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Obedece

Estudia constantemente este libro de instrucción. Medita en él de día y de noche


para asegurarte de obedecer todo lo que allí está escrito. Solamente entonces
prosperarás y te irá bien en todo lo que hagas. Mi mandato es: “¡Sé fuerte y valiente!
No tengas miedo ni te desanimes, porque el Señor tu Dios está contigo dondequiera
que vayas”» (Josué 1:8-9, Nueva Traducción Viviente).

Cuando era niña, la palabra obediencia podía sonarme a límites no deseados, autoridad y
control de los que no podía escapar, encrucijada entre hacer mi voluntad o recibir un
castigo, y cosas por el estilo. Aun en mi vida adulta, cuando vivía sola, hubo momentos en
los que intenté negociar con Dios sobre alguna norma bíblica. ¡Había tantos
mandamientos, leyes, preceptos y consejos en las Escrituras!

Fue en una de esas negociaciones, en la que "perdí" mi debate con Él y pasó suficiente
tiempo para llorar hasta deprimirme y hundir mis pies en el húmedo lodazal al fondo del
pozo que logré internalizar lo que tanto había leído y repetido: "entonces harás prosperar
tu camino y todo te saldrá bien ".

En la batalla por sobrevivir a mis pensamientos, más que cualquier cosa, por compasión
hacia mis padres, me determiné en oración a buscar todas las ayudas que Dios me hiciera
accesibles. Todas cumplieron algún propósito en mi proceso de salir del fondo a la luz y
lavar mis pies enlodados y todo mi ser en la preciosa sangre del que nunca me abandonó,
sino que me amó hasta la muerte y resucitó con tanto poder como para resucitarme con Él.

Fue en ese nuevo encuentro con Jesús en el pozo que las palabras de Josué 1:8 y de
muchos otros pasajes bíblicos tomaron un nuevo sentido. Sus preceptos, mandatos, leyes
y consejos pretendían conducirme al Edén, al diseño inicial de Dios, a prosperidad
verdadera, donde "la senda de los justos [justificados por Su gracia] es como la luz de la
aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto". Me conducen al propósito
eterno, y en esa dirección Él se encarga de que todo obstáculo obre para bien, tornándolo
en medio para adelantar Sus preciosos planes de futuro esperanzador, aunque a veces
requiera de valentía y un esfuerzo sostenido solo por el poder de Su Espíritu.

Con el tiempo comprendí que el "Dios te está mirando " de mi abuela partía del temor a ser
irrespetada y de su imperfecto amor (un modelo que imité), y que el ¿a dónde huiré de tu
presencia? de David en el Salmo 139 concluía en un "aun allí me guiará tu mano y me
asirá tu diestra" que describía el obstinado amor del Padre Bueno.

Señor, ayúdame a comprender y a conocer cada día más clara y profundamente el gran
amor con que a través de tus preceptos guías mi vida por caminos que progresivamente
me conducen a bienestar profundo, real y duradero. Por los méritos de tu Hijo Jesús, mi
Salvador, Libertador y Señor. Amén.

Dame entendimiento y guardaré tu ley, y la cumpliré de todo corazón (Salmo 119:34


Reina Valera 1960).

Romanos 8:28; Jeremías 29:11; Josué 1:8-9 Salmo 139:7-10

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