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De esto resulta que el hombre (el trabajador) só lo se siente libre en sus funciones
animales y en cambio en sus funciones humanas se siente como animal. Comer, beber
y engendrar, etc., son realmente también auténticas funciones humanas. Pero en la
abstracció n que las separa del á mbito restante de la actividad humana y las convierte
en fin ú nico y ú ltimo son animales.
La afirmació n de que el hombre está enajenado de su ser genérico quiere decir que un
hombre está enajenado del otro, como cada uno de ellos está enajenado de la esencia
humana. En la relació n del trabajo enajenado, cada hombre considera los demá s segú n
la medida y la relació n
en la que él se encuentra consigo mismo en cuanto trabajador.
A un ser otro que yo. Si el producto del trabajo no pertenece al trabajador, esto só lo es
posible porque pertenece a otro hombre que no es el trabajador.
En el mundo prá ctico, real, el extrañ amiento de sí só lo puede manifestarse mediante
la relació n prá ctica, real, con los otros hombres. En consecuencia mediante el trabajo
enajenado no só lo produce el hombre su relació n con el objeto y con el acto de la
propia producció n como con poderes que le son extrañ os y hostiles, sino también la
relació n en la que los otros hombres se encuentran con su producto y la relació n en la
que él está con estos otros hombres.
Mediante el trabajo enajenado crea el trabajador la relació n de este trabajo con un
hombre que está fuera del trabajo y le es extrañ o. La relació n del trabajador con el
trabajo engendra la relació n de éste con el del capitalista. La propiedad privada es,
pues, el producto, el resultado, la consecuencia necesaria del trabajo enajenado, de la
relació n externa del trabajador con la naturaleza y consigo mismo