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el Crecimiento en la obra de Dios

Sermón sábado 2 de septiembre 2023

UNIÓN COLOMBIANA DEL SUR


UNIÓN COLOMBIANA DEL NORTE

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PROCURANDO EL CRECIMIENTO EN LA OBRA DE DIOS
Sermón sábado 2 de septiembre 2023
Ministerio de Mayordomía UCN, UCS

Texto clave
«Demuéstrale a Dios que para ti él es lo más importante. Dale de
lo que tienes y de todo lo que ganes; así nunca te faltará ni comida ni
bebida» (Proverbios 3:9,10, TLA).
Introducción
Feliz sábado apreciados hermanos y amigos. Que gran bendición
nos otorga el cielo para poder reunirnos una vez más en la casa de
Dios. Hoy es un maravilloso día para adorar a Dios y para conectar
nuestras vidas en conexión con Él en acciones de agradecimiento por
todo lo que ha hecho en nuestras vidas. Hoy también estamos iniciando
en todo el territorio nacional un gran impacto que lleva como título
«Dedicados a la tarea». Y a las 3:00 pm estaremos conectados por las
redes sociales de la Unión Colombiana del Norte y la Unión Colombiana
del Sur para iniciar esta jornada maravillosa donde tu vida, tu liderazgo
y tu futuro serán impactados al estudiar la Palabra de Dios y
aprendiendo sobre cómo qué podemos y debemos hacer para hacer
crecer la obra de Dios. Y durante toda la semana (todas las noches) a
las 7:00 pm, hasta el próximo sábado estaremos conectados
aprendiendo de dos invitados y especialistas invitados: Pr Abner de los
Santos, Pr Ismael Castillo y el pastor Roberto Herrera.
El Dios que reclama mi fidelidad
Quiero invitarles a abrir la Palabra de Dios en el libro de Proverbios
Procurando el crecimiento…

capítulo 3 verso 9. Quiero que lo leas en tu Biblia. Podemos leerlo en


diferentes versiones. Yo lo voy a leer en la versión bíblica Traducción en
Lenguaje Actual que dice lo siguiente: «Demuéstrale a Dios que para ti
él es lo más importante. Dale de lo que tienes y de todo lo que ganes;
así nunca te faltará ni comida ni bebida» (Proverbios 3:9,10, TLA).
Este versículo tiene dos verbos imperativos que nos llevan
claramente a responder algunas preguntas: ¿Quién es Dios para mí?
¿Cuán importante es Él en mi vida? ¿Qué debo hacer por Él y por su
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causa en agradecimiento por todo lo que ha hecho en mi vida? ¿Qué
es lo más grande que le he entregado? ¿Le he sido fiel entregándole
de todo lo que me ha dado?
Desde que el pecado entró en el mundo tenemos un gusanito
incrustado en nuestra vida que se llama egoísmo. ¡Todo lo queremos
para nosotros! Nos cuesta ser desprendidos y generosos incluso con
nuestros seres amados. La mezquindad pareciera que se ha vuelto un
estilo de vida en algunos, lo que muestra que Dios está lejos de la vida.
Justamente, el texto presenta dónde radica el centro para recibir la
plena bendición de Dios. A mayor fidelidad con Dios, mayor recepción
de bendiciones.
El texto de Proverbios nos desafía a hacer cambios radicales.
Honrar a Dios es demostrarle aprecio, agradecimiento, respeto,
devoción y entrega por todo lo que ha hecho en nuestras vidas. Él ha
hecho demasiado por nosotros y por ello Salomón nos invita a procurar
un crecimiento personal de fidelidad que por supuesto redundará en
crecimiento también de la obra de Dios y de su causa. Dios es tan
maravilloso y bueno que aun cuando el ser humano no es tan
agradecido Dios sigue dando bendiciones. Toda la Biblia muestra que
las bendiciones de Dios hacia nosotros son integrales y que abarca
todo. Veamos algunas de ellas:
• Las bendiciones divinas llegan, por supuesto, mediante dones
y regalos materiales; pero también llegan cuando podemos
disfrutar de una buena familia (ver Génesis 17: 16; 22: 17).
• Las bendiciones también se hacen visibles por medio de
«ovejas y vacas, plata y oro» (Génesis 24: 35).
• Dios bendice lo que comemos y bebemos (Éxodo 23: 25).
• Dios también bendice «todas las obras» de nuestras manos
(Deuteronomio 2: 7).
• Dios se deleita en bendecirnos «con toda bendición espiritual
Procurando el crecimiento…

en los lugares celestiales en Cristo» (Efesios 1: 3).


• Él siempre provee para lo que necesitamos (Mateo 6:26-33;
Filipenses 4:19).
La mayor expresión del amor de Dios
La mayor expresión del amor de Dios está presente en Cristo
Jesús. Dios se encarnó, habitó entre nosotros y estuvo dispuesto a ir a
la cruz para que alcanzáramos su amor y el perdón del pecado. El texto
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sagrado claramente nos dice: «Porque tanto amó Dios al mundo que
dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda,
sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16).
Gracias a este grande y sublime sacrificio podemos vivir con él por
toda la eternidad. Gracias a la causa de Cristo quien se hizo pobre para
que nosotros seamos ricos podemos ser llenos de bendiciones y
prosperidad. El apóstol Pablo lo señala: «Ya conocen la gracia de
nuestro Señor Jesucristo, que, aunque era rico, por causa de ustedes se
hizo pobre, para que mediante su pobreza ustedes llegaran a ser ricos»
(2 Corintios 8:9).
Solo cuando visualizamos este gran acto de amor divino podemos
dar un vuelco de 180 grados a nuestra manera de vivir y de actuar.
Cuando llegamos a comprender quién es Él para nosotros, tendremos
un crecimiento espiritual y desbordaremos en acciones de
agradecimientos. Cuando lo entendemos y lo experimentamos
procuraremos también hacer todo lo que sea posible para el
crecimiento de la obra de Dios y de su causa. Solo demostraremos
quien es Dios para nuestras vidas cuando hayamos tenido una
experiencia con Él.
Solo cuando entendamos quién es Dios para nosotros y quién es
Jesús para nuestras vidas responderemos afirmativamente lo que dice
Proverbios 3:9,10, en todas las facetas de la mayordomía: tiempo,
templo, talentos, tesoros y tierra. Dios es el mayordomo por excelencia
y quiere que nosotros también seamos sus fieles mayordomos. Y para
que nuestra mayordomía sea viva y agradable a Dios debe estar
centrada en Cristo Jesús quien lo ha dado todo por nosotros. Hablar de
mayordomía es hablar de salvación, ya que mayordomía es sinónimo
de salvación. Esto es: salvación personal y salvación para otros.
Procurando el crecimiento de la obra de Dios
Hay dos aspectos claves que Dios busca en sus hijos mayordomos.
Procurando el crecimiento…

Leamos lo que señala Elena de White: «El pueblo de Dios es llamado a


una obra que requiere dinero y consagración» (Consejos sobre
mayordomía cristiana, p. 39).
Esta cita arroja una gran luz para aquellos que buscamos hacer lo
mejor para Dios. Los dos componentes imprescindibles para que
podamos cumplir la obra de salvación efectuada por Cristo, son dinero
y consagración. Ambos son vitales para que la iglesia cumpla con su
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misión y con la causa de Cristo. Y algo es sumamente claro: sin dinero
y sin consagración no hay misión.
La combinación del dinero y la consagración es lo que permitirá
que la iglesia siga trazando planes misioneros que nos permitan
derrotar a las fuerzas espirituales de maldad. En efecto, Dios requiere
un pueblo consagrado que consagre también sus recursos para el
avance de Su obra. Hay dos episodios bíblicos que pueden ilustrarnos
lo expresado anteriormente.
La construcción del Tabernáculo
Dios había sacado a Israel de la esclavitud de Egipto y ellos habían
experimentado el poder de Dios en sus vidas. Estaban felices, pero
necesitaban afirmar su crecimiento espiritual en conexión y fidelidad
con Él. Dios quiso acercarse más a ellos para afirmarlos en su fe y
ayudarlos a vencer el egoísmo. Por ello ordenó: «Me harán un
santuario, y habitaré en medio de ellos. Conforme a todo lo que yo te
muestre, así haréis el diseño del Tabernáculo y el diseño de todos sus
utensilios» (Éxodo 25: 8, 9).
¿Cómo debía hacerse? El texto bíblico responde:
«Di a los hijos de Israel que recojan para mí una ofrenda. De todo
hombre que la dé voluntariamente, de corazón, recogeréis mi ofrenda.
Esta es la ofrenda que aceptaréis de ellos: oro, plata, cobre, azul,
púrpura, carmesí, lino fino, pelo de cabras, pieles de carneros teñidas
de rojo, pieles de tejones, madera de acacia, aceite para el alumbrado,
especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático,
piedras de ónice y piedras de engaste para el efod y para el pectoral»
(Éxodo 25: 2-7).
El pueblo recibió la oportunidad de participar en la construcción
de un espacio sagrado, donde habitaría la presencia del Dios Santo. Y
esa construcción de la morada de Dios ayudaría al crecimiento
espiritual individual y colectivo donde todos participarían con ofrendas
Procurando el crecimiento…

en esta sagrada tarea que expandiría también la obra de Dios.


Dios apeló a la generosidad del pueblo buscando que todos
participaran. Era una forma de ayudarles a desprenderse de su egoísmo
y su mezquindad. Él quería que fueran partícipes de su obra y de su
misión de salvación. El pueblo por supuesto respondió de forma
afirmativa con prontitud.

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En primer lugar, Moisés dice que «todo hombre» contribuyó
generosamente con la petición divina. Ese «todo» abarca a cada hijo
de Israel, nadie había sido excluido. Y, efectivamente, todos aportaron
sus recursos para el avance de la obra.
En segundo lugar, la ofrenda sería entregada «voluntariamente»,
«de corazón». No habría de ser una carga que oprimiera al pueblo. Ya
habían vivido mucha opresión en Egipto y las cosas debían ser
diferentes. Por consiguiente, Dios pide que la ofrenda sea voluntaria y
de corazón, que sea una experiencia alegre en la vida del dador.
Ahora, ¿Qué ocurre cuando todos los miembros aportan
generosamente a la causa de Cristo? Leamos Éxodo 35: 20-29:
«Entonces salió toda la congregación de los hijos de Israel de
delante de Moisés. Todo aquel a quien su corazón impulsó, y todo
aquel a quien su espíritu le dio voluntad, trajo una ofrenda a Jehová
para la obra del Tabernáculo de reunión, para toda su obra y para las
sagradas vestiduras. Vinieron tanto hombres como mujeres, todos de
corazón generoso, y trajeron cadenas, zarcillos, anillos, brazaletes y
toda clase de joyas de oro; todos presentaban una ofrenda de oro a
Jehová. Todo hombre que tenía azul, púrpura, carmesí, lino fino, pelo
de cabras, pieles de carneros teñidas de rojo, o pieles de tejones, lo
traía. Todo el que ofrecía una ofrenda de plata o de bronce, traía a
Jehová la ofrenda; y todo el que tenía madera de acacia, la traía para
toda la obra del servicio. Además, todas las mujeres sabias de corazón
hilaban con sus manos, y traían lo que habían hilado: azul, púrpura,
carmesí o lino fino. Y todas las mujeres cuyo corazón las impulsó,
hilaron hábilmente pelo de cabra. Los príncipes trajeron piedras de
ónice y las piedras de los engastes para el efod y el pectoral, las
especias aromáticas y el aceite para el alumbrado, para la unción y para
el incienso aromático. De los hijos de Israel, tanto hombres como
mujeres, todos los que tuvieron corazón generoso para traer algo a la
Procurando el crecimiento…

obra que Jehová había mandado por medio de Moisés que hicieran,
trajeron ofrenda voluntaria a Jehová».
Cuando el pueblo con abundante gratitud desbordó en
generosidad para Dios y para el avance de su causa, Moisés proclamó:
«“Ningún hombre ni mujer haga más labores para la ofrenda del
santuario”. Así se le impidió al pueblo ofrecer más, pues tenían material
abundante para hacer toda la obra, y aún sobraba» (Éxodo 36: 6, 7).

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La experiencia de los israelitas pone de manifiesto una solemne
verdad: Cuando Dios es lo primero en la vida, hay acciones de
desprendimiento y generosidad. Además, me indica que la obra
espiritual que debe desempeñar la iglesia requiere también una base
material que ayudará para que la misma se extienda a lo largo y ancho
del planeta.
Los sabios del oriente
Los sabios de Oriente recorrieron una enorme distancia para
encontrarse cara a cara con «el rey de los judíos» que acababa de nacer.
La visita de estos sabios tenía un propósito muy concreto: «Venimos a
adorarlo» (Mateo 2: 2). Luego, cuando finalmente llegaron a la casa en
la que se encontraba el niño Jesús, los sabios «Postrándose lo
adoraron»; y «luego, abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro,
incienso y mirra» (ver Mateo 2: 11).
Con sus presentes, los sabios están contribuyendo con la
materialización de la obra de Cristo, del mismo modo que los israelitas,
con sus ofrendas, habían contribuido a la construcción del Tabernáculo.
No bastaba con que los sabios se postraran, adoraran y se fueran.
Era indispensable que ellos abrieran sus tesoros, que completaran su
adoración con sus bienes materiales. Ellos demostraron con hechos
que estaban dispuestos a dar lo que la obra de Dios necesitaba: «dinero
y consagración». Aunque Dios es el dueño de todo y no necesita ni oro
ni plata, la propiedad divina ha sido colocada en nuestras manos para
que la administremos. Solo servimos como administradores de los
bienes del Señor, para que aprendamos a aprendamos a ser fieles y
para que procuremos también el crecimiento de su obra.
Se necesitan recursos para cumplir la misión y la obra de Dios
Leamos nuevamente lo que dice el texto de nuestra lectura bíblica.
«Demuéstrale a Dios que para ti él es lo más importante. Dale de lo que
Procurando el crecimiento…

tienes y de todo lo que ganes; así nunca te faltará ni comida ni bebida»


(Proverbios 3:9,10, TLA).
Dios quiere darnos abundancia de bendiciones; por tal motivo nos
llama a ser partícipes del avance de su obra por causa de Cristo. Todos
hemos de entender que el dinero es clave para «cumplir eficazmente
la tarea espiritual» que el Señor nos ha delegado. Procurar la fidelidad
de la gente constituye una obra netamente espiritual y esto incluye la

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fidelidad en los recursos que Dios utilizará para salvar la vida de
muchos por la predicación del evangelio.
White señala: «El Señor llama hoy a los Adventistas del Séptimo
Día, en todo lugar, para que se consagren enteramente a él, haciendo
todo lo que esté a su alcance para su obra, según las circunstancias en
que se encuentren. Él desea verlos mostrar, por medio de dones y
ofrendas generosas, cuánto aprecian sus bendiciones y cuánta gratitud
sienten por su misericordia» (Consejos para la iglesia, p. 509).
Dios pide nuestra consagración y nuestra acción para su obra. Él
nos pide que pongamos nuestros dones y nuestros recursos financieros
para el avance de su obra. Él quiere ver si realmente apreciamos sus
bendiciones y su gran misericordia.
Dios requiere de una iglesia consagrada al Señor y que
generosamente contribuya con sus dones y recursos financieros para
que el evangelio sea predicado «a los habitantes de la tierra, a toda
nación, tribu, lengua y pueblo» (Apocalipsis 14: 6).
Precisamente, cuanto entendemos quien es Dios y qué ha hecho
en nuestra vida a través de Cristo Jesús llegaremos a contribuir con
total convicción personal a esta sagrada obra.
Conclusión
Apreciado hermano y amigo, tenemos un apremiante llamado y
un gran desafío. Todos debemos decidir qué hacer con las bendiciones
que Dios nos ha entregado. En primer lugar debemos entregar nuestra
vida plena a Dios en verdadera consagración para que Él la use para el
avance de su obra. Luego debemos entregar y consagrar nuestros
recursos, nuestros talentos, nuestros dones, nuestro tiempo para Dios
y su obra. Como administradores de los bienes divinos, se requiere
«que cada uno sea hallado fiel» (1 Corintios 4: 2).
Te invito a dedicarnos a la tarea que Dios nos ha encomendado,
Procurando el crecimiento…

con la seguridad de que muy pronto se nos dirá: «Bien, buen siervo y
fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo
de tu señor» (Mateo 25: 21).
¿Estás dispuesto a aceptar este desafío? ¿Te gustaría ponerte de
pie para hacer un pacto de compromiso y fidelidad con Dios de serle
fiel procurando el crecimiento de su obra y de su causa?
Oración final.
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Sermón sábado 9 de septiembre 2023

UNIÓN COLOMBIANA DEL SUR


UNIÓN COLOMBIANA1 DEL NORTE
DEDICADOS A LA TAREA
Sermón sábado 9 de septiembre 2023
Ministerio de Mayordomía UCN, UCS

Texto bíblico: «Por tanto, amados míos, como siempre habéis


obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más
ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y
temblor, porque Dios es el que en vosotros produce el querer como el
hacer, por su buena voluntad» (Filipenses 2: 12, 13).
Introducción
El gran apóstol Pablo estaba concluyendo su ministerio activo. Los
viajes misioneros habían resultado en gran bendición para el
establecimiento del cristianismo en «el mundo» de los incrédulos;
aquellos que eran impactados por las enseñanzas del Señor Jesucristo.
Ahora estaba en la cárcel, pagando su condena por ser testificador del
Evangelio. En esta situación, cualquier ser humano podría encontrarse
triste, deprimido y sin esperanza de recuperar la libertad, y dejarse
llevar por el sentimiento de abandono. Pero este no era el caso del
apóstol.
Con toda resolución, inspirado por el Espíritu Santo, escribe una
carta amistosa. Es de un amigo para sus amigos. Allí les cuenta de sus
prisiones, del progreso del Evangelio, pero sobre todo de la paz interior
y del gozo que lo sostuvieron en todas las aflicciones. Les escribe con
tanta convicción del cuidado y liderazgo de Jesús en la vida de la Iglesia
y su perspectiva del triunfo final de los santos cuando Cristo regrese
por segunda vez. El gozo verdadero no es el resultado de situaciones
chistosas, ni de palabras jocosas o experiencias que causen risa. La
alegría del cristiano es el gozo en Cristo.
Dedicados a la tarea

Por eso el apóstol reitera con frecuencia el uso de las palabras


«gozo» y «regocijaos». Y es en este contexto que describe la ocupación
que todos debemos tener. Es una tarea maravillosa: dedicarnos a la
tarea de confirmar lo que Cristo ha hecho en nosotros. Confirmar la
salvación por la cual Dios nos prepara para ser herederos de la vida
eterna. Esto no es otra cosa que administrar los misterios de Dios, y que
en esta administración, todos seamos hallados fieles (1 Corintios 4: 1, 2).
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La tarea es vivir con fidelidad
De manera reiterada la Palabra de Dios presenta la fidelidad como
una característica del cristiano en todo aspecto de la vida, en todo
momento de la vida, y bajo cualquier circunstancia. Sólo basta con
recordar la última frase de Apocalipsis 2: 10, que dice «sé fiel hasta la
muerte y yo te daré la corona de la vida». Por ello, es tan importante
mantener nuestra comunión diaria y permanente con el Señor, porque
es la única manera de conservarnos en fidelidad. Ningún ser humano,
por sus propios esfuerzos, puede ser fiel, ya que el apóstol Pablo
menciona en nuestro texto base de la reflexión de hoy que «es Dios
quien el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su
buena voluntad» (Filipenses 2: 13).
Y la fidelidad como un don desarrollado en el carácter del
cristiano, proviene a su vez de la convicción que hay en nuestro
corazón (nuestra mente) de que Dios es el dueño de nuestra vida, de
lo que sabemos, de lo que tenemos y de lo que hacemos. Por eso es
tan importante que revises tus convicciones, tus pensamientos, y tus
motivaciones. Ellas deben producir alegría y gozo mientras eres fiel. De
lo contrario, no podrás disfrutar la tarea de mantenerte fiel a Dios.
Imagina por breves instantes cuando José, en casa de Potifar el
egipcio, fue tentado por la esposa de su amo. Si sus convicciones y
pensamientos no fueran de fidelidad que producen gozo, ¡qué cara de
tristeza tendría al negarse estar con esta mujer! Consideraría que fuera
una oportunidad desaprovechada, y que, con un arrepentimiento
posterior, podría arreglar su falta y pecado. Pero no fue así. Sus
convicciones lo llevaron a considerar que la fidelidad a Dios está por
encima de cualquier momento de alegría pasajera, satisfacción de las
pasiones o cualquier otro asunto que le aparte de Dios.
Elena de White señala lo siguiente: «La respuesta de José revela el
poder de los principios religiosos. No quiso traicionar la confianza de
su amo terrenal, y cualesquiera que fueran las consecuencias, sería fiel
a su Amo celestial. Bajo el ojo escudriñador de Dios y de los santos
Dedicados a la tarea

ángeles, muchos se toman libertades de las que no se harían culpables


en presencia de sus semejantes. Pero José pensó primeramente en
Dios. ‘¿Cómo pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?’
dijo él» (Patriarcas y profetas, p. 217: 1).
La fidelidad de José, a corto plazo, le causó molestias. Fue
falsamente acusado, lo contrario a su posición de pensamiento. Le
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condujeron a la cárcel, en donde pasó varios años de su vida y
juventud, todo por mantenerse haciendo la tarea de sus convicciones
espirituales. Pero aun así, su carácter resplandeció en medio de la
prueba, manteniendo firme su fe en lo que había sido instruido desde
niño. No se amargó de su suerte, ni se volvió desconfiado. Antes bien,
se convirtió en bendición para el carcelero y todos sus compañeros de
infortunio en la prisión.
La prueba de fidelidad siempre será un reto desafiante
No cabe duda de que estamos viviendo en un mundo de retos y
desafíos. No necesitas esforzarte mucho para encontrar en las redes
sociales, por ejemplo, retos que te harán «famoso» si eres capaz de
cumplirlos. Frente a ellos, serás reconocido por tu ingenio, destreza o
simplemente tu valentía. Pero ten cuidado: hay muchos retos que
ponen en peligro tu propia existencia y de quienes te rodean. No
siempre es un buen plan alcanzar fama pasajera y reconocimientos
humanos por cumplir tal o cual desafío.
Sin embargo, en la tarea de ser fieles que Dios nos ha asignado,
se requiere valentía. No serás popular ni famoso para este mudo. En
muy pocas ocasiones la fidelidad a Dios trae reconocimientos para este
mundo. Pero sabrás que estás ocupado en tu salvación con temor y
temblor. No miedo ni cobardía. Sino reverencia y santa devoción a Dios.
Así les ocurrió a los tres amigos de Daniel en el imperio babilónico.
Algún tiempo después que Nabucodonosor escuchó a Daniel al
recordarle el sueño de la gran estatua de metales y saber de su
interpretación, Satanás inspiró al orgulloso monarca para echar por
tierra el mensaje de Dios. En lugar de guardar en su corazón el mensaje
de Dios y proclamarlo a su imperio, Nabucodonosor promovió la
adoración de «su propia» estatua. Una estatua que anulaba el paso de
los imperios y el establecimiento final y definitivo del Reino de Dios, el
Imperio del Amor, que no tendrá fin.
Y fue en este contexto donde Ananías, Misael y Azarías, los amigos
de Daniel, quienes con nueva identidad babilónica, ahora eran Sadrac,
Dedicados a la tarea

Mesac y Abed-nego, tenían que adorar la estatua de Nabucodonosor.


Junto con toda la muchedumbre, se tendrían que postrar cuando la
música sonara. Pero estos tres jóvenes sabían de sus propias
convicciones. No necesitarían nuevas oportunidades para inclinarse,
puesto que, frente a la demanda del rey, en su corazón y sus mentes
ya estaban decididos. Serían fieles al mandato de Dios, cueste lo que

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cueste. Ni los ruegos del poderoso monarca, ni el amenazante horno
de fuego, ni ninguna otra ventaja temporal los haría desleales al Señor,
que con toda claridad había mencionado en su Ley lo que se debe
hacer siempre.
«Mientras Dios obraba en Daniel y sus compañeros ‘el querer
como el hacer, por su buena voluntad’ (Filipenses 2:13), ellos obraban
su propia salvación. En esto se revela cómo obra el principio divino de
cooperación, sin la cual no puede alcanzarse verdadero éxito. De nada
vale el esfuerzo humano sin el poder divino; y sin el esfuerzo humano,
el divino no tiene utilidad para muchos. Para que la gracia de Dios nos
sea impartida, debemos hacer nuestra parte. Su gracia nos es dada para
obrar en nosotros el querer y el hacer, nunca para reemplazar nuestro
esfuerzo» (Profetas y Reyes, p. 357: 2).
¡Qué interesante y desafiante tarea! Esto si es un verdadero reto
que vale la pena enfrentar. Un desafío que nos hace sabios para la
salvación y herederos de la vida eterna.
Atiende con cuidado y expectativa la siguiente declaración
inspirada: «Así como el Señor cooperó con Daniel y sus compañeros,
cooperará con todos los que se esfuercen por hacer su voluntad.
Mediante el impartimiento de su Espíritu, fortalecerá todo propósito
fiel, toda resolución noble. Los que anden en la senda de la obediencia
encontrarán muchos obstáculos. Pueden ligarlos al mundo influencias
poderosas y sutiles; pero el Señor puede inutilizar todo agente que
obre para derrotar a sus escogidos; en su fuerza pueden ellos vencer
toda tentación y toda dificultad» (Profetas y Reyes, p. 357: 3).
Nuestro compromiso como mayordomos
Como nos dedicamos a la tarea de nuestra salvación, necesitamos
entender que tenemos un gran compromiso como mayordomos del
Señor. Y esto implica tener en claro los siguientes dos conceptos vitales
de un mayordomo:
1. Vivimos para ser fieles a Dios.
Dedicados a la tarea

Siempre reconoceremos que Dios es el dueño de todo y de todos.


Y por tal razón, nuestra vida debe estar en consonancia con su
voluntad, de manera perpetua. Así lo declaró el Señor Jesucristo,
cuando conversando sobre el tiempo del fin, nuestro tiempo, en el
famoso sermón profético, dijo: «Por tanto, también vosotros estad
preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no

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pensáis. ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor
sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo?» (Mateo 24: 44,45).
Por tal razón, la mayordomía cristiana tiene menos que ver con lo
que tengo y mucho más con lo que soy; está más relacionada con las
convicciones de fidelidad que me llevan a ser decidido y leal que con
el dinero que tengo. Como mayordomos que vivimos para nuestro
Señor damos prioridad a nuestra conversión, compromiso, comunión
y fidelidad para con Dios.
2. La fidelidad es un asunto que abarca todas las áreas de vida.
A medida que el Señor nos permite tomar decisiones en nuestro
libre albedrío, también nos indica que la administración de la vida tiene
más facetas de lo que creemos. Somos responsables por la adquisición
y uso de dones, habilidades y talentos; también por el cuidado de
nuestro cuerpo en las áreas física, mental, social y espiritual; el uso del
tiempo y las oportunidades para desarrollar nuestros proyectos; y
también por el uso de los recursos financieros que son puestos en
nuestras manos.
Fieles aun en momentos de crisis
Si hay una experiencia que genera expectativa en la vida de un
mayordomo del Señor, es la crisis. Una crisis es una situación con un
alto nivel de incertidumbre que afecta la estabilidad emocional, física,
espiritual o financiera. Por lo general, las crisis se generan por eventos
inesperados y/o inevitables, que puede amenazar la propia
supervivencia de organizaciones y personas. Y esto es lo que hace que
las crisis se compliquen más: nuestra actitud frente a ellas.
Quienes estudian el comportamiento humano han llegado a
declarar que para gestionar de una mejor manera las crisis, es necesario
poseer resiliencia. Y ¿qué es la resiliencia? Es la capacidad de
recuperarnos y adaptarnos al nuevo entorno que la crisis nos ha
planteado. Así, la resiliencia no sólo es cuestión de resistir o de
sobrevivir, sino de salir fortalecido, de aprovechar positivamente la
Dedicados a la tarea

situación adversa. De esta manera, una crisis puede convertirse en una


ventaja imprevista. Nos ayuda a relucir nuestro potencial y fortalezas y
genera mayor creatividad e innovación, todo bajo la dirección de Dios.
Y este asunto es el más destacado en medio de las crisis de la vida:
dedicados a la tarea de ser fieles al Señor, a pesar de vivir momentos
de incertidumbre y ansiedad. Es allí donde nuestras emociones estarán

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bajo el control y la seguridad que estamos bajo la mano de Dios, y
nunca nos abandona.
Dios primero, en medio de las crisis
Toda crisis, sea cual sea su naturaleza, nos ofrece la maravillosa
oportunidad de demostrar que Dios ocupa el primer lugar en nuestra
vida. El episodio de Elías y la viuda de Sarepta, registrado en 1 Reyes 17,
es un buen ejemplo de esto.
En los tiempos del profeta, la vida económica de la nación
dependía mucho de la lluvia. Así que cuando Elías dijo al rey Acab:
«¡Vive Jehová, Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá
lluvia ni rocío en estos años, hasta que mi boca lo diga!» (1 Reyes 17:1),
no sólo estaba pronosticando una terrible sequía, sino una profunda
crisis económica. Dios mismo se encargó de la manutención del profeta
proveyéndole milagrosamente su alimento y ordenándole que viviera
junto «al arroyo Querit» (v. 5). Sin embargo, la sequía llegó a niveles tan
altos que el arroyo del cual bebía el mismo profeta de Dios se secó por
completo.
Ante esta situación de dificultad, el Señor le ordenó a Elías:
«Levántate, vete a Sarepta de Sidón y vive allí; ahí le he dado orden a
una mujer viuda que te sustente» (v.9). Elías llegó a la ciudad y ubicó a
la mujer. Lo que continúa es una gran lección de fidelidad y
generosidad en medio de la crisis. Leamos el texto completo:
«Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Cuando llegó a la
puerta de la ciudad, había allí una mujer viuda que estaba recogiendo
leña. Elías la llamó y le dijo: ‘Te ruego que me traigas un poco de agua
en un vaso para que beba’. Cuando ella iba a traérsela, él la volvió a
llamar y le dijo: ‘Te ruego que me traigas también un bocado de pan en
tus manos’. Ella respondió: ‘¡Vive Jehová, tu Dios, que no tengo pan
cocido!; solamente tengo un puñado de harina en la tinaja y un poco
de aceite en una vasija. Ahora recogía dos leños para entrar y
prepararlo para mí y para mi hijo. Lo comeremos y luego moriremos’.
Dedicados a la tarea

Elías le dijo: “No tengas temor: ve y haz como has dicho; pero hazme
con ello primero una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y
tráemela. Después la harás para ti y tu hijo. Porque Jehová, Dios de
Israel, ha dicho así: ‘La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de
la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz
de la tierra’. La viuda fue e hizo como le había dicho Elías. Y comieron
él, ella y su casa, durante muchos días. No escaseó la harina de la tinaja,

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ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había
dicho por medio de Elías» (1 Reyes 17: 10-16).
Una lectura rápida de la historia podría dejar parecer que fue un
acto de egoísmo que el profeta fuese a casa de una mujer pobre y viuda
y le preparara alimentos antes que para ella y su hijo. Pero el detalle es
que Elías está actuando como representante de Dios; el primero no era
Elías, sino Dios, a quien el profeta representaba. Al sacar la primera
porción para el profeta, simbólicamente la mujer estaba dando
testimonio de que Dios era primero. Y eso incluía la prioridad con Dios
en medio de la crisis.
Esta mujer puede encarnar tu propia historia. En cualquier
momento crítico de tu vida, Dios debe ocupar el primer lugar. Cuando
escasea la salud, cuando hay problemas financieros, cuando hay crisis
familiares, es allí donde puedes demostrar al Señor y al universo entero
que serás fiel al Señor, pase lo que pase. Es tu tarea. Es en la crisis donde
puedes hacer evidente que comprendes quién es el dueño de los
recursos.
Nota con cuidado una lección más. En medio de la crisis de esta
viuda, estuvo dispuesta a compartir. «La viuda de Sarepta compartió su
poco alimento con Elías; y en pago, fue preservada su vida y la de su
hijo. Y a todos los que, en tiempo de prueba y escasez, dan bondad y
ayuda a otros más menesterosos, Dios ha prometido una gran
bendición» (Conflicto y valor, p. 206).
¿Qué puedes hacer en momentos de crisis financiera?
1. No te desanimes ni pierdas la esperanza. Trabaja con
entusiasmo lo que te llegue para hacer con tus manos. Revisa
la promesa de Dios: «Te abrirá Jehová su buen tesoro, el cielo,
para enviar la lluvia a tu tierra en su tiempo y para bendecir
toda obra de tus manos» (Deuteronomio 28:12). Es muy
satisfactorio saber que cuando la crisis aprieta, cuando la
economía flaquea, cuando todo parece estar en contra, el
Dedicados a la tarea

Señor abre sus más ricos tesoros para los que están dispuestos
a desarrollar su potencial por medio del trabajo.
2. Usa sabiamente el dinero. Sé que tenemos siempre un
justificativo para gastar y gastar, pero pon atención al consejo
bíblico: «el necio gasta todo lo que tiene» (Proverbios 21:20).
Debemos tener hábitos de ahorro para enfrentar los momentos

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difíciles, o el paso del tiempo, cuando ya no sea fácil producir
recursos financieros con nuestro trabajo.
3. Darle valor al dinero en forma equilibrada. El dinero es un
medio para atender nuestras necesidades, no un fin en sí
mismo.
4. Ser íntegros en el manejo del dinero. A pesar de la crisis que se
pueda presentar, el concepto bíblico de integridad siempre irá
ligado al reconocimiento de la supremacía de Dios y nuestro
reconocimiento al devolver fielmente los diezmos y alegría al
dar nuestras ofrendas. Este es un gran principio que Dios
elaboró para cumplir nuestra tarea.
Conclusión
Estar dedicados a la tarea es aceptar el desafío del Señor de ser
fieles en todo aspecto al plan de Dios. Aún en medio de las crisis,
nuestra vida en las manos de Dios, quien produce en nosotros el querer
como el hacer, nos hará fieles y leales. Esta es tu tarea. Te invito
apreciado hermano a poner todo lo que tenemos (y lo tenemos porque
él nos lo da) a favor de la única tarea que producirá frutos eternos:
«ocupaos en vuestra salvación».
¿Estás dispuesto a responder positivamente en esta hora a Aquel
que te desafía para ser fiel en todos los aspectos de tu vida?
Oración final.

Dedicados a la tarea

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