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Alison Cudris

Pueblo pesquero

Mi pueblo pesquero, el de las casitas con palos y de techos de latas de cerveza, el pueblo
demasiado caliente para los mosquitos, donde la iglesia servía pa’ bautizos, cumpleaños y
reuniones de acción comunal. Solo había tres tiendas: la de los víveres de doña Rosario, la farmacia
que era la hija de doña Rosario y la choza de las cervezas del Chapeto Guzmán, que ganó su apodo
porque la mitad de la mercancía se la jartaba él. Por más de tener una o dos tiendas nadie era
especialmente rico, muchas cosas se regalaban o se trapicheaban, así que nadie acumulaba un
peso de más.

Más bien todos éramos pobres, pero no lo sabíamos, no había con quién comparar.

Cuando el Mono compró un equipo de sonido, puso todos los viernes al soco ese volumen pa’ que
el espeluque entrara hasta la ultima casa, y la moto de Quiqui estaba a disposición del que tuviera
que hacer algún mandado.

Además, el pueblo al ser tan chiquitico, siempre había algo que hacer, algún trabajo salía: que
pintar de nuevo la escuela, que pescar jureles cuando el mar se ponía tibio o simplemente coser la
guayabera rota del vecino.

Por supuesto, la comida siempre era pescado, pescado con huevo al desayuno, pescado con
patacón en la tarde. No nos cansábamos de su sabor, habíamos usado nuestras propias manos y
trapos para atraparlos, así que era pescado fresco, pescado bueno. Por eso todos los hombres del
pueblo éramos fuertes y macizos. Moría una o dos personas cada dos años y moría ya de vieja, no
conocíamos la maluquera. Cuando algún anciano se nos iba hacíamos un sepelio comunal:
parranda y luto todo el mes, porque éramos tan poquitos que el fallecido era el primo segundo o el
tío abuelo hasta del crío todavía en la panza de alguna muchacha.

Hace unos 15 años los pescadores notamos que la corrientes cada día estaban más fuertes y se
adentraban más a la playa, pensamos que era alguna tormenta lejos la que nos enviaba el agua.
Pero una vez el mar tomaba alguna parcela no nos la devolvía jamás. Por eso tuvimos que
desenterrar los palos de nuestras casas y volvervolos

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