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En las cárceles del Santo Oficio murieron 4 a causa de las torturas, entre
ellos, Blas de Paz Pinto, un cirujano portugués que llegó a Cartagena
desde Angola para escapar de la Inquisición española, que había ejecutado
a su hermana. Se decía que Blas de Paz Pinto era «capataz de los judíos»,
lo que se puede interpretar como el rabino de la comunidad, ya que en su
casa funcionaba la sinagoga. La Inquisición se ensañó con Blas de Paz. Le
quitaron 50.000 pesos, que en la época eran una fortuna. Durante su
permanencia en el potro, la cuerda se rompió a la segunda vuelta, ya que
los verdugos habían sido comprados. Sin embargo, los Inquisidores
mandaron cambiar inmediatamente el cordel y lo torturaron hasta que
estuviera dispuesto a confesar y a denunciar a otros 13 judíos. Murió a los
pocos días.
Ahora bien, por más de que las cifras fueran pequeñas comparadas con el
Tribunal de Lima, Méjico o España, no dejan de ser significativas. Más
aún, tal vez las cifras del Tribunal de Inquisición de Cartagena no resultan
tan elevadas debido a la desaparición de muchos de los documentos que
se deterioraron ante la humedad y condiciones adversas para su
conservación. Más aun, el olvido, que caracteriza la historia de Colombia,
hace que lo que sucedió ahí pase a un segundo plano. Pero, sin duda, los
judíos o cristianos nuevos que vivían en la ciudad escuchaban con temor,
horror y angustia las campanas y los pregoneros del Tribunal en las calles
de esta ciudad. Las advertencias del Santo Oficio no dejaron de
amedrentar e intimidar a estos sefarditas.
También es importante subrayar que los judíos no fueron los únicos que
estuvieron en la mira de los inquisidores de la ciudad. La Iglesia mantenía
una estrecha vigilancia, en forma indistinta, sobre diversos grupos sociales
de la Colonia. También murieron muchos protestantes, que la Inquisición
denominaba: «miembros de la secta de lucero». Por cierto, de acuerdo con
José Toribio Medina, el primer quemado en Cartagena fue un protestante
llamado Adán Edón, en el fastuoso Auto de Fe que se celebró en 1622.
Curiosamente, el motivo que explica por qué no fueron aun mayores las
atrocidades en Cartagena ha sido una usanza de larga duración en estas
tierras: la corrupción. La doble moral y falta de ética de los inquisidores les
salvó la vida a muchos acusados, pero, hay que subrayarlo, no los eximió
de la tortura ni de la pérdida de sus bienes.
Ante esta situación de corrupción que era cada vez mas visible. El Consejo
de la Suprema comisionó al inquisidor Medina Rico para que investigara la
conducta de los representantes del Santo Oficio. El visitador terminó su
trabajo presentando ciento quince cargos contra el inquisidor Juan Pereira
y sesenta y ocho contra el inquisidor Juan Bastidas Villadiego. Escribió
que Villadiego mantenía amistades con los penitenciados judíos, con
quienes comía, jugaba y de los cuales recibía dinero prestado. Registró,
además, que el fiscal Bernardo de Eyzaguirre se había apoderado del
dinero de los reos y que el secretario Juan de Uriarte Araoz vendía sus
influencias a los parientes de los conversos que estaban presos a fin de
que no sufrieran a manos de la Inquisición. Las deficiencias del Tribunal
de la Inquisición fueron cada vez más evidentes, y la situación empeoró
con los ataques de los piratas a la ciudad. En 1697, los franceses la
sitiaron.
Ahora bien, la presencia clara de una comunidad judía sefardita sólo viene
a surgir de nuevo durante el siglo xix con la Independencia y la creación de
la República.
El mundo cultural y las artes no les fueron ajenos a estos judíos sefardíes.
La obra literaria de Abraham Zacarías López-Penha, quien nació en
Curazao en 1865 y vivió en Barranquilla desde muy joven, representa una
bocanada de aire fresco para la época y aun cuando se pierde en las
brumas literarias del país, merece ser redescubierta y reconocida como
una de las obras que inaugura una época y una nueva tendencia en la
literatura del país. En el estudio titulado Historia de la poesía colombiana,
se le reconoce el mérito de ser el primer escritor que estableció contacto
con los modernistas franceses. En su publicación Flores y perlas, un
quincenario, tradujo por primera vez a Mallarmé, Baudelaire y Rimbaud.
Mantenía correspondencia con Rubén Darío y con Max Nordau, entre
otros. Fue amigo del poeta modernista colombiano Luis Carlos López. Y
con «el tuerto» López y Manuel Cervera publicaron una antología de
poemas titulada Varios á varios. Su poemario Cromos fue prologado por
Nicanor Bolet Pedraza y editado por la Biblioteca Azul de París en 1895.
Dos años después publica su primera novela Camila Sánchez y en 1898
otro volumen de versos con el título Reflorecencias.
La irreverencia del poeta sefardí impidió que las páginas literarias de los
diarios capitalinos, lo reconocieran. Alfredo de la Espriella, en una
conferencia que le dictó a la comunidad judía con motivo de los 500 años
del Descubrimiento de América y expulsión de los judíos de España,
explicó: «No comulgaba con el laurel fachendoso de los poetas bogotanos, o
su poesía patriótica o los juegos florales que tanto caracterizaron la
producción literaria de su época.»
Bibliografía