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Economía descriptiva.

Alberto Müller

1. ¿POR QUE CONTABILIDAD SOCIAL? - PROPÓSITO DE ESTE TEXTO

El análisis y la comprensión de los fenómenos sociales se presenta hoy día como una
tarea -o un conjunto de tareas- de gran amplitud, heterogeneidad y complejidad, que
comprende tanto actividades de clasificación y medición de material empírico como de
análisis y reflexión teóricos.

Interesa destacar que ello se corresponde con un período histórico específico. La


reflexión sistemática sobre la sociedad, en sus diversos niveles, es una práctica que
se plasma en rama autónoma de la cultura - adquiriendo status científico - y en campo
de especialización profesional, sólo a partir del siglo XVIII, con la progresiva
estructuración del capitalismo industrial, en Europa y los Estados Unidos.

Lejos de constituir un hecho casual, esto se debe a que la creciente división del trabajo,
la consiguiente diversificación de actividades y el desarrollo de mercados de ámbito
cada vez mayores tornan progresivamente menos inmediatas la percepción y
comprensión por parte de los individuos del carácter y funcionalidad del conjunto de
organizaciones en las que se encuentran inmersos. La comprensión de la
organización económica y social del feudo medieval, por ejemplo, era algo evidente e
inmediato, por lo que la reflexión se centraba más en la ética y la legitimación, que en
cuestiones referidas a hechos.

Ahora bien, el análisis de lo social lleva consigo la estructuración de sistemas de


clasificación y mensuración; tales sistemas, es bueno recordarlo, tienen plena validez
únicamente para el estudio de la realidad histórica para la que fueron concebidos y
diseñados.

Será objeto de este texto la presentación sistemática de algunos instrumentos


usualmente empleados en la clasificación y mensuración para el análisis de una
sociedad, especialmente en sus aspectos económicos. Más específicamente se
apunta a dos objetivos, a saber:
• Caracterizar el contenido de los sistemas considerados, con breves referencias
a los métodos de relevamiento.
• Proporcionar herramientas que permitan una apreciación crítica y una primera
interpretación de los conceptos y criterios utilizados, sin perjuicio de los análisis
más profundos que deberán provenir de las teorizaciones ofrecidas por otros
campos de la economía, sociología, etc.
Tal vez resulte llamativo que se desarrollen sistemas de clasificación y medición en
forma autónoma de los marcos teóricos, por cuanto sería de esperar que las propias
teorías generaran sus propios sistemas de clasificación y medición. Ello responde a la
particular relación que existe entre clasificación y teoría en el estudio de los fenómenos
sociales, tema al que se hará referencia en el próximo capítulo.

2. CLASIFICACIÓN Y MENSURACIÓN: NOTAS METODOLÓGICAS

El presente capítulo se referirá a cuestiones de carácter metodológico. En primer lugar,


se ofrecerá una breve sistematización acerca de los conceptos clasificatorios y
cuantitativos en general. Seguidamente, se presentará la distinción entre variables y
stock y flujo, que resulta de interés para la comprensión de los capítulos siguientes del
texto. Luego, se hará referencia a la medición agregada en economía, para hacer por
último una mención acerca de la relación entre teoría y clasificación y mensuración,
en el caso de la economía. Adicionalmente, se precisará el concepto de estructura.

En apéndice, se desarrollarán algunos instrumentos sencillos, que posibilitan el


tratamiento y análisis de información estadística en general.

2.1 Concepto de clasificación y mensuración

Una adecuada comprensión acerca de la naturaleza de los conceptos con que se


operará a lo largo de este texto puede ser alcanzada partiendo de una distinción
propuesta por Carnap (1969), aunque ello no implique suscribir su enfoque
metodológico de carácter neopositivista.

De acuerdo a este autor, "los conceptos de la ciencia, como los de la vida cotidiana,
pueden ser divididos en tres grupos principales: clasificatorios, comparativos y
cuantitativos" (pág. 77).

Los conceptos clasificatorios son simplemente aquéllos que permiten ubicar una
entidad cualquiera dentro de una cierta clase o conjunto; notemos que al referirnos a
"entidades", estamos aludiendo tanto a objetos como a procesos. Las clasificaciones
(o taxonomías) con que toda ciencia funda su actividad se realizan a partir de este tipo
de conceptos; pero en realidad esta actividad está siempre presente en el lenguaje
humano, dado que las propias palabras constituyen referencias a categorías
clasificatorias: una simple frase descriptiva como “las vacas comen pasto” supone ya
una actividad clasificatoria, al utilizar como conceptos generales “vacas”, “pasto” y la
acción de “comer”.

Los conceptos comparativos "desempeñan algo así como un papel intermedio entre
los conceptos clasificatorios y los cuantitativos" (íbidem), y nos indican "de qué manera
se relaciona un objeto con otro, en términos de mayor o menor" (pag.78). Una
afirmación del tipo siguiente podría ser un ejemplo de empleo de un concepto
comparativo: "en un mercado, el precio de equilibrio en monopolio es más elevado,
que el que resultaría de una situación concurrencial".

Por su parte los conceptos cuantitativos surgen de asignar un valor numérico, dentro
de una misma escala, a un aspecto o dimensión de una entidad o conjunto de
entidades.

La mensuración requiere no sólo identificar un aspecto o dimensión homogéneo a ser


cuantificado sino también un origen (o cero) y una unidad de medida, cuyas
características variarán de acuerdo a la naturaleza de la entidad considerada.

Una primera forma de mensuración es sencillamente el conteo, para el que se


requieren exclusivamente números enteros no negativos, siendo que origen y escala
quedan automáticamente identificados; éste es el caso, por ejemplo, de las variables
demográficas. Otros tipos de mediciones no admiten valores negativos, como es el
caso de la longitud o del precio; sin embargo, en este caso la elección de la unidad de
medida es arbitraria. Finalmente, en casos como el de la medición de la temperatura,
tanto el origen como la unidad de medida son arbitrarios. Va de suyo que en los dos
últimos casos, la medición se realiza sobre el campo de los números reales (esto es,
se trata de magnitudes continuas).

Carnap sugiere que los conceptos comparativos pueden constituir sucedáneos


eficaces de conceptos cuantitativos, cuando las particulares condiciones de una
determinada ciencia impiden una cuantificación precisa; por otra parte, "sucede a
menudo que un concepto comparativo se convierte luego en base de un concepto
cuantitativo" (pág. 80).

En economía, es usual el empleo de conceptos clasificatorios y cuantitativos;


generalmente, los juicios de carácter comparativo resultan poco satisfactorios, por lo
que se suele remitirlos a mediciones precisas, que los confirman o desmienten, o sen-
cillamente les quitan sentido. Es común, por ejemplo, que una hipótesis de
investigación se formule en términos comparativos; pero el desarrollo de la misma
conducirá a la identificación y operación de conceptos cuantitativos. Esto ocurre, por
ejemplo, con conceptos como "nivel de desarrollo económico", "nivel de inflación", etc.;
tales nociones son siempre "traducidas" a indicadores cuantitativos. Vale la pena notar
que en un caso, sin embargo, en la teoría económica se ha dado un movimiento
inverso, desde conceptos cuantitativos a conceptos comparativos; se trata de la teoría
de la utilidad, cuya primera formulación fue de carácter cardinal, siendo luego
reemplazada por formulaciones ordinales, de carácter comparativo.

Interesa por último enfatizar dos aspectos de importancia, relacionados entre si, que
hacen a las actividades de clasificación y medición.

• En primer término, ellas implican necesariamente algún grado de abstracción. Tal


abstracción no surge "espontáneamente" del objeto o entidad a ser clasificada o
medida, sino de la actividad del sujeto (o la comunidad de sujetos) que encara el
análisis de determinada temática. En particular, nótese que la medición representa un
ejercicio de considerable abstracción; por ejemplo, aun en el caso trivial de la longitud,
su determinación precisa requiere el empleo de conceptos geométricos, de existencia
puramente teórica (punto, línea, plano, etc.).

• En segundo término, ellas no se realizan como fines en si mismos, sino que deben
responder necesariamente a determinada intención, formulada por el sujeto. En otros
términos, no tiene sentido la clasificación o mensuración de por si, sino en función de
determinada actividad cognitiva.

En síntesis, en todos los casos se requiere una posición activa por parte del individuo,
por cuanto las entidades no se clasifican o miden por si mismas.

2.2 Dos tipos fundamentales de mensuración: stock y flujo

A pesar de que esta denominación es empleada principalmente en las disciplinas


económicas, la distinción entre variables-stock y variables-flujo puede ser trazada en
cualquier campo. La distinción radica en la relación que se establece entre la medición
y la variable temporal.

Diremos que medimos una variable-stock, toda vez que la mensuración es realizada
en un instante de tiempo. Así, por ejemplo, el peso de un objeto se establece en un
momento del tiempo; lo mismo ocurre con la población de un país, con los activos y
pasivos de una empresa, etc.

Nos encontraremos en cambio con una variable-flujo cuando se trate de una medición
que se realiza a lo largo de un período de tiempo. El caudal de un río, la cantidad de
nacimientos de un país, las ventas de una empresa, la cantidad de calorías ingeridas
por un individuo, son todos casos donde la mensuración requiere especificar un
período de tiempo.

Nótese que en este segundo caso no es suficiente establecer un lapso temporal


genérico de determinada duración; por el contrario, este debe ser identificado con
absoluta precisión, puesto que caso contrario no resultará una mensuración unívoca.
Esto es particularmente importante en economía; dadas las frecuentes fluctuaciones
que suelen mostrar los indicadores, es ya un hábito asociar cierta medición de flujo a
un período específico (por ejemplo, la producción del acero del año 1985). Sin
embargo, éste no es el caso de otras ciencias, donde la estabilidad de los fenómenos
permite prescindir, sin errores significativos para determinado entorno, de referencias
específicas del período de medición; tal es el caso de mediciones de heliofanía, de
caudal de ríos y otras similares, donde la medición se realiza en términos de unidades
por día, segundo, etc..

En el caso de las variables-stock, es obvio que las mismas sólo tendrán sentido
cuando referidas a un momento específico. Normalmente, sin embargo, tal referencia
se explicita sólo para aquellos casos en los que efectivamente el paso del tiempo
puede traer consigo cambios en la variable considerada; caso contrario, la referencia
temporal puede quedar implícita. El valor del conjunto de los bienes de capital de un
país por cierto que no es constante a lo largo del tiempo, por lo que esta medición sólo
tendrá sentido si se la especifica temporalmente. El peso de un elemento poco
alterable en condiciones determinadas será en cambio constante (o fluctuará en forma
no significativa) en cualquier momento, por lo que la referencia temporal se torna
superflua.

Queda en esta forma explicitada la demarcación entre variables-stock y flujo desde el


punto de vista de las condiciones y características formales de su medición.

¿En que difiere ahora la naturaleza de lo que se mide mediante cada una de estas
dos clases de variables?

Las variables-stock, al estar definidas para un instante del tiempo, revelan aspectos o
dimensiones estáticas de una entidad u objeto; esto es, se refieren a su estado. Por
su parte, las variables-flujo, al requerir para la mensuración el paso del tiempo, reflejan
necesariamente aspectos o dimensiones dinámicas; esto es, miden procesos. No por
ello, sin embargo debemos deducir que existen fenómenos estáticos y dinámicos: lo
real se desarrolla necesariamente a lo largo del tiempo; lo que varía es nuestro objetivo
y criterio de medición.

Un corolario significativo de esta discusión es la de que todas las mensuraciones


requieren en rigor una especificación temporal, aunque en práctica se la obvíe con
frecuencia. Esto significa que cualquier mensuración es necesariamente
bi-dimensional, puesto que trabaja simultáneamente con la dimensión del fenómeno
que interesa y con la dimensión temporal, en cualquiera de las dos acepciones que se
han señalado; como es obvio, esto es así para todo campo del conocimiento. Sólo la
mensuración del propio tiempo no requiere identificar otra dimensión auxiliar.

Incidentalmente, vale la pena notar aquí una ambigüedad del modelo neoclásico de
equilibrio general y otros similares, que se manifiesta a partir de esta distinción entre
medición de stocks y de flujos. Por un lado, este tipo de modelos supone (por
conveniencia analítica) que todo ocurre en un instante del tiempo; esto lleva a que las
variables que se consideran (cantidades de factores o productos) aparezcan como
variables-stock. Sin embargo la interpretación que comúnmente se da a los resultados
del modelo es en términos de variables de flujo, esto es, se lo considera una
caracterización -obviamente estilizada- de un proceso.

Debemos destacar, por último, un caso particular de variable-flujo, muy usual en


economía. Se trata de aquéllas que reflejan cambios ocurridos en un stock a lo largo
del tiempo; esto es, toda alteración de un stock puede ser entendida en términos de
variable-flujo. Así por ejemplo, la incorporación de una máquina por parte de una
empresa representa un incremento de su activo por el valor de aquélla; tal incremento
debe ser entendido como un flujo que se verifica en un determinado lapso de tiempo.

2.3 Mediciones agregadas en economía

Existe un tipo particular de medición, de empleo muy frecuente en economía. Se trata


de la medición de agregados, esto es, de conjuntos físicamente heterogéneos de
entidades (por ejemplo, de un conjunto de bienes y servicios producidos), a través de
su precio o valor. En este acápite, se desarrollarán algunos aspectos de este tipo de
medición, y se hará mención de sus limitaciones.

Una primera caracterización de la producción y bienestar de una economía (nacional


o regional) puede ser obtenida mediante el análisis de diferentes series de
producciones individuales, medidas a través de unidades físicas. Así, puede por
ejemplo asociarse genéricamente el concepto global de "nivel de desarrollo" con el de
producción o consumo por habitante de acero, cemento u otro insumo básico. Resulta
claro que pese a la evidente utilidad y significancia de indicadores de esta naturaleza,
este procedimiento adolece de diversas limitaciones, entre las cuales mencionamos
las dos siguientes. Por un lado, sólo puede manejarse simultáneamente un conjunto
relativamente reducido de indicadores, por lo que no podrá obtenerse una idea
adecuada de conjunto. En segundo lugar, y ello es por cierto más importante, pueden
presentarse con frecuencia situaciones en las que indicadores de determinado tipo
para diferentes economías tienen comportamientos opuestos, con lo cual la propia
noción de calificación del conjunto resulta inaplicable; por ejemplo, un país puede
presentar una mayor producción de combustibles per cápita, en relación a otro, pero
simultáneamente una menor producción de automóviles, con lo cual un eventual juicio
comparativo acerca del nivel de desarrollo pierde sentido.

Se presentan aquí dos alternativas. La primera consiste en desistir de plano de la


búsqueda de indicadores globales, aceptando la heterogeneidad en las producciones
y consumos de diferentes países; en tal caso las preguntas formuladas acerca de los
"niveles generales" de productividad o bienestar, por ejemplo, carecerán
sencillamente de sentido. Si bien no es ésta la vía más "popular", ella ha sido adoptada
por un conjunto importante de teorizadores, los que prescinden de mediciones
agregadas (por ejemplo, Walras y Schumpeter).

La segunda alternativa se orienta hacia la búsqueda e identificación de una dimensión


común a los efectos de la mensuración en forma agregada, a fin de obtener el juicio
que buscamos; ella deberá referirse, obviamente a una característica general de todos
los bienes y servicios producidos y consumidos por una sociedad. Dado que debemos
descartar cualquier medición que apunte a especificidades de orden físico o químico
de los entes a medir, podemos inicialmente recurrir a algún aspecto material común
de la producción de estos bienes.

Una primera alternativa podría ser, en este enfoque del problema, el requerimiento
energético de cada producto, entendido como la cantidad de energía empleada para
su producción. En tal caso se considerarán cantidades directas e indirectas insumidas
para la producción de una unidad de producto final, esto es, se sumarán las cantidades
de energía que se requieren para la producción del bien de demanda final (por ejemplo
un automóvil) y para la producción de los diversos elementos que concurren para la
fabricación de éste (en este caso, neumáticos, cigüeñal, etc.). Como es obvio, esta
operación requiere a su vez homogeneizar, o sea encontrar nuevamente una
dimensión común puesto que los tipos de energía y las fuentes energéticas son de
diferente naturaleza. A tal efecto, la física dispone de procedimientos para establecer
equivalencias, en base a las características de cada fuente energética; a través de
determinados procedimientos, puede por ejemplo establecerse la equivalencia entre
las cantidades entregadas por una fuente de origen eléctrico una de origen térmico y
una de origen mecánico.

Existe una segunda alternativa, y es la de partir de un aspecto común de la generalidad


de los bienes y servicios producidos por el hombre en sociedades donde impera la
división de trabajo y el intercambio: el valor, valor para cambio, o precio (en este
contexto, empleamos estos términos como sinónimos).

Esta dimensión tiene por cierto algunas peculiaridades, que la tornan muy diferente de
las mediciones en ciencias naturales o exactas. Por un lado, ella existe no en función
de las características materiales del bien o servicio y de su proceso de producción:
para comprender el fundamento de los valores de cambio, o precios, nos dice Marx,
"hay que reducirlos necesariamente a algo común respecto del cual representen un
más o un menos. Este algo común no puede consistir en una propiedad geométrica,
física o química, ni en ninguna otra propiedad natural de la mercancía" (El Capital,
Cap. 1). Pero si aceptamos que la dimensión común no se encuentra en aspectos
naturales de los bienes o de sus procesos de producción, no podremos eludir la
conclusión de que el valor o precio deviene de la vinculación existente entre objetos e
individuos, o entre individuos, puesto que el intercambio es una actividad desarrollada
por éstos; es en este nivel que debemos buscar "ese algo común" del que nos habla
Marx.

La cuestión siguiente es entonces la de encontrar el fundamento del precio o valor


para cambio. Sin ánimo de ingresar en una temática que escapa al alcance del
presente texto, podemos señalar que las respuestas ofrecidas por las teorías
económicas pueden, en lo fundamental ser clasificadas en dos grupos:

a) Las teorías que sustentan que lo común a los diferentes bienes es el ser producto
del trabajo humano y que consecuentemente fundamentan las razones de cambio en
las cantidades de trabajo. Tales son las teorías del valor-trabajo, o teorías objetivas
del valor, de las que Marx es el principal exponente. A fin de resolver la cuestión de
cómo agregar tipos de trabajo técnicamente disímiles, este autor abstrae las
características específicas de cada uno de ellos para identificar el concepto general
de "trabajo abstracto", entendido como desgaste de fuerza humana de trabajo.

b) Las teorías que afirman que el elemento común de diferentes bienes es aquí de la
relación entre las preferencias que los individuos ejercen en relación a los bienes y la
relativa escasez o dificultad de producirlos. Ellas son las teorías subjetivas del valor,
las que se encuentran en la base de los diferentes vertientes de la teoría neoclásica.

Puede comprobarse que, luego de la constatación trivial de la existencia del precio,


ambos enfoques proporcionan fundamentos de diferente tipo. Ambos sin embargo,
como ya se notó, parten de la relación existente entre individuos y objetos, si bien es
justo señalar que mientras el enfoque neoclásico privilegia el vínculo individuo-objeto,
la óptica marxista interpreta tal vínculo como mediatizador de la relación entre los
individuos.

De cualquier forma, conviene notar dos aspectos de interés, volviendo ahora al tema
de la mensuración.

En primer lugar, el concepto o categoría de valor sólo tiene sentido en sociedades


donde impera el intercambio en forma generalizada; esto es, en sociedades con
importante desarrollo de la división del trabajo.

En segundo lugar, contrariamente a lo que ocurre en ciencias naturales, no puede


establecerse con precisión una medida invariante de valor (cualquiera sea la
interpretación teórica que se dé al fenómeno del precio) dado que tanto las
preferencias de los individuos como las condiciones tecnológicas de la producción -y
por lo tanto las cantidades de trabajo- cambian a lo largo del tiempo y del espacio
(dejando de lado aún los fenómenos inflacionarios).

De estas observaciones surge la particularidad del valor, como medida que reviste
nítidamente un carácter social que la distingue las mediciones basadas en
propiedades naturales de los bienes.

Se han identificado dos alternativas (que no son únicas) para una mensuración
agregada: por contenido energético y por valor para cambio. Debe abordarse la
cuestión de la elección de una de ellas.

Debe subrayarse que los criterios a tal fin no deberán surgir de la propia naturaleza de
la medición, ni mucho menos de la mayor o menor facilidad de su implementación
práctica. Muy por el contrario, a rigor deberán encontrar su fundamento en su
adecuación a los objetivos de la medición a realizar, tal como ya se señalara, al
tratarse la cuestión de la clasificación y medición en general.

Si la finalidad es examinar impactos de la actividad económica sobre la demanda


energética, por ejemplo, la agregación a través de los requerimientos energéticos del
producto resultará pertinente: podrá de esta manera expresarse el total producido en
términos de kilowatt-hora u otra unidad semejante. Debe notarse, sin embargo, que la
homogeneización de diferentes tipos de energía mediante relaciones teóricas no
puede resultar siempre adecuada, puesto que ciertas distinciones pueden ser
necesarias; típicamente, entre ellas, la que separa fuentes renovables y no
renovables. Este tipo de medición ha sido ensayado a partir de las crisis energéticas.

Si en cambio quiere evaluarse el nivel de producción, en función de su capacidad de


proporcionar satisfacción a requerimientos de consumo de los individuos, podría
sugerirse el empleo la agregación a través de valores, a partir de lo sugerido por la
teoría subjetiva del valor: el precio refleja la disponibilidad a pagar de los
consumidores. La teoría del bienestar ofrece aquí una justificación análoga, si bien
más rigurosa, al argumentar que los precios reflejan una situación en la que el esfuerzo
necesario para producir una unidad adicional de un bien y el beneficio o utilidad
resultante de su consumo se igualan, para el conjunto de los individuos. Este conjunto
de precios de equilibrio indicaría así la satisfacción alcanzada por cada individuo en el
consumo de la unidad marginal (esto es, de la última unidad) de cada bien o servicio
1.

Debe notarse desde un principio que en esta visión los precios no nos proporcionan
indicaciones precisas acerca de la valuación que los individuos hacen de la totalidad
de los productos que adquieren mediante su gasto, sino sólo de las unidades
marginales. Por otra parte, la versión corriente de la teoría no acepta la posibilidad de
sumar las preferencias individuales; en consecuencia, los precios resultantes no
reflejan una "satisfacción de conjunto". Ello en rigor invalida su utilización a fines de
una medición agregada.

Por otra parte, este enfoque del valor es susceptible también de críticas, en cuanto a
su fundamento. De ellas, mencionamos dos:

• La formulación rigurosa de la teoría parte de supuestos demasiado restrictivos,


referidos al funcionamiento de los mercados y a las decisiones de los individuos; en
particular, interesa destacar el de perfecto conocimiento.
• En sus versiones más recientes, la teoría subjetiva del valor ha renunciado a un
concepto preciso de utilidad, como algo medible, para pasar a una formulación de
preferencias del tipo siguiente: una mercancía vale cuanto un individuo está
dispuesto a ceder para obtenerla. Ello es prácticamente una tautología.

Si en cambio se adopta la fundamentación marxista del precio, éste puede ser utilizado
como un indicador de la masa total de trabajo social contenida en la producción.
Existen sin embargo diversos problemas en este punto. Uno de ellos es inmediato:
cuando el proceso productivo da lugar a dos tipos de valores de uso diferentes (como

1 En términos más técnicos, estamos haciendo aquí referencia a la igualdad del precio con las tasas
marginales de sustitución, en el consumo y de transformación, en la producción. No es éste el lugar para
presentar esta argumentación; la misma puede ser encontrada en libros de texto de microeconomía o
de economía de bienestar.
es el ejemplo clásico de cuero y carne en ganadería), no existe criterio riguroso para
asignar las cantidades de trabajo, y por ende el valor correspondiente, a cada tipo de
producto. Existen además otras dificultades, cuya discusión escapa al alcance del
presente texto; entre ellas se mencionan la reducción a trabajo abstracto de diferentes
tipos de trabajo concreto (esto es, existe diversidad de trabajos, los que deben ser
reducidos a una medida común).y la transformación de valores en precios.

En consecuencia, cualquiera sea el fundamento adoptado para el precio, las


propuestas de agregación por esta vía se presentan como problemáticas; a nuestro
juicio, es éste un problema no resuelto.

De cualquier forma, el empleo de la mensuración agregada a través de los precios es


muy usual en el análisis económico, a partir tanto de las exigencias de la práctica de
los agentes como de los requerimientos de determinadas ramas de la teoría. Ello no
debe ocultar que se trata de un procedimiento sujeto a observaciones críticas y
reparos como los ya mencionados a lo largo de este texto. Estas limitaciones, de
hecho, distan de limitarse a un campo puramente metodológico. Por el contrario,
reaparecen en el tratamiento de temas concretos; como veremos, éste es el caso de
la medición a precios constantes.

En consecuencia, y a falta de algo mejor, puede aceptarse la medición agregada


básicamente a partir de un criterio pragmático, en cuanto permite una suerte de
"taquigrafía" analítica, al simplificar el tratamiento y análisis de temas económicos.

Cabe por último una aclaración. Dimensionalmente, la medición agregada se


constituye de valor, entendido como el resultado de la multiplicación de precio por
cantidad. Pero existen también mediciones de valor que no resultan de este producto;
tal es el caso de una masa monetaria (por ejemplo, el valor de depósitos bancarios);
este tipo de medición no es agregada. Asimismo, tampoco se trata de una medición
agregada la que refleja el valor de un conjunto de bienes, si la intención no es medir
cantidades en forma agregada, sino valor. Esto significa que una medición será o no
agregada en función de su intención.

2.4 Relación entre clasificación y mensuración y la teoría, en el caso de la economía.

Como ya se indicara en términos generales, la clasificación y mensuración de los


fenómenos de interés para el economista no pueden constituir tareas separadas del
propio análisis económico, puesto que no existen hechos en si, sino hechos
clasificados y medidos a partir del enfoque, incipiente o desarrollado, que guía la
actividad teorizadora: si bien las teorías pueden referirse a procesos de mensuración
difícil - o incluso cuestionable, desde un punto de vista cognitivo -, la identificación de
categorías de pertenencia y de aspectos o dimensiones a medir guardará
forzosamente relación con aquéllas, so pena de tornarse irrelevantes. Esto es, de
tornarse elementos inútiles a los fines del análisis.
Esta constatación resultará trivial para determinadas ramas del conocimiento, donde
teoría, clasificación y mensuración se encuentran estrechamente ligadas; ello ocurriría
para las llamadas "ciencias duras", física y química, por lo menos desde una
perspectiva tradicional, donde la teorización genera simultáneamente criterios de
clasificación y medición. El físico o químico, en efecto procede de acuerdo a lo
siguiente (adoptando un enfoque hipotético-deductivo):
1. Enuncia una hipótesis
2. Obtiene de esta hipótesis un enunciado verificable, en términos de juicios
clasificatorios y cuantitativos.
3. Diseña un experimento para probar la hipótesis
4. En base al resultado obtenido, acepta o rechaza la hipótesis.

Percibimos entonces que existe una clara continuidad entre hipótesis y verificación,
siendo que los conceptos clasificatorios y cuantitativos del enunciado observable se
generan directamente de la teoría.

En el caso de la economía (o más en general, de las ciencias sociales), existen sin


embargo razones que llevan a cierta autonomización de las actividades de
clasificación y mensuración, respecto de la actividad teórica. Ellos son los siguientes:

• En primer lugar, la economía no se basa en la experimentación, como tal, porque


trata fenómenos no reproducibles en laboratorio; en consecuencia, las
observaciones se deben realizar directamente sobre la realidad social estudiada.
Este rasgo hace con que no se pueda diseñar la obtención de información empírica
(con contadas excepciones) a partir de lo requerido por una matriz teórica
determinada, sino que debe recurrirse generalmente a la información que surge de
relevamientos de carácter general y sistemático, como son los censos, series de
producción de determinados bienes para determinadas periodizaciones, etc.. Tales
relevamientos, al ser de ejecución y procesamiento costosos, no pueden reiterarse
ante cada requerimiento del teorizador individual; en otras ciencias, en cambio, al
ser factible el diseño de la experimentación, pueden definirse para cada caso los
criterios de clasificación y mensuración del material empírico.

• Por otra parte, la consulta a fuentes tales como censos produce a su vez un nuevo
motivo de inadecuación probable con lo solicitado por cada analista. Dado el gran
volumen de información generalmente tratado, no resulta posible trabajar con la
realidad de cada unidad relevada, sino que debe procederse a la inmediata
inclusión en conjuntos, en el momento del relevamiento, o en una etapa muy
primaria de procesamiento. Por ejemplo, en oportunidad de realizarse un censo
demográfico, no se consigna en forma específica la actividad desarrollada por cada
individuo, sino que se procede a su clasificación "in situ"; por este motivo, no resulta
posible su reclasificación posterior, mediante criterios diseñados a los fines de un
análisis en particular. Estas circunstancias acarrean algunos problemas típicos,
entre los cuales podemos mencionar el de diseñar relevamientos que tengan el más
amplio espectro de utilización, y el de comparar diferentes relevamientos, para los
que se han utilizado criterios clasificatorios y cuantitativos no coincidentes. La
consideración de estos elementos es un nuevo factor de autonomización de los
sistemas de contabilización, respecto de las correspondientes matrices teóricas, en
el momento de establecer criterios y procedimientos. Es ésta la discusión central
en la oportunidad de diseñar censos, encuestas y actividades análogas.

• Pero existe, siempre en el ámbito de la economía, un aspecto de naturaleza social,


que también contribuye a dar "vida propia" a dichos sistemas. Se trata del papel
que ellos cumplen dentro de la propia práctica social, papel que trasciende por cierto
el horizonte del economista, y que resulta de la complejidad y poca transparencia
propias de las relaciones sociales actuales. La información acerca de diferentes
aspectos de la sociedad, en particular los económicos, constituye un elemento de
importancia cada vez mayor, tanto para el discurso como para las decisiones de
individuos situados en puntos clave dentro del orden económico y político. Si bien
no es en estas instancias donde se formulan los sistemas de clasificación y
mensuración, ellas no deja de tener importancia en su diseño. A partir de aquí, esta
tarea deja de ser ámbito exclusivo del economista profesional.

No debe concluirse que la teoría económica no juega papel relevante; diversas


posturas de origen neoclásico o keynesiano se encuentran presentes en los habituales
esquemas de contabilidad social. Pero debe en cambio abandonarse la idea de una
vinculación unívoca, "causa-efecto", entre éstos últimos y la actividad teórica. Más
aún, puede señalarse un condicionamiento de sentido inverso: la propia formulación
de hipótesis a nivel teórico, si apuntan a una verificación empírica, se verá desde un
principio condicionada por la naturaleza de la información disponible.

2.5. Nota adicional: Algunas precisiones acerca del concepto de estructura

El término estructura adquiere una variedad tal de significados, que no puede


comprendérselo cabalmente sino dentro del contexto en el que es empleado. A los
fines del presente texto, conviene repasar brevemente algunas acepciones corrientes,
para desembocar en una utilización frecuente en contabilidad social.

Originariamente, "estructura" se refiere a una parte de una construcción; más


precisamente, la estructura de un edificio es aquélla parte que:
(1)sostiene el conjunto;
(2)establece los límites máximos de edificación y empleo, por lo que resulta
determinante de las características constitutivas del edificio; y
(3)constituye lo más permanente del edificio.

Tenemos entonces tres aspectos básicos: sustento, constitutividad y permanencia;


ellos reaparecen, con matices, en las otras acepciones de "estructura". Veamos a
continuación algunas de ellas.

• Marx utiliza el término estructura como el conjunto de relaciones sociales de


producción que se edifican sobre la base de las fuerzas productivas, lo que en
primera aproximación puede definirse como el desarrollo técnico del aparato
productivo. En esta visión, la permanencia y constitutividad no están dadas ya por
características materiales duraderas (dado que las relaciones sociales carecen de
materialidad), sino por la reiteración a lo largo del tiempo de ciertas relaciones
sociales básicas (como es el caso del trabajo asalariado). Nótese que se plantea
aquí un problema característico, cual es el de determinar hasta qué punto estas
relaciones se reiteran sin modificarse; en buena medida, el problema pasa por
definir qué es lo constitutivo y esencial en tales relaciones, y ha recibido
tratamientos que distan de ser coincidentes (por ejemplo, no hay consenso acerca
de si el moderno estado del bienestar implica un cambio estructural, respecto del
capitalismo de libre concurrencia examinado por Marx).

• La economía neoclásica no asigna al término estructura un significado preciso.


Algunas veces, se denomina "estructura productiva" al conjunto de activos
productivos de una economía; en este caso, el énfasis estaría puesto en la
durabilidad de aquéllos. Se emplea asimismo la locución "estructura de mercado"
para caracterizar situaciones de competencia, oligopolio, etc., apuntando
probablemente a tipologías de mercado que se suponen estables (este concepto
puede asociarse a la más reciente idea de “sostenibilidad” de los mercados, que
apunta precisamente a la estabilidad de su conformación).

• Un uso más frecuente, en la jerga económica, es el del adjetivo "estructural", como


opuesto a "coyuntural". El primero pasaría a caracterizar aquéllos componentes
más permanentes y constitutivos de la realidad examinada, mientras que el
segundo se referiría a lo accidental y transitorio. Dado que este uso es frecuente
también a nivel periodístico, no podemos ir más allá de esta acepción genérica;
señalemos que es frecuente su uso en el análisis macroeconómico de coyuntura.

• Por último, es frecuente también el uso del término para caracterizar la composición
de un total determinado. Se habla así de "estructura del producto bruto interno",
para hacer referencia a la composición sectorial (primaria, secundaria, terciaria, por
ejemplo). Este uso, aunque frecuente, parece poco adecuado, por cuanto implica
otorgar permanencia a una mera descripción empírica. De hecho, si hay una
característica "estructural" de economías en crecimiento es la de producir
alteraciones en la "estructura del producto", con lo cual ella dejaría de ser
precisamente "estructural"! Seguramente, es preferible el empleo de términos
menos comprometidos, como serían "composición" o "participación".
ANEXO
CONCEPTOS AUXILIARES PARA EL ANÁLISIS DE DATOS

El objeto principal del presente anexo es proporcionar algunas herramientas


estadísticas para el análisis de datos empíricos, que podrán utilizarse para estudiar el
comportamiento de los conceptos de contabilidad social. Cabe enfatizar desde un
principio que se trata de conceptos muy elementales, necesarios solamente para
aquellos lectores que no cuenten con previa formación estadística a nivel básico.

Los temas a tratar son los siguientes:

• Tendencia y ciclo en series temporales; interpolación y extrapolación.


• Correlación entre variables.
• Medidas de concentración
• Números-índice

1. Tendencia y ciclo en series temporales; interpolación y extrapolación.

El análisis de series de tiempo (o series temporales), esto es, de la evolución y


comportamiento de variables a lo largo del tiempo, es una actividad típica del
economista, sociólogo, etc.. Interesa aquí señalar algunas preguntas que suelen
formularse, y algunos tratamientos elementales que pueden utilizarse para su
respuesta.

a) En algunos casos, la información existe sólo para algunos años, y se requiere


inferir el comportamiento de años intermedios; esto ocurre frecuentemente con
datos correspondientes a censos demográficos, disponibles actualmente en
forma decenal (por ejemplo, para obtener el Producto Bruto Interno per cápita
a nivel anual). Esto se denomina interpolación.

b) Cuando existe información suficientemente desagregada en lo que hace a


períodos de tiempo (por ejemplo, producto bruto interno a nivel trimestral),
observamos con frecuencia que las variables analizadas, lejos de mostrar un
comportamiento "suave", exhiben fluctuaciones pronunciadas. En función de
diversos objetivos de análisis, es común indagar acerca de dos tópicos:
- En primer término, si existe alguna tendencia, más allá de las
oscilaciones.
- En segundo término, si existe alguna componente sistemática en las
oscilaciones (esto es, si ellas observan algún comportamiento que se
repite a lo largo del tiempo).

c) Podemos requerir una estimación de valores de una variable para períodos


anteriores o posteriores a los de una serie histórica; por ejemplo, estimar la
evolución futura de la población de la provincia de San Luis, en función del
comportamiento histórico. Ello se denomina proyección o extrapolación.

a) Interpolación

En primer lugar, debe notarse que existe cierta relación entre interpolación y la
tendencia y fluctuaciones de una serie; más precisamente, la interpolación requeriría
conocer la tendencia y eventuales oscilaciones de la variable a analizar. Como es
obvio, la serie temporal para la que requerimos una interpolación nos ofrece un
conocimiento incompleto, al efecto. En consecuencia, debe recurrirse a la formulación
de hipótesis ad-hoc, a partir de elementos de juicio auxiliares, por lo que las
estimativas obtenidas se encontrarán siempre sujetas a error. El siguiente ejemplo
permite ilustrar este aspecto.

Deseamos estimar la población de la provincia de Tucumán en 1968, para lo que


disponemos solamente de la datos para 1960 y 1970.

i) Una primera aproximación será la de estimar a partir de una hipótesis de tasa


de crecimiento constante; esto es, suponer que el ritmo de crecimiento
demográfico no se ha visto alterado en el período intercensal. Para ello, se
deberá realizar el cálculo siguiente:

1) Obtener la tasa de crecimiento intercensal (TCI), esto es:


TCI = (Población70/Población60) - 1

2) Obtener la tasa anual acumulativa (TAA) que permite obtener la tasa


intercensal calculada, o sea, la tasa que debería observar la población en caso
de que su crecimiento hubiera sido proporcionalmente igual en todos los años
del período:
TAA60-70 = (1 + TCI)(1/10) - 1

3) Aplicar la tasa así obtenida al intervalo de años requerido, a partir del año
1960 (es decir, 8 años):

Pob.estimada68 = Población60 x (1 + TAA)8

ii) Adoptar alguna hipótesis alternativa, en función de datos auxiliares. Para el


ejemplo citado de la provincia de Tucumán, sabemos que en 1967 se produjo
una importante crisis en la actividad azucarera, que motivó el cierre de
numerosos ingenios y la emigración masiva de población. En consecuencia, es
fácil suponer que la evolución de la población sufrió un quiebre importante a
partir de dicho año (que de hecho se reflejó en una pérdida de población,
cuando se comparan ambos censos). Naturalmente, no es posible una
inferencia precisa, si no se dispone de datos suficientes acerca de flujos
migratorios; pero el conocimiento general de que las variables demográficas
muestran en general un comportamiento no muy brusco, permite suponer que
la inflexión producida en dicho año se habrá manifestado en el curso de los
años siguientes del decenio (esto es, no es un quiebre que se produce en un
único año). A efectos solamente ilustrativos, se muestran dos posibles cálculos
de interpolación.

1) Se asume que la tasa de crecimiento intercensal es decreciente. Una


forma de aproximar este comportamiento es realizar una interpolación
lineal, de la manera siguiente.
Crec.anual = (Población70- Población60)/10 años
Población68 = Población60 + 8 x Crec.anual medio60-70
La tasa obtenida es decreciente, en la medida en que un mismo
incremento se aplica sobre una población cada vez mayor.

2) Para el caso en estudio, el criterio es cuestionable, en la medida en que


no toma en cuenta el corte abrupto que se mencionó, para 1967; esto es,
la interpolación lineal (o cualquier otro que asuma una tasa decreciente)
pareciera asumir un comportamiento excesivamente "suave", que lo torna
más correcto para casos de estancamiento tendencial a largo plazo, antes
que para inflexiones como la mencionada. En consecuencia, se sugiere
una aproximación alternativa. Ella consiste en interpolar por separado lo
ocurrido antes y después de 1967. Una aproximación razonable en este
sentido es la siguiente:
- Adoptar entre 1960 y 1967 la tasa de crecimiento verificada en el
período intercensal anterior (1947-1960), bajo la hipótesis que las
tendencias se mantuvieron hasta dicho año (con alguna eventual
corrección, de existir elementos de juicio adicionales). De esta
manera, la población estimada a 1967 será la siguiente:
Población67 = Población60 x (1 + TAA47-60)7

- Asumir una tasa de crecimiento decreciente entre 1967 y 1970, a


partir del valor estimado para 1967, mediante el procedimiento
anterior; esto es, si se requiere estimar la población para 1968, el
procedimiento será el siguiente:

Población68 = Población67 + (Población70 - Población67) x 1


3

Nótese que sólo la población de 1970 es un valor observado.


No existe un procedimiento de interpolación único y generalizable a todos los casos;
antes bien, ella debe ser realizada con métodos específicos para cada caso, a partir
de la información disponible, tal como debería resultar claro del ejemplo desarrollado.

b) Tendencia y ciclo

El análisis de la evolución temporal de una variable suele apuntar a la detección de


dos características básicas: si existe tendencia definida (esto es, si la serie muestra
un comportamiento creciente o decreciente, más allá de sus oscilaciones), y si las
oscilaciones responden a algún patrón sistemático. El enfoque habitualmente
empleado es el siguiente:

- En primer lugar, se establece si existe tendencia.


- Luego, se obtienen valores que representan dicha tendencia, prescindiendo de las
oscilaciones observadas.
- Por último, se detraen los valores tendenciales a los observados, obteniéndose
residuos, para su estudio.

Interesa destacar que tendencia y ciclo son entendidas como aspectos puramente
estadísticos. No intervienen en su conceptualización elementos del análisis económico
o social (como sería el caso, por ejemplo, de una teoría que adujera que una tendencia
secular creciente del producto bruto sólo puede verificarse mediante oscilaciones
cíclicas; en este caso, la separación entre tendencia y ciclo deja de ser pertinente).

A continuación se desarrolla cada tópico.

i) Determinación de la tendencia

La forma más intuitiva de establecer la existencia y signo de tendencia en una serie


consiste en comparar cada valor con el inmediatamente anterior, y contabilizar
cuántas variaciones positivas y negativas se registran. Este procedimiento adolece del
defecto de que no pondera debidamente la dimensión de las variaciones. Por ejemplo,
sea la serie siguiente:

T Variable
1 100
2 105
3 70
4 71
5 75
6 80

La misma registra 4 variaciones positivas y una negativa; pero su evolución


difícilmente pueda calificarse como ascendente.
Un segundo procedimiento más refinado sería el de comparar cada valor con todos
los anteriores, y contabilizar las variaciones correspondientes. Para el ejemplo
anterior, se obtendrían los guarismos siguientes:

T Incrementos Disminuciones
1 0 0
2 1 0
3 0 2
4 1 2
5 2 2
6 3 2

Total 7 8

Se verifica en tal caso un virtual "empate", que no permite afirmar que existe tendencia
alguna.

Existen métodos más elaborados; el más usual será mencionado brevemente en el


próximo párrafo.

ii) Obtención de la tendencia

La obtención de valores representativos de la tendencia apunta a encontrar algún tipo


de "valor medio", que se aparte de las oscilaciones periódicas, produciendo un
"suavizado".

Un método empleado con frecuencia (aunque un tanto superado por otros que se
apoyan en herramientas informáticas de cálculo) es el los promedios móviles. El
mismo consiste en promediar los valores de la variable a lo largo de sucesivos
períodos, asignándolos al período central; por tal motivo, siempre se adoptan períodos
en número impar.

Retomando el ejemplo anterior, los valores tendenciales para promedios trianuales


serían los siguientes:

T Pr.móvil de la variable
1 -
2 91.67
3 82.00
4 72.00
5 75.30
6 -

Nótese que no existe un criterio firme para establecer la cantidad de años que deben
promediarse; como aproximación gruesa, puede sugerirse que ella será mayor, en la
medida en que la serie muestre mayores oscilaciones. Pero cabe notar que no
disponemos aún de un criterio firme para establecer si existe o no tendencia.
El método más usual para obtener los valores tendenciales es el ajuste de los valores
a una función representativa, mediante el método de los mínimos cuadrados; este
procedimiento permite asimismo obtener indicaciones estadísticas acerca de la
existencia de una componente tendencial. El mismo será brevemente mencionado
aquí, remitiéndose a textos habituales de estadística para una comprensión cabal del
tema.

El procedimiento consiste en hallar una curva que "describa" el comportamiento


tendencial. Esta curva se obtiene minimizando las diferencias entre los valores
observados y estimados, a través del denominado método de mínimos cuadrados
(minimización de las sumas de las diferencias, elevadas al cuadrado). La función
obtenida es del tipo siguiente:

Vt = a + b.t,
donde Vt es el valor de tendencia estimado para la variable, t es el tiempo y a,b son
los coeficientes que se obtienen.

Mediante un test estadístico, puede establecerse si el coeficiente b difiere


significativamente de cero. De ser así, la serie tendrá tendencia positiva o negativa, en
función del signo de b; en caso contrario, la serie no evidenciará tendencia alguna. De
esta forma, el ajuste por mínimos cuadrados permite simultáneamente testear la
existencia de tendencia y obtener los valores tendenciales de la serie.

ii) Residuos cíclicos

Una vez obtenida la tendencia, puede estudiarse el comportamiento de las


oscilaciones, restando los valores tendenciales a los valores observados. En el
ejemplo citado, si se obtuvo la tendencia mediante promedios móviles, los residuos
cíclicos serán los siguientes:
T Residuos
1 -
2 13.33
3 -12.00
4 - 1.00
5 - 0.30
6 -

En principio, los residuos pueden ser interpretados como indicadores de situaciones


"por encima o por debajo de la tendencia"; por ejemplo, si se trata de la producción de
determinado bien, pueden identificar períodos de auge o depresión relativos. Estudios
más en profundidad apuntan en cambio a identificar si existen patrones sistemáticos
en el comportamiento de los residuos, a fin de establecer si la variable en estudio
muestra algún comportamiento característico (por ejemplo, periodicidad estable de
auges y depresiones). Sin ingresar en un tema que de por sí es objeto de tratamientos
de variable complejidad, cabe señalar una importante distinción, en lo que hace al
fundamento del ciclo.
Por una parte, el comportamiento cíclico puede responder a razones estacionales;
esto es, a razones externas e inamovibles al fenómeno, producto de factores naturales
o de arreglos institucionales estables. La evolución de la demanda de diferentes tipos
de ropa o alimento según las épocas del año es un ejemplo de estacionalidad por
razones climáticas; la distribución horaria de viajes en una ciudad es en cambio un
ejemplo de estacionalidad por razones institucionales.

Por otro lado, el ciclo puede ser atribuido a razones intrínsecas del fenómeno
analizado. Son ejemplos de ello los precios de producciones procedentes de cultivos
permanentes, porque los niveles de producción reaccionan con lentitud a estímulos
de precios (por el tiempo que requiere el desarrollo de las plantas); ello produce ciclos
característicos de auge y depresión de precios.

Toda investigación acerca de las oscilaciones cíclicas de una variable deberá


entonces partir de esta distinción central.

c) Extrapolación

La extrapolación consiste en prever el valor de una variable más allá del lapso para la
cual se dispone de información; al contrario de la interpolación, se trata de estimar
valores no ya "dentro" de la serie, sino "fuera" de ella. Cabe destacar que ello no se
realiza sólo hacia el futuro, aun cuando ello sea la aplicación más frecuente, sino
también hacia el pasado (por ejemplo, estimar valores del producto bruto interno de la
Argentina para años anteriores a los que cuentan con estimaciones sistemáticas).

Sin pretensión de agotar el tema, cabe señalar los aspectos siguientes, respecto de la
extrapolación:

• Es frecuente realizar extrapolación de carácter tendencial, esto es, prescindiendo


de oscilaciones cíclicas; la forma más rudimentaria es la adopción de tasas de
crecimiento constantes.
• En muchos casos, la extrapolación se realiza a partir del comportamiento esperado
de otras variables; por ejemplo, la demanda de automóviles puede ser proyectada a
partir del comportamiento de su precio y del nivel de ingreso medio de la economía.
Este procedimiento requiere a su vez la proyección de las variables explicativas
utilizadas (con excepción de criterios de proyección según los cuales el valor de las
variables para un período determina el del período siguiente).

2. Correlación entre variables

Una tarea central del analista en ciencias sociales (como en casi todos los otros
campos de conocimiento empírico) es la formulación de hipótesis y posterior testeo
acerca del comportamiento de dos o más variables, generalmente a fin de buscar
alguna relación de causa-efecto; por ejemplo, puede investigarse si las provincias que
presentan peores condiciones socio-económicas tienden a expulsar en mayor medida
población.

Un primer método de análisis consiste en dividir ambas variables en estratos, y


clasificar cada caso en forma cruzada. Ello se realiza mediante un cuadro de doble
entrada. Retomando el ejemplo mencionado, se subdividirá en estratos ambas
variables, de acuerdo a lo siguiente:

- Según flujos migratorios:


- Provincias atractoras de flujos migratorios
- Provincias en equilibrio
- Provincias expulsoras de flujos migratorios

- Según nivel socio-económico:


- Nivel alto
- Nivel medio
- Nivel bajo

Naturalmente, para ambas variables deberá definirse con rigor los criterios de
delimitación de cada estrato (por ejemplo, determinados porcentajes de población con
necesidades básicas insatisfechas). El cuadro de doble entrada presentará entonces
9 casos posibles:

Nivel socio-económico
Alto Medio Bajo

Prov. atractoras. 1 2 3

Prov. en equilibrio 4 5 6

Prov. expulsoras 7 8 9

La hipótesis planteada se verá plenamente convalidada si todos los casos se ubican


en los casilleros 1, 5 y 9; si por el contrario, ello ocurre en los casilleros 3, 5 y 7, la
hipótesis contraria será validada. Si por último los casos se distribuyen más o menos
aleatoriamente en los nueve casilleros, no hay relación alguna entre comportamiento
migratorio y nivel socio-económico.

Este cuadro, complementado con adecuadas pruebas estadísticas, es el instrumento


adecuado cuando por lo menos una de las dos variables es puramente clasificatoria
(por ejemplo, sexo, nivel de instrucción, categoría ocupacional). Sin embargo, su
efectividad es algo relativa cuando se trata de juicios cuantitativos, por cuanto los
resultados finales dependerán en cierta medida de los criterios de estratificación
utilizados; esto es, qué se comprende en los estratos “alto”, “medio” y “bajo” 2.

2 Existen a este efecto dos criterios básicos: (a) dividir la población en n partes iguales, y definir los
estratos a partir de los valores mínimo y máximo encontrados dentro de cada grupo; o (b) dividir la
Existen para estos casos aproximaciones más rigurosas. La más conocida es
nuevamente el ajuste a una función, mediante mínimos cuadrados, testeando la
significancia de los coeficientes obtenidos, tal como se indicó para el caso del análisis
de tendencia. Se remite una vez más a textos de estadística, para un tratamiento
exhaustivo del tema.

3. Mediciones de concentración y primacía

Es frecuente el empleo, en análisis económico y social, de indicadores que miden el


grado en que determinado atributo de una población se encuentra concentrado en
alguno de sus miembros. El caso más conocido es el del ingreso personal o familiar,
aunque no es por cierto el único.

Naturalmente, la concentración debe ser estudiada en cada contexto específico; en tal


sentido, no existe un único concepto de concentración. Los indicadores que se
presentarán a continuación, que son sólo una muestra reducida de un conjunto mayor,
constituyen entonces un “catálogo”, del que deberán seleccionarse los que se
consideren más adecuados a cada caso.

a. Coeficiente Lorenz-Gini

Este conocido indicador se construye a partir del procedimiento siguiente:


1. Se ordenan los miembros de la población en orden creciente, en función de su
posesión atributo considerado. Por ejemplo, si se trata del ingreso de la población,
se ordena a los individuos de acuerdo a su ingreso individual, en forma creciente.
2. Se obtienen los porcentajes de población y del atributo (en el ejemplo, el ingreso),
agrupados por estratos 3. Esto es, en el ejemplo de la distribución del ingreso, se
elabora un cuadro del tipo siguiente:

Población Ingreso
33% 15%
33% 21%
34% 64%

3. Se calculan los porcentajes acumulados de ambas variables. En el ejemplo:

Población Ingreso
33% 15%
66% 36%

variable en n partes iguales, incluyendo en cada estrato los casos registrados; nótese que en el
primer caso, quedan comprendidos igual número de casos en cada estrato, los que se denominan
en este caso estratos autogenerados. Resulta evidente que no existe un principio general para
establecer cuál de ambos métodos (y sus eventuales variantes) es preferible.
3 En rigor, el índice puede ser obtenido sin necesidad de estratificar ni obtener porcentajes. El

procedimiento indicado en el texto es sin embargo el más utilizado.


100% 100%

Con los datos anteriores, puede elaborarse una curva, que relaciona la situación de
perfecta equidad con la distribución efectivamente existente; esta curva se
denomina Curva de Lorenz. Ella se ilustra en el diagrama adjunto; el área grisada
se denomina “área de desigualdad” (AD), siendo ésta mayor a medida que se
incrementa el desequilibrio en la distribución.

4. Asimismo, puede obtenerse un coeficiente, llamado Coeficiente de Gini, entendido


como la relación entre la AD y el área del triángulo conformado por la diagonal. La
fórmula es la siguiente:
Coeficiente de Gini = 1 - AD/0,5

Puede percibirse fácilmente que este coeficiente es igual a la unidad cuando la


distribución es perfectamente equilibrada (el AD es nula), e igual a cero en el caso
en que un único individuo (o un único tramo) se apropie de la totalidad del atributo
4.

b: Coeficiente de variación

Este coeficiente surge de comparar el valor medio del atributo para toda la población
(por ejemplo, el ingreso medio) con la dispersión del atributo. La dispersión o desvío
estándar es un indicador de uso muy frecuente en estadística, siendo su fórmula la
siguiente:

Dispersión = [(Valor individual - promedio) 2 / número de individuos] 1/2

El coeficiente de variación será entonces

4 El cálculo del coeficnete de Gini se realiza aplicando reglas geométricas elementales, a partir de
la curva de Lorenz, como fácilmente puede percibirse del gráfico.
Coef. de variación = Dispersión / Promedio

Si no hay variación en la población (por ejemplo, si el ingreso medio es invariable), la


dispersión será nula, y así por lo tanto el coeficiente. Pero, a la inversa del coeficiente
de Gini, no existe un valor máximo definible.

c: Primacía

Los indicadores de primacía son sencillos. Miden la importancia, respecto del atributo
considerado, de la participación de los primeros individuos de mayor participación. Por
ejemplo, la producción industrial de las 3 ó 6 primeras firmas, en una rama productiva
determinada.

4. Números-índice de precios y cantidades

a. Concepto general

La locución "número índice", tal como su propia conformación sintáctica lo indica, es


una traducción textual del inglés; como tal, resulta poco clara. En la práctica, ella alude
a un conjunto de formulaciones matemáticas que apuntan a un tipo determinado de
mediciones agregadas.

Más específicamente, los números índice apuntan a medir los conceptos siguientes:

- cuánto han variado en conjunto los precios de determinados bienes, respecto de un


período base.
- cuánto han variado en conjunto las cantidades de determinados bienes, respecto de
un período base.

Esto es, se trata de mediciones agregadas, organizadas en series de tiempo; cada


medición individual puede corresponder a un estado o a un proceso (en el primer caso,
debería hacerse referencia a "momento base", aun cuando esta no sea la terminología
habitual).

Admitida la validez del concepto de variación en conjunto (lo que implica adoptar una
postura "agregacionista"), deben definirse los criterios para ponderar los precios o
cantidades de cada bien, y obtener así la medición para dicho conjunto. Los números
índice se caracterizan precisamente por un criterio específico de ponderación.

Para comprender adecuadamente este aspecto, partamos de un caso simple: se


desea examinar la variación conjunta de precios de dos bienes.

Si ambos precios hubieran variado proporcionalmente en forma igual, la cuestión


acerca de la variación en conjunto queda respondida en forma trivial. Pero si las tasas
de variación de precios fueran diferentes, se requiere algún criterio que permita
combinar tales tasas diferentes, a fin de obtener una tasa única representativa del
conjunto.

Los números índice de precios adoptan como criterio para ponderar las cantidades de
cada bien. Ello se hace multiplicando cantidades por precios, y comparando precios
de dos períodos manteniendo fijas las cantidades correspondientes. En resumen, los
números índice de precios no hacen sino comparar el valor de una misma canasta de
bienes en dos períodos diferentes; pero se los interpreta como indicadores de la
variación de precios en conjunto. Las cantidades contenidas en una canasta
constituyen la base de ponderación, la que debe ser igual para ambos períodos, a fin
de garantizar comparabilidad.

Consideraciones análogas pueden realizarse para la medición variación de


cantidades, en conjunto: los números índice de cantidades utilizan los precios como
base de ponderación. Esto significa que para poder estimar las variaciones de
cantidades, deberán mantenerse los mismos precios para ambos períodos para los
que se está haciendo la medición. Nótese que también en este caso lo que se está
comparando en rigor son valores de conjuntos de bienes.

En síntesis, los números índice de precios y cantidades pueden ser expresados


mediante las fórmulas genéricas siguientes:

Índice de precios = SUMi(pit . qio) / SUMi(pio . qio)

donde:
pit = precio del bien en el período t
qit = cantidades del bien i en el período t
o = período base

Indice de cant. = SUMi(pio . qit) / SUMi(pio . qio)

con iguales referencias.

En adelante, a fin de simplificar, se omitirán los subíndices i, referentes al conjunto de


bienes.

Nótese por último que, desde el punto de vista dimensional, los números índice, al
tratarse de cocientes de valores, son números puros; esto es, no reflejan una
dimensión, sino una relación entre dimensiones; por tal motivo, carecen de unidad de
medida.

b. Bases de ponderación fijas y móviles: Índices de Laspeyres y Paasche.

La base de ponderación para un número índice puede ser de dos tipos: fija o móvil.
Es importante no confundir base de ponderación con período base; éste último no es
sino el período para el que el número índice vale la unidad (o más frecuentemente,
100).

Un número índice se elabora mediante una base fija cuando dicha base no varía a lo
largo de una serie de tiempo. Un índice de precios asume en tal caso la configuración
siguiente:

Indice período base = SUM(po . qo) / SUM(po . qo) = 1

Indice período 1 = SUM(p1 . qo) / SUM(po . qo)

Indice período 2 = SUM(p2 . qo) / SUM(po . qo)

.....

Indice período n = SUM(pn . qo) / SUM(po . qo)

con iguales referencias a las indicadas anteriormente. El período 0 es desde ya el


período cuyas cantidades se emplean como base de ponderación (nótese que esto
no significa que deba ser necesariamente el período inicial de la serie, aunque
frecuentemente lo sea).

De igual manera, pueden definirse índices de cantidad de base fija.

Los índices de base fija se denominan también índices de Laspeyres (tanto para
precios como para cantidades).

Pueden definirse alternativamente índices de base móvil, esto es, índices cuya base
se desplaza período a período. Para el caso de un índice de cantidades, adoptando
las convenciones indicadas, se obtendrán los valores siguientes:

Indice período base = SUM(po . qo) / SUM(po . qo) = 1

Indice período 1 = SUM(p1 . q1) / SUM(p1 . qo)

Indice período 2 = SUM(p2 . q2) / SUM(p2 . qo)

.....

Indice período n = SUM(pn . qn) / SUM(pn . qo)

Los índices de base móvil se denominan también Índices de Paasche.

Debe destacarse un aspecto diferenciador importante entre ambos índices. Los


índices de base fija permiten una comparación período a período, por cuanto la base
de ponderación no varía. Los índices de base móvil, en cambio, sólo permiten
comparar los valores de cada período con los del período base, por cuanto la base de
ponderación se modifica período a período.

La elección entre ambos índices no puede decidirse sin antes definir un marco
referencial de análisis, para establecer su propósito. En el marco de la teoría
microeconómica, por ejemplo, esta cuestión tiene respuestas específicas (véase por
ejemplo Ferguson y Gould, 1987, cap. 3).

En la práctica es mucho más frecuente la confección y el empleo de índices de base


fija, por cuanto requieren reunir menos información; más específicamente, los precios
(o las cantidades) utilizados para la ponderación no deben ser actualizados período a
período. Los habituales índices de precios (al consumidor, mayoristas, etc.) son
índices de base fija.

Cabe por último señalar un aspecto de interés. Para un único bien, es fácil mostrar
que el producto del índice de precios por el de cantidad arroja como resultado la
variación de valor; obviamente, en este caso no hay base de ponderación a elegir, por
lo que la distinción entre ambos tipos de índice no tiene sentido. Cuando se pasa a
considerar conjuntos de bienes, puede mostrarse que la combinación de producto de
los índices de precios y cantidades antes presentados no permite reconstruir la
variación de valor; esto es, el producto de los índices de precio y cantidad de
Laspeyres om Paasche no arroja la variación de valor (se omite aquí la demostración,
por lo demás trivial).

Sin embargo, puede obtenerse la variación de valor para el conjunto de los bienes a
partir de la expresión siguiente:

Indice de variación de valor = (IQL.IQP)1/2 . (IPL.IPP)1/2

donde IQL, IQP, IPL, IPP son los índices de cantidades de Laspeyres, de Paasche,
etc.

Esto es, puede reconstruirse la variación de valor del conjunto de los bienes si se
multiplica la media geométrica de ambos índices de precios y cantidades. Dicha media
geométrica se la conoce también como Indice de Fischer, el que algunas veces ha
sido denominado “índice ideal”, precisamente por satisfacer la condición señalada.

c. Índices muestrales y poblacionales

En principio, los valores de cualquier índice reflejan el comportamiento del conjunto de


bienes considerados. Pero su lectura e interpretación podrán variar. Interesa destacar
al respecto una distinción importante.

Un índice podrá ser considerado como representativo de la población que se ha


relevado para su confección (por ejemplo, de los precios de un conjunto de bienes);
en tal caso, se trata de un índice poblacional.
Alternativamente, un índice confeccionado a partir de un relevamiento dado puede ser
interpretado como una inferencia del comportamiento de un conjunto mayor. Por
ejemplo, para relevar el índice de precios al consumidor, se relevan solamente algunos
establecimientos comerciales o fuentes análogas; pero el resultado se leerá como
representando a un conjunto considerablemente mayor de bienes. En tal caso, el
índice será muestral.

Naturalmente, la mayor parte de los índices que se confeccionan son de carácter


muestral. Sólo en el caso de algunos sectores con producción tipificada, diversificación
limitada de productos y buena información, podrán confeccionarse índices
poblacionales.

3. CLASIFICACIÓN Y MENSURACIÓN EN ECONOMÍA:


CONCEPTOS BÁSICOS.

3.0 Introducción

En este capítulo se inicia la presentación de conceptos e instrumentos que nos brinda


la Contabilidad Social para el análisis de aspectos económicos de una sociedad.

Se entiende usualmente por "aspectos económicos" a los que se refieren a la


producción, circulación y distribución de bienes, reservándose la denominación
"aspectos sociales" a los que atañen a la situación sanitaria, educativo-cultural,
habitacional, etc. de la población. Esta partición entre "lo económico" y "lo social" no
siempre puede ser claramente identificada, toda vez que diversos rubros son
susceptibles de ambas clasificaciones; ello ocurre, típicamente, con temas tales como
distribución del ingreso y situación de empleo (además, parece sugerir que la
economía no es una ciencia social...). A pesar de ello, mantenemos esta terminología,
por ser de uso corriente.

Corresponde ahora precisar qué se entiende por tales "aspectos económicos". Esta
cuestión equivale en realidad a la referida al objeto del propio análisis económico. A
fin de proporcionar una definición fundada, consideraremos dos enfoques.
Tenemos en primer término la propuesta neoclásica, a partir de la conocida definición
de L. Robbins: la ciencia económica estudia las actividades humanas en cuanto están
dirigidas a adecuar medios escasos y de uso alternativo a fines múltiples de jerarquía
diversa.

A los efectos de clarificar nuestro objeto, esta definición resulta de poca utilidad, por
causa de su pretensión de universalidad: la satisfacción de necesidades mediante
recursos relativamente escasos puede considerarse una problemática de individuos
y/o sociedades de cualquier época histórica, de manera que poco nos ilustra acerca
de qué debe ser objeto de atención prioritaria; ella no nos permite captar, como objeto
central de análisis, tanto la notable diversidad técnica y organizativa que muestran los
individuos en sociedad, a lo largo de la historia, como en los distintos sectores o
ámbitos de una sociedad determinada.

A pesar de que el enfoque neoclásico y su pariente cercano el keynesiano constituyen


la base conceptual de la contabilidad social usual, puede sugerirse un punto de
arranque más prometedor, a partir la propuesta marxista acerca del objeto de la
economía política.
Desde esta perspectiva, el objeto de análisis económico es el estudio de la forma con
que los individuos en sociedad organizan y se organizan para la producción y
reproducción de la vida material. A partir de este abordaje comprensivo, pueden
extraerse diversos elementos que permiten guiar el análisis económico de una
organización social. Pueden consignarse tres nociones de interés:

- La noción de la existencia de un proceso de producción de la vida material,


entendido en sentido amplio como producción y provisión de bienes y servicios.

- La noción de que este proceso requiere una organización, desde un punto de


vista técnico, a partir de las condiciones tecnológicas prevalecientes.

- La noción de que este proceso se estructura mediante una organización social


de los individuos, que regula su participación tanto en el proceso propiamente
productivo como en el usufructo de lo producido.

Podemos, a partir de las tres "nociones" indicadas, formular algunas preguntas que
nos permitirán guiar una presentación sistemática de los algunos elementos centrales
de la contabilidad social:

1) ¿Qué y cuánto se produce en una sociedad?

2) ¿Cómo se produce, desde un punto de vista técnico?

3) ¿Qué clase de relaciones sociales se establecen entre los individuos en el


proceso productivo?

4) ¿Cómo circula la producción entre los diversos sectores de la economía?


5) ¿Cómo se distribuyen los resultados del proceso productivo?

En los siguientes acápites del presente capítulo, se responderá a cada pregunta, lo


que dará origen a diversas pautas de clasificación y medición. A partir de ello, se
encarará en capítulos posteriores la presentación de diversos sistemas de
clasificación y medición utilizados en economía. Desde ya, la respuesta a las
preguntas 3, 4 y 5 corresponderá al caso de una economía capitalista; las primeras
dos preguntas pueden tratarse con independencia de la forma de organización social
de la producción imperante.

Debe destacarse que la clasificación y medición de las actividades del estado serán
tratadas por separado, debido a sus particularidades.

3.1 Pregunta 1: Composición y cuantificación de la producción

La producción social se constituye de un amplio conjunto de bienes y servicios, los


que en una sociedad de cambio se intercambian en mercados; esto es, se trata de
mercancías. Como tales, manifiestan simultáneamente particularidades en su
materialidad, que las distinguen y les otorgan un valor para uso específico, y la facultad
de su intercambio por dinero u otro bien, en proporciones que se manifiestan en el
valor para cambio.

En primer término, analizamos las características de los bienes y servicios, en cuanto


valores para uso, para luego proceder a su clasificación sistemática.

a) Bienes y Servicios

Desde el punto de vista de la naturaleza de lo producido, puede establecerse una


importante distinción entre bienes y servicios.

Mientras que los primeros son objetos, los segundos son prestaciones inherentes o
no a aquéllos, realizadas por individuos provistos de equipamientos; carecen por lo
tanto de materialidad corpórea. Una forma sugestiva de percibir esta diferencia es la
ofrecida por la noción de durabilidad: mientras que un bien subsiste a lo largo del
tiempo, a partir del momento de su producción, un servicio se agota instantáneamente
en el momento de su prestación.

No son pocas las consecuencias para el análisis en general de la producción social


que se derivan de esta distinción. Ellas pueden ser percibidas a partir de la cuestión
de la mensuración (si bien esta perspectiva no es la única adecuada); esto es, es-
tudiaremos las diferencias conceptuales entre bienes y servicios a partir de las
particularidades que cada uno de ellos ofrece desde el punto de vista de su medición.

En primer término, veamos la mensuración de la producción desde un punto de vista


material (esto es, no monetario). Los bienes satisfacen con facilidad las condiciones
necesarias a este efecto, esto es, dimensión a mensurar, origen y unidad de medida.
Ello no significa, desde ya, la adopción de dimensiones de mensuración unificadas; la
producción de combustibles será medida en términos de volumen o capacidad, la de
automotores en unidades, la de minerales en peso, etc. Pero una vez claras las
características materiales de cada bien y el objeto de la medición, la tarea de
cuantificar resulta conceptualmente trivial.

Por el contrario, es evidente que no resulta posible medir el volumen físico del servicio
comercial, de transporte, de educación o gubernamental, en forma unívoca (ni mucho
menos general); toda tentativa tendrá algún grado de convencionalidad. Las
ambigüedades que aquí surgen pueden percibirse a partir de una sencilla distinción
entre oferta y demanda. Desde el punto de vista de la oferta, el servicio puede ser
cuantificado a partir de la capacidad ofrecida; por ejemplo en el caso del transporte se
tratará la capacidad de carga, medida en tonelaje, o de pasajeros, medida en asientos,
ofrecida entre dos localidades determinadas. Desde el punto de vista de la demanda,
el servicio puede ser cuantificado a partir de la utilización efectiva, por parte de los
usuarios; en el ejemplo citado, se tratará del volumen efectivo de carga o del número
de pasajeros efectivamente transportados, teniendo en cuenta la distancia
efectivamente recorrida.

La provisión de servicio de radio o televisión ofrece un ejemplo más patente aún de


las dificultades de mensuración a la que nos estamos refiriendo: un mismo "volumen
de servicio ofertado" (supuesto caso que pueda efectivamente definirse tal dimensión)
puede ser consumido por un número indefinido de usuarios5.

La mensuración en unidades físicas requerirá, en consecuencia, la adopción de


criterios convencionales, por la inexistencia de dimensiones materiales6.

Consideremos en segundo término, siempre dentro de la medición material, los


aspectos espacial y temporal. En el caso general de los bienes, la producción y
disponibilidad de los mismos en tiempos próximos y en diversas localizaciones dentro
de la economía en estudio los torna virtualmente sustitutos entre si, por lo que su
agregación en términos materiales es conceptualmente pertinente.

Por ejemplo, las producciones de determinado insumo siderúrgico a lo largo del año x
en dos plantas diferentes pueden ser sumada, sin riesgos conceptuales serios, puesto
que ambas abastecen un mismo mercado nacional. Sólo en el caso de análisis de
carácter muy particular será necesario proceder a un tratamiento por separado.

5 Este es el caso general de los bienes de empleo no rival (identificados en la teoría neoclásica como

"bienes públicos").

6 Podrá quizás argumentarse que también la mensuración material de los bienes es convencional,
en la medida en que la dimensión a ser medida no surge sino de la decisión del analista (o del actor
social); pero parece claro que el grado de convencionalidad es aquí sustancialmente inferior, puesto
que la materialidad del bien proporciona dimensiones de mensuración unívocas.
No es éste el caso de la provisión de servicios, dada la imposibilidad de su
almacenamiento: un determinado servicio debe ser provisto en tiempo y lugar
adecuados para su empleo, puesto que en caso contrario su prestación resultará
estéril. Volviendo al caso del transporte, no resulta correcto, en rigor, adicionar el
servicio prestado entre las localidades A y B al prestado entre las localidades C y D,
no tampoco a servicios prestados en diferentes momentos de tiempo 7.

La plausibilidad de la agregación de diferentes volúmenes de servicios en diferentes


localizaciones y/o tiempos dependerá por lo tanto del objeto de análisis. Por ejemplo,
si se requiere obtener una noción general acerca de la evolución cronológica de la
actividad de determinado sector de servicios, podrán emplearse agregaciones de este
tipo. Si en cambio se desea alcanzar un conocimiento de cierto detalle acerca del
mercado de determinado servicio, las agregaciones resultarán evidentemente
inadecuadas.

Veamos en último término la mensuración en valor, siempre para el caso de bienes y


servicios.

La valorización de un bien o servicio consiste, como es obvio, en la multiplicación de


las cantidades físicas por el precio, esto es, su valor por unidad física.

Nada sustancialmente nuevo se presenta aquí; las dificultades antes reseñadas


acerca de la mensuración de los servicios en unidades físicas se reiteran. Cabe sin
embargo señalar que puede obtenerse una suerte de mensuración por valor que
permite sortear los problemas vinculados con la obtención de unidades físicas; esto
se realiza mediante la estimación de un valor de la producción, a partir de la valuación
observada en el fluir de las transacciones. Tómese por ejemplo el servicio prestado
por el sector comercio: si bien no resulta posible identificar "cantidades producidas", ni
mucho menos el "precio unitario" correspondiente, puede valorizarse su producción
mediante la suma de los costos en personal, materiales, amortizaciones, etc. y del
excedente obtenido8.

Vale la pena ejemplificar cómo la valorización de ciertos servicio se realiza de acuerdo


a la oferta o a la demanda, en función de las condiciones económicas de su
producción. Tal es el caso del servicio médico: si es prestado por una institución

7 Nótese que es esta peculiaridad la que produce, en el transporte, ciclos característicos de sobre y

subocupación de la oferta (a lo largo del día, del mes o del año); ello se repite en grado variable en
otros servicios. Por otra parte, existen casos de servicios donde estos aspectos de temporalidad y
espacialidad son menos significativos; por ejemplo, el servicio prestado por el sector financiero o las
telecomunicaciones.

8 No debe confundirse aquí el cobrado por la venta de un producto con el "precio" del servicio
prestado por la actividad comercial: el recargo que represente la diferencia entre precio de venta menos
precio de costo no puede considerarse en rigor un precio, sino como la fuente de ingresos que permite
cubrir costos y ganancias asociados a esta actividad.
pública en forma gratuita, se lo valoriza por el monto de recursos que requiere su
prestación (esto es, por la oferta); si en cambio es prestado a título oneroso, se lo
valoriza por el precio pago (esto es, por la demanda).

No es inoportuno subrayar que estas diferentes características de bienes y servicios


deberían influenciar considerablemente el análisis económico. Sin embargo, las
formulaciones teóricas más usuales adoptan como esquema conceptual básico el
provisto por la actividad industrial, y en menor grado la agrícola y minera; la
generalización de esta perspectiva para el conjunto de las actividades económicas
implica inevitablemente algún grado de distorsión, en oportunidad de su aplicación al
caso de los servicios; lo mismo ocurre en el caso de los esquemas de contabilidad.

Cabe asimismo señalar que las particulares características del usual análisis
neoclásico de equilibrio, en lo referente al tratamiento de la dimensión temporal y
espacial, implican la virtual desaparición de cualquier diferencia relevante entre bienes
y servicios. Ello es así, puesto que se asume la realización de transacciones
correspondientes a determinado período en un instante de tiempo, y en un único lugar;
en consecuencia, la diferenciación del servicio según tiempo y lugar de prestación deja
de verificarse, desapareciendo en parte los elementos problemáticos ya mencionados.

b) Durabilidad de los bienes

Todo bien puede subsistir indefinidamente, a lo largo del tiempo, de proveerse las
condiciones técnicas correspondientes. Ello no quita, sin embargo, el que distintos
tipos de bienes tengan desiguales posibilidades en este sentido: la durabilidad de un
mineral es por cierto superior a la de un producto vegetal.

Existe un concepto algo diferente de durabilidad, que surge de examinar la


permanencia del bien a lo largo del tiempo, pero en función del proceso productivo.

Tómese por ejemplo el caso del insumo lana ovina. Su naturaleza permite sin duda
clasificarla como bien durable, puesto que, bajo condiciones relativamente sencillas
de almacenamiento, la permanencia de sus características se encuentra asegurada.
Desde el punto de vista del proceso productivo, sin embargo, no es ésta una
característica de importancia crucial, puesto que interesa precisamente que su
existencia como tal sea lo más breve posible, y que se transforme en el proceso de
elaboración de otros productos.

Puede extraerse de esta manera un concepto de durabilidad de gran importancia para


el análisis económico. Será un bien durable aquel que conserva determinadas
características como valor para uso a lo largo de sucesivos períodos de tiempo; todo
bien que desaparezca como tal en el curso de un período será identificado como bien
no durable.

Si bien esta clasificación requerirá un posterior afinamiento, puede en principio


aceptarse que son bienes durables las máquinas, las construcciones y otros
equipamientos análogos empleados tanto por las unidades productivas como por las
familias.

Se necesita por otra parte identificar la amplitud del período que permitirá evaluar la
característica de durabilidad o no de un bien. No hay en este punto criterios
conclusivos, por lo que sólo cabe proponer delimitaciones convencionales que no
distorsionen el propósito que se persigue. La contabilidad social establece como
período un año: todo bien que dure más allá que ese período será considerado
durable. A los fines de distinguir entre insumos y maquinaria, por ejemplo, es éste un
período que puede considerarse válido, (mientras que toda maquinaria dura más allá
de un año, difícilmente se mantengan insumos sin emplear durante tal extensión de
tiempo, salvo que se trate de stocks de regulación).

c) Destino de los bienes y servicios producidos: alcances y límites del concepto de


actividad productiva

Los bienes y servicios realizados por las unidades productivas pueden tener dos tipos
de empleo: la producción de otros bienes, o el uso por parte de los individuos, para
satisfacer necesidades personales o familiares. Debe recalcarse que esta partición no
puede realizarse exclusivamente atendiendo a las características de los bienes o
servicios en cuanto valores para uso: un mismo bien o servicio puede ser utilizado
tanto a fines productivos como para el empleo familiar (por ejemplo, el gas es
susceptible de ambos tipos de utilización). Se requiere en consecuencia conocer el
empleo efectivamente dado. Pero ello requiere delimitar con claridad el concepto
de actividad productiva, tema que aún no hemos encarado y que admite más de un
tratamiento o enfoque.

Las cuentas nacionales consideran actividad productiva a toda aquella actividad


vinculada a la provisión de bienes o servicios para terceros. Se comprenden en
consecuencia las producciones para consumo en general, incluyendo el uso de
vivienda, pero no las actividades que se desarrollan dentro del ámbito familiar (cocina,
limpieza, etc.). Siguiendo una nomenclatura propuesta en el texto de Castro y Lessa
(1985), puede identificarse el ámbito donde transcurre la producción como "aparato
productivo", en cuanto opuesto al de la "familia", donde en cambio se realiza el uso
final de la producción.

Corresponde notar que esta delimitación habitual del concepto de actividad productiva
responde prioritariamente a la necesidad de identificar (y estudiar) aquellas
actividades que se realizan a los fines de intercambio; ello es sin duda coherente con
la orientación general del análisis económico, cuyo surgimiento es paralelo (según ya
se indicó en otro lugar) a la generalización del intercambio y la división del trabajo. Es
por este motivo que el trabajo doméstico realizado por miembros de un núcleo familiar
no es considerado como parte de las actividades "productivas". No debe inferirse de
ello que aquél no es propiamente productivo; corresponde mas bien indicar que no se
trata de una actividad de interés para el análisis económico. Pero cabe destacar que
existe además un elemento de pragmatismo en este enfoque: la identificación de
producción para el intercambio puede realizarse con relativa facilidad, frente a otras
alternativas.

Esta conceptualización dificulta la clasificación de aquellas actividades que se


desarrollan en el ámbito del hogar. Entre ellas mencionaremos la producción agrícola
familiar para auto-consumo y el trabajo doméstico remunerado, realizado por
individuos no pertenecientes a la unidad familiar. El criterio que se adopta respecto de
la primera es su asimilación al concepto de producción, a partir de la noción de que se
trata de producciones a las que alternativamente puede accederse en un mercado; va
de suyo que se presentan problemas conceptuales y prácticos de importancia, en este
punto. Por su parte, el trabajo doméstico remunerado es considerado parte de la
actividad productiva, en la medida en que se realiza mediante intercambio. Cabe
subrayar que se trata en ambos casos de criterios no exentos de convencionalidad9.

Otro caso que merece destacarse es el de la vivienda familiar. Si se aplicara


estrictamente el criterio de producción para un mercado, debería computarse como
producción únicamente el caso de alquiler de vivienda, excluyéndose entonces el caso
de vivienda para uso propio. Nótese que este criterio implica que una vivienda entraría
o saldría de la órbita productiva en función de la forma contractual de su empleo. Dada
la importancia de los servicios que presta la vivienda, en términos de los recursos
involucrados, y la conveniencia de una contabilización homogénea, las cuentas
nacionales consideran que la vivienda en todos los casos presta un servicio a terceros,
medido en términos de alquiler, independientemente de la situación contractual
efectiva.

Una vez delineado el límite del conjunto de las actividades productivas (más adelante
se presentará un desarrollo más detallado), puede encararse la clasificación
simultánea de los bienes y servicios según el destino asignado; ello se presenta en el
cuadro a continuación:

9 Este criterio constituye la base para una critica a los usuales sistemas de contabilidad social, que

suele exponerse indicando que "cuando uno se casa con su cocinera, el producto social disminuye",
por lo que se concluye a la medición de éste se encuentra sujeto a fluctuaciones imputables a criterios
convencionales. La importancia práctica de este caso es despreciable en el corto plazo, tanto por
razones fácticas como de metodología de cálculo; en el largo plazo, se trata de un aspecto que puede
tener importancia (en particular, tratándose de la incorporación de la población femenina al mercado
de trabajo). En el último capítulo, se retoma este tema.
TIPO DE PRODUCTO DESTINO
Aparato Productivo Familias
Durable Bien Durable Bien Durable
BIEN de Producción de Consumo
No Durable Insumo Bien No Durable
de Consumo
Insumo Servicio para
SERVICIO Consumo

Esta clasificación tiene importancia central, a los efectos de la caracterización del


proceso productivo.

Es usual realizar la siguiente desagregación de los bienes durables de producción, de


acuerdo a su carácter técnico:

• Construcción
• Equipo durable de producción
- Maquinaria y equipos
- Equipos de transporte

Como se menciona en el último capítulo de este texto, existen propuestas alternativas


de delimitación del concepto de actividad productiva.

d) Clasificación de producción y actividades, según su naturaleza técnica

La clasificación sistemática de la producción puede basarse en dos criterios diferentes:


según productos y según actividades. En el primer caso, estaremos clasificando cada
producto, a partir de su análisis como valor para uso; en este sentido, se distinguirá
entre bien y servicio, producto agropecuario e industrial, etc.; cada producto es la
unidad de análisis a clasificar. En el segundo caso, se clasificarán las actividades de
acuerdo a sus características principales; en tal caso, la unidad de análisis será la
unidad productiva donde se desarrolla el proceso; ella se denomina “establecimiento”.

Desde ya, existen fuertes inter-relaciones entre ambas clasificaciones; por cuanto una
actividad productiva se identificará a través del objeto a producir, entre otros aspectos.
Sin embargo, cabe señalar una característica diferenciadora: la clasificación por
actividades englobará muy probablemente un conjunto de productos, por cuanto son
pocos los casos de procesos productivos que obtienen como resultado un único tipo
de producto. Téngase presente que cada variedad de producto dentro de una misma
familia debe ser considerada como un producto diferente (por ejemplo, televisores de
diferentes dimensiones). En consecuencia, la clasificación por productos tenderá a ser
más desagregada que la clasificación por actividades.
La elección entre ambos criterios responde obviamente a las necesidades del análisis,
pero también a las posibilidades de producción de información; la clasificación
detallada de productos y actividades productivas es una tarea de gran magnitud, dada
la enorme diversidad de bienes y servicios hoy existentes, por lo que no siempre el
analista puede disponer de los elementos que le serían necesarios.

Las estadísticas confeccionadas por la Contabilidad Social se centran mayormente en


clasificaciones de actividades. Ello se debe principalmente a razones de factibilidad; a
este tipo de clasificación se hará referencia en lo sucesivo. Cabe señalar, de cualquier
manera, que existen clasificadores de productos; los más desarrollados son las
nomenclaturas arancelarias, que son la base para clasificar los flujos de bienes entre
una economía y el resto del mundo 10.

Los clasificadores de actividades utilizados en Contabiilidad Social son elaborados por


oficinas técnicas de la Organización de las Naciones Unidas; ellos tienen por objeto
definir sistemáticamente todas las actividades productivas bajo patrones comunes, lo
que permite la comparación internacional. Su denominación genérica es Clasificador
Industrial Internacional Uniforme (CIIU)11, y se implementa mediante sucesivas
versiones denominadas Revisiones, con el objeto de actualizar los agrupamientos,
permitiendo la explicitación de productos nuevos; las revisiones se realizan de forma
tal que sea posible reconstituir la revisión anterior a partir del reagrupamiento de los
rubros de la nueva revisión, dentro de ciertos límites. Hasta el presente, se han
elaborado a partir del clasificador original tres revisiones (identificadas del 1 al 3),
encontrándose en desarrollo una cuarta.

Se presentarán muy brevemente algunos conceptos generales acerca del CIIU a partir
de su Revisión N° 2, aplicado en nuestro país hasta 1993, y en consecuencia utilizada
en la totalidad de la información estadística hoy publicada; posteriormente, se hará
una breve referencia a la Revisión N° 3.

Según se señaló, la unidad a clasificar es el establecimiento productivo, que en


general coincide con lo que se entiende comúnmente por tal; en ciertos casos, como
por ejemplo los servicios de transporte y los sistemas de distribución de gas y agua,
debe recurrirse a definiciones por analogía. Cada establecimiento debe ser clasificado
dentro de un único casillero del clasificador, lo que implica identificar la actividad
principal, en caso de que existan varias (tal es el caso, por ejemplo, de los
establecimientos para elaboración y venta de pan); esta identificación se realiza a
partir de la comparación entre los recursos involucrados en cada actividad del
establecimiento.

10 Existe asimismo un Clasificador Central de Productos, elaborado por Naciones Unidas, pero no
es utilizado en nuestro país.
11 Nótese que el término "Industrial" se refiere a actividades en general y no a industria manufacturera;

su uso se debe a una traducción literal del inglés.


El CIIU se estructura mediante desagregaciones sucesivas, que se identifican
mediante sucesivos dígitos. Las denominaciones de cada desagregación son las
siguientes:

- Primer dígito: GRAN DIVISIÓN


- Segundo dígito: DIVISIÓN
- Tercer dígito: AGRUPAMIENTO
- Cuarto dígito: GRUPO
- Quinto dígito: SUBGRUPO

De esta manera, una actividad comprendida en el Subgrupo 34112 corresponde a lo


siguiente:

Gran División 3 - Industria Manufacturera.


División 4 - Fabricación de papel y productos de papel, imprentas y
editoriales.

Agrupamiento 1 - Fabricación de papel y productos de papel.

Grupo 1 - Fabricación de pasta para papel.


Subgrupo 2 - Fabricación de papel y cartón.

A nivel de Gran División, se cuenta con nueve conjuntos, a saber:

1- Agricultura, caza, silvicultura y pesca.


2- Explotación de minas y canteras.
3- Industrias manufactureras.
4- Electricidad, gas y agua.
5- Construcción.
6- Comercio al por mayor y al por menor, restaurantes y hoteles.
7- Transporte, almacenamiento y comunicaciones.
8- Establecimientos financieros, seguros, bienes inmuebles y servicios prestados
a las empresas.
9- Servicios comunales, sociales y personales.

No se pretende desarrollar aquí en detalle esta clasificación; se remite al efecto a


publicaciones específicas. Nótese, incluso, que los niveles de desagregación, en
términos de dígitos, difieren bastante, según cuál sea la Gran División considerada
(por ejemplo, la información referida a construcción sólo distingue entre construcción
pública y privada). Se señalan a continuación algunos aspectos que clarifican el
contenido de la clasificación:

a) El concepto de "Agricultura" comprende al de ganadería, contrariando el uso


corriente del término. Por otra parte, se computa como parte de esta actividad
a la construcción y mejoras realizadas por el propio establecimiento.
b) La actividad de "Almacenamiento" se refiere únicamente a aquellas unidades
productivas explícitamente dedicadas a esta actividad para terceros
(típicamente, establecimientos de acopio de productos agrícolas para terceros).

c) El concepto de "Bienes inmuebles" alude al servicio prestado por el conjunto


de las viviendas de la economía, como contrapartida de un alquiler
(desembolsado o imputado, como se vio).

d) El rubro "Servicios comunales, sociales y personales" comprende la totalidad


de los servicios no incluídos en otras partidas, lo que indica claramente su
heterogeneidad; los principales rubros incluídos se refieren a administración
gubernamental, salud, educación y cultura, esparcimiento, etc..

Puede percibirse que, como criterio general, se realiza una clara desagregación, a
nivel de Gran División, entre bienes y servicios, y dentro de los primeros, entre los
bienes producidos a partir de insumos extraídos preponderantemente del territorio y
bienes producidos a partir de otros bienes ya elaborados. Esto es, se puede fácilmente
reconstruir la tradicional división entre actividades primarias, secundarias y terciarias,
mediante el siguiente agrupamiento de grandes divisiones:

ACTIVIDAD GRAN DIVISIÓN


Primaria 1
2
3
Secundaria 4
5
6
Terciaria 7
8
9

Se registran sin embargo algunas "zonas grises" en esta clasificación; ello ocurre por
ejemplo en los casos siguientes:

- La provisión de agua se encuentra incluída totalmente en la Gran División 4, pese a


que se realizan actividades primarias (captación), secundarias (potabilización)
y terciarias (distribución).
- La provisión de gas y de electricidad reúnen simultáneamente, en la misma Gran
División actividades secundarias (envasado de gas y generación de
electricidad) y terciarias (distribución). No es casual entonces que en muchos
casos se los denomine “servicios”.
- En general, las actividades que tienen por objeto la extracción de recursos naturales
implican un cierto grado de elaboración del producto obtenido; en ese sentido,
la partición entre actividades primarias y secundarias resultará en algún grado
de criterios convencionales; el criterio generalmente adoptado es el de
mantener la unicidad clasificativa del establecimiento (esto es, no subdividir las
actividades dentro del establecimiento).

Es oportuno subrayar que de la clasificación no surge necesariamente la utilización


del producto de cada actividad; por ejemplo, un mismo producto puede constituirse en
insumo o bien no durable de consumo. Pero en diversos casos, la propia naturaleza
del bien en cuanto valor para uso permite establecer su utilización intermedia o final
(por ejemplo, maquinarias industriales, petróleo, etc.); en el caso de construcción, todo
lo producido se destina necesariamente a inversión.

La Revisión N° 2 que se ha utilizado para ejemplificar la clasificación CIIU se encuentra


hoy superada en nuestro país. A partir de 1991, se ha iniciado la incorporación de la
Revisión N° 3. Si bien mantiene los criterios básicos de las revisiones anteriores, se
han introducido algunos cambios de importancia. Entre éstos, cabe destacar que a
nivel del primer dígito se subdivide ya no en 9 “Grandes Divisiones” sino en 17
“secciones”, identificadas con letras desde la A a la Q. No existe una correspondencia
estricta entre ambas revisiones aun a este nivel, en función de que diversas
actividades han visto modificada su ubicación 12. Pero puede establecerse una
correspondencia gruesa, a un dígito (o letra):

12 A título de ejemplo, la prestación de servicios de coches comedores se imputa en la Revisión 2

a Transporte, mientras que para la Revisión 3 pertenece a Restaurantes y Hoteles.


Revisión 2 Revisión 3
1. Agricultura, Caza, Silvicultura y Pesca A. Agricultura, Ganadería caza y
Silvicultura
B. Pesca
2. Explotación de Minas y Canteras C. Explotación de minas y canteras
3. Industrias manufactureras D. Industrias manufactureras

4. Electricidad, gas y agua E. Suministro de electricidad, gas y agua


5. Construcción F. Construcción
6. Comercio, restaurantes y hoteles G. Comercio, reparación de vehículos, etc.
H. Hoteles y restaurantes
7.Transporte, almacenamiento y I.Transporte, almacenamiento y
comunicaciones comunicaciones
8. Establecimientos financieros, seguros, J. Intermediación financiera
inmuebles y servicios prestados a K. Actividades inmobiliarias
empresas
9. Servicios comunales, sociales y L. Administración pública y defensa;
personales seguridad social obligatoria
M. Enseñanza
N. Servicios sociales y de salud
O. Otras actividades de servicios
comunitarios
P. Hogares privados con servicio
doméstico
Q. Organizaciones y órganos extra-
territoriales

Puede percibirse que los cambios de mayor alcance se refieren al sector servicios, en
particular la Gran División 9 de la Revisión nro. 2,. que resulta abierta en nada menos
que 6 secciones. Sin duda, ello es el reflejo del crecimiento del sector terciario en la
mayor parte de las economías en el mundo, lo que torna procedente una mayor
desagregación de la información.

Para concluir, es oportuno destacar lo siguiente: no debe confundirse establecimiento


con unidad empresaria. Ésta última se constituye de una unidad de propiedad y
decisión que puede englobar varios establecimientos (lo que de hecho ocurre en
numerosos casos). El caso inverso es en cambio muy improbable, por cuanto en
general cada establecimiento es administrado por una única unidad empresaria.

3.2 Pregunta 2: La actividad productiva, desde un punto de vista técnico.

La caracterización y análisis del proceso productivo, desde una óptica técnica, es tarea
típica de la ingeniería. La perspectiva económica requiere sin embargo una
comprensión aunque sea general de aquél, puesto que es sólo a partir de allí que
puede realizar la adecuada clasificación de los elementos comprendidos, para su
posterior contabilización. Debe mencionarse que los conceptos técnicos no
constituyen una temática central de la teoría económica ortodoxa; no es casual
entonces que ellos no aparezcan explicitados en los sistemas de cuentas nacionales.
Sin embargo, ciertos aspectos tecnológicos pueden ser aprehendidos, de manera
agregada, a partir de determinados cuadros contables, típicamente, según se verá
más adelante, en el Modelo de Insumo-Producto.

En principio, pueden enumerarse los siguientes grupos de elementos que intervienen


en el proceso productivo de un bien o servicio (o de un conjunto de ellos):
• Recursos naturales
• Insumos (esto es, materias primas que proceden de una producción anterior);
nótese que puede tratarse tanto de bienes como servicios.
• Fuerza de trabajo de diferente especialización y grado de calificación.
• Máquinas y herramientas.
• Edificios y otras instalaciones inmuebles.

Es frecuente entre los economistas la búsqueda y formulación de funciones


matemáticas que relacionan el volumen (o valor) de lo producido en determinado
período con el volumen (o valor) de los elementos involucrados. Tales funciones
reciben el nombre de "función de producción", y su empleo se circunscribe
principalmente al análisis económico; un ejemplo de función de producción será el
siguiente13:

X = f (I,FT)

donde
X = cantidad producida
I = vector de insumos
FT = vector de fuerza de trabajo

Nótese que esta formulación presenta, como un aspecto distintivo, la ausencia de


cualquier indicación acerca de la manera con que los elementos considerados
intervienen en el proceso productivo; esto es, no constituye propiamente una
indicación técnica (o, en términos más familiares, una "receta"). Por otra parte, es
habitual la inclusión de variables-flujo exclusivamente, por lo que los elementos-stock
(por ejemplo, los edificios que albergan el proceso productivo) son traducidos a flujos
de servicios prestados (en el caso indicado, una alternativa posible sería la de
considerar alquileres imputados)14. Otra peculiaridad que se observa, que en cambio
no es aplicable a todo tipo de función de producción, es que las magnitudes que
integran la función ejemplificada son todas ellas físicas, no monetarias.

13 Otro ejemplo de tales funciones es el presentado en el texto citado de Castro y Lessa (pág. 23)
bajo la denominación de "Función macroeconómica de producción".

14 Una exhaustiva e interesante discusión acerca del concepto de función de producción puede ser

hallada en Georgescu - Roegen (1971, Cap.IX).


La selección de elementos y la forma de su empleo, dos cuestiones obviamente
concomitantes, constituyen las cuestiones centrales de la tecnología empleada15, y se
encuentran dictadas tanto por el nivel y disponibilidades de conocimiento, como de la
disponibilidad y precio de los elementos requeridos; pero en todos los casos, se tratará
de una interacción entre elementos físicos e individuos organizados para la
producción, interacción esta regulada, entre otros factores, por las propias leyes
naturales.

Llamemos la atención, por último, sobre un aspecto particular de la forma de empleo


de los elementos que intervienen en el proceso: su ordenamiento cronológico. Esto
es, la técnica disponible indica la secuencia temporal con que aquellos deben concurrir
a la producción. Por ejemplo, la puesta en marcha de la producción de acero requiere
la provisión de edificios y de altos hornos, y la acumulación de existencia de carbón y
mineral de hierro, todos ellos con anterioridad a la iniciación del proceso
correspondiente. Tal como veremos enseguida, es este un punto íntimamente
vinculado a la noción de capital.16

3.3 Pregunta 3: La organización social de la actividad productiva.

El proceso de producción, una vez considerada su naturaleza técnica, puede ser


analizado desde un punto de vista social. Ello significa relevar y analizar las relaciones
sociales que los individuos establecen entre sí, cuando intervienen en dicho proceso,
lo que se traduce en el estudio de las condiciones con que los agentes proveen los
elementos técnicos reseñados en el acápite anterior; esto es, quién y cómo provee las
instalaciones fijas, la maquinaria, los insumos, la mano de obra, etc..

Las respuestas que a continuación se presentan a estas cuestiones son las que
corresponden a la organización de producción capitalista, sobre la base de la cual se
han montado, por otra parte, los sistemas de contabilidad en uso. Esta aclaración no
es ociosa, puesto que se observan históricamente otras formas de organización social
de la producción, para los cuales la caracterización que sigue no puede aceptarse
como válida.

La apropiación, libre disponibilidad e intercambio de bienes y servicios constituyen uno


de los principios básicos para comprender las relaciones sociales establecidas en la
producción; es usual una primera distinción entre las tres categorías siguientes:

15
Si se quiere afinar la terminología, resulta oportuna la distinción entre técnica y tecnología; en tal
caso, suele considerarse que la tecnología disponible para determinado proceso productivo está
constituído por el conjunto de procedimientos alternativos posibles, siendo cada uno de éstos una
técnica específica.

16 Nótese asimismo que la función de producción antes descripta nada indica al respecto.
a) La Fuerza de Trabajo, cualquiera sea su función o calificación, es provista por
individuos que denominamos genéricamente Trabajadores, a cambio de
determinada compensación, en forma jurídicamente no compulsiva.

b) Los propietarios de recursos naturales los ponen a disposición mediante venta.

c) Insumos, maquinarias y demás instalaciones y elementos análogos son


aportados al proceso productivo por los capitalistas, bajo condiciones que
especificaremos enseguida. Ellos cumplen asimismo funciones de
organizadores de la producción, siendo por lo tanto los que contratan a los
proveedores de trabajo y recursos naturales.

a) Respecto de los trabajadores, la relación más habitual y más característica, en el


capitalismo, es la del asalariamiento: éste consiste en la puesta a disposición de los
organizadores de la producción de un dado tiempo diario de trabajo, en las condiciones
contractuales que se especifiquen, (típicamente, a través de convenciones colectivas
por un período extenso o no determinado, si bien existen otras modalidades). Nótese
que, en estado puro, el salario es independiente de las cantidades efectivamente
producidas; pero suelen incorporarse, particularmente en la industria, formas
adicionales de remuneración vinculadas a la productividad (premios) o al rendimiento
económico de la empresa (bonificaciones, etc.). Existen otras dos maneras de
provisión de trabajo, que en el régimen capitalista revisten carácter subsidiario: el
Trabajo sin remuneración fija y el Trabajo por cuenta propia. El Trabajo sin
remuneración fija es generalmente (pero no necesariamente) de carácter familiar (esto
es, se verifica entre miembros de una misma familia), y se presenta con mayor
frecuencia en las actividades agropecuaria y el comercio. El Trabajo por cuenta propia,
por su parte, se constituye de un conjunto extenso y heterogéneo de actividades, por
lo que su conceptualización resulta difícil. En principio, puede entenderse que se trata
de actividades no contratadas en relación de dependencia, normalmente sujetas a un
régimen de pago por producto entregado, siendo poco relevante el aporte de
instrumentos de producción y la contratación de mano de obra por parte del
cuentapropista. Va de suyo que gran cantidad de casos ambiguos pueden presentarse
aquí, particularmente por ser ésta una categoría residual (esto es, que incorpora todos
los casos que no recaen en las otras dos).

Señalemos, a modo de ejemplo, el caso de un cuentapropista que contrata


sistemáticamente a otro cuentapropista a fines de un trabajo específico, o el caso de
prestación rutinaria, por períodos extensos, de asesoramiento, contra pago de
honorarios acordados de antemano: en el primero, no resulta claro si se trata de un
empleador liso y llano; en el segundo, si se trata de un trabajador que sencillamente
cobra una forma particular de remuneración salarial. Puede de esta manera percibirse
que la categoría de trabajadores por cuenta propia resulta ser heterogénea. Cabe
asimismo señalar que en la contabilidad social en uso, la remuneración percibida por
el trabajador por cuenta propia es (quizá impropiamente) contabilizada junto con el
ingreso de los capitalistas, bajo la denominación genérica de "superávit de
explotación"; ello significa que no debe considerarse que la valuación del trabajo
realizado se encuentra íntegramente reflejada en el ingreso de los asalariados.

Resumiendo, podemos señalar tres agrupamientos, dentro del conjunto de


trabajadores:

- Asalariados.
- Trabajadores por cuenta propia.
- Trabajadores sin remuneración fija.

Tales son las categorías empleadas en las estadísticas demográficas y


socio-económicas.

No nos compete aquí entrar en el tema de cuáles son los determinantes del salario,
una cuestión central en la teoría económica; tampoco trataremos la cuestión acerca
de los determinantes de la presencia de una u otra modalidad de trabajo, asunto en
cambio que ha suscitado interés mucho menor por parte de los teorizadores, los que
en su gran mayoría se han basado exclusivamente en la categoría de trabajo
asalariado 17.

b) En principio, los propietarios de recursos naturales obtienen una remuneración por


la venta (o, en ciertos casos, arrendamiento) de los mismos, en virtud de tratarse de
elementos existentes en cantidades limitadas, y susceptibles de apropiación; nótese
que ambas condiciones deben ser satisfechas para que esta remuneración, que se
denomina habitualmente renta, sea posible.

Es éste un concepto sencillo; pero debe tomarse cuidado de no confundir renta con
remuneración al capital, categoría a la que haremos referencia en seguida: la renta
debe ser considerada como una remuneración independiente de las inversiones
necesarias para la explotación del recurso natural en cuestión. Así, por ejemplo, dentro
del superávit o ganancia que arroje la explotación de un establecimiento agrícola,
deberá discriminarse entre remuneración al capital invertido en alambrados, abonos,
semillas, etc. y la renta del suelo propiamente dicha.

No iremos más allá de esta presentación intuitiva de este concepto, remitiendo en


consecuencia a la literatura teórica para una profundización.

Sólo nos resta señalar que, usualmente, los sistemas de contabilidad, si bien
reconocen el concepto de renta, generalmente lo incluyen en la práctica en el concepto
de superávit bruto de explotación ya mencionado, por dificultades en la determinación
de su magnitud.

17 Tal como se verá enseguida, a estas categorías deberá agregarse la del empresario que aporta
trabajo al proceso de producción.
c) La inserción del capitalista en el proceso productivo es de naturaleza más compleja,
respecto de las dos categorías anteriores. En un plano empírico, a partir de lo que
constituye una suerte de paradigma social (no siempre válido, según veremos),
descubrimos las siguientes facetas de su actividad:

• El capitalista es quien controla el proceso productivo, en el sentido de que es


quien decide qué, cómo y cuándo producir; esto es, es el organizador de la
producción. En esta acepción, capitalista es sinónimo de empresario.

• Dicho control se traduce en la propiedad o en el derecho al usufructo de todos


los elementos que participan en el proceso productivo. Por ello, los mismos son
por lo general adquiridos antes de su empleo. Lo mismo ocurre con la fuerza
de trabajo (aunque no, claro está, con el trabajador); los inmuebles y
equipamientos pueden ser de su propiedad o alquilados, por lo que dispone del
usufructo, etc. Desde esta perspectiva, el capitalista resulta ser dueño, en un
sentido o en otro, de lo que interviene en la producción.

• Según se mencionó, la producción, cualquiera sea la naturaleza de la sociedad


en la que se desarrolla, se caracteriza, a partir de niveles aún elementales de
complejidad técnica, por la implementación de procesos que llevan tiempo, (por
cierto que en grado muy variable). Se produce en consecuencia la necesidad
de movilizar recursos productivos cuyo fruto productivo se obtendrá con cierto
diferimiento temporal. Por ejemplo, la producción de acero requiere una
considerable movilización de recursos a los fines de levantar edificios, instalar
altos hornos y trenes de laminación, etc. Esto requiere que parte de los recursos
disponibles en un período no sean destinados a la producción de bienes de
consumo, sino a proveer dichos elementos productivos. En la sociedad
capitalista, es precisamente característico de la clase capitalista la provisión por
adelantado de estos recursos a fines productivos. Con más exactitud, este
adelanto es precisamente lo que constituye en esencia el capital18.

Cabe mencionar que lo que constituye el capital no son propiamente los elementos
físicos adquiridos para la producción, sino la masa de valor adelantada a los fines de
la producción19. Por ejemplo, ella puede ser empleada a los efectos de adquirir fuerza
de trabajo e insumos, (lo que generalmente se denomina capital de trabajo o de giro).

Organizador, dueño, movilizador de recursos por adelantado (o, en términos más


sintéticos y usuales, inversor): éstas son las características del capitalista, de acuerdo
a un paradigma vigente. Cabe resaltar sin embargo que no siempre estos roles se
presentan concentrados en un único individuo. Ello ocurre, típicamente, en el caso de
18 No corresponde adentrarnos aquí sobre la cuestión de cuál es la génesis del capital. Como es

sabido (y se remite al respecto a textos específicos), es éste un tópico que ha recibido tratamientos
teóricos sumamente variados.

19 Cabe mencionar que no es éste un punto sobre el que exista opinión uniforme en la literatura

teórica.
las grandes empresas con una gran dispersión de accionistas (o sea, de
propietarios/inversores) que son dirigidas no por estos, sino por una estructura
administrativa profesionalizada20.

Algo análogo ocurre también, en todo mercado financiero, donde determinados


individuos ponen a disposición de otros recursos monetarios, sin que los primeros
intervengan en la producción ni sean propiamente dueños.

La clasificación de los individuos empleada en los sistemas contables vigentes es la


siguiente:

i) Si un mismo individuo cumple los tres papeles mencionados, será considerado


como perteneciente a la población económicamente activa ocupada, dentro del
grupo denominado "patrón o socio", en la nomenclatura actualmente en uso.

ii) Si un individuo es propietario de emprendimientos, pero no interviene en la


organización del proceso productivo, no es considerado económicamente
activo, y se lo incluye dentro de la categoría de "rentista". Igual criterio rige para
los individuos que ponen a disposición de la producción recursos de capital,
mediante préstamo (siempre y cuando, téngase presente, éstas sean las
únicas o las principales fuentes de ingreso).

iii) Si un individuo participa dentro de la organización del proceso productivo, pero


no es propietario de los activos, se los considera un trabajador, cuya ubicación
será la de asalariado o cuentapropista, de acuerdo a la naturaleza jurídica de
su vínculo con la empresa.

3.4 Pregunta 4: La circulación de la producción

La consecuencia inmediata de la división del trabajo es la existencia de circulación de


mercancías y de prestaciones de servicios. La circulación se realiza, en sociedades
capitalistas, en mercados, entendidos estos como los ámbitos (los que pueden tener
o no existencia formal) donde se negocian precios y cantidades transaccionadas. Si
bien a nuestros fines no es un tema a ser considerado, debe destacarse que los
mercados presuponen la existencia de un medio de cambio (o equivalente general):
el dinero; los sistemas contables más abarcativos comprenden también la dimensión
monetaria.

El examen de la circulación puede hacerse a partir de la división entre "familias" y


"aparato productivo" (o "empresas") antes señalada (Véase el acápite 3.1.c). Pueden
distinguirse en principio los siguientes tipos de transacciones:
i) Compra - venta entre familias

20 Galbraith (1984) la denomina “tecnoestructura". Se remite también al texto de P. Baran y P.Sweezy

(1968).
ii) Compra - venta entre empresas
iii) Ventas de las empresas a las familias
iv) Compras de las empresas a las familias.

Por la definición adoptada de actividad productiva como objeto de estudio, las


transacciones entre familias (caso i) no son consideradas dentro de los sistemas de
contabilidad; los otros tres grupos de transacciones interesan directamente, en la
medida en que cada uno de ellos implica la presencia previa y/o posterior de
producción, en la acepción oportunamente establecida. Sin embargo, los criterios
usuales de contabilidad social se apartan un tanto del sentido común.

En el conjunto de transacciones entre empresas se incluyen únicamente los flujos de


insumos, excluyéndose en consecuencia las adquisiciones de bienes de capital.

En lo que atañe a los recursos naturales, ellos son considerados propiedad de familias
(al igual que el trabajo y el capital), a quienes corresponden los ingresos
correspondientes por su puesta a disposición del aparato productivo.

En lo referente a los bienes de capital, su provisión se considera fundada en las


decisiones de ahorro de las familias; en consecuencia, su adquisición es imputada por
separado.

Nótese que, en ambos casos, se refleja con claridad el basamento teórico de


raigambre neoclásica; esto es, la noción de un conjunto indiferenciado de familias que
"provee" factores de producción y se recibe una remuneración a cambio. En este
contexto, las empresas no son instancias donde se toman decisiones acerca de la
oferta de recursos naturales o de inversión, ni tampoco agentes que perciben ingresos.
Este criterio se ve morigerado un tanto en algunas presentaciones contables (por
ejemplo, el Sistema de Cuentas de Producto e Ingreso del Banco Central de la
Rep.Arg. - véase el capítulo 10), pero subsiste como fundamento teórico general.

Debe ahora señalarse un nuevo participante, dentro del proceso de circulación, que
no ha sido mencionado hasta aquí, por razones expositivas: el Resto del Mundo.

Las transacciones de una economía con éste, consisten en un fluir de bienes y


servicios y de remuneraciones a capital y trabajo (si bien los criterios pueden diferir un
tanto, en lo que atañe al trabajo), como así también de recursos para inversión. El
instrumento más conocido para contabilizar este conjunto de transacciones es el
Balance de Pagos, aun cuando otros esquemas contables también incluyan al resto
del mundo.

Por último, cabe señalar que no todos los bienes y servicios se intercambian en
mercados. Una parte de ellos es apropiado o entregado por el estado. Este tema será
tratado más adelante, por razones expositivas.

3.5 Pregunta 5: La distribución de la producción entre los individuos


El proceso de producción y circulación de bienes y servicios se traduce en la
apropiación de éstos por parte de los individuos, para su empleo y usufructo. En una
sociedad capitalista, esta apropiación se verifica a través del mercado, ámbito donde
los individuos (o, en términos más usuales de contabilidad social, las familias) vuelcan
los recursos monetarios que conforman su ingreso, para la adquisición de bienes y
servicios que utilizan.

En primera instancia, tal ingreso se forma a partir de las relaciones sociales


establecidas en la producción, conforme ya se vio. De allí podemos obtener
inmediatamente las siguientes categorías de perceptores de ingreso:

• Asalariados
• Cuentapropistas
• Trabajadores sin remuneración fija
• Empresarios (“patrones o socios”, en la nomenclatura habitual)
• Rentistas, incluyendo a los propietarios de recursos naturales

Resulta obvio que un mismo individuo podrá recaer en más de una de las categorías
anteriores; de esta manera, un asalariado que perciba intereses por sus ahorros será
también rentista. La contabilidad social clasifica sin embargo la inserción de cada
individuo a partir del concepto de "ocupación principal", que es en general la que
proporciona la mayor parte de su ingreso. Nótese que sólo los primeros cuatro
agrupamientos conforman la población económicamente activa.

El ingreso generado en la producción puede sufrir redistribuciones previas a su


utilización. Dejando de lado las redistribuciones intrafamiliares (ellas quedan anuladas,
en realidad, al considerar como perceptor al núcleo familiar), podemos mencionar los
siguientes ejemplos de redistribución:

• Pago de jubilaciones y pensiones


• Donativos
• Becas
• Transferencias entre familias, por diversos conceptos (ayudas, etc.)

Utilizando una nomenclatura no adoptada en forma generalizada, denominaremos


distribución primaria al flujo generado en la producción y percibido por quienes allí
intervienen, quienes serán a su vez denominados perceptores primarios; la eventual
redistribución que pueda producirse será denominada distribución secundaria,
recibiendo igual adjetivo los perceptores correspondientes. Notemos que la
distribución secundaria podrá ser realizada también en especie (por ejemplo, la
entrega de ayuda alimentaria).

Como se desprende de los ejemplos anteriores, en la distribución secundaria


interviene en buena medida (pero no en forma excluyente) el sector gobierno.
4. UNA VISIÓN DE CONJUNTO: EL CUADRO DE
INSUMO-PRODUCTO Y LOS PRINCIPALES AGREGADOS
MACROECONÓMICOS

Se han diseñado diversos sistemas de contabilización para reflejar el complejo


proceso de producción, circulación y distribución que se ha caracterizado hasta aquí;
tales sistemas se conciben en forma estructurada. Naturalmente, ninguno de ellos
será enteramente satisfactorio para todos los objetivos que se plantea el analista,
puesto que ello implicaría una apertura tal de la información que la tornaría
inmanejable. Corresponde en consecuencia una selección entre las diversas
alternativas producidas por la contabilidad social, en función de su conveniencia para
el análisis.

Se presentará ahora un esquema contable, denominado CUADRO DE


INSUMO-PRODUCTO. Se indicará primero su concepto básico y operatoria a partir
de una caso sencillo, para luego desarrollar una presentación para una economía
abierta con inversión; progresivamente, se presentarán los principales agregados
macroeconómicos resultantes.

Cabe destacar que en el desarrollo que sigue persistirá la exclusión del estado, por
razones de índole expositiva; este tópico será diferido para el próximo capítulo, donde
se presentarán las características particulares de este agente y se indicarán las
modificaciones que se requieren en el Cuadro de Insumo-Producto, a fin de
contemplar su inclusión.

4.1 Operatoria básica y conceptos de producto e ingreso

El Cuadro de Insumo-Producto (en adelante CIP) refleja las siguientes transacciones,


todas ellas expresadas en valores, para un período determinado (esto es, registra
exclusivamente variables-flujo):

1) Compra-venta de insumos dentro del aparato productivo (esto es, entre


establecimientos), discriminadas sectorialmente de acuerdo a algún
clasificador de actividades (típicamente, a partir del CIIU).

2) Pagos por salarios, renta del suelo y excedente obtenido por los capitalistas,
incluyendo las depreciaciones.

3) Exportaciones e importaciones de bienes y servicios.


4) Ventas a las familias de bienes de consumo y de inversión (recuérdese
que éstos últimos son considerados como adquiridos por las familias, y
no por las empresas).

A fin de comprender la forma en que se construye el CIP, partimos de un ejemplo


sencillo.

Considérese una economía donde se producen cuatro productos: trigo, harina, pan y
fideos. No existe sector externo ni inversión, por lo que toda la producción destinada
a la demanda final es adquirida por las familias, cuyo único ingreso será el salario. No
hay transacciones con el resto del mundo.

A continuación, presentamos datos de interés para cada producción:

TRIGO: Valor total de la producción : 1.000


Compras de insumos
-Al propio sector (para semilla): 100
Ventas
-Al propio sector (para semilla): 100
-Al sector harina : 900
Pago de salarios : 900

HARINA: Valor total de la producción : 2.000


Compras del insumos
- Al sector trigo : 900
Ventas
-Al sector pan : 1.000
-Al sector fideos : 1.000
Pago de salarios : 1.100

PAN: Valor total de la producción : 1.500


Compras de insumos
-Al sector harina : 1.000
Ventas
-A las familias : 1.500
Pago de salarios : 500

FIDEOS: - Valor total de la producción : 3.000


Compras de insumos
-Al sector harina : 1.000
Ventas
-A las familias : 3.000
Pago de salarios : 2.000

Estos datos son volcados a un cuadro cuya característica básica es la de consignar


en forma de columna las compras realizadas por cada sector y en forma de fila las
ventas, de manera tal que las compra-ventas de insumos queden asentados en un
único registro.

Para el ejemplo indicado, el cuadro tomará la conformación que se detalla a


continuación:

COMPRADORES TRIGO HARINA PAN FIDEOS CONS. VENTA


FLIAR. TOTAL
TRIGO 100 900 --- --- --- 1000
VEN- HARINA --- --- 1000 1000 --- 2000
DE- PAN --- --- --- --- 1500 1500
DO- FIDEOS --- --- --- --- 3000 3000
RES PAGO DE
SALARIOS 900 1100 500 2000 *
COMPRAS
TOTALES 1000 2000 1500 3000 * 7500

Este ejemplo permite percibir dos características del sistema contabilización que
estamos presentando; ellas en realidad se implican mutuamente.

En primer término, compras y ventas totales son iguales para todos los sectores; esto
es, todo lo producido, cuyo costo está dado por los insumos adquiridos y los pagos
por salarios, es vendido al mismo valor.

En segundo término, observamos que las ventas totales a la demanda final equivalen
a la suma de los pagos por salarios, los que constituyen el ingreso de la familias. Esto
significa simplemente que todo lo producido para las familias es adquirido por éstas al
mismo valor, no registrándose ingreso no gastado o alternativamente,
desatesoramiento de riqueza.

Puede finalmente percibirse que la segunda constatación es un derivado inmediato de


la primera: si compras y ventas de insumos intermedios coinciden, forzosamente
coincidirán la compra-ventas entre familias y empresas, el ser iguales compras y
ventas totales por sector.

Momentáneamente, asumiremos que esta última igualdad se cumple por hipótesis;


más adelante, se indicarán las condiciones bajo las cuales esta igualdad supuesta se
convertirá en una identidad contable.

Podemos derivar de este cuadro conceptos básicos que apuntan a la medición de lo


producido.
Resulta evidente que dicha medición no deberá ser realizada a partir de las
compras/ventas totales, puesto que en el valor de las mismas se encuentra incluído el
correspondiente a otros sectores, bajo forma de insumos. En consecuencia lo correcto
será orientar la medición hacia un criterio que no produzca esta doble contabilización.

Ello se realiza en primera instancia considerando el valor que cada sector agrega por
sobre los insumos comprados; en el caso ejemplificado, se trata exclusivamente de
salarios. La suma de estos valores agregados nos permite obtener una medición
adecuada, denominada precisamente VALOR AGREGADO. Resulta evidente que ella
coincide con la suma de los ingresos percibidos por las familias; ella se denominará
precisamente INGRESO.

Consideremos ahora la ventas realizadas a las familias; ellas constituyen el GASTO


realizado, equivalente al ingreso y al Valor Agregado, según se vio. Se obtiene de esta
manera una igualdad fundamental, a saber:

VALOR AGREGADO = INGRESO = GASTO

Es usual denominar el Valor Agregado y/o el gasto con el término de PRODUCTO, en


forma indistinta. Este término, quizá el más conocido dentro de la contabilidad social,
debe ser entendido en este contexto como opuesto a PRODUCCIÓN, siendo ésta
última la denominación empleada para hacer referencia a la compras/ventas totales,
las que incluyen por lo tanto el valor de los insumos; otra denominación corriente para
este concepto es VALOR DE LA PRODUCCIÓN.

Volviendo a nuestro ejemplo, consignemos las magnitudes correspondientes a los


agregados ya definidos.

Valor Agregado :900 + 1100 + 500 + 2000 = 4500


Ingreso : 4500
Gasto : 1500 + 3000 = 4500
Producción : 1000 + 2000 + 1500 + 3000 = 7500

Cabe consignar ahora que los agregados anteriores pueden ser definidos
sectorialmente; esto es, podemos identificar el Valor Agregado del sector trigo, harina,
etc. Nótese sin embargo que ello no posee mayor sentido en el caso del gasto, si el
objeto es relevar la importancia de la actividad productiva de cada sector, puesto que
la medición se verá afectada por la importancia de la venta a la demanda final. Nótese
bien, por lo tanto, que la igualdad entre valor agregado/ingreso y el gasto se cumple
sólo para la economía como un todo, pero no a nivel de cada sector.

Los aspectos fundamentales del CIP pueden ser aprehendidos a partir de este ejemplo
simplificado; una vez cumplido este paso, la comprensión de las presentaciones más
completas se verá facilitada considerablemente. Más adelante, se ofrecerán algunas
indicaciones más precisas acerca de la lectura e interpretación de los agregados ya
mencionados.
4.2. Cuadro de Insumo producto para una economía con sector externo e inversión

Se presenta a continuación el CIP para una economía abierta y con inversión, pero sin
gobierno, a partir de un ejemplo, para una subdivisión de actividades en tres sectores,
que por conveniencia consideremos se trata de los sectores primario, secundario y
terciario, tal como fueron definidos anteriormente.

Los sectores productivos (I,II,III), el consumo y los salarios observan igual tratamiento
que el descripto en el apartado anterior. Se presentan algunas partidas nuevas, fruto
de haber incluído tierra, capital y sector externo.

Desde el punto de vista de las compras, se consignan las partidas adicionales


siguientes:

- Importaciones: incluye todas las adquisiciones de bienes y servicios realizadas en el


exterior, sea por parte del aparato productivo o por parte de la demanda final. Nótese
que en este último caso, se omite en el cuadro que la importación es generalmente
realizada por empresas (con excepciones de muy poca monta); vale decir que
prevalece aquí el criterio de consignar el destino del bien importado, antes que el
agente que realiza la transacción (caso contrario, la importación sería registrada sólo
en la demanda intermedia, anotándose seguidamente la venta desde el sector
correspondiente a la demanda final).

- Renta del suelo: se consigna aquí el monto correspondiente a la retribución a


propietarios de recursos naturales.

- Renta del capital: se consigna aquí el monto correspondiente a la retribución a la


inversión.

- Depreciaciones: dado que los bienes de capital, al depreciarse, trasladan valor al


producto, a fin de integrar un fondo de reposición, debe incorporarse este elemento de
la manera indicada. Esta partida recibe también el nombre de Asignaciones para
consumo de capital fijo.

Normalmente, las presentaciones del Cuadro IP no desglosan renta y remuneración


al capital, por ausencia de informaciones; en tal caso, ambos conceptos son
englobados en el de Superávit de Explotación. Si el mismo incluye también las
depreciaciones, se denomina Superávit Bruto de Explotación; en caso contrario, se lo
denomina Superávit Neto de Explotación.

Desde el punto de vista de las ventas se incluyen las siguientes partidas adicionales:

- Inversión bruta fija: se consignan aquí las ventas realizadas por el aparato productivo
a la demanda final, en concepto de bienes durables de producción. Este concepto se
desglosa a su vez en dos, a saber: inversión de reposición e inversión neta. La primera
se refiere a la incorporación de activos que reponen otros cuya capacidad productiva
se encuentra agotada; la segunda se refiere a la incorporación de activos que
incrementan la capacidad instalada. Como es obvio, sólo determinados sectores del
aparato productivo venden bienes de inversión. El rubro de inversión es incluído en la
demanda final, pese a tratarse de una incorporación realizada por las empresas; este
proceder se explica a partir de lo ya señalado, acerca de que se considera que las
decisiones de inversión son tomadas por las familias, en cuanto equivalentes a
decisiones de ahorro.

- Variación de existencias: se incluyen en esta partida las diferencias entre lo producido


y lo vendido por cada sector; tales diferencias, que podrán ser negativas o positivas,
significarán variaciones en el mismo sentido de las existencias de bienes. Esta partida
incluye también existencias de bienes en proceso de producción (típicamente, en el
caso de procesos productivos extensos, como se verifica en la agricultura). Un valor
negativo estará indicando que se producen ventas de bienes no producidos en el
período corriente, las que se consignarán también en otro casillero de la misma fila,
según quién sea el adquirente. La inclusión de esta partida permite garantizar la
igualdad contable entre producción y ventas de cada sector.

- Exportaciones: Se incluyen aquí las ventas de bienes y servicios reales al resto del
mundo.

Los agregados contables básicos presentados en el apartado anterior -valor agregado,


ingreso y gasto- deberán ser redefinidos a partir de los elementos adicionales aquí
incluídos.

El ingreso incluye ahora, además de la remuneración al trabajo, la remuneraciones a


la tierra y el capital (o sea, el superávit de explotación). Este concepto podrá incluir o
no las depreciaciones; de hacerlo, será denominado INGRESO BRUTO, y en caso
contrario INGRESO NETO.

Esto es, tendremos que:

INGRESO BRUTO = REMUNERACIÓN AL TRABAJO + REMUNERACIÓN A LA


TIERRA + REMUNERACIÓN AL CAPITAL +
DEPRECIACIONES

INGRESO NETO = INGRESO BRUTO - DEPRECIACIONES

El concepto de Valor Agregado, entendido como diferencia entre ventas totales y


compras de insumos, no sufre en si redefinición alguna; nótese que en las segundas
deberán incluirse las importaciones. Sin embargo, resulta susceptible de una apertura,
también en función de la inclusión o no de las depreciaciones, al igual que lo indicado
para el ingreso; o sea:

VALOR AGREGADO BRUTO = VALOR AGREGADO NETO + DEPRECIACIONES


En lo que atañe al gasto, la venta a la demanda final se componen en principio de los
rubros siguientes: Consumo, Inversión, Variación de Existencias y Exportaciones. Sin
embargo, tal como surge del ejemplo del CIP, cabe notar que cada uno de dichos
componente puede contener elementos importados, vendidos a la demanda
intermedia o final; se requiere, en consecuencia, restar las importaciones, a fin de
excluir en la valuación del gasto lo referente a producciones realizadas fuera de los
límites de la economía en estudio. En consecuencia, se tendrá:

GASTO = CONSUMO + INVERSIÓN BRUTA FIJA + VARIACIÓN DE EXISTENCIAS


+ EXPORTACIONES - IMPORTACIONES

El gasto definido será de carácter bruto, nuevamente, por incluir las inversiones de
reposición.

En principio, la igualdad entre las tres mediciones agregadas antes planteada se


mantiene, en términos brutos.

Esto es:

INGRESO BRUTO = VALOR AGREGADO BRUTO = GASTO BRUTO

Como ya se mencionara, la partida "variación de existencias" garantiza la igualdad


entre compras y ventas, al ajustar eventuales diferencias, en un sentido u otro, entre
ambas. De esta manera, la igualdad anterior, que fue planteada anteriormente como
hipótesis, queda ahora asegurada bajo cualquier circunstancia. Esto significa que se
torna una identidad contable.

Tal como se la planteó en términos brutos, la igualdad anterior puede ser planteada
en términos netos. Sin embargo, como un rápido formuleo puede mostrar fácilmente,
esta igualdad requiere que el monto de depreciaciones y de inversión de reposición
sean iguales. Esta es una hipótesis usual, sobre la que se volverá más adelante.

Seguidamente, se indican los conceptos de Oferta y Demanda Global, cuya igualdad


queda garantizada en función de las condiciones ya señaladas.

OFERTA GLOBAL = PRODUCTO BRUTO INTERNO + IMPORTACIONES

DEMANDA GLOBAL = CONSUMO FAMILIAS + INVERSIÓN NETA + INVERSIÓN


DE REPOSICIÓN + VAR.EXISTENCIAS + EXPORTACIONES

A su vez, la Inversión suele ser agrupada de acuerdo a los siguientes conceptos:

INVERSIÓN BRUTA FIJA = INVERSIÓN DE REPOSICIÓN + INVERSIÓN NETA

INVERSIÓN BRUTA INTERNA = INVERSIÓN BRUTA FIJA + VARIACIÓN DE


EXISTENCIAS
Las razones de la inclusión de las variaciones de existencias en el concepto de
inversión serán tratadas más adelante.

Concluye, de esta manera, la presentación del Cuadro Insumo-Producto para una


economía sin gobierno; el mismo comprende un amplio conjunto de transacciones y
permite presentar los agregados macroeconómicos de uso más frecuente. Cabe
destacar que se trata de un cuadro que puede confeccionarse solamente cuando se
dispone de la información suficiente, lo que ocurre únicamente en años en los que se
realizan censos económicos; se lo ha utilizado para la presentación de los agregados
mencionados, por cuanto permite visualizar adecuadamente diversos aspectos de
interés.

Se requiere ahora incorporar un rubro, dentro de los agregados macroeconómicos,


que no se contabiliza en el cuadro Insumo-Producto, pero sí se incluye en los
agregados macroeconómicos: la remuneración de factores cuyos propietarios no
residen en la economía. Su contabilización se requiere a efectos de considerar en qué
medida una economía cede parte de su ingreso de factores o inversamente percibe
remuneraciones por actividades productivas generadas en otras economías. Tales
remuneraciones se componen básicamente de utilidades y intereses, y en menor
grado de remuneración al trabajo. El límite entre una economía y el resto del mundo
coincide desde ya con el que se establece para las exportaciones e importaciones.

La introducción de la remuneración de factores del exterior se traduce en la adopción


del calificativo “nacional”, como opuesto a “interno”, de acuerdo a lo siguiente:

INGRESO NACIONAL = INGRESO INTERNO + REMUNERACIÓN NETA


PERCIBIDA POR FACTORES DEL EXTERIOR.

Obviamente, esta definición vale tanto en términos brutos como netos.

Se utiliza también la expresión “Producto Nacional”, entendida como la suma del


Producto Interno y la Remuneración de Factores del Exterior. Ella no parece del todo
apropiada, por cuanto implica sumar valores de producción con remuneración de
factores, magnitudes no homogéneas entre si.

En el siguiente acápite, se desarrollarán algunas reflexiones complementarias,


referidas a la temática de la inversión.

4.3 Observaciones complementarias acerca de capital e inversión

Por su complejidad, el tratamiento dado por la contabilidad social a inversión y capital


requiere diversas precisiones. Ya se ha hecho una referencia general a esta temática,
cuando se caracterizó la organización de la producción, desde un punto de vista social;
por lo tanto, se apuntará aquí principalmente a aspectos referidos al tratamiento dado
por la contabilidad social.
4.3.1 Inversión y bienes durables de producción

En la contabilidad social, los conceptos de capital e inversión se encuentran asociados


casi exclusivamente a la incorporación de bienes durables de producción. Bajo esta
óptica, se define como stock de capital al valor de la masa de tales bienes, existentes
en determinado momento del tiempo. Las depreciaciones reflejan disminuciones de
dicho stock; la inversión de reposición restituye valor al stock depreciado, mientras que
la inversión neta refleja incrementos del mismo. Esto es, si el stock de capital es de
1.000, si las depreciaciones representan un 10% del total, y la inversión bruta fija
asciende a 150, el stock existente al final del período será de 1.050, y al inversión de
reposición será de 100.

Esto significa que no todo adelanto de recursos es contabilizado como inversión; falta
en particular lo referente a capital de trabajo. La partida de variación de existencias,
que refleja tanto lo ocurrido con existencias de bienes terminados, bienes en proceso
e insumos, podría ser interpretada como el reflejo de variaciones de capital de trabajo,
puesto que un incremento de éste último se vería reflejado en un mayor giro de los
negocios, y por lo tanto en mayores existencias de aquéllos. De hecho, se la incluye
en el concepto de inversión bruta interna (más no sea para reflejar la reaparición de
los bienes en stock para el período siguiente). Sin embargo, dos razones relativizan
esta interpretación:

- El capital de trabajo se refleja en realidad en dos formas de activos: efectivo o


colocaciones de corto plazo (entre las que deben contarse los eventuales
créditos a clientes), y existencias de bienes terminados o en proceso. La
importancia relativa de ambas partes varía muy frecuentemente, pero la
contabilidad social sólo considera las existencias de bienes. Por lo tanto, si se
intenta medir el capital de trabajo mediante éstas, se tratará de una medición
incompleta, y sobre todo de pronunciada variabilidad en el tiempo, que además
depende de variables financieras, como la tasa de interés.

- Las variaciones de existencias no necesariamente reflejan decisiones del


empresario. Por el contrario, ellas pueden ser el resultado de ventas por encima
o por debajo de sus expectativas; de hecho, un incremento no deseado de
existencias es algunas veces caracterizado como "inversión involuntaria". Si
por inversión se desea comprender solamente el adelanto de recursos
efectivamente decidido por el empresario, la variación de existencias no sería
un indicador adecuado del capital de trabajo agregado o retirado del proceso
productivo (y el concepto de inversión involuntaria sería una contradicción en
términos).

Por estas razones, el concepto de capital e inversión usualmente empleado por la


contabilidad social no es totalmente satisfactorio, porque rinde cuentas de la inversión
sólo cuando ella se realiza en bienes durables de producción.

Obviamente, se tratará sin embargo de una medición adecuada si la intención fuera la


de medir el valor del stock de bienes durables de producción.
4.3.2 Aspectos dimensionales de la medición de capital y superávit de explotación

Tal como ha sido definido, el stock de capital es una medición agregada, al igual que
el producto, por cuanto representa el valor total de un conjunto heterogéneo de valores
de uso, en este caso bienes durables de producción.

Esta afirmación, con ser trivial, no debe ser olvidada, puesto que podría
alternativamente concebirse al stock de capital como el valor total de recursos
volcados en sucesivos períodos a la inversión, equivalentes al ahorro acumulado. En
tal caso, inversión y ahorro, entendidos como ingresos no gastados, son en cambio
magnitudes homogéneas, al ser puramente monetarias (no se realiza aquí producto
alguno de precios y cantidades). Nótese que no existe una unidad de medida física
unívoca del capital; esto ha sido tema de debate a nivel teórico.

Incidentalmente, cabe señalar que la valuación de un stock de bienes de inversión no


responde, en la práctica del mercado, a los criterios de la contabilidad social, esto es,
valor de origen, descontadas las depreciaciones por uso. Antes bien, tal valuación se
realiza en función de los retornos netos esperados por el inversor. Esta medición es
desde ya harto subjetiva, por cuanto dependerá de expectativas y de la tasa de interés
corriente. Este concepto alternativo para la valuación, que también es homogéneo, no
es adoptado por la contabilidad social; sólo coincidirá con el de valor de origen neto
de depreciaciones bajo hipótesis muy restrictivas, propias de una situación de
equilibrio estático.

El superávit neto de explotación es también una medida puramente monetaria; esto


es, no puede ser entendido como el producto entre precios y cantidades. Por tal
motivo, puede sólo ser obtenido como residuo, tanto en el cálculo empresario como
en el de la contabilidad social. Nótese que éste es el único caso de una variable de
tales características, entre las integrantes de los agregados económicos incluídos en
el Cuadro Insumo-Producto, hasta aquí.

4.3.3 Concepto y criterios de depreciación.

La utilización de equipos durables de producción conlleva la progresiva pérdida de su


valor, esto es, su depreciación, hasta alcanzar un valor residual, al cabo de su vida
útil. A pesar del sentido común subyacentes en estos conceptos, se requieren diversas
precisiones, por cuanto encierran algunos problemas de importancia.

En primer lugar, interesa distinguir entre depreciación y amortización. Mientras que la


primera se refiere a la pérdida de valor del bien, la segunda consiste en la formación
de un fondo a fin de posibilitar su reposición, cuando se alcance su vida útil; este
fondo se obtiene mediante una parte de los ingresos generados por la venta de
mercancías.

Nótese que ambos flujos anuales responden a fenómenos totalmente diferentes: la


pérdida de valor de un bien de producción es fundamentalmente un fenómeno de
mercado, mientras que la formación del fondo de reposición es una decisión
puramente empresaria; por lo tanto, es muy probable que no coincidan (pese a lo cual
no es infrecuente su empleo como conceptos sinónimos).

Seguidamente, cabe tratar el concepto de vida útil, que hace a tanto a la depreciación
como a la amortización; este concepto puede ser comprendido tanto en términos
cronológicos (duración medida en tiempo) como en términos de capacidad de
producción (duración medida en cantidades producidas); sólo en el caso de
construcciones (con alguna excepción), podrá emplearse solamente el primero, por
cuanto la depreciación es en este caso función fundamentalmente del paso del tiempo.

La noción de vida útil presenta algunas aristas problemáticas, por cuanto intervienen
diferentes factores en su definición, que enumeramos a seguir:

a) Por un lado, la vida útil depende de la durabilidad física de los componentes de


un bien de producción; si gran parte de dichos elementos dejan de ser
susceptibles de utilización, el bien deja de ser productivo. No es fácil sin
embargo trazar un límite preciso para establecer qué significa "gran parte". Por
ejemplo, tómese el caso de un vehículo: algunas partes requieren un
reemplazo periódico, a intervalos bastante variables a ciertos gastos corrientes
(por ejemplo, los neumáticos, rodamientos, etc.); otras en cambio requieren una
reposición más esporádica y ocasional (por ejemplo, los pistones), y otras son
virtualmente perennes (por ejemplo, el chasis, si es adecuadamente
mantenido). En una visión un tanto extrema, algunos bienes podrían ser
considerados de duración indefinida, suponiendo que se reemplacen todos los
componentes que sufren algún desgaste; de hecho, no faltan ejemplos en la
práctica (por ejemplo, edificios, ciertos casos de material rodante ferroviario y
de buques, etc.).

b) En segundo término, la vida útil depende en gran medida del grado de


utilización de un bien, y de las políticas de mantenimiento que se apliquen; en
el caso de construcciones, lo primero no tiene en muchos casos importancia
(las carreteras son sin embargo una excepción), pero lo segundo es
seguramente central. Ello hace que no pueda propiamente hablarse de la vida
útil de un bien en general, sino de cada bien en particular.

c) En gran parte de las máquinas y equipos, se produce una depreciación


independiente de su empleo efectivo, en función de la obsolescencia técnica,
por la aparición de bienes sustitutos de menor costo o de mayor espectro
productivo, o sencillamente porque la producción a la que concurre el bien en
cuestión no cuenta ya con mercado alguno.

d) Aun si se contara con información suficiente acerca de todos los aspectos


técnicos que hacen a la vida útil de un bien, la determinación de la misma no
estaría resuelta, por cuanto es muy probable que se requiera también un
cálculo económico. Ello se debe a que los costos de mantenimiento serán
crecientes, a medida que avance la utilización del bien de producción; además,
es probable que la tasa de depreciación sea decreciente a medida que se
incrementa la vida útil del bien. Un cálculo económico correcto determinará la
vida útil óptima como aquélla que permita minimizar la suma de costos de
depreciación y mantenimiento; pero este cálculo debe considerar una variable
no técnica crucial, que es la tasa de interés: cuanto mayor resulte ésta, más
deberá dilatarse la reposición del bien, en la medida en que ello sea posible 21.

Todo lo expuesto permite comprobar que la vida útil de un bien dista de ser un
concepto de cuantificación trivial, por más que forme parte del sentido común. La
consecuencia de ello será que toda cuantificación revestirá cierto grado de
convencionalidad.

Los sistemas usuales de contabilidad social establecen la vida útil en términos


puramente cronológicos (ciertas estimativas más ajustadas, en cambio, intentan
considerar la utilización efectiva que se da a los bienes durables de producción). Con
respecto a la depreciación, existen diversas alternativas, siendo la más frecuente la
depreciación lineal, con o sin valor residual; ella consiste en establecer un valor
depreciable del activo, y asumir que la pérdida de valor anual (en valores absolutos)
es igual al cociente entre valor depreciable y vida útil cronológica.

4.3.4 Depreciaciones e inversión de reposición

Según se indicó, la contabilidad social asume la igualdad entre depreciaciones e


inversión de reposición, lo que garantiza la igualdad entre valor agregado/ingreso y
gasto, en términos netos. Esta conceptualización es susceptible de observaciones y
reservas diversas, que tornan poco atractivo el propio concepto de inversión de
reposición; ello es desarrollado a continuación.

En primer término, depreciación e inversión de reposición son dos fenómenos


independientes, e incluso desfasados temporalmente: las depreciaciones se producen
a lo largo de la vida útil, y son independientes de la decisión del empresario, mientras
que la inversión de reposición se realiza al fin de la vida útil, como una decisión
explícita. De allí que la igualdad planteada entre depreciaciones e inversión de
reposición no tiene mayor asidero práctico. A lo sumo, podría plantearse que los flujos
de reposición equivalgan a las depreciaciones; pero ello podría ocurrir sólo en el
caso - muy improbable - de que la renovación de bienes de durables de producción se
distribuyera uniformemente a lo largo del tiempo (por ejemplo, si todos los bienes
tuvieran 10 años de vida útil cronológica, y se renovaran en un 10% todos los años).

Seguidamente, la propia noción de inversión de reposición es de entidad dudosa, aun


cuando tenga en principio cierto sentido común, al intentar discriminar entre reemplazo
e incorporación de nuevos activos. En términos estrictos, ella debería consistir en el
reemplazo del activo agotado por otro de igual características técnicas; además, si se
desea garantizar la igualdad entre depreciación e inversión de reposición, los valores
de ambos activos deberían ser iguales. Estas condiciones no se cumplen en la

21
La demostración rigurosa de esta afirmación requiere algunos conocimientos básicos de cálculo financiero.
práctica, puesto que en general los activos nuevos difieren de los reemplazados, por
obra del propio desarrollo técnico, característico de una economía capitalista; las
diferencias pueden estribar tanto en la productividad del activo como en las
características técnicas de los productos que pueden obtenerse. Cabe señalar que no
estamos haciendo referencia solamente a las modificaciones que provienen de
innovaciones técnicas sustanciales (por ejemplo, el reemplazo de fibras naturales por
sintéticas) sino también a innovaciones dentro de un mismo espectro tecnológico, de
alcance importante a lo largo del tiempo (como son los casos recientes de electrónica
y petroquímica, donde existen tanto innovaciones de producto como de proceso).

Por último, no es infrecuente el caso en que los fondos de amortización, reflejo de la


depreciación de un bien, sean orientados hacia otras actividades, fuera de la rama en
la que se originaron, por razones diversas (pérdida de dinamismo de la demanda,
aparición de otras actividades más rentables, etc.). De hecho, el flujo intersectorial de
inversiones es una característica (incluso juzgada como positiva) del capitalismo. En
tal caso, no hay reposición alguna de activos, sino desplazamiento de fondos hacia
otras actividades; directamente deja de existir cualquier noción de inversión de
reposición. El inversor examina qué hacer con los fondos de que dispone,
independientemente de cuál sea su origen.

Resulta así imposible definir un concepto preciso de inversión de reposición, lo que


torna irrelevante la igualación entre depreciaciones e inversión de reposición que
realiza la contabilidad social. Como corolario de esta discusión, la noción de stock de
capital debe ser tomada con precaución, toda vez que emplea tal concepto
(particularmente si se maneja en forma global); resulta más aconsejable un análisis
orientado sectorialmente, que asimismo tenga en cuenta los cambios tecnológicos que
se operan. El enfoque proporcionado por la contabilidad social es entonces sólo una
primera aproximación a la temática del estudio de activos e inversiones.

4.3.5 Conclusiones

Puede concluirse de lo anterior que los conceptos de capital e inversión presentan


dificultades de tratamiento, no siendo satisfactorio en algunos aspectos los
procedimientos adoptados por las cuentas nacionales. Ello, además de ser un aspecto
a considerar al trabajar con la información que éstas nos brindan, no es sino el reflejo
de dificultades a nivel de las propias teorizaciones.

4.4 El tratamiento de los servicios prestados por el comercio

El sector comercio participa en el proceso de producción, adquiriendo bienes


producidos a los sectores primario y secundario y vendiéndolos posteriormente, casi
sin transformación alguna. Si se adopta el tratamiento estricto para las transacciones,
en el ámbito del Cuadro Insumo-Producto, virtualmente toda la producción sería
vendida a la demanda final - y parte de la intermedia también - a través de este sector.
Este tratamiento no resulta aconsejable a diversos fines, por cuanto no permite
visualizar cómo se realizan los intercambios interindustriales y en qué medida cada
sector vende a la demanda final 22. Es tradicional en consecuencia adoptar una tesitura
diferente. Ella consiste en lo siguiente:
• Computar las transacciones de demanda intermedia y final de los bienes sin
considerar la intermediación del comercio. Ello debe realizarse valuándolas a
precios que no consideren los márgenes de comercialización; esto se denomina
valuación a precios del productor.
• Incluir los márgenes de comercialización como compras y ventas de servicio de
comercio, en forma separada y simultánea a las transacciones de bienes.
Así, por ejemplo, la venta de un bien del sector A al B, mediada por el comercio, será
considerada como transacción a precios de productor entre A y B; simultáneamente
el sector B adquirirá servicio de comercio por el valor del margen de comercialización.

22Este es el caso, por ejemplo, cuando se adoptan técnicas de insumo-producto. Véase el


capítulo de este trabajo.
5. EL SECTOR GOBIERNO Y SU CONTABILIZACIÓN EN EL
CUADRO INSUMO-PRODUCTO

5.0 Introducción

Hasta aquí, hemos presentado el Cuadro Insumo-Producto y los principales


agregados económicos para una economía sin sector gobierno. Corresponde ahora
su inclusión; previamente, se desarrollarán algunas consideraciones generales acerca
del sector.

Las actividades gubernamentales son realizadas por un conjunto amplio y variado de


organismos. Una clasificación usual, de aplicación en nuestro país, es la siguiente :

- Administración central: se compone de los organismos del poder legislativo, del


poder judicial y centralizados del poder ejecutivo (ministerios, secretarías,
direcciones, fuerzas armadas y de seguridad, etc.).

- Organismos descentralizados: integran este conjunto principalmente (pero no


únicamente) organismos del poder ejecutivo con importante grado de
autonomía y/o autarquía, respecto de la administración central (en nuestro país,
podemos mencionar como ejemplo las administraciones de vialidad, las juntas
reguladoras de productos agropecuarios, etc.)

- Empresas estatales: se trata de entidades de derecho privado y propiedad


estatal mayoritaria, asimilables a empresas privadas convencionales; se
incluyen asimismo organismos no estrictamente empresarios, pero que
cumplen funciones análogas (por ejemplo, administraciones portuarias).

Obviamente, esta clasificación es de aplicación para los niveles nacional, provincial y


municipal.
Es conveniente aclarar desde un principio que el sistema de contabilidad social que
estamos desarrollando entiende por sector gobierno únicamente a las actividades
prestadas por la administración central y los organismos descentralizados; las
empresas estatales son computadas dentro del sector privado. Más adelante, se
explicará el fundamento de este criterio, el que será mantenido de aquí en más.

5.1 Sector Gobierno: consideraciones generales

i) Actividades.

El gobierno desarrolla un conjunto muy diversificado de actividades, entre las que


podemos indicar las siguientes:

- Brinda el marco jurídico para el desarrollo de todas las actividades lícitas de los
individuos; a tal efecto, el estado tiene a su cargo la formulación del marco legal
y reglamentario que garantice seguridad jurídica. Esta es la función quizá más
característica del sector gobierno, que no puede ser delegada a otro
componente del cuerpo social.

- Asegura la defensa del territorio; ésta es también una función no delegable.

- Interviene en la distribución de los recursos entre los individuos, a fin de


alcanzar determinados objetivos (por ejemplo, asegurar ciertos niveles
mínimos de bienestar para todos los individuos). Dentro de este conjunto, cabe
mencionar como rubros de gran importancia los sistemas previsionales y de
asistencia social y sanitaria.

- Promueve el desarrollo cultural y educativo, como agente directo o mediante


incentivos a la actividad privada.

- Provee determinados componentes de la infraestructura de uso público


(típicamente, la red vial) o servicios públicos (por ejemplo, limpieza de espacios
públicos).

- Promueve el desarrollo de determinadas actividades productivas (mediante


incentivos tributarios, transferencias, subsidios, etc.).

Constatamos de esta forma que las actividades del estado pueden ser tanto
propiamente productivas, como de redistribución secundaria del ingreso y de
instrumentación de políticas que no implican erogación o transferencia explícita de
recursos.

Una parte importante de tales actividades presenta una particularidad distintiva,


respecto de los mercados privados convencionales: ellas conllevan la posibilidad de
realizar transacciones que no implican contrapartida, en forma sistemática: por un
lado, el estado puede obtener ingresos en forma unilateral, a través de instrumentos
tributarios y afines, y por el otro, puede otorgar bienes, servicios o simplemente
transferencias sin exigir repago equivalente. Por ejemplo, son operaciones típicas del
gobierno la cobranza de impuestos a la propiedad territorial, al valor agregado, a las
ventas, etc., y la prestación gratuita de servicios tales como salud, educación y
seguridad, o el pago de jubilaciones. Esto es, el sector gobierno no necesariamente
cumple el convencional principio de intercambio con que opera el resto de la
economía. Cabe notar que en el caso de los servicios que suministra, es posible que
su prestación no se encuentre a su cargo, sino que la misma se realice mediante
concesión a prestadores privados; pero ello en nada altera el carácter distintivo
mencionado.

Las empresas del estado son en cambio contabilizadas dentro del sector privado, por
ser su prestación con contrapartida específica vía precio o tarifa por servicio, por lo
que su operatoria es igual a la de las empresas privadas; naturalmente, este
procedimiento es en parte convencional, dado que tales empresas, particularmente
las de servicios, suelen ser deficitarias, por lo que parte de sus costos son cubiertos
por ingresos de origen tributario.

ii) Fundamentos de la existencia del sector gobierno

Se han formulado diversas interpretaciones acerca de la génesis y justificación de la


existencia y accionar del gobierno, como instancia diferenciada de los mercado
convencionales.

Por un lado, existen razones de sentido común, que hacen a la promoción del
bienestar, el desarrollo cultural y educativo, etc., atendiendo a objetivos no satisfechos
por la actividad privada.

Debe mencionarse asimismo una argumentación económica de interés.


Principalmente desde la óptica neoclásica, se sostiene que existen ciertos servicios
que no pueden ser provistos por la iniciativa privada, en virtud de ciertas peculiaridades
de su producción y consumo; ellos son los técnicamente denominados bienes
públicos, y presentan dos características específicas, que los distinguen de los bienes
o servicios habitualmente provistos por el sector privado:

- su consumo es no rival. Se trata de servicios indivisibles, lo que significa que el


usufructo por parte de un individuo no impide el usufructo por parte de otros;
por ejemplo, el servicio de seguridad pública es prestado en forma global, no
en función de cada individuo en particular.

- no puede ejercerse exclusión. Ello significa que no puede discriminarse al


usuario, en función de si paga o no por la prestación; ello ocurre con el sistema
vial, si no existe peaje.

Se denominan bienes públicos puros aquéllos de utilización no rival, y para los que no
es posible ejercer exclusión; los dos ejemplos citados (los servicios de seguridad
pública y de un sistema vial sin peaje y sin congestionamiento) son servicios que
responden a estas características 23. Puede desde ya haber casos intermedios; pero
no es conveniente mencionarlos aquí. En contraste, los bienes de consumo rival,
sobre los que puede ejercerse exclusión, se denominan bienes privados.

Se argumenta que mientras los bienes privados son susceptibles de provisión


mediante empresas privadas, con los bienes públicos puros ello no es posible, por
cuanto no están dadas las condiciones para que se forme un mercado. Servicios tales
como defensa, seguridad, administración de justicia, circulación vial, etc. recaen
dentro de este conjunto, y deben ser prestados sin pago y financiados mediante cobros
compulsivos; Naturalmente, el factor más importante es la imposibilidad de ejercer
exclusión.

Incidentalmente, cabe señalar que, desde este enfoque, las funciones


gubernamentales que hacen al marco jurídico y de seguridad de la sociedad son
consideradas como bienes públicos, lo que explica que sea el estado quien se hace
cargo de ellas. Esto no parece correcto. Antes bien, el marco jurídico debe
necesariamente ser monopolizado por el estado, porque sólo así pueden garantizarse
en forma general derechos de propiedad, contratos y otros instrumentos que hacen a
una sociedad con intercambio. Esto es, el orden jurídico que establece, garantiza y
reglamenta el derecho de propiedad es una condición previa a la existencia de los
mercados. Por otra parte, debe señalarse que no todos los bienes públicos deben ser
provistos necesariamente por el estado; tal es el caso de los servicios de radiodifusión
y televisión abierta, dos ejemplos quizá perfectos de no rivalidad y ausencia de
exclusión, pero que pueden ser objeto de explotación comercial privada.

A pesar de estas reservas, las características señaladas de los bienes públicos deben
ser tenidas en cuenta, por cuanto se reflejan, como veremos, en los criterios de
contabilización de la actividad del sector público.

Cabe notar sin embargo que no todas las prestaciones estatales recaen en la
categoría de bien público. Por ejemplo, los servicios de salud y educación son sin duda
bienes privados, por cuanto admiten exclusión (además de tratarse de servicios
donde, en primera aproximación, existe rivalidad); de hecho, son rubros atendidos por
el sector privado, en condiciones convencionales de mercado. Sin embargo, ellas
también son habitualmente provistas por el estado en forma gratuita; en este caso, la
fundamentación de la gratuidad reside en los motivos ya señalados de promoción del
bienestar, y aun a fines productivos (por ejemplo, la educación es un elemento
fundamental del crecimiento económico).

Por otra parte, no todos los servicios estatales son gratuitos; la obtención de
documentación, por ejemplo, suele estar sujeta al pago de aranceles; pero es obvio
que en este caso no puede hablarse propiamente de un mercado, por cuanto la

23 Es conveniente señalar que la terminología utilizada no coincide con la que se ha empleado


anteriormente en este texto. En particular, los “bienes” públicos ejemplificados son en realidad
“servicios”; esto ocurre en buena medida con los casos de bienes públicos, como es el caso de la
radiodifusión.
exigencia de pago se deriva de las funciones propias del estado, y el arancel fijado
dista de constituir el precio por la prestación del servicio.

Un caso de interés es el de ciertos servicios públicos pagos mediante tasas, como son
los de alumbrado, barrido y limpieza. Ellos constituyen una suerte de caso intermedio,
entre una prestación estatal y una prestación a través de un mercado convencional,
por cuanto corresponde el abono de la tasa sólo si el servicio se presta efectivamente
(en lo que ésta difiere de un impuesto), pero si hay prestación, el cobro de dicha tasa
es compulsivo (en ello difiere de una transacción realizada en un mercado
convencional). Además, no debe olvidarse que con frecuencia las tasas incluyen una
componente destinada a la cobertura de gastos generales de la administración, esto
es, una suerte de tributación implícita; ello ocurre habitualmente en los municipios de
nuestro país, dado que no se encuentran constitucionalmente facultados para el cobro
de impuestos.

Este tipo específico de prestaciones con contrapartida son generalmente computadas


por la contabilidad social dentro del sector gobierno; pero en diversos casos, cuando
se trata de actividades suficientemente asimilables a la de empresas públicas y la
información lo permite, se las trata de igual forma que empresas públicas (tal era el
caso de los servicios de Obras Sanitarias y de Correos, en nuestro país, hasta su
conversión en empresas).

iii) Un tema particular: el sistema previsional

Es sabido que el estado es habitualmente administrador de sistemas previsionales,


esto es, de sistemas que posibilitan una remuneración a la población que ha cesado
de ejercer actividades productivas, bajo forma de jubilaciones y pensiones.

A fin de comprender los criterios de contabilización adoptados, es conveniente aclarar


la naturaleza de tales sistemas. Existen dos conceptos alternativos de sistema
previsional, que se definen a continuación:

- Sistema de ahorro o capitalización: se trata de un sistema por el que el


beneficiario ahorra parte de su ingreso en forma periódica (generalmente
mensual). Los montos ahorrados deben ser mantenidos en colocaciones, que
rinden determinado interés. Al cabo de un cierto período (o alcanzada cierta
edad mínima) el beneficiario podrá acceder a un pago mensual, hasta su
fallecimiento, financiado por el monto acumulado durante su período activo.
Este es el sistema que rige para las entidades financieras, entre ellas las
administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones.

- Sistema de transferencia o reparto: en este caso, el individuo activo aporta una


parte de su ingreso en forma periódica a un fondo, del que se retiran recursos
para abonar haberes a la población pasiva. Para acceder al beneficio, deben
cumplirse algunas condiciones mínimas, en lo que hace a montos y tiempos de
aportes; pero este sistema no representa la formación de ahorros, sino una
transferencia de población activa a población pasiva.
Los sistemas previsionales estatales son generalmente de transferencia, en cuyo caso
los ingresos y egresos constituyen parte de las transacciones corrientes del sector
público. Generalmente, las contribuciones realizadas se denominan ingresos
parafiscales, para diferenciarlos de los ingresos tributarios ordinarios. Ello se debe a
que se trata de fondos de afectación específica, sobre los que existen derechos
adquiridos, por lo que no son parte de los ingresos generales del gobierno; ello no
impide, desde ya, tanto la eventual apropiación por parte de éste, como la necesidad
de aportar recursos adicionales a los fondos previsionales (ambas cosas han ocurrido
en nuestro país, como es sabido).

5.2 Contabilización dentro del Cuadro Insumo-Producto.

Dado que la finalidad del Cuadro Insumo-Producto es la reseña y clasificación de las


actividades productivas y de la distribución primaria del ingreso, la inclusión del sector
gobierno deberá orientarse en este sentido. Ello implica dejar de lado todo lo referido
a las acciones de redistribución secundaria del ingreso (por ejemplo, las
redistribuciones operadas por el sistema previsional), y concentrarse en las
actividades productivas propiamente dichas, lo que será realizado a continuación; la
temática tributaria deberá también ser considerada, pero por razones de índole
diferente, que se indicarán más adelante

a) Consumo e inversión

Como principio, el gobierno es un prestador de servicios; los bienes que


eventualmente provee sin contrapartida no son producidos por él, sino adquiridos al
sector privado; en consecuencia, corresponde incluir su actividad en el sector terciario.
Por otra parte, los bienes de inversión adquiridos por el gobierno forman parte de la
demanda final, en un todo de acuerdo con el criterio empleado para el resto de las
actividades (aun cuando la identificación entre ahorro de familias e inversión, que
fundamenta el tratamiento dado a la inversión privada, resulte un tanto forzada, en
este caso, por cuanto no se trata de ahorro voluntario).

En lo que hace a compras, puede tratarse la actividad del gobierno como cualquier
otra, dentro del Cuadro Insumo-Producto; pero en lo referente a ventas, se produce
una dificultad característica, producto tanto del tipo de bienes que se proveen como
de la forma con que son provistos, temas a los que ya se hizo referencia. Por un lado,
en el caso de los bienes públicos no es posible discriminar quiénes son estrictamente
los beneficiarios y cuánto reciben, por lo que toda asignación es convencional; por otra
parte, para el caso de todas las prestaciones gratuitas, se desconoce el beneficiario
(aun cuando no se trate estrictamente de bienes públicos, como sería el caso de
servicios de salud), y lo producido carece de un valor determinado.

Esto trae aparejadas dos consecuencias. Por un lado, no resulta factible un cálculo
contable del superávit de explotación por vía residual, tal como se realiza para el sector
privado; por el otro, ni los sectores productivos ni las familias incorporan en su
consumo los valores de tales servicios. Existen aquí dos salidas:

- realizar correcciones en los valores de consumo (incluyendo el superávit de


explotación), imputando valores de lo producido por el gobierno a cada sector
de la demanda intermedia y final;

- otorgar al gobierno un tratamiento diferenciado, respecto de los restantes


sectores productivos.

Para la confección del Cuadro Insumo-Producto se opta por la segunda alternativa.


Ello se debe principalmente a las dificultades teóricas y prácticas inherentes a la
primera, por cuanto requiere un estudio detallado, a fin de identificar los beneficiarios
efectivos de los servicios prestados por el gobierno y realizar las valuaciones
correspondientes, además de la formulación de criterios para la imputación sectorial
en el caso de los bienes públicos; de hecho, éstos son temas centrales del área de
Finanzas Públicas. En consecuencia, se ha optado por criterios de orientación
contable, que si bien no son económicamente elucidativos, tienen la ventaja de ser
unívocos y fácilmente aplicables.

El tratamiento dado a los servicios de consumo del gobierno consiste en considerarlos


como parte de la demanda final, como si todo el consumo fuera realizado por las
familias; se los contabiliza sin embargo en forma separada (a veces, la literatura
técnica alude a que se trata de un consumo realizado "en nombre de la sociedad", lo
que no pasa de ser una metáfora). No se contabiliza superávit de explotación alguno
(lo que no significa que necesariamente la inversión pública no tenga retorno, desde
un punto de vista económico), por cuanto no existe un valor de venta; en
consecuencia, el consumo del gobierno es valuado computando únicamente los
costos de insumos y de salarios. Nótese que a raíz de este criterio, el gobierno es el
único sector dentro de la demanda final en cuyo consumo figuran salarios, lo que pone
en evidencia sus particularidades.

El valor agregado por el gobierno equivale entonces al monto de los salarios pagos; el
cálculo en términos brutos debería conceptualmente incluir las depreciaciones, pero
ello no se realiza para nuestro país, por falta de información suficiente (esta
circunstancia debe ser tenida en cuenta, si se realizan estimaciones de stock de
capital). Como ha sido notado reiteradamente, este criterio puede producir
distorsiones, en caso de existir sobre-empleo, un fenómeno observado con frecuencia
en el sector público (aun cuando debe señalarse que se trataría de un error de signo
contrario al producido por la omisión de la contabilización del superávit bruto de
explotación).

b) Influencia de los impuestos y subsidios sobre la valuación

En principio, no se requeriría la inclusión de los impuestos en el Cuadro


Insumo-Producto, puesto que se trata de transferencias que no hacen a la producción
o a la distribución primaria. Sin embargo, deben ser tenidos en cuenta por un motivo
diferente: el impacto que pueden producir sobre la valuación del producto. Al ser el
impuesto una erogación compulsiva sin contrapartida, su imposición puede crear un
incremento de precios que no refleja incremento alguno de recursos afectados a la
producción, lo que podrá introducir distorsiones, derivadas de una medición realizada
con un patrón no uniforme a lo largo del tiempo, o entre sectores. Corresponde en
consecuencia descontar el eventual efecto de los tributos sobre la valuación de la
producción de cada sector.

Esta tarea requiere la identificación de la incidencia de los impuestos sobre los precios,
un tema que dista de ser sencillo. La contabilidad social parte de la clasificación usual
entre impuestos directos e indirectos:

- Impuestos directos: son aquéllos que son efectivamente pagados por el


individuo o sociedad sobre la que recaen; esto es, no pueden ser trasladados,
por lo que no producen alteraciones en los precios.

- Impuestos indirectos: son aquéllos que son trasladados a los compradores del
individuo o sociedad sobre la que recaen. Al ser transferidos al comprador,
estos impuestos se traduce en precios más elevados, lo que se difunde al
conjunto de la economía (por ejemplo, un impuesto sobre los combustibles se
traducen en modificaciones de precios en una amplia gama de actividades
productivas).

Todos los impuestos son clasificados dentro de una u otra categoría, adoptándose al
respecto criterios tradicionales de incidencia, que se indican a continuación:

- Los impuestos sobre las transacciones se consideran indirectos; entre ellos,


cabe mencionar el impuesto al valor agregado, el impuesto a las ventas, los
llamados impuestos internos, etc..

- Los impuestos sobre los ingresos de los factores o sobre su propiedad se


consideran directos; por ejemplo, el impuesto a las ganancias, al patrimonio, a
la propiedad territorial, etc..

Cabe advertir que estos criterios constituyen hipótesis de carácter no contable, por lo
demás un tanto rudimentarias (por ejemplo, no admiten hipótesis intermedias de
incidencia). La cuestión acerca del grado en que un impuesto es transferible ha dado
lugar a diversas controversias en el campo de las finanzas públicas; ellas se refieren
en particular a los impuestos sobre propiedad e ingresos, puesto que se acepta que
los impuestos sobre las transacciones son efectivamente trasladados (excepto en el
caso de ventas al resto del mundo, donde generalmente se supone que la economía
no influye en la determinación de los precios; en este caso recaen sobre el productor,
aun cuando sean formalmente sean pagos en un eslabón posterior de la cadena de
comercialización). Suele argumentarse al respecto que existe la posibilidad de
transferir el impuesto a las ganancias, mediante un sobrecargo en el margen de venta
(aun cuando ello implicaría que el empresario conoce de antemano el monto de su
ganancia, lo que es dudoso); el impuesto al patrimonio, al representar una erogación
fija previsible, sería fácilmente trasladable, como lo es cualquier rubro semejante de
costo 24.

En consecuencia, estos criterios deben ser tomados con reservas, aun cuando sean
ya tradicionales en la contabilidad social.

Resta considerar un rubro, cuyo tratamiento es similar al de los impuestos indirectos;


se trata de cierto tipo de subsidios, cuyo efecto es el de reducir el precio de venta de
un producto al consumidor final. También en este caso, deberá decantarse su efecto
sobre la valuación. Se incluyen aquí, además de subsidios sectorialmente orientados,
los déficit corrientes de las empresas del estado; esto responde al criterio de que tales
quebrantos proceden de una política de subsidiar a los usuarios, lo que constituye un
tratamiento algo simplista.

c) Conclusiones: el Cuadro Insumo-Producto y los agregados, con la inclusión del


sector gobierno

El ejemplo adjunto muestra la conformación del Cuadro Insumo-Producto, una vez


incluídas las partidas correspondientes al sector público. Los elementos adicionados
en función de la aparición del sector público son los siguientes:

- Demanda de consumo de gobierno, como parte de la demanda final, pero con


la particularidad de incluir el pago de salarios.

- Demanda de inversión pública, como parte de la demanda final.

- Impuestos indirectos, netos de subsidios.

Por lo demás, el Cuadro no sufre variaciones.

Habitualmente, se discrimina el efecto de los impuestos indirectos y subsidios en el


cálculo del valor agregado sectorial, pero no en el correspondiente al gasto. Ello
acarrea algunas particularidades que deben ser observadas. Cuando se obtienen
totales de ventas por fila, se están adicionando ventas a costo de factores (insumos
intermedios) y a precios de mercado (demanda final), razón por la cual el total se
encuentra valuado sobre una base híbrida. Asimismo, ello implica que el monto que
efectivamente se asigna a cada sector por este concepto es únicamente el que
corresponde a las ventas a la demanda final; esto es, puede ser superior o inferior al
monto efectivamente desembolsado de impuestos por el sector, y equivalen a una
situación hipotética en la que todos los impuestos indirectos serían erogados
únicamente en la etapa de venta a la demanda final (lo que se corresponde
evidentemente con el carácter indirecto de los impuestos). En otros términos, si un

24 De hecho, este criterio ha sido utilizado en estimaciones en nuestro país. Ver CONADE-CEPAL

(1965).
sector vende únicamente a la demanda intermedia, no corresponde asignar impuestos
indirectos, en el Cuadro Insumo-Producto; viceversa, a un sector que vende
únicamente a la demanda final deberá imputársele la totalidad de los impuestos
indirectos que recayeron sobre las etapas anteriores.

Si se detraen los impuestos indirectos y se agregan los subsidios, la valor agregado


será valuado a costo de factores; en caso contrario, la valuación será a precios de
mercado. Esto es, tendremos:

VAL. AGREGADO A PRECIOS DE MERCADO = VAL. AGREGADO A COSTO


FACTORES + IMP.INDIRECTOS - SUBSIDIOS

Lógicamente, esto vale para las valuaciones tanto en términos brutos como netos.

Concluye de esta manera la presentación del Cuadro Insumo-Producto. Como puede


percibirse de la discusión desarrollada hasta aquí, la introducción del sector gobierno
no sólo se traduce en la necesidad de algunos ajustes; ella plantea algunos problemas
de importancia, cuya resolución no es del todo satisfactoria, por cuanto priman criterios
convencionales en cuestiones de fondo; tal es el caso del tratamiento del consumo, y
del ajuste de valuación por el impacto de impuestos y subsidios. Ello no es sino el
reflejo de las particularidades que evidencia el sector gobierno.

Asimismo, debe señalarse que la caracterización del sector gobierno que surge, en el
cuadro, es bastante limitada, puesto que sólo se obtiene una discriminación del gasto
en bienes y servicios, incluyendo aquí la inversión; al no contarse con la totalidad de
la información referida a ingresos fiscales, ni siquiera puede obtenerse información
acerca de la situación fiscal.

Estas conclusiones negativas no deben ser consideradas per se una crítica al Cuadro
Insumo-Producto y a los agregados macroeconómicos, toda vez que ellos fueron
primariamente concebido para clasificar y cuantificar intercambios en mercados, no
siendo su objetivo el tratamiento exhaustivo del sector público. Sin embargo, estas
limitaciones deben ser considerados, cuando se consulten guarismos de esta
naturaleza. Un mejor tratamiento de dicho sector debe ser realizado mediante otras
presentaciones contables 25.

5.4 Nota adicional: el caso de las instituciones privadas sin fines de lucro

Las instituciones privadas sin fines de lucro adquieren bienes y servicios para
proporcionarlos luego en forma gratuita a sus beneficiarios. En este sentido, su
actividad guarda analogía con la del gobierno, en cuanto otorga sin contrapartida.

Los sistemas contables consideran que la actividad de estas instituciones no es


propiamente productiva, por lo que no se las contabiliza como tales. Las

25 Ello se logra mediante sistemas de cuentas (véase el capítulo 10)


adquisiciones que realizan quedan en consecuencia contabilizadas en la demanda
final, como compras de consumo, incluyéndoselas dentro del consumo privado
(excepto el caso de inmuebles).

6. MEDICIÓN A PRECIOS CONSTANTES

El objeto de este capítulo es presentar elementos básicos referidos a la medición de


los agregados macroeconómicos a precios constantes. En primer término, se
considerarán el concepto y objetivo de esta medición; seguidamente, se discutirá la
elección de la base de precios, para finalizar con la presentación de los procedimientos
de cálculo habituales. En el anexo del Capítulo 2, se indican algunas nociones básicas
acerca de números-índice, para el lector no familiarizado con dicha temática,
necesarias para la adecuada comprensión del material de este capítulo.

En el tratamiento de la medición a precios constantes, es importante distinguir entre el


concepto y los procedimientos de cálculo, algo que no siempre la literatura hace. Ello
es así, por cuanto el cálculo a precios constantes es el punto de partida práctico para
la estimación de los agregados macroeconómicos, existiendo en la literatura cierta
tendencia a confundir ambos niveles. Contrariamente a lo que podría sugerir el sentido
común, la obtención de valores a precios corrientes se realiza posteriormente; pero
ello es fácil de explicar: el cálculo a precios constantes no requiere conocer los precios
de cada período, sino sólo las cantidades.

6.1 Concepto y objetivo

6.1.1 Conceptos generales

Como ya se ha visto al presentar los conceptos básicos de producto e ingreso, la


contabilidad social recurre a cuantificaciones que agregan rubros de diferente valor de
uso mediante los precios; el sistema de precios se convierte de esta forma en un
sistema de medición.

En el capítulo metodológico, se consignaron dos diferencias básicas entre este tipo de


medición y las mediciones en ciencias naturales. Por un lado, se trata de un criterio de
medición producido por la propia realidad estudiada; esto es, forma parte de la propia
práctica social. Por otra parte, (y como consecuencia de lo anterior), se trata de un
patrón de medición que dista de ser estable, con lo cual pierde el necesario carácter
de invariabilidad que debe tener todo sistema de medición. Interesa ahora detenerse
en este segundo aspecto.

Existen dos tipos de variabilidad. Por un lado, lo que podríamos denominar variación
del "nivel general de precios", esto es, el incremento o disminución de todos los precios
en forma simultánea. Por el otro, la variación de precios relativos, o sea, el cambio en
la relación de precios entre los diferentes bienes o servicios.

En la práctica ambas formas de variación son inseparables, por cuanto los procesos
inflacionarios siempre se ven acompañados por variaciones de precios relativos
(incluso, con frecuencia se observa que la variación de precios relativos se incrementa
cuando se acelera el crecimiento del nivel general de precios). Pero debe destacarse
que es la variación de precios relativos lo que más daña a este sistema de medición;
si en una situación hipotética, variaran uniformemente todos los precios, el efecto
sobre el sistema de medición podría corregirse fácilmente, mediante un único
coeficiente - procedimiento equivalente a un cambio de unidad de
medida - independientemente de cuál fuera la magnitud de la variación del nivel
general de precios.

Para la valuación de los agregados macroeconómicos de un período alcanza con


elaborar un único sistema de precios representativo para aquél (suponiendo desde ya
que puedan adoptarse precios representativos del período, toda vez que se trata de
variables-flujo); pero la realización de análisis intertemporales requiere la confección
de series de tiempo basadas en un único sistema de medición, a fin de garantizar
comparabilidad. En otros términos, debemos contar con un metro estable, como
patrón de agregación.

Corresponde seguidamente mencionar una crítica conceptual frecuente a la medición


a precios constantes: se afirma que a medio/largo plazo ésta lleva a sobreestimar el
crecimiento del producto, por cuanto existe una tendencia general de los productos
con precios declinantes a desplazar del mercado a otros productos cuyos precios se
mantienen elevados (en la medida en que exista efecto-sustitución en algún grado).
Si se emplea una ponderación fija a través de los precios de un período "antiguo"
dentro de la serie, los productos de mayor crecimiento y precio declinante aparecerán
sobre-representados, al adoptarse los precios antiguos, y por lo tanto más elevados.
Esto significa simplemente que si se midiera con la ponderación del último año de una
serie, el crecimiento sería menor que si se adoptara el primero. El siguiente ejemplo
aclara el argumento.

Sea una economía con dos productos, A y B, cuyos precios y cantidades producidas
son los siguientes, para dos períodos:
Período 1 Período 2

Precio A 1 1
Cantidad A 100 90

Precio B 2 1
Cantidad B 50 60

El bien B ha desplazado parcialmente al bien A, merced a su precio declinante.

Los valores de Producto son los siguientes, a precios de ambos períodos:

Período 1 Período 2

Precios per. 1 200 210


Precios per. 2 150 150

Puede constatarse que el producto muestra crecimiento o estancamiento, según la


base de ponderación adoptada.

Esta crítica no parece tener mayor fundamento, en si misma, puesto que en principio
no hay criterio alguno que indique que el período más reciente es el más adecuado a
los fines de las ponderaciones; todo dependerá del objetivo de la medición (algo poco
claro en la crítica referida). Esto nos remite al tópico siguiente, referido a la elección
de los precios a emplear.

Se señala por último que la cuestión de los diferentes resultados que se obtienen, en
cuanto a medición de los agregados, cuando se adoptan diferentes conjuntos de
precios, suele denominarse "el problema de los números-índice"; esta denominación
responde en realidad a la utilización de números-índice en mediciones de este tipo
(tema al que se hará referencia más adelante). Quizá sería más conveniente, a fin de
identificar claramente cuál es "el" problema y no confundir cuestiones de concepto y
de procedimiento, emplear la designación "problema de la medición agregada".

6.1.2 Medición a precios constantes según tipo de agregado

Es conveniente ahora considerar con algún detalle la medición a precios constantes


de diferentes tipos de agregados, de acuerdo al agrupamiento siguiente:
• Bienes y servicios
• Impuestos y subsidios
• Remuneración de factores

i) Bienes y servicios

La pertinencia de la medición a precios constantes de bienes y servicios es función de


la posibilidad de medirlos en términos físicos. Como ya se mencionó en un capítulo
anterior, en el caso de los bienes tal medición es posible; pero en el caso de los
servicios esto no siempre es así. Algunos servicios admiten alguna forma de medición,
aun cuando se requiere establecer si se trata de una medición desde el punto de vista
de la oferta o de la demanda; tal es el caso de transporte, comunicaciones, etc.. Otros
servicios en cambio presentan características que dificultan considerablemente una
medición precisa. Ello ocurre, por ejemplo, en los sectores de comercio y finanzas. En
la práctica, aun en estos casos se realiza una medición a precios constantes; pero, tal
como se verá más adelante, la solución que se adopta tiene un grado importante de
convencionalidad.

Respecto del valor agregado, su cálculo a precios constantes se define como la


diferencia entre valores de producción y de insumos intermedios, ambos a precios
constantes. Si bien nada puede objetarse en este procedimiento (suponiendo que la
identificación de cantidades sea factible), debe señalarse que el concepto de “valor
agregado a precios constantes” es un tanto ambiguo: por tratarse de una medición de
valor, no admite identificación de cantidades; pero de ser así, no tiene sentido la
medición a precios constantes. En realidad, esto parecer reflejar cierta indefinición
conceptual del valor agregado; dicho de otra manera, no resulta del todo claro qué es
lo que mide.

El valor agregado de los servicios gubernamentales, por su parte, permite un cálculo


a precios constantes relativamente sencillo, una vez aceptado el procedimiento de
medirlo por los salarios pagos. El cómputo en tal caso no consistirá sino en tomar
salarios del período base.

ii) Impuestos y subsidios

En el caso de impuestos y subsidios, claramente no es posible dividir entre precios y


cantidades, por cuanto se trata de flujos financieros puros. En consecuencia, no existe
medición a precios constantes; cuando mucho, podría incorporarse estos
componentes a los precios, obteniéndose valuaciones a precios de mercado, a precios
constantes.

Obviamente, esto no impide que pueda compararse la evolución del monto de


impuestos, respecto de un índice de precios determinado; pero esto no equivale a
realizar una medición a precios constantes.

iii) Remuneración de factores

El Superávit Neto de Explotación no es susceptible de descomposición entre precios


y cantidades, en lo que hace a la medición de la remuneración al capital 26. En

26 El Superávit Neto de explotación, según ya se vio, incluye, además de la remuneración al capital,


el pago a propietarios de recursos naturales y remuneración al trabajo no asalariado (básicamente
trabajo por cuenta propia). En el caso de los recursos naturales no habría dificultad en dividir entre
precios y cantidades, con la salvedad de que debería distinguirse prácticamente un precio para cada
fuente de recursos, por cuanto es improbable que ellos generen igual renta por unidad de producto
(por ejemplo, difícilmente dos yacimientos de petróleo tengan igual productividad). Respecto del
consecuencia, se lo obtiene por residuo; a tal fin, se determinan el Ingreso, a partir del
Valor Agregado, y la masa salarial a precios constantes.

Se ha propuesto definir como “precio” del capital a la tasa de retorno sobre la inversión,
y como “cantidad” de capital a la masa de medios de producción. Esta propuesta es
conceptualmente dudosa, tal como surge de las dimensiones involucradas: la
“cantidad” sería ahora un valor, y el “precio” una tasa (esto es, un número puro). Por
otro lado, puede constatarse que no es posible asegurar la igualdad entre ingreso y
utilización final, a precios constantes. Ello puede percibirse a partir del simple ejemplo
siguiente:

Sea la economía siguiente:


• Se utilizan edificios, como único equipo durable de producción, cuya
depreciación puede ignorarse, y que ofrecen servicios en función del tiempo. Su
valor es 500
• Entre el período 0 y 1, la producción se duplica, por incremento del número de
horas trabajadas, sin alterar el stock de edificios, pasando de 100 a 200
unidades monetarias, permaneciendo constante el precio del bien.
• El empleo es linealmente proporcional a la cantidad producida, siendo el salario
unitario de 0,5. Éste no varía a lo largo del tiempo.
• El superávit de explotación pasa así de 50 a 100, y el ”precio” del capital pasa
de 10% (50/500) a 20% (100/500).

Obviamente, la relación entre el producto y el “valor” del servicio del activo (esto
es, su productividad) se duplica. Pero si se traslada el “precio del capital” del
período 0 al período 1, la suma de ingresos a precios constantes será

100 + 10%.500 = 150

mientras que el producto (cuyo precio no se alteró) será de 200. Ello implica que la
suma de ingresos es inferior al valor del producto (aún asumiendo que los
restantes precios no variaran).

En consecuencia, si la productividad del capital cambia, la igualdad a precios


constantes no se conserva.

En algunos textos, se señala que debería formularse una reserva también para el
cálculo del ingreso de los asalariados, por cuanto no toma en cuenta variaciones en la
calidad y productividad de la mano de obra a lo largo del tiempo 27.

trabajo por cuenta propia, se trata de un rubro donde la medición por cantidades de trabajo es
dificultosa en la práctica, aunque no en la teoría (si se excluye la medición del capital adelantado en
herramientas y otros medios de trabajo, en la práctica poco significativo).
27 Esta crítica parece apuntar a la relación que existiría entre remuneración al trabajo y productividad Si

la remuneración al trabajo representa su contribución al producto (su productividad marginal, en


términos neoclásicos), entonces la variación del salario podría estar reflejando una diferencia de
productividad; en otros términos, el precio reflejaría una calidad técnica del trabajo. Naturalmente, la
Consideramos que de aceptarse esta postura, ella tendría consecuencias mayores,
por cuanto debería aplicarse también a la medición de todos los bienes, por variar su
calidad a lo largo del tiempo. La conclusión sería que no hay posibilidad alguna de
medición a lo largo del tiempo, aun en términos físicos, por cuanto no habría
comparabilidad; si bien en rigor esta postura sería correcta, pueden aceptarse
mediciones no del todo precisas, en función de su evidente utilidad. Cabe notar que
esta cuestión escapa a la temática de la agregación, en si misma, por cuanto se
presenta igualmente si se efectúan mediciones en unidades físicas de bienes o
servicios individuales.

6.2 La elección del sistema de precios para la medición

Los criterios usuales para la selección de los precios para medición a precios
constantes apuntan a identificar precios de un año que refleje una situación de
"normalidad" de la economía. Se entiende por tales a precios que permitan la normal
continuación de las actividades que integran la economía, evitándose las eventuales
distorsiones. Así, por ejemplo, adoptar para un producto el precio de un año con
sobreproducción, que se refleja en una caída de aquél, no resulta razonable.

Las condiciones específicas que suelen enunciarse aquí pueden sintetizarse de


acuerdo a lo siguiente:

- Ausencia de controles de precios.


- Ausencia de variaciones por razones ocasionales o fortuitas (sequías,
hiperinflaciones)
- Nivel importante de utilización de capacidad instalada, sin aproximarse al pleno
empleo (a fin de evitar el empleo de precios resultantes de una presión de la
demanda sobre una oferta poco elástica, o alternativamente de una situación
de saturación de los mercados).

Adicionalmente, se procura que sea un año reciente, con buena información


estadística (idealmente, un año censal); pero esto responde a los procedimientos de
estimación, tema al que se hará referencia más adelante.

Puede alternativamente definirse como año "normal" a aquél que más se aproxime al
promedio de precios relativos del conjunto de años para el que se desee obtener la
medición; se trata de una normalidad de tipo estadístico (incluso podría tomarse el
promedio mismo de precios del período). Desde ya, el año elegido será
suficientemente representativo sólo si no hay una dispersión muy marcada; caso
contrario, el promedio dirá bastante poco. En otros términos, este procedimiento no
salva el problema de elección, que se agrava precisamente cuando los precios
relativos sufren alteraciones importantes.

validez de esto depende de la aceptación de los supuestos habituales en teoría neoclásica acerca de la
perfecta sustituibilidad entre trabajo y otros factores.
De las consideraciones anteriores se desprende que no existen criterios precisos, más
allá de la indicación de sentido común de no adoptar como período base un año
particularmente anómalo; en otros términos, no hay un criterio riguroso para la
medición a precios constantes (incluso, se podría pensar en un sistema de precios
que no correspondieran a un único período). Ello no es sino el resultado de las
imprecisiones propias de la medición agregada a través de los precios, en función
principalmente de cierta indefinición de la intención de esta medición (véase
nuevamente el acápite referido a este tema). Nótese que estas consideraciones son
igualmente aplicables a la medición a precios corrientes, toda vez que la elección del
período de medición es igualmente arbitraria en este caso.

6.3 Operatoria - el empleo de números-índice

El cálculo del producto a precios constantes podría realizarse fácilmente, en caso de


disponerse de información suficiente acerca de precios y cantidades. En tal caso, las
cuestiones operativas serían triviales.

En la práctica de las cuentas nacionales, esto no es así, debido a las considerables


dificultades de captación de información, que obligan a recurrir a un conjunto de
métodos y procedimientos estadísticos, en particular técnicas de muestreo.

Sin ingresar en detalles, se presentan a continuación algunos lineamientos generales


acerca de este tema. Conviene recordar que las estimaciones de las cuentas
nacionales a precios constantes son previas a las de precios corrientes.

Siguiendo una estrategia expositiva tradicional, adoptamos como punto de partida dos
aproximaciones básicas para el cálculo de los agregados a precios constantes. Se
trata de la deflación y la extrapolación.

6.3.1 Deflación

Sea un conjunto de bienes, valuados a precios del período en el que han sido
producidos. El valor correspondiente puede expresarse de la manera siguiente:

Vtt = SUMi(pit . qit)

donde p y q significan precios y cantidades, i identifica cada bien, y t se refiere al


período corriente. Vtt debe entenderse como "valor de bienes producidos en el período
corriente a precios del período corriente". Para mayor claridad expositiva, los
subíndices i serán omitidos de aquí en más.

El cálculo a precios constantes consiste en encontrar el valor de la expresión siguiente:

Vto = SUM (po . qt)


El cálculo de esta expresión por deflación parte de la igualdad siguiente:

SUM(po . qt) = SUM(pt . qt)


SUM(pt . qt)
SUM(po . qt)

Esto es, se divide el valor a precios corrientes por un cociente que no es sino un índice
de precios de base móvil, o índice de Paasche.

Ahora bien, es importante notar que este paso es puramente procedimental, por
cuanto conceptualmente parte de una igualdad trivial: más aún, puede observarse que
un término del referido índice ya contiene la valuación de V a precios constantes.

Por lo tanto, este procedimiento vale en tanto nos permita una aproximación
instrumentalmente útil. Ello es posible si el índice de Paasche puede ser estimado
mediante muestra; en otros términos, si puede obtenerse una aproximación muestral
de la expresión entre corchetes.

Cuando se trata de la estimación del valor agregado, pueden deflactarse los valores
de producción y de los insumos intermedios, por separado. Este procedimiento se
denomina doble deflación.

6.3.2 Extrapolación

El procedimiento de extrapolación parte del valor de una canasta de bienes para el


año considerado como base. Esto es,

Voo = SUMi(pio . qio)

donde, análogamente al caso anterior, p y q significan precios y cantidades, e i


identifica cada bien, mientras o se refiere al período base. Voo debe entenderse como
"valor de bienes producidos en el período base a precios del período base". Para
mayor claridad expositiva, los subíndices i también serán omitidos de aquí en más.

Ahora bien, para obtener el valor de los bienes de un período t a precios del período
base o, esto es,

Vto = SUM (po . qt)

puede realizarse la siguiente operación:

SUM(po . qt) = SUM(po . qo) . SUM(po . qt)


SUM(po . qo)
El segundo término puede ser interpretado como un índice de cantidades de
Laspeyres. Igualmente a lo indicado para la deflación, este procedimiento tiene sentido
práctico únicamente sin se dispone de una estimación muestral del índice
mencionado.

6.3.3 El cálculo en la práctica

En principio, el cálculo de los agregados macroeconómicos es realizado aplicando la


extrapolación, por lo que se obtienen en primer término estimaciones a precios
constantes, las que luego son traducidas a valores corrientes. Tal como se señaló, la
razón de este procedimiento es que las primeras requieren menos información que las
segundas.

Esto implica adoptar un año base, para el que se realiza el cálculo de los agregados
completos, y luego extrapolar los resultados obtenidos mediante índices de cantidad
producida; naturalmente, se trata de índices muestrales. Este procedimiento puede
aplicarse igualmente a los agregados que componen la demanda final, para lo que se
requiere conocer el destino de la producción año a año. En el caso de sectores que
producen exclusivamente bienes de inversión, insumos intermedios, o casos
análogos, esta cuestión es trivial, por cuanto el destino de la producción surge de su
naturaleza técnica; las dificultades mayores surgen cuando un mismo bien es
susceptible de distintos usos (por ejemplo, frutihortícolas, automotores, etc.).

Cabe puntualizar algunos aspectos adicionales del cálculo, tal como se realiza en
nuestro país:

a) La extrapolación no se realiza mediante un índice de cantidad de valor agregado -


esto es, extrapolando por separado producción del sector e insumos intermedios - ,
sino que se utiliza el de producción; por ejemplo, para calcular el PBI del sector
cementero de un año, se extrapola mediante un índice de cantidad de cemento
producido. Esto conlleva una nueva hipótesis, para el valor agregado: la relación valor
agregado/valor de producción no varía.

Formalmente, la estimación del valor agregado (VA) del período t se realiza mediante
la operación siguiente:

VAt= VA0. VBPt / VBP0

donde VBP representa un índice muestral de cantidades producidas por el sector


(esto es, un índice de su valor bruto de producción). Para que el cálculo anterior sea
exacto, se debe cumplir que:

VAt/VBPt = VA0 / VBP0


o, lo que es lo mismo,

SUM IIt/VBPt = SUM II0 / VBP0


siendo SUM II el valor del conjunto de insumos intermedios requeridos para la
producción.

Esta hipótesis de constancia de la relación insumo/producto relativiza los resultados,


en la medida en que la misma no es constante a lo largo del tiempo. En particular, el
cambio técnico introduce variaciones que desactualizan la base de cálculo; se
recomienda usualmente la revisión de ésta por lo menos cada 10 años (o en menos
lapso, en el caso de economías que experimenten cambios muy pronunciados). El
empleo de este procedimiento obedece a motivos de acceso a información: es
obviamente más sencillo acceder a datos acerca de producción sectorial que de valor
agregado.

Cabe señalar que si bien este procedimiento es utilizado en forma predominante, para
algunos sectores puede obtenerse el valor agregado mediante datos contables
disponibles, a precios corrientes; ellos son luego deflactados (por ejemplo, explotación
de petróleo crudo y gas natural, en la estimación de agregados con base 1970).

b) En el caso de servicios para los que no es posible definir con precisión cantidades
producidas - por ejemplo, comercio y finanzas -, se realiza una extrapolación a partir
del valor agregado del año base, mediante un índice que se considera representativo
del nivel de actividad. En el caso de comercio, se emplean indicadores de bienes
comercializados, mientras que en el del sector financiero se utilizan indicadores de
depósitos o préstamos, deflactados. Para los servicios gubernamentales, se utiliza un
índice que combina el empleo involucrado y la población total del país Corresponde
destacar que estos procedimientos no dejan de ser convencionales, y deben ser
considerados con reservas, en función de las diferencias de estos sectores, con
respecto de los productores de bienes.

c) En lo que se refiere a demanda final, se estiman cada uno de los componentes


también por extrapolación, excepto el consumo privado, que es obtenido por residuo.
Este procedimiento tiene dos consecuencias dignas de mención:

• No se realiza una conciliación entre ambas mediciones de producto, lo que no


permite una validación de control de los guarismos obtenidos. Esto es
consecuencia de la carencia de información fidedigna acerca del gasto de familias.
• Dado que la variación de existencias es captada en forma parcial, la estimación del
consumo de familias por residuo incluye de hecho variaciones de existencia no
captadas en otras partidas.

d) La obtención de estimaciones a valores corrientes se realiza posteriormente, en la


medida en que la información sobre precios lo permita. A tal fin, se aplica el
procedimiento inverso a la deflación: se multiplica el valor obtenido a precios
constantes por un índice muestral de precios de Paasche, que se confecciona al
efecto.
6.4 Precios implícitos

Cuando se dispone de estimaciones a precios corrientes y constantes, puede


obtenerse un índice de precios, mediante este cociente:

Indice de precios = PBI precios corr =


PBI precios const

= SUM(pt . qt)
SUM(po . qt)

Este es un índice Paasche de precios poblacional, por cuanto se refiere a la totalidad


de la producción (aun cuando para su obtención se empleen técnicas muestrales,
según se vio). Se lo denomina Indice de Precios Implícitos, y puede ser obtenido para
valor agregado de cada sector y componente de la demanda final.

El interés de este índice no es el de obtener un indicador global de inflación, por cuanto


los índices muestrales suelen brindar una aproximación razonable (además de ser
producidos en forma mensual, lo que los torna más útiles a los fines del análisis
macroeconómico). Una posible utilización de los índices de precios implícitos es la
determinación de la evolución de los precios relativos de cada sector económico, para
el conjunto de actividades que lo componen.

6.5 Términos de intercambio

La variación de precios relativos dentro de una economía no representa ganancia o


pérdida neta para el conjunto, por cuanto un incremento de precios relativos para un
sector implica una desmejoría para los restantes.

Sin embargo, cuando se consideran las relaciones de la economía con el resto del
mundo, las variaciones de precios relativos de los bienes y servicios exportados e
importados significan ganancias netas, que incrementan el ingreso real disponible: si
por ejemplo el precio de las exportaciones se incrementa en un 20%, mientras que el
de las importaciones permanece constante, la economía incrementará su poder
adquisitivo a nivel internacional, lo que podrá traducirse en una mayor disponibilidad
de bienes para consumo o inversión, sin que haya realizado esfuerzo productivo
alguno.

Naturalmente, la variación del poder adquisitivo de la economía, o mejor dicho de sus


exportaciones, respecto del resto del mundo requiere partir de un año base, que se
empleará como referencia. La elección del mismo es arbitraria, al igual que en el caso
de la medición de agregados a precios constantes (aunque normalmente ambos años
base coinciden).
¿Cómo efectuar esta medición? En principio, deben analizarse los comportamientos
de los precios relativos de exportaciones e importaciones. Ello puede realizarse a partir
de un concepto sencillo, como es el índice de términos de intercambio. Si
exportaciones e importaciones estuvieran compuestas por un único bien cada una,
dicho índice se expresaría de la forma siguiente:

ITIt = (PxT / Pxo) / (PmT / Pmo)

donde:

ITI = Indice de términos de intercambio


Px = Precio del bien exportado
Pm = Precio del bien importado
t,o = período corriente e inicial.

Cuando pasamos al caso real de n bienes exportados y m bienes importados, el ITI


pasa a ser expresado en términos de números-índice de precios, de acuerdo a lo
siguiente:

ITIt = (IPxT / IPxo) / (IPmT / IPmo)

donde los términos IP representan los índices de precios de exportaciones e


importaciones.

Un valor superior a la unidad para el ITI indica una ganancia de términos de


intercambio, y viceversa. Por ejemplo, un valor de 0,85 nos indica que un mismo
volumen de exportaciones puede comprar un 15% menos de importaciones, respecto
del período base.

Es de destacar que pueden adoptarse tanto índices de Paasche como de Laspeyres,


no existiendo un criterio preestablecido que dé preferencia a alguno de ellos. En la
práctica corriente se emplean los segundos, por obvias razones de facilidad de cálculo.

Ahora bien, aun cuando el ITI proporciona una indicación muy valiosa acerca del poder
adquisitivo de las exportaciones, no permite establecer el impacto que sus variaciones
tienen sobre el conjunto de una economía. Dicho impacto debe ser aquilatado a partir
de la importancia relativa que tiene el sector externo. Por ejemplo, puede darse el caso
de dos economías que registran variaciones similares del ITI, pero que se ven
afectadas en grado muy diferente, en función de la importancia que reviste el sector
externo dentro de la demanda final: no es igual el impacto de variaciones en el poder
adquisitivo de las exportaciones cuando ellas representan menos del 5% de la
demanda final (como es el caso de los Estados Unidos) o más del 50% (como ocurre
en algunos países pequeños).

En consecuencia, se requiere una medición que permita inferir la importancia relativa


de una variación de los términos de intercambio, en el conjunto del ingreso.
La medición propuesta parte de comparar el poder adquisitivo de las exportaciones en
un período corriente, valuado de acuerdo a dos conjuntos de precios: los precios de
exportaciones e importaciones de dicho período, y los precios de exportaciones e
importaciones del período base. Dicho poder adquisitivo se mide en valor de
importaciones, a precios constantes.

Este concepto se denomina "Efecto de las variaciones de términos de intercambio";


es útil presentarlo primeramente para el caso de transaccionarse un único bien de
exportación y de importación:

EVTI= [(Pxt.Qxt)/Pmt].Pmo - [(Pxo.Qxt)/Pmo].Pmo

donde:
EVTI = Efecto de variaciones de los términos de intercambio
Qx = cantidades exportadas del único bien.
y los símbolos restantes son los ya descriptos.

Mediante sencillos pasos algebraicos, puede obtenerse una presentación más


ilustrativa del EVTI, a saber:

EVTI = Qxt.Pxo . [(Pxt/Pxo)/(Pmt/Pmo) - 1]

o sea

EVTI = Qxt.Pxo . [ITI - 1]

De esta forma, puede percibirse que cuando el ITI es igual a la unidad, el EVTI es nulo:
si no varían los precios relativos de exportaciones e importaciones, no hay ganancia
o pérdida alguna. No parece superfluo enfatizar que el cálculo del EVTI en momento
alguno incorpora las importaciones efectivamente realizadas.

El paso al caso real de multiplicidad de bienes exportados e importados se realiza


simplemente introduciendo la sumatoria de las exportaciones a precios constantes; el
ITI queda por su parte definido de la forma ya indicada:

EVTI = SUM(Qxt.Pxo) . [ITI - 1]

El EVTI es ahora susceptible de ser incorporado a las mediciones de producto, por


cuanto se trata de una magnitud conceptualmente comparable. Los criterios vigentes
de la contabilidad social introducen aquí una distinción entre producto e ingreso, a
saber:

Producto + EVTI = Ingreso

Esto es, producto e ingreso dejan de ser conceptos cuantitativamente equivalentes.


Sin menoscabo de la importancia del tema de los términos de intercambio, cabe
señalar algunos reparos a la incorporación del EVTI en la contabilidad social y a la
consiguiente redefinición del concepto de ingreso:

• En primer término, se trata de un concepto de naturaleza conjetural o virtual; en tal


sentido, no es estrictamente operable conjuntamente con conceptos
eminentemente contables, como los que integran el sistema de Cuentas Nacionales
presentado. La naturaleza señalada queda en evidencia por el hecho de que los
EVTI no incluyen las importaciones efectivamente realizadas,. Nótese asimismo
que este guarismo puede ser formulado alternativamente en los términos
siguientes: cuál es el monto diferencial de exportaciones que se requiere para poder
importar las cantidades corrientes del período, en función de la variación de los
términos de intercambio. Esta medición alternativa, que es tan apta como la
desarrollada más arriba, sólo por mera casualidad arrojará igual resultado (en
CEPAL, 1965, pág. 186, se indica esta medición alternativa). En consecuencia,
adicionar al Producto el EVTI implica sumar variables no estrictamente
homogéneas.

• Según se vio, la noción de Ingreso a precios constantes resulta problemática, en


función de la dificultad de medir unidades físicas para el superávit neto de
explotación. La terminología adoptada al considerar el EVTI implica retomar el
concepto de Ingreso en la medición a precios constantes, aunque en un contexto y
sentido bastante diferentes, lo que se presta a equívocos.

Se reitera que estas consideraciones no pretenden quitar importancia al efecto de las


variaciones en los términos del intercambio sobre el nivel de bienestar y el potencial
de una economía. Importancia que sin duda queda reflejada en la incorporación del
EVTI en la contabilidad social, lo que constituye un interesante ejemplo del rol social
que ella tiene, tal como se señalara en el capítulo metodológico.

9. MODELO DE INSUMO-PRODUCTO

En este capítulo, se presentarán algunos elementos básicos referidos al Modelo de


Insumo-Producto; si bien se trata de una temática que estrictamente escapa a la
contabilidad social, su presentación es tradicional en este ámbito, porque permite la
inmediata utilización del Cuadro de Insumo-Producto, que ya fuera presentado en el
capítulo 4.
En primer término, se realizará una breve reseña acerca del concepto general de
modelo y sus posibles interpretaciones. Luego, se presentará el Modelo de
Insumo-Producto.

Es de destacar que esta temática se encuentra tratada aquí a nivel elemental, por lo
que se remite a textos más avanzados, para un tratamiento más en profundidad.

9.1 Concepto y tipos de modelos; interpretación

9.1.1 Definición - Tipos de modelos

Un modelo, en principio, puede ser definido como toda representación simplificada de


determinada realidad que se desea describir y/o analizar, mediante un procedimiento
normalizado, que permite extractar y poner en evidencia elementos que se consideran
interés. Para su elaboración, se requiere entonces identificar una realidad y una
intención, y definir un criterio de abstracción.

Podemos identificar distintos tipos de modelos. Los siguientes ejemplos ilustran un


posible agrupamiento:

1) Maquetas, dibujos, etc.


2) Mapas, planos.
3) Sistemas simbólicos.

Estos tres tipos representan un grado creciente de abstracción, respecto de aspectos


de la realidad que se pretende estudiar.

En el primer caso, se reproducen tal cual aparecen algunos elementos físicos


relevantes. En el segundo, se establece un código gráfico de representación (por
ejemplo, un doble círculo puede representar una ciudad de determinado nivel de
población). Ya en el caso de los sistemas de símbolos, se trabaja exclusivamente con
conceptos (cualitativos, comparativos y cuantitativos), organizados en diagramas,
sistemas de ecuaciones y métodos análogos.

Ningún método de representación es por si mismo superior al otro; la elección deberá


ser guiado exclusivamente por los propósitos de análisis que se persigan.

9.1.2 Modelos matemáticos - su interpretación

En economía, se trabaja exclusivamente con modelos simbólicos, predominantemente


en lenguaje matemático; a ellos se hará referencia de aquí en más.

Un modelo matemático nos indica cómo se vinculan entre sí determinadas variables;


pero no va más allá de la vinculación lógico-matemática. Toda conclusión que se
extraiga deberá forzosamente partir de la interpretación que deseamos darle; y esta
interpretación no surge del modelo, sino del enfoque analítico que estemos
empleando.

A fin de ilustrar este importante punto, adoptaremos un modelo sencillo, e indicaremos


diversas interpretaciones de la que el mismo es susceptible. Se trata del conocido
modelo simple del multiplicador:

Y = k.I + b

donde
Y = producto
I = inversión
k, b = coeficientes.

Se trata de un modelo elemental, cuya única finalidad será la de ilustrar los conceptos
que se desarrollarán a continuación (por lo que no deberán extraerse conclusiones a
nivel teórico de las consideraciones que siguen).

Este modelo puede ser utilizado a los fines siguientes:

• A fines descriptivos, se utiliza el modelo para establecer qué relación estadística se


verifica entre inversión y producto, para una serie histórica determinada; se trata
entonces de una suerte de "descripción sintética". A tal efecto, existen técnicas
estadísticas (en particular, la regresión lineal) que permiten estimar los coeficientes
a y b de la función, los que de esta forma pasarían a ser los “descriptores” del
comportamiento de la serie.

Cabe notar que en este caso la versión invertida del modelo es igualmente válida:

I = (Y - b)/k

• A fines explicativos, se utiliza el modelo para vincular bajo una relación causal
ambas variables. Más específicamente, cuál nivel de producto es alcanzado a partir
de determinada inversión (obviamente, en este caso la versión invertida no tiene ya
sentido). Pero notemos que el modelo no contiene en sí tal relación causal; más
claramente, no nos indica cuáles son los mecanismos económicos que
fundamentan esta relación. Cabe notar incluso que cabe más de una hipótesis; a
efectos ilustrativos proponemos dos:

⇒ la inversión determina el nivel de producto, por ser la principal forma de


gasto autónomo.
⇒ la inversión determina el nivel de producto, por cuanto es la principal
fuente de incremento de productividad, dado que el stock de fuerza de
trabajo puede considerarse invariante, en el corto plazo.
Un mismo modelo puede entonces ser susceptible de lecturas explicativas diferentes.
Conviene enfatizar que esto no significa que ambas lecturas sean asimilables entre
si; esto es, el que dos teorías se manifiesten mediante un mismo modelo no
implican que ellas sean equivalentes (de hecho, el modelo planteado así lo
demuestra). Entre otros factores, ello ocurre en función de que una teoría es en
realidad más amplia de lo que expresa su modelo (debe enfatizarse que este punto
es objeto de debate dentro de la teoría económica).

• A partir de una explicación aceptada, o de la simple proyección de un


comportamiento estadísticamente validado, puede emplearse el modelo a fines
predictivos. A partir de una proyección independiente de la inversión, por ejemplo,
pueden obtenerse valores esperados de producto (o estimarse valores de producto
para el pasado, para inferir el valor del producto para períodos para los que no
existe información).

• Por último, puede emplearse el modelo a fines de programación. En tal caso, se


asigna una valor deseado al producto, que constituye así una variable-objetivo, y
se utiliza el modelo para establecer qué nivel de inversión permite dicho objetivo.
Esta última pasa a convertirse en una variable de intervención.

En síntesis, la utilización de un modelo puede ser de índole descriptiva, explicativa,


predictiva o de programación. Es importante distinguir entre el modelo y su
interpretación, y entre sus diferentes interpretaciones, a fin de evitar equívocos.

Un comentario final. En rigor, la propia cuestión acerca de la interpretación no debería


ni siquiera plantearse como tal: un modelo es el resultado de un determinado enfoque,
y sólo debería ser entendido como tal. En la práctica, ha sido sin embargo frecuente
en economía que un mismo modelo sea aplicado bajo diversas perspectivas, lo que
trae como consecuencia cierta autonomización de los modelos; desde ya, la tendencia
a la formulación matemática de las teorías económicas ha reforzado este fenómeno.
Esto obliga entonces a especificar en cada caso cuál es la interpretación que se está
utilizando. Por ejemplo, el modelo de insumo-producto ha sido interpretado de
diversas maneras, y más de una vez ha habido cierta confusión acerca de sus
hipótesis por este motivo.

9.2 El modelo de Insumo-Producto: características y operatoria

En primer lugar, debe establecerse el objetivo del Modelo Insumo-Producto, en


términos generales 28.

28
En el caso que nos ocupa, conviene distinguir entre cuadro IP y Modelo IP. El Cuadro IP es un arreglo contable,
que tipifica y cuantifica cierto conjunto de transacciones económicas, con objetivos generales. El Modelo IP
pretende definir un conjunto de relaciones a fines de predecir, programar, etc.; esto es, constituye una herramienta
analítica con objetivos ya más específicos. Es usual, por otra parte, el empleo del término “Matriz” Insumo-
El cuadro de Insumo-Producto nos ofrece, entre otros aspectos, una visión acerca de
los requerimientos de insumo de los diferentes sectores productivos, en el cuadro de
transacciones intermedias, en correspondencia con dados niveles de demanda final y
de producción bruta. El modelo de Insumo-Producto se propone establecer cuáles son
los niveles de demanda intermedia y de producción que corresponden a un
determinado nivel y composición de la demanda final, adoptado como objetivo. En
consecuencia, se trata de un modelo de programación.

A fin de comprender claramente el objetivo del modelo, se desarrollarán dos ejemplos.

Ejemplo 1

En una economía de tres sectores, se da esta configuración de transacciones, siendo


que cada sector produce un único producto, y se utiliza sólo fuerza de trabajo.

A B C DF VP
A 10 - - 20 30
B - 50 - 50 100
C - - 80 40 120
VA 20 50 40 - -
VP 30 100 120 - -

Nos proponemos incrementar el valor de las ventas a la demanda final de acuerdo a


los siguientes:

A = 30%
B = 20%
C = 25%

Esto significa que la columna o vector de la demanda final tendrá los valores
siguientes:

A = 26
B = 60
C = 50

Se requiere conocer cómo varía el requerimiento de insumos y de trabajo para


alcanzar este incremento de demanda; en este caso particular, se trata de una
cuestión sencilla, por cuanto cada sector utiliza solamente insumos producidos por él
mismo. En términos económicos, debemos identificar una función de producción. Se
introduce aquí la hipótesis fundamental del Modelo:

Producto, haciendo simultáneamente referencia a Cuadro y Modelo. Para evitar esta ambigüedad, este término no
será utilizado aquí.
• Los requerimientos de cada insumo y servicio de factores son directamente
proporcionales a las cantidades producidas.

En términos del ejemplo, tendremos que para cada unidad producida por cada uno de
los tres sectores, se requerirán las siguientes cantidades de insumos y de trabajo:

Sector A
- 1/3 de insumo
- 2/3 de trabajo

Sector B
- 1/2 de insumo
- 1/2 de trabajo

Sector B
- 2/3 de insumo
- 1/3 de trabajo

En términos generales, podremos enunciar una función de producción de la forma


siguiente:
x=ax+wx

donde:
x = valor de la producción de cada sector
a = requerimiento de insumo por unidad de producción
w = requerimiento de trabajo por unidad de producción

La hipótesis indicada puede resumirse diciendo que a y w son valores constantes, e


independientes por lo tanto de los niveles de producción. Estos coeficientes se
denominan coeficientes técnicos. La hipótesis equivale a asumir entonces que no
existe posibilidad de sustitución entre insumos.

El cuadro Insumo-Producto quedaría entonces conformado de la siguiente manera, a


fin de alcanzar los objetivos deseados:

A B C DF VP
A 13 - - 26 39
B - 60 - 60 120
C - - 100 50 150
VA 26 60 50 - -
VP 39 120 150 - -

Examinando los resultados obtenidos, podemos constatar lo siguiente:

- Se conserva la igualdad de compra y ventas totales, en función de las hipótesis


habituales contenidas en el cuadro Insumo-Producto, en consecuencia valor
agregado y demanda final son iguales globalmente (no existen importaciones).
- Se conserva la igualdad entre valor agregado y demanda final, sector por
sector. Este resultado, nótese bien, es absolutamente particular, en función del
ejemplo planteado.

- El valor de la producción se incrementa en mayor cuantía del incremento de la


demanda final. En efecto, el crecimiento deseado para ésta es de 26 (=
136-110) unidades monetarias, mientras que aquél crece en 59 (= 309-250)
unidades; el incremento proporcional es sin embargo igual.

Sin embargo, se requiere explicitar una hipótesis adicional, que se ha asumido


implícitamente en el razonamiento anterior:

• Los precios se mantienen constantes, para cualquier nivel y composición de


demanda final programada.

Esta hipótesis no hace sino reafirmar la utilización del sistema de precios como patrón
de medida para mediciones agregadas. Esto es, no debe ser considerada
estrictamente una hipótesis de comportamiento de los precios. 29

Por otra parte, en caso de que los sectores produzcan más de un bien o servicio (que
es lo que ocurre en la práctica, en forma excluyente) se requiere explicitar una tercera
hipótesis, a fin de validar el procedimiento anterior:

• La composición de bienes o servicios producidos por cada sector se mantiene


constante, para cualquier nivel y composición de demanda final programada.

Debe notarse que las dos últimas hipótesis son complementarias de la primera: caso
contrario, asumir coeficientes técnicos constantes carecería de sentido preciso.

Ejemplo 2

Supongamos ahora que se presente el siguiente caso, ya más complejo.

A B C DF VP
A 10 20 40 30 100
B - 30 70 50 150
C - - 50 130 180
VA 90 100 20 - -
VP 100 150 180 - -

29
Es de notar que en caso de que existiera un único bien por sector productivo, el modelo podría formularse
en términos de unidades físicas. Esta alternativa no será tratada aquí; ella permite visualizar que la hipótesis de
constancia de precios no cumple sino una función de asegurar la estabilidad del sistema de medición.
Siguen por lo demás los supuestos indicados para el ejemplo anterior. Se asume que
se desea programar un incremento de demanda final de acuerdo a los siguientes
porcentajes:

A = 10%
B = 30%
C = 20%

Podemos comprobar que los cálculos se tornan bastante más complejos, dado que
debemos tener en cuenta los requerimientos de producción no sólo para cada sector
y la demanda final, sino también para otros sectores productivos. Por ejemplo, el
incremento de la demanda dirigida al sector C requerirá mayor cantidad de los insumos
A y B, para cuya producción se requerirá a su vez más insumo A y B, etc.

Se plantea de esta manera un proceso iterativo, de interés puramente analítico, puesto


que no es susceptible de implementación (puede mostrarse matemáticamente que se
alcanza el resultado deseado en un número infinito de iteraciones).

Un abordaje más sencillo, si bien menos rico desde el punto de vista conceptual,
consiste en plantear un sistema de ecuaciones, que contenga las variables-objetivo
(demanda final a cada sector) como variables exógenas y los volúmenes de
producción como variables endógenas.

El sistema consiste sencillamente en la suma de las ventas a la demanda intermedia


y final de cada sector, y su operatoria no será sino la despejar la variable objetivo, esto
es, el valor de la producción para sector.

En términos numéricos, los datos del cuadro pueden expresarse de acuerdo a lo


siguiente:

A B C DF VP
A 10 + 20 + 40 + 30 = 100
B - 30 + 70 + 50 = 150
C - - 50 + 130 = 180

Corresponde reemplazar los valores de las transacciones intermedias por los


coeficientes técnicos y convertir en variable el valor de producción y la demanda final
de cada sector.

Los coeficientes técnicos son los siguientes:

A B C
A 1/10 2/15 2/9
B - 1/5 7/18
C - - 5/18

El sistema de ecuaciones quedará conformado de la manera siguiente:


1/10 X1 + 2/15 X2 + 2/9 X3 + DF1 = X1
1/15 X2 + 7/18 X3 + DF2 = X1
5/18 X3 + DF3= X3

donde:

Xi = valor de la producción del sector i


DFi = demanda final dirigida al sector i

Nótese que el valor agregado no interviene en el cálculo.

Se trata de un sistema de tres ecuaciones con seis incógnitas: tres de las cuales deben
ser fijadas a partir del objetivo. Esto es, se agregan en realidad tres ecuaciones a
saber:

DFA = 35
DFB = 65
DFC = 156

Reemplazando estos valores en el sistema anterior, se obtendrán las soluciones


siguientes:

XA = 117,57
XB = 186,25
XC = 216

Los valores del cuadro que satisfacen el objetivo de programación propuesto serán los
siguientes (valores redondeados):

A B C DF VP
A 11,76 24,83 48 33 117,57
B - 37,25 84 65 186,25
C - - 60 156 216
VA 105,83 124,17 24 - -
VP 117,59 186,25 216 - -

Planteo General

En términos generales, el Modelo de Insumo Productivo puede ser planteado como


un sistema de ecuaciones que, para un sector, asume la forma siguiente:

a1 1 X1 + a1 2X2 + ... + a1 n X n + DF1 = X1


a2 1 X1 + a2 2X2 + ... + a2 n X n + DF2 = X2
an 1 X1 + an 2X2 + ... + an n X n + DFn = X3
donde:
a = coeficiente técnico
X = valor de producción (expresado como SUM p.q)
DF = demanda final (expresada como SUM p.q), como variable objetivo.

Reiteremos a continuación las hipótesis ya enunciadas:


1. Las relaciones insumo-producto son constantes.
2. Los precios son constantes
3. La composición interna de la producción por sector es constante

En función de estas condiciones, puede asumirse que los coeficientes técnicos son
constantes, y por lo tanto pueden ser obtenidos a partir del Cuadro. Por su parte, los
valores de DF son fijados exógenamente, a partir de objetivos de programación. En
consecuencia, las incógnitas del modelo son n (los términos X), siendo las ecuaciones
en igual número.

Para un sistema de ecuaciones lineales existen diversos métodos de solución


(sustitución, triangulación, etc.). Interesa destacar aquí el planteo matricial, por cuanto
es la formulación corriente. Pero debe señalarse que se trata de un aspecto
meramente formal.

Si:
A = matriz de coeficientes técnicos
DF = vector de demanda final (variable objetivo)
X = vector de valor de producción.

El sistema de ecuaciones podrá ser planteado en los términos siguientes.

A * X + DF = X

Se trata, naturalmente, de productos y sumas matriciales.

A fin de despejar X, deberán realizarse los pasos siguientes:

IA * X - X = -DF
[I - A] * X = DF

donde I es la matriz identidad

El despeje de X se realiza multiplicando ambos miembros de la igualdad por la matriz


inversa de [I-A]

X = [ I - A ]-1 DF

La matriz inversa contiene coeficientes que se denominan coeficientes de requisitos


directos e indirectos.
Cabe por último indicar que un sistema lineal puede tener un vector único de
soluciones, infinitas soluciones o ser incompatible; por otra parte, las soluciones
pueden ser negativas o positivas. En función de propiedades matemáticas que no se
presentan aquí, el Modelo de Insumo Producto arroja siempre soluciones únicas y
positivas; ello es consecuencia de que los valores de los coeficientes técnicos son
nulos o positivos, e inferior a la unidad.

9.3 Modelo de Insumo-Producto: interpretación

Según ya se indicó, el MIP tiene por objetivo establecer qué niveles de producción
satisfacen niveles de demanda final fijados como objetivo; se trata entonces de un
modelo de programación.

Con posterioridad a su concepción, el MIP ha sido utilizado a otros fines.


Particularmente, conviene destacar su uso a fines predictivos.

En este caso, las variables incluídas en la demanda final son proyectadas, en función
de sus comportamientos esperados; en particular, ello es realizado para los
componentes de demanda final que pueden considerarse dotados de cierta
autonomía: inversión bruta fija, consumo del gobierno y exportaciones. El
procedimiento empleado consiste en la proyección de tales componentes, en función
de criterios determinados, y su posterior incorporación como variables independientes
en el modelo (en ciertos casos, el consumo familiar es endogeneizado, a fin de tornarlo
dependiente del nivel de ingreso, mediante procedimientos que no se detallarán aquí).
El objetivo de esta utilización es predecir el impacto de cambios en las decisiones de
inversión o en el mercado de productos exportables sobre los niveles de actividad, la
balanza comercial, etc..

Cabe señalar que la utilización predictiva invierte en cierto sentido la lógica del modelo,
por cuanto no supone ya que cada sector tiene de antemano asignado cierto nivel de
demanda para su producción, sino que el mercado transmitirá los nuevos
requerimientos "hacia atrás", los que serán satisfechos en tiempo, tras un eventual
período de ajuste. Ello trae una consecuencia importante, y es que la utilización
predictiva requiere una hipótesis adicional. Se trata de que exista capacidad ociosa en
todos los sectores productivos; de no ser así, el impacto de incrementos en los
requerimientos productivos podrá ser el de creación de cuellos de botella, con
repercusiones sobre la posibilidad efectiva de alcanzar los niveles de actividad
programados y/o sobre la demanda de importaciones. El MIP no puede reflejar el
efecto de tales circunstancias, particularmente porque los coeficientes técnicos
dejarían de ser constantes, si se incrementan las importaciones.

Con frecuencia, se ha señalado que la hipótesis de capacidad ociosa es necesaria a


los fines del modelo, en cualquiera de sus utilizaciones; pero, en rigor, la utilización a
fines de programación no la requiere, por cuanto simplemente establece
requerimientos para cada sector.
10. LOS SISTEMAS DE CUENTAS NACIONALES

Este capítulo desarrollará algunos conceptos básicos acerca de los Sistemas de


Cuentas Nacionales (SCN). Tras una caracterización general, se presentará como
ejemplo un sistema simplificado de cuentas nacionales elaborado años atrás para la
Argentina. Seguidamente, se hará referencia a los Sistemas de Cuentas Nacionales
producidos por las Naciones Unidas.

10.1 Introducción: concepto general

En los capítulos anteriores de este trabajo se han presentado diversos tópicos


referidos a la contabilización de aspectos económicos y sociales de una sociedad. Se
habrá percibido al respecto que existen dos formas básicas de organizar los conceptos
considerados:
• Indicadores individuales, no estructurados. Se trata de una enumeración de
conceptos clasificatorios y cuantitativos no relacionados formalmente entre si. Es el
caso de los indicadores consignados en el capítulo 8, que si bien pueden admitir
relaciones entre si, se presentan ante todo como conceptos autónomos, en cuanto no
integrados a un esquema más amplio.
• Indicadores estructurados. En esta alternativa, los indicadores integran estructuras
clasificatorias/cuantitativas que establecen relaciones determinadas entre sí, las que
pueden o no constituir identidades contables. Recaen en esta categoría, típicamente,
el Cuadro Insumo-Producto y el Balance de Pagos.

Resulta claro que una u otra presentación deberá ser seleccionada en función de los
propósitos del análisis y aun de presentación, por cuanto se trata simplemente de una
opción entre técnicas expositivas. Debe sin embargo señalarse que los indicadores
estructurados son en principio preferibles por dos motivos:

• aseguran una mejor comprensión de los conceptos y facilitan la tarea de precisar el


alcance de cada uno de ellos, al establecer desde un principio su vinculación con los
restantes; asimismo, ayudan a la concepción de nuevos indicadores.
• permiten visualizar, en forma inmediata, diversas características y relaciones
generalmente de utilidad; ello enriquece la lectura e interpretación de los indicadores.
Así, en el Cuadro Insumo-Producto pueden visualizarse fácilmente (y
simultáneamente) las inter-relaciones entre sectores, o el grado de participación de
cada uno de ellos en las ventas y compras al resto del mundo, algo que se tornaría
bastante más trabajoso si se recurriera a tabulaciones por separado para cada sector.

Naturalmente, la contrapartida de estas ventajas es que la lectura de los guarismos


requiere mayor habilidad y conocimiento, que en el caso de tabulaciones sencillas ad-
hoc; un caso típico de esto es la lectura aparentemente contraria al sentido común que
debe realizarse de las partidas de activos y pasivos externos en el Balance de Pagos
(en el caso de reservas, por ejemplo, un incremento de ellas se asienta con signo
negativo).

Los SCN pueden definirse, en forma genérica, como estructuras contables de variada
amplitud, que presentan un conjunto inter-relacionado de indicadores, básicamente
económicos-orientados a cuantificar los flujos y stocks de una economía.

Los componentes básicos de un SCN son los siguientes :

• unidades institucionales: se trata de los agentes cuya actividad es objeto de


tratamiento. Se incluyen aquí entonces a las familias, las empresas, el gobierno, las
instituciones sin fines de lucro, etc., con determinados niveles de apertura (por
ejemplo, según sea el caso se podrá discriminar entre empresas financieras y no
financieras). En el caso de las empresas, por otra parte, puede realizarse una
desagregación en función de sus características productivas específicas; ello implica
contabilizar a nivel de establecimientos.
• transacciones: este conjunto incluye los tipos de flujos que se contabilizan. Al
respecto, cabe una distinción central:
flujos reales - se incluye básicamente bienes, servicios y prestaciones de
factores transaccionados
flujos financieros - ellos pueden ser las contrapartidas de flujos reales o
transferencias financieras puras (por ejemplo, impuestos y subsidios).
Las transacciones se clasifican asimismo según su propósito, distinguiendo
típicamente entre diferentes tipo de utilización, tal como se vio en capítulos anteriores.
• stocks: se incluyen aquí básicamente stocks de activos productivos y de activos y
pasivos financieros.

Los SCN comprenden en general la virtual totalidad de la información comprendida en


el Cuadro Insumo-Producto y el Balance de Pagos, pero son considerablemente más
amplios; típicamente, incluyen conceptos referidos a distribución secundaria del
ingreso, a contrapartidas financieras de las transacciones reales y a stocks de la
economía. Si bien existen formulaciones de origen diverso, los SCN más conocidos
son los que se elaboran en el ámbito de las Naciones Unidas; a ellos se hará referencia
en este capítulo.

A fin de facilitar la comprensión de los SCN, se presentará en el próximo acápite un


SCN simplificado, que ha sido utilizado en la Argentina; el mismo, elaborado a partir
de uno de los SCN de Naciones Unidas, permitirá exponer algunas pautas básicas
de contabilización

10.2 Un sistema simplificado de Cuentas Nacionales

En los años 1965 y 1975, se publicaron en la Argentina dos sistemas simplificados de


Cuentas Nacionales; estas tareas estuvieron a cargo respectivamente del Consejo
Nacional de Desarrollo (CONADE) y la Comisión Económica para América Latina
(CEPAL) y del Banco Central de la República Argentina (BCRA). Ambos sistemas son
bastante similares en su concepción, aun cuando existen algunas diferencias en la
conformación de las cuentas utilizadas .

Se presentará a continuación el sistema elaborado por el BCRA en 1975 (con cifras


para el período 1950-1973), denominado Sistema de Cuentas de Producto e Ingreso
de Argentina (SCPeI), para luego mencionar brevemente las diferencias básicas con
el sistema CONADE-CEPAL.

Los objetivos del SCPeI - esto es, la información que se propone cubrir - son los
siguientes:
• Detallar la conformación del producto, en cuanto a la utilización final.
• Presentar la distribución funcional del ingreso.
• Caracterizar los ingresos y gastos del gobierno, describiendo así la redistribución
secundaria del ingreso en la que éste interviene.
• Indicar las fuentes de ahorro que financian la inversión interna.

Los sectores institucionales identificados son los siguientes:


• familias, incluyendo en este conjunto a las instituciones sin fines de lucro; éstas
últimas son incluidas aquí, en función de las dificultades de relevar los flujos existentes
entre éstas y las familias (principal vinculación de tales instituciones).
• empresas, en el sentido de “aparato productivo” que se mencionó en capítulos
anteriores.
• gobierno general, comprendiendo en este concepto a todas las jurisdicciones del
gobierno (nacional, provincial y municipal), aunque no a las empresas del estado.

A fin de comprender mejor la estructuración del SCPeI, se comenzará - al igual que


cuando se presentó el Cuadro Insumo-Producto - considerando una economía
integrada por familias que brindan únicamente fuerza de trabajo a empresas;
posteriormente, se agregará la contabilización de actividades de inversión, sector
externo y gobierno .

Caso básico

En una economía en la que las familias solamente brindan fuerza de trabajo a las
empresas, y siendo que el propósito de contabilización no incluye transacciones
dentro del sector productivo, las transacciones pueden representarse a partir de dos
cuentas de ingreso y gasto (o utilización), para ambos sectores institucionales. Ello se
realiza de la manera siguiente :

CUENTA A -EMPRESAS
Debe Haber
Remuneración al trabajo Consumo de familias
Ingreso Producto

CUENTA B - FAMILIAS
Debe Haber
Consumo de familias Remuneración al trabajo
Gasto de Familias Ingreso de familias

Esto es, las familias proporcionan a las empresas fuerza de trabajo y adquieren de
éstas bienes de consumo, registrando las empresas una situación simétrica. Por el
momento, se asume que lo producido es vendido totalmente; análogamente a lo ya
realizado para el Cuadro Insumo Producto, este supuesto se levantará más adelante.

Observamos entonces que hemos conformado un sistema contable de partida doble


- extremamente sencillo en este caso - integrado por dos cuentas de resultado. Puede
por otro lado percibirse que cada columna totaliza respectivamente Producto e
Ingreso, en los términos conocidos.

Conviene notar que la cuenta A - Empresas más adelante será desdoblada y


redefinida; por razones de claridad expositiva, se ha optado por presentarla
primeramente como se la indica. Por esta razón, la enumeración de las cuentas por
letras (A, B, C ...) será luego sustituida por una numeración, que corresponde ya al
plan de cuentas efectivamente utilizado en el sistema que se está presentando.

Economía con inversión

La incorporación de la inversión implica introducir conceptos en su mayoría ya


presentados con anterioridad. El concepto de inversión que se utiliza en el SCPeI
comprende la incorporación de activos durables de producción (esto es, Inversión
bruta fija) y el registro de variación de existencias de bienes terminados o en proceso,
como así también el cómputo de depreciaciones (que llevan en este sistema el nombre
de “Asignaciones para consumo de capital fijo”). Por otra parte, debe incluirse el
ingreso pago a los propietarios de los activos (superávit de explotación) y la parte no
consumida del ingreso por parte de las familias - esto es, su ahorro - que permite
destinar parte del producto a la inversión.

En caso de que se considerara que los bienes de inversión forman parte de la


demanda de las familias - recordemos que esta hipótesis es parte doctrinaria de las
Cuentas Nacionales, en cuando las decisiones de las empresas como tales no son
sino el reflejo de la decisión de las familias - ellos deberían ser computados como parte
de la utilización del ingreso de aquéllas. El SCPeI, en lo que es una práctica corriente,
separa el gasto de inversión en una cuenta denominada “Ahorro-Inversión”,
explicitando en consecuencia el concepto de ahorro de familias. Este procedimiento
permite registrar por separado el caso de utilidades no distribuidas por las empresas,
que se denomina ahorro de las empresas ; se incluye aquí únicamente el ahorro de
sociedades anónimas.

La incorporación de la inversión requiere ciertas redefiniciones ya explicitadas en


capítulos anteriores, acerca de la remuneración al trabajo. Esto es, se incluye en el
superávit de explotación a la remuneración del trabajo no asalariado (esto es,
remuneración a patrones o socios, cuentapropistas y trabajadores sin remuneración
fija), contabilizándose por separado únicamente la remuneración al trabajo asalariado.

De esta forma, tendremos ahora las tres cuentas siguientes, las que contabilizarán las
transacciones que en cada caso se indican.

CUENTA A -EMPRESAS
Debe Haber
Remuneración de los asalariados Consumo de familias
Superávit de explotación distribuido Inversión bruta fija
Asign. para consumo de capital fijo Variación de existencias
Ahorro de sociedades anónimas
Ingreso Bruto Producto Bruto

CUENTA B - FAMILIAS
Debe Haber
Consumo de familias Remuneración a los asalariados
Ahorro de familias Superávit de explotación distribuido
Gasto de Familias Ingreso de familias

CUENTA C - AHORRO-INVERSIÓN
Debe Haber
Inversión bruta fija Ahorro de familias
Variación de existencias Ahorro de sociedades anónimas
Asignaciones para consumo de capital fijo
Inversión bruta interna Ahorro bruto

Además de conceptos ya familiares, estas tabulaciones permiten observar la


discriminación entre ahorro de familias y de empresas.

Nótese que el ahorro es integrado también por las Asignaciones para consumo de
capital fijo. No puede dejar de notarse cierta ambigüedad en esta partida, reflejada por
lo demás en su denominación; ella puede ser tanto entendida como depreciación
(imputación de parte del ingreso para contabilizarla) como amortización (separación
de parte del ingreso para integrar el fondo de reposición). El tratamiento que aquí se
asigna parece mantener ambas acepciones: las asignaciones integran el ingreso bruto
- reflejando la depreciación de los activos - pero también el ahorro bruto, lo que indica
la formación de provisiones para la reposición. Sin duda, subyace aquí la identidad
entre ambas partidas que las Cuentas Nacionales asumen, y que anteriormente ya ha
sido objeto de una discusión crítica.

Economía con inversión y sector externo


La incorporación del sector externo se realiza computando exportaciones e
importaciones (tanto de bienes como de servicios reales), y los ingresos por renta de
tierra, trabajo y capital. Dado que el SCPeI omite las contrapartidas financieras, no se
computan movimientos de capital y divisas. En términos del Balance de Pagos, se
incluyen entonces todas las partidas vinculadas a la Cuenta Corriente . De hecho, se
construye una cuenta denominada “Resto del Mundo” que se integra precisamente
como la cuenta corriente de la economía, pero con posiciones invertidas, por cuanto
representa precisamente los flujos visto desde el lado opuesto de la economía. Las
contrapartidas de estas cuentas son los componentes del gasto - para exportaciones
e importaciones - y el ingreso generado.

Las transacciones con el Resto del Mundo producen un saldo - precisamente el saldo
de la Cuenta Corriente - que puede contribuir con signo positivo o negativo al ahorro
de la economía; por tal motivo, debe integrarse este saldo a la cuenta de Ahorro-
Inversión (este tema se retomará en seguida).

Ahora bien, el sistema opta por tratar por separado el ingreso interno y el ingreso
nacional. Por tal motivo, recurre al desdoblamiento de la cuenta que aquí hemos
denominado A-Empresas en dos cuentas, que se denominan “Producto Bruto Interno”
e “Ingreso nacional”. Se presentará aquí este desdoblamiento, adoptando
simultáneamente la numeración que efectivamente utiliza el sistema.

Tendremos entonces lo siguiente:


CUENTA 1 - PRODUCTO INTERNO
Debe Haber
Producto Neto Interno Consumo de familias
Asign. para consumo de capital fijo Inversión bruta fija
Variación de existencias
Exportaciones
Menos: Importaciones
Producto Bruto Interno Producto Bruto Interno

CUENTA 2 - INGRESO NACIONAL


Debe Haber
Remuneración de los asalariados Producto Neto Interno
Superávit de explotación distribuido Ingreso neto producido p/fact. del exter.
Ahorro de sociedades anónimas
Ingreso Nacional Neto Producto Nacional Neto

CUENTA 3 - INGRESOS Y GASTOS CORRIENTES DE LAS FAMILIAS


Debe Haber
Consumo de las familias Remuneración de los asalariados
Ahorro de las familias Superávit de explotación distribuido
Gasto de Familias Ingreso de Familias
CUENTA 5 - TRANSACCIONES CORRIENTES CON EL EXTERIOR
(Resto del Mundo)
Debe Haber
Exportaciones Importaciones
Ingreso neto producido p/fact. del exter.
Ahorro del Resto del Mundo
Utilización de las entradas corrientes Entradas corrientes

CUENTA 6 - AHORRO E INVERSIÓN


Debe Haber
Inversión bruta fija Ahorro de familias
Variación de existencias Ahorro de sociedades anónimas
Ahorro del Resto del Mundo
Asign. para el consumo de capital fijo
Inversión bruta interna Ahorro bruto

Es oportuno señalar que al introducir la remuneración neta de factores del exterior, se


han redefinido las partidas referidas a superávit de explotación y remuneración de
asalariados, las que ahora pasan a estar valuadas sobre base nacional, y no interna.
Se observa asimismo que el aporte de ahorro del resto del mundo se produce cuando
el saldo de la cuenta correspondiente es positivo; esta situación corresponde casi
totalmente al de una cuenta corriente deficitaria en el Balance de Pagos, por lo que
debe notarse que el aporte de ahorro externo puede también consistir en la
disminución de activos monetarios externos del país (esto es, divisas), y no
necesariamente en la entrada de capitales.

Economía con inversión, sector externo y gobierno

La incorporación del gobierno general se realiza a partir de la introducción de todas


las transacciones corrientes del mismo; esto es, se reproduce, con ajustes diversos,
la ejecución presupuestaria corriente - esto es, sin incluir inversión. Cabe destacar
que se emplea el concepto de gobierno que ya fuera presentado; esto implica excluir
a las empresas públicas. Sin embargo, se explicitarán algunas partidas referidas a
éstas.

Es conveniente entonces reseñar los ingresos y gastos corrientes del gobierno, y luego
consignar su contabilización en el SCPeI bajo estudio.

Los ingresos corrientes son los siguientes:


• Impuestos directos, esto es, los impuestos que no alteran los precios; a su vez, se
distingue entre impuestos directos abonados por sociedades anónimas y familias.
• Impuestos indirectos, incluyendo aquí, además de los impuestos conocidos,
determinadas tasas, licencias y otras contribuciones análogas abonadas por
empresas.
• Aportes jubilatorios, incluyendo aquí tanto los aportes personales como los
patronales.
• Otras transferencias de familias; esta partida incluye derechos sobre documentos de
identificación, multas y otros rubros análogos.
• Ingresos procedentes de empresas gubernamentales, en concepto de utilidades
como de contribuciones forzosas, pago de regalías, alquileres de edificios. etc.

Los gastos corrientes se discriminan de acuerdo a lo siguiente:


• Gastos de consumo, partida que corresponde al concepto de consumo
gubernamental que ya fuera presentada (esto significa que se incluyen aquí los
salarios del sector público).
• Subsidios, en la conceptualización ya presentada; se incluyen principalmente aquí
los aportes para cubrir el déficit corriente de empresas públicas.
• Intereses de la deuda pública.
• Transferencias corrientes a familias, que consisten básicamente de pagos por
jubilaciones y pensiones, como así también los aportes a entidades sin fines de lucro
y gastos análogos.

El saldo de estas transacciones constituye el ahorro corriente del gobierno general. Se


consigna asimismo las utilidades retenidas por las empresas públicas, denominadas
ahorro de empresas públicas, tratadas de igual forma que las utilidades retenidas por
las sociedades anónimas.

Los ingresos y gastos corrientes son contabilizados en el haber y el debe


respectivamente de la Cuenta 4 - “Ingresos y gastos corrientes del gobierno nacional”.
Las contrapartidas correspondientes se distribuyen en las cuentas restantes, en
función de sus características y de criterios específicos de contabilización. En
particular:

• los impuestos directos son debitados a familias o empresas (Cuenta 3 y 2,


respectivamente); igualmente, los ingresos generados por las empresas públicas son
debitados en esta última cuenta
• la Cuenta 1 queda expresada a precios de mercado y la Cuenta 2 a costo de factores
• los impuestos indirectos netos de subsidios son incluidos en la valuación del PBI
(Cuenta 1), por lo que este pasa a ser valuado a precios de mercado.
• los aportes jubilatorios y otras transferencias de familias son debitados a éstas
(Cuenta 3).
• los gastos de consumo integran los componentes de la demanda final (Cuenta 1)
• las transferencias corrientes a familias son acreditadas a éstas (Cuenta 3)
• los intereses de la deuda pública son sustraídos del ingreso nacional (Cuenta 2)

Por último quedan por definir dos nociones de saldo: el Ahorro del Gobierno General,
que se obtiene por diferencia entre el total de ingresos y gastos corrientes de éste y el
Ahorro de las Empresas Públicas que es el remanente de las utilidades de las
empresas públicas una vez descontada la parte transferida al Gobierno General

En definitiva, el SCPeI quedaría integrado de la forma siguiente:


CUENTA 1 - PRODUCTO INTERNO

Debe Haber
Producto Neto Interno a cf Consumo de familias
Asign. para consumo de capital fijo Consumo del Gobierno
Impuestos indirectos Inversión bruta fija
Menos: subsidios Variación de existencias
Exportaciones
Menos: Importaciones
Producto Bruto Interno a pm Producto Bruto Interno a pm

CUENTA 2 - INGRESO NACIONAL


Debe Haber
Remuneración de los asalariados Producto Neto Interno a cf
Superávit de explotación distribuido Ingreso neto producido p/fact. del exter.
Ahorro de sociedades anónimas
Ahorro de las empresas públicas
Impuestos directos de soc. anónimas
Ingresos generados por empresas públ.
Menos: intereses de la deuda pública
Ingreso Nacional Neto a cf Producto Nacional Neto a cf

CUENTA 3 - INGRESOS Y GASTOS CORRIENTES DE LAS FAMILIAS


Debe Haber
Consumo de las familias Remuneración de los asalariados
Aportes Jubilatorios Superávit de explotación distribuido
Impuestos directos a las familias Transferencias corrientes del Gobierno
Transferencias corrientes al Gobierno
Ahorro de las familias
Gasto de Familias Ingreso de Familias

CUENTA 4 - INGRESOS Y GASTOS CORRIENTES DEL GOBIERNO GENERAL


Debe Haber
Consumo del Gobierno Ingresos generados por empresas públ.
Subsidios Impuestos indirectos
Intereses de la deuda pública Impuestos directos de soc. anónimas
Transferencias corrientes a las familias Impuestos directos de familias
Ahorro del Gobierno Aportes Jubilatorios
Transferencias corrientes de las familias
Gasto del Gobierno Ingreso del Gobierno

CUENTA 5 - TRANSACCIONES CORRIENTES CON EL EXTERIOR


(Resto del Mundo)
Debe Haber
Exportaciones Importaciones
Ingreso neto producido p/fact. del exter.
Ahorro del Resto del Mundo
Utilización de las entradas corrientes Entradas corrientes

CUENTA 6 - AHORRO E INVERSIÓN


Debe Haber
Inversión bruta fija Asign. para el consumo de capital fijo
Variación de existencias Ahorro de las familias
Ahorro de sociedades anónimas
Ahorro del Resto del Mundo
Ahorro de las empresas públicas
Ahorro del Gobierno
Inversión bruta interna Ahorro bruto

Comentarios adicionales

A los fines de clarificar el alcance del sistema considerado, es conveniente comentar


brevemente algunos de sus aspectos, particularmente aquéllos que no surgen del
Cuadro Insumo-Producto. Se indicarán también las diferencias que existen con el SCN
de CONADE-CEPAL (1965).

a) Elementos aportados por el sistema

Respecto de los sistemas de contabilización ya presentados, el SCN simplificado del


BCRA (1975) aporta algunos aspectos adicionales. En particular, puede señalarse lo
siguiente:
• Se ofrece una detallada descripción de ingresos y gastos corrientes del gobierno
nacional, rubro en el cual el Cuadro Insumo-Producto es particularmente débil, según
ya se señaló; ello permite un examen de su desempeño económico, en cuanto a
composición de ingresos y gastos,. Puede tal vez señalarse que hubiera sido
conveniente - y al parecer factible - que se discriminara la inversión bruta interna
pública de la privada; además del interés de este dato por si mismo, ello habría
permitido la obtención de un cuadro global de ingresos y gastos totales del gobierno,
y no sólo corrientes.
• Como consecuencia de lo anterior, el sistema obtiene una caracterización de la
redistribución secundaria de recursos que el gobierno realiza, particularmente en lo
referido a sistema jubilatorio.
• Se detalla el financiamiento de la inversión, como resultado del ahorro procedente
de diferentes fuentes; esta apertura, que avanza considerablemente respecto del
Cuadro Insumo-Producto, permite visualizar el carácter más complejo del ahorro, con
respecto a la noción elemental que lo vincula a decisiones de las familias. Este tema
será objeto de análisis por separado.
b) Intereses de deuda pública y superávit de inversiones públicas

El criterio de contabilización empleado para este ítem se funda en la presuposición


siguiente: el endeudamiento del gobierno se destina a financiar déficit corriente, por lo
que no cabe consignar sus intereses como retribución a la inversión; si hubiera
equilibrio en cuenta corriente y el endeudamiento se destinara a inversiones
reproductivas, podría considerarse que el interés obtenido por los tomadores de deuda
pública reflejaría el superávit obtenido por estas inversiones. Nótese que el hecho de
sustraer los intereses implica que se los ha computado en los ingresos percibidos en
alguno de los rubros correspondientes a superávit de explotación; en caso contrario,
esta resta no tendría sentido.

Respecto de este criterio, cabe señalar dos observaciones, la primera de carácter


formal, y la segunda de fondo:
• Podría alternativamente haberse tratado los intereses como un ingreso transferido a
las familias, sea en la partida de subsidios o de transferencias a familias. Ello habría
permitido “limpiar” el cálculo del superávit de explotación.
• El criterio adoptado descansa totalmente en la hipótesis de que existe déficit corriente
en el sector gubernamental; pero esto, de hecho, se ha verificado para el período de
confección del SCPeI sólo en 5 años sobre 24 , razón por la cual el procedimiento
sería incorrecto. Una alternativa sería entonces la de computar efectivamente los
intereses como superávit de explotación del sector público; pero ello traería problemas
muy complejos de valuación. No necesariamente a las inversiones realizadas por el
sector público puede asignársele la rentabilidad que los intereses pagados suponen,
por dificultades de valuar beneficios en algunos casos (por ejemplo, en el caso de
edificios escolares) o por decisiones de fundamento dudoso o equivocado (por
ejemplo, la pavimentación de camino cuyo tránsito no lo justifica); asimismo, una parte
de la inversión se encontraría de cualquier forma financiada a través de ahorro
corriente, y por lo tanto “carecería” de superávit computable, de todas formas.

Esta breve reflexión muestra las dificultades que acarrea la contabilización del sector
público en las cuentas nacionales, en particular en lo que hace al superávit asociable
a sus inversiones. Un cómputo correcto del mismo va mucho más allá de la
consideración de los intereses de la deuda pública, puesto que debería imputarse un
precio a los servicios prestados que contemplara, allí donde las inversiones realmente
se hubieran justificado, un monto por superávit de explotación . Como es evidente, la
raíz de esta problemática reside en la carencia de un precio de venta de los servicios
del gobierno.

c) La constitución del ahorro y el financiamiento de la inversión.

Se ha mencionado como un aspecto significativo del sistema presentado la apertura


del ahorro en diferentes fuentes. Ello permite reconocer que existen distintas fuentes
de ahorro, y que no todo él procede de decisiones voluntarias de familias. A
continuación se exponen algunas consideraciones al respecto.
En primer término, las empresas - y no las familias - aparecen reteniendo utilidades;
y es una cuestión abierta si ello es equivalente a decisiones de familias: mientras
algunas corrientes sostienen que las familias son en realidad las que toman las
decisiones en apariencia del ámbito empresario , desde otras ópticas se sostiene que
es la lógica de la empresa y el mercado lo que determinan las decisiones empresarias.
Al margen de estas controversia, el SCPeI permite que el ahorro de empresas sea
individualizado como una forma diferenciada de ahorro.

Tomemos seguidamente el caso del ahorro del resto del mundo. Desde un punto de
vista contable es interesante observar que se produce el efecto de desplazar el ahorro
interno. Ello puede apreciarse a partir de la conocida identidad siguiente:

PRODUCTO BRUTO INTERNO CONSUMO + INVERSIÓN +


EXPORTACIONES - IMPORTACIONES

Por lo tanto

INVERSIÓN PRODUCTO BRUTO INTERNO - CONSUMO +


(IMPORTACIONES - EXPORTACIONES)

Ahora bien, pueden definirse claramente dos componentes de ahorro que financian
la inversión:

AHORRO INTERNO PRODUCTO BRUTO INTERNO - CONSUMO

AHORRO EXTERNO IMPORTACIONES - EXPORTACIONES

De esta forma

INVERSIÓN AHORRO INTERNO + AHORRO EXTERNO

A efectos de visualizar el efecto contable de esta identidad (que subyace en el


sistema presentado), consideremos ahora el caso en que la economía conserve entre
dos períodos igual nivel de producto e inversión pero cuya cuenta corriente pase de
una situación de equilibrio a una de déficit en la cuenta de mercancías y servicios
reales. La consecuencia de esto será que se incrementará contablemente el ahorro
externo a expensas del interno: si producto e inversión se mantuvieron constantes,
ello significa que el déficit externo se ha producido por un incremento en el consumo;
recuérdese al efecto que el consumo contiene no sólo producción nacional sino
también importada. La existencia de esta identidad contable no debe sin embargo ser
confundida con causalidad: la disminución contable del ahorro interno no puede ser
tomada sin más como indicación que la economía ha visto disminuir la propensión al
ahorro de sus residentes. De hecho, la toma de ahorro externo se ha realizado, en el
ejemplo citado, para financiar consumo, y no inversión. En el hipotético caso de que
se interrumpa la disponibilidad de financiamiento externo (disminuye ahorro externo),
podría en principio retornarse a la situación anterior (volver a situación de equilibrio en
cuenta corriente) sin perjuicio de la inversión .
Por último, corresponde mencionar el caso del ahorro provisto por el gobierno.
Cuando éste es positivo, su existencia lleva a cuestionar la idea de ahorro voluntario,
por cuanto implica la toma compulsiva de recursos por parte del sector privado; se
trata, en cierta medida, de ahorro forzoso. Por extensión, esta aseveración es válida
también para el ahorro corriente de empresas públicas . Viceversa, cuando el ahorro
del gobierno es negativo, implica en principio que se absorben recursos del sector
privado, aun cuando los mecanismos no son puestos en evidencia por el sistema. Una
posibilidad inmediata es la toma de ahorro privado mediante la colocación de títulos,
a los fines de cubrir el déficit corriente incurrido; en este caso, es claramente
perceptible la absorción del ahorro privado, que así compensa el desahorro del
gobierno. Existen desde ya otros mecanismos.

d) El sistema de cuentas de CONADE-CEPAL

El SCN elaborado por CONADE-CEPAL (1965) es de estructura muy similar a la que


aquí se ha presentado. Las diferencias entre ambos residen exclusivamente en
algunos criterios de agrupamiento y presentación.

El aspecto diferenciador más importante es el referido a las dos primeras cuentas del
SCN del BCRA. Ellas son mantenidas como una cuenta única por el sistema de
CONADE-CEPAL, lo que permite reencontrar el concepto de cuenta de “Empresas”
que se presentó inicialmente. Si bien esta organización implica “concentrar” algunos
rubros, tiene la indudable ventaja de resultar bastante más clara, desde una óptica
conceptual, por cuanto la cuenta así integrada refleja primordialmente la consolidación
de ingresos y gastos de las empresas.

Existen además otras diferencias menores, en lo que hace a algunos agrupamientos


de conceptos, básicamente vinculados al sector gobierno.

10.3 Los sistemas de cuentas de Naciones Unidas: breve retrospectiva

Si bien muchos de los conceptos que integran los sistemas de contabilidad social
tienen una tradición relativamente larga en el pensamiento económico, el desarrollo
metódico de tales sistemas y su implementación práctica es en realidad reciente; en
otros términos, puede afirmarse que gran parte de las teorías económicas surgieron
previamente a la disponibilidad de información empírica sistemáticamente tratada .

Diversas son las razones que pueden apuntarse para esta constatación un tanto
sorprendente.

En primer término, la producción de estadísticas requiere establecer canales


institucionales formalizados, que implican una considerable fortaleza de los aparatos
estatales, algo que en absoluto puede darse por garantizado; de hecho, las primeras
estadísticas sistemáticas se instituyeron para el sector externo, en función de
requerimientos prácticos (básicamente, por el cobro de aranceles sobre el comercio
exterior). Por otra parte, puede señalarse que no existieron hasta luego de la Primera
Guerra Mundial - con la constitución de la Sociedad de las Naciones - ámbitos
internacionales que requirieran la comparación sistemática entre las economías de
distintos tipos de países. Recién con la aparición de la Organización de las Naciones
Unidas luego de la Segunda Guerra esta instancia internacional se consolidará
definitivamente.

En segundo término, debe señalarse que la propia teoría económica, tras el período
clásico, dejó de interesarse en los fenómenos de crecimiento y cambio estructural de
la economía en su conjunto, para concentrarse en cuestiones de nivel
microeconómico, utilizando enfoques estáticos y de elevada abstracción..

Los profundos cambios ocurridos tanto en conceptos básicos de política económica


luego de la Segunda Guerra - además de la constitución ya mencionada de un ámbito
internacional adecuado - proporcionan un impulso decisivo al desarrollo de la
contabilidad social; nos referimos a la instrumentación de políticas macroeconómicas
activas para la estabilización y a la “nueva” cuestión del desarrollo económico .

Tras un conjunto de esquemas previos, y de diversos ensayos de estimación de


agregados macroeconómicos en varios países, Naciones Unidas publica en 1953 Un
Sistema de Cuentas Nacionales y Tablas Auxiliares, obra de un conjunto de expertos;
la misma marca un hito de la mayor importancia, en cuanto primera propuesta contable
dirigida a la comparación sistemática de estadísticas de distintos países.

Al igual que las versiones posteriores, este sistema cumple una doble función:
1. brindar un esquema general de contabilización, aun cuando su efectivización
no es fácilmente alcanzable, por el volumen de información requerida.
2. proporcionar un conjunto de criterios generales, aptos para implementar
sistemas más simplificados; típicamente, brindan definiciones precisas acerca del
concepto de actividad productiva a contabilizar.

El sistema de Naciones Unidas de 1953 se estructura sobre la base de 6 cuentas y 12


tablas complementarias. Se cubren los conceptos de producción, apropiación,
formación de capital y sector externo para tres unidades institucionales (empresas,
familias/instituciones sin fines de lucro y gobierno). Tal como se mencionó, el Sistema
de Cuentas que se presentó en el acápite anterior es una versión simplificada de esta
primera propuesta de Naciones Unidas.

Es interesante señalar que si bien diversos países ya elaboraban en esa época


estadísticas a precios constantes, el sistema de 1953 no incluía conceptos a tal fin;
ello se debió a la existencia de diversos problemas conceptuales que no se
consideraban resueltos.

Tras algunas versiones que modificaron ligeramente este sistema, en 1968 se publicó
la segunda versión del sistema de Naciones Unidas. Se introducen aquí considerables
cambios, que permiten básicamente ampliar el universo de fenómenos comprendido.
Ellos pueden sintetizarse en los términos siguientes:

• Se brinda una mayor desagregación a nivel de sectores institucionales, los que


pasan a ser los siguientes: empresas no financieras, instituciones financieras,
gobierno general, instituciones sin fines de lucro y familias.
• Se desagrega la cuenta de producción en términos de cuentas insumo-producto.
• En función de la apertura del sector financiero, se desagregan los préstamos netos
en flujos del sector financiero.
• Se desagregan las cuentas de ingreso y gasto y de formación de capital a nivel
sectorial.
• Se incorporan cuentas de balance para los sectores y la economía en su conjunto.

Otra innovación importante fue la presentación de un conjunto de procedimientos


referidos a la contabilización a precios constantes de bienes y servicios.

El SCN de 1968 se estructura en 20 cuentas, agrupadas en tres clases, y 26 cuadros


complementarios, incluyendo en éstos los cuadros a precios constantes.

Finalmente, en 1993 las Naciones Unidas publican la tercera versión del Sistema de
Cuentas Nacionales, que constituye la versión hoy día vigente. A ella se hará
referencia en el próximo acápite.

10.4 El Sistema de Cuentas de Naciones Unidas de 1993

El objetivo del Sistema de Cuentas de Naciones Unidas de 1993 es el de contabilizar


un amplio conjunto de transacciones, como así también consignar los valores iniciales
y finales de un conjunto de activos y pasivos financieros y no financieros.

La presentación que aquí se realizará será somera, deteniéndose en algunos tópicos


relevantes; en particular, no se detallarán todas las cuentas y su partidas
correspondientes, en función de su considerable extensión. El lector interesado
deberá remitirse a la publicación correspondiente, para la que este texto no pretende
ser más que una breve introducción.

La estructura de presentación seguirá la pauta siguiente:

1. Características generales: unidades institucionales, transacciones y activos y


pasivos.
2. Reglas básicas de contabilización y valuación.
3. Estructura básica del sistema.
4. Aspectos distintivos del sistema, respecto de los anteriores, y agenda de temas
pendientes.

Cabe señalar que la exposición que sigue cubre diversos aspectos técnicos que son
válidos para cualquiera de los sistemas contables que se han tratado en los capítulos
anteriores; ellos no fueron mencionados, a fin de no complicar la exposición (tal es el
caso, por ejemplo, de las reglas de valuación o la identificación de sectores
institucionales).

10.4.1. Características generales

a. Unidades institucionales

Las unidades institucionales discriminadas por el sistema son las que ya se


identificaran en el sistema de 1968, a saber:
1. Empresas no financieras.
2. Empresas financieras
3. Gobierno general
4. Familias
5. Instituciones sin fines de lucro que brindan servicios a las familias

No es necesario aclarar el significado de cada unidad institucional, por cuanto resulta


evidente. Debe sí agregarse que se trata de unidades institucionales residentes en el
país; en caso de tratarse de transacciones con unidades no residentes, ellas son
englobadas, sin discriminación, en el concepto de Resto del mundo ; el mismo juega
entonces un rol similar al de una unidad institucional.

b. Transacciones y otros flujos considerados

El sistema considera básicamente transacciones voluntarias entre unidades


institucionales (exista o no intercambio); flujos internos de cada unidad institucional; y
las transacciones compulsivas en las que interviene el gobierno. Más específicamente,
las transacciones incluidas son las siguientes:

1. Transacciones de bienes y servicios; ellos se denominan también productos,


por cuanto por definición resultan del proceso productivo.
2. Transacciones distributivas, incluyendo aquí tanto el pago directo a factores,
como su redistribución posterior (por mediación del estado o del sector privado); se
consideran también las redistribuciones de riqueza.
3. Transacciones financieras, incluyendo tanto las contrapartidas de
transacciones no financieras como las transacciones puramente financieras.
4. Otros flujos referidos a la acumulación: consumo de capital fijo, incorporación y
agotamiento de recursos del subsuelo, destrucción de activos por razones no
económicas (desastres, etc.), variación en la valuación de activos, y otros rubros
menores.

c. Activos y pasivos

En general, el sistema considera activos y pasivos, en cuanto stocks que se varían


período a período. Este concepto se abre a su vez en dos rubros:
1. Activos no financieros: bienes durables de producción, resultado neto de la
inversión bruta y las depreciaciones, tal como se han visto anteriormente (esto es, no
se incluyen bienes durables de consumo en poder de familias)
2. Activos y pasivos financieros: se refieren a los instrumentos financieros de todo
tipo que dan derecho a propiedad, renta o adquisición de bienes y servicios, o que
generan obligaciones; se incluye aquí el dinero, los títulos públicos, depósitos,
préstamos, etc..

Debe notarse que se incluyen bajo este concepto únicamente los activos que son
susceptibles de apropiación y venta. Esto implica que no se incluyen conceptos tales
como capital humano, cultura, recursos naturales no apropiados o no productivos, etc..

10.4.2 Reglas básicas de contabilización y valuación

Los principales criterios de contabilización y valuación pueden sintetizarse de acuerdo


a lo siguiente:

• Partida doble/cuádruple: cada transacción que implica la mediación de activos


financieros de cualquier tipo, en principio requiere registrar el flujo real y la
contrapartida financiera; por tal razón, es de partida doble. Sin embargo, cuando tal
transacción se registra para ambas unidades institucionales, se la deberá registrar en
cuatro oportunidades, por cuanto los flujos real y financiero deberán registrarse, con
signos opuestos, para cada unidad.
• Oportunidad de registro: una transacción puede ser registrada cuando ella es
iniciada, o cuando es cancelada. El sistema adopta el primer criterio, también conocido
como criterio de lo devengado.
• Valuación: la valuación se realiza en principio a precios de mercado, o neteando
impuestos indirectos y subsidios, según el tipo de registro.

10.4.3 Estructura básica del sistema.

a. Las Cuentas en conjunto

El Sistema de Cuentas se organiza en torno a 5 conjuntos de presentaciones


contables.

Un primer conjunto se denomina Cuentas económicas integradas. Ellas constituyen el


núcleo central del sistema; los conjuntos restantes (excepto un caso) no son sino
desagregaciones según sector y naturaleza económica de la información consignada
en aquél. Las Cuentas Económicas integradas caracterizan en forma agregada la
producción corriente de la economía, su distribución, las contrapartidas financieras, y
su impacto sobre los stocks financieros y no financieros.

Las tablas siguientes desagregan la información anteriormente detallada.

• Tablas de fuentes y usos: discriminan ingresos y egresos de las unidades


institucionales , desagregadas por sector (por ejemplo, por rama industrial); se
presentan como tablas de insumo-producto.
• Tablas de transacciones financieras y activos y pasivos financieros: desagregan las
transacciones financieras y los activos y pasivos por sector, dentro de cada unidad
institucional, introduciendo aperturas adicionales a nivel de determinados rubros (por
ejemplo, distinguen entre moneda local y extranjera).
• Balances totales y cuentas de activos y pasivos: discriminan activos y pasivos y sus
variaciones, según su naturaleza económica y el sector de pertenencia.
• Análisis funcional o por propósito: clasifica las transacciones realizadas de acuerdo
a su propósito. Las aperturas aquí distinguen casos tales como utilización de la
producción para consumo, para inversión, para exportación, etc.

Complementariamente a las tablas anteriores, se desarrollan las Tablas demográficas


y de fuerza de trabajo. Ellas reúnen información acerca de población y empleo,
clasificada y desagregada en forma consistente con el resto del sistema, para permitir
el cálculo de relaciones de interés (por ejemplo, PBI per cápita o PBI por población
económicamente activa).

b. Las Cuentas Económicas Integradas

Las Cuentas Económicas Integradas suman 28 cuentas, conformando una sucesión


conceptual que, partiendo de la producción corriente del período considerado, culmina
en la tabulación de valores de stocks de activos financieros y no financieros. La
contabilización de las transacciones del sector externo se realiza por separado.

De manera que, sin ingresar en el detalle de cada cuenta, podemos sintetizar el


contenido de las Cuentas Económicas Integradas de la forma siguiente:

1. Cuentas corrientes: se incluyen aquí las cuentas que detallan la producción


bruta, el valor agregado, la distribución primaria del ingreso y la redistribución en dinero
o especie; naturalmente, las redistribuciones no alteran el total del ingreso.
El saldo de esta cuenta es el ahorro total de la economía, entendido como diferencia
entre ingreso y gasto de consumo final de las familias, incluyendo el efecto de la
variación del valor de fondos de pensión.

2. Cuentas de capital: se registran en este conjunto los ítems siguientes:


• las variaciones del capital físico atribuibles a inversión, depreciación, variaciones de
existencias, transferencias de capital y adquisiciones de activos no producidos (esto
es, recursos naturales); nótese que en el conjunto, los dos últimos rubros se cancelan.
• las variaciones de activos y pasivos financieros, tales como dinero, depósitos,
préstamos, títulos-valores, oro monetario, etc.. A nivel del conjunto de la economía,
las variaciones de activos y pasivos en cada rubro son iguales; pero ello no ocurre a
nivel de cada sector o unidad institucional.
• las variaciones de activos y pasivos físicos y financieros atribuibles a la aparición o
utilización de fuentes de recursos naturales (activos no producidos), pérdidas por
catástrofe o motivo similar de cualquier activo o pasivo, u similares.
• Revalúos de activos y pasivos por cambios en el nivel general de precios y en las
cotizaciones relativas de los activos.
3. Cuentas de transacciones: se trata de un conjunto de cuentas que caracterizan
fuentes y usos. El caso más importante es el de la cuenta de bienes y servicios, que
caracteriza oferta y demanda global de ellos, en los términos ya presentados.

4. Cuentas de activos y pasivos: detallan la situación inicial y final de stocks


financieros y no financieros, consignando como variación los saldos de las cuentas
mencionadas en 2.

5. Cuentas del resto del mundo: estas cuentas reflejan las transacciones de la
economía con el resto del mundo, con una apertura similar (aunque no coincidente)
con la del balance de pagos; se registran también los valores iniciales y finales de
stocks de activos y pasivos externos.

10.4.4 Aspectos distintivos y temas pendientes

El SCN de 1993, aun cuando no parece tan innovador como el de la revisión de 1968,
ha incorporado algunos elementos de importancia, a saber:
• la contabilización de los revalúos de activos por inflación.
• la diferenciación en el tratamiento de los servicios, respecto de los bienes.
• la definición de criterios para la definición del sector financiero y la clasificación de
los nuevos instrumentos financieros.
• la apertura hacia la contabilidad del medio ambiente, básicamente a partir de la
inclusión de activos y la incorporación de una cuenta auxiliar (cuenta satélite).

Asimismo, la publicación consigna diversos tópicos que requieren tratamiento ulterior:


• la imputación de una renta a los activos del gobierno, encontrándose
específicamente en discusión si ello debe o no limitarse a los edificios.
• la distinción entre subsidios que benefician a los consumidores y los que benefician
a los productores (como es sabido, actualmente se considera que todos los subsidios
recaen sobre los primeros).
• la incorporación de la distinción entre los sectores formal e informal.
• la inclusión de la valuación ambiental en la contabilización de los agregados.

11. A MANERA DE CIERRE: REFLEXIÓN GLOBAL Y PLANTEOS ALTERNATIVOS


DE CONTABILIDAD SOCIAL
Este capítulo conclusivo tiene por finalidad esbozar una suerte de reflexión global
acerca de la temática tratada en este trabajo. Ello se materializará en una breve reseña
de los temas tratados, y en una nueva referencia a la cuestión de la medición
agregada.

Seguidamente, se considerarán dos temas que han sido propuestos a efectos de


extender o modificar los enfoques usuales de cuentas nacionales que se han
presentado: definiciones alternativas de límites de la producción y la incorporación del
medio ambiente a los esquemas de cuentas nacionales. Dado que estos temas
escapan del carácter introductorio del presente texto, su tratamiento será muy somero,
y al solo efecto de brindar una noción general acerca de la naturaleza de planteos
alternativos; para una comprensión cabal, se requieren conocimientos de teoría
económica más avanzados que los supuestos hasta aquí.

11.1 Repasando los temas tratados

A lo largo del presente texto, se ha tocado un conjunto amplio de temas, relacionados


con la contabilidad social, entendida, en sentido amplio, como un conjunto de criterios
y procedimientos que hacen a la clasificación y medición de aspectos económicos y
sociales de una sociedad. Este recorrido puede ser reseñado brevemente en los
términos siguientes:

1. Algunas notas introductorias, de carácter metodológico, intentaron brindar


elementos de orden general, necesarios para una cabal comprensión de los conceptos
de contabilidad social y el rol particular que ésta juega, tanto en la actividad del
cientista social como en la práctica social más general.
2. Se presentó un conjunto de esquemas contables que en mayor o menor grado
se apoyan en la medición agregada, esto es, en la medición de entidades,
materialmente heterogéneas, en función de su precio, obteniéndose así totales en
términos de valor. Se presentaron, bajo este concepto, el Cuadro Insumo-Producto, el
Balance de Pagos y un Sistema de Cuentas Nacionales simplificado. Se hizo
asimismo referencia a sistemas contables más amplios, que articulan los esquemas
anteriores en una estructura única, y que brindan un marco conceptual general.
3. Se trató también el caso de la medición a precios constantes de un subconjunto
de los agregados económicos referidos en el tópico anterior.
4. Se caracterizó asimismo un conjunto bastante amplio de indicadores
económicos y sociales, no integrados en sistemas, y que en parte se elaboran a partir
de los esquemas mencionados en el punto anterior. Ellos no logran conformar un
conjunto articulado, por falta de un principio teórico integrador.
5. Se presentó luego el Modelo Insumo-Producto, en una versión básica y ceñida
a algunos aspectos esenciales, como aplicación inmediata del Cuadro Insumo-
Producto; éste fue el único tema tratado que escapa en si mismo al ámbito de las
cuentas nacionales.
6. La consideración de los tópicos anteriores ha permitido visualizar la existencia
de cuestiones de tratamiento complejo, a nivel teórico, lo que se refleja sin duda en la
práctica de la contabilidad social. Podemos recordar aquí casos tales como concepto
y medición de servicio, concepto y medición de inversión y capital (y la remuneración
obtenida por éste), medición de servicios gubernamentales, distinción entre población
económicamente activa y no activa, selección de una estructura de precios para la
medición a precios constantes, etc.. Entre tales cuestiones, la de la medición agregada
y su validez han sido un tema recurrente; ella será objeto de tratamiento, una vez más,
en el próximo acápite.
7. El tema de los procedimientos prácticos para la obtención de la información que
cumpla con los criterios de clasificación y medición mencionados ha sido tratado
brevemente, por no ser un objetivo central de este texto. Diversas apreciaciones
realizadas, sin embargo, fundamentan una advertencia en el sentido de tomar
recaudos para conocer adecuadamente tanto las definiciones específicamente
utilizadas - esto es, ir más allá de la idea necesariamente genérica que surge de las
denominaciones - como de los procedimientos empleados para la obtención del dato.
Esta es una diferencia central de perspectiva entre un observador superficial y un
analista criterioso, en la lectura de la información socioeconómica.

A pesar de las apreciaciones críticas que puedan surgir del análisis de conceptos y
procedimientos, no puede dejar de señalarse la importancia de que una sociedad logre
disponer de un conjunto actualizado, amplio y confiable de estadísticas, y de la
contribución que a tal fin realiza la contabilidad social. Con todas sus deficiencias, y
más allá de su uso más o menos espúreo, las estadísticas sociales constituyen una
suerte de “espejo” indispensable para la práctica no sólo de los analistas sino también
de la sociedad toda, para aquilatar adecuadamente la situación del conjunto social y
de sus integrantes; recuérdese que la acentuada división del trabajo y la complejidad
y multiplicidad de las relaciones técnicas y sociales no permiten una apreciación clara
y directa del conjunto social por parte de sus integrantes. Debe considerarse entonces
un logro el que tales sistemas estadísticos se desarrollen y perfeccionen. La discusión
más importante es entonces en que sentido debe darse este desarrollo.

11.2 La medición agregada: Nueva “vuelta de tuerca”

La medición agregada constituye una de las características centrales de las cuentas


nacionales; y el Producto Bruto Interno su categoría más difundida. Ahora bien, se ha
visto que este tipo de medición no está exenta de problemas, en cuanto a la selección
de un patrón de medición; ello surge claramente cuando se plantea la búsqueda de
un patrón para la medición a precios constantes (o selección del “año base”). No caben
dudas acerca de la conveniencia de disponer de indicadores agregados a los fines de
diferentes análisis, más no sea como una forma de “taquigrafía mental”: la
consideración por separado de todos los sectores productivos es probablemente una
tarea imposible, por la multiplicidad de casos y situaciones. Pero las imprecisiones
conceptuales que tal medición conlleva, sugieren consideraciones de dos órdenes.
Debe en primer término evitarse cierta “fetichización” que suele acompañar la
utilización de indicadores agregados. Si no caben dudas en las conclusiones que
pueden extraerse cuando las diferencias son considerables - brechas de 3 o más
veces en el PBI per cápita sin duda señalan situaciones sustancialmente diferentes -,
cuando las diferencias son moderadas, es más prudente apuntar hacia apreciaciones
menos tajantes o más “borrosas”. Esto significa que debería abandonarse la idea de
que se está realizando una medición rigurosa, para adoptar una perspectiva más del
tipo “impresionista”, donde los contornos conceptuales no son rigurosos, sino más bien
difusos.

Cabe preguntarse por otra parte si es correcto persistir en el desarrollo de este criterio
de medición, o si debe en cambio apuntarse hacia perspectivas menos reduccionistas.
Esta pregunta es importante, por ejemplo, a la hora de discutir la incorporación de
dimensiones ambientales en las mediciones de producto, tal como se verá en el
acápite correspondiente.

Es interesante señalar, a este efecto, la génesis de la medición agregada. Como habrá


podido visualizarse claramente a partir de los Sistemas de Cuentas presentado en el
capítulo anterior, ella surge directamente de enfoques contables usuales a nivel de
empresas, que se reproducen para los demás sectores (familias y gobierno, y en forma
más ficticia para el resto del mundo y la formación de capital).

Ahora bien, la intención originaria de la contabilidad empresaria, además de constituir


un sistema de control interno, puede ser descripta en los términos siguientes:
• caracterizar una unidad de decisión, en cuanto a su poder patrimonial y adquisitivo.
• permitir la comparación entre las distintas unidades de decisión, en cuanto a dicho
poder adquisitivo y patrimonial, no sólo a fines analíticos sino también para la práctica
social; el patrimonio, el flujo de ventas y otros indicadores se utilizan corrientemente
para la concreción de operaciones comerciales, negociaciones entre unidades de
decisión, etc..

La utilización de medición agregada, en este contexto, es de fundamento más que


obvio: se trata simplemente de reflejar valores que ejercen poder en el mercado.
Agregar por valor las ventas, los costos, el patrimonio, etc. tiene aquí un sentido y
objetivo absolutamente precisos.

La contabilidad social, en principio, no es sino el resultado de la consolidación o


acumulación de contabilidades individuales. Esta apreciación, en sí bastante trivial, es
sin embargo suficiente para comprender en buena medida el origen de las dificultades
conceptuales asociadas a la medición agregada. En efecto, en cuanto pasamos a
considerar la sociedad en su conjunto, se diluyen precisamente los dos propósitos
originarios de la contabilidad individual. Por una parte, una economía no constituye
una unidad de decisión, sino el agregado de un sinnúmero de unidades individuales
de decisión; por la otra, si se han agregado tales unidades, no existe ya objeto de
comparación. En tal caso, el sentido de la medición agregada, en analogía con la
contabilidad individual, queda desdibujado . Complementariamente, puede notarse
que la agregación que se realiza a nivel de cada unidad de decisión implica en general
una heterogeneidad bastante menor a la que resulta de operar con un todo social; esto
es, una medición por precios constantes para una unidad individual es una
aproximación mucho más razonable a la evolución de las cantidades físicas
producidas .

Teniendo en cuenta estas consideraciones, podemos ahora encarar la pregunta


planteada acerca del sentido de mantener y profundizar este camino de medición. En
principio, hasta tanto se defina algún sustituto persuasivo para la medición agregada,
no parece haber dudas en cuanto al mantenimiento de este enfoque; pero debe
tenerse en cuenta la necesidad de análisis y por sobre todas las cosas que la
existencia de una medición común a todas las actividades no implica que ellas sean
básicamente similares (una tendencia por lo demás verificable en el propio análisis
económico).

Ya en lo referido a la posibilidad de extender el enfoque contable basado en la


medición agregada a otros ámbitos (incorporando rubros o actividades no
computadas, como formas de producción hogareña o las externalidades ambientales)
de lo expuesto se infiere que debe actuarse con cautela, por cuanto ello puede implicar
introducir más heterogeneidad aun a una medición ya de por si poco homogénea. A
estas cuestiones se hará referencia en los próximos acápites.

11.3 Enfoques alternativos: modificando el alcance de las cuentas nacionales

Las cuentas nacionales, tradicionalmente, identifican como objeto central de su


análisis el proceso de producción, entendido como la actividad cuyo producto está
destinado al intercambio con terceros. Esta definición básica es corregida, para dar
lugar a ciertos casos marginales - producción de subsistencia análoga a producción
para un mercado - y al caso específico del estado, como productor que no vende a un
mercado; en formulaciones más desarrolladas, se separa además a las entidades sin
fines de lucro. A partir de esta delimitación, se instrumentan los sistemas contables,
identificándose flujos de producción, ingresos generados, redistribuciones
secundarias, etc..

Esta definición de producción encuentra seguramente una importante ventaja en su


operacionalidad; fuera de los pocos casos que se tratan por analogía, el grueso del
objeto viene delimitado por la propia práctica social: producción es ante todo aquello
que se dirige a un mercado (incluyendo si se quiere en este concepto a la prestación
estatal sin contrapartida). No debe subestimarse esta ventaja, habida cuenta de las
importantes dificultades que se presentan para cumplir aun en forma parcial los
requisitos de los esquemas contables hoy en uso.

Pero la operacionalidad tiene como contracara un concepto de producción que no


satisface enteramente algunos requerimientos analíticos importantes. Se mencionó en
su oportunidad el efecto de esta convencionalidad en el clásico caso de quien “se casa
con su cocinera”, remitiendo hacia adentro del hogar una actividad que antes era
productiva, sin que haya habido cambio sustantivo alguno en la naturaleza de las
actividades desarrolladas. Naturalmente, el alcance de este señalamiento es
relativamente limitado, si se acepta que estos casos son marginales, en la práctica.

Se han formulado sin embargo críticas más amplias y consistentes a la noción de


actividad productiva empleada. Será objeto de este acápite presentar una breve
reseña de este “universo cuestionador” de la contabilidad social habitual.

Para iniciar esta tarea, notemos algunos aspectos importantes, acerca de estas
visiones alternativas (cuyo nivel de implementación podría calificarse como
“experimental”, con una única excepción que se indicará más adelante).

En primer término, ellas apuntan básicamente en dos direcciones (no relacionadas


entre si), a saber:
a) cuál es la definición más correcta de producción que permite aproximar el nivel
de bienestar de los individuos; y
b) cuáles actividades pueden considerarse como productivas, como opuestas a
actividades no productivas .

Por último, destaquemos que, aun cuando los enfoques utilizados difieren entre si, en
todos los casos se pretende obtener una medición agregada alternativa a las
mediciones usuales. Esto es, en ningún caso se pretende criticar la medición agregada
en si misma, sino que se acepta el desafío dialéctico que ella propone, esto es, buscar
la medición agregada “correcta”.

A continuación, se hará una breve reseña de estas propuestas alternativas, agrupadas


según sus ópticas básicas: medición del bienestar y delimitación correcta de actividad
productiva.

11.3.1 Medición del bienestar

La pretensión de quienes buscan en la contabilidad social una indicación adecuada


del nivel de bienestar del conjunto social es superar la medición que arrojan los
agregados usuales; a tal fin proponen la inclusión o exclusión de determinados rubros.
Como podrá percibirse a continuación, se trata de desarrollos basados en la óptica
neoclásica.

Eisner (1988) reseña seis propuestas; ellas no serán detalladas aquí, por brevedad,
pero se presenta a continuación una rápida reseña de los temas más importantes
tratados:
1. Se incluye en el concepto de producción las actividades similares a las
productivas que se desarrollan en el hogar, tratándolas en igual forma que las
actividades productivas corrientes; tal sería el caso de la elaboración de alimentos,
mantenimiento de la vivienda, cuidado de niños, etc.. Esto implica, entre otros
aspectos, el tratamiento de bienes durables de consumo en términos de activos
productivos, esto es, se les imputa una superávit de explotación.
2. Se propone incluir también el concepto de “capital humano”; ello consiste en
considerar que la formación que provee el sistema educativo, en lugar de ser
contabilizada como consumo, debe ser enfocada como una inversión que se
“acumula” en el individuo. De esta forma, el capital humano se integraría al conjunto
de los stocks de la economía. El fundamento de esta propuesta es que la educación
incrementa la productividad del individuo, de la misma forma como lo hace la dotación
de activos durables de producción.
3. Se computa un valor para el tiempo dedicado al ocio, en cuanto contribuye al
bienestar del individuo.
4. En algunos esquemas se propone sustraer actividades que en sí no producen
satisfacción, sino que son medios para viabilizar otras producciones. Este conjunto
incluye dos casos: actividades necesarias a pesar de no reportar beneficios
(mantenimiento vial, defensa, policía, bomberos, etc.), y actividades que implican
algún tipo de perjuicio o molestia (viaje al trabajo, etc.) .
5. Por último, se introducen elementos referidos al medio ambiente; a este tema
se hará referencia en el próximo acápite.

Como puede apreciarse de esta apretada síntesis, las formulaciones responden a


criterios e intereses variados. Pero debe notarse que en los ensayos empíricos
reseñados, sistemáticamente se obtienen valores de producto superiores a los
consignados por las mediciones convencionales; los niveles de variación son muy
diferenciados. El cuadro adjunto ejemplifica una parte (reducida) de los guarismos
encontrados.

CONCEPTOS ALTERNATIVOS DE AGREGADOS MACROECONÓMICOS

EJEMPLOS DE ESTIMACIONES PARA ESTADOS UNIDOS - CUADRO


COMPARATIVO

(valores en billones de dólares)

Concepto Autores

Tobin et al.Zolotas Jorgenson et al. (**) Kendrick Ruggles Eisner


VALOR BASE (*) 563,10 857,70 2.922,50 3.436,00 2.019,80 2.416,90
Deducción de rubros que no brindan bienestar -128,70 -275,40 n/a n/a
n/a n/a
Incremento por valuación del ocio 626,90 547,20 Incl. en Act. extra mercado
3.848,00 n/a n/a
Incremento por actividades extra-mercado 295,40 260,70 4.200,70
1.649,00 398,80 1.264,90
Incorporación de capital humano n/a n/a 8.240,10 n/a n/a n/a
Otros rubros (saldo) -115,60 -25,70 75,30 0,00 0,10 -257,10
VALOR FINAL 1.241,10 1.364,50 15.438,60 8.933,00 2.418,70 3.424,70
Año de medición 1965 1977 1982 1985 1978 1981
(*) Se adopta como valor base un agregado económico convencional (ingreso o
consumo, según el caso)

(**) El valor imputado a capital humano es obtenido actualizando flujos futuros de


ingresos adicionales imputables a educación

Puede notarse que en los ensayos empíricos reseñados, sistemáticamente se


obtienen valores de producto superiores a los consignados por las mediciones
convencionales, aun cuando los niveles de variación son muy diferenciados. En
particular, puede señalarse lo siguiente:
• La deducción de rubros que no brindan bienestar, en los dos casos en los que se
computa, representa un porcentaje apreciable del ingreso, aunque no exagerado (22%
y 32%).
• La incidencia del valor del ocio representa ya adiciones considerablemente mayores,
y mucho más variables, reflejando sin duda la mayor convencionalidad de esta
medición.
• El cómputo de actividades extra-mercado muestra también porcentajes importantes
y muy variables; ello refleja diferencias metodológicas en cuanto a los rubros
considerados.
• El cómputo de ingreso por capital humano, obtenido por Jorgenson et al., representa
un incremento muy considerable, que prácticamente desdibuja los guarismos
restantes. Ello responde a que se trata de una estimación del ingreso adicional futuro
actualizado que permitiría la educación; conceptualmente, se trata en realidad de un
procedimiento dudoso, por agregar valores corrientes y futuros.

A continuación se formulan algunos comentarios al respecto.

Actividades del hogar

El objetivo de incluir actividades del hogar apunta evidentemente a evitar el error que
produciría un cambio en el largo plazo entre actividades fuera y dentro del hogar en la
medición del producto; en otros términos, a suprimir la “paradoja de la cocinera” ya
mencionada .

Cabe destacar en primer término una cuestión de orden conceptual, y es la de la


determinación de las actividades del hogar que deben incluirse en la contabilización,
por cuanto parecería claro que no todas ellas deberían ser consideradas. El criterio
que parece haber prevalecido es el de considerar únicamente aquéllas que sean
asimilables a actividades desarrolladas en la esfera de la producción, en su sentido
tradicional. Esto significa que este enfoque alternativo en realidad no altera el objetivo
último de la contabilidad social tradicional, esto es, el cómputo de producción “para el
mercado”; su justificación se encuentra en la necesidad de evitar las distorsiones que
conlleva el desplazamiento del límite entre actividades dentro y fuera del hogar. Esto
es, no se propone un nuevo concepto de actividad productiva a contabilizar, sino una
nueva forma de implementación.
Va de suyo que este principio general, en si aceptable, va al encuentro de dificultades
importantes, tanto a nivel conceptual como práctico, ni bien se intenta una
implementación. La más obvia es la de valuar actividades que no tienen precio en un
mercado, y en cuya motivación ingresan factores totalmente ajenos a éste (la
afectividad familiar, el sentido del deber, y otros similares). Si bien es real que el
problema de encontrar la “adecuada” estructura de precios para la medición agregada
es generalizable a cualquier caso, exista o no valuación de mercado, la consideración
sistemática de actividades que no tienen precio de mercado añade un elemento
especulativo de gran peso al cálculo de los agregados (lo que de hecho se refleja en
los guarismos estimados).

El “capital humano”

El cómputo del llamado “capital humano” ofrece dificultades considerables, por cuanto
no resulta claro cómo computar la “capacidad acumulada” a través de la educación,
aun medida como valor de uso definible. En principio, ello debería realizarse
computando la mayor productividad imputable; pero resulta claro que este enfoque,
que de hecho se ha empleado en estudios específicos, no resulta operable en
términos de la contabilidad social. Una variables “proxy” usual es el número de años
de educación formal; pero resulta claro que ella constituye una aproximación
demasiado cruda al efecto . Nótese incluso que se requeriría identificar cuáles
actividades educativas efectivamente incrementan la capacidad productiva del
individuo, algo que, cuando se estudia con un poco de detenimiento, parece de
determinación extremamente compleja . Por último, el procedimiento adoptado por
Jorgenson y Fraumeni (op.cit.) parece combinar equivocadamente flujos corrientes
con flujos futuros actualizados.

La valuación del ocio

La inclusión del ocio como parte del bienestar del individuo se realizaría sumando a
su ingreso el valor que éste le asigna a su tiempo libre. Una primera aproximación
cruda brinda sentido a este criterio: si un país logra igual producto en un período,
respecto de uno anterior, insumiendo menos tiempo de trabajo, parecería claro que el
bienestar se ha incrementado.

En términos más precisos, se trata desde ya de una visión basada en la idea de


desutilidad del trabajo; esto es, el trabajo representa un sacrificio para el individuo,
quien exige una remuneración para prestarlo. Al respecto, parecen pertinentes los
comentarios siguientes.

La idea en principio tiene aplicación para ajustes marginales (por ejemplo, para el caso
de horas incrementales de trabajo frente a una base ya establecida), y no para la
totalidad del tiempo del individuo. Ello ocurre por cuanto existen topes biológicos a la
dedicación laboral, en circunstancias normales, por lo que un mínimo de horas de ocio
sería de valor indefinidamente alto, por cuanto no admiten sustitución; dicho más
claramente, el tiempo mínimo para el descanso no es utilizable a otros fines, por lo
que la remuneración que le sería atribuible es indefinida.

Por otro lado, a nivel de una unidad familiar siempre debe existir algún miembro que
se dedique al trabajo - excepto el caso de rentistas - por cuanto el ocio no permite
atender por si mismo a necesidades básicas de alimentación, vestimenta, vivienda,
etc.. En parte, esto es compensado al aplicarse simultáneamente un enfoque más
amplio de actividad productiva, incluyendo actividades del hogar, y contabilizando las
horas de ocio en términos netos también para quienes no desempeñan una actividad
remunerada comercialmente.

No puede dejar de notarse, por otra parte, que la visión del trabajo que subyace en
este enfoque es limitada y simplista, por omitir aspectos que influyen fuertemente en
la práctica social. Entre éstos, puede señalarse la mayor valoración que recibe a nivel
individual y social el trabajo, y básicamente el sentido de integración que éste brinda
al individuo. Desde ya, nada de esto es fácilmente generalizable y sistematizable; pero
como mínimo estas consideraciones deben ser tenidas en cuenta, atendiendo a
aquello de no fetichizar indicadores.

Las razones anteriores colocan límites importantes a la tarea de valorización del ocio;
pero, ellas no deben tomarse como argumentos para no considerar este tema. Esto
es, el tiempo que los individuos dedican a actividades no laborales es un dato
significativo a relevar, aun cuando no es posible una lectura única .

Actividades que no representan bienestar

El sentido de la propuesta de exclusión de actividades que no brindan en si bienestar


puede comprenderse a partir del siguiente ejemplo.

Supongamos que a lo largo del tiempo una economía presenta un nivel global de valor
agregado constante, pero que, en virtud de un aumento de distancias o de
congestionamiento, requiere destinar recursos crecientes para el viaje al trabajo,
siendo que éste no muestra variaciones en su calidad (esto es, el mayor gasto en
transporte no representa un incremento de comodidad, velocidad, etc.). Es evidente
que la disponibilidad de los bienes y servicios restantes habrá disminuido; dado que
de éstos dependerá el nivel de bienestar de las personas, y no de la cantidad de
servicio de transporte adquirido, es claro que se habrá producido una disminución del
nivel de vida, no reflejada en las cifras convencionales de producto. Consideraciones
similares pueden aplicarse para gastos de defensa, seguridad, e incluso para gastos
en administración de justicia.
Este enfoque se implementa partiendo de valores observados de producción de estas
actividades que se consideran mínimos; luego, se computa la evolución del ingreso
descontando el valor correspondiente al crecimiento eventual que ellas evidencien. En
otros términos, ellas no son descartadas totalmente. Conceptualmente, este
procedimiento equivale a retirar estas actividades del consumo final, que es donde son
convencionalmente computadas, tornándolas insumos intermedios; esto implica que
el nivel de producto real queda computado en términos de demanda final.

Es importante destacar aquí dos aspectos particulares de esta problemática.

Por una parte, ella tiene particular interés no en cuanto al nivel en sí del producto, sino
en su evolución y comparación entre países; el ejemplo presentado acerca del
transporte parece elocuente al respecto, y de hecho el criterio de implementación
enfatiza esta perspectiva de análisis.

Además, nótese que, si se excluye el caso del encarecimiento de recursos naturales


por agotamiento (tema cuyo tratamiento se incluye en la temática ambiental), la
existencia y evolución de estas actividades no productivas es básicamente imputable
a efectos externos negativos (como es el caso del congestionamiento) y a conflictos
sociales en sentido amplio (disputas por propiedad, criminalidad, agresión externa,
etc.). Esto es, a la propia interacción entre los individuos.

La pertinencia de esta propuesta es evidente: el bienestar de un individuo no se


incrementará por una mayor congestión en el sistema de transporte, por un incremento
de la necesidad de defensa o por un mayor nivel de litigiosidad judicial. Debe sin
embargo notarse, como el propio procedimiento de implementación lo indica, que
puede alternativamente plantearse que lo que se está decantando es el efecto de una
pérdida de productividad, por un incremento de externalidades negativas: la defensa
o seguridad necesarias se obtiene ahora a un costo mayor (aun cuando en el caso de
defensa y seguridad, resulta imposible identificar cantidades producidas).

En cuanto a la implementación, nótese que el mismo no requiere la valorización


imputada de actividades, al contrario de lo que ocurre con las otras dos vertientes
señaladas. Ello reduce considerablemente el nivel de dificultad conceptual y
operacional. Por las razones apuntadas, este abordaje resulta prometedor .

11.3.2 Actividades productivas y no productivas

El segundo conjunto de enfoques que se analiza se centra en el concepto de actividad


productiva, para el que se brinda una delimitación diferente a la propuesta por la visión
tradicional de las cuentas nacionales.

Podemos mencionar aquí dos variantes, que se tratarán por separado:


• el sistema del Producto Social Material
• el sistema de Shaikh-Tonak.

Ambos conceptos se remiten a las teorías clásicas de la economía, entendiendo por


tales a las teorías en la tradición de A. Smith, D. Ricardo y C. Marx.

El sistema del Producto Social Material


Este sistema fue efectivamente utilizado en la contabilización de las actividades
económicas en los países de economía centralizada; hoy día se encuentra en vías de
ser abandonado, por cuanto se ha registrado una tendencia hacia la adopción de los
sistemas de cuentas de Naciones Unidas, unida obviamente a los cambios sociales y
políticos ocurridos en aquéllos.

La característica distintiva del concepto de Producto Material reside en que se delimita


como actividad productiva únicamente a la producción de bienes y a la prestación de
servicios directamente asociados a la distribución del ésta (como es el caso del
transporte de cargas). Todas las restantes actividades que se brindan a terceros - esto
es, la casi totalidad de la actividad de servicios - se computan como actividades de
consumo, para las que el área productiva brinda insumos y bienes durables de
producción. A partir de este concepto básico, se elabora un conjunto de cuadros
contables.

Puede de esta forma notarse que se generaliza la existencia de trabajo (remunerado)


en la órbita del consumo; algo que en el sistema de cuentas nacionales ortodoxo sólo
se verifica para el consumo del gobierno (aunque, como se recordará, ello responde
más a dificultades de contabilización) .

Una propuesta de origen marxista: El sistema de Shaikh-Tonak

El concepto rector del enfoque de estos autores, fundado en la tradición clásica, es en


principio sencillo: producción es toda aquella actividad que satisface necesidades
humanas, provengan, al decir de Marx, “del estómago o de la fantasía”. En otros
términos, producción es toda actividad que brinda valores de uso.

Esta definición implica excluir a los siguientes grupos de actividades, todas ellas
entendidas como actividades de consumo, y no de producción:
1. actividades de distribución: son aquéllas que se refieren al proceso a través del
cual los valores de uso producidos cambian de propiedad, desde sus propietarios
iniciales a sus usuarios finales.
2. actividades de conservación y reproducción de lo social: se trata de las
actividades que brindan el marco jurídico, de seguridad, defensa, etc., a los efectos de
asegurar la reproducción de la organización social. Se enfatiza que no necesariamente
estas actividades se desarrollan exclusivamente en el ámbito del sector público (ello
no ocurre, por ejemplo, en el caso de servicios privados de seguridad). Se incluyen en
este rubro las actividades referidas a salud y educación .
3. actividades de consumo personal: son las actividades que hacen al usufructo
de los valores de uso .

Debe notarse que los conjuntos de actividades consignados en 1. y 2. implican el uso


de trabajo; en consecuencia, se trata de trabajo no productivo, en oposición al trabajo
empleado en actividades productivas. Ambas son englobadas bajo el concepto de
consumo social, en cuanto forma particular de consumo final.
Los autores subrayan que no debe considerarse la clasificación en actividad
productiva y no productiva como fundada en un juicio de valor; antes bien, se trata de
un criterio técnico, que apunta a distinguir las actividades que generan valores de uso
de las que no lo generan. Tampoco debe considerarse que las actividades no
productivas no sean necesarias; al contrario, ellas concurren al mantenimiento y
reproducción de las relaciones sociales existentes; como tales, constituyen “pre-
condiciones” de la actividad productiva.

Si esto puede resultar evidente para las actividades específicamente dedicadas a ese
fin (incluidas en el numeral 2. anterior), las actividades de distribución requieren una
aclaración. La definición que brindan los autores no apunta a servicios en cuanto
participantes del proceso por el cual un bien es puesto a disposición del consumidor.
Las actividades incluidas bajo el rótulo de “distribución” son las que hacen al proceso
de apropiación del producto, no a la transformación material del mismo. Se incluyen
bajo este concepto a las actividades siguientes, entre otras:
• comercio mayorista y minorista
• publicidad y ventas
• alquiler de edificios y equipos de producción
• intermediación financiera

No necesariamente estas actividades corresponden a las que surgen de los


clasificadores como el CIIU, aun cuando en principio esta correspondencia parezca
inmediata; ello es así porque un mismo establecimiento productivo (y aun una misma
persona, en el caso de empresas individuales) puede desarrollar simultáneamente
actividades productivas y no productivas; por ejemplo, en una misma empresa
coexisten departamentos dedicados a la producción, a la comercialización y al
financiamiento de clientes. Esto significa que se requiere abrir cada sector, a fin de
distinguir ambos tipos de actividades; en la práctica, ello se realiza a partir de
estimaciones del empleo asignado a cada una de ellas.

En algunos casos, incluso, una misma actividad, en términos técnicos, puede ser o no
productiva, en función de la utilización que se le dé. Los autores citan como ejemplo
el caso del transporte de cargas: si el objetivo de determinado transporte es poner a
disposición del consumidor un producto, será una actividad productiva; si en cambio
su finalidad es realizar una ganancia, trasladando mercancías de un depósito a otro
por especulación de precios, se tratará de una actividad no productiva. En la práctica,
el tratamiento que instrumentan no toma en cuenta este tipo de casos, por las obvias
dificultades estadísticas que existen.

Es importante señalar que la distinción entre actividades productivas y no productivas


se refiere únicamente a los servicios; la producción de bienes, en todos los casos, es
considerada productiva. Esto significa que los insumos que intervienen en las
actividades no productivas son considerados como resultado de un proceso
productivo; el proceso por el cual estos insumos son utilizados es parte entonces del
consumo .
Estos criterios generales se implementan a través de un sistema de clasificación y
medición, que difiere considerablemente del tradicional, básicamente por la aplicación
de criterios originados en la teoría marxista. Su estructuración se realiza a través de la
adaptación del Cuadro Insumo-Producto, para el que se separan las actividades
productivas de las no productivas. Debe recordarse que la apertura del cuadro es por
actividades, las que no necesariamente coinciden con sectores.

El concepto de valor agregado obtenido no coincide con el que se emplea en la


contabilidad social habitual; esto es, la medición que se realiza no consiste, como en
el caso de los enfoques alternativos de origen neoclásico, en adicionar o sustraer el
valor agregado atribuible a sectores en particular. La cabal comprensión de este punto
requiere conocimientos básicos de teoría marxista; de manera que la explicación que
se ensaya a continuación es necesariamente escueta y simplificada.

Desde la óptica marxista, las actividades productivas son las únicas que generan
efectivamente valor; dicho valor se distribuye entre el pago de la fuerza de trabajo
involucrada - cuyo valor es determinado a partir del valor de los bienes necesarios
para reproducirla - y el valor excedente, denominado plusvalía. Sin embargo, la
existencia de capital invertido en actividades no productivas implica que éste, y el
trabajo por éste empleado, recibe una remuneración extraída del valor generado por
las actividades productivas; dado que la fuerza de trabajo siempre es remunerada a
su valor, el “financiamiento“ de las actividades no productivas proviene del excedente
producido por las actividades productivas, y no del valor de la fuerza de trabajo .

Los autores realizan una estimación de agregados así definidos, y comparan su


evolución con la que surge de la contabilidad convencional, en el período 1948-1989,
para Estados Unidos. Los resultados de este extenso y complejo ejercicio pueden
reseñarse en los términos siguientes (en promedios correspondientes al primero y
último quinquenio):

1. La razón entre trabajo productivo y trabajo total pasa de 54% a 37%.


2. La razón entre el producto bruto calculado por la metodología propuesta y el
producto bruto interno convencional pasa de 93% a 84%.
Estos datos evidencias que las actividades productivas habrían crecido menos que las
no productivas.

Para concluir, se presentan algunos comentarios acerca de esta propuesta. Ellos


apuntan al concepto central de actividad productiva y su relación con las otras
propuestas de origen neoclásico ya reseñadas.

En primer término, no resulta totalmente clara la justificación teórica - más allá de


remitirse a una tradición determinada de pensamiento económico - de la partición que
se propone entre actividades productivas y no productivas. En principio, podría
interpretársela como basada en el principio de separar los aspectos materiales de la
producción de los aspectos sociales; en tal caso, la idea rectora de esta visión sería
que las actividades no productivas son aquéllas que se vinculan con el mantenimiento
y “operación” - éste sería el sentido de las actividades denominadas de “distribución”
- de las relaciones sociales entre los individuos.

Pero si esta idea, en si atractiva, es efectivamente el núcleo teórico, su implementación


parece ameritar los comentarios siguientes:
• Se restringe la distinción entre actividades productivas y no productivas a los
servicios; esto es, todos los bienes son resultado de actividades productivas, por
definición, incluyendo aquí a aquéllos que concurren como insumos o bienes durables
a actividades no productivas. Aparentemente, este criterio se basa en una analogía
con el caso de los bienes vendidos para consumo; esto es, los bienes serían valores
de uso a los fines de una forma particular de consumo . Pero podría sugerirse que una
visión más ajustada (y tal vez menos formalista) sería la de considerar únicamente la
producción de valores de uso para consumo de las familias. Para decirlo con un
ejemplo: si los servicios de defensa y seguridad son actividades no productivas, podría
argumentarse que también deberían serlo las armas y otros insumos y equipos que
se utilizan al efecto.
• La distinción entre servicios que son valores de uso y los que no lo son puede ser
compleja, una vez que se abandona el nivel de reposición puramente biológica de la
vida material. Por ejemplo, el mantenimiento del orden jurídico podría considerarse
una “demanda” de los sectores dominantes, para mantener un statu quo que los
favorece. Por otra parte, la actividad artística o intelectual es considerada productiva,
aun cuando ella podría ser considerada como destinada a la acción política en favor o
en contra del orden existente. Por último, el tratamiento de salud y educación como
actividades no productivas parece poco fundamentado, dado que en apariencia ellas
brindan valores de uso tangibles.

Reflexiones finales acerca de los enfoques alternativos

Más allá de las puntualizaciones ya señaladas, de la reseña y comentarios realizados


a lo largo del presente trabajo se desprenden algunas observaciones de alcance más
general. Ellas son las siguientes:
1. Al margen de los criterios específicos adoptados, es importante señalar un
primer aspecto común las formulaciones reseñadas, y es que todas ellas parten de la
explicitación de un objetivo de análisis, algo que no se encuentra tan claramente
definido en la contabilidad social tradicional, que parece más apoyarse en una suerte
de “combinación” de contabilidad individual y abordaje operacional, según se vio. En
tal sentido, se trata de enfoques metodológicamente más fundamentados.
2. Señalemos, seguidamente, que tal intención parece además ser común a todas
las propuestas: incluir las actividades que efectivamente tienen incidencia en el
bienestar. Esto es válido también para la perspectiva marxista; existe parentesco,
aunque no completo, entre el concepto marxista de “valor de uso” y la noción de
“producción cuyo consumo incrementa el bienestar de los individuos”, tal como se
reseñaron en este trabajo. Registramos sin embargo una diferencia básica entre
ambas visiones; ella radica en la distinción marxista entre producción y apropiación,
siendo que las actividades relacionadas a ésta última no son consideradas
productivas; la perspectiva neoclásica omite cualquier referencia en tal sentido. Un
evidente reflejo de ello es el tratamiento del sector comercio y de las actividades de
ventas.
3. No corresponde entrar aquí en un juicio acerca del mérito de la intención
propuesta, por cuanto ello debería en rigor formularse en el contexto de un problema
específico a resolver . Pero no caben dudas acerca del atractivo en general que tienen
estas propuestas, en la medida en que permiten trascender el horizonte un tanto
limitado de las cuentas nacionales tradicionales (esto es, ir más allá del concepto de
“producción para el mercado”).
4. En cuanto a la eficacia de estas formulaciones, en cada caso se indicaron los
reparos que ellas pueden merecer; pero cabe adicionalmente remarcar dos cuestiones
de orden general, desde la óptica neoclásica.
• En primer término, la propia identificación entre consumo de determinados bienes o
servicios y utilidad o bienestar individual (lo que generalmente se formula mediante
conocidas funciones de utilidad) es menos “automática” de lo que parece suponerse
habitualmente. Ello ocurre en particular con la propia noción de bien intermedio o final,
o con ciertas actividades necesarias, pero cuya capacidad de brindar satisfacción es
dudosa: por ejemplo, consumir energía eléctrica, manejar un vehículo particular,
emplear ropa abrigada, etc
• La búsqueda de un indicador agregado, que permita establecer la evolución del nivel
de bienestar (mediante un juicio libre de valores) presupone la posibilidad de
comparación intertemporal de utilidades - asumiendo que no existan cambios en la
distribución del ingreso real -, y, adicionalmente, que la función de utilidad de cada
individuo se mantenga constante.
En opinión del autor, la teoría neoclásica de la utilidad (ordinal o cardinal) no puede
considerarse una formulación suficientemente sólida como para admitir una discusión
acerca de estos temas; al decir de Joan Robinson, se trata de “una psicología
mecanicista edificada sobre la base de una búsqueda del placer y un rechazo del dolor
completamente individualista, algo que nadie considera como una explicación correcta
de la naturaleza humana” (Robinson, 1960). Esto es, si bien puede aceptarse el
enfoque neoclásico como un sentido común algo más refinado para encarar algunos
problemas específicos (por ejemplo, en el ámbito de la evaluación de proyectos), es
dudoso que cuestiones como la ”verdadera fuente” de utilidad o la comparabilidad
intertemporal puedan ser discutidos en profundidad, en este contexto. En tal sentido,
y hasta tanto no se disponga de alguna teoría estándar que permita encarar este difícil
problema, parece más adecuado asumir una aproximación más cruda y de sentido
común, considerando la problemática de la medición en términos de “valores de uso”,
sin ingresar en cuestiones más complejas acerca de la utilidad individual . El
tratamiento del trabajo como desutilidad merece consideraciones análogas .
5. Otro rasgo común a destacar es que aun cuando los enfoques utilizados
difieren entre si, en todos los casos se pretende obtener una medición agregada
alternativa a las mediciones usuales. Esto es, en ningún caso se pretende cuestionar
la medición agregada en si misma, sino que se acepta el desafío dialéctico que ella
propone, esto es, buscar la medición agregada “correcta”. Tal vez, éste sea el rasgo
más criticable, por cuanto debiera resultar claro que un indicador agregado de este
tipo es poco lo que alcanza a describir. Una estrategia descriptiva más desagregada
seguramente proporcionaría información más rica e incluso eficaz.
11.2.3 Un caso en discusión: la inclusión del medio ambiente en la contabilidad social

La creciente conciencia del impacto ambiental de las actividades del hombre ha dado
lugar a una amplia y creciente discusión sobre el tema, a partir de los años 70, en los
distintos ámbitos relacionados al pensamiento económico y social.

Como reflejo de ello, se ha debatido en torno de la necesidad y posibilidad de incluir


la dimensión ambiental en el cómputo referido a la contabilidad social, en particular
para los agregados macroeconómicos usuales. La intuición subyacente es que la
medición usual en alguna medida sobreestima, tanto por no computar el desgaste de
recursos naturales no valorados, como por incluir como valores de uso el producto de
las actividades de mitigación o reconstitución del medio ambiente deteriorado . La
literatura técnica ha alcanzado un volumen importante, habiéndose desarrollado muy
variadas propuestas y estimaciones empíricas. Entre las primeras, cabe destacar el
ensayo de las Naciones Unidas publicado en 1993, denominado “Contabilidad
económico-ambiental integrada”, que marca un hito importante en este proceso.

La gran complejidad del tema no ha permitido sin embargo arribar a un consenso; de


manera que una reseña del tema implicaría revisar una gran abundancia de opiniones
y propuestas. Se opta entonces por una presentación que ponga en evidencia algunas
características importantes del problema de incorporar la contabilización del medio
ambiente, seguida por una muy breve reseña de los criterios implementados en la
publicación citada de Naciones Unidas.

(i) Cuantificación y valoración del medio ambiente

La idea rectora de elaborar un esquema de contabilidad ambiental es considerar un


conjunto de elementos de juicio que posibiliten cuantificar el impacto de las actividades
humanas sobre el medio, a efectos de establecer las posibilidades de continuidad de
éstas. Ello se suele denominar con frecuencia cada vez mayor como sustentabilidad
(o sostenibilidad) de las actividades del hombre; se alude en estos términos, por
ejemplo, al desarrollo “sostenible”.

¿Qué debe incluirse en la contabilización de los efectos ambientales? Esta pregunta


es usualmente respondida a partir de un esquema definido como el intercambio entre
dos esferas: el ámbito productivo y el medio ambiente. Entre ellos, se registran flujos
materiales (aire, materias primas, desechos, etc.), pero también prestaciones
análogas a los servicios productivos (por ejemplo, la tierra, cuando sustenta
actividades). Los flujos materiales casi siempre confluyen a la formación o reducción
de stocks, alterando asimismo características del medio natural: por ejemplo, la
actividad agrícola reduce la capacidad natural de la tierra, reduciendo el stock de
determinados componentes que la fertilizan; o determinadas actividades de transporte
incrementan el stock de gases tóxicos, desplazando de alguna forma al aire respirable.

Naturalmente, la sustentabilidad no se encuentra asegurada por los stocks de


recursos naturales; se requiere que ellos se encuentren en “el lugar y momento
correcto”. La naturaleza se presenta como un conjunto extremamente complejo de
ciclos vitales y no vitales que se entrecruzan y viabilizan mutuamente. La acción
humana tiene como efecto interferir en varios de estos ciclos y redireccionarlos, lo que
va más allá de un mero efecto cuantitativo sobre stocks determinados, por cuanto la
interrelación entre los ciclos tiende a propagar los efectos.

Nótese aquí que se plantea un problema novedoso, respecto del universo considerado
por la contabilidad usual: el desconocimiento de los efectos últimos de las actividades
humanas sobre el medio, siendo que el efecto final de esta intervención no resulta
determinable. En tal caso, la contabilización de los impactos de la actividad económica
contiene necesariamente componentes hipotéticos.

De cualquier forma, la contabilización de stocks y flujos ambientales permite obtener


una apreciación valiosa acerca del impacto ambiental; de hecho, su medición es
factible en términos físicos (y varios países ya la realizan en forma sistemática). A los
efectos de la contabilidad social, se plantea si es factible una medición por valor. En
caso afirmativo, podríamos acumular a la variación de stocks de activos producidos la
de los activos no producidos de todo tipo.

En el caso de activos naturales apropiados, existe en principio una valuación de


mercado (vgr., yacimientos minerales).

Pero en el caso de que no se trate de activos apropiables, no es necesario enfatizar


que los problemas de valuación son aquí aún más complejos de los que se enfrentan
cuando se encara la medición de actividades dirigidas al mercado. Se han propuesto
las soluciones siguientes, extraídas de la economía del bienestar:
• Valuación directa extra-mercado: consiste en aplicar técnicas denominadas de
valuación contingente, que se instrumentan mediante cuestionarios orientados a
determinar el valor asignado por los individuos a los activos ambientales.
• Valuación indirecta extra-mercado: consiste en computar los costos asociados a la
reposición de activos ambientales absorbidos o la mitigación de los daños
ocasionados.

Todas las soluciones ofrecen costados críticos, tal como el propio trabajo de Naciones
Unidas señala. Por una parte, la valuación de cada individuo se realiza, según se
señaló, a partir de un conocimiento evidentemente insuficiente. Por otro lado, no
siempre la reposición de activos es posible, ni tampoco la completa mitigación del
efecto ambiental.

Seguidamente, consideremos la cuestión del cómputo de las actividades destinadas


a la mitigación del impacto ambiental. Su contabilización se propone en los términos
de actividades que no brindan bienestar, tal como se mencionó en el apartado anterior
para los servicios de defensa, justicia, seguridad, etc.. Debe advertirse aquí que podría
existir superposición con una eventual valuación del daño ambiental mediante
valuación indirecta extra-mercado: por ejemplo, no deberían contabilizarse
simultáneamente la reducción de activos, valuada en términos del costo de mitigación,
y las actividades efectivamente dirigidas a tal fin.
Por último, puede señalarse lo siguiente. Tal como se indica en el trabajo de Naciones
Unidas, existen dificultades teóricas importantes para obtener indicadores físicos
representativos del contexto ambiental; esto es, no parece posible, por el momento,
obtener indicadores físicos que resuman el estado ambiental. Esto ocurre por la
pronunciada complejidad del objeto de estudio.

En principio, esto dificulta la tarea de valuación; pero el texto de Naciones Unidas


pareciera proponer la medición agregada por valor como una forma de alcanzar una
evaluación de conjunto .

Esta postura, nuevamente, parece reflejar una excesiva confianza en la medición


agregada.

(ii) La propuesta de Naciones Unidas

La propuesta de contabilidad ambiental de Naciones Unidas se desarrolla a partir de


un esquema de complejidad creciente, a medida que se incorporan sucesivos niveles
y alcances de la información. Éste no será descripto en detalle aquí; antes bien, se
desarrollará una breve síntesis conceptual.

El sistema se estructura a partir de la conformación de una cuenta “satélite”; esto es,


se trata de una cuenta que toma información desde el sistema usual de Cuentas
Nacionales, sin intervenir en la constitución de éste. Su alcance es a nivel nacional, lo
que implica omitir la consideración de efectos ambientales a nivel local.

Los esquemas contables que sucesivamente incorporan información adicional se


denominan “versiones”; ellas son seis en total. Sintéticamente, la información
incorporada es la siguiente:
• Se incluyen flujos y stocks de elementos ambientales (agua, seres vivos, etc.),
proponiéndose esquemas de valuación contingente o basados en la noción
mantenimiento del stock.
• Se incorporan los efectos ambientales de las actividades de los hogares.
• Se externalizan los servicios de protección ambiental.
• Se incorpora una noción de “producto neto ajustado ambientalmente“; el mismo
incorpora el efecto de la reducción de activos ambientales.

Varios aspectos del sistema se encuentran abiertos a discusión; de manera que la


versión presentada dista de ser definitiva.

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