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La vida social de las mujeres en la época

colonial

Poca información es la que nos brindan los


textos escolares acerca de las mujeres que
vivieron durante la época del Virreinato. Las
imágenes más comunes las muestran
entreteniendo unas fiestas características de
su grupo social, las tertulias, o bien
organizando el trabajo de una numerosa
servidumbre, en las grandes casonas
coloniales. Y eran tareas y actividades
propias de las mujeres de este sector social.

Pero, ¿qué otras cosas hacían? ¿Cómo era el vínculo con sus padres y sus maridos? ¿Cuál era el modelo de mujer
aceptado por su grupo social? ¿Qué educación recibían? ¿Con quiénes se casaban? ¿Podían elegir a sus maridos?
¿Podían recorrer caminos distintos de los pautados socialmente?

La costumbre de reunirse para comer, hablar mal o bien de los demás, discutir, bailar o escuchar música está
presente en el Río de la Plata desde la época de la colonia. A la noche, la gente salía a la vereda para tomar fresco
y se mezclaban todas las clases sociales. Pero las mujeres tenían restricciones: no podían salir solas a la calle ni
entrar en las pulperías o los cafés. Tampoco iban al mercado, aunque sí tenían permiso para asomarse en el
alféizar de la ventana. Con estas limitaciones, las solteras debían desplegar sus encantos para encontrar un
candidato porque no había nada más deplorable que una soltera en la familia.

Entonces, el convento, el matrimonio, hogar familiar, el servicio doméstico, o el trabajo inhumano eran los únicos
espacios permitidos para las mujeres blancas, criollas, negras y mulatas durante la Colonia.

UNA VIDA CON ESCASAS OPCIONESAunque la mujer


tenía derechos legales limitados (como el derecho a heredar),
ninguna mujer podía tener una profesión, porque se pensaba
que era incapaz de cualquier tipo de vida fuera de su hogar.
Para las mujeres de Buenos Aires sólo había tres opciones: el
matrimonio, la soltería o la entrada en un convento de clausura.
Por los informes de los viajeros que visitaron Buenos Aires
sabemos que las mujeres que elegían el matrimonio o la
soltería debían llevar una vida tranquila y cortés centrada en el
hogar y en la iglesia. En sus hogares, y en las reuniones sociales, las mujeres no debían desplegar inteligencia,
sino más bien brindar el toque amable a los invitados, ser capaces de una charla agradable y vivaz, de bailar
danzas españolas y francesas, tocar la guitarra y cantar. Otra cosa que podían hacer las mujeres era tocar el arpa.
Siempre iban bien acompañadas cuando salían de sus casas, y “las bien” educadas no se mezclaban con la gente
"vulgar".

Aunque las invitaban a bailes, fiestas y tertulias, quedaban excluidas de muchas de las reuniones que abundaban
en la vida social de los hombres.
Las mujeres casadas y solteras se volcaban a la vida religiosa porque también era una forma de socializar. La
asistencia a misa era un ritual cotidiano; las mujeres iban de negro, con la cabeza y los hombros cubiertos, y las
que no cumplían con este requisito eran víctimas de comentarios feroces.

Las mujeres solteras eran “un problema”, y si la familia no veía un camino seguro al casamiento, el destino era el
convento. Pero, además, las familias poderosas llevaban a sus hijas al convento para no tener que fragmentar su
fortuna ante un casamiento. Las jóvenes también optaban por los hábitos para escapar de matrimonios no
deseados. Para ingresar a la vida religiosa había que pagar una dote y de acuerdo con lo que pagaban, las
religiosas ocupaban distintos lugares en el convento. Las llamadas “religiosas de velo negro” tenían más jerarquía
y se dedicaban a los rezos. Las de velo blanco hacían tareas domésticas y más pesadas.

LA EDUCACIÓN DE LAS MUJERES DE LA ÉLITE

A fines del siglo XVIII fue creada una escuela para niñas sin recursos, con el propósito de inculcarles “máximas
de virtud, principios de honradez y luces de una sólida erudición”. A comienzos del siglo XIX funcionaban en
Buenos Aires varias escuelas para la enseñanza femenina que deben considerarse numerosas si tenemos en cuenta
la población de aquella época. En el año 1802, doña Josefa Carballo publicó un aviso en el periódico Telégrafo
Mercantil para comunicar la apertura de una escuela de niñas, las cuales se educarían en religión, primeras letras y
gimnasia. El ingreso exigía ciertos requisitos, entre ellos saber leer y una edad mínima de ocho años.

Otra “escuela” para las niñas de la élite era la que dirigía doña Francisca López en su casa. A la entrada había  una
mesita con un nicho de la Virgen donde se decía “el bendito” a la entrada y a la salida; este era todo el adorno de
la sala principal y en un rincón la cama de la maestra. Concurrían varones y mujeres. Las niñas desde cinco años y
niños varones hasta quince, separados en dos salas. Cada uno llevaba de su casa una silla de paja; todo el
amueblamiento era el tintero, un pocillo, y una mesa muy tosca donde escribían los varones primero y después las
niñas. Si no traían las sillas desde su casa, muchas niñas se sentaban en el suelo sobre una estera.

El único libro era el Catecismo, entonces, para leer de corrido y algo que no sea religioso, cada niña o niño traía
de su casa un cuaderno que les escribían sus padres, y doña Francisca les enseñaba a leer y escribir, y también las
cuatro primeras reglas de la aritmética.  Además, a las niñas les enseñaba a coser y bordar.

No todos los padres querían que las niñas supieran escribir, porque temían que les “escribieran a los hombres.”

También había algunos pardos que enseñaban a las niñas de la élite música y piano, no como educación sino como
diversión.

LAS ACTIVIDADES DE LAS NIÑAS

Las niñas de las familias “decentes” del Buenos Aires virreinal solían pasar la mayor parte de su tiempo en sus
grandes casas de la ciudad, entre costuras, bordados, zurcidos y asistencia a misas. Sus padres les enseñaban las
primeras letras, para que pudieran colaborar en las empresas familiares.

Las niñas participaban de las tertulias, esos ámbitos de sociabilidad tan típicos de la elite colonial. Los fines de
semana, dejaban la casa de la ciudad, para ir con sus padres a las quintas y estancias que éstos poseían en la
campiña cercana. Por lo general, crecían mimadas por la servidumbre de la casa. El cariño no era lo más
característico en las relaciones familiares. El trato de los padres hacia sus hijos se caracterizaba por la severidad y
la distancia.

MATRIMONIOS POR CONVENIENCIA


En los hogares de la gente decente era habitual que los padres eligieron maridos para sus hijas. En las sociedades
del periodo colonial claramente patriarcales y donde los principios masculinos preponderaban sobre el resto, la
mujer distaba mucho, en teoría, de tener un puesto en situación de igualdad con respecto al hombre. La mujer
tenía el “privilegio” de servir como valor seguro a la hora de propiciar acuerdos comerciales o familiares que
fueron configurando diversas redes de parentesco y clientelares y como vehículo para la reproducción social. Los
principios de “honradez” y “decencia”, fundamentalmente en cuanto a lo relacionado con la sexualidad eran
valores añadidos en las mujeres. La base fundamental a la hora de constituir una familia era el matrimonio
católico.

Los matrimonios así pautados no tenían en cuenta los sentimientos de las jóvenes, sino los intereses de familia. A
través de un buen matrimonio se buscaba mantener o incrementar el patrimonio familiar. Los ricos comerciantes,
por ejemplo, se preocupaban por pactar matrimonios con hombres que a través del ahorro y la buena
administración dieran continuidad a sus empresas mercantiles. En este sentido, los españoles contaban con ciertas
ventajas sobre los criollos. Las familias decentes los consideraban más trabajadores y ahorrativos que los nativos.
El dicho “Vino, marido y bretaña (encaje), de España”, que estaba muy extendido en la época expresaba muy
bien esta preferencia.

La historiadora Susan Socolow sostiene que el casamiento de la mujer criolla socialmente establecida con el
recién llegado de España no era solo una norma aceptada en Buenos Aires, sino que estaba extendida por la mayor
parte de Hispanoamérica.

NEGRAS Y MULATAS ESCLAVAS

Con la colonización llegarían al Río de la Plata las mujeres negras, primeras esclavas destinadas a tareas
domésticas y artesanales, pero también a la necesidad de dar satisfacción a la sexualidad de los esclavos negros
para que no siguieran atacando a las indias y para “fijarlos a la tierra”. Las esclavas negras no solo se unieron en
matrimonio, siguiendo los ritos católicos, sino que también estaban a disposición sexual de sus amos y de los hijos
y parientes de sus amos, dando así origen a una numerosa población “mulata” (que se despreciaba más que a los
negros). La palabra mulato viene de “mula” considerada un híbrido.
El término mulato era usado como insulto. El mulato era doblemente sancionado por la sociedad colonial por ser
producto de una mezcla y por su bastardía ya que rara vez era reconocido por su padre.
La posesión de un esclavo en el Río de la Plata era considerada una muestra de prosperidad y riqueza, porque su
precio era altísimo. A pesar de esto, las mujeres esclavas que estaban embarazadas se vendían a menor valor, esto
sorprende porque el propietario de la madre también lo sería del fruto de su vientre, pero el riesgo de muerte por
parto era tan alto que la preñez era considerada un problema y no un beneficio.

Estas mujeres tuvieron que soportar de todo. Tenían límites y prohibiciones variadas, por ejemplo, usaban harapos
o ropas viejas de sus amos, (no podían usar sedas ni joyas), les estaba vedado el entierro en ataúdes, no tenían
lugares para el entierro de sus muertos, comían lo que podían, no podían ingresar en las iglesias, solo
acompañaban a sus amas hasta la puerta de la iglesia y les llevaban las alfombras para que las damas se sentaran a
rezar.

La mayoría de las lavanderas de la ciudad eran negras, mujeres fuertes que soportaban las peores inclemencias del
invierno, con solo unos mates calientes que preparaban encendiendo fuego en los espacios verdes de la ribera,
llevaban a sus hijos recién nacidos y los dejaban sobre cueros, mientras ellas realizaban sus tareas. Los bebés
morían a menudo del llamado “mal de los siete días”, que es el tétanos del recién nacido, una infección del cordón
umbilical de los bebés.

Entre otros, el destino más cruel estaba reservado para las nenas, las rapaban y solo le dejaban un mechón de
cabello largo, las negritas debían acompañar a las señoritas todo el tiempo, cebarles mate (a veces de rodillas) y
atender cuanta orden y capricho se les ocurriera, debían permanecer siempre cerca, a fin de estar disponibles
para recibir pellizcos o “el coscorrón”, tironeaban del cabello a las pequeñas para descargar sus nervios y
frustraciones.

EL AMOR EN LUCHA CONTRA LA CONVENIENCIA: SURGIMIENTO DE UNA NUEVA


SENSIBILIDAD
Hacia 1803 Mariquita Sánchez
tenía 14 años. Pertenecía a una distinguida familia porteña. A pesar de su juventud, Mariquita decidió cuestionar
las rígidas costumbres de su época en torno al matrimonio. No aceptó casarse con el hombre elegido por sus
padres, el español Diego del Arco. Amaba a un joven, llamado Martín Thompson y, animada por tales
sentimientos y por una personalidad que comenzaba a definirse como muy libre y transgresora, resistió las
imposiciones paternas. Ante la intransigencia de sus padres, ella y Martín decidieron llevar el enfrentamiento a la
esfera pública. Presentaron un juicio de disenso ante las autoridades virreinales y, finalmente, fue el virrey
Sobremonte el que solucionó el conflicto, fallando en favor de los enamorados.

La historiadora María Sáenz Quesada considera que Mariquita fue expresión de una nueva sensibilidad social, “en
esta lucha de carácter personal los novios no estuvieron solos. En efecto, la cuestión del casamiento con el elegido
del corazón era uno de los grandes temas de la vida privada que debatía la sociedad finisecular. Si en Francia
acababan de abolirse los privilegios que venían del Medioevo, si el espíritu del siglo tendía a acabar con las
herencias gravosas, si los pensadores, literatos y poetas elogiaban el individualismo y la religión del corazón por
encima de las frías normas, ¿podrían escapar los súbditos americanos de la Corona española al influjo de tales
cuestiones?”. La firmeza de Mariquita al sostener contra viento y marea sus derechos, de los 14 a los 17 años, da
cuenta además de una decisión que era fruto de su notable fortaleza, el punto de partida de una nueva sensibilidad
social ante el matrimonio: la revalorización del amor de la pareja por encima de los intereses del grupo de familia.
Invitamos a ver el siguiente video sobre la vida de Mariquita Sánchez de
Thompson: https://www.youtube.com/watch?v=WGsLOuo_U2Y

ACTIVIDADES:

1) Se propone leer lo que Mariquita Sánchez de Thompson escribiría, en su diario personal, sobre los matrimonios
por conveniencia:

"El padre arreglaba todo a su voluntad. Se lo decía a su mujer y a la novia tres o cuatro días antes de hacer el
casamiento; esto era muy general. Hablar de corazón a estas gentes era farsa del diablo; el casamiento era un
sacramento y cosas mundanas no tenían que ver en esto, ¡ah, jóvenes del día!, si pudieras saber los tormentos
de aquella juventud, ¡cómo sabrías apreciar la dicha que gozáis! Las pobres hijas no se habrían atrevido a
hacer la menor observación; era preciso obedecer. Los padres creían que ellos sabían mejor lo que convenía a
sus hijas y era perder tiempo hacerles variar de opinión. Se casaba una niña hermosa con un hombre que ni
era lindo ni elegante ni fino y además que podía ser su padre, pero hombre de juicio, era lo preciso. De aquí
venía que muchas jóvenes preferían hacerse religiosas que casarse contra su gusto con hombres que les
inspiraban aversión más bien que amor. ¡Amor!, palabra escandalosa en una joven, el amor se perseguía, el
amor era mirado como depravación".

2) Vamos a contarle a Mariquita Sánchez de Thompson que, en esta época, hubo algunos cambios en relación al
rol de la mujer en la sociedad.

Te pedimos que prepares una carta, un video u otro recurso que te parezca conveniente para contárselo.

Bibliografía:

Educación Secundaria: 2do, 3er y 4to año / 1a ed. –Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos aires,
2020. Libro digital, PDF – (Seguimos aprendiendo en casa)

https://www.lifeder.com/caracteristicas-sociedad-colonial/

https://www.cultura.gob.ar/mariquita-sanchez-de-thompson-patriota-y-feminista_6763/

BARRANCOS DORA. Mujeres argentinas: de espectadoras a protagonistas


https://www.sophiaonline.com.ar/mujeres-argentinas-de-espectadoras-a-protagonistas/

MARIQUITA SÁNCHEZ DE THOMPSON. (2000) Colección Grandes protagonistas de la historia


argentina, (dirigida por Félix Luna). Buenos Aires: Planeta.

SÁENZ QUESADA, M. (1995). «Recuerdos del Buenos Aires virreinal». Mariquita Sánchez. Vida política y
sentimental. Buenos Aires: Sudamericana.

SOCOLOW, S. (1991). Los mercaderes del Buenos Aires virreinal: familia y comercio. Buenos Aires:
Ediciones de la Flor.

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