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Reseña de “R.De la Flor Fernando, Pasiones frìas.

Secreto y disimulaciòn en el Barroco


hispano,Madrid,Marcial Pons.Ediciones de Historia S.A,2005.ISBN:84-96467-15-5.

El Barroco, una psicología del disimulo


Catedrático de Literatura Española e Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca, el
ensayista y filólogo español Fernando R. De la Flor, a lo largo de su carrera ha publicado
numerosos estudios referentes al imaginario cultural y las representaciones en la sociedad
del barroco1. El autor ofrece un exhaustivo análisis sobre la existencia y el despliegue de la
disimulaciòn, simulaciòn, hipocresía y el secreto manifestados en la constitución de un yo
barroco que se abre al juego de anteponer su interés propio en un mundo que se plantea
desafecto y hostil, como lo fue la España de las últimas décadas del siglo XVl y durante el
siglo XVll. El mismo cuenta con sello editorial de Marcial Pons que en el año 2000 creó de
forma exclusiva Ediciones de Historia, para la edición y promoción de obras de esta
disciplina.
En cuanto a su estructura, Rodriguez de la Flor se extiende a través de cuatro capítulos en
los cuales se inmiscuye sobre una nueva razón de sì del sujeto barroco (capítulo l), las
seducciones y máscaras cotidianas en la época (capítulo ll), las figuras de la disimulación
barroca (capítulo lll) y caracteriza a un Proteo hispano de naturaleza cambiante, el cual
practica una acomodación aparencial según los escenarios en los que se mueva (capítulo
lV).
La propuesta conceptual del autor se desarrolla en un contexto histórico que se caracteriza
por un escepticismo radical, fruto de una crisis de la verdad, donde se deja atrás las
políticas de amistad y el altruismo que inspiraba la pasión de gloria dado que la generosidad
señorial desaparece por anticuada, y pone fin a la política virtuosa, marcando así la
urgencia de una salida de las tensiones, debidas al desmoronamiento del esplendoroso
período imperial caracterizado por una inestabilidad religiosa y política. Es así que el
espacio preferencial del autor para situarse, es el ámbito político y cortesano donde
proliferan las intrigas y el encubrimiento. El cortesano se constituye, para Rodríguez de la
Flor, como el actor por excelencia de este momento histórico, el cual obra con una
obediencia desencantada, hasta cínica al saber las realidades de las que está compuesta el
poder, la misma es el reflejo de un disciplinamiento del cuerpo, en términos foucaultianos,
donde el cuerpo natural es sustituido por un cuerpo artificial (homo artificialis), es decir un
aparato de conductas,represivo de las pasiones internas, que conforman la etiqueta
cortesana. En cuanto a la representación del poder, el autor destaca la influencia de
Maquiavelo en el nacimiento de un príncipe escéptico igualmente de figura ambivalente,
1 Fernando Rodríguez de la Flor.
Política y fiesta en el barroco. Salamanca, Universidad, 1995.
Barroco. Representación e ideología en el mundo hispánico 1580 –1680. Madrid, Cátedra, 2002.
Era melancólica.Figuras del imaginario barroco. Palma de Mallorca, Juan de Olañeta, 2007.
Imago.La cultura visual del barroco hispano. Madrid, Abada Editorial, 2009.
mártir y tirano a la vez, que practica una ética escenográfica que debe a la tarea de conciliar
la esfera religiosa y polìtica. El poder de éste, según el autor, se expresa en un
comportamiento melancólico, que consiste en una tendencia al aislamiento reservado,
configurando la pretendida inaccesibilidad mayéstica, que se sirve del secreto como
mediador entre él y sus súbditos creando una nueva razón de estado: la de engañar sin ser
engañado. Es por ello que el autor trae a mención un emblema que se evoca para recordar
el reinado de Felipe ll “quien no sabe disimular, no sabe reinar”2. Esto cobra sentido en la
concepción de una realidad teatral y carnavalesca, donde la verbosidad irá ocupando un
espacio negativo (por ser aliada de la adulaciòn) y se tomará con mayor apreciación la
capacidad de decoro y prudencia del callar, que tiene lugar en la socialización barroca.
Pues incluso Cristo fue un Príncipe escondido (según Fray Marcos Salmerón) el cual hizo
de un enigma su vida, entre los doce y treinta años. Entonces al imitar el proceder divino, la
real condición humana es considerada según el autor como la construcción continua de una
máscara (garante de una verdad social) con la que el hombre puede moverse en cualquier
escenario. Esto quiere decir que la estrategia de disimulación no es exclusiva de lo que el
autor llama espacios fríos, el palacio y el convento, sino que la misma está presente en los
pueblos que se decían cristianizados, como los moriscos (musulmanes), los indígenas
americanos y los judíos, quienes recurren a una disimulación negativa y convertida en
antihegemónica, dado que resisten en lo íntimo y lo secreto a la dominación, dejando
entrever una superficialidad catequética española, que la empresa cristiana procurará
develar y denunciar. Sin embargo la disimulación también coexiste con su antítesis, ya que
“La virtud es su más alto grado, sencillamente no puede ser revelada al siglo. Ello significa
que la disimulación no es ya, exclusivamente, la tècnica de los arribistas y de los polìticos
del siglo, sino que, en realidad, su praxis compete plenamente incluso a quienes son, en su
interior, de modo profundo, sinceros y sabios.”3. Una disimulación honesta que deja
esconder aún el bien, dado que quién conoce en última instancia las intenciones del
corazón es la divinidad. Un obrar que tiene por fin su develación en un ansiado más allá,
donde se produce la liquidación total de la impostura. De este modo el período vio florecer
diferentes representaciones de corazones exteriores,(que el autor se encarga de distinguir),
en alusión a que siendo éstos ocultados por el cuerpo, se ofrecían a ser leídos por Dios en
el escenario póstumo. Así en un mundo velado, la sociedad barroca desarrolló pasión y
exigencia por la confesión, ligada por su parte a un sentimiento inquisitorio.
A su vez en el panorama de una desconfianza generalizada que abarca todos los cuerpos y
todas las instituciones, la sospecha también alcanza a eremitas, anacoretas y ascetas que
fueron despojados del aura de santidad, porque existía la posibilidad de que estos fueran en

2 Fernando R. de la Flor, op. cit, pp.: 33.


3 Ibidem, pp.: 125.
realidad hipócritas narcisistas que vestían la cruz de vanidad. En consecuencia, se
desarrolla lo que Rodriguez de la Flor denomina cómo santidad rococó, aquella donde
proliferaron las hagiografías sencillas y mucho menos impresionantes que las producidas
siglos atrás.
La iglesia atraviesa un momento de crisis,en la cual implicada en la figura de presunción de
sus seguidores, ve desvanecerse sus utopías, que la llevan a caer en una acentuada
pulsión de muerte (simbólicamente) y de destrucción.Esto se refleja en las representaciones
y producciones simbólicas que tienen cómo protagonista a la calavera y su cuerpo que
muestran lo invisible y lo deshabitado del ser, evidenciando así una época regida, para el
autor, por la divinidad de las apariencias, Proteo que impide un régimen de fijación y
estabilidad asociado a la verdad, que aún en el despliegue de representaciones no deja que
se ve la referencia.
De esta manera lo que Fernando Rodriguez de la Flor pretende es atender al campo
imaginario de la sociedad de este período, trazando una suerte de psicología histórica y un
retrato moral del yo barroco, así como un análisis de las representaciones que el sujeto
hace de sí y del mundo.
Pasiones Frías es un libro de lectura compleja ya que hace referencia a lecturas
complementarias, por lo que está dirigida de esta forma a un público especializado, también
por su pluralidad de fuentes utilizadas. En cuanto a la organización del libro, cuenta con un
ùtil ìndice de nombres,el cual incluye a los diferentes autores que son mencionados en el
cuerpo de la obra , más las notas y figuras destacadas.
Lo que distingue al autor de Pasiones Frías, en su interpretación y análisis de las fuentes
provenientes del arte y la literatura, es que no se propone investigar a las prácticas en sí de
la asimilación religiosa y civil, sino sus representaciones y figuras y su incesante
reformulación textual e iconográfica, que integra en el desarrollo del ensayo. Los símbolos
de la disimulación y el secreto, tal como se elaboran culturalmente en los libros de
emblemas, en los manuales de educación, conducta y cortesanía y en algunos escritos
devotos, son también otros de los recursos que el autor utiliza para su investigación. El reto
que plantea estudiar las representaciones mentales y el sentir epocal, conlleva un esfuerzo
interdisciplinar reflejando su afiliación a la historia cultural, en especial a su enfoque sobre el
imaginario y dentro de él a su vez, las emociones.
De esta forma, se puede establecer una relación con el contexto historiográfico donde se
observa un aporte y enriquecimiento por parte Fernando R.De la Flor a los marcos teóricos
vigentes desde los años 80 a la actualidad.
En primer lugar, sigue las tendencias inscritas en la tercera generación de los Annales, con
representantes como George Duby y Jacque Le Goff que profundizaron la historia de las
mentalidades, presente de manera incipiente en los inicios de la revista francesa. En
segundo lugar, el giro cultural y lingüístico permitió la ampliación del campo de
investigación, entre otros tópicos, hacia la historia de las emociones siendo el marco en el
que se apoya la obra. Además, la misma presenta influencias de la historiografía alemana
ya que el recorte temporal abordado se ubica en el paradigma que Reinhard y Schilling
proponen para la historia moderna, la era de la confesionalización y el disciplinamiento
social, como proceso que transformó la vida pública y privada en la Europa de los siglos XVI
y XVII a través de la conexión entre la formación de los nuevos grupos confesionales y el
desarrollo del naciente Estado moderno. Por último, teniendo en cuenta la serie de
publicaciones del autor ya mencionadas anteriormente, se puede observar que son
producto de la situación académica en España, donde la Revista de Literatura de Lucía
Díaz Marroquín creada en el 2004, posibilitó la proliferación de equipos de investigación,
que provenientes de la literatura y de los estudios de cultura visual y material profundizaron
en aspectos relacionados con el pasado y el presente de las emociones, tal como del
filólogo.
En conclusión,Pasiones Frías es un libro que no tan solo propone nuevas perspectivas
sobre un período histórico ya largamente estudiado, como el Barroco, sino que también
abre horizontes sobre nuevas formas de hacer historia, aun sin pertenecer de manera
original a la disciplina histórica. Esto demuestra que, en un panorama de fragmentación de
estudios y tópicos, es necesaria la búsqueda de trabajos interdisciplinares que permitan la
comunicación de los estudios dispersos para enriquecer las miradas hacia el pasado.

Bibliografía:
● Burke, Peter, La Revolución Historiográfica Francesa. La escuela de los Annales
1929-1984. Barcelona: Gedisa. 1990.
● Fernando Sánchez Marcos. Tendencias historiográficas actuales, 2009. Parte
dedicada a la historiografía alemana y norteamericana.
● Andrea Arcuri Confesionalización y disciplinamiento social: dos paradigmas para la
historia moderna Hispania Sacra, LXXI143, enero-junio 2019, 113-129, ISSN: 0018-
215X.
● Pons Anaclet, Serna Justo. La Historia cultural. Autores, obras, lugares. 2005
Madrid; Akal, 2005 Cap IV y V.
● Jan Plamper Historia de las emociones: caminos y retos Cuadernos de Historia
Contemporánea 2014, vol. 36, 17-29.
● Javier Moscoso Sanabria, Juan Manuel Zaragoza Bernal. Historias del bienestar.
Desde la historia de las emociones a las políticas de la experiencia. Cuadernos de
Historia Contemporánea 2014, vol. 36, 73-8.

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