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Ficha de cátedra1

Sobre el Orden Jerárquico


en la economía mundial capitalista
Capitalismo como orden mundial

Aquí elegimos como opción teórica la necesidad de entendernos como parte integrante de un
sistema capitalista desplegado al nivel mundial que, como periferia del mismo, nos condiciona o
determina.

Salir del “ombliguismo” del frecuente “nacionalismo metodológico” que recorta y nos priva de una
dimensión clave para entender cuestiones que hacen a los problemas estructurales de cualquier
economía nacional en los planos social, económico y político. A título ilustrativo, es imposible
pensar proyectos de desarrollo nacional sin entender las coordenadas internacionales de un
momento dado de la historia del capitalismo como sistema mundial, con sus distintas fases
reconocibles, sus relaciones de poder, la geopolítica y su agenda, los paradigmas tecnológicos
vigentes, los estándares de consumo y productividad, la cultura hegemónica global, el tipo de
políticas económicas de los países centrales, las ideologías predominantes.

El capitalismo es un sistema socioeconómico, un modo de organización de la producción material


y su distribución2, cuyo rasgo básico y fundamental es que está orientado a la acumulación
ilimitada del capital3. “Capital” se define como proceso y como relación social, por su necesidad de
permanente autoexpansión bajo diferentes formas (capital productivo, capital financiero, capital
inmaterial): el proceso conocido como D-M-D’…..D n 4. La búsqueda permanente de lucro, de
rentabilidad, para incrementar la cantidad de valor o riqueza que posee cada agente que puede
definirse como capitalista.

1
Elaborado por Pablo Tavilla para uso en la asignatura Estructura Económica Argentina y Mundial, del Ciclo Común del
las carreras del Depto. de Economía y Administración de la Universidad Nacional de Moreno y para la cátedra
“Elementos de Economía y Concepciones del Desarrollo”, titular José Castillo, Licenciatura en Ciencias de la
Comunicación, FCS-UBA. Versión 2018.

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Un sistema que no está orientado a la satisfacción de necesidades sino a producir social y mundialmente para un
mercado, para la compra y venta (mercancías), como nos plantea Marx en el capítulo 1 de El Capital, sobre las
mercancías.
3
Algunos autores como R. Brenner, ponen el foco en la relación salarial como rasgo específico del capitalismo y no en la
acumulación. Aquí seguimos la definición “de mínima” de autores como Immanuel Wallarstein, D. Harvey y G. Arrighi.

4
Un corolario importante que amerita resaltar, en palabras de I. Wallerstein (2014): “Es en este contexto en que se
debería considerar el proceso de cambio tecnológico, que no ha sido tanto el motor como la consecuencia del
capitalismo histórico”

1
Por cierto, la expansión mercantil y la mercantilización, así como la extensión de relaciones
salariales son procesos sociales que tuvieron especial profundización durante el modo de
producción capitalista y no pocos autores prefieren destacarlos como elementos propios de este,
en especial, el proceso de asalarización. Esta es una modalidad histórica de relación social entre
dueños de medios de producción y desposeídos o meros poseedores de capacidad de trabajo,
diferenciándolo de relaciones sociales de producción más típicas y extendidas en modos de
producción anteriores como la servidumbre o la esclavitud.

Aquí preferimos la definición “mínima” e indiscutida de capitalismo: la basada en su lógica de “la


acumulación por la acumulación” como rasgo básico y ley o principio rector de actividades
económicas, sociales y políticas a partir de un momento histórico que puede situarse más claro
durante el siglo XVI.

Podemos reconocer distintos regímenes de acumulación históricos que incluyen cambios


institucionales y políticos, mutaciones en las formas de los conflictos sociales y en las relaciones de
fuerza, diferentes modalidades y ritmos de desarrollo de las fuerzas productivas (cambio técnico,
en la organización del trabajo con desigual expansión geográfica, en las maquinarias, en la
infraestructura), diversidad de formas de imbricación con los estados nacionales y sus políticas
(estados de bienestar y desarrollistas, diferente signo de políticas macroeconómicas, etc.),
distintos órdenes hegemónicos y geopolíticos mundiales.

Hablamos de capital cuando un activo está destinado a un proceso de autoexpansión. A título


ilustrativo, una máquina no es en sí misma “capital” en este sentido, de hecho podemos encontrar
diferentes tipologías de ellas que existieron en distintos momentos históricos y no solo en el
capitalismo. Sí es considerable como parte del capital en el sentido definido cuando es un medio
de producción subordinado a la lógica y a las relaciones capitalistas bajo el propósito rector de
acumulación de capital y búsqueda de rentabilidad. Lo mismo podemos decir respecto de la
contratación de fuerza de trabajo y de la explotación de recursos naturales (mediadas por la
aplicación de tecnologías) bajo relaciones capitalistas así definidas.

La búsqueda de ganancia es el motor del capitalismo y la lógica de expansión de los capitales, ya


desde sus orígenes hacia fines del siglo XV y principios del XVI (Modernidad). Una lógica que
agrega fuerza y más razones a la tendencia histórica de la humanidad por rebalsar límites
territoriales y emprender empresas de conquistas imponiendo condiciones de dominación
(fundamentalmente tributos).

A la hora de dar cuenta de cómo se configura la estructura de relaciones económicas al nivel del
espacio mundial (comerciales, financieras, experiencias nacionales y regionales de desarrollo
capitalista, instituciones y regulaciones), un aspecto clave es el referido a las relaciones de poder y
de dominación que se configuran y se configuraron históricamente constituyendo un sistema
desplegado institucional y geográficamente.

Una dimensión de expansión geográfica que ha llevado a lo que actualmente conocemos como
“globalización”, “mundialización” o “economía mundo capitalista”, con la subordinación planetaria
bajo las leyes del capitalismo y sus rasgos de profundas diferencias “geográficas” en cuanto a
desarrollo material y social. Un orden mundial que es jerárquico, no exento de violencia,
diferenciador en cuanto a posibilidades de desarrollo y decisión soberana y creador de formas de
relaciones económicas asociadas a intercambios desiguales de recursos entre países y actores.

2
Acumulación económica y de poder, economía y política

En la explicación de la historia de la conformación del sistema capitalista mundial moderno, de sus


tendencias y cambios y de la constitución de los estados nacionales, confluyen aspectos de orden
económico y de poder.

En ese sentido, un primer desafío conceptual, refiere a lo que sería una especie de tensión entre
las dimensiones o variables de índole política y económica a la hora de explicar las lógicas
predominantes de la configuración del espacio mundial capitalista y de sus partes constituyentes,
así como las relaciones entre estas. Es decir, las opciones de análisis conceptual que se basaron en
un mayor énfasis ya sea, en las razones económicas, o en las razones políticas (de poder) que
llevaron a construir un orden institucional histórico y un “mercado mundial”. Si predominaron las
motivaciones de riqueza o las de poder.

Aquí aceptamos la propuesta teórica de C. Aguiar de Medeiros (2001), acerca de que: “…las
dimensiones de ‘poder’ y ‘riqueza’ no pueden ser disueltas, sino que deben ser consideradas como
polos en permanente tensión”.

En cuanto a la preponderancia de las explicaciones apoyadas en lo que serían principalmente las


razones económicas para la expansión geográfica y las relaciones de dominación, está la tradición
marxista y sus desarrollos en términos del concepto de imperialismo (Lenin, teoría de la
dependencia) y, más recientemente, el rico enfoque en términos de “hegemonía mundial” y
economía mundo capitalista” al que pueden asociarse las obras de Giovanni Arrighi e Immanuel
Wallerstein.

Si bien no estaba tan clara la idea de imperialismo, dado su horizonte temporal decimonónico, en
el capítulo XXIV de El Capital, sobre Acumulación Originaria, Marx dejaba “puntos de partida” al
analizar la génesis histórica del capital y nos dice cosas como: “En la historia real el gran papel lo
desempeñan, como es sabido, la conquista, el sojuzgamiento, el homicidio motivado por el robo:
en una palabra, la violencia. En la economía política, tan apacible, desde tiempos inmemoriales ha
imperado el idilio…………En realidad, los métodos de acumulación originaria son cualquier cosa
menos idílicos”. (Ed. Siglo XXI).

En la parte 6 del mismo capítulo XXIV, Génesis del capitalista industrial, Marx hace referencia al rol
clave de las zonas periféricas en el “éxito” de los países hegemónicos: “El descubrimiento de las
comarcas auríferas y argentíferas en América, el extermino, esclavización y soterramiento en las
minas de la población aborigen, la conquista y saqueo en las Indias Orientales, la transformación
de África en un coto reservado para la caza comercial de pieles negras, caracterizan los albores de
la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos constituyen factores fundamentales en la
acumulación originaria. Pisándole los talones hace su aparición la guerra comercial entre las
naciones europeas, con la redondez de la tierra como escenario. Se inaugura con el alzamiento e
los Países Bajos y su separación de España, adquiere proporciones ciclópea en la guerra
antijacobina llevada a cabo por Inglaterra y se prolonga todavía hoy en las guerras del opio contra
China, etc.” (Ed. Siglo XXI)

El brasileño José Luis Fiori (p.e. 2009) representa, en cambio, una postura que enfatiza y da
preponderancia a la lógica del poder (la política, digamos) sobre la lógica económica (del capital), a
la hora de dar cuenta de los orígenes de la compulsión a la acumulación capitalista y de su

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imbricación con el interés de expansión de los dominios territoriales de los primeros poderes
soberanos europeos (“príncipes”). Es decir, en la constatación de íntima relación entre
acumulación de poder y de capital, da primacía explicativa a la primera para dar cuenta de los
orígenes de la segunda.

El origen de la aceleración de la acumulación de capital y el crecimiento de los mercados en un


momento histórico determinado remite en J.L. Fiori a lo que es una constante histórica humana
anterior de guerras y conquistas para la acumulación de poder, siendo este último el impulso
“primario” u original, allá por los siglos XII y XIII.

No descubrimos nada nuevo si decimos que la dominación y la acumulación de riquezas y poder


son hechos permanentes de las sociedades humanas (E. Said, 2018).

Siguiendo al mismo autor (Fiori, 2009), poder, tributos y excedente material son elementos
conceptuales claves para una teoría sobre la formación del capital y del capitalismo, con su
constitutiva tendencia a la internacionalización y la formación de periferias, si bien reconocen
antecedentes milenarios (imperios como el romano o el persa).

En este sentido, una adecuada definición de la muy utilizada denominación actual de


“globalización económica” la encontramos también en Fiori, J.L. (2009), quien la concibe como un
atributo original, constitutivo y perenne del capitalismo: “Un rasgo de la expansión victoriosa de
estados nacionales que lograron imponer su poder de comando sobre un territorio económico
supranacional cada vez más amplio, junto con su moneda, su deuda pública, su sistema de crédito,
su capital financiero y varias formas indirectas de tributación selectiva destinada a cubrir parte de
los costos de gestión del propio poder global”

En síntesis, sobre este proceso mundial y sus rasgos estructurales de desigualdad, desarrollo
desigual de estados y economías nacionales, relaciones de poder y de extracción histórica de
“tributos” bajo formas cada vez más sofisticadas e invisibilizadas, se desarrollaron distintas
perspectivas teóricas que podemos agrupar, ya sea de impronta mas economicista y con fuerte
influencia del marxismo y su “materialismo”, como serían los casos de la teoría del imperialismo y
las teorías del “sistema mundo” o hegemonía mundial, así como otros enfoques que trascienden
lo económico y lo integran de otra manera, especialmente en la explicación sobre el origen del
capitalismo, como es el caso de José Luis Fiori.

Aquí describiremos enfoques que nos parecen más interesantes y representativos sobre orden
jerárquico mundial, aunque de forma breve e introductoria, así como algunas revisiones críticas al
respecto. No obstante, como denominador común, todas ellas se basan en una concepción que
reconoce y trata de entender las implicancias de una estructural desigualdad, propia del
capitalismo, así como su forma de proyección en el ámbito mundial en términos de centros
metropolitanos y periferias y semiperfierias.

La noción de Imperialismo
El llamado “imperialismo”, a diferencia de “imperio” que alude a situaciones de larga data,
irrumpe precisamente hacia la última década del siglo XIX y cobra más popularidad a partir de la
serie de estudios históricos que se realizan con el propósito de dar cuenta de lo que el historiador

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Eric Hobsbawm caracteriza como la Era del Imperio: el período 1870-1914 aproximadamente
(algunos lo extienden hasta la crisis de 1929-1930), en plena fase de despliegue industrial.

Esa etapa coincide con el reparto a gran escala de una buena parte de la geografía planetaria entre
un puñado de países: Inglaterra y Francia, principalmente, pero otros también se lanzaron a la
conquista de dominios de ultramar como Holanda y Bélgica, otras tres potencias que
recientemente se habían formado y llegan más tarde al reparto: Italia, Alemania y Japón. Mientras
tanto, los EEUU estaban todavía más concentrados en su expansión hacia el oeste primero y luego
a varias regiones vecinas.

Asia (India, China, Indochina), Oceanía, África y América Latina se ven fuertemente afectadas, si
bien la última con gobiernos formalmente soberanos. Los grandes perdedores: los países ibéricos,
que habían sido las potencias colonialistas anteriores durante la primera fase “atlántica” de fuerte
expansión del capitalismo comercial. Los casos de Argelia, como parte del imperio francés y la
India, como parte del británico, son los casos paradigmáticos, aunque no los únicos de
“posesiones”. Y nos estamos refiriendo aquí a los “imperios” modernos, los consolidados durante
el siglo XIX.

Una acumulación de poder, riqueza y posesiones territoriales sin precedentes asociados al


“apogeo de Occidente”, principalmente Francia e Inglaterra y más adelante EEUU. Los centros
metropolitanos imperiales llegaron a conquistar territorios a una escala inédita: hacia 1800 estos
imperios occidentales afirmaban poseer el 55% de la superficie terrestre y en 1914 el 85% en
formas de colonias, protectorados, dependencias, dominios y “commonwealths” (E. Said, 2018).

Edward Said (2018), un clásico en los estudios sobre colonialismo y pensamiento crítico sobre la
ideología del “orientalismo”, define imperialismo como “...la práctica, la teoría y las actitudes de
un centro metropolitano dominante que rige un territorio distante; colonialismo –casi siempre
consecuencia del imperialismo-como la implantanción de asentamientos en esos territorios
distantes”.

“Ni el imperialismo ni el colonialismo son simples actuaciones de acumulación y adquisición.


Ambos cuentan con el apoyo, y a veces con el impulso, de impresionantes formaciones ideológicas
que incluyen la convicción de que ciertos territorios y pueblos necesitan y ruegan ser dominados,
así como formas de conocimiento ligadas a tal dominación: el vocabulario de la cultura
imperialista clásica está cuajada de palabras y conceptos como ‘inferior’, ‘razas sometidas’,
‘pueblos subordinados’, ‘dependencia’, ‘expansión’, ‘autoridad’.

No obstante, no pocas veces se diferencia la noción de “colonialismo” en tanto este supone un


dominio o control político directo que incluye la anexión territorial y la falta de soberanía del país
colonial. El imperialismo tiene un sentido más amplio en cuanto al ejercicio de la dominación,
incluyendo medios más sofisticados e incluso menos visibles, sin que el país imperialista tome
necesariamente a su cargo el gobierno del país dependiente y valiéndose más bien de mecanismos
de coacción económica (términos del comercio, disponibilidad de capitales, dependencia
tecnológica, exigencia de condiciones para las inversiones, normativa “leonina”, moneda
hegemónica, etc.), ideológica, cultural y política, es decir, no sólo militar.

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El texto más representativo y “clásico” de ese tipo de análisis en función de las necesidades del
capitalismo es el de Lenin5, que publica en 1916 el clásico “El imperialismo, fase superior del
capitalismo”, partiendo de R. Hilferding y M. Bujarin, dando cuenta del proceso que observaba: la
fusión del capital bancario con el industrial y el auge de los monopolios y la expansión financiera.

Lenin distingue así algunas características que dan cuenta de lo que en ese momento era
interpretado como una nueva fase en la que ingresaba el capitalismo:

- Monopolio surge como consecuencia de los procesos de concentración y centralización


- Oligarquía financiera como nueva fracción de la clase dominante (aparece la forma de “capital
financiero”: se asocian el capital bancario y el industrial)
- Internacionalización de la economía mundial (exportación de capital como forma típica que
predomina sobre la exportación de mercancías)
- Reparto del mundo entre potencias capitalistas
- Asociaciones monopolistas que se reparten los diferentes mercados mundiales
- Formación de una aristocracia obrera en los países colonialistas beneficiadas por parte del
excedente generado en la explotación de las colonias

En Lenin subyace la visión de una singularidad naciente dentro del capitalismo, el imperialismo, la
cual tendrá importantes efectos históricos en materia de caracterización de situaciones nacionales
y estrategias políticas y económicas, ocasionando ricos debates, en especial, en el marco de la
tradición marxista y de perspectivas nacionalistas populares y de partidarios del antiimperialismo
en países dependientes. Es decir, enriqueciendo los análisis que ponen el foco en los efectos
condicionantes de las palpables asimetrías y jerarquías en las relaciones políticas y económicas
internacionales, en clara oposición a miradas actuales como las que suponen y proponen una
globalización buena “para todos”.

Podríamos asociar al concepto de “imperialismo” a la idea de exacciones económicas a los países


periféricos, mediante el funcionamiento “normal” del capitalismo y su expansión a nivel
planetario, asociado al desarrollo de diversas modalidades de relaciones comerciales y financieras
(intercambio comercial, inversiones de cartera, inversiones extranjeras directas, endeudamiento,
giro de utilidades, repudio de monedas periféricas y referencia en divisas hegemónicas, precios de
transferencia, etc.).

Ya no se trata solamente de las históricas exacciones de tipo “extra económicas” o tributarias con
base en el poder militar (imperios como el romano, chino y español, colonialismo tradicional, etc.),
sino también vía formas de relaciones económicas más complejas y veladas a partir de la irrupción
del capitalismo industrial y la hegemonía británica en el orden mundial (comercio, inversión
extranjera, préstamos, sistema monetario internacional, inversiones de cartera).

Es decir, la singularidad del período “imperialista” se basa tanto en la magnitud que adquirió la
expansión de las potencias imperialistas capitalistas con el dominio de extensas “áreas de
influencia” en todos los continentes, que contaba con la decisiva ayuda de oleadas de
innovaciones tecnológicas (barco a vapor, ferrocarriles); como así en las razones económicas que
lo impulsaron, más específicamente, a partir de los requerimientos y condicionantes del mismo
proceso de acumulación de capital (sus leyes, sus lógicas) y sobre todo, en la modalidad que

5
Vladimir Illich Ulianov, líder bolchevique de la revolución rusa de 1917.

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adquieren las exacciones económicas vía relaciones comerciales y financieras (sistema de precios
en comercio mundial, endeudamiento, inversiones directas y de cartera, contratendencias a la
crónica sobreacumulación capitalista) .

En lo esencial, este último es un proceso a escala mundial, y la fase histórica de auge industrial y
oligopolización se refiere a unos pocos países centrales lanzados por esa dinámica “de hierro” que
es la internacionalización del capital con el decisivo apoyo estatal de las nacionales soberanas
lanzadas a la expansión imperialista (poder militar, gestión de las “relaciones internacionales”,
apoyo al desarrollo económico, construcción de relatos e ideologías legitimadoras), por cierto, no
todas con igual éxito.

Podemos especificar algunas motivaciones económicas que se han considerado históricamente


para la explicar la inherente tendencia capitalista a lo que sería una expansión imperialista:

- Conquista de zonas en que se consiguen materias primas, en especial energéticas (fósiles,


caucho, minerales como hierro, cobre, estaño), asignando a las colonias el rol de
abastecedor de la industria del centro con actividades asociadas también al logro de
mayores tasas de ganancias (exportación de capital dinero para invertir en producción),
además de conseguir los insumos no poseídos. Negocios (expansión) a partir de productos
de la Periferia y su demanda en países centrales (cultivos como el té, el café, etc.)
- La disponibilidad de grandes “reservorios” de mano de obra barata. Actualmente, cadenas
de valor que aprovechan bajos costos (maquila mexicana, armadurías textiles y
electrónicas asiáticas y centroamericanas) o los rentables sistemas de explotación
esclavista y de servidumbre en plantaciones (azúcar, algodón, minería de metales).
- La demanda solvente de ciertos sectores de la población de países dominados o colonias
que permite colocar productos industriales de las economías centrales (necesidad de
realización de la producción).
- Búsqueda de territorios donde invertir excedentes generados en el centro con avidez de
rentabilización: exportación de capital como rasgo distintivo imperialista. Por ejemplo,
apertura de filiales o representaciones empresarias; colocaciones financieras; empréstitos
financiamiento y gestión para obras de infraestructura, como es el caso de obras
emblemáticas como el Canal de Suez y Panamá o la expansión de ferrocarriles en países
periféricos.
- En general, la búsqueda de nuevas oportunidades rentables dadas las tendencias a la crisis
por sobreacumulación.

Autores como Dumenil y Levy (2005), consideran que el imperialismo puede ser considerado como
una característica general y permanente del capitalismo: este busca, desde sus orígenes, ganancias
fuera de las metrópolis con la avidez que lo caracteriza. Son las necesidades de expansión exterior
de la acumulación de capital industrial y financiero las que dieron lugar al colonialismo y al
imperialismo desde los países europeos centrales y EEUU a partir del siglo XIX.

En todo caso parece más pertinente hablar de “sistema imperialista” de dominación y extracción
de recursos, que incluye a parte de la sociedad en alianza con actores y clases dominantes de los
países dependientes o periféricos para negocios intereses mutuos y complementarios, si bien en
general, para estos últimos en carácter de socios menores y subordinados.

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Coincidente con la expansión del capitalismo industrial, el imperialismo representó un salto en la
progresiva universalización del capitalismo y la constitución de un Centro (metrópolis) y una
Periferia (colonias y semicolonias): una unificación o economía mundial.

No obstante, no debemos dejar pasar que el “reparto” del mundo entre potencias también implicó
e implica conflictos y hasta guerras entre los mismos países con pretensiones imperialistas. Baste
decir que las dos guerras mundiales del siglo pasado, en especial la primera (1914-1918),
encuentra en la competencia y disputa inter-imperialista una importante explicación de sus
causas. Se trata de un sistema basado en la existencia de Estados Nacionales pertenecientes a
áreas centrales y periféricas en que la historia muestra procesos de auge y caída de los países que
ocuparon el lugar de superpotencia imperial (Inglaterra, EEUU) y disputas y guerras históricas con
desafíos de otras potencias centrales (Francia, Alemania, Japón).

En términos de los seguidores de la teoría del valor de Marx, podríamos decir que la
internacionalización como tendencia y como medio genera contratendencias a la ley de la caída de
la tasa media de ganancia6 (materias primas baratas para reducir composición orgánica del capital,
mano de obra barata, alimentos para abaratar canasta familiar en el centro, etc.).

Asimismo, nos parece oportuno mencionar los aportes de Rosa Luxemburgo hacia principios de
siglo XX, quien ponía el eje de la necesaria expansión imperialista con la exportación de capital
desde el centro por la búsqueda de nuevos mercados donde realizar (colocar, vender) las
mercancías producidas, dada la insuficiencia tendencial de los mercados internos frente a las
capacidades productivas crecientes (y la problemática de la “desproporción” en la expansión de
sectores productivos productores de bienes de capital y de consumo).

Se trataría entonces de una búsqueda de carácter estructural en el marco del modo de producción
capitalista, el cual siempre se asoció a un proceso de dominación de todo tipo que incluye
acciones como la imposición de la apertura de fronteras a economías (por ejemplo el caso
histórico de China e India, o más actuales de Irak, Libia y Afganistán), distintos mecanismos de
coacción explícita o implícita (presión, extorsión, boicot, invasión), obligaciones en base a
normativas y prescripciones de organismos internacionales funcionales (normas de comercio,
modelos de políticas económicas, regulación de empréstitos), dominio ideológico, o subsistencia
de vestigios de colonialismo explícito (Malvinas, Gibraltar, Honduras).

Nos referimos a expresiones reconocibles como la guerra y la invasión militar, la subordinación


directa de otros estados, la aculturación (incluye la evangelización), la formación y cooptación de
clases dominantes y dirigentes políticos locales (gobiernos “títeres”), formas de servilismo o
aprovechamiento de mano de obra que aceptaba bajos salarios, relaciones financieras con
endeudamiento crónico y transferencias de recursos, hegemonía cultural, remisión de utilidades
de Empresas Transnacionales, extracción de materias primas y políticas de comercialización y
precios, redes internacionales de producción y comercio que imponen condiciones y estándares, el
dominio de tecnologías, la imposición de estilos de vida y patrones de consumo, la integración
financiera (endeudamiento), el intercambio desigual y deterioro de términos del intercambio, etc.

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En efecto, una versión muy difundida es la que parte cierta interpretación de Marx en torno a la idea que sugirió
acerca de que hay una tendencia “estructural” a la caída de la tasa de ganancia media en el capitalismo, identificando
algunas posibles contra-tendencias que pueden operar para el sostenimiento del proceso histórico de acumulación de
capital.

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Es el resultado de la acción de los Estados de varios países en asociación con capitales privados
(empresas, empresarios). Se destaca igualmente la preponderancia o posición hegemónica de un
país dominante dentro del sistema “imperialista”: una relación hegemónica con los otros países
imperialistas centrales y entre estos y los países dominados. Una forma de nombrar la jerarquía de
países o estados y de actores capitalistas privados en la que los más fuertes imponen condiciones
y sacan provecho de los más débiles.

En Martínez Peinado y Vidal Villa (2001), la irrupción del imperialismo coincide con la etapa que
también llaman algunos autores (Paul Baran y Paul Sweezy) de capitalismo monopólico
internacionalizado y la que ellos definen, a partir de 1945 como “neo imperialismo” de
internacionalización productiva vía expansión de empresas transnacionales.

Los autores identifican distintas fases dentro del sistema imperialista, con diferentes
características: el predominio de las relaciones de comercio en las primeras fases colonialistas; la
exportación de capitales (préstamos o radicación de empresas que extraen plusvalía mayor,
desarrollo infraestructura exportadora, plantaciones y minería), la internacionalización productiva
(producción capitalista a escala planetaria organizada en redes comandadas por grandes empresas
transnacionales) y actualmente también la mayor importancia de las inversiones financieras
(mundialización financiera). Podría reconocerse como fases en las que primero se desarrolla la
internacionalización del capital mercancía, luego la del capital dinero y finalmente, hasta la
actualidad, del capital productivo.

Es importante destacar que estas modalidades de dominio imperialista asumen diferentes formas
a lo largo de los siglos XX y actual, producto de las características del proceso de acumulación en
términos económicos y políticos y del cambio en las relaciones de poder y hegemonía que se van
dando.

El desarrollo de las guerras mundiales, el advenimiento de EEUU como potencia mundial en el


siglo XX (económica, cultural, militar, tecnológica), el desafío de la Unión Soviética hasta fines de la
década de 1980 (Guerra fría) o el desarrollo de algunos países periféricos en la actualidad (China,
Corea del Sur) son algunos acontecimientos que dan cuenta de un concepto que, si es permanente
en lo que hace a un aspecto del capitalismo, asume no obstante ciertas especificidades históricas
en las distintas modalidades de relaciones económicas y políticas. Por ejemplo, la “defensa de los
valores de la democracia y el mundo libre” como pretexto para intervenir e incluso invadir países
de interés estratégico para los EEUU.

No obstante, es evidente la actualidad de varios aspectos destacados por Lenin mas allá de que
adquieren nuevos formatos y escala: la concentración de la producción y el capital, el crecimiento
sin pausas del capital financiero, el mayor crecimiento de los movimientos de capitales respecto a
los flujos comerciales (exportación de capitales vs exportación de mercancías), la puja por el
reparto de los mercados entre grandes oligopolios y de ciertos territorios (invasión de Irak y Libia,
etc.).

En línea con la característica de concentración mono u oligopólica propia del período imperialista,
según Samir Amin (citado en Borón, 2012), se pueden identificar cinco tipos de monopolios que
caracterizan esta etapa actual de globalización imperialista: el tecnológico, el control de mercados

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financieros mundiales, el acceso monopólico a los recursos naturales estratégicos del planeta, el
de los medios de comunicación y el de las armas de destrucción masiva.

Mayoritariamente la visión que se tiene del imperialismo es que implica explotación y es causa de
subdesarrollo de los países dependientes por la vía de extracción de recursos (incluyendo hasta el
saqueo y pillaje) y presiones de todo tipo que van desde la fuerza militar hasta sutilezas en materia
de relaciones diplomáticas.

Está la escuela marxista latinoamericana de la dependencia que desarrolla el análisis del


imperialismo y caracteriza su contrapartida de “dependencia”. Es decir, el imperialismo visto
desde los países dominados.

En esta visión conocida como “teoría de la dependencia”, el subdesarrollo es la otra cara de la


misma expansión capitalista (imperialista) que genera desarrollo en los países centrales. La teoría
de la dependencia se opone crítica y conceptualmente a ideas y visiones muy difundidas como las
de “falta de apertura e integración de espacios, economías y culturas premodernas”, “falta de
instituciones acordes en los países periféricos”, “marcha de todas las economías y sociedades
hacia la convergencia (o “catch up tecnológico”) en cuanto a niveles de vida y de formas de
organización y estándares productivos”.

Atilio Borón (2012), en línea con los teóricos de la dependencia 7, señala que “Nada mas erróneo
que suponer al imperialismo como un “factor externo” que opera con independencia de las
estructuras de poder de los países periféricos. Lo que hay es una articulación entre las clases
dominantes a nivel global, lo que hoy podríamos denominar <burguesía imperial> - es decir, un
oligarquía financiera, petrolera e industrial que se vincula y coordina transcendiendo las fronteras
nacionales- que dicta sus condiciones a las clases dominantes locales en la periferia del sistema,
socias menores de su festín, pero que tienen la importante función de viabilizar el accionar del
imperialismo a cambio de obtener ventajas y beneficios para sus propios negocios”.

Atilio Borón (2012) caracteriza la etapa iniciada a partir de la crisis de los años 1970 como:
“globalización como nueva fase superior del imperialismo” dado que es un “salto cualitativo del
mismo”. Boron afirma: “las raíces del imperialismo son económicas, si bien también se manifiestan
en el terreno político, en el militar e incluso en el de las ideas, donde el éxito de la prédica
neoliberal promovida por el imperialismo y sus aliados ha sido extraordinario”.

En definitiva, es imposible pensar actualmente estrategias de desarrollo nacional sin tener en


cuenta la dimensión geopolítica y el contexto histórico del capitalismo mundial, de relaciones
hegemónicas y de posicionamientos mercantilistas de otras economías capitalistas desarrolladas y
centrales, más allá de que usemos o no la denominación “imperialismo”.

Marxismo antiimperialista, Marx el hegeliano, ilustrado y eurcentríco

En cuanto a Marx y el marxismo, podemos separar lo segundo como el nombre de un vasto


movimiento socialista y antiimperialista que, en diferentes ramificaciones, se expandió durante el

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T. de la dependencia (Marini, Dos Santos) asume el concepto de dominación imperialista, es el análisis de las
relaciones imperialistas visto desde la periferia latinoamericana: los socios locales articulados e integrantes del sistema
imperialista, los canales de transferencias de recursos, las trabas al desarrollo.

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siglo XX por todo el mundo y la periferia, más allá del propio Marx, con lecturas y aportes que
enriquecieron esta corriente.

Es en este marco del “marxismo siglo XX” que movimientos antiimperialistas y anticolonialistas se
consideraban marxistas, aún cuando el gran pensador alemán nunca pudo trascender del todo su
eurocentrismo, su concepción hegeliana de los bárbaros “pueblos sin historia”, la misión
civilizatoria europea, del rol progresista que también veía en el imperio británico sobre el
desarrollo de las fuerzas productivas y la superación del orden estanco de los países asiáticos y las
áreas rurales (por ejemplo La India). Es el mismo Marx del citado capítulo XXIV sobre la
acumulación originaria que denunciaba los fundamentos de violencia del capitalismo, el mismo
que citamos al principio.

Desde la misma revolución rusa, pasando por la de china, la cubana y llegando a la guerra de
Vietnan, el llamado “marxismo” que trascendió al gran pensador alemán fue el que proporcionó
un marco teórico para la descolonización. Muchos movimientos de liberación nacional y hasta el
mismo “poscolonialismo” se inspiraron en intelectuales marxistas muy interesantes como Ciril
James y Frantz Fanon, o Carlos Maiátegui para citar un sudamericano. Ni hablar los sociólogos
marxistas, en su mayoría brasileños, que son los padres de la teoría de la dependencia de fines de
los 60s y principios de los 70s (F. H. Cardoso, Ruy Mauro Marini, Theotonio Dos Santos).

Parece un buen planteo el de Enzo Traverso: “El mito de un Marx inmaculado, ajeno a todas las
tendencias eurocéntricas, es tan ingenuo y estéril, como la visión perfectamente simétrica de un
Marx colonialista (blanco, varón y europeo)”. (E. Traverso, 2018)

Algunas críticas o relativizaciones del concepto de “Imperialismo”

Como recuerda E. Aschieri (25/8/2019, El Cohete a la Luna) citando al economista inglés A.


Brewer: “...el surgimiento del capitalismo, su difusión en el mundo, el desarrollo desigual de
diferentes áreas, el dominio de algunos países sobre otros, se tratan todos elementos que actúan
en conjunto, independientemente de los que elijamos para etiquetar como imperialismo”.

Es decir, están los autores que desde el mismo marxismo (p.e. Iñigo Carrera) cuestionan la
pertinencia o validez del concepto de “imperialismo”, asociándolo a lo que sería un exceso o
absolutización de una característica “normal” del capitalismo. Es decir, a partir de lo que
consideran una incomprensión o mala teorización de las fuerzas y leyes propias del capitalismo
que siempre impulsan a la expansión de la acumulación de capital, ya sea mediante explotación y
extracción de plusvalía o mediante “despojamiento” o saqueos de distinto tipo, “a la David
Harvey”.

En esta línea, se critican ciertas miradas que, a partir de lo que sería una injustificada exaltación de
una singularidad aparente del capitalismo, posee efectos en materia de diagnósticos y de política 8.
El concepto de “imperialismo” se asociaría así a una confusión o manipulación a partir de una mala
8
En palabras de Juan Iñigo Carrera (2013): “Si se trata de la explotación de unas naciones por otras, y no simplemente de
las formas nacionales específicas que toma la explotación de la clase obrera por la clase capitalista como modalidad
histórica del desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad a través de la producción de plusvalía relativa, el sujeto
de la superación revolucionaria del capitalismo se diluye en la categoría de pueblo. Al mismo tiempo, las burguesía
snacionales de los países ‘explotados’ aparecen como los aliados naturales de las respectivas clases obreras en su lucha
portadora de la superación del modo de producción capitalista;….” (viene una cita de Lenin).

11
interpretación de lo que son las fuerzas históricas de la centralización y concentración del capital y
el proceso capitalista intrínsecamente mundializado. Siguiendo a Iñigo Carrera, Juan (2013):

“El históricamente inespecífico ‘imperio’ – aplicable igualmente al modo de producción esclavista-


es puesto en el lugar del verdadero sujeto social enajenado específicamente inherente al modo de
producción capitalista: el capital”

“Pero la categoría imperialismo sustituye la especificidad de la transformación capitalista de la


materialidad del proceso de trabajo por las apariencias políticas y militares internacionales bajo
las que necesariamente se realiza esta transformación, como determinante de las potencias
históricamente específicas de la clase obrera”.

Por otra parte, está el debate acerca de cuánto de importantes son los países dependientes en la
explicación de la riqueza y del dinamismo y desarrollo alcanzado por los países capitalistas
centrales industrializados. Es decir, que relativiza la importancia que tuvieron nuestros países
periféricos en la evolución de los países centrales.

Sin ninguna duda los recursos expoliados fueron relevantes en los orígenes de las experiencias
capitalistas centrales y es innegable incluso la actualidad de transferencia neta de recursos desde
muchos países como el nuestro hacia el Centro, en especial, a EEUU; pero resulta necesario un
análisis profundo de la complejidad en cuanto a factores causantes y canales (los internos o
factores endógenos del desarrollo y los derivados de la extracción de recursos de la periferia) y
excede el propósito de esta ficha.

Asimismo, no faltan quienes hasta resaltan el rol positivo del imperialismo a partir de entender
que posibilitó un salto en el desarrollo de las fuerzas productivas y de modernidad y civilización en
algunos países. Es decir, el análisis en torno al rol desarrollista positivo del capital extranjero ya no
considerado como obstáculo. Tanto desarrollistas como neodesarrollistas y liberales han
destacado la relevancia del capital extranjero para el desarrollo de los países capitalistas
periféricos.

En esta línea de crítica a las teorías de la dependencia y del imperialismo, Dalle y Aschieri (2016,
Revista Voces en el Fénix, nro. 55) parten de la constatación de que los flujos de inversión
extranjera directa9 predominantes son hacia los países centrales y que la presencia de Empresas
Multinacionales lejos de bloquear el desarrollo más bien lo impulsan o facilitan:

“..no quiere decir que se vea a las EMN como un elemento liberador de los pueblos por sí mismas.
Más allá de esto, las EMN han sido, allí donde jugaron un rol relevante, un factor acelerador más
que uno retardador del desarrollo. Fundamentalmente en la medida en que pusieron a disposición
de los países receptores la tecnología apropiada, vale decir, aquella que es intensiva en capital”.

9
Las IED vehiculizan la presencia y expansión de la ETs en un territorio. Por otra parte, esta presencia suele
asociarse también a la no conveniencia o imposibilidad de atender un mercado por la vía del comercio
(exportaciones), lo cual en un contexto de recuperación de discursos proteccionistas vale la pena tomar en
cuenta, según estos autores.

12
Un debate relevante para Argentina es el relacionado con el rol que positivamente podrían jugar
los capitales externos en el relajamiento del problema estructural de restricción externa, dado el
actual contexto mundial.

Más allá de la recurrencia de trágicos ciclos de endeudamiento y crisis experimentados, algunos


autores (p.e. M. Diamand, E. Aschieri, A. Fiorito, F. Médici) admiten que, sólo bajo ciertas
condiciones y en el marco de un programa nacional de desarrollo, cierta entrada de capitales
externos (endeudamiento, IED) puede ser útil si se lo destina a la capitalización productiva del
país, en especial, si se condicen con una expansión de la producción de bienes transables que
permitan también el repago en divisas por la deuda contraída o para el posterior giro de utilidades
de ETs (sustitución de importaciones que ahorrarán dólares o aumento de exportaciones que
traerán dólares, infraestructura, acceso a tecnologías que no se poseen, por ejemplo, el caso de
Vaca Muerta).

No podemos dejar de mencionar, desde ya, las ideas neoliberales predominantes acerca de los
beneficios que teóricamente derivarían de la integración financiera mundial con medidas que
lleven a la “apertura de la cuenta capital y financiera de la BP” incluyendo sin discriminaciones a
los flujos “de cartera” en búsqueda de rentas financieras, además de las más defendibles IED
(inversiones extranjeras directas) y del recurso al endeudamiento externo.

Liberalización financiera y apertura comercial como políticas conforme el Mainstream o


pensamiento convencional y las recetas de políticas que hegemónicamente se predican desde
principios de la década del 80 del siglo pasado que, en el caso de la experiencia histórica de
Argentina, no se asociaron a períodos de avances sino todo lo contrario (desindustrialización,
deterioro social y regresión económica).

Finalmente, y a fin de pensar formas de expansión del capital y de su interés omnipresente en


buscar oportunidades para ello, en la perspectiva histórica de G. Arrighi (2014) el proceso central
definitorio de valorización de capitales puede también ser concebido como de tipo D-D’-D”....D n, es
decir, por valorización predominante o exclusiva dentro de la esfera monetaria, crediticia o
financiera (actualidad).

Nos referimos a que, en la actual etapa histórica del capitalismo y al menos de forma parcial, se
cuentan con caminos alternativos al de la esfera productiva en materia de valorización de capitales
(acumulación, incremento en el control de valor), especialmente en el campo de las finanzas
(rentas financieras) y en la generación de opciones de acumulación por desposesión, conforme el
término acuñado por David Harvey. Es decir, la acumulación de capital no es necesariamente
coincidente, siempre y en todo lugar, con el de desarrollo productivo nacional o al nivel micro,
siendo que el propósito de valorización de capitales puede coincidir o no con la generación de
valor en el proceso de trabajo y su apropiación, al menos en forma temporaria y localizada.

En esta línea, enfoques más recientes a partir del análisis de la actual etapa del capitalismo, como
el de Maurizio Lazzarato (2015), incluso proponen directamente salir de la visión productivista en
economía y atender más a otras formas de captura de recursos en esta etapa de hegemonía
capitalista de la renta financiera, en que la moneda y la fiscalidad (impuesto) también adquieren
formas funcionales al objetivo que posee la primacía: apropiación de valor o riqueza.

13
Los teóricos de la “economía mundo capitalista” (World System Theory)

Otra interesante perspectiva es la de los autores que ponen el eje de su análisis en el sistema
capitalista mundial o “economía-mundo capitalista” (o del World System) y no en el marco
capitalista circunscripto solamente a los territorios de Estados-Nación, con fuente de inspiración
en Marx y, fundamentalmente, en el historiador francés Fernand Braudel (Escuela de los Anales
Francesa), aunque también en Antonio Gramsci, en este último caso más que nada G. Arrighi.

Nos referimos principalmente a Immanuel Wallerstein y a Giovanni Arrighi con sus ambiciosos
programas de investigación y sus esfuerzos y propuestas teóricas de integración de factores
económicos y políticos (acumulación de capital, territorial y de poder) para dar cuenta de la
configuración del “sistema económico mundial capitalista”, si bien podemos encontrar un sesgo
hacia el énfasis en los factores principalmente económicos.

Fue el recientemente fallecido Immanuel Wallerstein (septiembre de 2019) el más influyente


postulando que la expansión planetaria del capitalismo se inició allá por el siglo XVI, coincidiendo
con la irrupción de lo que se conoce como Edad Moderna, y constituye una referencia teórica
importante en la materia.

Podemos recordar que la historia de la humanidad reconoce cierto consenso en torno a dos
grandes divisorias, la revolución agrícola o neolítica hace unos 11000 años (primeras sociedades
sedentarias con domesticación de animales y plantas) y la creación del mundo moderno en el siglo
XVI, coincidente con la fecha en que se consolida el predominio otra forma de organizar la vida
económica, con la emergencia de la “economía mundo” europea y la conquista de los territorios
que hoy conocemos como América.

Como explica Immanuel Wallerstein (2011, tomo I), el moderno sistema mundial es una entidad
económica pero no política, a diferencia de los imperios (Roma, China, Persia), los estados
naciones y las ciudades estado (Génova, Florencia, Venecia). Contiene en su interior, definido por
relaciones económicas, a los emergentes estados nacionales y a las ciudades estado. Es una
“economía mundo” en ese sentido: la base de las vinculaciones entre las partes del sistema son
económicas, si bien se refuerza con relaciones culturales y arreglos políticos y es también un
sistema interestatal y de expansión del capital privado.

La forma Imperio, predominante por 5000 años, es una unidad política en que la centralización
política permitía, por medio de la fuerza, la extracción de recursos a la periferia correspondiente:
extracción de tributos y monopolio del comercio. “Los imperios políticos son un medio primitivo
de dominación económica…..el logro social del mundo moderno consiste en haber inventado la
tecnología que hace posible incrementar el flujo de excedente desde los estratos inferiores a los
superiores, de la periferia al centro, de las mayorías a la minoría, eliminando el ‘despilfarro’ de una
superestructura política excesivamente engorrosa” (I. Wallerstein, 2011, tomo I).

Corresponde hablar, en el desarrollo histórico capitalista de los últimos cinco siglos, de una
expansión de cadenas de mercancías que atraviesa fronteras estatales, es decir, del despliegue de
una amplia división social del trabajo cada vez mas más extensiva en el plano funcional y
geográfico y cada vez mas jerárquica. Es decir, una jerarquización del espacio en la estructura de

14
los procesos productivos que se asocia a una creciente polarización entre el Centro y las zonas
periféricas de la economía-mundo.

La intervención de la fuerza fue crucial en la determinación de los precios a los fines de favorecer a
los Centros o Metrópolis. Más aún, en la visión de Wallerstein, este uso de la fuerza no fue
ninguna novedad ni invención del capitalismo: el intercambio desigual es una práctica antigua y
constituye la motivación misma de los sistemas de dominación, sean imperios o economías
mundo. Se trata de la transferencia de una parte de la ganancia o excedente producida por una
zona y transferida a otra. Lo propio del capitalismo es que lo hace mucho mejor, con más eficiencia
y eficacia (menos costos, más ganancias) y de forma oculta mediante relaciones económicas. En
palabras del mismo Immanuel Wallerstein:

“El intercambio desigual es una práctica antigua. Lo notable del capitalismo como sistema
histórico es la forma en que se pudo ocultar este intercambio desigual; de hecho se pudo ocultar
tan bien que los adversarios del sistema no han comenzado a develarlo sino tras 500 años de
funcionamiento de este mecanismo.

La clave para ocultar este mecanismo central está en la estructura misma de la economía mundo
capitalista, la aparente separación en el sistema capitalista mundial entre la arena económica
( una división social del trabajo a nivel mundial con unos procesos de producción integrados, los
cuales operan a favor de la incesante acumulación de capital) y la arena política (compuesta en
apariencia por estados soberanos aislados, cada uno de los cuales es responsable autónomo de sus
decisiones políticas dentro de su jurisdicción y dispone de fuerzas armadas para respaldar su
autoridad” (Wallerstein, I.2014)

Un imperio es un mecanismo para recaudar tributos de los pueblos sojuzgados. El capitalismo, en


cambio, ofrece una fuente alternativa y superadora en cuanto a posibilidad más lucrativa e
“invisibilizada” de obtención de excedente desde las periferias. Lejos de las quimeras y leyendas
del neoliberalismo, el Estado en la economía mundo capitalista ha sido y es clave en tanto la
energía política es puesta en la obtención de derechos monopolísticos por parte de los
empresarios emergentes, siendo las estructuras y el poder estatal los espacios decisivos en los
procesos económicos.

Es sólo un mito eso de que el capitalismo implica la actividad de empresarios privados libres de
toda interferencia del estado. Este último ha sido crucial para maximizar la acumulación de capital.
Más aún, toma de Braudel la idea de que, en realidad, el capitalismo es ‘antimercado” a favor de
su lógica de acumulación.

Wallerstein cita como elementos claves del poder estatal en el desarrollo capitalista: la jurisdicción
estatal (delimitación de fronteras y su control); el derecho a legislar (normas que rigen las
relaciones de producción dentro del territorio); la capacidad impositiva (ingresos estatales y su
funcionalidad estructural en el apoyo a la acumulación de capital) y las fuerzas armadas (en
competencia mundial, fuerzas de seguridad en el orden territorial interno). Todo ello en el proceso
de lo que fue definiendo en última instancia el lugar en la jerarquía mundial de poder efectivo: la
capacidad de aumentar la acumulación de capital dentro de sus fronteras y en relación con otros
estados rivales.

15
Giovanni Arrighi da relevancia más explícita al concepto de hegemonía (coerción y hegemonía o
liderazgo con legitimación moral, política y cultural), en la tradición del teórico político italiano
Antonio Gramsci. Esto permite dar cuenta de la mayor complejidad del sistema de dominación
mundial en comparación con ciertas perspectivas más simplistas asociadas al concepto de
ambiguo de “imperialismo”, con énfasis en la denuncia de la dominación pero con menos
preocupación teórica para dar cuenta de la evolución de sus formas, no pocas veces sutiles.
Apunta más bien a la compleja trama de relaciones de subordinación, involucrando también la
hegemonía cultural y, por supuesto, la decisiva base de poder militar y monetario.

A diferencia de un “imperio-mundo”, con una única estructura política global y una única división
del trabajo (como el romano, chino y turco), se propone como más adecuado el concepto de
Hegemonía para dar cuenta del rol de cada estado nacional en el marco interestatal jerárquico
moderno de la economía mundo, tal como se fue dando la configuración del capitalismo histórico
desde el siglo XVI.

El estado hegemónico es el que fue capaz de imponer un conjunto de reglas al sistema interestatal
y crear así un orden político mundial histórico. “En esta situación el Estado hegemónico tiene
ciertas ventajas adicionales para las empresas que se encuentran dentro de él o son protegidas por
él, ventajas que no son concedidas por ‘el mercado” sino obtenidas por presiones políticas ” I.
Wallerstein, 2011, tomo II).

Se reconoce la hegemonía como “proceso”, en el que la historia muestra momentos distintos en


cuanto a surgimiento, decadencia, disputa y guerras, emergencia de otro poder hegemónico. Tres
son las potencias hegemónicas históricas conocidas; Holanda (mediados siglo XVII), Reino Unido
(siglo XIX) y EEUU (siglo XX) en el caso de Wallerstein. La superioridad productiva es la primera
que desaparece, debiendo fortalecer su supremacía ideológica en fase de decadencia, mientras
que tiende a ser mas durable su poder militar.

En este marco, la crisis de una hegemonía, es decir, el deterioro del “liderazgo moral, ideológico y
cultural”, se puede manifestar en la sola y despiadada dominación, haciendo prevalecer la
supremacía militar y la infraestructura de amenazas, más cercanas a una situación de imperio.

Para Wallerstein, en lo que se llama actualmente “globalización” no hay nada de especialmente


nuevo, en tanto la constitución de un mercado mundial viene desde hace mucho y podríamos
decir que es parte de la esencia misma del funcionamiento de la economía-mundo capitalista
desde sus orígenes hacia fines del siglo XV y principios del XVI con la irrupción de lo que también
se llama la Modernidad.

Como vimos, cuestiona varias mitologías apologéticas de la globalización neoliberal en tanto los
Estados son desde siempre útiles y hasta vitales en el capitalismo por lo cual no tiene ningún
asidero la idea de que tienden a desaparecer. También se refiere a temas como el desarrollo
tecnológico, que encuentra más su causa en la tradicional búsqueda de rentas de monopolio
(ganancias extraordinarias) y en la lucha de clases, cuestionando así lo que los apologistas
neoliberales suelen señalar como que sería algo específico de la impronta positiva de nuestra
época actual (al pie Nro. 4). Las innovaciones de nuevos productos escasos y de procesos, en la
reducción de trabajo, han sido muy representativas, especialmente en las fases descendentes de
ciclo para el fomento de la acumulación de capital.

16
Giovanni Arrighi identifica y destaca la combinación de una lógica histórica de expansión
territorial, es decir, estrategias y políticas diplomáticas, económicas y militares desplegadas a
partir del interés de los estados nacionales; con una lógica capitalista, impulsada por el imperativo
de la acumulación sin fin. Dos lógicas históricas entrelazadas desde al menos el siglo XVI, es decir,
destacando la asociación entre capital privado y estado como constitutiva del capitalismo, primero
en sus orígenes de fase comercial (ciudades italianas y grandes líneas y redes de comercio con
oriente y occidente, España y Portugal, Holanda e inicios de Gran Bretaña) y luego en su fase de
capitalismo industrial, más desarrollado con Gran Bretaña y EEUU.

Es decir, podríamos ubicarlo a G. Arrighi en un intento de mayores matices en cuanto al


predominio de lo político (poder) o lo económico (lucros para la acumulación del capital),
integrando las lógicas territoriales y capitalistas.

Arrighi estudia, asimismo, el proceso histórico de expansión del capital en el largo plazo e
identifica regularidades: centros históricos y “ciclos sistémicos de acumulación” sucesivos con eje
en Génova-España primero, Países Bajos u Holanda luego; después Inglaterra en la fase de
capitalismo industrial y desde principios de siglo XX a la actualidad EEUU. Es decir, a lo largo de
unos 500 años de capitalismo comercial y luego industrial. Se destaca su señalamiento acerca de
las fases de auge financiero como inicio del ocaso de los centros hegemónicos.

Una perspectiva más “política”: el brasileño Fiori y el foco en el poder


Respecto a estos dos autores anteriores del “sistema de economía mundo” (world system), el
punto de diferenciación crítica en la interesante perspectiva teórica del brasileño José Luis Fiori
(2009) se basa en el rol primordial que habría jugado el poder y las guerras para dar cuenta del
origen del capitalismo y el sistema mundial moderno, es decir, los primeros estados soberanos y
los actores que “…se transformaron en ‘máquinas de acumulación de poder y riqueza’ dotadas de
una ‘compulsión expansiva’ mayor que en los primeros poderes y capitales que se formaron en
Europa durante el ‘largo siglo XIII’ ”. (2009).

En J.L. Fiori la lógica del poder cobra relevancia en la explicación del origen del capitalismo. Las
conquistas y la monopolización de nuevas posiciones de poder político y económico constituyen la
fuerza impulsora del nuevo sistema que fue formando unidades territoriales expansivas que
forjaron el régimen de producción capitalista, en tanto “estados imperios globales” fueron
gestando ordenes internacionales. Se trató de Estados y economías, alianzas del poder y el capital,
articuladas en bloques nacionales con ambiciones expansivas imperialistas.

No puede deducirse la compulsión expansiva a la acumulación de lucros y riqueza a partir del


“mercado mundial” o de la smithiana “propensión humana natural al trueque”, el comercio
siempre existió en su versión “circulación simple”. Para Fiori, en cambio, esa compulsión provino
del mundo del poder y la conquista, del impulso generado por la misma acumulación de poder,
incluyendo a las primeras repúblicas mercantiles italianas como Venecia, Florencia y Génova, entre
otras. En su concepción, el poder es mas flujo que stock y para existir necesita ser ejercido,
precisa reproducirse y ser acumulado permanentemente:

“El acto de conquista es la fuerza originaria que instaura y acumula el poder. Desde este punto de
vista, la conquista s un movimiento de expansión del ‘poder soberano’ (P1) que acumula más
poder (>P), principalmente por medio de la guerra, contra otros poderes soberanos (P2). En un

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mundo en que todos tuviesen el mismo poder, no habría necesidad de conquistar más poder,
porque simplemente no existiría la propia relación de poder político, que es siempre desigual y, en
su forma más elemental, es siempre un conflicto de suma cero. Por eso toda relación de poder
ejerce una ‘presión competitiva’ sobre sí misma. En primer lugar, por el lado de los súbditos (S),
que resisten el arbitrio del poder soberano (P) e intentan expandir su margen de maniobra y de
resistencia. Y, en segundo lugar, por parte de los demás poderes soberanos (P2, P3, etc.) que
resisten la expansión del poder de P1, ambicionando expandir su propio poder. En ese sentido, la
presión competitiva es siempre una presión sistémica, porque todos los ‘poderes soberanos’ (P1,
P2, P3) precisan expandirse o defenderse, aún cuando sea solamente para conservar el poder que
ya poseen” (J.L. Fiori, 2009).

De ahí que, en esta visión, la guerra y la preparación para la guerra tienden a transformarse en
actividades crónicas en tanto es el instrumento definitivo para la conquista y la acumulación de
poder o, al menos, para su preservación. “No existe espacio para poderes apáticos”. La geopolítica
constituye un aspecto decisivo para entender el mundo y, en particular, las posibilidades de
desarrollo económico y social.

En su interesante visión integradora de distintos estudios históricos, J.L. Fiori (2009) parte de las
“guerras de conquista” y la “revolución comercial” que se dan en Europa durante los siglos XII y
XIII, en que se revierte la desintegración que había sucedido al Imperio Romano de occidente, para
llegar a la “transición al capitalismo” que vio Marx y describe en el capítulo 24 de El Capital y luego
al “largo siglo XVI” de Braudel, Wallerstein y Arrighi en que se forman los Estados y las Economías
nacionales y se inicia la victoriosa expansión mundial europea en que se conjugaron de una forma
especial “necesidad de conquista” y “necesidad de ganancias”, siendo la primera la que indujo y
luego se asoció a la segunda.

La acumulación de poder de los soberanos desde la Baja Edad Media, expresada en la conquista de
territorios y poblaciones y, fundamentalmente, en la capacidad de crear e imponer tributos y
exigencias de prestación de servicios, fueron llevando al crecimiento de excedentes, al aumento
de intercambios y mercados, a la creación de monedas y bancos y a la generación de mas
posiciones monopólicas para aprovechar.

Eso fue conjugando una alianza cada vez más estrecha entre el poder y el capital: el poder político
es indisociable del origen del capital y el sistema capitalista y los estados y las economías
nacionales fueron el punto de partida del sistema mundial moderno comandado por los europeos
desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XX. Considera asimismo que, más allá del gran salto
teórico que implicó, en Marx no hay una teoría acabada del “sistema mundial capitalista” y señala
como principal insuficiencia las ausencias del rol que jugaron el poder, lo territorial, las naciones y
la competencia y las luchas interestatales.

El sistema mundial moderno se caracteriza por una gran heterogeneidad de sus miembros,
existiendo una periferia integrada por la inmensa mayoría de estados nacionales diferentes al de
los pocos países del núcleo dominante que “oligopolizan” riqueza y poder. Acorde a la visión de
J.L. Fiori, las periferias como los países latinoamericanos no constituyeron centros eficientes de
poder ni contaron con economías nacionales integradas y coherentes.

Como última reflexión, vale destacar que en todas las perspectivas históricas vistas, más allá de
sus énfasis, es muy notable el rol jugado por el Estado y el poder político en el nacimiento, el

18
desarrollo y la consolidación del capitalismo como sistema mundial (y, de paso, del sistema de
mercado). Las visiones teóricas e ideológicas tan en boga desde hace unas décadas, que tanto
enfatizan en una supuesta oposición entre Estado y Mercado o Política y Mercado se revelan así,
como mínimo, irreales, a la luz de la contundente evidencia histórica y, desde ya, nada útil para
pensar en las respuestas a los problemas de desarrollo de los países periféricos y en las políticas
económicas más adecuadas.

Los enfoques en término de poder son fecundos también a la hora de dar cuenta de las jerarquías
monetarias, la existencia de monedas periféricas y centrales, tema clave a la hora de dar cuenta de
los problemas estructurales de los países capitalistas periféricos como Argentina con sus péndulos,
ciclos stop and go y la centralidad de la conocida como “restricción externa” (tendencia a la
escasez estructural de divisas, es decir, de monedas aceptadas internacionalmente como medios
de pago y transacciones) o fenómenos como los problemas de demanda de divisas para ahorro y
fuga (FAE, formación de activos externos).

La relevancia de la geopolítica para el desarrollo

Finalmente, y más allá de los esfuerzos teóricos y los nombres para dar cuenta de la evidente
realidad mundial “estructural” de desigualdad en poder y riqueza, resulta fundamental incorporar
las dimensiones concretas, mas coyunturales si se quiere, de lo que da en llamarse geopolítca. Es
decir, las políticas que se dan los Estados en materia de relaciones internacionales, en función de
sus estrategias e intereses respecto del sistema mundial de poder y economía.

Se refiere a las cambiantes condiciones creadas por un sistema mundial interestatal en que los
estados compiten. Esta competencia y lucha en el centro de la economía mundial impacta
asimétricamente y define campos de acción que pueden ser aprovechados por los países
periféricos.

Los cambios internacionales influyen decisivamente sobre las estrategias nacionales de desarrollo,
dado su impacto reflejado en los conocidos problemas de balanza de pagos, y por eso, en las
posibilidades crecimiento y los conflictos y relaciones de poder involucrados en las políticas.

Aún en fases de dominio prolongado como es el caso de los EEUU, sus estrategias de primacía han
variado a los largo del tiempo. Puede reconocerse un mundo muy diferente en ocasión del
período conocido como de “guerra fía” en disputa con lo que entonces se llamaba URSS. En lo que
interesa aquí, los interese geopolíticos juegan también, y decisivamente, en la definición de
oportunidades y condicionamientos para las estrategias de países periféricos y semiperiféricos.

Imposible entender los casos de desarrollo capitalista de Australia y Corea del Sur, por dar
ejemplos, si no se toma en cuento el papel decisivo de los intereses geopolíticos de EEUU y, en su
momento, el imperio británico. En concreto, y usando una terminología afín a nuestros intereses
de cambio estructural, también se tradujo en fondos que financiaron prolongados déficits de
cuenta corriente de esos países.

Entender la estrategia geopolítica de EEUU, los giros y cambios, por ejemplo, a partir de la
influencia creciente de China en las corrientes de comercio, finanzas y relaciones políticas, resulta
clave para entender sus propuestas, apoyos y definiciones de marcos que suelen ser

19
fundamentales para definir oportunidades y condicionamientos de desarrollo: acuerdos bilaterales
de libre comercio, apertura de mercado norteamericano a exportaciones de países periféricos,
intereses relacionados con recursos naturales, la influencia decisiva en los gobiernos
estadounidenses de los intereses del capital financiero y del complejo industrial-militar, definición
de aliados y enemigos, el predominio de ideas market friendly en las últimas décadas. Las pujas
entre unilateralismo y multilateralismo, libre comercio y proteccionismo, regionalismo y apertura,
etc.

A partir de Arrighi, V.R. Fernández y E. Ormaechea (2019) destacan a la geopolítica como uno de
los aspectos olvidados del estructuralismo latinoamericano, con el propósito de revalorizar esta
perspectiva y actualizarla.

Se destacan los diversos ciclos históricos de desarrollo que tuvo y tiene el capitalismo en el marco
de un complejo sistema interestatal en que los estados centrales y periféricos se interrelacionan
jugando la geopolítica (estrategias de control territorial) y las estrategias geo-económicas
(estrategias territoriales de acumulación) tanto en los procesos de acumulación de capital como
en la configuración de los estados periféricos.

El contexto actual de dependencia financiera a partir de las políticas de desregulación


implementadas en América Latina luego del fin de del sistema de Bretton Woods constituye un
factor clave de limitación para el desarrollo, habiendo jugado los gobiernos de EEUUJ un rol clave
al respecto, en íntima relación con sus intereses geopolíticos funcionales a su estrategia de
reproducción hegemónica.

La que puede llamarse “diplomacia del dólar” tiene sus efectos en materia de contexto de
“dependencia financiera” que constituye el obstáculo principal para el desarrollo periférico. En
palabras de Vernengo, M. (2004): “La dependencia tecnológica (incapacidad para generar
autónomamente innovaciones tecnológicas) aunque importante, es subsidiaria, en tanto la
dependencia financiera (incapacidades para endeudarse en su propia moderna) es central”.

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Wallerstein, Immanuel (2011, reimpresiones) “El moderno sistema mundial”, tomos I a
IV. Editorial Siglo XXI.

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