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Cuando una persona habla, si somos buenos observadores, podemos conocer de ella más de lo
que pueda decir de sí misma. Al expresarnos, ponemos de manifiesto nuestras creencias,
valores, experiencias, paradigmas, en resumen, se expone toda nuestra cosmovisión de mundo
obtenida a lo largo de nuestro desarrollo biopsicosocial en un determinado entorno. El poder
de la palabra es tal, que debemos ser cuidadosos en la escogencia de ellas palabras en el
momento de comunicar nuestros sentimientos, emociones, visión de vida, pues de ellas va
depender el pensamiento sobre el cual nos edificaremos o no. En resumen, todo va a
depender de las palabras empleadas para elaborar el pensamiento. Si usamos palabras cuyo
mensaje es positivo, de esa misma manera pensaremos, actuaremos, sentiremos y crearemos
nuestro “yo”. SOY LO QUE PIENSO – SOY LO QUE DIGO. Ver video.
Hoy día, el mundo en general y Venezuela en lo particular, está atravesando por un proceso de
grandes transformaciones en todo el entramado que conforma la compleja y dinámica
estructura de un país y, por ende, en su población. En consecuencia, se hace imperioso
cambiar de manera de pensar y así, sustituir viejos esquemas, mapas mentales, valores
creencias y paradigmas que ya no son acordes con los nuevos tiempos, por otros conceptos
innovadores propios, no impuestos, y en concordancia con el momento histórico. La época
actual, está llena de incertidumbre, pandemia e infodemia, entre otras, situación que obliga a
buscar la manera de tener pensamientos sanos que nos impulsen a continuar viviendo, pero
haciéndonos líderes garantes de nuestras vidas. Es necesario hacer un alto y mirar dentro de
nosotros para conocernos más y comenzar a transformarnos con alas de libertad.
Aristóteles decía que “somos lo que hacemos todos los días”. Es decir, que nuestro carácter o
manera de ser va a estar condicionada también por los hábitos que desarrollemos a lo largo de
nuestra vida. En consecuencia, si incorporamos buenos y saludables hábitos así será el
resultado de nuestras acciones. La proactividad es uno de ellos.
¿Qué es la proactividad?
Según la manera de pensar, hablar y actuar, ante las diferentes situaciones que
constantemente nos ofrece la vida, se puede obtener una serie de características que
permiten identificar a las personas reactivas y a las proactivas.
Este grupo de personas, por lo general, reconocen la responsabilidad que tienen al elegir las
respuestas ante la toma de cualquier decisión. No dicen que su conducta es la consecuencia de
las condiciones externas o de las circunstancias. En otras palabras, se hacen responsables de
los resultados de sus acciones. Su conducta es producto de una decisión consciente. Además,
está basada en valores y no en sentimientos. Las personas proactivas se consideran parte del
problema y de su solución, actúan sin esperar que otros se hagan cargo de sus obligaciones.
No buscan culpables. Dedican su mayor energía en aquello en lo que puedan influir y no en lo
que está fuera de su control.
Las personas reactivas dejan al entorno el control de su SER. Aquí en Venezuela tenemos un
claro ejemplo de ello cuando los ciudadanos, envueltos en narrativas populistas impregnadas
de falsas promesas, han dejado que el régimen les maneje sus vidas como marionetas. Estas
personas interactúan, consigo mismas y con el medio ambiente, guiados por las circunstancias
sin prever, ni adelantarse a los hechos. Además, actúan en función de la conducta de otros
debido a que no reflexionan antes de actuar. Es decir, proceden en automático. Siempre andan
buscando uno o varios culpables, debido a que no se hacen cargo del resultado de sus
actuaciones. En Venezuela es común escuchar que la culpa de la inflación, pobreza, hambre y
demás males es del imperio. En lo particular, responsabilizan a la pareja, a los hijos, al entorno,
al clima, al jefe, entre otros factores. Por lo general, no analizan las causas de las situaciones
adversas, se quedan en el efecto por no sentirse ni parte del problema y menos de la solución.
En el vocabulario de los reactivos escuchamos expresiones como: no puedo hacer nada, es que
yo soy así y no puedo cambiar, es que soy igual a mi abuelo, me saca la piedra, yo no tengo la
culpa, tengo que hacer eso, no puedo. En resumen, reaccionan visceralmente, no piensan y
andan en automático haciendo lo que los demás hacen, sin pensar en las consecuencias de sus
actos.
A las personas proactivas se les oye decir lo siguiente: examinemos nuestras alternativas, es
importante escuchar la opinión y conocer las experiencias de otros, puedo optar por un
enfoque distinto, soy el responsable porque la decisión fue mía, nadie me obligó a hacer lo que
hice, sé controlar mis sentimientos, debo esperar ver la situación con mayor claridad, elijo
caminos alternos o diferentes, sí puedo. Para concluir, podemos afirmar que somos lo que
somos como consecuencia de las decisiones tomadas en el “ayer”.
Si esperamos que otros actúen o cambien para luego nosotros hacerlo, estaremos viviendo sin
transcendencia alguna. En consecuencia, nuestra mente seguirá encarcelada y nosotros dentro
de ella.