva. "El concepto mismo de una soberanía nacional liberadora
–escriben- es ambiguo si no completamente contradictorio. Mientras
este nacionalismo busca liberar a la multitud respecto de la
dominación extranjera, erige estructuras de dominación domésticas que
son igualmente severas" (2.3., 133). Y concluyen un poco más adelante:
"La cadena lógica completa de la representación puede ser resumida
como sigue: el pueblo representando a la multitud, la nación
representando al pueblo, y el estado representando a la nación (...)
Desde la India hasta Argelia y desde Cuba hasta Vietnam, el estado es el
legado envenenado de la liberación nacional" (id., 134). La declinación de
esta noción de soberanía, tanto en el centro como en la periferia, sería
indicativa a su vez del pasaje hacia la nueva forma de soberanía
imperial.

Es interesante advertir, de paso, que el posmodernismo y el


fundamentalismo son presentados ambos como síntomas de ese pasaje
entre los ganadores y los perdedores, respectivamente, del proceso de
globalización. Respecto del denominado "fundamentalismo" escriben:
"Es más correcto y más útil (...) entender los distintos
fundamentalismos, no como la recreación de un mundo premoderno,
sino más bien como un poderoso rechazo del tránsito histórico
contemporáneo en curso. En este sentido, como las teorías
posmodernistas y postcolonialistas, el fundamentalismo también es un
síntoma del pasaje hacia el Imperio" (2.4., 146-7).(9) Y en relación con el
posmodernismo, en sintonía con Jameson, Harvey y otros críticos
marxistas del mismo, anotan que "a pesar de sus mejores intenciones,
entonces, las políticas de la diferencia posmodernistas no sólo son
inefectivas contra, sino que pueden incluso coincidir con y sustentar,
las funciones y prácticas de la dominación imperial" (id., 142).

Pero Hardt y Negri deben también examinar los orígenes de esta


nueva forma de soberanía imperial. Remiten entonces a la revolución
norteamericana y al pensamiento constitucionalista que la acompaña,
es decir, el asociado con el Federalist. Encuentran allí, en efecto, un
proyecto de poder constituyente aún no clausurado. Un proyecto que
sigue suponiendo una concepción inmanente y expansiva -aunque
inclusiva- de la soberanía, a diferencia de la concepción trascendental e
imperialista que por entonces ya adoptaba el proyecto europeo. En la
apertura de la frontera oeste norteamericana, en otras palabras,
encuentran el germen de un proyecto de república potencialmente
universal, de una red de poderes y contrapoderes potencialmente
carente de fronteras. Negri y Hardt siguen el despliegue de este
proyecto de poder constituyente a través de la historia norteamericana,
desde la declaración de la independemcia, la guerra civil y la
reconstrucción, pasando por la disputa entre los proyectos imperialista
de Roosevelt y reformista de Wilson durante el cambio de siglos, hasta
su clausura con el New Deal, la Segunda Guerra y la subsiguiente
Guerra Fría. El fin de la era de posguerra daría lugar, por su parte, a la
plena realización de aquel proyecto bajo la forma de una soberanía
imperial extendida a escala global.

Negri y Hardt examinan también las modificaciones en las relaciones


sociales que sustentan este pasaje del imperialismo al imperio.
Rescatan en este sentido, por más paradójica que en principio pueda
parecer esta afirmación, una visión sumamente ortodoxa de la teoría
clásica del imperialismo vinculada a los problemas de realización
(Luxemburgo) y la exportación de capitales (Lenin) del capital
monopolista e imperialista.(10) La visión del imperialismo de
Luxemburgo, previsiblemente, es recuperada en tanto puede ser
reinterpretada en términos de un proceso de incorporación de nuevos
espacios de acumulación del mercado mundial que culminará en el
imperio, uno de cuyos rasgos característicos es, precisamente, su
carencia de exterioridad. Más interesante es, sin embargo, su
recuperación de la visión de Lenin y, en particular, de la crítica
leninista a la tesis del ultraimperialismo de Kautsky. Negri y Hardt
afirman que, en realidad, Lenin compartía con Kautsky su hipótesis
acerca de una tendencia hacia el ultraimperialismo, es decir, de una
concentración y centralización del capital como proceso acumulativo
que conduciría a una superación monopolista definitiva de la
competencia, de la nivelación de la tasa de ganancia, de la vigencia
misma de la ley del valor. Lenin se diferenciaba de Kautsky, en
cambio, en su apuesta política: las contradicciones del imperialismo
abortarían este proceso de manera revolucionaria. "Hay una
alternativa implícita en la obra de Lenin: o bien la revolución comunista
mundial o bien el Imperio" (3.1., 234). El imperio aparece así, en ausencia
de esta revolución comunista, como una suerte de realización de
aquella tendencia hacia el ultraimperialismo.

Esta explicación, incluso poniendo entre paréntesis la reinterpretación


de estos debates clásicos sobre el imperialismo operada por los
autores, nos parece sumamente cuestionable. En primer lugar, por más
paradójico que parezca, explicar de esta manera el pasaje entre el
imperialismo y el imperio supone aceptar implícitamente, sin crítica
mediante, aquellas teorías clásicas del imperialismo. Negri y Hardt no
someten a crítica estas teorías del imperialismo, sino que sostienen que
el imperialismo que dichas teorías intentaban explicar cedió
históricamente su lugar al imperio. Estamos convencidos, en cambio,
que la crítica rigurosa de las teorías clásicas del imperialismo se
impone como una condición sine qua non para emprender la
investigación de las tendencias vigentes hoy en el mercado mundial y
en el sistema internacional de estados.(11) En segundo lugar, hay una
serie de tendencias del capitalismo contemporáneo que parecen
desmentir este advenimiento del imperio así entendido: las tendencias
hacia un recrudecimiento de la competencia, por ejemplo, o hacia una
extensión a escala mundial de la vigencia de la ley del valor-trabajo y
de la nivelación de las tasas de ganancia. Tendencias como estas, en
cualquier caso, no son siquiera exploradas por los autores. D. Bensaïd
señalaba correctamente en este sentido, en una reseña de Empire, que
"el análisis de la realidad actual de la acumulación capitalista es a
menudo evasivo y el mercado mundial, cuando no es relegado a un
trasfondo oscuro, se reduce a una abstracción. ¿Cuál es la relación
precisa de la concentración del capital con su localización territorial y
sus logísticas estatales (monetarias y militares)? ¿Cuáles son las
estrategias geopolíticas en juego? ¿Cómo opera la tensión entre un
derecho supra-nacional emergente y un orden mundial que todavía
reposa sobre una estructura inter-estatal? ¿Cuál es la relación entre
movilidad de capitales y mercancías, control de los flujos de mano de
obra y nueva división internacional del trabajo? El hecho de que las
dominaciones imperiales no puedan más ser pensadas en los términos
en que lo fueron a comienzos de siglo por Luxemburgo o Hilferding o
de que sea útil retomar el debate entre Lenin y Kautsky sobre el
ultraimperialismo no significa que uno pueda despedirse de estos
clásicos sin re-examinar lo que cambió."(12)

El imperio: autonomismo y estructuralismo

Ahora bien ¿cómo se instaura efectivamente este imperio? Negri y


Hardt remiten a un New Deal, fundante del modo disciplinario de
gobierno (disciplinary government) correspondiente al imperio, que se
extendería a escala mundial como una combinación de imperialismo y
reformismo hasta constituirse en el "orden disciplinario mundial"
asociado con la producción en masa fordista y los estados keynesianos
de posguerra. Los procesos de descolonización, de inversiones
internacionales y descentralización de la producción, de guerra fría y
americanización, entre otros, serían los motores de este pasaje. El
pasaje habría conducido hacia una extensión a escala mundial y una
plena realización de la subsunción real del trabajo al capital, mediante
la conversión del "obrero masa" fordista en el "obrero social"
posfordista que resulta de la creciente socialización del trabajo
(informatización de la producción, indistinción entre trabajo
productivo e improductivo y entre fábrica y sociedad, conversión de la
valorización en auto-valorización, etc.) y el advenimiento de una
economía postindustrial organizada en redes de producción
descentralizadas, aunque centralizada a través del comando de los
servicios financieros.(13) Es esta realización extendida de la
subsunción real la que requiere, a su vez, el pasaje desde esa soberanía
imperialista sustentada en un paradigma disciplinario hacia una
soberanía imperial sustentada en un nuevo paradigma de control.

En este punto de la explicación de la transición hacia el imperio se


reproduce empero una tensión que, en nuestra opinión, mina de
conjunto el pensamiento de Negri. Nuestro Negri autonomista, por así
decirlo, reafirma el carácter inerte del capital. "La historia de las formas
capitalistas es siempre necesariamente una historia reactiva" (3.3., 268).
La transición hacia el imperio es así resultado del "asalto al orden
disciplinario" que cierra la era de posguerra a fines de los 60 y tanto en
el capitalismo avanzado (el mayo francés, el otoño caliente italiano)
como en los atrasados (Vietnam). "Uno puede incluso decir -sugieren-
que la construcción del Imperio y sus redes globales es una respuesta a
las varias luchas contra las máquinas de poder modernas, y
específicamente a la lucha de clases llevada adelante por el deseo de
liberación de la multitud" (1.3., 43). Pero a la vez el otro Negri, un
Negri regulacionista, explica dicha transición en términos
decididamente estructural-funcionalistas: "el sistema entró en crisis y
cayó a causa de su incapacidad estructural para ir más allá del modelo
de la gobernabilidad disciplinaria, con respecto a la vez a su modo de
producción, que era fordista y taylorista, y con respecto a su comando
político, que era keynesiano-socialista y entonces simplemente
modernizante internamente e imperialista externamente" (3.3., 277).

Esta tensión, como decíamos, atraviesa en su conjunto la obra de


Negri. Negri suele periodizar el desarrollo capitalista valiéndose de
categorías y argumentos tomados de la escuela de la regulación y, al
mismo tiempo, presenta la lucha de clases como una dinámica ajena a
las determinaciones estructural-funcionalistas puestas en juego en esa
periodización. "Las secuencias del poder proletario -escribe en este
sentido- no sólo no corresponden al desarrollo capitalista sino que
tampoco son, en sentido negativo, la inversión del desarrollo
capitalista. Esta asimetría es una indicación de la profunda autonomía
del movimiento real respecto del movimiento capitalista".(14) Esta
tensión remite, en nuestra opinión, a la negativa de Negri a interpretar
la relación capital-trabajo en términos dialécticos. En efecto, la relación
capital-trabajo no puede entenderse de una manera "monista" –es
decir, en términos de creatividad del trabajo y de relación inmediata
del trabajo consigo mismo-, ni tampoco de manera "dualista" –en
términos de una mera contraposición entre capital y trabajo como
entidades positivas mutuamente independientes. Negri no hace sino
pendular entre estas dos interpretaciones que, en realidad, son
interdependientes. La relación entre trabajo y capital debe concebirse,
en cambio, de una manera dialéctico-negativa: como una relación
antagónica del trabajo consigo mismo, es decir, una relación del trabajo
consigo mismo aunque enajenado en la forma de capital. Y a partir de
aquí puede entenderse consecuentemente el desarrollo capitalista
como desenvolvimiento del antagonismo capital-trabajo inherente al
mismo.(15) La superposición de la multitudo productiva y
constituyente de la ontología spinoziana sobre las categorías
estructuralistas de fordismo y posfordismo no es sino un engorroso
atajo para esquivar la dialéctica -reducida a una dialéctica positiva-
que no conduce sino a una reproducción permanente de aquella
tensión.

Esta tensión deviene especialmente fuerte a propósito de la explicación


de la emergencia de la nueva forma de soberanía del imperio. Es
preciso detenernos en este punto. La declinación de la soberanía
asociada con los estados-nación no puede implicar en su análisis una
declinación de la soberanía en sí misma, es decir, de esa regulación
política de la acumulación que habría alcanzado su cima en los estados
imperialistas-keynesianos de posguerra, sino un desplazamiento de la
soberanía hacia una instancia superior. Escriben entonces que "la fase
contemporánea de hecho no se caracteriza adecuadamente por la
victoria de las corporaciones capitalistas sobre el estado. Aún cuando
las corporaciones transnacionales y las redes globales de producción y
circulación minaron los poderes de los estados nación, funciones del
estado y elementos constitucionales fueron efectivamente desplazados
a otros niveles y dominios" (3.5., 307). En otras palabras, una creciente
imbricación entre estado y capital sería un proceso irreversible que
conduciría necesariamente, una vez que la globalización del capital
supera la capacidad de regulación de los estados-nación, a un
desplazamiento de esa capacidad de regulación a una instancia supra-
nacional.(16) En este sentido afirman que "una teoría marxista del
estado puede ser escrita sólo cuando todas esas barreras fijas
(fronteras) son superadas y cuando el estado y el capital coinciden
efectivamente. En otras palabras, la declinación de los estados nación
es en un sentido profundo la realización plena de la relación entre el
estado y el capital" (3.1, 236). Si la soberanía de los estados-nación
declina, pues, tiene que estar aguardándolas una nueva forma de
soberanía, un cuasi-estado, el imperio. "Hay ciertamente procesos de
subsunción real sin mercado mundial, pero no puede haber un
mercado mundial completamente realizado sin el proceso de
subsunción real. En otras palabras, la realización del mercado mundial
y la nivelación general o al menos el manejo de las tasas de ganancia a
una escala mundial no pueden ser simplemente el resultado de
factores financieros o monetarios, sino que deben suceder a través de
una transformación de las relaciones sociales y productivas. La
disciplina es el mecanismo central de esta transformación. Cuando una
nueva realidad social se forma, integrando a la vez el desarrollo del
capital y la proletarización de la población en un proceso único, la
forma política de comando debe en sí misma ser modificada y
articulada de una manera y en una escala adecuada a este proceso, un
cuasi-estado global del régimen disciplinario" (3.2, 255). La
argumentación alrededor de la transición hacia el imperio queda así
descuartizada entre esta necesidad estructural-funcional de una nueva
forma de soberanía y aquel asalto de la multitud a la vieja soberanía de
los estados-nación.

En y contra el imperio

Pero ¿en qué consiste esta nueva forma de soberanía del imperio?
Muchas de las dificultades que enfrentan Negri y Hardt a la hora de
definirla también derivan, según creemos, de esa tensión que signa sus
argumentos alrededor de la transición hacia la misma. El rasgo más
distintivo de la nueva forma de soberanía radica en su doble carácter
global, sin afuera, y a la vez descentrado, presente en todas partes,
caracteres ambos incompatibles con la soberanía del estado-nación. El
imperio se ve enfrentado así a las diferencias, a las que incluye, afirma
culturalmente y maneja y jerarquiza en una nueva modalidad de
comando sobre microconflictos que se multiplican. Negri y Hardt
asocian esta nueva modalidad de comando con un nuevo paradigma
de poder, el "control", generalización del paradigma previo,
"disciplinario" (Foucault). Un nuevo paradigma de "biopoder" de
naturaleza rizomática (Deleuze y Guattari), completamente inmanente
a la sociedad y a la producción y reproducción de la vida misma,
inscripto en los cuerpos y los cerebros de los ciudadanos, interiorizado
a través de los medios de comunicación, las políticas de bienestar, etc.
Negri y Hardt asocian asimismo esta nueva modalidad de comando a
una nueva constitución que, retomando las formas polibianas, tiene su
monarquía en EEUU y su monopolio de la coerción, su aristocracia en
las corporaciones transnacionales, los estados-nación centrales y sus
asociaciones, como el G7, con su manejo de instrumentos monetarios, y
su democracia en los restantes estados-nación y ciertas grandes ONGs
humanitarias. Pero, a diferencia de la polibiana original, se trataría de
una constitución híbrida (no mixta), dispuesta en funciones (no en
cuerpos) y, por sobre todas las cosas, propia de aquella modalidad de
comando como un control inmanente (y no como disciplina
trascendente). Una fuerte vaguedad signa así la caracterización de esta
nueva forma de soberanía del imperio. "Las características
fundamentales del estado-nación, de la soberanía, se están
transfiriendo hacia otros lugares, sitios por cierto no identificables" -
señalaba Negri en una entrevista.(17) ¿Y si no estuvieran
"transfiriéndose" hacia sitio alguno? ¿Y si esta incapacidad de
identificar un nuevo locus de la soberanía resultara, simplemente, del
hecho de que no existe locus alguno de una soberanía efectivamente
global? ¿Y si ninguna nueva forma de soberanía "correspondiera" de
hecho al capital global? Negri y Hardt no formulan estas preguntas.
Prefieren proceder, digamos, como Leverrier y Adams en 1846:
suponiendo que, en ese rincón del sistema solar, debe haber un planeta
aunque no se vea.(18) Y estaba Neptuno. Pero el capitalismo no es un
sistema en ese mismo sentido, afortunadamente, y puede ser que en
ese rincón suyo donde debería haber una nueva forma de soberanía,
haya en realidad un vacío. Un vacío que represente una contradicción
y que, además, sea una brecha para la resistencia anticapitalista.

Un aspecto de esta constitución del imperio acaso merezca ser


resaltado en esta coyuntura de guerra en medio oriente: la función de
EEUU y sus armas no se asimila, para Negri y Hardt, a la de una
potencia imperialista. EEUU opera como agente de esa "noción común
de derecho" que mencionamos antes y que es específicamente imperial.
El imperio está asociado entonces a la emergencia de un "derecho de
intervención" –que en realidad es tanto "militar" (con EEUU y la
OTAN como ejecutores) como "moral" (con las ONGs humanitarias)-,
una suerte de "estado de emergencia y excepción permanente
justificado por el llamado a valores esenciales de justicia" (1.1, 18). Este
derecho de intervención se habría aplicado por primera vez en la
operación "tormenta del desierto" y, naturalmente, es un postulante
serio para explicar la operación "justicia infinita" de nuestros días.(19)
"La importancia de la guerra del golfo -escriben en este sentido- deriva
del hecho de que presentó a los Estados Unidos como el único poder
capaz de manejar la justicia internacional, no en función de sus propios
motivos nacionales sino en nombre del derecho global" (2.5, 180).

Las consecuencias políticas que Negri y Hardt derivan de su análisis


del imperio son en nuestra opinión, para finalizar, uno de los aspectos
más importantes del texto. La política es la acción de la multitud "en el
Imperio y contra el Imperio" (1.3, 61), en pocas palabras. "Nuestra tarea
política no es simplemente resistir estos procesos sino reorganizarlos y
dirigirlos hacia nuevos fines. Las fuerzas creativas de la multitud que
sustentan el Imperio son también capaces de construir autónomamente
un contra-Imperio" (Prefacio, XV). Es en este sentido que, ante el
imperio, reclaman "deshacerse de toda nostalgia por las estructuras de
poder que lo precedieron y rechazar toda estrategia política que
implique un retorno a estos viejos órdenes, tales como intentar
resucitar el estado nación para protegerse contra el capital global" (1.2,
43).

Toni Negri, decíamos al comienzo, es uno de los intelectuales


marxistas más lúcidos y creativos de nuestros días y, con su
extraordinario esfuerzo por determinar las novedades políticas que
caracterizan el capitalismo contemporáneo y a pesar de las críticas que
el resultado de dicho esfuerzo merezca, Empire no hace sino
confirmarlo. Pero Negri es también, desde hace años, un intelectual
revolucionario empeñado en determinar siempre nuevas estrategias
políticas anticapitalistas. "Hemos de aceptar este cambio y aprender a
pensar globalmente y a actuar globalmente. La globalización debe ser
enfrentada con una contra-globalización, el Imperio con un contra-
Imperio" (Intermezzo, 207), sostienen, prefigurando así ese movimiento
global de resistencia anticapitalista que se pondría en marcha unos
meses más tarde en Seattle.

Notas

1. Empire acaba de ser publicado en español por Paidós. Las citas que incluyo a continuación,
sin embargo, pertenecen a la edición original (Empire, Cambridge, Harvard University Press,
2000), con capítulo y página correspondientes a dicha edición; las traducciones son mías y las
itálicas de los autores en todos los casos.
2. El macarthismo político reinante en Italia, contexto en que se explica la prisión de Negri y la
censura de hecho de sus textos anteriores, impidió hasta el presente la aparición de una edición
italiana de Empire. Véase el comentario de I. Dominijanni: "Editoria, i sudditi dell' Impero", en Il
Manifesto, Roma, 17/7/01.
3. En realidad, son los propios comentaristas de los medios masivos de comunicación los que,
como no podía ser de otra manera, intentaron reciclar las subversivas ideas de Negri y Hardt en
una nueva "moda-imperio". Véase, por ejemplo, E. Eakin: "What is the next big idea?", en New
York Times, 7/7/01.
4. "El G-8 es una caricatura; la globalización exige la participación de todos", entrevista de G.
Albiac publicada en El Mundo de Madrid.
5. La crítica de Empire realizada por Petras provee un ejemplo palmario de este último
procedimiento. El escribe: "Imperio es una síntesis generalizada de las banalidades intelectuales
sobre la globalización, el postmodernismo, el posmarxismo..." ("Imperio contra imperialismo",
en http://www.rebelion.org). Más adelante volveremos sobre esta crítica.
6. Véase en particular Marx beyond Marx. Lessons on the Grundrisse, New York, Autonomedia,
1991.
7. Las nociones spinozianas de inmanencia –como opuesta a la trascendencia del estado- y
multitud –como multiplicidad opuesta a identidad del pueblo- desempeñan un papel clave en
el pensamiento de Negri y aquí vuelven a estar presentes (puede ampliarse este punto
recurriendo a La anomalía salvaje, Barcelona, Anthropos, 1994).
8. Para ahondar en esta crítica, uno de los aportes más valiosos de Negri en nuestra opinión,
consúltese El poder constituyente. Ensayo sobre las alternativas de la modernidad, Madrid,
Libertarias/Prodhufi, 1994.
9. A raiz del atentado del 11 de septiembre y en sintonía con esta interpretación del
fundamentalismo, Negri sostenía en un reportaje: "Asistimos a la lucha entre los talibanes del
dólar y los talibanes del petróleo! Ellos se construyeron el uno junto al otro, el uno sobre el otro,
y ahora es el odio el que reina" ("C´est la lutte des talibans du dólar contre les talibans du
pétrole", entrevista de C. Monnot y N. Weill, en Le Monde, París, octubre de 2001).
10. La paradoja citada es sólo aparente: en verdad, los trabajos del Negri autonomista de los 60
y 70 eran fuertemente deudores de (una interpretación de) el leninismo. El principal escrito de
Negri sobre Lenin (La fabbrica della strategia. 33 lezioni su Lenin, Padua, Cleup, 1976) no se
encuentra disponible, pero puede consultarse al respecto M. Hardt: "La constitución de la
ontología: Negri entre los filósofos", en Anthropos 144, Madrid, 1993.
11. Está claro que no suscribimos las numerosas críticas realizadas a Empire por parte de
muchos de los seguidores de las teorías clásicas del imperialismo. Estas críticas tienen la
característica común de enunciarse desde una supuesta "ortodoxia marxista" que tiene mucho
de ortodoxia, ciertamente, pero poco de marxista. Considérense, por ejemplo, la curiosa
concepción de Petras acerca de un mercado mundial estructurado en estados-nación con
diferentes intereses de clase (sic) o aún la de Foster de un mercado escindido en centro y
periferia a la manera cepalina (ver J. Petras: "Imperio contra imperialismo", cit.; J. B. Foster:
"'Imperio' e imperialismo", en http://rcci.net/globalización).
12. D. Bensaid: "L´Empire, stade terminal?", publicado por Rouge en Paris, a publicarse en
español en Cuadernos del Sur 33, Bs.As., 2002.
13. Toda esta problemática del pasaje de la "subsunción formal" a la "subsunción real" del
trabajo al capital (categorías ambas empleadas por Marx en un capítulo inédito de El Capital),
incluyendo las nociones de "obrero masa" y "obrero social", de "autovalorización", etc., es
ampliamente tratada por Negri en varios escritos. Uno de los más abarcadores, publicado en
español, es Fin de siglo, Barcelona, Paidós, 1992.
14. A. Negri: "Interpretation of the class situation today: methodological aspects", en W.
Bonefeld, R. Gunn y K. Psichopedis (eds.): Open Marxism II, Londres, Pluto, 1992. Este conjunto
de tesis constituyen, por lo demás, una de las mejores muestras de esta tensión.
15. Esta crítica nuestra es afín a las críticas que J. Holloway realizara al autonomismo en varias
ocasiones. La versión más desarrollada de estas críticas, incluyendo referencias a Empire, se
halla en J. Holloway: Anti-power, Londres, Pluto, 2002, cap.9 (a publicarse próximamente en
español por Antídoto).
16. "En la fase contemporánea de la lucha de clases, el estado capitalista muestra un nivel de
integración estructural de la sociedad civil que se aproxima a los límites extremos previsibles. El
estado capitalista comienza a ser definido realmente como un 'capitalista colectivo ideal'",
escribía Negri, parafraseando a Engels, ya a mediados de los 70 ("Comunist state theory", en A.
Negri y M. Hardt: Labor of Dyonisus. A critique of the state-form, Minneapolis, University of
Minnesota Press, 1996). Disentimos de esta idea: la separación entre lo político y lo económico,
constitutiva del capitalismo, no es simplemente un aspecto de la forma liberal de estado ya
superado sino un momento propio de toda forma de estado capitalista.
17. "La globalización sucede al colapso de los estados-nación", entrevista de Toni Negri con L.
Hernández Navarro publicada en La jornada, México, julio de 2001.
18. O bien, desde luego, como los regulacionistas de nuestros días: suponiendo que en esa
instancia de la estructura donde ya no hay fordismo, debe haber un nuevo modo de regulación
posfordista… Véase W. Bonefeld y J. Holloway (comp.): ¿Un nuevo estado? Debates sobre la
reestructuración del estado y el capital, México, Fontamara, 1994.
19. Véase también en este sentido, desde una perspectiva de análisis muy diferente de la
seguida por Negri, la noción de "guerra ética" desarrollada por D. Bensaïd en Contes et légendes
de la guerre éthique, Paris, Textuel, 1999; algunos de los argumentos centrales de este ensayo
pueden consultarse en español en D. Bensaïd: "Teoremas de la resistencia a los tiempos que
corren", en Cuadernos del Sur 32, 2001.

...
Middleton, Neil & O’Keefe, Phil
Redefining Sustainable Development
Pluto Press, London, UK; Sterling, USA, 2001.ISBN: 0 7453 1605 0.
P.181.

Guillermo Foladori (fola@cce.ufpr.br)


Universidade Federal do Paraná, Brasil

El desarrollo sustentable es uno de los objetivos más comunes de


cualquier proyecto o agencia de desarrollo. Ni las organizaciones más
conservacionistas consiguen evadir la necesidad de considerar en sus
prácticas la sustentabilidad, no solamente la ecológica, sino también la
social. Hasta las organizaciones internacionales como el Banco
Mundial o las Naciones Unidas consideran sus proyectos como
políticas de desarrollo sustentable.

Los autores de este libro tienen una vasta experiencia en proyectos de


desarrollo rural en países pobres. Conocen de dentro muchas de las
ONGs que dicen contribuir a la sustentabilidad ambiental. Juntando
experiencia de campo, con una sólida formación teórica ellos muestran
los límites de este tipo de proyecto. Limites que derivan del hecho de
que los proyectos tienen que realizarse dentro de las reglas impuestas
por las relaciones de mercado. Limites también resultado de un actuar
local sin relación con la dinámica global. El libro debe ser leído por
todos aquellos que estén interesados en la contradicción entre lo local y
lo global, entre la lógica económica del sistema capitalista y la justicia
social, entre las prácticas de las ONGs y la realidad más amplia. El
libro escapa de los discursos comunes sobre desarrollo sustentable. El
lector no encontrará recetas sobre las necesidades del equilibrio
ecológico, ni discursos éticos sobre el valor de la naturaleza prístina.
Encontrará, sin embargo, indicaciones sobre las dificultades de
promover la sustentabilidad en el contexto capitalista, y también sobre
la necesidad de discutir la sustentabilidad como proyecto a partir de
criterios de justicia social.

Tanto en la discusión, como en las políticas internacionales sobre


sustentabilidad, tres tópicos son abordados: la sustentabilidad
ecológica, la social y la económica. En los tres itens los autores
discrepan de la versión hegemónica. En lo que tiene que ver con la
sustentabilidad ecológica, Middleton y O’Keefe critican el hecho de
considerar a la naturaleza externa al ser humano y a lo prístino como
ideal de equilibrio ecosistémico, sin considerar que la naturaleza es
construida con la participación humana. En la sustentabilidad
económica, la versión hegemónica busca otorgar precio a los elementos
de la naturaleza que no son mercancía. No obstante, los autores
explican que tal relación no es posible, porque los mercados no reflejan
esos valores. También critican a la versión hegemónica que considera
el ambiente como un problema para los mercados. Por el contrario,
ellos acreditan que es el mercado un problema para el medio ambiente.
En cuanto a la sustentabilidad social, la visión hegemónica no va muy
lejos, y se restringe a los discursos sobre equidad y derechos
democráticos. El libro muestra que los derechos democráticos no
conducen a justicia social, mientras no sean alteradas las relaciones de
propiedad. Las políticas también se preocupan con la integración al
mercado de las comunidades, pero no con la forma como las
comunidades son desintegradas por el mercado. El libro es, en todo
sentido, contestatario.

Las ONGs suponen que a partir del trabajo de micro-proyectos


surgirán organizaciones mayores que cambiarán las modalidades de
gobernanza. El libro muestra como esa filosofía de acción se enfrenta
con dos dificultades: la de escala, ya que en el caso más optimista
llevaría siglos para que ese proceso se confirmarse; y la de poder, ya
que las estructuras políticas y económicas locales, regionales o
nacionales son incapaces de contraponerse a las estructuras políticas y
económicas internacionales, respaldadas por el Banco Mundial o el
Fondo Monetario Internacional, o la Organización Internacional del
Comercio, o tratados como el del NAFTA etc. No debemos olvidar que
entre un 70 a un 80% del comercio mundial está en manos de
transnacionales respaldadas por esos organismos, y que controlan la
mayoría de las cadenas alimenticias del mundo. ¿Cuál es la eficiencia
de los proyectos de las ONGs en el contexto del agribusiness global?
Las ONGs comúnmente están preocupadas con los efectos negativos
del capitalismo y consideran el desarrollo sustentable como una
alternativa. No obstante, la mayoría no percibe que el propio
desarrollo sustentable es resultado y condición del capitalismo. Los
autores escriben:

"The dilemma for NGOs and, for that matter, for relatively well-
inclined social democracies like the present Scandinavian states and
The Netherlands, is that all programmes and projects of development
and humanitarian assistance have their origins from within the mores
of the free market" (:134).

Las críticas de los autores no pretenden negar la importancia de las


acciones de las ONGs, sino definir sus límites y posibilidades. Uno de
los procesos más avanzados reivindicados por las ONGs es el del
empoderamento [empowerment] que debe ser promovido dentro de
las comunidades. Este concepto puede significar cosas muy diversas,
siendo más utilizado como desarrollo de la conciencia contra cualquier
tipo de opresión. Middleton & O’Keefe llaman la atención para ese
hecho. Las ONGs generalmente trabajan con los individuos, creyendo
que la suma de los individuos genera el cambio. Según los autores eso
es equivocado, ya que significa trasladar la responsabilidad de la
sociedad para el individuo, mientras los procesos de opresión son
resultados sociales cuyas raíces deben ser buscadas en las relaciones de
propiedad.

El libro está lleno de ejemplos de contradicciones entre los proyectos


de desarrollo comunitario o los de ayuda humanitaria promovidos por
las ONGs y las macropolíticas económicas, impuestas por el FMI o el
Banco Mundial en esos mismos países. Mientras los primeros buscan
desarrollar nuevas potencialidades de empleo y mejoría de las
condiciones de vida de las comunidades, trabajando en lo micro, los
segundos afectan grandes masas de población, dejando sin recursos y
concentrando riqueza en manos del gran capital. Visto en términos de
proceso, las actividades micro no consiguen evitar una creciente
tendencia al incremento de la pobreza.

...

James O´Connor
Causas Naturales. Ensayo de marxismo ecológico
México, Siglo XXI Editores, 2001. ISBN 968-23-2301-0

Guido Galafassi (ggalafassi@unq.edu.ar)


CONICET y Universdidad Nacional de Quilmes (Argentina)
James O´Connor en este libro de reciente aparición (primera edición en
inglés en 1998) recopila una serie de artículos aparecidos en los últimos
años en diferentes publicaciones resumiendo muy bien las líneas
principales de su pensamiento. Así, si bien el libro en su conjunto no
constituye ningún aporte novedoso dentro de la producción intelectual
del autor, tiene la valiosísima cualidad de constituir la primer obra
integral en idioma castellano que reúne en forma sistemática las ideas
de James O´Connor sobre los diversos problemas vinculados con su
visión ecológica del marxismo. Por lo tanto, para los lectores habituales
de Capitalism, Nature and Socialism (sin dudas una de las principales
publicaciones sobre las relaciones entre sociedad y naturaleza) no
constituirá este libro ninguna diferencia, pero sin embargo constituye
una lectura obligada para todos aquellos que aún no conocían en
profundidad las formulaciones de O´Connor y su marxismo ecológico.
Es que la tesis del autor profundiza un debate (bastante desarrollado
en idioma inglés) que aún no ha tenido en los ámbitos académicos y
editoriales en castellano el desarrollo deseado. Porque si bien la
cuestión ambiental, la problemática socio-ambiental y la propuesta de
un desarrollo sustentable vienen teniendo una amplia cobertura, el
análisis sobre las complejas relaciones entre sociedad y naturaleza y los
modelos de desarrollo vigentes incluido el "ambiguo" desarrollo
sustentable, aún no tiene una discusión profunda en castellano. Así, la
traducción al castellano de este libro configura un notable aporte para
comenzar a enriquecer el tratamiento de la temática en cuestión.

Su propuesta de marxismo ecológico (sin dudas uno de los más


lúcidos y audaces "aggiornaméntos" del materialismo histórico, pero
casi ignorado por el resto del pensamiento marxista contemporáneo)
comienza señalando las falencias de las distintas variantes del
marxismo tradicional en sus análisis del cambio histórico y el
desarrollo en el sentido del descuido que reciben los conceptos de
naturaleza y cultura.

El autor indaga la importancia epistemológica del conocimiento


relativo a las relaciones entre sociedad y naturaleza. En su primer
parte referida a "Historia y naturaleza" deja claramente explicitada su
preocupación por la nueva historia ambiental. Esta es vista en un
proceso de continuidad y cambio de la disciplina histórica que
comienza con la historia política, continúa con la historia económica y
la cultural, y termina, por el momento, con el surgimiento de la
historia ambiental. De esta manera, cada una de estas puso en
evidencia las preocupaciones fundamentales en cada época respecto al
proceso histórico, y cada una de las variantes encuentra su justificación
en el contexto temporal y espacial en el que surgió. La historia como
ciencia se fue enriqueciendo al incorporar en su explicación en forma
secuencial nuevos aspectos de la realidad y culmina en la actualidad
con la historia ambiental, de tal suerte que esta "está resultando ser
historia política, económica y social… más amplia, más profunda, más
incluyente. En este sentido, la historia ambiental es la culminación
lógica de toda la historiografía que ha existido hasta la fecha" (pp. 93).
Si bien es cierto que es imposible hacer historia ambiental sin
incorporar las explicaciones políticas, económicas y culturales, la
visión de James O´Connor peca sin dudas de un exagerado optimismo,
pues solo basta con observar el nuevo campo de la historia ambiental
para ver como esta se está constituyendo solo en una "nueva
especialidad" que se aísla y encuentra su nicho de pertenencia al lado
de las otras historias (política, económica, cultural) que siguen
existiendo y por cierto, ignorando en la mayoría de los casos los
procesos de relación entre sociedad y naturaleza.

Pero el aporte fundamental de O´Connor al conocimiento


contemporáneo lo constituyen sus consideraciones sobre la "teoría de la
segunda contradicción del capitalismo". La muy conocida "primera
contradicción" hace referencia a la explotación capitalista del trabajo, al
hecho de que la producción capitalista no es sólo producción de
mercancías sino también explotación capitalista del trabajo. Esto lleva
inevitablemente a la lucha de clases y a las crisis económicas
recurrentes, crisis que recibe también el nombre de "sobreproducción
de capital". Este enfoque tradicional de la crisis económica se concentra
en las contradicciones inherentes a la valorización del capital, es decir
al valor de cambio. De esta manera, el valor de uso desempeña solo un
papel secundario en esta teoría relativa a la primera contradicción,
pues en el capitalismo el valor de uso se subsume en el valor de
cambio. De esta manera, los impactos ambientales generados por la
producción y reproducción del capital no interesan, salvo en contados
casos cuando entra en juego justamente el valor de cambio. Por esto,
para analizar las relaciones entre sociedad, naturaleza y desarrollo es
necesario considerar una de las tendencias básicas del capital que es la
de debilitar y destruir sus propias condiciones de producción. Esto es
justamente lo que se intenta resaltar con la teoría de la segunda
contradicción. Mientras la "primera contradicción del capitalismo es
interna del sistema; no tiene nada que ver con las condiciones de
producción ... La segunda contradicción del capitalismo requiere una
terminología más compleja acuñada en términos de valor de uso: el
tamaño y contenido en valor de la canasta de consumo y la canasta de
capital fijo, los costos de los elementos naturales que intervienen en el
capital constante y variable, la renta de la tierra como una deducción
del plusvalor, y externalidades negativas de todas clases (por ejemplo
los costos de congestionamiento en las ciudades...). La primera
contradicción le pega al capital desde el lado de la demanda. Cuando
los capitales individuales bajan los costos con el fin de defender o
restaurar los beneficios, el efecto involuntario es reducir la demanda
de mercancías en el mercado y, de esta manera hacer descender las
utilidades realizadas. La segunda contradicción golpea desde el lado
del costo. Afirma que cuando los capitales individuales bajan sus
costos - por ejemplo cuando externalizan costos en las condiciones de
producción (la naturaleza, la fuerza de trabajo o lo urbano) - con el
objetivo de defender o restaurar los beneficios, el efecto no previsto es
elevar los costos de otros capitales (y, en el caso extremo, del capital en
su conjunto), reduciendo así los beneficios producidos. (pp. 211).

En síntesis, con el desarrollo de la teoría de la segunda contradicción del


capitalismo, O´Connor ha logrado sin dudas comenzar un diálogo entre las
teorías y movimientos ambientalistas y socialistas de tal manera que estos
puedan reforzarse mutuamente. El autor demuestra entonces en esta obra como
el crecimiento económico desde la revolución industrial se ha logrado a
expensas de un tremendo costo tanto para la autonomía de las comunidades
humanas como para el ambiente natural. En este libro se muestra claramente
como las políticas e imperativos de máxima ganancia de las empresas y las
directivas de los gobiernos ejercen una fuerte presión sobre el cambio ambiental
y social generando una crisis cada vez más profunda que incluso está
comenzando a amenazar la propia continuidad del capitalismo. Hasta el
concepto contemporáneo de "desarrollo sustentable" es hábilmente desnudado
demostrando las falacias y contradicciones que encierra, lo que lo constituye en
una salida del sistema más que en una alternativa para hacer frente a la crisis.
Así, el análisis del marxismo ecológico de James O´Connor constituye una
herramienta importante a la hora de comprender los cambios sociales y
ambientales devenidos del desarrollo del capitalismo en esta etapa de creciente
mundialización.

...

Ernesto Viglizzo
La trampa de Malthus
Buenos Aires, Eudeba, 2001. ISBN: 950-23-1025-X
Alberto Daniel Golberg (golberg@agro.unlpam.edu.ar)
Universidad Nacional de La Pampa (Argentina)

Cuando el Dr. Viglizzo me propuso que fuera quien analizara su


trabajo en ocasión del acto en el que se realizó la presentación en
sociedad de su libro "La trampa de Malthus"en la ciudad de Santa
Rosa, tuve oportunidad de reflexionar sobre los cambios que habían
ocurrido en algunos casos en relación con nuestro andamiaje
ideológico, puesto que ambos, Viglizzo y yo, conocemos perfectamente
cuales son nuestras posiciones respectivas en todo lo que concierne a la
visión de los fenómenos humanos y aunque algunos se han atrevido a
sostener que las ideologías han quedado guardadas en el desván, la
historia reciente y la cotidianeidad muestran a cada instante que
permanecen activas y bien activas.

Por eso, la deferencia que tuvo Viglizzo, mostraba a la vez cuanto


camino ciertas personas han recorrido en relación a la tolerancia y al
respeto de las ideas del otro. Porque es difícil sino imposible analizar
su obra fuera del prisma de la ideología, como lo es estudiar las
acciones humanas con la absoluta objetividad con que, por ejemplo, un
microscopio nos muestra la estructura de una bacteria.

Teniendo en cuenta entonces el prisma de las ideologías diría que la


obra de Viglizzo admite diversas lecturas y lo convierte en un libro
polémico, apto para el estudio, el análisis y la discusión en carreras
relacionadas con la Agronomía y los problemas ambientales porque el
texto trata de manera exhaustiva uno de los conflictos más importantes
que como una flecha ha atravesado la historia, me refiero al conflicto
entre producción de alimentos y demografía y lo trata de acuerdo con
los cánones de los modelos económicos en boga: el mercado y la
competitividad.

Pero antes que nada, aunque la figura de Malthus es bastante


conocida, trataremos de sintetizar para los neófitos algunos de sus
rasgos más relevantes, de que manera se conecta con el conflicto
enunciado anteriormente, en que consiste su "trampa"

Thomas R. Malthus nació en Inglaterra en 1766 y murió en 1834, fue


contemporáneo, entre otros economistas famosos, de Adam Smith y de
David Ricardo, como a ellos, los libros de economía política lo ubican
dentro de la escuela clásica. Probablemente la contribución más
importante a la economía de Malthus y constituye la médula del libro
de Viglizzo fue la hipótesis, plasmada en su libro "Ensayo sobre el
principio de la población" publicado en 1789 donde sostenía que la raza
humana tendía a multiplicarse de manera mucho más rápida que la
producción de alimentos, como consecuencia de esto, Malthus
postulaba que: "el hambre parece ser el último y más temible recurso de la
naturaleza (op. cit., capítulo 27), en esto consiste la trampa de Malthus.

La historia de los siglos XIX y sobre todo del XX a partir de la Segunda


Guerra Mundial pareciera haber desmentido rotundamente el
postulado del clérigo inglés: El mejoramiento de las técnicas de cultivo,
el uso de fertilizantes químicos y de otros agroquímicos utilizados en
el control de plagas y en general en la protección de los cultivos,
sumado a la mejora varietal ha producido un impresionante aumento
de los rendimientos, así por ejemplo desde los años 50 del siglo
pasado, en Francia, el aumento anual del rendimientos de los cultivos
ha sido del 2% /año, (Gay, 1984), algo similar ha ocurrido en la mayor
parte de los países desarrollados.

El balance global de alimentos vs población mundial es en la


actualidad excedentario y la existencia de amplias regiones de Africa y
Asia donde el hambre es crónico debería ser adjudicada a una terrible
falta de equitatividad en el reparto de los recursos. Así, la India donde
millones de habitantes sufren de malnutrición es exportadora de
commodities. Etiopía, uno de los países donde las hambrunas son
recurrentes dedica buena parte de su superficie cultivable a la
producción de alfalfa para exportación (Murdoch, 1990).

Teniendo en cuenta lo señalado anteriormente en cuanto al incremento


global de la producción alimentaria y considerando que los déficits
que ocurren en numerosos países no son inherentes a la producción y
que además se solucionarían mediante una equitativa distribución de
los recursos alimenticios globales, podría pensarse que la trampa de
Malthus ha sido definitivamente salvada.

Sin embargo no existe acuerdo entre los demógrafos sobre la evolución


de la población mundial estimada actualmente en unos 6 mil millones.
Los modelos más conservadores muestran una meseta que rondaría los
10 mil millones a alcanzarse a fines del presente siglo (Cox y Atkins,
1979); este 40% de aumento de la población mundial y las perspectivas
de estabilización del incremento de los rendimientos de los principales
cultivos hacia fines del siglo pasado vaticinada por Duvick, (1984)
permitirían augurar que la hipótesis de Malthus elaborada a fines del
siglo XVIII, persigue al género humano cual un fantasma, acechándolo
en cada encrucijada del camino.

El interrogante que deberíamos contestar en la actualidad para volver


a alejarnos del fantasma de Malthus es: ¿Serán capaces nuevamente la
ciencia y la técnica de producir otra revolución en la productividad de
los cultivos, como la observada en la última mitad del siglo pasado,
que permita cubrir la divergencia vaticinada entre incremento
demográfico y producción de alimentos?. Mientras no seamos capaces
de contestar con seguridad esta pregunta, el fantasma de Malthus
estará siempre vigente y es en este punto donde la obra de Viglizzo
alcanza su plena vigencia.

Viglizzo circunscribió su obra a lo estrictamente planteado por


Malthus, es decir el aumento de la población y la producción de
alimentos, la situación del planeta a fines del siglo XVIII estaba muy
lejos de los problemas que el aumento de la población y
paradojalmente el desarrollo de la ciencia y la técnica plantean en la
actualidad. Con toda seguridad la trampa posee hoy muchos más
elementos que en la época de Malthus, la humanidad está acechada
por mayores peligros, el fantasma se ha agigantado de modo tal que al
aspecto alimentario habría que agregar: 1- Agotamiento de reservorios
de agua dulce, el aumento constante de las áreas irrigadas sumado al
consumo industrial y urbano, hace que este recurso fundamental y que
en algunas épocas fue calificado como inagotable no lo sea. 2- Fuentes
de energía, una proporción importantísima de los sistemas
productivos están basados en energía fósil derivada del petróleo, las
estimaciones de las reservas que aún guarda el planeta aunque
dispares, no son muy esperanzadoras. 3- Metabolización de los
deshechos derivados de la actividad humana, a medida que la
población mundial crece y de manera correlativa los deshechos de su
actividad, el medio natural encuentra cada vez más dificultades para
metabolizarlos, es decir para convertirlos en productos inocuos para él
mismo y para los otros componentes del ecosistema; tal vez el ejemplo
más importante que tenemos sobre esta contingencia es el llamado
"efecto invernadero" producido por el enriquecimiento constante de la
atmósfera terrestre en anhídrido carbónico, metano y en gases de
nitrógeno.
Los ecólogos han introducido el concepto de capacidad de carga, esto
es el límite superior de capacidad de un ecosistema para mantener una
determinada población, éste límite está relacionado con la oferta
ambiental. El interrogante que podríamos hacernos ahora, a la luz de
lo tratado en los parágrafos precedentes es: ¿Existe una determinada
capacidad de carga para el hombre en este planeta?. ¿Y si la pregunta
fuese afirmativa, en que nivel poblacional podría situarse?. Es
fundamental contestar estos interrogantes porque nos va la vida, sino
la nuestra, la de las futuras generaciones.

En relación con la atención que nos merecen la suerte de las futuras


generaciones, Viglizzo introduce el concepto de Desarrollo Sustentable
cuya definición tomada del Informe Brundtland, World Commission
on Environment and Development (1987) establece que: "El Desarrollo
Sustentable es un proceso en el cual la explotación de los recursos, el
desarrollo tecnológico y el cambio institucional, deben estar en armonía con el
medio ambiente y satisfacer de manera equitativa las necesidades de las
generaciones actuales, sin comprometer las posibilidades de las generaciones
futuras para satisfacer las propias. Aquí se pueden observar 3 elementos
fundamentales que podrían contribuir a salvar la trampa de Malthus:
En primer lugar, en relación con el presente: la necesidad de que la
explotación de un determinado recurso se realiza en armonía con el
medio ambiente y el concepto de equitatividad en la satisfacción de las
necesidades de una determinada generación y finalmente, la
proyección al futuro: la necesidad de no comprometer las posibilidades de
las generaciones venideras para satisfacer sus propias necesidades.

Es respecto a este concepto de sustentabilidad, de desarrollo


sustentable, que yo considero como liminar en el devenir de la
humanidad y posiblemente, única posibilidad que tiene el hombre
para salvar la trampa de Malthus con sus componentes actuales
(agotamiento de recursos, crisis energética, etc.) donde surgen las
diferencias ideológicas más importantes respecto del libro comentado.
Viglizzo basa toda la perspectiva futura en base al pensamiento en
boga: funcionamiento de los mercados, mejoramiento o disminución
de la competitividad que permitiría el éxito de un productor que cuida
el ambiente y en caso contrario el fracaso del que lo deteriora, sistemas
de penas y castigos monetarios, posibilidad de establecer controles
estatales aunque mínimos.

Yo me permito introducir en este punto una gran desconfianza en la


potencialidad de los mecanismos del mercado y la competitividad para
alcanzar un desarrollo sustentable en una determinada región, un país
o del planeta todo. Considero que el sistema capitalista cuyo vector
fundamental es el lucro y cuya funcionalidad se realiza mediante el
funcionamiento de los mercados (cuando menos regulados mejor) y la
competitividad es absolutamente incapaz de proveer al desarrollo
sustentable. También considero que tampoco un cambio de la
modalidad productiva aseguran per se el desarrollo sustentable, los
países del ex Socialismo Real están llenos de ejemplos de mal trato
ambiental, Chernobyl, accidente ocasionado por el no respeto de las
normas de seguridad de la industria nuclear ocurrió en la ex URSS y
no en países capitalistas como Francia o Alemania.

El desarrollo sustentable, la posibilidad de que el hombre se aleje


definitivamente de la trampa de Malthus se alcanzará cuando un
cambio en los sistemas productivos, el cambio social y económico se
den correlativamente con el cambio en la conciencia del hombre en la
valoración de la solidaridad con nuestro semejantes y en una nueva
valoración del medio natural no como bien de uso, puro recurso, sino
como el manto protector que recubre a todos los habitantes de este
planeta. Se que en la situación actual estas palabras suenan a pura
utopía pero por otra parte, el pensamiento único es la trampa de
Malthus, es la muerte.

Bibligrafía

COX, G.W. Agricultural Ecology. An analysis of world food


production systems. W.H Freeman & Cy. San Francisco, 1979.
DUVICK, D.N.: "Genetic contribution to yield gains of U.S. hybrid maize,
1930-1980". In: W.R. Fehried ed.: Genetic contributions to yield gains
of five major crop plants. Coop. Science Society of America. Special
Publication N° 7, pp. 15-47, 1984.
GAY, J.F.: Fabuleux mais, histoire et avenir d’une plant. Asociation
Générale des Producteurs de Mais, France, 1984.
MURDOCH, W.: "World Hunger and Poulation". In: Carroll, C.R.;
Vandermeer, J.H.; Rosset, P.M. eds., Agroecology. Mc. Graw Hill
Publishing Cy, New York. 1990.

...
Antonio Campillo
Adios al Progreso. Una meditación sobre la historia
Barcelona, Editorial Anagrama, 1995 (2º edición), ISBN: 84-339-0080-3

Guido Galafassi (ggalafassi@unq.edu.ar)


CONICET y Universdidad Nacional de Quilmes (Argentina)

La reflexión sobre la idea de progreso constituye un pilar central para


la comprensión de la sociedad contemporánea en general y de las
relaciones entre sociedad, naturaleza y desarrollo. Porque, que es el
desarrollo moderno sino una manera particular de ver las relaciones
entre sociedad y natural en clave de progreso. Es decir, el (o los)
concepto(s) de desarrollo no son otra cosa que la representación en
términos políticos y socioeconómicos de la idea primordial de
progreso moderno, representando las distintas teorías sobre el
desarrollo (desde el concepto de desarrollo lineal de Rostow hasta las
teorías del crecimiento cero) distintas formas de interpretar o valorar
los diferentes elementos constitutivos de la noción de progreso. Es
precisamente la idea de razón unida a la creencia en un progreso
indefinido, tanto del mundo material como del mundo del
conocimiento, lo que permite argumentar a favor de una sociedad
moderna en camino a la perfección, según los propios clivajes del
pensamiento moderno.

El trabajo de Antonio Campillo trata justamente sobre el derrotero que


ha seguido la idea de progreso en la sociedad occidental, pero
focalizándose en la tesis sobre la crisis actual de esta idea, que se
manifiesta, según el autor, como la crisis de la misma modernidad. El
itinerario que sigue el autor es el siguiente. En un primer capítulo
(Sobre el pensamiento moderno y su posible crisis) el autor realiza un
análisis general del pensamiento moderno destacando el carácter
central de la idea de progreso. Un segundo capítulo (Sobre las formas
premodernas de pensamiento) está dedicado a la evolución que tuvo la
idea de progreso, y su importancia, en la constitución del pensamiento
social en las etapas históricas de occidente que antecedieron a la
modernidad. En el tercer y último capítulo (Sobre el pensamiento
postmoderno y su posible destino) el autor muestra como ha
comenzado a surgir una nueva concepción de la historia y una nueva
relación del presente con el pasado (y con el futuro). Así, la idea de
progreso, central a la modernidad, es remplazada por la idea de
variación, constituyéndose de esta manera en una nueva filosofía de la
historia (de la cual el autor se considera solo un interprete). Es, pues,
esta idea de variación la que permite identificar un forma posmoderna
de pensamiento. Y como el progreso ya ha quedado atrás y ahora lo
que vale es la idea de variación, el propio pensamiento posmoderno
tendrá que pensarse a si mismo solo como una variación y ya no como
un progreso o una superación del pensamiento moderno.

Sin lugar a dudas, tanto en el primer como el segundo capítulo,


Antonio Campillo ha logrado una síntesis muy clara y muy ajustada
de la evolución de la idea de progreso en la historia del pensamiento
occidental. El autor propone que el pensamiento moderno se
constituye en dos tiempos desdoblándose en dos aspectos. Por lo tanto
es imposible comprender la lógica interna de dicho pensamiento si no
se reconoce la diferencia y al mismo tiempo la articulación entre estos
dos tiempos o aspectos de su constitución. Así, el pensamiento
moderno es visto como una moneda con dos caras. Una de las caras, la
primera en aparecer, es la tesis del sujeto que se impone en el período
comprendido entre el Renacimiento y la Ilustración. "El mundo se hace
visible porque el sujeto es un espejo o bien porque es una manantial de
luz, porque reproduce el perfil de las cosas o porque las ilumina con su
mirada" (pp. 16). La otra cara de la moneda, aparecida en un segundo
tiempo, "un tiempo que abarca desde el romanticismo hasta la crisis
del marxismo" la constituye la tesis de la historia. "La historia es el
punto de partida de toda reflexión sobre el conocimiento: se subraya la
radical historicidad del saber, la variabilidad de las formas, de los
contenidos e incluso de los sujetos de conocimiento" (pp. 21). Lo que
permite la reconciliación entre ambas tesis, es precisamente la idea de
progreso, es decir "el establecimiento de una escala o jerarquía vertical
entre los pueblos, jerarquía que resulta de aplicar un mismo patrón
universal e intemporal a las diversas culturas de la historia, o que la
propia historia se encarga de elaborar en el movimiento mismo de su
desarrollo" (pp. 25). Así la noción de progreso permite la reconciliación
entre la identidad y la diferencia y se constituye en el eje fundamental
de la legitimación moderna de la realidad.

Los problemas surgen en el tercer capítulo del libro, el que constituye


justamente la tesis fundamental del trabajo. Antonio Campillo, es
necesario admitir que sin ser demasiado original, cae en las mismas
falacias que los más renombrados autores posmodernos (Vattimo,
Baudrillard, Lipovetsky, etc.) al asumir que la sola puesta en crisis de
la idea de progreso (crisis, que por otra parte, se manifiesta por ahora
solo en ciertos sectores del campo intelectual, pero que en el terreno de
lo estructural todavía no parece haberse hecho presente, y sino veamos
el cada vez más acelerado proceso de renovación científica y
tecnológica, por ejemplo) constituye el fin mismo de la modernidad.
Porque, como el mismo autor enfatiza en los primeros capítulos, la
modernidad es la relación dialéctica entre sujeto, historia y progreso.
Así, argumentar el fin de la modernidad en base a la crisis del
progreso, es casi lo mismo que argumentar que por que un ser humano
tiene problemas con la vista, por ejemplo, deja automáticamente de ser
un humano. Que la idea de progreso sufra efectivamente una crisis en
el campo intelectual y social (ciertos movimientos ecologistas y
antiglobalización son en parte expresión de esta crisis) no significa en
primer lugar que la idea de progreso ya ha dejado de existir, y por
sobre todo, significa mucho menos el fin de la modernidad y su simple
remplazo por la posmodernidad. Pues la modernidad es mucho más
que una simple variante de la idea de progreso. La modernidad es un
conjunto de concepciones y de formas de sentir y de actuar que
fundamentalmente rompen con el universo cerrado y religioso del
medioevo y que se basa en una concepción secular de la modernidad,
tesis esta que de alguna manera el autor intenta explicar en los dos
primeros capítulos. Pero también la modernidad, como tan claramente
lo expusiera Marshall Berman en su libro "Todo lo sólido se desvanece
en el aire" se caracteriza por una sucesión infinita de cambios y
transformaciones en constante apertura de formas y variantes, siendo
muchos de ellas incluso contradictorias entre si, pero siempre dentro
de este universo secular y renovador. Por lo tanto, que la idea de
progreso esté sufriendo un cierto proceso de crisis de legitimidad no
necesariamente significa una crisis final de la modernidad. Llegar a
está tajante definición, constituye, cuanto menos, una conclusión
superficial y apresurada.

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