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La justicia ordena al Ejército que no destruya documentos del

‘caso Ayotzinapa’
Los abogados de los 43 pelean en los juzgados una de las máximas reclamaciones de las familias,
documentos de espionaje castrense sobre la red criminal que desapareció a los estudiantes

Normalistas de Ayotzinapa, en Ciudad de México

Un manifestante durante una protesta por el ‘caso Ayotzinapa’, en Ciudad de México, el 26 de


septiembre de 2022.

ÁUREA DEL ROSARIO

Pablo Ferri

PABLO FERRI

México – 04 SEPT 2023 – 11:33 CST

Arrecia la batalla por los documentos de espionaje del Ejército sobre el caso Ayotzinapa. Los
grupos de investigadores han señalado estos años un paquete de comunicaciones interceptadas a
la red criminal que atacó a los estudiantes, en 2014, como información clave para avanzar en las
pesquisas. El Ejército ha negado siempre su existencia, a pesar de las pruebas presentadas que
muestran lo contrario. Ahora, la justicia, enterada de las preocupaciones de las familias de los 43
normalistas desaparecidos sobre el destino de la información, trata de evitar daños definitivos.

Este fin de semana, un tribunal federal ha ordenado a la Secretaría de la Defensa (Sedena), que no
destruya documento alguno que tenga que ver con el caso Ayotzinapa. Así lo ha informado el
Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro este domingo. El Centro Pro ha defendido los
intereses de las familias de los 43 desde el ataque y la desaparición de los muchachos, en Iguala,
en el Estado de Guerrero, el 26 y 27 de septiembre de 2014. En teoría, la orden del tribunal pone
un freno al ocultamiento castrense, situación que ha denunciado insistentemente estos meses uno
de los equipos de investigadores, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI),
comisionado a México por la CIDH.

Aún no se cumplen dos meses del último informe del GIEI, el sexto desde 2015, el último antes de
anunciar su salida definitiva de México, tras más de ocho años de pesquisas. En la última entrega,
los expertos, Carlos Beristain y Ángela Buitrago, dedicaron buena parte del espacio a criticar las
resistencias de la Sedena a entregar entre 80 y 90 documentos que, explicaron, recogen
intercepciones de comunicaciones de la red criminal de Guerreros Unidos, grupo que orquestó el
ataque y la desaparición de los 43. La opacidad del Ejército motivó, entre otras cosas, la salida
definitiva del grupo.

No son documentos cualquiera los que ha pedido el GIEI. Hace poco menos de dos años, otro de
los grupos de investigadores, la Comisión presidencial de la verdad para el caso, Covaj, parte de la
Secretaría de Gobernación, publicó dos de esos documentos, los únicos conocidos hasta ahora,
que al parecer encontraron aleatoriamente, mientras buscaban en archivos castrenses. Los
documentos recogían conversaciones de integrantes de la red criminal de Iguala, una el día de los
hechos, el 26 de septiembre, y otra del 4 de octubre.

El primero muestra un intercambio de mensajes entre un comandante de la policía de Iguala,


ejecutores de la primera parte del ataque, y un alto mando de Guerreros Unidos, sobre el destino
de un grupo de 17 de estudiantes, supuestamente parte de los 43 desaparecidos. El policía señala
que tiene a los 17 “en la cueva” y el otro le ofrece unas “camas para aterrizarlos”, esto es, unas
fosas.

El segundo ilumina un diálogo entre el jefe de ’guerreros Unidos en el pueblo vecino de Huitzuco y
un policía del municipio cercano de Tepecoacuilco. Ya han pasado varios días desde el ataque y el
escándalo es mayúsculo. El Gobierno federal está por asumir las investigaciones y en Guerrero, los
criminales se esconden y disimulan. Las autoridades han encontrado una red de fosas cerca de
Iguala, en Pueblo Viejo. El criminal se lo dice al policía y señala que esas fosas son, al parecer, del
alto mando de Guerreros Unidos, que aparece en la conversación anterior. El policía contesta:
“Ayer te comenté que le pedían línea al Gil. Querían que les soltara aunque sea a 10 como
estuvieran, para calmar un poco”.

Las dos intercepciones muestran diálogos sobre el destino de los estudiantes, primero, durante el
ataque, y luego, en días posteriores. Su lectura ayuda a comprender por qué el resto de
documentos de este tipo resulta fundamental para ayudar a resolver el caso. Aunque el Ejército
siempre ha señalado que ha entregado toda la documentación requerida, asunto en el que ha
insistido varias veces el mismo presidente, Andrés Manuel López Obrador, el GIEI ha contestado
que esto es falso. En julio aportó decenas de pruebas que probaban su existencia.

Permanecen, por tanto, en la sombra, los motivos del ocultamiento. El GIEI ha denunciado incluso
que ha habido mandos al interior del Ejército que han movido los documentos de sitio, dentro del
enorme y deslocalizado archivo castrense, para evitar que los equipos de investigación, los
expertos, la Covaj, y la unidad especial de la Fiscalía para el caso, la UEILCA, los encuentren. La
cuestión es por qué.

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