Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Curiosidades Del Idioma
Curiosidades Del Idioma
La naturaleza está llena de ruidos. Saber qué nombre darles a los diferentes ruidos
emitidos por la naturaleza es una manera de utilizar un vocabulario preciso y
exacto. He aquí veinte de esos ruidos: El agua borbolla y borbota; el aire vibra; el
ánimo sobresaltado se estremece; el aquilón vibra; las armas de fuego detonan; las
auras susurran; las balas silban; el barco choca contra las rocas; la
bomba estalla; los bombos rimbomban; la botella, al vaciarse,gluglutea; el
bronce vibra; el caballo piafa y tasca el freno; las campanas repican,
repiquetean y clamorean; las campanillas retintinan y retiñen; la
carcoma carcome royendo y taladrando; las carretas chirrían; la catarata
seprecipita; los céfiros gimen y la champaña espuma.
Entonces, ¿por qué estudiar las raíces griegas y latinas? Porque nos permite
conocer el significado de dichas palabras y porque enriquece nuestro léxico. No
olvidemos que muchos neologismos de origen científico y tecnológico se han
formado del griego. Usted mismo ha empleado muchas veces algunos de estos
vocablos: mecanografía, helicóptero, fotografía, teléfono, micrófono, cardiólogo,
zootecnia, pedagogía, filosofía, etc.
También debe recordar que gran parte de las voces españolas que hemos tomado
del latín, son de origen griego. Citemos unos ejemplos: música, problema,
biblioteca, botica, horizonte, tragedia, blasfemia, cristal, misterio, etc.
Los vocablos griegos que se han incorporado a nuestra lengua han tenido cuatro
etapas o estadios:
Raíz dent = diente
dentista, dental
Raíz ped = pie
bípedo, palmípedo
Raíz machin = máquina
maquinaria, maquinación
Raíz lact = leche
lácteo, lactante
Raíz form = forma
formal, reformar
Raíz os = hueso
Óseo, osario, osamenta
Raíz fer = llevar
mamífero, diferencia
Raíz urin = orina
orinar, urinario
Raíz de = dios
Divino, endiosar, deísmo
Raíz nov = nuevo
novedad, renovar
Raíz matr = madre
maternal, matrimonio
PALABRAS GRIEGAS
Raíz kart = corazón
cardíaco, cardiólogo
Raíz pod = pie
trípode, miriápodo
Raíz mecan = máquina
mecánico, mecanografía
Raíz morf = forma
amorfo, metaformosis
Raíz ost = hueso
osteoporosis, osteolitis
Raíz ur = orina
úrico, urea
Raíz theo = dios
teología, ateo
Raíz neo = nuevo
neófito, neonato, neologismo
Raíz metr = madre
metrópolis, motropolitano
RAÍCES GRIEGAS Y LATINAS
¿Cuál es la importancia del estudio de las raíces griegas y latinas? La palabra
etimología significa, según el Diccionario de la Real Academia Española, “origen
de las palabras, razón de su existencia, de su significado y de su forma”. Etimología
es una palabra que viene del latín, idioma que la tomó del griego.
La raíz de una palabra nos permite conocer el significado de dicha palabra. Asesino,
por ejemplo, viene del árabe (hassasí “consumidor de hachís”); guerra viene del
germano (alemán) werra (“pelea, discordia”); líder tiene su origen en el inglés
(leader, “guía”);heroína, la droga adictiva obtenida de la morfina en forma de polvo
blanco, deriva del francés (heroine); y el calzado que no pasa del tobillo, zapato, es
de origen turco (zabata). Como vemos, muchas palabras de nuestro idioma tienen
diversos orígenes. Pero la fuente más amplia es el griego y, sobre todo, el latín. Para
saber qué es un mamífero arterioesclerótico, por ejemplo, no necesitamos recurrir
al diccionario, porque en sus raíces porta el significado. Mamífero viene del
lat. mamma, teta, pecho o mama y el sufijo –fero significa “que tiene o que lleva” ;
y arterioesclerótico viene del griego: arterion, arteria; escleros, duro, y el sufijo -
ico significa “referente o relativo”. Un mamífero arterioesclerótico es un vertebrado
cuyas hembras tienen mamas que producen leche y adolece de un endurecimiento
de las arterias.
Neologismos
Róger Matus Lazo
Las palabras, como la vida misma, corren la suerte del uso que le dan las personas
en el proceso comunicativo. Resulta ocioso repetir lo que los semantistas lo han
explicado hasta la saciedad: el léxico es la parte más cambiante de la lengua, si se
compara por ejemplo con la gramática, y la más dependiente –como afirma
Baylón- de “los hechos de la civilización, de las relaciones sociales, de la
organización política, del progreso científico”. Quién que es no observa los
continuos cambios que experimenta la lengua – pese a la resistencia y
conservadurismo de los puristas- con la creación de nuevas palabras, la
desaparición de otras, las modificaciones de la lengua escrita, las variaciones de
estilo y el surgimiento de modas en la manera de escribir. Cambios observables,
incluso, en la pronunciación en una misma comunidad lingüística si se comparan,
sea por caso, las formas de hablar de los más jóvenes y de los más viejos. Es la
necesidad de vocablos y giros nuevos – los neologismos- que se hace más
apremiante en un mundo que cambia a un ritmo cada vez más acelerado.
Todas las lenguas recurren a procedimientos diversos para formar ciertas palabras
nuevas. Son los llamados recursos neológicos. La neología es término que nos viene
del griego neos, nuevo y logos, palabra, discurso o razonamiento. El diccionario
académico lo define como “vocablo, acepción o giro nuevo en una lengua”.
La creación del término puede ser directa por onomatopeya (Baylon explica que
kodak fue creado por el inventor americano Eastman, hacia 1889, a imitación del
ruido del disparador del aparato) y por creación indirecta, a partir de las palabras
ya existentes en la lengua, procedimiento al que nos vamos a referir.
¿Qué significado tiene la lengua árabe para los hispanohablantes? ¿Se puede hablar
de una presencia del árabe en nuestro idioma? Veamos.
Aparte del inicial legado del latín (y recientemente de la gran influencia del inglés)
los dos aportes más enriquecedores al léxico del español han sido, en épocas muy
diferentes, los del árabe y los del francés.
En el año 711 (siglo VIII), los árabes iniciaron la conquista de la Península Ibérica.
Su avance fue vertiginoso. En sólo siete años ocuparon toda la Península, y
permanecieron hasta 1492, cuando se logra la total expulsión de los musulmanes.
Fueron en total siete siglos de convivencia, lo que significó una incorporación
masiva de palabras árabes a las diversas lenguas hispánicas. Incluso, después del
final de la reconquista, muchas morerías (barrios en donde habitaban los árabes)
no se despoblaron si no que sus habitantes (llamados a partir de entonces los
moros), forzados, tomaron la religión católica y ligaron ambos idiomas para
siempre.
Ramón Menéndez Pidal afirma que durante la época de esplendor del califato
(período histórico de los califas o soberanos descendientes de Mahoma, que
gobernaban a los musulmanes de todo el imperio musulmán) que los moros eran
superiores a los cristianos no sólo en la guerra sino en la cultura general. Esto
explica en parte la presencia de más de cuatro mil arabismos perfectamente
hispanizados y asentados en el uso común en nuestro idioma.
Como sabemos, muchas palabras que se inician con al- son de origen árabe. Así nos
encontramos con plantas, como albahaca; dulces, como alfajor, almíbar y
alfeñique.; funcionarios, como alcalde, alcaide y alguacil; compuestos químicos,
como alcohol y alcanfor; herramientas, como alicate; flores, como alhelí; árboles y
frutos, como albaricoque; condimentos, como alcaparra; arácnidos, como alacrán;
joyas, como alhaja; olores, como almizcle; acueductos, como albañal y alcantarilla;
pequeños poblados, como aldea; criaderos de plantas y vegetales, como almácigo;
aves bullangueras, como alcaraván; colores de animales, como alazán; estanques,
como alberca; utensilios para ahorrar dinero, como alcancía; piezas para asegurar
puertas, como aldaba; registros o catálogos de los días y los meses del año, como
almanaque; dormitorios, como alcoba; tienda de artículos, como almacén; maderos
para la armazón de una construcción, como alfajía; colchón para reclinar la cabeza,
como almohada; plantas malváceas, como el algodón; fabricantes de vasijas de
barro, como alfarero; operaciones matemáticas, como álgebra; la química mágica
medieval, como la alquimia; tejidos de lana y de otras materias, como la alfombra;
la remotísima alcahueta de los tiempos de La Celestina, de Fernando de Rojas; el
albacea de los testadores; la albarda y la alforja de los campistos chontaleños; o el
alambique que don Juan Valera insertó en el espaldarazo a nuestro Rubén Darío:
“Usted lo ha puesto todo a cocer dentro del alambique de su cerebro y ha sacado de
ello una rara quintaesencia”.
Pero hay también arabismos no necesariamente con al-. He aquí una lista de
términos muy usuales que comienzan con a: azotea (terraza), azote, azúcar, adalid
(caudillo o jefe), ademán, adobe (masa de barro empleada en construcción),
adoquín, ajuar (enseres y objetos personales), arancel (tabla de precios oficiales),
argolla, arrecife (banco marino de piedras y otros materiales), arroba, arrabal
(barrio), asesino, atabal (tamboril o tambor pequeño), atracar (arrimar una
embarcación a tierra), atún, arroz, acequia (zanja o canal por donde se conducen o
retienen las aguas), azucena, azufre y aduana (oficina de registro público en las
fronteras).
Y hay otras muchas de uso común también como berenjena, sandía, zaguán y estas
tres medidas de capacidad: quintal, arroba y fanega. “Contentose con dos arrobas
de pasas y dos fanegas de trigo”, dice Cervantes en el capítulo IX de la primera
parte de El Quijote.
Al respecto, nos dice don Alberto Vogl Baldizón, en su Nicaragua con amor y
humor: “Las medidas en Nicaragua pueden definirse en dos zonas: donde el
transporte se hace en carreta y donde impera el transporte a lomo de mula. En la
faja del Pacífico, el límite de peso de unidad es lo que un hombre puede levantar
para acomodarlo en la carreta. En los departamentos del norte de los lagos, lo que
la mula puede cargar. Por eso usamos aquí (en Matagalpa) como medida normal, la
fanega de veinticuatro medios. No es la antigua fanega de veinticuatro medidas de
un pie cúbico español, que aún rige en Costa Rica, para transacciones de café
maduro, sino una fanega de veinticuatro medios de 600 pulgadas inglesas cúbicas
cada uno. . Es pues, un cruce o un injerto creado y arreglado así por muchos
motivos”.
Como se sabe, la mayoría de las palabras son polisémicas, y no siempre se conocen
los diversos usos dialectales. Pendejo, según parece, nos viene del latín y tiene un
significado que ni siquiera imaginamos: “Pelo que nace en el pubis y en la ingles”.
Pero el pendejo propiamente nicaragüense (‘tonto’) es el mismo idiota (‘falto de
entendimiento’) de los guatemaltecos, hondureños, dominicanos y venezolanos, y
el mismo ‘inútil’ de los españoles, y el ‘cobarde’ de los ticos, cubanos, colombianos
y mexicanos. Un argentino, un chileno o un uruguayo nos pregunta en casa si
nuestros hijos ya son pendejos (adolescentes). Pero un pendejo de marca mayor lo
encontramos en Perú y Bolivia: persona astuta, taimada.
Otra voz de uso frecuente en nuestro idioma es yudo o judo (del japonés yu, blando,
y do, modo). Se trata de un sistema japonés de lucha, que hoy se practica también
como deporte, y que tiene por objeto principal defenderse sin armas mediante
llaves y movimientos aplicados con destreza. El inglés lo tomó en la forma juudos, y
de ahí también judokas, que se incorporó a nuestro idioma hispanizado: yudoca.
Del alemán, figuran en nuestro idioma varias voces de uso frecuente: kindergarten
o kinder, empleado también con el calco jardín de infantes (establecimiento de
educación al que asisten niños de edad preescolar); búnker (del ing. bunker,
carbonera de un barco, a través del al. bunker), especie de fuerte pequeño o refugio,
por lo general subterráneo, para protegerse de bombardeos.
Esquí, especie de patín largo que se usa para deslizarse sobre la nieve, es una voz de
origen escandinavo (del noruego ski), idioma del cual la tomó el francés (ski), de
donde la tomó el inglés para emprender su acarreo hacia el español.
El inglés nos trajo también vocablos de origen turco: caviar, manjar que consiste en
huevas de esturión o de otro pescado grande, viene del turco khavyar. Rosenblat
documenta que el vocablo llegó al español en el siglo XVI desde el italiano (caviale),
y en el siglo XIX desde el francés; luego, adquirió gran difusión por medio del
inglés.
De la India, el inglés nos trajo caqui, voz perfectamente hispanizada y que muchos
todavía escriben caki o kaki, por influencia anglosajona (ing. khaki). Es de origen
indostánico, específicamente del urdu khaki (de khak “polvo”, “de color de polvo”,
“polvoriento”; del persa khak, “polvo”). En la India, se usó inicialmente como tela
para uniformes militares, costumbre también en Nicaragua en los años anteriores a
1979.
Hay muchas. Señalemos: baipás (ingl. by pass), bazuca (ingl. bazooka), blúmer
(ingl. bloomer), bluyín (ingl. blue jean), boicot (ingl. boycott), bistec (ingl.
beefsteak), bléiser (ingl. blazer), breque (ingl. braake), buldócer, la máquina de
gran potencia destinada a remover obstáculos (ingl. bulldozer), champú (ingl.
champoo), tique (ingl. ticket).
Hay casos en los que el extranjerismo entra tal como se escribe en la lengua de
origen, porque la voz española propuesta no cuaja entre los usuarios. Es lo que ha
ocurrido con la voz inglesa chat y el verbo chatear, frente a las propuestas
cibercharla y ciberplática.
En ocasiones, la voz adaptada se autoriza con doble escritura. Así, la voz inglesa
banjo (‘instrumento musical de cuerda, de caja redonda y largo mástil’) se adapta a
nuestro idioma con doble grafía: banyo y banjo, aunque se prefiere la primera.
Procedente del topónimo bikini, nombre de un atolón de las islas Marshall, este
anglicismo designa el atractivo traje de baño de dos piezas. Se ha hispanizado
biquini, menos difundido que el anglicismo incorporado como tal en nuestro
idioma: bikini.
Cuando dos extranjerismos entran en el uso, se decide por el más difundido. Por
ejemplo, la persona que sirve bebidas alcohólicas en el mostrador de un bar se
designa con el anglicismo necesario barman, que se incorpora como tal en nuestro
idioma, con su plural bármanes. El término angloamericano bartender, que ya se
oye en Nicaragua, debe desterrarse “por razones de unidad”.
Pero en general, los galicismos hispanizados son de vieja data. Así, la voz francesa
boulevard, que designa la calle ancha con árboles en medio, se adapta gráficamente
bulevar y su plural bulevares. La voz francesa bouquet, ‘aroma de un vino’ y
‘pequeño ramo de flores’, se adapta gráficamente buqué y su plural buqués. Buró,
término con el que se designa una especie de mueble, es adaptación gráfica de la
voz francesa boureau. El galicismo designa también, en organizaciones políticas, el
“órgano colegiado de dirección”, como el buró de la Internacional. No es
recomendable el uso que se le da en Nicaragua con el significado de oficina o
agencia (*‘Buró de abogados’). La voz francesa cabaret, ‘local de diversión nocturna
en el que se ofrecen espectáculos’, se hispaniza cabaré con su plural cabarés. Caché,
sustantivo que significa ‘distinción, elegancia’, es adaptación gráfica de la voz
francesa cachet. En Nicaragua se lo emplea, más comúnmente, como adjetivo:
“Anda caché” (elegante). La cubierta del motor de automóvil, capó es adaptación
gráfica de la voz francesa capot. Su plural es capós. En Nicaragua se dice “capota”,
un sustantivo femenino. Chasis, armazón de un vehículo automotor, es una voz
francesa que se adapta a gráficamente a nuestro idioma con doble forma:
chasis y chasís. Su plural es, respectivamente, chasis y chasises.
Otros extranjerismos
En síntesis, los vocablos que se han adaptado a la forma hispánica son de vario
origen: querubín (del hebreo kerubim), yudo (del japonés yu, blando, y do, modo),
yoga (del sánscrito, yoga: unión, esfuerzo), yogur (del turco yoghur), wolfram o
wolframio (del germanio Wolfram, tungsteno), tungsteno (del sueco tungsteno,
piedra pesada), trío (del italiano trio, conjunto de tres).
La lengua es un ente vivo que nace, crece y se va transformando con el uso. Muchas
palabras que hoy nos puedan parecer contaminadas, mañana resultarán no sólo
necesarias sino indispensables para la comunicación.
El burgués y otras curiosidades de la lengua
Róger Matus Lazo | Opinión
Australia, llamada Nueva Holanda por los holandeses en el siglo XVIII, fue
explorada por el capitán James Coock en 1770 y colonizada por navegantes
neerlandeses e ingleses en 1788. Sus primeros pobladores se denominaron
australoides y sus huellas datan unos cuarenta mil años. Es un continente-nación
que se distingue por su aislamiento geográfico y por su flora y su fauna únicas,
gracias precisamente a ese aislamiento, como el canguro, marsupial herbívoro de la
familia macropodidae.
La palabra canguro
El vocablo se emplea, también para designar aquello que soluciona todas las
dificultades, como cuando un político presenta su plan de gobierno como panacea
para resolver todos los problemas y desgracias que aquejan a un país. Esta
“mágica” palabra procede de la hermana de Higia, Panacea (del gr. pan todo y akos
remedio), hija de Asclepio (Esculapio para los romanos), dios de la Medicina y
nieta de Apolo, médico. En el antiguo juramento hipocrático, que data del siglo V
antes de Cristo, figuran estos cuatro personajes: “Juro por Apolo médico y por
Asclepio y por Higía y por Panacea y todos los dioses y diosas, poniéndoles por
testigos, que cumpliré, según mi capacidad y mi criterio, este juramento (...)”.
Una de las versiones del origen del nombre de Europa es de índole mitológica:
Zeus, transformado en toro, raptó a Europa, una hermosa ninfa, y la llevó al lugar
donde actualmente es el continente del mismo nombre. De América se dice, por
una parte y con mucha fuerza, que su nombre proviene del marino y cosmógrafo
florentino Américo Vespucio (1454-1512), y por otra, aunque menos, de
Amerrisque, la cordillera chontaleña.
Por otra parte, hay palabras, como burgués, que tienen su origen en el nombre de
un sitio geográfico determinado, una ciudad o un pueblo. Burgués era el “habitante
de los burgos” o ciudades pequeñas y amuralladas de la Edad Media. Varios países
europeos incorporaron burgo a sus nombres, como el Ducado de Luxemburgo, y en
Alemania las ciudades Mecklenburgo Hamburgo, Magdeburgo y Brandeburgo. (En
mi reciente visita a Berlín, pude apreciar la famosa puerta de Brandeburgo,
construida en 1791 siguiendo el modelo de la puerta de acceso a la Acrópolis de
Atenas; tras la caída del Muro de Berlín en 1989, la Puerta de Brandeburgo se
constituyó en el símbolo de la reunificación de Alemania). Pero hay otras ciudades
europeas como Gotemburgo en Suecia, Salzburgo en Austria, Edimburgo en
Escocia, Estrasburgo en Francia y San Petersburgo en Rusia. En África está
Johannesburgo, la ciudad más grande y poblada de Sudáfrica y el principal centro
económico y financiero. Actualmente, es la sede de los Juegos de la Copa Mundial
del Fútbol 2010.
¿Cómo refleja el ser humano esta cosmovisión, es decir, esta manera de interpretar
la realidad? Por medio del lenguaje. Por ejemplo, la historia nos ha demostrado que
el empleo de títulos, cargos y tratamientos ha estado condicionado por la
valoración social. Una mujer no podía desempeñar el cargo de presidente de la
República, y se conformaba con ser “presidenta”, es decir esposa del presidente.
Nuestro idioma no es machista, sino la actitud que asumimos los hablantes frente a
la lengua. Como muestra, baste el caso de los nombres de los títulos, cargos u
oficios correspondientes a mujeres que ellas mismas prefieren el nombre del título
o del cargo en masculino, aunque el femenino sea perfectamente legítimo como el
de médica, arquitecta y cirujana, para señalar tres ejemplos. Podría pensarse en la
valoración social que hemos visto, pero ya es historia antigua. Además, ¿por qué
debe tener más prestigio un hombre que una mujer con una profesión determinada
o en un cargo público? Si una mujer reúne las cualidades para ostentar un título o
ejercer un cargo, prestigiará su profesión o funcionará eficientemente, como lo
puede hacer un hombre con iguales merecimientos. Pero parece que los
estereotipos “son de carácter inmutable”.
Son formas de conducta —rémoras— que entorpecen nuestro rumbo como seres en
desarrollo y que no desaparecen de la noche a la mañana, pero que significan para
las sociedades modernas un reto, un desafío insoslayable que se deben enfrentar
con inteligencia y decisión.
Nuestro idioma no es machista, sino la actitud que asumimos los hablantes frente a
la lengua y frente a la vida. A veces, las cosas llegan al extremo, como cuando una
mujer le dice a otra: “¡No, hombre!” O cuando un hombre le dice a otro: “¡Es tronco
de hombre esa mujer!”
El inglés como lengua intermediaria
Róger Matus Lazo | Opinión
En nuestra vida de relación y comunicación empleamos palabras que, en la
mayoría de los casos, suponemos de pura cepa española, pero que tienen un origen
muy diverso. Así, la palabra tarifa tiene su origen en árabe, espía es una voz de
influencia alemana, medalla es un término que nos viene del italiano, yogur tiene
su origen en el turco, garaje es un galicismo porque nos viene del francés, canguro
es una voz australiana, yoga procede del sánscrito, querubín nos viene del hebreo,
judo es de origen japonés, tugsteno es una voz de procedencia sueca, vampiro nos
viene del húngaro, piyama es un anglicismo porque procede del inglés y zombi es
de origen africano.
¿Cómo se explica este fenómeno? Sencillamente porque las lenguas, como las
sociedades que las hablan, no viven aisladas, sino todo lo contrario: viven y se
desarrollan a través de una relativa relación comercial y socio-cultural. En esa
relación, entra en juego el intercambio lingüístico.
El intercambio puede ser directamente a través de las lenguas que entran en
relación (“en contacto”), o a través de una lengua “prestataria” como el caso de las
palabras canguro y judo que no entraron directamente del africano y del japonés,
respectivamente, sino que lo hicieron a través del inglés.
Una de las formas más importantes que tienen las lenguas de enriquecer su léxico
es tomar palabras de otros idiomas para nombrar la realidad. Por lo tanto, el
préstamo lingüístico es uno de los principales medios de crecimiento y expansión.
El término, que pasó al español por intermedio del inglés, fue tomado del libro
Utopía (1516), de Thomas Moore, hispanizado Tomás Moro (1478-1535), quien nos
describe un país imaginario con condiciones sociales ideales. Dice este distinguido
y obstinado defensor de la pureza de la lengua española: “O conserva su propio
sentido sin salir de compás, o arránquese de cuajo y devuélvase a los ingleses que
nos la dieron prestada, después de arrebatársela a los griegos artificiosamente”.
Bien. Muchas palabras del griego han venido a nosotros, no a través de su lengua
de origen, sino del inglés. Veamos unos ejemplos, algunos de ellos mencionados
por Rosenblat.
Simposio (del gr. symposion, festín, banquete, nombre también de una obra de
Platón y otra de Jenofonte). Se ha incorporado al español como un anglicismo para
significar la conferencia o reunión en que se examina y discute determinado tema.
Hay, además, muchas voces griegas con el prefijo auto- (del gr. auto, elemento
composicional que significa “propio” o “por uno mismo”) incorporadas en nuestro
idioma a través del inglés, como autodeterminación (decisión de los pobladores de
una unidad territorial acerca de su futuro estatuto político); automatización (acción
y efecto de convertir ciertos movimientos corporales en movimientos automáticos o
indeliberados, o ejecución automática de tareas industriales, administrativas o
científicas, sin intervención humana intermediaria); autopista (carretera con
calzadas separadas para dos sentidos de la circulación, cada una de ellas con dos o
más carriles, sin cruces a nivel); autoservicio (acto de servirse uno mismo en un
establecimiento público, y el establecimiento mismo) y muchos otros, algunos de
los cuales no registran los diccionarios incluyendo el de la Academia como
autodominio (dominio de sí mismo).
Existen además muchos grecismos que entraron en nuestro idioma por la vía del
inglés, los cuales están formados con tecnia- (del gr. teknhe, elemento
composicional que significa “técnica”, “arte”, “destreza”, “oficio”) como tecnología
(logos, estudio), que el Diccionario académico define como el conjunto de los
conocimientos propios de un oficio mecánico o arte industrial; tecnócrata (gr.
kratos, fuerza, poder): partidario de la tecnocracia o ejercicio del poder por los
tecnócratas, técnico o persona especializada en alguna materia con tendencia a
hallar soluciones eficaces por encima de consideraciones ideológicas o políticas.
Pues bien, hay una considerable cantidad de tecnicismos griegos formados con
tele- (del gr. tele, elemento composicional que significa “a distancia”) como
teléfono, telegrama, telegrafía, telefotografía, telefilme, telefax y muchos más.
Telescopio, instrumento que permite observar objetos lejanos, como los astros, es
una voz de origen griego: tele “a distancia” y skopion “aparato para observar”. En
1668 Isaac Newton construyó el primer telescopio, y en 1609 Galileo Galilei
construyó los primeros telescopios astronómicos, que recogen la luz con espejos en
lugar de lentes (telescopio de reflexión). A partir de 1993, se empezaron a utilizar
técnicas que producen una resolución 500 veces mejor que los telescopios ópticos.
El término es de pura cepa helénica, pero anglicismo al fin, porque vino a nosotros
a través de una lengua intermediaria: el inglés.
Cuando nos comunicamos, recurrimos a algunos medios para hacer más vivo, más expresivo e
interesante nuestro mensaje. Y es que el lenguaje con que expresamos los afectos está
profundamente vinculado al grado de emoción personal y a las circunstancias en las cuales nos
encontremos. La emoción, entonces, se traduce en cambios de entonación, en comparaciones,
en repetición de frases, en omisión de vocablos… Fernando Silva recoge en un poema una
expresión tomada de la lengua popular: “Viene el viento / chiflado como un perro”. Y Coronel
Urtecho con su descripción de un volcán: “Mombacho/Monte murruco/Volcán eunuco/Buey
muco/ Dios timbuco”.
Pues la vida diaria está llena de palabras y expresiones empleadas en sentido figurado. ¿Por
qué? Porque el lenguaje figurado nos permite comunicar nuestras ideas no sólo con mayor
viveza y expresividad, sino que con más claridad y precisión. Fíjese que cierto tipo de pez se
llama “pez espada” y otro “peje sierra”. Como una especie de escualo se llama “tiburón
martillo”. Un tipo de vehículo (el volswagen) lo llaman “escarabajo” y una especie de
candelabro colgante, sin pie y de varios brazos, es conocido como “araña”. ¡Cuántas palabras no
tendríamos que emplear para describir estos animales, vehículos y objetos!
A veces, no tenemos palabras para nombrar algunas cosas, pero el lenguaje figurado nos ayuda
a salir del paso fácilmente, como cuando hablamos de un mueble de tres patas que llamamos
“pata de gallina” o de una herramienta que llamamos “pata de chancho”. Un tipo de ave la
llamamos “tijereta” por la cola en forma de tijera; y a la luciérnaga en Nicaragua la conocemos
como “quiebraplata”, porque al producir una luz blanca (como el reflejo de la plata) emite un
sonido también con su cuerpo como si se “quebrara”.
¿Ha observado usted la “conducta” de los animales? ¿Se ha fijado que las mulas son tercas, los
machos –sobre todo viejos- son mañosos, las niguas molestan mucho y los monos hacen
muecas? Entonces usted comprenderá fácilmente las expresiones rurales que han hecho vida
urbana: “Es más terco que una mula”, “Es más mañoso que un macho viejo”, “Es una nigua
para joder”, “Es un mono para hacer muecas”. Son los refranes populares en los que el pueblo
establece una relación de semejanza entre determinadas actitudes de las personas y algunas
costumbres y características de los animales; por ejemplo: “hacerse el gato bravo” es hacerse el
loco con lo ajeno, y “rascarle la barriga al chancho” es adular a una persona.
Es el habla de todos los días que nos permite expresar con mayor intensidad nuestras
emociones. Porque no es lo mismo decir delincuentes de la misma banda que “chanchos del
mismo chiquero”. Nadie dice “loco”, “alocado” o “loquera”, porque todo mundo prefiere una
expresión matizada de color local: “Es más loco que una cabra”.
La vida ganadera de mi rica región chontaleña hace que hasta los niños conozcan la manera de
ser de los animales, y establecen una especie de paralelismo entre lo que éstos hacen y lo que
hacen las personas: “enzacatado” dicen en el campo de la persona que ha engordado por la
prolongada inactividad, y “matacán” se dice del muchacho adolescente.
El lenguaje figurado tiene sus principios en lo más íntimo del alma popular, que no sólo
enriquece y renueva la lengua con nuevas palabras, sino que le imprime colorido y vivacidad.
La joven que “complace” al novio antes de casarse “le da un adelanto” y el novio –ya casado- en
“recompensa” “le da para sus puros” y, como si esto fuera poco, “le da sopa de muñeca”.
Cuando se alude a una persona viciosa e incorregible se la etiqueta con el refrán popular no
exento de intención peyorativo: “Gallina que come huevos ni que le quemen el pico”. En una
ocasión dos amigos, ya “encalichados” con sus buenos “guaspirolazos” adentro, conversaban
sobre el comportamiento de una mujer “de la vida alegre”, y cuando uno de ellos repitió la
primera parte del refrán: “Es que gallina que come huevos...”, el otro completó de esta manera:
“... ni que le quemen el huevo”.
Pero el idioma es un proceso individual y social complejo regido por una serie de normas y
condicionado por factores diversos. De modo que no basta comunicarse con los demás, sino
que se requiere del dominio de principios y reglas que orientan el funcionamiento de la lengua
para transmitir mensajes con claridad y corrección. Por eso insiste Andrés Bello, en que la
libertad de uso tiene un límite: la corrección gramatical, que gobierna “el buen uso” de la
lengua, o sea, “el de la gente educada”.
Quien hace uso del lenguaje, lo hace con una finalidad social, porque se mueve en un entorno
humano rodeado de un conjunto de valores (sociales, económicos, culturales, ideológicos, etc.),
que condicionan y al mismo tiempo amplían o limitan la significación.
La comunicación –entonces-- constituye el proceso social por excelencia, mediante el cual los
seres humanos no sólo intercambian ideas, sino que desarrollan sus capacidades y mantienen
viva la comunidad, la cultura y el progreso. Este proceso comunicativo implica dos momentos
perfectamente diferenciados, pero estrechamente vinculados entre sí: el oral y el escrito.
Para comunicarse oralmente, sólo se requiere tener ideas y saber expresarlas con cierto orden y
claridad. Y, salvo determinados casos de la comunicación formal, nadie se impone al hablar
rigurosas exigencias. En cambio, saber escribir bien --una aspiración natural de toda persona
cultivada-- obliga en primera instancia, el conocimiento y dominio de las normas que rigen el
empleo correcto de los signos gráficos con que se representan determinados sonidos. Es decir,
dominar la noble ortografía de nuestro idioma, que es para la escritura “lo que las buenas
maneras son para la vida en sociedad”, como afirma el recordado maestro Fidel Coloma.
Pero es necesario recordar que lo correcto desde el punto de vista ortográfico, responde a dos
criterios importantes: la norma y el uso. Como sabemos, la escritura de muchas palabras
obedece a determinadas reglas, porque esas palabras presentan condiciones idénticas y la
ortografía las puede encerrar en normas o preceptos. Otras, en cambio, no tienen más
explicación o razonamiento que el uso impuesto por las personas cultas.
No olvidemos que cuando alguien habla o escribe, lo hace a su vez con la intención de ser
entendido, y al instante. Esto significa que el receptor debe interpretar exactamente el
contenido del signo. Por eso, no debemos aislar la escritura de la palabra con su contenido
semántico, con su significado. El verbo “adolecer”, por ejemplo, nada tiene que ver con
“carecer”, ni el adjetivo “grande” con “sendo”. Sin embargo, seguimos escribiendo mal las
palabras y empleando equivocadamente su significado. Recordemos que quien prestó dinero --
dicho y escrito así-- puede haber dado o recibido dinero. Y si en los diarios leemos “apreta” y
“repitente”, debemos saber que “apretar” y “repetir” son verbos irregulares y que su forma
correcta es “aprieta” y “repitiente”. Porque hasta los anuncios comerciales compiten con los
periódicos y sus problemas del idioma: taller automotriz es un error que va más allá de la
escritura, porque triz (como mecánica automotriz) es la terminación de adjetivos femeninos. Es
como si dijéramos: perro flaca.
Los diarios nos informan de precipitaciones “lluviosas”, erario “público”, exequias “fúnebres”,
asociación “ilícita” para delinquir, matanzas “masivas”, dieta “alimenticia”, inauguración “de la
nueva obra”, “gran” megasalario, alusión “directa”, tráfico “ilegal” de menores, “pequeñas”
minifaldas, arsenal “de armas”, tucas “de madera”, constelación “de estrellas”, “personas”
promesantes, botiquín “de medicinas”, alza “de precios”, erario “público”…
Empleamos palabras con el significado que no corresponde: confundimos mortalidad (tasa de
muertes producidas en una población) por mortandad (gran cantidad de muertes), bimensual
(dos veces al mes) por bimestral (cada dos meses), fluvial (perteneciente o relativo al río) por
pluvial (relativo a la lluvia) …
El inglés no sólo nos ha prestado sus voces, particularmente porque vamos a la zaga en los
avances de la ciencia, la técnica y otras hierbas, sino que ha servido de puente lingüístico a
través del cual muchas palabras procedentes de otras lenguas han enriquecido el español. Del
inglés nos vino la voz australiana canguro, el judo y el karate de los japoneses, el búnker y el
kinder de los alemanes, el esquí de los escandinavos, el caviar de los turcos, el caqui de los
hindúes, el kayac de los esquimales, etc.