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LITERATURA

1eroSEC.A PROF.DANY MEDINA PALACIOS

LA FAMILIA PICHILÌN Carlos Camino Calderón


saliendo en el altillo que temblaba como una
Frecuentaba el molino de Otero un extraño hamaca.
personaje –Rafael Mata (Pichilín)- mezcla de
cazador de pájaros al servicio de mamita, y torero Cuando mamita subía a la azotea para ayudarnos
de la cuadrilla del negro Valdez (El Maestro). a volar cometas, sonreía dulcemente ante ese

Habitaba Pichilín un altillo de maderas podridas, cuadro de humilde felicidad hogareña, y nos
ubicado entre el molino y la puerta de la Luna que invitaba a que siguiéramos el ejemplo de los
por el lado de los ochavos de sombra, daba entrada pichilincitos: - ¡No pelean ni se arrancan los pelos!
a la Plaza de Acho. Debido a esa circunstancia, ¡Comen lo que su mamá quiere darles!...
cuando mis padres llegaron a Otero, Pichilín fue uno ¡Mamita tenía razón! Los pichilincitos eran
de los primeros vecinos que acudieron para tiernos y cariñosos entre ellos. Los más grandecitos
ofrecerles sus respetos. Más tarde, la afición de cuidaban a los pequeños. Les lavaban la carita; les
mamita por los pájaros cantores, contribuyó a que cambiaba los calzones; les daban la mamadera… y a
las relaciones entre Pichilín y los nuevos ocupantes la hora de comer, daba gusto contemplar cómo se
del molino fuesen cada día más estrechas, y antes abalanzaban sobre el plato de carne, yucas y coles,
de un año, Pichilín era ya el abastecedor oficial de reservándose para el final un plátano de la isla bien
los pajareras de mamita, la señora Pichilina lavaba mosqueadito, o un camote que chorreaba miel.
nuestra ropa blanca, y los pichilincitos hacían
mandados que mamita pagaba espléndidamente El sábado era el gran día para la familia Pichilín.
con un bizcocho, una prenda de vestir de medio Desde muy temprano, los muchachos salían on
uso, o una que otra pesetilla. inmensos atados que olían a jabón a coco, y donde
iba la ropa limpia para los parroquianos del molino
La familia Pichilín era un modelo de trabajo y de de Otero, el capellán de Copacabana, el dueño de la
buenas costumbres. ¡Nada de jaranas ni de San Botica del Peinado, el paradero de la esquina de los
Lunes!... Desde la azotea del molino dominábamos Borricos…
el altillo que ante nuestros ojos, aparecía como una
inmensa colmena donde todo el mundo trabajaba. Cuando los pichilincitos regresaban, la señora
Pichilín pasaba horas y horas confeccionando Pichilina ya les tenía lista la canasta donde tapaditos
banderillas, o remendando sus capotes de brega, o con un costal de yute, estaban los tamales que
sus redes de cazar pájaros. La señora Pichilina, debían vender cada muchacho, y ella arrancaba
cuando no estaba delante de la batea, estaba con la suya. Había que oír la gracia que ponía en el
planchando, o preparando tamales. Los pichilincitos pregón: -¡Tamalera! ¡Ya se va la tamalera suááá!
, o cargaban agua, o encendían candela, o colgaban Raro era el sábado en que la familia Pichilín, no
de barandas y cordeles la ropa recién lavada. recibiera doce o quince soles de plata por concepto
¡Todo el mundo trabajaba, y todo el mundo de venta de tamales y de lavado de ropa. Por otra
parecía contento! Allí no se peleaba ni se oían parte, el sábado también era propicio para la venta
palabrotas, como en la casa del carretero Papito. El de pájaros que Pichilín efectuaba colocando sus
señor Pichilín silbaba alegremente mientras cosía; la jaulas en la esquina de Zavala y Paz Soldán, o
señora Pichilina cantaba la Oda de Grau, mientras rematándolos al viejo Soria, un comerciante de la
sacaba la mugre; y los pichilincitos –a pesar de que calle de la Concepción, que vendía aceitunas,
andaban con las patitas en el suelo- reían, quesos y pájaros de todas clases.
bromeaban, y se daban de topetones entrando y Pero durante la temporada de toros, la dicha del
sábado era opacado por la corrida del domingo. En
este día, desde que Pichilín empezaba a revisar
sobre su camastro el gastadísimo traje de luces Este era un momento muy emocionante, y que
Corinto y oro, hasta que regresaba de la Plaza de ponía nerviosa a mamita. Los pichilincitos se
Acho, una nube de tristeza velaba el pobre altillo, y prendían a las rodillas del padre, y le cubrían las
la familia entera andaba como en sueños. ¡Nadie manos de besos y de lágrimas, mientras la señora
hablaba! ¡Nadie reía! Y a la hora del almuerzo, Pichilina –sin fuerzas para moverse de su sitio-
¡nadie quería probar bocado! clavaba los ojos en el Señor de los Milagros, y
balbuceaba: -¡Señor! ¡Señor! Defiende el pan de
A las dos de la tarde, Pichilín empezaba a vestirse
estas pobres criaturas!
ayudado por el mayor de los pichilinitos. Desde la
azotea adonde habíamos subido acompañado por Ni bien había salido el padre, el pichilincito
mamita, no perdíamos detalles… La operación de mayor encendía velas a cada una de las mil
ceñirse la inmensa faja, era delicadísima. Mientras estampas de santos que había en el altillo, y la
el muchacho, desde un extremo de la habitación, familia, traspasada de angustia, se dedicaba a rezar
sostenía una punta, Pichilín –girando sobre los rosario tras rosario todo el tiempo que duraba la
talones y con los brazos abiertos –iba acercándose corrida.
desde el otro extremo, hasta tener toda la faja
Invariablemente, al dejar la azotea, mamita se
enrollada en la cintura.
arrojaba pálida y temblorosa en brazos de papá, y
El trenzado de la negra y rizona coleta, y la le suplicaba: -¡Dale trabajo en el molino, para que
montera, también requerían mucho cuidado. La deje de ser torero!... E invariablemente también,
montera debía encajar ni muy adelante, ni muy papá ofrecía dar trabajo en el molino a Pichilín, y al
atrás. Y la moña de la coleta, debía defender la día siguiente: ¡Se olvidaba del ofrecimiento!
parte posterior del cerebro.
Mamita no insistía porque no le gustaba ser
Mientras tanto, la señora Pichilina, hecha un mar machacona pero sentía que se le estrujaba el
de llanto, y los muchachos, permanecían corazón.
arrodillados frente a una imagen del Señor de los
Terminada la corrida, Pichilín sacaba el cuerpo de
Milagros, a cuyos pies, se había colocado el hábito
Bobito, Volante y demás banderilleros, y en lugar de
morado que Pichilín en la procesión del 18 de
acompañarlos a enmonarse con el guarapo y la
octubre. Porque Picchilín -al igual que Simón
chicha que el negro Caravelí preparaba en su
Delgado (Bobito), Manuel Tovar (Volante), Toribio
chichería de la calle del Chivato, se dirigía a la
Seminario (Mentirilla) y demás banderilleros de la
puerta de la Cecina, para reclamar las menudencias
cuadrilla de Ángel (El Maestro)- pertenecía a la
de los toros muertos en la lidia de esa tarde, y que
“Hermandad de Cargadores del Señor de los
los empresarios acostumbraban regalar a la
Milagros”, y cargaba las pesadísimas andas que a
cuadrilla de Ángel Valdez. Y así, con el capote de
tanto negro ha vuelto tísico, desde la iglesia de las
paseo en un brazo y la lata lleno de bofes en una
Nazarenas hasta la de la Concepción.
mano, trepaba en dos trancos a su altillo.
La zambita Nieves aseguraba que Pichilín
cumplía su cometido con mucha devoción. Sudaba
como un filtro y las piernas le temblaban, para él –
siguiendo la costumbre tradicional de los
cargadores- no hacía sino besar el cordón y, ¡santo
remedio! ¡La fatiga desaparecía!

A las tres en punto, Pichilín tomaba el capote de


paseo y comenzaba a bajar la escalera del altillo.
¡Cuántas veces pensaría que ni iba a regresar más!

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