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LA TEORÍA EVOLUTIVA.

“La ciencia tiene evidencias pero no está segura de todo. La religión está segura de todo, pero no
tiene evidencias.”

Ashley Montagu

Es común escuchar que la evolución biológica es “solo una teoría” y que por lo tanto no
está comprobada, así que cada persona debe decidir si cree o no en ella. En realidad solo la
primera parte de esa aseveración es precisa, ya que de hecho la evolución es una - teoría científica-
Pero al fin y al cabo ¿qué significa eso? Me atrevo a definir a una teoría científica como la -mejor
explicación posible sobre un fenómeno natural- basada en un conjunto de evidencias coherentes
con las leyes naturales, recolectadas a través del tiempo y constantemente sometidas a refutación
o comprobación. Así es, la teoría científica, cualquiera de ellas, jamás puede ser tomada como
definitiva, ya que nunca se sabe si la próxima observación o experimentación será contradictoria
con esta, sin embargo, esto no quiere decir que no se encuentre amplia y constantemente
comprobada mediante un bagaje histórico de hipótesis puestas a prueba una y otra vez, las cuales,
al mostrar siempre los mismos resultados, constituyen entre todas, una teoría científica.

El -pensamiento evolucionista- se ha construido con el pasar del tiempo, mediante una


serie de investigaciones que poco a poco fueron armando una teoría que permite explicar el
origen de la diversidad de especies que habitan nuestro planeta, sin requerir la intervención de
fuerzas divinas o sobrenaturales. Estas conclusiones fueron alcanzadas al estudiar las adaptaciones
y transformaciones que sufren los organismos que se desarrollan en diferentes ecosistemas, al
realizar las primeras agrupaciones taxonómicas de los seres vivos; y al describir el desarrollo
embrionario de distintos organismos y compararlos entre sí. Los resultados de estos trabajos
permitieron cultivar la idea de que las especies no son estáticas, sino que cambian y se
transforman o se extinguen. Sin embargo no fue sino hasta 1809 cuando el biólogo francés Jean-
Baptiste Lammarck publicó su obra -Filosofía zoológica- en la que propone la primera teoría formal
de la evolución, donde describe al -uso y desuso de los órganos- como el mecanismo por el cual la
evolución trabaja.

El destino tendría preparada una coincidencia que cambiaría para siempre el rumbo de la
teoría evolutiva. Transcurría el año de 1858 cuando el naturalista británico Charles Darwin recibió,
por medio de un amigo en común, una carta de su colega y compatriota Alfred Russel Wallace,
quien se encontraba estudiando la naturaleza del archipiélago malayo. En ella, Wallace describía
sus conclusiones sobre el papel que la -lucha por la existencia- cumplía en el proceso evolutivo.
¡Increíble! Ellos no se conocían, nunca el uno había revisado el trabajo del otro y sin embargo,
ambos habían alcanzado las mismas reflexiones a medio mundo de distancia. Cada uno de ellos,
en su respectivo momento y lugar, había logrado decodificar el proceso que sigue la evolución
para crear nuevas especies y extinguir otras; y lo llamaron “Selección Natural”.
Como hemos visto, la historia de la teoría evolutiva no empieza con Charles Darwin, pero
tampoco termina en él, esta ha sufrido su propio recorrido evolutivo, en el que gracias a los
aportes de científicos e investigadores a lo largo del tiempo y alrededor del mundo, se ha vuelto
más precisa, más completa y más compleja. En un momento dado se determinó el papel de la
herencia biológica, el ADN y la deriva genética, con lo que se dijo que Lammarck estaba
equivocado y que Darwin tenía razón; luego se descubrieron las mutaciones genéticas y la
epigenética y así se demostró que ni Darwin tenía toda la razón, ni Lammarck estaba tan
equivocado. Empezaron a surgir, en todos los campos de la biología (Ecología, paleontología,
genética, anatomía, biogeografía, etc.) datos e información que solo podían ser interpretados
objetivamente mediante la teoría evolutiva. Y llegó el día en que su validez fue tan abrumadora,
que la comunidad científica no tuvo más remedio que rendirse completamente ante sus
evidencias y se logró un consenso: “La evolución es un hecho”

Nadie observó jamás a la tierra dar una vuelta completa alrededor del sol, eso es un hecho
que plantea algunas preguntas: ¿Por qué no dudamos de la teoría del movimiento de traslación, si
en lo que a todos concierne, es el sol el que se mueve en el cielo y no la tierra?; ¿Por qué
aceptamos tan ciegamente algunas teorías y rechazamos tan efusivamente otras, cuando son igual
de “difusas”?; ¿Existe alguna otra explicación científica igual de minuciosa y argumentada que la
evolución, pero radicalmente diferente en sus postulados, que permita explicar la biodiversidad
del planeta? Nadie ha observado el proceso de una especie transformándose en una nueva; y por
ese motivo muchas personas ponen en duda la teoría evolutiva, pero en vez de rechazarla, esto
nos obliga a seguirla estudiando. Hay que tomar en cuenta, que el conocimiento científico es solo
una interpretación de la realidad, igual que la religión o la filosofía; es una búsqueda infinita en la
que cada pregunta que se responde plantea cientos de nuevas interrogantes, o como dijo Miguel
de Unamuno: “La verdadera ciencia enseña sobre todo a dudar y a ser ignorante.”

Maceo Galindo.

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