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Ojo al charque
18 de noviembre del 2022
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“Me permito señalar que soy víctima de la violencia política, porque fui perseguido y tomado
preso en la ciudad de Cochabamba, posteriormente trasladado a la ciudad de La Paz, al Lago
Titicaca, Isla Coati y luego fugado de la misma, lo que movió las bases de la dictadura de
Hugo Banzer Suárez. La fuga de Coati ha sido de conocimiento mundial y se ha publicado en
periódicos de todos los países con titulares grandes, así como se han publicado en libros”.
Es el texto de la carta enviada por Epifanio Rodríguez Núñez en fecha 24 de mayo de 2011, al
entonces presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales Ayma, por haber sido
excluido de recibir el beneficio de resarcimiento excepcional, beneficio del que gozaron las
"Víctimas de Violencia Política en periodos de Gobiernos Inconstitucionales" comprendidos
entre el 4 de noviembre de 1964 y el 10 de octubre de 1982. Otra injusticia de la política
nacional.
Además de trabajar asistía a la escuela; aunque no logró concluir sus estudios. Más tarde
trabajó como carpintero, se casó muy joven y tuvo dos hijos. Cuando buscaba trabajo, un
amigo le dijo que le conseguiría uno. Pasó el tiempo, el amigo apareció y le llevó a un lugar
que resultó ser el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que lo comprometió políticamente,
razón por la cual fue detenido a los 23 años y llevado hasta Coati.
El 2 de noviembre de 2022, a cincuenta años (Bodas de Oro) de la fuga de la Isla de Coati,
rememoramos este hecho político de la dictadura militar de Banzer Suárez para que no
sobrevenga el olvido y que el actual Gobierno reconsidere su posición para que don Epifanio
Rodríguez reciba el resarcimiento excepcional porque fue víctima de violencia política de la
dictadura militar de Banzer.
La isla Coati o isla de la Luna se encuentra en el Departamento de La Paz,
es una isla situada en el lago Titicaca y está considerada como la segunda
isla Sagrada de los Incas. Por esta razón, su ubicación geográfica y sus
vestigios prehispánicos llamaron tempranamente la atención a varios
investigadores. En la primera década del siglo XX, el Capitán Teniente de
Ingenieros Arthur Posnansky publicó la Guía general ilustrada para la
investigación de los monumentos prehistóricos de Tihuanacu e Islas del Sol
y la Luna (La Paz: Imprenta y Litografía Boliviana, 1912), en donde indica
que “al Este de la isla Titicaca y a una distancia de tres millas, está la isla de
la Luna (Koati), de tres kilómetros de extensión, que sobresale de las aguas
cual si fuese una colosal ballena (…). Al aproximarse a la isla se distingue
desde la distancia las ruinas de los andenes de que estaba cubierta, que
antes le daban el aspecto de un grande, bellísimo jardín”. Posnansky al
referirse al nombre de la isla dice: “Koaty es la apostrofación de dos
palabras aymaras: Koa, planta silvestre (Satureja obovata) de que está
cubierta la isla y aty espalda, loma (La isla tiene forma de una loma que sale
de las aguas del lago)”.
Una vez que arribaron a la isla Coati, tuvieron que organizarse con distintas
labores: la cocina, cortar leña y limpiar las precarias habitaciones-celdas. A
los pocos días llegaron otras embarcaciones que sumaron más presos
políticos. En esos días, aprovechando su reclusión en la isla, los presos
fueron a conocer las ruinas.
En otro pasaje del texto, el autor indica que la isla también albergaba a
delincuentes, según registra en su diario, el 28 de febrero de 1944, llegaron
de Tiquina una embarcación de 8 rufianes de La Paz: “Hoy hice una breve
interrogación a un ratero: ¿Por qué te han traído?” –a lo que responde: “He
robado 300.- bolivianos”, otros afirman que robaron 4.000 y 5.000 bolivianos
que “tuvieron que repartir a los agentes y se quedaron en La Paz, a esos no
los traen (…) es de costumbre de los agentes viejos, corrompidos,
agarrarlos en la calle a los rateros y quitarles lo robado en dinero,
dejándolos en libertad”. Una espeluznante revelación de uno de los
delincuentes es la práctica del canibalismo: “Entre los rateros llegó uno que
antes estuvo acá y que con sus compañeros, se comían a sus compañeros
muertos. Nos dará detalles, que interesan grandemente”.
A manera de conclusión
Ahora, la película está lista y sus creadores ven los diferentes canales para
que pueda ser exhibida en medio de la crisis de la pandemia. No descartan
un estreno por streaming, que atraviesa una popularidad histórica y que
además podrían llegar a un público global. Sin embargo, y “aunque suene
romántico”, Cárdenas quiere que la película sea vista en pantalla grande,
“porque los filmes son visionados para eso”.
Valorar:
Riberalta, 26-octubre-2014
1. Todos Santos es, en Bolivia una fiesta religiosa para recibir a nuestros muertos. Pero fue
también el pretexto para despachar (asesinar) a otros tantos bolivianos y bolivianas. En 1979,
el desquiciado e impune Cnel. Alberto Natuch Bush, en el apoyo del MNR (Guillermo
Bedregal, Edil Sandoval y otros) encabezó la sangrienta “Dictadura de Todos Santos” que
duró 16 días debido a la resistencia social. Siete años antes, en Todos Santos, 67 presos
políticos del impune dictador Hugo Banzer fugaron de la Isla de la Luna o Coati, en el lago
Titicaca. ¿Qué había pasado? El libro “Coati 1972. Relatos de una fuga” de nuestro entrañable
Carlos “K’echi” Soria Galvarro Terán (La Paz 1997) contiene datos precisos que ahora
compartimos.
3. Otros fugados fueron: Alfonso Camacho Peña, Gregorio Arce Santa Cruz, Carlos Hurtado
Villa, Feliciano Tastaca Coca, Antonio Alurralde García, Pedro Pablo Paputsakis Flores, Max
Menacho Velasco, Carmelo Jano Mejía, Gastón Urquidi Vargas, Alejandro Torrejón Martínez,
Miguel Campos Pardo, Walter Ramírez Hurtado, Arnaldo Molina Jaldín, Epifanio Rodríguez
Núñez, Jorge Frías Sigg, Francisco Caldera Gonzales, Nolio Illanes Balcázar, Julio César
Hondo Tussoc, Héctor García Centellas, Mario Guevara Rodríguez, Ramón Aspeti Villca,
Hugo Castillo Mamani, Claudio Canaza Flores, René Francisco Monarde Monarde, Edgar
Rivero Delgado, Daniel Albarracín Orgaz, Andrés Flores Flores y, Dionisio Huayñapaco.
Prófugos: Rolando Mondaca y Fidel Castro. Recapturados: Raúl Ojopi Pinaycobo, Antonio
García Urrutia, Jorge Sattori Rivera, Luís Vélez Serrano. Se entregó voluntariamente, Dionicio
Cossio Vargas (“buzo” o infiltrado). Se quedaron en la isla: Celín Cury Cury, Julio Callejas Paz,
Alfredo Auza Arnez, René Illanes Villarroel, Ciprián Lípez Uño, Mario Cortez Ticona, Roberto
Siles Galindo, Freddy Illanes Vedia y, Mario Ortega Vera. La lista fue publicada en Presencia
el 7-noviembre-1972.
4. Uno de los evadidos fue Jorge “Satoracho” Sattori Rivera, riberalteño y militante del Partido
Comunista, prisionero político (varias veces) de la dictadura banzerista; recapturado tras la
fuga de Coati; exiliado a Argentina, Chile, Venezuela y que falleció en junio de 1980, cuando
era candidato a diputado beniano por la UPD; el avión que despegó de El Alto, se estrelló
cerca de Laja. Allí murieron también, Enrique Barragán, Jorge Álvarez Plata, y Douglas
Veizaga. Se salvó Jaime Paz Zamora, ese que nueve años después pactó con Banzer, el
asesino de muchos miristas…
5. Otro que fugó de Coati fue Adhemar Sandóval Osinaga, vallegrandino que, como estudiante
de secundaria publicaba un boletín en mimeógrafo y luego fue dirigente porque reclamaba
mejores construcciones y mobiliario escolar. Fue militante de la Juventud Comunista de Bolivia
JCB y por una sospecha de afinidad con Ernesto “Che” Guevara (que en 1967 rondaba
Vallegrande) fue detenido por orden del comandante militar regional, Cnel. Andrés Selich
Shopp. Fue detenido nuevamente en noviembre de 1971 y llevado a Coati. Estudio
Periodismo e Historia en Cuba y, en 1997 era Director de la Casa de Cultura de su pueblo…
6. Supe (casualmente) que para estos días, por iniciativa de la COB, se prepara un homenaje
a los evadidos de Coati. Ahí estaré.
7. Pero no es el único homenaje pendiente. Los presos de Achocalla, del cuartel de Viacha, de
la 8va. División de Santa Cruz, los de Montero, las Direcciones de Orden Político DOPs, El
Pari y tantos otros centros clandestinos, de reclusión y tortura (que incluía el “submarino” o
sumersión en inodoros) tienen mucho que relatar… Todos ellos fueron constructores de
nuestra democracia.
8. Por lo predicho, solicito respetuosamente, que el Estado asuma (y ejecute) decisiones para
determinar la verdad de los tratos crueles (tortura físico-psicológica) o simples, asesinato y
desaparición de miles de personas, además del trauma para sus familiares y para el país. Solo
las dictaduras de René Barrientos (1964-67) Hugo Bánzer (1971-77), Alberto Natuch Bush
(1979), Luís García Meza (1980-81) entre otras, ocasionaron miles de muertos, heridos y
desaparecidos.
10. Las oprobiosas dictaduras militares dejaron una herencia de dolor, personal-social que es
necesario reparar…
Después del golpe de 1971, el Coronel Banzer, decide reabrir la Isla de Coati, llamada
también hoy Isla de la Luna, como centro de reclusión desde los años cuarenta.
Era tanta la demanda de cárceles para los “Melenos o comunistas” que los políticos
fueron llevados a la isla por decenas a fin de tenerlos en medio del lago, sin acción ni
reacción.
Isla en medio del lago mayor, frente a la Isla del Sol y la península de Yampupata, fué
la Alcatráz de los Andes para los delincuentes en los años cuarenta y durante la
dictadura de Banzer reabierta para detener a los opositores.
Después de permanecer por mucho tiempo aislados, setenta prisioneros de Coati
decidieron planear la fuga, muy comentada en ese tiempo por su espectacularidad.
Después de tomar presos a los custodios y al mismo jefe o Gobernador,
cruzaron desafiando al lago en un desbande masivo, cruzando cerros, riachuelos,
terrazas de agricultura, desniveles geográficos; todo en cuestión de horas y como
únicos cómplices, las sombras de la noche que no dejaban ver más de un metro.
Se inicia la fuga
¡Oh fútbol! Cuántas cosas sucedieron en tu nombre; era un partido programado relata
un ex prisionero, mi pensamiento era sólo la fuga. Escuché que la pelota rebotaba hacia
un lado, era el momento...
Los centinelas de la parte superior del cerro, fueron reducidos en un instante, los
guardias de la cocina corrieron la misma suerte; algunos se arrodillaron pidiendo
perdón, pero la fuga ya era un hecho.
Crucé hacia Zampaya, la débil embarcación se retorcía por las olas del picado lago;
observaba detenidamente los viejos andenes de agricultura con sus sembradíos de
papa, maíz y cebada que me sobrecogían el alma, tanta belleza en una amalgama
perfecta con la cordillera y el lago mientras tanto sólo en mi mente estaba llegar al Perú,
pero no a través del lago, le teníamos mucho miedo y respeto a esa masa de agua que
tiene en su vientre muchas personas.Ya en Sampaya, salté de la embarcación.
Con mis cuarenta años yo Efrain N, maestro de escuela en Oruro, sin conocer la zona,
seguía al grupo entre empellones y caídas, trataba de no apartarme del grupo, sentía
que alguien se aferraba a mis cinturones para que lo ayude, pero me cansaba más, me
zafé no sé quién era, pero mi meta era llegar donde sea, pero ya no más Coati.
El miedo a ser recapturados
La noche cayó, ya no se veía la Isla maldita, sólo escuchaba la respiración pausada de
mi acompañante circunstancial, “el miedo”, que no se alejaba, la tenía incrustada en la
garganta que no me dejaba respirar.
Mi miedo se reía de mi suerte, yo con voz pausada le decía que me deje en paz, pero
se quedaba, me cubría el cerebro, cada piedra era un monstruo que me seguía.
No veía nada, sólo siluetas, estaba en el averno de Dante, grotescas figuras que caían
y se levantaban, el teatro del infierno hecho fuga. Habían corajudos, cobardes y niños
en cuerpos de hombres que lagrimeaban, el miedo de cada uno salían de sus bocas en
cada palabra que cruzaban en las frígidas montañas.
¡Apúrate carajo!, estamos jodidos si nos descubren, tenía miedo a que aparecieran los
gorilas y nos ametrallen; no habría justificativo, después de todo era para la dictadura
una gran oportunidad para deshacerse de un grupo de presos políticos, que se
atrevieron a escaparse por sus narices.
Crucé Copacabana, ahí estaba quieta la colosal iglesia, pedía a la virgen que me
acompañe, después de mucho tiempo, me sentí más tranquilo, ya estábamos a sólo
diez kilómetros de la libertad, pero mi miedo bajó a mis pies, se introdujo a mis muslos
y pantorrillas, me hacía temblar a cada paso que daba, sólo quería llegar, era la última
carrera hacia una meta que no llegaba, corría, trotaba, caminaba y me detenía, llegué
incluso a tirarme en el duro paisaje para observar la muerte, pues sentía que ya no
podía, éramos puntos insignificantes entre las montañas y la inmensidad del lago que
me inspiraba coraje, sin darme cuenta, corría y corría sin rumbo, hasta que alguien me
paró y me dijo con voz tranquila: Ya cruzaste la frontera, estás libre.
Después volamos a Cuba, Coati, ya era un recuerdo la fuga fue todo un éxito.
Tomás Chipana el lanchero de la Isla del Sol, que ayudó a la fuga de los presos. Me
comentó hace años y con lujo de detalles su aventura, junto a otro valiente lanchero
Pablo Rojas.
Fuentes:
Jaime Soria Galvarro, Coati 1972, relatos de una fuga,.
Historias de Bolivia
19 de julio de 2018 ·
Todo estaba planificado. Cuando le llegó la pelota, el presidiario sacó a propósito un riflazo que no tenía destino de gol y
menos dirección al arco del equipo rival, sino que se fue por encima del vetusto edificio de la gobernación de la cárcel de
Coati.
Corrió, después, presuroso para supuestamente recuperar el balón y ponerlo otra vez en juego; sin embargo, en
cumplimiento de lo acordado con los demás detenidos políticos, ya no volvió al campo de juego y entró por la parte
trasera a la gobernación e inmediatamente se apoderó de una carabina, con la cual intimó rendición a un par de guardias
que, con las manos levantadas, miraban con terror al delantero, antes destacado goleador, pero ahora convertido en el
ariete de la famosa fuga de la prisión de Coati del 2 de noviembre de 1972.
Era Todos Santos y la gente había llegado a Coati o Isla de la Luna, en sus embarcaciones, para espectar un partido de
fútbol, pero, en cambio, comenzaba a ver los incidentes de una masiva fuga de la también llamada “Isla del Diablo”,
porque el Gobierno dictatorial del general Hugo Banzer Suárez la había habilitado, nuevamente, como una cárcel, pero
con muros de agua, ya que estaba en medio del lago Titicaca, para los detenidos políticos del régimen.
En cuestión de segundos, los reclusos se adueñaron de la situación, hicieron prisioneros a los policías, los encerraron en
las celdas y se apoderaron de las armas. Habían tomado la isla. Explotó un explicable júbilo. El gobernador del penal, el
coronel Guillermo Burgoa, y su 21 subordinados ahora estaban tras las rejas, como si el mundo, en apenas unos minutos,
hubiera dado un giro de 180 grados, un vuelco, y las palomas cazaran a las escopetas.
Pero cometieron un error: pletóricos de la contagiante alegría que da la recuperación, así sea momentánea, de la libertad,
sacaron de las celdas las duras payasas rellenas de paja sobre las que solían dormir mal y las quemaron, como si con ese
acto exorcizaran una reclusión llena de penurias y humillaciones; la pira gigantesca despedía una gruesa y elevada
columna de humo que llamó la atención de los efectivos policiales del Estrecho de Tiquina, quienes pensaron, casi por
deformación profesional, que Coati era asolada por un incendio, por lo cual, después de dar el parte de rigor y subir a sus
lanchas, se dirigieron, por supuesto que armados, hacia la isla.
Cuando los uniformados arribaron a Coati sólo encontraron a sus camaradas en las celdas: los presos habían escapado en
los botes de los comunarios. Aquel 2 de noviembre, 72 presos políticos llegaron a la orilla opuesta, a la localidad de
Sampaya, y comenzaron a trepar una escarpada ladera con el fin de llegar hasta la frontera con Perú para solicitar asilo
político.
En la actualidad, Coati es oficialmente la Isla de la Luna e integra un circuito turístico y una antiquísima trilogía mítico-
religiosa con la población de Copacabana y la Isla del Sol, donde, según las tradiciones, surgió la estirpe de los incas, pero
en el pasado también fue una cárcel para detenidos o perseguidos políticos.
Ya no queda ningún edificio en pie del complejo carcelario que, desde 1933, según la obra Coati 1972, del periodista
Carlos Soria Galvarro, se construyó en la isla.
El presidente Daniel Salamanca (1931-1934) expropió Coati en 1933 a la familia latifundista Acosta para transformarla en
un presidio para “vagos malentretenidos y reos rematados”; operó como presidio, señala el libro De la Isla del Diablo a la
libertad, de Rubén Ardaya, hasta 1952, cuando el Gobierno del MNR clausuró el recinto, aunque después lo reabrió para
recluir a falangistas y opositores a ese régimen; el presidente Hernán Siles Zuazo, también movimientista, cerró el penal a
causa de la presión obrera en 1956.
Había, por tanto, dos categorías de reclusos: los presos políticos y los comunes. Pero 16 años después, en 1972, el
Gobierno de facto del presidente Hugo Banzer Suárez rehabilitó el presidio para que albergara tan sólo a detenidos
políticos: ese año se tenía un numeroso grupo de 150 personas.
Desde el Estrecho de Tiquina ya se puede ver la isla: se asemeja a una mancha que emerge del lago Titicaca. Su principal
atractivo turístico está en la ladera contrapuesta a la que se mira desde la Isla del Sol, donde están situadas las ruinas del
santuario de Iyakuyo que, durante el incario, albergó a las vírgenes del sol o ñustas. Los presos de distintas épocas dejaron
grabados sus nombres sobre esas antiquísimas piedras.
“Cuando llegué a la isla en 1947 no había más que tres o cuatro familias, que tenían sus parcelas en las que sembraban
principalmente papa”, dijo el escritor y poeta Héctor Borda Leaño en una entrevista en 2000. Tenía 19 años cuando
desembarcó en Coati, tras ser aprehendido en la tumultuosa etapa posterior al colgamiento del presidente Gualberto
Villarroel, durante el Gobierno del presidente Tomás Monje Gutiérrez; en esa época, era un opositor falangista y
compartió la reclusión con un grupo de militantes del MNR.
“Cuando llegué a Coati, el espectáculo era impresionante: había hombres con largas barbas y melenas, con gran
expectativa por la llegada del bote; muchos se ponían contentos porque iban a salir de esa prisión”, relató, también en una
anterior entrevista, el abogado y ex ministro de Trabajo Eusebio Gironda, quien también estuvo recluido en ese recinto,
aunque en 1972. Encontró en la isla a muchos de sus compañeros, todos izquierdistas. Y fue uno de los que se fugaron el 2
de noviembre de aquel año.
EL SUFRIMIENTO COTIDIANO
“Lo usual era que nos soltaran a la mano de Dios. Incluso cuando llegamos, tuvimos que colocar esteras de totora sobre
las ventanas para protegernos del frío, porque dormíamos en un galpón; recuerdo que la esposa del gobernador nos vendía
el almuerzo, que todos los días era pesq’e de quinua”, evocó Borda Leaño.
Pero las condiciones del encierro recrudecieron para el grupo de 1972; el almuerzo se cocinaba con un charque de llama
que, según los testimonios de los detenidos, estaba plagado de gusanos o parásitos. “Llegaban víveres, pero los policías no
les daban a los presos. Papas agusanadas cortaban y les daban”, narró una añosa pobladora de la isla, Sebastiana Mamani.
Jacinto Mamani, otro poblador insular, rememoró que, por lo general, los detenidos políticos comían al mediodía una
lagua de harina de maíz, que se preparaba en turriles cortados por la mitad.
Si los presos de 1947 eran prácticamente abandonados en Coati, para que se las arreglaran como pudieran, como aseguró
Borda Leaño, en 1972 se implantó una severa vigilancia a cargo del gobernador del penal, el coronel Guillermo Burgoa, y
21 policías, respaldados por los llamados “buzos” o quintacolumnistas, quienes se infiltraban entre los presos; eran
agentes encubiertos que debían informar a Burgoa sobre cualquier “movimiento sospechoso”. Además, una valla metálica
cercaba el rudimentario complejo carcelario, compuesto fundamentalmente, entonces, por el edificio de la gobernación y
tres celdas alineadas en las que se encerraba bajo llave a los detenidos.
“Algunos presos se aproximaban y te preguntaban si no querías participar en una fuga, para sacarte información; pero, por
nuestra formación política, estábamos prevenidos contra ellos”, contó Gironda.
Casualmente, el gobernador de Coati, en 1947, era el entonces capitán policial Guillermo Burgoa.
En 1947 compartían los infortunios en la isla los presos políticos y los comunes, catalogados como reos rematados.
La anciana Sebastiana Mamani los recordaba muy bien: “Cuando se iban con libertad, otra vez volvían, porque no se
olvidaban de su oficio de maleantes; se perdían un año y otra vez volvían. En la tarde recibían castigo, azote, por tener
hambre robaban. Hacían dos filas para recibir su lagua de maíz”.
En el presidio, en 1947, se habían recreado las divisiones sociales del exterior, que se reflejaban en estas dos actividades.
“Mientras los señorones movimientistas jugaban bridge, los otros presos hacíamos carreras de piojos, porque a los pocos
días estábamos infestados de ellos, y a los ganadores se les permitía volver de donde habían salido”, evocó Borda Leaño.
El soporte de la pirámide social eran los presos comunes, los “angelitos”, los delincuentes prontuariados de La Paz.
Pasaban las de Caín, aunque a veces recibían una que otra recompensa. “Nos prestaban a algunos que entendían de
sembrar, unos diez maleantes, para que cosechen papa, oca, el fin de semana. Y después les hacíamos una watía. Los
políticos no trabajaban porque eran caballeros, mestizos, no entendían de sembrar”, relató Sebastiana Mamani.
Los presos comunes vivían en otros ambientes, alejados de los que ocupaban los detenidos políticos. Pero en algunas
ocasiones, quién sabe cómo, lograban reunir el dinero suficiente para comprar un corderito: lo apostaban en un partido de
fútbol contra los detenidos políticos.
“Claro que perdíamos a propósito. No íbamos a ser tan desgraciados para ganarles su corderito: se iban felices”,
rememoró Borda Leaño. En alguna ocasión, los presos políticos recibieron, en reciprocidad, el mismo tratamiento de los
comunarios, que llegaban en lanchas a motor y en botes, para perder un partido en el cual la apuesta, casi invariable, era
un cebado cordero.
Las ideologías separaban, además de las diferencias sociales -se formaban grupos de siete u ocho personas para una
habitación-, a los reos políticos de 1947, lo cual quedó establecido cuando no prosperó un conato de huelga de hambre en
reclamo por una mejor alimentación; en medio de los encendidos discursos, alguien descubrió una surtida caja de víveres
bajo la cama de Víctor Chino Andrade, quien llegaría a ser un importante jerarca del MNR y hasta embajador del país en
Estados Unidos.
Podría pensarse que los presos de 1972, todos de partidos izquierdistas, tenían más afinidades que diferencias, pero
también estaban disgregados en cuatro grandes facciones (como siempre): los del Partido Comunista Marxista Leninista
(PCML), del Partido Comunista Boliviano (PCB), del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) y del Ejército de
Liberación Nacional (ELN, los “elenos”); en el testimonio del entonces mirista Alfonso Camacho Peña, recogido en el
citado libro de Rubén Ardaya, se asegura que muchos reos juraron como nuevos militantes ante alguno de los comités
ejecutivos de los cuatro partidos, en tanto que otros optaron por ser sólo simpatizantes.
Borda Leaño relató que, durante su forzada estadía en Coati, los policías “fondearon” a un “angelito”, lo cual, al parecer,
era una bárbara y repetitiva práctica, como lo testimonian los pobladores de la isla. “Allá en la wichinka, en la cola de la
isla, al fondo los tiraban a los más mañudos, al agua, amarrados de pies y manos. Eran los presos comunes, los hundían”,
afirmó la comunaria Sebastiana Mamani.
En el libro de Ardaya se lee un pasaje escalofriante: a comienzos de los 40, cuando la Policía dejaba a los “angelitos” bajo
la autoridad del jilakata o jefe de Coati, los isleños presenciaron un acto de antropofagia, cuando uno de los reos
rematados falleció a causa de una extraña enfermedad.
Pero los comunarios de la isla vivían atemorizados porque tanto los “angelitos” como los detenidos políticos tenían un
rasgo en común: un hambre lobuna; cuando desaparecían corderos y se registraban destrozos en los cultivos de papa, las
quejas llegaban al gobernador.
Borda Leaño narró que había maquinado un método para calmar al demonio de la hambruna: extraía algunas papas y
después colocaba, con gran habilidad, la planta en el mismo lugar, para que los comunarios no se percataran del hurto
forzoso. “Una vez el gobernador nos dio una chocolateada (paliza o sesión extrema de ejercicio físico) en la cancha de
fútbol, porque uno de los lugareños denunció un robo de papas”, contó.
EPÍLOGO DE LA FUGA
Pero los detenidos políticos no soportaban la vida rutinaria, el encierro entre esos muros de agua. “No había qué hacer. Yo
solía dar una vuelta completa a la isla en dos horas; iba a las ruinas, al otro lado; por las noches jugábamos cartas. Algunas
veces me metía al lago y lavaba mi ropa”, evocó Borda Leaño.
En 1972, los detenidos estaban mejor organizados, puesto que formaron grupos para llevar a cabo actividades, por
ejemplo, de cocina y limpieza; otros, en sus momentos libres, se entrenaban en la cancha de fútbol para ser titulares en una
suerte de “selección de Coati”.
El 2 de noviembre de 1972, cuando los evadidos arribaron a la zona costera de Sampaya, se impuso un sálvese quien
pueda, aunque previamente, bajo la coordinación de un “estado mayor”, conformado por Froilán Aguilar Paredes
(PCML), Alfonso Camacho Peña (MIR), Jorge Sattori (PCB) -después recapturado y fallecido en el accidente aéreo en el
que salvó la vida el jefe mirista y ex presidente Jaime Paz Zamora- y Fernando Alvarado Jacobs (ELN), se había
establecido la meta de llegar hasta Yunguyo, Perú, para pedir asilo político.
La escarpada subida, después de la cual se llegaba a una meseta, para luego descender hasta Yunguyo, puso a prueba el
estado físico de los esmirriados y pésimamente alimentados detenidos; otros, cuyos lazos de solidaridad habían crecido
durante los días del infortunado encierro, se apoyaron mutuamente para trasponer aquel calvario.
La noticia de la fuga de 72 detenidos políticos sorprendió a la dictadura banzerista, que envió a los cazas de la Fuerza
Aérea Boliviana para que sobrevolaran la zona con fines intimidatorios y disuasivos; se escuchaba, según algunos
testimonios, el traqueteo de las ametralladoras. Cuando llegó la gélida noche, durmieron a la intemperie, a la espera de
que la luz del amanecer los ayudara a encontrar la mejor senda hasta la frontera. La Policía, sin embargo, logró recapturar
a cuatro de ellos.
El 3 de noviembre de 1972 lograron trasponer la frontera, en Yunguyo, 67 detenidos políticos. Después lograron que Cuba
los admitiera como refugiados políticos. Uno de ellos, maltrecho, apareció cerca de la línea demarcatoria: cojeaba. Los
otros, detrás de la barda, lo alentaban a que venciera los últimos metros para recuperar lo que ya nunca más perdieron: la
preciada libertad.
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18 comentarios
Más relevantes
Son estos presos políticos los que en su afán de enriquecerse buscaron oro entre las ruinas de la Isla de Luna... y
destruyeron los templos que aún en aquella época no estaban explorados, inclusive (así como en la Isla del Sol) en las
ruinas había una …
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o 5 años
5 respuestas
Hoy 29 de enero del 2021, se fue al cielo mi padre un héroe y perseguido político que estuvo preso en la isla de Coati
Froilán Aguilar Paredes gracias por todo papá, llevo tu sangre y tu memoria siempre vivirá por la lucha de liberar un país
de la corr…
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o 2 años
Lilia Encinas Bertolín
Soy cubana y soy la huella del paso de uno de esos hombres en Cuba. Siento el inmenso orgullo de ser la hija de Ruperto
Encinas Mercado.
o 27 sem
Soy cubana y conocí algunos de ellos. Pienso que acá a lo mejor usaron nombres falsos, no se, a lo mejor por seguridad.
Recuerdo el nombre de dos de ellos, Eusebio y Tico. Este artículo se publicó hace mucho, lo he encontrado por pura
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o 2 años
Francalder Sharkman
Conozco al delantero que tiró la pelota fuera de la cancha, pues soy su hijo.
o 2 años
Fernando Blanco
Que hermoso relato, parte de nuestra historia Nacional la cual este ciudadano desconocía gracias por compartirlo amigos
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