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Con tan solo 6 años, decidí darte la espalda

Para siempre, no para olvidarte, sino para protegerte eternamente.


Me enfundé en los guantes y me hice arquero,
Guardián de tus sueños, metales y esperanzas.

En el verde césped, mis alas se desplegaron,


Como un ave libre en vuelo, siempre alerta.
Mis manos se hicieron escudo, imbatibles,
Para resguardar tus ilusiones, sin falta.

Cada disparo era un desafío, una prueba,


Y yo, con valentía, enfrentaba cada intento.
Mis reflejos, rápidos como el viento,
Detenían balas de fuego con gran talento.

En los momentos más oscuros, cuando todo parecía perdido,


Allí estaba yo, el arquero, tu último abrigo.
Con temple y coraje, me alzaba en la adversidad,
Para salvar tus sueños, ser tu salvavidas.

Fui testigo de triunfos y lágrimas derramadas,


De abrazos de gloria y derrotas amargas.
Pero nunca dudé, siempre di lo mejor de mí,
Porque ser arquero es un arte que no se paga con medallas.

Hoy, en la cima de mi carrera, miro atrás,


Y veo cómo aquel niño de 6 años se convirtió en gigante.
Agradezco cada instante, cada esfuerzo y sacrificio,
Porque en cada atajada encontré un amor constante.

Así que seguiré en el arco, dando mi vida en cada lance,


Protegiendo tus anhelos, con honor y valentía.
Porque, desde aquel día en que decidí darte la espalda,
Me convertí en el guardián de tus sueños, arquero de por vida.

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