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El Mochuelo y La Zumaya en El Bosco
El Mochuelo y La Zumaya en El Bosco
Son numerosos las expresiones y proverbios flamencos que se han descrito ilustrados en
la obra de El Bosco1. En El jardín de las delicias, por ejemplo, a los pies del a veces
aludido como “demonio del orinal”2, aparece una figura infernal sujetando a una mujer
frente a un espejo engastado en el trasero de
otro demonio (fig. a). Este detalle remite
literalmente a la llamativa advertencia,
recogida en un refrán de la época, de que al
mirarse en el espejo se observa el culo del
diablo3. De modo más general, en el tema del
panel central del tríptico El carro de heno –
con la variopinta procesión que persigue al
carro–, se alude a otra expresión moralizante
que el erudito Ambrosio de Morales
mencionaba a mediados del siglo XVI en su
comentario de esta obra: “(…) y hase de
entender como carro de heno, en fig. a: Detalle del tríptico El jardín de las delicias.
flamenco,tanto quiere decir como carro de Museo del Prado, Madrid.
4
nonada, en Castilla.”
1“[Hieronymus Bosch] certainly did listen with more than usual attention to the language spoken in
Brabant and from it took proverbs, sayings, wordplay and symbolic meanings to apply in his work,
though in this he may have been served too by literature, the plastic arts and, for symbolism, i. a. also by
certain customs.” Bax, D.: Hieronymus Bosch. His Picture-writing deciphered. A. A. Balkema,
Rotterdam, 1979, pág. 368.
2Fischer, S.: Hieronymus Bosch. La obra completa. Taschen, 2014, pág. 114.
3El mismo motivo aparece representado en una xilografía de 1493 de Michael Furter, Der Ritter vom
Turm. Véase van Gangelen, H. y Ostkamp, S.: “Parallels between Hieronymus Bosch’s imagery and
decorated material culture from the period between circa 1450 and 1525”, incluido en el catálogo
Hieronymus Bosch. New insights into his life and work. Museum Boijmans van Beuningen, Nai
Publishers/Ludion, 2001, págs. 165-166.
4Bango Torviso, I. y Marías, F.: Bosch. Realidad, símbolo y fantasía. Ed. Sílex, 1982, págs. 19-20.
1
Descrito en estos
términos parecería un
apunte del natural: el
trazo ágil con que se
resumen los
movimientos fugaces
en la parte superior y la
singularidad del propio
árbol así vendrían a
indicarlo. No es
infrecuente, además,
que, en el medio
natural, los mochuelos
se dejen ver de día
sobre oteaderos y, como
ocurre en la imagen,
acosados por grupos de
pajarillos que los
hostigan hasta
devolverlos de nuevo a
sus refugios. Más
adelante nos
ocuparemos de este
curioso
comportamiento entre
aves, pero, siguiendo
con el dibujo, la
naturaleza de la escena
descrita o, más bien, la
imagen misma de la
naturaleza, queda
descabalada por
completo ante la
presencia de los siete fig. b: El bosque tiene oídos, el campo tiene ojos.
ojos dibujados Kupferstichkabinett, Berlín.
frontalmente en primer término y las dos orejas, aparentemente humanas aunque de
enorme tamaño, que adornan el bosque.
El bosque tiene dos orejas humanas y el campo siete ojos humanos. Esta afirmación
inquietante absorbe el dibujo. El cachopo y sus animados acompañantes son
desplazados momentáneamente y la imagen adquiere un sentido inesperado al
descubrirse que se trata de una adivinanza, de un pictograma, que en lengua flamenca se
resuelve en el dicho popular que ha terminado dando título al dibujo. Por si fuera poco,
alambicado en el acertijo anterior, se esconde también el topónimo de la ciudad natal de
El Bosco, ’S-Hertogenbosch –literalmente, “el bosque del duque”–, que El Bosco
descompone en una secuencia de sustantivos homófonos o cuasihomófonos, es decir,
oor-ogen-bos –“oreja-ojos-bosque”– que constituyen los tres elementos significantes de
este ocurrente pictograma doble: de un lado el refrán y de otro el emblema de la ciudad5.
5Koldeweij, J., Vermet, B. y Vandenbroeck, P.: Hieronymus Bosch. Obra completa. Ed. Polígrafa, 2005,
págs. 26-27. También, Belting, H.: El Bosco. El jardín de las delicias. Abada Editores, 2009, págs. 66-68.
2
Como justificación de este juego de idas y venidas entre apuntes de dibujo y giros
lingüísticos6, en el margen superior del dibujo se lee en latín la siguiente sentencia:
“Característico de las mentes más obtusas es acudir siempre a los tópicos y nunca a sus
propias invenciones”. La frase se atribuye a Boecio y, según parece, proviene del tratado
pedagógico De disciplina scholarium. Citada también por Durero, adquirió gran
difusión en los ambientes humanistas de la época, convirtiéndose a su vez en un motto
renacentista. ¡Qué singulares estos pintores, poniéndose, de repente, a inventar! E
incluso a reinventarse, como hizo el propio Bosco, que sustituyó su apellido original,
van Aken –literalmente, “de Aquisgrán”– por el topónimo de su ciudad –Bosch, aféresis
de ’S-Hertogenbosch–. Consciente, no en vano, de que abandonaba la línea de una larga
saga de pintores artesanos, El Bosco cambió de nombre y asumió un estatus artístico
renovado. Y para rubricar la metamorfosis planteó su nueva divisa con tinte de
manifiesto, a saber, dos orejas, siete ojos y el bosque.
6En realidad, dos “técnicas” bien conocidas del chiste, tal como las describe Freud en El chiste y su
relación con lo inconsciente. Freud, S.: El chiste y su relación con lo inconsciente. Ed. Alianza, Madrid,
2008.
7Bango Torviso, I. y Marías, F.: Op. cit., pág. 29.
3
posterior al texto citado–, el uso de los nombres vulgares no siempre resulta fiable para
determinar con precisión ciertas especies. Basta ojear la obra que nos ha llegado de El
Bosco para encontrar relativamente pocos ejemplos de lechuza común (Tyto alba): en el
tríptico de Las tentaciones de san Antonio, en Lisboa, se encuentra una (fig. c); en el
panel central de El jardín de las delicias, formando parte de la procesión báquica
alrededor del estanque circular, se puede observar otra variación fantástica con largas
orejas.
Siguiendo, pues, la pista de Sigüenza, en este mismo panel de El jardín de las delicias
se exponen las representaciones
conspicuas de dos de los búhos más
frecuentes en El Bosco: el mochuelo
común (Athene noctua) –sin duda el más
representado– y el cárabo común (Strix
aluco), que, junto a la pareja de ánades
reales, al ¿arrendajo funesto?, la abubilla,
el martín pescador, el pito real, el
petirrojo, el jilguero, el ánade friso, el
carbonero común y el arrendajo común,
forman el grupo de aves, en primer
término de la tabla, cuyo tamaño ha sido
magnificado hasta alcanzar una escala
humana o sobrehumana. El robusto
cárabo, reconocible por los discos faciales
y las enormes pupilas, se encuentra en el
humedal de la izquierda bajo el azulón
macho; mientras toma un baño, recibe
circunspecto el abrazo de un hombre que
dirige también la vista al espectador. En el
fig. d: Detalle del tríptico El jardín de las delicias. lado opuesto, flanqueando el jardín por la
Museo del Prado, Madrid. derecha, un mochuelo otea de frente sobre
una pareja de bailarines, de cuyo disfraz
forma el original tocado. Con sus distintivos ojos de amarillo intenso, cabeza y cara
achatadas, se diría que, aun guardando la compostura, el mohín serio que mantenía en el
dibujo del bosque ha dado paso a un asombro ligeramente virolo, producto probable del
dinámico vaivén del tándem de danzantes y de la fiesta montada alrededor (fig. d).
4
paisaje desde otra percha,
vigilado estrechamente por un
carbonero8. En el Tríptico de
los ermitaños, en Venecia, lo
que probablemente es un
cárabo corona, en el panel de
san Antonio, el izquierdo, una
cabeza bípeda de mujer. En El
juicio final, de Viena, un búho
observa desde su posadero
arbóreo en el Edén, y en la
tabla opuesta, la derecha, un
ave estrigiforme y con
cornamenta de ciervo domina
impasible la escena infernal
que sucede a sus pies. A fin de
cuentas, el búho seguntino
siempre está en su sitio, al
menos en los cuadros que no
son “sencillos y santos”.
También se le puede rastrear en
otros dibujos. Por ejemplo, a
hombros del hombre-árbol en
el que guarda el Museo
Albertina, en Viena (fig. f). En
este apunte –del natural y del
antinatural, como el de El fig. f: El hombre-árbol. Albertina Museum, Viena.
bosque tiene oídos,…–
inclusive se aprecia cómo el resto de los pájaros termina arrastrando al incómodo mirón
por el margen derecho de la escena.
8Acerca de los “vagabundos-buhoneros” del Museo del Prado y del Museo Boijmans van Beuningen, De
Bruyn, E.: “Hieronymus Bosch’s so-called prodigal son tondo: The pedlar as a repentant sinner.” Incluido
en el catálogo Hieronymus Bosch. New insights into his life and work. Museum Boijmans van Beuningen,
Nai Publishers/Ludion, 2001, págs. 134 y ss.
5
sus hábitos parcialmente diurnos, los mochuelos eran amaestrados con mayor frecuencia
para esta tarea. De hecho, en flamenco el mochuelo recibe también el sobrenombre de
vogelaarsuil –“búho pajarero”–, delatando el oficio de los cazadores con que se
asociaba.
9Silva Maroto, P. en El Jardín de las delicias de El Bosco: copias, estudio técnico y restauración. Museo
Nacional del Prado, Madrid, 2000, pág. 16.
10Gómez Cano, J., Orellana Escudero, G. y Varela Simó, J.: Las Aves en el Museo del Prado.
SEO/BirdLife, 2010, págs. 86-87.
11Por “amor infiniti” se entiende la rectificación conceptual que hace Gombrich del hipocondriaco
“horror vacui”, en su tratado El sentido del orden. Estudio sobre la psicología de las artes decorativas.
Ed. Random House Mondadori, 1999, págs. 80-82.
12Acerca del drago y la palmera datilera en el Edén de El jardín de las delicias, y del precedente en el
grabado de Martin Schongauer, La huida a Egipto, véase Koldeweij, J., Vermet, B. y Vandenbroeck, P.:
Op. cit., págs. 50-51.
13Sobre la jirafa y el elefante de Ciriaco de Ancona, véase Lehmann, Ph. W.: Cyriacus of Ancona’s
Egytian visit and its reflections in Gentile Bellini and Hieronymus Bosch. J. J. Augustin Publisher, New
York, 1977. También en Aikema, B.: “Hieronymus Bosch and Italy?” En el catálogo Hieronymus Bosch.
New insights into his life and work. Museum Boijmans van Beuningen, Nai Publishers/Ludion, 2001, pág.
27.
6
descubridores, criaturas mitológicas, leyendas, los bestiarios y la imaginería disparatada
de manuscritos iluminados y misericordias, objetos cotidianos, juguetes infantiles…
nada se escapa a las añagazas de la pintura. Y es que, si caben retruécanos, cómo no iba
a entrar el resto.
14Acerca de la partitura tatuada en el trasero de una de las figuras del panel derecho de El jardín de las
delicias, según parece, se trata de música interpretable –http://www.medievalists.net/2014/02/24/500-
year-old-song-found-butt-hell-sound-like/–. Sobre los instrumentos musicales en El Bosco, véase
Vellekoop, K.: “Music and Dance in the Paintings of Hieronymus Bosch”, en el catálogo Hieronymus
Bosch. New insights into his life and work. Museum Boijmans van Beuningen, Nai Publishers/Ludion,
2001, págs. 200 y ss.
15Belting, H.: Op. cit., pág. 38.
16Los dos cuentos flamencos del específico ámbito de Brabante –región de la que era originario El
Bosco– se titulan Spook op looierij –“Fantasmas en la curtiduría”– y Het spook van de Nemerlaer –“El
fantasma del castillo Nemerlaer”–, y narran lo siguiente:
“Muchos de los cuentos populares en los que aparecen fantasmas tienen su origen en los ruidos
de la naturaleza. Sobre todo antes, eran muy conocidas las zumayas que emiten un sonido como si
estuvieran riéndose. El Pájaro de la Burla [zarcero icterino (Hippolais interina)] lo llamaban aquí, pero
no puede serlo porque es un pájaro diurno. Sin embargo, recuerdo muy bien que la gente pensaba que en
la curtiduría había fantasmas, donde ahora está la nueva oficina de Heesters. Allí anidaba la zumaya que
por las noches emitía un ruido espantoso, un poco como una risa estridente, realmente era un ruido
espeluznante.” La versión en holandés antiguo de Fantasmas en la curtiduría está disponible en
http://www.verhalenbank.nl/items/show/41659
“Pues sí, he oído decir que alguna vez, hace tiempo, debió haber fantasmas aquí en el castillo.
Nunca debió haber muchos, pero a las doce iban apareciendo por el caminito y después deambulaban por
allí. Pero yo mismo no los vi nunca. La verdad es que mi padre no le temía ni al diablo y siempre decía: si
se oye reír a un fantasma es más bien que se le tiene miedo a la zumaya. Recuerdo muy bien que cuando
iba los domingos a pescar anguilas, solo durante unas horas, los fantasmas ya no deambulaban por allí.
Me ponía donde el puentecito y después de una o dos horas volvía. Entonces se oía ulular a las lechuzas
que estaban en la torre con sus polluelos; tanto, que la gente decía: hay fantasmas en el castillo. Pero yo
sabía que había dos lechuzas que tenían polluelos y que, había que oírlo, ¡hacían un ruido de mil
demonios! También se decía que los fantasmas hacían pudrir todo lo de dentro del castillo. Había un suelo
de madera en uno de los salones que realmente estaba muy mal, en estado de putrefacción. En una
ocasión, fue a verlo un arquitecto con el señorito Verheide y bajaron a la bodega a inspeccionar; a mí no
se me olvidará que decían que era debido a las patatas que se guardaban allí.” La versión en holandés
antiguo de El fantasma del castillo Nemerlaer está disponible en
http://www.verhalenbank.nl/items/show/41678
Nuestro agradecimiento a Arthur Verbiest por la traducción de ambos cuentos.
7
Se trata, en efecto, de la criatura con
cabeza de zumaya o chotacabras
(caprimulgidae), y cuerpo
antropomórfico que aparece sentada en
una suerte de trono-retrete, identificada
como “diablo-pájaro”17, “demonio del
orinal”, “ser pteramórfico”, “bestia
devoradora de hombres”18, etc. Es
probable que los hábitos crepusculares y
nocturnos de la zumaya y su carácter
huidizo hayan contribuido en buena
medida a este largo camuflaje19. No
obstante, el ojo redondo y oscuro, la
boca que se abre desmesuradamente,
enorme, y el pico, puntiagudo y corto,
de cuya base –sutilísimo detalle– brotan
unas vibrisas, no dejan lugar a dudas: El
Bosco pintó una cabeza de chotacabras,
ave de la que, al parecer, no existen más
ejemplos, ni parciales ni de cuerpo
entero, en la obra conocida del pintor
flamenco. Se trata casi con total
seguridad, por su distribución
geográfica en el continente europeo, de
un chotacabras gris (Caprimulgus
europaeus) (fig. l).
8
La fiel correlación que existe entre la
descripción de Fabre y la
representación de la cabeza de la
zumaya que realiza El Bosco plantea
la duda de si éste está de nuevo
jugando humorísticamente a combinar
palabras e imágenes. El holandés,
como muchas otras lenguas modernas
–entre ellas el castellano–, cuenta con
un amplio abanico de nombres cuyo
significado es ‘chotacabras’21. Nótese
que al detalle anatómico de las
vibrisas, las “largas sedas rígidas”,
responde uno de esos vocablos
fig. l: Chotacabras gris holandeses para ‘chotacabras’, a saber
(Caprimulgus europaeus) snorvogel, literalmente, “pájaro con
bigotes”. Es igualmente digna de
mención la semejanza que Fabre encuentra entre el sapo y la zumaya, impresa también
en algunos nombres holandeses del caprimulgo, como vliegende pad y vliegende krodde
–‘sapo volador’– o paddenbek –‘boca de sapo’.
9
La interpretación canónica25 de dicha escena ha remitido tradicionalmente a la Visión de
Tundal y, en concreto, a la bestia descrita en el Passus VIII de dicha obra, de la que se
dice que “(…) era cruel y voraz y se dedicaba a engullir todas las almas que podía (…)”
a través de una “boca [que] era más bien ancha (…)”26. Obra impresa en ’S-
Hertogenbosch por primera vez en 1484, alguno de sus pasajes pudo haber ejercido
cierta influencia en El Bosco –presentan semejanzas el lago rodeado de hielo donde
mora la bestia del Passus VIII y el oscuro delta de El jardín de las delicias donde
patinan unos hombres pálidos junto al híbrido antropomórfico de una espátula (Platalea
leucorodia)–. No obstante, el hecho de que la elección del chotacabras no sea en
absoluto casual, sino que encaje en un procedimiento creativo utilizado
sistemáticamente por El Bosco, obliga a replantear críticamente el alcance de la Visión
de Tundal en la concepción original de dicha escena, sin que ello excluya, en modo
alguno, la producción literaria –más allá de las fuentes religiosas y clásicas– como
objeto de la inagotable atención de El Bosco 27. Y en ese sentido, y en relación con la
escena del diablo-chotacabras, sorprenden los siguientes versos –Infierno XXXIV, 61-
63– de la Divina Comedia:
Una vez desmenuzada esta escena en sus componentes lingüísticos primeros, una vez
“retornada al lenguaje”, cabe preguntarse por qué sitúa el pintor un chotacabras, o al
chotacabras, en la tabla derecha de El jardín de las delicias –por cierto, a diferencia de
25Por citar sólo varios ejemplos de lo que ya es lugar común: “À droite, un grand diable, Achéron, coiffé
d’un chaudron est assis sur une haute chaise percée. D’après la Vision de Tondale (…)”. Van Schoute, R.
y Verboomen, M.: Jérôme Bosch. La Renaissance du Livre, 2000, pág. 157. “It has been pointed out that
the bird-devil (…) devouring sinners and dropping them as excrements in a pit occurs also in the
Tondalus.” Bax, D.: Op. cit., pág. 361. “Nunca como aquí Bosch es deudor de otros autores. Se ha venido
hablando una y otra vez sobre la Visio Tundali, como una de las fuentes utilizadas, pero se ha precisado
poco en qué reside la influencia, salvo en el caso de la bestia Aqueronte, devoradora de avariciosos, en
paralelo con el pájaro demoníaco y semihumano que glotonamente come uno tras otro los cuerpos de los
mismos avariciosos.” Yarza Luaces, J.: Op. cit., pág. 67.
26La versión manejada en este trabajo es Marcus: Visión de Tundal (Un viaje al purgatorio, al infierno y
al cielo). Traducción e introducción de José Antonio Alonso Navarro. Mutatis Mutandis, vol. 4, nº 1,
2011, págs. 108-136.
27Acerca de la influencia de la literatura medieval neerlandesa en la obra de El Bosco, véase De Bruyn,
E.: Op. cit., págs. 134 y ss.
28“El alma que está sufriendo la mayor pena allá arriba –dijo el Maestro– es la de Judas Iscariote, que
tiene la cabeza dentro de la boca de Lucifer y agita fuera de ella las piernas.” Dante, A.: Divina Comedia.
Madrid, ed. Austral, 2010, pág. 238. “«Aquella alma que allí más pena sufre/ –dijo el maestro– es Judas
Iscariote,/ con la cabeza dentro y piernas fuera.” Dante, A.: Divina Comedia. Madrid, ed. Cátedra, 2013,
pág. 294.
29En relación con las aves peídas, motivo recurrente en la pintura de El Bosco, dice Bax: “Bosch uses
birds as the symbol of the ‘flight’ of the wasted money”. Op. cit., pág. 242.
10
lo que sucede en el caso de los búhos, que con excepción del cornígero y fantástico de
El juicio final, siempre aparecen en las tablas central y/o izquierda, o en escenas
diurnas–. La respuesta a esta pregunta se deduce de la fuente con que El Bosco envuelve
y da coherencia a toda la escena, que rebasa lo meramente lingüístico para entrar de
lleno en lo cultural. Tras resolver el jeroglífico, procede retomar las tradiciones orales
flamencas con que se iniciaba esta parte de este trabajo; en definitiva, ¿qué pinta un
chotacabras en el infierno?
“(…) los naturales del lugar [“natives”, en el original en inglés] tienen un miedo cerval
a la algarabía que arma en las cálidas noches la legión de chotacabras que puebla la
comarca. Afirman que tales pájaros son psicopompos que están al acecho de las almas
de los muertos y que sincronizan al unísono sus pavorosos chirridos con la jadeante
respiración del moribundo. Si consiguen atrapar el alma fugitiva en el momento en que
abandona el cuerpo, se ponen a revolotear al instante y prorrumpen en diabólicas
30Heinzel, H., Fitter, R. S. R. y Parslow, J. L. F.: Manual de las aves de España y de Europa, Norte de
África y Próximo Oriente. Barcelona, ed. Omega, 1981, pág. 184.
31Op. cit., pág. 184.
32Peterson, R., Mountfort, G. y Hollom, P. A. D.: Guía de Campo de las aves de España y de Europa.
Barcelona, ed. Omega, 1977, pág. 219.
33Cayo Plinio, S.: Historia Natural. Madrid, Visor Libro, 1998, pág. 506.
34En El fantasma del castillo Nemerlaer también se describe el ronquido de las crías de lechuza como
“un ruido de mil demonios”.
11
risotadas; pero si ven frustradas sus intenciones, se sumen poco a poco en el silencio.”35
De un ámbito cultural por completo diverso, aunque también basada en una leyenda
popular –en este caso de Nueva Inglaterra– que hacía de los chotacabras (Caprimulgus
vociferus) ruidosos ladrones de las almas de los moribundos, la narración de terror de H.
P. Lovecraft, The Dunwich Horror, pone igualmente en relación a la zumaya con la
noche y sus sonoras tribulaciones36.
12
añadir a la colección de El jardín de las delicias otra curiosidad interesante, esta vez del
piadoso arte egipcio (figs. m y n).
39Gómez Espelosín, J. y Pérez Largacha, A.: Egiptomanía. Ed. Alianza, 1997. También Baltrušaitis, J.:
En busca de Isis. Introducción a la egiptomanía. Ed. Siruela, 2006.
13
La reaparición de los síntomas egiptomaniacos en Europa a partir del siglo XV llegó de
la mano del Renacimiento y su recuperación de la cultura clásica grecorromana. Si bien
quedaban en Europa rastros del antiguo Egipto que perduraron en la Edad Media –el
obelisco del Vaticano, por ejemplo–, fue el renovado interés por el idealismo platónico y
las corrientes neoplatónicas latinas, aventado fundamentalmente desde Florencia, el que
reactivó la curiosidad por la civilización del Nilo 40. La divulgación de estos
conocimientos despertó el gusto por los singulares productos de la cultura egipcia y, de
este modo, viajeros como Ciriaco de Ancona no volvieron sólo con sus magníficos
dibujos y crónicas, sino que además atesoraron mercancías y todo tipo de antigüedades
del Mediterráneo oriental para un emergente mercado coleccionista41.
Siguiendo el espíritu
“ecuménico” de los
humanistas de la época,
Giovanni Nanni da
Viterbo, consejero
dominico del papa
Alejandro VI,
confeccionó un programa
iconográfico sui generis
para el apartamento
Borgia del Vaticano –
pintado por Pinturicchio
fig. ñ: Detalle del Apartamento Borgia del Vaticano, Roma
entre 1492 y 1494–, en
que fusionó símbolos cristianos con la historia de los dioses egipcios Isis y Osiris (fig.
ñ). Lo que Nanni da Viterbo –célebre falsificador, a la sazón, de textos clásicos y
egipcios– comprimió realmente en su programa decorativo fue el vínculo genealógico
que aseguraba haber establecido entre la familia Borgia –en cuyo emblema familiar
aparece un toro– y el buey Apis –representado por los egipcios con una cruz en el
pecho–. En medio de este entusiasmo por el Egipto antiguo, se extendió entre las cortes
europeas la aspiración de ampliar los árboles genealógicos hasta los albores de la
humanidad. Por su parte, los humanistas de la corte del emperador Maximiliano
adoptaron las recetas del extravagante erudito italiano y conectaron igualmente al
emperador germano con el Hércules egipcio –Apis–, para saltar a continuación al
antiguo testamento y enlazar a la casa de Habsburgo, por fin, con la línea genealógica
de Noé42.
40Sobre los jeroglíficos en el primer Renacimiento, véase Wittkower, R.: La alegoría y la migración de
los símbolos. Ed. Siruela, 2006, págs. 172 y ss.
41Sobre el viaje a Egipto –en la década de los 30 del siglo XV– de Ciriaco de Ancona, véase Colin, J.:
Cyriaque d’Ancône: le voyageur, le marchand, l’humaniste. Maloine Editeur, Paris, 1981; y,
especialmente, Van Essen, C. C.: “Cyriaque d’Ancône en Egypte”, Nieuwe Reeks, Deel 21, No. 12, 1958,
págs. 293-306.
42Gómez Espelosín, J. y Pérez Largacha, A.: Op. cit., págs. 162-163. También Wittkower, R.: Op. cit.,
págs. 186-187.
14
estaba integrado en el Sacro Imperio– dan cuenta a su vez los encargos que recibió de
algunos de sus más destacados miembros: Felipe el Hermoso –archiduque de Borgoña y
primogénito del emperador–, le adelantó personalmente en 1504 la cantidad de 36 libras
como anticipo para una obra con el tema del “Juicio del Señor, es decir, el Paraíso y el
Infierno”43; Enrique III de Nassau –primer propietario conocido de El jardín de las
delicias y, probablemente, responsable también de su encargo–, que también disponía
por entonces de una colección de curiosidades44. Incluso Felipe de Borgoña –miembro
igualmente del séquito de Maximiliano y coleccionista de la pintura de El Bosco– pudo
haber aprovechado alguna de las convenciones de la orden del Toisón de Oro en que el
emperador visitaba ’S-Hertogenbosch –en vida de El Bosco, en 1481, 1504 y 1508–
para acudir al taller del pintor e invitarle a conocer directamente su gabinete de
curiosidades en el castillo de Wijk bij Duurstede45.
15
alegoría48.
16
fig. q: Detalle de El bosque tiene oídos, el campo tiene
ojos. Kupferstichkabinett, Berlín.
***
La fábula muestra que del mismo modo las personas sensatas, cuando se les presenta un peligro,
fácilmente se ponen en guardia contra él.” Fábulas de Esopo. Vida de Esopo. Fábulas de Babrio.
(Introducción de C. García Gual. Traducción y notas de P. Bádenas de la Peña y J. López Facal), Madrid,
ed. Gredos, 1978, págs. 151-152.
Nótese, finalmente, que las tres criaturas principales de El bosque tiene oídos,… –búho, gallo y
cánido tumbado– aparecen igualmente en la tabla izquierda de El juicio final.
17