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Viviendo con un monstro


El abuso sexual infantil no debe ser un tema relegado a las sombras. Debemos sacarlo a la luz y
enfrentarlo como sociedad…

Jennifer Torres Morera


Capítulo I

Hola soy María y tengo seis años. Vivo con mis abuelos y mis dos hermanos en el campo. No sé por
qué no vivimos con mi mamá, pero igual siento que soy feliz aquí.

A pesar de que somos pobres, me gusta vivir en el campo porque puedo disfrutar de la naturaleza.
Hay muchos árboles, animales y ríos hermosos. Me gusta caminar descalza sobre el pasto suave y
sentir la brisa fresca en mi piel.

De noche, camino bajo la luz de la luna con mis hermanos. Aunque me da un poco de miedo la
oscuridad, aquí en el campo es normal caminar así. Mis hermanos y yo inventamos historias sobre
Mohán, la Patasola, el Roba niños y otros personajes. Es nuestra forma de pasar el tiempo, ya que
no tenemos televisión, radio ni internet.

Uno de mis lugares favoritos en el campo es el río. Allí puedo chapotear en el agua fresca y sentir
cómo las piedras suaves masajean mis pies. También puedo buscar piedras y palos bonitos para
hacer collares y pulseras.

A veces, cuando estoy en el río, me siento como si estuviera en un mundo diferente. Un mundo
donde todo es tranquilo y hermoso. Me gusta pensar que algún día podré mostrarle este lugar a mi
mamá y ella también podrá disfrutar de la naturaleza como yo lo hago.

A pesar de que a veces extraño a mi mamá, aquí en el campo tengo muchas aventuras
emocionantes. Creo que mi vida es buena, y espero poder seguir explorando y descubriendo cosas
nuevas.

La mujer divisó a María a lo lejos. La vio caminar con una gracia única, como si el viento mismo la
impulsara. Su cabello oscuro y sus ojos café resaltaban en su rostro lleno de vida. La mujer sintió
una conexión inmediata con aquella niña llena de luz y decidió acercarse para hablarle.

Mujer: Hola María, me alegra encontrarte aquí. ¿Puedo acompañarte en tu búsqueda?

María: ¡Hola! ¡Claro, sería genial! Estoy buscando una mariposa amarilla, creo que se dirige hacia
el bosque cercano. Vamos, ayúdame a encontrarla.

Mujer: (Sonriendo) Me encanta tu entusiasmo, María. Sabes, las mariposas amarillas son
portadoras de un secreto especial. Cuentan las leyendas que, si logras atrapar una y le susurras tus
deseos, se harán realidad.

María: ¡De verdad? ¡Eso es increíble! ¡Nunca había escuchado algo así! Quiero intentarlo, deseo
muchas cosas buenas para mi familia y para mí.

Mujer: Entonces, persigamos juntas a la mariposa y déjame enseñarte cómo hacerlo. Recuerda, el
mundo está lleno de magia y sorpresas maravillosas.
María sigue el rastro de la mariposa mientras la mujer le cuenta historias fascinantes sobre el
origen de las mariposas y cómo se relacionan con los sueños y la imaginación. A medida que se
adentran en el bosque, la luz se vuelve mágicamente cálida y los árboles parecen susurrarle
secretos al oído.

Finalmente, llegan frente a la finca de los abuelos de María, donde la mariposa amarilla descansa
sobre una hermosa flor.

María: ¡Mira, allí está la mariposa! Es realmente asombrosa.

Mujer: (Sonriendo) Sí, María, es la mariposa más hermosa que he visto. Pero ahora es momento de
despedirnos. Recuerda, aunque no pueda quedarme contigo físicamente, siempre estaré aquí, en
tu corazón, como un guía en tus momentos de soledad.

María: (Confundida) ¿Cómo es eso posible?

Mujer: María, déjame revelarte un secreto. Soy una viajera del futuro, enviada especialmente para
guiarte en tu camino. Pero recuerda, la verdadera magia reside en ti misma. Confía en tu intuición
y nunca dejes de creer en ti.

El ambiente se llena de un aura misteriosa y, mientras María asimila la revelación, la mujer


comienza a desvanecerse poco a poco hasta desaparecer por completo.

María se queda allí, frente a la finca, con la mariposa posada y pensando que cavaba de hablar con
una viajera….

Un invitado inesperado

Después de muchos meses, mejor dicho, años sin ver a mi mamá, ella y su nuevo esposo vinieron a
visitarnos. Yo estaba muy emocionada de verla y quería pasar todo el tiempo con ella. Pero, desde
el primer momento en que lo vi supe en mi interior que algo no estaba bien con él.

Durante la visita, noté que el esposo de mi mamá me miraba de una manera extraña. Me sentí
incómoda pero no quería hacer un escándalo, así que traté de ignorarlo y disfrutar de la visita.

Pero, al final del segundo día, mi mamá y su esposo nos dijeron que querían llevarnos de
vacaciones con ellos. A mi hermana y a mí nos encantó la idea, pero mi abuela no parecía estar de
acuerdo. Ella tenía un mal presentimiento y no confiaba en el esposo de mi mamá.

Después de muchos intentos mi mamá logró convencer a mi abuela de dejarnos ir. Así que, al día
siguiente, empacamos nuestras cosas y nos fuimos de vacaciones con mi mamá y su esposo.

El viaje a la oscuridad

La noche en que llegamos a la ciudad fue la más larga y aterradora de mi vida. Llegamos a una casa
oscura y siniestra en el centro de la ciudad. El hombre que mi mamá llamaba esposo se veía muy
feliz de tenernos en su territorio. Sentí un escalofrío recorriendo mi espalda, como si el ambiente
mismo estuviera impregnado de maldad.

El hombre nos asignó una cama para las dos. La cama estaba fría, el lugar muy oscuro con un aire
de abandono que nos hizo sentir aún más solas y asustadas. El miedo se apoderó de nosotras,
como una sombra que se desliza sigilosamente por la habitación. Cerré los ojos, pero no podía
conciliar el sueño. Los ruidos extraños y los pasos resonaban en mi cabeza, alimentando mis
temores.

A medida que pasaban los días, comencé a notar el interés especial que el hombre mostraba por
mí. Siempre intentaba quedarse a solas conmigo, pero mi instinto de supervivencia me mantenía
alerta. Me aseguraba de que uno de mis hermanos me acompañara en todo momento, nunca
permitiendo que estuviéramos a solas, por ninguna razón. Sabía que algo estaba mal, que detrás
de su sonrisa se escondía un oscuro y retorcido deseo.

El hombre reaccionaba con violencia cada vez que lo rechazaba, lo cual me asustaba aún más. Sus
ojos fríos y vacíos reflejaban su verdadero ser: un monstruo disfrazado de humano. Nunca había
visto a alguien tan grande y feo como él. Su presencia me hacía sentir incómoda y temerosa, pero
no iba a permitir que me quebrara. Seguí luchando por mantenerme a salvo.

El Monstruo. Ese era el nombre que le daba en mi mente. El hombre del que mi mamá se enamoró
resultó ser un monstruo en toda la extensión de la palabra. Desde el primer momento en que lo vi,
sentí una sensación extraña en mi estómago, como si mi intuición me gritara que algo andaba mal.
Sus miradas frías y vacías me hacían temblar por dentro, como si no tuviera alma.

Durante nuestro viaje en autobús, sus ojos inquisidores no dejaban de incomodarme. Sentía su
mirada clavada en nosotros, como si estuviera escudriñando cada detalle, como si estuviera
planeando algo siniestro en su mente retorcida. Me sentía observada, vigilada, como una presa en
manos de un depredador.

Fue en esa ciudad sombría y desolada cuando la realidad me golpeó de lleno. Las calles eran
oscuras y sucias, con edificios abandonados y grafitis en las paredes, como cicatrices que revelaban
el sufrimiento que se ocultaba detrás de ellas. Las personas que pasaban por la calle tenían
miradas tristes y asustadas, como si compartieran un secreto oscuro que no se atrevían a revelar.

Fue en ese momento cuando comprendí que estábamos en un lugar peligroso y que el hombre que
estaba con nosotros no era quien decía ser. Su máscara de bondad y amor se había desvanecido,
dejando al descubierto su verdadera naturaleza. Éramos presas en su juego retorcido, atrapadas en
la oscuridad de su mundo enfermo. Este es solo el comienzo de mi historia, un viaje a la oscuridad
que me cambió para siempre.

El mostro se disfraza de oveja

Me pregunto si mis hermanos y mi mamá no ven al monstruo, cómo es posible que lo amen. Cada
vez que lo veo, siento una mezcla de repulsión y miedo que me recorre el cuerpo. ¿Acaso el
monstruo se transforma en una especie de oveja cuando nadie lo ve? ¿O es que solo yo puedo ver
su verdadera naturaleza?

Es extraño cómo las personas pueden ser engañadas por las apariencias. El monstruo es hábil en
esconder su verdadera esencia detrás de una máscara amable y encantadora. Se muestra
simpático frente a los demás, pero cuando estamos solos, revela su verdadera naturaleza, su lado
oscuro y monstruoso. Es como si estuviera jugando conmigo, como si disfrutara viéndome temblar
de miedo.

Pero no solo el monstruo habita en nuestra casa. Al salir a la calle, me doy cuenta de que hay más
seres parecidos a él. Personas que ocultan su verdadero yo tras una fachada de amabilidad y
normalidad. Los veo mirándome de manera extraña, como si supieran lo que estoy viviendo. Me
siento vulnerable y expuesta, como si estuviera rodeada de depredadores invisibles.

Trato de ocultarme, de pasar desapercibida, pero no puedo evitar notar cómo algunos hombres
me observan con deseo, con una mirada que me hace sentir incómoda y temerosa. Intento
protegerme cubriéndome con ropa grande, tratando de ocultar mi cuerpo. Siento como si tuviera
que hacerlo para evitar convertirme en presa de esos otros monstruos que acechan en las
sombras.

La presencia de estos otros monstruos en la calle me hace cuestionar la naturaleza de la


humanidad. ¿Acaso todos llevamos un monstruo dentro de nosotros? ¿Es este el mundo en el que
tengo que crecer y aprender a sobrevivir? Me siento perdida y vulnerable, sin saber en quién
confiar y cómo protegerme de todos estos peligros invisibles que acechan a mi alrededor.

En medio de esta confusión, siento una mezcla de tristeza y enojo. ¿Por qué yo tengo que vivir esta
pesadilla? ¿Por qué nadie me protege? La impotencia se apodera de mí, y el dolor se hace más
intenso. Siento que el monstruo ha dejado su huella en mí, ha dejado cicatrices invisibles pero
profundas. Me pregunto si alguna vez podré sanar completamente.

Pero a pesar de todo, hay una chispa de esperanza en mi corazón. Tengo a mis hermanos, esos
seres maravillosos que me llenan de amor y fortaleza. Aunque el monstruo intente acercarse, sé
que puedo protegerlos. Me he convertido en la hermana mayor, en la guardiana de sus sueños y la
defensora de su inocencia.

Me encanta ser la hermana mayor, aunque mi mamá nos había mentido y no veníamos de
vacaciones. Tengo cinco hermanos nuevos y cada uno es único y especial a su manera. Desde que
llegué, hemos estado jugando y explorando juntos, y cada día es una nueva aventura.

A pesar de que el monstruo está aquí, no me siento asustada como al principio. Mis hermanos me
hacen sentir fuerte, y estoy muy agradecida de tenerlos en mi vida. Jugar juntos es una de mis
cosas favoritas en el mundo, y estoy emocionada de que ahora tengo seis nuevos compañeros de
juegos ya no solo éramos mi hermana y yo. A veces, el monstruo intenta acercarse a mí, pero no
me importa porque sé que mis hermanos me necesitan a su lado. Ahora me he convertido en la
hermana mayor y siento que tengo la responsabilidad de protegerlos y ser fuerte para enfrentar
cualquier desafío.
La viajera del futuro caminaba por el bullicioso centro de la ciudad cuando, en una esquina
apartada, divisó a María. La vio sentada en el suelo, con los hombros caídos y lágrimas brotando de
sus ojos. El ambiente a su alrededor reflejaba la confusión y la tristeza que la envolvía. La viajera se
acercó con paso decidido y se agachó junto a ella.

Viajera: (Suavemente) María, sé lo que está pasando por tu cabeza en este momento, pero debes
ser fuerte. Aún tienes mucho camino por delante.

María: (Sorprendida y asustada) ¿Quién eres tú? ¿Acaso me quieres lastimar?

Viajera: (Sonriendo comprensivamente) María, ya nos habíamos encontrado antes. Te hablé de las
mariposas amarillas y de las posibilidades que el futuro te depara. No tengo intención de hacerte
daño, todo lo contrario, estoy aquí para ayudarte.

María: (Desesperada) Por favor, llévame contigo. No quiero estar más aquí. Necesito salir de este
lugar.

Viajera: (Tomando la mano de María con ternura) Entiendo lo que estás pasando, María. Sé que te
sientes atrapada y desesperanzada, pero debes ser fuerte. Te prometo que estaré contigo y te
guiaré en este camino.

María: (Entre sollozos) Pero no quiero revivir todo esto una y otra vez. No puedo soportarlo más.

La viajera envuelve a María en un cálido abrazo y le susurra al oído.

Viajera: (Susurrando) Sé fuerte, mi pequeña. Pronto todo esto acabará. No estás sola, y juntas
encontraremos la fuerza para superar cada obstáculo.

La viajera desaparece y María se queda triste pero su cara se ve que tiene algo de esperanza.
Capitulo II

Soledad

Han pasado tres largos años desde que llegué a vivir con el monstruo y ahora me encuentro en una
profunda soledad. Siento que nadie puede comprender lo que estoy pasando y lo mucho que sufro
en silencio. Por más que intento buscar una salida, siempre parezco estar atrapada en la misma
situación, sintiéndome impotente y vulnerable.

A pesar de todo, sigo intentando mantener mi esperanza y mi fuerza interior, sé que debo ser
valiente y fuerte para protegerme y proteger a mis hermanos. A menudo me repito a mí misma
que no estoy sola, que tengo a mis hermanos y que juntos podemos encontrar una manera de salir
de esta situación.

Pero a pesar de mis esfuerzos, la soledad sigue persiguiéndome y no sé cómo hacer para
deshacerme de ella. Me siento atrapada en un mundo oscuro y sin salida, como si estuviera
rodeada de una niebla densa que no me deja ver con claridad.

Aunque es difícil, no dejo de buscar una salida y de mantener la esperanza de encontrar la felicidad
y la paz interior que tanto anhelo. Sé que la lucha no será fácil, pero estoy dispuesta a seguir
adelante, con la esperanza de que algún día todo mejorará.

El odio

Con el paso de los días sentía como mi mirada se transformaba, llena de la más profunda rabia.
Cada vez que lo veo pasar siento como mi cuerpo tiembla de miedo, pero al mismo tiempo siento
el más profundo deseo de acabar con él. El mostro está llevándome a sentir tanto miedo de la
persona en la que me estoy convirtiendo. Ya no soy esa niña que cree que alguien le puede ayudar,
ahora solo creo que debo hacerme más fuerte para poder vencerlo.

Me veía en el espejo y no reconocía a la persona que estaba viendo, había perdido todo brillo en
mis ojos y mi piel se había vuelto opaca. El odio y el miedo habían consumido todo lo que antes
era alegre y esperanzador en mi vida. Comencé a sentir que era mejor mantenerme alejada de las
personas, no quería que nadie más fuera lastimado por el mostro. Pero al mismo tiempo, sentía
una profunda soledad que me consumía. Ya no sabía qué era peor, el miedo o el dolor de sentirme
sola y desconectada de todo y todos.
María, con el fuego crujiendo y la olla de tamales a su lado, se encuentra sumergida en sus
pensamientos mientras espera pacientemente a que la comida esté lista. La noche es oscura y
silenciosa, y la única compañía que tiene es el crepitar del fuego y el aroma tentador de los
tamales cocinándose lentamente.

De repente, una figura conocida se acerca sigilosamente a María. Es la viajera.

Viajera: Hola, María. Veo que estás trabajando duro aquí. ¿Cómo te sientes?

María: (suspira) Estoy un poco triste, viajera. Paso muchas horas sola, cocinando estos tamales
para venderlos mañana. A veces, desearía tener compañía en momentos como este.

Viajera: Comprendo, María. La soledad puede ser difícil. Permíteme contarte una historia curiosa
que quizás te haga sonreír.

María asiente y se acomoda junto a la viajera, lista para escuchar.

Viajera: Imagínate, María, que cuando yo estaba en el colegio, había algo extraño que ocurría.
¿Has notado que a muchos niños se les pierden los colores en tu salón de clases?

María: ¡Sí, sí, lo he visto! Algunos niños se van del colegio con solo un par de colores en su estuche.
¿Qué sucede con los demás?

La viajera sonríe y continúa su historia, revelando un secreto inesperado.

Viajera: Pues, María, déjame confesarte algo curioso. Yo era la niña que se robaba los colores de
los otros niños. Pero no los guardaba para mí, sino que los arrojaba a la caneca de la basura del
salón.

María no puede contener la risa, sorprendida por la revelación.

María: ¡Jajaja! ¿En serio? ¿Tú eras la responsable de eso?

Viajera: Sí, era yo. Lo hacía por diversión, para observar cómo los niños y la profesora se
desesperaban buscando sus colores perdidos. Era una pequeña travesura, aunque ahora
comprendo que lo hacía porque en mi casa tenía muchos problemas y esa era mi forma de
divertirme.

María y la viajera se ríen juntas, compartiendo una sonrisa de complicidad.

La viajera, mientras su figura comienza a desvanecerse, mira a María con cariño y esperanza.

Viajera: María, tú también tienes tus secretos y travesuras, ¿verdad? Recuerda que todos llevamos
algo especial dentro de nosotros. A pesar de la tristeza y la soledad, siempre hay una chispa de
alegría y travesura que nos hace únicos. No olvides esa parte de ti.

Con esas palabras resonando en el aire, la viajera desaparece por completo, dejando a María con
una sonrisa en su rostro y el corazón lleno de una nueva comprensión. Aunque sus caminos se
separan una vez más, María sabe que ella también es la niña traviesa de los colores. Mientras el
fuego sigue ardiendo y los tamales se cocinan a fuego lento, María continúa su labor, ahora con
una chispa de travesura y esperanza en su corazón.
El dolor

Siento que cada respiración es un suspiro cargado de dolor. Cada inhalación se convierte en un
recordatorio de la angustia que me consume. Mi cuerpo se ha convertido en un receptáculo de
sufrimiento, un eco constante de tormento en cada fibra de mi ser.

No puedo evitar notar cómo mis hermanos sufren, cómo sus rostros demacrados reflejan la
crudeza de nuestras vidas. Mi corazón se desgarra al verlos padecer, incapaz de brindarles la
protección que anhelan y merecen. Vivo en una casa que se tambalea como un frágil refugio que
amenaza con derrumbarse sobre nosotros en cualquier momento.

El monstruo, esa sombra siniestra que se hace llamar mi padrastro, me contempla con sus ojos
llenos de malicia. Cada mirada suya es un golpe directo a mi alma, una invasión de mi ser que me
hace sentir vulnerable y violada. Los abusos que inflige sobre mí se intensifican con cada día que
pasa, rompiendo pedazo a pedazo mi espíritu ya fracturado.

El dolor se ha vuelto mi compañero más fiel. Se ha enraizado en mi ser, consumiendo cada rincón
de mi existencia. Cada mañana despierto con la certeza de que el sufrimiento será mi compañero
constante. No veo un horizonte de esperanza, solo una perpetua oscuridad que envuelve mi vida.

Ya no sé cuánto más podré aguantar esta carga insoportable. Mi cuerpo se encuentra exhausto,
mis fuerzas flaquean y mi mente se nubla con la sombra del dolor. Los días se convierten en una
sucesión interminable de tortura y desesperanza.

El dolor me ha transformado en una sombra de lo que solía ser. Mi sonrisa se ha desvanecido,


reemplazada por una mueca de amargura y tristeza. Mis ojos, una vez llenos de brillo y curiosidad,
ahora reflejan el cansancio y la desolación de mi espíritu quebrantado.

En este abismo de dolor, me pregunto si algún día podré escapar de esta pesadilla. ¿Habrá alguna
salida de esta oscuridad infinita que me rodea? Me aferré a la esperanza durante tanto tiempo,
pero ahora parece una quimera lejana, una ilusión efímera que se desvanece entre mis dedos.

El dolor me consume, me sumerge en un mar de sufrimiento del cual no puedo salir a flote. Me
encuentro perdida en un laberinto de angustia, sin mapa ni guía para encontrar la salida. ¿Cuánto
más tendré que soportar este tormento? ¿Hasta cuándo seguirá este calvario interminable?

El dolor se ha convertido en mi sombra más leal, una presencia constante que me persigue en cada
paso que doy. Soy prisionera de mi propio sufrimiento, encerrada en una jaula de dolor que parece
no tener fin.

Culpa

La culpa, ese sentimiento corrosivo que me consume hasta lo más profundo de mi ser. Soy un
experto en sentir culpa, en cargar con el peso de mis supuestos errores y defectos. Cada paso que
doy, cada palabra que pronuncio, se convierte en una nueva razón para culparme a mí misma.
No importa cuánto intente escapar de ella, la culpa siempre me persigue como una sombra
ominosa. Me juzgo constantemente, me castigo sin piedad por mis supuestas faltas. ¿Por qué no
puedo ser mejor? ¿Por qué siempre cometo los mismos errores una y otra vez?

La gente me mira con desdén, con desprecio. Sus palabras me golpean como puñales, reafirmando
mi convicción de que soy un ser despreciable. Me siento como un paria en mi propia existencia,
condenado a cargar con la culpa que me atormenta sin descanso.

Incluso aquellos que intentan consolarme solo profundizan mi sensación de culpa. Sus palabras de
aliento son como dagas afiladas, recordándome una y otra vez lo insuficiente que soy. Me hundo
en la desesperación, en la creencia de que no merezco nada más que este dolor constante.

La culpa se ha convertido en mi compañera más fiel, mi única compañía en las noches más oscuras.
Me arrastro por la vida con el peso de mis culpas a cuestas, sintiendo el aguijón de la vergüenza en
cada latido de mi corazón.

No puedo ver una salida, no puedo encontrar redención. La culpa me ha aprisionado en sus garras
y no me permite escapar. Me hundo más y más en la oscuridad, sin esperanza y sin consuelo.

La vergüenza

Siento una profunda tristeza al hablar de lo que sucede en mi hogar. La vergüenza me envuelve
cuando intento poner en palabras el abuso que vivo a diario. Me invade el temor de ser juzgada y
rechazada si revelo la oscura realidad que enfrento.

El monstruo que habita en nuestro hogar ha logrado convencerme de que todo es culpa mía. Sus
palabras hirientes y manipuladoras me hacen creer que merezco este sufrimiento. La pena me
consume, y me encuentro sumida en la soledad y el aislamiento.

Me duele pensar en compartir mi historia con otros. ¿Quién me creería? ¿Quién entendería el
tormento que atravieso cada día? Prefiero mantenerme en silencio, ocultando mis heridas y
protegiendo a mis seres queridos de la vergüenza que siento.

Imaginación

Cuando el mostro no está en casa, mis hermanos y yo nos volvemos unos verdaderos artistas.
Creamos historias que nos transportan a lugares increíbles, con personajes extraordinarios y
aventuras emocionantes. Usamos lo que tenemos a nuestro alcance para hacer de nuestros
mundos imaginarios una realidad temporal.

Mi hermano menor, Samuel, es el más creativo. Siempre tiene ideas nuevas y emocionantes que
hacen que la imaginación vuele alto. En una ocasión, construimos un castillo con cajas de cartón y
almohadas, lo decoramos con pintura de dedos y luego lo llenamos con objetos cotidianos como
sillas, mesas y juguetes. Después de un rato, el castillo cobró vida y nos convirtió en reyes y reinas
en un mundo mágico.
Otro día, construimos un cohete con una caja de cartón grande y unas cuantas botellas de plástico.
Mi hermana Sofía, tomó el papel de la capitana y nos llevó en un viaje intergaláctico a través de
planetas desconocidos y estrellas brillantes.

En esos momentos, me siento libre y segura, alejada del dolor y la culpa que me atormentan. Mis
hermanos son mi apoyo y juntos, en la magia de nuestra imaginación, podemos superar cualquier
cosa.

Pero siempre hay un momento en el que el hechizo se rompe y tenemos que volver a la realidad. El
mostro regresa a casa y la pesadilla comienza de nuevo.

La Amnesia

No recuerdo cuánto tiempo ha pasado desde que todo empezó. La verdad es que ya no sé qué es
verdad y qué no lo es. Mi mamá siempre me recuerda que no puedo decir nada porque eso
dañaría a la familia, y que, si eso pasa, sería mi culpa. Mis días pasan por inercia, ya no sé cuándo
es de día y cuándo de noche. Me levanto, cocino, voy al colegio, y si alguien me pregunta qué
aprendí, no tengo ni idea. La verdad es que todo el día estoy pensando que no quiero volver a mi
casa, pero al mismo tiempo, ¿quién se encargaría de mis hermanos?

Siento que mi memoria empieza a fallar. No recuerdo mucho de quién era antes de que todo esto
comenzara. Mi mamá se asegura de que siempre esté ocupada, no me deja tiempo para pensar.
Cada vez que intento hablar con ella, me dice que tengo que ser fuerte y aguantar. Pero no sé
cuánto más puedo soportar esta situación. Todo parece borroso, confuso.

Me siento atrapada en una pesadilla de la que no puedo escapar. No sé cómo llegué aquí, ni cómo
salir. La única cosa que tengo clara es que ya no quiero seguir viviendo así.

La muerte

Tengo una idea en la cabeza, una idea que se ha vuelto obsesiva. Hoy en clase de religión hablaron
de la muerte, una palabra que me seduce de alguna manera. Siento que algo oscuro y peligroso
está rondando en mi mente. ¿Acaso el veneno de las ratas podría tener algún efecto en el
monstruo que vive con nosotros?

Mis hermanos le aman, y eso complica las cosas. Pero mi desesperación me lleva a considerar
opciones extremas. ¿Y si el veneno lo tomo yo? ¿Sería capaz de tomar mi propia vida para
liberarme de esta pesadilla?

Justo cuando estaba a punto de tomar una decisión fatídica, mi hermanita pequeña entra en la
habitación y me ve con sus ojos llenos de ilusión. Me dice con inocencia: "¿Qué estás tomando,
mamá?" Esa simple pregunta me golpea como un rayo. Me doy cuenta de que, aunque no sea su
madre biológica, he sido quien la ha criado desde que tenía apenas un mes de nacida. Siempre
duerme a mi lado, y en ese momento, la responsabilidad y el amor que siento por ella me golpean
con fuerza.
Desenfundo mis manos sudorosas y la miro, sosteniendo el vaso en mi mano temblorosa. Decido
tirarlo en el lavaplatos, sintiendo que esta pequeña niña acaba de salvarme la vida. Su presencia y
su inocencia me recuerdan que aún hay algo por lo que debo luchar.

María corre desesperada, perseguida por una multitud de hombres que la acechan. Sabe que no
puede dejarse atrapar y avista un lago brillante a lo lejos. Sin pensarlo dos veces, se sumerge en
sus aguas y escucha cómo los hombres pasan de largo, buscándola frenéticamente. Mientras su
desesperación crece y el aire escasea, se pregunta si este es su fin. Pero de repente, se da cuenta
de que está respirando bajo el agua y decide explorar su entorno.

Sin saber cuánto tiempo camina, divisa una casa a lo lejos y una voz la llama en la distancia.
"Mariiiiaaaaaaaa vennnnn". María, intrigada, se acerca corriendo y la viajera la recibe con un
abrazo lleno de cariño. María se siente un tanto incómoda, ya que no está acostumbrada a
muestras de amor tan abiertas.

María: Hola, viajera. Creí que no volvería a verte, pasó mucho tiempo desde tu última visita.

Viajera: María, como te dije antes, siempre estaré contigo. No importa cuántas veces nos
encontremos, mi misión es brindarte fuerza cuando sientas que ya no puedes más.

María: Pero ¿qué sentido tiene si no me ayudas a escapar de esta realidad en la que vivo?

Viajera: Entiendo que es difícil de aceptar, pero mi objetivo es acompañarte y darte aliento en tu
camino. Sé que vives en una realidad desafiante, pero quiero que sepas que en el futuro te
convertirás en una mujer extraordinaria. Serás inteligente, hermosa y una gran inspiración para
muchas personas.

María: ¿Yo? ¿Cómo es eso posible?

Viajera: Permíteme contarte un secreto, María. Tú serás la primera universitaria en tu familia.


Abrirás caminos y romperás barreras para alcanzar tus sueños.

María se sorprende ante las palabras de la viajera. Mientras tanto, está la invita a entrar a la casa y
le ofrece comida que María jamás había probado. Mientras el amanecer se acerca, la viajera le
recuerda a María que debe regresar a su realidad.

Con tristeza, pero con una idea clara en su mente, María comienza a caminar hacia el horizonte.
"Voy a ser la primera universitaria", se repite a sí misma mientras despierta.
Capitulo III

La cotidianidad

Soy la encargada de cocinar para mis seis hermanos, mi madre y para el monstruo que habita en
nuestra casa. Cada día, me enfrento a la ardua tarea de preparar la comida en medio de la tensión
y el miedo que envuelve nuestro hogar. Sin embargo, hay algo extraño y siniestro que ocurre en la
cocina cuando nadie más está presente.

Cuando termino de cocinar, el monstruo siempre aparece y me saca bruscamente de la cocina. Su


presencia se hace cada vez más inquietante y me resulta imposible ignorar sus miradas
amenazadoras. Es entonces cuando toma el control y se convierte en el encargado de servir la
comida a todos. Observo cómo se sirve generosas porciones para sí mismo, mientras que a mis
hermanos los deja con raciones escasas y miserables, a mi no me toca comer esta noche.

Mi madre, consciente de esta injusticia, parece preferir ignorar la situación. Una sensación de
impotencia se apodera de mí, pero no puedo permitirme mostrar debilidad frente al monstruo. Sin
embargo, mis hermanos, en su inocencia y compasión, han encontrado una manera de ayudarme
en secreto.

En silencio y a escondidas, guardan pequeños granos de arroz en sus manos infantiles y me los
pasan disimuladamente. Es un gesto lleno de amor y solidaridad, pero también de temor. Sabemos
que, si el monstruo se da cuenta, su ira será despiadada y su castigo aún más cruel. Pero en esos
momentos fugaces, esos pequeños granos de arroz representan un rayo de esperanza en medio de
la oscuridad.

El misterio se cierne sobre la cocina y el comportamiento del monstruo. ¿Por qué se adueña de la
tarea de servir la comida? ¿Qué es lo que busca con su control sobre nosotros? Estas preguntas
alimentan mi curiosidad y, al mismo tiempo, avivan mi miedo. No puedo evitar preguntarme qué
secretos oscuros se esconden tras las puertas de nuestra casa y cómo podríamos liberarnos de esta
opresión.

A medida que los días pasan, el suspenso crece y la incertidumbre se adhiere a mi piel. Cada vez
que entro a la cocina, siento la presencia del monstruo acechándome desde las sombras. Me he
convertido en una sombra de lo que solía ser, llena de miedo y desconfianza hacia el mundo que
me rodea.

En este capítulo de dolor y penumbra, la esperanza parece estar cada vez más lejos. Pero en lo más
profundo de mi corazón, aún anhelo encontrar la fuerza y el coraje para desafiar al monstruo y
revelar los secretos que oculta. Solo entonces, tal vez, podamos encontrar la libertad que tanto
anhelamos.
La pobreza

Mis hermanos y yo vivimos sumidos en una pobreza extrema que nos aplasta día tras día. La
comida escasea de manera desesperante, y cuando logramos conseguir algo para saciar nuestra
hambre, el monstruo se apodera de todo. Lo veo sentado en la mesa, con su enorme figura
devorando sin control, con la boca abierta y emitiendo sonidos repugnantes. Su sudor se mezcla
con la voracidad de su apetito insaciable. Es el ser más gordo y repulsivo que he visto en mi vida,
un depredador que no tiene consideración alguna por sus propios hijos, dejándonos sin nada que
comer.

Nuestra existencia se desenvuelve entre ratas, las cuales parecen ser las únicas compañeras
constantes en nuestro sombrío hogar. Pasamos incontables noches sin dormir, temiendo que el
monstruo o las ratas se acerquen a nosotros, añadiendo una dosis extra de terror a nuestras vidas
ya de por sí miserables. La pobreza nos consume como un fuego implacable que devora hasta el
último resquicio de esperanza. Nos aferramos a la ilusión de una vida mejor, pero con cada día que
pasa, esa esperanza parece alejarse aún más, eclipsada por la realidad cruel y desoladora que nos
rodea.

En medio de esta oscuridad, mi mente se refugia en pequeños destellos de esperanza que intento
avivar. Sueño con un futuro donde el monstruo ya no tenga el poder de devorar nuestras ilusiones
y nuestros sueños. Anhelo una vida sin temor, donde la comida sea suficiente para todos y
podamos dormir tranquilos, sin el constante acecho de las ratas y la presencia amenazante del
monstruo. Sueño con poder brindarle a mis hermanos una vida digna, llena de oportunidades y
alegrías que hoy parecen inalcanzables.

Aunque la realidad nos golpea con crueldad, me niego a rendirme por completo. Busco fuerzas en
la mirada esperanzadora de mis hermanos, en su sonrisa a pesar de todo, en su valentía para
enfrentar cada día de adversidad. Juntos, nos aferramos a la esperanza de que algún día, esta
pesadilla llegará a su fin.

Mientras tanto, sigo resistiendo, luchando contra la oscuridad que amenaza con apagarme.
Aunque la pobreza nos golpee sin piedad y la vida parezca jugar en nuestra contra, encuentro
fuerzas para seguir adelante, aferrándome a la esperanza como un salvavidas en medio de un mar
agitado. Aunque mi memoria se desvanezca y mis días se confundan en una rutina desalentadora,
guardo en lo más profundo de mi ser la convicción de que algún día, la luz atravesará las sombras y
encontraremos la libertad.

________________________________________________________________________________

María: Gritando ¡Cebollas, tomates frescos! ¡Lleve su bolsa a mil pesos! ¡Cebollas, tomatesssss!

Mientras María se concentra en su labor, la mujer misteriosa la observa desde lejos, maravillada
por su espíritu emprendedor y su voz llena de vida. La mujer se acerca a María con una sonrisa
cálida.

Viajera: ¡María! Qué alegría verte nuevamente.

María, sorprendida pero emocionada, se vuelve hacia la viajera con una gran sonrisa en su rostro.
María: ¡Viajera! No sabes cuánto me alegra verte otra vez. ¿Cómo estás?

Viajera: Estoy bien, María. Pero más importante aún, quiero hablarte sobre tu futuro. Eres una
persona maravillosa, llena de bondad y compasión.

María, con una mirada curiosa, se acerca más a la viajera para escuchar atentamente sus palabras.

María: ¿Mi futuro? ¿Qué me depara?

Viajera: Tú serás una luz en la vida de muchas personas. Te convertirás en una educadora dedicada,
ayudando a adultos a leer y escribir. Además, te convertirás en una valiente rescatista de perritos y
gatos, brindándoles amor y cuidado cuando más lo necesiten.

María, con los ojos llenos de asombro y gratitud, no puede contener su emoción.

María: ¡Eso suena maravilloso! Siempre he querido hacer algo importante y ayudar a los demás.
¿Realmente seré capaz de lograrlo?

Viajera: Absolutamente, María. Tienes un corazón generoso y una determinación inquebrantable.


Nunca olvides que siempre estaré contigo, guiándote en cada paso del camino.

María mira a su alrededor, sintiendo un impulso de transformación y esperanza. Observa su ropa


desgastada y su piel maltratada por el sol, pero con una nueva visión de sí misma.

María: Viajera, tengo muchas ganas de empezar este nuevo capítulo en mi vida. Quiero
convertirme en la persona maravillosa que me has descrito.

Viajera: Estoy segura de que lo lograrás, María. Ahora, continúa con tu trabajo en el mercado y
recuerda que siempre estaré a tu lado.

María se despide de la viajera, llena de determinación y una nueva perspectiva sobre su futuro.
Mientras sigue vendiendo sus productos, siente que un mundo de posibilidades se abre ante ella.
María sabe que este encuentro y las palabras de la viajera han marcado un punto de inflexión en
su vida, y está lista para enfrentar cualquier desafío que le depare el camino hacia sus sueños.

Un ángel

Hoy me sentí realmente mal en el colegio. Llevo varios días sufriendo de vómitos y malestar
general. La profesora Blanca se dio cuenta de mi estado y me llevó al baño, donde me ayudó a
limpiarme después de haber causado un desagradable espectáculo en el salón. Fue algo gracioso
ver las caras de los otros niños afectados por mi vómito, aunque en medio de mi dolor de
estómago, volvía a la cruda realidad. La profesora notó que llevaba días sin comer mucho y
aprovechó la situación para preguntarme más sobre mi situación en casa.

Decidí contarle un poco sobre la verdad de mi hogar, y a partir de ese día, ella se encargó de
llevarme refrigerios durante el descanso. Además, me regalaba gelatina y me pidió que la
escondiera para cuando en casa no me dieran comida. La preparaba con agua y me la tomaba en
secreto. No sé si fue ese acto inesperado, que me devolvió la esperanza en los adultos, pero
después de ese día y durante todo ese año de clase con la profesora Blanca, nunca más me volvió a
doler el estómago.
Otro día llegué a clase y en la primera hora la profesora no llegó. Esto me pareció muy extraño, ya
que siempre era la más puntual. Después de dos horas de espera, la profesora Hilda llegó y nos dio
la triste noticia de que la profesora Blanca estaba incapacitada y no volvería hasta dentro de dos
semanas. No seguí prestando atención porque me quedé atónita y mi rostro se llenó de tristeza.
Sabía que ahora, una vez más, volvería a tener hambre y vería a mis compañeros di
sfrutar de su comida durante el descanso.

Mientras me hundía en mis pensamientos, no me di cuenta de que la profesora Hilda seguía


hablando a mis compañeros. De repente, me dijo: "Tranquila, María. La profesora Blanca me dio
claras instrucciones para que sigas disfrutando de tus descansos". Una sonrisa y una lágrima
afloraron desde lo más profundo de mi interior.

Aprendiendo a lidiar con los cambios

Me miro al espejo, y la desesperanza se refleja en mis ojos. Ya no sé cómo ocultar mis senos.
Vivimos en la pobreza, y la idea de comprar ropa que me ayude a disimularlos es un sueño
inalcanzable. Cada vez que me pongo una camisa, se notan más y más, y mi ropa vieja y holgada ya
no me sirve. Me aterra pensar que los monstruos que me acosan cuando camino se den cuenta de
estos cambios. No quiero que mi cuerpo en transformación sea motivo de sus miradas. Mientras
mis compañeras de colegio celebran sus cambios y se sienten felices, yo me siento cada vez más
sola y asustada.

La realidad es que, en mi corazón, he perdido toda esperanza. No veo una salida, ni una solución a
este problema. Me siento atrapada en un cuerpo que cambia sin control y en una vida llena de
limitaciones. La tristeza y la frustración me consumen, y cada día es una batalla constante contra
los pensamientos negativos.

Sin embargo, a pesar de mi desesperanza, sigo buscando alguna forma de enfrentar esta situación.
En el armario de mi madre, encuentro telas sueltas y pañuelos. Quizás podría utilizarlos para
envolver mi pecho y ocultar mis senos de alguna manera. Aunque en el fondo sé que solo es una
solución temporal, algo en mí se aferra a esa pequeña esperanza de encontrar algún alivio en
medio de esta desdicha.

Con torpeza y sin saber muy bien qué estoy haciendo, intento atar y ajustar las telas alrededor de
mi pecho, tratando de disimular mi desarrollo. Es una tarea complicada, y cada intento me
recuerda cuán frágil es mi posición. No puedo evitar sentir que estoy jugando a esconderme de un
mundo que me juzga y rechaza.

A medida que aprendo a ocultar mis cambios corporales, la sensación de desesperanza se


profundiza. Siento que estoy construyendo una fachada que solo perpetúa mi propia negación y
aislamiento. Cada vez que envuelvo mi pecho, siento cómo mi identidad se desvanece entre los
pliegues de la tela, y me pregunto si algún día podré encontrar otra solución.

No puedo evitar compararme con mis compañeras de colegio y preguntarme por qué ellas pueden
disfrutar de sus cambios mientras yo me hundo en la tristeza y la vergüenza. Es una batalla interna
constante, y la falta de esperanza nubla mi mente. Pero, por ahora, solo puedo envolverme en
telas y mantenerme oculta.

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La Viajera observa detenidamente a María, mientras ella está lavando ropa y llorando
desconsolada, la viajera nota que el aspecto de María ahora es más demacrado, que sus manitas
están llenas de peladuras y que ahora tiene una joroba que indica el peso del cansancio que ha
estado cargando. La Viajera siente un nudo en la garganta, para saliva y se llena de fuerzas para
hablarle a María.

Viajera: (con voz atragantada) María¡

María: (levanta la mirada, con el rostro demacrado) Viajera? ¿Eres tú? Y se limpia las lágrimas y los
mocos con el brazo.

Viajera: (con dulzura y ternura dice) tranquila, ya casi termina todo.

María (llorando y con su voz llena de rabia) ¿Cómo puedes decir eso? Siento que esta carga nunca
se alivia. Estoy cansada de luchar.

Viajera: (con ternura) Sé que estás agotada, María, pero quiero recordarte que dentro de ti hay
una fuerza que aún no has descubierto. Estoy aquí para recordarte quién eres y ayudarte a
encontrar la fortaleza para seguir adelante.

María: (con incredulidad y llanto) ¿Fortaleza? No sé si tengo algo de eso. Me siento tan vulnerable
y rota.

Viajera: María, permíteme contarte una historia. En un rincón olvidado de este mundo, había una
mujer llamada María. Sus días estaban teñidos de tristeza y desesperanza, cargando el peso de un
pasado doloroso en sus hombros. Pero lo que ella no sabía era que dentro de sí misma existía una
fuerza indomable.

María: (con una mirada apagada) ¿Una fuerza indomable? No sé si eso sea cierto.

Viajera: Confía en mí, María. Esta historia es sobre ti, sobre la verdadera heroína que eres. Un día,
mientras te encontrabas en medio de la oscuridad, un destello de luz iluminó tu camino. Ese
destello era tu poder, una chispa que te permitiría superar cualquier adversidad.

María: (con escepticismo) ¿Poder? No sé si tengo algún poder. Sólo veo mis limitaciones y mi dolor.

Viajera: María, tus manos marcadas por el trabajo arduo son el reflejo de tu resistencia. Tú tienes
el poder de transformar el dolor en fuerza, de convertir las lágrimas en valentía. La joroba que
llevas en tus hombros es una prueba de tu capacidad para soportar las cargas más pesadas.

María: (con lágrimas en los ojos) No sé si puedo seguir adelante. Estoy cansada, tan cansada.

Viajera: Pero María, es precisamente en esos momentos de agotamiento cuando tus poderes
emergen con mayor fuerza. Tú tienes el poder de sanar, de sanar tus propias heridas y de ofrecer
compasión a aquellos que sufren. Tu cansancio es el testimonio de cuánto has luchado, cuánto has
sobrevivido.

María: (con una leve sonrisa) Tal vez hay algo de verdad en lo que dices. A veces me olvido de lo
fuerte que he sido.

Viajera: Eres más fuerte de lo que crees, María. Tu historia aún no ha terminado. Y aunque el
abuso siempre será parte de ti, también llevas dentro el poder de escribir un nuevo capítulo, uno
en el que encuentres la felicidad y la paz que mereces.

María: (con determinación) Quiero creer en eso, quiero creer en mí misma.

Con cada palabra de la Viajera, una luz de esperanza comienza a brillar en los ojos de María. La
carga de la joroba se aligera y su rostro muestra una renovada fuerza y determinación.

Viajera: No estás sola en este camino, María. Estoy aquí para apoyarte en cada paso del camino.
Juntas, podemos enfrentar las sombras del pasado y construir un futuro en el que el amor y la
valentía sean tus guías.

María: (con gratitud) Gracias, Viajera, tu siempre me visitas en los momentos en los que siento que
no puedo soportar más, en ocasiones creo que eres mi ángel guardián que me visita cuando más lo
necesito.

La Viajera abraza a María, sabiendo que ha logrado despertar una chispa de esperanza en su
corazón. Juntas, se enfrentarán a los desafíos que les esperan y construirán un futuro donde el
dolor sea transformado en fortaleza.
Capítulo VI

Hola, yo soy la viajera. Soy María, pero también soy más que eso. Soy la voz de todos los niños y
niñas que han sufrido el flagelo del abuso sexual infantil. A través de mis palabras, intento
transmitirles una pequeña parte de lo que viví, de lo que sentí y de cómo encontré la fortaleza para
superarlo.

Cuando era niña, la escritura se convirtió en mi refugio. Aunque en aquel entonces no entendía
completamente el alcance de lo que estaba sucediendo, plasmaba mis emociones en hojas en
blanco. A través de la tinta y las palabras, liberaba el dolor, la confusión y el miedo que me
abrumaban.

Mis escritos eran torpes y llenos de angustia, pero contenían la esencia de mi sufrimiento. Cada
trazo de tinta en aquel viejo cuaderno era un intento desesperado por encontrar respuestas en
medio del caos. No sabía entonces que la escritura se convertiría en mi salvación, en el lugar
donde encontré consuelo y esperanza.

En cada página, desahogaba mi dolor y buscaba respuestas. Aunque no comprendía


completamente lo que estaba viviendo, sabía que mis palabras tenían poder. La escritura se
convirtió en una válvula de escape, en un medio para expresar lo inexplicable.

Mi historia es una entre tantas. El abuso sexual infantil no discrimina, no elige a sus víctimas en
función de su inteligencia, su valentía o su situación socioeconómica. Yo era solo una niña
inocente, cuyo corazón se llenaba de dolor y asco ante cada nuevo episodio de abuso.

A través de mis relatos, intento que ustedes, queridos lectores, puedan vislumbrar una pequeña
parte de lo que millones de niños enfrentan en silencio. Quiero que estas palabras toquen sus
emociones, que les hagan reflexionar sobre la importancia de hablar del abuso sexual infantil y de
crear espacios seguros para que los niños puedan expresar sus vivencias.

Mi camino no fue fácil, pero a través de mis experiencias descubrí que la resiliencia y la esperanza
pueden florecer incluso en los momentos más oscuros. Comprendí la importancia de enfrentar
esta realidad juntos, de educarnos y de trabajar para proteger a los más vulnerables.

Continuemos, pues, con este libro que busca arrojar un poco de luz sobre una realidad dolorosa,
pero que también nos invita a la acción y a la esperanza. Sigamos explorando los rincones más
profundos de la vida de aquellos que han sufrido abuso, y descubramos juntos la fuerza necesaria
para crear un mundo donde nuestros niños estén protegidos y puedan vivir en plenitud.

Este es mi relato, mi voz. Pero también es el relato de todos aquellos que han vivido el abuso
sexual infantil.

Tipos de abuso
Queridos lectores, agradezco su compañía en este viaje de descubrimiento y reflexión sobre el
abuso sexual infantil. En los siguientes párrafos, deseo abordar un tema crucial: cómo identificar
las situaciones peligrosas que pueden indicar la presencia de abuso. Permítanme guiarlos a través
de algunas señales de alerta y brindarles pautas para reconocerlas y actuar en consecuencia.

Antes de adentrarnos en los detalles, me gustaría enfatizar que, si bien soy una sobreviviente y
defensora de esta causa, no soy una experta en psicología o en asuntos legales. Sin embargo, he
investigado y recopilado información relevante de fuentes confiables para ofrecerles una visión
general de este tema tan delicado.

El abuso puede adoptar diferentes formas y afectar a personas de todas las edades. Algunas de las
situaciones más comunes incluyen el abuso físico, emocional, sexual, verbal y económico. Es
importante reconocer que estas son solo algunas de las manifestaciones más frecuentes, y el
abuso puede presentarse de manera compleja y única en cada caso.

Ahora bien, ¿cómo podemos identificar si algo constituye abuso? Permítanme compartir algunas
señales de alerta que podrían indicar la presencia de abuso en una persona:

 Cambios de comportamiento: Si observas cambios significativos en el comportamiento de


alguien, como aislamiento social, evitación de situaciones o personas específicas, cambios
repentinos en el estado de ánimo o el rendimiento académico o laboral, es posible que
estén experimentando alguna forma de abuso.
 Miedo o ansiedad inexplicables: Sentimientos intensos de miedo, ansiedad o malestar sin
una causa aparente pueden ser indicios de que alguien está sufriendo abuso. Es
fundamental prestar atención a estas emociones y buscar la causa.
 Lesiones físicas inexplicables: La presencia de lesiones físicas, como moretones, heridas o
fracturas, sin una explicación lógica o coherente, puede ser una señal de que ha ocurrido
abuso físico. Es importante no pasar por alto estas señales y buscar ayuda profesional de
inmediato.
 Cambios en las relaciones interpersonales: Si alguien experimenta cambios notorios en sus
relaciones con amigos, familiares o compañeros de trabajo, como alejamiento repentino,
evitación del contacto visual o disminución de la confianza, podría ser una señal de que
algo está mal y podrían estar siendo víctimas de abuso.
 Dificultad para establecer límites personales: Las personas que han sido víctimas de abuso
a menudo encuentran dificultades para establecer límites personales saludables. Pueden
sentirse obligadas a complacer a los demás o a someterse a situaciones que les resultan
incómodas o inseguras. Observar estas dificultades puede ayudarnos a identificar posibles
casos de abuso.

Recuerden que estas señales de alerta no son concluyentes ni excluyentes, y cada persona puede
reaccionar de manera diferente al abuso. Es importante tener en cuenta el contexto y las
circunstancias individuales al evaluar una situación.

Al reconocer las señales de abuso, damos el primer paso hacia la protección y la búsqueda de
ayuda. Si sospechan que ustedes o alguien que conocen está siendo víctima de abuso, los animo a
buscar apoyo y orientación de profesionales capacitados en psicología y servicios de apoyo a las
víctimas. RECUERDEN QUE NO ESTÁN SOLOS.
Secuelas del abuso

Querido lector, déjame compartir contigo mi experiencia personal en primera persona para
sumergirnos aún más en mi historia y comprender las secuelas que dejó el abuso en mí. A lo largo
de mi proceso de sanación, he experimentado una montaña rusa emocional y quiero que
entiendas cómo cada sentimiento ha impactado mi vida.

Quiero agradecerte por leer mi historia, sé que no es fácil, pero es fundamental que entendamos la
gravedad del abuso sexual infantil en nuestro país, Colombia. Las estadísticas son alarmantes y mi
objetivo al escribir este libro es generar conciencia y empatía hacia esta problemática.

Se preguntarán si hablar de mi historia ya no me causa dolor, pues querido lector la verdad es que
el abuso siempre duele y aprender a vivir con ese dolor es un proceso constante. Sin embargo, lo
que he descubierto es que puedo enfrentarlo de una manera más saludable y constructiva,
reconociendo las secuelas que dejó en mí.

A lo largo de los años, he experimentado una serie de emociones abrumadoras que han dejado
una profunda huella en mi ser. La negación fue una de mis primeras respuestas, una forma de
autoprotección para evadir la realidad dolorosa. Durante mucho tiempo, me resistí a aceptar lo
que había sucedido, temiendo confrontar ese pasado traumático.

El silencio también se convirtió en mi compañero. Me sentí atrapada, incapaz de compartir mi


experiencia por miedo, vergüenza y culpa. Guardé en secreto el abuso, lo oculté detrás de una
sonrisa forzada y evité enfrentar la verdad. Pero el silencio no hizo más que prolongar mi
sufrimiento y dificultar mi proceso de curación.

La rabia se convirtió en una compañera constante en mi vida. Sentí una furia inmensa hacia los
perpetradores y hacia las circunstancias que permitieron que el abuso ocurriera. Esta ira era
poderosa y aterradora, pero también necesaria para comprender la injusticia de lo sucedido.
Aprendí a canalizarla de manera constructiva, para no permitir que me consumiera por completo.

La vergüenza y la culpa me abrazaron con fuerza. Me sentí avergonzada de lo que había ocurrido,
como si de alguna manera fuera responsable de ello. La culpa me invadió, aunque en realidad no
tenía nada que ver con lo sucedido. Comprendí que el abuso no fue mi culpa y que la vergüenza no
debía ser mi carga.

El dolor me acompañó durante mucho tiempo. Un dolor profundo, que me escoltaba a todas
partes. Era una herida que parecía no sanar nunca, pero aprendí a reconocerla y a permitirme
sentirlo. Aceptar mi dolor fue un paso esencial para mi proceso de sanación, aunque sé que
siempre llevaré cicatrices emocionales.

Cada una de estas emociones ha sido una parte esencial de mi viaje hacia la sanación. No ha sido
un camino fácil ni lineal, pero me he comprometido a trabajar en mí misma y a buscar la ayuda
necesaria. Aunque el dolor del abuso siempre estará presente, puedo hacer que no sea lo que
dirige mi realidad presente.

Quiero que sepas que no estás solo si has vivido experiencias similares. A ti, querido lector, que
quizás te identifiques con alguna parte de mi narración, te invito a que te permitas sentir, a que
busques apoyo y a que no te avergüences de tu historia. Hablar de ello es un paso valiente y
liberador.

También quiero dirigirme a aquellos adultos que han llevado consigo el peso del abuso en silencio.
Los invito a que rompan ese silencio, a que busquen ayuda y a que no permitan que los monstruos
sigan escondidos bajo la cama. La sanación comienza cuando nos atrevemos a enfrentar nuestra
historia y a buscar el apoyo necesario.

A los padres y adultos responsables de cuidar y proteger a los niños, les pido que estén atentos a
los posibles signos de abuso en sus hijos. Observen los cambios de comportamiento, escuchen y
crean a los niños cuando hablan, y ofrezcan un entorno seguro y acogedor donde puedan expresar
cualquier cosa. Enséñenles sobre los límites y cómo identificar situaciones de riesgo.

El abuso sexual infantil es una realidad dolorosa, pero juntos podemos crear un cambio. Sigamos
hablando, escuchando y apoyando a aquellos que han sido afectados. No permitamos que el abuso
siga siendo un secreto oscuro en nuestras familias y sociedad. Solo a través del diálogo, la
comprensión y la acción podemos comenzar a sanar y proteger a nuestros niños.

Mensaje para los hombres

Queridos hombres, sé que el camino de sanación puede ser aún más difícil para ustedes. Nuestra
sociedad, impregnada de estereotipos de masculinidad, ha perpetuado la idea errónea de que
ustedes deben ser fuertes, invulnerables y capaces de superar cualquier adversidad sin mostrar
debilidad. Pero permítanme decirles que esto es un engaño.

A lo largo de la historia, hemos sido testigos de hombres valientes y poderosos que han enfrentado
innumerables desafíos. Sin embargo, también han sufrido, han sentido dolor y han necesitado
apoyo emocional. Ustedes, al igual que las mujeres, son seres humanos con emociones profundas
y legítimas.

El silencio que ha envuelto a los hombres víctimas de abuso sexual infantil es una carga adicional
que han tenido que soportar. Se les ha enseñado que hablar de su sufrimiento es signo de
debilidad, que deben ocultar su dolor detrás de una fachada de fortaleza. Pero esto no es justo ni
saludable.

El abuso sexual infantil no distingue género. Ha afectado y sigue afectando a hombres en todo el
mundo. Les insto a que rompan el silencio, a que compartan su historia y busquen el apoyo que
necesitan. No están solos en esta batalla, y la carga se aliviará cuando encuentren una comunidad
de personas dispuestas a escuchar y brindarles el apoyo que merecen.

Reconozco que los estereotipos de masculinidad tóxica han sido perjudiciales para todos nosotros.
Han creado un entorno donde los hombres se ven obligados a guardar silencio, a reprimir sus
emociones y a enfrentar solos su sufrimiento. Pero es hora de desafiar esta narrativa y construir
una sociedad más compasiva, donde los hombres sean alentados a hablar, a buscar ayuda y a
sanar.

Queridos hombres, alcen su voz, compartan su historia y desafíen el estigma, estaran dando un
poderoso paso hacia la curación. Su experiencia, su valentía y su resiliencia son fundamentales
para desmantelar las barreras que impiden que otros hombres también busquen ayuda.
Les pido a todos, hombres y mujeres, que juntos trabajemos para construir una sociedad en la que
todos los sobrevivientes de abuso sexual infantil encuentren el apoyo y la empatía que necesitan.
El camino hacia la sanación comienza con la apertura, la comprensión y el reconocimiento de que
los hombres también tienen derecho a expresar su dolor y a buscar justicia.

Sigamos luchando por una sociedad libre de abuso, donde los hombres puedan hablar sin temor y
recibir el apoyo que merecen. No permitamos que el silencio continúe siendo el escenario. Es hora
de cambiar el rumbo y construir una realidad en la que todos los sobrevivientes sean escuchados.

La Viajera
"En cada palabra, en cada acción valiente, creamos un futuro donde los
monstruos del abuso no puedan esconderse. Unidos, con el poder de nuestra
voz, construimos un presente donde los niños puedan florecer sin miedo.
Aunque el dolor nos recuerde nuestro pasado, somos arquitectos de un
presente lleno de amor, protección y esperanza." - La Viajera

El abuso es un capítulo de mi vida, pero esta historia aún no ha concluido, continuará…

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