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Texto en Adûnaico.

De los últimos días de los Numeroreanos negros en Umbar.


Estantería 477.

Cuando se acercaba el día de la ascensión de Tarannon, los señores de


Umbar se asustaron; porque no podían esperar por siempre resistir el poder
de los hijos de Elendil a través de su fuerza menguante.
Y, sin embargo, esta condena inminente no era más que el lienzo de un
peligro más grande, pues su raza estaba muriendo. Después de la caída de
Sauron y la desaparición de Fuinur, los Hombres del Rey se habían reducido
en número, y gran parte de su sangre se fusionó con la de hoombres
Menores.
Así fue que en el tiempo de Tarannon ninguna mujer de linaje puro se
mantuvo para perpetuar su nombre. Pidieron a Melkor que los liberara de
su destino, y derramaron la sangre de muchos sacrificios sobre el altar de
su templo, para obtener las respuestas que pudieran decirles los espíritus
de sus padres sobre la promesa de la inmortalidad.
Sus mentes se retorcieron de desesperación, y muchos se mataron en su
locura y orgullo; pero entonces se levantó uno entre ellos, que habló en
susurros acerca de un camino por el cual su salvación podría ser alcanzada
y sus enemigos derrocados.
Su nombre era Zimrakhil, y él era un malvado señor de la nigromancia del
linaje de Herumor. “El Señor de la Oscuridad Antigua no miente", les dijo.
“la Inmortalidad fue prometida a los que le sirven, y esas palabras no fueron
pronunciadas a la ligera; pero la malicia de los Valar ha frustrado sus
designios, y los Hijos de Elendil obstaculizan la llegada de ese día. Sólo
cuando su poder sea derrocado y miren las mentiras desnudas de sus amos,
entonces se arrojarán avergonzados sobre nuestros altares para la gloria
de Melkor; pero ese honor lo debemos ganar por nuestro propio esfuerzo".

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Texto en Adûnaico.
De los últimos días de los Numeroreanos negros en Umbar.
Estantería 477.

Los señores de Umbar respondieron: "Hablas de victorias aún no alcanzadas


y de honor que aún no se ha tenido, pero con cada día que pasa nuestros
enemigos se fortalecen y nosotros, somos más débiles. ¿Alguno de nuestra
raza vivirá para ver ese día? ¡Abre los ojos a la verdad, vidente! ¡No hay aquí,
entre nosotros, ninguna mujer viva por cuyas venas circule la sangre de Ar-
Pharazôn!
Entonces la voz de Zimrakhil se volvió suave pero venenosa, y se burló de
su incredulidad. “¡Tontos! ¡Tontos desalmados! ¡Que no os alcance el olvido,
mientras que la prueba de las palabras de Melkor yazca ante vuestros
rostros! Porque hay una mujer de nuestra sangre que aún vive, y cuyos
años han sobrepasado incluso a los de Elros Tar-Minyatur, la bendición
más grande de nuestra raza.
¿De quién hablas? Contestaron los presentes.
Entonces Zimrakhil se rió, y el sonido de su risa resonó por el templo de
Melkor. 'Ancalimë,' dijo al fin. 'La hija de Fuinur.' Pero los Hombres del Rey
lo miraron una vez más en duda: '¿Por qué nos hablas de leyendas?'
'Hablo solo de lo que mis propios ojos han visto; porque he estado en la
Fuente de Fuinur y he mirado el rostro de nuestro antepasado", respondió el
profeta con lentitud. "Y él vive." Hubo un asombro callado en el Templo
cuando los señores de Umbar contemplaron lo que esto podría significar.
Luego, al fin, preguntaron: ¿Y qué hay de Ancalimë, su hija? "Ella duerme al
lado de su padre y de toda su corte, muy por debajo de la superficie de
Arda; pero pronto ella despertará, y su presencia anunciará nuestra
salvación y la caída de nuestros enemigos'.

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