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Constantino Rojas Burgos

Ojo al charque
18 de noviembre del 2022

Cincuenta años de la fuga de la Isla de


Coati
Han pasado 50 años desde aquel 2 de noviembre de 1972 cuando 67 presos políticos que
habían sido llevados hasta la Isla de Coati en el régimen militar de Hugo Banzer lograron
fugarse en un...
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Han pasado 50 años desde aquel 2 de noviembre de 1972 cuando 67 presos políticos
que habían sido llevados hasta la Isla de Coati en el régimen militar de Hugo Banzer
lograron fugarse en un grito de libertad. Escaparon hacia Yunguyo, luego a Lima,
recibieron asilo unos en Cuba, otros en Rusia, para vivir en el exilio en medio de
muchas dificultades. Epifanio Rodríguez Núñez es uno de los 67 presos políticos que
vivió esta amarga experiencia en la dictadura militar del septenio banzerista.

***************

“Me permito señalar que soy víctima de la violencia política, porque fui perseguido y tomado
preso en la ciudad de Cochabamba, posteriormente trasladado a la ciudad de La Paz, al Lago
Titicaca, Isla Coati y luego fugado de la misma, lo que movió las bases de la dictadura de
Hugo Banzer Suárez. La fuga de Coati ha sido de conocimiento mundial y se ha publicado en
periódicos de todos los países con titulares grandes, así como se han publicado en libros”.
Es el texto de la carta enviada por Epifanio Rodríguez Núñez en fecha 24 de mayo de 2011, al
entonces presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales Ayma, por haber sido
excluido de recibir el beneficio de resarcimiento excepcional, beneficio del que gozaron las
"Víctimas de Violencia Política en periodos de Gobiernos Inconstitucionales" comprendidos
entre el 4 de noviembre de 1964 y el 10 de octubre de 1982. Otra injusticia de la política
nacional.

Epifanio Rodríguez fue detenido el 25 de marzo de 1972 y residenciado en la Isla de Coati. A


10 meses de la detención, el 2 de noviembre ocurrió precisamente la fuga de los presos
políticos de la Isla de Coati en lanchas para escapar de la isla —que ahora se conoce como
Isla de la Luna— hacia Yunguyo en el vecino país del Perú, luego ser trasladado a Lima y
posteriormente a La Habana en Cuba, donde permaneció cinco años. Después se fue a
España, Alemania, Rusia, sorteando todas las dificultades que tiene un exiliado y perseguido
por la dictadura militar.

EXCLUIDO DEL BENEFICIO DE RESARCIMIENTO EXCEPCIONAL


La Comisión Técnica de Calificación dice textualmente: Desestimar la solicitud presentada por
Epifanio Rodríguez Núñez, por los hechos resarcibles alegados, en razón a que la misma NO
CALIFICA para recibir el beneficio de resarcimiento excepcional a Víctimas de Violencia
Política en periodos de Gobiernos Inconstitucionales, por no haber demostrado con exactitud
las fechas mencionadas como las calificaciones de exilio y pasaportes de salida y retorno a
Bolivia, exigencia por demás forzada, porque según recuerda Rodríguez un promedio de 67
presos políticos fugaron del país, de manera que no contaban con pasaportes que acreditaran
su condición de exiliados.

La Presidencia de la Cámara de Senadores le confirió un reconocimiento a Epifanio Rodríguez


Núñez en noviembre del 2014: “Por su contribución a la defensa de la democracia, lucha por
el cambio social y político del país, durante el golpe de estado (SIC) de los años 1971–1972,
sobre cuyo esfuerzo la nueva generación hoy construye el régimen democrático participativo y
comunitario. Mi profundo respeto y admiración a su heroica actitud de lucha por la
democracia”, firmado por el senador Eugenio Rojas Apaza, primer presidente indígena
aymara, en la Declaración Camaral Nº 109/2014-2015 en la que señala:“Rendir homenaje y
reconocimiento a los valientes hombres Luchadores Sociales que fugaron de los campos de
concentración de Alto Madidi y la Isla de Coati, encarcelados por su lucha al régimen
dictatorial de Hugo Banzer Suárez”.

PARA QUE NO SOBREVENGA EL OLVIDO


Epifanio Rodríguez Núñez es cochabambino. Contento de vivir en La Llajta, señala que fue un
chico huérfano de padre y que tuvo que trabajar desde pequeño para llevarle el sueldo a la
mamá, que a propósito tiene 97 años y con ella va a tomar el desayuno todas las mañanas y
se siente orgulloso de tener con vida a su madre. “Había que buscar la vida, no era nada fácil”,
asegura Rodríguez.

Además de trabajar asistía a la escuela; aunque no logró concluir sus estudios. Más tarde
trabajó como carpintero, se casó muy joven y tuvo dos hijos. Cuando buscaba trabajo, un
amigo le dijo que le conseguiría uno. Pasó el tiempo, el amigo apareció y le llevó a un lugar
que resultó ser el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que lo comprometió políticamente,
razón por la cual fue detenido a los 23 años y llevado hasta Coati.
El 2 de noviembre de 2022, a cincuenta años (Bodas de Oro) de la fuga de la Isla de Coati,
rememoramos este hecho político de la dictadura militar de Banzer Suárez para que no
sobrevenga el olvido y que el actual Gobierno reconsidere su posición para que don Epifanio
Rodríguez reciba el resarcimiento excepcional porque fue víctima de violencia política de la
dictadura militar de Banzer.

El autor es periodista y docente universitario


https://guardiana.com.bo/opinion/cincuenta-anos-de-fuga-de-la-isla-de-coati/

Coati, la isla que fue utilizada como cárcel


para presos políticos
Una revisión a este sitio histórico, situado en el lago Titicaca, a través de
distintas lecturas y publicaciones
Freddy Zárate12 de diciembre de 2021 (00:00 h.)
La isla de Coati (Luna) fue emplazada para presos políticos durante la dictadura militar de Hugo
Banzer. CORTESÍA AUTOR
CÁRCEL PRESOS #POLÍTICOS ISLA


La isla Coati o isla de la Luna se encuentra en el Departamento de La Paz,
es una isla situada en el lago Titicaca y está considerada como la segunda
isla Sagrada de los Incas. Por esta razón, su ubicación geográfica y sus
vestigios prehispánicos llamaron tempranamente la atención a varios
investigadores. En la primera década del siglo XX, el Capitán Teniente de
Ingenieros Arthur Posnansky publicó la Guía general ilustrada para la
investigación de los monumentos prehistóricos de Tihuanacu e Islas del Sol
y la Luna (La Paz: Imprenta y Litografía Boliviana, 1912), en donde indica
que “al Este de la isla Titicaca y a una distancia de tres millas, está la isla de
la Luna (Koati), de tres kilómetros de extensión, que sobresale de las aguas
cual si fuese una colosal ballena (…). Al aproximarse a la isla se distingue
desde la distancia las ruinas de los andenes de que estaba cubierta, que
antes le daban el aspecto de un grande, bellísimo jardín”. Posnansky al
referirse al nombre de la isla dice: “Koaty es la apostrofación de dos
palabras aymaras: Koa, planta silvestre (Satureja obovata) de que está
cubierta la isla y aty espalda, loma (La isla tiene forma de una loma que sale
de las aguas del lago)”.

La isla Coati como campo de reclusión

Saliendo del esquema geofísico, vetusto y mítico de la isla Coati, podemos


advertir que gobiernos autoritarios utilizaron como campo de confinamiento
para recluir a opositores políticos. La memoria corta recuerda que bajo la
dictadura del Coronel Hugo Banzer Suárez, la isla Coati fue habilitada para
encarcelar a dirigentes, estudiantes, periodistas, campesinos y mineros en
los primeros años del gobierno de facto. Sobre ello se tiene el texto de
Rubén Ardaya Salinas intitulado De la Isla del Diablo a la libertad. Un
testimonio de fuga de Koati (1997); el periodista Carlos Soria Galvarro
publicó el relato de Jorge Sattori Ribera, con el título Coati 1972: Relatos de
una fuga –recogido en el libro Contextos, 2002–; el testimonio de Eusebio
Gironda bajo el rótulo Furia de los Andes. Fuga de Coati (2014), entre otros.
Según estas declaraciones, el gobierno banzerista empezó a reducir a toda
oposición mediante la persecución, reclusión y exilio. Esto dio pasó a la
habilitación del campo de confinamiento en la isla Coati, que retuvo a
sesenta y seis presos políticos. La vida cotidiana para los presos estuvo
llena de incertidumbres, pesadumbres existenciales, martirios, torturas,
desconfianza al prójimo, enfermedades y la escasa alimentación. La historia
de los reclusos tuvo un dramático desenlace que culminó con la fuga de la
isla, que luego de pasar por varias peripecias, llegaron a salvaguardarse en
otra isla: en La Habana, República de Cuba.

El testimonio olvidado de Alberto Crespo Rodas


La isla Coati como un campo de prisión tiene una historia larga. Un
testimonio poco conocido, es la suscrita por el historiador Alberto Crespo
Rodas (1917-2010), que en su juventud, a la edad de 28 años fue recluido
en la isla durante cuatro meses por el año 1945, durante el gobierno de
Gualberto Villarroel. Años después, denunció el hecho en un largo escrito
que fue divulgado en la antigua La Razón, el 14 de diciembre de 1950. En
esas páginas, Crespo manifiesta que “no hay duda que la crueldad tuvo un
positivo acierto al elegir la isla Coati para la reclusión de los hombres.
Nunca sentí como allá la sensación perfecta del aislamiento”. Alberto
Crespo asevera: “En todo el tiempo que estuve allá, jamás se acercó una
embarcación y el bote del gobernador era amarrado al frente en un pequeño
puerto de la península de Copacabana, llamado Sampaya, para evitar
posibilidades de fuga (…). Evidentemente, allá se deja un poco de ser
hombres a medida que se va apoderando de la conciencia la idea de que
uno forma parte de una singular subdivisión de la especie humana, sin
parecido ni vínculos con los seres libres que están más allá del lago”. De
forma que para Crespo, “el hombre que se ha convertido en el condenado.
No creo que ese sentimiento se haga presente con tanta fuerza en el
hombre que guarda prisión en una cárcel o penal de tipo corriente, porque
allá está en contacto con personas libres. Mira y tiene alguna relación con
otros hombres libres. En cambio, Coati es un pequeño mundo solamente
habitado por condenados, aunque no tengan propiamente ninguna
condena”.

Un diario proscrito por la historia


Por la década de los años cincuenta, el jurista Salomón Baldomar Balcazar
publicó el texto intitulado 37 días en Coati. Diario de mi confinamiento (La
Paz: Editorial e Imp. Artística, 1951), que a decir del autor, el libro constituye
una relación diaria de un grupo de hombres que fueron recluidos en la isla
Coati, “por el hecho de no ser partidarios de la dictadura” de Gualberto
Villarroel, surgida del golpe militar del 20 de diciembre de 1943.

Según el relato de Baldomar, el 15 de febrero de 1944 varios uniformados


irrumpieron en su domicilio a altas horas de la noche, invitándolo a subir a
uno de los vehículos. Al preguntar a sus captores a donde lo llevaban y
porqué lo detuvieron no recibió ninguna respuesta. Pero intuía que se dirigía
al “Calama”. Ya en ese reclusorio. En una de las habitaciones se encontró
con varios militares en la misma situación. Luego de pasar dos noches de
encierro, se les hizo saber que saldrían de viaje, “llevando solamente dos
frazadas, sin poder sacar cochones ni maletas grandes”. En un apresurado
viaje por el altiplano, los presos comprendieron que se dirigían a la isla
Coati: “En Coati no hay nada –dijo el Coronel Gonzales, que era uno de sus
custodios– y sus palabras tenían autoridad de conocedor de la isla. Nos
apresuramos en comprar en el único almacén abierto, lo que creímos
esencial para nuestra alimentación”.

Una vez que arribaron a la isla Coati, tuvieron que organizarse con distintas
labores: la cocina, cortar leña y limpiar las precarias habitaciones-celdas. A
los pocos días llegaron otras embarcaciones que sumaron más presos
políticos. En esos días, aprovechando su reclusión en la isla, los presos
fueron a conocer las ruinas.

Con referencia a la vida diaria en la isla, Baldomar manifiesta que a causa


de la desolación los días se hacen largos, monótonos, aburridores en donde
se hizo frecuente las siguientes preguntas: “¿Hasta qué día nos tendrán en
la isla?, “Cómo estarán nuestros familiares”, “Qué novedades se habrán
producido en La Paz?”. Para alivianar la pesadumbre existencial, los presos
fueron recreando –en sus largas horas de inacción– el uso de naipes para
predecir su liberación o su continuidad en Coati. Otros presos daban la
vuelta completa de la isla para solazar su espíritu. Pero una de las
dificultades latentes entre los presos eran las enfermedades: “La Pinta –una
embarcación que trasladaba personas y víveres a la isla– zarpó hacia
Copacabana llevando encargos nuestros especialmente para avisar que
varios confinados están enfermos; encargué bismuto, obleas de
benzonaftol, fenaspirina y otras medicinas”.

En otro pasaje del texto, el autor indica que la isla también albergaba a
delincuentes, según registra en su diario, el 28 de febrero de 1944, llegaron
de Tiquina una embarcación de 8 rufianes de La Paz: “Hoy hice una breve
interrogación a un ratero: ¿Por qué te han traído?” –a lo que responde: “He
robado 300.- bolivianos”, otros afirman que robaron 4.000 y 5.000 bolivianos
que “tuvieron que repartir a los agentes y se quedaron en La Paz, a esos no
los traen (…) es de costumbre de los agentes viejos, corrompidos,
agarrarlos en la calle a los rateros y quitarles lo robado en dinero,
dejándolos en libertad”. Una espeluznante revelación de uno de los
delincuentes es la práctica del canibalismo: “Entre los rateros llegó uno que
antes estuvo acá y que con sus compañeros, se comían a sus compañeros
muertos. Nos dará detalles, que interesan grandemente”.

Siguiendo la narración de Salomón Baldomar, el 4 de marzo de 1944,


arribaron al muelle de la isla algunos dirigentes del Partido de la Izquierda
Revolucionaria (PIR), en donde se encontraba el político y escritor José
Antonio Arze, el poeta y artista Luis Luksic, Aurelio Alcoba, el húngaro
Francisco Neolander. Baldomar pudo advertir que “Arze está muy
demacrado. Los invitamos a tomar café caliente con pan, que se sirvieron
en la pieza principal del primer patio, mientras la conversación se tornaba
más interesante. Los capturaron en una comida de la noche del jueves. En
el momento de la captura dice Arze que tuvo un cambio violento de palabras
con Escobar, a quien dijo que en esa maleta que le estaban secuestrando
no había documentos de carácter revolucionario, sino resoluciones simples
del partido y copias de circulares”. Pero la llegada de Arze a la isla produjo
una interrogante entre los presos: “¿El confinamiento del jefe del PIR,
empeorara nuestra situación, prolongando nuestra permanencia en esta
isla?”.

Varias semanas después, Baldomar registra en su diario la llegada de siete


miembros del PIR, los nombres que figuraban son los siguientes: Hernán
Melgar Justiniano, Fernando Siñani, Gabriel Moisés Terán, Severo Clavijo
Suárez, Waldo Álvarez España y Rigoberto Villarroel Claure. En el
transcurso de los días, los piristas se lanzaron a protestar contra los
custodios exigiendo la pronta liberación a raíz de los sucesos políticos en la
plaza Murillo: “Seguimos comentando la inesperada salida de los
movimientistas que dejan el gabinete, lo que coincide con la amnistía y el
llamamiento a elecciones generales en toda la República. El régimen quiere
constitucionalizar el país mediante las elecciones y la formación de un
parlamento”.

Transcurrido varios días, el 26 de marzo de 1944, los gendarmes dieron la


orden de libertad a los presos políticos. Al día siguiente, “dos botes se
balanceaban junto al muelle de Coati, esperándonos (…). El bote Puerto
Guaqui de mayores dimensiones debía regresar a Tiquina llevando a J. A.
Arze y un grupo de sus partidarios. El otro, San Lorenzo de Copacabana,
debía traernos al puerto de Copacabana directamente”. El autor termina su
relato alcanzado la añorada libertad: “¡Inolvidable domingo 26 de marzo de
1944! En que salimos de Coati trece confinados a la misma hora, pero en
dos botes que tomaron distintas rutas. Abrazados, despedidas, miradas de
compañeros que dejaban tan prolongado encierro para restituirse a sus
hogares, dando final ese momento a su vida de desesperanzas, inquietudes
y privaciones”.

A manera de conclusión

Luego de varios años, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR)


tomó el poder en abril de 1952. Una de sus principales medidas fue
fomentar la propaganda estatal para promover en la memoria colectiva a los
mártires de la revolución, sus héroes y sus intelectuales al servicio del
movimientismo. Es por esta razón que la figura del “presidente colgado”
representó para el gobierno del MNR un mito político, en donde no cabe la
crítica para ese período. Pero, es necesario poner en cuestionamiento toda
mitificación para dar pasó a la otra cara de la historia y ver las
circunstancias que marcaron al gobierno RADEPA-MNR. Entonces se
encontrará una cruda persecución a todo opositor al régimen;
encarcelamientos; destierros; los aterradores asesinatos de Chuspipata; los
muertos de Challacollo; los cadáveres encontrados en Coroico; el
confinamiento en la isla Coati; todos estos rasgos de violencia política
culminaron con el colgamiento de Villarroel. Una historia llena de tragedias
que merece ser releída con un espíritu crítico, esto para tener una mejor
comprensión de nuestro pasado y entender las raíces de nuestro presente
autoritario.

Después de 13 años, película sobre fuga de


la isla de Coati está lista para ser exhibida
La nueva cinta de Okie Cárdenas recrea el escape de presos políticos de la
cárcel emplazada en el lago Titicaca durante la dictadura de Hugo Banzer
(1971-1978).
Redacción08 de julio de 2020 (21:04 h.)

HISTORIAS PELÍCULA FUGA

La fuga de la cárcel de la isla de Coati (emplazada para presos políticos


durante la dictadura militar de Hugo Banzer) es uno de los episodios más
pintorescos de la historia del siglo XX del país. Tanto por sus protagonistas,
en su mayoría jóvenes universitarios, como en su ejecución (distraer a los
carcelarios con un partido de fútbol y llamar la atención de los comunarios
para utilizar sus botes).

El episodio ahora es recreado en la película “Esperar en el lago” de Okie


Cárdenas (“Entre santos, cholas y morenos”), quien concibió el proyecto 13
años antes, cuando conoció a Epifanio Rodríguez, uno de los fugados en
1972. Lo invito a un encuentro conmemorando los 35 años del escape, en la
misma isla.

“En un inicio tenía la intención de realizar un documental, pero al conocer a


todos los personajes con tanto carisma e historias personales, empecé a
escribir el guion. La película recupera este pasaje de la historia política
boliviana y se yuxtapone con una historia de amor”, cuneta el director.

La película cuenta el regreso de un exiliado político en Argentina a Bolivia


para tener un encuentro con un viejo amigo. En el viaje de vuelta se
entrecruzarán sus recuerdos como prisionero junto con los de su antiguo
amor, Valentina. Cárdenas contó a este medio que prestó especial atención
a los detalles históricos para que todos los episodios referenciales sean
tratados con verosimilitud.

El filme cuenta con el apoyo del programa Ibermedia y es una coproducción


con la agencia argentina Vaimbora. Comenzó a ser rodada en enero,
primero en las comunidades cochabambinas de Totora, Arani, Sacaba y
Vacas. Posteriormente, la producción se trasladó a La Paz para grabar en
los alrededores de Tiquina y la isla de Coati del lago Titicaca.
“Esperar en el lago es una road movie, una película de carretera. Empieza
en Totora, siguiendo las escenas en la ciudad de Cochabamba, carretera de
la ciudad de La Paz hasta llegar al lago Titicaca. Fue complejo el recorrido y
desplazamiento de actores y todo el equipo técnico, en época de lluvias”,
recordó el arduo proceso de rodaje Cárdenas.

Ahora, la película está lista y sus creadores ven los diferentes canales para
que pueda ser exhibida en medio de la crisis de la pandemia. No descartan
un estreno por streaming, que atraviesa una popularidad histórica y que
además podrían llegar a un público global. Sin embargo, y “aunque suene
romántico”, Cárdenas quiere que la película sea vista en pantalla grande,
“porque los filmes son visionados para eso”.

2019 fue un año fructífero para la productora Cinecéfiro en el que grabó


“Esperar en el lago” y “Unay”, otra ficción de Cárdenas rodada en pleno
invierno en el altiplano. La producción de este último se viene trabajando
durante cuatro años. La cinta recupera la esperanza de muchos jóvenes del
área rural del departamento de Oruro y su pasión por la música, y su
proceso de preparación para convertirse en grandes intérpretes de bandas
folklóricas de todo el país.

HOMENAJE A LOS EVADIDOS DE


COATI
Cartas al país
Edgar Ramos Andrade
Lunes, 27 Octubre, 2014 - 17:53

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Riberalta, 26-octubre-2014

Señores: Expresos políticos de las dictaduras militares, y bolivianos y bolivianas:

1. Todos Santos es, en Bolivia una fiesta religiosa para recibir a nuestros muertos. Pero fue
también el pretexto para despachar (asesinar) a otros tantos bolivianos y bolivianas. En 1979,
el desquiciado e impune Cnel. Alberto Natuch Bush, en el apoyo del MNR (Guillermo
Bedregal, Edil Sandoval y otros) encabezó la sangrienta “Dictadura de Todos Santos” que
duró 16 días debido a la resistencia social. Siete años antes, en Todos Santos, 67 presos
políticos del impune dictador Hugo Banzer fugaron de la Isla de la Luna o Coati, en el lago
Titicaca. ¿Qué había pasado? El libro “Coati 1972. Relatos de una fuga” de nuestro entrañable
Carlos “K’echi” Soria Galvarro Terán (La Paz 1997) contiene datos precisos que ahora
compartimos.

2. En fecha 2-noviembre-1972, en el apogeo de la cruel dictadura de Hugo Bánzer, 67


detenidos políticos de la informal “cárcel” en la Isla Coati ejecutaron un audaz plan de fuga
masiva que dejó en ridículo a represores y dictadores. Los evadidos fueron: Augusto Jáuregui
Moreno, Ignacio Cervantes Orgaz, Juan Ríos Velásquez, Paulino Benítez Torrico, Fidel
Galindo Ugarte, Alfredo Arcón Flores, Octavio Mendoza Arismendi, José Ayca Arana, Félix
Gonzales Rodríguez, Máximo Quintanilla Molina, Ruperto Encinas Mercado, Eduardo Jaimes
Mendieta, Patricio Gaviño Cayoja, Demetrio Barrientos Adrián, José Castro Rovira, Humberto
Albarracín Sánchez, Teófilo Condori Choque, Daniel Herrera Quiroga, David Ernesto Villegas
Argote, Víctor Plaza Salvatierra, Freddy Mendoza Pereira, Rogelio Pardo Rojas, Alfredo
Quirijota Quevedo, Juan Gualberto Paz Cabrera, Diógenes Huarachi Zárate, José Arturo
Hurtado Rojas, Carlos Rojas Salazar, Florentino Aguilar Castro, Eusebio Gironda Cabrera,
Froilán Aguilar Paredes, Mario Roberto Salinas Jaldín, Adhemar Sandóval Osinaga, Fernando
Alvarado Jacobs, Luis Ruiz de los Ríos, Vidal Tirado Velázquez, Lino Octavio Chacón, Ángel
Pilco Mamani.

3. Otros fugados fueron: Alfonso Camacho Peña, Gregorio Arce Santa Cruz, Carlos Hurtado
Villa, Feliciano Tastaca Coca, Antonio Alurralde García, Pedro Pablo Paputsakis Flores, Max
Menacho Velasco, Carmelo Jano Mejía, Gastón Urquidi Vargas, Alejandro Torrejón Martínez,
Miguel Campos Pardo, Walter Ramírez Hurtado, Arnaldo Molina Jaldín, Epifanio Rodríguez
Núñez, Jorge Frías Sigg, Francisco Caldera Gonzales, Nolio Illanes Balcázar, Julio César
Hondo Tussoc, Héctor García Centellas, Mario Guevara Rodríguez, Ramón Aspeti Villca,
Hugo Castillo Mamani, Claudio Canaza Flores, René Francisco Monarde Monarde, Edgar
Rivero Delgado, Daniel Albarracín Orgaz, Andrés Flores Flores y, Dionisio Huayñapaco.
Prófugos: Rolando Mondaca y Fidel Castro. Recapturados: Raúl Ojopi Pinaycobo, Antonio
García Urrutia, Jorge Sattori Rivera, Luís Vélez Serrano. Se entregó voluntariamente, Dionicio
Cossio Vargas (“buzo” o infiltrado). Se quedaron en la isla: Celín Cury Cury, Julio Callejas Paz,
Alfredo Auza Arnez, René Illanes Villarroel, Ciprián Lípez Uño, Mario Cortez Ticona, Roberto
Siles Galindo, Freddy Illanes Vedia y, Mario Ortega Vera. La lista fue publicada en Presencia
el 7-noviembre-1972.
4. Uno de los evadidos fue Jorge “Satoracho” Sattori Rivera, riberalteño y militante del Partido
Comunista, prisionero político (varias veces) de la dictadura banzerista; recapturado tras la
fuga de Coati; exiliado a Argentina, Chile, Venezuela y que falleció en junio de 1980, cuando
era candidato a diputado beniano por la UPD; el avión que despegó de El Alto, se estrelló
cerca de Laja. Allí murieron también, Enrique Barragán, Jorge Álvarez Plata, y Douglas
Veizaga. Se salvó Jaime Paz Zamora, ese que nueve años después pactó con Banzer, el
asesino de muchos miristas…

5. Otro que fugó de Coati fue Adhemar Sandóval Osinaga, vallegrandino que, como estudiante
de secundaria publicaba un boletín en mimeógrafo y luego fue dirigente porque reclamaba
mejores construcciones y mobiliario escolar. Fue militante de la Juventud Comunista de Bolivia
JCB y por una sospecha de afinidad con Ernesto “Che” Guevara (que en 1967 rondaba
Vallegrande) fue detenido por orden del comandante militar regional, Cnel. Andrés Selich
Shopp. Fue detenido nuevamente en noviembre de 1971 y llevado a Coati. Estudio
Periodismo e Historia en Cuba y, en 1997 era Director de la Casa de Cultura de su pueblo…

6. Supe (casualmente) que para estos días, por iniciativa de la COB, se prepara un homenaje
a los evadidos de Coati. Ahí estaré.

7. Pero no es el único homenaje pendiente. Los presos de Achocalla, del cuartel de Viacha, de
la 8va. División de Santa Cruz, los de Montero, las Direcciones de Orden Político DOPs, El
Pari y tantos otros centros clandestinos, de reclusión y tortura (que incluía el “submarino” o
sumersión en inodoros) tienen mucho que relatar… Todos ellos fueron constructores de
nuestra democracia.

8. Por lo predicho, solicito respetuosamente, que el Estado asuma (y ejecute) decisiones para
determinar la verdad de los tratos crueles (tortura físico-psicológica) o simples, asesinato y
desaparición de miles de personas, además del trauma para sus familiares y para el país. Solo
las dictaduras de René Barrientos (1964-67) Hugo Bánzer (1971-77), Alberto Natuch Bush
(1979), Luís García Meza (1980-81) entre otras, ocasionaron miles de muertos, heridos y
desaparecidos.

9. Se tienen algunos documentos para comenzar a investigar: 1) “Violación de los Derechos


Humanos en Bolivia”, elaborado por la COB y entregado al Consejo de Derechos Humanos de
la ONU y a la OIT, publicado en enero de 1976; 2) “Bolivia: Informe denuncia” intervención de
Jaime Paz Zamora ante el Tribunal Russel, Bruselas 1975; 3) “Bolivia, 1971-1977: El gobierno
de Banzer y la violación de los derechos humanos” elaborado por la Asociación Pro Derechos
Humanos, Madrid 1977; 4) Documento denuncia presentado desde la clandestinidad a la OIT
por la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia FSTMB, en agosto 1976; 5)
“Nunca más para Bolivia” libro publicado por el RP Federico Aguiló, Cochabamba 1993; 6) “El
delito de ser periodista. La libertad de prensa en Bolivia. Documentos y testimonios 1971-
1977” elaborado por Luis Espinal, Jorge Mansilla y otros periodistas, exiliados y clandestinos,
publicado en 1977; 7) “Informe sobre las desapariciones forzadas en Bolivia” publicado por el
Capítulo Boliviano de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo CBDHDD y ASOFAMD,
La Paz 2007; 8) “Banzer. Para que no se olvide (1971-78)” Informe de la COB y ASOFAMD,
La Paz 2008.

10. Las oprobiosas dictaduras militares dejaron una herencia de dolor, personal-social que es
necesario reparar…

Les saluda con afecto:


Edgar Ramos Andrade, comunicador e investigador, Autor del libro “Historia Oculta de Bolivia”
(en edición). Tel (00591-77220736) Correo-e: chaco.amazonia@gmail.com

La fuga de la Isla de Coati


- marzo 22, 2017

Setenta prisioneros en busca de la libertad

Freddy Céspedes Espinoza

Después del golpe de 1971, el Coronel Banzer, decide reabrir la Isla de Coati, llamada
también hoy Isla de la Luna, como centro de reclusión desde los años cuarenta.
Era tanta la demanda de cárceles para los “Melenos o comunistas” que los políticos
fueron llevados a la isla por decenas a fin de tenerlos en medio del lago, sin acción ni
reacción.
Isla en medio del lago mayor, frente a la Isla del Sol y la península de Yampupata, fué
la Alcatráz de los Andes para los delincuentes en los años cuarenta y durante la
dictadura de Banzer reabierta para detener a los opositores.
Después de permanecer por mucho tiempo aislados, setenta prisioneros de Coati
decidieron planear la fuga, muy comentada en ese tiempo por su espectacularidad.
Después de tomar presos a los custodios y al mismo jefe o Gobernador,
cruzaron desafiando al lago en un desbande masivo, cruzando cerros, riachuelos,
terrazas de agricultura, desniveles geográficos; todo en cuestión de horas y como
únicos cómplices, las sombras de la noche que no dejaban ver más de un metro.
Se inicia la fuga
¡Oh fútbol! Cuántas cosas sucedieron en tu nombre; era un partido programado relata
un ex prisionero, mi pensamiento era sólo la fuga. Escuché que la pelota rebotaba hacia
un lado, era el momento...
Los centinelas de la parte superior del cerro, fueron reducidos en un instante, los
guardias de la cocina corrieron la misma suerte; algunos se arrodillaron pidiendo
perdón, pero la fuga ya era un hecho.
Crucé hacia Zampaya, la débil embarcación se retorcía por las olas del picado lago;
observaba detenidamente los viejos andenes de agricultura con sus sembradíos de
papa, maíz y cebada que me sobrecogían el alma, tanta belleza en una amalgama
perfecta con la cordillera y el lago mientras tanto sólo en mi mente estaba llegar al Perú,
pero no a través del lago, le teníamos mucho miedo y respeto a esa masa de agua que
tiene en su vientre muchas personas.Ya en Sampaya, salté de la embarcación.
Con mis cuarenta años yo Efrain N, maestro de escuela en Oruro, sin conocer la zona,
seguía al grupo entre empellones y caídas, trataba de no apartarme del grupo, sentía
que alguien se aferraba a mis cinturones para que lo ayude, pero me cansaba más, me
zafé no sé quién era, pero mi meta era llegar donde sea, pero ya no más Coati.
El miedo a ser recapturados
La noche cayó, ya no se veía la Isla maldita, sólo escuchaba la respiración pausada de
mi acompañante circunstancial, “el miedo”, que no se alejaba, la tenía incrustada en la
garganta que no me dejaba respirar.
Mi miedo se reía de mi suerte, yo con voz pausada le decía que me deje en paz, pero
se quedaba, me cubría el cerebro, cada piedra era un monstruo que me seguía.
No veía nada, sólo siluetas, estaba en el averno de Dante, grotescas figuras que caían
y se levantaban, el teatro del infierno hecho fuga. Habían corajudos, cobardes y niños
en cuerpos de hombres que lagrimeaban, el miedo de cada uno salían de sus bocas en
cada palabra que cruzaban en las frígidas montañas.
¡Apúrate carajo!, estamos jodidos si nos descubren, tenía miedo a que aparecieran los
gorilas y nos ametrallen; no habría justificativo, después de todo era para la dictadura
una gran oportunidad para deshacerse de un grupo de presos políticos, que se
atrevieron a escaparse por sus narices.
Crucé Copacabana, ahí estaba quieta la colosal iglesia, pedía a la virgen que me
acompañe, después de mucho tiempo, me sentí más tranquilo, ya estábamos a sólo
diez kilómetros de la libertad, pero mi miedo bajó a mis pies, se introdujo a mis muslos
y pantorrillas, me hacía temblar a cada paso que daba, sólo quería llegar, era la última
carrera hacia una meta que no llegaba, corría, trotaba, caminaba y me detenía, llegué
incluso a tirarme en el duro paisaje para observar la muerte, pues sentía que ya no
podía, éramos puntos insignificantes entre las montañas y la inmensidad del lago que
me inspiraba coraje, sin darme cuenta, corría y corría sin rumbo, hasta que alguien me
paró y me dijo con voz tranquila: Ya cruzaste la frontera, estás libre.
Después volamos a Cuba, Coati, ya era un recuerdo la fuga fue todo un éxito.

Tomás Chipana el lanchero de la Isla del Sol, que ayudó a la fuga de los presos. Me
comentó hace años y con lujo de detalles su aventura, junto a otro valiente lanchero
Pablo Rojas.

Fuentes:
Jaime Soria Galvarro, Coati 1972, relatos de una fuga,.

Historias de Bolivia
19 de julio de 2018 ·

COATI, LA ISLA DE LOS PRESOS POLÍTICOS / LA FUGA DE 72 PRESOS DURANTE LA DICTADURA DE


BANZER

Todo estaba planificado. Cuando le llegó la pelota, el presidiario sacó a propósito un riflazo que no tenía destino de gol y
menos dirección al arco del equipo rival, sino que se fue por encima del vetusto edificio de la gobernación de la cárcel de
Coati.

Corrió, después, presuroso para supuestamente recuperar el balón y ponerlo otra vez en juego; sin embargo, en
cumplimiento de lo acordado con los demás detenidos políticos, ya no volvió al campo de juego y entró por la parte
trasera a la gobernación e inmediatamente se apoderó de una carabina, con la cual intimó rendición a un par de guardias
que, con las manos levantadas, miraban con terror al delantero, antes destacado goleador, pero ahora convertido en el
ariete de la famosa fuga de la prisión de Coati del 2 de noviembre de 1972.

Era Todos Santos y la gente había llegado a Coati o Isla de la Luna, en sus embarcaciones, para espectar un partido de
fútbol, pero, en cambio, comenzaba a ver los incidentes de una masiva fuga de la también llamada “Isla del Diablo”,
porque el Gobierno dictatorial del general Hugo Banzer Suárez la había habilitado, nuevamente, como una cárcel, pero
con muros de agua, ya que estaba en medio del lago Titicaca, para los detenidos políticos del régimen.
En cuestión de segundos, los reclusos se adueñaron de la situación, hicieron prisioneros a los policías, los encerraron en
las celdas y se apoderaron de las armas. Habían tomado la isla. Explotó un explicable júbilo. El gobernador del penal, el
coronel Guillermo Burgoa, y su 21 subordinados ahora estaban tras las rejas, como si el mundo, en apenas unos minutos,
hubiera dado un giro de 180 grados, un vuelco, y las palomas cazaran a las escopetas.

Pero cometieron un error: pletóricos de la contagiante alegría que da la recuperación, así sea momentánea, de la libertad,
sacaron de las celdas las duras payasas rellenas de paja sobre las que solían dormir mal y las quemaron, como si con ese
acto exorcizaran una reclusión llena de penurias y humillaciones; la pira gigantesca despedía una gruesa y elevada
columna de humo que llamó la atención de los efectivos policiales del Estrecho de Tiquina, quienes pensaron, casi por
deformación profesional, que Coati era asolada por un incendio, por lo cual, después de dar el parte de rigor y subir a sus
lanchas, se dirigieron, por supuesto que armados, hacia la isla.

Cuando los uniformados arribaron a Coati sólo encontraron a sus camaradas en las celdas: los presos habían escapado en
los botes de los comunarios. Aquel 2 de noviembre, 72 presos políticos llegaron a la orilla opuesta, a la localidad de
Sampaya, y comenzaron a trepar una escarpada ladera con el fin de llegar hasta la frontera con Perú para solicitar asilo
político.

PARA DETENIDOS POLÍTICOS

En la actualidad, Coati es oficialmente la Isla de la Luna e integra un circuito turístico y una antiquísima trilogía mítico-
religiosa con la población de Copacabana y la Isla del Sol, donde, según las tradiciones, surgió la estirpe de los incas, pero
en el pasado también fue una cárcel para detenidos o perseguidos políticos.

Ya no queda ningún edificio en pie del complejo carcelario que, desde 1933, según la obra Coati 1972, del periodista
Carlos Soria Galvarro, se construyó en la isla.

El presidente Daniel Salamanca (1931-1934) expropió Coati en 1933 a la familia latifundista Acosta para transformarla en
un presidio para “vagos malentretenidos y reos rematados”; operó como presidio, señala el libro De la Isla del Diablo a la
libertad, de Rubén Ardaya, hasta 1952, cuando el Gobierno del MNR clausuró el recinto, aunque después lo reabrió para
recluir a falangistas y opositores a ese régimen; el presidente Hernán Siles Zuazo, también movimientista, cerró el penal a
causa de la presión obrera en 1956.

Había, por tanto, dos categorías de reclusos: los presos políticos y los comunes. Pero 16 años después, en 1972, el
Gobierno de facto del presidente Hugo Banzer Suárez rehabilitó el presidio para que albergara tan sólo a detenidos
políticos: ese año se tenía un numeroso grupo de 150 personas.

Desde el Estrecho de Tiquina ya se puede ver la isla: se asemeja a una mancha que emerge del lago Titicaca. Su principal
atractivo turístico está en la ladera contrapuesta a la que se mira desde la Isla del Sol, donde están situadas las ruinas del
santuario de Iyakuyo que, durante el incario, albergó a las vírgenes del sol o ñustas. Los presos de distintas épocas dejaron
grabados sus nombres sobre esas antiquísimas piedras.

“Cuando llegué a la isla en 1947 no había más que tres o cuatro familias, que tenían sus parcelas en las que sembraban
principalmente papa”, dijo el escritor y poeta Héctor Borda Leaño en una entrevista en 2000. Tenía 19 años cuando
desembarcó en Coati, tras ser aprehendido en la tumultuosa etapa posterior al colgamiento del presidente Gualberto
Villarroel, durante el Gobierno del presidente Tomás Monje Gutiérrez; en esa época, era un opositor falangista y
compartió la reclusión con un grupo de militantes del MNR.

“Cuando llegué a Coati, el espectáculo era impresionante: había hombres con largas barbas y melenas, con gran
expectativa por la llegada del bote; muchos se ponían contentos porque iban a salir de esa prisión”, relató, también en una
anterior entrevista, el abogado y ex ministro de Trabajo Eusebio Gironda, quien también estuvo recluido en ese recinto,
aunque en 1972. Encontró en la isla a muchos de sus compañeros, todos izquierdistas. Y fue uno de los que se fugaron el 2
de noviembre de aquel año.

EL SUFRIMIENTO COTIDIANO

“Lo usual era que nos soltaran a la mano de Dios. Incluso cuando llegamos, tuvimos que colocar esteras de totora sobre
las ventanas para protegernos del frío, porque dormíamos en un galpón; recuerdo que la esposa del gobernador nos vendía
el almuerzo, que todos los días era pesq’e de quinua”, evocó Borda Leaño.

Pero las condiciones del encierro recrudecieron para el grupo de 1972; el almuerzo se cocinaba con un charque de llama
que, según los testimonios de los detenidos, estaba plagado de gusanos o parásitos. “Llegaban víveres, pero los policías no
les daban a los presos. Papas agusanadas cortaban y les daban”, narró una añosa pobladora de la isla, Sebastiana Mamani.
Jacinto Mamani, otro poblador insular, rememoró que, por lo general, los detenidos políticos comían al mediodía una
lagua de harina de maíz, que se preparaba en turriles cortados por la mitad.

Si los presos de 1947 eran prácticamente abandonados en Coati, para que se las arreglaran como pudieran, como aseguró
Borda Leaño, en 1972 se implantó una severa vigilancia a cargo del gobernador del penal, el coronel Guillermo Burgoa, y
21 policías, respaldados por los llamados “buzos” o quintacolumnistas, quienes se infiltraban entre los presos; eran
agentes encubiertos que debían informar a Burgoa sobre cualquier “movimiento sospechoso”. Además, una valla metálica
cercaba el rudimentario complejo carcelario, compuesto fundamentalmente, entonces, por el edificio de la gobernación y
tres celdas alineadas en las que se encerraba bajo llave a los detenidos.

“Algunos presos se aproximaban y te preguntaban si no querías participar en una fuga, para sacarte información; pero, por
nuestra formación política, estábamos prevenidos contra ellos”, contó Gironda.

Casualmente, el gobernador de Coati, en 1947, era el entonces capitán policial Guillermo Burgoa.

LOS OTROS, “LOS ANGELITOS”

En 1947 compartían los infortunios en la isla los presos políticos y los comunes, catalogados como reos rematados.

La anciana Sebastiana Mamani los recordaba muy bien: “Cuando se iban con libertad, otra vez volvían, porque no se
olvidaban de su oficio de maleantes; se perdían un año y otra vez volvían. En la tarde recibían castigo, azote, por tener
hambre robaban. Hacían dos filas para recibir su lagua de maíz”.

En el presidio, en 1947, se habían recreado las divisiones sociales del exterior, que se reflejaban en estas dos actividades.
“Mientras los señorones movimientistas jugaban bridge, los otros presos hacíamos carreras de piojos, porque a los pocos
días estábamos infestados de ellos, y a los ganadores se les permitía volver de donde habían salido”, evocó Borda Leaño.

El soporte de la pirámide social eran los presos comunes, los “angelitos”, los delincuentes prontuariados de La Paz.
Pasaban las de Caín, aunque a veces recibían una que otra recompensa. “Nos prestaban a algunos que entendían de
sembrar, unos diez maleantes, para que cosechen papa, oca, el fin de semana. Y después les hacíamos una watía. Los
políticos no trabajaban porque eran caballeros, mestizos, no entendían de sembrar”, relató Sebastiana Mamani.

Los presos comunes vivían en otros ambientes, alejados de los que ocupaban los detenidos políticos. Pero en algunas
ocasiones, quién sabe cómo, lograban reunir el dinero suficiente para comprar un corderito: lo apostaban en un partido de
fútbol contra los detenidos políticos.

“Claro que perdíamos a propósito. No íbamos a ser tan desgraciados para ganarles su corderito: se iban felices”,
rememoró Borda Leaño. En alguna ocasión, los presos políticos recibieron, en reciprocidad, el mismo tratamiento de los
comunarios, que llegaban en lanchas a motor y en botes, para perder un partido en el cual la apuesta, casi invariable, era
un cebado cordero.

Las ideologías separaban, además de las diferencias sociales -se formaban grupos de siete u ocho personas para una
habitación-, a los reos políticos de 1947, lo cual quedó establecido cuando no prosperó un conato de huelga de hambre en
reclamo por una mejor alimentación; en medio de los encendidos discursos, alguien descubrió una surtida caja de víveres
bajo la cama de Víctor Chino Andrade, quien llegaría a ser un importante jerarca del MNR y hasta embajador del país en
Estados Unidos.

Podría pensarse que los presos de 1972, todos de partidos izquierdistas, tenían más afinidades que diferencias, pero
también estaban disgregados en cuatro grandes facciones (como siempre): los del Partido Comunista Marxista Leninista
(PCML), del Partido Comunista Boliviano (PCB), del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) y del Ejército de
Liberación Nacional (ELN, los “elenos”); en el testimonio del entonces mirista Alfonso Camacho Peña, recogido en el
citado libro de Rubén Ardaya, se asegura que muchos reos juraron como nuevos militantes ante alguno de los comités
ejecutivos de los cuatro partidos, en tanto que otros optaron por ser sólo simpatizantes.

Borda Leaño relató que, durante su forzada estadía en Coati, los policías “fondearon” a un “angelito”, lo cual, al parecer,
era una bárbara y repetitiva práctica, como lo testimonian los pobladores de la isla. “Allá en la wichinka, en la cola de la
isla, al fondo los tiraban a los más mañudos, al agua, amarrados de pies y manos. Eran los presos comunes, los hundían”,
afirmó la comunaria Sebastiana Mamani.
En el libro de Ardaya se lee un pasaje escalofriante: a comienzos de los 40, cuando la Policía dejaba a los “angelitos” bajo
la autoridad del jilakata o jefe de Coati, los isleños presenciaron un acto de antropofagia, cuando uno de los reos
rematados falleció a causa de una extraña enfermedad.

Pero los comunarios de la isla vivían atemorizados porque tanto los “angelitos” como los detenidos políticos tenían un
rasgo en común: un hambre lobuna; cuando desaparecían corderos y se registraban destrozos en los cultivos de papa, las
quejas llegaban al gobernador.

Borda Leaño narró que había maquinado un método para calmar al demonio de la hambruna: extraía algunas papas y
después colocaba, con gran habilidad, la planta en el mismo lugar, para que los comunarios no se percataran del hurto
forzoso. “Una vez el gobernador nos dio una chocolateada (paliza o sesión extrema de ejercicio físico) en la cancha de
fútbol, porque uno de los lugareños denunció un robo de papas”, contó.

EPÍLOGO DE LA FUGA

Pero los detenidos políticos no soportaban la vida rutinaria, el encierro entre esos muros de agua. “No había qué hacer. Yo
solía dar una vuelta completa a la isla en dos horas; iba a las ruinas, al otro lado; por las noches jugábamos cartas. Algunas
veces me metía al lago y lavaba mi ropa”, evocó Borda Leaño.

En 1972, los detenidos estaban mejor organizados, puesto que formaron grupos para llevar a cabo actividades, por
ejemplo, de cocina y limpieza; otros, en sus momentos libres, se entrenaban en la cancha de fútbol para ser titulares en una
suerte de “selección de Coati”.

NI BIEN SE PISABA LA ISLA YA SE COMENZABA A DISEÑAR UN PLAN DE FUGA.

El 2 de noviembre de 1972, cuando los evadidos arribaron a la zona costera de Sampaya, se impuso un sálvese quien
pueda, aunque previamente, bajo la coordinación de un “estado mayor”, conformado por Froilán Aguilar Paredes
(PCML), Alfonso Camacho Peña (MIR), Jorge Sattori (PCB) -después recapturado y fallecido en el accidente aéreo en el
que salvó la vida el jefe mirista y ex presidente Jaime Paz Zamora- y Fernando Alvarado Jacobs (ELN), se había
establecido la meta de llegar hasta Yunguyo, Perú, para pedir asilo político.

La escarpada subida, después de la cual se llegaba a una meseta, para luego descender hasta Yunguyo, puso a prueba el
estado físico de los esmirriados y pésimamente alimentados detenidos; otros, cuyos lazos de solidaridad habían crecido
durante los días del infortunado encierro, se apoyaron mutuamente para trasponer aquel calvario.

La noticia de la fuga de 72 detenidos políticos sorprendió a la dictadura banzerista, que envió a los cazas de la Fuerza
Aérea Boliviana para que sobrevolaran la zona con fines intimidatorios y disuasivos; se escuchaba, según algunos
testimonios, el traqueteo de las ametralladoras. Cuando llegó la gélida noche, durmieron a la intemperie, a la espera de
que la luz del amanecer los ayudara a encontrar la mejor senda hasta la frontera. La Policía, sin embargo, logró recapturar
a cuatro de ellos.

El 3 de noviembre de 1972 lograron trasponer la frontera, en Yunguyo, 67 detenidos políticos. Después lograron que Cuba
los admitiera como refugiados políticos. Uno de ellos, maltrecho, apareció cerca de la línea demarcatoria: cojeaba. Los
otros, detrás de la barda, lo alentaban a que venciera los últimos metros para recuperar lo que ya nunca más perdieron: la
preciada libertad.

Foto: Isla de la Luna tambien conocida como Coati.

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Para más: Historias de Bolivia.

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18 comentarios
Más relevantes

Aguicar Andres Reynaldo

Son estos presos políticos los que en su afán de enriquecerse buscaron oro entre las ruinas de la Isla de Luna... y
destruyeron los templos que aún en aquella época no estaban explorados, inclusive (así como en la Isla del Sol) en las
ruinas había una …

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o 5 años

5 respuestas

Aguilar Moscoso Pedro Froilán

Hoy 29 de enero del 2021, se fue al cielo mi padre un héroe y perseguido político que estuvo preso en la isla de Coati
Froilán Aguilar Paredes gracias por todo papá, llevo tu sangre y tu memoria siempre vivirá por la lucha de liberar un país
de la corr…

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o 2 años

Lilia Encinas Bertolín

Soy cubana y soy la huella del paso de uno de esos hombres en Cuba. Siento el inmenso orgullo de ser la hija de Ruperto
Encinas Mercado.

o 27 sem

Viviana Gonzalez Almeida

Soy cubana y conocí algunos de ellos. Pienso que acá a lo mejor usaron nombres falsos, no se, a lo mejor por seguridad.
Recuerdo el nombre de dos de ellos, Eusebio y Tico. Este artículo se publicó hace mucho, lo he encontrado por pura
casualidad. De to…

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o 2 años
 Francalder Sharkman

Conozco al delantero que tiró la pelota fuera de la cancha, pues soy su hijo.

o 2 años

Fernando Blanco

Que hermoso relato, parte de nuestra historia Nacional la cual este ciudadano desconocía gracias por compartirlo amigos

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Javier Jaime

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