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El sol brillaba en lo alto del cielo, y sus rayos bañaban la inmensidad de la

llanura que se extendía ante mis ojos. Era un paisaje asombroso: los
campos de trigo y de girasoles se extendían hasta el horizonte, y en la
distancia, se alzaban unas imponentes montañas cubiertas de nieve que
parecían tocar el cielo. El viento soplaba suavemente, haciendo que las
espigas de trigo ondularan como si estuvieran bailando al ritmo de una
melodía invisible.
A lo lejos, se podía distinguir un pequeño riachuelo de agua cristalina que
serpentaba por la llanura, creando un oasis de verdor en medio del mar
dorado de los campos de trigo. Allí, algunos árboles se erguían
majestuosos, y los pájaros cantaban sus melodías más dulces. El sonido
del agua que fluía suavemente y la suave brisa que movía las hojas de los
árboles creaban una música natural que acariciaba los oídos.
Al caminar por la llanura, podía sentir el frescor del aire puro y limpio, y el
aroma a tierra mojada, hierba fresca y flores silvestres que impregnaba el
ambiente. Los colores eran vibrantes y contrastados: el amarillo dorado de
los campos de trigo, el intenso rojo de las amapolas, el naranja radiante de
los girasoles y el verde oscuro de los árboles.
Este paisaje me dejó sin aliento. La combinación de la luz del sol, los
colores vibrantes, los sonidos naturales y los aromas frescos, creó una
sinfonía de sensaciones que hizo que me sintiera completamente en paz
conmigo misma y con el mundo que me rodea.

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