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Mausoleo de Santa Constanza, Roma, siglo IV (hac.

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Construido a mediados del siglo IV por orden del propio emperador


Constantino como monumento funerario de su hija, Constantina, el
Mausoleo de Santa Constanza es uno de las construcciones paleocristianas
que mejor han conservado su interior original y un ejemplo excepcional
para entender la nueva articulación estructural y espacial que aporta el
cristianismo a la arquitectura. Si bien las referencias de este edificio
centralizado proceden de los monumentos romanos de esquema central,
como el Panteón (siglo II) o el templo de Minera Médica (siglo III), su
estructura plantea una fórmula hasta entonces insólita al rodear el núcleo
circular central con una arcada de doce pares de columnas de orden
compuesto, de cimacios únicos y en posición radial. Esta arcada aguanta la
cúpula central que aparece horadada por doce ventanales que iluminan el
espacio central, espacio que a su vez queda envuelto en un oscuro
deambulatorio con bóveda anular y que se interrumpe en el tramo de la
entrada para formar un pórtico ovalado que recibe la luz del exterior.
Cualquier imagen del interior es reveladora de la dialéctica lumínica y la
multiplicidad de puntos de vista y perspectivas que, frente al estatismo
uniforme del interior de las construcciones romanas, provoca la
contemplación de Santa Constanza: una dirección circular en torno al
deambulatorio y, a la vez, una perspectiva unidireccional, hacia el interior
por la orientación radial de las columnas. Este ritmo se complementa por el
juego de luces, el contraste de ámbitos oscuros e iluminados, un juego de
luces y sombras enriquecido por una decoración sugerente y colorista, a
base de materiales lujosos, como el mármol de las columnas o los mosaicos
conservados de la bóveda anular con temas geométricos y vegetales, y en
ocasiones figurativos a base de putti, animales y escenas bucólicas, de
tradición profana pero adaptaciones al fin y al cabo de la nueva iconografía
cristiana. Si para algunos historiadores la articulación estructural de Santa
Constanza es ejemplar de la revolución funcional que acomete la
arquitectura cristiana, para otros son el color y la luz los elementos
esenciales del nuevo espacio que, en este caso, se concibe como una
“arquitectura moralizada” en la que se consigue un lugar que trasciende la
materia y se hace metafísico.

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