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Resumen de La casa de los espíritus de Isabel Allende

En las primeras décadas del siglo XX, Severo y Nívea del Valle fundan una
familia numerosa y bien acomodada. Tanto Severo como Nívea son
liberales. Él tiene aspiraciones políticas y ella es pionera del feminismo.
Entre los numerosos hijos de este matrimonio, destacan Rosa la Bella y
Clara la clarividente.

Clara es la menor de sus hermanos. Posee una sensibilidad especial para


la telequinesis, la comunicación con los espíritus y la adivinación. Lleva un
diario que llama “cuaderno de anotar la vida”. Durante su niñez, predice
una muerte accidental en la familia.

Rosa, de singular belleza, sostiene un compromiso a distancia con


Esteban Trueba, un joven proveniente de una familia en ruinas. El joven se
había internado en las minas en busca de una veta de oro que le abonara
recursos para desposar a Rosa y para mantener a su madre, Ester, y a su
hermana, Férula.

Una tragedia familiar

Durante la espera, Rosa muere por envenenamiento, víctima de un


atentado destinado a eliminar a Severo. El acontecimiento aparta a Severo
de la política. Clara se siente culpable por haber presentido el hecho y no
haber sido capaz de evitarlo, así que decide dejar de hablar.

Arrepentido de haber perdido su tiempo en la mina, Esteban Trueba se


interna en el campo para recuperar la hacienda familiar Las Tres Marías.

Las Tres Marías y el nacimiento de una fortuna

Trueba conquista la prosperidad en pocos años con la ayuda de los


campesinos y del administrador, Pedro García. Conocido por su trato
despótico, Esteban Trueba viola a toda muchacha campesina que
encuentra a su paso. La primera es la hija quinceañera de su
administrador, Pancha García, a quien embaraza sin hacerse responsable.

También frecuenta los prostíbulos, donde conoce a Tránsito Soto, una


prostituta a quien le presta 50 pesos a cambio de un favor. El patrón
vuelve a la ciudad al recibir una carta de Férula advirtiéndole que su madre
está moribunda.
Entre tanto, Clara, que ahora está en edad casadera, rompe el silencio y
predice su matrimonio con Trueba.

El nacimiento de la familia Trueba del Valle

Cansado de la vida solitaria y agreste, Esteban decide formar una familia


con Clara, la hermana menor de Rosa. La pareja se marcha a Las Tres
Marías. Clara invita a Férula a vivir con ellos, quien se hace cargo de las
labores domésticas y dedica toda clase de mimos y cuidados a su cuñada.

Esteban abandona sus viejos hábitos con las mujeres y tiene una una
intensa vida conyugal con Clara. De su matrimonio nacen tres hijos:
Blanca y los gemelos, Jaime y Nicolás. Pero Férula se enamora de Clara
sin que esta lo advierta. Cuando Esteban se da cuenta, la echa de la casa.
Férula lo maldice, anunciándole que encogerá y que morirá solo. Férula
muere en soledad algunos años después.

El cambio de los tiempos

Desde la partida de Férula, Clara rige la vida doméstica y se compromete


con la educación y asistencia a los trabajadores. Entre tanto, los gemelos
son educados en una escuela lejos del campo y sus padres mientras que
Blanca permanece en la hacienda.

Trueba echa a Pedro Tercero García de la hacienda, quien era hijo del
actual administrador, Pedro Segundo. Lo echa por difundir ideas
socialistas por medio de la música, sin saber que este sostenía una
relación amorosa con Blanca desde la infancia. Los enamorados son
delatados por el conde Jean de Satigny, un noble francés se había hecho
hospedar en casa de Trueba para involucrarlo en sus negocios. Trueba le
propina una tunda a Blanca y golpea a su esposa. Ambas marchan a la
ciudad.

Esteban Trueba fija una recompensa a quien le informe el paradero de


Pedro Tercero. El nieto de Pancha García, Esteban García, lo delata.
Ignorante de su identidad, Trueba le niega la recompensa por delator.
Esteban García se llena de deseos de venganza.

Trueba le corta tres dedos a Pedro Tercero con un hacha. Pero, con el
tiempo, gracias a la orientación del jesuita José Dulce María, sigue su
carrera como músico y se vuelve un reconocido cantante de protesta.
Un matrimonio inconveniente

Al poco tiempo, los gemelos descubrieron que su hermana Blanca estaba


embarazada y se lo notificaron a Esteban Trueba. Este obligó a Jean de
Satigny a casarse con ella y asumir la paternidad.

El conde libró a Blanca de la obligación de consumar el matrimonio. Con el


tiempo, las excentricidades de su marido llamaron la atención de Blanca
hasta que descubrió que usaba su laboratorio fotográfico para ensayar
escenas sexuales con el personal doméstico. Blanca decide volver a casa
de su madre.

El regreso a la casa de los espíritus

La casa de la ciudad era frecuentada por toda clase de gente esotérica y


bohemia, amén de los espíritus. Jaime se abocaba al estudio de la
medicina y servía a los pobres en el hospital. Nicolás vagaba de una
invención a la otra sin responsabilidad, al lado de su amante Amanda,
quien tenía un hermanito llamado Miguel.

Nicolás embaraza a Amanda, y esta decide abortar. Jaime, que está


secretamente enamorado de Amanda, la asiste. Estos se encuentran
viviendo una temporada en la casa, tiempo en que Blanca regresa y da a
luz a Alba.

La carrera política de Esteban Trueba

Esteban Trueba regresa a la casa de la ciudad para hacer carrera política.


Llega a ser senador por el partido conservador. Trueba recibe la visita de
Esteban García nieto, quien regresa a cobrarle su recompensa. Pensando
que podrá sacar provecho, le concede una carta de recomendación para
entrar al cuerpo de carabineros.

Temeroso de que sus excentricidades de su hijo Nicolás, que ahora es


hinduista, el patriarca lo embarca a Estados Unidos, donde, sin habérselo
propuesto, Nicolás logra el éxito económico como líder espiritual.

Clara fallece cuando Alba alcanza los siete años de edad, pero su espíritu
no se marcha de la casa. Es enterrada con la cabeza de su madre, Nívea,
fallecida años atrás junto a su padre en un accidente de tránsito. La
cabeza se había extraviado y, con sus dotes de adivinación, Clara la había
recuperado y conservado.
El ascenso de la izquierda

El ambiente está impregnado de los ideales de izquierda. Alba, ahora


universitaria, se enamora de Miguel, un estudiante revolucionario. Participa
con este en una manifestación, donde fue identificada por el carabinero
Esteban García.

Contra todo pronóstico, la izquierda llega al poder. La reforma agraria le


quita sus tierras a Esteban Trueba. En un intento por recuperarlas, el
patrón acaba como rehén de sus campesinos en Las Tres Marías. Pedro
Tercero, ahora ministro, lo rescata en nombre de Blanca y Alba, que solo
entonces se entera de que este era su padre.

La oposición se dedica a desestabilizar la economía y arengar los ánimos


de los militares para provocar un golpe y volver al poder. Pero los militares
tenían otros planes: implantar una férrea y violenta dictadura.

La dictadura militar

Los militares se dedican a aniquilar a todo el que tuviera relación con el


Presidente derrocado. Así, asesinan a Jaime, quien se encontraba en el
despacho presidencial.

Cuando finalmente Esteban reconoce su error político, Blanca le confiesa


que Pedro Tercero se encuentra escondido en la casa. Liberado del odio,
Trueba lo ayuda a escapar y lo envía con Blanca rumbo a Canadá.

Miguel se enlista en la guerrilla. Alba se dedica a dar refugio temporal a los


perseguidos políticos en la casa hasta ser detenida, sin que el senador
Trueba pueda impedirlo. En preisión, Esteban García la somete a toda
clase de torturas y violaciones.

Desenlace

Esteban Trueba acude a Tránsito Soto en busca del favor adeudado.


Ahora empresaria de un prostíbulo exitoso, sus contactos con los militares
le permiten lograr la liberación de Alba.

Miguel y Esteban Trueba hacen las paces y acuerdan sacar a Alba del
país, pero ella decide quedarse y esperar a Miguel. Junto a su abuelo,
recupera los cuadernos de Clara para escribir entre ambos la historia
familiar.
Esteban Trueba muere en brazos de su nieta, sabiéndose amado por ella.
Liberado de todo resentimiento, su espíritu se reencontró con el de Clara.

60 y 70, los factores de poder muestran su vocación tiránica. Se trata de


una lucha entre la izquierda y la derecha que atraviesa la historia
latinoamericana.

La lucha de clases

La naturalización de la injusticia social y la pobreza dominan el imaginario


político de la élite gobernante, de la cual Esteban Trueba es una
representación. Trueba representa el poder económico que justifica el
autoritarismos en nombre de la “civilización” del pueblo.

Por su parte, Severo, Nívea, Blanca y Clara simbolizan el pensamiento


burgués en sus diferentes expresiones. Blanca y Clara ayudan a los
necesitados. Jaime representa el compromiso democrático a través de la
profesión médica al servicio del pueblo. Nicolás representa un sector que
evade la realidad por medio de una espiritualidad inclasificable.

Las inquietudes y luchas del sector popular se representan de muy


diversas maneras. Podemos identificar al menos tres:

1. Un sector que acepta el orden social y la sumisión. Es el caso de


Pedro García y su hijo, Pedro Segundo.
2. Un sector consciente de que se le han arrebatado sus derechos, se
autoperciben como víctimas, pero no logran articular alternativas
superadoras. Por ejemplo, Pancha y Esteban García, y los
campesinos que toman por rehén al patrón.
3. Un sector que propone el cambio del orden establecido por uno
basado en la justicia. Este se divide en dos: los que luchan por
medios civiles (como Pedro Tercero), y los que toman la vía armada,
como Miguel.

El papel de la Iglesia católica

Allende muestra diferentes representaciones de los líderes de la Iglesia


católica a través de tres tipos de sacerdotes: el padre Restrepo, el padre
Antonio y el padre José Dulce María.

El padre Restrepo encarna la concepción eclesiástica anterior al Concilio


de vaticano II, donde frecuentemente la predicación del infierno recibía
más atención que la predicación de la gracia. El fanático padre Restrepo
encuentra pecado en todo lo que observa y su postura es conservadora.

El padre Antonio representa a los sacerdotes de mediados de siglo más


tradicionales, que acompañan a sus fieles más devotos. Se trata de un
sacerdote apolítico, que deambula entre el moralismo y la curiosidad por
las pequeñas perversiones que escucha en su confesionario. Sin embargo,
es un buen amigo de Férula.

El padre José Dulce María es un sacerdote jesuita que le da al evangelio


una interpretación social. Este sacerdote representa a los sectores
eclesiásticos que asumen la lucha del pueblo como propia y se
comprometen con la búsqueda de la justicia, la equidad y la libertad.

El papel de las mujeres

Desde el comienzo de la novela, el personaje de Nívea nos anuncia un


nuevo papel de la mujer en la sociedad. Cuando su marido se retira de la
política, ella se vuelve una importante activista del feminismo.

En Clara y Blanca, aún vemos las consecuencias de una sociedad


patriarcal que le impone ciertos roles a las mujeres. Aún así, no son
mujeres sumisas, sino mujeres que van conquistando desde sus
posiciones una autoridad propia que desafía el orden patriarcal.

Alba será la consumación de esto, pues llega a convertirse en universitaria


y lucha como puede por la defensa de sus ideales. Alba conquista
completamente su autonomía y gana el respeto de su conservador abuelo.

Es por esto que para Michael Handelsman, en un artículo titulado La casa


de los espíritus y la evolución de la mujer moderna, los personajes
femeninos no son simple tema, sino que mueven los hilos de la historia, se
enfrentan al poder y suscitan transformaciones significativas en el relato.

Alba como chivo expiatorio

Alba, única nieta de Trueba, despierta en él su ternura escondida. El gran


patriarca, iracundo y vengativo, encuentra en su nieta una grieta por donde
se deshace su dureza. La transformación que había propiciado Clara en él
en sus primeros años de juventud, dramáticamente interrumpida, se vio
continuada a través de Alba.
Es Alba quien expía en carne propia los errores de su abuelo, cuando
Esteban García vuelva contra ella los años de resentimiento acumulado
contra los Trueba. Como chivo expiatorio, Alba introduce la redención de
su abuelo y justifica la historia familiar como parte de un imaginario
colectivo que encarna los valores de la libertad, la justicia y la equidad.

Aunque la novela no resuelve qué sector triunfará, el vínculo entre Esteban


Trueba y Alba puede leerse como expresión de una justa y necesaria
reconciliación entre los sectores de la sociedad civil, una reconciliación
capaz de hacerle frente al verdadero enemigo: la cadena de
resentimientos, fundados e infundados, que conducen a la tiranía militar

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