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La meritocracia tiene un lado oscuro Michael

Sandel
'La tiranía del mérito'. ¿Qué ha sido del bien común? Sandel describe un nuevo tipo de privilegio.
Rodrigo Sepúlveda / EL TIEMPO

Según el filósofo estadounidense, la globalización abrió una brecha de desigualdad sin


precedentes.
SH
HUGO ALCONADA MON - LA NACIÓN (ARGENTINA) GDA19 de febrero 2022,
11:55 P. M.
Desigualdad económica, brecha educativa, polarización política… El coctel amenaza con
demoler el concepto de bien común y de democracia tal como la conocemos. Y Michael
Sandel, acaso el profesor de filosofía más renombrado del mundo, encara el desafío que
esto implica apuntando directo a la meritocracia. Es decir, a la forma en que se desvirtúa un
concepto valioso: el mérito.

¿Cómo es eso? Sandel defiende el esfuerzo personal, la búsqueda de la excelencia y la


premisa del ascenso social a través de la educación. Pero alerta sobre los riesgos de un
sistema que funciona como una nueva aristocracia hereditaria, donde los que más tienen
acceden a mejor educación, mejores empleos y mejores contactos, que llevan a sus hijos a
gozar de mejor educación, mejores empleos y mejores contactos, en un círculo cerrado que
excluye al resto.
¿Suena determinista? No para Sandel, que se apoya en estadísticas. Dos tercios de los
alumnos de Harvard y Stanford provienen del quintil superior de la sociedad, medido por
sus ingresos, mientras que apenas 4 por ciento de los estudiantes de las mejores
universidades de Estados Unidos vienen del escalón más bajo. ¿Simple cuestión de mérito?
¿O detrás del supuesto mérito se esconde un sistema injusto?
“En vez de promover una mayor igualdad, la meritocracia refuerza la desigualdad e incluso
brinda su justificación”, le dice Sandel a La Nación desde Harvard, donde desde hace dos
décadas imparte el curso sobre Justicia más popular de la universidad. ¿Paradójico lo suyo?
No resulta paradójico para él, que alienta a sus alumnos a responder una pregunta solo en
apariencia sencilla: “¿Qué cuenta como una contribución valiosa al bien común?”.
Entrevista a raíz de su libro más reciente, La tiranía del mérito. ¿Qué ha sido del bien
común?, en el que denuncia un nuevo tipo de privilegios.

¿Por qué este libro? ¿Por qué ahora?


Es un intento de comprender la creciente división entre ganadores y perdedores que hemos
visto en países de todo el mundo después de cuatro décadas de globalización. Esa división
se ha profundizado, separándonos. Un síntoma de esta división fue la elección de Donald
Trump en 2016 y el voto en Gran Bretaña para abandonar la Unión Europea, también en
2016. Fue esa reacción populista de los últimos años la que me llevó a escribir el libro. Esta
división se ha profundizado por las crecientes desigualdades y por las actitudes frente al
éxito que las han acompañado. Aquellos que han llegado a la cima han llegado a creer que
su éxito es obra solo suya y que por tanto merecen toda la recompensa que el mercado les
otorga, mientras creen que los que quedan atrás deben merecer su destino.
¿El factor del esfuerzo personal no es al menos parcialmente válido?

La meritocracia genera arrogancia entre los ganadores, y humillación y desmoralización

entre los que se quedan atrás


La meritocracia dice que en la medida en que las posibilidades sean iguales, los ganadores
merecen sus logros. Este es un principio atractivo en muchos sentidos, especialmente si la
alternativa es el amiguismo, el nepotismo, el clientelismo o el privilegio hereditario. La
meritocracia parecía una alternativa liberadora en comparación con esos sistemas de
asignación de recompensas y roles sociales. Pero la meritocracia tiene un lado oscuro.
Crea jerarquías que surgen de la forma en que definimos el mérito en una sociedad
impulsada por el mercado. Genera arrogancia entre los ganadores, y humillación y
desmoralización entre los que se quedan atrás. Les dicen: ‘Tuviste la oportunidad de
competir y te quedaste corto. Así que tu fracaso es tu culpa’. Esta tendencia de las élites a
menospreciar a quienes no han triunfado genera los resentimientos que llevaron a la
elección de figuras como Trump.

¿Puede explicar la diferencia entre mérito y meritocracia?


Si necesito una cirugía, quiero que la realice un cirujano bien calificado. Si estoy volando
en un avión, quiero que un piloto muy calificado esté en los controles. El mérito, entendido
como estar bien calificado para realizar un trabajo, es bueno y es una alternativa deseable
frente al amiguismo, al nepotismo, al clientelismo y al prejuicio. Pero la meritocracia es
algo diferente. Es una forma de repartir renta y riqueza, poder, honores y estima social
sobre la base de lo que la gente piensa que merece. Eso requiere una forma de medir el
mérito y normalmente hay dos formas: dinero o exámenes. Es decir, el dinero que la gente
gana en el mercado o los exámenes estandarizados para determinar, por ejemplo, quién
accede a las mejores universidades y quién no. Pero ambas medidas son defectuosas.
Las personas con dinero o diplomas de las mejores universidades no necesariamente fueron
consideradas ‘esenciales’ durante la pandemia...
Correcto. La pandemia puso de relieve las desigualdades que existen en nuestras
sociedades. La más dramática fue entre aquellos de nosotros que pudimos trabajar desde
casa y los que perdieron sus trabajos o que para trabajar tuvieron que exponerse a riesgos
por el resto. Pero aquellos que tenemos el lujo de trabajar desde casa reconocimos cuán
profundamente dependemos de esos trabajadores de los hospitales que cuidaron a los
pacientes de covid, de los repartidores, los empleados de almacenes y supermercados, los
médicos a domicilio, los trabajadores de guarderías. Todos ellos no son los mejor pagados
ni los más reconocidos, pero pasamos a llamarlos ‘trabajadores esenciales’. Esto podría
ser el disparador para un debate público sobre cómo alinear mejor salarios y
reconocimientos con la importancia del trabajo que se realiza. Nadie se refiere a los
administradores de fondos financieros como trabajadores esenciales. Pero ganan 800 a 900
veces más que una enfermera o una maestra. ¿El valor de su contribución a la economía o
al bien común es realmente 800 veces mayor que el de la enfermera? ¿Qué cuenta como
una contribución valiosa al bien común? Responder esta pregunta requiere un argumento
moral y una deliberación pública sobre qué contribuciones importan más. Es un debate
público más amplio que el que hemos tenido durante la era de la globalización neoliberal,
donde asumimos que el dinero que gana la gente es la medida de su contribución al bien
común. Eso ahora está cuestionado.

https://www.eltiempo.com/economia/sectores/la-meritocracia-tiene-un-lado-oscuro-michael-
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