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Toda conducta humana es aprendida

Los seres humanos somos en esencia hojas en blanco moldeadas por nuestro
ambiente. Así, B.F. Skinner resumió su convicción en la fuerza del entorno para
moldear el comportamiento: “Denme un niño al nacer y haré de él lo que ustedes
quieran”. Tenemos numerosos mecanismos sociales cuya razón de ser es esta
convicción en el poder de la conducta aprendida. Permítame detallar algunos:
Función de la paternidad. Le concedemos mucha importancia a la función de
madres y padres en la crianza de los hijos. Por ejemplo, creemos que los hijos
criados sin padres estarán en desventaja por la falta de un modelo paterno. Los
padres que tienen dificultades constantes con las autoridades corren el riesgo de
que éstas les retiren la custodia de sus niños, medida que se toma porque la
sociedad cree que unos padres irresponsables no proporcionan el ambiente
adecuado a sus hijos.
Importancia de la educación. Las sociedades avanzadas invierten mucho en la
educación de sus jóvenes. Por lo regular, brindan 10 años o más de educación
gratuita y en muchos países asistir a la universidad luego de terminar la
preparatoria, es la norma más que la excepción. Se hace esta inversión en
educación porque ésta se considera una forma de que los jóvenes adquieran
conocimientos y habilidades.
Entrenamiento en el trabajo. De los individuos que no van a la universidad, la
mayoría tomará cursos de capacitación para el trabajo en los que adquirirán
habilidades específicas. Siguen estos cursos para hacerse diestros como
mecánicos de automóviles, asistentes médicos, etc. Del mismo modo, las personas
que quieren hacerse trabajadores de algún oficio se hacen aprendices de
carpinteros, electricistas o plomeros. Además, las empresas invierten miles de
millones de dólares cada año en capacitación y educación para que las habilidades
de sus empleados estén al corriente.
Manipulación de las recompensas. Las organizaciones dedican complicados
programas de compensación a remunerar equitativamente a los empleados por su
desempeño en el trabajo. Pero estos programas también están diseñados con la
intención de motivarlos. Tienen como finalidad estimularlos para que manifiesten los
comportamientos que la administración desea y extinguir los que quiere desalentar.
Por ejemplo, los niveles salariales recompensan la lealtad de los empleados, incitan
al aprendizaje de nuevas destrezas y motivan a los individuos para que asuman
mayores responsabilidades en la organización.
Los mecanismos anteriores existen y florecen porque las organizaciones y la
sociedad creen que las personas podemos aprender y cambiar nuestro
comportamiento.
En tanto que la gente aprenda y sea influida por su ambiente, se ha prestado muy
poca atención al papel que cumple la evolución en el moldeamiento de la conducta
humana.
La psicología evolutiva explica que los seres humanos estamos básicamente
armados cuando nacemos. Llegamos a esta tierra con rasgos incorporados, afilados
y adaptados luego de millones de años, que dan forma y limitan nuestro
comportamiento.
Todos los seres vivos están “diseñados” según ciertas combinaciones de genes.
Como resultado de la selección natural, los genes que producen características de
diseño defectuosas, son eliminados. Las que ayudan a la supervivencia de la
especie perduran y se transmiten a las generaciones siguientes. En el caso de los
seres humanos, muchas de las características con las que sobrevivieron nuestros
primeros antepasados Homo sapiens las conservamos y ejercen una influencia en
la forma como nos conducimos. Veamos algunos ejemplos:
Emociones. Los pueblos de la edad de piedra, a merced de depredadores silvestres
y catástrofes naturales, aprendieron a confiar en sus instintos. Sobrevivieron los que
tenían mejores instintos. En la actualidad, las emociones tamizan toda la
información que recibimos. Sabemos que se supone que debemos actuar
racionalmente, pero nunca suprimimos completamente nuestras emociones.
Elusión de riesgos. Los antiguos cazadores recolectores que sobrevivieron no eran
buenos para correr riesgos: eran cautos. En la actualidad, cuando estamos a gusto
con el estado de cosas, vemos peligros en todo cambio y le oponemos resistencia.
Estereotipos. Para prosperar en una sociedad tribal, los primeros hombres tuvieron
que hacerse expertos en las alianzas juiciosas. Tenían que “calibrar” rápidamente
en quién se podía confiar y en quién no. Quienes eran capaces de hacerlo tenían
más probabilidades de sobrevivir. Hoy, como nuestros antepasados, de manera
natural encasillamos a las personas de acuerdo con pruebas mínimas,
principalmente su aspecto y unas cuantas conductas manifiestas.
Competencia entre hombres. Los hombres de las primeras sociedades humanas
tenían que embarcarse en juegos o batallas en los cuales había ganadores y
perdedores indiscutibles. Los ganadores alcanzaban una posición superior, eran
considerados parejas más atractivas y tenían más probabilidades de reproducirse.
El deseo natural masculino de combatir en público y desplegar su virilidad y
capacidad persiste en nuestros días.
La psicología evolutiva arroja dudas a la noción de que las personas son libres para
modificar su comportamiento si tienen capacitación o motivación. No quiere decir
que no podamos aprender o ejercer el libre albedrío, sino que la naturaleza nos
predispone a actuar y relacionarnos de ciertas maneras en determinadas
circunstancias.
Como resultado, vemos que las personas en las organizaciones se conducen
muchas veces de modos que no parecen benéficos para ellas ni para sus patrones.

Los argumentos se basan en N. Nicholson, “How Hardwired Is Human Behavior?”, en Harvard


Business Review, julioagosto de 1998, pp. 135-46, y B.D. Pierce y R. White, “The Evolution of Social
Structure: Why Biology Matters?”, en Academy of Management Review, octubre de 1999, pp. 843-
53.

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