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Sophía

se sentía avergonzada…
Por circunstancias difíciles de su vida, se había visto obligada a participar en
un engaño.

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Corín Tellado

Prometida a la fuerza
Bolsilibros: Coral - 237

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Titivillus 07.12.17

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Título original: Prometida a la fuerza
Corín Tellado, 1962
Retoque de cubierta: Titivillus

Editor digital: Titivillus


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Prometida a la fuerza

—Escucha, Law, lo que dice tu hermano en su e-mail. «Querida abuela: Ya


estarás contenta. Al fin encontré la novia que deseabas para mí. Es bonita y
encantadora. Pertenece a una de las familias más ricas del país y me adora. ¿Puedes
enviarme dinero para comprarle el anillo de compromiso? Un abrazo, Clint».
Law esbozó una sonrisa. Todos los e-mails que enviaba su hermano terminaban
igual: pidiendo dinero. El secretario de su abuela los leía en la computadora, los
imprimía y se los daba después.
—¿Qué te parece, Law?
—Que has conseguido lo que querías, pero no te fíes mucho de Clint. Tengo
entendido que detesta el matrimonio.
—Jamás me ha pedido dinero para darle el anillo de compromiso a su novia.
—Es cierto, pero te lo ha pedido para una carrera imaginaria, para negocios, para
rescatar a un náufrago del fondo del mar…
—¿Crees que esta vez también me está engañando? —preguntó Diana Baker con
una expresión de tristeza en su rostro.
—No lo sé, abuela.
—Law, te voy a decir una cosa. Tu hermano ha llevado una vida desordenada. No
ha terminado una carrera y pasa el tiempo en Las Vegas donde, según él, tiene
negocios. Por eso no creo que me engañe, pues podría pedirme dinero directamente,
sin tener que decir que es para un anillo.
De pronto, Diana tocó una campanita.
—¿Me llamaba, señora? —preguntó Jim, el secretario.
—Mándale un e-mail a mi nieto Clint. Dile que quiero saber más de su prometida.
Cuando te responda, me avisas de inmediato. Puedes retirarte, Jim.
Jim se marchó a cumplir el encargo de Diana. Esta sonrió satisfecha:
—Si es un cuento no tendrá más remedio que decirlo.
—Bueno, abuela —le dijo Law consultando su reloj—. Tengo que dejarte, pues
debo estar en una reunión de mi empresa. Pronto recibirás noticias de Clint.
—¿Vendrás a comer conmigo?
—Posiblemente no. Ya conoces mis ocupaciones, abuela.
—Me siento triste sin ninguno de los dos. Tú, con ese apartamento de soltero,
apenas si me visitas. Y tu hermano lejos, haciendo mil locuras. La verdad es que me
muero de aburrimiento en mi mansión.
—Esperemos que Clint se case y te traiga aquí a su mujer.
—¿Es cierto que tú tienes novia?
—No es nada oficial, abuela. Bueno, no puedo detenerme más —dijo besándola
en el pelo con dulzura.
—¿Vendrás a comer mañana? Me gustaría que me hables de la chica con quien

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sales, si tienes planes con ella…
—Está bien. Mañana te hablaré de Pier.

Mientras tanto en Las Vegas, cuando Clint leyó el e-mail, exclamó:


—Escucha lo que dice mi abuela, Marcos. Ahora quiere que le cuente sobre mi
novia. Solo así me enviará dinero. ¿Qué puedo hacer para salir de este problema?
—Invéntala —le dijo Marcos.
—Se ve que no conoces a mi abuela. Es una mujer muy inteligente y sagaz. ¿Por
que demonios no me manda el dinero y se deja de hacer preguntas?
—Díselo así.
—Soy un desgraciado.
—No seas absurdo, Clint. Tu familia es multimillonaria y has vivido hasta hoy sin
trabajar, dándote la gran vida.
—¿La gran vida y ando siempre sin un centavo? Ahora mi abuela quiere saber
más detalles de la vida de mi novia.
—Bueno, Clint, busca en la guía turística un nombre y se lo dices a tu abuela.
—Eso mismo voy a hacer. ¿Dónde tienes una?
—Búscala en Internet, pero hazlo rápido, porque tenemos que salir a celebrar mi
cumpleaños con unas muchachas divinas.
—¿Lo ves? Por eso no quiero regresar a New York. Me gusta vivir aquí en Las
Vegas, con libertad.
—¿Por qué no le pides ayuda a tu hermano mayor? Es el favorito de tu abuela.
—No conoces a Law. Es más duro que una piedra. Si mi madre viviera… —No
hagas melodramas, Clint, y busca el nombre de tu novia.

Diana Baker leyó el e-mail de Clint y mandó a llamar a Law con urgencia. Estaba
emocionada, pues le ilusionaba la posibilidad de ver casado a su nieto menor.
—Abuela, he venido tan pronto me llamaste —le dijo Law cuando llegó.
—Sí, hijo, perdóname por haberte hecho correr y dejar tus responsabilidades.
Recibí noticias de tu hermano. Dice que su futura esposa se llama Silvia Conway.
Law quedó pensativo. Recordó la última vez que Clint obtuvo dinero de su abuela
con artimañas. Inventó que había tenido un accidente. Cuando la abuela llegó a verlo,
descubrió que estaba en perfectas condiciones. Por eso le dio un ultimátum: o se
casaba en el término de un año y se responsabilizaba o lo desheredaría. Por lo visto,
Clint había optado por buscar una esposa para no perder la herencia ni la protección
de Diana.
—¿Qué hago, Law? El apellido de su novia… Conway, me parece conocido.
—Pertenece al dueño de los famosos paradores. Ralph Conway es
multimillonario, abuela.

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—En el fondo no me fío de tu hermano, Law. Me pregunto si será verdad todo lo
que me ha dicho.
—No lo sé, abuela.
—¿Sabes, Law? No voy a enviarle dinero. Le diré que le mando el pasaje para
que venga, pues quiero conocer a su novia… Ahora cuéntame de ti. Dijiste que me
hablarías de la tuya.
—No tengo novia, abuela.
—Me mencionaste a Pier.
—Salgo con ella, pero no es mi novia.
—Ya tienes edad de casarte.
A sus 32 años, Law era un hombre atractivo, de pelo oscuro y ojos grises. Muy
alto y delgado. De aspecto serio, hablaba poco y casi nunca sonreía. Llevaba el peso
de las empresas de la familia. Millonario y aristócrata, era un partido envidiable por
el que suspiraban todas las madres que pretendían casar bien a sus hijas.

Marcos dejó en alto la máquina de afeitar y miró a su amigo a través del espejo.
Los dos habían alquilado un apartamento juntos y eran compañeros de fiestas y de
juegos. Hizo una mueca y gruñó entre dientes:
—¿Ahora qué te pasa, Clint?
—Escucha este e-mail: «Clint, ven a buscar el dinero para comprar el anillo de
compromiso. Te enviaré el pasaje. Si no te presentas en 24 horas, te desheredo y no
contarás más conmigo. Besos, tu abuela».
—Mándala al diablo.
—No puedo perder su protección económica. ¿Qué hago, Marcos? Tú eres
ingenioso y encuentras soluciones para todos los problemas.
—Ve a New York, toma el dinero para el anillo de compromiso y regresa a Las
Vegas. Es muy fácil.
—¿Crees que se conformará con palabras? Mi abuela es muy desconfiada.
—No lo fue en el pasado.
—Está bien, eso haré.

Al día siguiente, Clint tomó el avión para New York. Al llegar a su casa, sintió
alivió al ver que Law no estaba. Pensó que a su abuela era más fácil engañarla.
—Abuela… —Mi querido Clint.
Se abrazaron. Él la quería, pero necesitaba dinero, por eso no se detenía ante nada
con tal de conseguirlo.
—Abuelita…
—Dime abuela, Clint.
La vio seria y Clint sintió temor. Si su abuela no se ablandaba, ¿qué sería de él?

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Necesitaba que le creyera.
—Cuéntame de tu novia, Clint.
—Es joven, bonita, decente…
—Los Conway son de New York. ¿Ella vive aquí o en Las Vegas?
Clint se agitó. Solo le faltaba que su abuela conociera a la familia Conway.
¿Cómo había dado él con ese apellido? Ah, sí, por la guía turística. En cada esquina
se anunciaba un parador Conway. ¡Qué gran error el suyo!
—Vive aquí, en New York.
—Pues quiero conocerla. Tráela esta tarde, Clint, para que meriende conmigo.
—Abuela, es muy pronto aún. Nuestras relaciones apenas están comenzando.
—¿Sí? ¿Y ya piensas darle un anillo de compromiso? Quiero conocerla. Te
advierto, Clint, que si me has engañado y no existe esa novia, mañana mismo llamaré
a mi abogado para desheredarte.
—¡Abuela!
—Como espero que no haya engaño, tráeme a tu futura esposa. Quiero conocerla.
Ya habrá tiempo después para que invites a los padres de tu novia.
—Escucha, abuela… —Ve a visitar a tu hermano. Te conviene ir aprendiendo de
él. Un hombre casado debe tener responsabilidades. Trabaja con Law, que él te
enseñará muy bien.
—¿Trabajar?
—Es lo normal. Y más si los negocios son de la familia. Tu abuelo, tu padre y
ahora Law han aumentado mucho el capital de la familia Baker. Tu hermano, además,
ha incrementado la herencia de tu madre.
Clint pensó que tal vez podía sacar un buen partido de toda esa situación.
¿Casarse? Jamás. ¿La novia? Tendría que pensar bien las cosas para no echarlo todo a
perder. Era su oportunidad de lograr una buena cantidad de dinero.
—Está bien, abuela. Te traeré a Silvia mañana por la tarde. Antes, me gustaría
que me dieras dinero, pues quiero llevarle flores e invitarla a cenar.
—Pídele a tu hermano que te dé lo que necesitas. Yo lo autorizaré —dijo Diana.
Clint se despidió de su abuela y fue a ver a su hermano Law. Al verse, se
abrazaron. A pesar de llevar vidas tan diferentes, eran los únicos hermanos y habían
sufrido la muerte de su madre, porque a su padre lo perdieron cuando eran muy
pequeños y casi no lo recordaban. Pero Clint había llegado demasiado lejos
engañándolos y Law tenía que ser duro por su bien.
—Mi abuela acaba de llamarme por teléfono. Dice que mañana le presentarás a tu
novia. Has sabido elegir, Clint. Pronto no necesitarás de nosotros, pues trabajarás en
los paradores de los Conway.
—Cállate, Law.
—¿Qué te pasa? Si estás apurado de dinero conmigo no cuentes. Tampoco con la
abuela. Esta vez autorizó a que te diera una cantidad generosa para que atiendas a tu
novia, pero no te dará dinero para que regreses a Las Vegas. Ya lo sabes.

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Se marchó furioso y decidió llamar a su amigo Marcos. Era la primera vez que
veía a su abuela tan firme en su decisión y Clint tenía miedo. No quería perder la
herencia familiar, pero tampoco deseaba dejar su vida cómoda y sin preocupaciones.
—Marcos, escucha, tengo que contarte el lío en que estoy metido… —le dijo
Clint y le refirió todo lo que había pasado—. Mi abuela quiere que le lleve mañana a
mi novia. ¿Qué hago?
—Mira, Clint, tengo una idea… Busca a una muchacha que se haga pasar por tu
novia, la adiestras un poco y le ofreces una cantidad de dinero. Así podrás
presentársela a tu abuela.
—¿Sabes, Marcos? Resulta que los Conway son multimillonarios.
—Ya sé. Fuimos unos tontos eligiendo el nombre a través de una guía turística.
Por eso debes elegir a una chica que tenga aspecto distinguido.
—Está bien, te dejo, que tengo que empezar a buscarla ahora mismo.
Clint Baker jamás había sentido angustia en su vida, pero ahora era diferente.
Estaba a punto de perder la protección y la herencia de su abuela.
Caminó un poco y llegó a una plaza. Se sentó en una cafetería y vio que había
muchas niñeras con niños. Las observó a todas, pero ninguna le pareció adecuada.
Apretó los labios. Clint era un hombre atractivo, rubio y de ojos azules. Tenía 28
años y atraía a las mujeres.
Distraído, contempló a una muchacha que caminaba lentamente por la plaza.
Llevaba un bolso colgado del brazo y vestía un sencillo traje de chaqueta de color
canela y una blusa blanca. Era bella y tenía un aspecto fino. Le llamó la atención su
expresión triste y melancólica.
«Esa sería la novia perfecta para presentarle a mi abuela», pensó.
Ni corto ni perezoso, Clint se puso de pie y se acercó a la joven.
—Señorita…
La joven se detuvo.
—Perdóneme que le hable, pero ¿podría escucharme unos minutos?
Sophia Wood frunció el ceño. Clint comprobó que de cerca era una mujer aun
más bella que de lejos y pensó que la tristeza de su mirada quizás se debía a que
necesitaba dinero.
—Discúlpeme, pero no lo conozco —le dijo con delicadeza.
—Mi nombre es Clint Baker.
Sophia se asombró.
—¿El de los ferrocarriles?
—Ese es mi hermano. Yo me he comido los rieles que me correspondían por la
herencia de mi madre. Ahora solo me queda mi abuela… Señorita, mi historia es
horrible, déjeme contársela.
—¿Qué puede interesarme su historia?
—Es que la necesito.

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—¿A mí?
—Sí, a usted. ¿Nunca necesitó a un ser humano? Por favor, escúcheme…
—Tengo mucha prisa.
—Por favor… Es solo un instante. Tal vez le interese el trabajo que voy a
ofrecerle. Déjeme explicarle mi situación.
Sophia pensó que tal vez estaba mal de la cabeza, pero vio que estaban rodeados
de tanta gente, que no corría peligro. Además, tenía tanta necesidad de trabajo, que
decidió escucharlo.
Clint le contó todo, sin ocultar ni un detalle de su vida. Le dijo que era un
donjuán, un irresponsable y que había engañado a su abuela siempre para conseguir
dinero. Pero que ahora esta le había dado un ultimátum.
—Después de todo lo que me ha contado, ¿qué espera de mí?
—Que sea mi prometida.
—¿Qué dice? ¿Por quién me toma?
Sophia hizo un ademán de marcharse.
—Escuche, no quiero nada malo de usted. La verdad es que no soy hombre que se
case. No puedo estar con una mujer dos meses seguidos, ¿por qué voy a hacer infeliz
a una esposa? Pero tampoco quiero perder mi porvenir. Usted será mi prometida de
mentirijillas. Mi abuela cree que mi novia es una mujer distinguida y quiere
conocerla mañana mismo.
—No soy distinguida.
—De aspecto sí lo es. No me interesa saber cómo se llama ni a qué familia
pertenece, solo quiero que interprete el papel de Silvia Conway, que es como se llama
mi supuesta novia. ¿Usted trabaja?
—No. He estado buscando un empleo, pero no lo he encontrado todavía.
—Pues le pagaré una cantidad semanal —y mencionó una cifra que a Sophia le
pareció fabulosa.
—¿Y cuándo terminará eso?
—Tan pronto mi abuela se convenza de que tengo novia. Un día cualquiera usted
me hace un escándalo delante de ella y terminamos para siempre. Esa semana le
pagaré el doble. ¿Acepta?
Sophia dudó un instante. Pensó en su madre enferma y en los dos hermanos que
dependían de ella. Por más que había buscado, no había encontrado trabajo. Se sentía
mal aceptando un empleo en el que tenía que engañar a una señora, pero después de
todo, ¿qué le importaba a ella esa familia? Bastante tenía con sus problemas.
—Está bien, acepto con la condición de que me pague la semana por adelantado.
—Aquí tiene. Hoy mi hermano me dio una cantidad generosa para atender a mi
novia. ¿Me da su número de teléfono?
—Por supuesto —dijo, y se lo dio.
Clint le entregó el dinero y procedió a entrenarla un poco.
—Mañana la vendré a buscar aquí, a la plaza. Vístase como está hoy. Cuando le

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presente a mi abuela, podrán ocurrir dos cosas: que no le agrade y no quiera verla
más o que se encariñe con usted.
—Está bien. Nos veremos mañana.
—Hasta mañana. Desde este momento vamos a empezar a tutearnos. Recuerda
que te llamas Silvia Conway y que no deseas casarte todavía. No olvides que nos
conocimos en Las Vegas.

Diana Baker miraba a la prometida de Clint. Era muy linda, elegante y sencilla al
mismo tiempo. Le agradó la expresión melancólica de sus maravillosos ojos verdes.
Se preguntó asombrada cómo era posible que esa muchacha se hubiera enamorado
del irresponsable de su nieto, pero sabía que este siempre atraía a las chicas.
—¿Silvia?
—Sí, señora Baker.
—Ven, siéntate a mi lado.
—¿Y yo, abuela? ¿Dónde me siento?
—Donde quieras. Puedes dar un paseo, Clint. Silvia y yo conversaremos un rato.
A Sophia le agradó la anciana, el porte distinguido y frágil. Ella desconocía ese
mundo de tanta riqueza. Sus padres siempre le dieron una buena educación, pero
jamás habían frecuentado a una persona como Diana Baker. Se sintió culpable y
cohibida. Estuvo a punto de salir corriendo, pero se detuvo. Pensó en el dinero que le
había dado Clint Baker y en su madre enferma, que necesitaba tantas medicinas.
«Dios, qué mal me siento al engañar a esta familia», pensó, «pero las
circunstancias y la necesidad me obligan».
—Me quedaré con ustedes, abuela. Así participaré en la conversación —dijo
Clint.
—Como prefieras. Dime, querida, ¿toleras todas las locuras de mi nieto?
—Poco a poco Clint ha ido cambiando.
—¿Cuándo se casan?
Clint se sofocó y Sophia parpadeó.
—No hay época más bonita que la del noviazgo, doña Diana —le dijo Sophia.
—Mientras no te cases, no tendrás seguro a Clint, querida.
—Espero que Clint me tenga segura con su comportamiento.
—¿Has oído, Clint? Silvia me gusta mucho para ti, hijo.
—Me tiene controlado.
—Eso era lo que yo esperaba: una muchacha lo suficientemente firme para acabar
con tus locuras. Ten cuidado, Silvia, no siempre se puede confiar en Clint.
—Él es mucho mejor de lo que parece. Le aseguro que jamás me ha dado un
disgusto —le dijo con delicadeza.
—Silvia, cuéntame un poco de tu familia… Un día invitaré a tus padres a comer.
—En estos momentos están de viaje. Ya será en otra ocasión.

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Un poco pensativos, salieron de la casa de Diana Baker y subieron al auto. Clint
miró a Sophia y esperó que ella le hiciera un comentario de su abuela, pero la chica
guardó silencio.
—¿Cómo te sentiste en tu primer día de trabajo? ¿Qué te pareció mi abuela?
—Ella es encantadora. No merece que la engañes. ¿Por qué no le dices la verdad?
—Porque está empeñada en que me case. No entiendo su manía.
—Es la única manera de que un hombre irresponsable pueda sentar cabeza y se
vea obligado a ser de provecho.
—Todo eso es para un hombre como mi hermano, quien es muy serio, pero aún
no se ha casado. Vive en un apartamento de soltero y solo Dios sabe a quiénes lleva
allí, pero aparentemente es el perfecto de la familia. Yo lo quiero y lo admiro, y debo
reconocer que es un hombre muy responsable. Tiene 32 años. El día que se case
escogerá a una chica rica, distinguida, de buena familia. Eso es lo importante para
Law. No creo que piense en la atracción física de la mujer que elija.
—Tal vez él considere que elegir a una mujer así le dará la felicidad.
—¿Nunca estuviste enamorada?
—No —dijo Sophia con sinceridad.
—Entonces permíteme decirte que te has perdido lo mejor de la vida.
—Por lo visto has amado incansablemente. ¿No es así?
—Sí, así es, pero no temas, que no me enamoraré de ti.
—Lo prefiero.
—¿Y tú no te enamorarás de mí?
—No eres mi tipo.
—¿Y cómo es tu tipo?
—Tal vez cuando lo encuentre no tenga ocasión de decírtelo, porque nuestro
negocio habrá terminado.
—Es verdad. Nos apartamos del asunto que nos interesa. ¿Te fijaste que le caíste
bien a mi abuela?
—No sé cómo ha recibido a tus otras novias, Clint.
—Nunca le he presentado a una. Hasta ahora. Ya viste que quiere que llegues a
cenar mañana con ella.
—Sí y traté de excusarme…
—Con mi abuela todo es inútil.

Cuando Sophia Wood entró en su casa, inmediatamente escuchó la voz débil de


su madre que le preguntó:
—¿Eres tú, hija?
—Sí, mamá. ¿Cómo has estado?
—Mejor —le dijo.

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Sophia pensó que su madre siempre le decía lo mismo.
—¿Dónde están los chicos?
—En el apartamento de Sam. Están recibiendo sus clases. No sé cómo vamos a
pagarle, hija.
—No te preocupes, mamá. Ya conseguí empleo. Es temporal, pero nos ayudará a
cubrir algunos gastos.
—¿De qué se trata?
Sophia conocía a su madre lo suficiente para saber que no admitiría que ella se
hubiera prestado a un engaño semejante.
—Doy clases de francés a unos niños.
—Me gusta eso para ti.
—La familia es muy buena y me han pagado por adelantado. Voy a ir a la
farmacia y al supermercado.
—Lamento que tengas esa carga, hija.
—No digas eso, mamá.
Sophia se sentía alegre por haber solucionado momentáneamente el problema de
su familia, pero por otro lado, estaba deprimida. Le dolía engañar a una mujer buena
como Diana Baker. Pensó que un día ella desaparecía de su vida y la olvidaría, y todo
volvería a ser como antes…
«Menos mal que tengo unos vestidos decentes», pensó Sophia. «Cuando mamá
trabajaba para el almacén, se empeñaba en coserme ropa linda».
Tocaron a la puerta en ese momento y Sophia sonrió. Seguramente eran sus
hermanos que llegaban de la clase.
—¡Sophia! —gritaron los dos.
—Queridos míos…
Sam venía detrás de ellos y le dijo:
—¿Cómo estás, Sophia?
—Muy bien, Sam, ¿y tú?
—Bien. Tus hermanos son muy inteligentes y avanzan mucho en los estudios.
¿Por qué no les das una vida mejor?
—¿Cómo, Sam?
—Casándote conmigo. Yo te amo.
—Eres un hombre de bien, Sam, pero no te amo y no concibo el matrimonio sin
amor. Lo siento. No quiero hacerte daño, pues me ayudas mucho con mis hermanos.
—Pero me lo haces.
—¿Qué puedo hacer para evitarlo?
—Darme la oportunidad de quererte.
—No puedo, Sam. Solo puedo ofrecerte mi amistad.

—Me alegra que hayas venido, Law. Quería contarte que conocí a Silvia Conway

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y que dentro de unos minutos va a venir con tu hermano a visitarme —le dijo Diana
Baker a su nieto.
—¿Cómo es la novia de Clint?
—Silvia es encantadora. Ya la verás. No me explico cómo puede querer al frívolo
de tu hermano.
—Clint siempre atrae a las mujeres, abuela, no lo olvides. Ojalá se case pronto y
siente cabeza.
—He estado pensando que debemos presionarlo para que se case. Tengo miedo de
que se canse de Silvia.
—Abuela, antes de que ellos lleguen, tengo que hacer una llamada a mi empresa.
Discúlpame, por favor.
Law se retiró y llamó a su secretaria.
—Quiero que averigües todo sobre Silvia Conway. Pertenece a la familia que es
dueña de los paradores Conway.
—Sí, señor.
Media hora después, la secretaria le devolvió la llamada.
—Señor Baker, ya hice mis averiguaciones. No existe ninguna Silvia Conway.
—¿Estás segura?
—Sí, señor. Los Conway solo tienen hijos, nunca han tenido una hija.
—Gracias, Marta.
Law sonrió sarcástico. ¿Qué nuevo truco había utilizado Clint para sacarle dinero
a la abuela? Seguro que había contratado a una de esas mujerzuelas con las que se
divertía. Decidió regresar a la sala. Su abuela estaba con una muchacha.
—Law, ven, que quiero presentarte a Silvia Conway.
Sophia sintió una extraña sacudida cuando Law la miró.
—Encantada de conocerte —le dijo.
«Hasta sabe hacer el papel de inocente», pensó Law con rabia. «Maldita sea. Es
más guapa de lo que imaginé».
—¿Y Clint?
—Salió —dijo la abuela—. No tardará en regresar. Law, ¿puedes acompañar un
rato a Silvia? Tengo que ir a mi cuarto…
Apoyada en su bastón, Diana Baker se alejó y Sophia se acercó al ventanal
nerviosa, pues Law seguía mirándola de una manera insistente.
—De modo que eres hija del señor Conway, el dueño de los paradores… Conozco
mucho a esa familia.
Law notó que ella apretaba los labios.
—¿Clint y tú piensan casarse pronto?
—No lo sé. No lo hemos decidido.
—¡Ah!
Sophia le dio la espalda, pero Law no se conformó con eso. Dio la vuelta al salón
y se colocó delante de ella.

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—Me parece extraño que ames a mi hermano siendo un hombre tan frívolo y
despreocupado —le dijo.
Sophia lo miró retadora.
—¿Cómo te atreves a hablarme mal de tu hermano? Es una buena persona.
—Pero una mujer no ama solo porque el hombre sea una buena persona.
—No te fíes de lo que Clint te diga.
Law la miró intensamente. Era bellísima, pero lo que más le atraía de ella era el
aire de melancolía que tenían sus ojos verdes. Sintió un extraño impulso de abrazarla,
pero lo doblegó.
Nerviosa, Sophia le dijo:
—Con tu permiso, voy a buscar a Clint.
Cuando lo encontró, le dijo:
—Clint, tu hermano llegó y no me agrada. Creo que sospecha algo y que
desconfía de nosotros.
—¿Por qué lo dices?
—Por las preguntas que me hizo. Además, quería decirte que no podré continuar
con esta farsa mucho tiempo. Tengo ocupaciones personales.
—¿Sí? ¿Qué ocupaciones? —le preguntó burlón—. Mira, a mí lo único que me
interesa es que mi abuela firme un cheque y me dé dinero. Después, te pelearás
conmigo y nos despediremos. Eso es todo.
—¿Tenemos que comer aquí hoy?
—Sí. Mi abuela nos espera. Vamos.

Durante toda la semana acudió a la casa de Diana Baker, pues esta le decía a Clint
que tenía que llevarla a comer. La anciana le había tomado afecto y Sophia a ella
también. Cada vez le dolía más tener que engañarla y ansiaba el día en que terminara
la farsa en que estaba involucrada.
—Veremos cuándo rompemos nuestro noviazgo —le dijo Clint un día.
—Tendrás que terminarlo tú. Mientras me pagues, yo continuaré.
—¿Acaso piensas que puedo enamorarme de ti? ¿Quieres cazarme?
Sophia lo miró un instante como si lo analizara. Esbozó una sonrisa y le dijo:
—No me gustas, Clint. Podrías ser el único hombre sobre la tierra y no me
enamoraría de ti.
Molesto, Clint le dijo:
—No sé nada de ti. ¿Con quién vives?
—Supón que vivo sola.
—No es muy recomendable la manera como ganas el dinero.
—Tú me la propusiste, yo no te busqué. Y no voy a permitir que me ofendas.
—Discúlpame.
Sophia no respondió, pero sintió unos deseos muy grandes de llorar.

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Todos estaban sentados junto a Diana Baker. Desde que Clint llegaba con su
novia a diario a comer, Law también visitaba a su abuela y, en silencio, miraba a
Sophia.
Uno de esos días, Clint tenía una cita con unos amigos y dijo:
—Tengo que salir, pues tengo una cita importante para mi futuro. Regresaré más
tarde a buscar a Silvia.
Clint la besó brevemente en el pelo y Sophia sintió repugnancia. Una hora
después, ella se despidió de la abuela.
—¿No esperas a Clint?
—No, tengo que irme.
—No te preocupes, abuela, yo llevaré a Silvia a su casa.
—No quiero molestar, me iré sola.
—De ninguna manera.
Salieron juntos y Law le abrió la puerta de su auto para que ella entrara. Sophia se
sentó en silencio.
—Te invito a dar un paseo.
—No, gracias.
—¿Porqué?
—Porque soy la novia de tu hermano.
—No seas hipócrita. A mí no puedes engañarme, Silvia o como te llames.
Lo miró retadora.
—¿Qué quieres decir?
—No estás tratando con mi abuela, Silvia. No sé lo que se traen mi hermano y tú
entre manos, pero es obvio que todo es una farsa.
—Escucha…
—No temas, que no le voy a decir nada a mi abuela. Es demasiado anciana para
recibir una desilusión así. Lamento que Clint siga siendo un hombre sin escrúpulos,
pero que tú te hayas prestado a eso…
—Por lo visto me consideras una cualquiera, ¿verdad?
—Bueno, no vamos a entrar en detalles de lo que pienso de ti.
—Deten el auto, que voy a bajarme.
Law no lo detuvo. Le gustaba esa mujer y por poseerla era capaz de todo.
—Te ofrezco lo que quieras si te conviertes en mi amante —le dijo, e
impulsivamente, la abrazó y la besó.
Fueron unos minutos interminables. De pronto, la mano de Sophia cruzó su rostro
con tal rabia, que a Law se le nubló la vista y tuvo que frenar el auto. En ese
momento, ella aprovechó para salir corriendo. Cuando Law reaccionó, la figura
femenina se perdía por una calle. Sintió rabia.
—Bueno —dijo en voz baja—, tal vez no vuelva a verla. No creo que vaya
mañana a casa de mi abuela. Quizás sea lo mejor, pues me estaba inquietando

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demasiado.
Sophia, por su parte, caminó con rapidez hacia su casa. Al entrar, su madre le dijo
con voz débil:
—¿Eres tú, hijita?
—Sí, mamá.
—Cada vez llegas más tarde.
—No te preocupes, mamá, creo que perdí este empleo, pues la familia tal vez se
irá de vacaciones. ¿Y mis hermanos?
—Ya se acostaron. Sam los ayudó mucho con los estudios. Es un buen muchacho,
hija, ¿por qué no lo aceptas?
—No lo amo, mamá.
—¿Estás enamorada de otro?
—No…
—Pues déjame decirte que Sam es digno de ser amado.
—Y logrará que lo amen de verdad.
El teléfono sonó con insistencia. Sophia miró su celular y vio que era Clint. Dudó
en responder, pero al final lo hizo.
—Hemos terminado este asunto, Clint. Ya no me presto más a esta farsa.
—¿Qué dices? ¿Crees que es tan fácil deshacerte de mí? Pues no, Silvia. Si dentro
de dos horas no apareces en la plaza donde nos conocimos, iré a tu casa. Recuerda
que tengo tu dirección.
—Escucha…
La conversación quedó cortada. Sophia se apretó las sienes con ambas manos. La
situación se ponía desagradable. Ella empezó por ganar dinero, pero después de oír a
Lawrence la noche anterior, se daba cuenta de que había ido demasiado lejos. Tenía
que terminar ese enredo cuanto antes. ¿Y si le contara la verdad a Diana Baker? Tal
vez no censurara tanto su proceder. Después de todo, ella lo hizo por su madre
enferma y por sus hermanos.

Llegó a la plaza y vio a Clint.


—Vamos, Silvia. Mi abuela quiere verte, pues piensa que eres excepcional. Me
pregunto qué diría si supiera la verdad.
«Pienso decírsela hoy, pero tú no lo sabrás hasta después», pensó Sophia.
—Mi abuela me presiona para que nos casemos. Esta tarde vamos a terminar este
asunto. Le dirás que no me amas lo suficiente y que no estás segura de hacerme feliz.
¿Está claro? Te pagaré el doble.
—Hoy se terminará todo, te lo aseguro. No soy una Conway, pero soy una mujer
decente, Clint, y lamento haber tenido que prestarme a esta farsa.
Clint palideció.
—¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? ¿Por qué te prestaste a algo así por dinero, si

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eres una muchacha decente?
—Deja de hacer preguntas. Mi vida privada no te interesa, pues nunca más
volveremos a vernos.
Llegaron a la casa de la abuela.
—Querida Silvia, ¿es que no pensabas venir a verme?
Sophia la besó y le dijo:
—Claro que sí, doña Diana.
—Siéntate a mi lado.
—Quiero hablar de algo importante con usted —le dijo Sophia, decidida.
—Te aseguro que ya lo sé.
En ese momento entró Law en la sala y las saludó.
—Querida Silvia, ¿ya te dijo la abuela que quiere que Clint y tú se casen lo más
pronto posible?
Silvia no respondió. Dio un paso al frente y salió de la sala.
—¿Qué le pasa, Law?
—No lo sé, abuela.
—Ve a buscarla, por favor.
Law salió y la llamó.
—Silvia…
Sophia se detuvo. Sus bellos ojos verdes se clavaron en el rostro masculino.
—¿Deseas ofenderme de nuevo? No voy a permitírtelo. La farsa termina aquí.
¿Qué le parece el final?
—Ridículo. Mira, Silvia, a mí no me interesan ni Clint ni tú, pero sí mi abuela y
no quiero que sufra. Por eso vamos a entrar al salón y a continuar esta farsa.
—¿Para qué? ¿Para que me duela más el cariño que me tiene tu abuela?
—No te hagas la santa. Las mujeres de tu calaña…
—¿Por quién me has tomado?
—Por quien eres. Cuando termines el trabajo con mi hermano pienso contratarte.
Él es desapasionado, a pesar de llevar una vida desordenada. Yo soy distinto. Te
contrataré para amarte una temporada, todo el tiempo que quiera, y no me avergüenza
decir que lo deseo intensamente.
En ese momento apareció Clint.
—¿Qué pasa Silvia? —le preguntó al verle el rostro lleno de lágrimas.
—La comedia terminó, Clint. No soy Silvia ni soy tu novia. Entra y dile a tu
abuela que lo hiciste por no perder la herencia y que yo acepté porque necesitaba
dinero. Lo siento mucho, porque le tomé cariño a la señora Baker.
Sophia salió corriendo y los dos hermanos, desconcertados, no pudieron retenerla.
De pronto, Law reaccionó.
—Clint, se te escapa.
—¿Qué le dijiste, Law?
—Lo que se le dice a una mujer de su clase, nada más.

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—¿Ahora qué hago? Voy a perder la herencia. Silvia no debió…
—¿Cuál es su verdadero nombre? ¿Dónde puedo encontrarla?
—Tengo su número de teléfono y su dirección. Law, ayúdame, por favor.
—Si me das esos datos, te prometo arreglarlo todo con mi abuela.

Entraron en la sala donde Diana Baker los esperaba. La abuela se asombró mucho
cuando solo vio a los dos hermanos.
—¿Dónde está Silvia?
—Ella se fue, abuela —dijo Clint—. Dice que no me ama lo suficiente para
casarse conmigo.
Diana Baker miró con seriedad a sus nietos. Después les dijo:
—Bueno, ya se acabaron las mentiras. ¿Acaso pensaste que me habías engañado,
Clint? Lo supe desde el primer momento. Mi secretario se encargó de averiguar todo
sobre ti y la supuesta Silvia.
—¡Abuela!
—De ti, Clint, puedo esperarlo todo, pero jamás pensé que Law podía
comportarse como un patán.
—¿Qué dices, abuela?
—Has tratado a esa muchacha como si fuera lo peor del mundo. Lo sé porque Jim
te siguió hace un rato y me contó lo que le ofreciste. Es imperdonable tu proceder.
—¿Qué puede pensarse de una mujer que se presta a hacer algo así?
—Debiste investigarla antes de condenarla. Ella trató de confesarme lo que estaba
haciendo, pero no se lo permití. Sophia Wood, que es su verdadero nombre, es una
chica de familia. Tiene a su madre enferma y a dos hermanos menores a quienes
mantener, y no tenía trabajo. Aceptó la oferta de Clint por necesidad. ¿Que lo que
hizo no estuvo bien? Estoy de acuerdo, pero a veces las circunstancias de la vida
pueden empujarte a hacer cosas que no deseas.
—Eso no la justifica —dijo Law.
—Claro, porque eres perfecto. Tan perfecto, que como esa mujer te gusta, le
propusiste que fuera tu amante.
Law bajó los ojos avergonzado ante su abuela y guardó silencio.
—Voy a tratar de que Sophia Wood acepte trabajar conmigo como señorita de
compañía. Quiero ayudar a esa joven. A ti, Clint, te voy a dar la última oportunidad, y
lo hago porque tu hermano también me ha decepcionado y no puedo dejarlo como mi
único heredero. Vas a quedarte aquí y trabajarás con Law. Si aceptas, será para tu
bien, de lo contrario, puedes irte y olvidarte de mí. Y tú, Law, espero que cuando
vayas a ver a Sophia la convenzas de que venga a trabajar conmigo. Te ruego que no
me visites hasta que la busques.
—Pretendes humillarme.
—Pretendo que repares tu error. Dile a Jim que te dé su dirección.

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Minutos después, los dos hermanos salieron juntos.
—Por lo visto la abuela lo sabía todo desde el principio —dijo Clint.
—Todo esto es por tu culpa, Clint.
—¿Y a ti quién te mandó a hacerle una proposición deshonesta a Sophia?
—Es tan bella que tienta a cualquiera. ¿Acaso crees que soy ciego?
—¿Sabes lo que creo, Law? Que estás enamorado de Sophia. Por eso llegabas
todas las noches a comer con la abuela, para verla. Tú no solo la deseas, la amas.
Law guardó silencio. Después dijo:
—¿Qué piensas hacer, Clint?
—Trabajar contigo. No tengo más remedio que hacerlo.
—Te trataré como a cualquier empleado —le dijo Law.
—Lo sé. ¿Y tú qué harás?
—La abuela me exigió buscar a Sophia, de lo contrario no puedo llegar a su casa.
Tengo que pensarlo bien.

Habían pasado dos semanas. Law se detuvo ante una casa sencilla. ¿Qué iba a
decirle a Sophia? No lo sabía en realidad, pero se sentía ansioso, pues iba a penetrar
en el mundo íntimo de la mujer que amaba. Sí, esa era la verdad: se había enamorado
de Sophia, quien no era rica ni pertenecía a su clase social. Solo tenía su belleza y la
pureza de sus ojos melancólicos. Tocó en la puerta y le abrió un muchacho de unos
16 años.
—¿Puedo hablar con Sophia?
—Mi hermana no está.
—¿Quién es, Tony? —se escuchó una voz débil desde adentro.
—Un señor que busca a Sophia.
—Dile que pase.
Law se sintió menguado y entró en la casa. Todo era muy sencillo, pero estaba
inmaculadamente limpio y ordenado. Una mujer muy pálida entró en la sala.
—Sophia no está y no regresará porque está trabajando. Ella nos mantiene, señor.
Gracias a su trabajo ha podido comprar mis medicinas. Espero ponerme bien y
ayudarla. ¿Sabe? Ahora tiene un nuevo empleo. El anterior no me gustaba, pues venía
muy tarde y siempre la veía triste.
Por lo visto, la mamá de Sophia no sabía nada del trabajo que había hecho su hija.
—Bueno, señora, mucho gusto en conocerla. Tengo que irme. Volveré otro día.
Decidió ir a casa de su abuela.

—Law —le dijo la anciana—, ya no te esperaba. ¿Dónde te has metido?


—Me dijiste que no regresara si no te traía a Sophia Wood. Hoy fui a su casa,
pero no la encontré. Está trabajando.

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—Ah… ¿Cómo vas con Pier?
—¿Con Pier? Hace tiempo que no la veo. No estoy enamorado de ella, abuela.
—Voy a pedir que nos traigan café —dijo Diana Baker y tocó una campanita.
En ese momento entró Sophia y quedó paralizada cuando vio a Law.
—¿Me llamaba, señora Baker?
—Sí, Sophia. Pide que nos traigan café, por favor.
—Enseguida, señora.
Sophia salió. Law estaba muy pálido.
—Así que este es el nuevo trabajo de Sophia… No sabía que estaba contigo.
—Mira, Law, le tengo cariño a esa muchacha y me parece que tú estás enamorado
de ella. No la ofendas más, por favor.
—Abuela, ¿a ti no te importaría que yo me casara con una mujer sencilla?
—A mí solo me importa que sea decente. No te olvides que yo también vengo de
una familia humilde y que cuando tu abuelo se enamoró de mí, no se fijó en eso.

Law sentía que no podía más y decidió ir a casa de Sophia. La amaba como un
loco y tenía que saber si ella le correspondía.
Le abrió Tony, el hermano de Sophia.
—Hola, usted vino hace unos días. Sophia no está, porque salió con Sam, pero
puede esperarla en la salita.
—Gracias, muchacho, la esperaré. Dime, ¿quién es Sam?
—Es nuestro vecino. Está enamorado de Sophia, pero ella no le hace caso. Ojalá
un día lo acepte, porque es muy bueno.
Law no respondió. Una hora después, escuchó que la puerta se abría.
—Sophia, piénsalo, por favor —escuchó una voz de hombre.
—Te estimo, Sam, pero nada más.
—¿Estás enamorada de otro? Desengáñame de una vez.
Law esperó la respuesta con anhelo.
—Sí, Sam, pero no tengo esperanzas. Es un imposible para mí. Perdóname por no
corresponder a tu amor, pues eres un gran hombre.
Cuando Sam se marchó, Sophia entró diciendo en voz alta:
—Mamá, mamá…
Quedó paralizada.
—¿Qué haces aquí, Law?
—Es la primera vez que dices mi nombre y suena muy dulce en tu boca. Sophia,
vine a pedirte perdón por mi estupidez y a decirte que estoy enamorado de ti. Cásate
conmigo. Tu madre y tus hermanos vivirán en casa de mi abuela y tú y yo en mi
apartamento, hasta que vengan nuestros hijos.
—Pero…
—¿Acaso no me amas como yo a ti?

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Law no pudo más y la besó apasionadamente, sin esperar su respuesta.
—Law…
—¿Me amas?
—Sí, Law, desde el primer día, cuando vi tus ojos por primera vez. Pero sabía que
eras un imposible para mí.
—Sophia, estás llorando…
—No puedo remediarlo. Es que soy muy feliz, Law.

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MARÍA DEL SOCORRO TELLADO LÓPEZ (El Franco, Asturias, 1927 - Gijón,
2009). Mas conocida como Corín Tellado, fue una escritora española de más de 4000
novelas románticas entre 1946 y 2009.
Corín Tellado es La autora más famosa de la literatura popular española. Publicó
unos 4000 títulos vendiendo más de 400 000 000 ejemplares de sus novelas, algunas
de las cuales fueron traducidas a 27 idiomas y llevadas al cine, radio y televisión.
Figura en el Libro Guinness de Récords 1994 (edición española) como la autora más
vendida en lengua castellana. Escribió casi exclusivamente novela rosa, pero también
fotonovelas. En un principio trabajó en exclusiva para la Editorial Bruguera. Sus
obras tuvieron un éxito especial en Latinoamérica, donde impulsaron la creación de la
telenovela y el serial televisivo.
Al contrario que otras novelas europeas del género rosa, las novelas de Corín Tellado
transcurren en la actualidad y no en escenarios exóticos o en otras épocas. De ahí su
gran poder para identificarse con sus contemporáneas. Las últimas, sin embargo,
utilizan personajes de alta posición social. La clave de todo es la temperatura
sentimental: sus personajes suelen ser, aunque no siempre, gente que tiene el dinero
en bruto, pero que valora con una ingenuidad nada neoliberal los sentimientos. La
propia autora afirma que su estilo se perfiló gracias a la censura de la España
franquista, que expurgó sus novelas de forma inmisericorde; además, todas
terminaban inevitablemente en boda: «Algunas novelas venían con tantos subrayados
que apenas quedaba letra en negro. Me enseñaron a insinuar, a sugerir más que a
mostrar». Hubo ocasiones en que la censura le llegó a rechazar cuatro novelas en un

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mes.
El fuerte de Corín Tellado, aparte de su gran facilidad para desarrollar argumentos
interesantes, es el análisis de los sentimientos. La descripción en sus novelas es
mínima y el estilo es directo. Al momento de su deceso su literatura había
evolucionado con los tiempos, sabiendo reflejar la realidad social contemporánea.

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