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Catechesi Tradendae
Catechesi Tradendae
ARQUIDIOCESANO DE
CATEQUESIS
Sede Don Bosco
METODOLOGÍA
Prof. Silvia Garro
TAREA
“CATECHESI TRADENDAE”
“LA CATEQUESIS QUE SE DEBE
TRANSMITIR”
Versión original y resumen
Alfredo E. Ortiz
9 de agosto de 2023
RESUMEN DE “CATECHESI TRADENDAE”
https://es.catholic.net/op/articulos/82217/iglesia-catequista-y-
catequizada-un-resumen-de-catechesi-tradendae.html
Introducción
La catequesis es una de las tareas más importantes de la Iglesia católica. Tan importante,
que al tema de la catequesis fue dedicada, enteramente, la IV asamblea general del Sínodo
de los Obispos, reunida en el Vaticano en octubre de 1977.
Los obispos que participaron en aquel sínodo ofrecieron el fruto de sus trabajos al Papa
Pablo VI, para que dispusiera de ellos en orden a su publicación. La muerte del Pontífice el
6 de agosto de 1978 detuvo la elaboración del documento, que solo vio la luz el 16 de
octubre de 1979, bajo el impulso del nuevo papa, Juan Pablo II.
Esta catequesis es vista a la luz del mandato de Cristo de ir y predicar a todos los hombres
(cf. Mt 28, 19ss.), en una perspectiva misionera, aunque nunca se deja de lado la
necesidad de la formación en la fe de los que ya han recibido la semilla del bautismo.
Más aún, Cristo es el único Maestro, que nos ha enseñado y comunicado el misterio vivo de
Dios, el Amor del Padre, que quiere que todos los hombres se salven. De aquí se sigue la
responsabilidad del catequista, que debe transmitir la doctrina de Aquel que lo ha
enviado, y no la suya propia (n. 6). Cristo mismo es el ejemplo de esta fidelidad al mensaje,
pues declara que no enseña nada de Sí mismo, sino solo lo que ha oído al Padre (Jn 7,16).
Como se nota en la misma definición, se habla no solo de teoría, sino de iniciación a la vida
cristiana, a la plenitud de ésta. Es necesario, pues, tener siempre en mente la necesidad
de una catequesis sistemática (con un programa que permita alcanzar un fin preciso),
completa (aunque no minuciosa) e integral (que abarque todos los puntos de la vida
cristiana), como se indica en el n. 21. Es importante, además, que se incorpore la vida
sacramental en la catequesis.
La situación actual obliga a orientar a la catequesis no solo a alimentar o enseñar la fe, sino
a suscitarla (n. 19), pues el mundo de hoy necesita recuperar la riqueza y la vitalidad de la
fe en Cristo Jesús. De hecho, la catequesis no se opone en modo alguno al kerigma ni lo
racionaliza o vacía de fuerza: lo que busca es penetrarlo más a fondo. “El hecho de
conocerlas [las verdades de la fe] mejor, lejos de embotarlas o agostarlas, debe hacerlas
aún más estimulantes y decisivas para la vida” (n. 25).
Este capítulo cuarto termina con una serie de indicaciones respecto al ecumenismo.
Segundo, hay que tener en cuenta la necesidad de la inculturación, que arranca del hecho
del dogma de la Encarnación. Conviene recordar aquí que el Evangelio no puede cambiar
por el hecho de contactar con tal o cual cultura, sino que más bien se da lo contrario... (n.
53).
En definitiva, cada método debe escogerse según esta “ley fundamental para toda la vida
de la Iglesia: la fidelidad a Dios y la fidelidad al hombre, en una misma actitud de amor” (n.
55).
En este capítulo se habla sobre las relaciones entre catequesis y teología: siendo
necesaria una sana colaboración, hay que evitar que las dudas teológicas puedan
repercutir negativamente en la catequesis.
Se concluye con una frase llena de esperanza y que exige un serio compromiso: “El don
más precioso que la Iglesia puede ofrecer al mundo de hoy, desorientado e inquieto, es el
formar unos cristianos firmes en lo esencial y humildemente felices en su fe” (n. 61).
Se incluyen también los ámbitos de la catequesis: la parroquia (“sigue siendo [...] el lugar
privilegiado de la catequesis” n. 67), la familia (en los distintos momentos de la vida), la
escuela (lo propio de la escuela católica es “la calidad de la enseñanza católica integrada
en la educación de los alumnos”, n. 69, y en ella se inician los jóvenes en la vida según los
valores) y los movimientos (toda asociación católica en la Iglesia “debe ser, por definición,
educadora de la fe”, n. 70). Se concluye con la exhortación a seguir incrementando la
promoción de escuelas de formación para catequistas.
Catechesi tradendae recuerda en sus últimas líneas al Espíritu Santo. “La catequesis, que
es crecimiento de la fe y maduración de la vida cristiana hacia su plenitud, es, por
consiguiente, una obra del Espíritu Santo, obra que solo Él puede suscitar y alimentar en la
Iglesia” (n. 72).
La última mirada se dirige a María, que es a la vez Madre y discípula, quien nos ofrece con
su vida y su persona un auténtico catecismo viviente (n. 73).
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3. Fue la asamblea extraordinaria del Sínodo de los obispos en 1985, a los 20 años de la
conclusión del Concilio Vaticano II, la que expresó el deseo de que fuese redactado un
catecismo, que aplicase a la catequesis el esfuerzo de renovación del concilio, y que vio la
luz en 1992.