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La libreta que se llenó de letras

Sara era una niña a la que le encantaba escribir. Tenía una libreta donde anotaba sus ideas, sus
sueños y sus historias. Cada día, al llegar del colegio, se sentaba en su escritorio y llenaba las
páginas de su libreta con su letra pequeña y redonda.

Un día, Sara se dio cuenta de que su libreta estaba casi llena. Solo le quedaban unas pocas hojas en
blanco. Se puso triste, porque no quería despedirse de su libreta. Era su compañera fiel, su
confidente, su amiga. Decidió que tenía que escribir algo muy especial para terminarla.

Pensó y pensó, pero no se le ocurría nada. Se sentía bloqueada, sin inspiración. Miró su libreta y
vio que las letras de sus historias parecían moverse. Al principio pensó que era un efecto de la luz,
pero luego se dio cuenta de que era real. Las letras se desprendían de las páginas y se mezclaban
entre sí, formando nuevas palabras y frases.

Sara se asustó y cerró la libreta. Pensó que estaba alucinando, que había sido un espejismo. Pero al
abrir la libreta de nuevo, vio que las letras seguían moviéndose. Y no solo eso, sino que habían
invadido las hojas en blanco, llenándolas de texto.

Sara leyó con asombro lo que las letras habían escrito. Eran historias increíbles, llenas de magia,
aventura y emoción. Historias que ella nunca había imaginado, pero que le gustaban mucho.
Historias que le hablaban a ella, que le decían cosas bonitas y le daban consejos.

Sara comprendió que su libreta era mágica, y que las letras eran sus amigas. Le estaban ayudando
a escribir algo muy especial para terminarla. Le estaban regalando sus historias, sus sueños y sus
ideas.

Sara sonrió y abrazó su libreta. Le dio las gracias a las letras por su generosidad y su creatividad.
Les dijo que las quería mucho, y que nunca las olvidaría.

Y así fue como Sara terminó su libreta, con una historia maravillosa que hablaba de ella y de sus
letras mágicas. Una historia que guardó en su corazón para siempre.

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