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ALCALDÍA MAYOR DE BOGOTÁ, D. C.

SECRETARIA DE EDUCACIÓN
COLEGIO ANDRÉS BELLO
INSTITUCIÓN EDUCATIVA DISTRITAL

TRABAJO DE NIVELACIÓN LENGUA CASTELLANA


Curso 1101 – 1102 Periodo II

1. Lea el episodio del encuentro con Gerión, Descenso al octavo círculo, en la Divina Comedia (Lectura
anexa). ¿Qué le llama la atención en esta historia? ¿Qué piensa de la descripción de Gerión? ¿Qué
simbología cree que puede haber en esta descripción? ¿Qué opina del manejo de lo fantástico en
este escenario?
2. Analiza la historia del filtro mágico (lectura anexa), que aparece en la historia de Tristán e /seo. ¿Es
posible una situación semejante? ¿Cuál es su punto de vista? Y si no es un filtro mágico, ¿puede algo
provocar una situación semejante? ¿Cuál ha sido su experiencia en este sentido?

3. Investigue el argumento de la Divina Comedia. Si Dante volviera a escribir esta obra en estos años del
siglo XXI, ¿cómo cree que estarían organizados los nueve círculos? ¿Qué pondría en cada uno de esos
espacios?

4. Investigue el argumento de Decameron ¿Por qué cree que una obra como Decamerón fue
prohibida en alguna época ? ¿Aún se puede hablar de una obra prohibida? ¿Qué piensa del asunto

5. Busque un fragmento de la obra de Shakespeare y señale qué elementos manifiestan el tono


renacentista.

6. Lea el fragmento de Fausto, de Goethe (Lectura anexa) y analice, teniendo en cuenta que se
trata de una obra dramática, ¿cuál es el conflicto que enfrenta Fausto? ¿Qué rasgos románticos
tiene este planteamiento? ¿Qué hipótesis acerca del sentido de la existencia plantea este
episodio?

7. Investigue el argumento de Los sufrimientos del joven Werther, ¿qué piensa de la decisión final
de Werther? ¿Es posible encontrar una historia semejante en nuestros días?

8. Haga una lista de las características del movimiento romántico. ¿Cuáles de ellas cree que sería
importante rescatar en nuestra época?

9. Seleccione uno de los siguientes autores, investigue sobre su vida, obras y realice una
exposición en clase presentando un fragmento de su obra y explicando la relación de ésta con el
periodo literario al que pertenece el autor.

Goethe Charles Baudelaire

Albert Camus Shakespeare

Victor Hugo Edgar Allan Poe


Descenso al octavo círculo
- He aquí la fiera de aguzada cola, que traspasa las montañas y rompe los muros y las
armas; he ahí la que corrompe al mundo entero.
Así empezó a hablarme mi Maestro, e hizo a aquélla una seña indicándole que se dirigiera
hacia la margen de piedra donde nos encontrábamos. Y aquella inmunda imagen del fraude
llegó a nosotros, y adelantó la cabeza y el cuerpo, pero no puso la cola sobre la orilla. Su
rostro era el de un varón justo, tan bondadosa era su apariencia exterior, y el resto del cuerpo
el de una serpiente. Tenía dos garras llenas de vello hasta los sobacos, y la espalda, el pecho
y los costados salpicados de tal modo de lazos y escudos, que no ha habido tela turca ni
tártara tan rica en colores, no pudiendo compararse tampoco a aquellos los de las telas de
Arácnea. Como se ven muchas veces las barcas en la orilla, mitad en el agua y mitad en
tierra, o como en el país de los glotones tudescos el castor se prepara a hacer la guerra a los
peces, así la detestable fiera se mantenía sobre el cerco de piedra que circunda la arenosa
llanura, agitando su cola en el vacío y levantando el venenoso dardo de que tenía armada su
extremidad, como la de un escorpión. Mi Guía me dijo:
- Ahora conviene que dirijamos nuestros pasos hacia la perversa fiera que allí está tendida.
Por lo cual descendimos por la derecha y dimos diez pasos sobre la extremidad del margen,
procurando evitar la arena abrazada y las llamas; cuan do llegamos donde la fiera se
encontraba, vi a corta distancia sobre la arena mucha gente sentada al borde del abismo. Allí
me dijo mi Maestro:
A fin de que adquieras una completa experiencia de lo que es este recinto, anda y examina la
condición de aquellas almas, pero que sea corta tu conferencia. Mientras vuelves, hablaré
con esta fiera para que nos preste sus fuertes espaldas.
Continué, pues, andando solo hasta el extremo del séptimo círculo, donde gemían aquellos
desgracia dos. El dolor brotaba de sus ojos, mientras acá y allá se defendían con las manos,
ya de las pavesas, ya de la candente arena, como los perros, en el estío, rechazan con las
patas o con el hocico las pulgas, moscas o tábanos que les molestan. Mirando atentamente
el rostro de muchos de aquellos a quienes azotaba el doloroso fuego, no conocí a ninguno;
pe ro observé que del cuello de cada cual pendía una bolsa de cierto color, marcada con un
signo, en cuya contemplación parecían deleitarse sus miradas. Aproximándome más para
examinar mejor, vi en una bolsa amarilla una figura azul, que tenía toda la apariencia de un
león. Después, prosiguiendo el curso de mis observaciones, vi otra, roja como la sangre, que
ostentaba una boca más blanca que la leche. Uno de ellos, en cuya bolsa blanca figuraba
una puerca preñada, de color azul, me dijo:
- ¿Qué haces en esta fosa? Vete, y puesto que aún vives, sabes que mi vecino Vitaliano
debe sentarse aquí a mi izquierda. Yo soy paduano, en medio de estos florentinos, que
muchas veces me atruenan los oídos gritando: "Venga el caballero soberano, que llevará la
bolsa con los tres picos".
Después torció la boca y sacó la lengua como el buey que se lame las narices. Y yo,
temiendo que mi tardanza incomodase a aquel que me había en cargado que estuviera allí
poco tiempo, volví la espalda a tan miserables almas. Encontré a mi Guía, que había saltado
ya sobre la grupa del feroz animal, y me dijo:
Ahora sé fuerte y atrevido. Por aquí no se baja sino por escaleras de esta clase; monta
delante, quiero quedarme entre ti y la cola, a fin de que ésta no pueda hacerte daño alguno.
Al oír estas palabras, me quedé como aquel que, presintiendo el frío de su cuartana, tiene ya
las uñas pálidas y tiembla con todo su cuerpo tan sólo al mirar la sombra; pero su sentido
amenazador me produjo la vergüenza que da ánimo a un servidor delante de un buen amo.
Me coloqué sobre las anchas espaldas de la fiera, y quise decir: "Ten cuidado de
sostenerme"; pero contra lo que esperaba, me faltó la voz; si bien él, que ya anteriormente
me había socorrido en todos los peligros, apenas monté, me estrechó y me sostuvo entre sus
brazos. Después dijo:
-Gerión, ponte ya en marcha, trazando anchos círculos y descendiendo lentamente; piensa
en la nueva carga que llevas.
Aquel animal fue retrocediendo como la barca que se aleja de la orilla, y cuando sintió todos
sus movimientos en libertad, revolvió la cola hacia donde antes tenía el pecho y
extendiéndola la agitó como una anguila, atrayéndose el aire con las garras. No creo que
Faetón tuviera tanto miedo cuando abandonó las riendas, por lo cual se abrasó el cielo, como
se puede ver todavía; ni el desgraciado Ícaro, cuando, derritiéndose la cera, sintió que las
alas se desprendían de su cintura, al mismo tiempo que su padre le gritaba: "Mal camino
llevas", como el que yo sentí al verme en el aire por todas partes, y alejado de mi vista todo,
excepto la fiera. Ésta empezó a marchar, nadando lentamente, girando y descendiendo; pero
yo no podía apercibirme más que del viento que sentía en mi rostro y en la parte inferior de
mi cuerpo. Empecé a oír hacia la derecha el horrible estrépito que producían las aguas

El filtro
La nave proseguía su camino. El sol había entrado en el signo de cáncer. Era la víspera de
San Juan. Desde la hora de tercia, un calor sofocante se levantó sobre el mar y disipó todas
las nubes. El viento cayó. Las velas colgaban desinfladas sobre el mástil. La nave detuvo su
marcha. Después del almuerzo, marineros, caballeros, hombres y mujeres permanecían
tumba dos y sesteaban, somnolientos y amodorrados por el ardor del aire. Tristán acudió,
como todos los días, a consolar a Iseo con sus canciones. El sol era ardiente, el calor les hizo
sentir sed. Enviaron a una joven don cella en busca de una bebida. La muchacha acudió a
Brangel que dormitaba tumbada sobre una estera. La doncella se incorporó perezosamente,
tomó una copa de oro, bajó al pañol donde a tientas llenó la copa de una redoma que estaba
junto a tantas otras que guardaban los mejores vinos de Irlanda. Luego subió al pabellón de
las damas y lo presentó a Tristán quien de un trago vació la mitad y ofreció el resto a Iseo. La
bebida era clara como vino y les pareció hrnmri y surtvf!.
Al instante se miraron extrañados. Parecía como si el vino al extenderse por sus venas
mudase sus corazones y pensamientos. La emoción y el temor asomaron al rostro de Iseo y
disiparon su rencor. El amor, tormento del mundo, los sometía y sojuzgaba. Brangel los
observa. Una terrible duda la asalta. ¡Dios! ¡Si se hubiera equivocado de recipiente!
Baja presurosa al pañol y descubre la redoma del brebaje de amor que la reina le había
confiado ca si vacía. "¡Desdichada! -se dice-. ¡Mal cumplí el mandato de mi señora! ¡En mala
hora nací y en mal día embarqué en esta nave fatídica! Iseo, amiga, y tú, Tristán, noble
caballero, ¡habéis bebido vuestra perdición y vuestra muerte! ¡No fue vino, ni celia, ni cerveza
lo que tomasteis, sino la bebida encanta da que la reina de Irlanda había preparado para las
bodas del rey Marcos! ¡Por mi desidia bebisteis la pasión y la muerte!"
Anónimo, Tristón e !seo (versión Alicia Yllera), Madrid, Alianza , 2000.

Fausto

En un aposento gótico, estrecho, con elevada bóveda, Fausto, intranquilo, sentado a su


pupitre.
Fausto. -Física, Metafísica, Derecho,
Medicina después, y Teología
también ¡ay Dios! Por mi desgracia, todo, todo lo escudriñé con ansia viva,
y hoy, ¡pobre loco de infeliz mollera!
¿qué es lo que sé? Lo mismo que sabía. Doctor me llamo, dígame maestro,
y hace diez años ya que abajo, arriba, acá y allá, y a diestra y a siniestra,
el escolar rebaño mi voz guía.
¡Sólo pude aprender que no sé nada,
y el alma en la contienda está rendida! Bachiller o doctor, seglar o preste, nadie su ciencia
iguala con la mía;
ni escrúpulo ni duda me atormentan; ni demonio ni infierno me intimidan; y así, de sombras y
de espantos libre, huyó todo el encanto de mi vida.
Al hombre inútil, para el bien estéril, nada puedo enseñar que de algo sirva, y sin caudal, ni
crédito, ni honores, vida arrastro que un can despreciaría.
Doyme a la Magia, pues. ¡Oh, si pudiera el vigor del Espíritu, que anima
al Verbo humano, la secreta clave revelarme de todos los enigmas!
No con pálido afán sudara sangre
para hacer comprender lo que mi misma razón no comprendió; y en las entrañas penetrando
el mundo, encontraría del eterno Poder vivificante,
allí dentro, las fuentes escondidas, y no hiciera, en insulsas peroratas,

A mi angustioso afán, oh luna llena, da por última vez tu luz amiga:


¡cuántas, a media noche, tus destellos bebí ansioso, postrado en esta silla, cuando aquí,
entre volúmenes y folios, tristes y misteriosos descendían!
¡Fuérame dado en tu viviente lumbre feliz vagar sobre las altas cimas;
en los antros seguir los vagarosos espíritus; flotar con tu indecisa muriente claridad en las
praderas, y olvidando las ásperas vigilias del inútil saber, ¡en tu rocío bañar feliz la sien
enardecida!
¡Aún yazgo en esta cárcel tenebrosa, rincón inmundo, madriguera indigna, en donde hasta la
pura luz del cielo la pintada vidriera nubla y filtra! Cíñeme en torno cúmulo de libros, que el
polvo ensucia y muerde la polilla; papelotes y viejos pergaminos suben al techo en apretadas
pilas. Cóncavos vidrios, botes y redomas, extraños instrumentos hechos trizas, - única y
triste herencia de mis padres mi vida llena, si mi vida es vida.
(...)
¿Y tú, por qué, burlona calavera, por esas huecas órbitas me miras?
¿Para decirme que cual lucho y sufro, tu espíritu pugnaba y padecía,
y sediento de luz, por senda errada fue a sumergirse en las tinieblas frías?
¿Qué me decís, retortas y alambiques?
¡Mofa callada en la pared sombría hacéis quizás a mi insensato duelo, ruedas y tubos,
frascos y vasijas!
A la puerta llegué: la vi cerrada;

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