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El capítulo 12 de Daniel es el último capítulo del libro y contiene una profecía que se centra en el

fin de los tiempos. El pasaje comienza diciendo que en ese momento surgirá Miguel, el príncipe
protector de Israel, y habrá un tiempo de angustia como nunca antes se había visto en la historia.
Esta imagen de angustia y dificultad puede resonar en nuestras propias vidas, ya que a menudo
enfrentamos momentos de desafío y adversidad.

Sin embargo, el pasaje también ofrece una nota de esperanza. En el versículo 2, se menciona la
resurrección de los muertos: "Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán
despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua". Este versículo
nos recuerda que la vida no se limita solo a este mundo terrenal. Hay una dimensión espiritual
más allá de nuestra existencia aquí en la tierra, y la esperanza de la resurrección nos brinda
consuelo y promesa de vida eterna con Dios.

Además, el versículo 3 nos habla de aquellos que son sabios y enseñan la justicia. Aquí se nos
anima a buscar la sabiduría y a vivir una vida justa, incluso en medio de las dificultades. A veces,
puede ser tentador ceder ante las circunstancias difíciles o tomar atajos morales, pero este pasaje
nos recuerda la importancia de mantenernos firmes en nuestra fe y en nuestros principios.

En el versículo 10, se menciona que muchos serán purificados, refinados y probados durante este
tiempo de angustia. Estas palabras nos hablan del proceso de purificación y crecimiento que
podemos experimentar a través de las pruebas y dificultades. A menudo, es en los momentos más
desafiantes de nuestras vidas donde tenemos la oportunidad de crecer más, fortalecer nuestra fe
y desarrollar un carácter más sólido.

En resumen, el capítulo 12 de Daniel nos muestra un panorama de angustia y dificultad, pero


también nos brinda esperanza, promesa de vida eterna y la oportunidad de crecimiento y
purificación a través de nuestras pruebas. Nos invita a buscar la sabiduría, vivir una vida justa y
confiar en la fidelidad de Dios en medio de las adversidades. En última instancia, este capítulo nos
recuerda que aunque podemos enfrentar dificultades, nuestra esperanza se encuentra en Dios y
en la promesa de vida eterna a través de Jesucristo.

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