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> 4 4 4 SUSANA B. GAMBA - TANIA DIZ coordinadoras Prdlogos de DORA BARRANCOS, EVA GIBERTI y DIANA MAFFIA NUEVO DICCIONARIO DE ESTUDIOS DE GENERO 4 Y FEMINISMOS 4 SaSdsaSaSdsasesasasasasas ahahaha 4 aa DEPpPpPpPph Meese eee eee aeeiaaed ea aa aad eaadaseadSatA MESES PDPyPDPprprprprprpe pepe SSS eSS eee eeaseiaded hesahedehahed Meeseseeeday Sasasahesahasa Nuevo diccionario de estudios de género y feminismos / coordinacién de Susana B. Gamba y Tania Diz. - 1a ed. - Ciudad Auténoma de Buenos Aires : Biblos, 2021. (Lexicén) Libro digital, EPUB Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-691-980-7 1. Feminismo. 2. Estudios de Género. I. Gamba, Susana Beatriz CDD 305.4 Disefio de cubierta: Luciano Tirabassi U. Armado: Hernan Diaz Edicién en formato digital: septiembre de 2021 Conversién a formato digital: Libresque © Las autoras, 2021 © Editorial Biblos, 2021 HISTORIA. La historia como disciplina profesional tuvo su origen dentro de las sociedades europeas, en el siglo XIX, a partir de los procesos de construccién de los Estados nacionales que necesitaron relatos que explicaran sus origenes a las comunidades tanto internas como externas. Semejantes narraciones produjeron una historia politica en la que acontecimientos militares, como batallas, e institucionales, como organizaciones de gobierno, se integraron en cronologias y conformaron periodos cuyo resultado tiltimo fue una sucesion progresiva de mejoras y bienestares hacia un futuro siempre superador. Los protagonistas de esas gestas fundantes fueron varones —lideres militares, politicos e intelectuales— predominantemente vinculados a los sectores propietarios, blancos y heterosexuales; Amparo Moreno Sarda (1986) se refirié a ellos como el “arquetipo viril masculino”. Se traté de relatos androcéntricos que dejaban afuera a todas las otredades que no ingresaban dentro de esas caracteristicas y que, ademas, se asignaron un caracter tan natural como universal como si ellos mismos no fueran frutos de relaciones de poder social e historicamente construidas. Ya en el siglo XX, a lo largo de las sucesivas décadas, esta manera de escribir la historia sufrié sus embates. Asi, la historia social incorporé en sus estudios a las clases subalternas mayormente desposeidas, mientras que la antropologia hacia sus aportes con la interpretacién de lo étnico y lo racial. Al mismo tiempo, los estudios de género introdujeron los anélisis de la diferencia sexual. Poco antes de que el género fuera sistematizado como una categoria analitica por Joan Scott (2011) en 1986, la historia de las mujeres ya habia dado sus primeros pasos. En efecto, en las sociedades europeas y norteamericana, ello ocurrid de la mano de las integrantes de los movimientos de mujeres que proliferaron desde las décadas de 1960 y 1970, en los que participaban muchas académicas, que reivindicaron su protagonismo social y empujaron para que los programas universitarios incluyeran estos topicos. A partir de su ingreso a las estructuras universitarias, la historia de las mujeres se propuso dos objetivos, segtin lo sintetizé Joan Kelly Gadol (Bock, 1991). El primero fue restituir las mujeres ala historia. El segundo, restituir la historia a las mujeres. En otras palabras, asi como las mujeres habjan protagonizado los procesos histéricos, ellas tenian una historia para narrar. Ademéds, las periodizaciones de los relatos androcéntricos, en especial los perfodos considerados de grandes logros para la humanidad, no necesariamente se aplicaban a sus trayectorias, sino que, mas bien, habia ocurrido todo lo contrario. La restitucién de las mujeres en los procesos sociales se tradujo en una operacién de visibilizacién —jhabia mujeres en la historia!-. Asimismo, la restitucién de Ja historia a las mujeres provocé la produccién de narrativas en las que las mujeres se convirtieron exclusivamente en las protagonistas —una Herstory o “historia de ellas” en contraposicién a la History (Scott, 2011)-. Asi las cosas, estos relatos adquirieron un tono contributivo. Ambas operaciones intelectuales fueron muy importantes, aunque también habilitaron narrativas desvinculadas de procesos sociales mayores al centrarse exclusivamente en la presencia y el protagonismo de las mujeres a modo de suplemento de las ya conocidas narrativas androcéntricas. Surgieron relatos que mostraban tanto a victimas oprimidas de un despiadado patriarcado como a herojnas excepcionales, adelantadas o visionarias. Esto oscurecié las interpretaciones y dio vida a la banalizacién, al cardcter anecdético, al guifio simpatico, a la nota de color, con la peligrosa consecuencia de restarle importancia interpretativa a la demostracion del protagonismo. En definitiva, nacié un interrogante ampliamente descalificador del novedoso objeto de analisis: zqué nuevas interpretaciones aportaba a la construccién del conocimiento histérico el ejercicio de la visibilidad de las mujeres?, gde qué modo cambiaba la comprension existente hasta el momento sobre ciertos procesos al mirarlos desde la perspectiva de las mujeres? Entonces, una historia de las mujeres exclusivamente contributiva despolitizaba la importancia que la diferencia sexual tenia (y tiene) en la constitucion de relaciones sociales y mantenia la vigencia de los relatos androcéntricos, adicionandole a las mujeres a modo de condimento o concesién. Ademas, fomentaba la tentacion de conformar narraciones aisladas, solo atractivas para quienes sintieran curiosidad por conocerlas, totalmente prescindibles de los relatos mayores (Scott, 2011). Finalmente, las historias contributivas corrian el peligro de hermanar a todo el género femenino, sin prestar atencién a las diferencias de clase, etnia, orientacion sexual, edad, nacionalidad, religion y tantas otras: “las mujeres no tienen todas la misma historia” (Bock, 1991). Por lo tanto, la historia contributiva adquirié un caracter necesario pero insuficiente para las interpretaciones generizadas del pasado. Precisamente, la categoria analitica de género volvié consistentes los andlisis porque postulé que la diferencia sexual era constitutiva de las relaciones sociales, alejada de cualquier determinismo biol6gico, es decir, una identidad genérica se conformaba en relacién con otras identidades genéricas que interactuaban social e histéricamente. De esta manera, las relaciones sociales de género conformaban relaciones primarias de poder, dentro de las cuales las mujeres y las disidencias ocupaban espacios subordinados frente a los varones. Joan Scott (2011) identificé cuatro elementos analiticos que, si bien interactuaban en conjunto, resultaban instrumentales para desplegar los andlisi las representaciones, las normativas, las instituciones y las identidades. Esta definicin conceptual se produjo en un momento en que las ciencias sociales vivian un proceso de transformacién que reivindicé la accién de Ixs sujetxs junto a los procesos constitutivos de sus identidades frente a las determinaciones de las estructuras sociales. El género como categor‘a analitica se expandié de la mano de la historia de las mujeres, al extremo de que mujer y género, por momentos, se asimilaron de una manera reduccionista y esencialista que borraba la propuesta analitica. No obstante, atenta a semejante peligro y contra él, la historia de las mujeres con perspectiva de género abrié la agenda de investigacion para las relaciones de género y, de esta manera, incorporé a las disidencias sexuales y a las masculinidades. As{ como identificar mujeres en sociedades pasadas y presentes no necesariamente desembocaba en el anilisis de la feminidad, nombrar varones tampoco significaba sondear las interpretaciones de la masculinidad. La historia androcéntrica autodefinida como historia universal presentaba de manera implicita una masculinidad dominante a través del ya citado “arquetipo viril” o de una nueva formulacion elaborada por R. W. Connell de “masculinidad hegemonica”. En consecuencia, los estudios de género también abrieron la puerta a los estudios de las masculinidades cuyas referencias remiten no solo a R. W. Connell sino también, entre otras, a Michael Kaufman y Michael Kimmel (Valdés y Olavarria, 1997). Pero no solo eso, sino que los estudios de género asociados, primero, a la historia de las sexualidades bajo la impronta de Michel Foucault y, luego, a la teoria queer barruntada por Judith Butler promovieron los analisis de las disidencias sexo-genéricas. En todas sus versiones, la historia de las mujeres enfrenté desafios metodolégicos que comenzaron con la biisqueda de fuentes Ia materia prima— que permitieran su desarrollo. Un argumento que atin hoy resuena, aunque cada vez menos, es el de la ausencia de las mujeres en las fuentes, al menos en aquellos corpus con los que se habjan armado los relatos androcéntricos que no Jas habian incluido. El razonamiento que legitimaba la exclusién de las mujeres en tales narrativas historiogréficas era, precisamente, que las fuentes no las mencionaban, por lo tanto, nada se podia contar de ellas. Pero esto no fue un obstAculo, sino un transito hacia la btisqueda de soluciones. Dos operaciones metodolégicas se configuraron: por un lado, realizar nuevas preguntas, que incluyeran la diferencia sexual, a viejas fuentes; por otro, sumar nuevas fuentes. Asi, las mujeres se hicieron presentes en nuevos documentos, frente a los que eran obligatorios no solo los reparos analiticos que todx historiadorx debe tener ante los materiales que escudrifia, sino fundamentalmente otros reparos porque, a veces, se trataba de representaciones construidas sobre la base de imaginarios androcéntricos, que fue necesario aprender a desarmar. Las nuevas fuentes valorizaron aquellas que habian sido menospreciadas por la historia tradicional — las novelas, las autobiografias, las cartas, las crénicas, las entrevistas orales, las imagenes, las publicidades, por nombrar tan solo algunas— y promovieron el proceso cognitivo porque aportaron representaciones que abrieron la comparacién y la complejizacién de los relatos canénicos (Perrot, 2008). Finalmente, el didlogo con otras disciplinas sociales ~como la antropologia, la semiologia, la sociologia y la economia— permitié el despliegue de la historia de las mujeres. De esta manera, se avanzé: de la ausencia a la presencia, de las representaciones masculinas de lo femenino a las representaciones que demostraron las relaciones de poder entre mujeres y varones, y también entre mujeres, las estrategias de resistencia de ellas frente al avasallamiento de ellos y Jas multiples relaciones sociales histéricamente construidas. Dentro de la historiografia argentina encontramos notables ejemplos de las narrativas contributivas de historia de las mujeres, como el Diccionario biografico de mujeres argentinas, elaborado por Lily Sosa de Newton y publicado por primera vez en 1972, una obra de referencia obligada para el inicio de cualquier investigacién porque se trata de las primeras sistematizaciones sobre la acci6n social de las mujeres, un insumo a partir del cual se puede seguir profundizando los anilisis. A partir de la década de 1980, la revista Todo es Historia, dirigida por Félix Luna, publico varias notas sobre historia de las mujeres, muchas de ellas escritas por integrantes de los movimientos feministas de la década anterior. En Ja década de 1990, desde la academia estadounidense, Asuncién Lavrin escribié una historia de las mujeres y el feminismo —Mujeres, feminismo y cambio social en Argentina, Chile y Uruguay, 1890-1940-, en la que despliega una exhaustiva comparacién entre Argentina, Chile y Uruguay, mientras que Lea Fletcher compilé Mujeres y cultura en la Argentina del siglo XIX, una publicacién que reunja a investigadoras que explayarian sus hipétesis en los afios por venir. En 2000 se publicé Ja Historia de las mujeres en la Argentina, bajo la direccién de las académicas Fernanda Gil Lozano, Valeria Pita y Gabriela Ini, un emergente de la incorporacién de la categoria género al campo historiografico. Se traté de un proyecto espejado con la Historia de las mujeres, escrita en la década de 1990, en Europa, bajo la direccién de Georges Duby y Michelle Perrot. Alli habia nacido una nueva narrativa que no ha dejado de expandirse hasta el presente. Desde entonces, se han escrito numerosas obras que desarrollan una historia de las mujeres desde una perspectiva de género, es decir, privilegiando la diferencia sexual como un elemento relacional y constitutivo de Jas relaciones sociales. Asimismo, el género se ha cruzado con la clase y con la etnia develando relaciones sociales mas complejas donde la diferencia dio lugar ala inequidad. Los nombres de Dora Barrancos y Mirta Lobato impulsaron investigaciones singulares. En didlogo con ambas, Marcela Nari produjo una obra inaugural y roturadora del campo, por la exhaustividad documental y el aporte interpretativo que inauguro: Politicas de la maternidad y maternalismo politico, Buenos Aires, 1890-1940. Bajo el influjo de las tres autoras, se formé una amplia generacién de investigadorxs que renovaron, ampliaron y expandieron el campo. Adriana Valobra (2005) y Andrea Andtijar (2017) se han encargado de ordenar y resefiar toda esta produccién. Por su parte, las investigaciones sobre las masculinidades han tenido un desarrollo mas modesto, aunque no por ello inexistente, segtin postula Juan Branz (2017), y aguardan un mayor protagonismo dentro de las narrativas historiograficas. Una conclusién similar puede aplicarse en relacién con las disidencias sexuales sobre las que han comenzado a producirse algunos relatos de tono contributivo que visibilizan a algunas agrupaciones politicas. Sin duda, se trata de campos en expansi6n que estn siendo interpelados por los actuales movimientos de mujeres, las disidencias y los feminismos que denuncian explicitamente el sistema patriarcal capitalista. Dentro de este renovado contexto de movilizacién, al calor del Ni Una Menos, los paros de mujeres y la CAMPANA NACIONAL POR EL DERECHO AL ABORTO LEGAL, SEGURO Y GRATUITO (v.), grupos editoriales se han lanzado a la produccién de libros que tienen como protagonistas exclusivas a las mujeres. Un formato particular parece imponerse. Se trata de obras escritas preferentemente por periodistas de identidad femenina que retinen biografias de mujeres de todos. los tiempos, a lo largo y ancho de los cinco continentes, con un atractivo visual imresistible. Cada relato tiene una extensi6n breve -una o dos paginas-, un cuerpo de letra grande, una frase destacada del personaje y una caricatura que la ilustra. Asi, con un claro objetivo de visibilizacion y difusién entre un puiblico no académico, las mujeres son introducidas como “extraordinarias”, “geniales”, “revolucionarias”, “valientes”, “heroinas”, “pioneras”, “insolentes”, “antiprincesas”. Se trata de una nueva edicién de la historia contributiva. Por su parte, la comunidad académica que ejerce la historia de las mujeres y privilegia la perspectiva de género ha respondido un poco mas lentamente a este momento histérico de agitacién feminista y, sin duda, se ha beneficiado de cierta legitimidad, 0 al menos de la relativa reduccién de la hostilidad, que han ganado los estudios de género. Ademas, si la historia de las mujeres constituye una disciplina académica que puede intervenir en el debate actual con rigurosidad y veracidad es porque cuenta con un desarrollo profesional de casi medio siglo en las academias europeas y norteamericanas y de casi tres décadas en la academia nacional. Seguramente tanto la historia profesional como la reedicién de la historia contributiva necesitan dialogar con profundidad para diagramar alianzas que hagan potentes y rigurosos los relatos del pasado como un aporte a la construccion de la equidad social. Véase: A. Andijar (2017), “Historia social del trabajo y género en la Argentina del siglo XX: balance y perspectivas”, Revista Electrénica de Fuentes y Archivos (REFA), 8(8).— G. Bock (1991), “La historia de las mujeres y la historia del género: aspectos de un debate internacional”, Historia Social, 9. — J. Branz, (2017), “Masculinidades y ciencias sociales: una relacién (todavia) distante”, Descentrada, 1(1).— A. Moreno Sarda (1986), El arquetipo viril protagonista de la historia, Barcelona, La Sal. - M. Perrot (2008), Mi historia de las mujeres, Buenos Aires, FCE. — J. Scott (2011), Género e historia, Ciudad de México, FCE. - T. Valdés y J. Olavarria (eds.) (1997), Masculinidad/es: poder y crisis, Santiago de Chile, ISIS-Flacso. — A. Valobra (2005), “Algunas consideraciones acerca de la relacién entre historia de las mujeres y género en la Argentina”, Nuevo Topo. Revista de historia y pensamiento critico, 1. GRACIELA QUEIROLO.

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